Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1998

11
MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II PARA LA CELEBRACIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 1 ENERO 1998 http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/messages/peace/ documents/hf_jp-ii_mes_08121997_xxxi-world-day-for-peace_sp.html DE LA JUSTICIA DE CADA UNO NACE LA PAZ PARA TODOS 1. La justicia camina con la paz y está en relación constante y dinámica con ella. La justicia y la paz tienden al bien de cada uno y de todos, por eso exigen orden y verdad. Cuando una se ve amenazada, ambas vacilan; cuando se ofende la justicia también se pone en peligro la paz. Hay una estrecha relación entre la justicia de cada uno y la paz para todos, por este motivo deseo dirigirme, con el presente Mensaje para la Jornada de la Paz, ante todo a los Jefes de Estado, teniendo bien presente que el mundo de hoy, aunque lacerado en muchas regiones por tensiones, violencias y conflictos, está en busca de nuevas formas y de equilibrios más estables, en vista de una paz auténtica y duradera para toda la humanidad. Justicia y paz no son conceptos abstractos o ideales lejanos; son valores que constituyen un patrimonio común y que están radicados en el corazón de cada persona. Todos están llamados a vivir en la justicia y a trabajar por la paz: individuos, familias, comunidades y naciones. Nadie puede eximirse de esta responsabilidad. Pienso tanto en quienes, a su pesar, se encuentran implicados en dolorosos conflictos, como en los marginados, los pobres y las víctimas de todo tipo de explotación: son personas que experimentan en su carne la ausencia de la paz y los efectos desgarradores de la injusticia. ¿Quién puede quedar indiferente ante su anhelo de una vida asentada en la justicia y en la auténtica paz? Es responsabilidad de todos hacer lo posible para que lo alcancen, pues

description

Mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero 1998

Transcript of Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1998

MENSAJE DE SU SANTIDAD

MENSAJE DE SU SANTIDADJUAN PABLO IIPARA LA CELEBRACIN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ1 ENERO 1998http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/messages/peace/documents/hf_jp-ii_mes_08121997_xxxi-world-day-for-peace_sp.html

DE LA JUSTICIA DE CADA UNO NACE LA PAZ PARA TODOS1. La justicia camina con la paz y est en relacin constante y dinmica con ella. La justicia y la paz tienden al bien de cada uno y de todos, por eso exigen orden y verdad. Cuando una se ve amenazada, ambas vacilan; cuando se ofende la justicia tambin se pone en peligro la paz.

Hay una estrecha relacin entre la justicia de cada uno y la paz para todos, por este motivo deseo dirigirme, con el presente Mensaje para la Jornada de la Paz, ante todo a los Jefes de Estado, teniendo bien presente que el mundo de hoy, aunque lacerado en muchas regiones por tensiones, violencias y conflictos, est en busca de nuevas formas y de equilibrios ms estables, en vista de una paz autntica y duradera para toda la humanidad.

Justicia y paz no son conceptos abstractos o ideales lejanos; son valores que constituyen un patrimonio comn y que estn radicados en el corazn de cada persona. Todos estn llamados a vivir en la justicia y a trabajar por la paz: individuos, familias, comunidades y naciones. Nadie puede eximirse de esta responsabilidad.

Pienso tanto en quienes, a su pesar, se encuentran implicados en dolorosos conflictos, como en los marginados, los pobres y las vctimas de todo tipo de explotacin: son personas que experimentan en su carne la ausencia de la paz y los efectos desgarradores de la injusticia. Quin puede quedar indiferente ante su anhelo de una vida asentada en la justicia y en la autntica paz? Es responsabilidad de todos hacer lo posible para que lo alcancen, pues la plena justicia slo se obtiene cuando todos pueden participar de ella por igual.

La justicia es, al mismo tiempo, virtud moral y concepto legal. En ocasiones, se la representa con los ojos vendados; en realidad, lo propio de la justicia es estar atenta y vigilante para asegurar el equilibrio entre derechos y deberes, as como el promover la distribucin equitativa de los costes y beneficios. La justicia restaura, no destruye; reconcilia en vez de instigar a la venganza. Bien mirado, su raz ltima se encuentra en el amor, cuya expresin ms significativa es la misericordia. Por lo tanto, separada del amor misericordioso, la justicia se hace fra e hiriente.

La justicia es una virtud dinmica y viva: defiende y promueve la inestimable dignidad de las personas y se ocupa del bien comn, tutelando las relaciones entre las personas y los pueblos. El hombre no vive solo, sino que desde el primer momento de su existencia est en relacin con los dems, de tal manera que su bien como individuo y el bien de la sociedad van a la par. Entre los dos aspectos hay un delicado equilibrio.

La justicia se fundamenta en el respeto de los derechos humanos2. La persona est dotada por naturaleza de derechos universales, inviolables e inalienables. stos, sin embargo, no subsisten por s solos. A este respecto, mi venerado Predecesor, el Papa Juan XXIII, enseaba que la persona tiene por s misma derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza.(1) El autntico baluarte de la paz se apoya sobre el correcto fundamento antropolgico de tales derechos y deberes, y sobre su intrnseca correlacin.

En los ltimos siglos, estos derechos humanos han sido formulados en diversas declaraciones normativas, as como en instrumentos jurdicos vinculantes. En la historia de los pueblos y naciones a la bsqueda de justicia y de libertad, su proclamacin se recuerda con legtimo orgullo porque, adems, se ha sentido frecuentemente como un cambio de poca, despus de flagrantes violaciones de la dignidad de individuos y de poblaciones enteras.

Hace cincuenta aos, tras una guerra caracterizada por la negacin incluso del derecho a existir de ciertos pueblos, la Asamblea general de las Naciones Unidas promulg la Declaracin Universal de los Derechos del Hombre. Fue un acto solemne al cual se lleg, tras la triste experiencia de la guerra, por la voluntad de reconocer de manera formal los mismos derechos a todas las personas y a todos los pueblos. En este documento se lee la siguiente afirmacin, que ha resistido el paso del tiempo: La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrnseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.(2) No menor atencin merecen las palabras con que concluye el documento: Nada en la presente Declaracin podr interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la supresin de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en la presente Declaracin.(3) Resulta dramtico que, an en nuestros das, esta disposicin se vea claramente violada por la opresin, los conflictos, la corrupcin o, de manera ms subrepticia, mediante el intento de reinterpretar, a veces distorsionando deliberadamente su sentido, las mismas definiciones contenidas en la Declaracin Universal. sta ha de ser observada ntegramente, en el espritu y en la letra. Sigue siendo como dijo el Papa Pablo VI de venerada memoria uno de los ms grandes ttulos de gloria de las Naciones Unidas, especialmente cuando se piensa en la importancia que se le atribuye como camino cierto de paz.(4)

Con ocasin del quincuagsimo aniversario de la Declaracin Universal de los Derechos del Hombre, que se celebra este ao, conviene recordar que la promocin y proteccin de los derechos humanos es materia de primaria importancia para la comunidad internacional.(5) Sobre este aniversario, sin embargo, se ciernen las sombras de algunas reservas manifestadas sobre dos caractersticas esenciales de la nocin misma de los derechos del hombre: su universalidad y su indivisibilidad. Estos rasgos distintivos han de ser afirmados con vigor para rechazar las crticas de quien intenta explotar el argumento de la especificidad cultural para cubrir violaciones de los derechos humanos, as como de quien empobrece el concepto de dignidad humana negando consistencia jurdica a los derechos econmicos, sociales y culturales. Universalidad e indivisibilidad son dos principios gua que exigen siempre la necesidad de arraigar los derechos humanos en las diversas culturas, as como de profundizar en su dimensin jurdica con el fin de asegurar su pleno respeto.

El respeto de los derechos humanos no comporta nicamente su proteccin en el campo jurdico, sino que debe tener en cuenta todos los aspectos que emergen de la nocin de dignidad humana, que es la base de todo derecho. En tal perspectiva, la atencin adecuada a la dimensin educativa adquiere un gran relieve. Adems, es importante considerar tambin la promocin de los derechos humanos, que es fruto del amor por la persona como tal, ya que el amor va ms all de lo que la justicia puede aportar.(6) En el marco de esta promocin, se debern realizar esfuerzos ulteriores para proteger particularmente los derechos de la familia, la cual es elemento natural y fundamental de la sociedad.(7)

Globalizacin en la solidaridad3. Los profundos cambios geopolticos acaecidos despus de 1989 han ido acompaados de autnticas revoluciones en el campo social y econmico. La globalizacin de la economa y de las finanzas es ciertamente una realidad y cada vez se van percibiendo con ms claridad los efectos del rpido progreso proveniente de las tecnologas informticas. Estamos en los umbrales de una nueva era que conlleva a la vez grandes esperanzas e inquietantes puntos interrogativos. Cules sern las consecuencias de los cambios que actualmente se estn produciendo? Se podrn beneficiar todos de un mercado global? Tendrn todos finalmente la posibilidad de gozar de la paz? Sern ms equitativas las relaciones entre los Estados o, por el contrario, la competencia econmica y la rivalidad entre los pueblos y naciones llevarn a la humanidad hacia una situacin de inestabilidad an mayor?

Las organizaciones internacionales tienen el cometido urgente de contribuir a promover el sentido de responsabilidad respecto al bien comn para lograr una sociedad ms equitativa y una paz ms estable en un mundo que se encamina a la globalizacin. Pero, para esto, es preciso no perder jams de vista la persona humana, que debe ser el centro de cualquier proyecto social. Slo de este modo las Naciones Unidas pueden llegar a ser una verdadera familia de Naciones, segn su mandato original de promover el progreso social y mejores condiciones de vida en una libertad ms amplia.(8) Este es el camino para construir una Comunidad mundial basada en la confianza recproca, en el apoyo mutuo y en el respeto sincero.(9) En definitiva, el desafo consiste en asegurar una globalizacin en la solidaridad, una globalizacin sin dejar a nadie al margen. He aqu un evidente deber de justicia, que comporta notables implicaciones morales en la organizacin de la vida econmica, social, cultural y poltica de las Naciones.

El pesado lastre de la deuda externa4. A causa de su frgil potencial financiero y econmico, hay naciones y regiones enteras del mundo que corren el peligro de quedar excluidas de una economa que se globaliza. Otras tienen mayores recursos, pero lamentablemente no pueden beneficiarse de ellos por diversos motivos: desrdenes, conflictos internos, carencia de estructuras adecuadas, degrado ambiental, corrupcin extendida, criminalidad y otros muchos ms. La globalizacin debe ir unida a la solidaridad. Por tanto, hay que asignar ayudas especiales que permitan a los Pases que slo con sus propias fuerzas no pueden entrar con xito en el mercado global, la posibilidad de superar su actual situacin de desventaja. Es algo que se les debe por justicia. En una autntica familia de Naciones, nadie puede quedar excluido; por el contrario, se ha de apoyar al ms dbil y frgil para que pueda desarrollar plenamente sus propias potencialidades.

Pienso en una de las mayores dificultades que hoy deben afrontar las Naciones ms pobres. Me refiero al pesado lastre de la deuda externa, que compromete las economas de Pueblos enteros, frenando su progreso social y poltico. A este respecto, las instituciones financieras internacionales han puesto en marcha con recientes iniciativas un importante intento para la reduccin coordinada de dicha deuda. Deseo de corazn que se contine avanzando en este camino, aplicando con flexibilidad las condiciones previstas, de manera que todas las Naciones con derecho a ello puedan beneficiarse de las mismas antes del ao 2000. Los Pases ms ricos pueden hacer mucho en este sentido, ofreciendo su apoyo a las mencionadas iniciativas.

La cuestin de la deuda forma parte de un problema ms amplio, que es la persistencia de la pobreza, a veces extrema, y el surgir de nuevas desigualdades que acompaan el proceso de globalizacin. Si el objetivo es una globalizacin sin dejar a nadie al margen, ya no se puede tolerar un mundo en el que viven al lado el acaudalado y el miserable, menesterosos carentes incluso de lo esencial y gente que despilfarra sin recato aquello que otros necesitan desesperadamente. Semejantes contrastes son una afrenta a la dignidad de la persona humana. No faltan ciertamente medios adecuados para eliminar la miseria, como la promocin de importantes inversiones sociales y productivas por parte de todas las instancias econmicas mundiales. Lo cual requiere, sin embargo, que la Comunidad internacional se proponga actuar con la determinacin poltica necesaria. Ya se han dado pasos encomiables en este sentido, si bien una solucin duradera exige el esfuerzo concertado de todos, incluido el de los mismos Estados interesados.

Urge una cultura de la legalidad5. Qu decir de las graves desigualdades que existen dentro de las Naciones? Las situaciones de extrema pobreza, en cualquier lugar en que se manifiesten, son la primera injusticia. Su eliminacin debe representar para todos una prioridad tanto en el mbito nacional como en el internacional.

No se puede pasar por alto, adems, el vicio de la corrupcin, que socava el desarrollo social y poltico de tantos pueblos. Es un fenmeno creciente que va penetrando insidiosamente en muchos sectores de la sociedad, burlndose de la ley e ignorando las normas de justicia y de verdad. La corrupcin es difcil de contrarrestar, porque adopta mltiples formas; sofocada en un rea, rebrota a veces en otra. El hecho mismo de denunciarla requiere valor. Para erradicarla se necesita adems, junto con la voluntad tenaz de las Autoridades, la colaboracin generosa de todos los ciudadanos, sostenidos por una fuerte conciencia moral.

Una gran responsabilidad en esta batalla recae sobre las personas que tienen cargos pblicos. Es cometido suyo empearse en una ecunime aplicacin de la ley y en la transparencia de todos los actos de la administracin pblica. El Estado, al servicio de los ciudadanos, es el gestor de los bienes del pueblo, que debe administrar en vista del bien comn. El buen gobierno requiere el control puntual y la correccin plena de todas las transacciones econmicas y financieras. De ninguna manera se puede permitir que los recursos destinados al bien pblico sirvan a otros intereses de carcter privado o incluso criminal.

El uso fraudulento del dinero pblico penaliza sobre todo a los pobres, que son los primeros en sufrir la privacin de los servicios bsicos indispensables para el desarrollo de la persona. Cuando la corrupcin se introduce en la administracin de la justicia, son tambin los pobres los que han de soportar con mayor rigor las consecuencias: retrasos, ineficiencia, carencias estructurales, ausencia de una defensa adecuada. Con frecuencia no les queda otra solucin que padecer la tropela.

Formas de injusticia particularmente graves6. Hay otras formas de injusticia que ponen en peligro la paz. Deseo recordar aqu dos de ellas. En primer lugar la falta de medios para acceder equitativamente al crdito. Los pobres se ven forzados con frecuencia a quedar fuera de los normales circuitos econmicos o a recurrir a traficantes de dinero sin escrpulos que exigen intereses desorbitados, con el resultado final del empeoramiento de una situacin ya de por s precaria. Por ello es un deber de todos esforzarse para que les sea posible el acceso al crdito en trminos ecunimes y con intereses favorables. A decir verdad, ya existen en diversas partes del mundo instituciones financieras que practican el micro-crdito en condiciones de favor para quien lo necesita. Son iniciativas que han de ser alentadas, porque de este modo se puede llegar a cortar de raz la vergonzosa plaga de la usura, haciendo posible que los medios econmicos necesarios para el digno desarrollo de las familias y de las comunidades sean accesibles a todos.

En segundo lugar, qu decir del aumento de la violencia contra las mujeres, las nias y los nios? Es hoy en da una de las violaciones ms difundidas de los derechos humanos, convertida trgicamente en instrumento de terror: mujeres tomadas como rehenes y menores asesinados brbaramente. A esto se aade la violencia de la prostitucin forzada y de la pornografa infantil, as como de la explotacin laboral de los menores en condiciones de verdadera esclavitud. Para contribuir a frenar la propagacin de estas formas de violencia se requieren iniciativas concretas y, especialmente, medidas legales apropiadas, tanto de mbito nacional como internacional. Se impone un arduo trabajo educativo y de promocin cultural para que, como a menudo he recordado en Mensajes precedentes, se reconozca y se respete la dignidad de cada persona. En efecto, hay algo que no puede absolutamente faltar en el patrimonio tico-cultural de la humanidad entera y de cada persona: la conciencia de que los seres humanos son todos iguales en dignidad, merecen el mismo respeto y son sujetos de los mismos derechos y deberes.

Construir la paz en la justicia es tarea de todos y de cada uno7. La paz para todos nace de la justicia de cada uno. Nadie puede desentenderse de una tarea de importancia tan decisiva para la humanidad. Es algo que implica a cada hombre y mujer, segn sus propias competencias y responsabilidades.

Dirijo mi llamada, sobre todo, a vosotros, Jefes de Estado y Responsables de las Naciones, a quienes est confiada la tutela suprema del estado de derecho en los respectivos Pases. Ciertamente, cumplir esta alta misin no es fcil, pero constituye una de vuestras tareas prioritarias. Ojal que los ordenamientos de los Estados a los que servs puedan ser para los ciudadanos garanta de justicia y estmulo para un crecimiento constante de la conciencia civil.

Construir la paz en la justicia exige, adems, la aportacin de todas las categoras sociales, cada una en su propio mbito y en sinergia con los dems componentes de la comunidad. En particular, os animo a vosotros, profesores, comprometidos en todos los niveles de la instruccin y educacin de las nuevas generaciones: formadlas en los valores morales y civiles, infundiendo en ellas un destacado sentido de los derechos y deberes, a partir del mbito mismo de la comunidad escolar. Educar a la justicia para educar a la paz: sta es una de vuestras tareas primarias.

En el itinerario educativo es insustituible la familia, que sigue siendo el ambiente privilegiado para la formacin humana de las nuevas generaciones. De vuestro ejemplo, queridos padres, depende en gran medida la fisonoma moral de vuestros hijos: ellos la asimilan del tipo de relaciones que establecis dentro y fuera del ncleo familiar. La familia es la primera escuela de vida y la huella recibida en ella es decisiva para el futuro desarrollo de la persona.

Finalmente os digo a vosotros, jvenes del mundo entero, que aspiris espontneamente a la justicia y a la paz: mantened siempre viva la tensin hacia estos ideales y tened la paciencia y la tenacidad de perseguirlos en las condiciones concretas en que vivs.

Rechazad con prontitud la tentacin de usar vas fciles ilegales hacia falsos espejismos de xito o riqueza; por el contrario, amad lo que es justo y verdadero, aunque mantenerse en esta lnea requiera sacrificio y obligue a ir contracorriente. De este modo, de la justicia de cada uno nace la paz para todos.

El compartir, camino hacia la paz8. Se acerca a grandes pasos el Jubileo del Ao 2000, un tiempo para los creyentes dedicado de manera especial a Dios, Seor de la historia, y una llamada de atencin a todos sobre la radical dependencia de la criatura del Creador. Pero en la tradicin bblica era tambin el tiempo de la liberacin de los esclavos, de la restitucin de la tierra al legtimo dueo, del perdn de las deudas y de la consecuente restauracin de formas de igualdad entre todos los miembros del pueblo. Es, por tanto, un tiempo privilegiado para continuar buscando la justicia que conduce a la paz.

En virtud de la fe en Dios-amor y de la participacin en la redencin universal de Cristo, los cristianos estn llamados a comportarse segn justicia y a vivir en paz con todos, porque Jess no da simplemente la paz. Nos da su paz acompaada de su justicia. l es paz y justicia. Se hace nuestra paz y nuestra justicia.(10) Pronunci estas palabra hace casi veinte aos, sin embargo, en el horizonte de las actuales transformaciones radicales, adquieren en nuestros das un sentido an ms vivo y concreto.

Un signo distintivo del cristiano debe ser, hoy ms que nunca, el amor por los pobres, los dbiles y los que sufren. Vivir este exigente compromiso requiere un vuelco total de aquellos supuestos valores que inducen a buscar el bien solamente para s mismo: el poder, el placer y el enriquecimiento sin escrpulos. S, los discpulos de Cristo estn llamados precisamente a esta conversin radical. Los que se comprometan a seguir este camino experimentarn verdaderamente justicia, paz y gozo en el Espritu Santo (Rm 14, 17), y saborearn un fruto de paz y de justicia (Hb 12, 11).

Deseo recordar a los cristianos de cada continente la exhortacin del Concilio Vaticano II: Es necesario [...] satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se debe a ttulo de justicia.(11) Una sociedad autnticamente solidaria se construye gracias al hecho de que quienes tienen bienes, para ayudar a los pobres, no se limitan a dar slo de lo superfluo. Adems, no basta ofrecer bienes materiales, se requiere el espritu del compartir, de modo que se considere como un ttulo de honor la posibilidad de dedicar los propios cuidados y atenciones a las necesidades de los hermanos en dificultad. Hoy se advierte, tanto en los cristianos, como en los seguidores de otras religiones y en muchos hombres y mujeres de buena voluntad, la atraccin por un estilo de vida sencillo como condicin para que pueda hacerse realidad la participacin equitativa en los frutos de la creacin de Dios. Quien vive en la miseria no puede esperar ms; tiene necesidad ahora y, por tanto, tiene derecho a recibir inmediatamente lo necesario.

El Espritu Santo acta en el mundo9. Con el primer domingo de Adviento ha comenzado el segundo ao de preparacin inmediata al Gran Jubileo del 2000, dedicado al Espritu Santo. El Espritu de la esperanza est actuando en el mundo. Est presente en el servicio desinteresado de quien trabaja al lado de los marginados y los que sufren, de quien acoge a los emigrantes y refugiados, de quien con valenta se niega a rechazar a una persona o a un grupo por motivos tnicos, culturales o religiosos; est presente, de manera particular, en la accin generosa de todos aquellos que con paciencia y constancia continan promoviendo la paz y la reconciliacin entre quienes eran antes adversarios y enemigos. Son signos de esperanza que alientan la bsqueda de la justicia que conduce a la paz.

El corazn del mensaje evanglico es Cristo, paz y reconciliacin para todos. Que su rostro ilumine el camino de la humanidad que se dispone a cruzar el umbral del tercer milenio.

Que los dones de su justicia y de su paz seanpara todos, sin distincin alguna!Se har la estepa un vergel, y el vergel ser considerado como selva.Reposar en la estepa la equidad, y la justicia morar en el vergel; el producto de la justicia ser la paz, el fruto de la equidad, una seguridad perpetua (Is 32, 15-17).

Vaticano, 8 de diciembre de 1997.

(1) Enc. Pacem in terris (11 abril 1963), I: AAS 55 (1963), 259.

(2) Declaracin Universal de los Derechos del Hombre, Prembulo.

(3) Ibid., art. 30.

(4) Mensaje al Presidente de la 28a Asamblea general de las Naciones Unidas, con ocasin del XXV aniversario de la Declaracin Universal de los Derechos del Hombre (10 diciembre 1973): AAS 65 (1973), 674.

(5) Declaracin de Viena, Conferencia mundial sobre los Derechos del Hombre (junio 1993), Prembulo I.

(6) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 78.

(7) Declaracin Universal de los Derechos del Hombre, art. 16 3. Cf. Carta de los Derechos de la Familia (22 octubre 1983), presentada por la Santa Sede: Ench. Vat. 9, 538-552.

(8) Carta de las Naciones Unidas, Prembulo.

(9) Juan Pablo II, Discurso a la 50a Asamblea general de las Naciones Unidas (5 octubre 1995), 14: L'Osservatore Romano, edicin semanal en lengua espaola, 13 octubre 1995, 9.

(10) Juan Pablo II, Homila en el Yankee Stadium de Nueva York (2 octubre 1979), 1: AAS 71 (1979), 1169.

(11) Decr. Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de los laicos, 8.