Mendez_Geografía económica_Ficha de lectura

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MENDEZ, Ricardo: Geografía económica. La lógica espacial del capitalismo global, Barcelona, Ariel, 1997, capítulo 8: “Desarrollo desigual, medio ambiente y territorio.” pp. 321- 362. Son muchas las evidencias que nos muestran un mundo con fuertes contrastes territoriales. Por ejemplo, tan sólo seis países del mundo (EE.UU. Japón, Francia, Reino Unido e Italia) con 1/10 de la población mundial concentran 2/3 de la producción total. Estos mismos países acaparan el comercio mundial. El aumento de la riqueza convive con un aumento de la pobreza. Con estas evidencias, la temática del desarrollo ha ocupado un espacio importante en la agenda de los gobiernos – sin por ello llegar a dar soluciones- y como objeto de investigación en las Ciencias Sociales. En el ámbito académico, ha sido aceptado que más allá de la heterogeneidad espacial asociada a las condiciones naturales o la herencia histórica, el factor clave de las desigualdades se asocia a la propia lógica de funcionamiento del sistema económico que – según Doreen Massey- otorga diferentes oportunidades a los territorios para una producción rentable y competitiva. Desde hace aproximadamente medio siglo ha crecido la aceptación acerca de la necesidad de introducir mecanismos de corrección desde los poderes públicos, capaces de limitar los desajustes y costes derivados de la simple lógica del mercado, surgiendo así todo un conjunto de políticas de desarrollo a diferentes escalas. El estudio geográfico del desarrollo desigual La incorporación de esta temática a las preocupaciones de los geógrafos resultó bastante tardía (años sesenta). En años posteriores, el surgimiento de los llamados enfoques crítico o radicales, con su interés prioritario por identificar al espacio como producto social, que refleja las desigualdades internas existentes en el seno de cualquier sociedad, y la creciente incorporación de geógrafos a organismos de planificación territorial transformaron esa situación. Desde entonces, la geografía aborda la cuestión del desarrollo desde una triple perspectiva: Interesa conocer las condiciones territoriales que resultan favorables para impulsar el desarrollo.

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Ficha de lectura del libro geografía económica del geógrafo español Ricardo Mendez

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MENDEZ, Ricardo: Geografía económica. La lógica espacial del capitalismo global, Barcelona, Ariel, 1997, capítulo 8: “Desarrollo desigual, medio ambiente y territorio.” pp. 321-362.

Son muchas las evidencias que nos muestran un mundo con fuertes contrastes territoriales. Por ejemplo, tan sólo seis países del mundo (EE.UU. Japón, Francia, Reino Unido e Italia) con 1/10 de la población mundial concentran 2/3 de la producción total. Estos mismos países acaparan el comercio mundial. El aumento de la riqueza convive con un aumento de la pobreza. Con estas evidencias, la temática del desarrollo ha ocupado un espacio importante en la agenda de los gobiernos –sin por ello llegar a dar soluciones- y como objeto de investigación en las Ciencias Sociales. En el ámbito académico, ha sido aceptado que más allá de la heterogeneidad espacial asociada a las condiciones naturales o la herencia histórica, el factor clave de las desigualdades se asocia a la propia lógica de funcionamiento del sistema económico que –según Doreen Massey- otorga diferentes oportunidades a los territorios para una producción rentable y competitiva.

Desde hace aproximadamente medio siglo ha crecido la aceptación acerca de la necesidad de introducir mecanismos de corrección desde los poderes públicos, capaces de limitar los desajustes y costes derivados de la simple lógica del mercado, surgiendo así todo un conjunto de políticas de desarrollo a diferentes escalas.

El estudio geográfico del desarrollo desigualLa incorporación de esta temática a las preocupaciones de los geógrafos resultó

bastante tardía (años sesenta).En años posteriores, el surgimiento de los llamados enfoques crítico o radicales, con

su interés prioritario por identificar al espacio como producto social, que refleja las desigualdades internas existentes en el seno de cualquier sociedad, y la creciente incorporación de geógrafos a organismos de planificación territorial transformaron esa situación. Desde entonces, la geografía aborda la cuestión del desarrollo desde una triple perspectiva:

Interesa conocer las condiciones territoriales que resultan favorables para impulsar el desarrollo.

Interesa conocer los efectos generados por los procesos de desarrollo y subdesarrollo sobre la organización de los territorios.

Resulta de interés establecer los efectos derivados de las políticas de desarrollo aplicadas.

Los geógrafos que abordan la cuestión del desarrollo deben enfrentarse siempre a un conjunto de preguntas básicas:

Cómo se define el desarrollo IndicadoresCómo se mide la desigualdad TécnicasQué factores explican la desigualdad TeoríasCómo corregir o atenuar los desequilibrios PolíticasQué tendencias y cambios se observan Dinámica

De esta perspectiva [geografía radical] debe destacarse el carácter histórico del desarrollo desigual, pues cualquier estudio con cierta perspectiva temporal pone de manifiesto la existencia de importantes cambios, tanto en la intensidad de los contrastes, como en las principales causas que los generan, así como en la distribución espacial de áreas desarrolladas y subdesarrolladas. Ese dinamismo puede asociarse a las sucesivas fases de desarrollo capitalista.

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La novedad más llamativa de la última década corresponde a su creciente interrelación con los problemas del medio ambiente. En este sentido la referencia al desarrollo sostenible en donde el aumento de la calidad de vida se considera objetivo prioritario, ha adquirido creciente importancia en propuestas de desarrollo alternativo que defienden la evolución hacia una economía ecológica.

2. La medición de las desigualdades y el problema de los indicadoresPueden identificarse tres concepciones básicas en la manera de entender el desarrollo

de países y regiones.a) El desarrollo como potencial de crecimiento

La forma más habitual de entender el desarrollo es la que le convierte en sinónimo de crecimiento económico. Según esta interpretación, un territorio desarrollado es aquel que acumula una importante dotación de recursos productivos lo que le permite alcanzar una productividad superior al promedio de referencia y un elevado volumen de empleo y producción final. Los indicadores utilizados de forma habitual para medir esa capacidad de crecimiento suelen ser el producto interior bruto (total o por habitante), el volumen de población activa y ocupada, la productividad media por empleo, el consumo de energía, etc.

b) Desarrollo como bienestar socialEl crecimiento económico registrado en países y regiones no siempre se ve

acompañado por una mejora paralela en las condiciones de vida que disfruta la mayor parte de la población, aspecto que tiene relación directa con las condiciones sociales y políticas que determinan la forma en que se reparte el excedente generado, tanto entre las personas como entre los territorios.

El concepto de calidad de vida puede vincularse con un acceso por parte de la mayoría de la población a seis tipos de recursos considerados esenciales para la vida humana: la renta (nivel medio por habitante, tasa de pobreza, …), la alimentación (consumo de calorías, proteínas,…), la salud (esperanza de vida, mortalidad infantil, número de médicos o camas hospitalarias por cada mil habitantes), el trabajo (tasa de desempleo y subempleo, precariedad laboral…), la educación (alfabetización, población con estudios superiores…) y la vivienda (metros cuadrados por habitante, calidad de los servicios…).

c) Desarrollo como centralidad funcionalEsta perspectiva está directamente relacionada con la visión estructuralista de la

realidad, según la cual el desarrollo se relaciona con la diversa centralidad funcional de los territorios, es decir, con la concentración de actividades estratégicas que otorgan capacidad de decisión e innovación, y, en consecuencia poder. En el marco de la división espacial del trabajo, los espacios dominantes podrán identificarse con aquellos que concentran las sedes sociales de las mayores empresas, los que destinan un mayor volumen de recursos a la investigación y el desarrollo tecnológico, reúnen el mayor volumen de empleos de alta cualificación, o se encuentran mejor conectados a las principales redes de transporte y telecomunicación.

En la identificación del nivel de desarrollo característico de cada territorio, así como en la medición del grado de desigualdad entre unos y otros, y su evolución en el tiempo, resulta habitual el uso de diversos índices estadísticos que ayudan a precisar esos contrastes: coeficiente de variación, índices de Gini, Williamson o Theil, etc.

En muchas ocasiones resulta de interés la utilización de indicadores complejos, capaces de combinar diferentes variables en un solo índice sintético. Así, el índice Z traduce los diferentes indicadores en unidades estándar en función de su distancia (positiva o negativa) al promedio respetivo.

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El índice de desarrollo humano resulta de combinar estadísticamente tres variables interrelacionadas: esperanza media de vida; nivel educativo (tasa de alfabetización y promedio de años de escolarización); ingreso medio por habitante.

Todos estos indicadores permiten describir con mayor o menor precisión algunos de los efectos más significativos derivados de los procesos del desarrollo desigual en el territorio e identificar las áreas que se enfrentan a mayores dificultades, pero en ningún caso explican las razones de esta desigualdad.

3) Crecimiento económico y desigualdad 3.1) Hacia una clasificación de las teorías sobre el crecimiento y desigualdad

En las formulaciones iniciales, las condiciones ecológicas se combinaban frecuentemente con factores raciales, étnicos y culturales (superioridad de la raza blanca, de la cultura europea…), para dar origen a una explicación bastante banal, que Hagget (1972) identificó con las teorías superficiales del desarrollo.

Las desigualdades existentes en la actualidad son el resultado de procesos dinámicos asociados a la propia evolución del sistema productivo y de las relaciones sociales, por lo que los factores a considerar serán múltiples y cambiantes.

Desde hace más de medio siglo se han sucedido los intentos de establecer algunos principios generales capaces de explicar tanto las razones que impulsan el crecimiento económico, como sus diferencias espaciales.

Un intento de clasificación divide a las teorías:a) Según el tipo de factores considerados prioritarios, puede establecerse una primera

dicotomía. Las teorías neoclásicas destacan la influencia dominante de los factores endógenos, internos al propio territorio, además de presuponer una tendencia espontánea hacia la convergencia [equilibrio] que reduce la importancia otorgada a las políticas públicas de reequilibrio. Las teorías estructuralistas dan prioridad a las relaciones interterritoriales (factores externos e interpretan que la lógica del mercado favorece un reforzamiento de las desigualdades.

b) Según una perspectiva histórica se distinguen las teorías clásicas del desarrollo, surgidas en pleno apogeo del capitalismo monopolista, y los nuevos enfoques aparecidos en las dos últimas décadas.

c) 3.2 Teorías clásicas del desarrollo desigual: enfoques neoclásicos[Según estas teorías] los territorios más dinámicos suelen presentar una posición

favorable en todos o la mayor parte de los recursos tecnológicos, naturales, humanos y de capital. Mientras los de escaso crecimiento suelen enfrentarse a dificultades que obstaculizarán su progreso en tanto no sean superadas por una intervención decidida de los agentes sociales, públicos o privados, externos o internos.

La desigual dotación de factores favorecerá una cierta especialización productiva de los territorios a favor de aquellas actividades que utilicen de forma intensiva recursos abundantes y con bajos precios relativos, lo que dará origen a la aparición de ventajas comparativas.

Según el teorema de Heckscher-Olim, las diferencias en la dotación de factores son la principal clave explicativa de un comercio internacional que beneficiará a todos los participantes al estimular la producción global y abaratar los precios de los productos, mientras el atraso se identifica aquí con la escasa capacidad para generar circuitos comerciales y monetarios.

Esta perspectiva estática del crecimiento fue completada por la teoría de las etapas de crecimiento, que insiste en el carácter dinámico y evolutivo del proceso.

Según esta visión, los territorios que ocupan las posiciones de vanguardia en cuanto a su nivel de desarrollo han pasado por una serie de etapas sucesivas, de diversa duración, en la

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que su estructura económica se especializó en distintas actividades (desde agrarias hasta servicios).

Las sociedades y los territorios que no consiguieron avanzar sólo podrán superar esa situación siguiendo las etapas marcadas por los más desarrollados, pues se presupone que el proceso es común a todos. Para lograrlo, el recurso al capital y la tecnología procedentes del exterior puede compensar las insuficiencias internas.

Uno de los exponentes que mejor reflejan este enfoque fue la interpretación hecha por Rostow (1960). En su esquema Rostow supone un reequilibrio interterritorial que justifica porque los rendimientos decrecientes y la progresiva estabilización de la demanda que afectan a sistemas productivos altamente evolucionados, enfrentados a problemas de saturación y costes crecientes.

Los mayores desequilibrios regionales afectarán a países en etapas intermedias dentro de su proceso de crecimiento, cuando el despegue de algunas regiones y ciudades industriales se contrapone al atraso de las áreas rural-agrarias, pero tenderá a reducirse a medida que el aumento de las deseconomías limite sus tasas de crecimiento en beneficio de otros espacios con menores costes, que verán aumentar su volumen de actividad y la renta de sus habitantes.

3.3 Teorías del desarrollo desigual: enfoques estructuralistasLas teorías estructuralistas del crecimiento económico insisten en la influencia

prioritaria de las relaciones interterritoriales sobre la generación de desigualdades, así como en la tendencia espontánea a su profundización de no existir una intervención pública. [Por este motivo] a veces se califican como teorías keynesianas en relación con la defensa común de una cierta presencia pública.

Entre las diversas propuestas interpretativas merecen destacarse: la teoría del crecimiento acumulativo, la de la polarización y la del intercambio desigual o de la dependencia.

La teoría del crecimiento acumulativo fue planteada por Myrdal (1957) para explicar la profundización de los problemas de subdesarrollo, tanto en el mundo como entre las regiones de un mismo país.

A partir de la idea de círculo vicioso de la pobreza propuesta por Nurkse en 1952, Myrdal afirmó el principio de que “normalmente, el juego de las fuerzas de mercado tiende a aumentar, más bien que a disminuir, las desigualdades entre regiones.

La razón básica estriba en la aparición de procesos de causación circular, que originan efectos acumulativos de sentido positivo o negativo según los territorios.

Además de explicar la desigualdad entre países o entre regiones, y su tendencia a acentuarse con el paso del tiempo, este razonamiento permite comprender por qué los contrastes internos serán máximos en los países subdesarrollados, donde sólo unos pocos enclaves aislados concentran el crecimiento, y además atenuados en los de alto nivel de desarrollo, donde la difusión espacial ha sido mayor.

Distinta en su argumentación inicial, es la teoría de la polarización planteada por Perroux (1955) y trasladada al plano territorial por Boudeville (1968). Esta teoría parte del principio de que el crecimiento económico no se produce nunca de modo uniforme, sino que surge en determinados lugares que reúnen condiciones particularmente favorables para que se instalen en ellos actividades matrices, generalmente industriales, muy dinámicas y con capacidad de inducir efectos multiplicadores en su entorno, al aumentar la oferta y la demanda de bienes y servicios.

Estos efectos difusores se producirían en forma de ondas más o menos concéntricas a partir de un cierto grado de evolución.

La teoría de la dependencia o del intercambio desigual tiene su origen en la obra del economista argentino Raúl Prebish (1949), ampliada más tarde por Furtado (1974) y Amin (1973). La idea central radica en el hecho de que el principio de competencia y la lógica del

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beneficio privado imperantes en el capitalismo favorecen una evolución contrastada entre lo que calificaron como espacios centrales y periféricos, identificables a distintas escalas.

Esa dualidad tiene carácter estructural y se refleja en una serie de rasgos bien definidos, que no guardan relación con la posición de los territorios en el mapa, sino con su respectiva especialización funcional. Los centros reúnen las funciones dominantes ligadas a la decisión y la innovación. Por el contrario, las periferias se identifican con territorios especializados en funciones subsidiarias, actividades maduras y de escaso crecimiento.

Esas características estructurales no son estáticas sino que tienden a reforzarse con el paso del tiempo a partir del establecimiento de unas relaciones de intercambio desigual entre centros y periferias, que favorecen la acumulación de excedentes en los primeros a expensas de las segundas, lo que imposibilita su desarrollo.3.4 Aportaciones recientes. Teoría del crecimiento endógeno

La reestructuración del sistema iniciada en los años setenta, trajo consigo cambios importantes en lo relativo a los desequilibrios territoriales preexistentes que alteraron la distribución de áreas dinámicas y en declive.

Las teorías del crecimiento endógeno consideran –según Vázquez Barquero- un enfoque territorial, contrapuesto al enfoque funcional de Myrdal, Boudeville o Prebish. Su especificidad frente a propuestas anteriores radica en que interpretan que el desarrollo es resultado de la influencia conjunta tanto de factores económicos como extraeconómicos (instituciones, cultura y sistema de valores, relaciones sociales, herencias históricas…), que además, presenta un carácter localizado, inherente a cada territorio.

Supone, pues, una revalorización de las condiciones territoriales, es decir, de la incidencia de lo geográfico sobre lo económico, al aceptarse la existencia de un espacio socialmente construido, que puede apoyar u obstaculizar los procesos de desarrollo, frente a u simple consideración como soporte o escenario donde tienen lugar tales procesos.

Esta visión compleja del territorio, como sistema constituido por diferentes subsistemas (natural, social, cultural, tecnológico, productivo, político) interactivos y dinámicos se traduce en la consideración de múltiples factores explicativos del desarrollo. Se pueden agrupar o considerar 5 tipos de variables estratégicas:

Infraestructuras técnicas; Estructura productiva y del mercado de trabajo; Características socioculturales e institucionales; Estructura del sistema regional de innovación; Estructura espacial y recursos ambientales.

3.5 Aportaciones recientes. Teorías sobre la división espacial del trabajoLas teorías sobre la división espacial del trabajo toman como precedente la teoría del

sistema mundial propuesta por Wallerstein en los años setenta, pero han conocido una diversificación posterior, que incluye destacadas aportaciones de algunos geógrafos (Massey 1984; Taylor 1985; Amin Ash y Robins 1994; Santos –comp- 1994)

Herederas de la teoría de la dependencia, cuestionan la excesiva simplicidad y el mecanicismo asociados a la visión dual centro-periferia que supone una profundización constante de los procesos de desarrollo y subdesarrollo alimentados por unos flujos de intercambio desigual, sin modificaciones en la localización respectiva de unos y otros, ni atención hacia las condiciones internas de cada territorio, que pueden diversificar las trayectorias seguidas.

Su idea central es la de que el proceso de acumulación capitalista ha supuesto una expansión constante de las relaciones de mercado, reflejada en una integración cada vez más directa entre los diferentes territorios, que se basa en el principio de división del trabajo y especialización, vigente desde la escala local a la mundial.

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Aunque los atributos esenciales de las regiones pueden mantenerse durante largos períodos, su rentabilidad se modificará su función de las condiciones técnico-productivas y de regulación social imperante en cada momento, lo que puede conducir a su expansión o declive.

Lo que se mantenido constante a lo largo del tiempo es una división espacial del trabajo que, a grandes rasgos, permite identificar siempre tres tipos de espacios. Junto a centros y periferias resulta una novedad en estos enfoques la referencia a las semiperiferias, territorios que ocupan una posición intermedia en cuanto a que en ellos coexisten actividades y funciones propias de espacios centrales, con otras habituales de espacios dependientes o periféricos, lo que es motivo de fuertes contradicciones (sociales, sectoriales, espaciales) internas.

Con esas características podrán identificarse dos tipos de situaciones contrapuestas. Existen semiperiferias emergentes, que mejoran su posición, ya sea por la difusión de funciones, empleos y población desde centros próximos en proceso de saturación, y/o por un mayor aprovechamiento de sus recursos. También se observa la presencia de semiperiferias en declive, surgidas por agotamiento de antiguas áreas centrales que pierden la funcionalidad que les aseguraba la prosperidad en períodos anteriores.

Tiene lugar, por tanto, una constante evolución de los mapas geoeconómicos y geopolíticos que no puede entenderse desde una visión dual de la realidad, sino que exige una tipología regional más compleja. De este modo, “cuanto más se mundializan los lugares, más se tornan singulares, específicos y únicos.” (Hiernaux y Lindón)

4.1 Políticas regionales keynesianasSus rasgos esenciales son:

El problema básico a resolver era el atraso de determinadas regiones que quedaron al margen del proceso industrializador.

Estas políticas de corte socialdemócrata pretendieron hacer compatible la eficiencia económica con una mayor equidad (que no igualdad) social y territorial, considerando que le fomento de la industrialización debía ser el criterio de actuación prioritario.

Los instrumentos de intervención más habituales, destinados a atraer inversiones y empresas hacia las regiones con problemas, fueron la concesión de múltiples incentivos, la mejora de infraestructuras e, incluso, la implantación de algunas grandes empresas públicas para que actuasen como locomotoras del crecimiento.

La Administración del Estado fue el agente protagonistas de esas actuaciones, aplicando un modelo de planificación desde arriba.

La aplicación práctica de estos principios y los resultados alcanzados en distintos países fueron bastante desiguales, pero han sido numerosas las críticas posteriores, que insisten tanto en las limitaciones estructurales de las propias políticas planteadas, como en los errores cometidos durante su ejecución.

4.2 Nuevas políticas de desarrollo regional y localLos postulados y actuaciones asociados a las nuevas políticas poskeynesianas en materia de promoción del desarrollo regional pueden sistematizarse del modo siguiente.

Se produce un cambio en la naturaleza de los problemas a resolver, pues la crisis del modelo productivo y territorial anterior supuso la aparición de nuevas regiones-problema, además de generalizar las dificultadas asociadas a la expansión del desempleo, la reconversión de sectores industriales maduros, etc.

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Con relación a los objetivos, la competitividad se convirtió en el eje central de las preocupaciones mostradas por los responsables públicos.

Con relación a los instrumentos se promueve la aparición de nuevas empresas y al fomento dela innovación, que también está presente en las inversiones destinadas a la construcción y mejora de infraestructuras tecnológicas sin olvidar las relativas al transporte. La complejidad afecta a lo agentes promotores, a los gobiernos centrales, se suma ahora una mayor presencia de las administraciones regionales y locales, fruto de una descentralización política que concede un mayor protagonismo a las sociedades locales en la solución de sus problemas (“planificación desde abajo”).

5. Crecimiento económico, medio ambiente y desarrollo sostenible5.1 Impactos de la actividad económica sobre el medio ambienteSegún Gómez Orea, “el medio ambiente es el entorno vital; el conjunto de factores físico-naturales, sociales, culturales, económicos y estéticos que interactúan entr4e sí, con el individuo y con la comunidad en la que vive, determinando su forma, carácter, relación y supervivencia. No debe considerarse, pues, como el medio envolvente del hombre, sino como algo indisociable de él, de su organización y de su progreso.”La evolución económica registrada en un territorio puede generar diversas presiones sobre su medio ambiente, que se concretan en cinco tipos fundamentales:

Una extracción de recursos naturales, renovables y no renovables, utilizados como insumos en los procesos productivos;

Un cambio en el uso y aprovechamiento del suelo, que puede derivar hacia formas de intensidad creciente con objeto de elevar su rentabilidad;

Un desecho de sustancias y energía, resultado de la propia actividad, que puede llegar a superar la capacidad de almacenamiento, descomposición o reciclaje del medio (aéreo, terrestre o acuático);

Unos riesgos tecnológicos, complemento de los naturales, y tanto para la población como para los restantes componentes del sistema biótico, en forma de explosiones, incendios, fugas de sustancias peligrosas, etc.;

Una tendencia a la concentración espacial de buena parte de esas actividades, que aumenta la presión ejercida sobre el suelo y puede llegar a saturar su capacidad de carga.

5.2. Propuestas de desarrollo sostenibleAños 70 Club de Roma crecimiento cero conveniencia de un estado estacionario.Años 80 Informe Brundtland Desarrollo sostenible crecimiento con equidad y sustentabilidad ambiental.