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Material de Cátedra “Comercio justo para todos. Cómo el comercio puede promover el desarrollo” Joseph Stiglitz – Andrew Charlton (Taurus – 2008) La Ronda de Doha de 2001, los países en vías de desarrollo pidieron que los aranceles de los bienes que ellos producían a partir del uso intensivo de mano de obra se reduzcan. Ésta reducción implicaría que el consumo de sus bienes se incrementen y - en teoría – incrementar la demanda y los salarios. Paso a paso, el comercio permitiría favorecería el desarrollo. Los acuerdos de comercio tienen que promover el desarrollo de los países, era el principio de la Ronda de Doha. Antes de dedicarse a los pasos necesarios para lograr el desarrollo mediante el comercio, los autores retoman dos casos donde el comercio junto con otras acciones definidas brindaron resultados dispares: el Sudeste Asiático y América Latina. En el caso del Sudeste Asiático, enumera la escalada de países que alcanzaron el desarrollo – o niveles avanzados del mismo -, a saber: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Tailandia, Indonesia, Malasia y China. Mientras los primeros dos países crecieron en función de conglomerados industriales naciones y una restricción de las IED limitadas al 5% del PBI, en el resto de los países las empresas transnacionales tuvieron una mayor presencia, alcanzando las IED el 30% del PBI. El gobierno japonés promovió la industria pesada en la segunda posguerra – parte del milagro -, para luego apoyar a la industria tecnológica y electrónica. En los restantes países, el gobierno protegió a las empresas que no estaban en condiciones de competir en el exterior y promovió a las que se encontraban en condiciones. América Latina en la segunda posguerra buscó desarrollarse mediante la sustitución de importaciones. Esto implicaba importar sólo los bienes de equipo necesarios para favorecer el desarrollo. Los países crecieron hasta la década de los ochenta, cuando no pudieron abonar los pagos de deuda y el continente entró en lo que se denominó <<la década perdida>>. Los economistas neoliberales indicaron que América Latina no habría desarrollado sus estrategias comerciales – orientadas al libre comercio y su correspondiente apertura comercial – de forma tal que se inserten de forma positiva en el mundo. Además, América Latina presentaba una liberalización financiera que favorecía el ingreso de un importante volumen de IED – más que nada, capitales financieros – que brindaban una visión distorsionada del ingreso de capitales productivos. El Sudeste Asiático presentaba una restricción mayor sobre el desplazamiento de lso capitales extranjeros. Los autores señalan el caso de México como parte del NAFTA para analizar el libre comercio. A pesar que el crecimiento de las exportaciones y el ingreso de inversiones fue positivo, el crecimiento real fue más lento reduciendo los salarios. A su vez, los productos agrícolas importados de los EEUU que eran subsidiados bajaron el valor/precio de los alimentos, afectando a los productores nacionales. Las IED que se dirigían a México se re direccionan hacia China a fines de los noventa, por lo cual se pierden fuentes de empleo, tanto en la industria como en la agricultura. La pobreza, y por ende, la desigualdad. Ya adentrándonos en las bases del comercio, los intercambios entre países se producen a partir de bienes que se necesitan – por un lado – y que se producen eficientemente –

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“Comercio justo para todos. Cómo el comercio puede promover el desarrollo”Joseph Stiglitz – Andrew Charlton (Taurus – 2008)

La Ronda de Doha de 2001, los países en vías de desarrollo pidieron que los aranceles de los bienes que ellos producían a partir del uso intensivo de mano de obra se reduzcan. Ésta reducción implicaría que el consumo de sus bienes se incrementen y - en teoría – incrementar la demanda y los salarios. Paso a paso, el comercio permitiría favorecería el desarrollo. Los acuerdos de comercio tienen que promover el desarrollo de los países, era el principio de la Ronda de Doha.

Antes de dedicarse a los pasos necesarios para lograr el desarrollo mediante el comercio, los autores retoman dos casos donde el comercio junto con otras acciones definidas brindaron resultados dispares: el Sudeste Asiático y América Latina.

En el caso del Sudeste Asiático, enumera la escalada de países que alcanzaron el desarrollo – o niveles avanzados del mismo -, a saber: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Tailandia, Indonesia, Malasia y China. Mientras los primeros dos países crecieron en función de conglomerados industriales naciones y una restricción de las IED limitadas al 5% del PBI, en el resto de los países las empresas transnacionales tuvieron una mayor presencia, alcanzando las IED el 30% del PBI.

El gobierno japonés promovió la industria pesada en la segunda posguerra – parte del milagro -, para luego apoyar a la industria tecnológica y electrónica. En los restantes países, el gobierno protegió a las empresas que no estaban en condiciones de competir en el exterior y promovió a las que se encontraban en condiciones.

América Latina en la segunda posguerra buscó desarrollarse mediante la sustitución de importaciones. Esto implicaba importar sólo los bienes de equipo necesarios para favorecer el desarrollo. Los países crecieron hasta la década de los ochenta, cuando no pudieron abonar los pagos de deuda y el continente entró en lo que se denominó <<la década perdida>>. Los economistas neoliberales indicaron que América Latina no habría desarrollado sus estrategias comerciales – orientadas al libre comercio y su correspondiente apertura comercial – de forma tal que se inserten de forma positiva en el mundo.

Además, América Latina presentaba una liberalización financiera que favorecía el ingreso de un importante volumen de IED – más que nada, capitales financieros – que brindaban una visión distorsionada del ingreso de capitales productivos. El Sudeste Asiático presentaba una restricción mayor sobre el desplazamiento de lso capitales extranjeros.

Los autores señalan el caso de México como parte del NAFTA para analizar el libre comercio. A pesar que el crecimiento de las exportaciones y el ingreso de inversiones fue positivo, el crecimiento real fue más lento reduciendo los salarios. A su vez, los productos agrícolas importados de los EEUU que eran subsidiados bajaron el valor/precio de los alimentos, afectando a los productores nacionales.

Las IED que se dirigían a México se re direccionan hacia China a fines de los noventa, por lo cual se pierden fuentes de empleo, tanto en la industria como en la agricultura. La pobreza, y por ende, la desigualdad.

Ya adentrándonos en las bases del comercio, los intercambios entre países se producen a partir de bienes que se necesitan – por un lado – y que se producen eficientemente – por otro -. La retroalimentación en los intercambios favorecería el crecimiento – no podemos decir precisamente el desarrollo -. Sin embargo, esta visión tiene un lado negativo: la liberalización comercial genera el ingreso de mercancías que compiten con la industria nacional y también puede desplazar la mano de obra de los sectores con baja productividad subsidiados hacia los que poseen mayor productividad generando una reducción de la mano de obra ocupada.

En la actualidad, las instituciones internacionales promueven la reducción de los impuestos comerciales y su traslado a impuestos indirectos, como el IVA. Este tipo de tributación indirecta no es alcanzado por la economía informal y reduce el bienestar social. A su vez, se redistribuye la presión tributaria en todos los bienes en lugar de los bienes importados que requieran algún tipo de restricción.

La concepción de la especialización aprovechando las ventajas comparativas que posee un país, puede no ser el camino para el desarrollo. Los autores mencionan el ejemplo de Corea del Sur, en el cual según sus ventajas comparativas deberían de haberse especializado en el cultivo de arroz. Sin embargo, aunque se mejore la productividad del mencionado cultivo, Corea del Sur no se habría desarrollado. Por eso, los autores indican que la intervención del gobierno es al mejor forma de desarrollar ventajas comparativas dinámicas.

Las reuniones en torno al comercio y el desarrollo comenzaron luego de la Segunda Guerra Mundial en torno al GATT – Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio – cuyas negociaciones comenzaron más

precisamente en 1947 y continuaron hasta 1995, cuando se transformó en la OMC – Organización Mundial del Comercio -.

El GATT incluía a todos los países que se sumaban a excepción de los países comunistas. Se basó en la reciprocidad y el beneficio mutuo, negociando una reducción paulatina de los aranceles aduaneros y otras barreras al comercio y la eliminación de prácticas discriminatorias del comercio internacional. A pesar de los avances en al liberalización del comercio, los países en desarrollo tuvieron un escaso rol en las negociaciones, Lograron, sin embargo, un trato diferenciado, en el cual se les imprimieron tarifas arancelarias menores que a los países ricos e implementar medidas de protección a los países con bajo nivel de vida.

Las negociaciones de las rondas tuvieron a los países con menor nivel de desarrollo fuera de la toma de decisiones, ya que el comercio se maneja en cuestiones de reciprocidad y las modificaciones establecidas para beneficiarlos eliminaban la posibilidad de otro tipo de negociación.

En la Ronda Uruguay – que data de 1993 -, los países desarrollados incluyeron nuevos temas sobre los cuales trabajar: la inclusión de los servicios como parte del comercio – superando el límite de bienes – y derechos de propiedad intelectual. Además, se incluyeron reducciones a los aranceles y tarifas no aranceladas en bienes industriales y agrícolas, textiles y prendas de vestir.