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mayo ‘13 | Sorolla y la visión fotográfica PIEZA DEL MES

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mayo‘13 | Sorolla y la visión

fotográfica

PIEZA DEL MES

Por Elena Pallardó

Sala I

jueves 9, 23 y 30 de mayo a las 18.30

Duración 30 minutos

[Asistencia libre]

“Sorolla y la visión fotográfica”

PIEZA DEL MES abril‘13

Por supuesto que se sirvió de la fotografía. ¿Cómo no iba a hacerlo?

Si se trata de capturar el instante, de apresar un gesto o retratar la

fugacidad de un momento lumínico, es normal que Sorolla dirigiese

su objetivo fotográfico hacía el segundo único que no retornaría más.

Si hablamos de inmortalizar la luz mediterránea, los reflejos del sol

en una playa cantábrica o una sonrisa singular de Clotilde, claro

que Sorolla hará “trampa” y disparará, antes de utilizar los pinceles.

La misma “trampa” que llevaba a cabo durante su período de

formación en el taller fotográfico del que años después se convertiría en

su suegro y que sería su mejor y más querido mentor, cuando coloreaba

y retocaba pictóricamente las fotografías tomadas por el maestro.

Algo de lienzo en la fotografía y después, obviamente, mucho de

fotografía en el lienzo.

Los avances técnicos se introducen así, con alegría, con atrevimiento

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Sorolla y la visión fotográfica

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICA

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y optimismo, con esperanza en que el

progreso científico contribuya a mejorar,

a enriquecer la práctica artística y su

resultado. Así que, repito; ¿por qué no iba

a utilizar la fotografía para su empeño?

Sobre todo, cuando su empeño no se

limitaba a atrapar esos momentos, sino a

mostrárnoslos tal cual son o, mejor dicho,

tal cual él quería que fuesen. Ya sabemos

que no había nada de improvisación en

su obra. No era un Monet que fotografiaba

al óleo, sino un pillo que disponía los

nenúfares de la mejor forma posible, la

más bella y arrebatadora. Entonces los

tanteaba, los esbozaba y, aprovechando que

todos miraran a cámara, secuestraba ese

presente para después ofrecernos el lienzo

perfecto, su momento predilecto de realidad.

Sorolla se servirá de la fotografía para

artizar la cotidianeidad, para extraer esos

momentos elegidos como representación

máxima de lo espontáneo de una forma

en que la pintura no era capaz por sí

misma. Pasará la realidad por el filtro de la

imagen fotográfica para después, delante

de un caballete, traducir esa instantánea

al código pictórico. Como el agua que pasa

del estado líquido al sólido o al gaseoso sin

faltar a su composición primera, Sorolla

pellizca el día a día y nos lo presenta en otro

estado, transformado, pero conservando

o incluso, potenciando lo que de especial

tiene, lo que lo convierte en irrepetible.

No hay razón para ocultar el procedimiento.

El ayudarse de la fotografía en su trabajo

no le resta un ápice de valor al producto

final, como tanto le criticaron, a él y a

otros, sino que, como decía antes, denota

la inteligencia del aprovechamiento de la

tecnología para lograr el propósito artístico.

Beneficiémonos de lo nuevo para hacer

mejor lo que ya existe, tal y como

hizo Joaquín Sorolla, sin prejuicios ni

complejos, sino con entusiasmo y decisión.

PRIMEROS CONTACTOS CON LA

FOTOGRAFÍA. FORMACIÓN CON ANTONIO

GARCÍA PERIS

La llegada de la fotografía supone la

democratización de la perdurabilidad. El

privilegio del retrato ya no es tal cosa y no

pertenece exclusivamente a reyes, nobles

y élites pudientes de la sociedad. Con la

fotografía, el retrato pictórico iniciará

un proceso progresivo de conversión

en anécdota, de prerrogativa de la

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICA

Fig. 1.

Joaquín Sorolla

Antonio García en la playa

1909

Museo Sorolla

Núm. de inv. 841

PIEZA DEL MES DE MAYO

7 8

aristocracia que ya no supondrá motivo

de envidia para aquellos que no puedan

permitírselo. Ahora, cualquier familia

puede inmortalizar su linaje a través de

una fotografía tomada por un profesional

en su estudio o en una localización elegida.

Después, esta democratización del souvenir

gráfico alcanzará cotas de revolución

cuando, en 1888, se comercialice la Kodak

100 Vista, precedida del magnífico y

alentador eslogan “Usted aprieta el botón,

nosotros hacemos el resto” y acompañada

de su carrete circular de cien fotos. Ahora,

ya no sólo se puede inmortalizar la unidad

familiar o la infancia del primer hijo

a través de un retrato fotográfico, sino

que la figura del fotográfo profesional

se hace prescindible y los particulares

descubrirán lo fascinante de robar un

paisaje o un momento de las vacaciones

para la eternidad sin necesidad de grandes

conocimientos técnicos ni elevados costes.

La magia de la fotografía llega a cada casa.

Antonio García Peris (fig.1) estudió

química en la Universidad de Valencia, y allí

conoció a José Montserrat i Riutort, quien

le despertaría el interes por la fotografía

y sería su iniciador en dicha técnica.

Posteriormente, estudió pintura en la

Academia de Bellas Artes de San Carlos,

donde se especializó en retratos. El

destacar en ambas disciplinas (química

y retratística), le valió para convertirse

más tarde en uno de los fotógrafos más

populares de la ciudad de Valencia y

mejor considerados a nivel nacional.

Antes de lograr esto, trabajó como

escenógrafo junto a Juan Antonio Benlliure

en el Teatro Principal de Valencia y no

sería hasta 1862 cuando comenzaría,

junto a su colega Hipólito Cebrián, la

actividad en el mundo de la fotografía.

Lo hicieron en un estudio casi rústico

pero increíblemente próspero que le

permitió, en 1867 y ya sin su socio,

mudarse a un local mejor en la actual

Plaza del Ayuntamiento de Valencia.

En poco tiempo y gracias a un manejo

impecable de la técnica pero también

a una gran visión de negocio, Antonio

García Peris se convirtió en un profesional

demandado y valoradísimo en todos los

círculos sociales. Amante de la novedad

y del progreso científico, convirtió su

estudio en un lugar donde la modernidad,

traducida en ascensores, luz eléctrica,

teléfono y demás tecnología, facilitaba

el trabajo al profesional y proporcionaba

comodidad y confianza al cliente.

Joaquín Sorolla entró en contacto con Don

Antonio García Peris siendo aún estudiante

de la Academia de Bellas Artes de San Carlos,

donde coincidió en algunas clases con Juan

Antonio, el hijo del afamado fotógrafo.

Juan Antonio, músico frustrado y

continuador del oficio de su padre, pensó

que Joaquín tenía la destreza necesaria para

ocuparse del coloreado de las fotografías

que se llevaba a cabo en el taller, que a

estas alturas, gozaba ya de una clientela

fiel y abundante, lo que hacía necesario

el apoyo de un aprendiz o ayudante

que se dedicara a estos menesteres.

Antonio García acogió al joven Joaquín en

su estudio y pronto se dio cuenta de su valía

artística. Seguramente impulsado por un

sentimiento paternal (los padres de Sorolla

habían muerto cuando éste contaba

sólo dos años) y pedagógico, introdujo

a Sorolla en los círculos intelectuales y

progresistas de la ciudad, le facilitó sus

primeros encargos y le procuró un espacio

en el taller que pudiera usar como propio

para trabajar y mostrar cómodamente

su obra a posibles compradores.

Se adivina que Antonio no sólo acercó

a Joaquín al mundo de la fotografía,

sino que también influyó en el carácter

progresista y renovador de Sorolla, al

incluirlo siendo todavía un adolescente

en las tertulias políticas y culturales que

se desarrollaban en la ciudad de Valencia

y presentándolo como su protegido.

Sorolla beberá del credo de estos reformistas

valencianos con los que después se

trasladará a Madrid, donde se imbuirá

de la ideología de la Institución Libre de

Enseñanza, que propugnaba entre sus

directrices la observación del mundo real,

es decir, el acercamiento a la España real,

para arreglar sus entuertos (educativos

en especial), desde dentro, partiendo

de la raíz del problema y sin negar

nunca la grandeza del germen español.

Así que otra vez la realidad, esa realidad

que Sorolla perseguirá y calcará en sus

obras y que ejemplificarán el espíritu

de la ILE en sus monumentales lienzos

para la Hispanic Society de Nueva

York, que trataremos más adelante.

La pasión de Don Antonio por su trabajo

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

9 10

contagiará a Sorolla, que sin embargo,

no se convertirá él mismo en fotógrafo. Es

más, fue, al parecer, algo torpe utilizando

las manejables Kodak que viajarán con él

y Clotilde por España, Europa o Estados

Unidos. Será su hijo Joaquín, de hecho,

quien se especialice en la utilización de

los aparatos y el revelado. Se encargará

tanto de tomar fotografías previas a

la realización de los cuadros como de

retratar a su padre trabajando, al aire

libre o en el estudio. Fotografías éstas

que tanto valor tienen a la hora de

enseñarnos cómo construye su obra

Sorolla y de qué forma se apoya en la

imagen fotográfica, que nos muestran los

trucos del “tramposo” y las variaciones

que Sorolla introducía respecto a la

imagen auténtica, construyendo la

realidad más o menos a su antojo.

Perdura así de forma directa a

través de su nieto, el amor y la

maestría de Antonio García Peris

por el arte y la técnica fotográfica.

En fin, Antonio aconsejó, apoyó y

acompañó a su yerno durante toda su

vida, haciendo patente la cordialidad

y el profundo entendimiento que

existía entre ambos y que dio frutos

desde bien pronto y hasta el final.

Fue para él mentor y padre, e

imaginamos la alegría que le supuso

que Joaquín entrara a formar

parte de la familia de forma oficial

casándose en 1888 con su hija Clotilde.

La unidad familiar en torno al abuelo,

como Sorolla lo llama cariñosamente en

alguna de sus cartas a Clotilde, fue soporte

y fuente de seguridad y certeza para Sorolla,

que tuvo en su suegro a un gran aliado

y preceptor. El amor y respeto que todos

profesaban a Don Antonio se observa, cómo

no, en la colección fotográfica personal

de la familia, donde es fácil encontrar

ejemplos de reuniones o momentos

íntimos y entrañables entre sus miembros.

LA VISIÓN FOTOGRÁFICA

Ya hemos visto cómo Sorolla se familiarizó

con el medio fotográfico en el taller

de su suegro. Cómo se interesó por las

posibilidades que la fotografía ofrecía

como herramienta de trabajo para el

pintor y cómo se convertiría en su mayor

útil a la hora de capturar esa realidad tan

preciosa que luego trasladaría a la tela.

Sorolla fue rápido apreciando estos aspectos.

Lejos de horrorizarse ante la utilización de

la imagen fotográfica como recurso, como

hicieran muchos de sus contemporáneos

dentro y fuera de España, pronto se dio

cuenta de las posibilidades del nuevo medio.

La fotografía tuvo, como sabemos,

detractores feroces desde su nacimiento y,

sobre todo, desde su inclusión en el mundo

del arte, ya fuera como herramienta

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 2.

Joaquín Sorolla

El balandrito

1909

Museo Sorolla

Núm. de inv. 838

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o peor, como arte en sí misma. Las

críticas se dirigían a su falta de “alma”,

a su objetividad fría y su carencia de

intención artística. Además, se consideró

un truco burdo de pintores incapaces

y un signo de modernidad irreverente

hacia la tradición pictórica clásica.

Esta tradición, heredada del Renacimiento

y que perduraba casi inmutable desde

entonces y al menos hasta la revolución

impresionista, establecía una serie de

normas a seguir en cuanto a composición

y perspectiva. Éstas decretaban que la

tridimensionalidad debía lograrse a

través de un punto de fuga localizado

en el interior de la composición

pictórica y situado en una posición

central en el que confluyeran de forma

matemática las líneas de profundidad.

La fotografía y su imposición de la

realidad espontánea echará por tierra estas

premisas; el punto de fuga se situará donde

realmente lo ubique la naturaleza de la

escena retratada, y la composición quedará

a merced del momento. El fuera de campo,

utilizando un término cinematográfico,

cobrará valor a partir de ahora. Como

ocurre en el cine clásico, heredero directo

de las normas visuales del Renacimiento

europeo, hasta este momento el espacio

fuera del plano no tiene ningún valor. La

acción se centra en el interior del encuadre

y todo lo que necesitamos para entenderla

se encuentra allí. Ningún elemento se

esconde ni es necesario adivinarlo. Quizá

se deje fuera lo políticamente incorrecto,

como la figura que cae al ser alcanzada

por una bala disparada desde el centro

del encuadre, o lo que hace gritar a la

protagonista y que no se nos debe mostrar

hasta estar más avanzada la acción.

Del mismo modo que los nuevos cines

desecharán, reinterpretarán y parodiarán

estas normas, la cámara fotográfica llega

a manos de los pintores durante el último

tercio del siglo XIX y revolucionará el

modo de representación clásico en pintura.

Los impresionistas, en su enorme afán

por retratar la luz como elemento

vivo y tremendamente mutable y

como protagonista real y único de sus

creaciones, tendrán un gran aliado en la

fotografía. Todos debieron de hacer uso

de ella, pero es Degas, ese independiente

adscrito al grupo impresionista,

quien nos mostrará más claramente

la influencia del nuevo medio.

Lo observamos en sus picados y

contrapicados, en sus encuadres y en la

ausencia en muchos casos de una figura

central principal dentro de la composición

o en el desplazamiento espacial de ésta. Lo

veremos en los caballos cortados a mitad

por la limitación del espacio visible y en

la valoración del espacio fuera de éste,

así como en las figuras representadas de

espaldas esperando para entrar a escena. Lo

apreciaremos en la luz dirigida de los focos

(recordemos que Degas era el impresionista

raro, el que pintaba interiores y prefería

la luz artificial) y lo encontraremos, por

supuesto, en esa instantaneidad de sus

composiciones de bailarinas, sorprendidas

en mitad de un movimiento de ballet, o

en el gesto natural de atarse una zapatilla.

Del mismo modo que Degas y otros

impresionistas se dejarán seducir por las

bondades del nuevo instrumento, Sorolla

adoptará la práctica fotográfica sin

dudarlo. El hecho de que su aprendizaje

como pintor se realizara de forma

simultánea a su trabajo en el taller de

Don Antonio tiene mucho que ver en este

hecho. A Sorolla no debió de serle nunca

ajena la maniera de los impresionistas,

puesto que se trataba de lo que él llevaba

observando, estudiando y perfeccionando

a diario desde su primera juventud.

Realismo

Así pues, ¿dónde encontramos claramente

esta influencia de lo fotográfico en

la obra de Sorolla? ¿Dónde se hace

evidente el uso de la instantánea como

herramienta para su trabajo pictórico?

Se diría que en la práctica totalidad

de su obra, aunque existan casos más

evidentes que analizaremos más tarde en

profundidad. Digo esto porque Sorolla

perseguirá ese realismo durante toda

su carrera. La falta de fundamento

sentimental que le criticaron algunos, es

el rasgo más evidente. Las numerosísimas

escenas de playa, tratadas con una especie

de objetividad sentimental, por muy

paradójico que esto resulte, son un buen

ejemplo. Los niños jugando con las olas y

capturados por el objetivo en un momento

dado, las mujeres sentadas sobre las rocas

mirando al mar, el trabajo de pescadores

y personajes del puerto o el reflejo del sol

en una fuente son todos ellos ejemplos

válidos del ansia de realidad de Sorolla.

Por lo tanto, la temática de gran parte de

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

13 14

sus cuadros, retazos de esa vida cotidiana

al sol, podría considerarse el primer

punto de su relación con la fotografía.

Al priorizar el tiempo y no el espacio,

Sorolla está dotando de gran importancia

al valor de la fotografía, que marca un

antes y un después en cuanto a dimensión

temporal del cuadro se refiere1. Es

importante el “ahora” más que el “aquí”.

Es decir, el espacio seguirá ahí mañana, por

si queremos volver a pasear por esa orilla o

jugar en la arena. El momento preciso en

el que el niño que se moja los pies tuerce la

cabeza para mirar al Sorolla fotógrafo, sin

embargo, no volverá a ocurrir nunca de esa

forma exacta y única. La luz no lo bañará

mañana de igual forma y su cabeza no

estará despeinada de esa manera concreta.

Sólo la fotografía es capaz de inmortalizar

ese momento de forma precisa. Después

Sorolla se encargará de traducirla al código

pictórico, en forma de dibujos, estudios y

esbozos primero y magnificada después en

forma de óleo sobre lienzo. Porque, como ya

señalábamos al principio, que esa realidad

sea irrepetible no significa para Sorolla que

tenga que presentarse tal cual, sino que se

puede eliminar lo que no interese. Es decir,

se puede cribar el momento y seleccionar la

porción de espontaneidad que queramos,

en un ejercicio de argucia compositiva que

celebra la libertad del método de Sorolla.

Encuadre selectivo

El llamado encuadre selectivo tan

practicado por el ya mencionado Degas,

será otro signo inequívoco del uso de la

fotografía. Esos niños que chapotean

en la orilla no tendrán que colocarse

necesariamente en el centro compositivo

de la pintura. Pueden estar desplazados

a un lado, o colocados en la parte baja

del lienzo, dando así protagonismo al

espacio vacío de una forma atrevida y

anticlásica de composición. Al no existir

un modelo estático que posa para el

pintor a la manera antigua, el encuadre

dará importancia a diversos elementos

más allá de la figura humana principal,

a la que incluirá en un contexto espacial

que se ve igualmente modificado por

los elementos temporales cambiantes.

Lo observamos en El balandrito: (fig.

2). el niño que juega con su barquito en

la orilla resulta tan importante como el

reflejo de ambos en las ondas del agua,

al colocar el reflejo en el lugar que,

según la composición clásica, sería el

priviliegiado, es decir , en el centro, y al

niño, en la escuadra superior del lienzo.

La visión fotográfica es total en este caso,

como lo es en Pescadora con su hijo

(fig. 3), en el que la sombra de mujer que

carga al niño en brazos ocupa el centro

de la composición, mientras que a ella

y al bebé los “descoloca” a la derecha.

Atendiendo también al encuadre pero esta

vez al fuera de plano que comentábamos

más arriba, encontramos numerosos

ejemplos, tanto en estudios previos

como en obras mayores terminadas. De

igual forma que Degas dejaba fuera la

pata del caballo o la mitad del cuerpo

de la bailarina, Sorolla dotará de valor

al espacio que no vemos, a esa realidad

que se nos escapa fuera de la ventana del

cuadro. En el revelador Estudio para

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 3.

Joaquín Sorolla

Consola

1887

Museo Sorolla

Núm. de inv. 10467

15 16

“El baño” (fig. 4), se nos muestra una

mujer con un bebé desnudo en los brazos.

Por el borde izquierdo del cuadro, invade

la escena un brazo que sujeta una toalla

blanca, hinchada por el viento del mar,

que se dispone a envolver al niño. Se

adivina, se intuye y se supone la segunda

mujer de la anécdota, que forma parte de

ella sin estar presente de forma completa,

sino sólo a través de la pista que supone la

interrupción de su brazo en el ambiente.

Perspectiva

La elección de la perspectiva y el punto

de vista en muchas de sus obras será otra

pista sobre la utilización de la máquina

fotográfica. Sorolla supera la convención

del punto de vista frontal y centralizado

que nos presentaba las figuras en un

primer plano del que era imposible escapar.

Al poner en práctica el punto de vista

fotográfico, este enfoque clasicista de las

figuras se sustituirá por otros mucho más

dinámicos, como el picado de Muchacho

en la orilla del mar (fig. 5). Un niño

en bañador, sentado en la arena mojada

con las piernas extendidas y los brazos

estirados detrás de su espalda, mira al

espectador y sonríe. El reflejo de su cuerpo

en la ola que se retira nos chiva que el sol

se encuentra frente a él. La fotografía está

tomada por alguien que se encuentra de

pie delante del niño. No interesa el punto

de vista frontal, por lo tanto el artista no

se molesta en agacharse para ponerse

a la altura del niño, sino que toma la

imagen desde arriba, con naturalidad.

Lo mismo sucede en El niño de la barquita

(fig. 6). Un niño pequeño, desnudo, se

encuentra de pie en la orilla, con los pies

metidos en el agua, y observa a su lado un

velero de juguete mecido por las olas. En

este caso, el protagonista de la escena no ha

sido avisado del disparo fotográfico, sino

que ha sido pillado in fraganti, lo que dará

a la escena un carácter todavía más fresco

y espontáneo. De nuevo nos encontramos

un picado al estudiar el punto de vista.

La foto que sirviera de modelo inerte para

el cuadro posterior fue tomada por un

adulto, una persona más alta que el niño

que observa el barquito ajeno a lo demás.

La luz

No se puede pasar por alto, de ninguna

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 4.

Joaquín Sorolla

Estudio para “El baño”

1899

Museo Sorolla

Núm. de inv. 460

17 18

manera, el que es, seguramente, el

rasgo más importante y diferenciador

de Joaquín Sorolla como artista: hablo,

por supuesto, del tratamiento de la luz.

La luz, imprescindible para el ejercicio

de la fotografía y más en sus inicios,

permitirá a Sorolla lucirse como maestro

de la técnica y todavía hoy es considerado

uno de los artistas que mejor supieron

captar sus cambios, su poder modificador

y su influencia sobre personas, objetos y

paisajes. La luz blanca mediterránea bañará

la obra de Sorolla y a través de sus lienzos

es posible no sólo apreciarla de forma

visual sino que, en un ejercicio sinestésico

y surreal, casi podemos notar la calidez

con la que baña a los cuerpos en la playa.

Sucede por ejemplo en La bata rosa

(fig.7), escena de interior en la que

encontramos dos figuras femeninas

aparentemente ajenas al espectador. Una

de ellas ayuda a la otra a desvestirse,

mientras que a través de las rendijas del

mimbre de la puerta se cuela la luz solar

que incide sobre los cuerpos, el suelo y las

paredes. La presencia de una cortina blanca

hinchada por la brisa sobre la que se refleja

la luz natural contribuye a dotar de mayor

luminosidad al interior de la estancia.

Esos retazos de luz que se dibujan sobre

la piel de las dos mujeres, nos hablan

además, de lo íntimo de la escena. La

luz, igual que el artista, se cuela por los

resquicios para contemplar y retratar

un momento íntimo que tiene lugar a

escondidas de los demás. El fotógrafo-

pintor se convierte así en una suerte de

mirón que, cámara en mano, irrumpe en

esa escena como un intruso. La fotografía

tiene mucho de voyeurismo, ya lo sabemos.

Tiene mucho de indiscreto y entrometido,

como el sol que se cuela por entre las

cañas de la puerta en el vestidor, y como

Sorolla con su cámara-pincel, que espía en

lo ordinario para convertirlo en peculiar.

Otro ejemplo del poder de la luz, artificial

y dirigida en este caso, lo encontramos en

Una investigación (fig. 8). En este caso, el

retratado es el Dr. Simarro, que inclinado

sobre una mesa, lleva a cabo el análisis de

unas muestras. La única fuente de luz es

la lámpara que cuelga sobre dicha mesa

y que riega los objetos que sobre ella se

encuentran y las manos del doctor, y que,

tras haberse recuperado levemente en

los cuellos blancos de los doctores, se va

atenuando conforme se alejan de ella las

figuras hasta perderse por completo en

la esquina superior derecha del lienzo,.

En un homenaje lumínico al claroscuro de

su adorado Velázquez, Sorolla nos muestra

una escena un tanto alejada de la alegría

y esparcimiento que venimos comentando.

El asueto de las escenas de playa se sustituye

aquí por un momento de concentración en

un homenaje a la ciencia que representa

el progreso tan anhelado por Sorolla

y sus contemporáneos intelectuales.

De la misma forma que las mujeres

tras el baño se ocultaban a miradas

extrañas para desvestirse, el Dr. Simarro

se concentra en su actividad rodeado por

sus colegas sin atender a lo que ocurre

a su alrededor. Casi parece que, de un

momento a otro, las figuras se vayan

a percatar de la presencia del curioso

Sorolla y vayan a alzar la vista de la mesa

para espetarle un ¿Qué hace usted ahí?

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 5.

Joaquín Sorolla

Muchacho a la orilla del mar

1905

Museo Sorolla

Núm. de inv. 665

19 20

El papel de la luz se hace indispensable

en este caso. En una escena de interior

de estas características, es la luz

enfocada de esa lámpara la que nos

permite colarnos en el suceso en curso.

Movimiento

Por último, tratemos brevemente el

tema del movimiento, que deviene

paradoja si hablamos de fotografía,

pero que no es disparate en el caso de

Sorolla y de otros artistas que la usaron.

Pues es precisamente eso, el instante del

movimiento, el que pretende capturar

la cámara. Un objeto estático se puede

observar a simple vista, sin necesidad

de aguzar la visión ni de dedicarle una

concentración extrema, al contrario de lo

que sucede con los cuerpos en movimiento.

Para el ojo humano resulta imposible

discernir el aleteo de un pájaro, por

muy cerca que éste pase de nosotros. La

fotografía, sin embargo, y más tarde la

cinematografía, serán capaces de detener

ese movimiento en el instante deseado para

apreciar el instante en su plenitud. Y para ello

la utilizará también Sorolla, en su egoísmo

por detener el tiempo y apresar la ocasión.

Lo vemos en Saltando a la comba (fig.

9). La hija pequeña del pintor, Elena,

salta a la comba en primer plano,

mientras otras niñas juegan cerca de ella,

alrededor de una fuente en un jardín.

La fugacidad del momento es tal, que

habría sido imposible de captar si no con

una actitud fotográfica. Elena es cazada

en el momento de dar un salto, suspendida

en el aire en lo más alto del brinco y su

sombra se proyecta en el suelo bajo ella.

Pareciera que Sorolla estuviera aquí

demostrándonos de alguna forma cómo la

fotografía y la pintura se apoyan la una en

la otra. La pintura por sí sola no es capaz

de captar ese momento si no es a través

de la imaginación, pero con los aparatos

fotográficos de entonces, difícilmente se

habría conseguido una imagen de una

nitidez y precisión tales. De modo que la

fotografía capta el instante y la pintura

lo define para hacerlo accesible al ojo.

Lo mismo sucede con todas las obras, y son

muchas, en las que aparecen telas al viento,

ya sean ropas, cortinas, toallas o toldos. El

movimiento de estos objetos que bailan con

el aire es primero detenido por la fotografía

y después recalcado por el pigmento.

La suspensión de estos momentos en el

tiempo, en mitad de una acción en la que

el movimiento es protagonista, será una

de las bazas más valiosas para Sorolla a la

hora de conceder naturalidad a sus obras.

FOTOGRAFÍA DOCUMENTAL. LA HISPANIC

SOCIETY DE NUEVA YORK.

En 1911, Archer Milton Hungtinton

encarga a Sorolla la realización de una

serie de óleos sobre lienzo de tamaño

monumental para decorar la biblioteca de

la Hispanic Society of America en Nueva

York. Las obras deberían retratar la realidad

española segmentándola de forma regional

y mostrando aspectos representativos de

cada zona (fig. 10). Sorolla acepta el

encargo y pasa el año siguiente viajando

por España y documentándose in situ.

Para ello, realizará fotografías de carácter

documental de tipos en las diferentes

regiones que luego se servirá para llevar a

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 6.

Joaquín Sorolla

El niño de la barquita

1904Museo Sorolla

Núm. de inv. 666

21

cabo paneles como La pesca del atún en

Ayamonte o Castilla, la fiesta del pan. En

este último realizará una auténtico proceso

de fotomontaje a partir de las fotografías

individuales de tipos que fue tomando y

que incluyó después en una composición

ordenada para ejecutar el panel.

Pero no sólo realizó sus propias fotografías.

A fin de ahorrar tiempo y trabajo y de

documentarse lo mejor posible, Sorolla

adquirió un buen número de instantáneas

de otros autores, como las obtenidas a

través de Laurent, que había realizado años

atrás sobre tipos regionales de Castilla.

Sorolla se servirá de la fotografía en este

caso de una forma puramente documental,

sin atender en este caso a cuestiones como la

luz, el encuadre y demás aspectos artísticos

tratados hasta ahora. Las fotografías serán

meros apuntes que le facilitarán el trabajo

posterior de recreación de estas escenas.

ALGUNAS OBRAS

Como vengo diciendo desde el inicio, el

conjunto de la obra de Sorolla es todo él

un buen ejemplo de la utilización de la

fotografía. Sin embargo, existen algunas

obras que reúnen varias características

Fig. 8.

Joaquín Sorolla

Una investigación

1897

Museo Sorolla

Núm. de inv. 417

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 7.

Joaquín Sorolla

La batya rosa

1916

Museo Sorolla

Núm. de inv. 1134

23 24

que los convierten en ejemplos excelentes.

Niño sobre una roca. (fig.11)

Se nos presenta un niño desnudo en

cuclillas sobre una roca. A su lado, en

otra roca cercana, aparecen sus ropas.

El niño nos mira (mira directamente a

cámara) y sonríe. Además de reunir los

rasgos que hemos señalado anteriormente

sobre el encuadre y la espontaneidad,

puede que éste sea uno de los mejores

ejemplos del tema que nos ocupa.

La fugacidad del instante no puede estar

mejor retratada, eso está claro, y además,

observemos cómo el encuadre incluye

la roca donde se encuentra la ropa del

bañista, es decir, Sorolla quiere ofrecernos

también esa información, aunque quizá

en principio no sea relevante para la

acción. Gracias al punto de fuga no

centralizado, Sorolla nos informa de

que el niño se acaba de desnudar y ha

dejado la ropa a su lado, no en la orilla

o junto a la sombrilla de su madre.

Pero lo que resulta más delator aquí, es

por supuesto, ese picado no disimulado.

La imagen está tomada desde arriba,

desde una roca más alta, más alejada del

agua. Es el típico disparo fotográfico de

alguien que sorprende al retratado desde

una posición elevada, y la naturalidad

de la sonrisa traviesa del niño es prueba

de ello. Adoptar un punto de vista frontal

en este caso debió de ser imposible si

no a riesgo de caer al agua o de poner

en peligro la cámara, así que, lejos de

abandonar la escena por la imposibilidad

(o el desinterés) de representarla de forma

clásica, Sorolla elije un punto de vista

fotográfico al cien por cien y se apropia del

momento según la oportunidad y la óptica

que le brinda la cámara fotográfica. El

resultado es una obra de una espontaneidad

total y una frescura absoluta.

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 9.

Joaquín Sorolla

Saltando a la comba, La Granja

1909

Museo Sorolla

Núm. de inv. 797

Fig. 10.

Joaquín Sorolla

Tipos de Lagartera

1912

Museo Sorolla

Núm. de inv. 957

25 26

Mi familia. (fig.12)(fig.13)

Estamos ante un clásico retrato familiar

que nos muestra a Clotilde de pie en

primer plano con un vestido rojo oscuro

y mirando al espectador. Delante de ella,

Elena, la hija pequeña, sentada en una

butaca con los pies cruzados y las manos

sobre los reposabrazos. A la derecha de

ellas, María Clotilde, la hija mayor, le

tiende un cuaderno a Joaquín hijo y

ambos dirigen la mirada hacia el extremo

opuesto, hacia Elena o quizá fuera del

espacio visible. El elemento extraño es

precisamente Sorolla que, a la manera

de Velázquez, se incluye a sí mismo en la

escena a través de su propia imagen en un

espejo colocado detrás de su familia, dando

pie al discurso sobre el espacio, el reflejo,

la falsedad de la imagen y la simbología

del espejo que viene del Renacimiento

y que tendrá su correspondencia

incluso en el cine de nuestros días.

Lo curioso viene cuando descubrimos que

la pintura es una copia modificada de

una fotografía del mismo año realizada

por Don Antonio García Peris. En ella

observamos las mismas figuras que

en el cuadro, con poses prácticamente

idénticas y con los vestidos modificados a

conveniencia. Así, el vestido de Clotilde es

blanco en la foto y rojo en el cuadro, igual

que el de Joaquín hijo, que en el cuadro

se torna de color oscuro, suponemos

que para favorecer los contrastes de la

composición colorística. Sorolla modifica

el mobiliario que aparece en la foto y

sustituye la pared decorada del fondo por

el espejo en el que luego decidirá reflejarse.

Como si nos dijera, de forma simpática,

que ha salido de la foto para colocarse

frente a ella y pintarla. Como una

metáfora de la licencia que le da el

ser artista y que le permite ausentarse

de la realidad para observarla desde

fuera y cambiarla a su antojo.

Instantánea. Biarritz. (fig.14)

Una mujer vestida de blanco,

probablemente Clotilde o María,

sentada sobre una duna en una playa

de Biarritz, sostiene en sus manos una

cámara fotográfica mientras la funda de

ésta reposa sobre sus piernas. El rostro

semioculto por el sombrero y el velo al

aire. Al fondo, otras dos figuras femeninas

charlan entre ellas y en un tercer plano, las

olas llegan a la orilla creando un contraste

dinámico de líneas rectas y oblicuas.

La fotografía es aquí un juego, una

actividad fácil al alcance de todos. Una

herramienta democrática que permite a

cualquiera convertirse en guardián del

pasado a través de las imágenes plasmadas

en la película. La máquina fotográfica

que la figura se está preparando para usar

es seguramente una de las manejables

kodak que se comercializaron a principios

de 1900, y que eran cada vez más

sencillas a fin de facilitar su utilización

por cualquier usuario aficionado.

Qué mejor homenaje a la fotografía que

titular a esta obra Instantánea. Casi no

hace falta explicación. Es la instantánea

que Sorolla toma al retratar la escena

con el pincel pero es igualmente la

instantánea que Clotilde (o Elena) se

dispone a tomar una vez que la cámara

esté lista. Todo un canto a la usabilidad

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 11.

Joaquín Sorolla

Niño sobre una roca

1905

Museo Sorolla

Núm. de inv. 722

27 28

Un guiño, en fin, al medio que marcó

su etapa de aprendizaje en casa de Don

Antonio y que a lo largo de su carrera

le permitió atrapar más fácilmente esa

admirada realidad que le circundaba,

convirtiéndose así en un experto apresador

de instantes únicos e irrepetibles.

1 Roberto Díaz Pena trata el tema de la dimesión

temporal de forma más extensa en su ensayo “La

narratividad fotográfica en la representación

pictórica de Joaquín Sorolla” en Sorolla y la

otra imagen: en la colección de fotografía

del Museo Sorolla. VV.AA, Lunwerg, 2006.

del ya no tan nuevo medio y sus ventajas.

La sorpresa llega al descubrir que existe

una fotografía, tomada por una tercera

figura, que muestra la escena desde fuera

mientras ésta tiene lugar, como si se

tratara de un making-of. Vemos a Sorolla

de pie en la playa mientras realiza el

lienzo tomando a la figura femenina como

modelo directo. Al hacerse retratar, Sorolla

crea un diálogo entre imagen real, imagen

fingida, fotografía y pintura que asemeja

a un juego de matrioska en el que un

elemento se guarda dentro de otro y en el

que todos ellos son independientes entre sí.

SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 12.

Joaquín Sorolla

Mi familia

1901

Ayuntamiento de Valencia

Fig. 13.

Antonio García Peris

Joaquín Sorolla, su mujer y sus hijos

1901

Museo Sorolla

Núm. de inv. 80242

NOTAS

29 30 SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

Fig. 14.

Joaquín Sorolla

Instantánea, Biarritz

1906

Museo Sorolla

Núm. de inv. 776

BIBLIOGRAFÍA

Marie-Loup Sougez, Historia de la fotografía, Cátedra, 2011.

VV. AA. Sorolla y la hispanic Society: una visión de la España de entresiglos. Fund.

Thyssen-Bornemisza, 2000.

VV.AA. Sorolla y la otra imagen: en la colección de fotografía del Museo Sorolla. Lunwerg,

2006.

29PIEZA DEL MES DE MAYO

30 SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICA

29 30 SOROLLA Y LA VISIÓN FOTOGRÁFICAPIEZA DEL MES DE MAYO

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