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Cuando estamos hablando de clientes y consultoras tenemos que tratar por fuerza de intereses complementarios, que son los que justifican que existan unos y otros. Otro aspecto a tener en cuenta que haya la posibilidad de un buen servicio a un coste interesante, para cumplir unos objetivos concretos, que determinan que las consultoras, por supuesto, necesitan a las empresas, pero está claro tambien que, en la mayoría de los casos, las empresas necesitan los servicios de las consultoras. Se puede pedir, y eso ni siquiera es necesario decirlo explícitamente, que hay algunas limitaciones, como la exclusividad de una empresa por sector. Para las empresas, y especialmente para sus directivos y profesionales, es preferible muchas veces servicios externos en determinados casos, que les permite no desviarse de su propio trabaj0.Y para las consultoras se abren y amplían las posibilidades de trabajo. Por último, podemos dar un repaso a lo que son las consultoras de comunicación y relaciones públicas, observando, por un lado, el sistema americano, que tienen consultoras para todo, ayudando ya a los primeros niveles, tanto de empresas como de instituciones. Supone un ahorro de costes para las empresas. Aportan experiencia y conocimiento a disposición de las empresas. Y se plantean una conjunción de intereses. Se asumen las nuevas tecnologías, aunque hay que compaginarlas con los sistemas tradicionales, aunque se tiene que ver la necesidad de rapidez en las comunicaciones. Facilidades de contactos, y disposición total e inmediata. Con la utilización de las más avanzadas tecnologías. -Varios departamentos en uno -Expertos en diferentes materias -Disponibilidad absoluta -Ventajas económicas -Socios estratégicos de los clientes -Resultados satisfactorios -Repercusión nacional e internacional Mauricio Dominguez Dominguez-Adame, Jefe de Protocolo del Excmo. Ayuntamiento de Sevilla Reflexionar es meditar, es analizar detenidamente algo que evoluciona, puede ser con carencias, pero sí capaz de ser mejorado si se aplican los medios adecuados. Esto implica hablar de cómo ha evolucionado el protocolo durante los últimos treinta años, estudiar los problemas actuales y, con una filosofía institucional y finalista, proponer las medidas y los cambios necesarios para que tenga vigencia en el futuro de una sociedad que en los Últimos años, - en realidad ya son décadas -, ha experimentado cambios profundos en muy diversos órdenes de la vida, en lo personal, en lo social, en lo profesional, en lo familiar. Todo ello, por consiguiente, afecta directamente al ceremonial. Debemos conseguir una visión de conjunto de esta disciplina, muy necesaria para los jóvenes que se inician en este apasionante trabajo y desean ideas definitorias y filosofía para ejercerlo con altura de miras y profesionalidad. Como debe ser el auténtico protocolo, desterrando prácticas que en realidad no lo son y que tanta confusión y contrariedad producen entre los que quieren ser auténticos profesionales. El modelo es por su perfección lo que se debe seguir o imitar. En momentos de grandes cambios en todas las órdenes de la vida individual y colectiva, en los primeros meses del nuevo milenio, el protocolo vive momentos históricos extraordinarios pero tambien está sometido a serios peligros, p;es algunas de sus normas están amenazadas - las precedencias, la simbología, los comportamientos - por un falso modernismo que ataca al protocolo como auténtico proyector de la imagen institucional. Deben estudiarse nuevasfórmulas que adapten el protocolo a las necesidades actuales, lo que significa profundizar en las posibles innovaciones, pero siempre manteniendo el deseado equilibrio entre tradición y modernidad. El modelo de protocolo municipal habrá que encontrarlo dentro de esas coordenadas donde están los valores permanentes del ceremonial, en sus normas, en sus símbolos y en sus estilos. Poco nuevo vengo yo a exponer que no lo haya ya hablado o escrito en los innumerables encuentros en los que hemos intervenido desde hace ya muchos años, prácticamente desde el principio de la Transición, y donde tanto hemos aprendido. Mi aportación, por tanto, sera reflexionar sobre todo lo vivido y mirar con optimismo el futuro.

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Cuando estamos hablando de clientes y consultoras tenemos que tratar por fuerza de intereses complementarios, que son los que justif ican que existan unos y otros. Otro aspecto a tener en cuenta que haya la posibilidad de un buen servicio a un coste interesante, para cumpl i r unos objetivos concretos, que determinan que las consultoras, por supuesto, necesitan a las empresas, pero está claro tambien que, en la mayoría de los casos, las empresas necesitan los servicios de las consultoras.

Se puede pedir, y eso ni siquiera es necesario decirlo explícitamente, que hay algunas limitaciones, como la exclusividad de una empresa por sector. Para las empresas, y especialmente para sus directivos y profesionales, es preferible muchas veces servicios externos en determinados casos, que les permite no desviarse de su propio trabaj0.Y para las consultoras se abren y amplían las posibilidades de trabajo.

Por últ imo, podemos dar un repaso a lo que son las consultoras de comunicación y relaciones públicas, observando, por un lado, el sistema americano, que tienen consultoras para todo, ayudando ya a los primeros niveles, tan to de empresas como de instituciones.

Supone un ahorro de costes para las empresas. Aportan experiencia y conocimiento a disposición de las empresas. Y se plantean una conjunción de intereses. Se asumen las nuevas tecnologías, aunque hay que compaginarlas con los sistemas tradicionales, aunque se tiene que ver la necesidad de rapidez en las comunicaciones. Facilidades de contactos, y disposición total e inmediata. Con la utilización de las más avanzadas tecnologías.

-Varios departamentos en uno -Expertos en diferentes materias -Disponibilidad absoluta -Ventajas económicas -Socios estratégicos de los clientes -Resultados satisfactorios -Repercusión nacional e internacional

Mauricio Dominguez Dominguez-Adame, Jefe de Protocolo del Excmo. Ayuntamiento de Sevilla

Reflexionar es meditar, es analizar detenidamente algo que evoluciona, puede ser con carencias, pero sí capaz de ser mejorado si se aplican los medios adecuados. Esto implica hablar de cómo ha evolucionado el protocolo durante los últ imos treinta años, estudiar los problemas actuales y, con una filosofía institucional y finalista, proponer las medidas y los cambios necesarios para que tenga vigencia en el futuro de una sociedad que en los Últimos años, - en realidad ya son décadas -, ha experimentado cambios profundos en muy diversos órdenes de la vida, en lo personal, en lo social, en lo profesional, en lo familiar. Todo ello, por consiguiente, afecta directamente al ceremonial.

Debemos conseguir una visión de conjunto de esta disciplina, muy necesaria para los jóvenes que se inician en este apasionante trabajo y desean ideas definitorias y filosofía para ejercerlo con altura de miras y profesionalidad. Como debe ser el auténtico protocolo, desterrando prácticas que en realidad no lo son y que tanta confusión y contrariedad producen entre los que quieren ser auténticos profesionales.

El modelo es por su perfección lo que se debe seguir o imitar. En momentos de grandes cambios en todas las órdenes de la vida individual y colectiva, en los primeros meses del nuevo milenio, el protocolo vive momentos históricos extraordinarios pero tambien está sometido a serios peligros, p;es algunas de sus normas están amenazadas - las precedencias, la simbología, los comportamientos - por un falso modernismo que ataca al protocolo como auténtico proyector de la imagen institucional. Deben estudiarse nuevasfórmulas que adapten el protocolo a las necesidades actuales, lo que significa profundizar en las posibles innovaciones, pero siempre manteniendo el deseado equilibrio entre tradición y modernidad. El modelo de protocolo municipal habrá que encontrarlo dentro de esas coordenadas donde están los valores permanentes del ceremonial, en sus normas, en sus símbolos y en sus estilos.

Poco nuevo vengo yo a exponer que no lo haya ya hablado o escrito en los innumerables encuentros en los que hemos intervenido desde hace ya muchos años, prácticamente desde el principio de la Transición, y donde tanto hemos aprendido. M i aportación, por tanto, sera reflexionar sobre todo lo vivido y mirar con optimismo el futuro.

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En el Congreso Internacional de Protocolo celebrado en Sevilla en junio de 1997, intentamos dar una definición, acorde con el momento actual, de lo que es el protocolo y así decíamos que el protocolo debe ser entendido como un instrumento al servicio de la sociedad, integrado por una serie de normas de carácterformal, encaminadas a definir la presidencia, la precedencia, los símbolos, las intervenciones y los comportamientos en los actos oficiales, cuya finalidad es dar una imagen fiel de lo que representan las autoridades y personalidades que los protagonizan o asisten y del mensaje que estas ceremonias deben transmitir.

Allí fuimos desglosando todos, y cada uno de los conceptos sin olvidar los principios básicos de todo protocolo: que su f i n social, el bien de la comunidad, implica un contenido ético, por lo que no debe ser propaganda n i publicidad. Junto a los éticos están los estéticos. El acto solemne implica ornamentación y ésta debe quedar siempre dentro de los necesarios parámetros artísticos y representativos que le otorguen la dignidad debida. La brillantez de un acto queda recogida hoy en los modernos medios de comunicación fundamentalmente los vídeos, que nos indican los defectos o aciertos de la estructura y montaje de la ceremonia que podemos analizar con todo detalle a posteriori y corregir lo que proceda para actos futuros.

Obedece también el protocolo a principios organizativos. Si el protocolo es esencialmente forma, parece un contrasentido que puedan fallar los medios personales o materiales necesarios.

No podemos tampoco olvidar que deben darse los presupuestos básicos de la buena comunicación, para que impacte el mensaje favorablemente.

Es necesario que se recoja todo lo que merezca ser conservado de la t radic ión. En una ocasión decíamos que en la vida municipal todo acto protocolario t iene algo del ayer; el acto por generación espontánea no existe. De ahí la importancia del precedente, que en tantas ocasiones hemos utilizado.

Tener siempre presente el principio de la representatividad, que habla de la vinculación real de los asistentes al acto que se celebra, lo que significa que estén los que deben estar. Y la simbología que tanto apoya al ceremonial y tiene un amplio respaldo popular.

Pero ante todo debemos señalar que para constatar la vigencia del protocolo y su futuro, hay que estar convencido de su necesidad y de su utilidad. En todos los tratados sobre la materia y en artículos de expertos, el protocolo se concibe como un factor de estabilidad social. Se dice muchas veces que lo que no puede resolver la violencia, cuando varios se reúnen, lo soluciona la cortesía.

Tampoco debemos olvidar que el protocolo es una escuela de civismo. Le dedicamos a este importante tema una conferencia no hace muchos años en Barcelona "El buen protocolo en losayuntomientoscontribuyea la formación cívica.Aspectosprócticos" (29 de marzo de 1995). El protocolo une y relaciona

favorablemente a las autoridades e instituciones. Tampoco podemos olvidar que el protocolo es un instrumento clave para el análisis de la historia. Cuando se lleva muchos años en la profesión se comprueba hasta qué punto es importante lo que decimos. Cuántos actos se organizan sin visión histórica, no reflejan la dignidad y grandeza que merecían y no transmiten el mensaje deseado. Qué satisfacción más profunda cuando son organizados midiendo su alcance histórico.

Desde esta perspectiva histórica, los que llevamos mucho t iempo trabajando en el ceremonial público, vemos con absoluta claridad la necesidad de la norma protocolaria, que variará en función de las épocas, de las creencias y de la escala de valores sociales. Pero hay que saber bien distinguir lo que es transitorio y puede cambiar y lo que por esencia debe permanecer en la forma protocolaria y en su propio contenido.

No podemos olvidar los grandes cambios en el mundo de las últ imas décadas; en la sociedad, la política, la economía. Basta cómo en los Últimos años estamos asistiendo a la consolidación de la Unión Europea. Como en España cada día más se asienta el Estado de las Autonomías. Como los Ayuntamientos, fundamentalmente los de las grandes ciudades, luchan y van consiguiendo el protagonismo que tuvieron en siglos pasados ... El protocolo es norma formal, valiosa e indispensable para relacionarse las instituciones.

Aquí debemos de señalar la entrada de la empresa en el mundo del protocolo, en sus más variadas manifestaciones de la actividad privada. Valdría la pena hacer algunas encuestas sobre los actos protocolarios, en el sentido técnico de la palabra, que organizan al cabo del año, en las más importantes ciudades españolas, las fundaciones privadas, las asociaciones, corporaciones e instituciones que no tienen carácter público, y que sin embargo convocan casi a diario a las autoridades que asisten a los actos que organizan y donde muchas veces se hace el mejor protocolo. Esto nos llevaría a un tema interesantísimo, al que últ imamente se le están dedicando jornadas y cursos, y que tuvo un amplio panel hace tres años en el Congreso Internacional de Protocolo de Sevilla: El protocolo en lo empresa y en otrasinstitucionesprivodas o mixtos. Esto nos conduciría a repasar la propia normativa del Ordenamiento General de Precedencias donde habría que pensar en redefinir lo que es un acto oficial.

La llegada de la mujer a los altos cargos también ha conmocionado las formas más clásicas de ordenación y de etiqueta. A lo que hay que añadir también la aparición de la figura del marido como cónyuge o consorte. Sobre este tema, llevamos hace seis años al I Congreso de Protocolo de Oviedo una ponencia. Este tema es tan sugestivo, que la entonces introductora de embajadores, Dña. Cristina Barrios, presentó una ponencia que se debatió en el Congreso de Sevilla.

En este examen que estamos realizando, no podemos olvidar la

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importancia que han ido adquiriendo los medios de comunicación en los actos protocolarios. La razón es evidente, pues la difusión es clave para el mensaje que todo acto pretende transmitir. En 1997 apareció el l ibro Protocolo y medios de comunicación social, de Juan José Laforet, gran amigo que estudia ampliamente toda la problemática que se plantea.

Mención especial merece la llegada a España en los años sesenta de los estudios de Relaciones Públicas, primero en la empresa y más tarde en la Administracion, y cómo han influido en los últ imos años en el protocolo. Así el Código Deontológico de Atenas y el Decálogo de Spinetti, el tratadista ital iano que l levó las Relaciones Públicas al campo de la Administración Pública. Recordar también el l ibro tan claro y sencillo sobre Lasrelacionespúblicasen la Administración de Julián Carrasco Belinchón, publicado por el IEAL, agotado hace ya muchos años y que merece la pena ser reeditado. Como se dice en todos estos tratados, una de las claves del éxito está en crear el espíritu de las Relaciones Públicas. Llevado al campo del protocolo, lo importante es crear ese espiritu protocolar io que deben tener autoridades, dirigentes, organismos y empresas que convocan los actos solemnes, así como los funcionarios que los organizan.

Las nuevas tecnologías, como el fax, el ordenador o el teléfono móvil pueden simplificar y facil i tar el trabajo, si se emplean adecuadamente para lo que de verdad sirven. Algunos ejemplos podríamos poner para lo que no sirven.

Conviene ahora recordar, aunque sea muy brevemente, lo que ha sido la evolución, un tanto agitada del protocolo en el últ imo tercio del siglo XX. Lo que significó el Reglamento de Precedencias de 1968, acorde con las Leyes Fundamentales del Reino de aquella época. La aparición del decreto contribuyó enormemente a que el Inst i tuto de Estudios de Administracion Local, por desgracia ya desaparecido, convocara un seminario de estudios para funcionarios en 1972, que tuvo lugar en Madrid, del mayor interés, y reveló la falta de uniformidad en las corporaciones a la hora de aplicar el protocolo, pues la mayoría de los asistentes eran funcionarios de la administración general y no especial y que ejercían el protocolo bien desde la secretaría general o particular, e incluso algunos desde la asesoría jurídica. Se podían contar con los dedos de la mano cuantos eran funcionarios de carrera con su plaza de protocolo especial.

La aprobación de la Constitución de 1978, con la creación del Estado de Autonomías, el Estado aconfesional, los nuevos cargos y los cambios en los rangos de muchos de los antiguos, dio lugar a un período de transición de cinco años, que pueden resumirse en ese dicho popular de que "se aprecia lo que vale algo cuando se pierde". Recuerdo que se hablaba de que el protocolo desaparecería y seria sustituido por las modernas relaciones públicas, lo que nos sorprendía porque las dos disciplinas tenían metas y contenidos diferentes.

Famosos son los incidentes protocolarios de aquella época. Primera visita del Papa Juan Pablo II a España, Campeonatos del Mundo de Fútbol, en 1982, etc.

El Ordenamiento General de precedencias en el Estado de 1983 y la creación de la Jefatura de Protocolo del Estado, soporte indispensable para que la normativa pudiera aplicarse con criterios uniformes y válidos, no sólo fue un balón de oxígeno para cuantos estábamos dedicados a la profesión, sino la posibilidad de trabajar coordinadamente. Escribió D. Enrique Tierno Galván, Alcalde de Madrid, un interesante artículo en el diario El País sobre la pérdida de los usos rituales (31 de enero de 1985). Decía que cuando las sociedades cambian los modelos y pierden al mismo t iempo sus formas rituales, se produce un vacio, una ausencia de la que sólo se puede salir recuperándolas. Terminaba el viejo profesor con una pregunta: ¿qué sentido moral t iene una sociedad sin usos rituales? Las sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo de Justicia de los años 1985 y 1986, aclararon algunos puntos discutibles. La reforma de 1996, creando el Departamento de Protocolo de la Presidencia del Gobierno y suprimiendo el cargo de Jefe de Protocolo del Estado, nos ha llevado en estos años a una situación de revisión y espera de una nueva normativa sobre la cuestiones que se plantearon en el Foro sobre Protocolo en España, que tuvo lugar en Sevilla en junio de 1997, previo al Congreso Internacional.

Pasaron del centenar las dudas y los problemas que sobre la normativa protocolaria en España se formularon entonces. Muchos quedan por resolver. Enunciamos algunos: Redefinir al acto oficial; precisar el tema de la cesión de la presidencia; matizar la representación de la autoridad que concurre a un acto; definir las primeras autoridades; revisar principios omitidos en el actual Ordenamiento y que se contemplaban en otros anteriores, como la obligatoriedad de invitar y asistir a determinados actos; clarificar las distintas normativas existentes, fundamentalmente las del Estado, Comunidades Autónomas y Corporaciones Locales; temas olvidados del derecho premial, c o d o son IosTítulos del Reino, condecoraciones y otras altas distinciones; ordenación y tratamiento de los cónyuges; ordenación de autoridades sin jurisdicción en el territorio pero con competencia en el acto que se celebra: reuniones de Alcaldes, de Delegados de Gobierno, etc.; los usos de banderas, insignias y otros símbolos, etc. Seguimos a la espera de una nueva redacción del Ordenamiento General de Precedencias, ansiada por autoridades y funcionarios, pues en 18 años de vigencia han cambiado muchos cargos, creado nuevos, varios desaparecidos y faltan otros. Mientras tanto en el protocolo municipal resolvemos conforme a la tradición las dudas que se plantean que son muchas.

Veamos ahora la evolución de los honores municipales tan vinculados al Protocolo, pues a la hora de recibirlos o de manifestarlos se hace a través del ceremonial en el acto solemne.

La anter ior normat iva local, concretamente el Reglamento de

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Organización, Funcionamiento y Régimen Jurídico de las Corporaciones Locales de 1952 trataba a partir del artículo 300 de los honores y distinciones, pero acorde con su tiempo, era enormemente restrictivo y lleno de trabas a la hora de desarrollar unos temas tan queridos en la vida municipal como son los del derecho premial. Es fáci l de comprender cómo los honores y las insignias municipales pasaron en el principio de la Transición por grandes incertidumbres, igual que hemos visto con las precedencias hasta la publicación, en agosto de 1983, del nuevo Ordenamiento General de Precedencias en el Estado, que vino a paliar el caos ceremonial de años anteriores.

A partir del Reglamento de Organización, Funcionamiento y Régimen Jurídico de las Corporaciones Locales de 1986, en aplicación de los principios de la nueva Ley de Régimen Local, todo va a cambiar. En primer lugar porque se transfieren a las comunidades autónomas todo lo comprendido en la Sección 5a del Título 6O, t i tulada "De los honores y distinciones". Ya no había que acudir a Madrid a la Dirección General de Administración Local para solicitar alguna distinción, modificar algún reglamento de honores o aprobar algún escudo municipal. Los artículos 186 a 191 del vigente Reglamento de Organización conceden una amplia autonomía a las Corporaciones Locales en

1 s ,;I esta materia, acorde con la trascendencia del cambio político que encarna

1 / / nuestra Constitución. /I Si examinamos los artículos 186 a 191, antes citados, en lo referente I ! a los honores de la corporación, esto es, los que se le otorgan, no exigen un

reglamento, pero sí la instrucción de expediente y que la concesión la otorgue el Órgano competente de la Comunidad autónoma. Es necesaria para la aprobación de los escudos, banderas, sellos, lemas, títulos o tratamientos. En cambio, para las distinciones que otorgan las corporaciones, se exige que tengan una normat iva, pero no sujeta a aprobación de un Órgano superior administrativo. Se pretende, por tanto, que la corporación municipal tenga libertad a la hora de otorgar distinciones, pero que disponga de un reglamento que garantice, con los debidos requisitos, lo idóneo de la concesión (títulos de hijos predilectos, adoptivos, medallas de la ciudad, etc.).

A part i r de 1986, las corporaciones locales se lanzaron a instruir expedientes de rehabilitación o creación de escudos, sellos y también banderas, esta últ imas no reconocidas en la larga etapa histórica cerrada con la muerte de Franco en 1975. Desde 1986, en cualquier boletín de comunidad autónoma, leíamos y leemos con frecuencia cómo un municipio presentaba su proyecto en expediente reglamentario para la aprobación de su escudo, su sello o su bandera. Asistimos, por tanto, en los últ imos quince años, a una verdadera exaltación de valores simbólicos, en contraste con la etapa política anterior. Pero faltaba una normativa especial que lo regulara.

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bj Esta necesidad de regulación de los símbolos de las entidades locales

por f in en Andalucía ha tenido la respuesta legal adecuada. La Consejería de Gobernación de la Junta de Andalucía, por decreto de 1 4 de enero de 1995, publicado en el BOJA dos meses más tarde, el 9 de marzo del mismo año, ha regulado el procedimiento para la aprobación y rehabil i tación de escudos heráldicos, banderas y otros símbolos de las entidades locales de la Comunidad Autónoma Andaluza, que significa un paso de gigante a la hora de garantizar que las corporaciones adopten sus símbolos, de acuerdo con los principios internacionales de la Heráldica y la Vexilología, haciendo más sencilla la tramitación del expediente y con unos anexos, incorporando criterios técnicos que sirven para uni formary mantener, al mismo tiempo, los principios heráldicos elementales que quedan salvaguardados por el informe preceptivo del Instituto de Academias de Andalucía. Por orden de 12 de mayo de 1995, es la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, la encargada de dictaminar los expedientes.

El procedimiento sirve tanto para las entidades locales que, carentes de símbolos representativos, desean adquirirlos, como para las que, disponiendo de ellos, se propongan reformarlos o rehabilitarlos. En la exposición de motivos del decreto se indica que el procedimiento aúna el carácter de cada entidad local y el enriquecimiento de su patr imonio cul tural con el respeto a las normas de unas ciencias, Heráldica, Vexilología, Sigilografía, de férti l tradición y pujanza. Puede la entidad local adoptar un nuevo escudo, bandera y otros símbolos; modificar los establecidos o rehabilitar los que históricamente les correspondieran.

Interesante es todo lo relativo a los requisitos exigidos: acuerdo plenario de la corporación iniciando el expediente, publicación en el BOJA e información pública durante 25 días.

El expediente que deberá remitirse a la Dirección General de Administración Local de la Consejeria de Gobernación incluirá: certificación del acuerdo corporativo, alegaciones formuladas en el plazo de informacióh pública y una memoria que se compondrá de dos piezas:

1. Descripción exhaustiva de los antecedentes históricos que existan en el archivo de la entidad, con relación circunstanciada de los fondos bibliográficos, archivísticos y monumentales consultados.

2. Descripción y justificación de la propuesta con inclusión de un dibujo - proyecto heráldico, en el que se aprecie claramente los colores, esmaltes y metales aplicados y para las banderas y sellos las medidas utilizadas.

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Dos meses tiene la Academia para emitir informe. Si hay silencio administrativo se entiende positivo y es favorable. Se da entonces un plazo de 10 días para la preparación por la Dirección General de Administración Local del correspondiente decreto que remitirá a la Consejería de Gobernación para ser elevado al Consejo de Gobierno para su aprobación.

Si el informe de la Academia es desfavorable se notificará a la entidad las objeciones formuladas que tendrá un plazo de cinco mese para adoptar un nuevo acuerdo y remitirlo a la Dirección General de Administración Local. De no adoptarlo, se producirá la caducidad del expediente. De adoptarlo, la Consejería de Gobernación tiene un plazo de ocho mese para resolver. De no hacerlo, se entenderá estimada la solicitud formulada.

Quizás el estreno o uno de los primeros expedientes de banderas, aprobado según el decreto que venimos reseñando, fue la bandera de Sevilla, la roja carmesí con el N08DO en oro, presentada ante SS.MM. Los Reyes en la Casa Consistorial la tarde del 18 de marzo de 1995, día de la boda de la Infanta Doña Elena en la Catedral hispalense. Expediente iniciado en 1992, que tuvo polémica en su comienzos, se paralizó durante dos años y, por fin, en diciembre de 1994, quedó consensuado, no sin grandes esfuerzos, por todos los grupos municipales. Más tarde, en 1998 se constituyó una comisión para estudiar la modificación del actual escudo municipal. Las pasadas elecciones de 1999 impidieron continuar las reuniones, pero pronto deberán reanudarse. Puede ser que, como en la bandera, surja la polémica.

Pero cuando parecía que las corporaciones disponían de la normativa jurídica y técnica para resolver los problemas de sus símbolos heráldicos, ha llegado la fiebre de los logotipos. Todo se anuncia: el programa cultural, la carrera deportiva, el congreso turístico, las publicaciones, las conferencias, y entonces llega el diseño. Parece que los escudos ya están anticuados, que se necesitan otros símbolos, según dicen, que transmitan mejor el mensaje, y se inicia esta controvertida etapa de encontrar las verdaderas señas de identidad corporativa. Hace unos años me pidieron opinión sobre el escudo de una corporación local y redacté un informe que después se publicó en una revista especializada, clamando por las reglas de la Heráldica y por la tradición histórica. De nada sirvió. Esa corporación hoy no tiene escudo, tiene un simple nombre: el nombre de la corporación con una raya oblicua debajo.

En junio de 1999 tuvo lugar en Santander, en la Universidad Menéndez Pelayo un encuentro de profesionales sobre "La heráldica en organismos oficiales e instituciones privadas". La lección inaugural corría a cargo del Profesor Felio Vilarrubias, y la tituló "La Heráldica es la llave de la Historia': Hacía un llamamiento desesperado para mantener los símbolos históricos, las reglas internacionales de la heráldica y la vexilología y el respeto a la bandera, al escudo, al himno, a las distinciones, y a los tratamientos en las administraciones públicas. Y así decía el ilustre profesor:

"... hemos podido constatar personalmente, cómo en los dos últimos decenios estuvo a punto de ser, una vez más, este "patrimonio de nuestro ser en la Historia" destruido o arrumbado, y aún ipeor que la muerte!: ser ianorado, y darle -en múltiples organismos oficiales- por no existente la obligación histórica y política de su vigencia en la representación pública del Estado y de sus Instituciones públicas, como lo confirman fehacientemente los numerosos logotipos (que borran una noble e histórica tradición) que campean -tras defenestrar /a heráldica histórica -, en los documentos oficiales, tanto en organismos públicos de carácter administrativo, como también universitarios, a l aplicar, lamentab/emente determinadas Administraciones Públicas -de manera muy especial la local -, p o r pura demagogia un erróneo principio conceptual, a l actuar indiscriminadamente sobre una interpretación exclusivamente polít ica de partido, a todo cuanto tratase de la defensa y preservación del patrimonio heráldico frente a la actual incursión sustitutoria de los "diseñadores", bajo desorientadoras consignas "modernistas" en la confección o, aún peor, "interpretación" de los signos heráldicos, a su libre albedr/o e imaginación".

Es curioso que, teniendo este instrumento legal, por supuesto sujeto a ser mejorado y ampliado, estamos en plena guerra de logotipos, abandonando los escudos tradicionales, y en algunas corporaciones utilizando varios, todo por el atractivo y peligroso mundo del diseño, de la imagen, del anuncio.

Es grande la importancia que para la simbología tiene el protocolo, pues no hay mejor forma de exteriorizar los símbolos, y que cobren vida, que a través del ceremonial en el acto solemne.

En la práctica se da mucha más importancia, dentro de las reglas del acto solemne, a las ordenaciones. La mayoría de las veces, en la prensa, en la televisión, se destaca cuándo ha habido un conflicto protocolario, precisamente por un problema de ordenación. En cambio, rara vez, leemos o escuchamos algún problema surgido dentro del complejo mundo de lo simbólico; lo que es un contrasentido porque, a medida que pasa el tiempo, nos damos cuenta que la simbología está en la propia razón de ser del acto, mientras que, en muchas ocasiones, las ordenaciones completan el acto, pero no lo protagonizan. Podríamos poner infinidades de ejemplos. Unos, por falta de símbolos; otros, porque no son los adecuados. En octubre de 1999 intervinimos en unas jornadas sobre Arhivística en la Diputación de Huelva y llevamos el trabajo "La simbología en el protocolo municipal". Las ideas allí expuestas son las mismas que hoy reproducimos.

¿Qué es el símbolo? Perfecto Sulleiro, Secretario de Ayuntamiento, con quien compartí una ponencia en un seminario sobre protocolo celebrado en Madrid en 1972, gran amigo, desgraciadamente ya desaparecido, publicó en el IEAL, un libro ese año: Protocolo, honores y distinciones en la Corporaciones Locales, un magnífico trabajo, agotado al poco tiempo de salir,

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l ibro al que yo con frecuencia recurro para profundizar en la filosofía del derecho premial.

El símbolo es una imagen, una f igura o una divisa con que materialmente o de palabra se representa un concepto moral o intelectual por alguna semejanza o correspondencia que el entendimiento percibe entre este concepto y aquella imagen. Esto dice la Real Academia Española. Supone, por tanto, un elemento exterior objetivo y un elemento interno que facilita una inmediata comunicación entre los que lo emplean. Símbolo natural muy impor tante es el lenguaje, también el gesto, el ademán, el saludo. Los convencionales son aquellas representaciones plasmadas en el papel, en el metal, en la tela, en la piedra o en la pintura como es el blasón, la bandera, el escudo, el sello, el lema, que identif ican a un pueblo, a una región, a una ciudad, a una institución, expresiones máximas que confieren honor, explican el ayer, implican dignidad y exaltan los valores eternos de la ciudadanía.

Decía Sulleiro, y con razón, que todo acto de ceremonial encierra un valor de símbolo; por eso, cuando preguntan por la reglas que se exigen en el protocolo, siempre contestamos que se agrupen en tres indispensables, que no deben separarse, que son las de ordenación: de personas, de intervenciones, de objetos protocolarios; las reglas de comportamientos expresivas de algo tan fundamental como es la cortesía: puntualidad, etiqueta, saber estar y, por úl t imo, y muy importante, las reglas de la simbología.

En el protocolo tenemos que cuidar mucho los símbolos. En primer lugar, en la documentación. Cualquier acto solemne lleva aparejado como mínimo la invitación, el programa del acto, en el caso del banquete será la minuta, y la tarjeta de situación. No debemos olvidar el poner los escudos, que además deben estar en sus colores. Olvidarnos de las invitaciones por fax o fotocopias. Siempre deben ser originales impresos.

Debemos prestar gran atención a las insignias. En las ciudades que tienen pendón histórico, conservarlo adecuadamente, procurar su uso y divulgar su historia mediante folletos a los que debe darse la debida difusión. Igualmente con la bandera municipal. Es muy importante reglamentar su uso. Que no fal te jun to a las banderas de España y de la Comunidad Autónoma cuando ondean en fachadas de edificios oficiales, o presidan despachos, salones o espacios donde se celebren actos oficiales.

Si la corporación tuviera mazas, divulgar su historia, reglamentar su uso y que participen en el mayor número de actos solemnes. Igualmente, que asistan a los actos oficiales de etiqueta, los miembros de la corporación, con las medallas corporativas, los bastones y fajines.

Muchos símbolos son signos visibles del poder y de la autoridad: las mazas, el bastón de mando; otros, implican pertenecer a una institución o poseer una distinción. Las enseñas: el pendón, la bandera, representan a la ciudad, antigua o moderna; el escudo, en el documento o en el repostero, afirma

en clave heráldica la forma más bella y sencilla de representar a un municipio. Pero en el protocolo se manejan otros símbolos que profundizan en el

mensaje que todo acto pretende transmitir. Por supuesto que muy importantes son los discursos en el acto solem'ne, pero muchas veces no se pronuncian en el lugar adecuado. He aquí un símbolo importante: el espacio ceremonial. Cuántas veces se discute el lugar de una ceremonia.

Podemos poner el ejemplo del acto de la imposición de la medalla de la ciudad de Sevilla a su Alteza Real la Condesa de Barcelona en septiembre de 1992. Parte de la Corporación opinaba que debía celebrarse en lugar cerrado y no con más de doscientas personas. Nosotros teníamos un precedente importante en el acto que en 1928 se hizo en honor de Doña Luisa de Orleans, madre de la Condesa, que tuvo lugar en la Plaza Nueva ante miles de personas. Prevaleció nuestra opinión y el acto se celebró en la Plaza Nueva. Fue un acto histórico inolvidable. Igualmente podíamos decir del homenaje de la Infanta Doña María Luisa Fernanda de Borbón, al cumplirse los cien años de la donación de los jardines de San Telmo para parque de Sevilla. Un símbolo importante era el lugar, y se celebró en el parque jun to al precioso monumento en bronce de Pérez Comendador, asistiendo la Condesa de Barcelona y su hermana, la Princesa Doña Esperanza.

Me gustaría relatar dos anécdotas de nuestros Reyes en la Capilla Real, para signif icar lo importante que es en un acto solemne olvidar un escenario que puede ser clave, por ser un gran símbolo. En 1982 vinieron a la conmemoración del 12 de octubre a Sevilla los Reyes. Una gran recepción en el Alcázar. Aunque se recordó a los organizadores que siempre los Reyes, al llegar a Sevilla, visitaban la Capilla Real, donde reposa en magnífica urna de plata el cuerpo de San Fernando, se omit ió la visita alegando falta de tiempo. En el desfile de personalidades en la recepción, un canónigo muy viejo le musitó al Rey algo de oído. Al día siguiente, muy temprano, antes de salir para Huelva, donde tendría lugar el acto más importante de la festividad, salieron los Reyes del Alcázar, y antes de emprender el viaje, visitaron la Capilla Real.

Curiosamente se ha repetido la anécdota. Fue hace dos años, en 1998, porque el 23 de noviembre, día de San Clemente, y cumplirse el setecientos cincuenta aniversario de la conquista de Sevilla por San Fernando, se inauguró un importante congreso internacional sobre su figura y una exposición sobre su época. A pesar de que se advirtió la importancia de la visita a la Capilla Real, una vez más se omi t ió por fa l ta de tiempo. Cuando ya los Reyes terminaban de recorrer la exposición, alguien le habló al Rey de los actos que durante esa mañana habían tenido lugar en la Catedral y que en ese día se abría la urna de plata donde reposa el cuerpo de San Fernando. Oírlo el Rey y decir vamos a la Capilla Real, todo fue en un instante. Se cumplía as¡ un rito de la Casa Real española de muchos siglos, cual es la de visitar y rezar ante el sepulcro del santo Rey, cuando están los monarcas en Sevilla.

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En los actos conmemorativos de centenarios, aniversarios, la lápida de mármol, o la placa de bronce es simbolo básico del homenaje, es lo que va quedar para siempre. El escudo, la inscripción, las fechas, son claves que nunca pueden olvidarse.

En 1991 tuvo lugar el homenaje al Rey de Sevilla Almutamid, a l conmemorarse el noveno centenario de su destierro. Se pensó que lo mejor era una columna de mármol con la inscripción apropiada: "Dios decrete la muerte mía en Sevilla y allí se abran nuestras tumbas el día de la resurrección", habia escrito el monarca abadita en su prisión de Agmat en Marruecos. Qué simbólica será, que me contaban hace unos meses funcionarios del Alcázar que recientemente visitó el palacio una importante autoridad árabe y quedó emocionada al contemplar la columna hasta el punto que se puso un rato ante ella en oración con su séquito.

La procesión de la espada el día 23 de noviembre, festividad de San Clemente es una de las funciones religiosas más antiguas a la que asiste todos los años la corporación municipal y que conmemora la conquista de Sevilla por San Fernando en 1248. Hay datos desde 1260, en el que el propio Rey Sabio llevó la espada. El pendón de la conquista, réplica del trozo original que se conserva en el tesoro de la Catedral, lo porta el concejal más joven; la espada del Santo Rey, la lleva el alcalde, y el cáliz de ágata, lo sostiene el preste con las reliquias del Papa San Clemente; así discurre la procesión por las Últimas naves catedralicias; son los simbolos los que le dan sentido a la conmemoración, que reflejan el origen histórico de la misma y los personajes claves que la protagonizan. El mejor ceremonial, sin esos símbolos, de muy poco serviría.

Símbolos de la ciudad son las procesiones cívicas que tanto gustan al pueblo que siempre acude a presenciarlas. La banda municipal que precede a la corporación, los maceros con sus ricos ropones medievales, los concejales con sus medallas y fajines, los tenientes de alcalde y el alcalde con sus bastones, y la guardia de gala con sus brillantes uniformes que le dan escolta.

La etiqueta también es un símbolo. Curiosamente en la Transición padecimos la guerra de los chaqués; al f in se impuso, pero el gran derrotado fue el frac, perdiéndose así una etiqueta ceremonial que se había mantenido cerca de 150 años, terminándose, por tan to la posibilidad de que en los actos solemnes se puedan ostentar las condecoraciones.

Otros símbolos importantes son los retratos. Un ejemplo reciente lo tenemos en la inauguración presidida por SS.MM. Los Reyes del nuevo Seminario diocesano. En la entrada del salón de actos, en sendos caballetes, figuraban dos importantes retratos de la Infanta Doña María Luisa Fernanda y del Cardenal Spínola, Arzobispo de Sevilla, que protagonizaron en el pasado siglo el nuevo destino del Palacio de San Telmo para formación de los sacerdotes. Todo el mundo comentó el acierto de colocar los retratos, dos

magníficos óleos, porque al contemplarlos era rememorar el origen de la historia y, por tanto, constituían magníficos símbolos.

Por últ imo, recordar un acto histórico de gran emotividad, como fue el 15 de enero de 2000, al trasladar los restos mortales del que fue el Presidente de la II República Española, D. Diego Martinez Barrio, desde París a Sevilla. Como había indicado en su testamento en 1960, creía en Dios y quería ser enterrado en Sevilla. Aunque habia sido Presidente de la masonería española, parecía que una oración ante su tumba al Dios Universal era apropiada, y así se hizo. También la representación de la masoneria colocó al bajar el féretro la rama de acacia. Qué importante es la simbología para el buen protocolo.

Debemos ahora tratar de algo importante, de la normativa municipal sobre honores y ceremonial. Desde hace ya algunos años, porque es necesario, venimos defendiendo el que los Ayuntamiento posean un reglamento propio de honores y ceremonial. Varios trabajos hemos redactado en este sentido y todos tienen un denominador común: que el protocolo para ejercerlo bien, debe estar reglamentado.

Examinábamos en la Riqueza del protocolo municipal como fuente del DerechoPremial, conferencia que pronunciamos hace unos años, en Barcelona, todo el con junto valioso de tradiciones locales, la mayoría de ellas sin reglamentar, y abogábamos para que fueran estudiadas y recopiladas por los jefes de protocolo, para ser debidamente valoradas por las corporaciones -al f in y al cabo son su historia -, y conservadas con las variaciones naturales del paso del t iempo y los cambios políticos y sociales.

La mayoría de las corporaciones poseen un reglamento de honores y distinciones que en general sólo se l imita a establecer las normas por las que se rigen las concesiones de medallas y t í tu los honoríficos. Sería de sumo interés y uti l idad el que dispusieran de un texto en el que se refundieran los honores y privi legios, las insignias capitulares, las normas generales de ceremonial y varios apéndices, en el que cronológicamente pudieran insertarse cuantas noticias históricas de carácter protocolario pudieran ser de interés: por ejemplo, vistas de jefes de Estado, funciones religiosas antiguas y a las que asiste la corporación, reglamentos de siglos pasados, relación de personalidades e instituciones galardonadas con la medalla de oro o t í tu lo de hijo adoptivo o predilecto, etc.

A la hora de redactar un reglamento, no debemos olvidar la normativa general de precedencias en lo que afecta a las corporaciones locales y señalar la importancia de lo dispuesto en el art iculo 5, párrafo 2 del reglamento de 1983, cuando reconoce la normativa propia que en esta materia puede poseer la Corporación Local, y la tradición o costumbre del lugar como fuente del Derecho. En este sentido el Reglamento de 1983, supone un giro de 180 grados con respecto al de 1968: por un lado respalda el protagonismo de las

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corporaciones locales asignándoles un rango muy superior al que gozaban en el anterior Reglamento, tan to a nivel individual, como colegiado (Alcalde, Presidente de Diputación o Cabildo, Teniente de Alcalde, Ayuntamiento, Diputación). Al mismo t iempo dispone que preside los actos oficiales la autor idad que organiza (artículo 4), lo que permite a las autoridades municipales un campo de acción extraordinariamente más amplio que el que antes tenían en materia protocolaria.

En este contexto debemos recordar la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y Tribunal Supremo en los conflictos que desde 1980 se han ido planteando en esta materia. Así la de 22 de junio de 1982, que resuelve la competencia estatal para f i ja r las precedencias entre el Estado y la Generalitat de Cataluña; la de 3 0 de enero de 1985 que establece que es de titularidad estatal la competencia controvertida sobre el Real Decreto 2099183, aunque con pleno reconocimiento de las competencias de las Comunidades Autónomas para ordenar sus propias Autoridades y Órganos, en actos por ellas organizados y a los que no concurran con las del Estado y la Sentencia del Tribunal Supremo de 2 de diciembre de 1986 sobre precedencias de las Presidentes de Comunidades Autónomas.

Decíamos en o t ra ocasión, que estas bases legales que t iene los Ayuntamientos para promulgar sus propios reglamentos de honores, de distinciones y de ceremonial, nos lleva a examinar la situación actual de carencia, o de normativa obsoleta. En muchas corporaciones locales así lo hemos constatado, a través de diferentes reuniones, jornadas y simposios que sobre esta materia se han venido celebrando en estos últ imos años. Algunos ayuntamientos poseen reglamentos de honores de los años treinta. Hay muchos reglamentos que todavía no se han adaptado a lo dispuesto en el Reglamento de Organización, Funcionamiento y Régimen Jurídico de las Corporaciones Locales de 1986, en lo que respecta al quórum para adoptar acuerdos; otros no regulan los honores locales, no los que otorga la Corporación, sino los que ésta recibe. Estos argumentos y algunos más que podríamos enumerar, no demuestran claramente la oportunidad de regular definitivamente esta materia.

Si a esta necesidad de regulación le añadimos el momento propicio por las amplias facultades que el Reglamento de Organización de 1986 otorga a las Corporaciones Locales, vale la pena incidir en que todo es favorable para acometer la tarea.

Veamos ahora las disposiciones sobre ceremonial. Si por éste entendemos el conjunto de reglas y ceremonias para la celebración de un acto oficial solemne, todos estamos de acuerdo en la enorme riqueza que acumulan en este sentido los Ayuntamientos. Pero, curiosamente, se habla de tradiciones, lo que generalmente lleva a una casuistica que conduce a que cada acto o ceremonia tenga sus propias reglas, por lo que, al no haber uniformidad en ellas, dif iculta su incorporación a un texto reglamentario.

Junto a esta casuística histórica y actual, no podemos olvidar el l considerable número de actos oficiales, de mayor o menor rango, que organizan

durante el año los Ayuntamientos. Así, a mayor aplicación de unas tradiciones con reglas heterogéneas, se multipl ican los problemas en la aplicación del

i protocolo, en cuanto a precedencias, en cuanto a mayor o menor solemnidad I en actos que debieran ser semejantes, etc.

También debemos hablar aquí de un principio que debe regir en todo i acto protocolario: el transmitir el mejor mensaje pro con la dignidad debida.

De no existir unas normas generales, redactadas con claridad y rigor en un

! reglamento de ceremonial, es muy difíci l que un jefe de protocolo pueda

! organizar con éxi to un acto oficial, donde deben cumplirse principios 1 ! fundamentales como son los de tradición, de representatividad, de organización

i y de comunicación, a los que al principio de este trabajo nos hemos referido. Demostrada la necesidad de disponer de un reglamento de ceremonial,

J nada nos impide que podamos incorporarlo al de honores y distinciones. El ! 1 protocolo establece unas reglas para la celebración de los actos solemnes, y

estos siempre se organizan para conmemorar, para festejar, para premiar, para distinguir, para realzar, lo que es el objeto del Derecho Premial, que en gran parte lo constituyen los honores y distinciones. Por ello, los dos primeros titulos del articulado, honores y distinciones, se refieren al Derecho Premial que pudiéramos calificar de sustantivo. El ceremonial recoge las reglas formales

l para que ese derecho sustantivo cobre vida en el acto solemne. También podemos aducir que con esa visión de conjunto, unidas las

tres materias, honores, distinciones y ceremonial, tendríamos mejor definida

i la importancia que el buen protocolo oficial desempeña en la vida social, no sólo por el enorme alcance que tiene la imagen pública de las autoridades, lo que reconoce expresamente la Exposición de motivos del vigente Ordenamiento

i de Precedencias, sino por su impacto favorable en la ciudadanía. Se pretende muchas veces reducir el protocolo al ámbito de las precedencias, lo que no es suficiente, pues el ceremonial tiene un mensaje siempre que transmitir cara al pueblo, donde son otras reglas, las de la comunicación, o las de la simbología las que se consideran tan importantes o más que las anteriores.

En las VI1 Jornadas sobre Protocolo en las Comunidades Autónomas y Corporaciones Locales, celebradas en Córdoba en marzo de 1995, avanzamos algunas sugerencias sobre un posible articulado de un Reglamento de Honores, Distinciones y Ceremonial en las Corporaciones Locales. En el Congreso de Protocolo de Sevilla, como complemento a la ponencia, aportamos un proyecto - en realidad es un esquema básico -, para discutirlo e introducir sugerencias. Es un documento de trabajo para un reglamento tipo, fácilmente adaptable a las peculiaridades de cada institución. Llegar a poseer esa reglamentación de

1 protocolo es fundamental para cumplir bien esta delicada misión que tienen 1 los Ayuntamientos.

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Figuraría un t í tu lo primero: De los blasones e insignias; un t í tu lo Pero la mejor normativa de poco serviría sin funcionarios responsables segundo: De los honores de la corporación; un t í tu lo tercero: De los actos para interpretarlas y aplicarlas. Por ello debo detenerme en algo que para mí civiles; un t i tu lo cuarto: De las ceremonias religiosas tradicionales; un t í tu lo es primordial: El servicio de protocolo y la persona que lo dirige, lo que nos quinto: De las exequias; un t í tu lo sexto: De las distinciones municipales; un lleva a la absoluta necesidad de la existencia de la plaza, de los requisitos t í tu lo septimo: De los hermanamientos de ciudades; un t í tu lo octavo: Del h ara el acceso v de la dotación del servicio con los indis~ensables elementos ceremonial y algunas disposiciones finales.

La ponencia completa se publicó en 1998 en la Revista Internacional de Protocolo no 12.

Veamos ahora cómo ha evolucionado el protocolo desde el punto de vista de la enseñanza y formación académica. Hemos de decir con satisfacción cómo desde los años setenta se in ic iaron jornadas, cursos, simposios, fundamentalmente desde la Administración Local. Hay que recordar lo que aportó el ext inguido Ins t i tu to de Estudios de Administración Local desde principio de los años setenta hasta finales de los ochenta.; el impulso que la Universidad de Oviedo ha dado a esta disciplina con sus cursos de experto; y lo que está haciendo Granada, Madrid; y Sevilla en la Facultad de Ciencias de la Información. Es una garantía en lo que a enseñanza se refiere, de que el protocolo camine por donde debe, por la senda científica.

En el pasado año, se leyó la primera tesis doctoral sobre Protocolo, trabajada durante varios años por la profesora de la Universidad Hispalense, Doña Teresa Otero Alvarado. Protocolo y Relaciones Públicas de Estado: Los días nacionales en l a Exposición Universo1 de Sevilla 7992. Base para su libro recientemente editado Concepto y estructura del ceremonial y protocolo. Lo que nos lleva a algo fundamental para el profesional del protocolo como es la bibliografía. Quiero recordar que en los años setenta se podían contar con los dedos de la mano los libros sobre protocolo.

La profesora Otero Alvarado ha incluido en su l ibro un estudio muy meri tor io de toda la bibliografía existente. Si examinamos las Últ imas publicaciones a part i r de los años noventa, son más de veinte títulos los aparecidos en las librerías sobre comportamiento protocolario, ordenaciones, simbología, protocolo oficial, en la empresa, internacional, etc. La últ ima edición de Honores y Protocolo de López Nieto, en dos volúmenes, constituye una aportación verdaderamente importante.

Todo esto constituye una base firme y es prueba evidente para afirmar la importancia del protocolo y su necesidad actual.

Pero el protocolo necesita de profesionales, preparados técnica y vocacionalmente, y esto sólo se puede conseguir si la Universidad abre sus puertas y si los organismos y las empresas crean sus plazas y los puestos de trabajo con el nivel adecuado. Si los dirigentes miden bien los beneficios que les puede reportar el buen protocolo, al mismo tiempo adaptarán la normativa legal o consuetudinaria a las necesidades actuales de la sociedad. En muchas ocasiones en el protocolo no se discute la norma, sino la falta de norma.

personales y materiales. También algo debemos decir del ejercicio de la función y la práctica protocolaria. Cuando se habla de las condiciones necesarias para el desarrollo de una función, ante todo, se establecen tres: competencia, aptitud y experiencia.

Las dos ultimas tienen una importancia excepcional en protocolo y están muy vinculadas; la primera por las condiciones especiales del marco en

! que se trabaja; la segunda porque son múltiples los actos y sus incidencias y t iene que pasar mucho tiempo de aprendizaje para actuar sin temor en los

1

l actos oficiales.

El marco en que se desenvuelve la función es complejo. En cada l actuación la primera fase es de preparación y reflexión; la segunda, de acción

y ejecución inmediata. Ello requiere en la persona que lo realiza una gran vocación de servicio y una entrega total a la función, no sólo física - que es evidente puesto que no hay horario f i jo y se trabaja en días festivos y domingos -s ino espiritual. El protocolo es un servicio a los demás y lo practica la autoridad a través de los actos oficiales. De ahí la importancia del concepto de responsabilidad que tenga el jefe de protocolo, forzosamente muy alto, pues de su acierto dependerá en gran parte la buena imagen del político. Y esta difícil misión deberá cumplirse con naturalidad, estando en todo y pasando desapercibido. Será la gran servidumbre de un puesto de trabajo de intensa vida social, donde el t ra to exquisito con todos y el afán de servicio a los demás, unido a la adecuada y permanente compostura, prodigue frente al pueblo, sus autoridades e invitados, la imagen real de prestigio deseada.

Y siempre, como una constante, deberá realizarse la diaria tarea, con un gran amor a la Ciudad, a su historia, a sus tradiciones, a su presente y a su fu turo ; ello compensará en gran parte los muchos sacrificios que van unidos a la función.

M e gustaría a modo de resumen decir algo sobre la f i losofía del protocolo. Jóvenes que se interesan por la profes'lón me piden muchas veces un esquema, lo más simple posible, sobre las reglas protocolarias. Les contesto siempre lo que sigue: las reglas protocolarias imprescindibles se dividen en tres grandes grupos.

El primero afecta al propio individuo, potencial asistente a un acto protocolario. Son las reglas de comportamiento personal. Es la cortesía, la puntualidad, la etiqueta, la presentación, la conversación, el recibimiento, la despedida; en dos palabras: saber estar.

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Hay un segundo grupo que abarca todo lo relacionado a la ordenación de los asistentes en el acto protocolario. Son las reglas de presidencia, precedencia, de ubicación, de intervenciones en los actos ...

Hay, por últ imo, unas reglas que afectan a la simbología, al ornato y a la organización. Distinguimos así en los medios materiales los que son representativos, los decorativos y los funcionales. Entre los primeros están las insignias que estudia la Vexilología y la Heráldica. Los segundos, los decorativos, son indispensables para todo lo que es solemne; constituye todo un arte saber decorar, colocar tapices, reposteros, cuadros, jarrones, muebles, alfombras, compaginar los tonos de color y los dibujos, para dar esplendor al protocolo. Pero sin los terceros tampoco podemos tener un acto perfecto. Son esos medios materiales que garantizan la funcionalidad de todo: la i luminación I adecuada, la megafonía para la mejor audición, la insonorización para evitar ~ los ruidos exteriores, la climatización equilibrada, pues con mucho frío o calor un acto no resulta agradable, y también el acomodo, pues una sillería incómoda ¡ o antiestética hace un precioso acto, insufrible; sin olvidar la documentación: ! invitaciones, confirmaciones, listas y tarjetas, que hacen el milagro del buen I

orden de los asistentes al acto protocolario. l

Este esquema tan simple, que desarrollado puede llenar muchos libros, i

no debe nunca separarse. Es básico y debe tenerse muy en cuenta para los que se inician en esta delicada y sufrida profesión.

Quedaría incompleta esta panorámica si no habláramos de la historia l

del protocolo local. Cualquier funcionario municipal que se precie de serlo debe tener un especial cariño al Archivo. En cualquier dependencia donde se !

l

encuentre destinado siempre tendrá alguna pregunta sobre el origen o el pasado de su servicio a la que no puede contestar si no consulta los antiguos

! expedientes que en él se conservan.

I

Desde que en 1965 llegué a la Administración Local, siempre fue para l

mí el archivo el más rico de los tesoros. Durante m i larga etapa en la Diputación ! (1965-1983) en la que durante 10 años también dirigí el protocolo del Gobierno I

civi l (1969-79), a pesar de tener un archivo provincial muti lado, aprendí l

mucho en su buena biblioteca de historia de Sevilla y en la Revista Archivo Hispalense, que es una auténtica joya. A esa época debo una parte importante

~ de m i formación y vocación. Más tarde, al ganar la plaza en el Ayuntamiento en los años 80 fu i deslumbrado por lo que guardaba el Archivo Municipal con !

sus actas capitulares, los expedientes antiguos, la Hemeroteca, la Biblioteca 1 auxiliar y el Archivo Fotográfico que entonces se iniciaba. ~

Hace dieciséis años comencé una tarea que me parecía importante para el Servicio de Protocolo; la de buscar antecedentes de las ceremonias municipales. Muchos concejales preguntaban sobre el origen, la razón de ser

l y las vicisitudes de muchas ceremonias, y no se podía dar la respuesta adecuada. I

Con paciencia fuimos recabando datos, consultando expedientes y comenzamos i i

lo que hemos llamado "informes a los capitulares", muchos convertidos después en conferencias y que ya pasan de los setenta.

Cronologías de las funciones religiosas antiguas a las que asiste el ayuntamiento, festividades como la de San Fernando, San Clemente, la Inmaculada, Virgen de los Reyes, Corpus, Virgen de la Hiniesta, Hispanidad, Cristo de San Agustín, llaves de la ciudad, visitas de los Reyes, etc. Siguieron las ediciones facsimilares: el ceremonial de Sevilla del Siglo XVIII, Gloria póstuma de Sal7 Fernando del Padre Solís, Antigüedades del Convento de San Agustín, La Collación de San Roque, Ramillate de flores de la retama, Discurso histórico de Nuestra Sra. de la Hiniesta, libros de pasados siglos, muy difíciles de encontrar y relacionados con el ceremonial antiguo de la ciudad y en todos incorporamos estudios de su evolución hasta la época actual.

También iniciamos al f inal de los 80 los regalos de álbumes con fotos antiguas a ilustres personalidades que visitaron Sevilla. A la Reina de Inglaterra se le obsequió con un hermoso álbum de la estancia en Sevilla de los príncipes ingleses, Don Eduardo y Don Jorge, en la primavera de 1927, con Don Alfonso Xll l y Doña Victoria Eugenia. Se repitió el mismo t ipo de regalo con la visita del Rey Hassan II de Marruecos, pues se disponía de un magnífico reportaje de su padre Mohamed V en 1956. También a los príncipes Takamado de Japón se les obsequió con un álbum de la visita en 1973 de los príncipes Akihito y Michiko, hoy emperadores.

También se confeccionó un magnífico álbum para la madre de su Majestad El Rey, S.A.R. doña María, Condesa de Barcelona, con ocasión del acto de entrega de la medalla de la ciudad en septiembre de 1992, celebrado en la plaza Nueva ante más de tres mi l personas y en presencia de SS.MM.. Consistía en dos reportajes de sendos homenajes a la Infanta Doña Luisa de Orleans, madre de Doña María, celebrados los dos en el Ayuntamiento. Uno de 1926, el solemne acto de entrega del t í tu lo de hija preciara de Sevilla; otro de 1928, cuando S.M. el Rey Alfonso Xll l le impuso la gran cruz del mérito mi l i tar en una tribuna delante de la casa consistorial. Época en que Don Carlos de Borbón, marido de Doña Luisa, era Capitán General de Andalucía, y Doña María vivía en Sevilla. La colección fotográfica nos permitió rememorar aquella efeméride y buena parte de la decoración de la gran tribuna para el acto de 1992 fue inspirada en la de 1928.

También debemos recordar el apoyo a las exposiciones sobre San Fernando, sobre la Virgen de la Hiniesta, sobre la Feria. En todas esas actuaciones el Servicio de Protocolo ha vivido materialmente en el Archivo y en la Hemeroteca. Quedan muchos temas en el t intero para otra ocasión que hubiera querido comentar: las bodas civiles, los banquetes, el cuidado de la Casa Consistorial.

No me gustaría terminar esta breve exposición, lo hago muchas veces, sin recordar a un gran profesional del protocolo: Don Pedro de Vega Tamariz.

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Fue escribano de cabildo, lo que hoy es un secretario de Ayuntamiento, en los últ imos años del siglo XVIII. Hombre importante en la Sevilla de su tiempo, fue un enamorado del protocolo. Entonces se decía ceremonial. En el año 1999 se cumplieron doscientos años de la instrucción del ceremonial en las funciones de iglesia del Ayuntamiento de Sevilla, que él pacientemente redactó de forma magistral, al conocer con todo detalle la normativa de siglos pasados, en los cuarenta años que trabajó en la Casa Consistorial.

La Instrucción, aprobada el 10 de diciembre de 1797, se publicó dos años más tarde, en 1799, y es todo un modelo de su época. Para el Congreso Internacional de Protocolo de Sevilla, se preparó un edición especial facsimilar para los participantes, que jun to a rescatar un documento de excepcional interés para la historia del ceremonial significó un homenaje a este sevillano, estudioso de su tiempo, consciente de la importancia de la tradición, del mensaje que todo acto solemne entraña, de la etiqueta para el debido decoro personal, del deber moral de asistir a las ceremonias y de la puntualidad. Un modelo de vocación para todos, jóvenes y mayores, en la entrega y en el estudio, dos pilares fundamentales en los que debe asentarse siempre el buen hacer de los que sirven el mundo apasionante y tantas veces ingrato del Protocolo.

Lo ingrato se olvida ante lo apasionante, porque el acto oficial que tiene infinidad de contenidos nos lleva de una forma sencilla y casi de la mano a lo insigne, a lo admirable, a lo bello. De ahí la afición de tantos jefes de protocolo por la pintura, por la poesía, por la música, por la historia, aprendida y amada al asistir a tantas exposiciones, conciertos, recitales y conferencias que han protagonizado grandes maestros.

l a El protocolo, es decir, el conjunto de reglas ceremoniales que se aplican en la organización de los actos oficiales municipales para que tenga vigencia ha de ser úti l , y mediante el buen mensaje social que pretende transmitir, contribuir a consolidar la imagen de prestigio y dignidad corporativa.

2a El acto oficial debe tener respaldo popular, y eco favorable en los medios de comunicación. El rechazo o la critica en el contenido o en la forma de organizarlos debe ser motivo de serio estudio por los jefes de protocolo para revisar lo discutido y encauzarlo hasta adaptarlo lo mejor posible a las circunstancias de tiempo y lugar.

3a El servicio de protocolo municipal debe estar dirigido por funcionarios l l t , ' de carrera de administración especial, ya que por la propia naturaleza

de la función, es básica la experiencia, la dedicación, la vocación y los conocimientos.

4= El acceso al cargo debe ser por concurso - oposición. El primero garantiza la vocación y la experiencia; el segundo los conocimientos y las formación científica y humanística.

5a El jefe de protocolo municipal no sólo está para ordenar las autoridades en cualquier acto oficial. Sería un auténtico despilfarro y perder un inmenso campo de posibilidades favorables a la buena imagen de la corporación y de sus miembros. La labor creativa del jefe de protocolo su curr iculum, - experiencia y conocimientos -, debe ser pi lar fundamental para el político a la hora de organizar un acto oficial, lo que impl ica contar con su asesoramiento desde el in ic io de su organización hasta el ú l t imo tramite de guardar el expediente en el archivo.

6a Para que la oficina funcione con eficacia ha de dotarse de los medios personales necesarios (técnicos, auxiliares, subalternos) y de los materiales que en cada momento sean indispensables, así como los estables: en orden a la documentación (fax, scanner, ordenador), en orden al transporte y comunicación (móvil, vehículos, etc. ), en orden a la etiqueta (uniformes, gala, etc. ).

7= El Jefe de Protocolo debe procurar la mejor comunicación y apoyo con los servicios municipales de los que depende el éxi to del acto protocolario: Seguridad, Limpieza, Tráfico, Cultura (banda de música), Gabinete de la Alcaldía y Secretaría Particular, Parques y Jardines e Imprenta Municipal.

8-a Corporación debe reunir todas las disposiciones dispersas relativas a los honores municipales, los que tiene, los que concede, así como <u tradición ceremonial y aprobar un Reglamento de honores distinciones y ceremonial municipal.

ga Debe al mismo tiempo impulsar as publicaciones sobre protocolo de actos históricos municipales y, desde luego, documentar los que se organicen faci l i tando a los asistentes un resumen de su signif icación y de su desarrollo.

loa La ingente documentación y bibliografía que se posee de los últ imos 30 años se debe en gran parte a lo positivo que han sido los encuentros entre profesionales, por lo que las corporaciones e instituciones deben fomentar los seminarios, cursos, congresos, jornadas, con el f in de que los funcionarios se conozcan, se intercambien información, se adopten

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criterios uniformes en los temas que así lo requieran, se planteen los problemas pendientes en el ejercicio profesional y se establezcan las conclusiones fundamentales para elevarlas a la autor idad correspondiente con el f in de que resuelva lo que sea procedente.

Ila Las Corporaciones deben f i rmar convenios de colaboración con las Facultades y Escuelas donde se imparte la disciplina de protocolo, con el f in de que los alumnos que por su comportamiento, formación y vocación fueran seleccionados realicen, durante el t iempo que se estime conveniente, prácticas en las oficinas de protocolo, que les van a permitir ampliar sus conocimientos y experiencia, y en el contacto con la vida misma, analizar su propia vocación.

12"nte las corrientes innovadoras en el protocolo, debe tenerse muy en cuenta que los cambios que se pretendan introducir obedezcan a disposiciones legales que han modificado determinadas situaciones sociales. Asi los temas de la mujer, las confesiones religiosas, etc.

13a Recelar de frases como "Si hay protocolo cuanto más fáci l mejor", "Preferible si el acto es informal", "La frialdad del acto protocolario", "Se rompió el protocolo", y afirmar que un acto oficial con un buen protocolo es siempre sinónimo de acto perfecto.

Julio Feo Consultor

Agradecimientos a la profesora Maria Teresa Otero y a ARPPA, por su amable invitación. A la profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Susana García Cereceda y a Jorge Cachinero, Director de Burson Mastellers, por los materiales con que preparé la intervención.

Empezaré con una definición de lobby de Burson Mastellers: "El lobby es una fuente de información a todas las partes interesadas

o implicadas en la toma de decisiones políticas que puedan afectar a la actividad de un negocio, una empresa o una industria".

Y para que quede claro, diremos que el lobby no es tráfico de influencias, no es información privilegiada, no es la profesionalización del amiguismo. El lobby es una actividad legitima con unos objetivos claros:

- Que los poderes públicos tengan la mejor información posible sobre una determinada actividad.

- Que las decisiones que los poderes públicos puedan tomar sobre esa actividad sean lo más fundadas posible.

- Que la ignorancia sobre esa actividad no se convierta en su peor enemigo frente a los poderes públicos.

l Pero veamos dónde, cómo y por qué surge el lobby, quién hace lobby, cómo intentan hacer lobby, e incluso cómo se transgreden las reglas del lobby.

La existencia de grupos de presión en sentido moderno como la de los partidos políticos, no se remonta mucho más allá de comienzos del siglo XIX, centrándose in ic ia lmente en los Estados Unidos de América y en menor

i medida, en Gran Bretaña. Su génesis aparece ligada a los procesos de industrialización, así como al reconocimiento del derecho a la libre asociación

1 y a la regulación por vía parlamentaria de las más diversas actividades

1 económicas. Así, el primer caso conocido de lobbying se produjo en pleno periodo fundacional de los Estados Unidos, concretamente en 1789, siendo su primer objetivo inf lu i r en el Congreso, con ocasión de la aprobación de la

i primera ley aduanera.

Hemos hablado de grupos de presión, y realmente hay una discusión teórica entre los estudiosos de este tema, que por cierto se ha puesto de mod