Mártires Benedictinos de El Pueyo -...

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Boletín de la Abadía de Leyre Número 158/ DICIEMBRE 2013 L e YRE E l Año de la fe tuvo un significativo colofón en la Iglesia española: la Beatificación de 522 mártires de la persecución religiosa de los años 30, que se celebró en Tarragona el pasado 13 de octubre y que fue presidida, en nombre del Papa Francisco, por Cardenal Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, D. Ángelo Amato. Acontecimiento verdaderamente singular para la Iglesia en España, por la glorificación de ese más de medio millar de hijos suyos que dieron su vida, en un valiente testimonio de fe y de amor a Jesucristo, y que representaban a todo el Pueblo de Dios: 3 obispos, 82 sacerdotes seculares, 3 seminaristas, 15 sacerdotes operarios diocesanos, 413 religiosos y 7 laicos. Acontecimiento también importante para la Orden Benedictina, pues entre esa pléyade de mártires beatificados figuran 38 hermanos nuestros: 20 monjes de la Abadía de Montserrat y 18 del Monasterio de El Pueyo, de Barbastro. Y hecho igualmente significativo para nuestra comunidad de Leyre, dada su gran implicación en la Causa de los Mártires de El Pueyo, secundando el trabajo que el obispo barbastrense, D. Ambrosio Echevarría, encomendó a nuestro P. Plácido Mª. Gil. Él, como principal testigo vivo del martirio, fue el más estrecho colaborador con que contó el Obispado de Barbastro en el Proceso de Beatificación de los monjes de El Pueyo. Y a todo esto se une también, nuestro sentimiento de gratitud hacia el P. Prior mártir, beato Mauro Palazuelos que, en 1935 y tras haber visitado Leyre en compañía de algunos miembros de la Diputación Foral de Navarra y del Cabildo de la Catedral de Pamplona, tomó el firme propósito de restaurar en nuestro monasterio la vida benedictina. Propósito que su temprana y gloriosa muerte le impidió llevar a cabo. Así la jornada del 13 de octubre, tan señalada este año para Iglesia española, los monjes de Leyre la vivimos con gran gozo, pues por fin llegaba la Beatificación de los Mártires de El Pueyo largamente esperada y deseada por nosotros. Gozo además porque los monjes podienses iban a alcanzar la gloria de los altares junto a los Mártires de Montserrat. ¡Lástima que los cuatro monjes de Silos, martirizados en Mdrid, no hayan podido completar este hermoso grupo de benedictinos beatificados en Tarragona! Gozo también el que vivió la diócesis de Barbastro-Monzón, Iglesia mártir por excelencia entre todas las de España, pues además de los monjes de El Pueyo contaba entre los nuevos beatos con los dos sacerdotes de Santa María del Romeral de Monzón (hoy concatedral), D. José Nadal y D. José Jordán. Conocidos, dada su juventud, con el diminutivo aragonés de los «curetas» de Monzón. Y gozo, por supuesto BEATIFICACIÓN Mártires Benedictinos de El Pueyo Emotiva llegada de la urna con reliquias de los mártires que iban a ser beatificados.

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Boletín de la Abadía de Leyre Número 158/ DICIEMBRE 2013LeYRE

El Año de la fe tuvo un signifi cativo colofón en la Iglesia española: la Beatifi cación de 522 mártires de la persecución religiosa de los años 30, que se celebró en Tarragona el pasado 13 de octubre y que fue presidida, en nombre del Papa Francisco, por Cardenal

Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, D. Ángelo Amato.Acontecimiento verdaderamente singular para la Iglesia en España, por la glorifi cación de ese más de medio millar de hijos suyos que

dieron su vida, en un valiente testimonio de fe y de amor a Jesucristo, y que representaban a todo el Pueblo de Dios: 3 obispos, 82 sacerdotes seculares, 3 seminaristas, 15 sacerdotes operarios diocesanos, 413 religiosos y 7 laicos.

Acontecimiento también importante para la Orden Benedictina, pues entre esa pléyade de mártires beatifi cados fi guran 38 hermanos nuestros: 20 monjes de la Abadía de Montserrat y 18 del Monasterio de El Pueyo, de Barbastro.

Y hecho igualmente signifi cativo para nuestra comunidad de Leyre, dada su gran implicación en la Causa de los Mártires de El Pueyo, secundando el trabajo que el obispo barbastrense, D. Ambrosio Echevarría, encomendó a nuestro P. Plácido Mª. Gil. Él, como principal testigo vivo del martirio, fue el más estrecho colaborador con que contó el Obispado de Barbastro en el Proceso de Beatifi cación de los monjes de El Pueyo. Y a todo esto se une también, nuestro sentimiento de gratitud hacia el P. Prior mártir, beato Mauro Palazuelos que, en 1935 y tras haber visitado Leyre en compañía de algunos miembros de la Diputación Foral de Navarra y del Cabildo de la Catedral de Pamplona, tomó el fi rme propósito de restaurar en nuestro monasterio la vida benedictina. Propósito que su temprana y gloriosa muerte le impidió llevar a cabo.

Así la jornada del 13 de octubre, tan señalada este año para Iglesia española, los monjes de Leyre la vivimos con gran gozo, pues por fi n llegaba la Beatifi cación de los Mártires de El Pueyo largamente esperada y deseada por nosotros. Gozo además porque los monjes podienses iban a alcanzar la gloria de los altares junto a los Mártires de Montserrat. ¡Lástima que los cuatro monjes de Silos, martirizados en Mdrid, no hayan podido completar este hermoso grupo de benedictinos beatifi cados en Tarragona!

Gozo también el que vivió la diócesis de Barbastro-Monzón, Iglesia mártir por excelencia entre todas las de España, pues además de los monjes de El Pueyo contaba entre los nuevos beatos con los dos sacerdotes de Santa María del Romeral de Monzón (hoy concatedral), D. José Nadal y D. José Jordán. Conocidos, dada su juventud, con el diminutivo aragonés de los «curetas» de Monzón. Y gozo, por supuesto

BEATIFICACIÓNMártires Benedictinos de El Pueyo

Emotiva llegada de la urna con reliquias de los mártires que iban a ser beatificados.

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para los familiares de nuestros mártires, que con tanta emoción vi-vieron la ceremonia de la Beatificación.

Monjes procedentes de distintos monasterios españoles –e icluso de Brasil, Filipinas y Francia–, que habíamos sido fraternalmente acogidos por la comunidad de Montserrat, nos dimos cita en Tarra-gona para este memorable acontecimiento, pues la Beatificación de 38 mártires hermanos nuestros, bien lo merecía. Y encabezando esta representación de la Orden Benedictina, el Rvdmo. P. Abad Prima-do, Dom Notker Wolf, y los abades de Montserrat, Silos y Leyre.

La Misa de la Beatificación revistió gran brillantez y comenzó con unas palabras dirigidas por el Santo Padre, que definió a los mártires como: «cris tianos ganados por Cristo, discípulos que han aprendido bien el sentido de aquel “amar hasta el extremo” que lle vó a Jesús a la Cruz».

Fue muy emotiva la llegada de la urna con reliquias de los márti-res que iban a ser beatificados, precedida de siete personas con lám-paras encendidas y flanquada por otras treinta y tres (tantas como causas) portando palmas. Emotiva resulto también la proclmación de los nuevos beatos, el descubrimiento del enorme tapiz donde se

hallaban las fotografías de los 522 mártires –«gigantografía»–, y ese largo desfile de postuladores u otros representantes de las causas, que pasaron a presentar a Mons. Amato, el documento de la Causa de Beatificación de sus respectivos mártires. Muy entrañable para nosotros resultó la intervención de la escolanía de Montserrat que, a lo largo de la celebración, interpretó varias composiciones del que por los años 30 fuera su director, el nuevo beato mártir P. Ángel Rodamilans.

Mons. Amato en su homilía glosó sobre los mártires y sobre el significado del martirio, dejando bien claro que los nuevos beatos eran hombres de paz y de bien, entregados a los demás, que los ma-taron únicamente por odio a la fe, por su condición de católicos, sacerdotes o religiosos, y no por ninguna causa política, que «no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical per-secución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia».

Asistió también una representación de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que cuenta con un gran número de mártires, víctimas del comunis-mo, entre quienes figuran doscientos obispos.

Y tras esta memorable jornada, tuvimos otra también muy des-atacada, ya que el domingo 27 de octubre la diócesis de Barbastro-Monzón, quiso honrar a sus nuevos beatos con dos celebraciones, una en El Pueyo y otra en Monzón, ambas presididas por D. Antonio Cañizares, Cardenal Prefecto de la Congregación para el Culto y la Disciplina de los Sacramentos, que utilizó el báculo del obispo

barbastrense mártir, beato Florentino Asensio. Celebraciones que contaron asimismo con una representación de la Orden Benedictina. En El Pueyo nos hicimos presentes el P. Abad y varios monjes de Leyre, el P. Prior de Valvanera y el P. Benigno Benabarre, monje en Manila, de 98 años y el único benedictino vivo que convivió con los nuevos beatos. Y en Monzón lo hizo además el P. Abad de Montse-rrat, acompañado por otro monje de su comunidad.

Por la mañana en El Pueyo, se celebró una solemene Ecaristía muy bien preparada por los religiosos del Instituo del Verbo Encar-nado, a cuyo cargo está ahora el Santuario. Dio comienzo con una procesión de entrada muy emotiva, en la que las reliquias de los nuevos beatos, depositadas en tres urnas de cristal fueron llevadas hasta el presbiterio por dos monjes de Leyre, dos familiares de los mártires y dos religiosos del Verbo Encarnado. El momento más sig-nificativo de la celebración lo constituyó la consagración del nuevo altar –donde se acababan de colocar las urnas con las reliquias de los mártires–, cuya mesa, sostenida por 12 piedras, es un solo bloque de cuarcita (piedra roja) de una tonelada, traída del Brasil. Concluida la Misa hablaron el obispo de Barbastro, D. Alfonso Milián; el P. Car-los Walker, Superior Genral del Verbo Encarnado; y nuestro P. Abad. Los tres dieron gracias por la Beatificación y por lo que significaba aquella celebración. El P. Walker anunció que la rama monástica de su Instituto ha declarado Patronos a los Mártires de El Pueyo. Y nuestro Abad, recordó las personas y los hechos más destacados del Proceso de Beatificación, cuyos trabajos continuarán ahora los nue-vos monjes de El Pueyo. La parte musical de la celebración corrió a cargo de un coro del Instituto del Verbo Encarnado, que interpretó la Missa Brevis de los Beatos Mártires del Pueyo, compuesta por el P. Jon de Arza, IVE.

Y por la tarde la Misa de Acción de Gracias por la Beatificación en la concatedral de Monzón, lugar en que ejercieron su ministero sacerdotal los dos «curetas» mártires. En esta segunda celebración participaron además los obispos de Teruel-Albarracín, Huesca y Jaca, Almaty (Kazajistán) y el emérito de Tenerife. Fue igualmente solemne y contó con un buen número de sacerdotes concelebrantes

y fieles. Delante del altar estaban dos preciosas arqueras de madera, con los restos de los «curetas», las cuales al finalizar la celebración fueron llevadas a un nuevo retablo erigido para su veneración.

Inolvidables jornadas, las del 13 y 27 de octubre, vividas en tor-no a nuestros nuevos beatos. Jornadas que nos invitan a dar gra-cias al Señor y también a los propios mártires por su testimonio. E igualmente a dar las gracias a quienes preparon e hicieron posibles estas solemnes celebraciones. Y asimismo al P. Abad y comunidad de Montserrat, lo mismo que al Sr. Obispo de Barbastro-Monzón y al Instituto del Verbo Encarnado por su fraterna y cálida acogida.

Fr. Ramón Luis Mª. Mañas, osb

Las reliquias de los Mártires de El Pueyo ante el nuevo altar.

Misa de Acción de Gracias en la concatedral de Monzón.

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Nos van a permitir nuestros lectores que utilicemos el mismo título con el que nuestro recordado P. Plácido Mª. Gil,

publicó su impresionante libro sobre el martirio de los monjes de El Pueyo, su «crónica de un testigo» acerca de aquellos trágicos hechos protagonizados por estos 18 benedictinos, beatificados el 13 de octubre en Tarragona. No encontraríamos otro título mejor. Sí, porque nuestros hermanos de El Pueyo vivieron su martirio como una fiesta, como la fiesta del encuentro definitivo con Dios, como la fiesta del amor supremo y como la fiesta del perdón.

Tenían plena conciencia de que iban a la muerte para encontrarse con Dios, de que iban a celebrar la eterna y definitiva liturgia, la fiesta grande del cielo. Y por ello soportaron en el camión de la muerte toda clase de vejaciones y brutales golpes, llegando algunos de ellos al lugar del fusilamiento habiendo derramado ya abundante sangre. Tenían plena conciencia de que si los mataban su muerte sería martirial: Así, cuando el P. Honorato Suárez vio a su madre por última vez, ella preocupada por su futura suerte, le rogó: «Márchate, hijo mío, márchate al extranjero, y así quizás no te matarán.» Pero él respondió confirmando su vocación marti rial: «No mamá, ¿le parece poco hermoso morir por Dios y su bir al cielo?». Y en esa preciosa carta que Aurelio Boix, el más joven de todos, escribe a su familia desde la prisión, podemos leer frases como estas: «…miro con simpatía el trance que se me acerca: considero una gracia especialísima dar mi vida en holocausto por una causa tan sagrada (…) alégrense también Vds., mis amados padres y hermano, les cabe la gloria de tener un hijo y un hermano mártir de su fe.» «Mi idolatrada madre: Yo me alegro sólo de pensar la dignidad a la que Dios quiere elevarla, haciéndola madre de un mártir (…) Al recuerdo de mi muerte acompañará siempre esta gran idea: Un hijo muerto, pero mártir de la religión.»

Nuestros nuevos beatos vivieron su muerte como la fiesta del amor. Como dijo el Papa Francisco en su videomensaje de la Beatificación, refiriéndose a los 522 mártires: «No existe el amor por entregas, el amor en porciones. El amor es total: y cuando se ama, se ama hasta el extremo.» Los de El Pueyo tenían muy claras además esas emblemáticas palabras de san Benito: «No antepongan absolutamente nada a Cristo el cual nos lleve a todos juntos a la vida eterna.» Y así lo vivieron, así sin anteponer nada al amor de Cristo fueron todos juntos, toda la comunidad, hacia la vida eterna. Por eso su muerte no podía ser para ellos más que una fiesta, la fiesta del amor de Cristo, el amor supremo.

Y también la muerte de nuestros Mártires de El Pueyo fue la fiesta del perdón. La consecuencia más inmediata del amor de Cristo es el perdón. De la boca de los monjes no salió ningún reproche, únicamente vivas a Cristo Rey y a la Virgen (del Pilar y de El Pueyo), y palabras de perdón. Con qué energía no instó el P. Prior, Beato Mauro Palazuelos, a sus hermanos para que perdonaran a los verdugos. Con la misma energía con la que cantó la Salve a su «Madre de El Pueyo», desde lo más profundo de su alma. El amor a Cristo, con quien entregaba su vida al Padre, y el amor a la Madre, hecho oración y melodía, se hicieron perdón

para sus asesinos. Para ellos el mismo amor y un idéntico acorde que el de la Salve. Nuestros mártires dieron ese mismo acorde de amar hasta el extremo, con la mirada y la voz puestos en la Madre, y con el perdón del corazón, transformado en oración, puesto en los enemigos.

E v i d e n t e -mente los mon-jes podienses no

improvisaron aquel ir a la muerte como a una fiesta. Lo tenían ya muy ensayado, lo mismo que la Salve, que habían cantado tantas veces a los pies de la Madre. Desde el P. Mariano, el más anciano, con años de vida monástica, hasta Dom Aurelio, que acababa de emitir su Profesión solemne, todos estaban bien pre-parados para afrontar el martirio. Su entrega del día a día en la vida monástica había sido su mejor preparación, su mejor ensayo para la entrega suprema, hasta la última gota de su sangre, hasta el último acorde, hasta la última nota de su preciosa melodía. Y luego vendría el ensayo final: su largo mes de prisión… Desde el 22 de julio de 1936, en que fueron apresados monjes y niños aspirantes, hasta el 28 de agosto, en que casi toda la comunidad alcanzó la palma del martirio.

Tres de ellos sin embargo, pasaron su vía dolorosa, su camino hacia la fiesta de la muerte, en solitario, situación que hacía el momento final mucho más duro. Tuvieron que salir a escena los primeros y ellos solos. El Hno. Vicente Burrel, tras una terrorífica noche campo a través y apresado por un grupo de milicianos fue el primero en caer, en la mañana del 26 de julio. «Protomártir» de la comunidad, entre insultos, golpes y blasfemias fue fusilado a las afueras de Barbastro y rematado con un tiro de gracia con el que quien disparaba se blasonó de estrenar su pistola. El Hno. Lorenzo Santolaria cayó también sin el consuelo de sus hermanos de hábito, a las afueras de su pueblo natal, el 5 de agosto, y dejando todavía viva a su anciana Madre. Y el P. Mariano que, después de haber pasado su confinamiento hacinado en la cárcel municipal y en pésimas condiciones, y tras

IBAN A LA MUERTE COMO A UNA FIESTA

Mural de los Mártires de El Pueyo, obra del P. José Beruete, cmf.

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un aterrador simulacro de fusilamiento, consumó su martirio el día 9 de agosto en el cementerio de Barbastro, en el mismo grupo que el beato obispo Florentino Asensio, padre y pastor ejemplar de aquella Iglesia mártir.

Los otros quince tuvieron la suerte de ir juntos a la fiesta y de preparase juntos también para ella en la prisión del colegio de las Escuelas Pías, transformado en un verdadero santuario. En el salón de actos de la planta baja y en muy malas condiciones fueron confinados los heroicos Misioneros Claretianos, jóvenes en su mayoría. Y en el primer piso lo estaba el Sr. Obispo, con algunos sacerdotes y laicos, y formando un mismo grupo los PP. Escolapios y los Benedictinos de El Pueyo. En un espacio no muy grande de tres salas comunicadas entre sí, hicieron su vida nuestros monjes lo mejor que supieron y pudieron, pero tuvieron el consuelo de tener camuflado el Santísimo Sacramento. Allí rezaron y se animaron para cuando les llegase la hora, y allí se terminó de fraguar aquel entusiasmo martirial del que hicieron gala en el camión de la muerte y del que con tanto sentimiento hablaban a los niños aspirantes. Los primeros días pudieron incluso celebrar la Eucaristía en la capilla del colegio, y sintieron la cercana y edificante presencia del Obispo, a quien el P. Prior confesaba y llevaba la comunión. Ambos tuvieron ocasión de compartir sus altos ideales con una gran sintonía espiritual.

Algunos de ellos, como el P. Ramiro Sanz de Geldeano o el subdiácono Lorenzo Ibáñez tuvieron ocasión de librarse de la muerte, pero no lo hicieron, prefirieron correr la misma suerte que sus hermanos. Ir con ellos a la fiesta a la que les llevaría el martirio.

Y llegó su hora en la madrugada del 28 de agosto. Atados en parejas fueron subidos al camión de la muerte y allí comenzó ya la fiesta. Enardecidos por P. Honorato y el P. Prior (que fue a pie hasta la muerte) comenzaron a proferir vivas a Cristo Rey y a la Virgen, ante el espanto de sus verdugos que, en vano pretendían hacerlos callar a golpes de fusil. Pues sus voces y su enardecimiento iban subiendo cada vez más de tono y de temperatura. Y su gloriosa sangre comenzó ya a correr, dejando su rastro no sólo en el camión, sino hasta en la misma calle. Varios de ellos, como los PP. Honorato, Anselmo, Ramiro e Ildefonso llegaron al lugar del fusilamiento, ya muy mutilados

Uno de los jefecillos milicianos pidió a sus compañeros «encargarse» él del P. Prior, que no cesaba de animar a sus hermanos y los instaba en todo momento al perdón. Tal situación le resultaba desconcertante a aquel joven anarquista. Aquella

mirada penetrante y limpia, aquel rostro radiante del P. Mauro, se le quedarían grabados para siempre. Y para mayor asombro el buen P. Prior pide despedirse de su madre y sus verdugos ceden, piensan que estará recluida en el hospital por el que van a pasar, pero se trata de otra Madre, de su Virgen de El Pueyo. Entonces el P. Mauro con su mejor y más melodiosa voz comenzó a cantar la Salve, hecho que exasperó al jefecillo anarquista, y nuestro buen monje en tono cordial y apacible le aclaró quien era su madre: «Mi Madre es la Virgen del cielo». Sin dilación

alguna el miliciano muy irritado agarro fuertemente al P. Mauro y lo condujo hacia la puerta del cementerio que se hallaba enfrente, mientras que éste con voz potente seguía animando y a instando al perdón a sus hermanos, cuyo camión pasaba muy cerca. Y volvió de nuevo a cantar la Salve mirando hacia El Pueyo, hasta que un sonoro disparo en

su boca acalló su voz e hizo saltar su cráneo, incrustando sus sesos en el muro.

El resto de los monjes eran llevados a un recodo del camino de Berbegal, desde donde se dibuja perfectamente en el horizonte la silueta de El Pueyo, donde iban a ser fusilados. Sus cadáveres bañados en sangre serían echados al camión, de mala manera, como si fueran fardos, para llevarlos al cementerio y ser depositados junto a una gran fosa común. Esto sucedía entre la 1,30 y 2 de la madrugada. Y hacia las 8,30 de la mañana los cuerpos de nuestros monjes eran totalmente despojados de sus vestiduras, para proceder seguidamente al enterramiento. De lo cual se deduce que habían pasado unas siete horas. Y la persona que acababa de desnudar a los cadáveres contaría después un espeluznante suceso. Ve frente a sí, entre quienes iban a enterrar a «un joven muy hermoso, de fuerte contextura, que se pone de rodillas», y a quien inmediatamente el jefe del pelotón, le dispara dos tiros y cae en la fosa. «Era joven» –dice el testigo– «pero no de los más jóvenes». Y dadas estas señaladas características no hay duda de que se trataba del P. Anselmo Palau, que había quedado muy malherido, pero no muerto. Él sería el ultimo en morir, tras una larga, lenta y penosa agonía, Si el P. Prior había muerto cantando la Salve a la Virgen, este otro moría arrodillado, en postura de súplica y de alabanza, y con el perdón en sus labios. !Monjes hasta el final¡ ¡Monjes en fiesta!

Y hoy aquella fiesta continúa, en el cielo y entre nosotros. El 13 de octubre se palpó de manera especial en Tarragona, donde se convirtió en una fiesta multitudinaria: la fiesta del amor y del perdón de los 522 mártires que ese día fueron beatificados.

R. l. M.

Nuevo altar del Santuario de El Pueyo y sepulcro de nuestros monjes mártires.

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El órgano de Leyre, patrimonio de NavarraSan Salvador de Leyre es uno de los lugares más

atractivos y visitados de Navarra. Muchos de sus valores son bien patentes para todos: su significativa trayectoria histórica, su inigualable románico de primera hora, la belleza de su pa-raje. Pero Leyre alber-ga otros elementos de interés que son menos conocidos y, por lo tan-to, necesitados de una promoción, de «poner-los en valor». Entre és-tos cabe citar el órgano de tribuna de la iglesia abacial, que es patri-monio y propiedad de la Comunidad Foral.

Son muchos los visitantes y turistas que, al contemplar la majestuosa tubería del instrumento que se asienta sobre la cance-la de entrada a la igle-sia, preguntan:

-¿Se puede escu-char el órgano? ¿Cuán-do? ¡Quien se pierde una audición de cali-dad en tan espectacular marco histórico-artís-tico!

Comencemos pre-sentado brevemente este interesante instru-mento que, como nues-tros Amigos saben, está en proceso de reconstrucción.

El órgano de tribuna de Leyre es la obra más destacada que OESA (Organería Española, S.A. Azpeitia) construyó en Nava-rra. Se trata de un instrumento de estilo neoclásico construido e instalado en Leyre en el año 1966 por encargo de la Excma. Diputación Foral. Se inauguró el 11 de junio de 1967.

Pero ¿por qué se construyó un nuevo instrumento siendo su iglesia tan antigua? ¿Acaso no había en Leyre ningún órgano más antiguo que mereciera ser restaurado?

Esta cuestión está pendiente de ser estudiada a fondo, pero no parece improbable que Leyre hubiera conocido a lo largo de los siglos distintos instrumentos instalados en su iglesia. Hasta el presente solamente tenemos datos del último órgano que tuvo nuestra iglesia. Está inventariado (cf. A. Sagaseta, Ór-ganos de Navarra, p.68). Se trata de un instrumento del siglo XVIII. Tiene 9 registros partidos que se accionan desde un solo teclado mecánico. Llama la atención la sencillez y sobriedad de su caja, probablemente de época. En su fachada, la tubería (de metal y de madera) está dispuesta en cinco campos, con una

trompeta horizontal en dos hileras. En el siglo XIX, desalojado el monasterio por las leyes desamortizadoras de Mendizábal, quedaron abandonados la iglesia y todos sus enseres. Previa so-licitud, en 1846 el órgano fue trasladado a la iglesia parroquial de San Pedro en la localidad de Burgui (Navarra), donde se en-

cuentra en la actua- lidad.

Con ocasión de la restauración de la vida monástica en Leyre en 1954, se planteó la necesidad de un órgano para su iglesia. Pues-to que el antiguo órgano legerense llevaba más de un siglo en Burgui, se juzgo más conve-niente no retirarlo de esta localidad y la Diputación Foral decidió encargar un nuevo instru-mento para Leyre. Dotado de más re-cursos técnicos y sonoros que su an-tecesor, el órgano de 1966 contaba con 30 registros distribuidos en 3 teclados manuales de 61 notas y un pedalero completo de 30 notas. El ins-trumento fabricado

fue una obra notable aunque integraba componentes de calidad muy desigual. Entre los elementos valiosos y aprovechables se podían contar: una amplia variedad de registros, una tubería mayoritariamente de buena factura y agradable sonoridad (so-bre todo los «fondos»), unos teclados chapeados en ébano y marfil y de buena pulsación. Sin embargo la disposición de sus registros no fue estructurada coherentemente ni se logró siempre una correcta armonización de la tubería y, peor aún, su sistema de transmisión eléctrica resultaba muy inseguro. Con el paso del tiempo este último problema se fue agravando progresivamente ocasionado un creciente deterioro a nuestro órgano, cada vez más inhábil para cumplir su cometido.

Funciones del órgano en Leyre¿Y cuándo suena el órgano? Tal vez sea ahora un buen

momento para comentar a nuestros lectores, siquiera bre-vemente, cuál es el cometido del órgano en Leyre, en qué momentos y circunstancias actúa, y cuándo puede ser es-cuchado.

EL ÓRGANO DE LEYRE (I)

Órgano O.E.S.A. de 1966

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Evidentemente el órgano se puede escuchar, en primer lu-gar, en los actos litúrgicos más solemnes de la Comunidad. En nuestra abadía la liturgia se celebra en canto gregoriano y per-manece abierta a cuantas personas desean a participar en ella. Numerosas personas –fieles, huéspedes y visitantes– gustan de la riqueza espiritual y musical de tan antiguas e inspiradas me-lodías sagradas que ya solo resuenan en muy pocos lugares de España. Además del canto gregoriano –cantado habitualmente con acompañamiento de órgano–, los fieles pueden escuchar el órgano como instrumento solista cuando protagoniza algunas obras sacras. Son intervenciones en momentos puntuales, bien determinados por las normas litúrgicas: en el ofertorio de la Misa, durante las entradas y salidas de las celebraciones litúr-gicas, y en otros momentos durante los cuales los acordes del órgano aportan una insustituible nota de alegría y solemnidad o quieren inducir al recogimiento y a la oración.

Después de muchos siglos de uso en el culto cristiano, tam-bién hoy seguimos experimentando que el sonido del órgano de tubos nos refiere a lo sagrado, contribuye eficazmente a ele-var los espíritus y ayuda a suscitar sentimientos religiosos. Así lo reconoce sin ambages el propio concilio Vaticano II:

«Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo so-nido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales» (Constitución Sa-crosanctum Concilium, 120).

Amén de este tradicional cometido litúrgico, nuestro órga-no cumple otra función que podríamos denominar «oficial». En efecto, nuestro órgano se utiliza para ennoblecer todos los actos institucionales que tienen por sede nuestra iglesia abacial de San Salvador. Entre ellos cabe destacar el acto de mayor rango en esta Comunidad Foral: el Homenaje anual a los anti-guos Reyes y Reinas de Navarra, presidido por sus AA. RR. los Príncipes de Asturias y de Viana (y en ocasiones, por SS. MM. los Reyes de España), con asistencia de las principales autori-dades de Navarra. Todos ellos, tal y lo establece el protocolo, entran y salen del templo a los acordes del órgano que hace so-nar el Himno Nacional y el Himno de Navarra. Este homenaje está actualmente vinculado a la entrega del premio «Príncipe

de Viana», otorgado anualmente a diversas personalidades del mundo de la cultura. La intervención del órgano contribuye a realzar la importancia histórico-artística del lugar y a enrique-cer el momento histórico que se celebra.

Además de estas funciones litúrgica e institucional, el ór-gano de Leyre debería desempeñar también un papel cultural, contribuyendo a que nuestro monasterio fuera un centro pro-yector de buena música en Navarra y promotor de sus jóvenes organistas. Del mismo modo, sería bueno que nuestro órgano estuviera en condiciones de protagonizar actividades musicales de inspiración cristiana, es decir, aquellas que aportan a sus oyentes un mensaje de espiritualidad, que consiguen elevar sus corazones y moverlos a una mayor búsqueda de Dios. Así será Dios glorificado en todo, como quiere San Benito (Regla de los monjes 57, 9).

Pero, desgraciadamente, sólo en muy raras ocasiones he-mos podido disponer de nuestro órgano para tan noble fin. Esta carencia se debe principalmente a la inseguridad del precario sistema eléctrico sustentador de su sonoridad, siempre expues-to al riesgo de una mala respuesta. Cuando esto acontece, los tubos o no suenan o se quedan sonando descontroladamente, creándose así una embarazosa situación tanto para el organista ejecutante como para sus perplejos oyentes.

Velando por nuestro patrimonioTeniendo en cuenta las deficiencias y deterioro de nuestro

órgano y valorando también su riqueza y posibilidades, todos los especialistas consultados nos aconsejaron una rápida y completa intervención. Citemos, a modo de ejemplo, la opinión de uno de ellos:

«El instrumento actual de Leyre está obvia y objetiva-mente en estado agónico. Lo cual no quiere decir en ningún momento que su tubería haya que desecharla» (Informe, 8 de octubre de 2010, Archivo de Leyre).

¿Cómo proceder en esta coyuntura?, ¿dónde buscar una ayuda económica?

Velando por el patrimonio cultural de Navarra que nos ha sido confiado, los monjes organistas de nuestra abadía con la colaboración de nuestro amigo, el conocido organista navarro don José Luis Echechipía, hemos diseñado un plan para in-tervenir eficazmente en el instrumento legerense. Ya están en curso los trabajos de reconstrucción a fin de conservar y mejo-rar este patrimonio musical de la Comunidad Foral. Las tareas terminarán hacia el final de mayo de 2014. Con esta recons-trucción, cofinanciada por los fondos europeos de POCTEFA-FEDER, se pretende reciclar y aprovechar todo el material útil (un 75%), subsanar las deficiencias y completar sus carencias. Muchos de nuestros Amigos se han sumado a este proyecto y están colaborando activamente con un donativo para la compra de uno o varios tubos. A todos ellos les agradecemos su interés y generosidad.

De este proyecto de reconstrucción de nuestro órgano trata-remos más extensamente en otro artículo del próximo Boletín.

+ fr. Juan Manuel Apesteguía, Abad

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La persona del benemérito sacerdote D. Hermenegildo, que en el presente año 2013 se cumple el centenario

de su muerte, ocupa un puesto de honor en la historia moderna de nuestro milenario Monasterio de LEYRE. Su nombre debe evocarnos muy grato recuerdo a los nuevos moradores del Le-yre restaurado. Con todo derecho hay que considerarlo como el pionero en el resurgir material y espiritual de LEYRE, pues sin su esfuerzo, ilusión y trabajo, difícilmente se hubiera consegui-do una gran parte de la obra de restauración.

Natural de Liéde-na, dejó escrita una crónica titulada «Le-yre restaurado». A sus 31 años de edad, en 1874, según lee-mos en ella, en una de las visitas que hizo al monasterio, «al contemplar con do-lor aquellas sagradas ruinas, me sentí fuer-temente im pulsado a trabajar, porque de nuevo se dedica-ran al culto de Dios aquellos templos pro-fanados; y porque se pusieran en respeto aquellos sepulcros, donde descansaban los restos de mul-titudd de santos e ilustres personajes. Esta inspiración de inmensas proporcio-nes, lejos de acobar-darme, se me hizo no solo realizable, sino fácil, sin duda porque Dios así la quería.» A partir de este momento, comenzó a mo-verse con entusiasmo. Muchos le apoyaron y animaron, sobre todo la Comisión de Monumentos, que, después de escucharle, lo nombró el 24 de agosto de 1874, Delegado de la Comisión de Leyre, para llevar adelan te las obras de restauración de la iglesia y la cripta y le dio los 4.000 reales, que sólo pedía para jornales, «porque existían allí abundantes materiales que podían ser utili-zados». Poco después, el 1 de noviembre de 1874, fue nombra-do encargado de la parroquia de Yesa con plenos poderes, con lo que consiguió que muchos feligreses tra bajasen gratis en la obra de restauración. Sabedor el Obispado de las obras realizadas bajo la dirección de D. Hermenegildo y que por sus gestiones eficaces habían sido de vueltos a Leyre casi todos los retablos, cuadros y otros objetos de culto, le facultó para que declarase abiertas al público las iglesias de Leyre y habilitadas para cele-

brar en ellas la Santa Misa, previa bendición de la iglesia con agua bendita, según el ritual. El 29 de abril de 1875, fue la gran fiesta de inauguración. Acudieron 27 sacer dotes y 2.000 fieles. «Párroco y fieles de Yesa, dice la crónica, salimos en ordenada procesión desde la iglesia parroquial, favorecidos de un tiempo claro y sereno, como si el cielo hubiera querido contribuir con sus galas a la solemnidad de este acto; y salva da la distancia de tres cuartos de hora, que nos separaba del monasterio, llegamos a él, llevando en hombros varias imágenes de Leyre y la urna ci-

neraria con los restos mortales de nuestros esclarecidos Reyes, guardada con tanto interéss y venera-ción en dicha iglesia parroquial desde el año 1863. Cerraba yo la procesión vestido de pluvial morado, cantan do alternativa-mente con el pueblo las letanías de los santos. Después de rociar con agua ben-dita las paredes por fuera y por dentro y el suelo de la igle-sia, hubo una solem-ne misa cantada con sermón a cargo de un antiguo benedic-tino de San Juan de la Peña. (D. Miguel Maynar, que vistió el hábito benedictino). Terminado éste, leyó con voz clara D. Ju-lián Barásoain, hijo de Sangüesa y Bene-

ficiado de la catedral de Vitoria, el acta oficial de apertura y el anuncio de las festividades que anualmente se habían de cele-brar en esta iglesia, a saber: la Ascensión del Señor, San Ber-nardo y San Babil, titular de la cripta. Después de la misa, con ornamentos negros, se cantó delante del Panteón Real el salmo «De Profundis» y responso solemne, por los dignísimos Reyes, experimentando cuan santo y consolador es rogar a Dios por los difuntos. Después vino el merecido descanso y la comida deba-jo de un cielo límpido, realzado por el sol claro comoo nunca y sobre un suelo verde y frondoso, es cosa que sólo se puede gozar, viéndola personalmente. A las tres de la tarde hubo víspe-ras can tadas delante del Santísimo expuesto, con el cual se hizo luego procesión y visita de altares por todo el templo y para dar gracias a Dios por este grande acontecimiento, cantamos el Te Deum y concluimos con la bendición del Santísimo y reserva».

CIEN AÑOS DEL PRIMER RESTAURADOR DE LEYRERVDO. D. HERMENEGILDO OYAGA REBOLÉ *13 abril 1843 – 28 agosto 1913

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Día grande e histórico en Leyre, al que no pudo acudir na-die de Pamplona, por estar cercada la ciudad por las fuerzas carlistas. Muchas felicitaciones recibió D. Hermene gildo, alma y vida de esta primera restauración de Leyre, incluso de la Real Academia de San Fernando y del Sr. Obispo D. José Oliver Hurtado, que, en justa compensación, nombraba a D. Herme-negildo Capellán de Leyre el 18 de octubre de 1876, con su nómina correspondiente, título que conservará hasta su muerte.

Iturralde y Suit, secretario de la Comisión, al felicitar a D. Hermenegildo el 1 de agosto de 1875, le manifestaba que la Comisión trabajaría incansable-mente hasta conse guir la com-pleta restauración de Leyre. Sus continuas y pacientes gestiones, apoyadas por la Academia de Bellas Artes de San Fernando, dieron por fin su fruto. El 29 de abril de 1882, se presentó en Leyre el académico y profesor de la escuela de arquitectura D. Ramiro Amador de los Ríos, enviado oficialmente con vistas a preparar un proyecto de res-tauración con el consiguiente presupuesto. No se hizo espe-rar el proyecto. Por fin, un 15 de octubre de 1888, recibe D. Hermenegildo un oficio del Mi-nisterio de Fomento, haciéndo-le saber «que la Reina Regente del Reino había tenido a bien decretar la restauración del templo monumental de Leyre, asignando para ello una canti-dad respetable».

Al acercarse el comienzo de las obras, las Autoridades Civil y Eclesiástica y la Comi-sión de Monumentos, creye-ron oportuno llevar de nuevo el arca con los restos de los Reyes de Navarra a la iglesia de Yesa, durante el periodo de tiempo que durasen las obras, para evitar faltas de respeto y posibles profanaciones; y cómo en el año 1863, delegaron en el alcalde y párroco de Yesa, la ejecución de este nuevo traslado, que tuvo lugar el 4 de diciembre de 1891. Unos días más tarde, el 9 de diciembre, escribía a D. Hermene-gildo D. Arturo Campión: «Esta Comisión de Monumentos acordó consignar en el acta la singular complacencia con que había visto el celo, la inteligencia y la piedad patriótica por Vd. demostradas en la traslación de los restos de los Reyes de Navarra desde el Monasterio de Leyre a Yesa». En esta ocasión, el arca con los restos de los Reyes nava-rros permaneció en Yesa casi 24 años, el doble que la vez primera, porque las obras de restauración duraron bastantes más años de lo que se pensaba en un principio. Pero gracias

a esas obras importantes que se llevaron entonces a cabo, la igle sia y la cripta de Leyre quedaron bien consolidadas y restauradas, adquiriendo de nuevo toda su antigua belleza e integridad arquitectónicas.

Uno de los capítulos más interesantes en la actividad de D. Hermenegildo en favor de nuestro monasterio fue la recupe-ración de objetos de culto que pertenecieron a Leyre, que ha-bía localizado en algunas iglesias de Navarra. En este trabajo le ayudó mucho el sacerdote navarro D. Eugenio Yrisarri.

El retablo mayor, al que D. Hermenegildo dedica grandes elogios, y decorado en tiem-pos del abad Dom Antonio de Peralta, año 1617, era obra del célebre escultor Ancheta. En mayo de 1846 y previo permi-so al obispo de Pamplona, ha-bía sido trasladado a Burgui, junto al órgano y otros enseres. D. Hermenegildo hizo repetidas y enérgicas gestiones para que retornase a Leyre, pero no lo consiguió. Entretanto se produ-jo en la parroquia de Burgui un voraz incendio, en el que pere-ció la mayor parte del retablo y altar, perdiéndose así para todos. A la vista de esto, los vecinos de Burgui le entregaron, los restos salvados del incendio: el sagra-rio; los retablos de las Stas. Nu-nilo y Alodia y de San José; el extraordinario cuadro de San Vi-rila, que hoy se venera en la es-calera principal del monasterio; y la preciosa imagen de la Vir-gen, que actualmente veneramos en el claus tro superior. Imágenes todas ellas que habían sido lleva-dos a Burgui en 1847. También consiguió la devolución del re-tablo de San Bernardo que se hallaba en Bigüezal. Del monas-terio de Iranzu y de la derruida

iglesia de San Nicolás de Sangüesa, pudo hacerse también con algunos otros objetos. Y de la parroquia de Arteta consiguió se de volviera una campana.

En la cripta colocó la imagen de San Babil, su Titular y el Santo Cristo grande que hoy se venera en la nave de la iglesia y que fue traído procesionalmente desde Yesa en 1875.

Años después, el 28 de agosto de 1913, a los 70 años de edad, sin ver coronados sus sueños, moría el benemérito D. Hermenegildo. Su sobrino también sacerdote D. José Oyaga y Zozaya fue el continua dor incansable de la obra comenzada.

¡Descanse en la paz de Xto. el amado D. Hermenegildo! Su memoria será bendita en los anales de nuestro monasterio legerense.

P. José Antonio X. Pedroarena OSB

D. Hermenegildo en la portada de nuestra iglesia.

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ACONTECIMIENTOSEl día 2 de septiembre el P. Abad nombró como maestro de novicios al

P. José Antonio y como celador al P. Ramón Luis Mª. El P. Ramón Molina el 21 de septiembre, fiesta de San Mateo, hizo la

renovación de sus votos. Y, según reza nuestro ceremonial, «agradecido por los cincuenta años de vida monástica y lleno de humilde confianza para el futuro, apoyado en la misericordia de Dios y en la oración de los hermanos».

Un segundo jubileo monástico fue el de los veinticinco años de Profe-sión del P. Isaac. Tuvo lugar el 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar. Presidió la misa conventual y pronuncia una emotiva homilía. Amén de la comunidad, le acompañaron en su acción de gracias sus padres y demás familiares.

Este año el encuentro anual con los amigos de Leyre tuvo lugar el 20 de octubre y se desarrolló como en los años anteriores. Como se acostumbra, el P. Abad presidió la misa de pontifical y la conferencia estuvo a cargo del P. José Antonio. Como en años anteriores asistió al encuentro D. Félix Valbue-na, que en esta ocasión nos obsequió con una hermosa «Cruz de San Benito» tallada por él en madera.

Durante unos cuantos meses, celebraremos todos los oficios en la Sala Capítular, pues el día 18 de noviembre hubo que cerrar la iglesia al culto público. Motivo: las obras que es preciso llevar a cabo para la instalación del órgano grande, restaurado; y aprovechando la ocasión nuestro arquitecto, D. Javier Sancho, ha dispuesto una limpieza de los muros de la nave gótica y una renovación del sistema eléctrico.

EJERCITANTES Y VISITANTES DESTACADOS Del día 2 al 5 de agosto practicó unos días de retiro en nuestro monaste-

rio don José Ángel Zubiaur, gran amigo de la comunidad.Durante la segunda semana de julio practicó sus ejercicios espirituales

la comunidad de marista del colegio de Rubí (Barcelona). Otra comunidad, también de maristas, que se retiro a nuestro monasterio en la tercera quin-cena de agosto fue la del colegio de Denia (Alicante). Estos religiosos nos edificaron con su silencio, su piedad y su permanente asistencia a todos los oficios.

Del 5 al 15 del mismo mes pasó, asimismo, diez días de retiro en nuestra hospedería el sacerdote don José María Aícua, quien, además de párroco de la iglesia de San Francisco Javier de Pamplona, es Director de Obras Misio-nales Pontificias de Navarra, Delegado Episcopal Diocesano de Misiones y miembro del Movimiento Sacerdotal del Corpus Christi de la Madre Teresa de Calcuta.

Nuestro Arzobispo, Mons. Francisco Pérez nos hizo dos visitas. Una el 13 de agosto. La segunda el 5 de octubre. En ambas ocasiones participó en vísperas, saludó a la comunidad y cenó con ella en refectorio.

Don Antonio, el nuevo sargento del puesto de la Guardia Civil de Yesa, el día 26 de octubre viene al monasterio a presentarse y a ofrecer sus servi-cios al P. Abad y a la comunidad.

Tres días más tarde tenemos la alegría de recibir a los rectores del san-tuario de Javier: el saliente, P. Cincunegui y el entrante, P. Cortabarría. Par-ticiparon en vísperas, cenaron con la comunidad en el refectorio y compar-tieron la recreación con los monjes.

El 13 de noviembre nos acompaña en vísperas el obispo de Mallorca, Mons. Javier Salinas. Saluda después a la comunidad.

FORMACIÓN, ACTOS CULTURALES Y PUBLICACIONES DE LOS MONJES

Se celebró un concierto en la iglesia el día 25 de agosto después de vísperas a cargo de la Coral OBERENA, de Pamplona, organizado por CULTUR, del Gobierno de Navarra.

CRÓNICA DE LEYREAGOSTO-NOVIEMBRE 2013

La editorial BORNOVA ha publicado un nuevo li-bro del P. Ramón Molina Piñedo. Esta vez se trata de su obra magna, cuyo título reza: Piedras vivas. Iglesia parroquial de San Pedro de Yunquera. Historia-Arte-Vida. La obra tendrá tres tomos, cada uno de ellos de más de 500 páginas. El día 7 de septiembre apareció el primero. Los otros dos tomos aparecerán enseguida.

El 18 del referido mes la Schola Gregoriana de Cantabria, formada por doce personas y dirigida por Don Lorenzo, canónigo de la catedral de Santander, alternó el canto de vísperas con la comunidad. En aten-ción de la Schola se expusieron en el coro nuestras re-liquias de los Santos Emeterio y Celedonio, que son patronos de Santander.

Del 7 al 9 de octubre se celebraron en el seminario diocesano las Jornadas Pastorales del Pueblo de Dios

El P. Ramón Molina renovando la Profesión en la celebra-ción de sus Bodas de oro.

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en Navarra, este año bajo el lema «Nuestra Iglesia Dio-cesana abre sus puertas al regalo de la fe». El P. Abad y nuestro noviciado se desplazaron a Pamplona para participar en las principales conferencias.

MINISTERIOS EXTRAORDINARIOS Los días 16-23 de agosto el P. Ramón Luis Mª.

dirigió los Ejercicios espirituales anuales a nuestras hermanas benedictinas del monasterio de San José de Burgos.

El 28 de septiembre en la ermita de Santa María de Eunate tuvo lugar un concierto-oración al comienzo del cual el P. José Antonio impartió una conferencia sobre el silencio con referencia a la Virgen María. Y como asistente que es de las benedictinas de la Federa-ción Galaico-Leonesa, en los meses de julio y de sep-tiembre giró visita a algunos de sus monasterios.

El 25 del mismo mes el P. Javier Suárez viajó al priorato de Montserrat de Madrid para representar a nuestra comunidad en el acto del traslado de las urnas con los restos de los cuatro monjes mártires, de este priorato en la persecución religiosa de los años 30, a su nuevo emplazamiento, en una capilla lateral de la igle-sia del monasterio. Dicho acto tuvo lugar en el marco de una solemne Eucaristía, presidida por el Sr. Carde-nal Arzobispo de Madrid, D. Antonio Mª. Rouco y en la que, además de gran número de fieles, participó un buen grupo de benedictinos y benedictinas de varios monasterios.

SANTORAL, OTRAS CELEBRACIONES Y CONMEMORACIONES EXTRAORDINARIAS E HISTÓRICAS

El 6 de agosto celebramos la solemnidad del Santísimo Salvador en el misterio de su Transfiguración, titular de nuestro monasterio. Nos acom-pañaron monjes de los monasterios hermanos de Silos y de Montserrat de Madrid. Este año vinieron dos de Silos que vivieron en Leyre en los años difíciles de los comienzos de la restauración: los PP Rafael Palacios y Dionisio Rubio; les acompañaba Fr. Josué.

Hemos celebrado el quinto centenario de la traslación de los restos de los reyes, reinas y príncipes enterrados en Leyre, desde los arcosolios de la cabecera románica al nuevo sepulcro barroco que para el efecto se les construyó en uno de los arcos de dicha cabecera, a modo de tribuna. El hecho tuvo lugar el 13 de agosto de 1513. La conmemoración fue íntima y emotiva. Por la mañana, el P. Abad presidió la misa de pontifical; por la tarde, las vísperas de difuntos, al término de las cuales hicimos una statio al panteón real actual. Para ambientarnos, leímos en el refectorio un artí-culo del P. José Antonio que nuestros lectores pueden leer en el anterior número de nuestro Boletín

Además de presidir el P. Abad de pontifical, el día 15 de agosto, so-lemnidad de la Asunción de la Virgen, como acontecimiento destacado, predicó una homilía brillante el párroco de la iglesia de San Francisco Javier de Pamplona, don José María Aícua.

Por segunda vez, los vecinos de Yesa, nuestro pueblo (este año al-canzaron la cifra del centenar), el sábado 31 de agosto, al término de sus fiestas patronales, presididos por su párroco y su alcalde, volvieron en romería a Leyre. Trajeron consigo a la Virgen de Yesa, que por su deseo expreso la custodiamos los monjes durante todo el año. El P. Abad presidió la misa de pontifical y en el momento del ofertorio ofrecieron frutos de sus huertos.

Una segunda romería al monasterio fue la de los antiguos vecinos de Tiermas. Como es costumbre, se expusieron para ellos y sus familiares en la iglesia la imagen y la reliquia del San Virila que nos entregaron a los monjes, antes de dispersarse por diversas localidades de Navarra y Aragón, tras de la construcción del pantano de Yesa y quedar despoblada la villa. Participaron en la misa, veneraron la imagen y la reliquia y pasa-ron el día Leyre. La tradición cuenta que N.P.S. San Virila era natural de Tiermas.

Dos día más tarde celebramos nosotros con solemnidad la fiesta litúr-gica del Santo Abad de Leyre.

Y el día 21 celebramos también con la solemnidad que nos permiten las normas litúrgicas la fiesta de las Santas Nunilo y Alodia. Después de vísperas, hicimos una statio a su capilla donde P. Abad dio a venerar sus reliquias, tanto a los monjes como a los fieles congregados en la iglesia.

EN TORNO A LA BEATIFICACIÓN DE LOS MÁRTIRES DE EL PUEYOEl hecho de haber contado en nuestra comunidad con el P. Plácido

Mª Gil (+ 11 de septiembre de 2009), el testigo principal de la página martirial de la comunidad benedictina de El Pueyo (Barbastro), amén del papel decisivo que ha desempeñado Leyre en el Proceso para la Causa de su Beatificación, motivó que la celebráramos el 13 de octubre de manera singular y que el P. Abad y el P. Ramón Luis Mª. se hallaran presentes en Tarragona en la ceremonia de su Beatificación y en otras celebraciones extraordinarias, hechas en su honor.

Para la memorable ocasión desde la Causa de Beatificación se publicó el folleto: Mártires de El Pueyo: Firmes y valientes testigos de la fe, escrito por el P. Ramón Luis Mª. Contiene el relato del martirio de los 18 benedictinos. Se lo enviamos a los monasterios de monjes y de monjas, a los familiares de los beatos y a sus parroquias de origen, lo mismo que a las de Barbastro y Monzón invitando a su Beatificación el 13 de octubre en Tarragona.

D. Félix Valbuena mostrando esta hermosa «Cruz de San Benito», tallada por él, que nos ha regalado.

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El 6 de octubre los PP. José Antonio y Ramón Luis Mª se desplazaron a El Pueyo para recoger una reliquia insigne de los Mártires podienses. Con ella el Sr. Obispo de Barbastro, Mons. Alfonso Milián, y los religiosos del Verbo Encarnado, que regentan el santuario han querido significar la implicación de Leyre en la Causa de Beatificación.

El día 11 del mismo mes llega a nuestro monasterio el P. Prior de la Abadía de Samos, P. José Luis Vélez, acompañado de Fr. José Antonio Morcillo, monje de su comunidad. Al día siguiente viajan a la Abadía de Montserrat, acompañados por nuestro P. Abad y el P. Ramón Luis Mª, para unirse al grupo de monjes, de distintos monasterios españoles que

el día 13 asistieron en Tarragona a la Beatificación de 522 de los mártires de la persecución religiosa en España de los años 30, entre los cuales se encuentran los 18 monjes benedictinos de el Pueyo y otros 20 monjes de Montserrat. Desde Roma vino nuestro Rvdmo. P. Abad Primado, Dom Notker Wolf, para participar en esta magna ceremonia.

Asistió también a la Beatificación, y en representación de su comuni-dad, el P. Christophe Bettwy de la Abadía de San Martín Ligugé (Fran-cia), pues entre los Mártires de El Pueyo, figuraba el Hno. Ángel Fuertes, monje del priorato de Ntra. Sra. de Cogullada (Zaragoza), fundado por la comunidad de Ligugé. Al suprimirse dicho priorato, el Hno. Ángel pasó temporalmente a El Pueyo, pero sin perder su estabilidad en Ligugé, lo que le convierte en el primer mártir y beato de nuestra Congregación de Solesmes.

El domingo, día 13, en la misa conventual hicimos conmemoración de todos los mártires beatificados en Tarragona. En la iglesia se expusieron, además de la reliquia, varios recuerdos de los benedictinos de El Pueyo que se conservan en Leyre, algunos de ellos son donación de sus familia-res. Y al término de la misa, fuimos al cementerio para cantar la Salve ante la sepultura del P. Plácido Mª Gil, el cual compartió la prisión con los mártires, fue testigo cualificado de cómo se prepararon para el martirio y años después puso por escrito sus recuerdos en las obras: Iban a la muerte como a una fiesta y Un adolescente en la retaguardia. El primero de estos libros fue decisivo en la reapertura del proceso de su Beatificación y por la cual él tanto se desvivió.

Al otro día, celebramos por vez primera la misa votiva en su honor. Y ese mismo día el P. Abad, el P. Ramón Luis Mª, con el P. Prior y Fr.

José Antonio de Samos, a su regreso de Montserrat, pararon en El Pueyo donde celebraron una Eucaristía muy intima y entrañable en la misma sala en la que se hallaban los restos de los nuevos beatos, tras ser reco-nocidos y antes de colocarlos en unas urnas de cristal para ser posteriormente depositados en su nuevo em-plazamiento.

El domingo, día 27, el P. Abad y el noviciado se desplazaron a EL Pueyo y a la concatedral de Mon-zón. En el dicho santuario, se consagró el nuevo altar bajo el cual colocaron tres urnas con las reliquias de los Mártires, una de ellas llevada por dos monjes de Leyre: los PP. José Antonio y Ramón Luis Mª. Y en Monzón se celebró una Misa de Acción de Gracias por su Beatificación y también por la de los dos sacerdo-tes de aquella población beatificados en Tarragona. En dicha misa concelebraron, entre otros muchos, algunos de los obispos de la provincia eclesiástica de Zaragoza o naturales de Aragón. El P. Abad de Montserrat, que también participó en la celebración, entregó a nues-tro P. Abad una reliquia del mártir de su comunidad, P. Placido Mª. Feliú. Presidió ambas celebraciones el Cardenal Antonio Cañizares. Y Antes de esta Misa de Acción de Gracias en Monzón, el Sr. Cardenal, los Obispos y Abades, los monjes, los Superiores del Insti-tuto del Verbo Encarnado y algunos sacerdotes fueron recibidos en el Ayuntamiento montisonense por su Al-caldesa y la Corporación Municipal.

Más celebraciones martiriales en las que hubo re-presentación de la comunidad fueron las del 12 de no-viembre. El P. Prior, por la tarde, concelebró en la misa de la catedral de Pamplona, presidida por el Sr. Arzo-bispo, celebrada en acción de gracias por 29 navarros, también beatificados en Tarragona el 13 de octubre. Por la mañana había presidido en Irurzun, la misa en acción de gracias por la Beatificación de uno de estos mártires citados, el Hermano Marista beato Saturnino Jaunsarás Zabaleta, pariente suyo. Dicha misa había sido organizada por la parroquia y el vecindario del referido pueblo, de donde era natural, y por su familia.

NUESTROS DIFUNTOS Dña. Josefa Cuez, madre de nuestro Oblato Secular

D. Antonio Castro, fallecida en Puerto de Santa María (Cádiz), el día 2 de agosto.

El 22 de agosto nos llega la noticia del fallecimien-to de don Carlos Figuero, durante muchos años nuestro médico de cabecera, que nos atendía con una dedi-cación y un cariño paternal. Traslado de Sangüesa a Lumbier, continuó manteniendo una estrecha relación con nuestra comunidad. Nunca faltó a la cita el día de San Benito. Y el día 24, sábado, según dejó él mismo dispuesto, celebramos la misa de córpore in sepulto en nuestra iglesia, que resultó pequeña, pues acudió tanta gente como en los días más señalados del calendario litúrgico.

Fray Ramón Molina Piñedo

Antes de la Misa de Acción de Gracias en Monzón, el Sr. Cardenal Cañizares, los Obispos y Abades, los monjes, los superiores del Instituto del Verbo Encarnado y algunos sacerdotes fueron recibidos en el Ayuntamiento montiso-nense por su Alcaldesa y la Corporación Municipal.

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BOLETÍN DE LEYRE. Publicación cuatrimestral de la Abadía de San Salvador de Leyre.www.monasteriodeleyre.com

Para suscripciones al Boletín y contactar: [email protected]

El día 31 agosto, sábado, los vecinos de nuestro pueblo de Yesa subieron en romería hasta Leyre,

con su preciosa imagen de la Virgen. Por segundo año, al término de las fi estas patro-

nales de Yesa, nuestros vecinos han querido volver a dejarnos la preciada imagen celebrando esta romería que en la presente ocasión ha reunido a cerca de un centenar de personas.

Con su Ayuntamiento y su Párroco a la cabeza el pueblo de Yesa llegó hasta Leyre llevando proce-sionalmente la Virgen, siendo recibido en la Puerta Speciosa de la iglesia abacial, por el P. Abad y la Comunidad. A continuación tuvo lugar la Eucaristía, presidida por el P. Abad de pontifi cal, la cual con-tó también con una intervención de nuestro joven Alcalde, D. Roberto Martínez. Y en el ofertorio se ofrecieron algunos frutos propios del pueblo y una enorme hogaza de pan.

Acabada la misa, los peregrinos recordando la antigua romería de las Santas Nunilo y Alodia, se di-

rigieron a su capilla, donde las veneraron y donde el P. Abad les dirigió unas palabras. Y así, con este acto concluyó la celebración que ha venido a robustecer los lazos fraternos y de buena vecindad, existentes entre los monjes de Leyre y el pueblo de Yesa. Nuestros vecinos fi nalizaron la jornada con una comida de hermandad.

La Romería de Yesa

El pasado 20 de octubre tuvo lugar este año el encuentro anual que reúne a los Amigos de Leyre, en el marco de una jornada festiva, celebrativa y de confraternización entre nuestros Amigos y la Comunidad de monjes.

El encuentro se desarrolló en torno al acostumbrado programa de actos de todos los años. Primeramente se celebró la solemne Eucaristía, presidida por el P. Abad de pontifi cal.

Acabada la misa, la foto de grupo como recuerdo del encuentro y seguidamente en nuestro “salón verde” el acto cultural de la jornada: una conferencia que siempre versa sobre un tema referido a Leyre, a su historia, arte o tradición. Este año dicha conferencia cor-rió a cargo del P. José Antonio X. Pedroarena, que habló sobre la fi gura del primer restaurador material de Leyre, el beneméri-to sacerdote navarro D. Herme-negildo Oyaga (1843-1913), cuyo centenario hemos recor-dado este año (ver págs. 5 y 6 del presente Boletín).

Nuestros Amigos prosigui-eron la jornada con el almuerzo servido en nuestra hospedería externa. Este año concluyeron haciendo una colecta común para colaborar en el proyecto de reconstrucción del órgano, proyecto que ya muchos de nuestros Amigos están apoyando personalmente mediante la compra simbólica de un tubo.

Encuentro anual de los Amigos de Leyre