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Coppespondeneia al Dlpeetop; Casilla 2443 Administpaeion; Susepieiones, Avisos, Infopmes,□ Ofieina de Redaeeidn: Mopande 432 □ jj □ □ □ □ □ Casilla, 1684 □ □ □ □ □ANO I SANTIAGO, 2 DE AGOSTO DE 1912 NUM. 3

ADMINISTRADOR

Arturo D'AlenconDIRECTOR

Fernando SantivanDIRECTOR ARTISTICO

Cristdbal FernandezSECRETARIO DE

REDACClON

Daniel de la Vega

Resurgimiento

En todas las esferas de la actividadnacional comienza a sentirse varios sin-tomas de reaccion que bien pudiera con-vertirse en una etapa de florecimientomoral en nuestra patria ofuscada porlargas crisis.

La juventud levanta su voz; hace efec-tivos sus derechos, se agrupa, escudrinaen el horizonte, se agita y procura for-marse ideales por los cuales combatir.

Despues de un largo marasmo, talesindicios reveladores permiten esperarpara la patria dias mejores.

La literatura, como otros ramos de laactividad nacional, comienza tambien a

dar muestras de vida activa, de vida vi-gorosa y fecunda. Una verdadera sed deidealismo se desarrolla lentamente en elespiritu de la nueva generacion de es-critores, y cada cual, despues de cam-pear por sus pendones de individualismorabioso, (llamas e^ egoismo, buscaa tientas en la penumbra la mano delcompanero para alcanzar en fraternaljornada la luz que alia lejos sedivisa,

como un faro comun que guia nuestrospasos.

La literatura, el arte, es como la con-ciencia de un pueblo. Asi como el hom-bre necesita de la palabra, de la voz, delgesto, para expresar sus intimos senti-timientos y emociones, una nacion hamenester de un arte propio y originalque ponga de manifiesto ante el mundosu grado de cultura.

Por eso, desde estas columnas invita-mos a nuestra juventud, sin distincionde colores politicos ni otros de ningunoespecie, a que hagan sentir su vozsimpatica y triunfal como los clarinesanunciadores de una victoria cercana.

Que, unidos todos, artistas y hombresde estudio, los que piensan y los que sue-nan, espiritus practicos o visionarios,contribuyan con su parte a desarrollar lanaciente reaccion moral e intelectual deque hablamos.

Estas paginas acogeran con jubilotoda manifestacion que diga de verdade-ros entusiasmos por sanos ideales, signi-ficando que estamos cansados de mante-ner todo un pequeno, miserable, peropoderoso mundo de cretinos, falsarios yexplotadores sin conciencia...

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LEYENDO A AZORIN

DIA llegarA para la literatura castellana en qne lacuriosidad piadosa de los espanoles se despierte entoda su intelijencia d investigue sus periodos menos•estudiados y las obras de autores totaljnente desco-nocidos hasta hoy. Que mientras en Inglaterra, Ale-mania y Francia los criticos y los poligrafos renue-van cada ano sus buscas eruditas sobre las letras na-

cionales, en la Peninsula no parece sino que se estu-viera condenado d vivir siempre al amparo de esa cb-moda ley del mlnimo esfuerzo mental. Felizmentesuele interrumpirse de tarde en tarde este marasmogracias d las sorpresas de algun hispanhfilo ilustre 6•de algun raro estu iioso que, como Menendez Pidal,Bonilla 0 Azorin se sumergen en lecturas aridas parasacar a luz la flor y nata de vidas ilustres b de teorlaseet^tico-fiiosbficas dignas de mejor suerte que la delolvido. De este modo las «Lecturas Espanolas» deMartinez Ruiz significan un atrevido esfuerzo sinte-tico de investigacidn y de comentario. Azorin, como•crltico sagaz lleno de sabiduria, apenas si aparentadesflorar tales 6 cuales asuntos, sin adentrarse en lasmaterias con pacienzudo esfuerzo analltico. Su crlti-ca representa un empeno analogo al de su sistemade novelas; esto es, estudia el aspecto de las cosas, 6los rasgos precisos y eternos de un escritor, a travesde impresiones sutiles y de sensaciones coloristas•que sugieren mas que esplican el contenido de un li¬bro, el alma de un paisaje, la direccibn de una ten-dencia, la finalidad de un cardcter 6 el alcance de unintento estdtico. Y no se crea que esto signifique quelas «Lecturas espanolas» componen un libro superfi¬cial, escrito d humode pajas, sin refleccibn previa y•sin la seguri lad de juicio que da un estudiodetenido;mil veces nb; Azorin conoce sobradamente y a fondolas letras espanolas para pecar de ligero y hueco. Laapariencia de gacetilla de tales «Lecturas» es un•simple aspecto de concisibn y encanto: no es fdcilconcebir pdginas mas sustanciosas ni mas apretadasde noticias interesantes, vaciadas en el molde de un■estilo inconfundible y preciso como el que mds. Las■obras de algunos escritores antiguos desconocidos fiolvidados como Mor de Fuentes, Fernan CaballeroLarra, Mesonero Romanos 6 Pi y Margall se animany reviven en juicios justos v sencillos; los de ciertosesplritus del presente, ya se trate de Galdbs, Costa oBaroja nos los presenta Azorin con seguridad y penetracibn tranquilas de cri'tico observador y agudo. Asilas breves notas sobre el maestro creador de los«Episodios Nacionales* valen por centenares de pd¬ginas bien pensadas y mejor sentidas.

Un lazo espiritual une todos los trabajos del libro:el amor curioso «por lo que constituye el ambienteespanol» y la originalidad del pensamiento peninsu¬lar. La Espana entrevista por Azorin es la Espanapintoresca, antigua y moderna, con sus rasgos pecu-liaree y autbctonos; la Espana de cuatro siglos, gue-rrera, pesimista v pat.riarcal, comprendida a travesde la bizarriade sus mejores escritores; una Espana,en fin, que es muy otra que la de la Historia oficial

y la de los tratados com-puestos «ad usumschola-rum». Martinez Huiz la siente de cerca, dpoca tras6poca,y se funde en su desfile inteligente de carac-teres y de costumbres, pal pita con ella y vibra con elritmo de su vitahdad cada vez mas acentuada. Co-mienza evocando una charla de estudiantes que enuna posada castellana del siglo XVI, departen ante unacazuela de guisado y recuerdan, entre sorbo y sorbo,al maestro Vives, perdido en Brujas la sabia, dondearrastra el peso de sus afios postreros con serenidadde estoico.

El comienzo de la excurslbn ideolbjica no puedesei mas interesante: Azorin nos encamina hacia laEspafia antigua del humanismo. Juan Luis Vives laencarna como una abstraccibn del genio peninsularhecha espiritu y teoria. Sus «Didlogos» son represen¬tatives del medio y de la epoca: amor de poeta por latranquilidad de la vida espanola; serenidad de filbso-fo ante la bondad l'ntimadel ear&cter hispanc. Como.buen humanista y mejor hidalgo, Vives no tuvo mastesoro que su ideal, ni mas hacienda que una fortale-za espiritual, templada en el estudio y en la adversi-dad de la vida. Junto a 61 el punzante Saavedra Fa-jardo representa una modernidad filosbfica avanzada.En sus escritos apuntan embestidas formidables con¬tra la politica de su tiempo. <?,No ha tenido acaso latrascendencia de un juicio certero aquella reflexibnsuya escrita en las <Empresas politicas» casi a pro-medios del siglo XVII?:«SienE pafia hub'erasido me¬nos prbdigaenla guerraymas econbmica en la paz—dice—iehubi^ralevar.t idoconel dominio]universal delmundo». Muchas de estas verdades podrian repetirsehoy sin que se advirtiera el peso de casi tres siglosque descansan sobre ellas.

Como Saavedra Fajardo tambien Gracian fu6 unrevolucionario y un modernista en materia de pensa¬miento. Su obra capital, «E1 Critic6n», se adelantb dsu 6poca con esbozos de doctrinas que siglos mas tar¬de habian de aparecer refundidas en pensadores co¬mo Taine y Nietzsche. Asi, en Gracian aparece com¬prendida en sus principios jenerales, la teoria sobrela raza, ambiente y momento que el genial autor dela cHistoria de la literatura inglesa» formulb comobase de su critica». Participa el agua —escribia en«EI Critic6n»—las cuartidades buenas 6 malas de lasvenas por donde pasa, y el hombre los del clima don¬de nace; y, luego, hablando del c.aracter espanol yde sus peculiaridas loutribuye & que Espana «es muyseca, y de ahi les viene a los espanoles aquella su se-quedad de condicibn y me!anc61ica gravedad*. Deesto d cualquiera dek s observaciones estudiosas deTaine no hay mas diierencia que la de una sistemati-zacion continuada: «La raza furma al individuo y elpais a la raza—escribe en sus «Viajes a los Pirineos*—Un grado de calor en el aire y de inclinacibn en elsol con la causa primera de nuestras facultades y denuestras pasiones».

En cuanto al individualismo etico de Gracian que

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evoca las mas hurafias bizarrias del filbsofo de Zara-thustra solobastaria citar algunos delas conclusionesdesquiciadoras del «OrbcuIo manual» para compro-bar tal aserto». Conocer los afortunados para la elec¬tion—dice—y los desdichados para la fuga», y, masadelante: «Nunca por la compasion del infeliz se hade incurrir en la desgracia del afortunado» y, final-mente: «Saber excusar pesares. ..Nunca se hade pe-car contra la dicha propia por complacer al que acon-seja y se queda fuera». Baltasar Gracian vacib en su«Oraculo Manual» toda la amargura de su esplritu.A pesar de sus valimientos la osadfa de tales princi-pios le acarrearon horas de agrias persecuciones,Azorin recuerda que cuando la publicacibn de «E1Critic6n» escribia el Prepbsito General al provincialde Aragon lo siguiente: «Conviene velar sobre bl; mi-rarle k las manos, visitarle de cuando en cuando su

aposento y papeles, y no permitirle cosa cerrada enbl». Esto pasaba en el siglo XVII y Baltasar Gracianera fraile de laOrden de San Ignacio...

Tambien don Josb Cadalso rompio lanzas en su si¬glo contra los perjuicios y los errores de la poh'tica yde las costumbres. Su influencia fub grandeen la filo-sofla y en la literatura. Su criticismo equilibrado leacarreb enemigos sin cuento y ataquesarteros. Cadalso pintb una Espafia muypoco halagiiena para que fuese tenidoen alta estima por sus compatriotas;quien se atrevi'a k decirles: «Cada par¬ticular funda una vanidad grandi'simaen haber tenido muchos abuelos» b, en

Espana son «muchos millares de hom-Bres los que se levantan muy tarde;toman chocolate muy caliente y aguafria; se visten; salen k la plaza; ajustanun par de polios; oyen misa; vuelven ala plaza; dan cuatro paeeos; se informanen que estado se hallan los chismes yhablillas del lugar; vuelven a casa; co-men muy despacio, duermen la siesta;se levantan; dan un paseo al campo;vuelven k casa; refrescan; van a la tertu-lia; juegan a la malilla; vuelven a sucasa; rezan;cenan y semeten a lacama»quien era capazde decirles tales pesade-ces se comprende facilmente que nogozarade una digestion tranquila, ni de los boatosque proporcionan un puesto en laCorte o unacarteraen la Diploa:atia. Cadalso fue un precursor de Figa¬ro como Mor de Fuentes de nopocos escritores de lasegunda mitad del siglo XIX.

Pero <j,quibn era Mor de Fuentes? Azorin nos lopresenta en un estudio vibrante y minucioso, que esel mas fiel trasunto de una de las mejores bpocas dela primera mitad del siglo XIX en Espana. Nada hayque tenga un interes tan pintoreeco como la vidadeese bohemio originah'simo que vivib mucho y muybellamente, cantb la palinodia de agrias verdades yfub amorir en un desvan miserable. Su obra es desconocida: ni siquiera en los tratados sobre historia li-teraria se le menciona. Vivib en su tiempo una bohe-mia loca mas hermosa y miserable que los de losGauthier, los Mendbs b los Glatigny. Su labor intere-sante, digna de ser recordada, se reduce k un libritoeditado en Barcelona en 1836, cuyo tltulo reza: «Bos-quejillo de la vida y escritos de D. Josb Mor de Fuen¬tes, delineado por bl mismo.» En sus paginas relataese correr sin rumbo que fub su existencia toda, ktraves de Espana b ya en Paris, el Paris romdnticode Chateaubriand y de Madama de Stael. A poco dellegar k la gran ciudad, Mor de Fuentes tuvo curiosi-dad de conocer al ciitico Nisard, atraido Lpor la im¬

placable severidad con que castigaba al naciente ro-manticismo. En la entrevista, «dljele—escribe en suBosquejillo—que trataba con excesiva contemplacibny no varapaleaba como merecfan a los prevaricado-res. A lo cual le respondib Nisard con altlsimo buensentido: «Eso consistird en que, «como me he criadoentre ellos, me habre contagiado algun tanto»; y usted, como que entre en este ambiente epidbmico denuevo y con toda su pureza, se indispone y se en-crespa a los primeros hdlitos que le asaltan. «La con-fesibn de Nisard no puede ser mas interesante: tal-vez ella esplica la dulzura imprevista de ciertos jui-cios sobre los romanticos.

Cuando la invasion napolebnica, Mor de Fuentes*trabajo activamente por Ja causa patriota. Estuvo Apunto de ser uno de los caudillos dirijentes que enmas de una ocasion pudo pagar con la vida las auda-cias de un temperamento arrebatado. De Zaragozapasb a Madrid, y luego k Cartagena para volver k lacapital algunos meses despues y enseguida salir pa¬ra Aragon. Durante el trascurso de estos afios susaventuras se multiplican; ora son enredos pollticos,.ora proyectos literarios b ya empresas cientlficas. Sepropone realizar grandes proyectos mientras la vida

se le va de entre las manos. La razon

de su libertad es la de su propio sacri-ficio; por algo ha dicho: «E1 idolo demis entrafias fub siempre la absolutaindependencia».

As! vivib y escribib don Josb Mor deFuentes. Su cultura universal le permPtib conocer todas las literaturas de su

tiempo. «Su primer trabajo,—escribeAzorin,—consistib en traducir del griegoa Tucidides, y traduc.irlo sin ayuda degramatica ni diccioDario.» Mas tardecompuso varias memorias y tratadoscientlficos: sobre el rbgimen de lluviasy vientos en Espana (De causis pluvia-rum et ventorum in Hispania tenta-men); sobre un mbtodo nuevo paralimpiar canales; sobre un parangon delsistema constitucional de Ei?pafia conlos principales gobiernos; tradujo tam¬bien, por primera vezen lengua espano-la el «Werther» de Goethe y cuando re-

sidib en Paris asombraba a los propios franceses porsu conocimiento acabado de la lengua de Corneille.Sin embargo, la falta de mbtodo y brden le impidib-sacar todo el provecho necesario de su cultura uni¬versal; se contentb con vivir alegre y descuidada-mente como un poeta que arrojacada dia un puna-do del oro de su juventud por la ventana entre ho¬ras de divino placer y de locura. La bohemia de suvida fue su peor enemiga. Ella le cortb las alas.

Como en las pbginas sobre Mor de Fuentes Azorinapuntaobservaciones muy precisas al tratar de donMariano Josb de Larra. Cuatro b cinco rasgos le bas-tan para desentrafiar el cardcter personallsimo desu esplritu agrio, satlrico y pesimista, Los apasiona-mientos de Figaro acaso tienen una razon de sarcas-mo y de desventura. Fub un romantico empedermi-do en el fondo. Despues de sus primeros triunfos li¬terarios viaja por Europa. «En Paris—recuerda Azo¬rin— trata k Victor Hugo y a Dumas. Conoce al ba¬ron Taylor; el Baron Taylor ha de escribir una obrasobre Espana, pero desconoce el pais de Espana.Larra la escribe en frances y Taylor la firma. El li-bro se titula «Voyage en Espagne'1; recibe Larra porbl 3.000 francos.» En 1836colabora a firme en lospe-riodicos; uno de ellos le paga 40 mil reales anualespor doce artlculos al mes. Un ano mas tarde, des-

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pues del estreno de «Los Amantes de Terueb Larra■escribe: «Las penas y las pasione's han llenado mascementerios que los medicos y los necios... el amormata, aunque no mate a todo el mundo*... Pocodespues Figaro ya no escribe. El amor de una bellale ha robado la tranquilidad a su esplritu. Esperasiempre. Es un ilusionado. El 13 de Febrero obtienela promesa de una cita. Una hora antes pasea con elMarques de Molino a quien le dice, al despedirse:«Ud me conoce; voy k versi alguien me amatodavia*.Llega la hora del encuentro. Ella acude. Departenambos un instante. La ruptura es inevitable. Ella

abandona a Larra. Cuando aun no se ha alejado losuficiente de la casa, suena un disparo... «Son lasocho y media de la noche*,... apunta Azorin.

La lectura del libro de Martinez Ruiz nos deja unaalada sensacibn de ensueno y de nostalgia. <,Es posible, nos preguntamos, al doblar la postrera hoja delas «Lecturas Espanolas*, que Mor de Fuentes l'ueseun desconocido, que a Gadalso se le conozca superficialmente, que k Caballero no se le lea y que Larrano haya sido estudiado concienzudamente aun? Figa¬ro nos inducea^pensar: jTodo esposible en Espana!...

Armando DONOSO.

EL TORNEO HIPICO DEL DOMINGO

Asistentes al torneo El vencedor

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LA ESCOLTA DE LA BANDERA

Hemos recibido el ultimo libro del poeta SamuelA. Lillo: «La Escolta de la Bandera*.

Conoclamos ya varios libros de este autor sobreel mismo tema. Es el cantor de las hazafias militaresde nuestro pueblo. Pero cre^mosle m&s inspirados enotros asuntos, y sobre todo, cantando sentimientospropios. Para nosotros el sefior Lillo es un poeta subjetivista, como se demuestra en las belllsimas com-

posiciones «En la Cabana del Tio Tom* y en «LaEscuela de Antano». en donde campea un deliciosoaentimentalismo de poeta delicado.

«La Escolta de la Bandera*, su ultima production,es un poema breve que canta la perdida del Estan-darte del regimiento chileuo «Segundo de Llnea* enla batalla de Tarapacd el 27 de Noviembre de 1879.

En este poeta esta vibrando el patriota antiguoque no acepta las ideas modernas. Veamos:

«Que no habla cruzado todavlaPor sobre nuestra tierra la ensehanza

Desquiciadora de una nueva escuelaQue, cual nube sombrla,De otros cielos revueltos hoy avanza

Y nuestros campos vlrgenes asuela,Haciendo vacilar con el empujeDe su8 iras extrahasEl amor de la patria; el mas robustoDe los robles que dan nuestras montafias*.

No creemos tan desquiciadora la ensenanza de esanueva escuela; pero aqul esto tiene poca importancia,pues no se trata de una obra sobre sistemas de orga-nizacion social.

Notamos que en los versos del senor Lillo aunquedan lesabios de los autiguos moldes tan mon6-tonos.

Un crltico (?) hablando de este mismo poema, hadicho con cierta solemnidad algunas frases sobrelos decadentes y modernistas.

Quisi^ramos que ese senor nos hablara de un com-plicado estado 3icol6gico, de un colorido exdtico, 9de una sensacidn nueva (de las tantas sensacionesque recibe el esplritu cada dla) con «el argentadocoche de la luna*, «la alegre risa* 6 «el negro mantode la noche* de los graves clasicos.

D. de la V.

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