Maximiliano montenegro bozo pedagogía en artes visuales

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Maximiliano Montenegro Bozo Pedagogía en Artes Visuales El artículo escogido corresponde a la página web http://www.letramedia.cl , en donde se hace una especie de recorrido de la vida y obra de Vincent van Gogh, y se le glorifica por ésta. En su inicio se nombra una primera característica del mito del artista, ésta corresponde a la de genio creativo,-que en el texto de Jiménez se nombra como un ser creador, pues crea imágenes, comparándolo así con dios- abalando a van Gogh por la genialidad de su obra, además se le vincula con otra más, que se remite a su prodigo trabajo creativo desde pequeño, haciéndose acreedor así de el “nacer artista”. Estos dos últimos van de la mano, pues se explica en el texto de Jiménez que ese artista que es innato, -pues nace siéndolo- es un ser especial. Prosigue así por la calidad de mártir, además de “héroe civilizador” su <<función sacrificial>> por el mundo, donde ejerció como misionero, “sacrificando su propio bienestar” antes de convertirse en artista como nombra el artículo. Se avanza luego, por el papel del personaje enfermo, y como nombra el artículo “La urgencia, por otro lado, lo llevó a la locura”, se sostiene así otra característica más del ser desequilibrado, del mito del artista. Por último se hace alusión con su personalidad triste que adquiere al final de su vida, adjudicándose así el papel de personaje excéntrico, melancólico, sometido a la fuerza proveniente de Saturno, dejando entrever su carácter saturniano que es el planeta más lejano al sol, por ende susceptible a desequilibrios emocionales según la tradición antigua.

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Maximiliano Montenegro Bozo Pedagogía en Artes Visuales

El artículo escogido corresponde a la página web http://www.letramedia.cl, en donde se hace una especie de recorrido de la vida y obra de Vincent van Gogh, y se le glorifica por ésta. En su inicio se nombra una primera característica del mito del artista, ésta corresponde a la de genio creativo,-que en el texto de Jiménez se nombra como un ser creador, pues crea imágenes, comparándolo así con dios- abalando a van Gogh por la genialidad de su obra, además se le vincula con otra más, que se remite a su prodigo trabajo creativo desde pequeño, haciéndose acreedor así de el “nacer artista”. Estos dos últimos van de la mano, pues se explica en el texto de Jiménez que ese artista que es innato, -pues nace siéndolo- es un ser especial. Prosigue así por la calidad de mártir, además de “héroe civilizador” su <<función sacrificial>> por el mundo, donde ejerció como misionero, “sacrificando su propio bienestar” antes de convertirse en artista como nombra el artículo.

Se avanza luego, por el papel del personaje enfermo, y como nombra el artículo “La urgencia, por otro lado, lo llevó a la locura”, se sostiene así otra característica más del ser desequilibrado, del mito del artista. Por último se hace alusión con su personalidad triste que adquiere al final de su vida, adjudicándose así el papel de personaje excéntrico, melancólico, sometido a la fuerza proveniente de Saturno, dejando entrever su carácter saturniano que es el planeta más lejano al sol, por ende susceptible a desequilibrios emocionales según la tradición antigua.

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El genio de Van Gogh.Por Paola Galbiati Agosto, 2010

Es tanto lo que se ha dicho y escrito sobre Vincent van Gogh, que parece no haber espacio para más. Sin embargo es tal la genialidad de este artista holandés que su obra, su vida y su persona siempre dan para más análisis, para más contemplación, para más asombro y más incógnitas.

Que se trate de un autodidacta, quién en un período de tan sólo 10 años realizó alrededor de 870 pinturas, sin incluir acuarelas, dibujos, litografías y un aguafuerte, lo convierte en un creador singular.

Consagró su vida al prójimo, primero a través de trabajos de misionero, sacrificando su propio bienestar a favor de los más desamparados, y luego, cuando todo parecía perdido, confuso y oscuro, surge la luz en las tinieblas: Vincent decide convertirse en artista. O tal vez sería mejor decir que Vincent va a continuar su labor de predicador, pero en una forma un poco diferente: su palabra será el color, y su religión la naturaleza que lo conectará, consciente o no, a un Ser superior y divino. Su credo será el amor. Es ese amor el que lo va a impulsar a una temática orientada hacia el que sufre, el que trabaja con sus manos para ganarse el pan: el minero, el tejedor y, sobretodo, el sembrador.

Así, de la duda surge la esperanza, y obras como “Los comedores de patatas” salen a la luz, concebidas como estudios o, simplemente, como gritos desde lo más profundo de su ser.

Como todo hombre de su tiempo, Van Gogh no se vió libre de las influencias que otros movimientos, como el Impresionismo y Puntillismo, podrían ejercer sobre su obra. Sin embargo estaba dentro de sí conocerlas, asimilarlas, para luego interpretarlas a su propia manera. Tal es el caso de la xilografía japonesa, de la cual Van Gogh rescata, a su manera, los tres elementos básicos que conforman la estética de los grabados japoneses: la superficie, la línea y el ornamento. Estos tres elementos son fácilmente reconocibles a lo largo de la obra del artista, tanto en su pintura como en su dibujo, desde que en 1885, en Amberes (Bélgica), conoce y comienza a coleccionar grabados japoneses. Esta colección es para su hermano y para él. Pertenece a ambos, como también su obra le pertenece a Théo. Es que su concepción del quehacer artístico, ya sea la producción, la supervivencia, y la estimulación, deber ser compartidas por los mismos artistas. Con esto en cierto modo justifica las reproducciones que realiza de cuadros de Millet, Delacroix, Daumier, Doré, Rembrandt y Gauguin.

Una vez establecido en Francia, su temperamento sensible no tolera la hipocresía de la bohemia Parisina, así que huye al campo, al sur, a refugiarse nuevamente entre la gente sencilla. En Arlés sueña con fundar un estudio en el sur, de sentar raíces para él y para que otros pintores, perdidos en las tinieblas, pudiesen encontrar una luz que hiciera su travesía más tolerable. El mismo encontró en el Mediodía lo que por el momento su corazón buscaba: la energía que alimentaría el fuego de su alma creadora.

Y así, el artista continuó su evolución hacia un arte cada vez más expresivo, más luminoso, más único y especial. Atrás quedó la paleta sombría de los inicios, y los colores

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complementarios, ya incorporados en París, alcanzaron purezas casi agresivas. Y apareció el color amarillo inundando todos sus lienzos, llenándolo todo de sol y de amor, en su búsqueda por alcanzar la “alta nota amarilla”.

El artista, que había despegado en un vuelo sin retorno, alcanzaba alturas que él ya presentía como importantes, valiosas para el futuro. Por esto, su urgencia lo llevó a pintar con la rapidez y soltura que admiraba de los japoneses, ellos que contemplaban la naturaleza y la plasmaban en todo su esplendor.

La urgencia, por otro lado, lo llevó a la locura, gracias a la cual, aunque suene irónico, su estilo se tornó aún más expresivo llegando a la exageración de la forma en un afán apasionado de expresarse y llegar así a otros. Si se observan sus obras con atención, con la mente en blanco, se escuchará lo que nos tienen que decir. Se sentirá…

Sus últimas obras, especialmente, lograron captar la profunda soledad en que se encontraba el artista, y todos sus autorretratos miran al observador con una mezcla de tensión, escepticismo, y, siempre visible, un dejo de tristeza. Toda la fuerza está en esos ojos. Los ojos de un hombre que observaba y hacía de lo ordinario y común un pretexto suficiente para su obra, y para su repetición, una y otra vez. Un ejemplo es el girasol. La luz, el amor y el sol, la esperanza, la vida misma, todo bajo el símbolo de una flor, su flor, tu flor, tu girasol, Vincent van Gogh.

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