Martin chambi

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Martin Chambi : el poeta de la luz “Me siento un representante de la raza, porque ella habla en mis fotogra- fías” decía Martín Chambi el primer fotógrafo indígena que ganó el reconocimiento mun- dial con sus retratos y paisajes que enaltecen la cultura y costumbres de los andes peruanos. A muy temprana edad dejó su na- tal Puno para iniciar una aventura que lo llevaría a descubrir su vo- cación de fotógrafo. La historia de Martín Chambi y la fotografía co- mienza en una mina en las alturas de Carabaya cuando vio por pri- mera vez una cámara fotográfica. El interés por conocer el manejo de las mágicas cajas que congela- ban el tiempo lo llevó a trabajar en el estudio del fotógrafo arequipe- ño Max T. Vargas. Una vez apren- didas las técnicas de revelado y ampliación, las bases de la compo- sición fotográfica y el manejo de un estudio, Chambi establecería su imperio fotográfico en el Cusco. Martín Chambi nace en una aldea del Departamen- to de Puno, Perú, en 1891. Siendo muy joven se con- vierte en ayudante del fo- tógrafo de la empresa mi- nera Santo Domingo en la que trabaja su padre. De esta manera tiene su prime contacto con la fotografía. En el ombligo del mundo La sociedad cusqueña de la déca- da del 20 estaba en pleno resur- gimiento económico y cultural. Sus pobladores defendían su pa- sado precolombino. En ese am- biente Martín Chambi y su arte destacaban como una expresión genuina de interés por las cos- tumbres del hombre de la sierra. En su estudio posaron los inte- lectuales y las familias más im- portantes e influyentes del Cus- co. Novias con sus inmaculados vestidos, escritores con saco y camisa, señoritas con los rostros blancos, niños juguetones y de- portistas con los cabellos engo- minados desnudaban su alma ante el lente de su pesada cámara. Los clientes de la época no querían lucir imperfecciones. Para tal fin era importante tener una excelente iluminación. El estudio de Chambi tenía un gran ventanal que proveía de luz natural, la cual era difumi- nada con unas cortinas. Esta luz difusa atenuaba cualquier defecto de la novia o jovencita que con- fiaba en la habilidad del maestro. Los retratos a pedido pasaban por el área de retoque. Utilizando el lápiz y la cuchilla, Chambi y sus asistentes borraban directamente sobre las placas de vidrio las im- perfecciones en el rostro del sujeto. No solo retrató a la burguesía cus- queña sino a los indios mascando coca, músicos populares, jóvenes sa- cerdotes, niños mendigos y campe- sinas cargando a sus hijos en las es- paldas. Ellos no pedían perfección. Un paseo por los andes --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Vestido con sombrero, poncho y botas altas, Martín Chambi reco- rrió acompañado por una mula, que cargaba su pesado equipo fo- tográfico, la serranía del sur pe- ruano. Sus fotografías de paisajes registran la grandeza de nuestro te- rritorio. Tal es el caso de la imagen tomada del Río Vilcanota (1930), que emerge de una interminable cadena de cerros vestidos con una densa vegetación. Un juego de lu- ces y sombras resaltan la majestuosidad del lugar. En sus largos peregrinajes, Chambi re- gistró los mo- numentos ar- queológicos del Cusco. Tal es el caso de la ciuda- dela de Machu Picchu que in- mortalizó en su estado natural con vegetación en sus muros. Chambi fue el primero en foto- grafiar la arquitectura colonial del Cusco. Las imágenes de la Plaza de Armas, los balcones y las igle- sias forman parte de la historia visual de los cusqueños. Asimismo, retrató a los hombres, mujeres, ancianos y niños traba- jando en el campo, en la proce- sión del Señor de los Temblores, compartiendo momentos fami- liares en los patios de sus casas e incluso velando a sus muertos. “El poeta de la luz” se ganó este apelativo por componer sus fo- tografías como si fueran pin- turas. Él esperaba con paciencia el momento perfecto en que la luz revelara detalles y contras- tes de las personas y paisajes. Su legado trasciende el ámbito artístico para convertir- se en documento histórico y cos- tumbrista de un pueblo emer- gente que en la primera mitad del siglo XX em- pezó a valorar su pasado incai- co. A 120 años de su nacimien- to es importante enaltecer su obra y aprender que la sencillez y la sensibi- lidad fotográfica no dependen de una buena cámara digital. "Acercársele a cierto formalis- mo o ser consi- derado sin más como un llano producto artís- tico, así como hizo el picto- rialismo en su época". Jorge Heredia

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Martin Chambi : el poeta de la luz

“Me siento un representante de la raza, porque ella habla en mis fotogra-fías” decía Martín Chambi el primer fotógrafo indígena que ganó el reconocimiento mun-dial con sus retratos y paisajes que enaltecen la cultura y costumbres de los andes peruanos.

A muy temprana edad dejó su na-tal Puno para iniciar una aventura que lo llevaría a descubrir su vo-cación de fotógrafo. La historia de Martín Chambi y la fotografía co-mienza en una mina en las alturas de Carabaya cuando vio por pri-mera vez una cámara fotográfica.

El interés por conocer el manejo de las mágicas cajas que congela-ban el tiempo lo llevó a trabajar en el estudio del fotógrafo arequipe-ño Max T. Vargas. Una vez apren-didas las técnicas de revelado y ampliación, las bases de la compo-sición fotográfica y el manejo de un estudio, Chambi establecería su imperio fotográfico en el Cusco.

Martín Chambi nace en una aldea del Departamen-to de Puno, Perú, en 1891.Siendo muy joven se con-vierte en ayudante del fo-tógrafo de la empresa mi-nera Santo Domingo en la que trabaja su padre. De esta manera tiene su prime contacto con la fotografía.

En el ombligo del mundoLa sociedad cusqueña de la déca-da del 20 estaba en pleno resur-gimiento económico y cultural. Sus pobladores defendían su pa-sado precolombino. En ese am-biente Martín Chambi y su arte destacaban como una expresión genuina de interés por las cos-tumbres del hombre de la sierra.

En su estudio posaron los inte-lectuales y las familias más im-portantes e influyentes del Cus-co. Novias con sus inmaculados vestidos, escritores con saco y camisa, señoritas con los rostros blancos, niños juguetones y de-portistas con los cabellos engo-minados desnudaban su alma ante el lente de su pesada cámara.

Los clientes de la época no querían lucir imperfecciones. Para tal fin era importante tener una excelente iluminación. El estudio de Chambi tenía un gran ventanal que proveía de luz natural, la cual era difumi-nada con unas cortinas. Esta luz difusa atenuaba cualquier defecto

de la novia o jovencita que con-fiaba en la habilidad del maestro.

Los retratos a pedido pasaban por el área de retoque. Utilizando el lápiz y la cuchilla, Chambi y sus asistentes borraban directamente sobre las placas de vidrio las im-perfecciones en el rostro del sujeto.

No solo retrató a la burguesía cus-queña sino a los indios mascando coca, músicos populares, jóvenes sa-cerdotes, niños mendigos y campe-sinas cargando a sus hijos en las es-paldas. Ellos no pedían perfección.

Un paseo por los andes

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Vestido con sombrero, poncho y botas altas, Martín Chambi reco-rrió acompañado por una mula, que cargaba su pesado equipo fo-tográfico, la serranía del sur pe-ruano. Sus fotografías de paisajes registran la grandeza de nuestro te-

rritorio. Tal es el caso de la imagen tomada del Río Vilcanota (1930), que emerge de una interminable cadena de cerros vestidos con una densa vegetación. Un juego de lu-ces y sombras resaltan la majestuosidad del lugar.

En sus largos p e re g r i naj e s , Chambi re-gistró los mo-numentos ar-queológicos del Cusco. Tal es el caso de la ciuda-dela de Machu Picchu que in-mortalizó en su estado natural con vegetación en sus muros.

Chambi fue el primero en foto-grafiar la arquitectura colonial del Cusco. Las imágenes de la Plaza de Armas, los balcones y las igle-sias forman parte de la historia visual de los cusqueños.

Asimismo, retrató a los hombres, mujeres, ancianos y niños traba-jando en el campo, en la proce-sión del Señor de los Temblores, compartiendo momentos fami-liares en los patios de sus casas e incluso velando a sus muertos.“El poeta de la luz” se ganó este apelativo por componer sus fo-tografías como si fueran pin-

turas. Él esperaba con paciencia el momento perfecto en que la luz revelara detalles y contras-tes de las personas y paisajes.

Su legado trasciende el ámbito artístico para convertir-

se en documento histórico y cos-

tumbrista de un pueblo emer-gente que en la primera mitad del siglo XX em-pezó a valorar su pasado incai-co. A 120 años de su nacimien-to es importante enaltecer su obra y aprender que

la sencillez y la sensibi-lidad fotográfica no dependen de una buena cámara digital.

"Acercársele a cierto formalis-mo o ser consi-derado sin más como un llano producto artís-tico, así como hizo el picto-rialismo en su época".

Jorge Heredia