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    El Mrtir de las Catacumbas

    Prefacio

    Captulo 1: EL COLISEO--- Cruel carnicera para diversin de los romanos.

    Captulo 2: EL CAMPAMENTO PRETORIANO --- Cornelio, el centurin, varnjusto y temeroso de Dios.

    Captulo 3: LA VIA APIA --- Sepulcros en despliegue de melancola. Guardan de lospoderosos las cenizas Que duermen en la Va Apia.

    Captulo 4: LAS CATACUMBAS --- Nada de luz, sino slo tinieblas Que descubrancuadros de angustia, Regiones de dolor, funestas sombras.

    Captulo 5: EL SECRETO DE LOS CRISTIANOS --- El misterio de la piedad,Dios manifestado en carne.

    Captulo 6: LA GRAN NUBE DE TESTIGOS --- Todos estos murieron en fe.

    Captulo 7: LA CONFESION DE FE

    ---Y tambin todos los que quieren vivir

    pamente en Cristo Jess, padecern persecucin.

    Captulo 8: LA VIDA EN LAS CATACUMBAS --- Oh tinieblas, tinieblas,tinieblas al ardor del sol del medio da, Oscuridad irrevocable, eclipse total, Sin esperanza

    alguna de que venga el da!

    Captulo 9: LA PERSECUCION --- La paciencia os es necesaria, para que despusque hayis hecho la voluntad de Dios, recibis la promesa.

    Captulo 10: LA CAPTURA--- La prueba de vuestra de obra paciencia.

    Captulo 11: LA OFRENDA --- Nadie tiene mayor amor que este, que ponga algunosu vida por sus amigos.

    Captulo 12: EL JUICIO DE POLIO --- De la boca de los pequeitos y de los quemaman, perfeccionaste la alabanza.

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    Captulo 13: LA MUERTE DE POLIO --- S fiel hasta la muerte y yo te dar lacorona de vida.

    Captulo 14: LA TENTACION --- Todo esto te dar si postrado me adorares.

    Captulo 15: LUCULO --- La memoria del justo ser bendita.

    EL MARTIR DE LAS CATACUMBAS

    Un Episodio de la Roma Antigua

    PREFACIO

    HACE MUCHOS AOS que fue publicada una historia annima titulada El Mrtir delas Catacumbas: Un episodio de la Roma antigua. Un ejemplar fue providencialmente rescatado

    de un barco de vela americano y encuentra en poder del hijo del Capitn Richard Roberts, quiencomandaba aquella nave y tuvo que abandonarla en alta mar como consecuencia del desastroso

    huracn ocurrido en enero de 1876.

    Cuidadosamente reimpresa, presentamos aqu aquella obra, habiendo sido celosamentefieles al original aun en su ttulo. Sacamos a la luz esta edicin, animados de la viva esperanza deque el Seor la haya de emplear para hacerles ver a los fieles que reflexionan, como tambin alos descuidados y desprevenidos y a sus descendientes en estos ltimos das malos, estepalpitante cuadro de cmo sufrieron los santos de los primeros tiempos por su fe en nuestroSeor Jesucristo, bajo una de las persecuciones ms crueles de la Roma pagana, y que en unfuturo no lejano se pueden repetir con la misma intensidad de la ira satnica, mediante el mismoImperio Romano de inminente renacimiento.

    Ojal pueda despertar nuestra conciencia al hecho de que, si el Seor tarda en su venida,hemos de vernos en el imperativo de sufrir por El que voluntariamente tanto sufri por nosotros.

    La Biblia ya no ocupa el legtimo lugar que le corresponde en nuestros colegios yuniversidades; la oracin familiar es un hbito perdido; nuestro Seor Jesucristo, el unignito ybienamado Hijo del Dios viviente, es desacreditado y deshonrado precisamente en casa de

    aquellos que profesan ser sus amigos; el testimonio en corporacin ha desaparecido de la tierra;no se obedece el llamado a Laodicea al arrepentimiento; y es as que la promesa del Seor de lacomunin con El est librada slo al individuo.

    Y aun a nosotros en estos das puede alcanzarnos la promesa, a Smirna: "S fiel hasta lamuerte y yo te dar la corona de la vida."

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    La sangre de los mrtires de Rusia y Alemania clama desde la tierra, cual admonicin alos cristianos de todos los pases.

    Pero an podemos arrancar de nuestras almas el clamor anhelante: "Ven, Seor Jess;ven pronto."

    Hartsdale, N. Y. Richard L. Roberts

    1

    EL COLISEO

    Cruel carnicera para diversin de los romanos.

    ERA UNO DE LOS GRANDES DAS de fiesta en Roma. De todos los extremos del paslas gentes convergan hacia un destino comn. Recorran el Monte Capitolino, el Foro, elTemplo de la Paz, el Arco de Tito y el palacio imperial en su desfile interminable hasta llegar al

    Coliseo, en el que penetraban por las innumerables puertas, desapareciendo en el interior.

    All se encontraban frente a un escenario maravilloso: en la parte inferior la arenainterminable se desplegaba rodeada por incontables hileras de asientos que se elevaban hasta el

    tope de la pared exterior que bordeaba los cuarenta metros. Aquella enorme extensin se hallabatotalmente cubierta por seres humanos de todas las edades y clases sociales. Una reunin tanvasta, concentrada de tal modo, en la que slo se podan distinguir largas filas de rostros fieros,que se iban extendiendo sucesivamente, constitua un formidable espectculo que en ningunaparte del mundo ha podido igualarse, y que haba sido ideado, sobre todo, para aterrorizar einfundir sumisin en el alma del espectador. Ms de cien mil almas se haban reunido aqu,animadas de un sentimiento comn, e incitadas por una sola pasin. Pues lo que les haba atradoa este lugar era una ardiente sed de sangre de sus semejantes. Jams se hallar un comentarioms triste de esta alardeada civilizacin de la antigua Roma, que este macabro espectculocreado por ella.

    All se hallaban presentes guerreros que haban combatido en lejanos campos de batalla,y que estaban bien enterados de lo que constituan actos de valor; sin embargo, no sentan lamenor indignacin ante las escenas de cobarde opresin que se desplegaban ante sus ojos.

    Nobles de antiguas familias se hallaban presentes all, pero no tenan ojos para ver en estasexhibiciones crueles y brutales el estigma sobre el honor de su patria. A su vez los filsofos, lospoetas, los sacerdotes, los gobernadores, los encumbrados, como tambin los humildes de latierra, atestaban los asientos; pero los aplausos de los patricios eran tan sonoros y vidos comolos de los plebeyos. Qu esperanza haba para Roma cuando los corazones de sus hijos sehallaban ntegramente dados a la crueldad y a la opresin ms brutal que se puede imaginar?

    El silln levantado sobre un lugar prominente del enorme anfiteatro se hallaba ocupado por elEmperador Decio, a quien rodeaban los principales de los romanos. Entre stos se poda contar

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    un grupo de la guardia pretoriana, que criticaban los diferentes actos de la escena que se

    desenvolva en su presencia con aire de expertos. Sus carcajadas estridentes, su alborozo y suesplndida vestimenta los hacan objeto de especial atencin de parte de sus vecinos.

    Ya se haban presentado varios espectculos preliminares, y era hora de que empezaranlos combates. Se presentaron varios combates mano a mano, la mayora de los cuales tuvo

    resultados fatales, despertando diferentes grados de inters, segn el valor y habilidad quederrochaban los combatientes. Todo ello lograba el efecto de aguzar el apetito de los

    espectadores, aumentando su vehemencia, llenndoles del ms vido deseo por los eventos aunms emocionantes que haban de seguir.

    Un hombre en particular haba despertado la admiracin y el frentico aplauso de lamultitud. Se trataba de un africano de Mauritania, cuya complexin fortaleza eran de gigante.Pero su habilidad igualaba a su fortaleza. Saba blandir su corta espada con destreza maravillosa,y cada uno de los contrincantes que hasta el momento haba tenido yaca muerto.

    Lleg el momento en que haba de medirse con un gladiador de Batavia, hombre al cualsolamente l le igualaba en fuerza y en estatura. Pero los separaba un contraste sumamente

    notable. El africano era tostado, de cabello relumbrante y rizado y ojos chispeantes; el de Bataviaera de tez ligera, de cabello rubio y de ojos vivsimos de color gris. Era difcil decir cul de ellosllevaba ventaja; tan acertado haba sido el cotejo en todo sentido. Pero, como el primero haba yaestado luchando por algn tiempo, se pensaba que l tena esto como una desventaja. Lleg,pues, el momento en que se trab la contienda con gran vehemencia y actividad de ambas partes.El de Batavia asest tremendos golpes a su contrincante, que fueron parados gracias a la vivadestreza de ste. El africano era gil y estaba furioso, pero nada poda hacer contra la fra y sagazdefensa de su vigilante adversario.

    Finalmente, a una seal dada, se suspendi el combate, y los gladiadores fueron retirados,pero de ninguna manera ante la admiracin o conmiseracin de los espectadores, sinosimplemente por el sutil entendimiento de que era el mejor modo de agradar al pblico romano.

    Todos entendan, naturalmente, que los gladiadores volveran.

    Lleg ahora el momento en que un gran nmero de hombres fue conducido a la arena.Estos todava estaban armados de espadas cortas. No bien pas un momento, cuando ya elloshaban empezado el ataque. No era un conflicto de dos bandos opuestos, sino una contiendageneral, en la cual cada uno atacaba a su vecino. Tales escenas llegaban a ser las m s sangrien-tas, y por lo tanto las que ms emocionaban a los espectadores. Un conflicto de este tipo siempredestruira el mayor nmero en el menor tiempo. La arena presentaba el escenario de confusinms horrible. Quinientos hombres en la flor de la vida y la fortaleza, armados de espadasluchaban en ciega confusin unos contra otros. Algunas veces se trenzaban en una masa densa yenorme; otras veces se separaban violentamente, ocupando todo el espacio disponible, rodeando

    un rimero de muertos en el centro del campo. Pero, a la distancia, se asaltaban de nuevo conindeclinable y sedienta furia, llegando a trabarse combates separados en todo el rededor del

    macabro escenario; el victorioso en cada uno corra presuroso a tomar parte en los otros, hastaque los ltimos sobrevivientes se hallaran nuevamente empeados en un ciego combate masivo.

    A la larga las luchas agnicas por la vida o la muerte se tornaban cada vez ms dbiles.Solamente unos cien quedaban de los quinientos que empezaron, a cual ms agotados y heridos.Repentinamente se dio una seal y dos hombres saltaban a la arena y se precipitaban desde

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    extremos opuestos sobre esta miserable multitud. Eran el africano y el de Batavia. Ya frescos

    despus del reposo, caan sobre los infelices sobrevivientes que ya no tenan ni el espritu paracombinarse, ni la fuerza para resistir. Todo se reduca a una carnicera. Estos gigantes mataban adiestra y siniestra sin misericordia, hasta que nadie ms que ellos quedaba de pie en el campo dela muerte y oan el estruendo del aplauso de la muchedumbre.

    Estos dos nuevamente renovaban el ataque uno contra el otro, atrayendo la atencin delos espectadores, mientras eran retirados los despojos miserables de los muertos y heridos. El

    combate volva a ser tan cruel como el anterior y de invariable similitud. A la agilidad delafricano se opona la precaucin del de Batavia. Pero finalmente aqul .lanz una desesperadaembestida final; el de Batavia lo par y con la velocidad del relmpago devolvi el golpe. Elafricano retrocedi gilmente y solt su espada. Era demasiado tarde, porque el golpe de suenemigo le haba traspasado el brazo izquierdo. Y conforme cay, un alarido estrepitoso desalvaje regocijo surgi del centenar de millares de as llamados seres humanos. Pero esto nohaba de considerarse como el fin, porque mientras an el conquistador estaba sobre su vctima,el personal de servicio se introdujo de prisa a la arena y lo sac. Empero tanto los romanos comoel herido saban que no se trataba de un acto de misericordia. Slo se trataba de reservarlo para el

    aciago fin que le esperaba.

    -El de Batavia es un hbil luchador, Marcelo -coment un joven oficial con su compaerode la concurrencia a la que ya se ha aludido.

    -Verdaderamente que lo es, mi querido Lculo -replic el otro-. No creo haber vistojams un gladiador mejor que ste. En verdad los dos que se han batido eran mucho mejores delo comn.

    -All adentro tienen un hombre que es mucho mejor que estos dos.

    -Ah! Quin es l?

    -El gran gladiador Macer. Se me ocurre que l es el mejor que jams he visto.

    -Algo he odo respecto a l. Crees que lo sacarn esta tarde?

    -Entiendo que s.

    Esta breve conversacin fue bruscamente interrumpida por un tremendo rugido que surclos aires procedentes del vivario, o sea el lugar en donde se tenan encerradas las fieras salvajes.Fue uno de aquellos rugidos feroces y terrorficos que solan lanzar las ms salvajes de las fierascuando haban llegado al colmo del hambre que coincida con el mismo grado de furor.

    No tardaron en abrirse los enrejados de hierro manejados por hombres desde arriba,apareciendo el primer tigre al acecho en la arena. Era un fiera del frica, desde donde haba sidotrada no muchos das antes. Durante tres das no haba probado alimento alguno, y as el hambre

    juntamente con el prolongado encierro haba aguzado su furor a tal extremo que solamente elcontemplarlo aterrorizaba. Azotndose con la cola recorra la arena mirando hacia arriba, consanguinarios ojos, a los espectadores. Pero la atencin de stos no tard en desviarse hacia unobjeto distinto. Del otro extremo de donde la fiera se hallaba fue arrojado a la arena nada menosque un hombre. No llevaba armadura alguna, sino que estaba desnudo como todos los

    gladiadores, con la sola excepcin de un taparrabo. Portando en su diestra la habitual espadacorta, avanz con dignidad y paso firme hacia el centro del escenario.

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    En el acto todas las miradas convergieron sobre este hombre. Los innumerables

    espectadores clamaron frenticamente: "Macer, Macer!"

    El tigre no tard en verlo, lanzando un breve pero salvaje rugido que infunda terror.Macer con serenidad permaneci de pie con su mirada apacible pero fija sobre la ora que movala cola con mayor furia cada vez, dirigindose hacia l. Finalmente el tigre se agazap, y de esta

    posicin con el impulso caracterstico se lanz en un salto feroz sobre su presa. Macer no estabadesprevenido. Como una centella vol hacia la izquierda, y no bien haba cado el tigre en tierra,cuando le aplic una estocada corta pero tajante y certera en el mismo corazn. Fue el golpefatal para la fiera! La enorme bestia se estremeci de la cabeza a los pies, y encogindose parasacar toda la fuerza de sus entraas, solt su postrer bramido que se oy casi como el clamor deun ser humano, despus de lo cual cay muerta en la arena.

    Nuevamente el aplauso de la multitud se oy como e1 estrpito del trueno por todo elderredor.

    -Maravilloso! -exclam Marcelo-, jams he visto habilidad como la de Macer!

    Su amigo le contest reanudando la charla, -Sin duda se ha pasado la vida luchando!

    Pronto el cuerpo del animal muerto fue arrastrado fuera de la arena, al mismo tiempo que

    se oy el rechinar de las rejas que se abran nuevamente atrayendo la atencin de todos. Esta vezera un len. Se desplaz lentamente en direccin opuesta, mirando en derredor suyo al escenarioque le rodeaba, en actitud de sorpresa. Era ste el ejemplar ms grande de su especie, todo ungigante en tamao, habiendo sido largo tiempo preservado hasta hallarle un adversario adecuado.A simple vista pareca capaz de hacer frente victoriosamente a dos tigres como el que le habaprecedido. A su lado Macer no era sino una dbil criatura.

    El ayuno de esta fiera haba sido prolongado, pero no mostraba la furia del tigre.Atraves la arena de uno a otro extremo, y luego a todo el rededor en una especie de trote, comosi buscara una puerta de escape. Mas hallando todo cerrado, finalmente retrocedi hacia el

    centro, y pegando el rostro contra el suelo dej or profundo bramido tan alto y prolongado quelas enormes piedras del mismo Coliseo vibraron con el sonido.

    Macer permaneci inmvil. Ni un solo msculo de su rostro cambi en lo ms mnimo.Estaba con la cabeza erguida con la expresin vigilante y caracterstica, sosteniendo su espada enguardia. Finalmente el len se lanz sobre l de lleno. El rey de las fieras y el rey de la creacinse mantuvieron frente a frente mirndose a los ojos el uno al otro. Pero la mirada serena delhombre pareci enardecer la ira propia del animal. Erecta la cola y todo l, retrocedi; y tirandosu melena, se agazap hasta el suelo en preparacin para saltar.

    La enorme multitud se par embelesada. He aqu una escena que mereca su inters.

    La masa obscura del len se lanz al frente, y otra vez el gladiador en su habitualmaniobra salt hacia el costado y lanz su estocada. Empero esta vez la espada solamente hiriuna de las costillas y se le cay de la mano. El len fue herido ligeramente, pero el golpe sirvislo para levantar su furia hasta el grado supremo.

    Macer empero no perdi ni un pice de su caracterstica calma y frialdad en estemomento tremendo. Perfectamente desarmado en espera del ataque, se plant delante de la fiera.Una y otra vez el len lanz sus feroces ataques, y cada uno fue evadido por el gil gladiador,quien con sus hbiles movimientos se cercaba ingeniosamente al lugar en donde estaba su arma

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    hasta lograr tomarla nuevamente. Y ahora, otra vez armado de su espada protectora, esperaba el

    zarpazo final de la fiera que respiraba muerte. El len se arroj como la vez anterior, pero estavez Macer acert en el blanco. La espada le traspas, el corazn, la enorme fiera caycontorsionndose de dolor. Ponindose en pie se ech a correr por la arena, y tras Su ltimorugido agnico cay muerto junto a las rejas por donde haba salido.

    Ahora Macer fue conducido fuera del ruedo, vindose aparecer nuevamente al deBatavia. Se trataba de un pblico de refinado gusto, que demandaba variedad. A1 nuevocontendor le soltaron un tigre pequeo, el cual fue vencido. Seguidamente se le solt un len.Este dio muestras de extrema ferocidad, aunque por su tamao no sala de lo comn. No caba lamenor duda de que el de Batavia no se igualaba a Macer. El len se lanz sobre su vctima,habiendo sido herido; pero, al lanzarse por segunda vez al ataque, agarr a su adversario, yliteralmente lo despedaz. Entonces nuevamente fue sacado Macer, para quien fue tarea fcilacabar con el cachorro.

    Y esta vez, mientras Macer permaneca de pie recibiendo los interminables aplausos,apareci un hombre por el lado opuesto. Era el africano. Su brazo ni siquiera se le hab a vendadosino que colgaba a su costado, completamente cubierto de sangre. Se encamin titubeando haciaMacer, con penosos pasos de agona. Los romanos saban que ste haba sido enviadosencillamente para que fuese muerto. Y el desventurado tambin lo saba, porque conforme seacerc a su adversario, arroj su espada y exclam en una actitud ms bien de desesperacin:

    -Mtame pronto! Lbrame del dolor.

    Todos los espectadores a uno quedaron mudos de asombro al ver a Macer retroceder yarrojar al suelo su espada. Todos seguan contemplando maravillados hasta lo sumo ysilenciosos. Y su asombro fue tanto mayor cuando Macer volvi hacia el lugar donde se hallabael Emperador, y levantando las manos muy alto clam con voz clara que a todos alcanz:

    -Augusto Emperador, yo soy cristiano! Yo pelear con fieras silvestres, pero jams

    levantar mi mano contra mis semejantes, los hombres, sean del color que fueren. Yo morirgustoso; pero yo no matar!

    Ante semejantes palabras y actitud se levant un creciente murmullo.

    -Qu quiere decir ste? Cristiano! Cundo sucedi su conversin? -pregunt Marcelo.

    Lculo contest, -Supe que lo haban visitado en el calabozo los malditos cristianos, y que l sehabra unido a esa despreciable secta, en la cual se halla reunida toda la hez de la humanidad. Esmuy probable que se haya vuelto cristiano.

    -Y preferir l morir antes que pelear?

    -As suelen proceder aquellos fanticos.

    La sorpresa de aquel populacho fue reemplazada por una ira salvaje. Les indignaba queun mero gladiador se atreviera a decepcionarles. Los lacayos se apresuraron a intervenir para quela lucha continuara. Si en verdad Macer insista en negarse a luchar debera sufrir todo el peso delas consecuencias.

    Pero la firmeza del cristiano era inconmovible. Absolutamente desarmado avanz haciael africano, a quien l podra haber dejado muerto solamente con un golpe de su puo. El rostrodel africano se haba tornado en estos breves instantes cual el de un feroz endemoniado. En sus

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    siniestros ojos relumbraba una mezcla de sorpresa y regocijo loco. Recogiendo su espada y

    asindola firmemente se dispuso al ataque con toda libertad, hundindola de un golpe en elcorazn de Macer.

    --SEOR JESS, RECIBE MI ESPIRITU! -Salieron esas palabras entre el torrente desangre en medio del cual este humilde pero osado testigo de Cristo dej la tierra, unindose al

    nobilsimo ejrcito de mrtires.-Suele haber muchas escenas como sta? -pregunt Marcelo.

    -As suele ser. Cada vez que se presentan cristianos. Ellos hacen frente a cualquiernmero de fieras. Las muchachas caminan de frente firmemente desafiando a los leones y a lostigres, pero ninguno de estos locos quiere levantar su mano contra otros hombres. Este Macer hadesilusionado amargamente a nuestro populacho. Era el ms excelente de todos los gladiadoresque se han conocido; empero, al convertirse en cristiano, cometi la peor de las necedades.

    Marcelo contest meditativo, -Fascinante religin debe ser aquella que lleva a un simplegladiador a proceder de la manera que hemos visto!

    -Ya tendrs la oportunidad de contemplar mucho ms de esto que te admira.-Cmo as?

    -No lo has sabido? Ests comisionado para desenterrar a algunos de estos cristianos. Sehan introducido en las catacumbas y hay que perseguirlos.

    -Cualquiera pensara que ya tienen suficiente. Solamente esta maana quemaroncincuenta de ellos.

    -Y la semana pasada degollaron cien. Pero eso no es nada. La ciudad ntegra se haconvertido en todo un enjambre de ellos. Pero el Emperador Decio ha resuelto restaurar en toda

    su plenitud la antigua religin de los romanos. Desde que estos cristianos han aparecido elimperio va en vertiginosa declinacin. En vista de eso l se ha propuesto a aniquilarlos porcompleto. Son la mayor maldicin, y como a tal se les tiene que tratar. Pronto llegars acomprenderlo.

    Marcelo contest con modestia: -Yo no he residido en Roma lo suficiente, y es as que nocomprendo qu es lo que los cristianos creen en verdad. Lo que ha llegado a mis odos es quecasi cada crimen que sucede se les imputa a ellos. Sin embargo, en el caso de ser como t dices,he de tener la oportunidad de llegar a saberlo.

    En ese momento una nueva escena les llam la atencin. Esta vez entr al escenario unanciano, de figura inclinada y cabello blanco plateado. Era de edad muy avanzada. Su aparicinfue recibida con gritos de burla e irrisin, aunque su rostro venerable y su actitud digna hasta losumo hacan presumir que se le presentaba para despertar admiracin. Mientras las risotadas ylos alaridos de irrisin heran sus odos, l elev su cabeza al mismo tiempo que pronunci unaspocas palabras.

    -Quin es l? -pregunt Marcelo.

    -Ese es Alejandro, un maestro de la abominable secta de los cristianos, Es tan obstinado

    que se niega a retractarse...

    -Silencio. Escucha lo que est hablando.

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    -Romanos, -dijo el anciano-, yo soy cristiano. Mi Dios muri por m, y yo gozoso ofrezcomi vida por El. (Esta persecucin por el Emperador Decio fue desde el ao 249 al 251 A. C., osea que dur como dos aos y medio. Decio muri en batalla con los Godos ms o menos a finesde 251 A. C.)

    Un bronco estallido de gritos e imprecaciones salvajes ahogaron su voz. Y antes que

    aquello hubiera concluido, tres panteras aparecieron saltando hacia l. El anciano cruz losbrazos, y elevando sus miradas al cielo, se le vea mover los labios como musitando susoraciones. Las salvajes fieras cayeron sobre l mientras oraba de pie, y en cuestin de segundoslo haban destrozado.

    Seguidamente dejaron entrar otras fieras salvajes. Empezaron a saltar alrededor del ruedointentando saltar contra las barreras. En su furor se trenzaron en horrenda pelea unas contra otras.

    Era una escena espantosa.

    En medio de la misma fue arrojada una banda de indefensos prisioneros, empujados con

    rudeza. Se trataba principalmente de muchachas, que de este modo eran ofrecidas a la apasionadaturba romana sedienta de sangre. Escenas como sta habran conmovido el corazn de cualquiera

    en quien las ltimas trazas de sentimientos humanos no hubiesen sido anuladas. Pero lacompasin no tena lugar en Roma. Encogidas temerosas las infelices criaturas, mostraban lahumana debilidad natural al enfrentarse con muerte tan terrible; pero de un momento a otro, algo

    como una chispa misteriosa de fe las posea y las haca superar todo temor. Al darse cuenta lasfieras de la presencia d sus presas, empezaron a acercarse. Estas muchachas juntando las manos,pusieron los ojos en los cielos, y elevaron un canto solemne e imponente, que se elev conclaridad y bellsima dulzura hacia las mansiones celestiales:

    Al que nos am,

    Al que nos ha lavado de nuestros pecados

    En su propia sangre;

    A1 que nos ha hecho reyes y sacerdotes,

    Para nuestro Dios y Padre;

    A El sea gloria y dominio

    Por los siglos de los siglos.

    Aleluya! Amn!

    Una por una fueron silenciadas las voces, ahogadas con su propia sangre, agona ymuerte; uno por uno los clamores y contorsiones de angustia se confundan con exclamacionesde alabanza; y estos bellos espritus juveniles, tan heroicos ante el sufrimiento y fieles hasta lamuerte, llevaron su canto hasta unirlo con los salmos de los redimidos en las alturas.

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    EL CAMPAMENTO PRETORIANO

    Cornelio, el centurin, varn justo ytemeroso de Dios.

    MARCELO HABA NACIDO en Gades, y se haba criado bajo la frrea disciplina delejrcito romano. Haba estado en destacamentos en frica, en Siria y Bretaa, y en todas pa rtesse haba distinguido, no solamente por su valor en el campo de batalla sino tambin por su sagazhabilidad administrativa, razones stas por las cuales se haba hecho merecedor de honores yascensos. A su llegada a Roma, adonde haba venido portando importantes mensajes, habaagradado al Emperador de tal manera que le haba destinado a un puesto honorable entre lospretorianos.

    Lculo, por el contrario, jams haba salido de las fronteras de Italia, apenas quiz de laciudad. Perteneca a una de las ms antiguas y nobles familias romanas, y era, naturalmente,heredero de abundantes riquezas, con la correspondiente influencia que a stas acompaa. Habasido cautivado por el osado y franco carcter de Marcelo, siendo as que los dos jvenes seconvirtieron en firmes amigos. El conocimiento minucioso que de la capital posea Lculo, le de-paraba la facilidad de servir a su amigo; y las escenas descritas en el captulo precedente fueronen una de las primeras visitas que Marcelo haca al renombrado Coliseo.

    El campamento pretoriano estaba situado junto a muralla de la ciudad, a la cual su hallaba

    unido por otra muralla que lo circundaba. Los soldados vivan en cuartos a modo de celdasperforadas en la misma pared. Era un cuerpo integrado por numerosos hombres cuidadosamenteseleccionados, y su posicin en la capital les concedi tal poder e influencia que por muchasedades mantuvieron el control del gobierno de la capital. Un puesto de mando entre los

    pretoriano significaba un camino seguro hacia la fortuna, y Marcelo reuna todas las condicionespara que se le augurara un futuro pletrico de perspectivas y todos los honores que el favor delEmperador poda depararle.

    En la maana del da siguiente, Lculo ingres a su cuarto, y despus de haber cambiadolos saludos usuales y de confianza, empez a hablar respecto a la lucha que haban presenciado.

    Marcelo dijo: -Tales escenas no son de las que en verdad me agradan. Son actos de crasacobarda. A cualquiera le puede complacer el ver a dos hombres bien en trenados trabarse enpareja lucha limpiamente; pero aquellas carniceras que se ven en el Coliseo son detestables.Por qu haba de matarse a Macer? El era uno de los ms valientes de los hombres, y yo tributotodo mi homenaje a su valenta inimitable. Y por qu se ha de arrojar a las fieras salvajes aaquellos ancianos y nios?

    -Es que sos eran cristianos. Y la ley es sagrada inquebrantable.

    -Esa es la respuesta de siempre. Qu delito han cometido los cristianos? Yo me heencontrado con ellos por todas partes del imperio, pero jams los he visto entregados nicomprometidos siquiera en perturbaciones o cosa semejante.

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    -Ellos son lo peor de la humanidad.

    -Esa es la acusacin. Pero qu pruebas hay?

    -Pruebas? -Qu necesidad tenemos de pruebas, si se sabe hasta la saciedad lo que son y hacen.Conspiran en secreto contra las leyes y la religin de nuestro estado. Y tanta es la magnitud de suodio contra las instituciones que ellos prefieren morir antes que ofrecer sacrificio. No reconocen

    rey ni monarca alguno en la tierra, sino a aquel judo crucificado que ellos insisten en que viveactualmente. Y tanta es su malevolencia hacia nosotros que llegan a afirmar que hemos de ser

    torturados toda nuestra vida futura en los infiernos.

    -Todo eso puede ser verdad. De eso no entiendo nada. Respecto a ellos yo no conozco

    nada.

    -La ciudad la tenemos atestada de ellos; el imperio ha sido invadido. Y ten presente estoque te digo. La declinacin de nuestro amado imperio que vemos y lamentamos por todas partes,el que se hayan difundido, la debilidad y la insubordinacin, la contraccin de nuestras fronteras:todo esto aumenta conforme aumentan los cristianos. A quin ms se deben todos estos males,si no es a ellos?

    -Cmo as han llegado ellos a originar todo esto?

    -Por medio de sus enseanzas y sus prcticas detestables. Ellos ensean que el pelear es malo,que los soldados son los ms viles de los hombres, que nuestra gloriosa religin bajo la cualhemos prosperado es una maldicin, y que nuestros dioses inmortales no son sino demoniosmalditos. Segn sus doctrinas, ellos tienen como objetivo derribar nuestra moralidad. En susprcticas privadas ellos realizan los ms tenebrosos e inmundos de los crmenes. Ellos siempremantienen entre s el ms impenetrable secreto, pero a veces hemos llegado a escuchar susperniciosos discursos y sus impdicos cantos.

    -A la verdad que, de ser todo esto as, es algo sumamente grave y merecen el ms severo

    castigo. Pero, de acuerdo a tu propia declaracin, ellos mantienen el secreto entre ellos, y porconsiguiente se sabe muy poco de ellos. Dime, aquellos hombres que sufrieron el martirio ayer,tenan apariencia de todo esto? Aquel anciano, tena algo que demostrara que haba pasado suvida entre escenas de vicio? Eran acaso impdicos los cantos que elevaron esas bellsimasmuchachas mientras esperaban ser devoradas por los leones?

    Al que nos am;

    Al que nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.

    Y Marcelo cant en voz baja y suave las palabras que l haba odo.-Te confieso, amigo, que yo en el fondo de mi alma lament la suerte de ellos.

    A lo que Marcelo aadi, -Y yo, habra llorado si no hubiera sido soldado romano. Detente unmomento y reflexiona. T me dices cosas respecto a los cristianos que al mismo tiempoconfiesas que solamente las sabes de odos, de labios de aquellos que tambin ignoran lo quedicen. Te atreves a afirmar que son infames y viles, el desecho de la tierra. Yo personalmente los

    contemplo cuando afrontan la muerte, que es la que prueba las cualidades ms elevadas del alma.

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    Le hacen frente con toda nobleza, al extremo de morir alegremente. Roma en toda su historia no

    puede exhibir un solo ejemplo de escena de mayor devocin que la que presenciamos ayer. Tdices que ellos detestan a los soldados, pero son sobremanera valientes; me dices que son

    traidores, sin embargo ellos no resisten a la ley; haces declaraciones de que ellos son impuros,

    empero, si se puede decir que exista pureza en toda la tierra, corresponde a las bell simas

    doncellas que murieron ayer.-Te entusiasmas excesivamente por aquellos parias.

    -No es mero entusiasmo, Lculo. Yo deseo saber la verdad. Toda mi vida he odo estasreferencias. Pero ante lo que vi ayer juntamente contigo, por primera vez he llegado a sospechar

    de su veracidad. Y ahora te pregunto a ti con todo mi afn, y descubro que tu conocimiento no sefunda en nada. Y hoy yo bien recuerdo que estos cristianos por todo el mundo son personas

    pacficas y honradas a toda prueba. Jams toman parte en levantamientos o pertu rbaciones, yestoy convencido que ninguno de estos crmenes que se les imputan podr probarse contra ellos.Por qu, entonces, se les mata?

    -Sin embargo el Emperador tiene que tener buenas razones para haberlo dispuesto as.

    -Bien puede l haber sido instigado por consejeros ignorantes o maliciosos.

    Tengo entendido que es una resolucin tomada por l mismo.

    -El nmero de los que han sido entregados a la muerte de esa manera y por el mismomotivo es enorme.

    -Oh, s, son algunos millares. Quedan muchos ms; pero es que no se les puede capturar.Y precisamente eso me recuerda la razn de mi presencia ac. Te traigo la comisin imperial.

    Lculo extrajo de los dobleces de su capa militar un rollo de pergamino, el cual entreg aMarcelo. Este ltimo examin con avidez su contenido. Se le ascenda a un grado mayor, almismo tiempo que se le comisionaba para buscar, perseguir y detener a los cristianos en donde

    fuera que se hallasen ocultos, hacindose mencin en particular de las catacumbas.Marcelo ley con el ceo fruncido y luego puso el rollo a un lado.

    -No pareces estar muy contento.

    -Te confieso que la tarea es desagradable. Soy un soldado y no me gusta eso de andar a la

    caza de viejos dbiles y nios para los verdugos. Sin embargo, como soldado debo obedecer.Dime algo acerca de esas catacumbas.

    -Las catacumbas? Es un distrito subterrneo que hay debajo de la ciudad, y cuyos lmitesnadie conoce. Los cristianos huyen a las catacumbas cada vez que se hallan en peligro; tambinestn ya habituados a enterrar a sus muertos all. Una vez que logran penetrar all, se pueden

    considerar fuera del alcance de los poderes del estado.-Quin hizo las catacumbas?

    -Nadie sabe con exactitud. El hecho es que han existido all por muchos siglos. Yo creoque fueron excavadas con el objeto de extraer arena para edificaciones. Pues en la actualidad

    todo nuestro cemento proviene de all, y podrs ver innumerables obreros trayendo el cemento ala ciudad por todos los caminos. En la actualidad tienen que ir hasta una gran distancia, porque

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    con el transcurso de los aos han excavado tanto debajo de la ciudad que la han dejado sinfundamento.

    -Existe alguna entrada regular?

    -Hay entradas innumerables. Precisamente esa es la dificultad. Pues si hubiera solamente

    unas pocas, entonces podramos capturar a los fugitivos. Pero as no podemos distinguir de qudireccin hemos de avanzar contra ellos.

    -Hay algn distrito del cual se sospecha?

    -S. Siguiendo por la Va Apia, como a dos millas, cerca a la tumba de Cecilia Metella, lagran torre redonda que conoces, all se han encontrado muchos cadveres. Hay conjeturas queesos son cuerpos de los cristianos que han sido rescatados del anfiteatro y llevados all paraciarles sepultura. Al acercarse los guardias los cristianos han dejado los cadveres y han huido.Pero, despus de todo, eso no ayuda en nada, porque despus que uno penetra a las catacumbas,no puede considerar que est ms cerca del objetivo que antes. No hay ser humano que puedapenetrar a aquel laberinto sin el auxilio de aquellos que viven all mismos.

    -Quines viven all?-Los excavadores, que an se dedican a cavar la cierra en busca de arena para las

    construcciones. Casi todos ellos son cristianos, y siempre estn ocupados a cavar tumbas para loscristianos que mueren. Esos hombres han vivido all toda la vida, y no solamente puede decir queestn familiarizados con todos aquellos pasajes, sino que tienen una especie de instinto que lesgua.

    -Has entrado algunas veces a las catacumbas, verdad?

    -Una vez, hace mucho tiempo, cuando un excavador me acompa. Pero slo permanecall un corto tiempo. Me dio la impresin de ser el lugar ms terrible que hay en el mundo.

    -Yo he odo hablar de las catacumbas, pero en realidad no saba nada respecto a ellas. Esextrao que sean tan poco conocidas. No podran esos excavadores comprometerse a guiar a losguardias por todo ese laberinto?

    -No, ellos no entregaran a los cristianos.

    -Pero, se ha intentado hacerlo?

    -Oh, s. Algunos obedecen y guan a los oficiales de la justicia a travs de la red depasajes, hasta que llega un momento en que casi pierden el sentido. Las antorchas casi seextinguen, llegando ellos a aterrorizarse. Y entonces piden que se regrese. El excavador expresa

    que los cristianos deben haber huido, y as regresa al oficial al punto de partida o ingreso.

    -Y ninguno tiene la suficiente resolucin de seguir hasta llegar a encontrar a los

    cristianos?

    -Si insisten en continuar la bsqueda, los excavadores les guan hasta cuando quieran.Pero lo hacen por los incontables pasajes que interceptan algunos distritos particulares.

    -Y no se ha encontrado uno solo que entregue a los fugitivos?

    -S, algunas veces. Pero, de qu sirve? A la primera seal de alarma todos los cristianosdesaparecen por los conductos laterales que se abren por todas partes.

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    -Mis perspectivas de xito parecen muy pocas.

    -Podrn ser muy pocas, pero mucha esperanza se tiene cifrada en tu osada v sagacidad.Pues si llegas a tener xito en esta empresa que se te comisiona, habrs asegurado tu fortuna. Yahora, buena suerte! Te he dicho todo lo que yo conozco. No tendrs dificultad en aprendermucho ms de cualquiera de los excavadores.

    Eso deca Lcido al mismo tiempo que se marchaba. Marcelo hundi su rostro entre lasmanos, y se sumi en profundos pensamientos. Empero, en medio de su meditacin le persegua,como envolvindole, la otra cada vez ms penetrante de aquella gloriosa meloda queevidenciaba el triunfo sobre la muerte: Al que nos am. Al que nos ha lavado de nuestrospecados.

    ***

    3

    LA VIA APIA

    Sepulcros en despliegue de melancola. Guardan de los poderosos las cenizas

    Que duermen en la Va Apia.

    MARCELO SE ENTREGO de lleno y sin perder un momento a cumplir la comisin aque se le haba destinado. El da siguiente se dedic a la investigacin. Como se trataba de unacorrera de mera indagacin, no se hizo acompaar por soldado alguno. Partiendo del cuartel delos pretorianos, tom la Va Apia hacia las afueras de la ciudad.

    Una sucesin de tumbas se alineaba a ambos costados de esta va famosa, cuya magnficaconservacin corra a cargo de las cuidadosas familias a quienes pertenecan. A cierta distanciadel camino quedaban las casas y las villas, tan igualmente apiadas como en el centro de laciudad. Mucha distancia quedaba an por recorrer para llegar al campo abierto.

    Finalmente lleg el caminante a la enorme torre redonda, que se levanta a unas dos millasde la puerta. Construida de enormes bloques de travertino, haba sido ornamentada con la ms

    imponente belleza y sencillez al mismo tiempo. El estilo austero de tan slida construccin leimprima un aire de firme desafo contra los embates del tiempo.

    A esta altura Marcelo se detuvo para contemplar lo que haba recorrido. Roma tena lavirtud de ofrecer una vista nueva y a cual ms interesante a aquel observador que recin laconoca. Lo ms notorio aqu era la interminable fila de tumbas. Hasta este punto de re posoinevitable haban llegado en su marcha triunfal las grandes, los nobles y los valientes de lostiempos basados, cuyos epitafios competan en hacer pblicos sus honores terrenales, encontraste con la incertidumbre de sus perspectivas en el ignoto de una vida, por ventura, sin fin.

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    Las artes al servicio de la riqueza haban erigido estos pomposos monumentos, y el afectopiadoso de los siglos los haba preservado hasta el momento. Precisamente frente a l tena elmausoleo sublime de Cecilia Metella. Ms all estaban las tumbas de Catalino y los Servili. Aunms all se encontr su mirada con el lugar de reposo de Escipin, cuya clsica arquitecturaclasificaba su contenido con "el polvo de sus heroicos moradores."

    A su mente acudieron las palabras de Cicern: Cuando sals por la Puerta Capena, yveis las tumbas le Catalino, de los Escipiones, de los Servili, y de los Servili, os atrevis a pensarque los que all sepultos reposas son infelices?"

    All estaba el Arco de Druso limitando el ancho de la va. En uno de los lados estaba lagruta histrica de Egeria, y a corta distancia el lugar elegido una vez por Anbal para lanzar sujabalina contra las murallas de Roma. Las interminables hileras de tumbas seguan hasta que a ladistancia terminaban en la monumental pirmide de Gayo Cestio, ofreciendo todo este conjuntoel ms grande escenario de magnificencia sepulcral que se poda encontrar en toda la tierra.

    Por todos los lados la tierra se hallaba cubierta de las moradas del hombre, porque hac alargo tiempo que la ciudad imperial haba rebasado sus lmites originales, y las casas se haban

    desparramado a todos los lados por el campo que la circundaba, hasta el extremo que el viajeroapenas poda distinguir en dnde terminaba el campo y dnde empezaba la ciudad.

    Desde la distancia pareca saludar al odo el barullo de la ciudad, el rodar de losnumerosos carros, el recorrer multitudinario de tantos pies presurosos. Delante de l selevantaban los monumentos, el blanqusimo lustre del palacio imperial, las innumerables cpulasy columnas formando torres elevadas, como una ciudad en el aire, por encima de todo el excelsoMonte Capitolino, en cuya cumbre se eleva el templo de Jove.

    Empero, tanto ms impresionante que el esplendor del hogar de los vivos era lasolemnidad de la ciudad de los muertos.

    Qu derroche de gloria arquitectnica se desplegaba alrededor de l! All se elevaban

    orgullosos los monumentos de las grandes familias de Roma. El herosmo, el genio, el valor, elorgullo, la riqueza, todo aquello que el hombre estima o admira, animaban aqu las elocuentespiedras y despertaban la emocin. Aqu estaban las formas visibles de las ms altas influenciasde la antigua religin pagana. Empero sus efectos sobre el alma nunca correspondieron con elesplendor de sus formas exteriores o la pompa de sus ritos. Los epitafios de los muertos no

    evidenciaban ni un pice de fe, sino amor a la vida y sus triunfos; nada de segu ridad de una vidainmortal, sino un triste deseo egosta de los placeres de este mundo.

    Tales eran los pensamientos de Marcelo, mientras meditaba sobre el escenario que tenadelante de s, repitindosele insistentemente el recuerdo de las palabras de Cicern: "Os atrevisa pensar que los que all sepultos reposan son infelices?"

    Sigui pensando ahora, "Estos cristianos, en cuya bsqueda me encuentro, parecen haberaprendido ms lo que yo puedo descubrir en nuestra filosofa. Ellos, parecen no solamente haberconquistado el temor a la muerte, sino que han aprendido a morir gozosos. Qu poder secretotienen ellos que llega a inspirar aun a los ms jvenes y a los ms dbiles de ellos? Cul es elsignificado oculto de sus cantos? Mi religin puede solamente tener esperanza que tal vez noser infeliz; empero, la de ellos les lleva a morir con cantos de triunfo, de regocijo."

    Pero qu iba a hacer para poder continuar su bsqueda de los cristianos? Multitud depersonas pasaban unto a l, pero l no poda descubrir uno solo capaz de, ayudarle. Edificios de

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    -Qu estabas haciendo t con l?

    -El me estaba llevando un bulto.

    -Qu contena el bulto?

    -Provisiones.

    -A quin se lo llevabas?

    -A una persona menesterosa por all.

    -Dnde vive esa persona?

    -Ac cerca, no ms.

    -Ahora, muchacho, dime la verdad. Sabes t algo sobre las catacumbas?

    -He odo hablar de ellas -dijo el nio tranquilamente.

    -Nunca estuviste dentro de ellas?

    -S, he estado en algunas de ellas.

    -Conoces a alguien que vive all?

    -S, algunas personas. Los cavadores viven all.

    -T te ibas a las catacumbas con l?

    -Qu voy a ir a hacer all a esta hora? -dijo el nio inocentemente.

    -Eso precisamente es lo que quiero saber. Te ibas para all?

    -Cmo me voy a atrever a ir all, cuando es prohibido por la ley?

    Marcelo dijo abruptamente, -Ya es de noche. Vamos al servicio de la noche en aquel

    templo.

    El menor vacil, y luego dijo, -Estoy de prisa.

    -Pero en este momento t eres mi prisionero. Yo nunca dejo de ir a adorar a mis dioses.T tienes que venir conmigo y ayudarme en mis servicios devocionales.

    A lo que el nio contest firmemente, -Yo no puedo.

    -Por qu no puedes?

    -Pues soy cristiano.

    -Yo lo saba. Y t tienes amigos en las catacumbas, y t te vas para all ahora. Ellos sonla gente menesterosa a quienes les estas llevando esas provisiones, y el mandado que dices es en

    beneficio de ellos.El nio inclin la cabeza y guard silencio.

    -Quiero que t me lleves ahora mismo a la entrada a las catacumbas.

    -Oh, usted que veo que es un oficial generoso, tenga misericordia de m! No me pida unatal cosa, porque no puedo hacerlo. Jams voy yo a traicionar a mis amigos.

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    -Tu no vas a traicionarlos. No quiere decir nada que me muestres una entrada entre las

    muchas que conducen all abajo. Crees que los guardias no las conocen a cada una?

    El muchacho reflexion por un momento, y finalmente manifest su asentimiento.

    Marcelo lo tom de 1a mano y se entreg para que lo condujese. El nio volte hacia laderecha de la Va Apia, y despus de recorrer una corta distancia, lleg a una casa inhabitada.Entr en ella y baj al stano. All haba una puerta que aparentemente daba a un sencillodepsito. El nio seal ese lugar y se detuvo.

    -Yo deseo bajar all ---dijo Marcelo firmemente.

    -Seguro que usted no se atrevera a bajar all solo?

    -Dicen que los cristianos no cometen delitos. De qu habra yo de temer? Sigamos.

    -Yo no tengo antorchas.

    -Pero yo tengo. Yo vine preparado. Vamos.

    -Yo no puedo seguir ms.

    -Te niegas?

    El muchacho replic: -Debo negarme. Mis amigos, mis parientes se hallan all abajo.Antes que conducirle a Ud., all donde estn ellos yo morira cien veces.

    -T eres muy osado. Pero no sabes lo que es la muerte.

    -Que yo no lo s? Qu cristiano hay que tema ir a la muerte? Yo he visto a muchos demis amigos morir la agona, y aun he ayudado a sepultarlos. Yo no le conducir a Ud. all.Llveme a la prisin. El nio dio media vuelta.

    -Pero si yo te llevo qu pensarn tus amigos? Tienes madre?

    El nio inclin la cabeza y se ech a llorar amargamente. La mencin de aquel nombrequerido le haba vencido.

    -Ya veo que tienes madre y que la amas. Llvame abajo y la volvers a ver.

    -Yo jams les traicionar, ya le he dicho. Antes morir. Haga conmigo lo que quiera Ud.-Si yo tuviera malas intenciones,

    crees te que bajara sin hacerme acompaar por soldados? -dijo Marcelo.

    -Pero qu puede querer un soldado, o un pretoriano, con los perseguidos cristianos, sinodestruirlos?

    -Muchacho, yo no tengo malas intenciones. Si t me guas abajo te juro que no har nada

    contra tus amigos. Cuando yo est abajo, yo ser un prisionero, y ellos pueden hacer conmigo loque quieran.

    -Me jura Ud. que no los traicionar?

    -Yo juro por la vida de Csar, y por los dioses inmortales, -dijo Marcelo solemnemente.

    -Vamos, entonces -dijo el nio-. No necesitamos antorchas. Sgame cuidadosamente. Y elmenor penetr por la estrechsima abertura.

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    ***

    4

    LAS CATACUMBAS

    Nada de luz, sino slo tinieblas Que descubran cuadros de angustia,

    Regiones de dolor, funestas sombras.

    SIGUIERON EN LA DENSA OBSCURIDAD, hasta que al fin el pasaje se torn msancho y llegaron a unas gradas que conducan hacia abajo. Marcelo, cogido del vestido del nio,lo segua.

    Era ciertamente una situacin que provocaba alarma. Pues se estaba entregando en manosde aquellos hombres, a quienes precisamente la clase a que l perteneca los haba privado delaire libre, hundindolos en aquellas ttricas moradas. Para ellos l no poda ser reconocido deotro modo sino como perseguidor. Pero la impresin que en l haba dejado la gentileza yhumildad de ellos era tal que l no tena el menor temor de sufrir dao alguno. Estabasencillamente en manos de este nio que bien poda conducirlo a la muerte en las densastinieblas de este impenetrable laberinto, pero ni siquiera pensaba en ello. Era el deseo ferviente

    de conocer ms de estos cristianos, lograr su secreto, lo que le guiaba a seguir adelante; y

    conforme haba jurado, as haba resuelto que esta visita no sera utilizada para traicionarlos oherirlos.

    Despus de descender por algn tiempo, se hallaban caminando por terreno a nivel. Depronto voltearon y entraron a una pequea cmara abovedada, que se hallaba alumbrada por ladbil fosforescencia de un hogar. El nio haba caminado con paso firme sin la menor vacilacin,como quien est perfectamente familiarizado con la ruta. Al llegar a aquella cmara, encendi laantorcha que estaba en el suelo, y reemprendi su marcha.

    Hay siempre un algo inexplicable en el aire de un campo santo que no es posiblecomparar con el de ningn otro lugar. Prescindiendo del hecho de la reclusin, la humedad, elmortal olor a tierra, hay una cierta influencia sutil que envuelve tales mbitos con tanta

    intensidad que los hace tanto ms aterradores. All campea el hlito de los muertos, que posatanto en el alma como en el cuerpo. He all la atmsfera de las catacumbas. El fro y la humedadatacaban al visitante, cual aires estremecedores del reino de la muerte. Los vivos experimentaban

    el poder misterioso de la muerte.

    Polio caminaba adelante, seguido por Marcelo. La antorcha iluminaba apenas las densas

    tinieblas. Los destellos de luz del da, ni aun el ms dbil rayo, jams podran penetrar aqu paraaliviar la deprimente densidad de estas tinieblas. La oscuridad era tal que se poda sentir. La luz

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    de la antorcha dio su lumbre glo unos pocos pasos, pero no tard en extinguirse en tantastinieblas.

    La senda segua tortuosamente haciendo giros in contables. Repentinamente Polio sedetuvo y seal hacia abajo. Mirando por entre la lobreguez, Marcelo vio una abertura en lasenda que conduca aun ms abajo de donde ya estaban. Era un foso sin fondo visible.

    -Adnde conduce? Abajo.

    -Hay ms pasillos abajo?

    -Oh, s. Hay tantos como ac; y aun debajo de siguiente seccin hay otros. Yo slo heestado en pisos diferentes de estas sendas, pero algunos viejos cavadores dicen que hay algunos

    lugares en que se puede bajar a una enorme profundidad.

    El pasillo serpenteaba de tal modo que toda idea de ubicacin se perda por completo.Marcelo ya no poda precisar si se hallaba a unos cuantos pasos de la entrada o a muchosestadios. Sus perplejos pensamientos tardaron en tornarse hacia otras cosas. Al pasarle primera

    impresin de las densas tinieblas, se dedic mirar ms cuidadosamente a lo que se le presentaba

    la vista, cada vez ms maravillado del extrao recinto. A lo largo de las murallas haba planchassemejantes a lpidas que parecan cubrir largas y estrechas excavaciones. Estos nichos celularesse alineaban a ambos lados tan estrechamente que apenas quedaba entre uno y otro. Las

    inscripciones que se vean en planchas evidenciaban que eran tumbas de cristianos. No tuvotiempo de detenerse a leer, pero haba una nota la repeticin de la misma expresin, tal como:

    HONORIA - ELLA DUERME EN PAZ

    FAUSTA - EN PAZ

    En casi todas las planchas l vio la misma dulce benigna palabra. "PAZ," pensabaMarcelo. "Que gente ms maravillosa son estos cristianos, que aun en medio de escenarios comoste abrigan su sublime desdn a la muerte."

    Sus ojos se habituaban cada vez mejor a las tinieblas conforme avanzaba. Ahora el pasillo

    empezaba a estrecharse; el techo se inclinaba y los lados se acercaban; ellos tenan que agacharsey caminar ms despacio. Las murallas eran toscas y rudamente cortadas conforme las dejaban lostrabajadores cuando extraan dc aqu su ltima carga de arena para los edificios del exterior. Lahumedad subterrnea y las acrecencias de honguillos se hallaban regadas por todas partes,agravando todo su color ttrico, saturando el aire de pesada humedad, mientras que el humo delas antorchas haca la atmsfera tanto ms depresiva.

    Pasaron centenares de pasillos y decenas de lugares en que se encontraban numerosassendas, que se separaban en diferentes direcciones. Estas innumerables sendas demostraban a

    Marcelo hasta qu punto se hallaba fuera de toda esperanza, cortado del mundo del exterior. Estenio lo tena en sus manos.

    -Suelen perderse algunas personas ac?

    -Con gran frecuencia.

    -Qu pasa con ellos?

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    -Algunas veces vagan hasta que encuentran a algn amigo; algunas otras veces nuncams se oye nada de ellos. Pero en la actualidad la mayora de nosotros conocemos el lugar tanbien, que si nos perdernos, no tardamos en llegar de nuevo, a tientas, a alguna senda conocida.

    Una cosa en particular impresion mayormente al joven oficial, y era la inmensapreponderancia de las tumbas pequeas. Polio le explic que esas pertenecan a nios. Ello le

    despert sentimientos y emociones que no haba experimentado antes."Nios!" pensaba l. "Qu hacen ellos? Los jvenes, los puros, los inocentes? Por qu

    no fueron sepultados arriba, en donde los rayos bienhechores del sol los abrigaran y las floresadornaran sus tumbas? Acaso ellos hollaron senderos tan tenebrosos como estos en sus cortosdas de vida? Acaso ellos hubieron de compartir su suerte con aquellos que recurrieron a estosttricos escondites en su huida de la persecucin? Acaso el aire deletreo de esta interminabletristeza de estas pavorosas moradas aminor sus preciosas vidas infantiles, y quit de la vida susinmaculados espritus antes de su tiempo de madurez?

    Marcelo, como en un suspiro, pregunt, -Largo tiempo hace que nos encontramos en estamarcha, estamos ya para llegar?

    El nio le contest, -Muy pronto llegaremos.

    Sean cuales hayan sido las ideas que Marcelo abrigaba antes de llegar ac en cuanto a lacaza de estos fugitivos, ahora se haba convencido que todo intento de hacerlo era absolutamenteen vano. Todo un ejrcito de soldados poda penetrar aqu y jams llegar ni siquiera a ver un solocristiano. Y cuanto ms se alejara, tanto ms desesperanzada sera la jornada. Ellos podrandiseminarse por estos innumerables pasillos y vagar por all hasta encontrar la muerte.

    Pero ahora un sonido apenas perceptible, como de gran distancia, atrajo su atencin.Dulce y de una dulzura indescriptible, bajsimo y musical, vena procedente de los largospasillos, llegando a encantarle como si fuera ua voz de las regiones celestiales.

    Continuaron su lenta marcha, hasta que una luz brill delante de ellos, hiriendo las densastinieblas con sus rayos. Los sonidos aumentaban, elevndose de pronto en un coro demagnificencia imponderable, para luego disminuir y menguar hasta tornarse en unos lamentos de

    penitentes splicas.

    Dentro de unos cuantos minutos llegaron a un to en que tuvieron que voltear en su

    marcha, desembocando ante un escenario que bruscamente apareci delante de sus ojos.

    -Alto! -exclam Polio, al mismo tiempo que tena a su compaero y apagaba la luz de laantorcha que les haba guiado hasta aqu. Marcelo obedeci, y mir con profunda avidez alespectculo que se le ofreca a la vista. Estaban en una cmara abovedada como de unos cincometros de alto y diez en cuadro. Y en tan reducido espacio se albergaban como cien personas,hombres, mujeres y nios. A un lado haba una mesa, tras la cual estaba de pie un ancianovenerable, el cual pareca ser el dirigente de ellos. El lugar se hallaba iluminado con el reflejo dealgunas antorchas que arrojaban su mortecina luz rojiza sobre la asamblea toda. A los presentes

    se les vea cargados de inquietud y demacrados, observndose en sus rostros la mismacaracterstica palidez que habla visto en el cavador. Ah, pero la expresin que ahora se vea enellos no era en lo absoluto de tristeza, ni de miseria ni de desesperacin! Ms bien una atractivaesperanza iluminaba sus ojos, y en sus rostros se dibujaba un gozo victorioso y triunfal. El almade este observador fue conmovida hasta lo ms ntimo, porque no era sino la confirmacinanhelada inconscientemente de todo cuanto haba admirado en los cristianos: su herosmo, su

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    esperanza, su paz, que se fundaban necesariamente en algo, escondido, oculto, lejano para l! Ymientras permaneca esttico y silencioso, escuch el canto entonado con el alma por estacongregacin:

    Grandes y maravillosas son tus obras,

    Seor Dios todopoderoso.

    Justos y verdaderos son tus caminos,

    T, oh Rey de los santos.

    Quin no Te temer, oh Dios, y ha de glorificar

    Tu sagrado Nombre?

    Porque T solo eres santo.

    Porque todas las naciones han de venir y adorar delante

    De Ti,

    Porque tus juicios se han manifestado.

    A esto sigui una pausa. El dirigente ley algo en un rollo que hasta el momento eradesconocido Marcelo. Era la aseveracin ms sublime de la inmortalidad del alma, y de la vidadespus de la muerte. La congregacin toda pareca pendiente del majestuoso poder de estaspalabras, que parecan transmitir hlitos de vida. Finalmente el lector lleg a prorrumpir en unaexclamacin de gozo, que arranc clamores de gratitud y la ms entusiasmada esperanza de partede toda la congregacin. Las palabras penetraron al corazn del observador recin llegado,aunque l todava no comprenda la plenitud de su significado: "Dnde est, oh muerte, tuaguijn? dnde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijn de la muerte es el pecado, y la

    potencia del pecado, la ley. Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Seor nuestroJesucristo."

    Estas palabras parecieron descubrir un nuevo mundo ante su mente, con nov simospensamientos. El pecado, la muerte, Cristo, con toda aquella infinita secuela de ideasrelacionadas, aparecan dbilmente perceptibles para su alma, que, ms que despertar, parecaresucitar! Ahora mayormente arda en l un anhelo vivo por llegar a conocer el secreto de loscristianos, anhelo que hasta saciar no parara!

    El que diriga levant la cabeza reverente, extendi los brazos y habl fervientemente conDios. Se diriga al Dios invisible como vindolo, expresaba su confesin e indignidad, yexpresaba las gracias por el limpiamiento de los pecados, merced a la sangre expiatoria de

    Jesucristo. Peda que el Espritu Santo desde lo alto descendiera a obrar dentro de ellos para quelos santificara. Luego enumer sus agonas, y pidi que fueran librados, pidiendo la gracia de lafe en la vida, la victoria en la muerte, y la abundante entrada en los cielos en el nombre delRedentor, Jess.

    Despus de esto sigui otro canto que fue cantado como el anterior:

    He aqu el tabernculo de Dios con los hombres,

    Y El morar con ellos,

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    Y ellos sern su pueblo,

    Y el mismo Dios ser con ellos

    Y ser su Dios.

    Y Dios enjugar toda lgrima de sus ojos,

    Y no habr ms muerte, ni tristeza,

    Ni gemidos,

    Ni tampoco habr ms dolor,

    Porque las cosas viejas pasaron. Amn.

    Bendicin, gloria y sabidura,

    Y hacimiento de gracias, y honor, y potencia, y magnificencia,

    Sea a nuestro Dios

    Por los siglos de los siglos. Amn.

    Y despus de esto la congregacin empez a dispersarse. Polio avanz hacia adelanteconduciendo a Marcelo. Pero ante la presencia de su figura marcial y su relumbrante armadura

    todos retrocedieron e intentaron huir por los diferentes senderos. Pero Marcelo clam en altavoz:

    -No temis, cristianos; yo me rindo ante vosotros, estoy en vuestro poder!

    Ante ello, todos ellos volvieron, y luego lo miraron con ansiosa curiosidad. El ancianoque haba dirigido la reunin avanz hacia l y le dirigi una mirada firme y escudriadora.

    -Quin eres t, y por qu nos persigues aun hasta este ltimo escondite de reposo que senos deja en la tierra?

    -Tened a bien no sospechar el mnimo mal de parte ma. Yo vengo solo, sin escolta niayuda. Estoy a merced de vosotros.

    -Pero, por ventura, qu puede desear de nosotros un soldado, y tanto peor, unpretoriano? Ests acaso perseguido? Eres acaso un criminal? Est tu vida en peligro?

    -De ninguna manera. Yo soy oficial de alta graduacin y autoridad, y es el caso que todami vida he andado ansiosamente buscando la verdad. Y he odo mucho respecto a vosotros loscristianos; empero en esta poca de persecucin es difcil hallar uno solo de vosotros en Roma. Yes por eso que he venido hasta aqu en vuestra bsqueda.

    Ante esto, el anciano pidi a la asamblea que se retirase, a fin de que l pudiera conversar

    con el recin llegado. Los otros en el acto lo hicieron as y se alejaron por diferentesencaminamientos, sintindose ms tranquilos. Una mujer plida se adelant hacia Polio y lotom en sus brazos.

    -Cunto te tardaste, hijo mo!

    -Madre querida, me encontr con este oficial, y me tuve que detener.

    -Gracias sean a Dios nuestro Seor que ests bien. Pero quin es l?

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    A lo que el muchacho contest diciendo confiadamente, -Yo creo que l es un hombrehonrado. Ya ves cmo confa en nosotros.

    El dirigente intervino diciendo, -Cecilia, no te vayas, esprate un momentito. -La mujerse qued, habiendo hecho lo mismo unas pocas personas ms.

    -Yo me pongo a tus rdenes, soy Honorio dijo el anciano, dirigindose a Marcel. Soy unhumilde anciano en la Iglesia de Jesucristo. Yo creo que t eres sincero y de buena fe. Dime puesahora, qu es lo que quieres de nosotros.

    -Por mi parte, me pongo a sus rdenes. Me llamo Marcelo, y soy capitn de la guardiapretoriana.

    - Ay de m! exclam Honorio, juntando las manos al mismo tiempo que caa sentadosobre su asiento. Los otros miraron a Marcelo apesadumbrados, y la mujer, Cecilia, clamagonizante de dolor.

    -oh, Polio querido! Cmo nos has traicionado!

    ***

    5

    EL SECRETO DE LOS CRISTIANOS

    El misterio de la piedad,

    Dios manifestado en carne.

    EL JOVEN OFICIAL permaneci atnito al darse cuenta del efecto que su solo nombrehaba producido.

    Y reaccionando dijo: -Por qu todos temblis de ese modo? Es por ventura a causa dem?

    Honorio le contest: -Ay de m. Aunque proscritos nos hallamos en estos lugares,tenemos constante comunicacin con la ciudad. Estamos enterados de que nuevos esfuerzos hande hacerse para perseguirnos con mas severidad, y que Marcelo, capitn de los pretorianos, hasido designado para buscarnos. Yen este momento a ti te vemos en nuestra presencia, a nuestro

    principal enemigo. No es sta suficiente causa para que temamos? Por qu habras t deperseguirnos hasta este lugar?

    Marcelo exclam: -No tenis causa para temerme, aun en el caso que yo fuese vuestropeor enemigo. Noestoy en poder de vosotros? Si quisiereis detenerme, podra yo escapar? Siquisiereis matarme, podra yo resistir? Estoy sencillamente entre vosotros tal como me veis, sin

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    ninguna defensa. El hecho de encontrarme aqu solo es prueba de que no hay peligro de partema.

    Honorio, reasumiendo su aire de calma, dijo: -Verdaderamente, tienes razn; t deninguna manera podras regresar sin nuestra ayuda.

    -Escuchadme, pues, que yo os explicar todo. Yo soy soldado romano. Nac en Espaa yfui criado en la virtud y la moralidad. Se me ense a temer a los dioses y a cumplir con mideber. Yo he estado en muchas tierras y me he dedicado por entero a mi profesin. Sin embargo,nunca he descuidado mi religin. En mis habitaciones he estudiado todos los escritos de losfilsofos de Grecia y de Roma. Como resultado de ello he aprendido a desdear nuestros diosesy diosas, los que no son mejores, y ms bien son peores que yo mismo.

    -Platn y Cicern me han enseado que hay una Deidad suprema a la que es mi deberobedecer. Pero cmo lo puedo conocer y cmo le debo obedecer? Tambin he aprendido que yosoy inmortal, y que cuando muera me he de convertir en esp ritu. Cmo ser entonces? Serfeliz o miserable? Cmo puedo yo asegurarme la felicidad en la vida espiritual? Ellos describencon derroche de elocuencia las glorias de la vida inmortal, pero no dan instrucciones para los

    hombres comunes como yo. Pues el llegar a saber todo esto es lo que constituye el anhelo vivode mi alma.

    -Los sacerdotes son incapaces de decir nada. Ellos se encuentran enlazados con antiguosformalismos y ceremonias en las cuales ellos mismos jams han credo. La antigua religin esmuerta; son los hombres los que la mantienen en pie.

    -En las diferentes tierras por donde he andado, he odo mucho sobre los cristianos. Peroencerrado, como lo he estado en mi cuartel siempre, jams he tenido la feliz oportunidad deconocerlos. Y para ser franco, no me he interesado por conocerlos hasta ltimamente. He odolos informes comunes de su inmoralidad, sus vicios secretos, sus prfidas doctrinas. Y desdeluego hasta hace poco yo crea todo eso.

    -Hace unos pocos das estuve en el Coliseo. All recin aprend algo respecto a loscristianos. Yo contempl al gladiador Macer, un varn a quien el temor era desconocido, y lprefiri hacerse quitar la vida, antes que hacer lo que l crea que era malo. Vi un venerableanciano hacer frente a la muerte con una pacfica sonrisa en sus labios; y, sobre todo, vi unpuado de muchachas que entregaron su vida a las fieras salvajes con un canto de triunfo en suslabios:

    Al que nos am,

    Al que nos ha lavado de nuestros pecados

    Lo que Marcelo expres produjo un efecto maravilloso. Los ojos de los que escuchabanresplandecan de gozo y vehemencia. Cuando l mencion a Macer, ellos se miraron los unos alos otros con seas significativas. Cuando l habl del anciano, Honorio inclin la cabeza.Cuando habl de los nios y muchachas, y musitaron las palabras del himno que cantaron, todosvoltearon el rostro y lloraron.

    -Fue aquella vez la primera de mi vida en que vi derrotada la muerte. Desde luego yo

    puedo afrontar la muerte sin temor, como tambin cada soldado que se ve en el campo de batalla.Pues tal es nuestra profesin. Pero estas personas se complacan y regocijaban en morir. Aqu no

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    se trata de soldados, sino de nios, que estaban imbuidos de los mismos sentimientos en suscorazones.

    -Desde entonces no he podido pensar absolutamente en ninguna otra cosa. Quin es seque os am? Quin es el que os lav de vuestros pecados Con su sangre? Quin es el que os daese valor sublime y esa esperanza viva? Quin o qu es lo que os sostiene aqu? Quin es

    Aquel a quien acaban de estar hablando?

    -Yo efectivamente he sido comisionado para conducir los soldados contra vosotros para

    destruiros. Pero primeramente quiero saber ms respecto a vosotros. Yo juro por el Ser supremoque esta mi visita no os ha de ocasionar ningn dao. Decidme, pues, el secreto de los cristianos.

    Honorio contest, -Tus palabras son ciertas y sinceras. Ahora ya s que t no eres espa oenemigo, sino ms bien una alma inquisitiva que ha sido enviada aqu por el mismo EsprituSanto para que conozcas aquello que hace tiempo has estado buscando. Regocjate, pues, porquetodo aquel que viene a Cristo de ninguna manera ser desechado.

    -Has visto hombres y mujeres que han dejado amigos, hogar, honores, y riquezas paravivir aqu en necesidad, temor, dolor; y todo lo han tenido por prdida por causa de Jesucristo. Niaun sus propias vidas aprecian ellos. El cristiano lo deja todo por Aquel que le amo.

    -Tienes toda la razn, Marcelo, al pensar que hay un gran poder que puede hacer todoesto. No es el mero fanatismo, no es ilusin, ni menos es emocin. Es el conocimiento de laverdad y el amor al Dios viviente.

    -Lo que t has buscado por toda tu vida es para nosotros nuestra ms cara posesin.Atesorado en nuestros corazones, es para nosotros ms digno sin lugar a compararse siquiera contodo lo que el mundo puede dar u ofrecer. Nos otorga felicidad en la vida aun en este tenebrosolugar, y nos da la victoria frente a la misma muerte.

    -T anhelas conocer al Ser supremo; pues nuestra fe (el Cristianismo) es la revelacin de

    El. Y por medio de esta revelacin El hace que le conozcamos. Conforme es infinito en grandezay poder, tambin lo es en amor y misericordia. -esta fe nos acerca tan estrechamente a El que Elllega a ser nuestro mejor amigo, nuestro gua, nuestro consuelo, nuestra esperanza, nuestro todo,nuestro Creador, nuestro Redentor, y el presente y eterno Salvador.

    -T quieres saber de nuestra vida inmortal. Pues nuestras escrituras sagradas nos explicanesto. Ellas nos ensean que creyendo en Jesucristo, el Hijo de Dios, y amando y sirviendo a Diosen la tierra, moraremos con El en infinita y eterna bienaventuranza en los cielos. Ellas tambinnos muestran cmo debemos vivir a fin de agradarle aqu, a la vez que nos ensean cmo lehemos de alabar por siempre despus de esta vida. Por ellas conocemos que la muerte, aunque esuna maldicin, ya no lo es para el creyente, sino que ms bien se torna en bendicin, puesto que"partir y estar con Cristo es mucho mejor," en vez de permanecer aqu, porque entramos a la

    presencia de "Aquel que nos am y se entreg a s mismo por nosotros."-Por consiguiente, exclam Marcelo, si esto es as, hacedme conocer esta verdad. Porque

    esto es lo que he estado buscando por largos aos; por esto he orado a aquel Ser supremo dequien he odo solamente. T eres el poseedor de aquello que yo he anhelado saber. El fin y elobjetivo de mi vida se encuentran aqu. Toda la noche est delante de nosotros. No me desechesni dilates ms; dime todo de una vez. Es verdad que Dios ha revelado todo esto, y que yo heestado en ignorancia de ello?

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    Lgrimas de gozo brillaron en los ojos de los cristianos. Honorio musit unas palabras deoracin de gratitud a Dios. A continuacin extrajo un manuscrito que desdobl con tiernocuidado.

    Y sigui diciendo, -Aqu, amado joven; tienes la palabra de vida que nos vino de Dios,que es la que trae tal gozo y paz al hombre. Aqu hallamos todo lo que desea el alma. En estas

    palabras divinas aprendemos lo que no podemos hallar en ninguna otra parte. Y aunque la menteacaricie estas verdades por toda una vida, con todo nunca llegar a dominar la mxima extensinde las verdades gloriosas.

    Entonces Honorio abri el libro y empez a decir a Marcelo acerca de Jesucristo. Lehabl de la promesa en el Edn de Uno que haba de herir a Satans en la cabeza; y la sucesinde profetas que haban predicho su venida; del pueblo escogido por medio del cual Dios habamantenido vivo el conocimiento de la verdad por tantas edades, y de las obras portentosas que

    ellos haban presenciado. Le ley el anuncio de que el Hijo de Dios haba de nacer de una virgen.Le ley sobre el nacimiento; su niez; las primeras presentaciones; sus milagros; sus enseanzas.Todo esto le ley, agregando unos pocos comentarios de su parte, del sagrado manuscrito.

    Seguidamente pas a relatar el tratamiento que El recibi: las burlas, el desprecio, lapersecucin que aceler todo hasta llegar El a ser traicionado y condenado a muerte.

    Finalmente ley la narracin de su muerte en la cruz del Calvario.

    El efecto de todo esto era maravilloso en Marcelo.

    La luz pareca iluminar su mente. La santidad Dios que abomina el pecado del hombre; sujusticia que demanda el castigo; su paciencia infinita que previno un modo de salvar a sus

    criaturas de la ruina que ellas mismas haban trado sobre s; su amor inconmensurable que lellev a dar su Hijo unignito y bien amado; ese amor que le hizo bajar para sacrificarse para lasalvacin de los hombres; todo fue explicado con claridad meridiana. Cuando Honorio lleg a laculminacin de la dolorosa historia del Calvario, y al punto cuando Jess clam, "Dios mo, Dios

    mo, porqu me has desamparado?" seguida del grito de triunfo "Consumado es!", se pudo orun profundo suspiro de Marcelo. Y mirando a travs de las lgrimas que humedecieron suspropios ojos, Honorio vio la forma de aquel hombre fuerte inclinada y temblando de emocin.

    -Basta, basta, -murmur quedamente, dejadme pensar en El:

    Al que nos am, Al que nos ha lavado de nuestros pecados Con su propia sangre.

    Y Marcelo hundi su rostro en sus manos. Honorio elev sus ojos al cielo y or. Los doshaban quedado solos, porque sus compaeros se haban retirado. La tenue luz de una lmparaque estaba en una hornacina detrs de Honorio, iluminaba dbil-mente la escena. Y as ambospermanecieron en silencio por un largo tiempo.

    Finalmente Marcelo levant la cabeza.-Y0 siento -dijo l-, que yo tambin tuve culpa y caus la muerte del Santo. Leedme ms

    de esas palabras de vida, porque mi vida depende de ellas.

    Entonces Honorio le volvi a leer la historia de la crucifixin y la sepultura de Jess, laresurreccin la maana del tercer da, y su ascensin a la diestra de Dios. Tambin ley la venidadel Espritu Santo el da de Pentecosts, que bautiz a los creyentes en un solo cuerpo, de su

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    permanente morada que hace su templo el cuerpo del creyente, y de su maravilloso ministerio de

    glorificar a Cristo y de revelarle a los pecadores arrepentidos.

    Empero l no termin all, sino que procur traer la paz al alma de Marcelo, leyndole laspalabras de Jess invitando al pecador a venir a El, y asegurndole la vida eterna como posesinreal y presente en el momento en que se le acepta como Seor y Salvador. Ley tambin sobre

    "el nuevo nacimiento," la nueva vida, y la promesa de Jess de volver otra vez para recoger atodos aquellos que han sido lavados con su sangre para encontrarse con El en las alturas.

    -Es la palabra de Dios exclam Marcel-. Es la voz desde los cielos. Mi corazn respondey acepta todo lo que he odo. Y yo s que es la verdad eterna! Pero cmo puedo yo venir a serposeedor de esta salvacin? Mis ojos parecen haber sido alumbrados y est despejada toda nube.Al fin me conozco. Antes yo crea que era un hombre justo y recto. Pero al lado del Santo, deque he aprendido tanto, yo quedo hundido en el polvo; veo que ante El yo soy un criminal,

    convicto y perdido. Cmo puedo ser salvo?

    -Cristo Jess vino al mundo a buscar y salvar lo que se haba perdido.

    -Y cmo puedo yo recibirlo?

    -La palabra est cercana, aun en tu boca y en tu corazn: es decir, la palabra de fe quenosotros predicamos, que si t confesares con tu boca a1 Seor Jess, y creyeres en tu coraznque Dios le levant de los muertos, sers salvo. Porque con el corazn se cree para justicia, y conla boca se hace confesin para salvacin.

    -Pero no hay nada que yo deba hacer?

    -Por gracia sois salvos por la fe; y esa salvacin no es de vosotros sino que es don deDios; no por obras, para que nadie se glore. La paga del pecado es muerte; mas la ddiva deDios es vida eterna en Cristo Jess, Seor nuestro.

    -Pero, no hay sacrificio que yo tenga que ofrecer?

    -El ha ofrecido un sacrificio por el pecado por siempre, y ahora est sentado a la diestrade Dios, y puede salvar para siempre a todos los que vienen a Dios por El, siendo que siempre

    vive e intercede por ellos.

    -Ah, luego si yo me puedo acercar a El, ensame las palabras, condceme ante El!

    En la oscuridad de la helada bveda, en la soledad del solemne silencio, Honorio searrodill, y Marcelo se inclin al lado de l. El venerable cristiano elev su voz en oracin.Marcelo sinti que su propia alma estaba siendo elevada al cielo en esos momentos, a lapresencia misma del Salvador, por la virtud de aquella ferviente oracin de fe viva. Las palabrashacan eco en su propia alma y espritu; y en su profundo abatimiento l dej su necesidad enmanos de su compaero, para que l la presentara de la manera ms propia que l mismo podrahacerlo. Pero finalmente sus propios deseos de orar crecieron. La fe le alcanz , y con temor ytemblor, empero con fe real, su alma fue fortalecida, hasta que finalmente Honorio termin, y sulengua se solt y elev el clamor de su corazn: -Seor, creo, ayuda T mi incredulidad!

    Aquel nico Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, haba venido a serreal por la fe; y las palabras de Jess: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y creeal que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendr a condenacin (juicio), mas pas de muerte

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    a vida... Y yo les doy vida eterna (a mis ovejas); y no perecern para siempre; ni nadie lasarrebatar de mi mano," todas estas palabras fueron credas, recibidas, disfrutadas.

    Las horas transcurrieron. Pero quin podra describir acertadamente el progreso del almaque pasa de muerte a vida? Basta con saber que cuando ray el alba arriba en la luz, un daglorioso haba amanecido en el alma y el espritu de Marcelo en las bvedas inferiores. Sus

    anhelos haban sido completamente satisfechos; la carga de sus pecados le haba sido quitada, yla paz de Dios por Jesucristo le haba henchido.

    El secreto de los cristianos era suyo, y l se haba convertido voluntariamente en esclavode Jesucristo. Unido con sus hermanos en Cristo, ahora l tambin poda cantar:

    Al que nos am,

    Al que nos ha lavado de nuestros pecados

    En su sangre,

    A El sea gloria y dominioPor los siglos de los siglos.

    ***

    6

    LA GRAN NUBE DE TESTIGOS

    Todos estos murieron en fe.

    NO TARD EL NUEVO CONVERTIDO en conocer mucho mas sobre los cristianos.Despus de un breve reposo, se levant y se reuni con Honorio, quien se ofreci para mostrarleaspectos del lugar en donde moraban.

    Pues aquellos a quienes haba visto en el servicio que hubo, eran solamente una parte delos moradores de las catacumbas. Su nmero se elevaba a muchos miles, y se hallabandiseminados por su vasta extensin en pequeas comunidades, cada una de las cuales tena suspropios medios de comunicacin con la ciudad.

    As fue que l camin gran distancia acompaado por Honorio. Se maravillabasobremanera del nmero de personas a quienes encontraba; y aunque saba que los cristianoseran numerosos, no supona siquiera que tan vasta proporcin de ellos tuviera la valenta deescoger esa vida en las catacumbas.

    Tampoco era su inters por los muertos menor que por los vivos. Al pasar al lado de sustumbas lea cuidadosamente las inscripciones en ellas, y en todas ellas descubra la misma fe

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    inconmovible y la sublime esperanza. Se deleitaba leyndolas, y el devoto inters que Honorioprestaba a estas piadosas memorias lo converta en el ms simptico de los guas.

    -All dijo Honorio- reposa un testigo de la verdad.

    Marcelo mir hacia donde le seal y ley lo siguiente:

    PRIMICIO, EN PAZ, DESPUES DE MUCHOS TORMENTOS, EL MAS VALIENTE

    DE LOS MARTIRES. EL VIVI COMO TREINTA Y OCHO ANOS. ESTE ES UNRECUERDO DE SU ESPOSA QUE AMABA AL QUE BIEN LO MERECIA.

    -Estos hombres -dijo Honorio, nos ensean como deben morir los cristianos. Ms all hayotro, que tambin sufri lo mismo que Primicio.

    PABLO FUE MUERTO SUFRIENDO TORTURAS, A FIN DE QUE GOZARA DE

    LAS ETERNAS BIENAVENTURANZAS.

    -Y all dijo Honorio, est la tumba de una noble dama, quien mostr una fortaleza tal quesolamente Jesucristo puede conceder aun al ms dbil de sus seguidores en la hora de lanecesidad:

    CLEMENCIA, TORTURADA, REPOSA, ELLA RESUCITARA.

    -Si fueres llamado dijo Honorio, a pasar por el artculo de muerte, el esprituinstantneamente es "ausente del cuerpo y presente con el Seor." La prometida vuelta denuestro Seor, la cual puede suceder en cualquier momento, Constituye "la bendita esperanza" de

    los cristianos adoctrinados. "Porque el mismo Seor descender del cielo con aclamacin, convoz de arcngel, y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarn primero: luegonosotros, los que vivimos, los que quedamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las

    nubes a recibir al Seor en el aire, y as estaremos siempre con el Seor."

    Honorio continu diciendo, -Aqu reposa Constancio, quien en doble sentido fueconstante a su Dios mediante una doble prueba. Primero le dieron veneno; pero como esto no le

    hiciera ningn efecto, fue muerto a espada.

    EL TRAGO MORTAL NO SE ATREVI A PRESENTAR A CONSTANCIO LACORONA QUE SOLO AL ACERO FUE PERMITIDO OFRECERLE.

    As caminaron a lo largo de las murallas leyendo las Inscripciones que se les presentabana ambos lados. Nuevos sentimientos asaltaron a Marcelo, conforme lea el glorioso catlogo denombres. Para l fue toda una historia de la Iglesia de Jesucristo. Aqu estaban los actos de losmrtires expuestos ante l en palabras de fuego. Los rudos cuadros que adornaban muchas de lastumbas llevaban en s todo el sentimiento que las ms bellas obras de los hbiles artistas nopodan producir. Las letras rudamente labradas, la escritura y los errores gramaticales que

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    caracterizaban a muchos de ellos, constituan las pruebas tangibles de los tesoros del Evangelio alos pobres y a los humildes. "No muchos sabios, no muchos poderosos son los llamados"; pero "alos pobres es anunciado el Evangelio."

    En muchos de ellos haba un monograma, el cual se formaba de las letras iniciales de losttulos de Cristo ("Cristo el Seor" en griego), las letras "X" y "P" unidas formando un

    monograma. Algunas llevaban una rama de palma, emblema de la inmortalidad y de la victoria,la seal de aquellas palmas de gloria que han de exhibir en sus manos los innumerablesredimidos que comparecern ante el trono. Otras exhiban ms ingeniosas y significativasinscripciones.

    -Qu es esto? -interrumpi Marcelo, sealando un cuadro de un barco.

    -Ensea que el espritu redimido navega desde la tierra al reposo del cielo.

    -Y qu significa un pescado que he visto ya varias veces?

    -Usamos el pescado porque las letras que forman su nombre en el griego son las iniciales

    de las palabras que expresan la gloria y la esperanza del cristiano. La "I" representa "Jess", la

    "X" Cristo; la "O" y la "U" representan al "Hijo de Dios"; la "S

    y (griega) "Salvador"; es aspues que el pescado simboliza en su nombre: "Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador."

    -Qu es este otro cuadro que he visto igualmente repetirse: un barco y un enormemonstruo marino?

    -Ese es Jons, el profeta de Dios, de quien t hasta el momento no conoces nada.

    Honorio enseguida le relat la historia de Jons, y le explic cmo el escape de Jons delvientre del pez recordaba y expona al cristiano su redencin de las tinieblas de la tumba.

    -Esta gloriosa esperanza de la resurreccin es un consuelo inapreciable dijo l-, y nosencanta tenerlo presente por medio de los diferentes smbolos. All tambin tienes un smbolo dela misma bendita verdad: la paloma llevando a No la rama de oliva. -Tuvo que relatar a Marcelola historia del diluvio, a fin de que pudiera comprender el significado de la representacin-. Perode todos los smbolos que se usan dijo l-, ninguno es tan claro como ste -y seal un cuadro dela resurreccin de Lzaro.

    -All tambin -dijo Honorio, hay un anda, signo de la esperanza por la cual los cristianos,mientras se hallan arrojados de un lado a otro por las implacables olas de la vida, se mantienen

    firmes hacia su hogar celestial.

    -All puedes ver el gallo; es el smbolo de la Vigilancia, porque el Seor nos dice, "Velady orad." Igualmente all tenemos el cordero, smbolo de inocencia y ternura, que al mismotiempo trae a nuestra memoria al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que llevnuestros pecados y por cuyo sacrificio tenemos la vida eterna y el perdn. All de nuevo tenemosla paloma, que como el cordero representa la inocencia; y otra vez ms la tienes all, portando larama de oliva de la paz.

    -All estn las letras alfa y omega, la primera y la ltima del alfabeto griego, querepresentan a nuestro Seor; porque t ya sabes que El dijo: "Yo soy el Alfa y la Omega." Y allest la corona, que nos recuerda esa corona incorruptible que el Seor, juez justo, nos ha de dar.Es as cmo nos complace rodearnos con todo lo que nos aviva el recuerdo del gozo que nos

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    espera. Enseados de ese modo, miramos desde este ambiente de tristeza y tinieblas, y gracias auna viva fe vemos sobre nosotros la luz de la gloria eterna.

    -Aqu dijo Marcelo, detenindose-, hay algo que parece adaptarse a mi condicin. Suenarealmente proftico. Quiz yo tambin me vea llamado a dar mi testimonio de Jesucristo. Oh,que yo sea hallado fiel!

    EN CRISTO, EN EL TIEMPO DEL EMPERADOR ADRIANO, MARIO, UN JOVENOFICIAL MILITAR, QUE VIVI LO SUFICIENTE, DERRAM SU SANGRE POR CRISTOY MURI EN PAZ. ESTE ES UN RECUERDO DE SUS AMIGOS CON LAGRIMAS YTEMOR.

    -"En el mundo tendris tribulacin; mas confiad; yo he vencido al mundo." As nosasegura Cristo; pero al mismo tiempo que nos previene contra el mal, nos consuela con su

    promesa de apoyo. En El hallamos gracia suficiente para nosotros.

    Que el ejemplo del joven oficial sea para m dijo Marcel. Yo puedo derramar mi sangrepor Cristo Jess lo mismo que l. Que yo muera igualmente fiel como l! Morar aqu entre mishermanos con epitafio semejante ser el honor supremo, y no un mausoleo como el de CeliciaMetela.

    Y de ese modo siguieron caminando.

    Marcelo dijo con entusiasmo, -Cun dulce es la muerte del cristiano! El horror de lamuerte ha huido. Para l se trata slo de un sueo bienaventurado, mientras el espritu est con elSeor esperando la resurreccin, y la muerte, en vez de causar terror, est asociada conpensamientos de victoria y reposo.

    EL LUGAR DE SUEO DE ELPIS

    ZOTICO YACE AQU DURMIENDO

    ASELO DUERME EN CRISTO

    MARTIRIA EN PAZ

    VIDALIA EN LA PAZ DE CRISTO

    NICEFORO, UN ALMA DULCE, EN EL LUGAR DE REFRIGERIO

    -Algunas de estas inscripciones hablan del carcter de los hermanos idos dijo Honorio,mira stas:

    MAXIMIO, QUIEN VIVI VEINTITRES ANOS AMIGO DE TODOS LOSHOMBRES EN CRISTO, EN LAS QUINTAS CALENDAS DE NOVIEMBRE, DURMIGORGONIO, AMIGO DE TODOS Y ENEMIGO DE NADIE.

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    -Y aqu tambin -prosigui el anciano, otras que nos hablan de sus vidas privadas y desus experiencias domsticas.

    CECILIO, EL ESPOSO, A CECILIA PLACINDA, MI ESPOSA DE EXCELSA

    MEMORIA, CON QUIEN VIVI DIEZ AOS SIN NINGUNA QUERELLA, EN CRISTOJESUS, HIJO DE DIOS, SALVADOR.

    CONSAGRADO A CRISTO EL DIOS SUPREMO. VITALI ENTERRADA ENSABADO, CALENDAS DE AGOSTO, TENA VEINTICINCO AOS Y OCHO MESES DEEDAD. VIVIO CON SU ESPOSO DIEZ AOS Y TREINTA DAS. EN CRISTO ELPRIMERO Y EL LTIMO.

    A DOMNINA, MI MUY DULCE E INOCENTE ESPOSA QUIEN VIVIO DIECISEISAOS Y CUATRO MESES Y FUE CASADA DOS AOS CUATRO MESES Y NUEVEDIAS: CON QUIEN YO NO PUDE VIVIR, POR CAUSA DE MIS VIAJES, MS DE SESISMESES, DURANTE LOS CUALES LE MOSTRE MI AMOR COMO LO SENTIA. JAMSSE AMARON TANTO OTROS ALGUNOS, ENTERRADA EL DA QUINCE ANTES DELAS CALENDAS DE JUNIO.

    A CLAUDIO, AFECTUOSO Y DIGNO SER QUE ME AMO, Y VIVIO

    VEINTICINCO AOS EN CRISTO.

    -He aqu el tributo de un padre amante -dijo Marcelo al leer lo siguiente:

    LORENZO A SU DULCSIMO HIJO SEVERO. SE LO LLEVARON LOS ANGELESEL SPTIMO IDUS DE ENERO.

    -Y aqu hay uno de una esposa:

    DOMICIO EN PAZ, LEA ERIGIO ESTA.

    -S dijo Honorio-, por la fe en Jesucristo (o como t sueles decir, la religin) elcreyente recibe una nueva y divina naturaleza que le imparte el Espritu Santo, que al mismotiempo implanta el amor de Dios, lo cual lo hace susceptible a los ms tiernos afectos para losamigos y relacionados. Si bien es verdad que permanece la naturaleza del viejo Adn, no se

    mejora, ni tampoco puede.

    Continuando su recorrido, hallaron muchos epitafios ms que mostraban el tierno amor alos parientes muertos.

    CONSTANCIA, DE MARAVILLOSA BELLEZA Y AMABILIDAD Y QUE VIVIDIECIOCHO AOS Y SEIS MESES CON DIEZ Y SEIS DAS. CONSTANCIA EN PAZ.

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    SIMPLICIO, DE BUENA Y FELIZ MEMORIA, QUE VIVIO VEINTITRES ANOS Y

    CUARENTITRES DAS EN PAZ. ESTE MONUMENTO LE HIZO SU HERMANO.

    A ADSERTOR, NUESTRO HIJO, DULCE Y QUERIDO, EL MS INOCENTE EINCOMPARABLE, QUE V