Más Barato Por Docena

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Mas barato por docena, Frank G.Gilbreth; Reader´s digest abstract

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  • Ms baratos por Docena

    Condensacin del libro "Cheaper by the Dozen"

    Por Frank B. Gilbreth y Ernestine Gilbreth Carey

    Seccin de libros, Selecciones del Readers Digest

    oce eran los hijos de la familia Gilbreth, seis varones

    y seis muchachas, todos pelirrojos. Pap Gilbreth era

    experto en eficiencia y crea que los principios tan

    felizmente empleados por l en la direccin cientfica de

    fbricas podan aplicarse a su turbulenta familia. Los hijos

    fueron conejillos de india excelentes, aunque a veces

    reacios. Dos de ellos - ya casados y con hijos - han escrito

    una nostlgica relacin de la vida familiar bajo aquel

    amado autcrata, y los crticos la han encontrado "amena

    y festiva".

    MS BARATOS POR DOCENA

    ap era hombre de aventajada estatura, cabeza

    grande y cara mofletuda a la que serva de rgido

    sostn el cuello de la camisa alto y tieso. No era ya

    esbelto - haca aos que haba pasado ya de los 90 kilos -

    pero tena el porte imponente de un caballero seguro de s

    mismo, que haba triunfado en la vida y estaba orgulloso

    de su esposa, orgulloso de sus hijos y orgulloso de sus

    proezas profesionales.

    Tena pap bastante tup para tres personas, ms

    la habilidad y la audacia necesarias para justificar su

    arrogante fachada. Era capaz de llegarse a una gran

    fbrica como los talleres Zeiss de Alemania o los

    establecimientos Pierce Arrow de su propio pas, y

    anunciar que poda acelerar la produccin en un 25 por

    ciento. Y era capaz de hacerlo!

    Una de sus razones para tener tantos hijos -

    ramos doce - haba sido la profunda conviccin de que

    cuanto mam y l emprendiesen juntos, tena

    necesariamente que alcanzar xito.

    Pap practic casi siempre lo que predicaba y era

    casi imposible distinguir dnde terminaba su direccin

    cientfica del negocio y dnde comenzaba su vida de

    familia. En la casa y en el empleo era siempre el experto

    en eficiencia. Se abotonaba el chaleco de abajo para

    arriba en vez de arriba para abajo porque en el

    procedimiento de abajo para arriba empleaba slo tres

    segundos mientras que en el sentido contrario gastaba

    siete. Se enjabonaba la cara con dos brochas a la vez

    porque de este modo acortaba en 17 segundos el tiempo

    empleado en afeitarse. Nuestra casa de Montclair, en el

    estado de Nueva Jersey, era una especie de escuela de

    administracin cientfica y eliminacin de movimientos

    perdidos o como decan

    pap y mam.

    Pap tom fotografas cinematogrficas de

    nosotros mientras lavbamos los platos para estudiarlas y

    calcular cmo poda reducir nuestros movimientos y

    acelerar la operacin. Instal grficas de procedimiento en

    los cuartos de bao y todos los hijos tenamos que

    firmarlas por la maana y por la noche despus de

    cepillarnos los dientes, tomar el bao, peinarnos, arreglar

    la cama o hacer las tareas de la escuela. Sin duda aquello

    era regimentacin, pero con una docena de hijos era

    precisa una regimentacin excepcional para impedir que

    la casa se transformase en manicomio.

    Segn el decir de algunos, pap tena tantos hijos

    que no los conoca. l mismo contaba que una vez mam

    se haba ausentado por breves das dejndolo a cargo de la

    casa. Cuando regres, su primera pregunta fue si todo

    haba marchado bien.

    - Solamente he tenido dificultades con se que est ah -

    contest l - Pero unos azotes lo metieron en cintura.

    Mam era capaz de hacer frente a la situacin

    ms crtica sin perder la calma.

    - Ese muchacho no es nuestro, querido - repuso

    dulcemente - Es de los vecinos.

    Algunas veces el estruendo que hacamos era

    ensordecedor.

    - A ver muchachos si pueden reducirlo a un trueno sordo

    slo por dos horas - nos dijo el abuelo Moller un da que

    fuimos todos a visitar a la familia de mam - la abuela

    necesita descanso.

    Aun cuando era estricto pap tena don para los

    muchachos y saba mantenerlos alerta. Adems los

    respetaba. Opinaba que la mayora de los adultos dejan de

    pensar el da que salen de la escuela... y algunos antes.

    - Por el contrario- deca - un nio siempre es susceptible

    de recibir nuevas impresiones y se mantiene vido de

    aprender. Escoja usted a cualquiera que an no est muy

    crecido y lo que puede ensearle no tiene lmite.

    En realidad fue ms que nada su amor a los nios

    lo que le impuls a tener tantos propios. Ni siquiera con

    toda una docena estaba satisfecho por completo. A veces

    cuando estbamos todos juntos nos contemplaba un

    instante y como si nos hallase pocos deca a mam:

    - No es culpa tuya, Lili. T cumpliste con tu deber.

    Siempre que volva de un viaje silbaba el

    de la familia en cuanto doblaba la

    D

    P

  • esquina. La llamada era una orden de dejarlo todo y volar

    a su encuentro... so pena de arriesgarse a lamentables

    consecuencias. Al sonar la primera nota salamos

    disparados de todos los rincones de la casa y del patio. A

    veces utilizaba un reloj de segundos muertos que siempre

    llevaba consigo para ver cunto tiempo tardaba la familia

    en reunirse. El rcord era de seis segundos.

    Pap silbaba tambin el toque de asamblea

    cuando quera averiguar quin haba usado sus navajas de

    afeitar o derramado tinta en su escritorio. Tambin sola

    silbarlo cuando iba a encomendarnos tareas especficas o

    enviarnos a mandados. Pero casi siempre que lo haca era

    para repartir entre nosotros estupendas sorpresas, la

    mayor y mejor de las cuales corresponda al primero en

    llegar. Nunca sabamos si nos esperaban buenas o malas

    nuevas, regaos o regalos.

    En ocasiones, cuando ya estbamos reunidos ante

    la puerta principal, empezaba mostrndose severo.

    - A ver, ensenme todos las uas - grua - Las tienen

    limpias? Se las ha estado mordisqueando? Les hace

    falta un buen corte?

    Acto seguido sacaba de los bolsillos estuches de

    cuero con tiles para el cuidado de las manos como regalo

    para las muchachas y cortaplumas para obsequiar a los

    varones.

    Otras veces nos estrechaba a todos la mano con

    solemnidad y al retirarla encontrbamos en la nuestra una

    barra de chocolate con nueces. O preguntaba quin tena

    un lpiz y luego nos reparta doce lapiceros automticos.

    Y cuando lo abrazbamos dicindole cuanto lo

    habamos echado de menos, se atragantaba de emocin y

    no poda contestarnos. En vez de hablar nos alborotaba el

    cabello y nos daba cariosas palmaditas en la espalda.

    Cuando pap compr la casa de Montclair nos la

    describi como una choza medio derruida en un barrio

    venido a menos. Yendo en el automvil camino a

    Montclair nos sealaba cuanta casa vieja y arruinada

    haba, dicindonos:

    - Se parece algo a sa... pero tiene rotos ms cristales y el

    patio es quizs un poco ms chico. Ustedes no saben -

    agregaba - cunto dinero cuesta sostener la familia. As

    que me ha sido completamente imposible comprar una

    casa menos pobre. Tendremos que arreglarla lo mejor que

    podamos.

    Al llegar a Montclair condujo el automvil a la

    parte peor del pueblo y por fin se detuvo ante una

    construccin abandonada en la cual ni los mismos

    duendes hubieran podido encontrarse a gusto.

    - Nos ests dando una broma verdad, queridito? -

    pregunt mam esperanzada.

    - Qu tiene esta casa de malo? - repuso muy serio -

    Acaso no les gusta?

    - Tiene de malo que es una casa horrible - dijo Ernestina -

    Yo no vivo ah ni por un milln.

    - Tampoco yo - apoy Marta - Ni por dos millones.

    Lil se ech a llorar.

    - No se ver tan mal con una mano de pintura y algunas

    tablas que tapen esos agujeros - observ mam tratando

    de animarnos.

    Pap, sonriendo, empez a buscar su cuadernito

    de notas en los bolsillos.

    - Caray, muchachos, esperen un momento! - exclam

    alegremente - Me equivoque de direccin. Vuelvan al

    coche. Yo s pens que esta casa tena peor aspecto que

    antes.

    Y entonces nos condujo al nmero 68 de Eagle

    Rock Way, que casi era un palacio oriental, antiguo pero

    hermoso, con 14 habitaciones, granero de dos pisos,

    invernadero, gallinero, emparrado, rosales y un par de

    docenas de rboles frutales. Al principio sospechamos que

    pap nos estaba embromando otra vez.

    - De versa, sta es la casa - asegur - La razn de haberlos

    llevado antes a la otra y la razn de que no tratara de

    describirles sta es... bueno, es que no quera que se

    fueran a sentir desilusionados.

    Pap haba comprado nuestro primer automvil

    un ao antes que nos trasladramos a Montclair. Aun

    cuando se ganaba la vida proyectando complicadas

    maquinarias, nunca acab de entender nuestro automvil.

    Pateaba cuando pap daba vuelta a la manivela de marcha,

    le escupa aceite a la cara cuando le miraba las entraas y

    ruga amenazadoramente cuando cambiaba de velocidad.

    Era un Pierce Arrow de color gris, provisto de dos

    bocinas de pera y un klaxon elctrico que pap intentaba

    tocar simultneamente cuando quera adelantarse a otro

    coche.

    La verdad es que pap no conduca muy bien que

    digamos. Pero conduca velozmente Nos aterraba a todos,

    especialmente a mam.

    - No corras tanto, Frank, no corras tanto - susurraba con

    los dientes apretados. Pero pap nunca pareca orla.

    El instinto de conservacin nos hizo tomar ciertas

    medidas de prudencia.

    Encargbamos a alguno de que avizorara los coches que

    venan por las calles situadas a nuestra izquierda; otro

    ejerca idntica vigilancia hacia la derecha; y otro se

    arrodillaba en el asiento de atrs y miraba por la

    ventanilla.

    El que se sentaba junto a mam y el nene en el asiento

    delantero, tena que hacer de viga del frente para decir a

    pap cuando poda adelantarse al auto que lo preceda.

    - Ahora puedes! - gritaba el viga..

    - Saca la mano! - ruga pap.

  • Once manos - todos colaborbamos salvo mam y el nene

    - surgan a ambos lados del coche: del asiento delantero,

    del posterior y de las sillas plegables de en medio.

    Habamos visto a pap derribar cercas, asesinar pollos,

    tumbar rboles hechos y derechos, y no queramos

    exponernos a nuevas sorpresas.

    Constituamos un verdadero espectculo desfilando en el

    automvil y en las aldeas apartadas causbamos

    sensacin slo comparable con la de un desfile de circo.

    Los peatones venan a todo correr por las calles laterales y

    los chiquillos pedan a sus padres que los subieran a los

    hombros para ver mejor.

    - Cmo los cra usted tan hermosos, amigo?

    - Estos! - vociferaba pap - Estos no son gran cosa

    amigo. Tendra que ver usted a los que dej en casa.

    - Cmo da de comer a todos esos chicos, caballero?

    Pap se quedaba pensativo por un minuto. Luego, a voz

    en cuello para que todo el mundo pudiera orlo,

    contestaba como si se le acabase de ocurrir:

    - Pues... la verdad... Salen ms baratos por docena!

    Cuando muchacho, pap quera ser ingeniero

    constructor, y su madre, que era viuda, proyectaba hacerlo

    ingresar en un instituto de tecnologa. Pero cuando

    termin la segunda enseanza, el mozo pens que

    aquellos estudios impondran excesivo sacrificio a los

    recursos de la familia. Sin consultar a su madre se coloc

    de pen de albail.

    A lo hecho, pecho, pens la abuela Gilbreth ante

    los hechos cumplidos, y se consol recordando que le

    presidente Lincoln haba empezado rajando traviesas.

    - Si vas a ser pen de albail - dijo a pap - por todos los

    santos, s buen pen de albail.

    La primera semana de trabajo, pap propuso tantas ideas

    para colocar ladrillos ms aprisa, que el capataz amenaz

    despedirlo repetidas veces.

    - Eres t quien ha venido a aprender! - le grit el capataz

    - Por lo que ms quieras, no te metas a darnos lecciones!

    Indirectas sutiles como sas nunca afectaron a pap.

    Adems, estaba ya convencido de que el estudio de los

    movimientos era su elemento, y antes de terminar el ao

    haba inventado un andamio que le permiti hacerse el

    albail ms veloz de la obra. El secreto del andamio era

    que los ladrillos y el mortero estaban siempre a nivel con

    la ltima hilada que se pona. Los otros albailes tenan

    que inclinarse para alcanzar los materiales; pero pap no.

    - No te creas tan listo - le dijo en tono de burla el capataz

    - No eres ms que un haragn perezoso que no quiere

    agacharse.

    Pero el mismo capataz hizo construir andamios idnticos

    para todos los albailes de la obra y hasta insinu que

    pap mandara el molde al Instituto de Mecnica; as lo

    hizo y obtuvo un premio. Ms adelante y por

    recomendacin del mismo empleado hicieron a pap

    capataz de una cuadrilla. Los rcords de velocidad que

    logr fueron tan asombrosos que mereci ser ascendido a

    superintendente y poco despus empez a hacer negocios

    de construccin por su propia cuenta. A los 27 aos tena

    oficinas propias en Nueva York, Boston y Londres.

    Mam perteneca a una familia bien acomodada.

    Conoci a pap cuando ella viajaba rumbo a Europa en

    una de aquellas excursiones que estuvieron de moda en

    los ltimos aos e siglo diecinueve: excursiones vigiladas

    para seoritas distinguidas.

    Cuando pap fue invitado a tomar el t en casa de

    mam para presentarlo a la familia, un albail estaba

    construyendo un chimenea nueva en el saln. Al pasar por

    all en compaa de los dems, pap se detuvo a mirar.

    - Aqu tienen ustedes un trabajo muy interesante - dijo en

    tono de conversacin - Colocar ladrillos. Me parece fcil.

    Qu digo fcil, facilsimo. No s porque estos albailes

    pretenden que poner ladrillos es tarea para obreros

    especializados. Apuesto que cualquiera puede hacer eso.

    - Por aqu, seor Gilbreth - dijo el padre de mam -

    Vamos a tomar el t en el porche.

    Pero pap no tena prisa ninguna. - Me parece - continu -

    que slo hay que alcanzar un ladrillo, ponerle mortero y

    colocarlo en su sitio.

    El albail se volvi para echar una ojeada al

    rollizo pero atildado caballero.

    - No he querido ofenderlo, buen hombre - dijo pap con la

    ms protectora de sus sonrisas.

    El albail estaba furioso.

    - Facilsimo eh? Porqu no prueba usted, seor? -

    pregunt ofrecindole el palustre.

    Pap que tena los ojos puestos en tal invitacin,

    acept sonriendo y tom el palustre. Agarr un ladrillo, le

    hizo dar una voltereta para colocarlo debidamente en la

    mano, le aplic el mortero de un golpe dando rpido

    movimiento circular al palustre, puso el ladrillo, rasp el

    exceso de argamasa, alcanz un segundo ladrillo, le hizo

    dar la segunda voltereta y ya se dispona a echarle el

    mortero cuando el obrero lo interrumpi quitndole el

    palustre.

    - Basta ya, veterano - le dijo dndole una afectuosa

    palmadita en el hombro - Puede que sea usted un

    caballero. Pero ha colocado muchos miles de ladrillos en

    su vida, y no trate de decirme lo contrario.

    Pap se limpi cuidadosamente el polvo de las

    manos con su inmaculado pauelo.

    - Facilsimo, buen hombre - contest.

  • - Y que opin de eso tu familia? - preguntamos a mam.

    - Nunca pude comprender por que - contest mam,

    lanzando una mirada a su marido, que irradiaba

    satisfaccin - pero lo encontraron sencillamente

    maravilloso. Mi padre dijo que pap no haba colocado

    aquel ladrillo por ostentacin, sino para hacer presente de

    un modo discreto que haba empezado a ganarse la vida

    trabajando con las manos.

    Mam se haba graduado en psicologa. As que

    ella, la psicloga, y pap, el observador del movimiento,

    decidieron espigar juntos en el nuevo campo de la

    psicologa de la administracin y el viejo campo de la

    administracin psicolgica de una casa llena de chiquillos.

    Dando por cierto que lo que funcionaba bien en la fbrica

    tena que funcionar bien en la casa, pap y mam

    establecieron un consejo de familia basado en el modelo

    de una junta de patronos y obreros.

    El consejo se reuna todos los domingos por la tarde y,

    aun cuando algunas veces las sesiones nos ponan los

    nervios de punta a todos, dio buenos resultados. Un

    comit de compras debidamente elegido adquirira

    alimentos, ropas, muebles y artculos deportivos. Un

    comit de servicios pblicos cobraba multas de un

    centavo a los que malgastaban agua y luz elctrica. Un

    comit de obras se encargaba de que todo trabajo fuera

    ejecutado dentro del horario respectivo. El consejo haca

    las asignaciones monetarias y tambin otorgaba

    recompensas e impona castigos.

    Uno de los comits de compras descubri una

    gran tienda que nos daba los precios al por mayor en todo

    lo que comprbamos, desde ropa interior hasta guantes de

    bisbol. Otro compr alimentos enlatados directamente

    del fabricante, en lotes de carretada.

    Tambin por iniciativa del consejo se puso en prctica el

    sistema de subastar la concesin de tareas especiales que

    deban realizarse en la casa y adjudicrselas al que

    ofreciese hacerlas por el precio ms econmico. Una vez

    Lil, que tena entonces ocho aos, ofreci pintar por 47

    centavos una cerca alta y larga en el patio de atrs. Como

    era la oferta ms baja se le adjudic el trabajo; de acuerdo

    con la regla en vigor.

    - Es demasiado joven para pintar ella sola la cerca - dijo

    mam a pap - No le permitas que lo haga.

    - Pamplinas - contest pap - Tiene que aprender el valor

    del dinero y a cumplir sus compromisos. Djala.

    Lil necesit diez das para acabar la tarea,

    trabajando todas las tardes despus de salir de la escuela y

    el da entero los fines de semana. Se le llenaron de

    ampollas las manos y algunas noches estaba tan cansada

    que no poda dormir. Aquel cansancio inquiet tanto a

    pap que tampoco durmi muy bien algunas noches. Pero

    hizo que la chiquilla cumpliese el contrato.

    Cuando Lil complet por fin su obra, acudi

    lloriqueando a pap:

    - Ya est eso - dijo - Espero que estars satisfecho.

    Puedo cobrar ahora mis 47 centavos?

    Pap cont los centavos.

    - No llores, preciosa - le dijo - Lo he hecho por tu bien. Si

    miras debajo de tu almohada vers que pap no ha dejado

    de quererte un instante.

    El regalo era un par de patines de ruedas.

    Un da pap se present en casa con dos victrolas

    y dos pilas de discos. Silb asamblea as que lleg a la

    escalera principal y le ayudamos a descargar.

    - Muchachos - dijo - les traigo una gran sorpresa! Dos

    victrolas y todos estos preciosos discos.

    - Pero si ya tenemos victrola, pap.

    - Ya lo s, pero la que tenemos pertenece al piso de abajo.

    Ahora vamos a tener dos en el piso de arriba. Verdad que

    ser divertido? Estas victrolas van a estar en el cuarto de

    bao: una en el cuarto de bao de los chicos y la otra en el

    de las chicas. Apuesto a que vamos a ser la nica familia

    de la ciudad con victrola en todos los cuartos de bao. Y

    mientras se baen, se cepillen los dientes o hagan

    cualquiera otra cosa, podrn funcionar las victrolas.

    - Qu clase de discos son? - pregunt Ana.

    - Bueno - repuso pap - son muy entretenidos. Son discos

    que tienen lecciones de francs y de alemn. No necesitan

    prestarles atencin. Basta que los oigan. Acabarn por

    aprender algo.

    - Oh no!

    Pap se dej de diplomacias y psicologas.

    Cllense y escchenme! - bram - He gastado 160

    dlares en este equipo y tienen que utilizarlo. Si estas dos

    victrolas no estn funcionando desde el instante de

    levantarse hasta que bajen a desayunarse, yo averiguar

    cul es la razn.

    No pas mucho tiempo sin que todos

    empezramos a chapurrar francs y alemn. Durante diez

    aos las victrolas vociferaron sus lecciones en el piso alto

    de nuestra casa de Montclair.

    Por aquel entonces hicieron a pap consultor de

    la compaa de mquinas de escribir Remington y la

    aplicacin de sus mtodos de estudio de movimientos

    contribuy a que la casa lograse presentar a la

    mecangrafa ms veloz del mundo.

    - Cualquiera es capaz de aprender a escribir rpidamente

    en mquina - anunci pap - Hasta un chiquillo puedo

    ensearle yo mecanografa en dos o tres semanas por el

    mtodo del tacto.

  • Al da siguiente trajo a casa una mquina de

    escribir, un cortaplumas de oro y un reloj de bolsillo. Los

    desempaquet y los puso encima de la mesa. El que

    mecanografiase ms aprisa al cabo de dos semanas, nos

    explic, recibir la mquina como regalo. El cortaplumas

    y el reloj seran el segundo y tercer premio y se

    concederan teniendo en cuenta la edad de los

    concursantes.

    - Sabes t escribir por el sistema del tacto? - pregunt

    Guillermo

    - S ensearlo. En dos semanas se lo puedo ensear a un

    nio. Me han contado que el maestro de canto de Caruso

    no era capaz de cantar ni una sola nota. Resuelve eso tus

    dudas?

    - Creo que s - contest Guillermo.

    Pap haba preparado papeles con diagramas del teclado y

    no permiti que ninguno tocase la mquina hasta que

    supiera de memoria las letras de cada lnea al derecho y al

    revs y hubiera aprendido cules eran los dedos que haba

    de usar para cada una. A fin de acelerar el aprendizaje nos

    pint los dedos con tiza de diferentes colores, los

    meiques de azul, los ndices de rojo, etctera, y pint las

    teclas de los diagramas con colores correspondientes. A

    los dos das ramos ya duchos en casar los colores de

    nuestros dedos con los del diagrama. Ernestina fue la ms

    veloz y por lo tanto la primera a quien se le permiti

    sentarse a la mquina. Acerco la silla confiadamente y

    todos los dems nos apiamos en torno suyo.

    - Eh, pap, has hecho trampa! - protest - Has puesto

    tapas en blanco a todas las teclas.

    Las tapas en blanco son ahora cosa corriente,

    pero fueron idea de pap, que las mand hacer

    especialmente en la compaa Remington.

    - No necesitas ver - contest pap - Te basta imaginar que

    las tapas estn pintadas de colores y tocarlas lo mismo que

    tocabas las de los diagramas.

    Ernestina empez despacio y fue ganando velocidad a

    medida que los dedos saltaban instintivamente de tecla en

    tecla. Pap permaneca en pie detrs de ella con un lpiz

    en una mano y un diagrama en la otra. Cada vez que la

    muchacha se equivocaba el lpiz de pap le caa en la

    coronilla.

    - No sigas, pap. Me haces dao.

    - Esa es mi intencin. La cabeza tiene que ensear a los

    dedos a no equivocarse.

    Al cabo de dos semanas todos los mayores de

    seis aos y mam dominbamos bastante bien el sistema

    del tacto. Pap quiso que Ernestina tomase parte en un

    concurso nacional de velocidad, como una especie de nia

    prodigio, pero mam le quito la idea de la cabeza.

    - No creo que sea bueno, queridito - dijo - Ernestina es

    muy impresionable y adems los chiquillos de por s son

    lo bastante engredos.

    En opinin de pap, comer era una forma de Tambin lo eran vestirse e ir al

    cuarto de bao. Como crea necesario utilizar cada minuto

    convirti la hora de comer en perodo de instruccin. Su

    primera regla fue que nadie poda hablar a menos que el

    tema fuese de inters general. Era el propio pap quien

    decida cules temas eran de inters general y cules no.

    - En la clase de historia tenemos el chico ms estpido

    del mundo - empezaba Ana.

    - Es bonito? - preguntaba Ernestina

    - Carece de inters general - bramaba pap.

    - A m me interesa - deca Ana.

    - Pero a m - clamaba pap - me aburre mortalmente. Si

    Ana hubiese visto en la clase de historia un chico con dos

    cabezas, la cosa tendra inters general.

    Casi siempre al empezar la comida, mientras

    mam serva los platos en un extremo de la mesa, pap

    serva en el otro extremo el tema de la conversacin para

    aquel da.

    - He conocido hoy a un ingeniero que acaba de regresar

    de la India - anunciaba. Y ya sabamos que mientras

    durase la comida, aun los mayores lugares comunes sobre

    la India se consideraran de inters general, en tanto que

    los acontecimientos notables ocurridos en Montclair se

    consideraran deprovistos de inters. Por supuesto todo lo

    que guardase relacin con el estudio de los movimientos

    tena excepcional inters general.

    - Quiero ensearles a todos a multiplicar mentalmente

    cantidades de dos cifras - anunci pap un da a la hora de

    comer.

    - Carece de inters general - dijo Ana.

    - Los que no lo crean de inters general - repuso framente

    pap - pueden levantarse de la mesa... y entendido que el

    postre es pastel de manzana.

    Nadie se levant.

    - Muy bien, puesto que todos parecen interesados ahora,

    voy a explicarles cmo se hace.

    Era una cosa complicada para que lo

    entendisemos los chiquillos y supona aprenderse de

    memoria los cuadrados de todos los nmeros hasta el 25.

    Pero pap empez con calma y en un par de meses los

    mayores habamos aprendido la tal multiplicacin.

  • Mientras mam trinchaba y serva los platos,

    pap nos planteaba problemas de aritmtica mental.

    - Diecinueve por diecisiete

    - Trescientos veintitrs

    - Exacto. Muy bien Guillermo.

    Cincuenta y dos por cincuenta y dos.

    - Dos mil setecientos cuatro.

    - Exacto. Muy bien, Marta.

    Daniel tena entonces cinco aos y Santiago tena

    tres. Una noche a la hora de cenar, pap estaba disparando

    preguntas a Daniel sobre los cuadrados de los nmeros

    hasta 25. Era mera cuestin de memoria y no requera

    clculo mental.

    - Diecisis por diecisis

    Santiago respondi desde su silla alta junto a la de mam:

    - Doscientos cincuenta y seis.

    Al principio pap se enfad creyendo que los

    chicos mayores estaban soplndole.

    - Le pregunto a Daniel - dijo - Ustedes los mayores no se

    metan en esto y... (Sbitamente se interrumpi.) - Qu

    has dicho t, Santiagun? - pregunt zalamero.

    - Doscientos cincuenta y seis.

    Pap sac del bolsillo una moneda de cinco

    centavos y se puso muy serio.

    - Has estado aprendiendo los cuadrados mientras yo

    preguntaba a tus hermanos, Santiagun?

    Santiago ignoraba si haba hecho bien o mal pero

    asinti con la cabeza.

    - Si me dices cunto es diecisiete por diecisiete,

    Santiagun, estos cinco centavos son para ti. Sabes

    cunto es?

    - Claro que s, pap - contest Santiago - Doscientos

    ochenta y nueve.

    Pap dio la moneda a Santiago y se volvi radiante hacia

    mam.

    - Lili -dijo - tenemos que cuidar a este chico.

    La familia ms numerosa de Montclair despus de la

    nuestra era la de los Bruces, con ocho hijos. Mam y la

    seora Bruce se hicieron muy amigas. En cierta ocasin

    una seora de Nueva York que perteneca a una especie

    de sociedad nacional para la limitacin de nacimientos fue

    a Montclair con el objeto de organizar all una sucursal y

    algn bromista le aconsej que se dirigiera a la seora

    Bruce.

    - Me encantara cooperar - dijo la amiga de mam a su

    visitante - pero, vea usted, tengo bastante hijos y no creo

    ser la indicada para encabezar una campaa en favor de la

    limitacin de nacimientos en Montclair. Pero

    precisamente conozco a la persona que usted necesita.

    Tiene una casa grande que ser ideal para celebrar

    reuniones. Vea usted a la seora Gilbreth. Tiene espritu

    cvico y es una mujer muy instruida.

    Cuando la seora visit a mam y le expuso sus

    deseos de que fuese el alma de la sucursal de Montclair,

    mam vio que el lance era demasiado chusco y llam a

    pap para que lo gozara.

    - Me place muchsimo conocer a una dama dedicada a

    causa tan noble - dijo pap cuando mam hubo hecho las

    presentaciones. Acto seguido silb el toque de asamblea.

    A la primera nota empezaron a orse carreras en el piso de

    arriba. Sonaron estruendosos portazos, se precipit una

    avalancha escaleras abajo y empezamos a aparecer

    turbulentamente en la sala.

    - Nueve segundos - dijo pap, guardndose el reloj- Tres

    ms que el rcord de costumbre.

    - Por todos los santos! - exclam la visitante - Qu es

    esto? Hablen, por favor.

    ES una escuela? No. Acaso es...? El Seor me asista!

    Eso es! Son la misma imagen de ustedes...

    Y mientras corra desalada hacia la puerta se

    volvi a mam para decirle:

    - Pobrecita! La compadezco...

    Pasbamos los veranos en un sitio a orillas del

    mar, donde pap haba comprado una quinta

    completamente destartalada y dos casetas faros que hizo

    trasladar y colocar a los costados de la quinta. Uno de los

    faros serva de oficina y cuarto de charla. El otro haca de

    alcoba para tres de nosotros.

    Antes de que nos trasladsemos a la costa pap

    haba prometido que no haramos estudios serios. Nada de

    discos de lenguas ni de textos escolares. Cumpli su

    promesa, pero siempre se las arreglaba para ensearnos

    jugueteando alguna cosa cuando estbamos

    desprevenidos.

    Por ejemplo, lo de la clave telegrfica Morse.

    - Conozco una manera de ensearles la clave Morse sin

    que estudien nada - anunci un da durante el almuerzo.

    Contestamos que no queramos aprender la tal

    clave, que no queramos aprender cosa ninguna hasta que

    empezase la escuela en otoo.

    - No hay que estudiar nada - repuso pap - y los que

    aprendan primero la clave recibirn premios. Los que no

    lo aprendan van a arrepentirse de no haberla aprendido.

    Despus de almorzar se arm de una brocha fina

    y un bote e esmalte negro y se encerr en el lavatorio. En

    la pared que quedaba frente al asiento pint el alfabeto en

    los caracteres de la clave telegrfica. Cuando uno se

    sentaba tena la clave Morse delante y slo a 60

    centmetros de distancia. La nica manera de no verla era

    cerrar los ojos.

    Los tres das siguientes pap estuvo ocupado con

    su pincel escribiendo la clave en el encalado de todas las

    habitaciones y hasta en el techo de los dormitorios.

    Tambin pint mensajes secretos en clave en las

    paredes del porche delantero y del comedor.

    - Qu dicen, pap? - le preguntamos.

    - Muchas cosas- contest misteriosamente - Muchos

    secretos y muchas cosas extraordinariamente chistosas.

    Copiamos en pedazos de papel la clave cdigo y

    consultndola empezamos a descifrar los mensajes de

    pap.

  • Por su parte, l comenz a dejar casi todos los

    das en la mesa del comedor un papel que contena un

    escrito en clave Morse. Traducido al lenguaje vulgar sola

    decir algo por este estilo:

  • En la poca en que Ana lleg al ltimo ao de la

    segunda enseanza, pap estaba convencido de que

    aquella generacin de muchachas con los labios pintados

    y las medias arrolladas ms abajo de la rodilla iba

    irremediablemente camino del averno.

    - Qu les pasa a las chicas de ahora? - preguntaba una y

    mil veces - No saben lo que va a ocurrirles si van por ah

    enseando las pantorrillas a travs de las medias de seda y

    con las rodillas al descubierto?

    Tan pronto como las muchachas mayores

    empezaron a dejarse acompaar por muchachos con

    alguna frecuencia, pap insisti en servirles de duea. Si

    no poda ir personalmente, delegaba el cargo en Frank o

    en Guillermo.

    - Es bastante fastidioso llevarte colgando cuando voy con

    un muchacho - dijo Ernestina a pap - Pero llevar en el

    asiento de atrs a un hermanito que va riendo y

    retorcindose es intolerable. No s como nos hacen caso

    los compaeros del instituto.

    - Mira, yo lo s aunque t no lo sepas - contest pap -

    Precisamente por eso vamos con ustedes.

    Las chicas se quejaron a mam.

    - Al mostrarse tan desconfiado, pap se traiciona a s

    mismo - le dijo Ana - Su actitud revela una juventud

    disipada.

    Pero como de costumbre, mam dio la razn a

    pap.

    En los bailes pap acostumbraba sentarse solo

    junto a la pared, lo ms alejado posible de la orquesta, y

    trabajar en papeles que haba llevado en una cartera. Al

    principio nadie le hizo mucho caso, pero a los pocos

    meses lo consideraron como parte integrante de la fiesta, y

    chicas y chicos dejaban a sus parejas para llevarle

    refrescos. Por su parte pap no poda estar rodeado de

    gente sin mostrarse encantador.

    - Ves lo que est pasando? - susurr Ana a Ernestina una

    noche, apuntando al nutrido grupo que rodeaba la silla de

    pap - Ah lo tienes convertido en

    Al da siguiente, en la comida dominical pap

    dimiti su cargo de duea.

    - Se acabaron mis funciones de nodriza - dijo a las

    muchachas - No puedo soportarlo por ms tiempo. Estn

    haciendo de m un personaje de sainete. Los chicos me

    dan palmaditas en la espalda y las muchachas me

    pellizcan las mejillas y me invitan a bailar. Me consideran

    un viejo estpido, entremetido pero inofensivo.

    Luego aadi volvindose a mam:

    - Ya s que no es culpa tuya, seora ama, pero las cosas

    habran sido ms fciles si todos nacen varones.

    A pap le gustaba mucho hacer fotos para la

    publicidad relacionadas con sus trabajos de estudio de los

    movimientos. Las fotos y sus leyendas nos ponan algunas

    veces a la defensiva en clase o entre nuestros amigos,

    particularmente cuando los maestros lean extractos de los

    comentarios de la prensa sobre las grficas de

    procedimiento en los cuartos de bao, los discos de

    idiomas y las decisiones del consejo de familia. Aquello

    nos abochornaba horriblemente y nos haca desear que

    pap hubiese sido, en vez de experto en eficiencia,

    vendedor de zapatos, y que slo hubiera tenido uno o dos

    hijos... que no fusemos ninguno de nosotros.

    Un fotgrafo del noticiario cinematogrfico que

    fue de visita a nuestra quinta de verano se propuso

    ponernos en ridculo. No era empresa difcil, por

    supuesto. De buena fe, pap traslad la mesa y las sillas

    del comedor a la playa de al lado de la casa, donde el

    fotgrafo dijo que haba mejor luz. Rodeados de

    mosquitos comimos all mientras el de la cmara tomaba

    una pelcula.

    El noticiario se exhibi en los cinematgrafos

    con este ttulo: La pelcula fue proyectada a velocidad diez

    veces mayor de la normal. Daba as la impresin de que

    llegbamos a la mesa a todo correr, pasbamos los platos

    como locos en todas direcciones, devorbamos

    velozmente la comida y salamos disparados de la mesa,

    todo ello en unos 45 segundos. En el fondo de aquel

    improvisado escenario al aire libre, ondeaba a merced de

    la brisa la razn por la cual el fotgrafo haba querido que

    comisemos all: la ropa blanca de la familia tendida a

    secar, naturalmente con gran abundancia de paales.

    Vimos el noticiario en el cinematgrafo del

    pueblo y arranc ms carcajadas que la pelcula cmica.

    Todo el pblico del teatro volva la cabeza y se quedaba

    mirndonos.

    - Ojal que nunca exhiban este noticiario en Montclair! -

    repetamos incesantemente.

    Con frecuencia tenamos invitados a comer, y

    una de las teoras de pap era que los invitados se

    sintieran ms a sus anchas si los tratbamos como de la

    familia. Mam haba hecho observar, y pap acab por

    reconocer, que la nica persona capaz de sentirse entre

    nosotros como de la familia sera un invitado que fuese

    miembro de una familia de doce hijos encabezada por un

    hombre dedicado al estudio del movimiento.

  • Pap era un anfitrin simptico y campechano y

    nosotros procurbamos imitarlo.

    - No necesita usted engullirse la toronja como un cerdo -

    dijo Federico a una profesora de la Universidad de

    Columbia que haba llegado tarde a la mesa e intentaba

    darnos alcance - Si acabamos antes que usted la

    esperaremos.

    - Lo siento, pero no puedo pasarle el postre hasta que se

    coma usted todos los frijoles - dijo Daniel a un invitado en

    otra ocasin - Pap no lo permite- Dice que una familia

    pobre comera toda una semana con lo que tiramos un da

    en esta casa.

    - Pap, te parece que lo que est diciendo el seor

    Fremonville es de inters general? - pregunt Lil

    interrumpiendo a otro invitado.

    Pap, mam y muchos de los invitados se rean

    de estas salidas sin mostrar mayor empacho.

    A veces, despus de comer, el estmago de pap

    ruga y, cuando no haba invitados, le embrombamos

    sobre aquellos ruidos. Pero un da, apenas se oy el

    rugido pap fingi sorpresa y dirigindose a uno de

    nosotros dijo:

    - Guillermo, por favor! No estoy de humor para

    conciertos de rgano.

    Cierta noche cenaba con nosotros el joven

    ingeniero, seor Russell Allen. Santiago, que estaba

    sentado en su silla alta frente al invitado, trag aire

    accidentalmente y dej escapar tan sonoro regeldo que la

    sorpresa cort la conversacin. Santiago, ms sorprendido

    que los otros, fingi extraeza, extendi el brazo y

    apuntando su dedo acusador al invitado, dijo con ofendida

    dignidad:

    - Seor Allen, por favor! No estoy de humor para

    conciertos de rgano.

    Cuando no tenamos invitados pap se esforzaba

    por mejorar nuestros modales en la mesa. Siempre que

    uno de los que estaban a su alcance engulla un bocado

    demasiado grande, pap le descargaba un coscorrn.

    - No les pegues en la cabeza, Frank! - protestaba mam.

    Pap se frotaba los nudillos fingiendo dolor y

    contestaba:

    - Tal vez tengas razn. Debe haber sitios ms blandos.

    Si el delincuente estaba en el extremo de la mesa

    que ocupaba mam, fuera del alcance de los nudillos

    paternos, pap haca seal a mam para que administrase

    el castigo; pero ella, que nunca nos peg, ni siquiera nos

    amenaz con pegarnos, se haca la desentendida. Entonces

    pap buscaba con los ojos a uno de los chicos sentados

    cerca del pecador y le haca seales para que propinase el

    golpe.

    - Con mis cumplimientos - sola decir pap.

    Quien tuviese un codo apoyado en la mesa corra

    el riesgo de que le agarrasen sbitamente por la mueca,

    le levantaran el brazo tirando hacia atrs y descargaran

    luego el codo sobre la mesa con bastante fuerza para

    hacer bailar los platos.

    Los coscorrones y los porrazos de los codos

    llegaron a ser costumbre adoptada por todos los miembros

    de la familia, menos mam. Hasta el pequen poda

    aplicar el castigo sin medio a represalias. Durante las

    comidas todos nos vigilbamos unos a otros y ponamos

    especial atencin en vigilar a pap. l estaba muy sobre

    aviso con los codos pero de vez en cuando se descuidaba.

    Propinar un buen porrazo de codo a cualquiera se

    consideraba siempre como un triunfo; pero cuando la

    vctima era pap, el triunfo se converta en proeza.

    En tales ocasiones, pap clamaba al cielo,

    gesticulaba simulando agudo dolor, aspiraba aire por entre

    los dientes apretados, se frotaba el codo y aseguraba que

    no podra hacer uso del brazo durante el resto de la

    comida.

    Ninguno de nosotros, la gente menuda, lo

    sabamos, pero haca aos que pap se encontraba

    enfermo del corazn. Prximo ya el tiempo en que las

    muchachas mayores deban ingresar en la universidad, el

    mdico le notific que poda morir de un momento a otro.

    Nosotros notamos que pap haba adelgazado.

    Por primera vez en 25 aos pesaba menos de 90 kilos. l

    bromeaba sobre lo extrao que era volverse a ver los pies.

    Las manos haban empezado a temblarle un poco y el

    color de la cara era gris. A veces, cuando jugaba bisbol

    con los muchachos mayores o rodaba por el suelo con

    Roberto y Juanita, interrumpa repentinamente la

    diversin. deca. Y al marcharse se

    tambaleaba ligeramente.

    Como tena 55 aos, nosotros supusimos que

    aquellos sntomas eran los del acercamiento a la vejez.

    Ciertamente nunca se le ocurri a ninguno de nosotros que

    pap pudiera morir tan joven.

    l saba del mal estado de su corazn antes que

    Roberto y Juanita viniesen al mundo. Haba hablado con

    mam sobre la dolencia y considerando la posibilidad de

    dejarla viuda con todos los hijos.

    Mam saba la contestacin que l ansiaba:

    - No veo porque doce hijos van a dar ms trabajos que

    diez - dijo a pap - y, por lo que a mi se refiere, me gusta

    terminar todo lo que empiezo.

    El mal estado de su corazn haba sido una de las

    principales razones que pap tuvo para organizar la casa a

    base de eficiencia, de manera que pudiese marchar bien

    sin necesidad de constante vigilancia; as los hijos

    mayores seran responsables de los pequeos. Saba la

    carga que iba a caer sobre mam y quera aliviarla en

    cuanto le fuese posible.

    - Tal vez maana, tal vez dentro de seis meses - haba

    dicho ltimamente el mdico - Cuando mucho un ao, si

    deja usted de trabajar y se mete en la cama.

    - No crea usted que me asusta - contest pap - Estoy muy

    ocupado.

    Vino a casa, escribi una carta a un especialista

    del cerebro legando el suyo a una universidad, y avent de

  • su espritu toda idea de muerte. La Conferencia Mundial

    de Energa y la Conferencia Internacional de

    Administracin Cientfica iban a celebrarse ocho meses

    ms tarde en Inglaterra y Checoslovaquia,

    respectivamente. Pap acept invitaciones para hablar en

    ambas. Tres das antes de embarcarse rumbo a Europa,

    muri.

    Mientras esperaba en Nueva York el tren de

    abonados, entr a una de las casillas pblicas de la

    estacin para telefonear a mam. En medio de la

    conversacin mam oy un golpe sordo y el telfono

    qued en silencio.

    Era sbado por la maana, los pequeos jugaban

    en el patio. Casi todos los mayores, miembros de los

    diversos comits, estaban en la ciudad haciendo compras.

    Seis o siete vecinos salieron en automvil para recoger a

    los ausentes.

    - Tu mam dice que vayas a casa, querido - nos avisaron a

    cada uno de nosotros - Ha ocurrido un accidente.

    Cuando llegamos a casa nos enteramos de la

    verdad. Haba 15 20 automviles estacionados en la

    calzada. Santiago estaba sentado en una terraza prxima a

    la acera. Tena la cara tiznada a trechos por haberse

    enjugado las lgrimas con las manos sucias.

    - Se muri pap... - sollozaba.

    Pap era parte de todos nosotros, y todos

    nosotros moramos parcialmente aquel da.

    Mam cambi al morir pap. Cambi de aspecto

    y de modo de ser. Antes de casarse todas las decisiones de

    mam las haban tomado sus padres. Despus de casarse

    fue pap quien decidi las cosas. Fue l quien propuso

    tener una docena de hijos y que marido y mujer se

    hicieran expertos en eficiencia. Si hubiese estado

    interesado en tejer cestos de mimbre o en frenologa,

    mam lo hubiese seguido con igual complacencia.

    Mientras viva pap, mam tena miedo de correr

    en automvil, de los aeroplanos, de caminar sola despus

    de anochecido, cuando relampagueaba se meta en un

    armario y se tapaba los odos con las manos. Algunas

    veces, cuando la cosas iban mal durante la comida, rompa

    a llorar y dejaba la mesa. Le inspiraba terror hablar en

    pblico, aunque sola hacerlo.

    Ahora, repentinamente, dej de sentir miedo

    porque ya no tena nada que temer. Ahora nada poda

    alterarla porque lo que ms importaba ya estaba alterado.

    Ninguno de nosotros volvi a verla llorar.

    Dos das despus de morir pap, cuando la casa

    ola an a flores, mam reuni al consejo de familia y nos

    dijo que, si todos ayudbamos, ella poda continuar la

    obra de pap.

    - Si se comprometen a gobernar la casa y cuidar de todo

    hasta mi regreso maana mismo saldr en el barco que

    pap tena pensado tomar. Voy a pronunciar en su nombre

    los discursos de Londres y Praga. Lo har, s. Estoy

    segura, hijos mos, de que as lo hubiera querido su padre.

    Pero son ustedes quienes tienen que decidir.

    Ernestina y Marta subieron al piso de arriba para

    ayudar a mam a disponer el equipaje. Ana se meti en la

    cocina a planear la cena. Frank y Guillermo salieron con

    rumbo al barrio comercial para tratar con los negociantes

    en coches usados sobre la venta del automvil.

    - Dganles que traigan un remolcador - dijo Lil a los

    muchachos cuando ya salan - Ese carro nuestro slo

    echaba a andar en manos de pap.

    Alguien pregunt a pap en cierta ocasin:

    - Pero, para qu quiere usted economizar tiempo? Qu

    puede uno hacer con el tiempo economizado?

    - Trabajar, si es lo que ms le gusta - contest pap -

    Instruirse, gozar de la belleza o del arte o, simplemente,

    divertirse.

    Y mirando al interlocutor por encima de sus

    lentes agreg:

    - O rascarse las narices, seor mo, si es lo que le causa

    mayor placer.