MEMORIA FRAGMENTADA de Max Aguirre Rodríguez

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“Memoria fragmentada” Por Max Aguirre Rodríguez

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En crescendo“Memoria fragmentada” es el texto que inaugura una trilogía ideada por Max Aguirre Rodríguez. En esta primera entrega, los protagonistas parecen ignorar por completo lo que solo años después terminará destruyéndolos. La historia inicia con las vivencias de Jack narradas en primera persona. Simplemente cuenta sus intentos por conquistar a Cecilia, la hija de una madre aristócrata y sobreprotectora. Aníbal Castaños, su contraparte, lo acompaña en este recorrido. La trama se va complicando cuando Jack debe tomar una decisión al final del primer capítulo. Pistas sobre algo más grande empiezan a irrumpir el relato.La decisión de Jack transforma la novela dejando a un lado la comedia romántica y tornándola cada vez más oscura. Jack ha vuelto luego del exilio y nadie parece recordarlo o al menos es eso lo que parece. Tampoco él parece dispuesto a revelar sus secretos. Aníbal Castaños vuelve a aparecer para guiarlo creando paralelismo entre esta y la primera parte. El segundo capítulo es contado por un personaje que era secundario en el primero y que mantiene el suspenso sobre si Jack está maldito o si todos han decidido ignorarlo. Cecilia vuelve a ser la misión (ahora más) imposible. Otros personajes secundarios cobran importancia como el escritor en ciernes Billy Nakamuro, el misterioso Ricardo, el novelista Luis (mejor amigo de Cecilia) y Alex Aguilar, quien narra esta parte.*la reseña se publica completa en unos días.“Los recuerdos de Jack me acosaban. Recordé a Cecilia y el sentimiento ambiguo que terminó sintiendo hacia ella. En ese entonces las cosas eran sencillas. Aunque todo terminó complicándose”.https://www.facebook.com/memoriafragmentada

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“Memoria fragmentada”

Por Max Aguirre Rodríguez

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1A

Jack es un estudiante español que extiende su visita en Perú una vez que conoce a Cecilia. Él hará lo posible por ganarse la aprobación de su madre elitista.

Al final una decisión será tomada…

Por Jack Agüero

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Prólogo: visita a la casa de su madre

Me habían dicho pestes de ella. Le habían vertido hasta ahogarla. Estaba empapada toda de visceralidad. Solo pocos le habían sobrevivido. Y cada uno contaba un relato propio del encuentro con la bestia.

Íbamos caminando a su casa mientras la admiraba con poca discreción (como un pretendiente muy atento). Ella era perfecta: casi perfecta. Su cabello rubio oscuro se agitaba mientras me sonreía. No puedo decir que me sorprendía mirándola. Nunca había sido una sorpresa. Desde que nos conocimos, en ese bar barranquino, ella sabía de mis intenciones. Y yo siempre supe de las suyas. De hecho, ella comenzó con todo (algo extraño para las mujeres de este país).

Esa caminata estuvo llena de algunas risas y mentiras (en especial de mi parte). Me había pasado unos meses recomendándole novelas (cuando aún me gustaban) de las que solo había leído el primer capítulo. Por suerte, ella no leía mucho más. Nos inventábamos el resto de esos libros como cómplices de una estafa. Los finales, por consenso implícito, siempre eran abiertos y fantásticos.

Evitaba mis preguntas idiotas sobre su madre. Yo le lanzaba interrogantes sobre, lo que era para mí, un espécimen raro o un monstruo. Esto no parecía causarle gracia así que después de media hora cambié el tema.

Cuando, me dijo, ya estábamos cerca, ella empezó a hablar de uno de sus amigos. Luis. Sí, era Luis. El líder o sublíder de ese escuadrón de subnormales. Por lo que me contaba, Luis era un hombre con las mismas aspiraciones que las mías. Ambos le dedicamos textos que ella adoraba. Ambos habíamos empezado una novela total no hacía mucho. De ambos guardaba cartas de amor. Y ambos la habíamos besado alguna vez. ¿Celoso? Para nada.

Cuando blandía a Luis, yo desfundaba a Aníbal Castaños. O mi versión anarcosindicalista de él. Hacía suyas todas mis críticas a su familia y a sus amigos “burgueses”. Ella apenas replicaba

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algunas cosas. Pero cuando se animaba podía ser demoledora. No era una mujer estúpida pero vaya que odiaba a mi Aníbal Castaños, el hombre más resentido de este país.

Al llegar a su casa, presumiéndome más educado que el resto de habitantes del país, saludé a la empleada con un beso en la mejilla. Pude ver un gesto de desaprobación por parte de La madre. Ahí estaba ella. Con una sonrisa estática como si se hubiera detenido en el tiempo que la compró. O en el tiempo en el que la mandó a hacer. No se veía monstruosa pero de ella emanaba una atmósfera que me hacía presagiar que sería ejecutado por una franquista.

Faltaba más de un año para ese 20 de octubre del 2012. En esa ocasión me miró con otros ojos. Pero la primera impresión fue tan incómoda que Cecilia se la pasó preguntándome si me sentía bien o si me asfixiaba de calor. Su madre era hermosa pero inspiraba maldad. Me sentía amenazado en todo momento. Me sentía como un prisionero en medio de un brutal interrogatorio. O como un delincuente común con el que juegan al policía bueno y al policía malo.

Su madre... era una vieja insoportable. Se la pasó preguntándome sobre mis viajes. Me tenía hinchado. Llegó un punto en que decidí mentirle para que se callara. Ahí fue que comencé un relato que hasta Cecilia se creyó. Les dije que era un aristócrata en mi país. Su madre, más interesada que de costumbre, me consultó si tenía carro. Afirmé que incluso tenía chofer y vi cómo le empezaban a brillar los ojos a Cecilia. Ahí empezó mi calvario y esta historia llena de engaños.

Capítulo 1: la creatividad peruana

Habían pasado ya tres días y solo quedaba uno (u horas de este). No podía recurrir a ningún amigo porque moriría socialmente. Así que solo me quedaba Aníbal Castaños, el de verdad, no mi personaje; un hombre que llevaba 21 años como cadáver social.

Era un hombre alto de mirada hundida y de risa gastada. Era algo inmaduro para su edad. Me lo encontré junto a Billy Nakamuro. Esperé que este se fuera. Aún no lo conocía. No cruzamos ni miradas (luego intercambiaríamos indiferencia y sueños pero ahora no).

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“¿Tienes carro?”. “Sí, sí tengo”. Le conté mi caso luego de ver que no tenía otra alternativa. Necesitaba su carro. Yo ya sabía que tenía uno cuando, en la mañana, se lo pregunté a Alex Aguilar. Así que esa tarde ya estaba lleno de valor, dos navajas y una manopla. Sí, iría a casa de Aníbal por primera vez. “¿Cómo será su casa?”, me preguntaba. No dejé de preguntarme eso hasta que llegamos a un callejón asfixiante en el que noté la inutilidad de mi estrategia. Estaba en terreno hostil como un extranjero que le da la espalda y la victoria al bárbaro de turno. Yo ya estaba listo para lo peor: asesinarlo.

Noté que me tocaba la espalda y saqué una de mis navajas ante su sorpresa. No olvido su cara. El hombre quedó muy impactado. No supe qué decirle. Luego hizo como si la escena fuera muy habitual.

El trago de esa noche hizo que olvidara el resto (yo estaba muy lejos de ser abstemio como ahora). Traté de rememorar el plan de Aníbal pero recordé solo una pelea sin sentido. “¿Aceptó darme el carro?”, pensaba mientras el vomito laceraba mi garganta. Terminé en algún lugar completamente alcoholizado y oliendo a muerto… sí, quizás a un muerto social.

Cuando desperté, Aníbal me llevaba en hombros hacia su casa. Me repetía que debía ducharme porque vería a “mi chica” en unas horas. Me ¿recordaba? que su tío vendría pronto y que todo estaba pactado.

Mientras Aníbal me duchaba sin que le importara mi privacidad, sentí que estaba perdiendo a Cecilia.

Me recuperé en 3 horas justo a tiempo para salir rumbo a… al lugar en el que me encontraría con ella. Tendría que decirle la verdad. Me volví a quedar dormido.

Más o menos media hora después me vi a mí mismo en un carro con un señor con gorro y camisa. Entonces noté que a mi billetera le faltaban 500 soles. “Pero supongo que este favor lo vale”.

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Entonces noté que estaba muy limpio y llevaba camisa. “Es de Aníbal seguro”. Bajé del carro y ahí estaba esperando con ese vestido perfecto y con la sonrisa cómplice de siempre. Parecía una mujer sacada de un catálogo. Yo no sé muy bien cómo me veía. El carro era azul oscuro. “Un color elegante”. La invité a subir. El “chofer” la saludó. “Buenas tardes, señorita Cecilia”. Ella correspondió con una sonrisa que luego me extendió.

No conversamos mucho porque temí que se diera cuenta de lo cansado que estaba. Dejé que fuera un monólogo. A ella le gustaba contarme cosas. Yo solo reía. El trayecto fue corto. Ahora, supuse, el tío de Aníbal tenía que esperarnos mientras Cecilia y yo nos pondríamos al frente de La obra de teatro. Pero cuando Cecilia bajaba, el “chofer” decidió cobrarme. Yo pensé que era una broma y mantuve una mueca inescrutable mientras apartaba a Cecilia de la escena. “Pero ya le di 500 soles a Aníbal”, le dije. “A mí no me dio nada”, replicó. Cecilia aún no se había alejado lo suficiente y decidió preguntarme qué pasaba. “El joven no me ha pagado la carrera”.

Pensé todo muy rápido. “De la carrera de tu hijo ya conversamos la semana pasada, Mario. Esos gastos van a medias aunque no sea la obligación de mi familia”. El tío de Aníbal no supo qué decir. Le dije a Cecilia que se adelantara. Prácticamente se lo ordené. Ya había perdido toda la calma. Era obvio que algo andaba muy mal.

Primero traté de decirle al tío que le daría el dinero luego. Pero este no entendía lo que le decía. Parece que Aníbal solo le había hablado de una carrera (un viaje). Sé qué pude darle algo de dinero para solucionar todo. Pero estaba muy molesto con Aníbal. El muy hijo de puta me había estafado. Ya ambos estábamos gritando. Él gritaba, yo replicaba con gritos, él duplicaba con gritos, yo gritaba por tres. Los gritos aumentaban de intensidad. Los gritos iban y venían. Los gritos afirmaban. Los gritos negaban. Los gritos intimidaban. Los gritos insultaban. Los gritos golpeaban y cortaban. Los gritos se apoderaban de la escena. Cecilia no se veía muy contenta y tampoco el policía que se acercó para tratar de ayudarme.

Yo no sabía cómo defenderme así que seguí con mi cuento. “¿Qué pasa acá?”. “El joven no quiere pagarme la carrera y se pone faltoso”. “¡No seas insolente! Yo te pago mensual y sin retraso”. “Este muchacho está confundido”. “¿Qué pasa acá?”. “Nada. Mi chofer se volvió loco”. “No. Yo no soy su chofer. Lo que pasa acá es que este imbécil se sube a mi carro y no me paga”. “¡Este carro te lo compré yo, ignorante!”.

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El policía pidió los papeles para confirmar si esto era un taxi o un carro privado. El tío se fue a buscar algo en la guantera y yo decidí correr hacia dónde sea y hasta caer como el cadáver social que ahora sí era. Todo se había ido a la mierda en 4 días.

Capítulo 2: ¿Qué quiere Luis?

Con la sobriedad descubrí que habían sido 5 y no 4 los días previos a mi suicidio social. ¿Podía renacer? Llevaba casi un mes sin hablar con Cecilia ni con su círculo de amigos (aunque esto último me alegraba).

Estábamos los 4 presentes. Normalmente los otros 3 no serían ellos pero, en mi condición, acepté unírmeles. Años después nos volveríamos inseparables pero ahora no.

Lo primero que hice fue arrancarle disculpas a Aníbal Castaños por lo que me había hecho. Él terminó confesando que me robó 200 soles pero que no sabía nada más. Y que le disculpara porque su tío tiene principios de Alzheimer. Dijo que me los devolvería por partes. Lo mandé a la mierda.

También estaba Alex Aguilar, un sátiro elegante que casi siempre parecía un cómico de cualquier esquina. Le gustaba zambullirse en su inmadurez y, al tiempo, pretendía arrastrarnos hacia ella. Y Billy Nakamuro.

No aguanté ni 10 minutos con esos estúpidos. Decidí ir a mi casa sin desplegar mis navajas. Ya tendría tiempo para vengarme de Aníbal (como el trágico 1 de noviembre del 2012). Pero ahora eran muchos. No era el momento.

Cuando llegué a mi casa extrañé al trío de badulaques. Tenía mucho tiempo libre y pocas cosas en las que ocupar mi mente. Era inevitable pensar en Cecilia. Fue la primera vez que deseé tener un trabajo (algo que cambió un año después cuando me volví alérgico a este). Ya era demasiado

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tiempo. Las ansias aparecían en todos lados y no podía hacer nada para evitar mirarlas. Decidí que solo podía estar a salvo en mis sueños. Solo ahí no me sentía vulnerable. Entonces comencé a ejercitarme o a leer las novelas que jamás antes había terminado (los finales que construía con Ella me resultaban mejores… y de nuevo pensaba en ella). Al tiempo mejoraba mi novela total. Pero daba giros sobre decepciones amorosas (y la novela era un policial). Entonces decidí salir a las calles y robar bolsos. Era algo casi absurdo y solo lo intenté una vez como a las 4 de la tarde. Casi me atraparon luego de una magnífica persecución y hasta tuve deseos de repetir la experiencia. Solo ese día pude dormir temprano y guarecerme en mis sueños.

(Sigue luego del fragmento 2A)

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2A

Jack regresa de su viaje y todos, excepto Alex, dicen no recordarlo. Él, asumiendo que está maldito, aceptará su propia mortalidad y luchará contra el tiempo.

La verdad empezará a ser revelada…

Por Alex Aguilar

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Prólogo: mis ojos

Es 2012 y he vuelto a ver a Cecilia. Lástima que ahora Jack sea menos que un recuerdo. No aparta la mirada de mí aunque yo hago todo lo posible por incomodarla con la mía. Nos miramos fijamente aunque solo yo entiendo la escena.

Él, hace unas semanas, había regresado de su viaje con demasiado retraso aunque el tiempo era ya irrelevante. Nadie, salvo yo, lo recordaba. Las pocas veces que lo había visto las recuerdo por la soledad que las enmarcaba. Mis compañeros (no amigos) lo habían observado mientras hablaba solo. No quedaba nada del sujeto que nos imponía cierto respeto.

Me habló recién luego de una semana de aparente reclusión. Era una versión apagada de Jack. Estaba ante el mismo hombre de casi metro ochenta pero sus expresiones eran recatadas… temerosas. Cierta paranoia parecía invadirlo por momentos. Y soltaba unos relatos que me asustaban. ¿Por qué nadie podía recordarlo? ¿Unos meses fueron suficientes para borrar todo rastro de él? Me sentía extraño hablando con ese hombre sobre sus sentimientos. No quería conocerlos.

Había algo extraño en él. No me sentía cómodo cuando hablábamos porque yo siempre evadía el tema de Cecilia y el resto de temas eran por lo menos delirantes. Decía estar maldito. Decía que su existencia había sido arrancada de la mente de los demás. Una tarde decidí abordar ambos asuntos porque surgió algo de amistad (él era un aspirante a escritor y yo un hombre que no había fracasado aún en la literatura). Me quiso convencer de algo totalmente absurdo. Pensé que era un juego. Aquella vez, la última charla de todas, dijo que Cecilia lo recordaría si lograba darle un beso.

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Jack, me dijo, debería ser como ese hombre que solo existía en la mentira que le contó a Cecilia. Debía hacer que la ficción se volviera realidad. Solo así Cecilia lo volvería a amar. Yo, por supuesto, le dije que no me jodiera más si ya tenía esa respuesta. Él me ignoró y me apartó de la tramoya. Yo solo sería un observador. Quería ser solo eso. ¿Recuperaría Jack a Cecilia empleando una nueva personalidad? ¿Era ignorado o estaba maldito?

Capítulo 1: el desencuentro con el ser amado

El día anterior Jack había logrado acercarse a Aníbal Castaños pese a la aparente amnesia del último. O quizás gracias a que Aníbal la fingía. Se encontrarían en la fiesta de Luis (el no tan nuevo pero ahora recurrente pretendiente de Cecilia). Aníbal era una de esas amistades a las que no se le puede confiar nada. Ni secretos ni miedos. Y menos dinero. Aquel sujeto alto, que era como una versión más marginal del propio Frankenstein, conoció a Jack en el sexto ciclo de la universidad y ahora “Frankie”, un año después, seguía en el mismo.

¿Cuál es la única respuesta posible para un hombre inculto que ha sufrido? La violencia… la violencia extrema. Ella hermana al rico y al pobre, al culto y al tonto, y a Jack y a Aníbal. Ambos golpeados por la salud ajena y la enfermedad propia. Ambos deseando, de tanto en tanto, a veces la vida y a veces la muerte.

Pero Aníbal era un parásito. El chupasangre de Los Castaños. Un pobre diablo. Un delincuente. Aunque algunos le veían nobleza en el rostro.

Jack, ya para ese entonces, había tomado la conciencia de un personaje sacado de una funesta novela tremendista. Un personaje a punto de explotar ante la menor provocación. Aníbal, en cambio, había aprendido de los fugaces encierros causados por su resaca. Ambos se dirigieron a la fiesta sin siquiera notar a sus semejanzas. Había cierto cariño y respeto por parte del bobo pero el culto, quizás el verdadero estúpido, no podía verlo.

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El lugar de la fiesta emulaba un castillo. Jack pasó muy rápido. Entró como si llegara tarde (como si a alguien le importara). Aníbal sí se detuvo a mirar un poco los exteriores (como una persona normal) y a la gente que era atraída por el carisma y dinero de Luis.

La mayoría había asistido a la fiesta a felicitar a Luis por el éxito de su nueva novela. Nosotros no. Y muchos tampoco. Sus textos eran totalmente prescindibles. No eran reflexivos ni novedosos. Ni entretenidos ni impactantes. No había ganado ningún premio pero sus contactos hicieron posible que tuviera una publicidad que no le hacía justicia. Era un maldito fraude.

Luis se encontraba con sus invitados, a una distancia modesta, discutiendo su nuevo manuscrito sobre una pareja de amigos que tenían sexo solo los jueves. Esto parecía hasta gracioso incluso para Cecilia que no paraba de reír. Sí, ella. Luis había sucumbido a la literatura ligera y comercial. Pero su domesticación le había traído cierta fama y algo de dinero. Aunque de esto último ya tenía suficiente. Jack se acercaba poco a poco a la escena con una navaja en el bolsillo. Luis, el anfitrión, ni siquiera había notado su presencia. Y tampoco Cecilia. ¿Lo estaban ignorando? Pronto lo sabría.

Aníbal interrumpió la caminata. Se interpuso. Miró fijamente a Jack y lo dirigió hacía un grupo de amigos. “¿Todo bien?, Jack. Espero que esta vez no cometas una locura”, le advirtió Aníbal. “¿Esta vez? ¿Acaso ya recuerdas las anteriores?”, lanzó Jack. Solo hubo silencio. Aníbal bajaba la tensión con algunas bromas. Sus otros amigos, Caín Cárceles entre ellos, trataban de asimilar a Jack. “Hombre, andas muy tenso, joder jaja”, bromeó Cárceles. Aníbal se refería a Luis como un aristócrata que podría camuflarse entre el pueblo llano (por su color de piel). Lo cierto es que Luis era un hombre bastante inteligente que había aprendido a no responder a blasfemias de ese tipo. Se encontraba en un plano en el que un cuestionamiento sobre su legitimidad era una canallada bastarda o donde la calumnia de ser adoptado solo le podía producir una mueca. No había forma de provocarlo. O, en todo caso, las había pero él siempre analizaba la situación y al rival. Era obvio que con Jack, un ¿desconocido?, apelaría primero a lo protocolar y lo invitaría a largarse de sus dominios. Luego… quizás ni él mismo lo sabía. ¿Lo enfrentaría pese al metro ochenta de Jack Agüero? ¿Habría un intercambio de insultos? ¿Evitaría ser apuñalado?

Jack pudo ver cómo Cecilia evitaba ser besada por Luis. Eso le resultó algo nostálgico. ¿Había ella cambiado mucho estos meses? Aníbal ni la conocía así que Jack no tenía ninguna referencia sobre algún tipo de metamorfosis. “¿Te gusta esa flaquita?”, cuestionó Cárceles, el que aparentemente la había marcado como posibilidad. Jack no respondió. No lo miró. Y abandonó al grupo. Empezó a acercarse. Cada paso debía ser cauteloso. Había aún muchos obstáculos. Pero Luis parecía irse a alguna otra parte.

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Cuando vio que Cecilia se alejó a buscar algo distante a Luis, le pareció natural ir a reconquistarla. Había transcurrido casi un año. Mejor dicho: le habían impuesto un año. Ya estaba invadiendo su espacio personal. Ella lo miró directamente a los ojos mientras se acercaba aún más. Su mirada parecía mostrar temor pero ocultar deseo. Era una mirada que Jack no podía relacionar con algún momento anterior. ¿Era la mirada de sorpresa que causa un extraño o la contemplación de alegría que despierta el ser amado? ¿Qué eran esas cejas levantadas y esa ausencia de sonrisa? ¿Qué decía el cuerpo de Cecilia cuando parecía no querer revelar nada? ¿Recordaba o no a Jack? ¿O al menos lo hacían su cuerpo y su respiración?

Jack la saludó nerviosamente. Cecilia quizás no respondió o tal vez lo hizo con poca convicción. Él no supo qué más decir así que no agregó nada. ¿Ella replicó el saludo? Jack no estaba seguro y se alejó casi instintivamente. Había sido incómodo. Él volteó y vio que Cecilia parecía no saber qué hacer. Pero ese era el momento y lo arruinó. No hubo una sabia retirada sino un total desencuentro entre dos personas que no se habían separado nunca del todo.

Jack se sentó por una hora como si el tiempo se hubiera detenido para él. Así pasó una hora mientras Aníbal maldecía haberlo traído. “Ese huevón”.

Jack entonces se paró. Caminó decididamente hacia Cecilia y la tomó de la mano. Pero la soltó casi al instante. Estaba maldito.

“Hola, un poco aburrido esto de hablar del libro de tu novio, ¿no?”

“¿Ah?”

““¿Ah?” Tú no sabes quién soy, ¿no?”.

“Yo…”

“¿Realmente te gusta eso que escribe tu novio?”

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Las respuestas de Cecilia siguieron siendo introvertidas. Ella no podía ni mirarlo. Jack, que era un hombre inestable, hizo cada vez más iracundo su cuestionario. Estaba como poseído. Violentaba a Cecilia con más preguntas. Eran como golpes. No eran certeros y quizás no pretendían lesionarla. Pero eran como amenazas de lo que estaba a punto de venir. A veces ni esperaba una respuesta. A veces le bastaba con media palabra para lanzar otro puñal. Porque eso comenzaba a ser: un hombre resentido intentado un homicidio. Un hombre que amagaba a matarla. Y sus manos empezaban a ser como puñales. Y luego hasta se podía escuchar cómo no daban en el blanco pese a desearlo. Cecilia quiso irse. Intentó ser amable. Jack gritó como un demente: que tenía carro, que ahora tenía trabajo. Que era mejor que Luis. Que debían volver. Que lo recordara. Que no fingiera más.

“¿Qué mierda haces?”, increpó Aníbal a un descontrolado Jack. Algunos habían escuchado los gritos. Jack decidió que era hora de sacar la navaja. Aníbal trató de contenerlo. Jack lo empujó y este cayó sobre una mesa de vidrio. Aníbal se repuso y golpeó a Jack fuertemente en la cara las veces necesarias para noquearlo.

Jack y Aníbal abandonaron la fiesta. Jack tomó conciencia, en una calle, de lo que había hecho. Le faltaba su navaja y el dinero que había llevado. Aníbal lo había golpeado en la nariz y se reía a unos metros. “Huevonazo de mierda, ¿en qué estabas pensando? ¿Para qué traías esto?”, acusó Aníbal. Jack se levantó del piso listo para atrapar a Aníbal. Pero empezó a retorcerse de dolor y cayó a la pista. O pareció lanzarse hacia ella. Comenzó a toser de una manera extraña. Era sangre. Estuvo así hasta que dejó de moverse. Aníbal solo en ese momento decidió acercarse.

Era ya de madrugada. Y Jack volvería a estar consciente luego de varias horas.

Capítulo 2: un día antes / un día después

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Yacía Jack en el sofá de Aníbal. Sus padres habían perdido la paciencia con este último. Tenían ganas de que sea un bastardo. Aníbal, culpable, se sentía cada vez más parásito. ¿Qué había hecho ahora? Traía a un hombre ensangrentado a casa sin ningún tipo de pudor. Les dijo a sus padres que no lo jodieran. Que él no era como su hermano fallecido; que dejaran de compararlos. Que no pasaba nada malo. Que se vayan a la mierda y se queden dormidos.

A sus padres les importó poco Jack. Solo les importó no encubrir a un asesino. Y no cuestionaron más a su hijo. Su padre le advirtió que no haría nada para sacarlo de la cárcel. Su madre solo miró a Aníbal con cierta tristeza. Era un departamento pequeño donde lo más grande era la sala en la que apenas cabía una discusión familiar.

Aníbal esperó que Jack despertara mientras devolvía el dinero a los bolsillos de ese desconocido que le inspiraba algo de cercanía. Billete por billete. De a pocos y no como lo obtuvo. Mientras esperaba que abriera los ojos o moviera algo, recordó el encuentro de hace dos días. Jack se le había presentado como si se tratara de un viejo amigo pero Aníbal no podía recordarlo. Sin embargo, lo que relató Jack encajaba. El callejón asfixiante, sus jergas, las chicas, las bromas, su hermano. Era posible… era posible que se hubieran conocido. ¿Pero cómo podría haberlo olvidado? Jack incluso le había mencionado cómo era su departamento. Aníbal se había asustado. Luego este desconocido le había narrado cómo había sido maldito. Aníbal, que no era escéptico a esos asuntos, escuchó con atención. Y fue por eso que decidió ayudarlo. Era la solidaridad de alguien que vivía de ella. Fue el amor al misterio y el respeto a otro ser humano. Pero, pensaba a veces Aníbal, quizás Jack era un fraude o por lo menos un enfermo mental.

Era todo muy confuso. O eso decía su rostro. O no quería recordar aquella posible amistad. Jack se había portado muy mal con todos las últimas semanas del año pasado. Tal vez merecía el olvido.

“¿Quién es este huevón?”. “¿Realmente te conozco?, mierda”. “¡¿Quién chucha eres?!”. No había respuesta. El rostro de Aníbal indicaba que ya estaba harto. Lo de hace unas horas parecía hacerle suponer que estaba ante un hombre peligroso.

Aníbal se acercó a Jack. Parecía estar muerto. Y luego recordó la navaja. Jack se la clavó en el abdomen. La retiró y lo empujó. Todo le pareció muy silencioso. Luego fue hacia la puerta y abandonó la escena. Bajó por las escaleras y atravesó el callejón asfixiante. Era el 1 de noviembre del 2012.

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Se aseguró inconscientemente de que no sea una herida mortal ni nada que dejara mucho rastro. Solo lo hirió. Pero esto solo lo supo después. Y solo le importó hasta entonces. Ya no había otro enlace con la realidad. Apenas pudo alejarse de ese departamento aquella mañana. Su visión le parecía deteriorada aunque podía moverse con bastante normalidad. El tráfico que evadió estaba enmudecido. La gente… él no podía reconocer expresión en ellos… en esos.

Se las arregló para llegar a su casa. Dejó que la cama lo abrazara. Y luego no bastó y sintió ganas de hacerlo él mismo. ¿Y Aníbal? Comenzó a recordar el día anterior. Luego consultó con algunos conocidos pero al llamarlos estos le respondieron no saber quién llamaba. Solo un amigo lo tranquilizó. No muchos le habían dado importancia al griterío ni a la gresca. Ni Cecilia. Y quizás tampoco Luis. No era algo de lo que se hablara.

Su celular indicaba 30 llamadas perdidas de Aníbal y unos 20 mensajes. Los había ignorado. Lanzó el celular a donde su voz fuera inútil. No lo apagó porque olvidó que no hacía falta violencia. No lo destruyó porque le faltaron fuerzas.

Jack siguió en su cama el resto del día. Decidió que ahí estaría a salvo. Pero ni en sus sueños lo estuvo.

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1B

Jack afirma haberse vuelto un cadáver social luego de que se descubriera que no tiene carro. Exageradamente se aísla varios días hasta que algo lo motivo a salir.

Por Jack Agüero

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Capítulo 2: ¿Qué quiere Luis?

(Sigue de la parte 1A)

Pero al día siguiente estaba peor y comprendí que necesitaba ayuda especializada. Recurrí, discretamente, a las revistas femeninas para terminar con mis dudas. ¿Qué andaba mal conmigo? ¿Era tan grave lo que había hecho? ¿Tenía chances? Vanidades y Cosmopolitan ocupaban el lugar de las amigas de ¿mi? chica, a las cuales había exiliado de este bochornoso incidente. No podía consultarle a nadie más. Y por un momento pensé en los tres chiflados pero los cuestionarios de Vanidades y la amabilidad de Cosmopolitan me salvaron de esa estupidez.

Y ahí estaba casi todo. “¿Es el indicado?”, “¿Te merece?”, “¿Es atento?”, etc. Y todo estaba bien. Yo siempre era “A”. Entonces algo andaba mal con las revistas o con mi ego. Quizás estaba sufriendo en vano. Necesitaba testimonios. Me infiltraría en el “Yahoo Respuestas” y obtendría la información que buscaba. También espiaría foros sobre temas de pareja. Descubrí un mundo nuevo habitado por torpes emocionales. Algunas declaraciones eran estrafalarias. Estaba listo para escribir mi caso pero temí que no me creyeran (y la verdad lo del taxi era inverosímil). Me pasé como 5 horas en esos foros y en el “Yahoo Respuestas”. Cuando me estaba rindiendo, apareció el testimonio de Alejandra (12 años):

“Mi madre n lo quiere pero yo lo amo pero no quiero que sufra mas por mi culpa. Lo conoci hace 1 año en el colegio. El lleva un año mas adelantado ¿le doy una oportunidad o paso de el? Es lindo y ya me a dicho que le gusto (…)”

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*Es mi caso. ¿Lo habrá escrito Cecilia? No, esto es una tontería. ¿Qué hago revisando estos foros? ¿Dónde estoy dejando mi inteligencia y mi adultez? No necesito esto. Yo puedo llegar a la conclusión por mí mismo. Es una cuestión de probabilidades y de contexto cultural. O casi como un problema de razonamiento matemático. No es más que eso.*

“(…) A vezes quiero estar con Luis. Mi made si lo acepta. ¿Q hago?? Con cual me quedo???”

*¿Qué mierda? No es posible. Hasta ahora no había pensado que hubiera otro. Y ese tal Luis siempre era mencionado en nuestras charlas. Y, sí, su madre lo adora. Las madres de ambos han estudiado juntas. Luis y Cecilia repitieron la tradición.*

Yo ahora estaba listo para pedir explicaciones. Pero necesitaba confirmar esto. Solo tenía tres opciones para hacerlo. Y los tres solían estar juntos.

Antes de reunirme con Aníbal, Alex y Billy pensé en algún atributo de Luis que pudiera envidiar. ¿Había alguno? Ambos éramos muy parecidos. Pero él… era el aristócrata que yo todavía no podía ser y encarnaba al súper cholo que yo jamás sería.

*Mierda. Es eso. ¿Qué hago ahora? No puedo dejar que pase más tiempo. Debo actuar.*

Conversé con mis tres nuevos informantes (bueno, Billy solo miraba). Todos me contaban cómo Luis había aprovechado mi ausencia. Dejó su novela de ciencia ficción y comenzó una en la que dos amigos de la infancia se involucran sentimentalmente. “Incluye escenas eróticas”, advirtió Alex. Insistieron hasta que les conté lo del taxi. No me creyeron un carajo.

Aníbal me dijo que Luis se había vuelto más cercano a Cecilia y que los había visto besándose. Luego dijo que era broma.

Alex decía que pensaba que Luis y Cecilia “ya estaban”.

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“Ella no te quiere. Es obvio. Si lo del taxi es cierto, olvídate de ella. Si no es verdad, entonces es algo peor. Igual hazte a un lado. Claramente ella no quiere lastimarte: su familia no te quiere. Yo conozco a su madre y he escuchado cosas. Cecilia no quiere que sufras. No sigas o terminarás como Juan del Olmo que se volvió loco o… como… Vicente López… le fue peor”, soltó Billy ante la sorpresa de todos.

Sí, Billy y la chica de 12 años tenían razón. Ahora debía hacer lo más sensato: ir a encararla. Salí a la avenida sin despedirme. Estuve a punto de tomar un taxi pero opté por caminar… correr.

Fueron 25 minutos que alterné mirando el reloj que ella me regaló y pensando en las charlas que compartí con ella. Fueron 25 minutos presenciados por las flores que ella amaba y los entrañables extraños que ella solía saludar. Recordé esos 6 meses y no hallé nada de lo que deba avergonzarme. No recordaba ni una sola discusión acalorada ni algún intercambio de insultos. No hallaba momentos tristes ni llenos de odio. No encontraba razón para no amarla.

Llegué y la vi cerca a la puerta de su casa. Corrí hacia ella. Me evadió la mirada y trató de avanzar como si fuera un desconocido de hace 7 meses. Le exigí una respuesta. La abrumé hasta que me disparó.

“No me busques más. No quiero nada contigo”

No dijo ni una maldita palabra más. Pero ya no necesitaba escuchar más. Ya no quería oír más. Todo estaba dicho.

Me alejé y decidí que sería para siempre. Pasé por el mismo lugar que había atravesado hace 10 minutos. Me quedé con esos recuerdos (no los he olvidado más de dos años después).

*Quiero recordar esos momentos a los que me aferraba con ilusión. Quiero recordarlos hasta que solo sean buenos recuerdos.

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Quiero olvidar todo lo que ahora sé que nunca pasará.

Hasta pronto, Cecilia.*

Capítulo 3: la historia de Juan del Olmo

La hora después del final presenciaba la noche; y esta, arrepintiéndose, a mí. Yo, como la noche, pretendía no mirar a Nakamuro. Él mantenía una distancia evidente. Me había acompañado por 35 minutos sin recordarme sus palabras. Yo había llorado mientras el cielo parecía hacerlo conmigo. Pero mis lágrimas no eran tan efímeras. Eran dolorosamente lentas. Apenas caían y me empapaban la cara donde la lluvia no quería tocarme.

“¿Por qué crees que fue buena idea?”, habló Billy Nakamuro.

No tenía ganas de hablar con un extraño pero me sentía muy mal y Billy era el único que podía alentarme aunque parecía querer ser realista. Quizás no fue un accidente mortal el haberme cruzado con él. Quizás fue mala idea ir a encararla así e insistir con tanto descuido. Le di la razón a Billy.

“No, Jack, me refiero a tratar de seducir a Cecilia. ¿Crees que fue buena idea?”, aclaró Billy.

Pero era obvio que había sido una buena idea. Yo abrazaba ahora mismo los recuerdos que me mantenían de pie. Ambos nos llevábamos bien. Ambos queríamos estar juntos. Era evidente. Nos habíamos amado.

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“Jack, ella es indecisa. ¿En serio no conoces lo que pasó con Juan del Olmo?”, preguntó Billy con incredulidad.

No, jamás lo había mencionado. Solo a Luis, su mejor amigo.

“Juan, un buen aspirante a filósofo y amigo mío, dejó todo por Cecilia. Él comenzó a obsesionarse. ¿La consideras perfecta, no? A mí no me parece la gran cosa. Pero he visto sucumbir a muchos hombres. Ella les da esperanzas a todos. Pero cuando te atrapa… me explico: Juan sí llegó a ser enamorado de Cecilia. Y ellos duraron 3 meses y durante ese tiempo terminaron 5 veces. ¿Cómo explicas la actitud de Cecilia? Yo consolé a Juan la primera vez que terminaron. Se quería matar como… pero Juan la reconquistó en dos días y volvieron. Y luego le terminó a las 3 semanas. Y de nuevo. Jack… ¡Aléjate de esa mujer! ¡Huye! ¡Hazlo ahora que estás a tiempo!”.

Era imposible que hablara de Cecilia, alguien cuya sensibilidad era absoluta. No, ¿de qué me hablaba? Le sonreí a Blly. Él no la conocía como yo. Realmente yo la conocía.

“Jack, por favor, he leído tus textos. Dedícate a eso. ¿Cuánto has avanzado de tu novela total desde que tratas de estar con Cecilia?”.

Ya había parado de llover y yo aceleraba el paso como zafándome de sus preguntas. Era cierto que había invertido cada segundo en Cecilia desde hace 6 meses. Sí, Billy comenzaba a convencerme con su relato. Luego recordé que él también era un escritor. Su comentado manuscrito, visto por todos en el círculo de aspirantes, se titulaba “Las mentiras malditas”. Pésimo título para una obra fascinante. Pero entonces recordé escenas de ese cuento. Y vi cómo Billy estaba encarnando al acosador de “Sally”, “Tommy”, un hombre que alejaba a la competencia haciéndoles creer a “el resto de machos hambrientos” que Sally estaba maldita o que su familia mataba a sus pretendientes.

Cuando visualicé esto, Billy estaba demasiado cerca y me miraba fijamente. Era la escena del capítulo 2 en el que Tommy ahorca a Josué luego de abrumarlo con puñaladas. Era la misma hora. Estábamos en la misma noche y en la misma calle. Billy llevaba la misma ropa que Tommy: Jeans, Converse y un suéter negro y descuidado.

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“¿Te pasa algo?, Jack. Puedo verlo en tu rostro, Jack. Has llorado mucho. Perdón… Juan no lloró tanto”.

Quitó su mirada de mi rostro. Yo volví a darle la espalda mientras recordaba que aún traía una de las dos navajas que preparé para Aníbal. Yo tomaría la ventaja. Me detuve e intenté acuchillarlo pero él ya no estaba. No había rastros de él.

Tomé el primer taxi que encontré y me dirigí a casa de Ricardo Ortega. Esta vez le diría que sí. Él era el nexo entre Ellos y yo. Ahora volvería a mi país y comenzaría ese trabajo.

Fueron 2 largas horas con Ortega que terminaron con un fuerte apretón de manos. Al salir, le dije que me acompañara hasta que tomara un taxi. Eran las 11 de la noche y seguía sin saber sobre Billy.

Ahora solo debía llegar a mi casa y pensar en alguien que se nos uniera. ¿Aníbal sería un buen candidato? Billy. Él. Si lo que cuenta en sus relatos es verídico, encaja con el perfil. ¿Y Alex Aguilar? Ambos eran inteligentes y parecían estar preparados para estas tareas. Ellos parecían listos para luchar por un ideal superior pero dudaba de que aceptaran los métodos de Ricardo (un año después uno de estos dos hombres nos juraría lealtad). Los últimos dos meses en Perú me dedicaría a tentarlos. Ya no tenía nada más que hacer en este país. ¿Volvería? Mi decisión era irrevocable. E implicaba dejarla para siempre. Cecilia ya no era parte de mi destino.

Llegué a mi casa y prendí el ordenador. Ingresé a Facebook y los mensajes de Cecilia. Me los había empezado a enviar justo después de que la abandonara.

“jaja todo fue broma, tonto” 20:12“…” 20:17“¿No piensas volver?” 20:45“Es solo una broma” 21:23“Ok, discúlpame, Jack” 22:57

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Capítulo 4: un día largo

Me miraba luego de esos dos meses de complicidad y yo no sabía si dar el siguiente paso. No tenía idea de qué hacer. Y mientras lo decidía, su madre revoloteaba la escena. Siempre jodiendo.

*¿Ya me ha perdonado? Trato de acariciarla y ella deja de hablar. Agacha la mirada. Estoy esperando a que dé por zanjado el asunto.*

Este momento me recordaba a cómo, al igual que los falsos finales de “nuestras” novelas, ella siempre prefería dejar todo abierto: con suspenso. Para ella era mejor así pero para mí, en la vida real, no.

Esta actitud me era desconocida hasta que aquella noche, hace como dos meses, pareció cambiar de opinión en apenas unos minutos justificándose en que todo era una broma. Yo frente al ordenador, absorto, deprimido y furioso (o no sé cómo), cerré esa insistente ventana y acabé la conversación. No retomé ningún contacto por 3 días. Lo tomé muy mal. Como broma fue una mierda.

Me comencé a preguntar si Cecilia tenía algún problema en la cabeza. ¿Estrés? ¿Falta de sueño? ¿Falta de seriedad? De alguna manera lo que dijo el enfermizo Billy Nakamuro era cierto: “mi” chica era indecisa y hasta peligrosa. ¿Cómo llegó Juan del Olmo, su ex, a la locura? ¿Estaba yo siendo arrastrado al mismo camino por esa asesina de hombres?

No creía lo que estaba pensando de la chica a la que amaba. Pero los hechos destrozaban ese muro idealizado que protegía a mi Cecilia. La dejaban inerme o… revelaban lo que habían estado aprisionando: era una bestia, como su madre, una bestia tentadora que me hablaba dulcemente para luego apuñalarme de una manera que luego me parecía digna de perdón. ¿Y por qué yo no escapaba? Era quizás yo el enfermo; era mi propio victimario como Juan del Olmo, su ex.

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Debía hablar con Juan. ¿Dónde estaba ahora? ¿La habría logrado superar? ¿Realmente se había vuelto loco? ¿Era confiable alguien como Nakamuro?

Aníbal Castaños habló conmigo luego de que le dijera que ese día no le cobraría. Él evitaba hablarme como si yo fuera el portador de una pandemia o el mensajero de la muerte. Y de alguna manera era lo segundo. O, en todo caso, sus ojos me parecían prueba de ello. Nerviosamente me dijo que no conocía a ningún Billy Nakamuro. Le recordé que habíamos estado varias veces con él. Insistió en que no lo conocía… en que no existía. Yo le sonreí un poco mientras él parecía estar listo para zafarse de mí. Cuando empezaba a retroceder, lo miré fijamente y le rompí la nariz de un certero golpe. Lo golpeé como si quisiera aplastarlo. Disparé hacia donde sea. Le dejé unos moretones y me largué de la escena. Luego de unos minutos decidí acelerar el paso.

Estaba muy mal y me apiadé de Juan incluso sin saber su historia o si existía.

-¿Recuerdas cuando me pediste que sea tu enamorada? -interrumpió mi recuerdo Cecilia- Fue una bonita tarde pero… ¿ya ha pasado mucho, no?

No, ella no respondía o lo hacía a su manera que era lo mismo que no hacerlo. El día que le declaré mi amor, ella estaba lista para decirme que sí luego de mostrarme las razones por las que no la convencía del todo. Solo esa vez me pareció gracioso porque por momentos podía entrever la ironía. Solo esa vez funcionó esto. Pero mi paciencia comenzó a agotarse.

No tuve a quien contarle que por fin era mi novia porque me había distanciado de sus amigos, los cuales me caían francamente mal (Luis a la cabeza). Y Aníbal y su grupo habían dejado de hablarme. Yo era poco menos que un loco para ellos. Solo Alex rompía lo pactado y me escribía por chat. Pero parecía intercambiar información del mundo exterior con venderme textos de su blog pueril y pretencioso. No era mi amigo definitivamente.

Sentí que perdía contacto con el mundo. Incluso en el círculo de aspirantes a escritores se había propagado el hermetismo. Nadie estaba a salvo. Ninguno quería que su manuscrito fuera visto. Y hasta se daban el lujo de leer “un señuelo” en las últimas reuniones. Mis colegas eran reservados y esas semanas previas a Los juegos florales nacionales habían caído finalmente en la misantropía.

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Todos menos Luis que había dejado otro círculo de escritores en ciernes para unirse al nuestro, “como un espía” según mis compañeros. Y sí: Luis parecía el más entusiasta en hablar de su propia historia. La que por cierto yo encontraba totalmente amenazante porque narraba como una chica de clase alta le era infiel a su novio, un pobre diablo, mientras el protagonista, su amigo de la infancia, se la follaba todos los jueves.

Tuve la idea de abandonar al último grupo de gente al que frecuentaba y pasar el resto de mi vida en la sierra de Perú. Pero Billy Nakamuro, aquel cuya existencia era negada por todos (incluso por Alex Aguilar, mi “amigo”), se internó en nuestro taller y sentí que completó un círculo que hasta ese entonces había permanecido roto. En esa primera reunión con él conté a todos. Éramos 7 con el instructor, “el poeta pedófilo” (por sus temáticas y su extraña prosa con engendros como “La inocente insinuación de Mariana” o “La dulce piel del pequeño Arturo”).

Billy nunca hablaba con nadie y quizás eso explicaba que le negaran la existencia. Pero se hizo mi amigo rápidamente. Bien, lo volví mi amigo. Quería saber más de ese tal Juan del Olmo y él, a cambio, quería sondear a la competencia rumbo al campeonato nacional de prosa.

Desde el primer día almorzamos juntos y siempre lo mismo en la misma mesa. Él nunca pedía nada y me brindaba amablemente su tiempo como un respetuoso oriental.

- Billy, ¿por qué me siento más solo ahora que estoy con ella?

- Es porque ella no te completa. No están destinados. Estás forzando algo que no debe ser. Mira, Jack, no es tan difícil de entender. ¿Has leído a Jung?

- No, ¿es de nuestro taller?

- Jaja no jaja Carl Jung

- Estaba bromeando jaja

- Mira, te voy a decir la verdad. Y esto no lo dice ningún autor. Es de mi cosecha…

- Claro, claro jaja. Dímelo, Billy.

- Ella no tiene padre y busca un sustituto pero como no lo ha conocido… no sabe qué buscar ni si ese hombre se quedará con ella o la abandonará.

- Ah, muy original. Nada que ver con el principio de Electra.

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- Jaja Sí, entonces Cecilia no sabe si rechazar al hombre o estar con él y hace las dos cosas a la vez.

- ¿En su cabeza hay dos realidades?

- No, a la vez. Bueno, algo así. Sí, es como si viviera en dos mundos. En uno te quiere y en el otro ni te conoce.

- Me estás jodiendo jaja

Sonó mi celular y me distraje un rato para ver quién era. Lo rebusqué en mi mochila. Número desconocido. Recuperé la posición y Billy ya no estaba. Por suerte, él no había pedido nada.

- Lo recuerdo al detalle, palabra por palabra- respondí a Cecilia mientras su madre me lanzaba otra sonrisa que pretendía ser auténtica y que casi lo era- pero sí… ya ha pasado mucho tiempo.

- Te noto algo triste- dijo Cecilia mientras sonreía y preparaba un tema totalmente ajeno- ¿Es por los juegos florales de este año? El próximo te irá mejor… estoy muy segura.

(Y no era eso lo que me preocupaba. No había ido a su casa a hablar de eso. ¿De qué me está hablando? Y encima me hacía recordar ese maldito concurso y lo que pasó con mi carrera de escritor).

- Debes leer más novelas americanas, querido- jodió la madre- a ver si te sale algo bueno; sé que eres capaz.

Fueron los juegos florales nacionales de 2011 los que terminaron, al menos, con mi rivalidad con Luis, el hijo de puta. Me preparé mucho para ese concurso con la idea de ganar el primer puesto u obtener uno mejor que el de Luis. Mi novela era extraordinaria. Y la suya, sobre Cecilia, un novela plana, juvenil (casi pueril) y sin ninguna complejidad narrativa. Mi novela incluso jugaba a ser una metanovela e introducía puntos de vistas vanguardistas. Era algo propio de un genio. Mi victoria estaba asegurada. Luego solo tenía que esperar un contrato con alguna de las editoriales más importantes y las felicitaciones de Cecilia y besarla salvajemente en frente de Luis.

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Fue una semana antes del concurso que me animé a entregarle mi manuscrito a Billy pese a que él sería mi rival (lo consideraba inferior ciertamente). No sé cómo lo leyó en tres días o si de verdad lo leyó. Pero su veredicto fue que era una obra maestra que jugaba ser un metanovela con puntos de vistas vanguardistas. Y sí: eso era mi novela. Billy parecía leerme la mente.

- Señora, ¿usted leyó mi novela? ¿Le gustó? ¿Le gustó la trama? ¿Qué opina del personaje principal? –desafié a la bestia.

-Sí – se defendió.

- ¿Y qué opina en general de mi novela?- insistí.

- Basta, Jack jaja –interrumpió Cecilia como siempre.

- No, querida, de verdad la leí pero… no recuerdo mucho; no recuerdo mucho pero sé que era buena –finalizó su madre mientras se internó en la sala.

-Es una maldita bruja- le susurré a Cecilia.

El día que llegué a mi casa luego de recibir la crítica de Billy, descubrí que él había dejado su manuscrito en mi mochila. Aunque lo raro era que él nunca cargaba nada. O quizás yo era poco observador.

Era un manuscrito muy oscuro en el que comencé a reconocerme en la página 5 como “el ingenuo del otro valle” y a Cecilia como “la emperatriz de la confusión”. La historia narraba como él, Tommy (siempre Tommy), había encontrado una nueva víctima. Contaba también como se había vuelto el sicario predilecto de un tal “Alonso Castañeda” (¿Aníbal Castaños?). Leí como 30 páginas seguidas de pura perversión hasta que decidí ver las últimas 20 de las aparentemente doscientas. Tommy contaba cómo ganaba “un concurso de genios” luego de arrebatarle lo mejor a lo que quedaba de “Jonás Izaguirre”. También mencionaba cómo él había llenado de inseguridad y de fobias a Juan del Olmo porque le tenía envidia. El capítulo más corto se titulaba “La muerte de mi princesa” en la que revelaba cómo mataría a la mujer que todos, incluido él, habían amado. Así, según Tommy, liberaría a los hombres de su maldición.

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Me pareció un relato muy bueno pero destinado al fracaso porque el jurado difícilmente sabría que todo eso estaría inspirado en… hechos reales. Fue ahí. Me percaté de que mucho de lo escrito por Billy tenía que ser verdad. No los crímenes pero sí las opiniones. ¿Billy solo quería verme sufrir para usarme como inspiración de sus historias? Era ridículo acusarlo de algo así pero me sentí algo insultado esa noche.

La mañana siguiente quise darle su manuscrito pero él no estaba. Su ausencia se alargó hasta nunca sabré cuándo. Yo dejaría el taller listo para el concurso en unos días más. No pude ponerme en contacto con él porque nadie lo conocía. No tenía su teléfono y era inubicable en todas las redes sociales. Hasta, como último recurso, lo busqué en el Tuenti.

Llevé el manuscrito todos esos últimos días y siempre regresé a mi casa pensando en que Billy iría desarmado al concurso. Entonces, sentado en un parque, repasé algunas partes de su relato. Ese yo creado por él era un torpe social que al mismo tiempo se hacía mucho daño. Pero Billy/Tommy quería llevarme a la locura y yo, imbécil, me dejaba arrastrar. Quizás las cosas no eran tan malas como decía Tommy y seguro Billy era un alarmista. Fue así que me desprendí de esa inseguridad y de ese manuscrito. Dejé todo en el parque esperando a que Billy lo encontrara de alguna manera.

- Cuéntame de nuevo lo del manuscrito de Billy jaja –me interrogó sutilmente Cecilia- ya pues, cuéntame jaja

- No he venido a hablar de eso- respondí algo fastidiado.

- Vamos, Jack, cuenta jaja –siguió Cecilia.

“ESTÁ BIEN. Él me llamó un día antes del concurso desde un número desconocido. Justo unas horas antes de que se cerrara el plazo para mandar tu manuscrito. Me pedía que por favor le entregara su texto… él solo conservaba versiones preliminares”.

“jajajaja”

“Y tuve que escribir yo mismo un relato parecido”

“Y se dio cuenta, ¿no? Jaja”

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“Sí, obvio que se dio cuenta. Mi archivo en Word tenía apenas 50 páginas. Un tercio de su relato”

“¿Y…?”

“Ah, y le encanto cómo quedó el texto…”

“jajaja ¿y él te ganó en el concurso, no?”

“Sí…”

“jajaja”

“Cecilia, no he venido para hablar de eso”

“Ay, lo sé, Jack jaja… pero ¿Quién obtuvo mejor puesto entre Luis y tú?”

“Ya sabes cómo terminó eso…”

“jajaja ninguno ganó ni mención honrosa jaja”

“Bien, pero Billy tampoco mereció esa mención honrosa, eh”

“¿Porque el texto era tuyo? Jajaja”

“No, fue un deshonor para él. Él es un gran escritor. Siempre deseé que lograra el segundo puesto”.

“Y tú el primero jaja. Estoy segura que puede lograrlo. El próximo año debes presentarte. Ya te dije que tu novela es… complicada. Haz algo más sencillo. Deja lo esencial. Lo adornas con cosas innecesarias”

“Puede ser… pero Billy también debe participar. Es quizás mi único amigo auténtico pese a todo. Todo ese tiempo de espera de los resultados, deseaba que lograra el segundo puesto. Cuando él tuviera esa distinción, le darían un lugar en el mundo de los vivos”.

“¿En serio es tan solitario? Nunca me lo presentaste”

“No sé nada de él desde hace mucho”

“Ya veo. Me hubiera gustado conocerlo”

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“Él es quizás el único que puede participar el próximo año”

“¿Y tú? ¿No participarás?”

“No sé en cuanto tiempo volveré. Me voy de viaje. Te dejo”

“ “

“Para eso vine hoy. Vine para despedirme”

“jaja no es cierto. No te creo”

Estoy tratando de convencerla de que es cierto. Esto lo hace doblemente doloroso. Ella me empieza a creer mientras recordamos cosas muy antiguas como lo del taxi. Su madre sigue creyendo que tengo carro. Su madre anda en lo suyo.

“Pero no solo vine a decirte eso… quiero saber tu respuesta”, se lo recuerdo con cierto temor.

Ella lo está pensando pero no parece querer darme ninguna respuesta.

No puedo esperar más. Debo alistar todo para más tarde. Hoy parto y no volveré en unos meses. Y ella lo sabía pero prefiere hacer como si fuera una sorpresa. ¿Una grata sorpresa?

“Ya, ya me voy”

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Me acompaña hasta la puerta de su casa sin dedicarme una sola palabra más. Hace un mes que terminamos como lo vaticinó Billy. Pero no volvimos a las dos semanas. Pensé que volveríamos a ser enamorados hace unos días o hoy.

Al menos ella ha cambiado.

“Hasta pronto Cecilia. Serán solo unos 6 meses. Espero”

“Jack, yo… lo siento, de verdad. Pero así estamos bien. Así estamos muy bien. Te voy a extrañar. Jamás extrañaré a alguien así. Yo realmente te quiero mucho. Nunca te olvidaré. No te molestes. Lo siento. ¿Está bien?”

Y así la vi por última vez como Jack Agüero.

Epílogo de la primera parte: el inicio en una nueva vida

El último conocido que visité ese 2011 fue Ricardo Ortega. Me pidió visitar a unas personas al llegar a España. Me incomodé cuando me dijo que quizás me mantendría ahí más de seis meses.

“Creo que eso es todo, ¿verdad? Nos vemos en seis meses”

“No, Jack. No regreses. Ellos no te reconocerán. Será como si nunca te hubieran conocido. Como si esta historia no fuera real”.

Y así sería, hasta ahora, pese a los intentos de Alex Aguilar.

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2B

Jack regresó de su viaje y algunos parecen no recordarlo. ¿Lo ignoran o realmente está maldito? Se acercó a Aníbal, asistió a la fiesta de Luis y se reencontró con Cecilia. Todo salió mal. El día anterior a lo que viene, él apuñaló a Aníbal.

Por Alex Aguilar

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Capítulo 3: cita con el destino

Pasaron dos días hasta que Jack se sintió seguro de volver a mostrarse. Su amigo, el único, le había informado que Luis presentaría su nuevo libro en una feria. Sería de ingreso libre y estaría Cecilia. Quizás más accesible o quizás como aquella noche.

Había algo que atraía a Jack hacia esa chica. Sospechaba que no era amor. Era un impulso que lo hacía distanciarse del resto y planificarlo todo de manera enfermiza.

Aquella mañana, horas antes del evento, Jack decidió que iría con una nueva personalidad y apariencia. Debía hacer de sí mismo un personaje que Cecilia pudiera amar. La tarea, sencilla, le costó poco al aspirante a escritor. Preparó una decena de guiones previendo distintos escenarios. Apuntó algunos chistes. Memorizó todo. Preparó el carro y compró ropa nueva. Además, eliminó todo modismo que le recordara a la gente (si fuera posible) quién era.

“Hola”

“Hola”, repitió.

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Cecilia volteó y lo miró. Le devolvió el saludo. Luego reconoció a Jack. Fue entonces que Jack vio a través de esa mujer. No era Cecilia de quien estaba enamorado. Pero él apenas pudo entenderlo. Por un instante pudo ver momentos de una vida que no le parecieron ajenos. Pero sí esa vida. No había venido para divagar de esa manera.

“¿Pasa algo?”, dijo ella con más fortaleza que aquella noche mientras miraba a un Jack demasiado perdido en sus ojos.

“Tienes unos ojos hermosos. Eres extraordinaria…”

“Sí…”

“Disculpa. Jack Agüero”

“Sí, sé quién eres”

“Sí… yo he venido a lo mío. Ese libro. Ayer lo leí un poco. El capítulo primero es algo interesante. Ah, pero yo he leído casi todo jaja. ¿Tú lo terminaste?”

“No lo he leído”

“Ah… deberías. ¿Es el libro de tu novio después de todo, no?”

“¿Qué quieres de mí?”

“Disculpa… no. Yo solo quería que hablemos”

“Ya, ya lo hicimos”

Jack se sentó y soportó la presentación de Luis ante un público bastante fácil conformado por sus amigos. No hubo mucho que apuntar. Solo hacía falta con fingir atención. Casi 1 hora de espera en la que evitó mirar a Cecilia, la cual estaba unos asientos a la izquierda.

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Jack se acercó respetuosamente a Luis luego de que la gente abandonó la pequeña sala improvisada de la también improvisada feria del libro. Lo abordó como si se tratara de algún gran maestro de la literatura. Esta vez no hacía falta armas.

Jack lo felicitó por su libro pero tuvo que confesar que solo leyó el primer capítulo por culpa del pequeño interrogatorio al que Luis lo enfrentó. “Pero seguro es el mejor capítulo. La manera en la que describes a Andrea es excepcional. Esa forma en la que pareces estar a punto de caer en metáforas pomposas… pero luego creas un contraste con ese objetivismo”.

Luis confesó que también era eso lo que más le gustaba de su nuevo relato. Y admitió que varios pasajes eran muy edulcorados. “Una maldita edición”, se excusó. “¿Ustedes ya se conocen?”. Los modales de Luis se lo obligaron. Cecilia se presentó como si Jack fuera un extraño y él hizo lo mismo. “Tu introducción me recuerda a la segunda parte de Antagonía… de alguna manera”, soltó Jack. “Sí, tiene de eso. ¿Tú acabaste la trilogía?”, se entusiasmó Luis. “¿Tú?”, se protegió Jack. “Solo algunas partes que estudié con unos amigos”. “Bueno, yo sí leí casi todo jaja. Las podemos discutir uno de estos días”. “Hoy es un buen día”, sonrió Luis.

“Espera, ¿tú no eres el que se desmayó en mi mesa de vidrio?”. “¿Lo soy? Estaba muy borracho ciertamente”. “Lo supuse, hermano jaja. Tu amigo me quiso pagar los gastos. No pasa nada. Muchas cosas se rompieron ese día. Pero fuiste el primer… y el único que se emborrachó. Dicen que tu amigo te tuvo que llevar a tu casa”. “Jaja eso dicen”. “¿Vamos a comer algo y conversamos sobre esos libros?”, ofreció Luis. “No quiero interrumpirlos”. “No interrumpes nada… ella prefiere no quedarse a solas conmigo jaja. Ya se le pasará”. Cecilia sonrió de una manera resignada. “Vamos al frente. Unas pizzas. ¿Ninguno de los 4 es exquisito, no?”, bromeó Luis.

Fue extraño. Ahí estaban sentados el anterior y el actual pretendiente de Cecilia, y Cecilia. Y casi todos decían no conocerse. ¿Entonces era cierto que lo habían olvidado? ¿O era una especie de trampa montada por Luis? La conversación era espeluznantemente amena. Incluso Cecilia se empezó a ver cómoda mientras discutían de literatura y pintura. Luis y Jack eran como dos hombres que se admiraban mutuamente. Y Cecilia se limitaba a agregar algunas opiniones aunque su papel secundario comenzaba a no molestarle. No dejaban de hablar. La madre de Cecilia. La literatura española. Goya. Caravaggio. Rorty. El Tremendismo. Goytisolo. El realismo social. Gabo. No, García Márquez. No, Vargas Llosa. El romanticismo. “La feria del libro hasta las huevas”. La literatura peruana de mierda. Cortázar. No, Cortázar no. Sí, Cortázar. No. ¡Basta!

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“¿Siempre eres tan callado?”, me cuestionó Luis. “¿No quieres decir nada?”, agregó. Y sí tuve mucho que decir y lo dije: “¡Esto es surreal! Ustedes 3 se conocen y hacen como si nunca se hubieran visto. Cecilia, Jack fue tu enamorado hace unos meses… ¿es que ya no lo recuerdas? Luis, conociste a Jack en un taller de escritores también hace meses. ¿A qué juegan? ¿A qué juegas?, Luis”.

La conversación cambió mucho luego de eso…

Capítulo 4: un día con Cecilia

Comenzó a arrepentirse. No debió dejarla. Ese viaje cambió todo. Su vida ni siquiera le pertenecía ya a sí mismo. Esta visita quizás había sido un error. ¿Por qué escapar al destino? Ya era tarde para él. Sus manos. Su respiración. Sus ojos. Sí, era todo cierto. No resultó. Las probabilidades no estuvieron de su lado. Sus fuerzas pronto decaerían. No quedaba mucho para que se una a la lista de intentos fallidos.

Intentaba admirar a Cecilia y lo hacía pese a la frustración. Hace unos minutos habían estado en el cine. No había podido ver más que una gran pantalla que alternaba entre colores que empezaban a olvidarlo. Pero había podido disfrutar el rostro de Cecilia. Y eso era suficiente. Pero ahora Cecilia también empezaba a verse irreconocible. Antes y ahora el sonido era lo único que lo mantenía ahí. Estaba sentado. Estaban sentados. Solo Cecilia y Jack. En un feliz malecón.

“Un dios solitario y maldito. Un dios condenado a vivir como mortal hasta cumplir un castigo. Sin la posibilidad de conservar algún recuerdo. Ni poder heredar. No existe camino que se pueda trazar

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cuando el tiempo no hace otra cosa que retroceder.

No existe aparente redención ni algún indicio de cuál debe ser la enseñanza. Me dirijo hacia la nada y quizás deba repetir el camino por la eternidad.”

Apartó la vista del celular. “Ayer leí tu manuscrito y es… muy enrevesado”, criticó dulcemente Cecilia. “Pero esta parte me gusta… la idea no es mala, Jack”. Jack le recordó que lo mismo había dicho… aquella vez (“Es muy confuso… deja lo esencial”). Pero jamás le había señalado alguna parte favorita. Eran dos párrafos que ahora le parecían de una belleza restablecida.

Cecilia quiso saber más de ese mundo alterno que los había entretenido aquella noche en el restaurante y en las casi dos horas posteriores en las que pudieron hablar sin incomodidad… bueno, más o menos.

“En el mundo alterno de Alex, Luis es pobre y escribe bien”, dejó caer Jack. Cecilia sonrió luego de una pausa algo… bueno, ya saben. “Y no odiabas el teatro. Te gustaba mucho ir conmigo”. “¿En serio? Nunca me atrajo el teatro… quizás en ese mundo alterno realmente estaba enamorada de ti jaja”.

El rostro de Cecilia ahora sí era inescrutable. Aunque su voz parecía hacerle imaginar que ella empezaba a aceptarlo y recordarlo. La “veía” sonriendo y deseaba acariciarla pero no podía. Ese mundo alterno desconocía los problemas que ambos tuvieron. “Todo era perfecto entre los dos, Cecilia”. Le pareció que ella alejó la felicidad de su rostro y quizás lo miró fijamente o tal vez agachó un poco la mirada. “¿Entonces por qué te fuiste a hacer… eso?, Jack. ¿Por qué no te quedaste a mi lado? ¿O no todo era perfecto?”.

No hubo respuesta.

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Ya era imposible saber lo que ocurría. No supo si Cecilia increpó alguna otra cosa. No pude entender su rostro. El sonido había abandonado la escena. La mente de Jack no pudo escuchar, ver ni sentir nada más.

Cecilia no supo qué hacer. Jack hasta parecía no respirar. Mucha gente empezó a acercarse. Había caído de una manera violenta. Su cuello parecía fracturado. Aunque esa altura apenas podía lograr algo así. “¡Jack!” “¡Jack, por favor!”. Se quedó mirando lo que parecía un cadáver. “¡Jack…!”.

Cecilia pudo recordarlo. Pero fue algo efímero. Jack no se movía.

Yo había observado esa última conversación. Sabía de la enfermedad de Jack pero no podía creer que fueran ciertas las causas que él exponía. Y si le habían hecho algo, al menos Ricardo Ortega, el sospechoso, no parecía tener intenciones de negarlo. Fue Jack quien me pidió vigilarlo. Me advirtió esa mañana que solo horas después vería su cadáver. No le creí.

Llegó la ambulancia. Se llevaron a Jack. Me ofrecí a llevar a Cecilia en un taxi. Apenas me habló. Subimos. Siguió sin hablar. Fueron minutos extraños. No supe qué hacer. Recordé que Jack me contó que le hubiera gustado estar al lado de Cecilia cuando esta, 3 años antes, perdió a su padre. Él nunca me respondió qué le hubiera dicho. Y yo nunca pude suponer algo remotamente adecuado. Era un padre al que amaba sin conocer lo suficiente. No puedo imaginar qué es amar a alguien solo por un vínculo impuesto. No podía entender ese dolor. Jack tampoco. Y tampoco sabía qué cara poner ante su inminente muerte.

Cecilia y Jack se habían dado una nueva oportunidad luego de la charla en la pizzería. Luis no era ni novio ni pretendiente. No era más que un amigo leal y rechazado. Aquella noche Jack descubrió eso. Cecilia no lo había cambiado y Luis ni lo odiaba. Luis lo estimaba. Pero Jack seguía paranoico y solo cuando se concretó la cita con ella entendió que no había trampas ni hipocresía. Pero quedaba saber si era cierto que estaba maldito. Él ya no creía en eso. Era obvio que todo había estado en su mente. Y apenas hace horas se había percatado de los malos entendidos y de los temores que él mismo despertaba en quienes trataban de olvidarlo.

Pero en el taxi Cecilia dijo algo. Le pedí que lo repitiera. Sí, ella confesó que todo era verdad: ella realmente no recordaba a Jack. Y Luis tampoco. No me miró, prefirió ver a un lado, mientras

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afirmaba que todo este tiempo tuvo miedo de Jack y de mí. Y de mi relato y de sus sentimientos hacia él.

Le dirigí una sonrisa burlona. Ella volteó violentamente hacia mí. Y comprobé que sus palabras eran ciertas. Sus lágrimas y esos ojos completamente traumatizados eran más que suficientes. Ella ahora sabía demasiado. Jack había roto nuestro pacto. Él le había contado la verdad pero solo ahora ella entendía que cada una de sus palabras eran ciertas. Quise bajarme de ese taxi. No volví a decir nada ni hacer gesto alguno.

Capítulo 5: agonía

Pasaron 3 días desde esa noche incómoda hasta su corta agonía. Decidí acompañar a Jack a una pequeña iglesia cerca a “El parque de la amistad”. Fue un encuentro muy irónico. Yo en ese entonces ya no era un ateo militante pero ese cambio era aún muy reciente. El escenario me era por completo extraño. Esa tarde (dos días después del surreal encuentro con Luis), Jack me mostró los residuos de su ambición. ¿Cómo alguien tan devoto había aceptado jugar a ser Dios? Qué fácil podía parecer entonces simplemente ir a ese lugar y pretender limpiarse de sus pecados. Pero el dolor y la culpa… yo realmente no fui capaz de entenderlo.

Le confesé que ya conocía a Ricardo Ortega. Él me recordó el intercambio de correos que habíamos mantenido. Me dijo que los leyera si aún no lo había hecho. Confesé que no estaba al tanto de su vida y que sus últimos mensajes nunca me importaron. Desatendí todo luego de esa noche. No eran todavía mis problemas.

La religiosidad de Jack era algo que nadie me había mencionado. Mientras él se tomaba el tiempo de rezar, yo lo esperaba afuera. Vi entrar a Aníbal con un gesto endemoniado. Estaba como poseído. Hice lo posible para que no avanzara más. “Su cuerpo aún estaba tibio”, “su cuerpo aún estaba tibio”. No entendí esas palabras. “Lo siento. Perdóname. Perdóname”. Estaba ante un hombre destrozado. No venía por Jack sino a lavar sus propios pecados. Entré a asegurarme de que nada estúpido sucediera adentro. Salí con Jack mientras ambos vimos como Aníbal se

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postraba y lloraba de una manera enfermiza. Seguía repitiendo lo de hace un rato. Una señora tomó distancia de él. ¿Qué le había pasado a ese hombre? ¿Qué daño había infligido?

Capítulo 6: Esas dos horas eternas

Leí sus mensajes días después de su deceso. Solo habían quedado pendientes dos. El otro era una advertencia o la confesión de alguien atormentado. Este mensaje fue el culpable de que no leyera ambos. A penas lo abrí la primera vez para ahorrarme una pequeña eternidad.

- ¿Crees en mundos paralelos?, ¿en la reencarnación? ¿Quizás en el alma?

- Odio cuando haces eso… Jack. Dame un respiro, ¿no? ¿Quién no cree en el alma?

- Por eso eras tú la que dirigía las conversaciones. Yo soy un desastre.

- Sobre eso… tu amigo es muy raro jaja. Pero todo eso fue interesante. ¿Así que escribirán un libro los 3? Jaja luego de que le dijiste a Luis que en tu mundo sí es un buen escritor jaja.

- Él sabe que bromeo jaja.

- Ahora mismo nada me haría más feliz que hacer un libro con tu mejor amigo. Todo este tiempo pensé que era un subnormal. O un maldito pretencioso. O un descerebrado. Y en realidad solo es lo segundo.

- Si él te escuchara…

- ¡Luis, eres un maldito pretencioso! ¡¡Maldito pretencioso!! ¡¡¡Luis, tus libros son basura!!!

- jaja

- Cecilia, hace mucho que no te veía tan alegre… cuando regresé de viaje te noté algo cambiada. Fueron muchos meses. La primera vez te vi de casualidad. Estabas con tu madre. Fue a finales de octubre. Creo que el 20 o 21. Ella se veía tan diferente… era casi humana.

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- No te metas con mi madre… a mí también me describes como si fuera un monstruo. Me dejas como una loca indecisa. Eso no te lo perdonaré jaja. Y lo del taxi jaja… ni siquiera es creíble jaja. Y eso de que solo leo los primeros capítulos de los libros o algo así… ¡mentira! A mí me encanta leer.

- Por algo le llaman ficción… jaja

- Bueno… jaja

- ¿Te parece si nos sentamos en ese parque? Llevamos caminando 20 minutos.

- Con tal de que no intentes nada raro…

- Mmm… siempre que eres tan directa es porque estás bromeando jaja

- No, es en serio. Lo digo en serio.

- jaja

- ES EN SERIO.

¿Todo fue muy extraño ciertamente, verdad? Alex, no recuerdo toda la conversación tal como fue. Usualmente recuerdo mucho de mis conversaciones con Ella pero ese encuentro fue raro… como si fuera irreal. Hay veces que siento que nunca pasó. No fue de imprevisto pero no esperé que todo saliera tan bien. Está claro que no soy un maldito reportero. Lo mío es la ficción. Así que mi versión de los hechos debes tomarla como la verdadera. Ya sabes que a ella no podrás preguntarle nada…

Mi memoria no es tan buena como la tuya pero eso es una ventaja. Hay veces en las que creía que te habías obsesionado conmigo. Y luego me sales con que mi vida no te interesa, maldito cabrón jaja. Ojalá puedan hacer esa historia. Luis parece llevarse bien contigo. A veces me siento como ese personaje que creamos esa noche: un hombre de otra dimensión del que nadie sabe nada. Cecilia siguió jugando a que no me recordaba el resto del tiempo. A veces era algo doloroso y por ratos divertido.

- Entonces, Jack, ¿este hombre está atrapado en un mundo ajeno?

- ¿Debe considerar ajeno el mundo al que llegó? ¿Y qué si ese era finalmente el mundo en el que debía anclar? En ese caso creo que no estaría en un mundo ajeno.

- Aún así estaría en un mundo en el que nadie sabe de él… es tu caso jaja

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- Sí, ciertamente es mi caso jaja

- ¿Pero por qué dejaría el mundo desde el que partió?

- Quizás porque en ese mundo actuó de una manera egoísta. Así él tendría una segunda oportunidad. Pero principalmente… porque el mundo del que viene colapsó jaja. Mmm… quizás sus decisiones lo llevaron a apartarse de la gente que quería. Quizás era un hombre que esperaba que las personas se subordinaran a sus deseos y creencias. Todo eso desencadenó en hechos irreversibles… en grandes pérdidas. Todo por una maldita guerra.

- ¿Pero cómo puede arreglar las cosas en un mundo en el que no existe? ¿Y qué pasa con su mundo de origen?

- Él primero se asegura de que su mundo de origen quede a salvo… incluso si para él ya no hay mucho que rescatar. Llega a un mundo unos meses más joven… un mundo distinto de muchas maneras pero esencialmente el mismo… los hechos que marcarán grandes diferencias aún no ocurren. En este nuevo mundo, él existe pero no es el mismo individuo. Y muchas otras personas de su mundo también existen aunque sus personalidades e historias personales no sean las mismas. En este nuevo mundo, él decide proteger a las personas que ama incluso si eso significa alejarlas de él.

- ¿Y ese hombre te representa a ti, no?

- Por supuesto. Acabo de inventar todo jaja.

- Pero… hay otra historia de la que te puedo hablar. Cecilia, no debería decirte nada pero…

- ¿Qué pasa?

- Me pareció ver a un viejo amigo.

- ¿Quizás al enfermizo de Billy Nakamuro? Jaja

Tuve que romper nuestro pacto, Alex. Le conté lo que le estaba pasando a mi cuerpo. Le hablé de Ricardo. Ella no creyó en mis palabras. Luego decidimos que seguiríamos hablando 3 días después en una especie de cita.

Yo: Me preguntó por qué le contaba eso.

Billy: ¿Por qué volviste?, Jack

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Yo: ¿Por qué estás tan serio? Te ves algo demacrado.

Billy: Algunos tenemos que estudiar hasta la madrugada.

Yo: No, no parece ser eso. ¿Por qué me estabas vigilando?

Billy: Siempre lo he hecho. Alguien debe cuidarte, viejo amigo.

Yo: No me llames así. No pareces ser la misma persona.

Billy: Todos cambiamos, Jack. Los humanos no son eternos, ¿cierto?

Yo (empujando a Billy contra la pared): ¿Quién eres?

Billy (con mi brazo en su cuello): Creo que no es la manera de tratar a tus amigos. Me estás haciendo daño.

Lo solté después de un rato. Había algo extraño en él ciertamente. Pero comprobé que era él aunque sus palabras se me seguían haciendo sospechosas. “¿Qué pasa con Cecilia? ¿Acaso le falta fe en tus palabras? ¿Acaso no puede creer en El absurdo? ¿Recuerdas las palabras de Soren Kierkegaard, cierto?”. Sus palabras pretendían herirme pero yo estaba listo para abrirle el abdomen si era necesario. "Hice de todo para que Aníbal no tomara represalias contra ti... digamos que se distrajo con una chica... pero parece que alguien envenenó su conciencia hasta convertirlo en un celoso capaz de pagar una traición con la muerte". “¿Sabes de su afición por las menores de edad, no? Él conoció a una chica de 17 años. No supo si esconder la relación o enorgullecerse de ella. ¿Por qué habría culpa en su mente si la ama? ¿O quizás sus intenciones eran otras?”. “¿Era quizás que solo quería arrancarle su virginidad? ¿O realmente la amaba? Su rostro lleno de dudas era algo digno de ver”. “Pobre Aníbal. Lo hubieras visto. Hubieras visto el

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momento en el que entendió los peligrosos de su relación… y todo gracias a un amigo que se preocupa por él”. “¿Pero te imaginas qué puede hacer Aníbal si la chica comete infidencia? ¿Qué es lo peor que puedes imaginar?”. “Vamos, Jack, es momento de que especulemos. A mí se me ocurren cosas muy interesantes”. Decidí callarlo pero cuando volteé él ya no estaba.

Hoy en la mañana vi recuerdos de Cecilia… recuerdos hermosos. Si fue más que un sueño mío, ¿por qué yo no aparezco en ellos? ¿Por qué no puedo encontrarme? Solo puedo verla reír al lado de otras personas. Debería sentirme más feliz que despreciado… quizás no la amo como creo. Es más fácil decir que se cree en el amor que no espera nada… no tengo la valentía para amar de esa manera.

Epílogo: otro intento fallido

Ella ya no estaba.

Jack habló con ella por última vez esa tarde. Al hospital acudió Ricardo Ortega. Luego el cuerpo desapareció. No había familiares que lo lloraran y Cecilia le dio ahí mismo el último adiós. Conversaron muy brevemente. Jack no quiso o no pudo decir mucho. “Espero que mi alma se encuentre con lo infinito… no sé a dónde voy. Si tengo suerte, podré esperarte. Allá no importará la prisa ni la demora porque nuestro amor será eterno y absoluto.”. Era la primera vez que una manifestación de fe me parecía auténtica. ¿Jack la seguiría amando cuando su existencia quedara reducida a unos simples recuerdos? Comprendí que la voluntad de Jack era muy fuerte. Me prometí que protegería a Cecilia de alguna forma.

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Había sido todo un fracaso. El cuerpo de Jack no había sido capaz de soportar aquel procedimiento. Ahora era yo quien debía tomar su lugar. Debía reunirme con Ricardo. Aún tenía pendiente dos mensajes de Jack.

Llegué muy temprano. Lo encaré. Estaba listo para que todo inicie. Era la primera vez que los veía reunidos. Ahora sé que no estábamos completos. Ricardo Ortega hizo pasar a Billy Nakamuro. Este último parecía mirar a ninguna parte. “Ahora puede hacer lo que quiera. Ya hizo su parte. Jack vino por su propia voluntad y tú ahora haces lo mismo. Alex, asegúrate de que Billy no recuerde nada. Nosotros ya nos encargamos de Cecilia. Creemos que tú sí podrás soportarlo pero… no te podemos dar garantías. ¿Estás listo para su resurrección? Conocimiento, poder… esa es mi promesa”.

Jack… fue la última vez que lo vi. Ahora cumpliría el destino que su cuerpo no le permitió. Miraría a través de sus recuerdos y los de Él.

III

La verdad es revelada.

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Por Alex Aguilar

Antes de que vayas a 1937

"Este es un pastiche u homenaje a quien fue, a medias, Jack Agüero... ¿cuántos mensajes te he escrito? ¿Cuántas advertencias te he dedicado? Sé que no me crees pero realmente este mundo se encuentra en disputa entre dos fuerzas. Es un poder que pretende igualar el de Dios. Sé que no crees en mis palabras. Ricardo es uno de esos seres que se atribuyen ser los únicos amantes de la justicia. Para él la vida humana es insignificante. Jack es solo un medio para sus fines. Realmente soy alguien más. ¿Pero qué te puede prometer a ti? ¿Has sufrido alguna gran pérdida? ¿Sientes acaso que tu vida es sacrificable? No puedo imaginar lo que él te prometerá pero sé que si él no vislumbra qué ofrecerte… él mismo te arrebatará algo para luego susurrarte la manera de recuperarlo. Es lo que hizo con Jack y con tantos otros. No espero que creas en estas palabras. Más tarde verás mi cadáver. Luego conversarás con él. Sé que has estado visitando a Ricardo. ¿Es poder lo que buscas? A mí no me interesa recuperar lo que “perdí”. No perdí realmente a esas personas. Todas las personas que amo siguen presentes en mí. Pero, sobre todo, ellos nunca aceptarían recuperar el tiempo a cambio del sacrificio de otras vidas. Por respeto a sus voluntades, decidí traicionar a Ricardo. Por mucho tiempo me vi seducido por su propuesta. ¿Pero cómo elegir entre los seres queridos del mundo al que deseas regresar y los seres amados del mundo que tendrías que destruir? Es una elección inmoral. ¿Acaso no amas a nadie en este mundo? Jack decidió que no quería ser utilizado. Él encontró a quien amar. Por eso envenenó su propio cuerpo. Aunque este ya estaba enfermo por la incompatibilidad con mi alma. Debería escapar. Debería

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ahogarme en el mar. Debería volverme insondable para Ricardo. Solo así te salvaría del mismo destino que Jack. Pero su voluntad es ver a Cecilia por última vez. Y no despedirse del ser amado es una amargura de la que el alma nunca logra recuperarse. Antes de que vayas a 1937, antes de que heredes mis recuerdos, antes de que seamos uno solo, debes saber que mi deseo no es volver. No porque no ame a ese gente ni a ese mundo sino porque el costo es inmoral. Pero ahora es tu decisión. Él arrancará la existencia de Jack de este mundo. ¿Podrás recordar esto alguna vez? No quedará rastros de él… de ningún tipo. ¿Es tu vida tan miserable como para renunciar a ella? Un destino similar puede caer sobre ti si resultas otro experimento fallido de Ricardo.

Jack se empezó a despedir aquella noche luego de que revelaras que su existencia no era espuria. Jack no encontró mejor manera que acercarse a Cecilia, luego, a solas, hablándole de ese mundo alternativo en el que ambos se amaron y se lastimaron. Ese mundo realmente desapareció. ¿Puedes imaginar cómo la vida de las personas que conocen son arrancadas de este mundo? Borrados completamente… como si nunca hubieran existido. Lo que esos dos sienten difícilmente es amor. El amor es admirar a la otra persona, aceptarla como es. Es no alojar ni un solo pensamiento de odio ni resentimiento. Es esperarla y desearle felicidad bajo cualquier circunstancia. Pero quien dice que el amor no tiene límites… se equivoca. ¿Sacrificarías millones de vidas para reencontrarte con alguien a quien dices amar? No sería amor lo que te motivaría sino egoísmo. ¿Ella podría mirarte con ternura al descubrir las vidas que tu “amor” destruyó? Jack desaparecerá en unas horas. Mi mente volverá a enturbiarse. Volveré a olvidar todo. Me he convertido en un instrumento para él. Ricardo alguna vez fue como un hermano para mí. Pero él me traicionó. Me manipuló cuando yo era muy joven para entender la magnitud de sus propuestas. Fui demasiado ingenuo. Trata de recordar cada una de las palabras de este mensaje. No eres el único al que manipulan. Los otros miembros (a los cuales conocerás seguramente mañana) también quieren librarse de su control. Debes esperar el momento oportuno. Yo te ayudaré y juntos haremos lo correcto.

Julián”

Leí ese mensaje con mucho retraso. Aquella tarde en esa pequeña Iglesia, Jack me mostró los residuos de su pecado. Las marcas en su hombro derecho significaban el fracaso de Ricardo. Eran las escaras del cuerpo de un hombre que se desmoronaba. Ese no ha sido mi destino. Es 2 de febrero del 2014 y aún no puedo comprender todo el mensaje.

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Solo alguien sin ataduras a un mundo que desprecia puede seguir a quien tiene un sentido retorcido de justicia. ¿Qué es lo que motiva a quien trata de rehacer el mundo sacrificando a los que obstaculicen su camino? ¿Es eso realmente justicia? Nuestros pecados están a la misma altura. “Gota a gota hasta formar un mar de sangre”. Pronto dejaremos de ser instrumentos de Ricardo. Estuvimos siguiendo un camino marcado por nuestro egoísmo. Ahora todo es irreversible. Al parecer una guerra es inminente incluso sin su presencia. Este mundo se prepara para su destrucción. Quizás siempre fue su destino perecer. ¿Cómo será el mundo que le sucederá? ¿Pero realmente no existe salvación? ¿Qué camino tomaremos luego de librarnos de la tutela de alguien que decía actuar por amor? “El amor es inerme. Solo el poder puede protegerlo y garantizar la justicia”. “La justicia y la violencia están hermanadas de una manera que solo unos pocos podemos ver”.

Recordando el último mensaje de Jack… me doy cuenta de que aún no he amado verdaderamente.

Agregado

El otro lado.

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Por Julián Arana y el otro Alex Aguilar

-El otro lado- Octubre 2014: 1-8

Estábamos los nueve y uno: estábamos los 10 como nos obligaba la profecía. Caía sobre todos nosotros la mirada del llamado dios hacedor. Batallamos contra quien se supone conocía de antemano el camino a su victoria. Estaba armado con una espada cuyo fuego lo destruía todo. La separamos de su mano derecha pero la atrajo hasta él. Las llamas negras se extinguieron y una luz lo consumió todo.

Por un momento pude entender el mundo… todos ellos. Los vi todos. Vi el tiempo, el devenir, el ser, la verdad, la realidad. La Totalidad. Un instante de contemplación fue suficiente para rasgar mi mente, aplastar mi voluntad y destruir mi conciencia. Fui arrojado a uno de esos mundos, una de esas posibilidades, pero mi cuerpo se quedó a medio camino. Todos los mundos que vi conocían un funesto desenlace. Siempre era alguien quien servía de sacrificio. Esa se mostraba como la esencia de la humanidad.

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 Lima, 1 de octubre del 2014

¿Qué es este mundo? Siento como si fuera solo un observador. ¿Acaso la conciencia de Alex no pudo acompañarme? Este no es su cuerpo. ¿Es este otro Alex? En este mundo no existen ni Jack ni Cecilia pero hay alguien más que parece importarme. ¿Quién es ella? ¿Quién es esta mujer para que de ella tenga memoria? ¿Existe en mi mundo? ¿Qué es este sentimiento?

Mi mente humana fue incapaz de soportar todo lo que se me reveló. El olvido cura las heridas que me desterrarían hacia la demencia. Pero logré sostener y llevar conmigo una de las revelaciones: algo será siempre sacrificado. Me reencuentro con esas palabras pero ahora la respuesta ha dejado de eludirme: nosotros somos el sacrificio. Nuestra existencia realmente ha sido espuria. Debo entregarme, debemos entregarnos, y así nuestros mundos conocerán la redención. Solo así ninguna realidad perecerá. ¿Pero si hay un camino que nos conduce a nuestro mundo? Ciertamente lo seguiré aunque implique repetir la historia. Ojalá esta vez se me permita despedirme. Es todo lo que pido, Señor. Todo este tiempo me ha acompañado un gran vacío. ¿Puede este sufrimiento acabar? Acataré lo que tú decidas. Dejo mi destino y mi vida en tus manos. Ahora recuerdo este sentimiento. Lo he extrañado tanto. Era otra época. Otro país. Otro mundo. Tantas promesas que nunca pude cumplir. ¿Pudo ella esquivar la crueldad humana? Echo de menos incluso el aire que compartimos. Yo dudé. Contemplé tomar venganza. Te fallé, Dios mío. Entiendo ahora el camino por el que me has hecho recorrer. Conozco que tendré recompensa, que me reuniré con ellos porque siguen existiendo. Tú me das aliento. Evitaste que me pierda. No he vuelto a dudar y nunca más lo haré.

Este hombre… ¿por qué sufre? ¿Por qué solo hay amargura en su corazón? ¿Por qué no odia pero, sin embargo, agoniza? Padre, ¿por qué no puede aceptarte si lo desea con el corazón? ¿Por qué su intelecto no se lo permite? ¿Le es tan difícil ver cómo te manifiestas en el mundo? ¿Es tanta la necedad del hombre?

-¿Quién eres? ¿La necedad del hombre? No parecen mis palabras. Ya es muy tarde. Creo que descansaré un poco. Quizás deba olvidarme de esto. Ya empiezo a hablar solo y es más raro que de costumbre. Lo mejor será olvidar todo esto. Simplemente hay caminos… grandes… caminos… caminos hermosos… o maravillosos que no todos podemos seguir. Mi destino es otro. Mañana 

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debo reunirme con Ricardo. Este país empezará pronto una gran purga nacional. “Solo el fascismo salvará al Perú”. “Solo el fascismo salvará al…”. Eso espero.-

¿”Ricardo”? ¿Acaso Zugasti también cruzó a este lado?

6 de octubre del 2014

Me sigo preguntando si este mundo es tan real como el otro. Reviso todos los días si sigo en el mismo o si he saltado a otro: el devenir histórico sigue siendo igual de ajeno. Cada día mi conciencia está más atada a este cuerpo. Ahora puedo actuar pero mis fuerzas son limitadas. Hace días discutí con Ricardo. No parece ser Zugasti. Aún así está lleno de emociones retorcidas. Planean asesinatos selectivos y yo soy quien decide los que serán incluidos o excluidos de la lista.

Todos los miembros del partido son humanos ordinarios. Todos son, como Zugasti alguna vez dijo, instrumentos ciegos de su propia destrucción. ¿No hace falta entonces que unos monstruos le susurren a la humanidad? Ahora tengo el control de Alex y debería renunciar al partido pero sus memorias no me permiten abrazar la justicia. Su voluntad es más fuerte que la de Jack. Aún piensa en esas personas. Aún cree que sigue el camino correcto. Aún ama a estas pocas personas.

Estos recuerdos ajenos son muy persistentes.

Mis palabras quieren dejar de ser distantes. Quieren decirte cuanto te amo.

Este es el camino que he elegido y debo apartar a todos los que amo de él.

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Mi conciencia se desvanece cuando él piensa en esta persona. ¿Está realmente Alex convencido de que una guerra civil es inminente? Puedo descubrir sus dudas. No las puede esconder de mí. Jack también tomó un sendero oscuro. Pero Alex lo hizo por amor. Jack solo quería distraerse de su sufrimiento. Hay inocencia en Alex. Quizás por eso mi alma sí es compatible con él. Quizás por eso no siguió el destino de Jack. Su cuerpo estaba ya demasiado manchado con el pecado. Su muerte fue monstruosa. Hace dos años incluso su cuerpo fue víctima de sacrilegio. Jack no forma parte de los recuerdos de este Alex. Pero en su mente vive Luis. Él es distinto en este mundo. Ha sufrido de maneras que me hacen quererlo y considerarlo un hermano. Su destino también está marcado por la angustia. Pero parece resurgir de ese pozo de estiércol en el que se estaba ahogando. Es un sobreviviente como yo. El 8 de octubre… este miércoles me citó a una especie de ceremonia. Soy, según sus palabras, alguien que lo ayudó a salir de ese pozo. Fue hasta hace poco esclavo de su propia arrogancia. Pero también dijo que me mostraría algo relacionado al partido. ¿Acaso él también emprendió ese camino? ¿Combatirá a mi lado? ¿O ha decidido detenerme? ¿Es un enemigo o quiere que el alma de su amigo no cargue con todos esos pecados?

- “¿Cómo vas con esa investigación? ¿Sigues ahí?, Alex. ¿Alex?”

- “Perdóneme”

- “¿Cómo va la investigación?”

- “Las tribus siempre son bastante pintorescas. Siempre hay algo que ver debajo de tanto aburrimiento”

- “ ”

- “…y con los años siempre es más fácil reunir datos”

- “Nunca entendí tu sentido del humor. Espero que estén más concentrados a la hora de condenar que a la hora de buscar al topo”

- “Sí… viene siendo un gran problema”

- “¿Te parece esto más escandaloso que lo de julio?”

- “No tengo una tragedia favorita”

- “Bien, creo que ya te dije todo lo que tenías que saber. Los explosivos se detonarán en la fecha indicada. Luego se podrá acusar a los policías de malas prácticas. O incluso a los comunistas de terrorismo”.

- “Sí…”

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- “Ambos son hombres de paja muy adecuados… el partido ni siquiera figurará”

- “Así es”

- “Excepto por la investigación que está haciendo ese topo. Si se nos llega a involucrar… Ricardo puede terminar en la cárcel y los rojos seguirán su camino al poder jaja”

Tenía la misión de contactarme con este hombre, pieza importante en el partido fascista. Era un periodista, como tantos otros, encargados de divulgar nuestra versión de los hechos. Ricardo sospechaba que en realidad era un topo. Incluso en el alto mando se decía que era un comunista. Ya habíamos conversado el sábado en la tarde. Recordé que aquella vez estaba a punto de incluirlo en la lista de traidores al partido y a la patria. También tuve un encuentro con un empresario al que… Dios, no. Él sí fue incluido en la lista.

Dejé el apartamento del presunto topo. Él insistió en acompañarme. Hablamos nimiedades en el ascensor. Algo sobre sus gatos. Luego nos despedimos y me senté en un gran parque al frente de su edificio. Era el llamado “Campo de Marte”. El punto donde todo iniciaría. Decidí no incluirlo en la lista aunque era evidente que solo estaba de infiltrado. Todas las palabras que recordaba de ambas conversaciones me lo indicaban. Pero había cierta complicidad conmigo. Era extraño. No podía hacer más este trabajo luego de entregar la vida de ese otro hombre.

7 de octubre

No sería fácil dejar el partido. Me convertiría en una especie de apostata. En este mundo era yo también un humano ordinario que apenas podía defenderse. ¿Cómo me enfrentaría a todos mis camaradas? Solo debía huir quizás. En este mundo el partido apenas empezaba a ser una amenaza real. Pero el estreno de sus prácticas radicales parecía acercarse con violencia.

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Si pudiera contar con mi otro cuerpo, lo podría asesinar sin problemas. Llevo ya siete días en este mundo alejado del campo de batalla. No sé si este fue el desenlace de desafiar a ese demonio. ¿Debo quedarme en este mundo para siempre? Si es así, ¿cómo debo protegerlo? Dios, si estoy aquí es porque existe una manera. No me darías algo con lo que no pudiera lidiar. Debe haber una forma.

8 de octubre

Estaba algo tarde para la ceremonia de Luis… ese otro Luis. Leí algunos de sus textos la noche anterior. Distaban mucho de la literatura barata que escribía en mi mundo. Los recuerdos de Jack me acosaron en la madrugada. Recordé a Cecilia y el sentimiento ambiguo que terminó sintiendo hacia ella. Todo en aquel 2011 era sencillo. Aunque todo terminó complicándose.

- “Alex, compare. ¿Estás bien? ¿Te quedaste en shock? ¿Me estabas escuchando?”

Llegué y él me recibió con los brazos extendidos. Con un gesto que se ubica entre el recibimiento y el reclamo. Pero eso había acontecido hace 10 minutos. No recordaba lo que relató desde su celular. Mi mente estaba desapareciendo. Algo me atraía de regreso al otro lado… al campo de batalla. O a algún otro lugar.

Tuve que disculparme. No podía mentir. Él cerró un poco los ojos y no dijo más. Hizo un gesto para que pasara al lugar de la ceremonia. Recordé entonces que traía una pequeña pistola. No encontré razón.

- “Alex, hoy debo decirte algo. He esperado unos días. Ahora entiendo esos textos que hacías hace unos años. Ese otro mundo y esas cosas. Pasa. Ya te enterarás. Tiene que ver con ese partido al que te uniste”.

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¿Acaso le conté todo? ¿O cómo lo sabe? Sentí miedo y duda. Quise huir. Hice como si estuviera obligado a atender unos mensajes. Luego una llamada. Luis se adelantó sin sentirse insultado.

Saqué el arma de mi casaca sin que mi voluntad se viera implicada. Yo estaba desapareciendo. Alex volvía a emerger. Vi a un hombre. Él me llamó de un grito. Cuando volteé, él ya había disparado.

Una vez más pude ver todos los mundos. Me arrastré hasta mis propios recuerdos del pasado. Vi todo como si transcurriera ante mí. Pude verla brevemente. ¿Era 1936? ¿1937? Quise acercarme y decirle algo. Pero luego vi el futuro. Vi una vida sumida en la impotencia. Y a un discípulo. ¿El año 2037? “Usted, Alex, es un experto enseñando lo que ignora”. Palabras que encontraba halagüeñas. ¿Por qué? ¿”Jacotot”? ¿Qué mundo se dirigía a ese futuro? Vi a alguien más y palabras que Alex dedicó. “No permitas que me pierda. Ilumina el camino que está en tus planes y yo lo seguiré. Haz que no solo yo pueda verlo. Muéstrale lo que guarda mi corazón y lo que esconde mi mente. Entrégale mis memorias. Permite que esta vez pueda renunciar a mi egoísmo. Sálvame de mi destino”. ¿Pero era acaso este un tercer mundo? Mi mente no lo soportó más y huí a cualquier lado. Ante mi mente estaban los recuerdos de Jack. Huí hacia ellos. Por fin pude verlos desfragmentados. Él inició todo. Él desafió el destino que le impusieron esos monstruos. El hombre con quien intentaron fusionarme entendió la importancia de su voluntad. Porque incluso Dios no puede actuar si uno no se lo permite.