Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

download Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

of 6

Transcript of Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

  • 8/10/2019 Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

    1/6

    MDICO Y MEDICINASRelato de Luis Arturo Ramos

    LE INTERES por la cicatriz que le escalereaba desde casi la frente hasta la mitad de lamejilla. Po lo dems era un enfermo comn y corriente. Quizs ms corriente que otra cosa. Demasiado

    blanco para ser del campo; a lo mejor citadino, delgado, de ojos cafs y silabeaba las palabras en unacancioncilla estraa.

    Lleg en la maana y nisiquiera haba neblina o lluvia para que el da se saliera de locomn. Lo colocaron en la silla de emergencia medio murindose de gastroenteritis, el estmago mediocomido or algn virus maligno que en el vidrio del microscopio debera de ser ms interesante que sucara plida y adelgazada. A no ser por la cicatrz.

    Le pregunt nombre, direccin y esboz su historia clnica en el papel rayado de loshospitales. Llen parntesis, lneas, espacios en blanco sin mirar la escalerilla curva de la cicatriz peromirndola con el recuerdo; o mejor dicho, sin dejar dde mirar con el recuerdo que se le grab laprimera vez que la vio. Rosada, lisa entre los costurones, eminente en la superficie de la cara como lascruces en seguidillas que marcan las vas del ferrocarril en los mapas.

    Le metieron suero, antivomitivos, le recomendaron no agitarse innecesariamente. Ustedlo miraba oir las recomendaciones con cara de no-entiendo o para-qu-tanta-molestia, si al fin y alcabo... Despus se dio cuenta de que a usted era al nico que sonrea, como si usted fuera al nico queno recordara o no creyera recordar. Por su historial supo usted que Valentn Espinoza (con zeta no conese), era antiguo habitante de hospitales y clnicas de caridad, y que estaba acostumbrado a las caras-mdicas tanto como al dolorcillo raro de la aguja en la piel, al ir y venir pausado del suero por las venasmagulladas. Por eso no acierta usted a saber po qu le sonri aquella primera vez; ya que da lacasualidad que usted tiene ms cara de msico que de otra cosa; ya no digamos mdico. Su padre quizoque usted fuera mdico y lo fue. Usted quera ser marino; pero nunca msico. Sin embargo todos losque acaban de conocerlo le achacan al instante el estuche de violn a las primeras de cambio, o yaquieren proponerle clases particulares de piano para la nena que ya va a cumplir diez aos.

    Don Valentn Espinoza (usa usteed lo de Don no por un sarcasmo impropio de una salade emergencias, sino por darle un poco de vida y de historial al pobre muchachito que ya tiene ms de40 aos a pesar de sus ojos adolescentes y su cuerpo flaco de pedigeo), relata su historia deenfermedades sin quitarle la vista de encima a la enfermera buena-pierna ms que para sonrerle a ustedde vez en cuando.. Usted aprovecha las ocasiones en que l no sonre (o sea cuando est viendo a laenfermera) para observar la cicatriz y hacer decender la retina lentamente (tan lento como se lo permitala sonrisa del otro)por los escalones que dejaron las puntadas. Luego, cuando Don Valentn sonre (estoes, las veces que lo mira a usted) aparta la vista y se atiende con agujas esterilizadas, gasas, pinzas. Elautoclave.

    Lo destinaron (y aqu, en estta sala de emergencia abarrotada no tanto por elpresupesto como por la bola de gandallas que mandan de la facultad de medicina y del putero que ya se

    ha vuelto la escuela de enfermera, la palabreja se convierte en chiste de mala-leche) al cuarto 51, camaF. La que est, afortunadamente para l, pero a lo mejor quin sabe, junto a la ventana que da al jardndescarapelado por baches de tierra-arena y que tiene, ms all de las banquitas tristonas y de loscolumpios oxidados por falta de nios, una alta reja por la que se ven pasar seoras con canastas ocamiones. La cama F junto con la cama C que queda enfrente, tiene esa ventaja-desventaja. Y a DonValentn Espinoza lo destinaron a la cama F donde residir el tiempo necesario para que el suero bartoy la comida inspida y los antibitcos hagan su trabajo y lo reincorporen a la vida civil y ciudadana.Dice usted civil porque andar con uniforme de enfermero otorga a quien lo porta un carcer particular,como si perteneciera a una organizacin castrense, cofrada o hermandad secreta. Mientras, Don

  • 8/10/2019 Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

    2/6

    Valentn Espinoza podra mirar hacia su lado izquierdo el perfil de los otros dos cuerpos; hacia sus pies,la cara o los pies del de enfrente. A la derecha, que es la opcin ms amable, el jardincillo concolumpios y subibajas maltrechos, la calle por donde transitan seoras y coches... En fin, ah l decidir.

    En cama F, cuarto 51, lo fue usted a ver una vez al da fingiendo un inters clnico que leperitiera disfrazar su interes personal. Por no sabe usted que razn, le facina la cicatriz como si stafuera la sntesis de toda una vida de perros; como si fuera el punto (o mejo la lnea) convergente de unasuerte de lo ms cabrona. Pero se hace usted el disimulado y pregunta por la freecuencia de lasevacuaciones, la contextura de las mismas. Ausculta el pulso, tamborilea el estmago y denunca al clande asesinos que se agazapa detrs de cada puesto de tacos. Don Valentn sonre tienamente y pide algopara leer. Mejor dicho, le pregunta que dnde podra conseguir algo para leer. Usteed se interesa anms. Le enternecen los proletarios plidos, cicatrizados y con inters litera... Pero cuidado, unadecepcin a estas alturas podra ser muy dolorosa. Le pregunta primero por sus preferencias: peridicos(El Esto?), revistas (alarma?Notitas musicales?Box y Lucha?)... Libros? S?... Cules... Le pideCien aos de soledado El otoo del patriarca... No, por supuesto, la clnica no tiene biblioteca, quems quisiera uno; pero yo ver cmo se los consigo. Es ms, se los traigo de mi casa... Cul prefiereleer primero...S, yo recomendara Cien aos para que despus se d cuenta de como cambia en el otro...No, no es molestia, ninguna molestia. En lo que pueda ayudarle, ya lo sabe... S hombre, cmo no...Faltaba ms.

    Sale usted muy contento. Se pone el reloy en la otra mueca para que no se le olvide;una decepcin a estas alturas podra ser muy cabrona. Por el camino decide comprrselos nuevos,drselos como regalo, chance y se me pega algo si se los presto. Imposible. Microbiologa... De todosmodos mejor se los compro.Antes de que llegara a la mitad del primer libro le pregunt usted por suvida. Entr al cuato 51 y lo vio ustd mirando por la ventana; el libro abierto a un lado del cuerpo. Delas locuras de Jos Arcadio pasaron al pasado de Don Valentn Espinoza con miras a desembocar en lacicatriz a su primer descuido. Era de Puebla, no termin la Prepa; vive en Mxico desde hace aos.Usted le dice qu vivi tambin en Puebla ms o menos por esos aos. Qu coincidencia no?... S, quchiquito es el mundo.

    A veces lo mira usted desde la puerta del cuarto. Don Valentn casi nunca habla con susvecinos; parece que le tienen envidia porque atrae demasido su atencin. Ninguno de los otrso mdicos,ni usted mismo, les habla ni les dirige la palabra ms que para preguntarles dnde duele. Pero pareceque tampoco Don Valentn tine mucho interes en alternar con sus vecinos. Prefiere mirar por la ventanao leer o noms quedarse asi pensando como ahora. Le ha crecido el pelo y le molesta en los ojos. Se hapesto ms plido a pesar de que la mejora es evidente. Se le han afilado los rasgos y ahora que lo sabeusted poblano se explica mejor la cancioncilla de su voz. Le sabe 42 aos a pesar de su cuerpo yactitudes de muchacho, y cuando lo mira usted as, como ahora, distrayndose sin mirar a nada, pareceque va a desaparecer de tan gris y ausente, como uno de eso papalotes a los que se les da demasiadohilo y a veces estn pero luego ya no estn y es triste. Por eso la presencia de la cicatriz se le hace msy ms extraa, como se se tratara de un embarazo de nueve meses en el cuerpo de una nia de sieteaos. Cualquiera esperara barros y espinillas.

    Valentn Espinoza ya se sienta en el patiecito y no se marea. Hasta ah va usted a verloaunque ya est fuera de su jurisdiccin. Ahora convalece de cuatro a seis al medio sol de la tardecita.Ya termin Cien aos y ahora leeEl otoo del patriarca;Pero sus plticas no han pasado de recuerdospoblanos y uno que otrro lugar comn. Han descubierto que en ocasiones pudieron haberse cruzado enel camino, visto la misma pelcula o asistido al miismo espectculo, separados nicamente por eldesconocimiento del futuro. Don Valentn dice que si tuviramos el don de conocer el futuro seramosamigos (dice amigos con una confianza que a usted le incomoda) desde hace mucho.

    Se imagina -dice-. Usted y yo en Puebla dicindonos: dentro de 15 o 20 aos nosvolveremos a ver; as que cmo est usted, espero que le vaya bien hasta entonces. Se ren como sitodo eso pudiera ser verdad. Ha ledo usted a Borges?, piensa preguntarle maana.

  • 8/10/2019 Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

    3/6

    Poco a poco se da usted cuenta de que la vida de Don Valentn Espinoza le interesa msy ms; hasta que se da usted cuenta de que ha dicho la vida y no la cicatriz, lo cual lo haceavergonzarse un poco. Sin embargo no se atreve a preguntarle directamente. Se da usted cuenta que lacara de Don Valentn no es una de esas caras fciles de mirar a los ojos.

    Un poco antes de terminar El otoo del patriarca se entera de que casi asistieron a lamisma escuela. Dice casi porque la suya, de usted, era de paga y de uniforme azul y la de DonValentn, auque muy cerca, era de colr kaki y gorrita de conscripto. Ambos recuerdan al mismonaranjero y se ren del sombrerito de paja que todos aventaron alguna vez. Recuerdan a doa Rafa, laseora de los tacos y la ruta de los camiones que tomaban rumbo a direcciones opuestas. Don Valentnsonre y la cicatriz se le hace ms grande como si sonriera tambin. Su cara adquiere un aspecto deglobo publicitario que descubre el lema cuando se incha y engorda.

    Don Valentn pregunta que por dnde viva usted y a usted le da un poco de penaaclararle el rumbo porque eso significa aclararle muchas cosas ms. Pero Don Valentn entiende y diceque s medio tristn como diciendo s, me lo imaginaba. El pelo lacio le cae sobre los ojos y lo

    vuelve ms muchacho y mira usted la cicatrz rotunda y gorda, las costuras, e imagina algn accidentecallejero hace ya algunos aos.

    Le empez a platicar a su esposa de usted hace apenas unos das. El creciente intersinsiste en desbocarse y quin mejor que su mujercita. Ella escucha muy atenta y se emociona de que sudoctorcito privado demuestre tanta solidaridad con los desposedos. Se hace bromas al respecto.

    - Cmo dices que se llama?- Valentn Espinoza... Pero yo le digo Don Valentn.

    Su esposa de usted se interesa por las coincidencias, por los libros que lee; se avergenza un tanto porno haber terminado de leer El Otoo y pone el dedo en la llaga; mejor dicho, en la cicatrz. Le preguntaa usted que cmo se la hizo y usted dice que quin sabe; pero que resulta obvio que fue hace ya algntiempo y que es producto de algn accidente. Nada que tenga que ver con cuchillos o cantinas o pleitosde borachos. No, Don Valentn se ve que es de buena.aunque-pobretona familia. Seguro que loatropell un camin.

    - Ay por qu no le preguntas?

    Se da un tiempecito y lo va a visitar al jardn. Esta sentado en un columpio viendo haciala calle. Sonre cuando lo ve llegar. Cmo va la salud, pregunta usted. As, as, dice con la mano.Se sienta usted en el columpio de junto mirando tambin hacia la calle. Los camiones hacen retumbarel suelo; las vibraciones se comunican a los soportes de metal y desde ah bajan por las cadenas hastatamborilear levemente en los cuerpos.

    - Los camiones tambin pasaben cerca de la escuela. Se acuerda usted?- S, seguro que s. Todo el saln se tembelequeaba como caballo flaco.

    Se ren por las comparaciones. Se halaga usted con la risa de Don Valentn.

    - S, como caballo flaco... Nosotros aventbamos globos con agua a los camiones-, diceDon Valentn.

    - Nosotros hasta piedras.

    Se ren otra vez.

  • 8/10/2019 Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

    4/6

    - A lo mejor hasta nos vimos alguna vez y ni nos reconocimos-, dice l.- Ni no reconocimos... Y cmo nos bamos a reconocer?- Bueno... digo es un decir. A m se me hace que s lo v a usted.- A m... Y cmo lo sabe?- No se... Bueno, se me hace medio conocido.- No, lo que pasa es que yo fui al primero que usted vio cuando lo trajeron medio muerto...

    Revivi y me vio y ya est.- No, yo creo que fue desde antes... Digo, desde despus... Digo... Hjoles, ya me enred.

    Se ren y se mecen. La cicatriz se re tambin y el pelo se le cae en curva sobre la frente.Aunque ya est fuera de su jurisdiccin (le gusta usar esa palabra) revisa su hoja clnica

    y descubre lo que ya saba por su cara. Don Valentn est ms mejorcito y lo van a dar de alta de aqu atres das. Lo engordaron, lo limpiaron y lo van a soltar a la mala vida y a ver qu pasa. Le ha cado bien,en gracia. Sus cosas. Adems son paisanos. Le gusta leer buenos libros; fueron casi compaeros deescuela, uniforme de por medio. Se acuerda usted de las broncas con los de la Morelos (Na cosmuertos de hambre). Las pedradas y las mentadas de madre (Putos los de la Coln). Cosas dechamacos; despus de todo no era nada, ms que ganas de echar relajo. Unos pobres, otros ricos, otoscampaneando entre los dos; pero todos escuincles, muchachada con ganas de echar rebane.

    Le comenta usted de sus recuerdos. El acepta, acuerda. S, cosas de chamacos. Admite

    haber tirado piedras contra los cristales de la Coln. Muchachadas, sabe usted. Posiblemente hastanos apedreamos alguna vez; acepta de nuevo: S, a lo mejor. Todo esto le hace recordar una pelcula:

    Aquella donde el alemn y el americano se encuentran despus de la guerra y se dan cuenta de queanduvieron por los mismos lugares al mismo tiempo, slo que del lado contrario. Se lo comenta a DonValentn y ste, muy serio, dice otra vez que s, que se parece la situacin. Se lo patica tambin a suesposa y ella arruga la frente y se decepciona un poco. Uy, -dice-. Me lo imaginaba ms distino. No deatiro de sos. Cosas de muchachos, le dice usted. Ay, pues yo no se. Pero no se te vaya a ocurrir un

    da invitarlo a la casa o algo. No, hombre, cmo crees. Se re usted como se ha venido riendo desdeque le vio la cicatriz por primera vez.

    Se entera usted de que el maestro Calvo fue tambin su maestro. Se entera tambin deque el viejo condenado daba clases en la otra escuela sin que nadie se enterara. Quien lo viera. Contantas nfulas. Don Valentn lo recuerda con cario: o al menos eso le parece a usted porque sonrecuando habla de l. Aunque todo puede ser un engao de la cicatrz; frecuentemente en ese tipo deciruga, los msculos se afectan y se contraen sin que intervenga la voluntad de la persona. Se da ustedcuenta, de pronto, que Don Valentn puedo haberle estado sonriendo todo este tiempo sin quererlorealmente.

    El viejo Calvo le caa mal por comunista. Pinche viejo. No s cmo los padres lo tenanah. Dizque clases en la Universidad.

    - Seguro que les contaba un montn de cosas de nosotros.

    Don Valentn levanta los hombros como no queriendo aceptar una realidad que cada vezes ms evidente.

    - As que el Seor Calvo haca chistes a nuestra costa- No lo culpe -dice Don Valentn-. Seguro que tambin haca lo mismo con nosotros.

    Pero usted no le confiesa que nisiquiera saba que daba clases en la Prepa Morelos. Levemente escuchala voz de Don Valentn diciendo algo de los ferrocarrileros.

  • 8/10/2019 Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

    5/6

    - Qu...?- ... lo metieron a la crcel.- A qun?- Al maestro Calvo... cuando lo de los rieleros... los vallejistas.

    Los camiones pasan por la calle de enfrente y el patiecito retumba y vibran los postes demetal.

    No se lo quiee contar a su esposa porque va a empezar con sus te lo dije. Mejor -peinsa y piensa en la cama-. Qu chascos. Lo bueno que ya mero se va. Y si se le ocurre pedirle favoreso trabajo o dinero. Esto siempre suele suceder. Los enfermos se identifican con la figura del doctor yluego quieren que uno les haga hasta milagros.

    No se volvi a aparecer por el patiecito ni por el cuarto 51. Pero Valentn lo encontr enuno de los pasillos. Usted hizo como que no lo vea y le sac la vuelta. Pero Valentn ya se saba dememoria toda esa ala del edificio y se lo volvi a encontrar. Traa en la mano los dos libros que usted lehaba regalado.

    - Me dijeron que me voy pasado maana... No me los quisiera usted dedicar.

    Ni modo. En situaciones as no queda de otra. Tampoco iba a hacerle unagrosera.Le pintarraje usted unas cuantas letras y se los devolvi sin dirigirle la palabra.

    - A ver si al ratito platicamos.

    Dijo usted que A ver y lo dejo ah parado.Traa tanto coraje que tuvo que platicrselo a su mujer. Quien lo creera leyendo a

    Garca Mrquez. Esa noche so con la cicatriz. Su mujer puso otra vez el dedo en la llaga.

    - Te vas a quedar con las ganas de saber cmo se la hizo.

    Por el camino al hospital fue planeando su actitud para todo el da de hoy: Sacarle elbulto o de plano hacer como que nada haba pasado. De todos modos segua interesndole la cicatriz.Se inclin un poco para poner msica y en ese mismo instante el nio se baj de la banqueta; meti elfreno y volte hacia el lado contrario hasta que escuch el ruido de otros frenos en su oreja izquierda.El camin de pasaje no haba golpeado su carro pero los pasajeros se amontonaban en las ventanillas ylo miraban y del otro lado el chiquillo chillaba y la mam lo jaloneaba y le meta de nalgadas.

    Se acord de la otrra vez. Los de la Morelos corriendo hacia ellos cargados de palos ygritos y el ford que se le acercaba solito y se empinaba contra la bola de macuarros. Luego las caras enla ventanilla, las bocotas abiertas babeando y gritando, los palos contra la carrocera y el golpe en ladefensa derecha y el chavo ese que salia disparado y daba contra el filo de la banqueta y una ola desangre lo volteaba como si lo estuviera arropando como un paliacate rojo.

    Cuando supieron que no haba muerto fueron a espiarlo para ver cmo haba quedado.Lo vieron salir del hospital en medio de su familia; La carilla afilada partida por la venda de gasa, elcabello en curba sobre la frente. Entonces se explica la cicatriz y todo su inters. Recuerda el recuerdo:la vez que lo vio en el hospital y la manera en que lo fue engaando para que confiara en l.

    Ahora ya sabe usted cmo estn las cosas. Sabe que la llegada de Valentn un dacualquiera (que ni niebla ni lluvia haba), fue slo el inicio de un plan. Que lo dems: su fingida sonrisa,su blanca amabilidad, la cancioncilla de la voz, fueron una forma de minar cualquier resistencia.Mucho debi haber esperado y aprendido y ese da sin lluvia, cuando valentn volvi a verlo despuesde tantos aos, supo que haba llegado el momento.

  • 8/10/2019 Medicos y Medicinas, Luis Arturo Ramos

    6/6

    Cuando llega al hospital ya va usted decidido. Caminar hacia l y sin rodeos le sealaala cicatrz y solicitar una explicacin que habrpa de desenmascararlo al instante. (Qu te paso. Quin

    te la hizo. Cundo).Le cuenta una historia increible. Habla de sables, de caballos, multitudes abarrotando las

    calles. Una historia que se extiende desde su expulsin de la prepa Morelos hasta hace apenas unosmese. En Sinaloa, dice, la polica rode el local, rompi las lneas de los huelguistas e irrumpi en eledificio. A l no lo buscaban pero estaba enmedio. Un soldado le romp la cara con la coleta del fusil.Los compaeros lo ayudaron, corrieron, perdi varias veces el sentido. En la huida lo abandonaron enun hospital. Recuerda el hilo negro y la aguja; las manos enguantadas trrabajando muy junto a su ojoizquierdo; el olor del hule, la bata blanca. Pero eso fue hace muchos aos, era un hospital parecido aste. Ahora la historia no fue tan heroica. Esta vez lo encontraron retorcindose y vomitando en uncuarto de hotel.

    Usted ha sonredo durante todo el camino, mejor dicho durante todoa la historia.Imagina las cargas de caballera, sable en mano, como si estuviera en Rusia. Se re de la imaginacindel paciente. Vuelve a revivir las luchas a pedradas en la vieja calle de Puebla, los ojos embozados delmuchacho a la puerta del hospital, vindolo tambin por entre los cuerpos de sus familiares. Mientrastanto le da palmaditas en la espalda y Don Valentn sonre y asiente con la cabeza. Nose apure -diceusted-. Le hace mal pensar en esas cosas.

    Lo acompaa hasta su cuerto mientras lo sostiene del brazo. Una recaida a estas

    alturas... sugiere usted y finaliza la frase con moviemientos de cabeza. Le hace recomendaciones: lodarn de alta maana. Reposo, mucho reposo. Evite las comidas callejeras. Le abre la puerta del 51 y lomira caminar a pasitos hasta su cama. Y nada de poltica eh?, le dice desde la puerta. Don Valentn

    levanta la mano y se deja convencer. Usted sabe que est todava dbil y que no dar problemas.En la cama, mirando el techo, le cuenta todo a su esposa. Ella est de acuerdo; se buerla

    tambin del cuento del otro. Acierta, sin saberlo, en la conspiracin: ni que estuvieramos en Rusia,

    dice. Duermen hasta las tres de la maana cuando el despertador los despierta. Toman caf sin hablar.Ya en la puerta la seora le da algunas recomendaciones que podran sintetizarse en un ten cuidado.

    Maneja por las calles desiertas, embalsamadas por los reflejos que brotan de los postes.Ya en el hospital, la enfermera de guardia le da un saludo adormilado que usted contesta con unainclinacin de cabeza. Ella lo mira meterse en su cubculo ya quitndose el saco para vestir la batablanca.

    Cuando abre la puerta del 51 una bocanada de aire caliente le enmascara el rostro; porlas rendijas de la cortina se cuelan retazos de la luz de los arbotantes. Un suspiro manso, unnime, salede los cuerpos dormidos. A, C, E, G, y H estan vacas y los zapatos de hule ayudan tambin. De la Gtoma la almohada y la coloca suavemente. Aprieta hasta que siente a travs de la tela la cicatrizescalerada que se acaba de despertar.

    FIN