Mensajero 100

8

Click here to load reader

description

menonitas

Transcript of Mensajero 100

  • Nmero 100 www.menonitas.org mayo 2011

    Mientras llega el tsunami por Dionisio Byler

    El fenmeno tsunami constituye una figura extraordinariamente apta para describir la realidad del presente de la raza humana.

    Tsunamis como los recientes de Chile y Japn, se producen cuando cierto tipo de terremoto submarino genera olas gigantescas capaces de hundir buques enormes en alta mar e inundar inmensas expansiones de tierra en costas de poca elevacin sobre el nivel del mar. El aspecto de los tsunamis que me interesa como figura de la condicin humana, es el de la demora en el tiempo, entre el terremoto y la llegada a la costa de la ola gigantesca. Japn es el nico pas que tiene en funcionamiento un siste-ma prctico de alarma ante la llegada de tsunamis, motivo por el cual la inmensa mayora de los afectados tuvo tiempo de huir a zonas ms ele-vadas y no estamos hablando hoy de cientos de miles de muertos. (La pro-pia palabra tsunami es vocablo japo-ns.)

    El caso de Indonesia hace algunos aos es ms habitual: aunque el tiem-po entre el terremoto y la llegada del tsunami fue relativamente largo para algunas de las costas afectadas, las vctimas siguieron con sus actividades y vidas como si nada, en la feliz ignorancia de que ya se haba produ-cido el terremoto que los matara. Seguan vivos, seguan disfrutando de sus costumbres y ritmos habituales; pero eran muertos vivientes, por cuan-to el cataclismo que los mat ya haba sucedido horas antes aunque ellos no lo saban.

    ltimamente, agotado ya ms o menos mi inters en la Biblia como depsito de informacin histrica como puede constatar cualquiera que haya ledo mis ltimos libros vengo en explorar cada vez ms el aspecto de la Biblia no ya como historia sino como sabidura. Revelacin de sa-bidura proftica de parte de Dios mediante los autores de estos textos sagrados, para que aprendamos cmo

    Tambin en este nmero:

    Maduramos cuando cambiamos 5 Los rboles que andan 6 Noticias de nuestras iglesias 7 Diccionario: Creacin 8

    El dficit ecolgico espaol

    Segn El Pas (18/4/2011), a las

    16 horas y 50 minutos del martes 19

    de abril, Espaa entr en dficit eco-

    lgico para 2011. Es decir, agot en

    algo menos de cinco meses todo el

    presupuesto ecolgico de que dis-

    pone su territorio para el conjunto

    del ao. Se entiende por presu-

    puesto ecolgico el equilibrio perfec-

    to entre la riqueza ecolgica que se

    destruye y la capacidad del sistema

    para regenerarse. Se tiene en

    cuenta la superficie destinada a

    cultivos, a pastos para ganadera,

    bosques, pesca, emisiones de car-

    bono y superficie urbana construida.

    El ltimo ao de equilibrio ecol-

    gico para Espaa fue 1986. Si

    todos los habitantes del mundo tu-

    viesen el nivel de consumo espaol,

    haran falta tres planetas para cubrir

    sus necesidades. Como hay pases

    menos desarrollados que Espaa,

    con menor consumo ambiental, aho-

    ra mismo solamente haran falta

    1,8 planetas para que el impacto de

    la humanidad fuera ecolgicamente

    sostenible.

    Hay un nico desenlace posible:

    tarde o temprano los recursos ecol-

    gicos se agotarn.

    Imaginemos la economa de una

    familia. Quien viviera echando

    mano de sus ahorros para gastar

    cada mes el triple de lo que gana,

    tarde o temprano se quedara sin

    ahorros. Pero si todo el mundo

    viviese as, los bancos ya habran

    quebrado antes de que se agoten

    los ahorros de los particulares. El

    banco con los ahorros ecol-

    gicos de la humanidad es el planeta

    Tierra. Y lo estamos llevando acele-

    radamente a la quiebra.

    Empezando con este nmero de

    El Mensajero exploraremos a lo

    largo de varios artculos, diversos

    aspectos de esta cuestin desde la

    perspectiva de la fe bblica.

  • 2 El Mensajero nmero 100

    hemos de vivir nuestra breve existen-cia sobre este planeta. Un planeta que tiene miles de millones de aos y que ha visto aparecer y desaparecer olas sucesivas de formas de vida. Un planeta que as como no se inmut cuando aparecimos sobre su superficie hace medio milln de aos, tampoco se inmutar si desaparecemos dentro de 50 o 100 aos para que nos reem-place slo Dios sabe qu combinacin de bacterias y vida vegetal y animal, terrestre y marina.

    La sabidura bblica es sabidura agraria de un pueblo que vivi en una tierra difcil la de Canan cuya explotacin agrcola fue siempre pre-caria. Ellos tuvieron que aprender a asumir plenamente las limitaciones de su existencia sobre esa tierra. Vivan un pacto a tres bandas entre Dios, el pueblo y la tierra, donde la tierra y el pueblo eran igualmente posesin de Dios. La tierra no poda ser poseda por sus habitantes sino tan slo utili-zada sabia y moralmente por cada generacin, que dependa a su vez de

    que Dios concediera las lluvias a su tiempo y siega y alimento en lugar de Hambre. Se cerna siempre sobre su existencia, la amenaza de que si no vivan conforme les instrua Dios, la propia tierra les vomitara y seran expulsados a exilio.

    Parece ser que durante siglos fueron capaces de mantener una agri-cultura y ganadera sostenibles y un estilo de vida ms o menos estable. Pero a raz de la infeliz ocurrencia de querer un rey como todas las nacio-nes, la nobleza de Jerusaln y Sama-ria empez a esquilmar el producto sobrante de la tierra La tierra empez a verse como un bien que se poda comprar y vender con el resultado de que fueron creciendo las explotaciones latifundistas a la vez que la masa social de campesinos des-pojados de sus tierras. Los propios pobladores tambin empezaron a ver-se como un bien que se poda comprar y vender con el resultado inicial de levas de trabajos forzados para con-struir el Templo de Jerusaln y levas

    de soldados conscriptos para las gue-rras; y al final un aumento importante de la poblacin reducida a esclavitud. Esta economa de consumo, que viva del producto de la tierra sin devolver nada a cambio ms que guerras y sufrimiento, no era no poda ser sostenible.

    Empezando con Ams, los profe-tas de Israel denunciaron lo que estaba pasando. Pero como la prosperidad de Jerusaln y Samaria tenda siempre a ms, la denuncia proftica no fue oda. Y as Samaria primero y un siglo y medio ms tarde Jerusaln tambin, cayeron. La poblacin fue llevada al exilio. El dao ecolgico y la despoblacin resultante de la tierra de Canan, tard siglos en recuperar-se.

    El planeta Tierra estaba en aquel entonces, sin embargo, todava relati-vamente despoblado. Los desastres y calamidades ecolgicas y las guerras resultantes para hacerse con bienes cada vez ms escasos sucedan pun-tualmente en espacios geogrficos limitados y siempre era posible talar bosques y volver a empezar en otro lugar. Sin embargo en nuestra generacin presente, se nos estn acabando a un ritmo vertiginoso los lugares habitables que todava sea posible ocupar. La Tierra, que duran-te miles de aos poda parecer infinita en su capacidad de proveer para la humanidad, se nos manifiesta ahora decididamente limitada. Es una pe-quea esfera de vida en medio de la enormidad del espacio galctico. Es posible que haya otros planetas habi-tables en alguna parte del universo, pero un grupo colonizador desde la Tierra tardara miles de generaciones en viajar hasta cualquiera de ellos. Algo que naturalmente no va a suce-der nunca!

    Una proporcin cada vez ms importante de nuestros semejantes carece de agua potable y alimento y condiciones de vida digna. Aumenta la esclavitud en nuestra generacin como en pocas eras de la humanidad. Las guerras no son ya cosa de una campaa militar o de unos pocos aos. La guerra se ha instalado como un rasgo permanente de nuestra civili-zacin. Y no va a desaparecer. Es demasiado rentable para la minora

    Estaramos en ese caso como los habitantes de una costa donde todava no llega el tsunami de un terremoto que ya sucedi hace unos minutos. Seguiramos con nuestras vidas como si todo fuera normal. Seguiramos con nuestros trabajos, seguiramos con nuestras satis-facciones y luchas de a diario como siempre; Pero seramos todos unos muertos vivientes; por cuanto el desastre que nos erradicar ya ha sucedido.

  • mayo 2011 El Mensajero 3

    que manda. Incluso un pas como Espaa que presumimos de que nuestros ejrcitos slo intervienen en misiones de paz nos lucramos y mucho del trfico de armamento. La presente crisis econmica se nos agra-vara si no pudisemos exportar armas a los conflictos blicos que asolan a la humanidad.

    Los expertos debaten si estamos todava a tiempo para dar marcha atrs en el impacto que nuestra activi-dad humana est teniendo sobre el planeta. Es difcil determinar si he-mos cruzado o no ya ese umbral de impacto en el clima y en la diversidad gentica y en la calidad del agua y de la atmsfera, cuando las consecuen-cias sean que tarde o temprano este planeta se nos volver inhspito. Desde luego, cuando los expertos se pongan de acuerdo, ser que ya es demasiado tarde. Pero es posible que ya ahora lo sea.

    Estaramos en ese caso como los habitantes de una costa donde todava no llega el tsunami de un terremoto que ya sucedi hace unos minutos. Seguiramos con nuestras vidas como si todo fuera normal. Seguiramos con nuestros trabajos, seguiramos con nuestras satisfacciones y luchas de a diario como siempre. Celebrara-mos con alegra nuestras bodas y el nacimiento de nuestros hijos y nietos y lloraramos a nuestros muertos. Pero seramos todos unos muertos vivientes; por cuanto el desastre que nos erradicar ya ha sucedido.

    Los profetas de Israel, incluso los que hablaron en las horas ms oscuras de su pueblo cuando estaba claro que todo estaba ya perdido fueron guiados por el Espritu del Seor a imaginar otro futuro diferente que el previsible.

    Pudieron sobrepasar las limitacio-nes de lo evidente el desenlace fatdico de las conductas de su genera-cin e imaginar un mundo donde Dios fuese tenido en cuenta.

    Jeremas tiene fama como el profeta llorn por la leyenda de que fue l el autor del libro de Lamenta-ciones. Pero el propio libro de Jere-mas contiene un justo equilibrio entre el pesimismo por el desenlace de la vida de sus contemporneos, y la

    confianza en que Dios sigue en su trono en el cielo y dar una posteridad a los que a l se encomiendan. Eze-quiel se qued mudo, incapaz ya de hablar al ver el desastre que se aveci-naba sobre Jerusaln. Pero cuando recibi la noticia de que Jerusaln haba cado, empez a profetizar sobre otro futuro diferente, otra clase de Jerusaln, otra clase de Israel, huesos secos que volvan a recobrar vida. Si no me equivoco, el nico profeta bblico cuyo libro no tiene ninguna palabra de esperanza segura, fue Ams. Y el hecho de que eso falte en el libro de Ams tal vez se deba a que fue el primero en vaticinar el desastre. Un desastre en el que nadie quera ni poda creer todava, por lo cual hablar de esperanza habra carecido de inters.

    A los seguidores del Mesas Jess, nos corresponde buscar la inspiracin del Espritu de Dios, para que poda-mos imaginar y predicar un futuro diferente, un futuro alternativo. Un futuro sin guerras, sin esclavitud, sin prostitucin ni pedofilia ni pornogra-fa, sin Hambre. Un futuro con agua potable para todos y alimentos nutriti-vos, cultivados sin productos qumi-cos perjudiciales y por mtodos sos-tenibles, repartidos equitativamente entre toda la humanidad. Un futuro de respeto a la biodiversidad en tierra y mar.

    Puede parecer un contrasentido pero en esta generacin, cuando la humanidad estamos cayendo en la cuenta de que quiz sea ya demasiado tarde para rescatar nuestra existencia sobre el planeta Tierra, tenemos que hallar en Dios un mensaje de esperan-za que comunicar a nuestros semejan-tes. Porque sin esperanza la humani-dad nos quedaramos inmovilizados, incapaces de rebelarnos, incapaces de luchar.

    Concdanos Dios a su pueblo la intensidad de comunin con su Espri-tu Creador, para que desde el fulgor de nuestras oraciones podamos irra-diar su Luz en medio de la presente Oscuridad. Porque hoy como en Jerusaln hace miles de aos el problema, sin dejar de ser esencial-mente material, deriva de una terrible pereza espiritual.

    El problema, sin dejar de ser esencialmente material, deriva de una terrible pereza espiritual.

  • 4 El Mensajero nmero 100

    La madurez cristiana (13)

    Maduramos cuando cambiamos (1 de 2) por Jos Luis Surez

    De vez en cuando me sorprenden los cambios que han tenido lugar en mi vida. La mayora de las veces me doy cuenta de estos cambios, no cuan-do acontecen sino mucho tiempo des-pus, cuando observo los nuevos caminos por los que transito.

    Soy consciente que esto es un aprendizaje continuo que se da obser-vndome, escuchndome, observando a otros, leyendo, orando, meditando y corrigiendo equivocaciones.

    Este aprendizaje siempre es perso-nal y emana de mi propia experiencia, pero es al tiempo un camino que reali-zo con las personas que tengo cerca y lejos, las cuales en muchos momentos me sirven de espejo para verme y son referencia para caminar.

    De alguna manera este artculo es la historia de mis propios cambios mezclado con mis viajes por le mundo de la Biblia, de la oracin y de lo aprendido de los muchos testigos en este maravilloso mundo de los cambios.

    Cambiar

    La palabra cambiar la usamos en el lenguaje cotidiano cuando nos refe-rimos a reemplazar, sustituir, mudar, alterar una posicin, adaptar y trans-

    formar. Cambiar es ir de un lugar a otro; es transformacin, modificacin, metamorfosis, dejar una cosa para tomar otra. Cambiar es lo opuesto a lo esttico, lo inamovible, lo fijo.

    Propongo en esta reflexin que el cambio es un principio, una norma, una ley que rige el plan de Dios para su creacin. El cambio es el diseo del creador para sus criaturas. Cuando se entra en esta dinmica se encuentra la clave del sentido de la vida, de la armona con uno mismo, con los dems, con el Creador y con toda la Creacin. Sin cambios el mundo sera horrible.

    Existen distintos tipos de cambio. Es muy diferente los cambios que realizamos por iniciativa propia, que los que nos vienen impuestos o que acontecen de manera ajena a nuestra voluntad (la prdida de un empleo, una enfermedad incurable etc.).

    Esta diferencia es importante en la medida en que en el primer caso, uno elije y asume sus consecuencias y que por supuesto encontrar la fuerza y motivacin para llevarlo a cabo. Por otro lado en los cambios no elegidos, ser ms difcil mantener el compro-miso, ya que sin la motivacin per-sonal, al menor contratiempo se abandona. Es tambin una realidad que ciertos cambios no elegidos algu-nas veces se pueden asumir como propios debido a la oracin, la refle-xin, la escucha de la voz de Dios y el sentirse a gusto con el resultado de los cambios.

    1. La importancia de los cambios en

    la vida humana

    Uno de los elementos clave en la maduracin son los cambios. Es una verdad como un templo que sin cam-bios no hay madurez. Todo lo que nace se convierte en un eterno movi-miento de cambios continuos que slo terminan cuando llega la muerte. Esta realidad la vemos en los reinos vege-tal y animal y en el ser humano.

    La mayora de las personas tienen miedo a los cambios, lo nuevo, sin darse cuenta que en este mundo nada permanece estable y para siempre. Todo cambia continuamente. Lo ni-co que no cambia es el cambio.

    Sin cambios no habra vida. Nues-tras clulas cambian cada segundo. El cambio est en la raz de nuestra hu-manidad. Nos guste o no, el cambio es parte de todo lo que est vivo. Apren-der a dar la bienvenida al cambio en lugar de cerrarse a l, es un elemento clave para madurar y vivir en pleni-tud.

    El cambio es la condicin inevita-ble del ser humano. Debe ser vivido como un hecho maravilloso. En lugar de evitarlo o considerarlo como una amenaza o un enemigo, se le debera dar la bienvenida.

    Los cambios contribuyen a la supervivencia, a la estabilidad y a la plenitud de la vida de todo ser huma-no. Cuando no hay cambios nos deslizamos hacia el caos y la desin-tegracin, no solo del ser humano sino de la humanidad. Cuando no cambia-mos, nuestro horizonte se estrecha cada vez ms y nos vamos insensibili-zando a la vida.

  • mayo 2011 El Mensajero 5

    Los cambios en el ser humano abarcan lo fsico, lo emocional, lo mental y lo espiritual; porque el cam-bio est inscrito en el ADN del ser humano.

    Jess inici su ministerio llamando a la gente a cambiar su forma de vivir; a seguirle, a tomarle como referencia para vivir, a confiar en el amor incon-dicional del Padre Dios.

    El Sermn del Monte es una llama-da al cambio en nuestra manera de entender la relacin con Dios, con los dems, con nosotros mismos y con el mundo en general.

    2. Las dificultades para cambiar

    Si pensamos que todo cambio es sospechoso, habremos entrado en el sombro terreno del oscurantismo. Si una persona decide aferrarse a lo que ya tiene sin abrirse al cambio, tendr una vida empobrecida y dolorosa, porque la vida siempre es un eterno movimiento que nunca se detiene. Muchas personas prefieren la comodi-dad y la seguridad de lo conocido aunque sea malo, a la incertidumbre de lo desconocido o lo nuevo. Sin embargo, una existencia sin riesgos, anclada en la rutina, en la resignacin con lo que hay, arriesgando poco o nada, afirmando que siempre ha sido as, con actitudes rgidas y resisten-

    cia a los cambios, ser una vida no vivida. Estar llena de limitaciones. Carecer de sentido. Toda cultura basada en el conformismo est conde-nada al atraso.

    Todo cambio significa creatividad, curiosidad por explorar lo desconoci-do sabiendo que nada es eterno. El

    cambio es parte de la vida del indivi-duo, de las organizaciones, de los gobiernos y de la Iglesia.

    Todo cambio provoca algn tipo de crisis, porque es aventurarse en lo incierto, lo desconocido. No obstante la crisis que acompaa al cambio muy a menudo es ms beneficiosa que daina. Una de las mayores dificulta-des para el cambio son los miedos. Ser capaz de hacerlo bien? Qu ocurrir? No existen transformaciones fciles. Los cambios son rupturas interiores con la forma de pensar y hacer que tenamos antes. Implican ruptura, en algn sentido, con el pasado.

    Otro elemento que dificulta los cambios es la tendencia a usar todas nuestras energas para defender lo que ya tenemos, situaciones ya consolida-das, lo que ya sabemos, los logros externos nuestro barrio, nuestro lugar de trabajo, nuestra ciudad, todo lo que nos es conocido y familiar y rechazar de forma sistemtica todo aquello que viene a perturbar nuestra seguridad. Preferimos todas estas situaciones en lugar de salir de las zonas de seguridad.

    Muy a menudo nos agarramos con uas y dientes a lo que tenemos. Al hacerlo nos negamos a lo desconoci-do, a salir del mundo donde todo esta controlado y perfectamente ordenado. Son muchas las personas que prefie-ren seguir atadas a lo que ya conocen por aquello de que Ms vale malo conocido, que bueno por conocer. Nos resistimos a los cambios.

    Cuanto ms grandes sean los cam-bios, ms profunda ser la crisis. El nio al nacer llora; el primer da de colegio entra en crisis. Cuando se llega al final de la vida, lo desconoci-do provoca temor y hasta pnico aun en las personas de mucha fe debido a que desconocemos lo que

    hay despus de la muerte.

    Cambiar representa ruptura en la forma de pensar, cambios de valores y criterios de accin; y esto produce temores, miedos, angustias y hasta desesperacin. Esta es la razn por la que son pocas las personas que estn dispuestas a cambiar su manera de pensar y de vivir.

    Todo cambio es doloroso. El nio no aprende a andar sin antes caerse muchas veces. No se puede aprender a tocar el piano sin antes tocar unas cuantas teclas equivocadas.

    El libro de xodo nos narra la salida del pueblo de Dios de Egipto. Todo un pueblo se arriesga a dejar lo conocido la esclavitud, el mal vivir para aventurarse en lo desco-nocido. Pero cuando aparecen las difi-cultades (Ex 16,1-3), desean volver al pasado.

    Hay que saber tolerar las ambige-dades y la incertidumbre para favore-cer el cambio. En vez de ir a la contra hay que fluir con l, ser flexibles, abiertos, permisivos y aceptar que todo cambio produce incertidumbre.

    3. El cambio como proceso

    Vivimos en una sociedad en la que predomina la ley del mnimo esfuerzo para conseguir lo que se desea. Casi todos los anuncios publicitarios estn basados en trminos de rapidez y mnimo esfuerzo. Somos bombardea-dos diariamente por los medios de comunicacin y desgraciadamente, tambin en la iglesia. (Hace unos aos vi un libro en una librera evanglica con el ttulo: Cmo conseguir el poder de Dios en 48 horas). Son mensajes que nos presentan cambios instantneos y sin esfuerzos.

    Todo cambio fcil, sin complica-ciones, que nos promete resultados instantneos hasta el sentido

    El cambio es el diseo del creador para sus criaturas. Cuando se entra en esta dinmica se encuentra la clave del sentido de la vida, de la armona con uno mismo, con los dems, con el Creador y con toda la Creacin. Sin cambios el mundo seria horrible.

  • 6 El Mensajero nmero 100

    comn nos dice que no est basado en principios correctos! Debemos consi-derarlo sospechoso y hasta peligroso. Los cambios instantneos son excep-ciones. Milagros. La mayora de las veces son producto de nuestra imagi-nacin ms que de la realidad. Aqu es bueno recordar el proverbio: Del dicho al hecho hay un trecho.

    La metfora de la agricultura nos ayuda a entender el elemento del proceso del tiempo y del precio a pagar. El agricultor prepara la tierra, siembra la semilla, desbroza, abona, riega y luego llega la cosecha. No hay otra frmula. No se puede violentar el proceso del tiempo. Hay que dejar que la fruta madure a su tiempo.

    El cambio no se puede forzar. Cuando se violenta el proceso del tiempo, a la larga se descubre el fraca-so. Porque los principios de la agricul-tura forman parte de todo crecimiento autntico.

    La metfora de la agricultura nos ensea que es imposible violar o ignorar el desarrollo humano como proceso. Es contrario a la naturaleza humana, que tiene etapas y momen-tos: El nio antes de andar da vueltas en la cuna, se sienta, gatea y luego camina y corre. Todos los pasos son importantes y todos requieren tiempo. No es posible saltarse ninguno de ellos. As es la maduracin cristiana.

    Aceptar el cambio como un proce-so es inevitable aunque no nos agrade, porque el proceso del cambio es parte la vida misma.

    Para poder ir ms lejos

    Carta del apstol Pablo a los Fili-penses, 3: 12-15.

    La transformacin espiritual pue-

    de ser dulce y gloriosa, pero tambin

    desconcertante y aterradora (Jack Kornfield).

    El que puede cambiar sus pensa-

    mientos puede cambiar su destino (Stephen Craner).

    Cuando ya no somos capaces de

    cambiar una situacin nos encontra-

    mos ante el desafo de cambiarnos a

    nosotros mismos (Vctor Frankl).

    Jess [] le pregunt: ves algo?

    El ciego abri los ojos y dijo: Veo a

    la gente. Son como rboles que andan (Mr 8,23.24).

    Hablar de nuestras cegueras siem-pre resulta complicado. Los relatos en los evangelios sobre curaciones de ciegos implican en cierto modo un doble sentido. Todos reconocemos que ramos ciegos pero con el toque de Jess ya podemos ver claramente. Es decir que como ya somos cristia-nos, tenemos una facultad para enten-der y discernir toda situacin. Bueno, algo de eso es verdad. Pero es curioso que el ciego del texto de Marcos, necesit un segundo toque. Por qu?

    Lo que nos dice el texto es que cuando abre los ojos, vea a la gente como cosas. Eran como rboles que andaban, cosas que se movan. Tenan un aspecto humano pero su parecido era de rboles. Lo que no nos damos cuenta es que vivimos en una socie-dad que cosifica a las personas. Es decir, se les pone etiquetas. No nos damos cuenta de ello, pero debido a la desmesura de informacin que pade-cemos, se nos presenta la realidad humana por medio de etiquetas. Las personas son, legales o ilegales, con papeles o sin papeles, emigrantes, nacionales o extranjeros, creyentes o incrdulos, evanglicos, catlicos, agnsticos, ateos Esto permite generalizar. Los extranjeros son Los espaoles son Los catlicos son Los ilegales son Los ateos son Por medio de las etiquetas de cosificar a las personas se hace ms fcil esconder sentimientos negativos desde una aceptacin social. Si etique-to y generalizo, si cosifico, si de lo que estoy hablando no son mas que rboles que andan, entonces puedo decir cualquier cosa y guardar mi respetabilidad.

    El problema est en que nos recla-mamos del nombre de Aquel que no etiquet a nadie. Cuando se acerc al politesta centurin romano, miembro de un ejrcito opresor, y vio lo que haba en su corazn, alab su fe, ponindola de ejemplo para todo Isra-el. Apreci la actitud del samaritano

    que ayuda a su prjimo (es decir un hereje, miembro de un colectivo que desfiguraba la verdadera fe, segn los judos) y nos lo presenta como para-digma de verdadero hombre de Dios. Se dej convencer por una mujer sirio-fenicia, rompiendo todos los prejuicios sociales y religiosos. A la mujer sorprendida en adulterio nunca la llama adltera sino que se refiere a ella con el trmino de mujer, devolvindole su dignidad. Y Cristo hizo eso porque vea a personas que estaban paralizadas como rboles.

    Porque poda ver el corazn de cada uno, sin tener en cuenta sus condicio-nantes religiosos o sociolgicos. En los tiempos que vivimos de etiqueta-dos y cosificaciones, debemos estar atentos para entender si quizs noso-tros tambin necesitemos un segundo toque de Cristo para poder ver lo que l ve.

    Julin Mellado

    Los rboles que andan

  • mayo 2011 El Mensajero 7

    Noticias de nuestras iglesias

    Adis, Juan

    Barcelona, 20 de abril Hoy duer-me Juan Becerra. No ha muerto; slo duerme en la esperanza de encontrarse con su Maestro, con Jesucristo. Ese fue su sueo.

    Am mucho. Se entreg a los dems con honestidad, coherencia, alegra y tambin cabezonera. Profundamente humano. Perfecta-mente imperfecto, no intent disimu-lar sus defectos ni aparentar ser quien no era. El sufrimiento de su enferme-dad lo llev con humildad, sin queja, con alabanza a Dios y agradecimiento por la vida.

    No fue un superhombre. Slo un hombre de fe, sencillo, que am

    mucho, sirvi a los dems en lo que pudo y nos deja un enorme agujero en el corazn.

    Al findescansa en paz con su Seor. de las palabras ledas en el funeral por su hijo, David.

    Yo ir

    Cuando siento tu presencia Seor.

    Cuando busco tu consuelo de amor,

    si me instalo en la duda perdn,

    por favor acompame,

    porque te amo, te adoro, te busco,

    por favor calma mi sed.

    Si te busco entre mis cosas perdn,

    si te siento en el silencio de amor,

    por donde quieras llevarme,

    yo ir, por favor acompame.

    Porque te amo, te adoro, te busco,

    por favor calma mi sed. Juan B.

    Comunidades Anabautistas Unidas

    Burgos, 10 de abril En el culto de esta maana los orgullosos paps (Dely y Edwige) presentaron al Seor a su hijo Josu. Que Dios le acompa-e todos los das de su vida!

    Burgos, 16 de abril La hora del caf en la obra, que es como nos venimos refiriendo al trabajo los sbados, que realiza una mezcla de hermanos muy bien capacitados en estas profesiones, y otros muchos voluntarios que les prestan todo tipo de apoyo. En la otra foto empezamos a hacernos una idea de cmo quedar por fuera.

  • 8 El Mensajero nmero 100

    Diccionario de trminos bblicos y teolgicos

    Creacin 1. El resultado del acto de crear. Comprender que algo es una creacin significa reconocer como es debido a la persona creadora. 2. Es-crito con mayscula, la Creacin es la totalidad del universo y en particular, las condiciones especialsimas del planeta Tierra, donde ha arraigado y proliferado en infinidad de formas la vida microbial, vegetal y animal, terrestre y marina, hasta hacer posible la existencia humana. Concebir del universo, la Tierra y la vida como Creacin, supone admitir la intencio-nalidad y los propsitos de Dios en tanto que Creador.

    Los relatos bblicos de la creacin del mundo y de la vida humana tienen elementos en comn con los mitos de los pueblos contemporneos alrededor de Israel y particularmente, con los mitos cananeos de creacin. Por ese motivo, llaman especialmente la aten-cin las diferencias con respecto a esos mitos. La Biblia deja como un misterio sin desvelar el origen de la materia a partir de la cual Dios crea nuestro universo. Otros pueblos entendan que los astros eran en s mismos dioses y que la Tierra era una diosa. En un mito babilnico, el uni-verso estaba hecho del cuerpo de la diosa Madre, asesinada por su hijo tambin un dios, naturalmente y abierto como quien abre en dos un pescado por la raspa, para hacer de una mitad los cielos y de la otra, la tierra. Qu diferente resulta la forma de contar la creacin en la Biblia!

    La Biblia establece una autoridad moral incuestionable y un poder o capacidad tambin incuestionable de Dios para crear, ordenar, disponer y tambin destruir el universo entero, por cuanto es obra de su intencin, propsito y actividad.

    En los libros de la Ley aunque tambin en otros de la Biblia Dios muestra especial inters en el ser humano como co-creador de la vida humana. Dios manda al ser humano propagarse pero a la vez, no pierde ocasiones para recordar al ser humano que la esterilidad e infertilidad es siempre posible y que slo creamos

    nuestros descendientes por beneplci-to divino. Para que Abraham y su descendencia jams olviden que su fertilidad viene de Dios, Dios les exi-ge darle un pedacito del pene de cada varn. Como el diezmo y el descanso obligado un da cada semana y la pro-hibicin de cultivar la tierra un ao de cada siete, la circuncisin obliga a Israel a reconocerse dependientes del Creador desde la intimidad de su re-produccin hasta el milagro de comer cada da de los productos de la tierra.

    Nacimos y comemos porque so-mos Creacin y vivimos instalados en la Creacin. En todos los detalles, el Creador es el que dispone. Si llueve y hay mies abundante, es porque el Creador as lo ha dispuesto. Si hay sequa y Hambre, esto tambin viene del Creador. La dependencia humana del Creador es absoluta y no admite discusin. El Creador tambin dispo-ne cules conductas son aceptables para el ser humano, que en tanto que seres creados inmersos en la Creacin, no somos quin para cuestionar las disposiciones divinas que garantizan la supervivencia y fecundidad de cada generacin humana. El Creador no nos debe ninguna explicacin; noso-tros le debemos a l y a sus propsi-tos, lealtad absoluta.

    El Creador nos ha encomendado un privilegio que es a la vez una responsabilidad sorprendente. Ha concedido al ser humano dominio sobre todos los otros seres creados, lo cual encierra tanto de obligacin y responsabilidad y rendir cuentas al Creador, como de privilegio.

    La humanidad ha de vivir respon-sable y prudentemente como mximo depredador, domador y domesticador de toda la vida terrcola en tierra, aire y mar. Tiene capacidad y potestad para transformar su entorno, cambiar las costas de los mares, mover monta-as, minar las profundidades subterr-neas una capacidad y potestad casi infinita. Casi pero no del todo. Por-que toda su actividad est sometida a la responsabilidad de ser prudentes y sabios en el ejercicio de dominio sobre una Creacin que es ajena. El

    ser humano nunca es dueo y propie-tario, entonces, aunque tenga domi-nio. El dueo y propietario sigue siendo siempre el Creador, por cuya autorizacin y permiso el ser humano ejerce ese dominio. Y cada ser huma-no en particular es slo un usuario pasajero durante los breves aos de su generacin, al cabo de la cual ha de entregar a sus hijos y nietos esta Crea-cin que antes recibi de sus padres y abuelos.

    D.B.

    EL MENSAJERO es una publicacin de la Secretara de AMyHCE (Anabautistas, Menonitas y Hermanos en Cristo - Espaa).

    c./ Estrella Polar, 10 09197 Quintanadueas (Burgos) Director: Dionisio Byler

    Las opiniones aqu vertidas no son necesa-riamente las mantenidas por las Iglesias de AMyHCE ni por el director.

    De distribucin gratuita en las Iglesias de AMyHCE.

    www.menonitas.org