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MÓDULO 5 SOCIEDADES MULTICULTURALES

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MÓDULO 5

SOCIEDADES MULTICULTURALES

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MÓDULO 5

SOCIEDADES MULTICULTURALES

1. Introducción.

2. ¿Qué es la multiculturalidad?

2.1. Una aproximación a las perspectivas y a los debates en torno a la multicul-

turalidad.

2.1.1. La perspectiva jurídico-política

2.1.2. La perspectiva social

2.1.3. La perspectiva económica

2.1.4. La perspectiva epistemológica

2.1.5. La perspectiva ético-política

2.1.6. La perspectiva educativa

2.1.7. La perspectiva religiosa

2.1.8. Multiculturalidad y género.

2.1.9. Geopolítica del multiculturalismo

2.2. ¿Qué significa ser multicultural?

2.3. Los grupos culturales

2.3.1. Constitución y características

2.3.2. Las relaciones entre grupos culturales

2.3.2.1. Racismo y xenofobia

2.3.2.2. Asimilacionismo

2.3.2.3. Multiculturalismo

2.3.2.4. Interculturalismo

2.3.2.5. Mestizaje

2.3.2.6. Transculturalismo

2.4. Sobre los usos de la multiculturalidad

2.4.1. Breve reseña histórica.

2.4.2. Los ámbitos del concepto.

2.5. Los referentes ético de la multiculturalidad

2.5.1. Conceptos de partida: no-discriminación, tolerancia y pluralismo.

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2.5.2. El reconocimiento individual y el reconocimiento colectivo

2.5.3. El debate de la justicia y la cuestión de los derechos humanos

3. Multiculturalidad, ciudadanía e inmigración.

3.1. Los proceso de multiculturalidad.

3.1.1. Primer proceso: el pluralismo de identidades culturales.

3.1.2. Segundo proceso: la inmigración.

3.1.3. Tercer proceso: el pluralismo de identidades nacionales.

3.1.4. Cuarto proceso: transnacionalidad o identidades supranacionales

3.1.5. Quinto proceso: globalización

3.2. Sobre la relación entre ciudadanía e inmigración.

3.2.1. ¿Qué es la ciudadanía?

3.2.2. ¿Cómo nos hacemos ciudadanos/as?: La gestión política de la ciuda-

danía. 3.3. La propuesta de las políticas de acomodación entre inmigración y ciudada-

4. Síntesis.

5. Fuentes utilizadas.

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OBJETIVOS

Al finalizar el estudio en profundidad del MÓDULO 5 SOCIEDADES MULTICULTURALES,

podrás:

• Comprender y utilizar adecuadamente los principales conceptos que definen y carac-

terizan la multiculturalidad.

• Comprender básicamente cómo han evolucionado las sociedades hacia la multicultu-

ralidad.

• Utilizar las principales explicaciones teóricas actuales sobre la multiculturalidad.

• Ser capaz de situar la multiculturalidad como fenómeno consustancial e inevitable de

nuestro contexto histórico.

• Comprender los diferentes procesos que conducen a la multiculturalidad.

• Tener información acerca de la complejidad de la multiculturalidad, así como de los

efectos que implican las políticas multiculturalistas.

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1. INTRODUCCIÓN

Todos los seres humanos somos seres culturales. Esta afirmación quizás nos parezca una ob-

viedad en estos tiempos, pero no ha sido la idea predominante durante siglos. A menudo se

ha considerado que había pueblos civilizados y pueblos salvajes, entendiendo por ello “estado

de naturaleza”, “sin cultura”. A estos pueblos incivilizados había que civilizarlos desde el pa-

ternalismo y el etnocentrismo ya que eran como niños/as a los que había que educar o como

fieras a las que había que domesticar. Básicamente, la historia nos enseña que se han perci-

bido sólo como “humanos” los miembros del propio grupo cultural y como “semi-

humanos” (bárbaros, salvajes,...), al resto. Frente a este monismo cultural, estaría el plura-

lismo cultural o la posibilidad de reconocer que todos los pueblos tienen cultura propia, así

como que en toda expresión cultural hay una intención de universalidad.

Generalmente se da una fuerte conexión entre cultura y su encarnación política soberana en

forma de Estado. Así sucede en los planteamientos de nuestras sociedades democráticas,

donde el triángulo Estado-nación-ciudadanía sienta las bases de nuestro desarrollo político y

social, marcando los límites de la legitimidad y la legalidad vigentes. Este enfoque supone un

grave riego, la esencialización de supuesto nación-pueblo-cultura. Es un riesgo que se tradu-

ce en concebir a la nación como una entidad existente desde siempre y para siempre, con un

destino irrenunciable que deben acoger y realizar todos/as sus “hijos/as”. Esto supone igno-

rar que las naciones son algo construido históricamente, contingente y variable en su devenir.

La homogeneidad de la nación es una construcción que responde a una intención, a una vo-

luntad y a un interés; no es algo natural que se dé espontáneamente. Teóricamente es posi-

ble distinguir entre las denominadas naciones cívicas (sustrato político y jurídico) y naciones

étnicas (sustrato cultural); aunque lo cierto es que, en la práctica, todas las naciones han de-

mostrado tener un fuerte componente étnico o, en cualquier caso, comportarse como si lo

tuvieran.

En el actual momento histórico, el mantenimiento del triángulo Estado-nación-ciudadanía nos

exige una serie de presupuestos cada vez son más difíciles de sostener y legitimar ante los

retos de los procesos de multiculturalidad. Estos presupuestos son, entre otros, la considera-

ción de la nación como ente que se nutre de la homogeneidad cultural, la cual se entiende

como requisito indispensable para garantizar la cohesión social. Esta visión inmovilista y

homogeneizadora de la nación occidental se ha retroalimentado a lo largo de la historia con

infinidad de textos civilizatorios (políticos, científicos, religiosos, artísticos,...). Es, además,

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una visión de la nación de se ha exportado a todo el mundo y que se ha impuesto a través de

los proceso de colonización, provocando enormes conflictos políticos y humanos que duran

hasta nuestros días. Lo cierto es que no existen culturas puras ni estáticas, sino que las ten-

siones y las pluralidades son consustanciales, así como los contactos interculturales y los

mestizajes.

En Europa, a partir de la Segunda Guerra Mundial y con la caída de los grandes imperios colo-

niales, la migración ha constituido uno de los factores de cambio social más rápidos y de ma-

yor influencia para activar la diversidad cultural. Los términos “multiculturalismo”,

“multiculturalidad”, “pluralismo cultural” o “interculturalidad”, responden a esta realidad cam-

biante y diversa que intentan reflejar la complejidad y la dificultad de definir los procesos a

los que estamos asistiendo. No hay, en muchos casos, acuerdos sobre el campo semántico

que abarcan o sobre las realidades a las que hacen referencia. Intentaremos aproximarnos a

la temática ofreciendo un panorama general, ofreciendo definiciones consensuadas e introdu-

ciendo los actuales debates en torno a la multiculturalidad.

Tenemos que hacer referencia al hecho de que, en la base del fenómeno de la multiculturali-

dad, están la globalización y la postmodernidad, con todas sus revisiones y críticas a toda una

tradición política y teórica. El multiculturalismo -o mejor, los diversos procesos de multicultu-

ralidad- cuestionan ampliamente las relaciones entre democracia y pluralismo, tal y como ve-

remos a lo largo del módulo. Por otra parte, fenómenos como la creciente desigualdad Norte-

Sur, la progresiva marginalización de amplias zonas del planeta, junto a las grandes transfor-

maciones sociales de nuestro tiempo, entre las que tiene un lugar destacado el desafío de las

migraciones masivas (inmigrantes y refugiados/as), o los conflictos políticos que surgen en

sociedades plurinacionales, son aspectos que inciden directamente en la emergencia del mul-

ticulturalismo y que cuestionan las bases mismas de nuestras instituciones democráticas.

Como dato objetivo podríamos decir que hay 5.000 grupos culturales diferenciados de los

cuales 2.000 pueden ser considerados como naciones dentro de unos estados que no llegan a

200. La globalización ha supuesto dos momentos aparentemente contradictorios: por una

parte, nos conduce a un proceso de uniformización; por otro, ha impulsado múltiples de re-

afirmaciones identitarias. Esta aparente contradicción es un telón de fondo sobre el cual se

desarrollan los procesos de multiculturalidad. Debemos partir de una concepción positiva de

los conflictos y de la diversidad cultural.

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Las diversidades etnoculturales pueden ser fuente de conflictos, pero el camino no es intentar

suprimirlas sino clarificar adecuadamente y desde el respeto, sus derechos y deberes, actuan-

do solidariamente de modo que nos enriquezcamos todos/as. Por otra parte, aunque exista

esta diversidad, también es una realidad que las distancias entre los distintos grupos se han

reducido como nunca en nuestro días por fenómenos como las migraciones, las relaciones co-

merciales y las nuevas tecnologías. Este hecho debe ser contemplado como una oportunidad

para la interculturalidad. Los procesos de la multiculturalidad nos exigen una serie de debates

acerca de los actuales modelos políticos y sociales. No es la multiculturalidad algo ante lo que

uno/a pueda optar o no; podemos optar por diferentes modos de gestionar el proceso, pero el

proceso, en sí mismo, es algo irreversible, una realidad de nuestro tiempo que no podemos

negar ni rechazar, sino asumir e intentar ir respondiendo a los cuestionamiento que nos va

planteando.

RECUERDA

El pluralismo cultural es la posibilidad de reconocer que todos los pueblos tienen una cultura

propia, así como que en toda expresión cultural hay una intención de universalidad.

No existen culturas puras ni estáticas.

La migración ha constituido uno de los factores de cambio social más rápidos y de mayor in-

fluencia para activar la diversidad cultural. Los términos “multiculturalismo”,

“multiculturalidad”, “pluralismo cultural” o “interculturalidad”, responden a esta realidad cam-

biante.

No es la multiculturalidad algo ante lo que uno/a pueda optar o no; podemos optar por dife-

rentes modos de gestionar el proceso, pero el proceso, en sí mismo, es algo irreversible, una

realidad de nuestro tiempo que no podemos negar ni rechazar, sino asumir e intentar ir res-

pondiendo a los cuestionamiento que nos va planteando.

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2. ¿QUÉ ES LA MULTICULTURALIDAD?

Son muchos los/as autores/as que nos señalan que la condición multicultural no puede ser

reducida a una definición, sino que tenemos que intentar realizar diferentes aproximaciones a

partir de elementos como sus modos de expresión característicos, su periodización histórica,

su relevancia y alcance, sus límites. La idea es que existen distintas claves de interpretación

de lo que es la multiculturalidad, según se conciba como un fenómeno, como un nuevo con-

texto, como una serie de fenómenos y relaciones sociales emergentes, como un conjunto de

tendencias o como un compromiso y un desafío.

Etimológicamente es un término es muy ambiguo y puede tener múltiples acepciones e inte-

grarse dentro de un amplio campo semántico, lo cual nos induce a pensar que hace referencia

a un fenómeno multidimensional y complejo.

2.1. UNA APROXIMACIÓN A LAS PERSPECTIVAS Y A LOS DEBATES EN

TORNO A LA MULTICULTURALIDAD

Vamos a intentar aproximarnos al concepto a partir de distintas perspectivas, con la intención

de ir tomando contacto con los interrogantes que se plantean y con el tratamiento que se

concede a la temática de la multiculturalidad. Nuestro propósito es que nos adentremos en el

MULTI CULTURALISMO MULTICULTURALISMO

Que no es uno ni simple,

sino vario, de muchas ma-

neras.

Abundancia de algunos

hechos, especies o indivi-

duos.

Corriente de la antropología

americana que estudia la cul-

tura como un sistema de

comportamientos aprendidos

y transmitidos por la educa-

ción, la imitación y el condi-

cionamiento, en un medio

social determinado.

Multiplicidad, abundancia o

gran variedad de culturas.

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sugerente y difícil camino que han ido emprendiendo las diversas disciplinas en torno a los

retos que los procesos de multiculturalidad han ido planteando. Somos conscientes de la difi-

cultad de estos planteamientos, de la especificidad de la terminología, pero no podemos re-

nunciar a ofrecer una visión general que nos sitúe en el debate de qué es el multiculturalismo

a partir de los retos que nos plantea. Por otra parte, este panorama nos da una idea de la

cantidad de elementos que están implicados en la temática multicultural y del calado de la

misma en las distintas esferas de nuestro mundo, tanto personal como social, político o jurídi-

co, por sólo citar algunos de los muchos aspectos implicados.

2.1.1. LA PERSPECTIVA JURÍDICO-POLÍTICA

Esta perspectiva ha marcado decisivamente el debate el multiculturalismo. No podemos

aproximarnos al tema sin considerar las aportaciones de la Filosofía Política y del campo del

Derecho. Podemos subrayar que se han producido distintas formas de plantear el multicultu-

ralismo, desde una simple fórmula política y la búsqueda de un consenso que permita nego-

ciar la identidad, hasta una ideología o lenguaje político.

Las categorías clave para esta perspectiva son: pluralismo cultural, democracia, política de la

identidad, ciudadanía-extranjería, Estado-nación, derechos de el/la ciudadano/a y derechos

del hombre y la mujer, nuevos movimientos sociales. Son categorías que se articulan con una

determinada concepción de la cultura entendida como patrimonio singularizador, y como con-

junto de prácticas legitimadas e institucionalizadas. El discurso predominante es esta pers-

pectiva busca la autoestima de los grupos minoritarios mediante políticas de afirmación.

Las temáticas sobre las que se centra es el debate entre comunitaristas y liberales; las leyes

de extranjería de las distintas naciones; las políticas exteriores de las naciones, las condicio-

nes de asilo y refugio, las condiciones para obtener la ciudadanía; dentro de los derechos

humanos, los derechos específicos en el ámbito de la cultura de los derechos; debate acerca

del tipo de poder otorgado y la representatividad transferida a grupos culturales distintos a

los minoritarios en una organización social determinada; las fórmulas jurídicas constituciona-

les referidas a la asimilación cultural, autonomía cultural y la protección de culturas étnicas.

La supuesta crisis o descomposición del orden político que se plantea desde esta perspectiva

parte del interrogante acerca de una concepción de democracia que no está haciendo posible

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la pluralidad cultural. Se ve la necesidad de repensar las nociones que actúan como límites

así como las referentes a la diversidad humana y cultural, vinculadas al reconocimiento de un

pueblo o una nación, unas minorías y mayorías, unas fronteras, etc. A lo anterior hay que

añadir el debate de los llamados Estados plurinacionales o policulturales, etc.; todo ello entre

el liberalismo pluralista y el federalismo constitucional. En ambos casos, los principios que

sustentan no son compatibles con los requerimientos de las minorías étnicas y/o políticas cul-

turales.

2.1.2. LA PERSPECTIVA SOCIAL

Considera las transformaciones sociales que han sufrido las sociedades modernas y que han

ido configurando diversos procesos de multiculturalidad (globalización, plurinacionalismo, in-

migración,...). Subraya la toma de conciencia de la diversidad cultural en una misma sociedad

representada por grupos con diferentes códigos culturales, portadores de identidades propias

(nacionales, étnicas, religiosas, etc.), junto a las tensiones inevitables y los conflictos que

brotan a partir de su coexistencia. Se plantea el desafío de cómo lograr que esa convivencia

sea positiva, no violenta, evitando la xenofobia y el racismo.

Se describe la sociedad actual como un univer-

so fragmentado, plural, con tendencia hacia la

tolerancia en algunos ámbitos, y una concien-

ciación de la necesidad de alcanzar mayores

cotas de igualdad y justicia. La investigación

sociológica parte de la imposibilidad de la

“neutralidad” y la “objetividad”, porque la clase,

el género y la etnicidad configuran el proceso

de la investigación haciendo ya de ella un

“proceso multicultural”.

Fotografía: C.I.S.M.I.

2.1.3. LA PERSPECTIVA ECONÓMICA

Nos lleva a considerar la globalización-internacionalización de la vida económica traducida en

una economía de consumo, producción y comunicación, que ha desbordado la soberanía de

los Estados y suscita formas de identidad cada vez menos sociales y más culturales. Muchos

consideran que el multiculturalismo es un polo fragmentario simbólico en tensión con el polo

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de la globalización. Ambos polos dan cuenta de nuestro actual escenario a nivel político, so-

cial, económico y cultural. En esta línea, el sociólogo francés A. Touraine nos habla de la diso-

ciación entre economía y cultura, así como de la descomposición del orden político, aspectos

que generan la emergencia del multiculturalismo. Para muchos/as autores/as la globalización

y la multiculturalidad son dos caras de una misma realidad. Lo que subyace a todo el plantea-

miento es el interrogante de cómo articular o negociar la relación entre lo singular y lo uni-

versal, del cual es una versión el debate liberal-comunitarista (derechos individuales/derechos

colectivos).

2.1.4. LA PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA

La noción de cultura no goza de un consenso; a lo largo de la historia del pensamiento nos

encontramos con cientos de definiciones, incluso contradictorias. Por otra parte, los puntos de

referencia tradicionales se han ido perdiendo (racionalidad ilustrada y moderna, lenguaje polí-

tico, categorías referentes, fronteras –físicas y simbólicas-, etc.). Esta disyuntiva afecta a

nuestro modo de conocer, de intentar describir, comprender y explicar la realidad que nos

rodea.

La perspectiva epistemológica se propone indagar sobre qué tipo de discurso se nos ha

transmitido con referencia a la universalidad, lo diverso, lo extraño, el extranjero, el poder de

la cultura; todo ello en contraposición con lo que consideramos como propio. La idea es poder

conocer los orígenes de las insuficiencias y carencias que nos acompañan, para poder poner

en tela de juicio el propio marco cultural. Esto supone, tanto remitirse a la propia experiencia

y a una experiencia de participación directa en otras culturas, como recurrir a la mediación de

diversas disciplinas vinculadas a la reciente lectura deconstruccionista y estructuralista de las

culturas. Se trataría de llegar a una lectura interpretativa y configuradora de una visión abier-

ta a un nuevo horizonte de significados que pueden percibirse a través de las distintas cultu-

ras. Se trata de tener una visión, a la vez, objetiva y crítica.

2.1.5. LA PERSPECTIVA ÉTICA-POLÍTICA

La ética como disciplina práctica (política) busca una complementación entre el particularismo

de la pluralidad de tradiciones culturales y el establecimiento de un Derecho “unitario” que

contemple una fundamentación moral. Uno de los principales interrogantes que hay que res-

ponder es cómo hacer justicia ante tal diversidad de tradiciones que implican estilos de vida y

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sentido distintos, siendo respetuosos/as ante las singularidades culturales, pero no renun-

ciando a los referentes universales de justicia. Todo lo anterior está vinculado al debate sobre

el principio de la identidad, de la igualdad y de la diferencia; las relaciones asimétricas, la to-

lerancia, la solidaridad y la responsabilidad.

De lo que se trata es de plantear positivamente la convivencia con un marco de referencia

que responde a las claves de una ética multicultural. Un proyecto de tal envergadura ha de

tender a realizar una opción por una cultura de la sensibilidad, reconocimiento y aceptación

de los/as demás en su alteridad, renunciando a toda voluntad de poder, de dominio y de asi-

milación. Además, requiere de una visión que permita situar tradiciones y momentos históri-

cos de otras culturas, asumir su desarrollo sincrónico particular, su memoria cultural, etc. En

este sentido, es necesario partir de un doble presupuesto: por una parte, ver la cultura como

lugar de valores por descifrar; por otro, reconocer la existencia fáctica de una diversidad de

culturas, ninguna de ellas completa por sí misma, ni perfecta. La idea es que todas las cultu-

ras atraviesan por una especie de dinamismo evolutivo, lo que implica su continua selección y

reconstrucción –creación- pero desde su especificidad; todas tienen una serie de elementos

nucleares (corazón de la cultura, donde reside la identidad), que están vinculados a su esfera

periférica; todas poseen un cometido y ninguna puede desarrollarse en aislamiento. Por todo

ello nace la necesidad del diálogo cultural; un diálogo necesario en este momento histórico

que debe saber encontrar los cauces para compatibilizar la realidad de la diversidad con la

aspiración del marco ético unitario.

2.1.6. LA PERSPECTIVA EDUCATIVA

En el ámbito de la educación es donde se dejó sentir de manera más inmediata el impacto

fenómeno del multiculturalismo, dada la marcada afluencia y la presencia significativa de es-

tudiantes pertenecientes a otros universos culturales en los sistemas educativos. Si la escue-

la introduce al mundo de la cultura, no es menos cierto que ella también reproduce desigual-

dades sociales, étnico-culturales, en la medida que forja patrones mentales que favorecen

actitudes de marginación, racismo y xenofobia; todo ello sin olvidar que la escuela se consti-

tuye como una fuente con gran potencial homogeneizador que nos introduce de manera es-

pontánea al monoculturalismo. A medida que se tomaba conciencia de la nueva realidad mul-

ticultural, se ve la necesidad de revisar y analizar las políticas educativas, los procesos histó-

ricos en conexión con la presentación que hacen de ellos determinadas disciplinas, porque su

formulación resulta decisiva para la confrontación de una visión etnocéntrica.

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La planificación curricular ha merecido especial atención en función de sus implicaciones, con

una importante tarea de crítica realizado sobre sus currículums académicos explícitos –

objetivos, contenidos, selección de autores, métodos o estilos de enseñanza, materiales di-

dácticos, etc.-, y los currículums ocultos, es decir, las relaciones entre profesores/as, alum-

nos/as, coordinadores/as, agentes comunitarios, etc.-. Se retomaron, en este sentido, los ri-

tos, los símbolos y las imágenes difundidas y presentes en la vida cotidiana del alumnado, en

tanto que son factores que inciden directamente en la conformación de su autoestima y en las

claves para poder construir unas relaciones más democráticas en orden a superar el autorita-

rismo, las relaciones desiguales de género, el etnocentrismo, etc.

Otros elementos que suelen entran en el debate son la calidad de una educación según el

modelo multicultural, sus fundamentos antropológicos y sociológicos; el papel de la comuni-

cación; las nuevas tecnologías; la necesidad de una formación continua del profesorado; la

problemática del bilingüismo y el multilingüísmo; el análisis de las minorías; la educación

comparada y la historia de la educación; y las relaciones entre “sociedad” y “cultura”. la es-

cuela introduce al mundo de la cultura, no es menos cierto que ella también reproduce des-

igualdades sociales, étnico-culturales, en la medida que forja patrones mentales

2.1.7. LA PERSPECTIVA RELIGIOSA

Nos encontramos en un nuevo contexto de pluralismo religioso que nos está conduciendo a

cambiar la forma de pensar la identidad religiosa y a redefinirla en el nuevo contexto bajo el

presupuesto de la necesidad de establecer un diálogo interreligioso. El pluralismo supone una

sociedad compleja en todas sus vertientes. Esta complejidad se traduce en diversos niveles: a

escala individual (con relación a las libertades de conciencia, asociación, valores, etc.); a es-

cala grupal (con relación al pensamiento distintos entre los diferentes grupos humanos y su

admisión con igualdad de derechos en la interacción social –reconocimiento-); a escala plane-

taria (en relación con el paso de la conciencia humanitaria del etnocentrismo al pluricentrismo

cultural). Todo lo anterior tiene una larga serie de consecuencias; por ejemplo, implica la

constatación de que las culturas, que son formas de vida compartidas, influyen en el conoci-

miento, en los valores y en la formulación de la verdad; esto significa que nuestra manera de

captar y definir la realidad está condicionada culturalmente. En este sentido hay que asumir

el estudio de la “pluralidad de religiones”, entendidas como hechos históricos diferentes entre

sí, pero que comparten una estructura análoga. Puede concluirse que la aceptación de la plu-

ralidad y el respeto a todas ellas, supone respetar las reglas de un auténtico diálogo interreli-

gioso.

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2.1.8. MULTICULTURALIDAD Y GÉNERO.

La irrupción de los debates y las reflexiones acerca de la multiculturalidad y los diferentes en-

foques multiculturalistas han tenido un enorme impacto en el pensamiento y en la teoría fe-

ministas. Todo ello ha generado una revisión de modelos y presupuesto, así como la necesi-

dad de “dar un giro” a algunos de los temas centrales del feminismo:

• El tema del sujeto del feminismo.

• La cuestión de la diferencia.

• La temática de la identidad femenina.

• Las relaciones poder / agencia.

• La articulación con otras divisiones sociales.

• La cuestión de las formas de organización.

• Los enfoques y percepción de las “otras mujeres” (crisis de representación).

• La incorporación de los “otros feminismos”.

• Etc.

Estas cuestiones, junto con otras más específicas, no pueden ser desarrolladas en este es-

pacio. Sí queremos dejar constancia del impacto de los debates suscitados por los procesos

de multiculturalidad en el feminismo occidental y en las teorías del género.

Pasamos a esbozar, muy brevemente, algunos de los ejes de estos debates que considera-

mos de más clara incidencia en el caso de las mujeres inmigrantes.

• Las cuestiones de género han sido situadas justo en el centro de los debates más encen-

didos entorno al multiculturalismo y sus retos. Quizás debemos plantearnos por qué se

coloca a la mujer en el papel de ser el chivo expiatorio de los conflictos que se generan

en la convivencia de las sociedades multiculturales.

• No se puede caer en el etnocentrismo. Las feministas occidentales deben abandonar pos-

turas etnocéntricas y misioneras, reconocer su desconocimiento de otras tradiciones fe-

ministas e interesarse por aprender a leer otros textos y discursos civilizatorios. No po-

demos sorprendernos de la extrañeza y el desconocimiento que las mujeres de otras cul-

turas sienten ante nuestros discursos y nuestra tradición cultural.

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• No podemos caer en el relativismo cultural o

en el prejuicio culturalista. Bajo el lema del res-

peto a las culturas ajenas se puede esconder el

desprecio secular hacia los derechos de las mu-

jeres. Muchas veces, el recelo a un imperialis-

mo cultural occidental puede conducir a un re-

lativismo cultural que puede resultar muy peli-

groso para alcanzar una convivencia intercultu-

ral respetuosa y digna para las mujeres.

Fotografía: C.I.S.M.I.

• No podemos homogeneizar las culturas ni

creer que funcionan como un todo bien articulado. Todas las culturas son plurales y dinámi-

cas e interaccionan unas con otras. La condena a hechos o prácticas culturales concretas no

puede llevarnos a condenar los esfuerzos civilizatorios de otras tradiciones culturales.

2.1.9. GEOPOLÍTICA DEL MULTICULTURALISMO.

En la siguiente tabla queremos exponer, muy esquemáticamente cómo se han ido generando

las políticas frente al fenómeno multicultural en diferentes regiones del mundo. El objetivo es

tener una visión de conjunto de la situación concretando las zonas de influencia, las diferen-

tes concreciones del proceso y las diversas respuestas o debates que se han ido generando.

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CANADÁ

País pionero en asumir el multiculturalismo desde la perspectiva étnica.

Ya a finales de los años sesenta, se intenta construir un marco no-

territorial para solucionar problemas etnorracionales que dividían al país.

Se reconstituye la identidad canadiense alrededor de la noción de ciuda-

danía. Desde este planteamiento se inician los programas relativos a los

derechos culturales. Desde el año 1971, cuenta con una política oficial del

multiculturalismo que consiste, sobre todo, es una política de apoyo a la

polietnicidad.

AUSTRALIA

Inicialmente entiende el multiculturalismo como una política para la inte-

gración pluralista de los inmigrantes en su sociedad, aunque no tiene la

presión de un conflicto interno de carácter nacional. A inicios de siglo res-

tringe la inmigración de origen no británico y reafirma su voluntad de

preservar la raíz de origen europeo y su homogeneidad étnica y racial a

través de la asimilación. Cuando en los sesenta cesan las migraciones

norte y centroeuropeas, por el estigma que suponía en un plano interna-

cional conservar este tipo de políticas, abandona el modelo asimilacionis-

ta fuerte. En 1973 alude oficialmente al multiculturalismo con el deseo de

reparar la injusticia histórica cometida con los/as aborígenes.

EE. UU.

El debate se difunde en las universidades a partir de los ochenta como

resultado del fracaso del modelo de “integración social de las diferencias”

o melting pot. La irrupción de los particularismos irreductibles cobra pro-

tagonismo, dando lugar a discusiones sobre una política educativa y una

posible configuración de los curriculums académicos de acuerdo a un plu-

ralismo existente de base, así como la implantación de sistemas de cuo-

tas a favor de minorías desfavorecidas históricamente. El debate se ex-

tiende hacia múltiples manifestaciones de reivindicación de las distintas

identidades colectivas para englobar las demandas de grupos socialmente

excluidos o marginados de la sociedad (gays, clase obrera, mujeres, ne-

gros, inmigrantes, discapacitados,…), y desplazan a los movimientos pa-

cifistas, de igualdad racial o de derechos civiles más activos en los sesen-

ta. El multiculturalismo en EE.UU. está íntimamente ligado a la educa-

ción, más que a problemas relacionados con la identidad nacional. Actual-

mente el debate enfrenta a dos corrientes intelectuales: comunitaristas y

liberales.

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EUROPA

El debate se ha dado, sobre todo, en Gran Bretaña, Holanda o Suecia, a

partir de los sesenta. Estos países ponen en marcha diversos proyectos

de integración de las minorías teniendo en cuenta el respeto al pluralis-

mo multicultural. Hasta los ochenta no emerge propiamente el debate

académico, importado de EE.UU., el cual adquiere mucha importancia

en Alemania vinculándose con temas como la inmigración, la naturaleza

de la ciudadanía y la nacionalidad. La inmigración abre el debate a

otros países europeos, como Italia, Francia y, más recientemente, Es-

paña. En Europa, además, tenemos la problematicidad que enfrenta el

contexto europeo a partir de la constitución de la Comunidad Europea y

la unión monetaria. El debate multicultural en Europa tiene matices dis-

tintos, en función de su realidad social, sus actores sociales, sus formas

de gestión y su articulación. Es un caso prototípico y el más actual de

unidad política imaginable de una sociedad auténticamente multicultu-

ral.

LATINOAMÉRICA

Asume el debate entre comunitaristas y liberales desde las reivindica-

ciones indigenistas.

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RECUERDA

¿QUÉ ES LA MULTICULTURALIDAD? La INTERCULTURALIDAD puede ser interpretada de dis-

tinto modo según se conciba como un fenómeno, como un nuevo contexto, como una serie de

fenómenos y relaciones sociales emergentes, como un conjunto de tendencias o como un

compromiso y un desafío.

• La PERSPECTIVA JURÍDICO-POLÍTICA ha marcado decisivamente el debate sobre el

multiculturalismo. Esta perspectiva busca la autoestima de los grupos minoritarios me-

diante políticas de afirmación. El debate se centra en temáticas como leyes de extranje-

ría, políticas exteriores, condiciones de asilo y refugio, condiciones para obtener la ciu-

dadanía, derechos específicos de la cultura dentro de los derechos humanos y fórmulas

jurídicas referidas a la asimilación cultural, autonomía cultural y protección de minorías

étnicas.

• La PERSPECTIVA SOCIAL considera las transformaciones sociales que han sufrido las

sociedades modernas y que han ido configurando diversos procesos de multiculturalidad

(globalización, plurinacionalismo, inmigración,...). Se plantea el desafío de cómo lograr

que esa convivencia sea positiva, no violenta, evitando la xenofobia y el racismo.

• La PERSPECTIVA ECONÓMICA nos lleva a considerar la globalización-

internacionalización de la vida económica traducida en una economía de consumo, pro-

ducción y comunicación, que ha desbordado la soberanía de los Estados y suscita for-

mas de identidad cada vez menos sociales y más culturales.

• La PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA. La noción de cultura no goza de un consenso; a lo

largo de la historia del pensamiento nos encontramos con cientos de definiciones, inclu-

so contradictorias. Esta perspectiva se propone indagar sobre qué tipo de discurso se

nos ha transmitido con referencia a la universalidad, lo diverso, lo extraño, el extranje-

ro, el poder de la cultura.

• La PERSPECTIVA ÉTICA-POLÍTICA: de lo que se trata es de plantear positivamente la

convivencia con un marco de referencia que responde a las claves de una ética multicul-

tural. Todas las culturas atraviesan por una especie de dinamismo evolutivo. Nace la

necesidad del diálogo cultural.

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• La PERSPECTIVA EDUCATIVA. La escuela introduce al mundo de la cultura y reproduce

desigualdades sociales, étnico-culturales, en la medida que forja patrones mentales que

las favorecen. A medida que se toma conciencia de la nueva realidad multicultural, se

ve la necesidad de revisar y analizar las políticas educativas y los procesos históricos en

conexión con la presentación que hacen de ellos determinadas disciplinas, porque su

formulación resulta decisiva para la confrontación de una visión etnocéntrica.

• La PERSPECTIVA RELIGIOSA. Hay que asumir el estudio de la “pluralidad de religiones”,

entendidas como hechos históricos diferentes entre sí, pero que comparten una estruc-

tura análoga. Puede concluirse que la aceptación de la pluralidad y el respeto a todas

ellas, supone respetar las reglas de un auténtico diálogo interreligioso.

• MULTICULTURALIDAD Y GÉNERO.-

• Frecuentemente se coloca a la mujer en el papel de ser el chivo expiatorio de los con-

flictos que se generan en la convivencia de las sociedades multiculturales.

• No se puede caer en el etnocentrismo. Las feministas occidentales deben abandonar

posturas etnocéntricas y misioneras, reconocer su desconocimiento de otras tradiciones

feministas e interesarse por aprender a leer otros textos y discursos civilizatorios.

• No podemos caer en el relativismo cultural o en el prejuicio culturalista.

• La condena a hechos o prácticas culturales concretas no puede llevarnos a condenar los

esfuerzos civilizatorios de otras tradiciones culturales.

2.2. ¿QUÉ SIGNIFICA SER MULTICULTURAL?

Algunos/as autores sostienen que la multiculturalidad es una expresión de la condición huma-

na. En este sentido, decir que los seres humanos somos culturales implica decir que somos

multiculturales. Si partimos de los análisis del antropólogo C. Geertz, el ser humano no es un

ser natural en el sentido de tener una naturaleza humana constante e independiente de tiem-

po y lugar sobre la que se superpone la cultura como un segundo estrato, sino que es, de por

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sí, un ser cultural. Es decir, llegamos a ser humanos sólo por esquemas culturales en virtud

de los cuales ordenamos y dirigimos nuestras vidas. Sin estos mecanismos que no tienen que

ver con la genética, nuestra conducta sería un puro caos, porque los referentes no culturales

que están insertos en nuestra biología son muy débiles. Nuestro sistema nervioso central es

incapaz de dirigir por sí mismo nuestra conducta. En este sentido, las estructuras culturales

no son un añadido a la existencia humana, sino que son su condición de posibilidad.

Aunque todos los seres humanos somos seres culturales, nos concretamos como seres cultu-

rales en múltiples culturas diferenciadas. Como sostiene Geertz, tenemos un equipamiento

natural para vivir miles de vidas posibles, pero cada colectivo cultural (y en última instancia,

cada individuo humano) lo va concretando en una. Toda creación cultural es una creación

particular, esto es, una entre las posibles; no existe, por tanto, “la” cultura. Por eso precisa-

mente, porque siempre son posibles varias o muchas culturas, “ser en multiculturalidad” es

nuestra condición normal de existencia y desarrollo. Podemos concluir, por tanto, que los se-

res humanos somos constitutivamente multiculturales.

Para ir adentrándonos en la temática y sus vicisitudes, podríamos plantearnos dos posibilida-

des en función de las argumentaciones que acabamos de presentar:

1) Podemos plantearnos la conveniencia de que todos los humanos acabemos remitién-

donos a una única cultura, que sería como tal inevitablemente particular (una cultura

entre todas las posibles), pero universalmente aceptada. Hay, incluso, quienes sostie-

nen que hacia ello caminamos con el actual proceso de globalización. De este modo, el

monoculturalismo no sería una condición de partida, pero sí un horizonte de llegada. A

lo que podríamos objetar que si fuera posible la unidad cultural del género humano, lo

sería gracias a la imposición de una cultura particular, por lo que no sería algo moral-

mente deseable.

2) En otro sentido, podemos sostener que los humanos siempre viviremos en una plurali-

dad cultural, el “ser en tribus” que argumenta provocadoramente M. Walzer, es nues-

tra condición. Si esto es así, acabaríamos con tribalismos particulares, pero no con

nuestra condición tribal: no podemos proponernos como tarea histórica –incluso mo-

ral- el acabar con las tribus sino el gestionar adecuadamente nuestra inevitable tribali-

dad. Desde este punto de vista, la tribalidad no tiene que ser entendida como algo ne-

gativo, como afirmación invasiva y excluyente de nuestra tribu frente a las demás, si

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no que puede expresarse esa tribalidad en una multiplicidad respetuosa e interrelacio-

nada que nos invite a mostrar la gran creatividad y riqueza de que somos capaces los

seres humanos, y que se convierta en horizonte plural que tendríamos como referen-

cia para nuestra propia construcción personal. En definitiva, dado que los humanos

somos constitutivamente multiculturales, la opción lúcida no va en la línea de combatir

ese multiculturalidad, sino en la de regularla para evitar sus excesos y dinamizar sus

potencialidades.

2.3. LOS GRUPOS CULTURALES

2.3.1. CONSTITUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS

Los humanos nos realizamos en culturas particulares, es decir, nos constituimos en grupos

culturales diferenciados que pueden tener diferentes tipos de relaciones entre sí. Nos vamos

a centrar ahora en las características que inciden en la constitución de los grupos culturales o

identidades colectivas.

1. Los grupos culturales o identidades colectivas, suponen una organización social de la

diferencia cultural. En la afirmación de la identidad colectiva hay siempre una di-

mensión institucional, por lo que no puede relegarse a la esfera estrictamente per-

sonal-privada, aunque pueda discutirse su grado de inserción en la esfera pública

en sentido amplio. Si queremos que la diferencia cultural perviva, tendremos que

querer que se dé eficazmente una cierta institucionalización de la misma, que habrá

que especificar en cada caso e intentar armonizar con las institucionalizaciones de

otras diferencias.

2. Las identidades culturales se construyen generando y manteniendo fronteras. El

“nosotros” se define inevitablemente diferenciándose del “ellos”. No podemos que-

rer a la vez que haya identidades colectivas y que no haya fronteras. Desbordar las

fronteras no es lo mismo que negarlas: hay que ser coherente en el sentido de no

reclamar el derecho de un determinado pueblo y luego declararse sinfronterista. La

metáfora puede expresarse y vivirse de formas muy diversas, como muralla que

pretende impedir toda relación o comunicación y con una puerta vigilada que abre

según el selectivo interés de los de dentro; o como puente que permite ciertos con-

troles o señala ciertos límites, pero que posibilita el paso y la comunicación. Quizás

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una de las metáforas más acertadas sea la del agua que a la vez separa y une las

islas de un archipiélago; hablamos de agua (fronteras), islas (culturas) y archipiéla-

go como unidad de islas (Bernardo Atxaga).

3. A la hora de definir las fronteras, los grupos subrayan unas determinadas caracterís-

ticas propias, relegando otras como secundarias. No hay una correspondencia dire-

cta entre intensidad objetiva de las diferencias e intensidad de las fronteras, pues

la frontera depende del énfasis que se pone en las características elegidas.

Que los grupos hagan determinadas seleccionen a la hora de definir las fronteras no

debe significar que la riqueza cultural queda reducida a esos rasgos, dicha riqueza

es siempre mayor y, además, mucho más compleja.

4. Las fronteras que construyen los grupos culturales -las identidades colectivas-, pue-

den generarse tanto con dinámicas de autoadscripción, como con dinámicas de

heterodesignación (“los/as de fuera” son los/as que definen la identidad colectiva

asignándoles características, generalmente, minusvaloradas). Aquí entra la cuestión

del reconocimiento: la relevancia del reconocimiento de los/as otros/as de cara a la

construcción de la identidad. La dinámica moralmente asumible es la que implica

prioritariamente una autoadscripción acompañada del reconocimiento respetuoso

de los/as otros/as.

5. Todo lo señalado en puntos anteriores (la identidad colectiva y las dinámicas de auto

y heteroadscripción, la necesidad de una cierta organización social, etc.), supone

que la construcción de los grupos culturales es una empresa política compleja: la

autoafirmación cultural tiene que ver con cuestiones de poder.

6. Los grupos culturales no se definen tanto por su aislamiento cuanto por complejos

procesos de relación y exclusión: tenemos conciencia de grupo frente a otros gru-

pos con los que mantenemos relaciones. En la práctica, implica una distinción entre

relaciones intragrupales y extragrupales. Las relaciones intragrupales son las que

garantizan la cohesión y la identidad; las extragrupales son las que benefician al

grupo sin amenazarle en su identidad, aunque inevitablemente le influirán

(potenciadora o debilitadoramente). Surgen así complejas redes de interdependen-

cia e independencia que se irán plasmando de modo diferente en cada caso, con

mayor o menor éxito para la conservación y el dinamismo del grupo cultural y de la

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identidad correspondiente. Tendrán justificación ética, en mayor o menor grado, en

función de las dinámicas de dominación externa (sobre otros grupos) o interna

(sobre los miembros del grupo) que supongan, así como en función de las dinámi-

cas de respeto y cooperación que impliquen.

En este marco general habrá que situar las relaciones entre grupos culturales

(multiculturalismo e interculturalismo en especial). Cuando la diferencia de poder

entre los grupos en contacto es manifiesta, no resulta fácil la equidad en esta diná-

mica relacional.

7. Otro referente importante para la constitución de determinadas identidades colecti-

vas (la más significativa, quizás, para la multiculturalidad) es el de la genealogía.

Se consideran del mismo grupo étnico a aquellas personas que tienen los/as mis-

mos/as ascendientes, algo que empuja fuertemente a la solidaridad interna y a la

búsqueda de la pervivencia del grupo. El riesgo que implica es la derivación hacia

racismo y/o la xenofobia.

8. Una característica muy relevante, sobre todo, cuando se vivencia como identidad

colectiva es la conciencia de grupo. Hay un grupo cultural identitario allí donde hay

conciencia colectiva de identidad cultural. Esta característica pone de manifiesto la

existencia de un importante componente de afectividad en la identidad, el senti-

miento de pertenencia, que puede arrastrar a irracionalidades desde la manipula-

ción a las que puede estar sometida la identidad y también provocar segregación y

marginación en función de dinámicas de exclusión.

Partimos del presupuesto de que nos socializamos en una determinada cultura. Esto va a im-

plicar una limitación: nuestros referentes van a ser los de esa cultura en particular. Por otra

parte, la cultura (en sus expresiones particulares) nos humaniza cumpliendo especialmente

dos funciones:

a) Ofrecernos un sistema de significaciones que nos aporta una visión de la realidad

con la que nos orientarnos en el mundo; y, aportándonos criterios y horizontes para

nuestra toma de decisiones al señalarlos valores y fines (marco de referencia ético-

moral).

b) Otorgándonos un referente identitario al integrarnos en un todo colectivo (nuestro

grupo cultural).

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Al margen de nuestra pertenencia cultural y de nuestra inserción en un determinado grupo

cultural, es muy importante el modo concreto en que vivimos esta inmersión, la cual puede ir

desde la estricta y dura sumisión, hasta una inserción crítica y creativa. Lo que se propone

desde el modelo intercultural es vivir identificaciones, no identidades, ya que lo que tiene

que primar es nuestra acogida voluntaria, nuestra elección, nuestra asunción crítico-creativa.

No se trata de mantener una única lealtad hacia una única cultura. Nos desarrollamos más

plenamente como seres humanos cuando tenemos una identidad/identificación compleja. Po-

demos tener sublealtades dentro de la misma cultura con corrientes o subculturas, o tener

imbricaciones con cultura ajenas. También podemos tener identificaciones con grupo cultura-

les heterogéneos y diversos. Para la interculturalidad lo interesante y saludable, es lo que al-

gunos/as autores/as han denominado identidades complejas. Estas identidades complejas nos

ponen a salvo de los fundamentalismos y los fanatismos excluyentes, al ser identidades más

abiertas que experimentan los contactos interculturales como positivos. En este sentido, te-

nemos que añadir que habría dos modos de entender o de vivir la cultura:

• Desde una posición esencialista:

La cultura como un conjunto armónico y estable de componentes que configura a los

individuos de manera similar, y que hay que conservar fielmente en su integridad. La

cultura nos crea y es como un depósito que debe ser guardado.

• Desde una dimensión procesual:

La cultura no es algo fijo ni armónico, sino algo sujeto a cambios, desde las propias

tensiones internas y desde los contactos con otras. Aunque la cultura nos crea, también

nosotros/as la recreamos constantemente, tanto individual como en colectivos organi-

zados.

Es este segundo modo de entender la cultura, como proceso abierto y en continua evolución,

el que nos permite participar en un modelo intercultural.

2.3.2. LAS RELACIONES ENTRE GRUPOS CULTURALES

Ya hemos hecho referencia a que la multiculturalidad es un proceso inevitable. En teoría, este

proceso –o procesos- podría vivirse en el aislamiento estricto de cada cultura con respecto a

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las demás, pero esta situación de aislamiento es muy excepcional, de hecho, en la práctica no

suele darse ya que los grupos culturales están en permanente contacto. Vamos a centrarnos

ahora en estos contactos entre grupos culturales, los cuales pueden ser de muy diversos ti-

pos. Podemos hablar de que las relaciones entre grupos culturales pueden situarse entre es-

tas cinco posibilidades:

a) Relaciones de dominio manifiesto con tres variantes: explotación, marginación o se-

gregación y exterminio. Su plasmación en un programa político-normativo se concre-

taría en la defensa justificada del racismo y/o la xenofobia.

b) Relaciones a través de las cuales una cultura absorbe a otra: asimilación. Tendríamos

una política asimilacionista (fuerte, débil).

c) Relaciones de yuxtaposición mutuamente aceptada con contactos escasos: multicultu-

ralidad. Se plasma en las diferentes gestiones políticas denominadas como multicultu-

ralismo.

d) Relaciones significativas de intercambio: interculturalidad. En este caso se atendería al

ideal político del interculturalismo.

e) Generación de una nueva cultura por fusión de otras: mestizaje cultural. Aquí tendría-

mos un horizonte político que en Francia, por ejemplo, se denomina mixité, algo así

como “mesticismo”.

Hay otra serie de conceptualizaciones que tenemos que tener en consideración cuando vamos

a tratar las relaciones entre grupos culturales. Son las tres siguientes:

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Otra precisión importante tiene que ver con la distinción muy marcada en el mundo occiden-

tal entre la esfera pública y la esfera privada. Es una precisión que cobra gran protagonismo

en los debates multiculturales a la hora de conjugar ambas esferas en cuanto a derechos y

deberes. Hay quienes postulan que todos los grupos culturalmente marcados de modo parti-

cular (étnicos, religiosos,...) deben considerarse a sí mismos como grupos dentro de la esfera

privada. Este posicionamiento tiene considerables implicaciones:

� Debe darse un respeto firme a la autonomía de las personas de acuerdo con los prin-

cipios de tolerancia y no-discriminación.

� El deber de las autoridades públicas democráticas, es garantizar las condiciones de

ejercicio de esa autonomía: la esfera pública en la que todos compartimos la común

identidad de la ciudadanía, la que definen los derechos humanos del “individuo abs-

tracto”.

� Los individuos autónomos pueden luego perseguir los objetivos que deseen, perso-

nalmente o en grupos en los que acuerdan libremente metas comunes, con tal de

que respeten la autonomía de los/as otros/as: la esfera privada de la sociedad civil

� Entre estos grupos hay que situar a las comunidades étnicas, religiosas, etc. que tie-

nen que respetarse y que si desean pueden interactuar entre sí de común acuerdo.

Integración

Muy próxima a la asimilación, se propone como algo distinto a

ésta resaltando que debe darse una bidireccionalidad desde la

autonomía de las culturas en contacto lo cual aproxima el tér-

mino al interculturalismo. Es un concepto discutido y discutible.

Inclusión

Suele usarse para reclamar que todos/as los/as residentes en

un estado disfruten de todos los derechos ciudadanos.

Acomodación

Suele usarse para el caso de los inmigrantes, se quiere expre-

sar un paso más allá del reconocimiento de los derechos ten-

dente a la convivencia intercultural (políticas de acomodación).

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Asimilacionismo, multiculturalismo e intercultura-

lismo son las tres opciones que hoy por hoy se

consideran como más legítimas. Existe, en los tres

casos, un impacto público, por lo tanto, no es

adecuada la remisión de las relaciones únicamen-

te a la esfera privada. El criterio ético de toleran-

cia-respeto-no-discriminación es necesario para

plantear las relaciones interculturales pero no es

suficiente.

Fotografía: C.I.S.M.I.

2.3.2.1. Racismo y xenofobia.

El racismo es definido por la UNESCO como el conjunto de creencias y actos antisociales fun-

dados en la ilusión de que las relaciones discriminatorias entre los grupos humanos están jus-

tificadas por razones de orden biológico. Podemos afirmar que una ideología racista

(racialismo) ha estado muy ligada a los procesos colonizadores emprendidos por el mundo

occidental (siglo XVIII-mediados XX). Esta ideología defiende la vigencia de las “razas” y la

continuidad entre las diferencias físicas y las culturales y morales, así como el establecimiento

de jerarquías en función de esas diferencias, lo que supone que unas razas son superiores a

otras.

Ya nadie defiende oficialmente la versión del racismo más radical, laque se basa su legitima-

ción en una supuesta base científica ha sido totalmente negada el mundo de la ciencia: si

atendemos al genotipo (lo biológicamente decisivo) y no al fenotipo (lo superficial), debemos

concluir que las distancias genéticas son irrelevantes, difícilmente localizables entre colectivos

precisos. Pero si existen versiones más sutiles e implícitas del racismo; es este caso se habla

de neorracismo. Tal y como sostiene Taguieff, este neorracismo toma como punto de apoyo

no la categoría de “raza”, sino la de “cultura”, postulando la separación de las poblaciones

con el argumento de conservar la pureza cultural de todas. También puede cambiar la cate-

goría de “igualdad” por “diferencia”, para proponer de nuevo una separación entre grupos

culturales. Se trata de un racismo indirecto, implícito, pero muy eficaz: la referencia al respe-

to a la diferencia es un pretexto para conservar la dinámica de segregación inferiorizante y de

exclusión propias del racismo. Nos muestra de paso la delicada frontera que separa al multi-

culturalismo, que puede presentar argumentos para su aceptabilidad, de este neorracismo

espacialmente presente en las sociedades europeas de nuestros días. Es un neorracismo que

se expresa directamente como xenofobia.

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2.3.2.2. Asimilacionismo.

El Asimilacionismo pretende lograr la unidad etnonacional, la cohesión social, para el Estado-

nación. Suele forzar a el/la diferente, de un modo totalmente paternalista, con argumentos

que hablan de que es “por su bien y por su integración”, a que pase a formar parte de una

identidad cultural que se considera tiene contenidos más ricos, humanizados y modernos. Es-

ta asimilación se realiza a partir de las esferas publicas (educación, salud, trabajo,...) de la

sociedad, las cuales están controladas por el grupo cultural que mantiene el poder hegemóni-

co.

Tiene una diferente consideración según sea impuesto (intento por lograr que el otro queda

asimilado a nuestra cultura aunque no lo desee), o asumido libremente (que el que lo desee

pasa a identificarse con nuestra colectividad identitaria).

También se puede dar una asimilación total (sería cuando las prácticas culturales diferentes

desaparecen por completo); o asimilación parcial (cuando desaparecen aspectos concretos de

la cultura original y se incorporan aspectos concretos de la cultura de acogida, por ejemplo,

aprendizaje de la lengua). Desde la perspectiva de los derechos humanos, se ve como total-

mente ilegítimo un asimilacionismo impositivo global, y está en tela de juicio la legitimidad de

asimilacionismos parciales.

Respecto al asimilacionismo que cuenta con el consentimiento del Otro, (al que hemos llama-

do “asumido libremente”), se podría considerar legítimo desde unos derechos humanos cen-

trados en la libertad y autonomía de los individuos y los grupos. Puede pasar que se sienta la

propia cultura como opresora o limitadora y se vea en otra un potencial mayor de crecimiento

individual. Pero hay que determinar con claridad si la persona que, por decirlo de algún mo-

do, “pide el ingreso” en un grupo cultural, lo hace empujada por un sentimiento de inferiori-

dad identitario-cultural que proviene de la interiorización del mal reconocimiento que los gru-

pos poderosos y hegemónicos le han dado a su idiosincrasia cultural. De lo que se trata no es

de impedirles a las personas que entren o salgan de los grupos culturales o de sus prácticas

culturales, sino de garantizar un reconocimiento adecuado de todas las identidades culturales

para poder asegurar que los procesos de toma de decisiones responden a opciones elegidas

desde la libertad y el respeto, y no desde el miedo, la coacción o la violencia simbólica.

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2.3.2.3. Multiculturalismo.

Parte del hecho de que hay grupos culturales minoritarios (no sólo en el sentido de menos

numerosos, sino de menor grado de poder), en contacto con otros (mayoritarios). Las minorí-

as reclaman visibilidad social como tales y una determinada presencia pública. El multicultu-

ralismo, por tanto, pretende reconocer un cierto “derecho a la diferencia cultural” que debe

generar “políticas de la diferencia”, frente al mero respeto y protección de la autonomía en la

privacidad. Con estos supuestos, se puede derivar tanto en un multiculturalismo como en un

interculturalismo. Hablamos de multiculturalismo, en sentido estricto, cuando la estrategia de

“política de la diferencia” que se propone es la de la separación (relativa) de los grupos (con

sus espacios físicos, sus instituciones, sus fiestas, etc.). Se entiende que hay sociedades polí-

ticas que pueden incluir diversas culturas, por razones históricas o recientes, y lo que se plan-

tea es que coexistan pacíficamente en el respeto mutuo y en una razonable igualdad de opor-

tunidades, tanto sociales como políticas. Es la típica metáfora del mosaico, o la inserción de

una pieza en otra: la belleza del conjunto está en que cada una se conserva como es.

Objeciones:

1) Si se piensa que las etnoidentidades deben mantenerse en la esfera privada, se ad-

vierte que defender el multiculturalismo nos hace entrar por el peligroso sendero de

los derechos colectivos que amenazan la autonomía individual al exigir protección pú-

blica para lo que debe mantenerse en la esfera privada de la intimidad y de la socie-

dad civil.

2) Si se temen las versiones neorracistas, el mero multiculturalismo sea ocasión para la

exclusión, el fomentar separaciones que en la práctica se convierten en guetos.

3) Potenciar estas yuxtaposiciones de supuestas culturas específicas en un mundo móvil

como el nuestro, el cual crea grupos polimorfos, sería ignorar la realidad. Además,

aunque fuera viable la coexistencia en el respeto que se postula, no sería lo más con-

veniente, porque frena la constitución de lo que antes se han llamado identidades o

identificaciones complejas.

Hay un cierto modo de asumir las tres objeciones que conduce a reclamar que los grupos et-

noidentitarios se replieguen a la esfera privada. Se puede, en cambio, no aceptar la primera

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objeción y asumir de tal modo la segunda y la tercera que se derive hacia la defensa de la

opción interculturalista.

2.3.2.4. Interculturalismo

Parte de la constatación se dan interinfluencias diversas entre colectivos culturales que, man-

teniendo sus identidades propias, las hacen evolucionar positivamente, estimuladas precisa-

mente por la mutua relación. Es decir, las culturas no son estáticas ni impermeables, evolu-

cionan con el contacto con otras culturas; esto sucede así de hecho y la realidad histórica lo

avala. Lo que se propone es el ideal de unas relaciones explícitas entre culturas/grupos cul-

turales, que motiven interacciones en libertad y en igualdad de condiciones, desde la convic-

ción de que estas relaciones favorecen el mutuo enriquecimiento y el crecimiento de ambas

culturas/grupos culturales.

Aunque se asume la necesidad de establecer unas políticas que garanticen los derechos/

deberes de respeto y equidad propuestos por el multiculturalismo, se va más allá, es un paso

más dentro del proceso de multiculturalidad. Una vez establecidas unas condiciones normati-

vas y políticas que garanticen la igualdad y el respeto, el siguiente paso es promover la inter-

acción y la interrelación entre las personas. Como decíamos, la idea que subyace es la acep-

tación de la diversidad cultural como expresión pluriforme de una humanidad común. Todas

las culturas tienen cosas buenas y cosas malas, prácticas que aceptamos y que no acepta-

mos. Esto nos ocurre con culturas ajenas, pero también con la propia, ya que no asumimos

todos los elementos presentes en nuestra cultura, o no lo asumimos del mismo modo y en el

mismo grado todos los miembros. Pero, si hay aspectos que no nos gustan, también hay

otros que nos parecen aceptables. Más allá del respeto, por tanto, está la constatación de que

en otras culturas existen valores e interpretacio-

nes con las que es positivo entrar en contacto.

El interculturalismo se concreta en el fomento ex-

plícito de estrategias de intercambio y diálogo

equitativos y solidarios en los diversos espacios

sociales (en el sistema educativo, en la concreción

de las instituciones públicas, en la producción eco-

nómica, etc.).

Fotografía: C.I.S.M.I.

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2.3.2.5. Mestizaje.

Propone que los grupos culturales entren en tales interrelaciones que se vayan fusionando

entre sí, de tal modo que creen una nueva cultura que realice la síntesis de lo mejor de cada

una. La idea es que hay que fomentar relaciones culturales intensas pero encaminadas a di-

solver las diferencias grupales desde el horizonte de esa cultura común sintetizadora. No se

refiere a mestizajes “a la fuerza” de unas culturas sobre otras tal y como se han producido en

las diferentes colonizaciones, por poner un ejemplo. La idea no es, tampoco, aspirar a un

mestizaje universal y permanente. Se hace extensible a los préstamos entre culturas que si-

gue deseando mantener su identidad, algo que también está presente en el interculturalis-

mo. Es quizá la misma palabra “mestizaje” la que tiene un efecto liberador, más el contenido,

que puede equipararse al interculturalismo.

2.3.2.5. Transculturalismo.

Podríamos decir que mestizaje y transculturalismo apuntan en la misma dirección. El trans-

culturalismo tiene como objetivo la formación de identidades personales ricas y estables que

no pueden ser estructuradas únicamente dentro de los límites de una cultura, sino mediante

una verdadera interacción entre los individuos que componen las diversas culturas. Promueve

una forma de vida por la cual la identidad personal pasa necesariamente por el cruce y el

mestizaje cultural, apoyada en una política de mestizaje y de sincretismo amplio.

Pretende favorecer relaciones transversales interactuantes y mutuamente transformadoras,

constituyendo una especie de red en que las diferencias se interpretan con vistas a la forma-

ción de síntesis inéditas, diferencias imprevistas y de nuevas síntesis. Es necesaria una edu-

cación que permita formar identidades complejas o metaculturales, nómadas, siempre abier-

tas, haciéndose y reconstruyéndose, a través de la confrontación dialógica con los Otros que

conforman el género humano, de manera que se relativizada permanentemente toda identi-

dad colectiva.

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RECUERDA

¿QUÉ SIGNIFICA SER MULTICULTURAL?

• Llegamos a ser humanos sólo por esquemas culturales en virtud de los cuales ordenamos

y dirigimos nuestras vidas. Sin estos mecanismos que no tienen que ver con la genética,

nuestra conducta sería un puro caos.

• Aunque todos los seres humanos somos seres culturales, nos concretamos como seres

culturales en múltiples culturas diferenciadas. Los seres humanos somos constitutivamen-

te multiculturales.

• Los grupos culturales o identidades colectivas, suponen una organización social de la dife-

rencia cultural.

• Las identidades culturales se construyen generando y manteniendo fronteras. El

“nosotros” se define inevitablemente diferenciándose del “ellos”.

• A la hora de definir las fronteras, los grupos subrayan unas determinadas características

propias, relegando otras como secundarias. La dinámica moralmente asumible es la que

implica prioritariamente una autoadscripción acompañada del reconocimiento respetuoso

de los/las otros/as.

• La construcción de los grupos culturales es una empresa política compleja: la autoafirma-

ción cultural tiene que ver con cuestiones de poder.

• Los grupos culturales no se definen tanto por su aislamiento cuanto por complejos proce-

sos de relación y exclusión: tenemos conciencia de grupo frente a otros grupos con los

que mantenemos relaciones. En la práctica, implica una distinción entre relaciones intra-

grupales y extragrupales.

• La genealogía. Se consideran del mismo grupo étnico a aquellas personas que tienen los/

as mismos/as ascendientes, algo que empuja fuertemente a la solidaridad interna y a la

búsqueda de la pervivencia del grupo.

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• Hay un grupo cultural identitario allí donde hay conciencia colectiva de identidad cultural.

Esta característica pone de manifiesto la existencia de un importante componente de afec-

tividad en la identidad, el sentimiento de pertenencia,

La cultura nos humaniza, cumpliendo dos funciones:

a) Ofrecernos un sistema de significaciones que nos aporta una visión de la realidad con la

que nos orientarnos en el mundo.

b) Otorgándonos un referente identitario al integrarnos en un todo colectivo (nuestro grupo

cultural).

• Lo que se propone desde el modelo intercultural es vivir identificaciones, no identidades.

Podemos tener sublealtades dentro de la misma cultura con corrientes o subculturas, o

tener imbricaciones con cultura ajenas. También podemos tener identificaciones con grupo

culturales heterogéneos y diversos.

Las relaciones entre grupos culturales pueden situarse entre cinco posibilidades:

• Relaciones de dominio manifiesto con tres variantes: explotación, marginación o segrega-

ción y exterminio.

• Asimilación: se realiza a partir de las esferas públicas (educación, salud, trabajo….) de la

sociedad, las cuales están controladas por el grupo cultural que mantiene el poder hege-

mónico. Puede darse una asimilación total o una asimilación parcial.

• Multiculturalidad: pretende reconocer un cierto “derecho a la diferencia cultural” que debe

generar “políticas de la diferencia”. la estrategia de “política de la diferencia” que se pro-

pone es la de la separación (relativa) de los grupos (con sus espacios físicos, sus institu-

ciones, sus fiestas, etc.).

• Interculturalidad: propone relaciones explícitas entre culturas/grupos culturales, que moti-

ven interacciones en libertad y en igualdad de condiciones, desde la convicción de que es-

tas relaciones favorecen el mutuo enriquecimiento y el crecimiento de ambas culturas/

grupos culturales. Es un paso más dentro del proceso de multiculturalidad. Se concreta en

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estrategias de intercambio y diálogo equitativos y solidarios.

• Mestizaje cultural. Propone que los grupos culturales entren en tales interrelaciones que

se vayan fusionando entre sí, de tal modo que creen una nueva cultura que realice la sín-

tesis de lo mejor de cada una. La idea es que hay que fomentar relaciones culturales in-

tensas pero encaminadas a disolver las diferencias grupales

• Transculturalismo: formación de identidades personales ricas y estables que no pueden

ser estructuradas únicamente dentro de los límites de una cultura, sino mediante una ver-

dadera interacción entre los individuos que componen las diversas culturas.

Conceptualizaciones importantes a la hora de tratar las relaciones entre grupos culturales:

• Integración: debe darse una bidireccionalidad desde la autonomía de las culturas en con-

tacto lo cual aproxima el término al interculturalismo.

• Inclusión: todos/as los/las residentes en un estado deben disfrutar de todos los derechos

ciudadanos.

• Acomodación: se quiere expresar un paso más allá del reconocimiento de los derechos

tendente a la convivencia intercultural (políticas de acomodación).

2.4. SOBRE LOS USOS DE LA MULTICULTURALIDAD

2.4.1. BREVE RESEÑA HISTÓRICA

El término comienza a introducirse en Europa en los años noventa, para designar un estado

de cosas positivo; el concepto está ligado al pluralismo cultural y quiere significar conviven-

cia, interculturalidad, comunicación y diálogo entre culturas. En este momento, el multicultu-

ralismo se convierte en una aspiración y un horizonte; se percibe como un deseable modelo

de sociedad, frente a modelos asimilacionistas (que niegan la identidad cultural diferenciada

del inmigrante y le obligan a adoptar la identidad de la ciudadanía dominante); segregacionis-

tas (que separan los que tienen identidad diferente a la que se expresa a través de la ciuda-

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danía); comunitaristas (la sociedad admite la formación de grupos de identidad comunitaria);

y, demás modelos de formación de sociedades de inmigración. El multiculturalismo se presen-

ta como modelo que designa la mejor sociedad multicultural posible.

En estos años noventa, el debate era víctima de un error al confundir la parte con el todo:

utiliza el multiculturalismo como una parte del debate (como propuesta de modelo deseable

frente a otros posibles), en lugar de utilizar el todo, que sería el pluralismo cultural y la co-

existencia de varias culturas en un mismo territorio. Esto lleva a una confusión semántica: el

uso indiscriminado del multiculturalismo como parte y como todo. No podemos olvidar que la

multiculturalidad es un proceso y el multiculturalismo es la gestión –o posibles gestiones- que

se hacen de ese proceso. Esta primera confusión y este uso indiscriminado es el que se ha

aprovechado, posteriormente, para generar un sentido negativo del término: la multiculturali-

dad como amenaza de nuestros valores democráticos, como fuente de inestabilidad, de inse-

guridad. En definitiva, la multiculturalidad como conflicto y no como proceso.

Los primeros cambios en el sentido que se le otorgaba al concepto de multiculturalidad, apa-

rece claramente en los primeros años del nuevo siglo. En el período del 2001 al 2002 en va-

rios países europeos donde había partidos con discursos anti-inmigrantes y programas donde

se reforzaba la idea de la multiculturalidad como amenaza (en Francia, Holanda, Gran Breta-

ña y Austria), éstos adquirieron o consolidaron su presencia en los sistemas de representa-

ción política; es decir, para ciertos sectores de la población de estos países, se percibieron (y

se perciben) como alternativas de poder. Este hecho produce en el mapa político europeo que

se disparen todas las alarmas, tanto por parte de la sociedad como por parte de los partidos

políticos tradicionales. Empiezan a surgir artículos de opinión, informes, etc., sobre el peligro

de las sociedades multiétnicas.

Ante esta situación de crítica generalizada y de presión por parte de los medios de comunica-

ción, los/as multiculturalistas o pluralistas culturales están en decadencia porque sus argu-

mentos no tienen ninguna salida práctica. La lógica de la multiculturalidad, basada en el in-

tento de superar la realidad de una esfera pública monocultural frente a una esfera privada

multicultural, ya no tiene nadie contra quien dirigirse. El liberalismo se presenta como gran

triunfador frente a sus amenazas multiculturalistas segregadoras. Se advierte un claro retro-

ceso del multiculturalismo considerado como un todo, pero tratado como si fuera una parte.

No podemos tampoco soslayar los efectos de los sucesos del 11-S. Para muchos/as, se trata

de un primer “dato empírico” para consolidar la construcción teórica del un conflicto de civili-

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zaciones a nivel planetario. La multiculturalidad es ya no sólo un conflicto interterritorial sino

intraterritorial. Ligada al conflicto de civilizaciones se convierte en la variable explicativa de

casi todos los conflictos sociales, superando al clásico de clase social.

La construcción de un sentido negativo del proceso de multiculturalidad constituye un indica-

dor útil para conocer nuestro tiempo histórico. La multiculturalidad es un concepto que ayuda

a definir nuestra época. En los sesenta y setenta, ni siquiera formaba parte de nuestro voca-

bulario cotidiano. Un concepto no sólo indica unidades de acción, sino también las acuña y las

crea. No es sólo un indicador, sino también un factor que describe grupos sociales y políticos.

La multiculturalidad, tal y como se está construyendo en su sentido negativo, es la lectura

local de una construcción política global: el conflicto entre civilizaciones. En este sentido, es

una construcción al servicio de intereses políticos y económicos concretos.

2.4.2. LOS ÁMBITOS DEL CONCEPTO.

Es absurdo negar la multiculturalidad porque es un hecho incontestable. La discusión hay que

centrarla en la gestión del proceso. El problema, sin embargo, es que la gestión política des-

cansa en unas premisas monoculturales, suponiendo a una población homogénea, algo que

no responde a la realidad de nuestro tiempo. Vamos a intentar hacer una serie de precisiones

para circunscribir los ámbitos de uso adecuados. La ciudadanía es el principal mediador, la

multiculturalidad es la nueva realidad que nos rodea y el Estado-nación es el marco dentro

del cual estamos. A partir de esta constatación, vamos a plantear cinco precisiones para po-

der despejar dudas y hablar, lo más rigurosamente posible, de multiculturalidad.

1) LA MULTICULTURALIDAD NI ES UN PROBLEMA NI ES UN IDEAL.

Es el resultado de un proceso histórico real. Podemos hablar de dos usos del término

que hay que saber diferenciar:

• Un uso descriptivo (como hecho). El término hace referencia a una reali-

dad observable: la coexistencia dentro de un mismo territorio (estatal)

de culturas diferentes.

• Un uso normativo (como valor). El término hace referencia a un ideal, a

un modelo de sociedad donde la relación entre culturas existentes es de

igualdad y donde todas tienen un mismo reconocimiento en la esfera pú-

blica.

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Diferenciar estos dos usos es fundamental. Las críticas que se vierten sobre la noción

de multiculturalidad cuando se relacionan con la democracia radican precisamente en

su uso como valor e ideal. Sin embargo, cuando relacionamos multiculturalidad con ciu-

dadanía debe usarse el término descriptivamente, como describiendo el hecho de la co-

existencia de una pluralidad de culturas bajo un mismo marco político.

2) LA MULTICULTURALIDAD NO ES NINGUNA AMENAZA PARA LA DEMOCRACIA.

Lo que hace es cuestionar la capacidad del sistema democrático, tal y como está confi-

gurado, para gestionar el proceso de multiculturalidad sin negarse ella misma o caer en

contradicciones. Cuando analizamos la relación entre multiculturalidad y democracia, lo

que estamos debatiendo, realmente, es el concepto de igualdad como ausencia de dis-

criminación. El problema para la democracia se da cuando constatamos que de la plura-

lidad de identidades culturales que coexisten en un determinado Estado-nación, no to-

das reciben en mismo tratamiento en términos de derechos y en términos de discrimi-

nación.

Una primera reflexión sobre la relación multiculturalidad-democracia girará en torno a

la pregunta de hasta cuándo podrá aguantar el sistema con su actual diseño, la diferen-

cia existente entre una esfera privada multicultural y una esfera pública monocultural.

Aunque la democracia se ha basado en la diferencia entre la esfera pública y la privada,

siempre se ha supuesto una cierta coherencia al combinar ambas esferas. Actualmente

esta relación ya no es coherente, sino que es, en muchos aspectos, contradictoria y

hasta conflictiva. Muchas zonas conflictivas pueden localizarse en estos roces entre es-

fera privada y esfera pública, donde muchas identidades privadas no tienen reconoci-

miento para poder expresarse públicamente a través de la ciudadanía.

Si comúnmente se acepta que los principales fundamentos legitimadores de la demo-

cracia son la igualdad de derechos (civiles, políticos y sociales), la igualdad de oportuni-

dades, de representación y de participación política, cuando se aplican a una realidad

multicultural se comprueba que grupos cada vez mayores de población están lejos de

ser tratados, a partir de su especificidad cultural, en términos “igualitarios”.

Con la multiculturalidad es la propia noción de igualdad la que se torna más compleja.

La cuestión es cómo reconocer la diversidad cultural y al mismo tiempo promover la

igualdad entre culturas.

3) LA MULTICULTURALIDAD ES UNA ESPECIFICIDAD DE NUESTRAS SOCIEDADES.

Es necesario situar el debate que suscita en estos términos ya que así podremos perci-

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bir su sentido histórico. Debe ser un debate dentro de nuestra sociedad (una sociedad

que se ha construido siguiendo una lógica de igualdad uniformadora y asimilacionista

que arranca de la Ilustración), y no entre sociedades o modelos de sociedad. El debate

sobre la multiculturalidad no debe ser una réplica del conflicto entre civilizaciones que

se anuncia a nivel global. La concepción de la multiculturalidad como conflicto entre

modelos de sociedad no solamente fomenta la fragmentación social, sino que abre un

abanico de efectos imprevistos políticamente incontrolables.

4) LA MULTICULTURALIDAD NO ES ALGO AJENO A LAS PERSONAS.

No son sólo las sociedades, sino la gente, la que debe ser multicultural. Esto implica

que la multiculturalidad no es una realidad que pueda construirse desde arriba, por de-

cisiones de la élite política, sino desde abajo, estando presente en las mentes de los/as

ciudadanos/as y expresándose a través de sus conductas.

5) AL HABLAR DE MULTICULTURALIDAD NOS ESTAMOS REFIRIENDO A CÓMO GESTIONAR

EL ESPACIO PÚBLICO.

Los límites y el contenido del espacio público están fundamentados sobre la base del

vínculo entre Estado-nación-ciudadanía. El debate se centra en cómo incluir en el espa-

cio público realidades multiculturales existentes en el espacio privado. En términos de

identidad y de ciudadanía, la multiculturalidad debe entenderse como un debate sobre

la identidad pública -no la identidad privada-, y sobre la persona como ciudadana – no

sobre la persona en sus múltiples identidades individuales, personales y privadas-.

2.5. REFERENTES ÉTICOS PARA LA MULTICULTURALIDAD

Aunque la multiculturalidad es un proceso inevitable, se trata ahora de ver qué referentes éti-

cos deben tenerse en cuenta para discernir entre las diferentes formas que puede adquirir la

multiculturalidad y potenciar las que se nos muestran moralmente más justificadas.

2.5.1. CONCEPTOS DE PARTIDA: NO-DISCRIMINACIÓN, TOLERANCIA

Y PLURALISMO.

1. La razón de la discriminación es la pertenencia a un determinado grupo al que, por las

características que le asignamos, consideramos inferior al nuestro, no sujeto a los mis-

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mos derechos. La discriminación, por tanto, presupone: 1) que dividimos a los huma-

nos en grupos, estableciendo jerarquías valorativas entre ellos; 2) que aquél/la a quien

discriminamos queda reducido/a a su condición de miembro del grupo que considera-

mos inferior, ignorando o relativizando sus características estrictamente personales. En

el acto discriminador no reconocemos a la persona como sujeto responsable con carac-

terísticas e iniciativas propias. Los criterios de división más comunes en grupos jerar-

quizables y susceptibles de discriminación: fenotipo (raza), etnia, lengua, sexo, creen-

cias, nacionalidad, comportamiento sexual, aspecto físico, etc. son acumulables. Toda

discriminación implica cosificar o ver al otro como un puro medio. La no-discriminación

impone que tratemos a las personas como seres humanos con independencia de otras

concreciones o particularidades, centrándonos únicamente en su condición humana.

2. Las personas abstractas, al margen de sus pertenencias grupales, no existen. Asumo

las diferencias y no discrimino, sino que respeto, tolero. La tolerancia tiene un sentido

de soportar lo que no podemos evitar o no consideramos como algo bueno en sí mismo,

simplemente no tomamos partido, nos inhibimos. Desde el punto de vista de las rela-

ciones entre culturas, no es lógico aplicar el esquema de la tolerancia a quienes tienen

una condición que no depende de la propia voluntad (su origen nacional, su etnia, su

sexo,...). Sí podría aplicarse, teóricamente, a alguna característica cultural cuyo man-

tenimiento se nos presenta como voluntario. Pero, la buena tolerancia ética es la que

se hace por buenas razones y con el justo límite. No se puede ser tolerante porque se

crea que no tolerar trae males mayores que el mal que se evitaría; esto no es aplicable

a las condiciones étnico-culturales en lo que tiene de condición, no sólo porque no hay

en ello ningún mal –no hay responsabilidad personal- sino porque, desde la igual digni-

dad, todas las condiciones son igualmente respetables, me gusten más o menos. Pero

en sentido estricto tampoco es aplicable a los actos de las personas.

3. La razón del mal menor para tolerar cede el paso a la razón del respeto debido al otro.

No toleramos, sino que respetamos desde el reconocimiento de la dignidad del Otro. Lo

que se respeta es la persona del otro y su libertad, no propiamente su conducta o con-

vicción, que pueden juzgarse incorrectas respecto a lo que se considera la verdad o la

plena realización humana. Cuando se asume este tipo de tolerancia como opción moral,

apostamos por el pluralismo. No reconocemos simplemente la pluralidad social, sino

que entendemos que un cierto modo de vivirla y potenciarla es buena para las liberta-

des de todos. En cuanto a los límites, la tolerancia tiene como límite lo intolerable: lo

que atenta contra los derechos humanos de las personas.

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2.5.2. EL RECONOCIMIENTO INDIVIDUAL Y EL RECONOCIMIENTO CO-

LECTIVO.

1. En las consideraciones precedentes el centro de atención ha sido la persona, primero ig-

norando su diferencia etnocultural (no discriminación) y luego respetándola (tolerancia).

¿Pueden aplicarse estas referencias a los grupos en cuanto tales? Hay que desarrollar

más referentes morales, además de la no-discriminación, la tolerancia y el respeto, para

tener en cuenta la relación entre grupos culturales, aunque estos conceptos precedentes

sean también aplicables. El supuesto ético más elemental en las relaciones entre grupos

culturales es que los miembros de un grupo no pueden discriminar a los componentes de

otro (trabajo, educación, vivienda, participación política, salud,...) precisamente por su

condición grupal. A esto hay que unir el deber de la tolerancia-respeto de todos aquellos

aspectos de las personas que, ligados a la creación cultural contingente de su colectivo,

no contradicen los derechos humanos. Dado que muchos de esos aspectos sólo pueden

vivirse cuando son vividos por un grupo, es lógico que el respeto se expresa también

como respeto al grupo en cuanto tal.

2. Respetar a la otra persona es sobre todo respetarla como sujeto de iniciativas, es respe-

tar su autonomía. Ésta autonomía personal remite a la capacidad de construirse a sí mis-

mo/a, de darse una determinación a partir de las propias elecciones con la máxima liber-

tad. El respeto a la libertad autónoma de las personas se nos impone como un deber in-

eludible contra determinadas pretensiones o reivindicaciones colectivas identitarias que

suponen su negación o postergación (que la subordinan al bien del grupo). Para que esto

no derive hacia el etnocentrismo hay que tener mucho cuidado, reconociendo, por ejem-

plo, que la autonomía personal no es tan independiente de las comunidades culturales

de pertenencia como ha pretendido el liberalismo clásico, y sacando de ello las conse-

cuencias oportunas.

3. Marco comunitario de la autonomía individual. Los liberales modernos afirman la autono-

mía y se la atribuyen a los individuos separados creyendo que pueden constituir sus fi-

nes con total creatividad, como partiendo de la nada. Los comunitaristas, recuperando

en parte la visión tradicional, entiende que lo decisivo inicialmente es la pertenencia a

una comunidad, no existimos ni podemos reconocernos independientemente de nuestros

contextos vitales comunitarios concretos. El debate entre liberales y comunitaristas está

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abierto. Es cierto que existen muchos riesgos dentro de las posturas comunitaristas

(reproducir tradiciones, xenofobia con los/as extraños/as, etc.), pero en la sensibilidad

comunitarista hay un momento de verdad que matiza decisivamente el modo liberal clá-

sico de concebir la autonomía y que va a ser muy importante para plantear las relacio-

nes entre culturas.

Autores como Taylor y Kymlicka nos recuerdan que, precisamente por nuestra condición

de seres sociales, no tenemos plenos poderes de invención. Ejercitamos nuestra autono-

mía y negociamos nuestra identidad a partir de nuestro entorno cultural, el cual, ofre-

ciéndonos un horizonte de sentido para nuestras decisiones, se nos presenta a la vez

como límite y como posibilidad. La autonomía personal es siempre culturalmente con-

textual. La comunidad no es sólo límite y dificultad para nuestras opciones, que en parte

lo es; es también aquello que hace posible que las realicemos. Hay que armonizar la au-

tonomía individual con la pertenencia grupal. ¿Qué dinámicas de autonomía grupal de-

ben exigirse para que, no contradiciendo su justificación, sean respetuosas y potencia-

doras de la autonomía individual? Es clásica la respuesta de Kymlicka. Distingue entre

relaciones intergrupales e intragrupales. Las identidades grupales pueden sentirse ame-

nazadas tanto por desacuerdos internos como por decisiones externas. Para frenar estas

amenazas pueden pretenderse tanto restricciones internas a las libertades de los miem-

bros del grupo, como protecciones externas, esto es, restricciones a las iniciativas pro-

venientes de los agentes externos al grupo.

4. Autonomía grupal. Los grupos pueden reclamar una autonomía que se revela como

condición necesaria para su autoafirmación. Hay grupos que pueden necesitar única-

mente que se les reconozca la autonomía como asociación de individuos con iniciativa

propia en la sociedad civil, que persigue determinados objetivos. Son grupos que deben

reclamar autonomía “privada”, la que no puede exigir al Estado más que la existencia

de condiciones iguales de libertad para todos en las que esa autonomía pueda ser efi-

caz. Se les debe aplicar el esquema de la no-discriminación y el respeto. Hay otros gru-

pos que defienden que por la propia naturaleza de la identidad que les define y su con-

texto histórico y social, deben tener cierta autonomía “pública”, deben ser reconocidos

como colectivos, como referencia significativa para la propia organización político-social

del Estado, por ejemplo, si la identidad está ligada a una lengua, a un territorio, a una

historia colectiva, etc. (se puede llegar a exigir el autogobierno....).

5. Reconocimiento. Unida a la autonomía aparece la cuestión del reconocimiento. Con ella,

enraizada crítica y creativamente en nuestras tradiciones culturales, y ejercida en la

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intersubjetividad, construimos nuestra identidad personal y colectiva. Si a la autonomía

del Otro le corresponde el respeto, a la identidad del Otro le corresponde el adecuado

reconocimiento. La cuestión del reconocimiento no es sólo psicosocial, sino también una

cuestión moral. Por un lado, es agente constructor de identidad: es un deber ofrecer el

reconocimiento que ayuda a las libertadas a construir la identidad correcta, la que im-

plica la asunción de la dignidad humana. Además sólo desde el adecuado reconocimien-

to se pueden entrar en la interrelación aceptable. Pero hay que dar un paso más, la

moral del reconocimiento supone una “política del reconocimiento”, que es a la vez polí-

tica de la identidad y de la diferencia. Si queremos hablar de relaciones entre grupos –

multiculturalismo, interculturalismo- que tengan calidad moral, deberá tratarse de rela-

ciones basadas en la justa autonomía de cada uno (aunque habrá que delimitarla) y en

el correcto reconocimiento. Sin ellos, las relaciones serán siempre de dominación. Lo

que en el fondo reconocemos es la condición de interlocutor del Otro. Cada interlocutor

está situado en un contexto concreto, integrado por elementos culturales diferenciados,

desde y con los que toma parte en el diálogo. El diálogo funcionará de modo adecuado

si por ambas partes se da presunción de validez al contexto del Otro y se intenta com-

prenderlo en lo posible. Si ya de arranque lo presuponemos como inferior en su globali-

dad podremos hablar de cualquier cosa menos de diálogo.

2.5.3. EL DEBATE DE LA JUSTICIA Y LA CUESTIÓN DE LOS DERECHOS

HUMANOS

Todas las categorías éticas precedentes son muy relevantes, pero no expresan ninguna refe-

rencia a la dimensión material de la igualdad, sin la cual todo queda en una mera declaración

de principio y buenas intenciones. Así llegamos a la cuestión de la justicia distributiva, que

pasa a ser una referencia decisiva para las relaciones entre comunidades culturales. Sólo

haremos un breve esbozo de la cuestión, para situar los ámbitos donde se sitúan las reflexio-

nes y los debates en este campo.

• Desde nuestra estricta condición de humanos, todos podemos reclamar que se sa-

tisfagan nuestras necesidades básicas (derechos sociales), con lo que la justicia pa-

sa a tener una dimensión transcultural y universal. Derechos Humanos.

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• Pero, en buena medida esas necesidades sociales se definen culturalmente, con lo

que, si se quiere respetar a las culturas, deben respetarse su concepción de necesi-

dades y sus criterios de distribución de bienes que las satisfacen, así como las co-

rrespondientes estructuras políticas: la justicia se nos presenta ahora como intra-

cultural y por lo tanto plural.

• Este respeto entre los grupos no puede ser absoluto ni indiferente. El momento

transcultural relacionado con nuestra común dignidad presiona sobre el momento

intracultural para exigir a la justicia particular, por un lado, que no sea del tal modo

que suponga la exclusión o explotación de sectores del propio grupo o de otros gru-

pos y, por otro, que no se mantenga indiferente ante el infortunio de los otros. Con

lo que aparece el momento intercultural.

Pasamos ahora a ver, también brevemente, la relación entre derechos humanos y multicultu-

ralidad. Es, sin duda, una relación también compleja. Por un lado, los derechos humanos rela-

tivizan la multiculturalidad, al resaltar el valor del ser humano e cuanto tal y condicionándola

a que éste sea reconocido en toda circunstancia. Por otro lado, los derechos humanos poten-

cian la multiculturalidad, al pedir respeto e incluso protección para la misma e imponer condi-

ciones equitativas a la relación entre culturas. Los derechos humanos son relativizadores y

potenciadores de las culturas. Sin embargo, la universalidad de los derechos humanos debe

afrontar de un modo nuevo el tema de la diferencia cultural, de la multiculturalidad. Caben

tres hipótesis de trabajo:

• En su formulación inicial, los derechos humanos se han afirmado previos a la diver-

sidad, como derechos de libertad que amparan las diferencias personales y grupa-

les de todas las personas: desde ahí se sacará la conclusión de que las particulari-

dades culturales están subordinadas a las declaraciones de derechos universales,

esto es, deben apoyarse sólo si respetan los derechos humanos declarados.

• El acercamiento culturalista a los derechos humanos insiste, en cambio, en que to-

da producción humana está enmarcada en una cultura particular, por lo que las for-

mulaciones de derechos están subordinadas a las particularidades culturales en las

que surgen (a las occidentales). La universalidad de los mismos, pasa a ser proble-

matizada, y será, en cualquier caso, una “universalidad contingente de coinciden-

cias”, fruto de creaciones autónomas convergentes o de diálogos interculturales.

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• Entre ambas posturas, existe una tercera que surge de la tensión dialéctica de las

anteriores. Busca una universalidad de derechos mediada contextual y culturalmen-

te, abierta por tanto a la diferencia. Todos/as debemos tener todos los derechos

humanos en su indivisibilidad e interdependencia, pero esos derechos deben experi-

mentar un proceso adecuado de encarnación plural en las diversas culturas que no

los pervierta sino que exprese sus posibilidades.

De lo que se trata es, en definitiva, de potenciar un auténtico diálogo intercultural. Es impor-

tante de cara a la creatividad intercultural, tener presente que no hay que identificar cultura

con expresión cultural dominante en cada cultura, ni grupo cultural con estado; y que las cul-

turas no son monolíticas y, en consecuencia, las expresiones disidentes también son parte de

las mismas.

RECUERDA

SOBRE LOS USOS DE LA MULTICULTURALIDAD

La multiculturalidad es un proceso y el multiculturalismo es la gestión –o posibles gestiones-

que se hacen de ese proceso.

AÑOS 90: se introduce el término en Europa ligado al pluralismo cultural y quiere significar

convivencia, interculturalidad, comunicación y diálogo entre culturas.

PERIODO 2001-2002: Empiezan a surgir artículos de opinión, informes, etc sobre el peligro

de las sociedades multiétnicas.

LOS EFECTOS DE LOS SUCESOS DEL 11-S: la multiculturalidad es ya no sólo un conflicto in-

terterritorial sino intraterritorial. Ligada al conflicto de civilizaciones se convierte en la varia-

ble explicativa de casi todos los conflictos

Sociales, superando al clásico de clase social.

Es absurdo negar la multiculturalidad porque es un hecho incontestable. La discusión hay que

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centrarla en la gestión del proceso.

La multiculturalidad ni es un problema ni es un ideal.

La multiculturalidad no es un problema para la democracia.

La multiculturalidad es una especificidad de nuestras sociedades.

La multiculturalidad no es algo ajeno a las personas.

Al hablar de multiculturalidad nos estamos refiriendo a como gestionar el espacio público.

REFERENTES ÉTICOS PARA LA MULTICULTURALIDAD

• No discriminación, tolerancia y pluralismo.

• Reconocimiento individual y reconocimiento colectivo.

• Justicia distributiva.

• Los derechos humanos deben afrontar de un modo nuevo el tema de la diferencia cul-

tural: universalidad de derechos mediada contextual y culturalmente.

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3. MULTICULTURALIDAD, CIUDADANÍA E INMIGRACIÓN.

La multiculturalidad es un proceso imparable que está cuestionando nuestro modelo de vida a

muchos niveles. Como habíamos señalado al inicio de este módulo, podemos acercarnos al

análisis de la multiculturalidad desde diversas perspectivas. Pero, sin duda, una de las esferas

donde el debate está siendo más arduo y rico, es en el ámbito político, jurídico y ético-

político. La pregunta de partida que se plantea es: cómo gestionar el proceso de multicultura-

lidad sin vulnerar nuestros valores democráticos y liberales. Es evidente que no hay respues-

tas unívocas a esta pregunta. Algunos de los principales pensadores de nuestro tiempo se han

planteado esta problemática, compleja y conflictiva, de los efectos de los procesos de multi-

culturalidad en nuestras sociedades occidentales; es decir, la relación entre multiculturalidad

y democracia, inmigración y ciudadanía, nacionalismos y estado, etc.

A continuación, proponemos una breve tipología que resume algunos de las reflexiones más

destacadas que se están produciendo en torno a esta temática:

TEORÍAS

AUTORES

Multiculturalismo republicano A. Touraine

Multiculturalismo democrático universalista J. Habermas

Multiculturalismo comunitario C. Taylor

Multiculturalismo de las diferencias nacionales y étnicas W. Kymlicka

Multiculturalismo cristiano J. B. Metz

Multiculturalismo feminista A. Gutmann

Multiculturalismo de la convivencia - interculturalismo J. de Lucas

Multiculturalismo del lenguaje político moderno F. Colom

Multiculturalismo y globalización N. G. Canclini

Universalismo multicultural T. McCarthy

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3.1. LOS PROCESOS DE MULTICULTURALIDAD

Vamos a comenzar diferenciando cinco procesos de multiculturalidad. La idea es que aprenda-

mos a situarnos en un determinado contexto y no en otro a la hora de hacer nuestros análisis

e interpretaciones. Aunque tienen aspectos en común, cada proceso tiene un modo de ser

diferente y demanda un debate y un planteamiento diferente. Por ejemplo, la distinción entre

mayoría y minoría no es una distinción válida para referirnos a la multiculturalidad en el con-

texto de la inmigración, sino en el contexto del pluralismo de identidades culturales. Cada uno

tiene un contexto propio para su gestión y provoca una tensión diferente al término ciudada-

nía, poniendo en duda su actual sistema de vinculación con el Estado y la Nación.

La concepción de la multiculturalidad es plural,

los temas que vinculan la ciudadanía y la multi-

culturalidad son complejos porque en la mayo-

ría de las sociedades democráticas se da más

de un proceso a la vez y, por tanto, tiene lugar

más de un debate de la ciudadanía. En general,

todos están presentes, lo que ocurre es que

según la agenda política y las estructuras del

Estado, unos cobran más protagonismo que

otros. Lo importante no es sólo detectar los

procesos, sino las dificultades que se producen

cuando dos o más procesos se entrecruzan.

Fotografía: C.I.S.M.I.

Vamos a seguir los análisis y propuestas de Zapata, quien nos ofrece la siguiente síntesis:

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PROCESOS DE MUL-TICULTURALIDAD

LÓGICAS DISCURSI-

VAS

REFERENCIAS

CONTEXTUALES

LENGUAJE PRE-

DOMINANTE

PLURALISMO DE IDEN-TIDADES CULTURALES

Mayoría/Minoría

Comparten los mis-mos derechos y de-

beres

Lenguaje de la discriminación

INMIGRACIÓN

Inclusión/Exclusión

No comparten los

mismos derechos y deberes

Lenguaje de los derechos

PLURALISMO DE IDEN-TIDADES NACIONALES

Autogobierno/Gobierno compartido

Comparten el mismo sistema de derechos

y de deberes (Constitución) pero no se sienten reco-nocidas sus identi-

dades de grupo

Lenguaje del re-conocimiento

UNIÓN EUROPEA

Estatal/Europea

Comparten el mismo proceso de construc-

ción política

Lenguaje de la

transnacionalidad

GLOBALIZACIÓN

Lógica económica, po-lítica, cultural, social

No comparten los mismos beneficios de la globalización

Lenguaje de los Derechos Huma-nos y de la justi-

cia global

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3.1.1. PRIMER PROCESO: EL PLURALISMO DE IDENTIDADES CULTU-

RALES.

El primer proceso de multiculturalidad es el que se manifiesta por la presencia de un pluralis-

mo de identidades culturales. Expresa las dificultades que tienen ciertas identidades para ma-

nifestarse en una esfera pública concebida tradicionalmente para una identidad mayoritaria

culturalmente homogénea. El debate gira en torno a la relación entre unas mayorías reconoci-

das culturalmente por el Estado y unas minorías que, a pesar del compartir el mismo sistema

de derechos y de deberes que la mayoría –porque son miembros con plenos derechos-, cons-

tatan que no tienen el mismo espacio de igualdad ni de libertad que los/as otros/as ciudada-

nos/as para expresar determinadas identidades que forman parte de su vida y de sus expec-

tativas. Aquí se podrían incluir a las personas de origen inmigrante nacionalizadas. El lengua-

je predominante es el de la discriminación o el tratamiento desigual por razones ajenas a la

voluntad (raza, sexo, color de piel, etc.)

3.1.2. SEGUNDO PROCESO: LA INMIGRACIÓN.

El segundo proceso de multiculturalidad está asociado con la inmigración. El pluralismo que

resulta de la presencia de no-ciudadanos/as sigue una lógica de inclusión/exclusión. Existen

personas que forman parte de la población pero no del demos (“pueblo” que el la base legíti-

ma del sistema demo-crático = “gobierno del pueblo”); y, por lo tanto, no comparten el mis-

mo sistema de derechos y de deberes que los/as ciudadanos/as. El debate gira en torno a los

argumentos que podemos dar para legitimar la exclusión de la corriente principal de nuestra

sociedad (de la ciudadanía y de la esfera pública), de una parte cada vez más importante de

personas por el hecho de sus orígenes nacionales. No existe el mismo sistema de derechos ni

el mismo contexto de elección, pero se necesitan mutuamente para definirse, y, por lo tanto,

mantienen una relación dialéctica. Plantea muchas cuestiones en diversos ámbitos y prácti-

cas: educación, fiestas laborales, indumentarias, trato a la mujer, subvenciones públicas, plu-

ralismo religioso, etc. El lenguaje predominante es el del acceso a los derechos y a la esfera

pública de una parte cada vez más relevante de la población.

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3.1.3. TERCER PROCESO: EL PLURALISMO DE IDENTIDADES NACIO-

NALES.

El tercer proceso de multiculturalidad está vinculado con la presencia en un mismo Estado de

grupos nacionales concentrados territorialmente. Es el contexto del pluralismo de identidades

nacionales o de la multinacionalidad. Las naciones minoritarias (escoceses, quebequenses,

catalanes, vascos, etc.), no están tratadas de forma similar a como lo están las naciones ma-

yoritarias con respecto de sus respectivos Estados. Las diferentes nacionales comparten el

mismo sistema de derechos y de deberes en una Constitución, pero no sienten reconocidas

sus identidades culturales de grupo. El lenguaje es el del reconocimiento; particularmente el

del reconocimiento en las esferas constitucional y política de estas minorías nacionales. Es el

contexto de Ch. Taylor., por ejemplo, hablamos de políticas lingüísticas o de documentos de

alto valor identitario con D.N.I. en la propia lengua, o cualquier otro símbolo de identidad de

grupo. La lógica discursiva que predomina es la del autogobierno (capacidad del mismos gru-

po cultural de poder decidir, por ejemplo, a través de un sistema con determinadas compe-

tencias exclusivas en todos los niveles de poder legislativo, ejecutivo y judicial) / gobierno

compartido (a través de mecanismos federales, por ejemplo).

3.1.4. CUARTO PROCESO: LA TRANSNACIONALIDAD O IDENTIDADES

SUPRANACIONALES.

El cuarto proceso de multiculturalidad que contribuye a poner en duda el vínculo Estado-

nación-ciudadanía es el proceso de construcción de la Unión Europea. La categoría ciudadanía

describe el hecho de identificarse no con una, sino –de momento- con 25 nacionalidades esta-

tales. Las discusiones predominantes giran en torno a dos extremos. Por un lado, la lógica de

los Estados, expresada en el poder del Consejo, que quieren mantener el control y la sobera-

nía con cuestiones relacionadas con la gestión de la nacionalidad y de la ciudadanía; por otro

lado, la lógica de la UE, expresada en el poder de la Comisión Europea, que tiene un marco

de referencia territorial y demográfico europeo para gestionar los temas de la ciudadanía; de-

fiende una forma de gestión transnacional. La transnacionalidad es una noción teórica que

cada vez se está aplicando más en el contexto de la UE para intentar captar los aspectos dife-

renciadores de la ciudadanía europea respecto de la ciudadanía tradicional en el marco del

Estado-nación. En este sentido, se parte de la premisa de que la construcción política de la UE

es un proceso que debe saber incorporar las diferentes tradiciones nacionales en sus estruc-

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turas si quiere llegar a ser algo más que una unión de Estados. Se rompería el tradicional cír-

culo Estado-nación-ciudadanía, para pasar a una ciudadanía europea transnacional. La trans-

nacionalidad significaría que la mayoría de las identidades importantes para la persona, la

mayor parte de sus actividades regulares, transcienden los límites tradicionales del Estado-

nación. Por otra parte, en esta comunidad transnacional que es Europa, una misma persona

puede tener varias identidades de pertenencia comunitarias.

3.1.5. QUINTO PROCESO: LA GLOBALIZACIÓN.

El quinto proceso de multiculturalidad es el de la globalización. La globalización nos remite,

sobre todo, a su versión económica, por ser, quizás su aspecto más conocido; pero también

existe una globalización política, cultural y social. Uno de los puntos de discusión es la inter-

acción que se produce entre todos estos niveles. Por ejemplo, existen dificultades para identi-

ficar las instituciones políticas que controlen el proceso imparable de globalización económica.

Desde el punto de vista cultural, la globalización se percibe también como proceso de unifor-

mización. Existe un debate reivindicativo que sostiene que, dentro de las estructuras institu-

cionales estatales, ciertas comunidades puedan tener un espacio de autonomía para gober-

narse a sí mismas y diferenciarse en este proceso. En estos casos, la multiculturalidad se con-

vierte en ideología al expresar una acción política reivindicativa que exige la ruptura de los

límites de la uniformización y homogeneidad que impone el proceso de globalización.

a) Globalización Económica

Implica la institucionalización del capital y del comercio globales, con sus redes globales de

financiación y de producción. El marco de la economía ya no es el Estado-nación. Aparecen

instituciones internacionales que intentan regular los procesos y transacciones económicos

(G-8, BM, GATT, OCDE,…). Estas organizaciones constituyen un sistema de gobierno econó-

mico global, junto con las fusiones, las corporaciones transnacionales, las multinacionales. El

desarrollo de la información y de las comunicaciones han creado las condiciones para un sis-

tema global de interacción e intercambios simbólicos. Utilizadas a escala global, permiten la

transferencia de imágenes mentales, exponiéndolas en formas estandarizadas de pensar y de

actuar. Tienen un efecto directo sobre las culturas nacionales y sobre las identidades. Esto es

lo que algunos llaman “ideología cultural” del consumo de ideas, valores, productos. Contribu-

ye a crear una cultura virtual o metacultura basada en la imagen, la homogeneidad, una

identidad colectiva global con pautas de consumo compartidas.

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b) Globalización Cultural

Afecta directamente a las identidades nacionales. Es una nueva versión del imperialismo, no

económico, sino cultural. Es proceso independiente del económico pero paralelo a éste. Mu-

chos/as lo ha denominado como la cultura clónica. Los grupos y colectivos que son recipientes

de estos mensajes culturales, también tienen la capacidad de interpretar con criterios proce-

dentes de sus identidades particulares; es decir, interpretar localmente estos mensajes globa-

les. Se inicia así, una dialéctica entre la homogeneidad y la heterogeneidad, lo global y lo lo-

cal, lo universal y lo particular.

c) Globalización Política

Uno de los retos más importantes que plantea el proceso de globalización es el hecho de que

tanto la soberanía popular como estatal tienen dificultades para legitimarse. Cada vez hay

más cosas que escapan al control de los gobiernos. Las grandes transnacionales toman deci-

siones que afectan directamente a los Estados, unos Estados que tienen cada vez menos ins-

trumentos para controlar la comunicación global, los procesos de información y los movimien-

tos financieros. Estas “fuerzas globales” desafían directamente la forma de gobierno demo-

crático.

Uno de los principales efectos de esta dialéctica entre los Estados-nación y el proceso de glo-

balización es el incremento de formaciones de identidades grupales dentro de la sociedad,

cada una de ellas defendiendo estilos de vida diferentes. Este proceso de fragmentación cul-

tural puede entenderse como la creación de “espacios” para la formación de la pluralidad de

colectividades, como los nuevos movimientos sociales que se están convirtiendo en principa-

les catalizadores de esta “política de la diferencia”. Aquí es donde entra la demanda de un

reconocimiento institucional de los derechos de grupo para conservar estilos de vida diferen-

tes, tal y como sostiene Kymlicka. La demanda es simple teóricamente: se reivindica que de-

ntro de las estructuras institucionales estatales de ciertas comunidades puedan tener un es-

pacio de autonomía para gobernarse a sí mismas y diferenciarse en este proceso de uniformi-

zación. En este sentido, el multiculturalismo se convierte en ideología y contribuye, al tomar

una expresión política reivindicativa, a romper los límites de la uniformización del proceso de

globalización.

En su orientación más global se está produciendo la creación de una sociedad civil global a

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través de mediadores como las ONG (por ejemplo el movimiento altermundialista que se ma-

nifestó, por primera vez, en la ciudad de Seattle). La relación entre globalización y ciudadanía

democrática es tema de discusión en tanto que estos movimientos sociales que actúan global-

mente necesitan un espacio público global para deliberar y coordinar sus actividades. Dicho

espacio no se ha institucionalizado todavía, pero las nuevas tecnologías de la información y la

comunicación proporcionan una infraestructura vital. En este espacio también se está produ-

ciendo el debate en torno a una ciudadanía cosmopolita y postnacional: la persona, en tanto

que actúa orientada por una acción global, dirige sus reivindicaciones a todos los Estados sin

excepción. En este debate se sitúan los derechos humanos, como aquellos que conforman y

limitan la acción de la ciudadanía cosmopolita, estos derechos tienen la base en la noción de

humanidad común. Esto supone que existe una comunidad moral mundial.

RECUERDA

MULTICULTURALIDAD, CIUDADANÍA E INMIGRACIÓN

La multiculturalidad es un proceso imparable que está cuestionando nuestro modelo de vida a

muchos niveles.

La pregunta de partida que se plantea es: cómo gestionar el proceso de multiculturalidad sin

vulnerar nuestros valores democráticos y liberales.

Diferenciamos cinco procesos de multiculturalidad. Cada uno tiene un contexto propio para su

gestión. ZAPATA.

• Pluralismo de identidades culturales.

• Inmigración

• Pluralismo de identidades nacionales.

• La Transnacionalidad o Identidades Supranacionales. La Unión Europea.

• Globalización

PLURALISMO DE IDENTIDADES CULTURALES

Se refiere a las dificultades que tienen ciertas identidades para manifestarse en una esfera

pública concebida tradicionalmente para una identidad mayoritaria culturalmente homogénea

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INMIGRACIÓN

El pluralismo que resulta de la presencia de no-ciudadanos/as sigue una lógica de inclusión/

exclusión. no comparten el mismo sistema de derechos y de deberes que los/as ciudadanos/

as.

PLURALISMO DE IDENTIDADES NACIONALES

Las diferentes nacionales comparten el mismo sistema de derechos y de deberes en una

Constitución, pero no sienten reconocidas sus identidades culturales de grupo.

LA TRANSNACIONALIDADA O DENTIDADES SUPRANACIONALES. LA UNIÓN EUROPEA.

En esta comunidad transnacional que es Europa, una misma persona puede tener varias iden-

tidades de pertenencia comunitarias.

LA GLOBALIZACION: Globalización económica, política, cultural y social.

• Globalización económica: sistema de gobierno económico y global que tiene u efecto

directo sobre las culturas nacionales y sobre las identidades.

• Globalización cultural: nueva versión del imperialismo cultural.

• Globalización política: Las grandes transnacionales toman decisiones que afectan direc-

tamente a los Estados, unos Estados que tienen cada vez menos instrumentos para con-

trolar la comunicación global, los procesos de información y los movimientos financie-

ros.

3.2. SOBRE LA RELACIÓN ENTRE CIUDADANÍA E INMIGRACIÓN.

Las migraciones internacionales hay que entenderlas como un proceso de multiculturalidad.

La gestión de la inmigración se convierte en gestión de nuevos contextos que resultan de la

multiculturalidad. Si partimos de la idea de que todas las épocas han tenido sus factores de

grandes transformaciones sociales, políticas y culturales, hoy en día este motor tiene un nom-

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bre: multiculturalidad e inmigración. El Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, afirma

que la inmigración es la última gran revolución de nuestro tiempo, una revolución silenciosa

pero imparable, que reivindica las consignas clásicas de igualdad, fraternidad y libertad. Para

Chamizo, se trata de un movimiento mundial que han puesto en marcha millones de personas

que se niegan a aceptar un destino impuesto por los “amos del mundo”: hambre, enferme-

dad, guerra y muerte.

No se puede estar en contra de un proceso de cambio global, histórico y político. Los debates

(y el gran desafío) deben centrarse en cómo gestionar estos procesos sin contradecir nues-

tros valores ni nuestros paradigmas democráticos. Hablar de multiculturalidad e inmigración

nos exige replantear los principales elementos que articulan nuestra sociedad y nuestra orga-

nización política. Nos obliga a estar en permanente estado de revisión de nuestras concien-

cias y nuestros sistemas de valores cotidianos. Si aceptamos que el sistema de restricciones

que tiene una sociedad tiene que ser coherente con el sistema de valores que la articula, en-

tonces los límites de acción a los que somete nuestra sociedad a la población inmigrante tie-

nen algo de antisocial, puesto que contradicen los valores que proclamamos.

3.2.1. ¿QUÉ ES LA CIUDADANÍA?

Los elementos constitutivos de la ciudadanía son: Estado, nacionalidad y esfera pública. Por

medio de una determinada relación entre ellos podemos llegar a definir la noción de ciudada-

nía, independientemente de los valores particulares que las personas o determinadas concep-

ciones de la sociedad puedan tener. Sin estos tres elementos la noción moderna de ciudada-

nía no podría existir.

Hay tres grandes tradiciones normativas: la liberal, la republicana y la comunitarista. En la

base de estas concepciones, entran en juego importantes nociones ligadas a la ciudadanía

como derechos, civismo e identidad cultural. Cada concepción (liberal, republicana, comunita-

rista) privilegia más un componente que otro, pero no hay que entender esto de forma exclu-

yente. Las tres concepciones aceptan el núcleo conceptual, pero utilizan uno como prioritario

para definir su concepción particular.

Hay que partir de la premisa de que la ciudadanía es una posición racional. Esto significa que

más allá de su connotación jurídica, como súbdito/a del Estado, la ciudadanía expresa una

determinada actitud racional orientada por principios. El reconocimiento estatal de que la per-

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sona es racional, de que el ejercicio de esta propiedad puede practicarse en la esfera pública,

es el punto de partida de las tres concepciones de la ciudadanía.

• TRADICIÓN LIBERAL

Se centra particularmente en el elemento estatal y en los derechos como vehículos que per-

miten a la personas tener una posición ante el Estado. El ciudadano o la ciudadana se definen

como un conjunto de derechos, y la ciudadanía como una posición y un estatus.

• TRADICIÓN COMUNITARISTA

Se centra más en el elemento de la nacionalidad, de la cultura y de la identidad diferenciada

que implica ser ciudadano. El/la ciudadano/a se define como un sentimiento de pertenencia a

una comunidad nacional y política, gracias a la cual se crea la lealtad.

• TRADICIÓN REPUBLICANA

Introduce el elemento voluntarista de la ciudadanía. El/la ciudadano/a, más que un conjunto

de derechos o que una identidad, es una práctica que implica obligaciones, derechos, deberes

y responsabilidades, todo bajo una noción de civismo o práctica cívica.

PILAR BÁSICO

Estado

Nacionalidad

Esfera Pública

CONTENIDO

Derechos

Identidad cultural

Deberes (civismo)

CONCEPCIÓN

LIBERALISMO

COMUNITARISMO

REPUBLICANISMO

DEFINICIÓN

Sentido sustantivo:

posición y estatus

Sentido formal:

sentimiento de perte-

nencia

a una comunidad

Sentido normativo:

acción y restricción vo-

luntaria, autonomía y

responsabilidad

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En el caso de la inmigración en relación con la ciudadanía, nos interesa, sobre todo, desarro-

llar las argumentaciones que relacionan la ciudadanía con la tradición nacional, porque son

precisamente los que primero se discuten cuando entramos en debates en torno a la multicul-

turalidad. En esta relación, el debate teórico entre derechos e identidad adquiere un significa-

do práctico evidente.

Tenemos que distinguir entre el proceso histórico de codificación de derechos de la ciudadanía

(la ciudadanía como un estatus y una posición); y, la adquisición de la toma conciencia de

pertenecer a una nación (la ciudadanía como identidad y sentimiento de pertenencia). En la

práctica sabemos que la relación de estos dos procesos no es tan clara sino que existe una

relación dialéctica entre ambos procesos.

En la actualidad existen, al menos, dos concepciones que determinan la adquisición de ciuda-

danía:

• La identidad es la que determina la adquisición de derechos de la ciudadanía

• La persona adquiere antes derechos y a través de ellos adquiere una identidad nacional.

Las consecuencias inmediatas de cada una de las dos posibilidades son muy diferentes y muy

relevantes para los cuestionamientos que plantea la inmigración a los estados de receptores:

IDENTIDAD antes que DERECHOS

DERECHOS antes que IDENTIDAD

Comunidad de origen

Concepción cerrada

La ciudadanía como comunidad y familia

Principio de la herencia (aristocrático)

El etnos hace el demos

Comunidad de destino

Concepción cerrada

La ciudadanía como asociación y club

Principio territorial (democrático)

El demos hace el etnos

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El debate que nos plantea, según el presupuesto del que partamos, es el siguiente:

IDENTIDAD antes que DERECHOS

Si es una identidad preexistente la que está en la base justificativa de la codificación de la

persona en derechos:

1. El criterio de adquisición de derechos se basa en la posesión previa de una identidad de-

terminada.

2. La ciudadanía se concibe como comunidad de origen, es decir, se requiere tener un origen

común para poder adquirir el título de ciudadanía.

3. Se basa en el principio de la herencia del nacimiento por lo que es una ciudadanía con

componentes aristocráticos.

4. Es una concepción cerrada de ciudadanía, basada en el principio de comunidad y de fami-

lia.

5. El etnos, elemento cultural que implica el nacimiento en una determinada comunidad, es

el que determina el demos o definición política de pueblo.

6. Es una tradición de ciudadanía basada en la sangre o ius sanguinis (incluso se ha llegado

a hablar de esperma en vez de sangre, porque es el hombre el que transmite la ciudada-

nía; esto es importante en casos de matrimonio mixtos en legislaciones ius sanguinis). La

ciudadanía se transmite a través de la sangre.

DERECHOS antes que IDENTIDAD

Si son los derechos quienes vehiculan la construcción de una identidad política:

1. El criterio de adquisición de derechos determina el sentimiento de pertenencia a una iden-

tidad pública.

2. La ciudadanía se concibe como una comunidad de destino: lo que importa no es tener un

origen común sino un proyecto futuro común.

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3. Se basa en el principio de nacimiento en un territorio determinado, no en la herencia.

4. El demos es quien determina el etnos.

5. Jurídicamente, esta prioridad de los derechos frente a la identidad está en la base de la

tradición de la ciudadanía denominada ius soli: el nacimiento en un territorio es el que

otorga la ciudadanía.

Actualmente la noción de ciudadanía con relación a la inmigración, se encuentra con una ba-

rrera política: la política de la nacionalidad. De lo que se trata es de discutir la nacionalidad

como criterio último de adquisición de la ciudadanía, de cuestionar la creencia del carácter

indisoluble e intercambiable de la ecuación “derechos de ciudadanía = identidad nacional”.

Podemos afirmar que existe una incoherencia entre la práctica institucional del concepto mo-

derno de la ciudadanía y su significado potencial.

3.2.2. ¿CÓMO NOS HACEMOS CIUDADANOS/AS?: LA GESTIÓN POLÍTI-

CA DE LA CIUDADANÍA.

Las prioridades que se den en términos criterios (derechos, civismo, identidad) nos ayudan a

entender las tradiciones de la ciudadanía según los Estados. Desde el punto de vista legal,

existen tres puertas que deben abrirse de forma consecutiva, una tras otra en este orden:

1º.- la regularización o entrada legal en un territorio estatal

2º.- la regularización del domicilio o residencia permanente

3º.- la naturalización y adquisición de la ciudadanía nacional

Para el tema de la nacionalidad, eje central para el debate de la ciudadanía, tal y como

hemos visto, nos interesa, sobre todo, el tercer punto. Lo cierto es que la gestión política de

cada una de estas tres etapas se ve claramente enfrentada con criterios que vulneran nues-

tros valores democráticos; incrementa el déficit democrático de nuestras sociedades porque

la falta de derechos políticos plantea serios problemas de legitimidad y de representación, de

falta de democracia, finalmente.

No podemos olvidar que estamos tratando de un proceso histórico irreversible, por lo cual lo

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que debe discutirse no es el proceso histórico mismo, sino cómo gestionarlo evitando vulnerar

nuestros valores democráticos. Las cuestiones normativas que suscita la relación entre ciuda-

danía y nacionalidad deben ser analizadas desde el punto de vista del proceso de multicultu-

ralidad que provoca la circulación de personas y la permanencia de inmigrantes. Si encontra-

mos tantas incoherencias y contradicciones es porque nos encontramos en un proceso de

transformación social y política. Por eso no es tan raro que un concepto como el de ciudada-

nía, considerado como una de las categorías simbólicas de nuestra época moderna, sinónimo

de emancipación y símbolo de la superación de las desigualdades, se esté convirtiendo en

símbolo de injusticia y de desigualdad. Hoy en día, el criterio de acceso a los bienes que pro-

duce la sociedad está basado en el nacimiento (nacionalidad), algo completamente contradic-

torio con las bases de nuestros sistemas democráticos modernos.

El Estado tiene el monopolio del privilegio de la ciudadanía. En un tiempo en el que asistimos

a un proceso de pérdida de la soberanía estatal, este monopolio de la gestión de la ciudada-

nía es uno de los últimos reductos que les queda a los Estados para conservar y controlar la

identidad como comunidad política que le legitima. Por otra parte, la ciudadanía es para el

inmigrante un bien deseable; es un bien primario, el más importantes de todos, pues da de-

recho a beneficiarse de los bienes de la democracia. La ciudadanía es el primer bien dado por

supuesto históricamente, hasta tal punto que la forma en que se distribuye la pertenencia en

un Estado estructura todas las otras distribuciones de bienes.

Cada Estado tiene unos criterios diferentes para otorgar la ciudadanía y dicha diferencia está

directamente relacionada con la definición de comunidad política que tiene. Analizar los crite-

rios de acceso se convierte en un buen indicador para analizar la concepción que un Estado

tiene de su identidad. La política de adquisición de la nacionalidad será percibida como políti-

ca de identidad nacional y estatal: cada Estado regula su identidad a través de unas políticas

y siguiendo unos criterios determinados.

Desde el punto de vista normativo, la ciudadanía significa distribución de la pertenencia. Esto

significa que la presencia de los/as inmigrantes nos obliga a aceptar que la pertenencia a una

comunidad política es un tema que debe abordarse como política pública distributiva de pri-

mer orden, puesto que lo que se distribuye es la posibilidad de poder beneficiarse plenamente

de los bienes de la comunidad como un miembro más.

¿Cuáles son los criterios que determinan el acceso de las personas a una comunidad? Frente

a argumentos económicos y políticos del Estado, los más importantes y los que determinan

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en último término estos criterios de pertenencia son aquellos que inciden sobre el carácter

mismo de las comunidades. Los miembros de una comunidad política tienen el derecho colec-

tivo sobre su territorio de conformar su población residente, aunque siempre está condiciona-

da por factores como la afinidad ideológica y cultural, y el grado de urgencia de la necesidad

económica y política de los/as que desean entrar.

Desde el punto de vista de la gestión de la pertenencia, los efectos políticos directos del pro-

ceso de multiculturalidad que resulta de la permanencia de los/as inmigrantes son, pues, cla-

ros: obligan a reinterpretar la tradición histórica que permitió la constitución de los Estados-

Nación y a diseñar las principales instituciones y estructuras que articulan nuestras socieda-

des, así como a repensar su principal vehículo, la categoría tradicional (estatal-nacional).

Tampoco se pueden menospreciar los argumentos que tienden a percibir este proceso en tér-

minos de pérdida de identidad y de devaluación de la ciudadanía. Básicamente, se movilizan,

al menos, cuatro tipos de argumentos:

a) ARGUMENTO POLÍTICO

Se refiere tanto al proceso político de gobierno como a los resultados potenciales que puede

generar. Si millones de personas residentes permanentes no-ciudadanas ejercieran el poder

político, los intereses de los/as ciudadanos/as se verían desprotegidos y entrarían en compe-

tencia con los de las personas inmigrantes.

b) ARGUMENTO CULTURAL

Incide sobre todo en que si la ciudadanía se devalúa, corren peligro los requisitos mínimos

para la estabilidad social. Si los/as inmigrantes ya no valoran la adquisición de la ciudadanía,

se perderá el sentido de comunidad con unas prácticas mínimas culturales hasta llegar al ex-

tremo de no valorar la necesidad de tener un lenguaje y unos mínimos educativos culturales

comunes.

c) ARGUMENTO CÍVICO

Sostiene que la democracia también es un ethos, una forma de comportamiento y de conduc-

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ta, una forma de vida. Una situación que, desde la ciudadanía, queda devaluada puede provo-

car un desinterés creciente por lo público, desanimando el desarrollo y la difusión de las virtu-

des cívicas.

d) ARGUMENTO EMOCIONAL

Las consecuencias de una ciudadanía devaluada residen en el hecho de que perdamos el ins-

trumento y la capacidad que nos une unos/as a otros/as, sin ninguna base común para dar

sentido a la misma sociedad política. La ciudadanía pierde gran parte de su capacidad de co-

hesión, de unir emocionalmente a las personas en una comunidad. Ante esta sensación de

devaluación de la ciudadanía los/as ciudadanos/as pueden sentir la necesidad de afirmar con

mucha mayor contundencia su sistema de lealtades pudiendo llegar a extremos indeseables:

xenofobia como respuesta a la sensación de inseguridad, movimientos nacionalistas como

respuesta a la sensación de pérdida de identidad.

Podemos ver algunos indicadores de cómo define cada Estado su identidad nacional y distri-

buye el bien de la ciudadanía. Generalmente son: tiempo de residencia, conocimiento de la

lengua, juramento de lealtad, suficiencia económica. Además, según el tiempo de residencia

hay tres modelos: proteccionista (más de 5 años), abierto (menos de 5 años), intermedio (5

años). España sería proteccionista (también Alemania, Austria, Dinamarca, Grecia, Italia,

Luxemburgo, Portugal); intermedios: Finlandia, Francia, Holanda, Irlanda, Reino Unido, Sue-

cia, EE.UU; y, finalmente, abierto: Bélgica. Con todos los demás indicadores, tendríamos:

• Los que piden todas las exigencias (Austria)

• Los que piden algunas exigencias (Alemania, Dinamarca, España, Finlandia, Francia,

Holanda, Irlanda, Luxemburgo, Portugal, Reino Unido, EE.UU.)

• Los que no piden ninguna exigencia (Bélgica, Grecia, Italia, Suecia).

Austria es el Estado más severo para gestionar su pertenencia. España está en la media de la

mayoría de los Estados.

Si analizamos y comparamos vemos que no existen fundamentos claros y evidentes para los

criterios, ni tampoco para las diferencias o coincidencias entre unos países y otros. Ni tipos de

gobiernos, ni argumentos geográficos, ni con tradición/sin tradición de recepción de inmigran-

tes, ni países con democracia joven/vieja, ni con tradición ius sanguinis/ius soli, ni por la es-

tructura del Estado.

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3.3. LA PROPUESTA DE LAS POLÍTICAS DE ACOMODACIÓN ENTRE IN-

MIGRACIÓN Y CIUDADANÍA

Presentamos aquí una propuesta que se debe a R. Zapata y que desarrollaremos en su totali-

dad en el módulo siguiente como expresión de un modelo intercultural aplicado a la política y

la gestión social. Se trata de lo que él denomina políticas de acomodación frente a las más

conocidas y cuestionadas de integración. Las políticas de integración parten de tres premisas

que son las que se pretenden superar con las políticas de acomodación:

• Unidirecccionalidad: son los inmigrantes quienes deben aceptar modificaciones para in-

corporarse a nuestra sociedad. La integración es una asimilación disfrazada: sólo es el

inmigrante quien varía su conducta, y no las instituciones públicas.

• No estamos hablando de relaciones horizontales, sino de relaciones verticales en la esfera

pública. Existen tantas esferas públicas como instituciones públicas distribuidoras de

bienes.

• Siempre que se habla de integración suele darse por supuesta una “sociedad de acogida”

como entidad abstracta: la integración de los inmigrantes en la sociedad de acogida.

Hay que hablar de acomodación en una sociedad y en un territorio tangible, real: con

instituciones públicas, espacios públicos, etc.

Las políticas de acomodación son políticas de gestión del proceso histórico de multiculturali-

dad. Lo que importa es el cómo se produce esa coexistencia entre inmigrantes, instituciones y

ciudadanía.

Existe una preocupación al hablar de acomodación porque los/as ciudadanos/as de a pie no

tengan suficientes recursos (informativos, formativos, culturales, etc.) para gestionar el pro-

ceso de multiculturalidad en general y la permanencia de los inmigrantes en particular. Ges-

tionar la desorientación de la ciudadanía es uno de los objetivos básicos de las políticas de

acomodación. Si la desorientación práctica es la tónica general de las instituciones y de los

gestores políticos, tanto más lo será para los ciudadanos corrientes.

La acomodación sería un tercer nivel o estado dentro del proceso de la multiculturalidad que

tiene como origen la inmigración. Primero, estaría la admisión de personas inmigrante; en

segundo lugar, la mera coexistencia entre inmigrantes y autóctonos; finalmente, se llegaría a

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la acomodación. Este tercer momento se expresa a través de la pedagogía y de la socializa-

ción destinada a los inmigrantes, a la ciudadanía y a los principales actores que están implica-

dos en el proceso de cambio estructural. El objetivo máximo de dichas políticas es crear una

cultura de acomodación, esto es, una forma compartida de percibir el proceso de multicultu-

ralidad, de sus efectos y de las prioridades mínimas para su gestión. El objetivo es que inmi-

grantes y ciudadanos se relacionen entre sí en cualquiera de las esferas públicas de nuestra

sociedad (la educación, el trabajo, la sanidad, la vivienda, etc.).

RECUERDA

SOBRE LA RELACIÓN ENTRE CIUDADANÍA E INMIGRACIÓN

El Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, afirma que la inmigración es la última gran

revolución de nuestro tiempo, una revolución silenciosa pero imparable, que reivindica las

consignas clásicas de igualdad, fraternidad y libertad.

No se puede estar en contra de un proceso de cambio global, histórico y político.

Los elementos constitutivos de la ciudadanía son: Estado, nacionalidad y esfera pública. Por

medio de una determinada relación entre ellos podemos llegar a definir la noción de ciudada-

nía.

Hay tres concepciones de la ciudadanía:

• LIBERALISMO: el ciudadano/a se define como un conjunto de derechos, y la ciudadanía

como una posición y un estatus.

• COMUNITARISMO: el/la ciudadano/a se define como un sentimiento de pertenencia a

una comunidad nacional y política, gracias a la cual se crea la lealtad.

• REPUBLICANISMO: el/la ciudadanía es una práctica que implica obligaciones, derechos y

responsabilidades, todo bajo una noción de civismo o práctica cívica.

En el caso de la inmigración en relación con la ciudadanía, nos interesa, sobre todo, desarro-

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llar las argumentaciones que relacionan la ciudadanía con la tradición nacional o COMUNITA-

RIA.

Actualmente existen al menos dos concepciones que determinan la adquisición de ciudadanía:

• La identidad es la que determina la adquisición de derechos de la ciudadanía.

• La persona adquiere antes derechos y a través de ellos adquiere una identidad nacional.

Las consecuencias inmediatas de cada una de las dos posibilidades son muy diferentes.

Respecto a la gestión política de la ciudadanía, hay tres puertas que deben abrirse de forma

consecutiva:

1ª la regularización o entrada legal en un territorio estatal.

2ª la regularización del domicilio o residencia permanente.

3ª la naturalización y adquisición de la ciudadanía nacional.

Los criterios más importantes que definen el acceso de una persona a una comunidad son

aquellos que inciden sobre el carácter mismo de las comunidades.

Algunos indicadores de cómo define cada Estado su identidad nacional y distribuye el bien de

la ciudadanía son:

• tiempo de residencia

• conocimiento de la lengua

• juramento de lealta

• suficiencia económica.

Además, según el tiempo de residencia hay tres modelos:

• proteccionista (más de 5 años)

• abierto (menos de 5 años)

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• intermedio (5 años).

España sería proteccionista (también Alemania, Austria, Dinamarca, Grecia, Italia, Luxembur-

go, Portugal).

LAS POLÍTICAS DE ACOMODACIÓN.-

Las políticas de integración parten de tres premisas que las políticas de acomodación quieren

superar:

• Unidireccionalidad

• la Verticalidad

• La Sociedad de Acogida como sociedad abstracta.

Las políticas de acomodación son políticas de gestión del proceso histórico de multiculturali-

dad en las que lo que importa es el cómo se produce esa coexistencia entre inmigrantes, ins-

tituciones y ciudadanía.

Gestionar la desorientación de la ciudadanía es uno de los objetivos básicos de las políticas de

acomodación

La acomodación sería un tercer nivel o estado dentro del proceso de la multiculturalidad que

tiene como origen la inmigración. Primero, estaría la admisión de personas inmigrante; en

segundo lugar, la mera coexistencia entre inmigrantes y autóctonos; finalmente, se llegaría a

la acomodación.

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4. SÍNTESIS

RECUERDA

El pluralismo cultural es la posibilidad de reconocer que todos los pueblos tienen una cultura

propia, así como que en toda expresión cultural hay una intención de universalidad.

No existen culturas puras ni estáticas.

La migración ha constituido uno de los factores de cambio social más rápidos y de mayor in-

fluencia para activar la diversidad cultural. Los términos “multiculturalismo”,

“multiculturalidad”, “pluralismo cultural” o “interculturalidad”, responden a esta realidad cam-

biante.

No es la multiculturalidad algo ante lo que uno/a pueda optar o no; podemos optar por dife-

rentes modos de gestionar el proceso, pero el proceso, en sí mismo, es algo irreversible, una

realidad de nuestro tiempo que no podemos negar ni rechazar, sino asumir e intentar ir res-

pondiendo a los cuestionamiento que nos va planteando.

¿QUÉ ES LA MULTICULTURALIDAD?

• La INTERCULTURALIDAD puede ser interpretada de distinto modo según se conciba

como un fenómeno, como un nuevo contexto, como una serie de fenómenos y relacio-

nes sociales emergentes, como un conjunto de tendencias o como un compromiso y

un desafío.

• La PERSPECTIVA JURÍDICO-POLÍTICA ha marcado decisivamente el debate sobre el

multiculturalismo. Esta perspectiva busca la autoestima de los grupos minoritarios me-

diante políticas de afirmación. El debate se centra en temáticas como leyes de extran-

jería, políticas exteriores, condiciones de asilo y refugio, condiciones para obtener la

ciudadanía, derechos específicos de la cultura dentro de los derechos humanos y fór-

mulas jurídicas referidas a la asimilación cultural, autonomía cultural y protección de

minorías étnicas.

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• La PERSPECTIVA SOCIAL considera las transformaciones sociales que han sufrido las

sociedades modernas y que han ido configurando diversos procesos de multiculturali-

dad (globalización, plurinacionalismo, inmigración,...). Se plantea el desafío de cómo

lograr que esa convivencia sea positiva, no violenta, evitando la xenofobia y el racis-

mo.

• La PERSPECTIVA ECONÓMICA nos lleva a considerar la globalización-

internacionalización de la vida económica traducida en una economía de consumo,

producción y comunicación, que ha desbordado la soberanía de los Estados y suscita

formas de identidad cada vez menos sociales y más culturales.

• La PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA. La noción de cultura no goza de un consenso; a lo

largo de la historia del pensamiento nos encontramos con cientos de definiciones, in-

cluso contradictorias. Esta perspectiva se propone indagar sobre qué tipo de discurso

se nos ha transmitido con referencia a la universalidad, lo diverso, lo extraño, el ex-

tranjero, el poder de la cultura.

• La PERSPECTIVA ÉTICA-POLÍTICA: de lo que se trata es de plantear positivamente la

convivencia con un marco de referencia que responde a las claves de una ética multi-

cultural. Todas las culturas atraviesan por una especie de dinamismo evolutivo. Nace

la necesidad del diálogo cultural.

• La PERSPECTIVA EDUCATIVA. La escuela introduce al mundo de la cultura y reproduce

desigualdades sociales, étnico-culturales, en la medida que forja patrones mentales

que las favorecen. A medida que se toma conciencia de la nueva realidad multicultu-

ral, se ve la necesidad de revisar y analizar las políticas educativas y los procesos his-

tóricos en conexión con la presentación que hacen de ellos determinadas disciplinas,

porque su formulación resulta decisiva para la confrontación de una visión etnocéntri-

ca.

• La PERSPECTIVA RELIGIOSA. Hay que asumir el estudio de la “pluralidad de religiones”,

entendidas como hechos históricos diferentes entre sí, pero que comparten una es-

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tructura análoga. Puede concluirse que la aceptación de la pluralidad y el respeto a

todas ellas, supone respetar las reglas de un auténtico diálogo interreligioso.

• MULTICULTURALIDAD Y GÉNERO.-

• Frecuentemente se coloca a la mujer en el papel de ser el chivo expiatorio de los con-

flictos que se generan en la convivencia de las sociedades multiculturales.

• No se puede caer en el etnocentrismo. Las feministas occidentales deben abandonar

posturas etnocéntricas y misioneras, reconocer su desconocimiento de otras tradicio-

nes feministas e interesarse por aprender a leer otros textos y discursos civilizatorios.

• No podemos caer en el relativismo cultural o en el prejuicio culturalista. La condena a

hechos o prácticas culturales concretas no puede llevarnos a condenar los esfuerzos

civilizatorios de otras tradiciones culturales.

¿QUÉ SIGNIFICA SER MULTICULTURAL?

• Llegamos a ser humanos sólo por esquemas culturales en virtud de los cuales ordenamos

y dirigimos nuestras vidas. Sin estos mecanismos que no tienen que ver con la genética,

nuestra conducta sería un puro caos.

• Aunque todos los seres humanos somos seres culturales, nos concretamos como seres

culturales en múltiples culturas diferenciadas. Los seres humanos somos constitutivamen-

te multiculturales.

• Los grupos culturales o identidades colectivas, suponen una organización social de la dife-

rencia cultural.

• Las identidades culturales se construyen generando y manteniendo fronteras. El

“nosotros” se define inevitablemente diferenciándose del “ellos”.

• A la hora de definir las fronteras, los grupos subrayan unas determinadas características

propias, relegando otras como secundarias. La dinámica moralmente asumible es la que

implica prioritariamente una autoadscripción acompañada del reconocimiento respetuoso

de los/las otros/as.

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• La construcción de los grupos culturales es una empresa política compleja: la autoafirma-

ción cultural tiene que ver con cuestiones de poder.

• Los grupos culturales no se definen tanto por su aislamiento cuanto por complejos proce-

sos de relación y exclusión: tenemos conciencia de grupo frente a otros grupos con los

que mantenemos relaciones. En la práctica, implica una distinción entre relaciones intra-

grupales y extragrupales.

• La genealogía. Se consideran del mismo grupo étnico a aquellas personas que tienen los/

as mismos/as ascendientes, algo que empuja fuertemente a la solidaridad interna y a la

búsqueda de la pervivencia del grupo.

• Hay un grupo cultural identitario allí donde hay conciencia colectiva de identidad cultural.

Esta característica pone de manifiesto la existencia de un importante componente de afec-

tividad en la identidad, el sentimiento de pertenencia,

La cultura nos humaniza, cumpliendo dos funciones:

c) Ofrecernos un sistema de significaciones que nos aporta una visión de la realidad con la

que nos orientarnos en el mundo.

d) Otorgándonos un referente identitario al integrarnos en un todo colectivo (nuestro grupo

cultural).

• Lo que se propone desde el modelo intercultural es vivir identificaciones, no identidades.

Podemos tener sublealtades dentro de la misma cultura con corrientes o subculturas, o

tener imbricaciones con cultura ajenas. También podemos tener identificaciones con grupo

culturales heterogéneos y diversos.

Las relaciones entre grupos culturales pueden situarse entre cinco posibilidades:

• Relaciones de dominio manifiesto con tres variantes: explotación, marginación o segrega-

ción y exterminio.

• Asimilación: se realiza a partir de las esferas públicas (educación, salud, trabajo….) de la

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sociedad, las cuales están controladas por el grupo cultural que mantiene el poder hege-

mónico. Puede darse una asimilación total o una asimilación parcial.

• Multiculturalidad: pretende reconocer un cierto “derecho a la diferencia cultural” que debe

generar “políticas de la diferencia”. la estrategia de “política de la diferencia” que se pro-

pone es la de la separación (relativa) de los grupos (con sus espacios físicos, sus institu-

ciones, sus fiestas, etc.).

• Interculturalidad: propone relaciones explícitas entre culturas/grupos culturales, que moti-

ven interacciones en libertad y en igualdad de condiciones, desde la convicción de que es-

tas relaciones favorecen el mutuo enriquecimiento y el crecimiento de ambas culturas/

grupos culturales. Es un paso más dentro del proceso de multiculturalidad. Se concreta en

estrategias de intercambio y diálogo equitativos y solidarios.

• Mestizaje cultural. Propone que los grupos culturales entren en tales interrelaciones que

se vayan fusionando entre sí, de tal modo que creen una nueva cultura que realice la sín-

tesis de lo mejor de cada una. La idea es que hay que fomentar relaciones culturales in-

tensas pero encaminadas a disolver las diferencias grupales

• Transculturalismo: formación de identidades personales ricas y estables que no pueden

ser estructuradas únicamente dentro de los límites de una cultura, sino mediante una ver-

dadera interacción entre los individuos que componen las diversas culturas.

Conceptualizaciones importantes a la hora de tratar las relaciones entre grupos culturales:

• Integración: debe darse una bidireccionalidad desde la autonomía de las culturas en con-

tacto lo cual aproxima el término al interculturalismo.

• Inclusión: todos/as los/las residentes en un estado deben disfrutar de todos los derechos

ciudadanos.

• Acomodación: se quiere expresar un paso más allá del reconocimiento de los derechos

tendente a la convivencia intercultural (políticas de acomodación).

SOBRE LOS USOS DE LA MULTICULTURALIDAD

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La multiculturalidad es un proceso y el multiculturalismo es la gestión –o posibles gestiones-

que se hacen de ese proceso.

AÑOS 90: se introduce el término en Europa ligado al pluralismo cultural y quiere significar

convivencia, interculturalidad, comunicación y diálogo entre culturas.

PERIODO 2001-2002: Empiezan a surgir artículos de opinión, informes, etc sobre el peligro

de las sociedades multiétnicas.

LOS EFECTOS DE LOS SUCESOS DEL 11-S: la multiculturalidad es ya no sólo un conflicto in-

terterritorial sino intraterritorial. Ligada al conflicto de civilizaciones se convierte en la varia-

ble explicativa de casi todos los conflictos

Sociales, superando al clásico de clase social.

Es absurdo negar la multiculturalidad porque es un hecho incontestable. La discusión hay que

centrarla en la gestión del proceso.

La multiculturalidad ni es un problema ni es un ideal.

La multiculturalidad no es un problema para la democracia.

La multiculturalidad es una especificidad de nuestras sociedades.

La multiculturalidad no es algo ajeno a las personas.

Al hablar de multiculturalidad nos estamos refiriendo a como gestionar el espacio público.

REFERENTES ÉTICOS PARA LA MULTICULTURALIDAD

• No discriminación, tolerancia y pluralismo.

• Reconocimiento individual y reconocimiento colectivo.

• Justicia distributiva.

• Los derechos humanos deben afrontar de un modo nuevo el tema de la diferencia cultu-

ral: universalidad de derechos mediada contextual y culturalmente.

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MULTICULTURALIDAD, CIUDADANÍA E INMIGRACIÓN

La multiculturalidad es un proceso imparable que está cuestionando nuestro modelo de vida a

muchos niveles.

La pregunta de partida que se plantea es: cómo gestionar el proceso de multiculturalidad sin

vulnerar nuestros valores democráticos y liberales.

Diferenciamos cinco procesos de multiculturalidad. Cada uno tiene un contexto propio para su

gestión. ZAPATA.

• Pluralismo de identidades culturales.

• Inmigración

• Pluralismo de identidades nacionales.

• La Transnacionalidad o Identidades Supranacionales. La Unión Europea.

• Globalización

PLURALISMO DE IDENTIDADES CULTURALES

Se refiere a las dificultades que tienen ciertas identidades para manifestarse en una esfera

pública concebida tradicionalmente para una identidad mayoritaria culturalmente homogénea

INMIGRACIÓN

El pluralismo que resulta de la presencia de no-ciudadanos/as sigue una lógica de inclusión/

exclusión. no comparten el mismo sistema de derechos y de deberes que los/as ciudadanos/

as.

PLURALISMO DE IDENTIDADES NACIONALES

Las diferentes nacionales comparten el mismo sistema de derechos y de deberes en una

Constitución, pero no sienten reconocidas sus identidades culturales de grupo.

LA TRANSNACIONALIDADA O DENTIDADES SUPRANACIONALES. LA UNIÓN EUROPEA.

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En esta comunidad transnacional que es Europa, una misma persona puede tener varias iden-

tidades de pertenencia comunitarias.

LA GLOBALIZACION: Globalización económica, política, cultural y social.

• Globalización económica: sistema de gobierno económico y global que tiene u efecto di-

recto sobre las culturas nacionales y sobre las identidades.

• Globalización cultural: nueva versión del imperialismo cultural.

• Globalización política: Las grandes transnacionales toman decisiones que afectan directa-

mente a los Estados, unos Estados que tienen cada vez menos instrumentos para contro-

lar la comunicación global, los procesos de información y los movimientos financieros.

SOBRE LA RELACIÓN ENTRE CIUDADANÍA E INMIGRACIÓN

El Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, afirma que la inmigración es la última gran

revolución de nuestro tiempo, una revolución silenciosa pero imparable, que reivindica las

consignas clásicas de igualdad, fraternidad y libertad.

No se puede estar en contra de un proceso de cambio global, histórico y político.

Los elementos constitutivos de la ciudadanía son: Estado, nacionalidad y esfera pública. Por

medio de una determinada relación entre ellos podemos llegar a definir la noción de ciudada-

nía.

Hay tres concepciones de la ciudadanía:

• LIBERALISMO: el ciudadano/a se define como un conjunto de derechos, y la ciudadanía

como una posición y un estatus.

• COMUNITARISMO: el/la ciudadano/a se define como un sentimiento de pertenencia a una

comunidad nacional y política, gracias a la cual se crea la lealtad.

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• REPUBLICANISMO: el/la ciudadanía es una práctica que implica obligaciones, derechos y

responsabilidades, todo bajo una noción de civismo o práctica cívica.

En el caso de la inmigración en relación con la ciudadanía, nos interesa, sobre todo, desarro-

llar las argumentaciones que relacionan la ciudadanía con la tradición nacional o COMUNITA-

RIA.

Actualmente existen al menos dos concepciones que determinan la adquisición de ciudadanía:

• La identidad es la que determina la adquisición de derechos de la ciudadanía.

• La persona adquiere antes derechos y a través de ellos adquiere una identidad nacional.

Las consecuencias inmediatas de cada una de las dos posibilidades son muy diferentes.

Respecto a la gestión política de la ciudadanía, hay tres puertas que deben abrirse de forma

consecutiva:

1ª la regularización o entrada legal en un territorio estatal.

2ª la regularización del domicilio o residencia permanente.

3ª la naturalización y adquisición de la ciudadanía nacional.

Los criterios más importantes que definen el acceso de una persona a una comunidad son

aquellos que inciden sobre el carácter mismo de las comunidades.

Algunos indicadores de cómo define cada Estado su identidad nacional y distribuye el bien de

la ciudadanía son:

• tiempo de residencia

• conocimiento de la lengua

• juramento de lealtad

• suficiencia económica.

Además, según el tiempo de residencia hay tres modelos:

• proteccionista (más de 5 años)

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• abierto (menos de 5 años)

• intermedio (5 años).

España sería proteccionista (también Alemania, Austria, Dinamarca, Grecia, Italia, Luxembur-

go, Portugal).

LAS POLÍTICAS DE ACOMODACIÓN.-

Las políticas de integración parten de tres premisas que las políticas de acomodación quieren

superar:

• Unidireccionalidad

• la Verticalidad

• La Sociedad de Acogida como sociedad abstracta.

Las políticas de acomodación son políticas de gestión del proceso histórico de multiculturali-

dad en las que lo que importa es el cómo se produce esa coexistencia entre inmigrantes, ins-

tituciones y ciudadanía.

Gestionar la desorientación de la ciudadanía es uno de los objetivos básicos de las políticas de

acomodación

La acomodación sería un tercer nivel o estado dentro del proceso de la multiculturalidad que

tiene como origen la inmigración. Primero, estaría la admisión de personas inmigrante; en

segundo lugar, la mera coexistencia entre inmigrantes y autóctonos; finalmente, se llegaría a

la acomodación.

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5. FUENTES UTILIZADAS

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