Mas Allá del Capital, Tomo I

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  • 1. MS ALL DEL CAPITAL

2. Istvn Mszros Profesor Emrito, Universidad de Sussex MS ALL DEL CAPITAL Hacia una teora de la transicin Tomo I 3. La presente edicin fue realizada por: Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional c. Ayacucho esq. Mercado N. 308 Tel. (591-2) 214 2000 La Paz, Bolivia Pasado y Presente XXI Se toma como base la traduccin realizada por Editorial Vadell Caracas, 2001 Diseo de tapa: Nicols Laguna Diseo de interiores: Moiss Pacheco ISBN 978-99954-735-5-6 DL. 4-125-10 Impreso en Bolivia 2010 Publicado por primera vez en 1995 Por The Merlin Press 10 Malden Road London NW5 3HR Copyright Istvn Mszros 1995 UK ISBN 085036 432 9 UK ISBN 085345 881 2 4. A Donatella 5. CONTENIDO Carta de Mszros para esta publicacin ii Presentacin a la presente edicin xv Nota del Traductor xiii Introduccin a la edicin latinoamericana xv Prefacio para la primera edicin lxv PARTE UNO LA SOMBRA DE LA INCONTROLABILIDAD CAPTULO UNO ROMPIENDO EL CONJURO DEL CAPITAL PERMANENTE UNIVERSAL 1.1 Ms all del legado hegeliano 3 1.2 La primera concepcin global sobre la premisa de el Fin de la Historia 11 1.3 El Capital Permanente Universal de Hegel: falsa mediacin de la individualidad personalista y la universalidad abstracta 16 1.4 La revolucin circunscrita al eslabn ms dbil de la cadena y su teorizacin representativa en Historia y conciencia de clase 27 1.5 La perspectiva alternativa de Marx no explorada: del pequeo rincn del mundo a la consumacin de la ascensin global del capital 43 CAPTULO DOS EL ORDEN DE LA REPRODUCCIN METABLICA SOCIAL DEL CAPITAL 2.1 Defectos estructurales de control en el sistema del capital 55 2.2 Los imperativos remediales del capital y el estado 70 2.3 Desacoplamiento entre las estructuras reproductivas materiales del capital y sus formaciones de estado 95 CAPTULO TRES SOLUCIONES A LA INCONTROLABILIDAD DEL CAPITAL DESDE LA PERSPECTIVA DEL CAPITAL 3.1 Las respuestas de la economa poltica clsica 105 3.2 Utilidad marginal y economa neoclsica 115 3.3 De la revolucin gerencial a la postulacin de la convergencia de tecnoestructuras 133 6. CAPTULO CUATRO CAUSALIDAD, TIEMPO Y FORMAS DE MEDIACIN 4.1 Causalidad y tiempo bajo la causa sui del capital 157 4.2 El crculo vicioso de las mediaciones de segundo orden del capital 162 4.3 Eternizacin de lo histricamente contingente: la Funesta Presuncin de la apologtica del capital de Hayek 177 4.4 Los lmites productivos de la relacin del capital 189 4.5 La articulacin alienada de la mediacin reproductiva social primaria y la alternativa positiva 197 CAPTULO CINCO LA ACTIVACIN DE LOS LMITES ABSOLUTOS DEL CAPITAL 5.1 Capital transnacional y estados nacionales 225 5.2 Destruccin de las condiciones de la reproduccin metablica social 253 5.3 La liberacin de la mujer: el reto de la igualdad sustantiva 279 5.4 Desempleo crnico: el significado real de la explosin demogrfica 333 PARTE DOS EL LEGADO HISTRICO DE LA CRTICA SOCIALISTA 1: EL DESAFO DE LAS MEDIACIONES MATERIALES E INSTITUCIONALES EN LA RBITA DE LA REVOLUCIN RUSA CAPTULO SEIS LA TRAGEDIA DE LUKCS Y LA CUESTIN DE LAS ALTERNATIVAS 6.1 La aceleracin del tiempo y la profeca atrasada 379 6.2 La bsqueda de la individualidad autnoma 385 6.3 De los dilemas de El alma y la forma a la visin activista de Historia y conciencia de clase 394 6.4 La continuada reafirmacin de las alternativas 403 CAPTULO SIETE DEL HORIZONTE CERRADO DEL ESPRITU MUNDIAL DE HEGEL A LA PRDICA DEL IMPERATIVO DE LA EMANCIPACIN SOCIALISTA 7.1 Concepciones individualistas del conocimiento y la interaccin social 411 7.2 El problema de la totalizacin en Historia y conciencia de clase 419 7.3 La crisis ideolgica y su solucin voluntarista 424 7.4 La funcin del postulado metodolgico de Lukcs 437 7.5 La hipostatizacin de la conciencia de clase imputada 443 7. CAPTULO OCHO LOS LMITES DE SER MS HEGELIANO QUE HEGEL 8.1 Crtica de la racionalidad weberiana 452 8.2 El paraso perdido del marxismo occidental 468 8.3 La identidad sujeto-objeto de Lukcs 477 CAPTULO NUEVE LA TEORA Y SU ESCENARIO INSTITUCIONAL 9.1 La promesa de concretizacin histrica 501 9.2 La cambiante valoracin de los consejos de los trabajadores 511 9.3 La categora de mediacin en Lukcs 523 CAPTULO DIEZ POLTICA Y MORALIDAD: DE HISTORIA Y CONCIENCIA DE CLASE A PRESENTE Y FUTURO DE LA DEMOCRATIZACIN Y VUELTA A LA ETICA NO ESCRITA 10.1 Llamamiento a la intervencin directa de la conciencia emancipadora 531 10.2 La guerra de guerrillas del arte y la ciencia y la idea del liderazgo intelectual desde arriba 540 10.3 En elogio de la opinin pblica subterrnea 550 10.4 Las mediaciones de segundo orden del capital y la propugnacin de la tica como mediacin 553 10.5 La frontera poltica de las concepciones ticas 563 10.6 Los lmites del testamento final de Lukcs 571 EL LEGADO HISTRICO DE LA CRTICA SOCIALISTA 2: RUPTURA RADICAL Y TRANSICIN EN LA HERENCIA MARXIANA CAPTULO ONCE EL PROYECTO INCONCLUSO DE MARX 11.1 Del mundo de las mercancas a la forma histrica nueva 590 11.2 El escenario histrico de la teora de Marx 593 11.3 La crtica marxiana de la teora liberal 597 11.4 La dependencia del sujeto negado 599 11.5 La insercin social de la tecnologa y la dialctica de lo histrico/transhistrico 602 11.6 Teora socialista y prctica poltica partidista 605 11.7 Los nuevos desarrollos del capital y sus formaciones de estado 608 11.8 Una crisis en perspectiva? 611 8. CAPTULO DOCE LA ASTUCIA DE LA HISTORIA EN MARCHA ATRS 12.1 La List der Vernunft y la astucia de la historia 619 12.2 La reconstitucin de las perspectivas socialistas 624 12.3 El surgimiento de la nueva racionalidad del capital 630 12.4 Contradicciones de una poca de transicin 638 CAPTULO TRECE CMO PODRA DEBILITARSE GRADUALMENTE EL ESTADO? 13.1 Los lmites de la accin poltica 642 13.2 Principios centrales de la teora poltica de Marx 651 13.3 Revolucin social y voluntarismo poltico 657 13.4 Crtica de la filosofa poltica de Hegel 665 13.5 El desplazamiento de las contradicciones del capital 673 13.6 Las ambigedades temporales y las mediaciones faltantes 684 9. I. Mszros 2. Roebuck Road ROCHESTER Kent ME1 1UD Junio 5 de 2008 Sra. Isabel Rauber Directora Revista Pasado y Presente XXI Autorizacin Querida Isabel Rauber, Esta carta es para confirmar mi decisin de autorizar a tu revista Pasado y Presente XXI a publicar mi libro Beyond Capital (Traducido al castellano con el ttulo de Ms all del Capital) en una edicin sin fines de lucro para su distribucin en Argentina, Bolivia y Colombia. Estoy contento de darte esa autorizacin porque encuentro totalmente justo que la gente que tiene recursos financieros muy limitados est en capacidad de tener acceso a este libro, que puede ser relevante para su vida. No escrib este libro teniendo en mente ganancias comerciales, sino para ayudar a las personas a comprender la naturaleza de la sociedad en la que vive. Te deseo una distribucin exitosa y todo lo mejor en tu trabajo como editora de la revista Pasado y Presente XXI. Tuyo sinceramente, Istvn Mezsros Profesor Emrito de Filosofa Universidad de Susex, Brighton, Susex, Inglaterra 10. Isabel Rauber1 Estamos viviendo una poca de crisis histrica sin precedentes, que afecta a todas las formas del sistema del capital, no nada ms al capitalismo. Es fcil com- prender, entonces, que lo nico que podra producir una solucin viable a las contradicciones que tenemos que encarar sera una alternativa socialista radical al modo de control metablico social del capital. Una alternativa hegemnica que no se vea atrapada por las restricciones del orden existente al mantenerse en de- pendencia del objeto de su negacin, como ocurri en el pasado. Aunque debemos estar alertas a los inmensos peligros que aparecen en el horizonte y enfrentarlos con todos los medios a nuestra disposicin, las negaciones no son suficientes por s solas. Es necesario por igual formular con claridad la alternativa positiva que podra tomar cuerpo en un movimiento socialista radicalmente reconstituido. Porque la factibilidad del xito guarda una relacin de dependencia vital con el objetivo elegido de la accin transformadora, si lo definimos como ir positivamen- te ms all del capital, y no simplemente como el derrocamiento del capitalismo. Por lo menos, de las dolorosas lecciones del derrumbe del llamado socialismo realmente existente nos debera quedar bien claro esto: fue prisionero, a travs de su historia, de determinaciones negativas.2 Este prrafo concentra el ideario y el empeo de Mszros, su obsesin comprometida con la bsqueda de alternativas que permitan construir una nueva civilizacin humana superadora de los males pro- ducidos por el capitalismo simultneamente con los procesos sociales que lo confrontan cotidianamente. No habr posibilidad alguna de superar la trampa cultural del modo de vida generado por el capital si no se rompe de raz con la lgica de su funcionamiento, es decir, de su produccin y reproduccin en todos los mbitos de la vida social. Para ello es vital 1 Dra. En Filosofa. Directora de la Revista Pasado y Presente XXI. Estudiosa de los movimien- tos sociales latinoamericanos. 2 [Mszros, Istvn, 2001. Ms all del capital, p. XVII, Ed. Vadell, Caracas. Negritas del autor] PRESENTACIN A LA PRESENTE EDICIN TIEMPO DE REVOLUCIONES DESDE ABAJO 11. MS ALL DEL CAPITALxvi construir otra lgica, no contraria a la del capital sino radicalmente dife- rente y superadora, capaz de poner fin a su cadena creciente de exclusin, enajenacin, jerarquas, opresin y explotacin humanas. La vida de Istvn Mzsros ha estado llena de grandes desafos, no slo por las preguntas trascendentales que como pensador y revo- lucionario se propuso y trabaj por encontrarles respuesta, sino por las vicisitudes, incomprensiones e injusta persecucin a las que se vio some- tido en su propio pas de origen. Pero Mzsros es de aquellos hombres imprescindibles, de los que luchan toda la vida. Su trabajo preado de innumerables enfoques e ideas valiosas, es digno de ser ledo no slo por su contenido, sino tambin por ser la obra abnegada de un genuino luchador por la emancipacin humana. Lo conoc personalmente en el Primer Foro Social Mundial, en Porto Alegre. Aunque me haba relacionado poco con sus escritos, lo conocido despert una profunda admiracin por su trabajo. Cuando me dijeron: ah est, sin pensarlo dos veces me lanc hacia su mesa, presentndome sin prembulos. Estaba sentado tomando un caf con Donatella, su esposa y compaera de vida. Me invit a compartir la mesa y comenzamos a hablar sin parar, de todo; tenamos que saber uno del otro rpidamente. Yo tena su libro Socialismo o Barbarie, publicado en Brasil, y le ped su autorizacin para traducirlo al espaol y publicarlo a travs de Pasado y Presente XXI. Prontamente accedi y al poco tiem- po lo publicamos. Desde entonces entablamos una relacin estrecha de intercambio de reflexiones, emprendiendo pequeas tareas conjuntas y compartiendo sueos. Estos conectaron nuestros pensamientos y, con ellos, las diferentes prcticas y experiencias. Y de entonces hasta ahora. Los anlisis de Mszros referidos al capitalismo actual y los planteamientos acerca de la posibilidad de su superacin positiva, es de- cir, poniendo fin a los mecanismos de produccin y reproduccin de la enajenacin creciente de la humanidad, engarzan (y actualizan) los plan- teamientos y las propuestas de Carlos Marx con la problemtica y las demandas de nuestra poca. Su obra constituye un puente analtico clave para pensar quines, cmo y desde dnde plantearse la transformacin de la sociedad que supere al capitalismo y al capital. En tal sentido, sus re- flexiones y su prctica de vida acerca de las experiencias socialistas este- europeas del socialismo del siglo XX, resultan esclarecedoras para com- prender que pueden ocurrir revoluciones sociales que derroquen a los capitalistas sin que ello signifique poner fin al predominio y la hegemona del capital. Teniendo esto muy presente, Mszros se aplica precisamente a identificar y exponer los elementos centrales que contribuyen a que los procesos de luchas sociales por la superacin del capitalismo sean a la 12. xviiIstvn Mszros vez, procesos de supresin/superacin de la lgica de funcionamiento del capital (del metabolismo y el orden social impuesto por el capital). Se trata, explica reiteradamente el autor, de una superacin radi- cal y no de una sustitucin, de un cambio de lugar (de la produccin a la gerencia, por ejemplo). Para construir una nueva sociedad, socialista, no basta con que los obreros expulsen a los capitalistas y tomen el control de la produccin, no basta con que un grupo de revolucionarios se apodere del aparato estatal y socialice (estatice) la propiedad de los medios de produccin y la produccin misma, no basta con que la burocracia geren- cial y los tecncratas del capitalismo sean reemplazados por cuadros del partido en tal circunstancia devenidos en burcratas revolucionarios. Todo esto puede hacerse, como se hizo y lo demuestra la historia, sin poner fin a las cadenas de sujecin a los dictados del capital y su lgica de funcionamiento. Dar vuelta a la tortilla, es mantenerse dentro de la sartn controlada por el capital, y esto lleva a la distorsin de los objetivos estratgicos, y la derrota ahora lo sabemos resulta inevitable, pese a los grandes ideales que sustenten la epopeya revolucionaria. Por ello, coinci- do profundamente con Mszros cuando seala la imprescindible ligazn que existe entre la necesidad de superar el capitalismo e ir mas all del capital, construir lo nuevo fuera de su dominio, es decir, desde otro lugar, con otras lgicas. Y estas slo pueden ser tales si son pensadas, diseadas y construidas desde abajo por los pueblos. En s mismo, el proceso de transformacin es, a la vez, un proce- so de construccin de nuevas lgicas, articulaciones, institucionalidades, metabolismos sociales, etc. Son nuevas en tanto nuevo ser su predo- mino como estructurantes del (nuevo tipo de orden del) metabolismo social, pero muchas de ellas estn presentes ya entre nosotros como avances, en las comunidades de los excluidos, explotados y empobre- cidos por el capital, profundamente articuladas a los mecanismos de so- brevivencia: redes de economa solidaria, trueque, comedores y huertas comunitarias, trabajo cooperativo comunitario, redes solidarias de con- vivencia, institucionalidad y formas de organizacin y funcionamiento comunitario autnomos de la institucionalidad dominante, como es, por ejemplo, la realidad de los pueblos indgenas en estas tierras. Y todo esto se relaciona tanto con la propuesta la alternativa positiva que seala Mszros, como con los mtodos y medios empea- dos en su construccin concreta, en hacerla socialmente hegemnica. Es decir, tiene que ver con el proyecto, con lo programtico, con la organi- zacin y, por tanto, con lo central determinante de todo proceso social: los actores sociales y polticos (sujetos del cambio), y de conjunto con el poder. La organizacin (instrumento poltico) que el colectivo de ac- 13. MS ALL DEL CAPITALxviii tores se d para llevar a cabo las tareas estratgicas slo puede definirse conjugando en una misma sintona ideolgica/liberadora y de liberacin todos estos elementos. No hay lugar para concebir/realizar tareas que contradigan los resultados; no hay lugar para concebir/emplear medios que contradigan fines; no hay posibilidad de que una vanguardia iluminada pueda reem- plazar al actor colectivo. Poner fin a la locura criminal del capitalismo y construir una nueva civilizacin humana en funcin de la humanidad, es decir, conquistar la liberacin de la humanidad, no es responsabilidad de lites sino de la humanidad toda, ante todo, de los pueblos, protagonistas de los cambios. Se trata de un protagonismo colectivo, que se vive en cada re- vuelta, en cada lucha de calles reivindicativa-poltica. Reclama por tanto, para encauzarse hacia un proceso de transformacin social, cons- truir la convergencia orgnico-poltica de los actores, sus problemticas y propuestas, condensndola en lo que ser en cada realidad, el proyecto poltico superador del capitalismo y del orden social del capital. Es este el factor clave (constitutivoautoconstitutivo) que marca el nacimiento (por maduracin autoconsciente de los protagonistas) del actor colectivo (agente histrico del cambio) vitalmente interesado en ir ms all del capital y con capacidad para ir haciendo realidad su utopa liberadora, cotidianamente, en todos los mbitos de su quehacer. Es este punto neu- rlgico de apuesta a la vida el que hace de este un texto profundamente contemporneo con la revolucin democrtico cultural que llevan ade- lante los pueblos de Bolivia. Esta ha comenzado a desandar los caminos culturales que fueron impuestos, marcados y afianzados por la hegemona de los conquistado- res/colonizadores, predominante hasta ahora en los mbitos del poder sobre la vida humana en Bolivia (como en Latinoamrica). Como es un proceso verdadero es un desandar que emerge de la raz y hacia ella vuel- ve los cambios, es decir, se trata de una superacin radical, desde abajo, de la penetracin/dominacin cultural, econmica, poltica y social de los colonizadores y usufructuarios del capital. No es terico el debate sino prctico. Se trata de un modo de vida que debe ser desplazado por otro; son prcticas y conductas diferentes que deben abrirse paso entre las hasta ahora hegemnicas. Porque para ser superada una dominacin (conducta) cultural tiene que ser desplaza- da/reemplazada por otra distinta, diferente y, en este caso, superadora. Y esto reclama un querer (primer espacio indispensable) y un aprender, un aprender que se funda en la combinacin de la apropiacin de los saberes ancestrales, junto a lo nuevo y diferente que late en las resistencias y luchas 14. xixIstvn Mszros de los pueblos. Es por ello tambin, un estar abiertos a todo aquello que va siendo creado por todos y todas en la misma medida que lo van constru- yendo/aprendiendo, de conjunto, en las prcticas actuales y venideras. Es por ello un aprenderhaciendo, un transformarsetransformando, es decir, parte de la transformacin misma. Es la epopeya de justicia mayor que vibra y se fortalece en cada hombre y mujer que ha gestado y es sostn de la revolucin democrtica cultural que late hoy en Bolivia, y desde Bolivia en los pueblos de Latinoamrica y el mundo. Es el intento ms radical y profundo de ir ms all del capital, comenzando por poner fin al dominio y la exclusin que este impuso a sangre y fuego a los habitantes de estas tierras para llenar las arcas de los poderosos y satisfacer sus enfermizas an- sias de poder y de lujos extravagantes; es por ello, el acto de justicia y tica primero y clave de la revolucin. Si la guerra es la continuacin de la poltica por otros medios, y la poltica es la expresin concentrada de la economa (quien podra dudarlo), queda claro que la guerra es, como ha sido, el brazo armado de la economa (del capital) cuando los capitalistas la necesitan para acre- centar sus arcas. As ha sido en tiempos de la acumulacin originaria del capital y de su primera gran expansin mundial (globalizacin tempra- na), que se aceler y acrecent con la conquista y apropiacin de terri- torios lejanos a Occidente, como ocurri, por ejemplo, con la invasin, matanza, saqueos y ocupacin de las tierras de Amrica, con la piratera, con la apropiacin de los bienes y las riquezas de los pueblos originarios y la masacre de sus poblaciones, con la eliminacin, el sometimiento o el exterminio de sus culturas, modos de vida, lenguas, etctera. As tambin es hoy. Por eso resulta tan peligrosa la crisis mundial del capitalismo, porque proporcionalmente a su debilidad es su capacidad de despliegue de irracionalidad y peligrosidad cual fiera enjaulada y hambrienta, capaz como ya lo ha demostrado una y otra vez de apelar a todo tipo y mag- nitud de guerras para saciar sed de dinero y riquezas. La vida est una vez ms amenazada por el capital y, por ello, lejos de apostar a las guerras totalmente funcionales al capital y al im- perialismo, quienes sostenemos y defendemos la vida debemos apelar a la propia vida, es decir, a los hombres y las mujeres de los pueblos que han demostrado tener las reservas morales suficientes para defender las perspectivas de sobrevivencia humanas. La vida se sostiene y defiende con ms vida. Por eso, la batalla primera con el capital es cultural: se trata de vivir de un modo diferente al del capitalismo, de construir un modo de vida que pueda poner fin a las aberraciones y la multiplicacin de la muerte producidas por el capi- tal. Se trata de un modo de vida que se asiente en la solidaridad en vez 15. MS ALL DEL CAPITALxx del individualismo, en la cooperacin y complementariedad en vez de la competencia y el antagonismo, un modo de vida que abra las puertas a los saberes plurales, a la democracia participativa de la diversidad y no a la tirana suplantadora/manipuladora de las mayoras, al florecimiento de las identidades y culturas de los pueblos, profundamente enraizadas en la promocin y defensa de la vida. Se trata, en definitiva, de crear/construir una nueva civilizacin humana en funcin de la humanidad. Vivir para nosotros/as y no en fun- cin de los requerimientos y designios del capital y su malsana y des- tructiva sed insaciable de ganancias. Esto es: liberarnos de su yugo y poner punto final a la enajenacin que nos hizo y hace vivir nuestra vida como si fuera ajena (del capital), y convertirnos en dueos de nuestros destinos. Esta es la posibilidad/realidad que late hoy en Bolivia en la apues- ta al rescate de la dignidad de los pueblos secularmente mancillados, en la recuperacin de las identidades y en la determinacin de construir/ crear un estado plurinacional e intercultural sobre bases de justicia y equidad para todos y todas, un Estado que ponga fin a la sociedad de supuestos derechos universales aparentemente existentes y vigentes para todos, que tras el velo de lo abstracto oculta una realidad de exclusin, discriminacin, racismo, sometimiento y muerte para los pueblos. Esto es lo que resume y condensa, estimula y proyecta la propuesta y apuesta prcticas de la revolucin democrtica cultural (descolonizadora/libera- dora) que est ocurriendo en Bolivia con la fuerza y energa propias de todo proceso radical autntico de los pueblos. Ms all del capital es una fuente extraordinaria de conceptos y anlisis y puede considerarse una obra resumen del pensamiento de Istvn Mzsros. Para esta edicin tomamos como base el texto en es- paol publicado por la Editorial Vadell, de Caracas, a cuyo director Sr. Manuel Vadell, expresamos tambin nuestro reconocimiento por su so- lidaria colaboracin. De la traduccin de dicha publicacin hemos mo- dificado algunos conceptos (particularmente aquel identificado por el traductor como agencia histrica), con la finalidad de facilitar la com- prensin de las reflexiones centrales del texto. La otra modificacin es de formato, puesto que debido a su extensin hemos decidido de co- mn acuerdo con Istvan Mszros, publicar Ms all del Capital en dos tomos, de los cuales presentamos el primero. En poca de revolucin, cuando el tiempo siempre escasea, la lectura se lleva con uno. No hay dudas de que en Bolivia se viven tiempos pioneros de las revoluciones desde abajo, pertinentes en el siglo XXI. Por ello, la publi- cacin de este libro en tierras bolivianas, en estos tiempos, marcados por 16. xxiIstvn Mszros procesos de resistencia y cambios, creados, sostenidos y protagonizados por los pueblos, es un profundo orgullo y compromiso militante por la vida que comparto con Istvn Mszros, con la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, editora sui generis y promotora de este libro, y con el pueblo todo. Sirva este espacio tambin como recono- cimiento a su apoyo, consecuencia y construccin estratgica, sostenidas en medio de las arduas, tensas e impostergables tareas cotidianas que les exige la apuesta revolucionaria hoy. Isabel Rauber Febrero de 2010 17. NOTA DEL TRADUCTOR Har algo ms de un par de aos, por uno de esos azares de la necesidad cay en manos de lectores venezolanos un texto fundamental en ingls de un filsofo y humanista de gran talla hngaro,de nombre Istvn Mszros (1930). Profesor universitario (Universidad de Sussex, Inglaterra) para el momento de la publicacin de Beyond Capital (1995), Mszros viene de haberse formado en la tradicin humanista y socialista de esa gran- de y trgica figura del pensamiento revolucionario contemporneo que fue Gyrgy Lukcs, con quien trabaj en el Instituto de Esttica de la Universidad de Budapest. Debi abandonar su pas a raz de la invasin militar-policial so- vitica que, en aras de la defensa de un comunismo inexistente, coloc la primera lpida sobre la sepultura de las ideas socialistas que el estalinis- mo haba venido cavando largo tiempo atrs. Tras una pasanta de algu- nos aos en Italia, Mszros pas, con su bagaje de socialista consecuente intacto, a Inglaterra, donde reside desde entonces. En Hungra recibi, en 1951, el premio Attila Jszef ese otro hngaro poeta y humanista del socialismo que es su modelo y en 1970, ya en el extranjero, el Isaac Deutscher Memorial en honor al polaco desfacedor de entuertos estalinistas. Escritor incansable e indoblegable, el listado de sus ensayos y artculos en publicaciones europeas, norte- americanas y brasileas es legin, como numeroso es el de sus libros: Stira y realidad; La revuelta de los intelectuales en Hungra; Attila Jszef y el arte moderno; Marx: la teora de la alienacin; El concepto de la dialctica de Lukcs; La obra de Sartre: la bsqueda de la libertad; Aspectos de HISTORIA Y CONCIENCIA DE CLASE; Filosofa, ideologa y ciencia social; El poder de la ideologa; La necesidad del control social y otros ttulos, principalmente en ingls, pero con frecuentes traducciones, sobre todo al portugus y al italiano. Y ahora su obra de culminacin, Beyond Capital, que es a la vez 18. MS ALL DEL CAPITALxxiv ms all del capital (la institucin) y ms all de El capital (de Marx): una dualidad muy rica en sentidos que no es posible reproducir con igual efectividad una sola frase en espaol. Lo anterior nos pone de vuelta en el inicio: el libro en ingls que nos cay, no tan casualmente, en algunas manos venezolanas. Un libro clave del presente y el futuro de la humanidad, una de esas obras que hay que calificar de fundamentales sin miramientos ni remilgos. Un texto, en fin, que debamos difundir lase traducir para que sea pensado, debatido y sopesado como la propuesta fundamental, valga la repeticin, que es. Hubo, as, un proyecto inicial de traduccin en equipo la Sociedad de los Planificadores Muertos en accin que se fue enrique- ciendo con valiosas contribuciones personales (Jorge Giordani, Duilio Mederos, Tom Curry, entre otros) a los aciertos que se puedan advertir en la versin final. Por diversas circunstancias cuyo recuento no viene al caso, el proyecto termin en tarea con responsable individual, cuyo nom- bre aparece como traductor solitario y nico responsable por las fallas y desmanes de diversa ndole y variado calibre que se presentan en el texto en espaol. Ir ms all del capital/El capital de la mano de Mszros signifi- ca constatar que las dos sentencias con las que el supuesto posmodernis- mo ha pretendido marcar el presente y el futuro de la humanidad estn erradas. Se nos ha dicho que NO HAY NINGUNA ALTERNATIVA para el capital y su capitalismo y que hemos llegado al FIN DE LA HISTORIA. Pero resulta que s existe una alternativa slida y tangible: el socialismo genuino, y su historia est por comenzar. Nos va la vida, nos va el futuro de la humanidad en ello.A la inexorable destructividad del capital, que no puede conducir sino al desastre final, hay que oponerle la constructividad del socialismo. Si bien es cierto que vivimos en un mundo cada vez ms globalizado, no lo es menos que por dentro del globo camina, socavndo- lo, la crisis estructural general del capital. La globalizacin presagia nue- vos antagonismos y la realizacin del estallido potencial. La alternativa, entonces, ha de ser igualmente global. Ir ms all del capital (y El capital) es repensar el legado de Marx y, reconociendo sus grandes vacos y sus varios gazapos, mantenerse dentro del marco de su teora como horizonte general de la actividad para el cambio. Revisar las condiciones histri- cas que en el pasado condujeron a la construccin de un socialismo que no fue, con las dolorosas consecuencias que hoy seguimos padeciendo. Idear una ofensiva socialista definitiva, en sustitucin de la postura defen- siva tan largamente arrastrada. Sealar los puntos paradigmticos de una transicin al socialismo. Disearlo como el mejor de los mundos posibles. Construirlo. De esto trata el libro que traducimos. 19. Estamos viviendo una poca de crisis histrica sin precedentes, que afecta a todas las formas del sistema del capital, no nada ms al capita- lismo. Es fcil comprender, entonces, que lo nico que podra producir una solucin viable a las contradicciones que tenemos que encarar sera una alternativa socialista radical al modo de control metablico social del capital. Una alternativa hegemnica que no se vea atrapada por las restricciones del orden existente al mantenerse en dependencia del ob- jeto de su negacin, como ocurri en el pasado. Aunque debemos estar alertas a los inmensos peligros que aparecen en el horizonte y enfren- tarlos con todos los medios a nuestra disposicin, las negaciones no son suficientes por s solas. Es necesario por igual formular con claridad la alternativa positiva que podra tomar cuerpo en un movimiento socia- lista radicalmente reconstituido. Porque la factibilidad del xito guarda una relacin de dependencia vital con el objetivo elegido de la accin transformadora, si lo definimos como ir positivamente ms all del ca- pital, y no simplemente como el derrocamiento del capitalismo. Por lo menos, de las dolorosas lecciones del derrumbe del llamado socialismo realmente existente nos debera quedar bien claro esto: fue prisionero, a travs de su historia, de determinaciones negativas. 1. La constitucin,urgentemente necesitada,de la alternativa radical al modo de reproduccin metablica social del capital no puede tener lugar sin una revaloracin crtica del pasado. Es necesario examinar el fracaso de la izquierda histrica en el cumplimiento de las expectaciones que Marx for- mulara de manera optimista cuando postul, all, por 1847, la asociacin sindical y el consiguiente desarrollo poltico de la clase obrera en cercano INTRODUCCIN A LA EDICIN LATINOAMERICANA: LOS RETOS HISTRICOS QUE ENCARA EL MOVIMIENTO SOCIALISTA 20. MS ALL DEL CAPITALxxvi paralelo con el desarrollo industrial de los varios pases capitalistas. Como l lo plante: el grado de desarrollo a que ha llegado la asociacin en cualquier pas marca claramente el rango que ste ocupa en la jerarqua del mercado mundial. Inglaterra, cuya industria ha alcanzado el grado ms alto de desarrollo, tiene las asociaciones de mayor tamao y mejor organi- zadas. En Inglaterra no se han quedado en las asociaciones parciales continuaron simultneamente con las luchas polticas de los obreros, que ahora constituyen un gran partido poltico, bajo el nombre de chartistas.1 Y Marx esperaba que el proceso continuase de manera que La clase obrera sustituir, en el curso de su desarrollo, la antigua sociedad civil por una sociedad que excluir las clases y su antagonismo, y ya no existir poder poltico propiamente dicho, puesto que l es precisamente la expresin oficial del antagonismo en la sociedad civil.2 Sin embargo, en el desarrollo histrico de la clase trabajadora, la parcialidad y la sectorialidad no estuvieron confinadas a las asociaciones parciales y los varios sindicatos que surgieron de ellas. Inevitablemente, al comienzo la parcialidad afect a cada aspecto del movimiento socialis- ta, incluida su dimensin poltica. Tan es as, de hecho, que siglo y medio ms tarde todava representa un inmenso problema que habr que resol- ver alguna vez en un futuro ojala no muy lejano. El movimiento laboral no poda evitar ser sectorial y parcial en sus inicios. No se trataba simplemente de una cuestin de adoptar sub- jetivamente la estrategia equivocada, como se pretende a menudo, sino de un asunto de determinaciones objetivas. Porque la pluralidad de los capitales ni poda ni puede ser superada dentro del marco del orden me- tablico social del capital, a pesar de la avasallante tendencia a la concen- tracin y centralizacin monoplica as como al desarrollo transnacio- nal, pero precisamente en su carcter transnacional (y no genuinamente multinacional) parcial por necesidad del capital globalizador. Al mismo tiempo, la pluralidad del trabajo tampoco puede ser suprimida sobre la base de la reproduccin metablica social del capital, independiente- mente del esfuerzo que se ponga en convertir al trabajo de antagonista estructuralmente inconciliable del capital en su sirviente uniformemente sumiso; intentos que van desde la propaganda mistificadora y absurda del capitalismo del pueblo con carcter de accionista a la omniabar- cante extraccin poltica directa de plustrabajo ejercida por las personi- ficaciones poscapitalistas del capital que trataron de legitimarse a travs de su espuria pretensin de constituir la encarnacin de los verdaderos intereses de la clase trabajadora. 1 Marx, The Poverty of Philosophy, en Marx y Engels, Collected Works, vol. 6, p.210. 2 Ibid., p. 212. 21. xxviiIstvn Mszros El carcter sectorial y parcial del movimiento laboral estaba combinado con su articulacin defensiva. El sindicalismo primitivo del que ms tarde emergieron los partidos polticos representaba la cen- tralizacin de la sectorialidad de tendencia autoritaria, y con ello el transferimiento del poder de tomar decisiones de las asociaciones lo- cales a los centros sindicales, y subsecuentemente a los partidos polticos. As que el movimiento sindical primitivo en su conjunto ya era inevita- blemente sectorial y defensivo. Ciertamente, debido a la lgica interna del desarrollo de ese movimiento, la centralizacin de la sectorialidad trajo consigo el afianzamiento de la defensividad, si tomamos en cuen- ta los espordicos ataques con los que las asociaciones locales podan infligirles heridas graves a las fuerzas del capital antagnicas locales. (Los ludistas, sus parientes lejanos, trataron de hacer lo mismo en una forma destructiva, y por consiguiente bien pronto nada viable, ms generali- zada). El afianzamiento de la defensividad represent as un paradjico avance histrico. Porque mediante sus sindicatos primitivos el trabajo se convirti tambin en el interlocutor del capital, sin dejar de constituir objetivamente su antagonista estructural. A partir de esta nueva posi- cin de defensividad generalizada del trabajo se podan derivar ciertas ventajas, bajo condiciones favorables, para algunos sectores del tra- bajo. Ello era posible en la medida en que los constituyentes del capital correspondientes pudiesen acceder, en una escala nacional en sintona con la dinmica de la potencial expansin y acumulacin del capital a las demandas que les haca el movimiento laboral articulado defensiva- mente. Un movimiento que operaba dentro de las premisas estructurales del sistema del capital, como un interlocutor legalmente constituido y reglamentado por el estado. El desarrollo del Estado Benefactor cons- tituy la manifestacin culminante de esa lgica, viable en un nmero muy limitado de pases. Resultaba limitado tanto en lo tocante a las con- diciones favorables de la expansin del capital libre de problemas en los pases implicados, como la precondicin de la aparicin del Estado Benefactor, como en relacin con su escala temporal, que se ve marcada al final por la presin de la derecha radical para una liquidacin total del Estado Benefactor durante las ltimas tres dcadas, como resultado de la crisis estructural del sistema del capital en su conjunto. Con la constitucin de los partidos polticos del trabajo bajo la forma de la separacin del brazo industrial del trabajo (los sindicatos) de su brazo poltico (los partidos socialdemcratas y vanguardistas) se afianz an ms la defensividad del movimiento. Porque ambos tipos de partidos se apropiaron del derecho exclusivo a cualquier toma de deci- sin general, lo cual ya se presagiaba en la sectorialidad centralizada de los 22. MS ALL DEL CAPITALxxviii movimientos sindicales mismos. Esa defensividad se vio ms empeorada an gracias al modo de operacin adoptado por los partidos polticos, que obtenan ciertos xitos a costa de desencarrilar y desviar al movimiento socialista de sus objetivos originales. Porque en el marco parlamentario capitalista, a cambio de la aceptacin por parte del capital de la legiti- midad de los partidos polticos del trabajo, se volvi prcticamente ilegal emplear el brazo industrial para propsitos polticos. Eso representa- ba una condicin gravemente constreidora que los partidos del trabajo aceptaron, condenando as al inmenso potencial combativo del trabajo, con raigambre material y en potencia tambin muy efectivo polticamen- te, a la impotencia total. Actuar de tal modo resultaba algo sumamente problemtico ya que el capital, gracias a su supremaca estructuralmente asegurada, segua siendo la fuerza extraparlamentaria por excelencia que poda dominar el parlamento a su placer desde afuera. Ni tampoco era posible considerar que la situacin fuese en algo mejor para el trabajo en las sociedades poscapitalistas. Porque Stalin degrad a los sindicatos a la situacin de constituir lo que l llamaba las correas de transmisin de la propaganda oficial, eximiendo simultneamente a la forma poltica pos- capitalista de toma de decisiones autoritarias de cualquier posibilidad de control por parte de la base de la clase trabajadora. Comprensiblemente, entonces, en vista de nuestra infeliz experiencia histrica con ambos tipos principales de partidos polticos, no puede haber esperanza alguna de una rearticulacin radical del movimiento socialista si no se da una combina- cin total del brazo industrial del trabajo con su brazo poltico: confirindoles el poder de toma de decisiones significativas a los sindicatos (animndolos as a ser directamente polticos), por una parte, y haciendo que los partidos polticos mismos sean desafiantemente activos en los con- flictos industriales como los intransigentes antagonistas del capital, asu- miendo la responsabilidad por su lucha dentro y fuera del parlamento. A travs de su larga historia el movimiento laboral continu sien- do sectorial y defensivo. En verdad, estas dos caractersticas definitorias constituyeron un autntico crculo vicioso. El trabajo, en su pluralidad dividida y a menudo hecha pedazos internamente, no poda salir de sus paralizantes constricciones sectoriales, en dependencia de la pluralidad de capitales, porque como movimiento general estaba articulado defen- sivamente. Y viceversa, no poda vencer las graves limitaciones de su ne- cesaria defensividad de cara al capital, porque hasta el presente ha conti- nuado siendo sectorial en su articulacin industrial y poltica organizada. Al mismo tiempo, para hacer ms cerrado an el crculo vicioso, el papel defensivo asumido por el trabajo le confiri una extraa forma de legi- timidad al modo de control metablico social del capital. Porque, por 23. xxixIstvn Mszros omisin, la postura defensiva del trabajo permiti explcita o tcitamente que el orden socioeconmico y poltico establecido fuese tratado como el marco necesario de, y el continuo prerrequisito para, lo que se pudiese considerar como realistamente factible en cuanto a las demandas que se hiciesen, demarcando al mismo tiempo la nica va legtima de resolver los conflictos que hayan de surgir de las pretensiones encontradas de los interlocutores. Eso equivala a un tipo de autocensura, para beneplcito de las vidas personificaciones del capital. Represent una autocensura entumecedora, que result en una inactividad estratgica que contina paralizando hoy da incluso a los remanentes ms radicales de la izquierda histrica organizada, por no mencionar a sus constituyentes alguna vez genuinamente reformistas pero ahora totalmente domados e integrados. En la medida en que la postura defensiva del interlocutor racio- nal del capital cuya racionalidad quedaba definida a priori como aque- llo que pudiese encajar dentro de las premisas y restricciones prcticas del orden dominante pudiese producirle ganancias relativas al traba- jo, la autoproclamada legitimidad del marco regulador poltico gene- ral permaneca fundamentalmente incuestionada. Sin embargo, una vez que, bajo la presin de su crisis estructural, el capital ya no pudo con- cederle nada significativo a su interlocutor racional sino, por el con- trario, tuvo que retirarle tambin sus concesiones del pasado, y atacar de manera implacable las bases mismas del Estado Benefactor as como las salvaguardas legales protectoras/defensoras del trabajo a travs de un conjunto de leyes antisindicales autoritarias promulgadas democrtica- mente, el orden poltico establecido hubo de perder su legitimidad y al mismo tiempo tambin puso al descubierto la total insostenibilidad de la postura defensiva del trabajo. La crisis de la poltica, que no puede ser negada hoy da ni siquiera por los peores apologistas del sistema aunque, por supuesto, ellos tratan de confinarla a la esfera de la manipulacin poltica y su con- senso aberrante, en el espritu de la tercera va del Nuevo Laborismo representa una profunda crisis de legitimidad del modo de reproduc- cin metablica social establecido y su marco general de control poltico. Es esto lo que ha trado consigo la actualidad histrica de la ofensiva socialista,3 aunque la procura de su propia lnea de menor resistencia por parte del trabajo contina favoreciendo por los momentos al man- tenimiento del orden existente, a pesar de la incapacidad cada vez ms 3 Ver el Captulo 18, pp. 528 ms adelante. El estudio titulado: Il rinnovamento del marxismoe lattualit storica della offensiva socialista, publicada en Problemi del socialismo (una pu- blicacin fundada por Lelio Basso), Anno XXIII, enero-abril de 1982, pp.5-141, contiene una versin anterior de este artculo. 24. MS ALL DEL CAPITALxxx obvia de ese orden para distribuir los bienes incluso en los pases ca- pitalistamente ms avanzados como la fundamentacin de su legitimi- dad una vez abrumadoramente aceptada. Hoy el Nuevo Laborismo, en todas sus variantes europeas, es el facilitador de la distribucin de los bienes tan slo para los afianzados intereses del capital, trtese del campo del capital financiero defendido cnicamente por el gobierno de Blair en conflicto incluso con algunos de sus colegas europeos o de algunos de sus sectores industriales y comerciales cuasimonoplicos. Al mismo tiempo, a fin de defender el sistema bajo las condiciones de los mrgenes cada vez ms estrechos de viabilidad reproductiva del capi- tal, los intereses de la clase trabajadora resultan totalmente ignorados, facilitando tambin en este respecto los intereses vitales del capital al retener toda la legislacin antilaboral autoritaria del pasado reciente,4 y apoyar con todo el poder del estado la embestida del capital hacia la ca- sualizacin masiva de la mano de obra, como una solucin cnicamente engaosa al problema del desempleo. Por eso no se puede eliminar de la agenda histrica la necesidad de una ofensiva socialista mediante ningu- na variante dada o concebible de amoldamiento defensivo del trabajo. No debera resultar ninguna sorpresa que bajo las presentes con- diciones de crisis se vuelva a escuchar el canto de sirena del keynesia- nismo como un remedio lleno de buenos deseos, que apela al espritu del antiguo consenso expansionista al servicio del desarrollo. Sin embargo, hoy ese canto slo puede sonar como algo muy apagado, que emerge por un largo canuto desde el fondo de una tumba keyneisana muy honda. Porque el tipo de consenso cultivado por las variedades exis- tentes del trabajo acomodaticio en realidad tiene que hacer digerible el fracaso estructural de la expansin y acumulacin del capital, en ntido contraste con las condiciones que una vez les permitieron a las polticas keyneisanas prevalecer durante un perodo histrico muy limitado. Luigi Vinci, un prominente terico del movimiento italiano Rifondazione, destacaba acertadamente que hoy da la autodefinicin apropiada y la viabilidad organizacional autnoma de las fuerzas socialistas radicales se ve a menudo fuertemente obstaculizada por un vago y optimista ke- ynesianismo de izquierda en el que la posicin central la ocupa la pala- bra mgica desarrollo.5 Una nocin de desarrollo que incluso en el 4 En todo caso, no deberamos olvidar que la legislacin antilaboral en Inglaterra arranc bajo el gobierno laborista de Harold Wilson con el exabrupto legislativo llamado xxix En vez del conflicto, en la fase inicial de la crisis estructural del capital. Continu bajo el gobierno de corta vida de Edward Heath, y de nuevo bajo los gobiernos laboristas de Wilson y Callaghan, diez aos antes de recibir el visto bueno abiertamente neoliberal bajo Margaret Thatcher. 5 Luigi Vinci, La socialdemocrazia e la sinistra antagonista in Europa, Edizioni Punto Rosso, Milan 1999, p 69. 25. xxxiIstvn Mszros punto culminante de la expansin kenesiana no pudo poner ni siquiera un centmetro ms cerca la alternativa socialista, porque siempre dio por descontadas las premisas prcticas necesarias del capital como el mar- co orientador de su propia estrategia, firmemente bajo las restricciones conscientes de la lnea de menor resistencia. Cabe destacar tambin que el keynesianismo es por naturaleza pro- pia coyuntural. Como opera dentro de los parmetros estructurales del capital, no puede evitar ser coyuntural, sin importar si las circunstancias prevalecientes favorecen o no una coyuntura de mucha o poca extensin.El keynesianismo, incluso en su variedad keynesiana de izquierda, est situa- do necesariamente dentro de, y constreido por, la lgica de pare-siga del capital. Hasta en el mejor de los casos el keynesianismo no puede repre- sentar ms que la fase de siga de un ciclo expansionista, a la que tarde o temprano le dar el alto la fase de pare. En sus orgenes el keynesianismo trat de ofrecer una alternativa a la lgica de pare-siga manejando ambas fases de manera balanceada. Sin embargo no lo logr, y en cambio se qued atado a la fase siga unilateral, debido a la naturaleza misma de su marco regulador de orientacin estatal capitalista. La longitud por dems inusual de la expansin keynesiana de la posguerra pero incluso sta con- finada, significativamente, a un puado de pases capitalistamente avanza- dos se debi en gran medida a las condiciones favorables de la reconstruc- cin posblica y a la posicin dominante que asumi en ella el complejo militar/industrial abrumadoramente financiado por el estado. Por otra par- te, el hecho de que la fase de pare correctiva/contrarrestante hubo de ad- quirir la forma excepcionalmente severa e insensible del neoliberalismo (y el monetarismo como su racionalizacin ideolgica seudo-objetiva) ya bajo el gobierno laborista de Harold Wilson, al que financieramente/ monetariamente lo presida Denis Healy, como Ministro de Hacienda se debi la puesta en marcha de la crisis estructural del capital, que abarc una poca histrica completa. Es eso lo que explica la duracin excepcional de la fase de pare neoliberal, hasta el momento mucho ms prolongada que la fase de siga keynesiana posblica, sin que todava se vislumbre su final, perpetuada bajo la mirada vigilante de los gobiernos conservadores y laboristas por igual. En otras palabras, tanto la severidad antilaboral como la atemorizante duracin de la fase de pare neoliberal, junto con el hecho de que el neoliberalismo sea practicado por gobiernos que se supona esta- ban situados en bandos opuestos de la divisoria poltica parlamentaria slo son entendibles en realidad como las manifestaciones de la crisis estructural del capital.La circunstancia de que la brutal longevidad de la fase neoliberal sea racionalizada ideolgicamente por algunos tericos laboristas como el largo ciclo descendente del desarrollo capitalista normal, que ser segui- 26. MS ALL DEL CAPITALxxxii do con toda certeza por otro largo ciclo expansionista, tan slo subraya la total incapacidad del pensamiento estratgico reformista de captar la naturaleza de las tendencias del desarrollo en marcha. Ms an porque el salvajismo del neoliberalismo contina su camino, sin que la fuerza laboral acomodaticia lo desafe, y ya estn transcurriendo incluso los aos para los que se predijo el advenimiento de la fantasiosa nocin del largo ciclo posi- tivo, como lo teorizaron los apologistas laboristas del capital. As, dada la crisis estructural del sistema del capital, incluso si un viraje coyuntural pudiese traer de regreso por un momento un intento de instituir alguna forma de manejo financiero estatal keynesiano, ello podra darse slo por una duracin extremadamente limitada, debido a la ausencia de las condiciones materiales que favoreciesen su extensin por un tiempo ms prolongado aun en los pases capitalistas dominan- tes. Ms importantemente todava, ese limitado renacimiento coyuntural nada podra ofrecerle a la realizacin de una alternativa socialista radical. Porque resultara absolutamente imposible construir una alternativa es- tratgica viable al modo de control metablico social capitalista en una forma coyuntural interna de manejar el sistema; una forma que necesita de la expansin y acumulacin saludable del capital como la precondi- cin necesaria de su propio modo de operacin. 2. Como sabemos, las limitaciones sectoriales y la defensividad del trabajo no pudieron ser superadas mediante la centralizacin sindical y poltica de movimiento. Este fracaso histrico se ve fuertemente subrayado hoy por la globalizacin transnacional del capital para la cual el trabajo no parece tener respuesta alguna. Hay que recordar aqu que en el transcurso del ltimo siglo y me- dio han sido fundadas nada menos que cuatro Internacionales en un in- tento de crear la requerida unidad internacional del trabajo. Sin embargo ninguna de las cuatro logr aproximarse siquiera a sus objetivos fijados, y mucho menos a su cumplimiento. No es posible hacer comprensible esto en trminos simplemente de traiciones personales que, si bien correctos en trminos personales, continan soslayando el asunto, y pasan por alto las determinaciones objetivas de peso que debemos tener en mente si que- remos remediar la situacin en el futuro. Porque sigue sin ser explicado por qu las circunstancias favorecieron realmente esos desencarrilamien- tos y traiciones a lo largo de un prolongado perodo histrico. El problema fundamental es que la pluralidad sectorial del tra- bajo est estrechamente vinculada con la conflictiva pluralidad de capi- 27. xxxiiiIstvn Mszros tales estructurada jerrquicamente, tanto dentro de cada pas en parti- cular como en una escala global. Si no fuese por esto, resultara mucho ms fcil concebir la exitosa constitucin de la unidad internacional del trabajo en contra del capital unificado o unificable. Sin embargo, dada la articulacin necesariamente jerrquica/conflictiva del sistema del ca- pital, con su ordenamiento interno e internacional incorregiblemente inicuo, la unidad global del capital a la cual en principio podra con- traponrsele sin problemas la correspondiente unidad internacional del trabajo no es factible. El tan deplorado hecho histrico de que en los grandes conflictos internacionales las clases trabajadoras de los varios pases se alinearan con los explotadores del mundo, en lugar de volver sus armas en contra de sus propias clases dominantes, como invitaban a hacerlo los socialistas, halla el fundamento material de su explicacin en la relacin de poder contradictoria a la que hacemos referencia aqu, y no se puede reducir a la cuestin de la claridad ideolgica. Por la misma razn, quienes esperan un cambio radical a este respecto sobre la base de la unificacin del capital globalizador y su gobierno glo- bal que sera enfrentado combativamente por el trabajo unido en el plano internacional y con plena conciencia de clase estn condenados a sufrir una decepcin. El capital no va a condescender y hacerle ese favor al trabajo, por la sencilla razn de que no puede hacerlo. La articulacin jerrquica/conflictiva del capital contina siendo el principio estructurador general del sistema, sin importar lo grandes, en verdad lo gigantescas, que puedan ser sus unidades cons- titutivas. Esto se debe a la naturaleza intrnseca de los procesos de toma de decisiones del sistema. Dado el antagonismo estructural in- conciliable entre el capital y el trabajo, ste ltimo puede ser excluido categricamente de toda toma de decisiones significativa. Tal puede ser el caso no slo en el nivel ms englobador, sino hasta en los mi- crocosmos constitutivos, en las unidades productivas particulares. Porque no es posible que el capital, como el poder de toma de decisio- nes alienado, funcione sin hacer que sus decisiones sean absolutamen- te incuestionables (por la fuerza laboral en los talleres particulares, o por los complejos de produccin rivales en el nivel intermedio, en un pas dado, o incluso en la escala ms englobadora, por el personal de mando a cargo de las otras unidades en competencia internacio- nal). Por eso el modo de toma de decisiones del capital en todas las variedades conocidas y factibles del sistema del capital debe ser una forma autoritaria de pies a cabeza de manejar las varias empresas. Comprensiblemente, entonces, todo cuanto se diga acerca del trabajo compartiendo el poder o participando en los procesos de toma de 28. MS ALL DEL CAPITALxxxiv decisiones del capital pertenece al campo de la ficcin pura, si no al deliberado camuflaje cnico del estado de cosas real. Esa incapacidad estructuralmente determinada de compartir el poder explica por qu los desarrollos monoplicos de gran cobertura en el siglo veinte tuvieron que asumir la forma de take-overs hostiles o no hostiles (hoy omnipresentes en una escala pavorosa), pero invaria- blemente take-overs, en los que uno de los participantes involucrados termina victorioso, aunque la racionalizacin ideolgica del proceso que- de disfrazada como feliz matrimonio de iguales. La misma incapacidad explica, ms significativamente an para nuestro tiempo, el importante hecho de que la globalizacin del capital en marcha produjo y sigue pro- duciendo corporaciones transnacionales gigantes, pero no genuinas mul- tinacionales, a pesar de la conveniencia muy necesitada ideolgicamente de estas ltimas. Sin duda en el futuro habr muchos intentos de rectificar esta situacin mediante la creacin y operacin de compaas multina- cionales apropiadas. Sin embargo, el problema subyacente est conde- nado a permanecer entre nosotros incluso en esa circunstancia. Porque las futuras directrices compartidas de las multinacionales genuinas slo pueden funcionar en ausencia de conflictos de intereses significativos entre los constituyentes nacionales particulares de las multinacionales en cuestin. Una vez que surjan esos conflictos, las anteriores directrices armoniosamente en colaboracin se vuelven insostenibles, y el proceso de toma decisiones general tiene que ser revertido a la acostumbrada va- riante autoritaria de pies a cabeza, bajo el peso abrumador del miembro de mayor fuerza. Porque este problema es inseparable de la relacin de los capitales nacionales particulares con su propia fuerza laboral, que sigue siendo siempre estructuralmente antagnica/conflictiva. En con- formidad, en una situacin de conflicto de envergadura ningn capital nacional particular puede permitirse ni permitir quedar en desventaja por decisiones que favoreceran a una fuerza laboral rival, y por impli- cacin a su propio antagonista del capital nacional rival. El ilusamente proyectado gobierno mundial bajo el dominio del capital se tornara factible slo si se le pudiese hallar una solucin viable a ese problema. Pero ningn gobierno, y menos an un gobierno mundial es factible sin una base material bien establecida y en funcionamiento eficiente. La idea de un gobierno mundial viable implicara como su obligada base material la eliminacin de todos los antagonismos materiales de la constitucin global del sistema significativos, y por consiguiente el manejo armonioso de la reproduccin metablica social por un monopolio global indesafia- do, que abarque todas las facetas de la reproduccin societal con la feliz colaboracin de la fuerza laboral global una verdadera incongruencia o 29. xxxvIstvn Mszros el dominio totalmente autoritario y, cada vez que resulte necesario, vio- lento al extremo, del mundo en su totalidad por parte de un pas impe- rialista hegemnico sobre una base permanente: una manera de dirigir el orden mundial igualmente absurda e insostenible. Tan slo un modo de reproduccin metablica social socialista genuino puede ofrecer una alternativa genuina a esas soluciones de pesadilla. Otra determinacin vital que tenemos que afrontar, por inquie- tante que pueda resultar, concierne a la naturaleza de la esfera poltica y los partidos en su interior. Porque la centralizacin de la sectorialidad del trabajo una sectorialidad que se esperaba fuese remediada por sus parti- dos polticos era debida en gran medida al obligado modo de operacin de los partidos polticos mismos, en su inevitable oposicin a su adversa- rio poltico dentro del estado capitalista, representante de la estructura general de mando poltico del capital.As, todos los partidos polticos del trabajo, incluido el leninista, tuvieron que hacer suya la dimensin polti- ca englobadora, a fin de poder reflejar en su propio modo de articulacin la estructura poltica subyacente (el estado capitalista burocratizado) al que estaban sometidos. Lo que resultaba problemtico en todo esto era que el reflejo exitoso y polticamente obligado del principio estructura- dor poltico del adversario no poda traer consigo la visin practicable de una manera alternativa de controlar el sistema. Los partidos polticos del trabajo no pudieron elaborar una alternativa viable porque en su fun- cin negadora se centraban exclusivamente en la dimensin poltica del adversario, y con ello continuaban siendo totalmente dependientes del objeto de su negacin. La dimensin vital faltante, que los partidos polticos como tales no pueden aportar, era el capital no como el mando poltico (ese aspec- to indudablemente fue abordado) sino como el regulador metablico social del proceso de reproduccin material, que en definitiva deter- mina tambin la dimensin poltica, pero muchas otras cosas adems de eso. Esta correlacin nica en el sistema del capital entre la dimensin poltica y la reproductiva material es lo que explica por qu asistimos a cambios peridicos, en pocas de grandes crisis socioeconmicas y po- lticas, de la articulacin democrtica parlamentaria de la poltica a sus variantes de autoritarismo extremo, cuando los procesos metablico so- ciales en turbulencia requieren y permiten tales virajes, y, en su debida oportunidad, de vuelta al marco poltico normado por las reglas demo- crticas formales de la adversariedad, sobre el basamento metablico social del capital recin reconstituido y consolidado. Como el capital est realmente en control de todos los aspectos vitales del metabolismo social, puede permitirse definir la esfera de la le- 30. MS ALL DEL CAPITALxxxvi gitimacin poltica constituida por separado como una materia estricta- mente formal, y con ello excluir a priori la posibilidad de verse desafiado legtimamente en su esfera sustantiva de funcionamiento reproductivo socioeconmico. Al amoldarse a esas determinaciones, el trabajo como antagonista del capital realmente existente no puede sino condenarse a la impotencia permanente. La experiencia histrica poscapitalista nos cuenta un cuento de advertencia al respecto muy triste, que tiene que ver con su errada manera de diagnosticar y abordar los problemas fun- damentales del orden social negado. El sistema del capital est construido con constituyentes incorre- giblemente centrfugos, complementados como su dimensin cohesiva bajo el capitalismo no slo por el poder subyugador sin contemplaciones de la mano invisible, sino adems por las funciones legales y polticas del estado moderno. El fracaso de las sociedades poscapitalistas estuvo en que trataron de abordar el problema de cmo remediar mediante la reestruc- turacin interna y la institucin del control democrtico sustantivo el carcter adversarial y el concomitante modo centrfugo de funcionamiento de las unidades reproductivas y distributivas particulares. La eliminacin de las personificaciones capitalistas privadas del capital no poda por con- siguiente cumplir su papel, ni siquiera como el primer paso en el camino de la transformacin socialista prometida. Porque la naturaleza adversarial y centrfuga del sistema negado quedaba preservada de hecho mediante la imposicin de un control poltico centralizado a expensas del traba- jo. Ciertamente, el sistema metablico social se torn ms incontrolable que nunca como resultado del fracaso en reemplazar productivamente la mano invisible del viejo orden reproductivo con el autoritarismo volun- tarista de las nuevas personificaciones visibles del capital poscapitalista. En contraste con el desarrollo del socialismo realmente existen- te, lo que se requiere como condicin vital del xito es la readquisicin progresiva de los alienados poderes polticos y no slo polticos para la toma de decisiones por parte de los individuos en su transicin hacia una sociedad socialista genuina. Sin la readquisicin de esos poderes no se puede concebir ni el nuevo modo de control poltico de la sociedad en su totalidad por parte de los individuos, ni ciertamente tampoco la operacin cotidiana no adversarial y por lo tanto cohesiva/planificable de las unidades productivas y distributivas particulares por parte de sus productores asociados autnomos. La reconstitucin de la unidad de la esfera material repro- ductiva y poltica es la caracterstica definitoria esencial del modo de control metablico social socialista. Crear las mediaciones necesarias que conduzcan en esa direccin es algo que no se puede dejar para algn 31. xxxviiIstvn Mszros remoto futuro. Es aqu donde la articulacin defensiva y la centraliza- cin sectorial del movimiento socialista en el siglo veinte demuestran su autntico anacronismo e insostenibilidad histrica. Limitar la dimensin englobadora de la alternativa hegemnica radical al modo de control me- tablico social del capital a la esfera poltica jams podr producir un resultado exitoso. Sin embargo, tal y como estn las cosas hoy da, la inca- pacidad de abordar la vital dimensin metablica social contina siendo caracterstica de las representaciones polticas organizadas del trabajo. Es esto lo que representa el mayor desafo histrico para el futuro. 3. La capacidad de darle respuesta a este desafo mediante un movimiento socialista rearticulado radicalmente est indicada por cuatro considera- ciones de importancia. La primera es negativa. Surge de las contradic- ciones constantemente agravadas del orden existente que subrayan la vacuidad de las proyecciones apologticas de su permanencia absoluta. Porque la destructividad puede ser llevada hasta muy lejos, como lo sa- bemos perfectamente por nuestras condiciones de existencia cada vez peores, pero no para siempre. Los defensores del sistema aclaman la glo- balizacin en marcha como la solucin de sus problemas. En realidad, sin embargo, ella moviliza fuerzas que ponen en relieve no slo la incontro- labilidad del sistema mediante designio racional sino tambin su propia incapacidad de desempear sus funciones de control como la condicin de su existencia y su legitimidad. La segunda consideracin indica la posibilidad pero solamente la posibilidad de un cambio de la situacin positivo. Con todo, esa po- sibilidad es bien real porque la relacin capital/trabajo no es simtrica. Eso significa en el aspecto ms importante que mientras la dependencia del trabajo por parte del capital es absoluta puesto que el capital no es absolutamente nada sin el trabajo al que explota de modo permanen- te la dependencia del capital por parte del trabajo es relativa, creada histricamente e histricamente superable. En otras palabras: el tra- bajo no est condenado a permanecer permanentemente encerrado en el crculo vicioso del capital. La tercera consideracin es igualmente importante. Concierne a un cambio histrico importante en la confrontacin entre el capital y el trabajo, que trae consigo la necesidad de buscar una manera muy dife- rente de hacer valer los intereses vitales de los productores asociados. Esto est en contraste total con el pasado reformista que ha conducido al movimiento hasta una calle ciega, liquidando al mismo tiempo hasta 32. MS ALL DEL CAPITALxxxviii las concesiones ms limitadas que se le extrajeron al capital en el pasado. As, por primera vez en la historia, se ha vuelto prcticamente insostenible mantener la brecha mistificadora entre las metas inmediatas y los obje- tivos estratgicos generales, que volvi tan dominante en el movimiento laboral la prosecucin del callejn sin salida reformista. Como resultado, la cuestin del control real de un orden metablico social alternativo ha aparecido en la agenda histrica, independientemente de lo desfavora- bles que puedan ser las condiciones de su realizacin por los momentos. Y finalmente, como corolario obligado del ltimo punto, la cues- tin de la igualdad sustantiva ha aflorado tambin a la superficie, en contraste con la igualdad formal y la tan pronunciada desigualdad je- rrquica sustantiva de los procesos de toma de decisiones del capital as como la manera en que se vieron reflejadas y reproducidas en la fallida experiencia histrica poscapitalista. Porque el modo alternativo socialista de controlar un orden metablico social no adversarial y genuinamente planificable algo absolutamente esencial para el futuro resulta por dems inconcebible sin la igualdad sustantiva como su principio estruc- turador y regulador. 4. En una entrevista concedida a Radical Philosophy en abril de 1992, ex- presaba mi conviccin de que: El futuro del socialismo se decidir en los Estados Unidos, por pesimista que esto pueda sonar. Trato de insinuarlo en la ltima seccin de El poder de la ideologa, donde analizo la cuestin de la universalidad.6 O el socialismo pue- de hacerse valer universalmente y de manera tal que englobe todas las reas, incluidas las reas capitalistas ms desarrolladas del mundo, o fracasar.7 En la misma entrevista destacaba tambin que el fermento social e intelectual en Latinoamrica promete para el futuro ms de lo que por los momentos podemos hallar en los pases capitalistamente avanzados. Ello resulta comprensiblemente as, porque la necesidad de un cambio radical est ejerciendo mucha mayor presin en Latinoamrica que en Europa y los Estados Unidos, y las soluciones de modernizacin y de- sarrollo una vez prometidas demostraron ser nada ms una luz siempre en retroceso en un tnel que se hace cada vez ms largo. As, si bien sigue siendo verdad que el socialismo debe calificar como un enfoque 6 The Power of Ideology, Harvester Wheatsheaf, Londres y New York University Press, 1989, pp. 462-470. Edicin brasilea: O poder da ideologia, Editora Ensaio, Sao Paulo, 1996, pp. 606-616. 7 Marxism Today, publicado en Radical Philosophy, N 62, Otoo 1992, reimpreso en la Parte IV de Ms all del capital, ver pp. 1132 de la presente edicin. 33. xxxixIstvn Mszros universalmente viable, abarcando tambin las reas capitalistas ms desa- rrolladas del mundo, no podemos considerar este problema en trminos de una secuencia temporal en la cual una futura revolucin social en los Estados Unidos debe tener precedencia por sobre todo lo dems. Nada de eso. Porque dada la inercia masiva generada por los intereses creados del capital en los pases capitalistamente avanzados, junto con la complicidad consensual del laborismo reformista en ellos, resulta mucho ms probable que se d una revuelta social que encienda la mecha en Latinoamrica que en los Estados Unidos, con implicaciones de largo alcance para el resto del mundo. La tragedia de Cuba un pas que inici una transformacin po- tencialmente de suma importancia en el continente fue que su revo- lucin permaneci aislada. Esto se debi en gran medida a la interven- cin masiva de los Estados Unidos a lo largo de Latinoamrica, desde Centroamrica y Bolivia hasta Per y Argentina, elaborando tambin el derrocamiento del gobierno electo del Brasil por una dictadura militar e instalando un dictador genocida en la persona de Augusto Pinochet en el Chile de Allende. Naturalmente, esto no pudo resolver ninguno de los graves problemas subyacentes sino tan slo posponer el momento en que se har inevitable darles cara. Hoy son visibles presiones potencial- mente explosivas en toda Latinoamrica, desde Mxico hasta Argentina y desde Brasil hasta Venezuela. Brasil, como el pas con mayor peso poltico y econmico, ocupa un lugar prominente en este respecto. Pudimos ser testigos del impacto de la crisis econmica brasilea de 1998-1999 en los Estados Unidos y Europa, acompaada de titulares aterradores en importantes peridicos capitalistas. Titulares que iban desde esfumados 2.100 billones de libras en acciones8 hasta la crisis brasilea le mete un susto a una Europa frentica.9 Hasta Henry Kissinger, que, como estratega de relaciones con el extranjero del presidente Nixon, jug un papel central en la imposicin de Augusto Pinochet al pueblo chileno, hizo sonar la alarma, diciendo que Si Brasil es arrastrado a una recesin profunda, pases como Argentina y Mxico, comprometidos con instituciones del libre mercado, pueden ver- se aplastados, aadiendo a estas palabras para completar, con suma hipo- cresa, que El desafo inmediato es superar la crisis en Brasil y preservar la economa de mercado y la democracia en Amrica Latina. Resulta esencial un compromiso sin ambigedades por parte de las democracias industriales, encabezadas por los Estados Unidos, para apuntalar el ne- 8 Reporte de John Waples, David Smith y Dominic Rushe, The Sunday Times, 4 de octubre de 1998, Seccin 3 (Negocios), p. 7. 9 Artculo de Vincent Boland, Financial Times, 14 de enero de 1999, p.41. 34. MS ALL DEL CAPITALxl cesario programa de reformas brasileo.10 Naturalmente, las preocupa- ciones de Kissinger nada tenan que ver con el destino de la democracia en Latinoamrica, por la cual en sus aos de poder l demostr con gran abundancia su agresivo menosprecio, sino con las potenciales repercusio- nes de la crisis brasilea en la potencia imperialista hegemnica global; un peligro que surge de un rea arrogantemente definida como el patio trasero geopoltico de los Estados Unidos. En Brasil el ala radical del movimiento de la clase trabajado- ra, tanto en los sindicatos como en los partidos polticos, jug un papel muy importante en el final puesto a la dictadura militar patrocinada por Estados Unidos. De ese modo inspir tambin a algunos movimientos radicales en muchos lugares de Latinoamrica, aunque los militantes continan argumentando que todava queda un largo trecho por reco- rrer para que se pueda considerar que las limitaciones heredadas de la iz- quierda histrica organizada han quedado atrs. Lo que tambin resulta importante de resaltar es que a pesar de los xitos desconcertantes del ca- pital durante la ltima dcada en diferentes partes del mundo, especial- mente en las antiguas sociedades de socialismo realmente existente, las fuerzas que trabajan por la institucin de un orden social diferente han encontrado manifestaciones alentadoras en varias partes del patio tra- sero geopoltico de los Estados Unidos, desde los zapatistas en Mxico hasta los militantes que desafan las condiciones sumamente desventajo- sas que hoy favorecen al orden establecido en Colombia y en otros pases de Latinoamrica. Ms an, resulta tambin altamente significativo que los movi- mientos sociales radicales en cuestin quieran sacudirse de las limitaciones organizacionales de la izquierda histrica a fin de articular en la accin no slo la necesaria negacin del orden existente sino tambin la dimensin positiva de una alternativa hegemnica. Por supuesto, estamos todava en una etapa muy temprana de esos desarrollos. Sin embargo, para tomar solamente dos ejemplos, es posible sealar ya algunos xitos nada delez- nables. El primer ejemplo es el del movimiento brasileo de los sem terra que contina haciendo valer sus objetivos con gran rigurosidad y coraje, generando amplia resonancia en diferentes partes del mundo. El 10 Henry Kissinger, Global capitalism is stoking flames of financial disaster, The Daily Telegraph, 7 de octubre de 1998, p. 20. Por supuesto, los apologistas del sistema tratan siem- pre de ganar como sea, y tratan de extraer una victoria propagandstica incluso de la crisis ms obvia. As, caractersticamente, The Daily Telegraph el mismo da que public el artculo de Kissinger contena un editorial titulado Cmo funciona el capitalismo en el que ofreca una transparente racionalizacin ideolgica de la crisis al declarar que El capitalismo funciona precisamente porque es inestable. Un poco a la manera de un gil caza a reaccin que resulta altamente maniobrable a causa de su inestabilidad. 35. xliIstvn Mszros segundo ejemplo, aunque se remonta once aos en el tiempo,11 se ha vis- to realzado muy recientemente por la abrumadora victoria electoral del presidente Chvez en Venezuela, y por el xito ms abrumador an del Referndum Constitucional al ao siguiente. El pueblo involucrado en ambos ejemplos trata de emprender la inmensamente difcil tarea de uni- ficar la esfera reproductiva material y la esfera poltica, y lo hace de maneras diferentes pero complementarias. La primera es abriendo vas de penetracin en el campo de la produccin material, desafiando al modo de control metablico social del capital con la empresa cooperativa de los sin tierra, y comenzando a afectar de esa forma, indirectamente, tambin al proceso poltico en Brasil. El segundo, en Venezuela, se encamina hacia el mismo fin desde la direccin opuesta: utilizando la palanca poltica de la Presidencia y la Asamblea Constituyente, trata de introducir cambios muy necesitados en el terreno de la reproduccin material, como parte necesaria de la alternativa concebida. El antagonismo y resistencia del orden establecido a los cambios intentados por esos movimientos y sus aliados tambin en otras partes de Latinoamrica ser inevitablemente feroz, y respaldado por las fuerzas ms reaccionarias del imperialismo hegemnico global. Al mismo tiempo, no puede caber duda de que el xito de esos movimientos alternativos radicales depender en alto grado de la solidaridad socialista internacional y de su propia capacidad para inspirar tambin a la izquierda organizada tradicional en sus pases a unrsele en la lucha. Porque solamente un movimiento de masas socialista reconstituido radicalmente puede afrontar el gran desafo histrico que tenemos que encarar en el siglo decisivo que nos aguarda. Rochester, Inglaterra, enero del 2000. 11 Cuatro aos antes de las elecciones presidenciales en Venezuela, Ms all del capital antici- paba claramente la gran potencialidad positiva del movimiento radical bolivariano de Hugo Chvez Fras incluso en el terreno electoral, en abierto contraste con la nocin de moda de que solamente las alianzas electorales amplias ms moderadas resultan viables hoy da. Ver el Captulo 18, Seccin 18.4.3 ms adelante. 36. Mediante un avance dialctico, la bsqueda del ser subje- tiva se torna en mediacin de lo particular a travs de lo universal, con el resultado de que cada hombre al devengar, producir y disfrutar por cuenta propia est eo ipso produ- ciendo y devengando para el disfrute de alguien ms. La compulsin que esto causa est enraizada en la compleja interdependencia de cada uno con el todo, que ahora se le presenta a cada quien como el capital permanente universal. Hegel La tarea histrica de la sociedad burguesa es la de establecer el mercado Mundial, al menos en sus perles bsicos. Y un modo de produccin que descanse sobre esa base. Ya que el mundo es redondo, parecera que esto ha sido logrado con la colonizacin de California y Australia, y con la anexin de China y Japn. Para nosotros la pregunta difcil es sta: la revolucin en el continente europeo es inminente y su carcter ser de una vez socialista, no ser necesariamente aplastada en este pequeo rincn del mundo, puesto que en un terreno mucho ms extenso el desarrollo de la sociedad burguesa est todava en ascensin? Marx 37. El pequeo rincn del mundo del que Marx hablaba en 1858 ya no sigue siendo un rincn pequeo: los graves problemas de la creciente satura- cin del sistema del capital hacen sombra por doquiera. Porque en estos das la ascensin histrica del capital se ha consumado tambin en ese territorio mucho ms extenso cuya desconcertante existencia tuvo que reconocer Marx en su carta a Engels (8 de octubre de 1858). Vivimos hoy en un mundo bajo el firme dominio del el capital, en una poca de promesas incumplidas y de expectativas amargamente frustradas, por el momento con la nica oposicin de la esperanza tenaz. Para muchas personas el estado de cosas presente parece ser fun- damentalmente inalterable, en correspondencia con la caracterizacin de Hegel de que el pensamiento y la accin son correctos y apropiados o racionales a su juicio slo bajo sometimiento a las exigencias del capi- tal permanente universal. Ms an, esta impresin de fatal inalterabilidad parece verse reforzada por el hecho de que uno de los eslganes polti- cos repetidos con ms frecuencia, presentado por nuestros tomadores de decisiones como la justificacin de sus acciones es: no hay alternativa. Esta conseja contina siendo formulada sin ninguna preocupacin por lo sombra que sera la perspectiva si tal proposicin fuese en verdad cierta. Resulta mucho ms fcil resignarse a la irreversibilidad de la prdica que sostiene este eslogan poltico de nuestro tiempo, ciegamente determinista sin siquiera intentar evaluar, y mucho menos cuestionar, sus deplorables implicaciones que idear la necesaria objecin que lo desafe. Curiosamente, sin embargo, los polticos que nunca se cansan de repetir que no hay alternativa para el estado de cosas existente no vacilan en describir al mismo tiempo su propio oficio como el arte de lo posible. Se niegan a notar la flagrante contradiccin entre la auto- justificacin tradicional de la poltica, como el arte de lo posible so- cialmente benfico, y la resignacin, sustentada acrticamente, ante el PREFACIO 38. MS ALL DEL CAPITALxlvi dominio del capital para el que, segn su punto de vista que se pretende el nico punto de vista racionalmente sostenible en el mundo real no puede haber ninguna alternativa. Por qu cmo puede ser que se diga que el significado de la poltica sea la procura de lo posible socialmente recomendable, cuando la viabilidad de cualquier alternativa a las impo- siciones del orden dominante es excluida a priori como peor que deses- peranzada, puesto que es imposible? Sin duda, el hecho de que tal cantidad de mandatarios tanto en el Este como en Occidente abracen la idea de que no puede haber ninguna alternativa para las determinaciones prevalecientes no se puede considerar una aberracin personal corregible de quienes abogan por ella. Por el contrario, esta idea sombra emana de la presente etapa del desarrollo del sistema del capital global en s, con todas sus interdepen- dencias paralizantes y sus mrgenes de accin objetivamente estrechan- tes. Porque en la fase ascendente del desarrollo de la sociedad mercantil se podra contemplar (e implementar exitosamente) toda una gama de alternativas significativas en el inters de una provechosa acumulacin y expansin del capital por los pases capitalistas dominantes (por regla general tambin constructores de imperios). Las cosas han cambiado drsticamente en este respecto. Porque la poca del capital monopolista globalmente saturado no puede tolerar, por cuanto estn en juego los ajustes esenciales y no los ajustes marginales, la prctica del pluralismo poltico parlamentario que alguna que vez pudo aportar la autojustificacin de las estrategias socialdemcratas reformistas. No resulta sorprendente, entonces, que la reciente reduccin de los partidos de izquierda no est restringida a la ignominiosa desintegra- cin de los antiguos partidos comunistas (estalinistas), tanto en el Este como en Occidente. En este respecto resulta mucho ms significativo (y, paradjicamente, tambin ms esperanzador) que la centenaria promesa socialdemcrata de instituir el socialismo poco a poco haya demostrado de manera conclusiva su carcter ilusorio con el abandono ahora bastan- te descaradamente explcito de las aspiraciones sociales y polticas del movimiento. Resulta significativo y esperanzador, a pesar de todo, porque la precaria condicin de la poltica democrtica hoy da tan obvia en el intolerable consenso respecto a la conseja de que no hay alternativa, y sus consecuencias prcticas directas, como lo ejemplifican las medidas legislativas autoritarias ya sufridas por los sindicatos slo puede ser re- mediada por un movimiento de masas extraparlamentario radical. Un movimiento que no puede surgir si la clase trabajadora no es arrancada de la vieja ilusin de establecer el socialismo poco a poco dentro de los confines del capitalismo reformador de s mismo. 39. xlviiIstvn Mszros Al eslogan interesado no hay alternativa se le asocia a menudo con una clusula de autojustificacin igualmente tendenciosa que pro- clama que en el mundo real no puede haber alternativa para el curso de accin (o inaccin) que se propugna. Se supone que esta proposicin sea una verdad patente, que automticamente exime de la prueba de la carga a todos los que continan proclamndola. No obstante, en el momento mismo en que formulamos la pre- gunta, de qu clase de mundo real estn hablando?, se hace claro que se trata de un mundo por dems ficticio. Porque los defectos estructu- rales y los antagonismos explosivos del mundo en que realmente nos toca vivir son negados apologticamente o ciegamente ignorados por quienes esperan que creamos que en el mundo real no hay alternativa para la aceptacin sumisa de las condiciones necesarias para el funcionamiento libre de problemas del sistema del capital global. En nombre de la razn, del sentido comn y la poltica real se nos invita a resignarnos al estado de cosas existente sin que impor- te lo destructivos que puedan ser sus antagonismos. Porque dentro de los parmetros del orden establecido eternizados como el marco racio- nal del mundo real fundamentalmente inalterable, con la naturaleza humana y su correspondiente instrumentalidad reproductiva ideal: el mecanismo del marcado, etc. no se pueden concebir soluciones para las ubicuas contradicciones. As, se espera que aparentemos para nosotros mismos que las clases y las contradicciones de clase ya no existen o ya no importan. Por consiguiente, se supone que el nico curso de accin viable en el as pos- tulado mundo real es pasar por alto, o disculpar, la evidencia de la necesidad estructural que nos aportan nuestros propios ojos, barriendo afanosamente bajo una alfombra imaginaria los problemas crnicos y los sntomas de la crisis de creciente gravedad con la que nuestro orden social nos confronta cada da. Tal y como estn las cosas hoy, los idelogos del orden esta- blecido ya no creen ni siquiera en la nocin, tan popularizada antes, de cambiar el orden poco a poco. Con la finalizacin de la fase ascendente del capitalismo no se puede considerar legtimo ningn cambio real: ni por intervencin estructural en extenso ni poco a poco en verdad. Si, como dicen ellos, es cierto que no hay alternativa para las determinaciones estructurales del sistema del capital en el mundo real en ese caso la idea misma de intervenciones causales no importa cun pequeas o grandes debe ser condenada como un disparate. El nico cambio admisible dentro de tal visin del mundo pertenece al tipo que tiene que ver con algunos efectos negativos estrictamente limitados, pero 40. MS ALL DEL CAPITALxlviii que deja su fundamentacin causal el sistema de control metablico esta- blecido completamente intacto. Pero si existe un enfoque que merezca ser llamado un disparate total en el terreno de la reforma social, no es el alegato de un cambio es- tructural en extenso, sino precisamente el tipo de pensamiento iluso apo- logtico que divorcia los efectos de sus causas. Por eso la guerra a la pobreza, tantas veces anunciada con fervor reformista, especialmente en este siglo, siempre est perdida, dado el marco causal los imperativos estructurales de explotacin, productores de pobreza del sistema del capital. El intento de divorciar los efectos de sus causas va de la mano con la prctica igualmente falaz de pretender darle categora de regla a la excepcin. Es as como se puede pretender que la miseria y el subdesarro- llo crnico que necesariamente surgen de la dominacin y explotacin neocoloniales de la inmensa mayora de la sociedad por un mero pua- do de pases capitalistamente desarrollados escasamente mayor que el Grupo de los Siete no importan para nada. Porque, como reza la le- yenda interesada, gracias a la (nunca realizada) modernizacin del resto del mundo, la poblacin de cada pas disfrutar algn da de los grandes beneficios del sistema de libre empresa. El hecho de que la explotacin rapaz de los recursos humanos y naturales de nuestro planeta para beneficio de unos pocos pases capitalistas resulte una condicin no generalizable es pasado por alto sin ningn pudor. En cambio, se predica la viabilidad universal de la emulacin del desarrollo de los pases capitalistas avanzados, sin tomar en cuenta que ni las ven- tajas del pasado imperialista, ni las inmensas ganancias provenientes, sobre base perdurable, de mantener al Tercer Mundo en dependencia estructu- ral pueden ser difundidas universalmente, a fin de producir los resultados felices esperados mediante la modernizacin y la libre mercadificacin. Por no mencionar el hecho de que aun si se pudiese reescribir la historia del imperialismo en un sentido diametralmente opuesto a la manera como en verdad se desarroll, aunado a la inversin ficticia de las relaciones de do- minacin y dependencia a favor de los pases subdesarrollados, la adopcin general de la utilizacin rapaz de los limitados recursos de nuestro planeta ya enormemente daina aunque al presente slo practicada por la nfima minora privilegiada hara colapsar instantneamente al sistema entero. En este respecto basta pensar en la brutal discrepancia entre el tamao de la poblacin de los Estados Unidos menos del 5% de la poblacin mundial y su consumo del 25% del total de los recursos energtcos disponibles. No se necesita de una gran imaginacin para calcular lo que ocurrira si el 95% restante adoptara el mismo patrn de consumo, tratando de exprimirle die- cinueve veces el 25% al 75% de la poblacin restante. 41. xlixIstvn Mszros Convertir las condiciones estrictamente excepcionales de los po- cos privilegiados en la regla universal cumple una conveniente funcin ideolgica: esconder la vaciedad de las soluciones correctivas prometi- das. Slo en un mundo enteramente ficticio en el que los efectos puedan ser divorciados de, y hasta diametralmente opuestos a, sus causas, se pue- de considerar posible y solvente un enfoque como ese. Es por ello que estas dos falacias la primera la que estipula la posibilidad de manipular los efectos en y por s mismos divorciados de sus causas, y la segunda la universalizacin de las excepciones no generalizables estn muy es- trechamente vinculadas en la ideologa pragmtica dominante. Una ideologa que encuentra su autojustificacin y satisfaccin ltimas en su pretensin de retratar al orden del mundo real para el que no puede haber ninguna alternativa. Margaret Thatcher se gan el apodo de TINA acrnimo de There Is No Alternative (no hay alternativa) por negar con mo- ntona regularidad la posibilidad de las alternativas. Siguindole los pa- sos, Mikhail Gorbachov tambin sigui repitiendo la misma conseja en incontables ocasiones. Irnicamente, sin embargo, la seora Thatcher hubo de descubrir que tena que haber una alternativa para ella, cuando el partido Conservador la ech a la fuerza de su cargo. En ese momento dijo suspirando: Este viejo mundo cmico! Pero se neg a revelarnos el secreto de si desde su punto de vista ese viejo mundo cmico todava calificaba para la condicin totalmente absolutoria de el mundo real. Tampoco le fue mejor que a la seora Thatcher al Secretario del Partido y Presidente Gorbachov cuando perdi, no slo su cargo, sino adems todo el sistema estatal que una vez l gobern y trat de convertir en una sociedad de mercado capitalista, en nombre de la no hay alternativa. Pero el suyo fue un caso ms complicado que el de su contraparte inglesa. Porque resulta perfectamente comprensible la ra- zn por la cual alguien como Margaret Thatcher deba de todo corazn abrazar y concienciar como correcto y apropiado es decir, no slo de facto sino tambin de jure el margen de accin cada vez menor que dejan abierto los imperativos del orden capitalista. La gente como la baronesa Thatcher baila al son del dinero. Sin embargo,todo esto debera ser muy diferente en el lado opues- to de la divisoria social. Una vez que la gente que se dice socialista adopta la conseja de que no hay alternativa como la justificacin de las polticas que se siguen, deja de tener algo que ver con el socialismo. Porque el pro- yecto socialista fue definido desde su comienzo mismo como la alternativa para el orden social establecido. Por consiguiente no sorprende en lo ms mnimo que durante los aos en el desempeo de su cargo, en la secuela 42. MS ALL DEL CAPITALl de su conversin a la filosofa de no hay alternativa, Mikhail Gorbachov haya abandonado hasta la ms vaga referencia al socialismo.