Cuento de Navidad

Pablito está muy contento. Su mamá está preparando todo para la reunión familiar de esa noche. Va a ser una cena de nochebuena muy bonita, con exquisiteces y regalos. Sabe que no existe Papá Noel, que es solo un personaje de leyenda, pero eso no le importa, igual recibirá regalos. Su papá le contó que eso se hace para recordar los regalos, que los magos le llevaron a Jesús cuando era un bebé.

Cerca de las ocho de la noche, empiezan a llegar los invitados, cargados deregalos. Su madre está todavía afanada enla cocina, el pavo es tan grande que tardaen cocinarse.

Mientras tanto su papá hace de anfitrión.Están a punto de servir la cena, cuandosu mamá se da cuenta de que falta sal.Pablito debe ir a la tienda de la esquinapor ella.

Sale de la casa, muy abrigado, hace frío. Entra en la tienda, compra la sal y sale. Pero algo llama su atención, hay un bulto acurrucado afuera de la tienda. Es un niño pequeño. Se queda mirándolo unosinstantes. El niño levanta su carita y lo mira con ojitos tristes. Está muy flaco y sus ropas está rotas. No sabe qué hacer en esos momentos. Se acuerda que lo están esperando con el encargo y emprende veloz carrera hacia su casa.

Al abrir la puerta, le llega el aroma del pavo recién horneado y siente el calorcito de la calefacción. Se siente culpable. No puede quitarse de la mente la imagen de aquel niño, afuera, temblando de frío. ¿Por qué está solo allí?...Quizá no tiene papás...La voz de su madre resuena en sus oídos: "¡La cena está lista!" Los demás empiezan a ocupar sus lugares en la mesa. Va a la cocina a dejar la sal y se queda parado ahí, indeciso.

¿Cómo podría sentarse tranquilamente a la mesa y disfrutar de aquella deliciosa cena, sin pensar en aquel niño, hambriento, solito y con frío allá afuera? Ya no tiene ganas de comer. Su mamá lo hace ir a la mesa. Observa su plato, un gran trozo de pechuga de pavo, jugoso, humeante, acompañado de las papitas doradas que tanto le gustan y esa salsa, especialidad de su madre, que los invitados siempre le alaban.

Su padre pronuncia una oración agradeciendo por aquel banquete y acaba como siempre: "Señor, dales a los que no tienen..." Esto último golpea los oídos de Pablito y no puede aguantar más. Sale corriendo hacia la calle, sin escuchar los gritos de su mamá. No le importa otra cosa que comprobar si ese niño está todavía en el mismo lugar.

Llega al lugar y allí está. Toma al pequeño de la mano y lo lleva a la casa. Todos se asombran cuando entra con él al comedor. Su padre, toma al pequeño y le hace algunas preguntas, pero el niño apenas sabe hablar. Lo único que logra decir es su nombre: Manuelito. Después, lo lleva a la mesa, lo sienta en sus rodillas y le da de comer. El niño empieza a comer con tal ansiedad, que la mayoría de los presentes no pueden contener las lágrimas. Nadie dice una sola palabra.

A la hora de recibir los regalos, Pablito se inquieta, no hay ninguno para Manuelito, pero entonces toma una valiente decisión: le cederá el primer regalo que lleve su nombre. Y así lo hace. Cuando escucha de voz de su padre: "¡Este es para Pablito!", lo recibe y lo pone en manos del pequeño. Seguramente el pobrecito nunca en su vida ha recibido un regalo. El niño se queda observando la caja y sonríe.

Pablito le ayuda a desenvolverla, su corazón se queda helado. Es ese fantástico juguete que ha estado pidiéndole a su papá durante muchotiempo. Le dirige una mirada de agradecimiento a su padre y éste, notando su decepción, le hace una seña hacia los otros regalos, como para recordarle que hay más para él.

Esa noche Pablito comprueba que el mejor regalo de todos ha sido ver a ese pequeñín feliz por primera vez en su corta vida. Eso es un verdadero regalo, que nunca se acabará, porque es un regalo para su alma.

Han pasado veinticinco años desde aquella nochebuena. ¿Qué pasó con aquel pequeño? Los padres de Pablito lo adoptaron y Manuel se acaba de graduar en la universidad, con honores. Está muy contento porque piensa que es una manera de compensar a sus padres adoptivos por todo lo que han hecho por él y no se cansa de agradecer a Dios , porque esa noche en casa de Pablo, su hermano y amigo del alma, se acabara la sal.

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