Medios y democracia Para libro Nueva estrategia de ... · 4 políticas! renunciaran a!...
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Medios y democracia Convergencia tecnológica para los consorcios, o para la sociedad 1 Capítulo del libro La agenda de la democracia en México coordinado por José Luis Calva. Volumen 15 de la serie Análisis Estratégico para el Desarrollo. Juan Pablos Eds. y Consejo Nacional de Universitarios, 2012. Raúl Trejo Delarbre 2 Los medios de comunicación son palancas, pero también obstáculos para la democracia. Allí se expresan todos aquellos que aspiran a influir en la vida pública, pero en los medios además se encuentran algunas de las principales limitaciones a la diversidad y la libertad de expresión. En las más variadas latitudes, a los medios se les relaciona cada vez más con la posibilidad de mejorar la calidad de la democracia contemporánea y de esa manera contribuir –o no– a la gobernabilidad. Los medios también pueden ser instrumentos de opacidad y no de transparencia, con frecuencia propagan falsedades y no únicamente hechos verificables, sus contenidos suelen estar saturados de trivialidades y los espacios para la deliberación y la reflexión escasean. En México, a los medios de comunicación ya no se les identifica únicamente como recurso político, ni como industria económica y/o cultural, sino como problemas contemporáneos. Ese es el saldo de la ausencia de contrapesos ante la centralidad política y social que las empresas mediáticas más influyentes han adquirido en la vida pública de nuestro país. En parte debido a las pobrezas y limitaciones de otros espacios –partidos, Congreso, universidades, etcétera— pero fundamentalmente a causa de la voracidad no sólo financiera sino ahora también política que manifiestan, los consorcios
1 Este texto reelabora, amplia y actualiza sustancialmente el artículo “Convergencia, concentración
disparidades y desconexiones”, publicado en el número 18 de la revista Configuraciones, con fecha enero – marzo de 2006. Todos los datos han sido actualizados de acuerdo con la situación de los medios mexicanos en junio de 2011. 2 Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. [email protected]
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comunicacionales hace tiempo dejaron de ser medios para convertirse en los protagonistas más exigentes de la sociedad y en general de la vida pública en este país. A la formidable capacidad de irradiación de mensajes que han alcanzado, se añaden las distorsiones o en otros casos el ocultamiento intencionales que hacen respecto de otros actores sociales y políticos. Los medios, como tanto se ha dicho desde hace años, se han erigido en jueces de la vida pública nacional pero no toleran cuestionamientos –salvo cuando son tan marginales que pasan desapercibidos por la mayoría de los ciudadanos– acerca de ellos mismos. Ningún personaje, institución ni fuerza política significativos están al margen del tribunal mediático. En todas las democracias los medios cumplen con un saludable papel de vigilancia, cotejo e incluso denuncia de los asuntos y personajes públicos. Pero cuando alcanzan un poder superior al de otros actores sociales –aunque sea debido a las omisiones y sumisiones de quienes podrían contrastar posiciones y ambiciones de las empresas de comunicación— y cuando rechazan ser sujetos de un escrutinio similar, los medios son, antes que nada, un problema para la democracia y la convivencia sociales. Espectro radioeléctrico, un recurso público
La legislación para los medios en México es obsoleta e insuficiente. En muchos casos, además, simplemente no se cumple. La Ley Federal de Radio y Televisión fue creada hace más de medio siglo, en 1960. Durante décadas, los concesionarios de estaciones de televisión y radio se habían negado a que dicha legislación fuera actualizada porque encontraban más provecho en su aplicación discrecional, a cargo de gobiernos habitualmente identificados con el interés de tales empresarios, que en su apertura a reformas que pudieran alterar la relación de conveniencias mutuas que había entre poder político y radiodifusores. Aquella inercia terminó a fines de 2005, cuando Televisa y Televisión Azteca consiguieron que todos los partidos aprobaran en la Cámara de Diputados el paquete de reformas a las leyes de Telecomunicaciones y Radio y Televisión que sería conocido como “Ley Televisa”. Las televisoras habían encontrado que la legislación imperante durante cinco décadas no les ofrecía condiciones de expansión suficientes para sus negocios y encargaron la elaboración de un proyecto de acuerdo a sus intereses.
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El hecho de que las empresas dominantes en un sector busquen modificar la legalidad para ajustarla a sus proyectos de negocios, no resulta inusitado ni inadecuado. Lo verdaderamente escandaloso fue la docilidad de los legisladores –los diputados por unanimidad y después los senadores en una proporción de dos a uno— para respaldar, sin modificar un ápice, la iniciativa que enviaron los personeros de Televisa y TV Azteca. El debate que se desarrolló entre la aprobación en una y otra cámaras así como el diferendo legal que se mantuvo por varios meses indicó, sin embargo, que el consenso social y político de las televisoras se encuentra cada vez más maltratado. Junto al incremento en el desprestigio de esa empresa, hubo una deliberación más puntual acerca de aspectos específicos de la operación y la presencia pública de los medios. Más de un año después, el 7 de junio de 2007, la Suprema Corte de Justicia de la Nación invalidó los apartados más significativos de aquella reforma legal, a solicitud de 47 senadores que interpusieron un recurso de inconstitucionalidad. El meollo de la Ley Televisa era la autorización para que los empresarios de la televisión pudieran utilizar de manera discrecional las frecuencias que han recibido en concesión. Además de señales de televisión abierta, podrían transmitir servicios de telecomunicaciones (telefonía e Internet) sin pagar por ello una contraprestación al Estado. Aquellas disposiciones ocasionaban una merma importante para las finanzas públicas pero, además, una situación desigual en la explotación del espectro radioeléctrico porque las empresas que ofrecen servicios de telefonía celular han debido pagar altas sumas por cada frecuencia que les es concesionada para tal servicio; en cambio las televisoras, que de esa manera extendían su presencia al mercado de la telefonía inalámbrica, no desembolsarían nada por dicho uso de las frecuencias. El interés de Televisa –y en menor medida de Televisión Azteca– para asegurar un desarrollo de la convergencia digital sin regulaciones estatales suficientes, pretendió no sólo una más expedita acumulación financiera sino, junto con ello, el establecimiento de un modelo tecnológico dominado por las corporaciones. La escaramuza en torno a la Ley Televisa anticipó el diferendo que reventó, un lustro más tarde, entre las televisoras y las compañías telefónicas propiedad del empresario Carlos Slim. En todo el mundo el Estado y las corporaciones mediáticas se encuentran en litigio por la regulación de las comunicaciones. Los países con democracias consolidadas han reconocido que abandonar el desarrollo de los medios y las telecomunicaciones al garete del mercado, implicaría que las instituciones
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políticas renunciaran a responsabilidades fundamentales y dejaría a los ciudadanos en condiciones de inermidad frente a las corporaciones mediáticas. Un documento difundido a por la UNESCO identifica algunos de los motivos para que el Estado asuma la regulación de los medios: “¿Por qué se debe regular la radiodifusión? En parte porque los medios de radiodifusión pueden afectar la manera de pensar y el comportamiento de la gente de una forma muy marcada, tanto para bien como para mal. Poner riendas a su poder para que esté al servicio del proceso democrático es uno de los propósitos claves de la regulación para la radiodifusión” 3. El mismo documento recuerda que la regulación de los medios es necesaria para promover la cultura, defender el interés nacional, establecer normas para la publicidad y tutelar a las audiencias más desprotegidas, entre otros motivos. Más adelante precisa: “la radiodifusión utiliza el espectro y éste es un recurso público, que se asigna a los países de acuerdo con complejos acuerdos internacionales. Así, es un recurso escaso: solamente hay una cantidad limitada de espectro disponible para la radiodifusión en cada país. Y en consecuencia, como es un recurso escaso, es valioso. Incluso pensando que la radiodifusión digital está incrementando la cantidad de canales de radio y televisión que están disponibles, aún así no hay un suministro ilimitado. En consecuencia es razonable que el Estado, como propietario del espectro, establezca obligaciones para los radiodifusores que utilizan ese recurso” 4. El valor del espectro radioeléctrico se ha multiplicado porque no solamente es útil para difundir radio y televisión abiertas. Hoy en día el uso más importante de ese recurso natural y finito es para señales de telefonía celular y transmisión de datos, especialmente contenidos de Internet. La digitalización de las señales, que permite transmitir más información (o más canales) en el espacio en donde hasta ahora solamente cabía un canal, permite además diversificar la oferta en materia de televisión y radio. Las formas de regulación en este campo son muy variadas pero en la gran mayoría de los casos, tanto en Europa como en Norteamérica, existen autoridades con capacidades para otorgar y denegar licencias de radiodifusión y telefonía, imponer sanciones cuando se infringen los
3 Eve Salomon, Guidelines for Broadcasting Regulation. UNESCO y Commonwealth Broadcasting Association, 2006. 4 Ibid.
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lineamientos básicos y propiciar contenidos que tomen en cuenta a los grupos más desfavorecidos en cada sociedad. Nada de eso está garantizado en México. La Ley Televisa reformó unos cuantos de los centenares de artículos que contienen las leyes federales de Radio y Televisión y de Telecomunicaciones. Pero uno de los cambios más importantes que implicó (y que se mantuvo después de las decisiones de la Suprema Corte) fue la asignación a la Comisión Federal de Telecomunicaciones –que ya existía, aunque los mecanismos para su integración se modificaron parcialmente– de facultades para proponer al gobierno la adjudicación de concesiones de radio y televisión. El desempeño de la Cofetel ha sido cuestionado y polémico. Sus integrantes no han contado con la experiencia en telecomunicaciones que requiere la legislación y han tomado decisiones como la Licitación 21 que, en agosto de 2010, adjudicó a las empresas Televisa y Nextel una franja de 30 Megahertz nacionales de espectro radioeléctrico, para telefonía celular, por 180 millones de pesos. Al mismo tiempo a otras empresas (Telefónica y Telcel) esa autoridad les asignó una franja de las mismas dimensiones pero a cambio de 5 mil 68 millones de pesos. Opciones para renovar la legislación de medios y telecomunicaciones
Cuando la Corte suprimió de la legislación los artículos más importantes de la Ley Televisa, el Congreso de la Unión tenía la obligación de enmendar esos vacíos y actualizar las leyes federales de Radio y Televisión y de Telecomunicaciones. Los senadores y diputados federales, sin embargo, dejaron pendiente esa tarea. Pocos meses después, aprovechando el momento político que abrió la decisión de la Corte, los legisladores aprobaron una reforma constitucional que prohibió la compra de espacios para propaganda política en radio y televisión. El disgusto y la oposición de los empresarios de la radiodifusión a esa reforma consumieron las capacidades del Congreso para desafiar a los consorcios mediáticos. Aunque se encontraba en las agendas de todos los partidos y a pesar de que ya tenían proyectos de reforma legal para los medios y las telecomunicaciones, ese tema fue pospuesto por varios años más. Esa incuria de los legisladores ha implicado que, en vez de contar con una normatividad congruente y clara para los servicios de telecomunicaciones y la radiodifusión, en México la adjudicación de concesiones de radiodifusión siga
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siendo privilegio del gobierno federal. Mientras en muchos países el espectro radioeléctrico es administrado por organismos autónomos tanto respecto del poder político como de los intereses económicos, en México la COFETEL es un organismo del gobierno pero, además, abierto a injerencias de los poderes mediáticos. La asignación de concesiones por parte del gobierno significa un estancamiento similar al que habría si, en el plano de la competencia política, las elecciones federales las siguiera organizando la Secretaría de Gobernación. Peores aún son las implicaciones de la Ley de Imprenta que, aprobada a comienzos de 1917, está por cumplir 95 años. Hay quienes, incluso en la prensa de nuestro país, creen que esa obsoleta ley, que está imbuida de una concepción literalmente decimonónica del comportamiento de la prensa (en su calificación de las faltas a la moral, a la vida privada o al orden público) ya no se aplica. Pero la Ley de Imprenta de Venustiano Carranza es vigente y, de cuando en cuando, ha sido motivo de sentencias de cárcel o de litigios penales contra periodistas y otros ciudadanos. En México siguen vigentes las penas corporales para sancionar delitos de información y opinión. A comienzos de 2006 el Congreso aprobó reformas a los códigos civil y penal de carácter federal con el propósito de eliminar las sanciones de cárcel para los periodistas. En todo el país los congresos estatales han emprendido reformas en la misma dirección. Sin embargo a los legisladores se les olvidó que esas condenas se mantienen en la Ley de Imprenta. En varias ocasiones, en el transcurso de los años recientes, el Congreso y la sociedad han dejado pasar la oportunidad de emprender una reforma integral para el régimen legal de los medios de comunicación. El 8 de abril de 2010, cerca de 200 diputados, así como más de 50 senadores del PAN, el PRD y algunos otros partidos, presentaron en ambas cámaras del Congreso una iniciativa para crear una nueva Ley Federal de Telecomunicaciones y Contenidos Audiovisuales. Esa propuesta fue resultado de varios años de acercamientos, deliberaciones y acuerdos promovidos por los legisladores más interesados en la reforma para los medios de comunicación y las organizaciones sociales interesadas en ese tema, entre ellas la Asociación Mexicana de Derecho a la Información, AMEDI. Se trata de una propuesta comprensiva y ambiciosa, organizada en 252 artículos. Allí, entre otros temas: -‐ Se propone sustituir a la Cofetel por el Instituto Federal de Telecomunicaciones y Contenidos Audiovisuales, que tendría mayor
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independencia y capacidad profesional. Se crearían, además, los Registros Público de Telecomunicaciones y de Usuarios, habría reglas precisas para la inversión extranjera (autorizando hasta el 25% en radiodifusión), se regularía la interconexión entre empresas que prestan el mismo servicio y se terminaría con el “redondeo” en el cobro de servicios que se hace a los usuarios. -‐ Las concesiones para utilizar porciones del espectro radioeléctrico serían otorgadas y refrendadas por licitación pública. La iniciativa propuso la figura de concesiones de uso público para los medios públicos o de Estado y reconocía a los medios comunitarios, a los que se consideraba medios de uso social. Los medios públicos y sociales podrían recibir ingresos por venta de publicidad –con límites mayores a los espacios comerciales que pueden tener los medios con fines de lucro–. -‐ Los concesionarios de frecuencias de radio y televisión podrían utilizarlas para la difusión de otros servicios de telecomunicaciones, previa autorización del Instituto Federal y una vez que hubiesen pagado la contraprestación que se determinaría de acuerdo con los precios que existieran en el mercado para ese tipo de servicios. -‐ En la televisión y la radio habría al menos 50% de contenidos de producción nacional. Al menos 20% de esos contenidos deberían ser realizados por productores independientes. Habría un fondo con recursos estatales para estimular la producción audiovisual. -‐ Horarios para programación destinada a los niños; integridad de espectáculos como los deportivos y las obras cinematográficas, con límites a la transmisión de anuncios y mensajes comerciales durante esos eventos. El tiempo del Estado en las estaciones concesionadas de radio y televisión quedaba en 60 minutos diarios y se terminaría con la dispersión de las normas legales que actualmente existen al respecto. -‐ Los usuarios de servicios de telecomunicaciones serían defendidos, como tales, por la Procuraduría Federal del Consumidor. Los medios concesionados tendrían la obligación de dar a conocer sus códigos de ética y a sus representantes para atender requerimientos de sus audiencias. Se establecían previsiones para que se cumpliera el derecho de réplica 5.
5 A partir de “La AMEDI respalda la iniciativa de Ley de Telecomunicaciones y Contenidos Audiovisuales presentada hoy en las cámaras de Diputados y Senadores”, comunicado de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información, 8 de abril de 2010.
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Durante tres semanas, los partidos políticos se enfrascaron en intensas y a la postre infructuosas negociaciones acerca de esa iniciativa. La propuesta se quedó sin dictaminar en varias comisiones de ambas cámaras. El afán por el inmovilismo en la legislación para los medios pesó más que el ánimo reformador, aunque nunca antes se había presentado una iniciativa tan completa para normar a los medios y las telecomunicaciones y, nunca, tantas y tan variadas fuerzas políticas se habían interesado en una propuesta de esa índole. Televisión digital: más para los mismos que ya explotan ese medio
El rezago en la legislación mexicana para los medios se acentúa conforme avanzan el desarrollo tecnológico y social. La incorporación de las nuevas tecnologías que gracias a la digitalización de los contenidos y a su imbricación con las telecomunicaciones hacen más veloz, versátil, extensa y barata la propagación de mensajes, en México ha ocurrido de manera irregular, desconcertada y supeditada única o fundamentalmente a la lógica de las grandes empresas mediáticas. La televisión digital significa emisiones de mayor calidad de imagen, pero también la ampliación hasta en cuatro o cinco veces de los canales disponibles para ese medio en el espectro radioeléctrico. Las reglas para ese estándar tecnológico fueron establecidas de manera casuística y arbitraria, en 2004, por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes 6. El criterio para el aprovechamiento de ese nuevo recurso fue muy simple: el gobierno acordó que a las empresas de televisión, por cada frecuencia que ya tuvieran, se les asignara otra más para que en ese espacio adicional difundieran televisión de formato digital mientras que en el que ya utilizaban, deberían seguir transmitiendo señales de carácter análogo. Ese mecanismo para asignar las frecuencias digitales supone –o implica– que las únicas empresas interesadas en difundir televisión digital son aquellas que ya transmiten de manera analógica. Es decir, deja fuera a cualquier otro aspirante a incursionar en la televisión.
6 “Acuerdo por el que se adopta el estándar tecnológico de televisión digital terrestre y se establece la política para la transición a la televisión digital terrestre en México”. Diario Oficial de la Federación, 2 de julio de 2004.
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Así es como se han asignado las frecuencias de TV digital en Estados Unidos, pero allá no existe la concentración de muchas estaciones en pocas empresas que padecemos en México. Es decir, para diseñar el futuro de la televisión el gobierno mexicano copió un modelo utilizado en una realidad mediática muy distinta a la de nuestro país. En Estados Unidos está prohibida la concentración de medios tal y como la hemos conocido en México. Allá las cadenas nacionales de televisión son cinco y en ocasiones seis (y no dos como en México) y cada una de ellas afilia a centenares de estaciones que son propiedad de numerosos concesionarios locales. Aquí, en cambio, la enorme mayoría de las repetidoras y filiales de las dos cadenas de la televisión nacional son propiedad de Televisa o Azteca. Sumando todas sus frecuencias en televisión, Televisa tiene 321 canales en todo el país y Televisión Azteca, 211. Se trata del 62% de las frecuencias para televisión en México. Si se descuentan los canales en manos de gobiernos estatales, gobierno federal y universidades, resulta que en México existen 566 televisoras comerciales. Es decir, solamente hay 34 canales comerciales que no están en manos de Televisa o Azteca. Y esas dos empresas acaparan el 94% de las frecuencias para televisión abierta de índole mercantil 7. De los 321 canales que maneja Televisa, únicamente 60 son para televisión digital. De los 211 que tiene Televisión Azteca, solo 31 han sido concesionados para esa tecnología. Esos datos confirman que, para las televisoras hegemónicas en México, la televisión digital ha sido un proyecto accesorio. No les interesa desarrollar con intensidad esa opción tecnológica mientras sigan haciendo negocio con la vieja televisión analógica. Lo que quieren es mantener el control sobre ese desarrollo tecnológico y sus reglas, para evitar que abran espacio a nuevos competidores en el campo de la televisión. El gobierno mexicano pudo haber utilizado otros criterios para asignar las concesiones de televisión digital. En la Gran Bretaña por ejemplo, a las empresas que ya tenían frecuencias para TV analógica se les entregó solamente una parte de los nuevos espacios; el resto se distribuyó entre empresas que hasta entonces no habían tenido oportunidad de incursionar en ese medio. Esquemas similares se han puesto en práctica en otras
7 Datos tomados de AMEDI, Panorama de la comunicación en México 2011. Desafíos para la calidad y la diversidad. México, 2011, p. 90.
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naciones europeas y se han discutido intensamente en varias naciones de América Latina 8. Las reglas para la televisión digital en México imponen la permanencia de un mercado cerrado y excluyente. Las empresas que ya difunden televisión serán aquellas que incursionen, al menos en una primera etapa, en el desarrollo de ese medio. Se trata de un modelo de digitalización que privilegia la propagación de los contenidos que ya existen en la televisión mexicana, pero transmitidos ahora con una imagen de mejor definición y no la diversidad y ampliación de opciones. En el espacio en donde hoy en día se difunde una señal de carácter analógico (por ejemplo las frecuencias de los canales 2, 4, 5, 7, 9, 11, 13, 22 y 40 en la ciudad de México) la digitalización permitirá dos opciones. La primera de ellas es la transmisión de una señal de alta definición. La segunda, es la posibilidad para que en ese mismo espacio o ancho de banda se difundan varios canales (tres, cuatro o quizá cinco, de acuerdo con la potencia o el alcance que tengan) que, siendo digitales, no tendrían una imagen de alta definición. El decreto del presidente Fox estableció que la televisión mexicana debería estar completamente digitalizada en el año 2021. Se trataba de un plazo muy amplio, que contrastó con los horizontes más cercanos que han asumido muchas otras naciones, incluso en América Latina. En Estados Unidos todos los canales de televisión son digitales desde 2009. En septiembre de 2010 el presidente Felipe Calderón promulgó un nuevo Decreto, para adelantar a diciembre de 2015 el apagón analógico 9. Aunque no modificaba las pautas para que los beneficiarios de la televisión digital fueran los empresarios que ya tienen concesiones de televisión analógica, ese Decreto fue impugnado por los consorcios televisivos. Varios senadores afines a Televisa argumentaron que el presidente estaba invadiendo ámbitos de acción que le correspondían a la Comisión Federal de Telecomunicaciones –como si ese organismo no dependiera, a su vez, del presidente de la República– y la Suprema Corte suspendió los efectos del Decreto hasta estudiar con calma el asunto. La transición a la televisión digital quedó postergada.
8 Raúl Trejo Delarbre, “Digital Television: Options and Decisions in Latin America”. Ensayo para la revista Popular Communication. The International Journal of Media and Culture. Routledge, Taylor and Francis Group, London, No. 7, 2009. 9 “Decreto por el que se establecen las acciones que deberán llevarse a cabo por la Administración Pública Federal para concretar la transición a la Televisión Digital Terrestre”. Diario Oficial de la Federación, 2 de septiembre de 2010.
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Las redes de Televisa se extienden a la telefonía
Nos hemos detenido en el caso de la televisión digital porque muestra de forma clara los criterios que han prevalecido en la definición de las políticas públicas –o, en ausencia de ellas, en las políticas establecidas por el gobierno– para los medios de comunicación. Esos criterios no han contemplado la promoción de nuevos competidores en el campo de los medios electrónicos, no estimulan la innovación ni la creatividad en el diseño de contenidos, suponen que la sociedad se encuentra fundamentalmente complacida con la comunicación que ahora recibe y entienden a los medios como negocio que la estruja y casi nunca como servicio a esa misma sociedad. La convergencia tecnológica, que en otras latitudes está ofreciendo mayores y mejores capacidades para difundir mensajes en mayor cantidad y en ocasiones también calidad, en México ha sido fundamentalmente motivo para incrementar la presencia social y el negocio de las corporaciones que ya acaparaban la comunicación tradicional, de carácter analógico. Además del campo de la televisión, las políticas gubernamentales han seguido el mismo rumbo en otras áreas del entramado comunicacional. En la radio existen varias opciones para la digitalización. Las más relevantes son la que se ha desarrollado en Estados Unidos y la que ha prevalecido en Europa. También hay tecnologías de digitalización de las frecuencias de radio que se han puesto en práctica en Brasil y Japón. México debía elegir entre tales opciones que tienen diferentes niveles de calidad en la recepción de las señales pero que, sobre todo, implican la compra de equipos de distinta índole tanto para la transmisión por parte de las radiodifusoras como para la recepción por parte del público. Aunque no es una decisión difícil y a pesar de que en vista de la cercanía y las muchas interacciones con los vecinos del Norte la opción más viable ha sido el estándar estadounidense (denominado In Band On Channel, o IBOC) la SCT difirió por varios años la decisión acerca de cuál tecnología emplear para la digitalización en la radio 10. En junio de 2011 el gobierno dispuso que en México se adopte el estándar IBOC pero con una notable limitación: no será obligatorio, de tal suerte que la digitalización 10 Norma Patricia Maldonado Reynoso La transmisión radiofónica digital: perspectivas mundiales y el caso mexicano. Tesis en curso en el Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, 2006.
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de la radio dependerá de la decisión de cada empresa o institución que tengan frecuencias analógicas 11. Las diversas modalidades de televisión de paga, por otra parte, han estado bajo el dominio de una sola empresa. La televisión por cable se encontraba dispersa en docenas de pequeños proveedores que sólo podían retransmitir las señales de la televisión abierta cuando los grandes consorcios se los permitían. En muchos otros países la incorporación a las redes de cable de las señales de TV abierta no sólo es factible, sino que constituye una obligación para los proveedores de ese servicio. En México en cambio los cableros tienen que pagar por ello. En la ciudad de México y sus suburbios solamente existe una empresa de televisión de cable que es, a su vez, propiedad del consorcio Televisa. A partir de 2009 Televisa incrementó esa presencia comprando la mayor parte de las empresas de televisión de cable en todo el país hasta llegar, a mediados de 2011, a tener casi el 70% de ese negocio. El círculo monopólico se cierra en la televisión satelital. Hasta comienzos de 2009, la única empresa que ofrecía ese servicio era Sky, que en México también es propiedad de Televisa. Así que el consumidor, si quería ver televisión de paga, se encontraba atrapado en las redes de dicho consorcio. Tanto para contratar señal de cable como para recibirla en una antena satelital, estaba obligado a hacerlo con una filial de Televisa. Y si únicamente quería recibir televisión abierta de transmisión terrestre, encontraría que la mayoría de los canales (en la ciudad de México cuatro de nueve que transmiten en las bandas de VHF y UHF) son de la misma empresa. De allí la relevancia que tuvo el surgimiento de la empresa Dish, propiedad de MVS, un consorcio con larga tradición en el intento para crear opciones frente a Televisa. Dish ofreció televisión satelital con menos canales que el sistema Sky pero a precios menores. Además, estableció un acuerdo con Telmex para que el pago por la suscripción a ese sistema de televisión satelital pudiera hacerse a través de los recibos del servicio telefónico. Con esas dos ventajas (precios más bajos y facilidad para la facturación) Dish experimentó un crecimiento notable en menos de dos años y medio. En diciembre de 2008 había un
11 Gabriel Sosa Plata, “Radio AM y FM será ya digital”. El Universal, 20 de mayo de 2011 y Presidencia de la República, “Se establece el nuevo estándar digital”, 16 de junio de 2011, disponible en: http://www.presidencia.gob.mx/2011/06/se-‐establece-‐el-‐nuevo-‐estandar-‐digital
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millón y medio de suscriptores de televisión satelital 12, todos contratando con Sky. Hacia junio de 2011, se estimaba que había casi 5 millones y medio: casi 3 millones eran suscriptores de Sky y cerca de 2 millones 600 mil tenían contratos con Dish 13. A mediados de 2011, casi el 40% de los hogares mexicanos contaba con algún servicio de televisión de paga. Cinco años antes, en 2006, eran el 25%. Se trata de un incremento importante, que entre otras consecuencias ha implicado la caída en los índices de audiencia de las cadenas de televisión abierta. Mientras más opciones tienen para entretenerse e informarse, los mexicanos se alejan más de las televisoras convencionales. Sin embargo todavía en 6 de cada 10 hogares no hay más opción que las señales de Televisa y Televisión Azteca. Los canales estatales y/o culturales mantienen una tarea útil, e incluso abnegada, frente a las dos cadenas nacionales de la televisión abierta. Pero siguen constreñidos por los exiguos recursos financieros y técnicos de los que pueden disponer y, por lo tanto, mantienen audiencias acotadas por esas restricciones y por el insuficiente alcance de sus transmisiones. Las redes de Telmex, supeditadas a intereses políticos y corporativos
En el terreno de la transmisión de datos, que se encuentra crecientemente entrelazado con los medios de comunicación tradicionales, las definiciones de la autoridad también han sido más parsimoniosas de lo que requieren la realidad tecnológica y el desarrollo cultural y social. Concentrados fundamentalmente por Teléfonos de México, los servicios de telefonía no han tenido contrapesos capaces de mejorar sus precios. En 2011, Telmex tiene el 79.39% de los suscriptores en telefonía fija y Telcel, cuenta con 70.2% de las cuentas de telefonía celular 14. Durante muchos años, las autoridades regulatorias se abstuvieron de fiscalizar el desempeño de las compañías telefónicas. Los costos de esos
12 COFETEL, “Televisión y audio restringidos” (estadísticas). Disponible en: http://www.cofetel.gob.mx/es/Cofetel_2008/Cofe_television_y_audio_restringidos 13 “Telmex, con opción para adquirir Dish”. CNN Expansión, México, 29 de abril de 2011, http://www.cnnexpansion.com/negocios/2011/04/29/telmex-‐tiene-‐la-‐opcion-‐de-‐comprar-‐dish 14 Jorge Bravo, “Telecomunicaciones: insuficiente cobertura, convergencia y competencia”, en AMEDI, Panorama de la comunicación…, cit., p. 129.
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servicios, así como su calidad, han estado atados a las decisiones de las empresas, sin intervención estatal. Solamente hasta 2011, la COFETEL y la Comisión Federal de Competencia han tenido un comportamiento de mayor exigencia e incluso han impuesto multas muy altas por deficiencias en el servicio telefónico. Sin embargo tales sanciones han estado dirigidas solo en contra de las empresas del Grupo Carso (propiedad de Carlos Slim) precisamente cuando se ha registrado su enfrentamiento con Televisa y Televisión Azteca. Es decir, la acción supervisora y sancionatoria del Estado ha estado al servicio de las televisoras y no de los ciudadanos. Esa negligencia de las autoridades, así como la inexistencia de organismos de consumidores de telefonía, siguen significando tarifas altas y servicios que con frecuencia son de mala calidad. La ausencia de una política nacional para extender los servicios de telefonía ha reproducido, en este rubro, la desigualdad social y regional que escinde al país. En 2000, mientras que en el Distrito Federal existían 33 líneas telefónicas por cada cien hogares, en Chiapas solamente había 3.5. Una década más tarde, en 2010, en la capital del país había 46.3 líneas fijas por cada 100 habitantes, en tanto que en Chiapas había 5.4 15. Igual que en el caso de la televisión digital, la convergencia del teléfono con la comunicación binaria no ha sido aprovechada para desarrollar nuevos contenidos sino, exclusivamente, para propagar por nuevas vías los mismos programas y mensajes que ya conoce la sociedad mexicana. El envío de señales de televisión directamente al teléfono celular podría ser un recurso para crear opciones de comunicación distintas a las ya conocidas pero esos nuevos servicios solamente han sido planteados como espejos de las empresas de televisión abierta. El Estado no se ha propuesto aprovechar esos recursos comunicacionales que podrían servir, entre otros usos, como nuevas opciones de servicio y orientación. De manera natural aunque inconstante y desordenada –es decir, sin un proyecto estatal que hubiera podido impulsar y extender su crecimiento– Internet se ha desarrollado hasta llegar, a fines de 2010, a 33 millones de mexicanos que representaban, en esas fechas, casi el 30% de la población.
15 Datos en “Líneas telefónicas fijas en servicio por entidad federativa”, disponible en www.cofetel.gob.mx
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Sin embargo menos de la mitad de esos usuarios (algo menos de 16 millones) disponían de Internet en su hogar 16. Sin una política nacional para Internet como las que han existido en otros países –aparte de los planes europeos o estadounidense, las estrategias informáticas de Brasil o Chile se encuentran entre las más encomiables– la Red se ha extendido en México impulsada casi exclusivamente por el interés de las empresas privadas que venden conexiones y otros servicios. También en ese plano, ha ocurrido un proceso de concentración empresarial: cada vez hay menos proveedores de servicios de enlace a la Red en tanto que los pocos que existen con presencia nacional acaparan cada vez más cuentas de conexión. Teléfonos de México, a través de su filial Prodigy, ha impulsado de manera significativa el consumo de Internet gracias a la venta a crédito de computadoras que cobra junto con el servicio telefónico. A cambio de ese servicio la empresa que ya es dominante en la telefonía desempeña el mismo papel en la conexión a la Red ofreciendo un servicio caro y no siempre de calidad. En junio de 2010 el gobierno federal otorgó a las empresas Televisa y Telefónica una concesión para manejar un hilo de fibra óptica en la red de la Comisión Federal de Electricidad que alcanza 20 mil kilómetros en todo el país. A través de ese cableado, Televisa y Telefónica podrán instalar una nueva red nacional de transmisión de datos, fundamentalmente para Internet. A cambio tales empresas pagarían 884 millones de pesos, un monto muy inferior a la inversión que hizo el Estado para tender dicha infraestructura de la CFE. En las reglas de esa concesión, no se incluyeron disposiciones para regular las tarifas ni para asegurar parámetros mínimos de calidad en el servicio que se ofrezca a los usuarios. En México, la conexión a Internet es más cara que en muchos otros países. En marzo de 2009, en Argentina un paquete de telefonía a Internet, con llamadas ilimitadas y conexión a la Red de 3 Megabytes por segundo, costaba 109 pesos argentinos, el equivalente a 329 pesos mexicanos (según tarifas de Telefónica Argentina). En España, era posible contratar telefonía fija ilimitada, junto con Internet de 10 Megabytes por 27.42 euros, equivalentes a 466 pesos mexicanos. En Estados Unidos, la empresa Verizon ofrecía telefonía ilimitada a domicilio y conexión a la Red con velocidad de descarga de 15 Mb por 50 dólares al mes, es decir, 609 pesos. En México, el paquete
16 “Usuarios de Internet por lugares de acceso, 2001 a 2010”, disponible en www.inegi.org.mx
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de Telmex que anunciaba Internet con velocidad “de hasta 5 Mb” y con llamadas telefónicas, cuesta 999 pesos mensuales 17. Esa constituye apenas una de las varias facetas que asume en México la brecha digital y es pertinente recalcarla porque, en Internet, cada vez se desarrollan más espacios de comunicación que tienden a ser una alternativa frente a las costumbres y los contenidos de los medios convencionales. La televisión o la radio en Internet, o la apropiación de audios y videos de cualquier índole, son parte de las nuevas formas de quehacer cultural en el mundo. Los mexicanos no han sido ajenos a ellas. Especialmente entre los jóvenes de las principales ciudades, los usos creativos de la Red comienzan a generar experiencias de comunicación distintas a las ya conocidas. Pero con costos altos como los que han seguido existiendo en México la Internet de banda ancha, que es en la que se pueden tener esas formas de apropiación y creación de contenidos, será solamente para unos cuantos o crecerá con lentitud. Posibilidades de los ciudadanos en Red, pobrezas en el México de Televisa
El México del 40% que tiene acceso a docenas de canales de televisión, que es además el México del 30% de usuarios regulares de Internet, disfruta de amplio acceso al universo de contenidos, información e interactividad que hay en los medios digitales. En esos porcentajes se manifiestan avances que resultaría imposible soslayar. Además, la capacidad de propagación de inquietudes e incluso exigencias de los ciudadanos que se apoyan en la Red de redes para ganar presencia social está constituyendo, en México igual que en otras latitudes, un factor de renovación y expresión en la vida pública. Sin embargo no podemos dejar de mirar al México que constituye el 60% de las familias que no tienen más televisión que la que ofrecen los ya conocidos consorcios del entretenimiento interesado, o del 70% que sigue alejado de Internet. El México de los conectados a la televisión de paga disfruta de opciones en materia de información y de consumo cultural que no tiene la mayoría. Entre los ciudadanos con recursos para estar conectados a las redes informáticas se encuentran aquellos que además leen periódicos y
17 Raúl Trejo Delarbre, “Fracaso del gobierno en telecomunicaciones”, en Zócalo número 134, abril de 2011, página 8. Datos tomados de los sitios web de las mencionadas empresas y calculados al tipo de cambio en marzo de 2011.
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revistas. El otro México, el de los desconectados, está poco identificado con la comunicación impresa. Esa fisura en las opciones de información, entretenimiento e intercambio de experiencias, tiende a solidificar la existencia de dos segmentos que mantendrán concepciones del país y del mundo diferentes. El México del acceso a las redes y a los recursos digitales será más contemporáneo de su propio tiempo, con una visión inevitablemente más global y menos ensimismada. El México de Televisa –así lo podemos llamar puesto que esa ha sido y es previsible que siga siendo su principal fuente de insumos culturales en el sentido más amplio del término– tendrá concepciones más pobres de la información, la diversión, la educación y la vida mismas. La brecha entre unos mexicanos y otros no depende únicamente de su capacidad financiera. Aquellos que cuentan con canales y conexiones, no necesariamente se apartan de los cartabones culturales e ideológicos que tienden a propagar las televisoras mexicanas. No basta con estar suscrito a Sky o Dish, o tener Internet de banda ancha, para ejercer un consumo culturalmente pleno. Por otra parte no hay que desestimar los esfuerzos de quienes, sin contar con equipamiento o conexiones suficientes, son cibernautas frecuentes porque asisten a los cibercafés o en sus lugares de trabajo o estudio. También es preciso tomar en cuenta los sucedáneos y complementos que muchos ciudadanos encuentran para respaldar su consumo cultural. Aunque pueda ser cuestionable, el apoderamiento ilegal de señales de televisión por cable o satelitales sigue siendo una forma de ampliar el acceso a ese medio por parte de ciudadanos que no pagan por tales servicios y que, por lo tanto, no están inventariados en las estadísticas. Y la piratería como la denominan las empresas fabricantes de discos compactos y DVDs, o la apropiación de productos culturales como también se le podría llamar si se prescindiera de sus implicaciones judiciales también complementa, con secuelas que no han sido estudiadas, el consumo mediático de la población. La película El Infierno, que fue la segunda cinta mexicana con más espectadores en salas cinematográficas en 2010, tuvo en los cines un público de 2 millones 100 mil personas. Esa misma película, durante ese año, fue descargada de Internet por lo menos 604 mil veces 18. Si se considera que cada película descargada de la Red es vista por varias personas, podría
18 Datos tomados de Instituto Mexicano de Cinematografía, Anuario estadístico 2010. IMCINE, México, 2011, pp. 30 y 108.
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suponerse que el consumo de esa cinta fue tan numeroso a partir de las copias tomadas de la Red como en la asistencia a salas cinematográficas. Los anteriores datos no toman en cuenta las ventas legales de copias en DVD, ni las ventas de copias piratas. Las implicaciones de esas tendencias son de carácter legal pero también económico, cultural y social. En nuestro país no hay indagaciones puntuales al respecto, pero en todo el mundo la gente se aparta cada vez más de la televisión para destinar mayor tiempo a las películas o la música que alquila u obtiene a bajos precios o incluso de manera gratuita. Así que la brecha cultural entre los mexicanos está relacionada con la capacidad económica pero no se encuentra del todo condicionada por ella. El México del 30% o 40% con acceso a productos culturales variados y no necesariamente dependientes de Televisa, está conformado por ciudadanos de capacidad adquisitiva suficiente para pagar tales servicios pero, también, por aquellos que se las ingenian para lograr un acercamiento aunque sea esporádico a esos canales y contenidos. Concentración y espacio público La concentración de muchos canales en pocas manos, además de los efectos económicos y políticos que alcanza, tiene como consecuencia el empobrecimiento de la vida ciudadana. En la medida en que cuentan con más opciones de información y entretenimiento, los ciudadanos están en mejores condiciones de ejercer su libertad como consumidores culturales. En todo el mundo las corporaciones mediáticas alcanzan mayor poder y controlan cada vez más recursos comunicacionales. Uno de los más destacados especialistas españoles en el estudio de los medios ha explicado que, entre los rasgos recientes en las industrias culturales, se encuentra: “Un avance rápido de la concentración no sólo en torno a los grupos multinacionales sino también a las mayores empresas de cada mercado nacional (con frecuentes alianzas entre ambos), que se ha verificado en todas las vías posibles (integración vertical, diversificación horizontal y multimedia) y en todos los mercados desarrollados hasta tamaños que multiplican por muchas veces a los detectados (con alarma) en los años setenta. Aunque ese crecimiento aventurero no ha dejado de mostrar los pies de barro de muchos gigantes, con derrumbamientos en bolsa, endeudamientos desmesurados e incluso apresurados desmantelamientos (como Vivendi)” 19.
19 Enrique Bustamante, “Políticas de comunicación y cultura: nuevas necesidades estratégicas”, en César Bolaño, Guillermo Mastrini y Francisco Sierra, editores, Economía
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El profesor Bustamante se refiere a la crisis que en 2002 se develó en el conglomerado mediático Vivendi, de origen francés, que había crecido desmesuradamente a fuerza de comprar empresas de ese ramo a precios superiores a su valor real. Junto con tales tropiezos, la concentración de medios prosigue con tendencias como las que también señala ese autor. En México Televisa, como es sabido, tiene presencia en los más diversos espectáculos y no solamente en la televisión. Mientras sus intereses principales estuvieron en el negocio del entretenimiento, no tuvo rivales significativos. Pero Televisa, ahora, ha incursionado en la telefonía con las mismas prácticas con las que se ha sacudido a sus competidores en el campo de la televisión. Ese consorcio ha requerido –y aunque parezca sorprendente, ha obtenido– el apoyo del gobierno para debilitar al Grupo Carso, que ha acaparado el negocio de la telefonía en nuestro país. Durante largo tiempo Televisa y Telmex-‐Carso pudieron avanzar por cauces diferentes e incluso compartieron la propiedad de algunas empresas. Slim respaldó la restructuración financiera de Televisa en los años 90 y ambos grupos eran copropietarios de Cablevisión, entre otros negocios. Sin embargo la convergencia tecnológica propicia la amalgama de ambos tipos de negocio. Como apuntamos antes las televisoras han querido difundir, además de los contenidos que tradicionalmente han transmitido, señales de telefonía e Internet. Y las compañías telefónicas, que cuentan con extensas redes de cableado en fibra óptica, están en capacidad no sólo de conducir servicios telefónicos sino, junto con ello, canales de televisión. Hasta mediados de 2011 el gobierno se ha rehusado a modificar el título de concesión, suscrito dos décadas antes, que le impide a Telmex la distribución de servicios de televisión a través del cableado telefónico. De esta manera en México la digitalización ha tenido, entre sus primeras consecuencias, una nueva combinación de opciones para dichas empresas. Telmex-‐Carso ha adquirido un nuevo protagonismo, ahora en el campo de los medios de comunicación. Para los ciudadanos tendrían que ser del mayor interés las decisiones corporativas (alianzas, división de tareas, escisiones o reencuentros, etcétera) que tomen esas firmas porque de ellas depende, en buena medida, el futuro de la comunicación en México. Por lo pronto, los procesos de fusión y centralización mediáticas están teniendo secuelas ominosas en muy diversas áreas del entramado
política, comunicación y conocimiento. Una perspectiva crítica latinoamericana. Junta de Andalucía y La Crujía Ediciones, Buenos Aires, 2005, pp. 259-‐260.
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comunicacional. En la prensa escrita, por ejemplo, desde los últimos años de la década de los 90 se aprecia un proceso de creación o absorción de diarios locales por parte de consorcios manejados desde la ciudad de México o Monterrey. Los grupos Reforma y Multimedios y en menor medida los diarios El Universal, El Financiero y La Jornada, se han convertido en ejes alimentadores del contenido de numerosos periódicos en los estados. Esa concentración les confiere mayor influencia nacional y respaldo empresarial a tales grupos, pero en detrimento de la diversidad y de los rasgos locales en buena parte de la prensa de los estados. Y desde luego, en el caso de los medios electrónicos la concentración de emisoras, frecuencias y contenidos en unos cuantos grupos televisivos y radiofónicos, tiende a socavar la variedad de enfoques y programas locales que habría en todo el país de no ser por ese acaparamiento empresarial. Los efectos de la concentración mediática en la vida pública y por lo tanto en la erosión de la democracia, han sido advertidos en numerosas circunstancias nacionales. Por eso una de las constantes en la legislación para los medios y las telecomunicaciones, en prácticamente todos los países desarrollados, es el establecimiento de límites a la propiedad de empresas de ese ramo. La profesora argentina Ana Fiol, con razón, ha subrayado: “es innegable la relación entre hegemonía cultural (reproducida/fortalecida por la concentración de medios en pocas manos y estas manos además vinculadas a los grandes negocios nacionales y a la economía global, es decir, menos voces y más vinculadas al poder hegemónico) y la contracción de la esfera pública. Eso significa menos espacios para buscar y discutir problemas comunes, supone la invisibilización, banalización u hostigamiento de grupos sociales enteros y de sus problemas (negación de derechos básicos, pobreza, marginalidad), tanto como la alienación de las clases populares de decisiones que les conciernen” 20 . La concentración de medios de comunicación tiene efectos directamente proporcionales al estrechamiento del espacio o de la esfera públicos. Mientras mayor es el acaparamiento de muchos medios en pocas manos, menor resulta la flexibilidad, la hospitalidad y desde luego la amplitud del territorio público. Por eso la acumulación mediática exige regulaciones por parte del Estado y, por parte de la sociedad, contrapesos y contextos de
20 Ana Fiol, “Propiedad y acceso a los medios de comunicación en el mundo”, Chasqui 74, Quito, junio de 2001. Negritas en el original.
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exigencia. Los medios de carácter público pueden contribuir a equilibrar, o al menos a mitigar, el poder de las corporaciones privadas en el campo de la comunicación pero no bastan para ello. Para contrapesar la presencia –que en México a menudo se traduce en prepotencia y soberbia– de las corporaciones mediáticas, hacen falta decisión de legisladores y partidos, auténtica vocación de gobierno por parte de los encargados de la administración pública y sobre todo, que en la sociedad se desarrolle una actitud escrupulosa y analítica respecto de los medios. Algunas de esas corporaciones posiblemente tienen o tendrán pies de barro. Pero mientras se desmoronan, si es que eso llega a suceder, será preciso que sociedad y Estado construyan espacios para deliberar y proponer acerca de dicho poder mediático. En los siguientes años presenciaremos el surgimiento de corrientes ciudadanas, organismos sociales y observatorios que tendrán, como principal o exclusiva preocupación, el escrutinio de los medios de comunicación. Quizá entonces, además de reconocerlos como problema, a los medios se les comience a entender como recursos –de comunicación, socialización, propagación de ideas e informaciones de la más variada índole–. Ese futuro, con una sociedad que reclama y propone, ya lo estamos presenciando.
Granja de la Concepción, D.F., junio de 2006 y junio de 2011.
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ANEXO
Una agenda para los medios El cambio en la actitud de la sociedad hacia los medios de comunicación, como apuntamos en las líneas anteriores, ha comenzado. Una de esas expresiones fue el Encuentro Nacional por la Diversidad y la Calidad en los Medios de Comunicación, convocado por la Asociación Mexicana de Derecho a la Información y medio centenar de organizaciones sociales, los días 5 y 6 de abril de 2011 en el Antiguo Hospital Concepción Béistegui en el Centro Histórico de la Ciudad de México. La presentación de más de 150 ponencias y la asistencia de más de un millar de ciudadanos, señalaron la voluntad y la capacidad de la sociedad activa para inquietarse creativamente por el estado de los medios de comunicación. La relatoría general de dicho evento ofreció una apretada síntesis de esa evidente riqueza de planteamientos, contribuciones y propuestas. Estas son las 33 iniciativas generales que surgieron del Encuentro. 1. Reforma legislativa. La reforma legal para los medios de comunicación es de la mayor urgencia. El viernes 8 de abril se cumplió un año de la presentación, de manera simultánea en las cámaras de Diputados y Senadores, de la Iniciativa de Ley Federal de Telecomunicaciones y Contenidos Audiovisuales que fue promovida por varios partidos políticos y en cuya elaboración participaron miembros de la Amedi. Esa iniciativa establece limitaciones al acaparamiento de medios de comunicación, instituye un organismo con atribuciones para regular los mercados y actores de las telecomunicaciones y la radiodifusión, reivindica derechos de usuarios y audiencias de los medios y garantiza el funcionamiento de los medios públicos. Allí se precisan reglas para la interconexión entre empresas de telecomunicaciones y se asegura la plena convergencia tecnológica, así como sanciones más severas para quienes no cumplan con la ley y la regulación. La pluralidad en la radio y la televisión sería promovida con la licitación de más frecuencias y con espacios garantizados para la producción independiente. Además, se reconoce que la radiodifusión y las telecomunicaciones constituyen un servicio público que debe ser garantizado por el Estado. La publicidad engañosa o los contenidos no aptos para los niños también encuentran regulación en esta iniciativa. Habría que incluir otras propuestas adicionales como la creación de Fondos
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de Cobertura Social para servicios de telecomunicaciones en zonas rurales y desprotegidas. Esa iniciativa constituye el proyecto más detallado que haya sido elaborado para normar las telecomunicaciones y la radiodifusión. El aplazamiento en su dictaminación y análisis, incluso por parte de muchos de los diputados y senadores que suscribieron su presentación, resulta inaceptable. Únicamente el desinterés del Congreso de la Unión por estos temas y el cabildeo de las corporaciones mediáticas que no quieren una legislación que acabaría con el funcionamiento monocorde que ha caracterizado la comunicación en México, explican el abandono de esa y otras propuestas de reforma legal para los medios. 2. Política de Estado. Es necesaria una política de Estado incluyente, transversal y suficientemente debatida entre todos los actores de la comunicación (gobierno, legisladores, empresas, operadores y sociedad) que rija el destino de la radiodifusión, las telecomunicaciones y, en general, el desarrollo de la Sociedad de la Información y el Conocimiento en México. Es prioritario que los partidos y candidatos que aspiren a contender en la elección de 2012 incluyan entre sus plataformas programáticas y propuestas de campaña, políticas y acciones concretas para democratizar el actual sistema de medios. Cada vez es más ilegítimo que, por no molestar o por congraciarse con los concesionarios de la radio, la televisión y las telecomunicaciones, los candidatos demoren o impidan reformas al régimen legal, fomenten o avalen contrarreformas, u omitan políticas de Estado necesarias y urgentes para el desarrollo del país. 3. Licitar más cadenas de televisión. Existen todas las condiciones técnicas para que sean puestas a licitación las frecuencias que integrarían, por lo menos, dos nuevas cadenas nacionales de televisión. La inhibición del gobierno en ese asunto sólo se debe a la subordinación a Televisa y Televisión Azteca que abominan cualquier competencia en un mercado que han monopolizado indebidamente. 4. Nuevas opciones en televisión digital. La televisión digital debe servir, antes que nada, para que haya más frecuencias disponibles y, de esa manera, opciones distintas a las que hasta ahora han tenido los televidentes de todo el país. Deben destrabarse los obstáculos legales y administrativos para el desarrollo de esa televisión. Las frecuencias que sean utilizables a partir del cambio digital deben ser para nuevos operadores, incluyendo instituciones culturales y grupos sociales interesados en incursionar en ese medio. Sería
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inadmisible que, con la mudanza digital, las televisoras que hoy en día acaparan las frecuencias comerciales tuvieran más canales. 5. Certidumbre para los medios públicos. Los medios no comerciales tienen que ser entendidos como espacios de pluralidad, libertad, con independencia respecto de las instituciones oficiales y ser promotores de la democracia y la construcción de ciudadanía. Deben ser auténticos medios públicos y no espacios propagandísticos, para que cumplan a cabalidad con su función social. México requiere de un sistema nacional de televisión pública, que podría partir de la infraestructura de la cual dispone actualmente el Canal Once pero manejado con autonomía y con formas de retroalimentación con la sociedad. Para que los medios públicos cumplan nacional, regional y localmente las tareas que pueden desarrollar en beneficio de la calidad y la diversidad, es imprescindible que cuenten con pleno, suficiente y permanente respaldo financiero, pero sin necesidad de comercializar espacios con fines publicitarios. El patrocinio es una opción válida que debe definirse de manera clara en la legislación para que no se confunda con la publicidad. Por lo tanto, es prioritario legislar en materia de medios públicos para garantizar su certidumbre jurídica. 6. Señales abiertas para canales del Congreso y Judicial. Espacios de discusión y deliberación como los canales del Congreso y Judicial, así como opciones de televisión universitaria como TV UNAM, debieran tener una difusión abierta y nacional, para que los televidentes no tengan que pagar por recibir esas señales. Se trata de medios donde se debaten los grandes temas de interés nacional que afectan a todos los mexicanos, o bien de espacios universitarios donde se dan a conocer nuevos conocimientos o investigación científica que podría servir para solucionar los muchos y grandes rezagos que enfrenta el país. Sólo un Congreso reacio a atender las demandas ciudadanas puede darse el lujo de que los canales del Congreso y Judicial no sean conocidos por toda la población. 7. Tarifas bajas y obligaciones para operadores. La interconexión entre las empresas de telefonía tiene que lograr la mejoría, no el encarecimiento de tales servicios. La autoridad está obligada a garantizar tarifas bajas en beneficio de los consumidores, las cuales redundarán en una mayor penetración y cobertura de estos servicios. También es necesario que a las telecomunicaciones no sólo se les vea como negocio, sino como una nueva oportunidad para abatir brechas sociales en temas prioritarios como educación, salud, seguridad y gobernanza. Para ello es necesario que la autoridad establezca y verifique obligaciones de inversión y cobertura, a fin
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de que las nuevas tecnologías y sus ventajas lleguen a la mayoría de los habitantes, sobre todo los más desprotegidos. 8. Convergencia plena. Resulta absurdo que las empresas interesadas y con capacidad para ofrecer televisión de paga no puedan hacerlo debido al amago de quienes controlan ese mercado. Todos los sistemas de televisión codificada deben estar autorizados a difundir las señales de la televisión abierta; más aún, esa debe ser una obligación de los proveedores de televisión por cable, satélite o cualquier otra modalidad no abierta. En todos los sistemas de televisión de paga deben existir canales destinados a la difusión de contenidos audiovisuales creados por productores independientes. 9. Internet abierto, libre, rápido y barato. Los mexicanos tenemos derecho, en las mejores condiciones técnicas, a producir, recibir y distribuir contenidos digitales de toda índole. Ninguna política o legislación debe coartar el legítimo derecho de los usuarios de consumir productos culturales. El Estado tiene la obligación de garantizar auténticas conexiones de Internet de banda ancha a costos accesibles, a diferencia de las parsimoniosas velocidades por las cuales tenemos que pagar algunas de las tarifas de conexión a Internet más caras en el escenario internacional. 10. Una agenda digital. Concebir, diseñar, discutir y poner en práctica una agenda digital para conducir a México hacia la Sociedad de la Información. El acceso a Internet de banda ancha y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación debieran traducirse en mejores condiciones de vida para los ciudadanos, por cuanto estas tecnologías contribuyen a mejorar servicios públicos de salud, educación, seguridad y gobierno, además de proteger el medio ambiente. 11. Prohibir los “productos milagro”. Las televisoras se han convertido en vehículos de engaños cotidianos que ahora, incluso, lesionan la salud de los mexicanos. La publicidad de los llamados “productos milagro” contraviene las leyes en materia de salud y medios electrónicos. Exigimos que, de inmediato, las autoridades cumplan la obligación de sancionar tanto a los laboratorios como a las empresas televisoras que difunden esos productos. 12. Transparencia y claridad en el gasto de comunicación social. Los medios privados más poderosos se benefician de enormes y constantes transferencias de recursos fiscales porque los gobiernos federal y estatales, así como numerosas instituciones públicas, saturan de propaganda las frecuencias y atiborran de dinero público las finanzas de tales empresas al contratar espacios cada vez más amplios en la televisión y, en menor medida,
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en la radio, la prensa y ahora los medios digitales. El gasto publicitario de esos gobiernos debe regirse bajo una política de comunicación social, ser transparente y ser conocido en una base de datos pública y actualizada que contenga contratos, montos y tiempos de transmisión. Proponemos que por cada peso que se gaste en la contratación de propaganda en televisión y radio comerciales, se destine un monto idéntico a un fondo para la producción audiovisual independiente y para el fomento a la comunicación comunitaria y ciudadana. 13. Programa de ayudas para publicaciones. Los medios impresos también deben transparentar su tiraje, venta y cobertura y no basarse en cifras ficticias para conseguir publicidad oficial. En tiempos de consumos digitales y de caídas en los índices de suscriptores y lectores, un programa y la regulación de estímulos a la prensa pueden ayudar a erradicar la discrecionalidad en el otorgamiento de pautas publicitarias, asegurar la independencia editorial de las publicaciones y garantizar la pluralidad y diversidad de puntos de vista. 14. Reglamentar la propaganda gubernamental. Urge regular el artículo 134 constitucional en materia de propaganda y comunicación social para evitar más simulación y sometimiento a los medios electrónicos. Es necesario prohibir la publicidad encubierta, integrada y las gacetillas, que sólo buscan engañar o confundir a las audiencias, sobre todo en procesos electorales. Esto es indispensable para propiciar una relación más transparente y menos onerosa entre políticos, medios y ciudadanía. 15. Menos spots y más debate electoral. Hacer valer la legislación electoral es una prioridad de la autoridad, los partidos, los candidatos, los medios de comunicación y los ciudadanos. También debe elevarse el nivel de debate y de discusión de los asuntos públicos, sobre todo en contiendas electorales. El actual modelo de comunicación política basado en spots de 30 segundos sólo esquematiza los problemas y no contribuye a la deliberación pública. De cara a los futuros procesos electorales, resulta necesario poner en práctica formatos distintos de comunicación política que permitan el intercambio y la discusión de propuestas. 16. Homologar la Ley Federal de Radio y Televisión en materia electoral. Para reflejar la pluralidad y las contradicciones inherentes de la sociedad mexicana durante la disputa político-‐electoral, así como para garantizar la equidad en la contienda, prevenir y castigar incumplimientos de los medios electrónicos en materia electoral, es indispensable reformar la Ley Federal de Radio y Televisión y homologarla con las disposiciones que en materia de
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comunicación política dispuso la reforma electoral de 2007-‐2008, así como los diversos ordenamientos y reglamentos que para tal efecto emita la autoridad electoral. 17. Monitoreos oficiales y ciudadanos de contiendas y cobertura electoral. Cada vez es más necesario que la autoridad electoral, los observatorios ciudadanos y las organizaciones de la sociedad civil realicen monitoreos cualitativos y cuantitativos objetivos e imparciales, muestrales y censales del uso de los tiempos oficiales a los que tienen derecho los partidos, las nuevas formas de comunicación política tanto en medios tradicionales como digitales, así como de la cobertura informativa que realizan los medios de las contiendas electorales. 18. Propiciar la participación en elecciones. En todo momento la propaganda electoral en medios electrónicos debe ser administrada y contratada por el Instituto Federal Electoral. Internet debe seguir siendo un espacio libre donde políticos y ciudadanos encuentren un espacio de difusión e interacción. Tomar en cuenta a los jóvenes y dirigir mensajes para ellos, que motiven su participación e involucramiento en los asuntos públicos, es tarea tanto de autoridades electorales como de partidos y candidatos. 19. Derecho de réplica. La reglamentación del derecho de réplica es una de las demandas que más consenso generan. Contenido en la Ley de Imprenta, en el Reglamento de la Ley Federal de Radio y Televisión y en la reforma electoral de 2007-‐2008, el derecho de réplica permitirá crear un mecanismo para que los ciudadanos que se sientan agraviados por información falsa o inexacta soliciten a los medios la debida rectificación. El derecho de réplica no propicia censura sino que favorece un ejercicio informativo más preciso, serio, responsable y apegado a la realidad. El de réplica es un derecho consagrado en convenciones internacionales que no sólo beneficia a las figuras públicas sino a cualquier individuo, por lo que su reglamentación resulta urgente. Además, es un compromiso aún pendiente que asumieron los partidos al aprobar la reforma electoral de 2007-‐2008. 20. Garantizar derechos de las audiencias. La creación de códigos de ética, defensores de audiencia y otros mecanismos autorregulatorios, debiera ser una exigencia básica de cualquier medio de comunicación comercial o público. Los derechos de las audiencias, pero también las nuevas posibilidades tecnológicas y el aminoramiento de las relaciones jerárquicas en la sociedad, hacen que los consumidores y usuarios sean cada vez más críticos, exigentes y demandantes. Si realmente los medios ofrecen lo que el
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público pide, podrían empezar por conceder espacios y mecanismos para que las personas emitan sus comentarios, quejas o requerimientos. 21. Educar para los medios. Es necesario impulsar el desarrollo de estrategias educativas, con especial atención en la niñez y la adolescencia, para la lectura de contenidos mediáticos con criterios que contribuyan a una sociedad basada en la igualdad. Entre esos criterios es imprescindible la perspectiva de género. La academia y los espacios educativos deben contribuir para crear conciencia y fomentar un consumo crítico de los medios de comunicación, a través de materias y programas educativos que conduzcan a esa formación cívica. 22. Monitorear y observar a los medios. Impulsar cada vez más observatorios de medios que vigilen los contenidos mediáticos y den a conocer sus resultados con base en datos cuantitativos y cualitativos sobre el quehacer y la actuación de los medios de comunicación frente a temas como género, niñez, discriminación, salud, violencia, derechos humanos, diversidad cultural y participación ciudadana. 23. Erradicar formas de violencia y discriminación. Los medios tienen responsabilidades públicas que pocas veces cumplen a cabalidad. Es indispensable que promuevan contenidos que reivindiquen los derechos de las mujeres y las niñas y que se erradiquen las representaciones sexistas, homofóbicas, clasistas, racistas y discriminatorias que abundan en esos espacios de comunicación. 24. Equidad de género en los medios. Eliminar el llamado techo de cristal, hacer valer el derecho a comunicar de las mujeres y garantizar la equidad de género en el acceso a puestos de dirección en los medios de comunicación, permitiría erradicar prejuicios, representaciones machistas, formas de violencia y prácticas sexistas. 25. Regular anuncios de prostitución en publicaciones. Reglamentar en las publicaciones periódicas y en la radio y televisión los anuncios que podrían alentar la prostitución (o sexo servicio) y la trata de personas. La idea es que los medios de comunicación no denigren, no discriminen, no humillen por ninguna causa y sí respeten la condición humana de las personas. 26. Proteger la salud infantil. Prohibir de manera clara y sin que se preste a interpretaciones la publicidad de comida “chatarra” en horarios infantiles en la televisión y la radio y sancionar a las empresas que la promuevan en Internet. 27. Escrupulosidad en la cobertura informativa. Los medios de comunicación no son ajenos a las circunstancias de violencia y delito que
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devastan la sociedad mexicana. Tienen que hacer un esfuerzo para no fungir como voceros de la delincuencia y para manejar con toda escrupulosidad las informaciones sobre esos temas. Los códigos de comportamiento editorial que se propongan orientar el desempeño de los informadores y de los medios al cubrir asuntos relacionados con la violencia sólo tendrán eficacia si los periodistas, desde sus redacciones, los hacen suyos. Nos parece condenable el lucro político y propagandístico de Televisa, Televisión Azteca y otros medios con este asunto. 28. Salvaguardar el trabajo periodístico. La protección de los periodistas, especialmente de los reporteros que cubren informaciones delicadas, tiene que ser prioridad de la sociedad mexicana. Las empresas de comunicación están obligadas a pagar salarios dignos (sin distinción de género), financiar seguros de gastos médicos y de vida, brindar capacitación y emprender todos los esfuerzos posibles para respaldar a los periodistas en toda circunstancia, especialmente cuando se encuentran en situaciones de riesgo. 29. Periodismo ético, serio y profesional. Asimismo, es necesario que los periodistas dignifiquen su profesión y practiquen un periodismo más apegado a los hechos y menos a la estridencia de las descalificaciones, el sensacionalismo o la espectacularización de la noticia. Independientemente de la plataforma a través de la cual se dé a conocer la información, la búsqueda de lo novedoso, el rigor, la precisión al informar, la indagación, el contexto que ubique el acontecimiento y los más elementales parámetros éticos, siguen siendo características definitorias de un periodismo serio y profesional. 30. Investigar y castigar agresiones. El Estado tiene la obligación de crear condiciones para que los informadores desarrollen sus labores sin riesgos y de investigar y castigar las agresiones a los periodistas. El Estado mexicano, comenzando por el gobierno federal pero también las entidades de la República, han incumplido esas responsabilidades. 31. Reconocer y no criminalizar emisoras comunitarias. Un cimiento ineludible de la pluralidad que necesitamos se encuentra en la radiodifusión comunitaria. Lejos de garantizarla como mandata la Constitución, el poder político persigue e incluso sanciona penalmente a algunos de sus promotores. La comunicación comunitaria requiere de normas que reconozcan sus circunstancias específicas. La sociedad puede beneficiarse con la existencia de un vigoroso movimiento de radiodifusoras y otros medios de carácter comunitario, que solidifiquen la realidad multicultural de la nación. Es necesario que estos medios de auténtico servicio comunitario
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sean reconocidos legalmente, se suspendan de inmediato su persecución y criminalización y se garanticen condiciones para su autofinanciamiento. 32. Promover producción nacional independiente. Para propiciar diversidad y calidad en los medios se requiere financiar e impulsar la producción a cargo de pequeñas y medianas empresas. Para ello se propone que, con un gravamen trimestral equivalente al 2 por ciento de las ganancias totales de las cadenas privadas de televisión abierta y de los sistemas de televisión restringida, se establezca un fondo audiovisual que también beneficiaría a medios públicos y comunitarios. Asimismo, se propone incorporar un sistema de cuotas de pantalla de producción nacional y extranjera, tanto en televisión abierta como de paga. Con estas acciones se generarían empleos y se diversificarían el trabajo creativo, así como la pluralidad. 33. Apoyos para el cine y los documentales. Modificar la Ley Federal de Cinematografía para crear un fondo de apoyo a la producción de cine nacional, y obligar al pago por derecho de transmisión por parte de las televisoras, son apenas dos medidas prioritarias de la industria cinematográfica afectada en su cadena de valor por los productores, distribuidores y exhibidores extranjeros. Asimismo, es indispensable garantizar el derecho de exhibición de filmes documentales sin que se vean sometidos a censura previa o al capricho de las autoridades políticas o judiciales.
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