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MESTIZAJE Y CATOLICISMO EN LA NUEVA ESPAÑA Delfina LÓPEZ SARRELANGUE UNAM No BIEN CONSUMADA LA CONQUISTA, se emprendió con brío la evangelización de la Nueva España. Criados y envejecidos en el cristianismo, los españoles re- cibieron una tibia atención. El tierno brote americano exigía esfuerzos abrumadores, la búsqueda de métodos diferentes, un retorno a la primitiva simplicidad y una disciplina más suave y llevadera que la acostumbrada secularmente con los neófitos. Así lo comprendieron los primeros misioneros, quienes sacrificaron fórmulas, solemnidades y procedimientos minu- ciosamente reglamentados por el derecho canónico. Así tam- bién lo comprendió la Santa Sede, que consideró justifica- dos, por las circunstancias, aquellos sistemas revolucionarios y que, para satisfacer las necesidades, tan numerosas como peculiares de esta Iglesia naciente, le concedió privilegios considerables que algunas naciones juzgaron "culpable pro- digalidad de la corte pontificia". 1 Esta largueza se extendió todavía más con el otorgamiento de las sólitas 2 primeramien- 1 La bula Omnímoda de ADRIANO VI concedida a los franciscanos (cfr. FORTINO HIPÓLITO VERA: Apuntamientos históricos de los Concilios Provinciales Mexicanos y Privilegios de América. Tipografía Guadalu- pana de Reyes Velas. México, 1893, pp. 193 y 194). 2 Según el P. MURILLO en sus Instituciones de Derecho Canónico Americano, se llaman sólitas o decenales a ciertas facultades más amplias que las del derecho común, y que solían concederse a los obispos de Indias por diez años, si bien eran prorrogables (cit. por Francisco Gainza O. P.: Facultades de los obispos de ultramar: su origen, natu- raleza y extensión. ed. Madrid, 1877, p. 8) . Las sólitas no revocaban los privilegios, que son perpetuos (Francisco Javier Hernáez, S. J.: 1

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MESTIZAJE Y CATOLICISMO

E N LA N U E V A ESPAÑA D e l f i n a L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

UNAM

N o B I E N C O N S U M A D A L A C O N Q U I S T A , se emprendió con br ío l a

evangelización de l a N u e v a España. C r i a d o s y envejecidos en e l crist ianismo, los españoles re­

c i b i e r o n u n a t ib ia atención. E l t ierno brote americano exigía esfuerzos abrumadores, l a búsqueda de métodos diferentes, u n re torno a l a p r i m i t i v a s i m p l i c i d a d y u n a d i s c i p l i n a más suave y l levadera que l a acostumbrada secularmente con los neófitos.

Así lo c o m p r e n d i e r o n los pr imeros misioneros, quienes sacr i f icaron fórmulas, solemnidades y procedimientos m i n u ­ciosamente reglamentados p o r e l derecho canónico. Así tam­b ién l o comprendió l a Santa Sede, que consideró just i f ica­dos, p o r las circunstancias, aquel los sistemas revolucionarios y que, para satisfacer las necesidades, t a n numerosas como peculiares de esta Iglesia naciente, le concedió pr ivi legios considerables que algunas naciones juzgaron " c u l p a b l e pro­d i g a l i d a d de l a corte p o n t i f i c i a " . 1 Esta largueza se extendió todavía más c o n el o torgamiento de las sólitas 2 primeramien-

1 La bula Omnímoda de A D R I A N O VI concedida a los franciscanos (cfr. F O R T I N O H I P Ó L I T O V E R A : Apuntamientos históricos de los Concilios Provinciales Mexicanos y Privilegios de América. Tipografía Guadalu-pana de Reyes Velas. México, 1 8 9 3 , pp. 193 y 1 9 4 ) .

2 Según el P . M U R I L L O en sus Instituciones de Derecho Canónico Americano, se llaman sólitas o decenales a ciertas facultades más amplias que las del derecho común, y que solían concederse a los obispos de Indias por diez años, si bien eran prorrogables (cit. por Francisco Gainza O. P.: Facultades de los obispos de ultramar: su origen, natu­raleza y extensión. ed. Madrid, 1877 , p. 8 ) . Las sólitas no revocaban los privilegios, que son perpetuos (Francisco Javier Hernáez, S. J.:

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2 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

te y posteriormente, desde fines de l siglo x v m , de las insó­litas? L a act i tud de l a Iglesia de las Indias Occidentales se caracterizó por su empeño en hacer que los indios part ic i ­p a r a n e n e l gran dogma ele l a comunión de los santos, y que puso de manif iesto en todas sus formas e inst i tuciones jurí­dicas: bulas , breves, sólitas, legislación conci l iar , edictos dio­cesanos y, también, en el ejercicio co t id iano de las facultades concedidas.

Diversas, abundantes y detalladas f u e r o n las providencias dictadas para el gobierno de l a Iglesia i n d i a n a . E n México, juntas eclesiásticas y concil ios provincia les r e u n i e r o n a lo más florido de los prelados, canonistas, teólogos y a u n letra­dos civiles. L a legislación que, en d e f i n i t i v a , rigió en N u e v a España durante tres siglos fue l a que emanó de l C o n c i l i o P r o v i n c i a l M e x i c a n o I I I (1585), pues si b i e n en el siglo x v m se celebró e l C o n c i l i o I V (1771), éste jamás fue aprobado por l a Santa Sede, debido a su exagerado regalismo. C o n todo, es preciso tomarlo en consideración en las demás ma­terias, y a que las opiniones allí sustentadas ref le jan e l sentir general de l a Iglesia mexicana en a q u e l l a época.

S i b i e n l a Iglesia destinó e l nuevo tesoro de sus gracias a los i n d i o s , 4 de algunas y en cierta m e d i d a participó tam­bién u n nuevo elemento de población que irrumpió deman­d a n d o cuidados especiales: e l mestizo, en e l sentido más estricto y usua l de l término, o sea, e l de procedencia indo-española, según señalaba Solórzano P e r e i r a , 5 y a cuyo estu­d i o m e ceñiré aquí.

Colección de bulas, breves y otros documentos relativos a la Iglesia de América y Filipinas. 2 vols. Imprenta de Alfredo Vromant. Bruselas, 1 8 7 9 , / , p. 5 0 ) .

3 Las insólitas, facultades bidecenales también prorrogables (Gainza, op. cit.y p. 10) , no serán aquí objeto de trato especial, por no guardar relación directa con nuestro tema,

4 Cfr., la bula Altitudo de Paulo III en F O R T I N O H I P Ó L I T O V E R A :

Colección de Documentos Eclesiásticos de México. 3 vols. Imprenta del Colegio Católico. Amecameca, 1 8 7 9 , II, p. 2 2 0 - 2 2 4 . Gainza, p. 4 1 .

5 J U A N D E S O L Ó R Z A N O P E R E I R A : Política Indiana. Henrico y Cornelio

Verdussen. Amberes, 1703 , p. 3 4 7 .

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 3

L A I G L E S I A A N T E L A S D I F E R E N C I A S R A C I A L E S

P a r a el crist ianismo, las diferencias raciales n o afectan l a esencia d e l hombre . Reconoce en Adán l a universa l ascen­dencia y p r o c l a m a l a i g u a l d a d d e l género h u m a n o ante el P a d r e común. P o r tanto, l a Iglesia n o puede oponerse a l a unión de las razas a través de m a t r i m o n i o s legítimos. Es su deber, en cambio, combat i r encarnizadamente —como lo h i z o — cua lquier otra f o r m a de unión, p o r ser de orden pecaminoso.

Desde t iempos m u y tempranos, en l a N u e v a España, como antes en las islas, l a Iglesia se opuso a amancebamientos y barraganías. Así Zumárraga, q u i e n pedía en 1529 graves penas para los españoles amancebados con indias ; 6 Fuen lea l , q u i e n requer ía u n a disposición rea l que i m p i d i e r a e l arr ibo de los solteros y de los casados cuyas mujeres permaneciesen e n España; 7 los obispos de México , O a x a c a y G u a t e m a l a quienes, en 1537, insistían en este p u n t o y pretendían que l a corona española ob l igara a los solteros amancebados con indias a casarse con el las . 8

L a constante presión de l a Iglesia logró l a regularización de numerosas situaciones de mancebía entre ind ios y espa­ñoles , 9 y l a legitimación de los hi jos habidos fuera de ma-

6 J O A Q U Í N G A R C Í A I C A Z B A L C E T A : Don Fray Juan de Zumárraga. 4 vols.

Editorial Porrúa, S. A. México, 1947 , IT, p. 2 4 . 7 G O N Z A L O A G U I R R E B E L T R Á N : La población negra de México. 1519-

1810. Ediciones Fuente Cultural. México, 1946, p. 2 4 9 . 8 G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , op. cit., III, pp. 1 1 2 y 1 1 3 .

9 JOSÉ B R A V O U G A R T E : Historia de México. 3 vols. Editorial Jus.

México, 1 9 4 4 - 1 9 4 7 , //, p. 9 0 . Woodrow Borah y Sherburne F . Cook: Marriage and Legitimacy in Mexican Culture: México and California. Institute of International Studies. University of California, pp. 9 6 2 - 9 6 4 . Memorial razonado de fray Alonso de la Veracruz a Su Majestad sobre la validez de los matrimonios. Noviembre de 1582 (cit. por M A R I A N O C U E V A S S. J . : Historia de la Iglesia en México. 4 vols. Editorial Revista Católica. El Paso, Tex., 1928 , II, pp. 5 0 2 y 5 0 3 ) . Magnus Mómer: Race Mixture in the History of Latín America. Little, Brown and Co., Boston, 1967 , p. 4 4 .

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4 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

t r i m o n i o , lo que se tradujo en u n a estabi l idad social d e l mestizo.

L A S E S T R U C T U R A S S O C I O E C O N Ó M I C A S

P o r otra parte, l a Iglesia dist ingue los estratos sociales. L a s desigualdades económica y social i m p u s i e r o n l i m i t a c i o ­nes a l a l iber tad de unión entre las razas en e l m i s m o C o n ­c i l i o de T r e n t o . 1 0 P o r el lo, l a Iglesia se mostró desafecta a los m a t r i m o n i o s de los ind ios con negros y mulatos , que g u a r d a b a n u n a situación de manif ies ta i n f e r i o r i d a d , y se opuso también, naturalmente , a los enlaces con españoles y mestizos de conducta reprobable . T o d a v í a en 1768, e l arzo­bispo Lorenzana , en sus "Reglas para que los naturales de estos reinos sean felices" y, tres años después, el C o n c i l i o I V , recomendaban expresamente a los indígenas que se u n i e r a n c o n sus iguales en raza o, de ser posible, con españolas o castizas, y q u e h u y e r a n de otra clase de matr imonios que les atraían notables p e r j u i c i o s . 1 1

C o m o hab ía sucedido en l a Península Ibér ica respecto de los gitanos, los judíos, los moros y sus mezclas, también en las Indias el trato a los diversos elementos de l a población fue afectado p o r consideraciones de diversa índole. E n l a jerar­quía social, e l español o c u p a b a e l escalón superior y, e l in fer ior , e l i n d i o . 1 2 E n cambio , religiosamente, e l o r d e n se invertía, pues l a condición de neófito de éste le s igni f icaba u n a mayor benevolencia . E l mestizo guardaba u n a posición in termedia . S i se había englobado en l a capa indígena, como las prácticas idolátricas y las creencias politeístas no se habían arraigado en él, su adoctr inamiento crist iano no presentaba u n a gran c o m p l e j i d a d . Más sencil lo todavía resultaba si e l mestizo estaba adher ido a l g r u p o español, por cuanto se

10 F O R T I N O H I P Ó L I T O V E R A : Concilio Provincial Mexicano IV celebra­do en la Ciudad de México el año de 1771. Imprenta de la Escuela dé Artes. Querétaro, 1898, p. 176.

11 V E R A , Colección de documentos, III, p. 5. 12 No tomo aquí en consideración al negro ni a sus mezclas.

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 5

movía en u n ambiente cr ist ianizado. E n ambos casos debía sujetarse a las disposiciones particulares correspondientes. P e r o si constituía u n grupo separado por desadaptación, por i l e g i t i m i d a d o por otra causa, y su c a l i d a d era reconoc ib le , 1 3

se le o b l i g a b a a obedecer l a legislación especialmente dic tada p a r a él .

T a l legislación era, en términos generales, más severa que l a e x p e d i d a en favor de los indios , en razón de l a mayor robustez física d e l mestizo. Inc luso p a r a l iberar a aquéllos, e l C o n c i l i o I I I se mostró p a r t i d a r i o de destinar a los negros y a todas las castas a las faenas más rudas en e l campo y en las m i n a s . 1 4

N A T U R A L E Z A D E L A S E G R E G A C I Ó N

C o n v i e n e señalar que el racismo, como l o entendemos modernamente , no es u n concepto l a t i n o ; por tanto, tampoco h ispano . L o s españoles tenían u n a visión universal , i m p e r i a l , e n l a que cabían todas las naciones. L a s diferencias entre u n a y o t ra n o eran somáticas, sino de o r d e n c u l t u r a l . P o r e l lo , a l nombrarse a indios y a europeos se hacía referencia a formas culturales, predominantemente religiosas, cuyos fru­

ís M Ó R N E R (op. cit., pp. 6 9 y 70) advierte que, según convenía a

sus intereses, los mestizos se hacían pasar por españoles o por indios,

y que, de hecho, en el campo durante el siglo xvm, ya no era posible

establecer la determinación racial. 14 F O R T I N O H I P Ó L I T O V E R A : Compendio Histórico del Concilio III

Mexicano o índices de los tres tomos de la Colección del mismo Conci­lio. 3 vols. Imprenta del Colegio Católico. Amecameca, 1879, //, p. 22. E l príncipe Felipe había dispuesto un cuarto de siglo antes que los holgazanes, así mestizos como indios y españoles, sirvieran en las minas. (Borrador de la Instrucción del príncipe don Felipe a don Luis de Velasco, primero de este nombre, Virrey de Nueva España, acerca de la libertad y buen tratamiento de los naturales que trabajaban en las minas, estancias e ingenios. 1552. En M A R I A N O C U E V A S S . J.: Docu­mentos Inéditos del siglo XVI para la historia de México. Talleres del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. México, 1914, p. 1 7 1 .

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6 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

tos debían derramarse sobre todo el i m p e r i o h ispano. Jur í ­dicamente, ambas naciones eran vasallas; pero este estado presuponía l a aceptación m o r a l , por parte de l i n d i v i d u o , de l a i d e a i m p e r i a l .

E l i n d i o era el dueño n a t u r a l de estas tierras y había organizado u n a c u l t u r a p r o p i a en ellas. Se le debía, pues, d e t e r m i n a d a preferencia. E n cambio, a l mestizo n o se le reconocían estos méritos, y por esta causa se le redu jo a u n a situación de menor p r i v i l e g i o ; es decir, en l a mayoría de los casos se le equiparó con los españoles.

E r a a l a capa social más baja de los mestizos a l a que se referían los informes que, desde m u y remotas fechas, hacían resaltar sus vicios y defectos: en p r i m e r lugar , l a va­gancia y e l robo ; seguidamente, l a explotación d e l i n d i o y, p o r úl t imo, u n resentimiento p r o f u n d o , m a l d i s i m u l a d o o francamente a l descubierto, hacia el español. L a Iglesia sufría, en especial, cierto t ipo de agresiones, ya que estos mestizos i n c i t a b a n a los indígenas a desobedecer a sus curas y a rechazar e l adoctr inamiento c r i s t i a n o . 1 5

L a polít ica proteccionista a l i n d i o , tanto de las autor ida­des civiles como de las eclesiásticas, exigía l a separación de los malos elementos. Y a l a b u l a de P a u l o I I I de I* de j u n i o de 1537, para i m p e d i r los estragos que en e l o r d e n espir i ­tua l podían derivarse de l a convivencia , ordenaba a los obis­pos de Indias que expulsaran de sus diócesis a los apóstatas p o r su posible i n f l u e n c i a c o r r u p t o r a . 1 0 Pero peor que los apóstatas eran los españoles de ba ja estofa, los mestizos de costumbres desordenadas, y a u n ciertos indios , ios que daña­b a n e l concierto que se trataba de establecer. E n consecuen­cia, l a segregación se i m p o n í a , 1 7 y fueron muchos los re l i -

15 Luis G A R C Í A P I M E N T E L , ed.: Descripción del arzobispado de México hecha en 1570 y otros documentos. México, 1897, p. 1 3 1 .

16 V E R A , Colección de documentos, II, p. 2 2 4 . 17 La Real Cédula de 3 de octubre de 1558 pedía que los españoles

y los mestizos fundaran pueblos nuevos (cit., por R I C H A R D K O N E T S K E : Colección de documentos para la historia de la formación social de Hispanoamérica. 1493-1810. 3 vols. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1958, /, p. 3 6 3 ) .

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 7

giosos y clérigos que se p r o n u n c i a r o n por el la . S i n embargo, l a opinión en este sentido n o fue unánime. E n t r e 1560 y 1570, e l franciscano fray F e r n a n d o de A r b o l a n c h a , 1 8 e l arzobispo Montúfar y varios curas de pueblos de l a arquidiócesis de M é x i c o sol ic i taban que algunos españoles casados, de b u e n a v i d a y e jemplo, conviviesen con los indios para enseñarles l a policía y para refrenar los desmanes de mestizos y m u ­la tos . 1 9

Se aisló a l i n d i o arro jando de sus pueblos a los españoles y cas tas ; 2 0 pero n o fue posible l levar a cabo l a separación en e l grado e n que se pretendía. P o r l o demás, no entraba en los planes de l a Iglesia n i de l a C o r o n a desamparar a los mestizos: se procuró —aunque con menos éxi to todavía—, reducir los en pueblos cristianos y proteger sus personas y sus b ienes . 2 1

L A C A T E O U E S I S Y L A E D U C A C I Ó N

D e las diversas funciones de l a Iglesia, l a p r i m o r d i a l es l a de enseñar su d o c t r i n a a los nacientes grupos de proséli­tos. Y creando y adecuando métodos, a el lo se entregaron los primeros religiosos y sus sucesores.

Seguramente, en los primeros años de l a dominación es­pañola, el a d o c t r i n a m i e n t o crist iano y l a instrucción elemen­tal —que también tomó por su cuenta l a Iglesia— de los mestizos integrados en e l núcleo español debieron haberse real izado pr ivadamente , en el seno de l a f a m i l i a . Poco des­pués (en 1529), fray Pedro de C a n t e congregaba a niños de ''diversas ca l idades" en l a c a p i l l a de San José de l convento de San Francisco de México para enseñarles l a d o c t r i n a crist iana, artes y oficios y, posteriormente, e l l a t í n . 2 2

18 K O N E T S K E , op. ext., I, p. 2 9 4 . 19 G A R C Í A P I M E N T E L , op. cit., pp. 13 , 75 y passim. 20 Instrucción y advertimientos del virrey Martin Enriquez, 1580.

En Instrucciones que los virreyes de Nueva España dejaron a sus suce­sores. 2 vols. Imprenta de Ignacio Escalante. México, 1 8 7 3 , I, p. 6 0 .

21 K O N E T S K E , I, 3 6 3 y II, pp. 8 0 y 2 3 5 . 22 F É L I X OSORES: Historia de todos los colegios de la Ciudad de

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8 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

E n p r o c u r a de su mejoramiento y dignificación, los r e l i ­giosos or ientaron a los indios y a los mestizos hac ia e l apren­dizaje de numerosas artes y oficios. Pero l a conducta elusiva de los maestros españoles determinó a los frailes a i m p a r t i r personal , gratui ta y públ icamente esta enseñanza. E l t r i u n f o coronó sus esfuerzos en tal grado, que m u y pronto los mes­tizos l legaron a ocupar, en su mayor parte, los cargos de maestros y of ic ia les . 2 3

F u e r o n muchos los ensayos, entreverados de fracasos y de tr iunfos, e n el adoctr inamiento cr ist iano de los adultos y los niños. Se h izo uso, pero se prohibió severamente, p r i m e r o p o r los prelados y luego por l a J u n t a Eclesiástica M e x i c a n a de 1539, de castigos con cepos y prisiones a los a lumnos poco aprovechados . 2 4 L a enseñanza de l a doct r ina l a u n i ­formó e l C o n c i l i o P r o v i n c i a l M e x i c a n o I I I para todos los niños de cualquier edad y condición, y a u n para los presos y los detenidos en los obra jes . 2 5

D e l a instrucción e lemental se benef ic iaron, antes que nadie , los indios y, después, los mestizos y los criol los. I n i ­c i a r o n l a marcha las escuelas de los conventos; luego, las anexas a los colegios jesuitas 2 6 y las que sostenían los semi­narios tr identinos y, a l f i n , las de las parroquias . E n cuanto

México desde la Conquista hasta 1780. (En C A R L O S E. C A S T A Ñ E D A , ed. Nuevos documentos inéditos o muy raros para la historia de México. Talleres Gráficos de la Nación. México, D. F., 1929 , p. 8 .

23 Instrucción del virrey marqués de Mancera. 1673. En Instruccio­nes que los virreyes, I, p. 103 . Fueron también gañanes en las hacien­das y operarios en las minas; pero hubo un crecido número de vagos y malvivientes dispersos en los pueblos y ciudades.

24 V E R A , Colección de documentos, I, p. 3 8 6 . 25 M A R I A N O G A L V Á N R I V E R A : Concilio III Provincial Mexicano. (Ano­

tado por el P. Basilio Arrillaga S. J.) 2? ed. Imprenta de Manuel Miró y D. Marsá. Barcelona, 1 8 7 0 , pp. 2 8 - 3 6 .

26 Es notoria a este respecto la insistencia de los Padres Generales de la Compañía de Jesús, que no se desdeñaban de atender a las escuelas públicas de primeras letras, sino que, por el contrario, encare­cían a los miembros de la Orden que las mirasen con el máximo cui­dado (vid. Archivo Histórico de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús) .

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 9

a las escuelas de los pueblos, e l C o n c i l i o I I I pedía a los párrocos que p r o m o v i e r a n su erecc ión. 2 7 L a mayoría de ellas, o se originó en l a l i b e r a l i d a d personal de los obispos y los curas o, p o r lo menos, ellos las f o m e n t a r o n directamente. E n este p u n t o destaca l a l ínea de acción i n i n t e r r u m p i d a de los obispos de Michoacán, quienes, a p a r t i r de d o n Vasco de Q u i r o g a , establecieron escuelas de primeras letras a lo largo de su diócesis, para los indios y los hi jos de los demás vecinos.

L a s fundaciones de colegios se sucedieron desde media­dos de l siglo x v i : en 1540, los Estudios Mayores de T i r i p i tío, e l Escolasticado agustino, es decir, su centro de formación c l e r i c a l , 2 8 d o n d e se impart ía enseñanza superior a todas las clases; 2 9 en el m i s m o año, el de San Nicolás que, para i n ­dios, cr io l los y mestizos fundó en Michoacán e l obispo d o n Vasco de Q u i r o g a ; 3 0 en 1547, e l de San J u a n de Letrán p a r a mestizos, que debió su existencia a l a intervención y e l interés de Z u m á r r a g a 3 1 (en u n p r i n c i p i o s imple escuela de leer y escribir, con e l t iempo se convirt ió en u n semille­r o de profesores que m a n t u v o cátedras de latín, filosofía, teología y jurisprudencia) , 3 2 y los numerosos colegios jesuí­tas que ab i an sus cátedras de gramática la t ina , filosofía, teología y lerguas indígenas para provecho de indios , mes­tizos y cr iol los .

27 G A L V Á N , op. cit., pp. 35 y 36.

28 R A F A E L S A L A Z A R : La primera filosofía criolla en América de Alonso de la Veracruz O. S. A. 1504-1584. Dissertatio ad Lauream in Facúltate Philosophica Pontificiae Universitàtis Gregorianae. Roma, 1966 (inédita), pp. 58-60.

29 Permaneció en poder de los agustinos hasta 1789 en que pasó al clero secular (BRAVO U G A R T E , op. cit., 11, p. 213) .

3 0 C U E V A S , Historia de la Iglesia, I, p. 396. 31 Carta de don fray Juan de Zumárraga al Príncipe don Felipe.

México, 4 de diciembre de 1547. En Cuevas, Documentos inéditos, p. 152. 3 2 Por escasez de fondos, este Colegio atravesó por una época de

decadencia que logró superar a principios del siglo xix (FRANCISCO B A N E G A S G A L V Á N : Historia de México. 3 vols. Buena Prensa. México, D . F . , 1938, / , p. 103).

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1 0 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

Esta ausencia de discriminación educativa daba robustez a l sistema y se refle jaba en las quejas de eclesiásticos y c i v i ­les referentes a l a a b u n d a n c i a de mestizos semiletrados que p u l u l a b a n en los pueblos representando a los indios en sus l i t ig ios . Las mismas prohibic iones reales de que se otorgaran a los mestizos nombramientos de escribanos, notarios, soli­citadores, defensores y protectores de n a t u r a l e s 3 3 demuestran q u e en el mestizaje había i n d i v i d u o s con el méri to sufi­ciente para desempeñar estos oficios y que, en l a práctica, los desempeñaban. L a muestra más elocuente l a aporta e l C o n c i l i o I I I : E l P . J u a n de l a Plaza, u n o de los consultores teólogos de mayor gravedad, instaba repet idamente a l C o n ­c i l i o a que desde luego er igiera seminarios en las diócesis de l a N u e v a España en obedecimiento de l mandato tr iden-t ino . Y , a su j u i c i o , estas funciones no tropezarían con gran­des obstáculos, puesto que el colegio de San J u a n de Letrán e n México , e l ele San Nicolás en Michoacán y e l jesuíta de Oaxaca facil itarían los elementos necesarios. 3 4 E r a u n reco­noc imiento f o r m a l de l a capacidad mestiza para formar u n clero nat ivo .

Vastos proyectos for ja ron los obispos de México , Oa xa ca y G u a t e m a l a a f i n de favorecer a las niñas nativas. E n 1537 p i d i e r o n a l rey q u e autor izara l a erección y dotara u n mo­nasterio cerrado, de sólidas paredes y adecuados aposentos, c o n estanque para recreo y su iglesia, para que en el piso al to morasen mestizas y en e l bajo indias , y que fuese aten-

33 K , O N E T S K E , / / , p. 4 4 . Ley 4 0 , Tít. VIII, Lib. V y Ley 7, Tít. VI,

Lib. VI de la Recopilación de leyes de los Reynos de Indias. 4? ed. 3 vols. Inipr. de la viuda de don Joaquín Ibarra. Madrid, 1 7 9 1 . D I E G O E N C I N A S : Cedulario Indiano. 4 vols. Ediciones de Cultura Hispánica. Madrid, 1946 , IV, pp. 3 4 3 - 3 4 4 .

34 V E R A , Compendio Histórico, I, pp. 13 y 14 . También el arzo­bispo de México Moya de Contreras confiaba en que los hijos de los vecinos de la Nueva España, alumnos virtuosos y aprovechados de los colegios jesuítas y de Santos serían candidatos idóneos para el sacerdo­cio ( C O N S T A N T I N O B A Y L E , S. J.: El clero secular y la evangelización de América. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1950 , pp. 7 8 y 79) .

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 1 1

d i d o p o r suficientes monjas que las preparasen como maes­tras de las diócesis de l a N u e v a España. E l éxito por enton­ces no a f l o r ó . 3 5 Pero se erigió, en l a m i s m a fecha que e l colegio lateranense, u n monasterio más modesto exclusiva­mente para mestizas. 3 0

Años después, también sobre ellas se volcó cierta a n i m a d ­versión. P a r a impedir les o, a l menos, restringirles el ingreso a l a v i d a religiosa, se les comenzó a e x i g i r u n a dote más elevada que la n o r m a l , o u n a l i m o s n a si pretendían escalar e l rango de monjas de coro. L a Iglesia reaccionó prestamente y y a en el C o n c i l i o I I I reprobó con l a mayor severidad este abuso lanzando u n a grave advertencia : que, en lo sucesivo, lo reputaría como del i to de s i m o n í a . 3 7

N o obstante, en l a práctica, varios conventos c o n t i n u a r o n presentando trabas a las mestizas, y a u n a las indias caci­ques. Las voces de protesta se h i c i e r o n oír en el C o n c i l i o I V , e l cua l no se concretó a p r o h i b i r que ' 'por ser tales mesti­zas" se les demandase mayor dote que a las españolas, sino q u e también ordenó que se les otorgase idéntico t r a t o . 3 8

H a y notic ias ciertas de l acatamiento a las disposiciones concil iares. Cuevas nos i n f o r m a que, en el siglo xvín, a lo largo de l a diócesis de G u a d a l a j a r a , las descendientes de descubridores y pacificadores pobres —entre quienes abun­d a b a n las mestizas-- tenían l i b r e acceso a todos los monas­ter ios . 3 9

3 5 G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , 111, pp. 116 -123 .

3 6 B R A V O U G A R T E , II, p. 2 1 3 . La Caria del conde de Monterrey a

Felipe III. México, 11 de junio de 1599 menciona que en el Colegio de Huérfanas había colegialas mestizas y pupilas que no usaban hábito, " c o m ú n m e n t e . . . gente de calidad y estofa", para cuyo sostenimiento contribuían sus padres (CU E VA S, Documentos Inéditos, p. 476) .

37 G A L V Á N , pp. 2 9 2 . También el Concilio Provincial de Lima de 1 5 8 2 ordenó que, con la debida información de vida y costumbres, se admi­tiera a las mestizas en los monasterios, aún en aquellos cuyas constitu­ciones lo prohibían ( K O N E T S K E , I, p. 452 ) .

3 8 V E R A , Concilio IV, pp. 149 y 150 .

3 0 C U E V A S , Historia de la Iglesia, IV, p. 185 .

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12 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

E L C A R Á C T E R D E N E Ó F I T O S D E L O S M E S T I Z O S

R e c i é n convertidos a l a religión crist iana, los indios fue­r o n conceptuados, desde los p r i n c i p i o s de l a evangelización, neófitos y, por tanto, sujetos de pr ivi legios y gracias especiales.

Este carácter l o conservaron permanentemente a través de los siglos, porque, si b i e n para e l derecho común, según Márquez e n su Brasilia Pontificia, e l neófito lo es hasta diez años después de baut izado, de acuerdo con e l derecho de Indias , neófitos son "todos los o r i u n d o s de l a I n d i a O r i e n t a l y Occ identa l , así como también los or iundos de l a África y de todas las regiones trasmarinas. Favorece también esta declaración a todos los indígenas dichos, a u n q u e sean hi jos de padres cristianos y hayan sido bautizados desde la i n f a n c i a " . C o m o se advierte, se trataba l isa y l lanamente de proteger y amparar a los i n d i o s y, en especial, por disposi­ción de G r e g o r i o X I I I , de 21 de septiembre de 1585, a los mestizos, respecto de las causas m a t r i m o n i a l e s . 4 0

Posteriormente, esta c a l i d a d de los mestizos nacidos de europeos y de neófitos indígenas fue c o n f i r m a d a repetidas veces: en l a sólita sexta, en las tres bulas l lamadas Animarum saluti de Clemente I X (8 de enero de 1669), de A l e j a n d r o V I I I (23 de marzo de 1690) y de Benedicto X I I I (12 de d i c i e m b r e de 1728), así como en l a Cum venerabilis de Benedic to X I V (27 de enero de 1757) . 4 1

L a situación de los mestizos, con todo, no pareció sufi­cientemente precisa y provocó muchas controversias e l defi­n i r si también podían d is f rutar en su to ta l idad de los p r i v i ­legios de los indios . A l g u n o s argumentaban que sí; otros, que se necesitaban bulas especiales p a r a cada caso. A u m e n t a b a l a confusión el hecho de que, en ocasiones, con l a connota­ción de mestizos se designaba a todas las castas.

Más de c ien años después de l a declaración d e l carácter

40 H E R N Á E Z , op. cit., I, pp. 50 y 51. S O L Ó R Z A N O (op. cit., pp. 126-128) señala la fecha de 1591.

41 H E R N Á E Z , J , pp. 50, 51 y 152.

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 13

d e neófitos de los mestizos, se suscitó l a cuestión de si i g u a l consideración alcanzaban los "cuarterones" (mestizos c o n u n cuar to de sangre i n d i a y tres de europea) y los " p u c h u e i e s " (con u n octavo de sangre indígena y e l resto de sangre

e s p a ñ o l a ) . L a Sagrada Congregación de R i t o s 4 2 y Clemente X I , en

17Q1, se most raron contrarios. P o r otra parte, debemos a l p a d r e M u r i l l o u n a información s ingular : l a de que Benedic­to X I I I , e l m i s m o que en 1728 reconoció como neófitos a los mestizos, u n año después advertía q u e éstos n o part ic i ­p a b a n de los pr ivi legios concedidos a los neófitos i n d i o s . - Este debate de participación de las gracias, proyectado

específ icamente hac ia los mestizos empadronados c o n los i n ­dios para e l cobro de los tr ibutos reales, se presentó en el C o n c i l i o I V . O p i n a r o n en sentido a f i rmat ivo e l arcediano de P u e b l a V i c e n t e de los Ríos , a q u i e n por su erudición y e locuencia l l a m a b a n " P i c o de O r o " , y el abogado de l a I n q u i ­sición y consultor canonista Ñ u ñ o Núñez de V i l l a v i c e n c i o . E n vista de esto, e l C o n c i l i o I V resolvió consultar directa­mente a l P a p a y, entretanto se recibía l a respuesta, los obisr pos c o n t i n u a r o n concediendo las dispensas necesarias sólo en los m a t r i m o n i o s . 4 3

E L C O M P A D R A Z G O

E n l a z a d a c o n l a práctica de los sacramentos, u n a de las inst i tuciones famil iares más notables d e l p u e b l o m e x i c a n o : l a de l compadrazgo, generó numerosos abusos.

Y a en e l siglo x v i , los franciscanos se escandalizaban de l exceso de fami l ia r idades que mostraban los compadres indí­genas . 4 4 E n e l siglo xvín se advertía, a más de l a ignoranc ia

42 G A I N Z A , pp. 41 y 42. 43 Colección sobre el Concilio IV Mexicano, en YCXTÜ, Compendio his­

tórico, I, pp. 16-19. 44 Copia y relación del orden que los frailes de Sant Francisco desta

Nueva España tiene en administrar a los indios todos los sacramentos

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1 4 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

de los vínculos espirituales que se contraían, u n interés manif iesto en obtener mercedes denlos compadres, y el lo , ya n o sólo entre los indios , sino también entre l a gente común de las castas, las cuales recibían varias veces los mismos sacramentos con diferentes padrinos.

L a Iglesia h u b o de desplegar sumo c u i d a d o a f i n de que en cada pueblo se nombrasen feligreses b i e n adoctrinados y de buenas costumbres que ejercieran las funciones de p a d r i ­nos y madr inas de los ind ios y castas; 4 5 pero s i n atender, a lo q u e se ve, a " l a indicación franciscana de dos centurias antes: l a de que los padrinos fueran tan viejos que n o estu­v ieran en situación de casarse n i en el caso de que hubiesen e n v i u d a d o . 4 6

L o s S A C R A M E N T O S

E n l a época v i r r e i n a l , l a recepción de los sacramentos, además de ser u n acto litúrgico, era fe pública y jur íd ica : e l baut i smo tenía e l s ignif icado de incorporar a l neófito a l a v i d a rel igiosa y a l a v i d a c i v i l ; e l m a t r i m o n i o "ante l a faz de l a Ig les ia" daba legitimación a l a v i d a f a m i l i a r ; las cédulas d e confesión y comunión eran test imonio de v i d a arreglada; el o r d e n sacerdotal entrañaba e l reconocimiento ele u n a categoría c u l t u r a l .

Este carácter tan profundamente social de l sacramento reviste u n a enorme i m p o r t a n c i a a l considerarlo en sus rela­ciones con l a población de l a N u e v a España.

L a administración ele los sacramentos entrañó u n sinnú­mero de problemas, algunos tan menudos como espinosos. N o los más delicados, pero sí los más persistentes, f u e r o n los relativos a l o r d e n sacerdotal. P o r esta razón, recibirán u n estudio separado y más p r o l i j o .

de la Iglesia. En Códice Franciscano. Siglo XVI. Editoril Salvador Chá-vez Hayhoe. México, 1941, pp. 82 y 83.

45 V E R A , Concilio IV, p. 33. 46 Códice Franciscano, p. 83.

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 15

C o n base en las doctrinas ponti f ic ias , l a Iglesia de N u e v a E s p a ñ a declaró en e l C o n c i l i o M e x i c a n o I V que " p o r ser t a n nobles y criadas por D i o s las almas de los indios , escla­vos y castas", ningún sacramento se les podía negar . 4 7 Dos siglos antes, e l C o n c i l i o I I había dispuesto que, debido a la t i m i d e z de los indios y de las castas, debería asistírseles con l a m á x i m a dedicación.

A u n q u e estas normas señalan l a u n i f o r m i d a d de trato, e n l a r e a l i d a d los indios d i s f rutaban de más privi legios , los cuales se acrecentaban cuando los curatos de sus pueblos estaban atendidos por religiosos. L a desproporción se hacía más n o t o r i a respecto de los españoles y las castas allí esta­blec idos , p o i q u e dependían de l a administración de los clé­r igos . E n 1582, fray A l o n s o de l a V e r a c r u z pretendió nivelar esta situación y solicitó que se consint iera que los religiosos t o m a r a n a su cargo a todos los vecinos. D e hecho, así lo venían hac iendo los agustinos desde dos décadas antes en los m a t r i m o n i o s con los indígenas, ya que l a mezcla era m u y frecuente y cada día a u m e n t a b a . 4 8

A di ferenc ia ele lo acontecido con los indios y sus inme­diatos descendientes que habían pract icado l a idolatría y l a p o l i g a m i a , c o n los mestizos n o se presentaron dudas n i tro­piezos —salvo los ordinar ios— en l a administración del bau­t i smo y de l m a t r i m o n i o , como tampoco respecto de l a con­f irmación. E n l a penitencia , G r e g o r i o X I I I , e l 1? de enero de 1583 l ibró muchos obstáculos, a l autorizar a los obispos y arzobispos de Indias a que p u d i e r a n absolver a los indios , los negros y sus descendientes de los delitos de herejía, idola t r ía y otros reservados a l a Santa Sede. 4 9 T a l gracia se a p l i c a b a también a los mestizos, como se desprende de l a interpretación de Montenegro , q u i e n advertía, en cierta con-

47 V E R A , Concilio IV, p. 113.

48 Memorial.. . razonado de fray Alonso de la Veracruz ( C U E V A S , Historia de la Iglesia, II, pp. 502 y 503).

49 V E R A , Apuntamientos, p. 271. V E R A , Colección de documentos, p. 474.

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16 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

troversia, que e l breve sólo hacía referencia a los indios , a los moros y a sus mezclas . 5 0

Apegándose a los ordenamientos pont i f ic ios , los conci l ios mexicanos condenaron a los curas y minis t ros que, con el pretexto de l a distancia o de l a p e n u r i a de las viviendas, se negaban a l levar l a comunión o i m p a r t i r l a extremaunción en su p r o p i o d o m i c i l i o a los i n d i o s . 5 1 E n e l m i s m o senti­do legis laron el C o n c i l i o I I I , e l arzobispo de México en 1638 y e l obispo de P u e b l a en 1769 respecto de los dolientes mestizos, mulatos y negros . 5 2 A estos tres grupos —ordenó enérgicamente e l C o n c i l i o IV—, s in distinción n i excepción de personas debía llevarse e l viático y l a comunión i n m e d i a ­tamente y con toda so lemnidad y acatamiento, bajo amenaza de severísimos castigos. 5 3

E l 16 de a b r i l de 1630, los indios y las castas rec ib ieron u n val ioso d o n de U r b a n o V I I I . C o n e l f i n de que con mayor c o m o d i d a d cumpliesen con e l precepto pascual, e l Santo Padre alargó para ellos e l per iodo o r d i n a r i o , desde septuagésima hasta l a octava de C o r p u s . Este i n d u l t o se otor­gó sólo a ciertas regiones de América ; pero l a costumbre lo implantó en toda e l l a . 5 4

P o r supuesto, los padres de l C o n c i l i o I V asignaron penas también a los indios , mestizos y negros que n o acudían a r e c i b i r l a eucaristía, y que consist ieron en amonestación y, en caso de re inc idencia , " u n castigo", que b i e n p u d o con-

50 H E R N Á E Z , I , p. 9 0 .

51 V E R A , Compendio histórico, I, p. 2 2 y //, p. 5 9 . La Copia y rela­ción del orden (vid. supra nota 42 ) exponía otros motivos por los que, en ocasiones, no se acudía a las chozas. Pues acontecía que los indios espontáneamente salían de ellas cargando al enfermo al encuentro del religioso, porque en su humildad consideraban que era imprescindible un sitio decoroso para recibir tan excelso don (Códice Franciscano, p. 87) .

52 V E R A , Compendio histórico, II, pp. 2 2 y 5 9 - 6 2 .

53 V E R A , Concilio IV, pp. 2 7 - 3 0 , 1 1 2 y 1 1 3 .

54 Bularlo índico de Tovar, cit., por V E R A , Compendio histórico, II, pp. 2 5 6 y 2 5 7 . V E R A , Colección de documentos, III, pp. 174 y 175 . H E R N Á E Z , I, pp. 9 1 y 9 2 .

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 17

s is t i r en azotes. P a r a los españoles, l a sanción fue más drás­t i c a : después de l a amonestación, l a e x c o m u n i ó n . 5 5

L a gracia que dispensó a los indios el i m p e d i m e n t o de c o n s a n g u i n i d a d para contraer m a t r i m o n i o a los grados p r i ­m e r o y segundo (o a l p r i m e r o simplemente) 5 6 se aplicó a los mestizos " e n sentido p r o p i o " , o sea, por m i t a d , e n los grados tercero y cuarto; pero, según algunos canonistas, s in q u e quedaran ex imidos de l a ley general, de acuerdo con e l y a citado breve de 1591 que expidió Gregor io X I I I decla­rándolos neófitos en las causas m a t r i m o n i a l e s . 5 7 Según otros cr i ter ios , l a dispensa se refería a los españoles (criollos o peninsulares ) , y a que los mestizos estaban conceptuados neó­fitos, y para ellos, como para los indios , sólo debía regir e l i m p e d i m e n t o de p r i m e r grado de c o n s a n g u i n i d a d . 5 8

L A C A S T A S A C E R D O T A L

Siete v i r tudes son las piedras angulares del gran edi f i c io d e l a Iglesia católica. T r e s de ellas, las l lamadas teologales, establecen l a i n t i m i d a d entre e l h o m b r e y D i o s . T i e n e n , pues, u n carácter de relación estrictamente personal. Las otras cuatro, nombradas cardinales, son fórmula y ejercicio para e l gobierno de los hombres y, p o r tanto, de relación social .

L a arqui tec tura eclesiástica exige de l a existencia de gru­pos selectos que p r a c t i q u e n las virtudes y fomenten su vigen­c i a general . Esto i m p l i c a , sociológicamente, l a necesidad de u n a casta reconocible p o r su entrega a l a doc t r ina y su cu l ­t ivo de las mismas vir tudes .

P o r otra parte, u n a casta no es u n elemento aislado n i in jer table en u n m o m e n t o dado a v o l u n t a d en el comple jo social , sino e l f ruto de u n a larga fenomenología histórica.

E l catol ic ismo se v i o , pues, ante l a urgencia de extender

55 V E R A , Concilio IV, p. 1 1 3 y 114 . 56 B U L A , Altitudo en Gainza, p. 4 1 . 57 S O L Ó R Z A N O , p. 128 . 58 G A I N Z A , p. 4 1 .

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18 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

en América esa casta sacerdotal, y precisamente con i n d i v i ­duos nativos. A la vez, se encontró con el prob lema de que esa extensión de l a casta n o era u n resultado n a t u r a l y sí, por l o contrar io , u n injerto que adolecía de los vicios y defectos de l o ar t i f i c ia l .

C o n v i e n e medi tar en que las vir tudes teologales de fe, esperanza y car idad son factura p r o p i a de l crist ianismo, en tanto que las cardinales de just ic ia , fortaleza, templanza y p r u d e n c i a son de or igen grecolat ino y f ruto de l a experien­c ia h u m a n a de esas culturas. L a Iglesia debía, pues, trasmi­t i r a l a nueva Iglesia i n d i a n a esas dos líneas de pensamiento y conducta : l a de los grandes y viejos cristianos y l a de los grandes y viejos paganos.

E l comple jo c u l t u r a l indígena era, a su vez, sumamente o r i g i n a l y, por tanto, bastante ajeno a las líneas de l pensa­m i e n t o de occidente. Será suficiente menc ionar que en la investigación de l a c u l t u r a de América no se encuentra u n pensamiento filosófico sistematizado y, desde luego, tampoco u n a visión teológica. 5 9 Esto n o niega que fragmentadamente aparezcan algunos conceptos filosóficos valiosos, lo m i s m o q u e u n a inc ip iente teogonia.

E n verdad que no era p r o b l e m a mínimo el educar en u n pensamiento de dieciséis siglos a i n d i v i d u o s pertenecientes a u n a c u l t u r a tan pecul iar .

P o r tanto, debemos pensar en el mestizaje como en u n estado conf l i c t ivo hasta en sus más hondas raíces psicológi­cas, n o l imitándonos a las mezclas raciales, sino abarcando también a los indígenas y los cr iol los , puesto que, en real i ­d a d , éstos eran sujetos y testigos de l conf l ic to de dos culturas.

L a Iglesia tuvo, pues, que a c u d i r en g r a n escala a l ejer­

c ic io de las virtudes cardinales, las de relación social, acen­

tuadamente a l a de l a p r u d e n c i a , para resolver las i n n u m e ­

rables contradicciones, proposiciones, puntos polémicos y de-

so Si los indios hubieran tenido un sistema filosófico o teológico,

en la Nueva España católica habría brotado alguna herejía e histórica­

mente sabemos que no la hubo, como tampoco guerras religiosas.

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m á s que i m p l i c a b a l a formación d e l clero nat ivo , l a exten­sión de l a casta sacerdotal europea en las Indias .

LOS R E Q U I S I T O S P A R A P E R T E N E C E R A L C L E R O

L a p r u d e n c i a ob l iga a l a mesura y a l a reflexión, y de ellas nace l o casuístico, lo c o n d i c i o n a l .

E n razón de los pr ivi legios de que gozaba e l clero y de sus deberes para ayudar a los feligreses a alcanzar l a salva­ción t e m p o r a l y eterna, e l C o n c i l i o de T r e n t o precisó las condiciones culturales re iv indicat ivas de l a elevación inte­lec tual y m o r a l de sus miembros , a n u l a n d o l a v u l g a r i d a d degenerativa en que había caído e l clero medieval .

Procuróse que el clero na t ivo de América respondiese a esas condiciones. H u b o ciertamente exigencias; pero, a l mis­m o t iempo, flexibilidad en e l pedir .

C o n evidencia aparecen en l a legislación c i v i l los requi ­sitos impuestos a los aspirantes a clérigos o religiosos, y que debían comprobarse satisfactoriamente ante e l prelado res­pect ivo : l e g i t i m i d a d de nac imiento , capacidad intelectual , buenas costumbres . 6 0 E l C o n c i l i o I V M e x i c a n o exigía tam­bién u n a investigación e informes de testigos f idedignos so­bre l a l e g i t i m i d a d de nac imiento , l a pureza de sangre, l a vie ja c r i s t iandad de padres y abuelos, l a l i m p i e z a de v i d a y de costumbres y l a posesión de rentas eclesiásticas sufic ientes . 0 1

A h o r a b i e n , l a ley 7, T í t . VII, L i b . VI de l a Recopila­ción concedía a los i n d i o s puros " s i n mezcla infecciosa" las mismas honras y pr ivi legios que a los españoles l i m p i o s de sangre, y l a real cédula de 22 de marzo de 1697 encargaba especialmente a los virreyes, obispos y arzobispos que le h i c i e r a n presentes los méritos de sus vasallos de Indias, aun­que fueran descendientes de gentiles, a f i n de remunerarlos

60 Ley 7, Tít . VII, Lib. 1, de la Recopilación de Indias. 61 V E R A , Concilio IV, pp. 13-16. Algunas órdenes religiosas rechaza­

ban a aquellos que ejercían oficios viles (carniceros, verdugos, come­diantes, etc.) .

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d e b i d a m e n t e . 6 2 T a m b i é n e l arzobispo de México L o r e n z a n a expresaba en sus "Reglas para que los naturales de estos reinos sean felices" de 1768 que, tanto los i n d i o s puros, como los mestizos, los castizos y los españoles estaban declarados l i m p i o s de toda m a l a r a z a . 6 3 Así pues, esta f o r m a l i d a d ya no atañía n i a los indios n i a sus mezclas con los españoles. Y , por o t ra parte, las informaciones testimoniales n o se ajus­taban r igurosamente a las normas establecidas, y a que se aceptaban en muchas ocasiones los simples dichos de los testigos de que tal o cual aspirante era español según " o p i ­nión c o m ú n " . 6 4

E l requis i to de viejo cr ist ianismo se exigía a los descen­dientes de moros, turcos, cismáticos, judíos conversos, here­jes, "genti les modernos" o penitenciados por e l Santo O f i c i o de l a Inquisic ión. Pero esta distinción de "crist ianos vie jos" y "cr ist ianos nuevos" era antievangélica y , " desde tiempos m u y lejanos, en l a Península muchos religiosos l a repugna­b a n . 6 5 N a t u r a l m e n t e , en América también se suscitaron en e l m i s m o siglo x v i escrúpulos m u y graves en torno de este par t i cu lar . ¿Cuáles eran los argumentos que podían aducirse para p r o b a r que los indios eran cristianos viejos? E l obispo de G u a t e m a l a , fray J u a n Zapata, rechazaba ro tundamente l a separación, puesto que —hacía notar— los judíos y los moros

62 H E R N Á E Z , I, pp. 47 y 48.

63 V E R A , Colección de documentos, III, p. 99. Mórner afirma que la Corona española en una cédula de 1790 advertía que no se debía com­prender a los indios entre las razas malas y deficientes (p. 44). Tam­poco, por tanto, a los descendientes de indios y españoles.

La catalogación de los mestizos entre las malas razas, que aparecía en las informaciones de la Orden de la Caridad debe, pues, entenderse respecto de las demás castas. 1764-1780. Informaciones para ingresar en la orden de la Caridad de San Hipólito. Archivo General de la Nación de México, Clero Regular 18 (1). 1764. Informaciones testimo­niales. Archivo General de la Nación de México, Clero Regular 7 (I) . 1766. Informaciones testimoniales. Archivo General de la Nación de México, Clero Regular 7 (2).

64 1764-1780. Informaciones testimoniales. 65 P E D R O A G U A D O B L E Y E : Manual de Historia de España. 3 vols. 9? ed.

Espasa Calpe, S. A. Madrid, 1963, III, p. 162.

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 21

' ' corren p o r otras reglas", reglas que precisaban u n a ant i ­güedad m í n i m a de doscientos años desde l a fecha de l a con­vers ión. 6 6

L a opinión más general izada fue l a de que c u a l q u i e r exclusión de los i n d i o s y mestizos, pese a que descendieran de padres y abuelos recién convertidos a l a fe católica, era il ícita y contrar ia a l a d o c t r i n a crist iana. Opinión justamen­te c imentada, y a que, a par t i r de su conocimiento d e l E v a n ­gel io , estos nuevos párvulos no habían hecho el m e n o r género de oposición, salvo contadas excepciones en los pr imeros t iem­pos o entre las tr ibus salvajes, por cuya razón l a Iglesia había e x i m i d o a los indios de l a jurisdicción de l Santo O f i ­c io ; n o así a los mestizos, en quienes se advertían menos impedimentos y mejores aptitudes. E n cualquier forma, ha­bían a d q u i r i d o antigüedad. Es interesante, por lo demás, destacar que en las informaciones de méritos y otros docu­mentos presentados por i n d i o s y mestizos, éstos común y orgul losamente se auto juzgaban "cristianos vie jos" .

E l requis i to de l e g i t i m i d a d de nac imiento alcanzó carac­teres más sobresalientes. U n a década después de l a C o n q u i s ­ta, l a C o r o n a ya legal izaba l a situación de los hijos ilegítimos autorizándolos a r e c i b i r honras y privi legios en condiciones cada vez más asequibles. C o n mayor intensidad, las autor i ­dades eclesiásticas se a fanaron por hacer desaparecer ésta y otras i rregular idades , no sólo en l a legislación sino, sobre todo, en l a práctica. C a b e aquí consignar e l hecho de que en varias informaciones testimoniales se hacía constar l a con­dición de expósito, h i j o de padres n o conocidos, de u n aspi­rante, s in q u e el lo, a l parecer, fuera óbice para su acepta­c i ó n . 6 7

N o quedaron , pues, para los mestizos más impedimentos que los que pesaban sobre cua lquier raza o casta e n f o r m a personal . Así, los defectos naturales que l levaran a l g u n a clase de indecencia a l estado c ler ical (enfermedades, mut i lac iones

66 SOLÓRZANO, p . 126. 67 1 764-1780. Informaciones testimoniales.

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22 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

físicas, etc.) , o las sentencias condenatorias del t r i b u n a l de l a Inquisición, las costumbres desarregladas y l a fa l ta de ins­trucción necesaria para el desempeño sacerdotal . 6 8 Pero hasta esto úl t imo llegó a pasarse por alto con señalada frecuencia. L a ignoranc ia en asuntos religiosos se suplía con el conoci­m i e n t o de a lguna lengua aborigen. Y es fácilmente compren­sible e l sacrificio de muchos requer imientos generales en otras comunidades de l a c r i s t iandad: lo que aquí i m p o r t a b a , p r i m o r d i a l m e n t e , era que los curas y ministros conocieran e l i d i o m a y las costumbres de sus ovejas. Pues si b i e n se argumentaba que rendía más frutos el b u e n ejemplo, tam­bién era cierto que e l empleo de intérpretes retraía a los fieles, sobre todo d e l sacramento de l a confes ión, 6 9 y con­vertía a l pastor en u n extraño. Y en este terreno, indiscut i ­blemente, los indios , los mestizos y los cr iol los l levaban u n a enorme ventaja a los peninsulares y a los extranjeros.

A C T I T U D D E L A I G L E S I A A N T E E L C L E R O N A T I V O

Respecto de l a formación de u n clero nat ivo, l a Iglesia adoptó tres actitudes: u n a de oposición, a l a que se adhir ie­r o n algunas órdenes religiosas; otra, de franca indulgenc ia , adoptada por l a Santa Sede, los obispos, las primeras juntas eclesiásticas, los C o n c i l i o s M e x i c a n o I y I V y, en los p r i n ­c ipios de l a evangelización, los franciscanos y los agustinos y, l a últ ima, manif iesta en algunos prelados y en los C o n c i ­l ios I I y I I I .

Desde el p u n t o de vista sociológico, u n o de los estratos sociales más finos es e l de l sacerdocio. A h o r a b ien , en los pr imeros años de l a dominación española, era n a t u r a l que se careciese de l a perspectiva sociológica de l a rea l idad americana. D e allí partió e l o p t i m i s m o de los religiosos a l suponer que ios i n d i o s poseían aptitudes para acceder de i n m e d i a t o a l estado sacerdotal o rel igioso en toda su jerarquía .

68 Así lo formulaba el Concilio III (Calvan, pp. 51-56.) 60 B A Y L E , op. cit., p. 132.

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L a p r e m u r a con que franciscanos y agustinos ios acepta­r o n en su seno fue causa de algunos, notables, fracasos. Y , como n o era posible retener a i n d i v i d u o s que carecían de las cualidades indispensables, menudearon las expulsiones. Pero si , p o r u n a parte, este proceder depuró a l clero regular, ocasionó, en cambio, u n p r o f u n d o menoscabo en e l secular, ya que los obispos acogían a los expulsos s i n oponer gran­des reparos a sus vicios o incapac idad.

E l alcance del escarmiento y l a decepción sufridos p o r los religiosos, especialmente después de l a f a l l i d a conspiración d e l segundo marqués del V a l l e , 7 0 en l a q u e alocadamente p a r t i c i p a r o n criol los y mestizos de las más altas esferas novo-hispanas, se refle jó en u n a dec id ida oposición a l acceso de los nativos a l a d i g n i d a d del minis ter io sacerdotal. L o s mis­mos franciscanos, factores de las pr imeras experiencias en dar e l háb i to a los indios , y los agustinos, quienes habían ensayado e l conduc i r a los neófitos a las más altas cimas de l a v i d a r e l i g i o s a , 7 1 debieron aceptar que esa al ternat iva de rechazo se convir t ie ra en abierta negativa.

N o h u b o u n a prohibición expresa y d e f i n i t i v a , pero sí m u l t i t u d de restricciones. L a p r o v i n c i a franciscana de l Santo Evange l io de México dictó, hac ia 1536, u n reglamento que prescribía que el examen a que debían sujetarse todos los c a n d i d a t o s , 7 2 sería m u y r iguroso para los indios , mestizos y cr io l los y que, si los resultados eran satisfactorios, había de contarse, además, con l a aprobación con junta d e l padre pro­v i n c i a l y de los discretos de l a p r o v i n c i a . 7 3

Pero p o r entonces ya a los indios no se les permitía el ingreso a n ingún monasterio n i s iquiera con el carácter de

70 Á N G E L R O S E N B L A T : La población indígena y el mestizaje en Amé­rica. 2 vols. Editorial Nova. Buenos Aires, 1954. II, p. 139.

71 R O B E R T R I C A R D : La conquista espiritual de México. Editorial Jus. México, 1957, p. 225.

72 Este examen se consideraba imprescindible en función del respeto y acatamiento que debían profesar los indios a sus ministros ( B A Y L E , p. 126) . Por otra parte, no hay que olvidar que las quejas contra los clérigos peninsulares ignorantes e idiotas fueron también copiosísimas.

73 Códice Franciscano, p. 132.

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2 4 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

legos. L o s franciscanos recibían algunos donados de gran v i r t u d y u t i l i d a d por su conoc imiento de las lenguas indí­genas. T a l , e l famoso cacique d o n J u a n de Tarecuato , a q u i e n , por las contradicciones de los frailes, j amás p u d o conceder e l hábito e l arzobispo Zumárraga, que b i e n lo deseaba. 7 4 Y el s imple hecho de consentir que estos donados indígenas res idieran e n los conventos, ataviados con u n a túnica parda , era objeto de serias censuras por parte de algunos re l ig iosos . 7 5

D e los estatutos de los franciscanos del Santo E v a n g e l i o y a citados y, en part icular , de u n a nueva condición impuesta a los cr iol los de tener veintidós años de edad para ser admit idos en re l ig ión , 7 6 se que jó l a C i u d a d de México con h a r t a acr i tud . E l l a solicitó a l C o n c i l i o I I I que h ic ie ra conocer a l papa y a l rey "semejante i n i q u i d a d " , a f i n de que l a revocaran. Y el C o n c i l i o apoyó f i rmemente esta pe t i c ión . 7 7

E l t iempo y las disposiciones ponti f ic ias y concil iares sua­v izaron l a intransigencia . S i n embargo, en e l p r i m e r tercio d e l siglo xvín todavía resonó u n a áspera n o t a : e l capítulo general de los agustinos de México prohibió l a entrada de

74 Fray Gerónimo de Mendieta: Historia Eclesiástica Indiana. 4 vols. Editorial Salvador Chávez Hayhoe. México, 1945. pp. 99-101. Pero es inadmisible la suposición de García Icazbalceta (/, 1969) de que los jesuítas ordenaran a un descendiente del Caltzontzin (cfr. D E L F I N A E S M E R A L D A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E : La nobleza indígena de Pátzcuaro en la

Época Virreinal. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1965, pp. 180-182) .

75 M E N D I E T A , op. cit., I I I , p. 100.

76 Mendieta proponía en 1574 que se diera el hábito a los nacidos en Indias sólo si tenían 24 años de edad y 20 los naturales de España, aporque —decía— para administrar sacramentos a los indios se requie­ren hombres y no muchachos que destruyan la doctrina que los viejos plantaron". (Carta de fray Jerónimo de Mendieta a un ilustre señor. México, 20 de marzo de 1574. En Cuevas, Documentos inéditos, p. 299) .

La edad fijaba a las mujeres para entrar en los monasterios, que era de 22 años, fue reducida por el Concilio de Trento a 16 (Galván, p. 295).

77 V E R A , Compendio, I, p. 10.

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 2 5

mestizos y mulatos a l a O r d e n bajo graves penas y l a ame­naza de anular l a recepc ión . 7 8

P a r a los mestizos, las circunstancias más serias que les obstacul izaban e l ingreso a l clero eran: u n a , l a i l e g i t i m i d a d , de l a que, como ya se expresó, par t i c ipaba u n b u e n número; l a otra, e l desprecio con el que, generalmente, eran vistos p o r l a sociedad, u n posible t ítulo de i r r e g u l a r i d a d —decía en su breve de 25 de enero de 1576 G r e g o r i o X I I I — f u n d a d o en l a i n f a m i a de hecho (no l a h u b o de derecho) , debido a l co lor de l a p ie l , l a i g n o r a n c i a y los vicios de l a mayoría de los miembros de las castas. 7 9

Este p r o b l e m a de discriminación social que comprendía a los i n d i o s y a los mestizos se extendió también a los cr io l los . L a s autoridades eclesiásticas l o resolvieron de acuerdo c o n su p r o p i o sentir, e l de sus consultores y a u n e l pecul iar de su época. P o r el lo es que fueron criterios f lexibles. E m p e r o , e n sus periodos más tensos, e l d i scr imen general compro­met ió a algún obispo (en 1561, u n o de México rechazó a los mismos criollos) 8 0 y, a l menos en u n a ocasión, a l papa (el y a m e n c i o n a d o decreto d e l capítulo general de los agustinos o b t u v o l a aprobación p o n t i f i c i a en 1739). 8 1 T a m b i é n sobre l a corona rea l se ejercieron presiones que l a l levaron a con­temporizar con las exigencias populares a través de u n a polí t ica contrar ia a los intereses de los nativos, pero benéfica a l prestigio de l a Iglesia y a l aprovechamiento espir i tual y t e m p o r a l de los feligreses. Así, l a rea l cédula de 13 de d ic iem-

78 Galván, nota del P. Basilio Arrillaga S . J., p. 5 8 . 79 ib. 80 T j n documento del virrey del Perú, conde del Villar, expresaba

con claridad, aunque generalizando en exceso, los defectos del clero americano: los peninsulares ordenados en España eran codiciosos e in­constantes: los peninsulares ordenados en Indias, en su mayoría delin­cuentes y desertores del ejército, y los nativos de América, aunque expertos en lenguas, carentes de las dotes necesarias de ciencia y buenas costumbres. Y un fraile de Nueva Granada, generalizando también, que los clérigos nacidos en Indias eran ignorantes en Gramática, y • los mestizos enteramente indianizados (Bayle, pp. 5 8 , 5 9 y 1 2 5 ) .

81 S O L Ó R Z A N O , p. 127 . H E R N Á E Z , / , p. 6 6 8 .

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2 6 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

b r e de 1577 ordenaba que se ver i f icara u n examen m u y cuidadoso a los aspirantes, especialmente a los mestizos, es decir , a todas las castas, si b i e n las disposiciones contenidas e n las cédulas de 31 de agosto y 28 de septiembre de 1588, 8 2

y en l a ley 7, T í t . VII, L i b . I, de l a Recopilación l o l i m i t a b a n exc lus ivamente a los hijos de i n d i o y de español.

Si a fines de l siglo x v i , l a C o r o n a se ofrecía a i m p e t r a r l a l i c e n c i a necesaria p a r a dar las órdenes sacras exist iendo de­fectos que sólo l a Santa Sede podía excusar , 8 3 posteriormente trató de detener el i m p u l s o universal ista d e l episcopado. L a r e a l cédula de 4 de marzo de 1621 insistía en que no se ordenara a sujetos defectuosos, 8 4 y las de 7 de febrero de 1636, así como l a ley 4, T í t . VII, L i b . I, encarecía a los prelados americanos que n o ordenaran n i mestizos n i ilegí­t imos n i otros viciados, con tanta f r e c u e n c i a . 8 5

L a r i g i d e z de l a política regia en este aspecto tuvo nece­sariamente que entrar en conf l ic to c o n l a eclesiástica de brazos abiertos. Y a en 1556 el obispo de T l a x c a l a fue objeto d e l rea l extrañamiento por ordenar clérigos que no tenían n i vocación n i l a edad establec ida . 8 6 Pero l a insuf ic ienc ia de clero per i to en lenguas indígenas era insoslayable y l a iglesia amer icana poseía ampl ios pr ivi legios p a r a a c u d i r a l remedio de esa i r r e g u l a r i d a d . M a s ¿de qué podían servirle si las restricciones emanadas de M a d r i d le ataban las manos y, a l m i s m o t iempo, causaban imponderables daños a los fieles?

E n u n a búsqueda de concil iación entre los intereses de su diócesis y l a legislación c i v i l , u n obispo de A n t e q u e r a d i o en 1582 las órdenes sagradas a mestizos "h i jos de mestiza y español" (en rea l idad , castizos), apoyado en e l hecho de q u e l a prohibic ión rezaba sólo respecto de los mestizos de i n -

82 ib., p. 348.

83 V E R A , Apuntamientos, p. 70. K O N E T S K E , II, p. 14.

84 S O L Ó R Z A N O , p. 347.

85 C U E V A S , Historia de la Iglesia, I I I , p. 119. K O N E T S K E , II, p. 281.

86 V A S C O D E P U G A : Provisiones, Cédulas e Instrucciones de Su Ma­

jestad. México, 1563, p. 196.

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N U E V A E S P A Ñ A * M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 2 7

d i a y español . 8 7 P a r a evitar contradicciones parecidas, el C o n ­c i l i o P r o v i n c i a l de L i m a elevó en 1582 u n a petición a l R e y p a r a que revocara los preceptos negat ivos . 8 8

H a y que anotar, s in embargo, que l a controversia C o r o n a -episcopado varió en el últ imo tercio del siglo x v i n . Pero e l lo fue debido a l a angustiosa necesidad de reemplazar en cole­gios y misiones a los jesuitas expulsados de los d o m i n i o s españoles . 8 9 Seguramente por esta razón, l a rea l cédula de 21 de agosto de 1769 recomendaba a los conciliares de l Pro­v i n c i a l I V que aprobaran entre sus disposiciones l a de aceptar en los seminarios diocesanos u n tercio o, por lo menos, u n a cuarta parte de indios y mestizos. 9 0

L O S I N D U L T O S P O N T I F I C I O S

Las disposiciones dictadas por los papas a f i n de supri ­m i r varios impedimentos para que los naturales de Indias p u d i e r a n pertenecer a l clero fueron m u y numerosas. E n su diáfano propósito de allanarles e l camino, los sumos pontí­fices redu jeron a l mín imo los requisitos que debían colmar , delegando muchos de sus poderes supremos en los obispos en forma tan re i terada y precisa que las reales cédulas de 17 de febrero de 1792 y 24 de octubre de 1815 h u b i e r o n de instarlos a que i lus t raran convenientemente a sus respec­tivos feligreses para que n o acudieran a R o m a en so l i c i tud de dispensas, ya que en m a n e r a a lguna era necesar io . 9 1

L o s pr imeramente beneficiados fueron los mestizos. D e acuerdo con el derecho canónico, era menester u n a

dispensa p a p a l para que los hijos espurios e ilegítimos p u -

87 K 0 N E T S R E , I , p. 409. 88 ib., p. 452. 89 B A Y L E , pp. 12-15. 90 V E R A , Colección de documentos, III, pp. 519 y 520. 91 G A I N Z A , p. 21. E l Arzobispo de México, Alonso Núñez de Haro, en

edicto de 25 de enero de 1757, había dado a conocer a sus fieles las sólitas concedidas a América ( V E R A , Colección de documentos, III, pp. 454 y 624) .

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28 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

d i e r a n rec ib i r las órdenes sagradas, así como los beneficios y prebendas eclesiásticas. S i n esa dispensa, se incurría en pecado m o r t a l y en l a pena de ser p r i v a d o de las órdenes . 9 2

A h o r a b ien , las presiones ejercidas p o r l a p e n u r i a de sacerdo­tes eran tan agudas que se tuvo que echar m a n o de los mes­tizos, a pesar de que en ellos concurrían muchas i r regular i ­dades, en especial l a i l e g i t i m i d a d de nac imiento debida , como ya se expresó, a las numerosas uniones ilícitas de los pr ime­ros tiempos, en ta l f o r m a que mestizo e ilegítimo v i n i e r o n a ser s inónimos. 9 3 P o r el lo , l a admisión de los nativos, me­diante u n permiso d e l V a t i c a n o , se generalizó b i e n pronto e n todas las posesiones españolas de u l t r a m a r . 9 4 Esto, y l a concesión en su favor de curatos, s in que se atendiese poco n i m u c h o a l a condición de espurios o ilegítimos, m o t i v a r o n las reclamaciones que algunas comunidades religiosas eleva­r o n contra los obispos el año de 1560. 9 5

E n u n a b u l a casi desconocida, fechada e l 12 de enero de 1566, Clemente V I I I autorizó a los obispos de América para dispensar l a i l e g i t i m i d a d para todas las órdenes 9 6 a los hi jos de españoles e i n d i a s . 9 7 Solórzano hace referencia a u n a b u l a —quizá esta m i s m a — que permit ía conceder todas las órdenes, reservando sólo l a gracia de las prebendas y bene­ficios curados. E l m i s m o jur i s ta supone que el Consejo de Indias n o debió haberle d a d o e l pase o que, s implemente, l a o l v i d ó . 9 8

P o r l a Decens et debitum arbitramur, de 4 de agosto de 1571, Pío V otorgó facultades i l i m i t a d a s y perpetuas a los obispos para dispensar en todas las irregularidades para cualesquiera órdenes sagradas, así menores como mayores, y también para conceder beneficios, a u n los curados, como si

92 S O L Ó R Z A N O , pp. 146, 347 y 348.

93 C U E V A S , Historia de la Iglesia. II. p. 39. 94 K O N E T S K E , I, p. 452.

95 S O L Ó R Z A N O , p. 347.

96 Tablas Cronológicas del P. Claudio Clemente S. ]., cit., e n V E R A , Apuntamientos, p. 69.

97 Bulario índico del P. Baltasar de Tovar, cit., e n V E R A , loe. ext., 98 p . 348.

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N U E V A ESPAxÑA: M E S T I Z A J E Y CATOLICISMO 2 9

e l m i s m o p a p a los hubiese c o n c e d i d o . " T o d o s los obispos de I n d i a s h i c i e r o n extensivas estas facultades a sus cabildos en sede v a c a n t e 1 0 0 y usaron de ellas p a r a confer i r órdenes sa­gradas con e l presbiterado, of ic iar en e l altar y o ír confe­s i o n e s , 1 0 1 si b i e n se apl icaba, según e l arzobispo de México F e l i c i a n o de l a Vega, sólo respecto de las irregularidades causadas p o r d e l i t o s . 1 0 2

L a b u l a Nuper de G r e g o r i o X I I I , de 25 de enero de 1576, acrecentó este p r i v i l e g i o autor izando l a dispensa a los espa­ñoles y a los mestizos que poseyeran las vir tudes que deman­d a b a e l C o n c i l i o T r i d e n t i n o y que h a b l a r a n a lguna lengua indígena, s i n que obstara su condición de espurios e ilegíti­m o s . 1 0 3 Sólo se excluía a los b i g a m o s 1 0 4 y a aquellos que hubiesen comet ido h o m i c i d i o v o l u n t a r i o . 1 0 5

Esta grac ia abrió las puertas a m u l t i t u d ele pretendientes, y los obispos —según a f i r m a b a u n virrey d e l Perú— orde­n a b a n a muchos que carecían de los méritos esenciales, i n c l u ­y e n d o a mestizos puros que se a m p a r a b a n c o n licencias pon­t i f ic ias , " p a r t i c u l a r m e n t e después d e l breve de G r e g o r i o

xnr\ 1 0 6

P r o n t o se a n u l a r o n otros defectos. L a sólita 2* autorizó q u e , en caso de absoluta necesidad de operarios, no se parara mientes en los delitos de b i g a m i a y h o m i c i d i o v o l u n t a r i o .

99 G A I N Z A , p. 19 . V E R A , Apuntamientos, p. 6 9 . S O L Ó R Z A N O , p. 348.

Esta bula fue concedida primeramente a las Órdenes Mendicantes y, después, a todos los patriarcas, obispos y arzobispos de Indias ( V E R A , Colección de documentos, III, p. 1 9 7 ) .

100 V E R A , Apuntamientos, p. 7 2 . S O L Ó R Z A N O , p. 3 4 8 .

101 V E R A , Colección de documentos, III, p. 1 9 8 . V E R A , Apuntamien­

tos, p. 7 2 .

102 S O L Ó R Z A N O , p. 3 4 8 .

103 G A I N Z A , p. 2 0 . V E R A , Colección de documentos, III, pp. 198 y 199.

V E R A , Apuntamientos, p. 7 0 . S O L Ó R Z A N O , p. 3 4 8 .

104 S O L Ó R Z A N O (p. 348) afirmaba que la excepción era causada por el delito de simonía.

105 G A I N Z A , p. 2 0 . V E R A , Apuntamientos, p. 7 0 . V E R A , Colección de

documentos, III, pp. 198 y 1 9 9 . 106 B A Y L E , p. 1 7 5 .

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3 0 D E L F I N A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

Este úl t imo persistiría como obstáculo solamente si causaba escándalo . 1 0 7

Trascendentales como fueron estos dones, n o parecieron, s in embargo, suficientes a los obispos de Indias, que " n o d u d a r o n en templar e l r igor de l a palabra precisa", conce­diéndole u n a interpretación m u y elástica: bastaba p a r a que r e d u n d a r a e n u t i l i d a d y provecho de los indios y en descanso de los minis tros , porque " n o h a de reventar u n o solo echando sobre sus hombros toda l a c a r g a " . 1 0 8

Y , s in embargo, en este capítulo, los d o m i n i c o s de l a P u e b l a de los Ángeles mostraron u n a ac t i tud sumamente intransigente. L a b u l a de Clemente X I de 15 de enero de 1706 estableció l a prohibición de a d m i t i r i legítimos en su c o n v e n t o . 1 0 9

L A S DISPENSAS E P I S C O P A L E S Y C O N C I L I A R E S

C o n anticipación a las normas ponti f ic ias , l a J u n t a E c t e siástica M e x i c a n a de 1 5 3 9 , a l a que c o n c u r r i e r o n obispos, religiosos, letrados y e l virrey, autorizó e l ingreso en las cuatro órdenes menores (ostiariaclo, lectorado, exorcistado y acoli tado, que n o entrañan l a emisión de votos perpetuos) a los mestizos e ind ios procedentes de las escuelas, colegios y monasterios que resultasen hábiles en l a lectura, l a escritura, a lguna l e n g u a indígena y que, de ser posible, posean cono­cimientos de l a t í n . 1 1 0

L a J u n t a adoptó esta resolución apoyándose en l a fuerza de u n argumento incontrover t ib le : l a i g u a l d a d de l a d i g n i d a d sacramental . A los naturales —discurría— debían confiarse todos los sacramentos desde el m o m e n t o en que se les a d m i ­nis traba e l baut izo , e l cua l en n i n g u n a m a n e r a "es in fe r io r

107 V E R A , Colección de documentos, III, pp. 4 6 4 y 6 2 3 . G A I N Z A , p. 16. 108 V E R A , Colección de documentos, III, p. 6 2 4 . 109 H E R N Á E Z , / , pp. 6 3 8 y 6 3 9 . no G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , III, p. 152 . V E R A , Colección de documentos, II,

pp. 3 8 3 - 3 8 6 .

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N I E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 31

a l sacerdocio". D e n i n g u n a manera infer ior , reconocería dos siglos después el arzobispo de México Lorenzana , si b i e n advertía que esta declaración debía aceptarse en sentido lato, es decir, por cuanto que el baut ismo es de mayor necesidad y puerta para los demás sacramentos.

A mayor abundamiento , l a J u n t a consideraba que n i s iquiera l a fa l ta de perseverancia podría const i tuir u n obs­táculo grave, pues a u n en e l caso de que los aspirantes deser­taran para contraer m a t r i m o n i o , contaban ya con l a ense­ñanza y l a d i s c i p l i n a adecuada para convertirse en cristianos e j emplares . 1 1 1

Pero dieciséis años después, e l C o n c i l i o I, reaccionando frente a los amargos frutos de l a experiencia de las órdenes religiosas, decidió obrar con cautela a f i n de salvaguardar e l h o n o r d e l o r d e n sacerdotal. E n l a práctica, s in embargo, sus prevenciones no eran acatadas sino m u y relat ivamente.

E l C o n c i l i o I I I prev ino claramente que l a escasez de clero lengua no debería aducirse como pretexto para dar las órde­nes sacras, s in u n examen esmerado, a los descendientes de i n d i o s en p r i m e r grado o a los cr iol los que en a l g u n a ma­nera fueran i n d i g n o s . 1 1 2 S i n embargo, l a urgencia de l e jercicio sacerdotal en las lenguas aborígenes era tan impera t iva , como y a se expresó, que las l imi tac iones se f l e x i b i l i z a r o n . P a r a los pretendientes lenguas, el examen no sería en úl t ima instancia l a condición i n e l u d i b l e , n i tampoco el que tuv ieran asegurada —como estaba insistentemente ordenado— a l g u n a capellanía o p a t r i m o n i o , en razón —aseguraban los conci l ia ­res del III— de que en las Indias no había estricta necesidad de contar con estos m e d i o s . 1 1 3 Esto era certísimo en aque l la época. Pero también lo era que las fincas sobre las que se imponían ios capitales de las fundaciones piadosas, e n las Indias se a r r u i n a b a n a breve plazo, y los ordenados quedaban pr ivados de l a d e b i d a congrua, " c o n t í tulo colorado y apa­rente" , y constreñidos a mendigar , en algunos casos, o a dedi -

3 i i G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , III, pp. 152 y 153.

112 G A L V Á N , pp. 56 y 57.

H 3 V E R A , Apéndice al Compendio, III, pp. 55 y 56.

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carse, en otros, a actividades ajenas a su minis ter io . P o r el lo, e l arzobispo de México J u a n de Vizarrón mandó en u n edicto fechado el 16 de d ic iembre de 1745 que no se aceptara n ingún título de congrua sustentación que no subsistiera en su i n t e g r i d a d . 1 1 4

E n cua lquier forma, no se de tuvieron las ordenaciones de mestizos y cr iol los más en el c lero secular, pues en e l regular p r o v o c a r o n a fines de l siglo x v i muchas desavenencias . 1 1 5 Pero pasó e l t iempo, l a población indígena se redu jo por los malos tratamientos, las mezclas con otras razas y, sobre todo, por las epidemias, a l m i s m o t iempo que aumentaba e l número de minis tros . Viose, pues, q u e l a necesidad de clérigos len­guas se hab ía moderado notablemente y que había que ejer­cer en r e a l i d a d de verdad e l método selectivo preconizado tantas veces, a f i n de magni f i car a l clero mestizo. T a l con­sideración se desprende de u n a m e m o r i a d e l doctor J u a n Cevicos, rac ionero de l a iglesia de P u e b l a , sobre los decretos d e l C o n c i l i o I I I M e x i c a n o , fechada e l 24 de a b r i l de 1629. 1 1 6

L A D I S C I P L I N A E C L E S I Á S T I C A

T a m b i é n l a legislación eclesiástica de t i p o d i s c i p l i n a r i o t u v o aplicaciones de carácter p a r t i c u l a r para los mestizos, manteniéndolos a l margen o comprendiéndolos dentro de l a situación p r i v i l e g i a d a de los indios , igualándolos a los espa­ñoles o confiriéndoles u n status i n t e r m e d i o .

L O S DÍAS FESTIVOS

L a Iglesia se adelantó en siglos a l in tento m o d e r n o de l a organización del ocio, p a r a lo c u a l d i o a u n buen número de días d e l año el carácter de fiesta. E n ellos, e l hombre

114 V E R A , Colección de documentos, III, pp. 9 0 y 9 1 . l is G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , III, pp. 1 1 1 y 169 . l is V E R A , Compendio, Apéndice, III, p. 5 6 .

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 3 3

económico es sust i tuido por e l h o m b r e festivo, de recreo o ref lexión; en todo caso, e l h o m b r e de ac t i tud espi r i tua l .

E n e m i g a de l a holgazanería y su cauda de desórdenes, l a Iglesia fac i l i t a los caminos de l descanso, l a alegría y l a par­ticipación en l a celebración c o m u n a l de l más alto sacrif icio a l a d i v i n i d a d . E l p r i m e r paso es l a asistencia a misa, l a p r i m e r a a c t i v i d a d n o económica del día de precepto y ense­g u i d a , l a instrucción catequística, que es u n a invitación a meditar sobre cuestiones religiosas. L a obligación de reposo plantea algunos problemas: ¿qué harán los grandes núcleos de economía débil? L a Iglesia les otorga e l p r i v i l e g i o de dec id i r si t raba jan o no en su p r o p i o provecho y establece, a l m i s m o t iempo, u n a m e d i d a protectora: l a prohibición de desempeñar trabajos serviles en granjerias ajenas.

N o exist ió u n calendario de días festivos u n i f o r m e en l a cr i s t iandad hasta U r b a n o V I I I , q u i e n , en su b u l a Universa per ordem,, de 13 de septiembre de 1642, decretó l a guarda de todos los domingos y tre inta y cuatro días más durante el año.

C o n a n t e r i o r i d a d , P a u l o I I I había r e d u c i d o el número de días festivos a los indios . T a l providenc ia , superf ic ia l ­mente considerada, es contradic tor ia ; pero sólo aparente­mente. L a reducción, en rea l idad, n o s igni f ica s ino el am­paro contra l a explotación de t ipo l a b o r a l de los españoles y l a atenuación de l a exigencia de acudir a misa , deber en ocasiones sumamente fatigoso, p o r q u e no en todos los pue­blos exist ían párrocos o capellanes y era preciso caminar hasta lugares lejanos.

Esta p r i m e r a reducción de los días festivos decretada en l a Altitudo 1 1 7 consistía en los domingos y otros doce días más a l año. E l C o n c i l i o M e x i c a n o I I I agregó u n o : e l de l santo t i tu lar de l pueblo respectivo.

P a r a las castas rigió e l m i s m o calendario que para los españoles: en el A r z o b i s p a d o y P r o v i n c i a de México , los do­mingos y veintitrés días (veinticuatro en l a C a p i t a l de l

H 7 V E R A , Colección de documentos, II, pp. 5 4 4 - 5 4 6 .

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V i r r e i n a t o ) , en los cuales ob l igaba e l doble precepto de o ír m i s a y descansar, y otros diecinueve días en que se les o b l i ­gaba l a asistencia a misa , pero se les daba opción p a r a tra­b a j a r . 1 1 8

E L A Y U N O Y L A A B S T I N E N C I A

E n t r e las normas disc ip l inar ias que i m p o n e n l a m o r t i f i ­cación de los sentidos en determinadas épocas, a f i n de que el crist iano se ejercite en sujetar sus pasiones, l a Iglesia Católica h a i n s t i t u i d o e l ayuno y l a abstinencia de carnes y lact ic inios (leche, queso y huevos, pero no la grasa para condimentar manjares) ,

L a dispensa de esta mortif icación estaba sujeta a las con­diciones especificadas en l a b u l a de l a Santa C r u z a d a ; 1 1 9

pero, aunque en las Indias no se publicó esta b u l a s ino hasta 1573, l a Iglesia A m e r i c a n a m a n t u v o siempre l a afirmación de que el uso de l a grasa y otros lact ic inios era u n a costum­bre i n t r o d u c i d a desde tiempos de l a C o n q u i s t a . E n efecto, l a f lo jedad o escasez de los mantenimientos y el carácter poco rel igioso de los soldados l l evaron a l a r u p t u r a de los fueros cuaresmales desde t iempos antiquísimos, y o r i g i n a r o n u n a costumbre venerable y r e c o n o c i d a . 1 2 0

E n breve plazo, l a Santa Sede envió a América u n a mues­tra de especial condescendencia. H a c i a 1527, según noticias de fray A l o n s o de l a Veracruz , P a u l o I I I concedió de viva voz l i cenc ia a todos los moradores de las Indias para comer huevos y lact ic inios en los días de a y u n o . 1 2 1 Esta gracia l a confirmó U r b a n o V I I I en unas Constituciones que datan de 1605, 1 2 2 si b i e n el C o n c i l i o I V M e x i c a n o estableció u n re-

118 V E R A , Concilio IV, pp. 80-84. 119 La bula de la Cruzada concedía abundantes gracias e indultos a

los integrantes de las expediciones organizadas en la Edad Media con el objeto de rescatar los Santos Lugares.

120 H E R N Á E Z , / , p. 7 0 7 . 121 Compendio manuscrito de privilegios de Indias, cit., por V E R A ,

Apuntamientos, p. 2 8 7 . 122 V E R A , Apuntamientos, p. 288.

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 3 5

q u i s i t o : e l de que los beneficiados, para ganar las i n d u l g e n ­cias, deberían poseer l a b u l a de l a C r u z a d a . 1 2 3 D e esta dis­pensa h a b í a n quedado excluidos los obispos, arzobispos, presbíteros n o sexagenarios y los regulares de cua lquier orden, e n los domingos de cuaresma, hasta 1624 en que se incluyó en e l i n d u l t o a l clero secular.

E n cuanto a los indios , l a Alt ¡trido les permitió consumir huevos y lact ic inios durante l a cuaresma, s i n necesidad de tener l a b u l a , de l mismo m o d o que los españoles con el la . D e esta forma, a l concederse el p r i v i l e g i o ya anotado de P a u l o I I I y U r b a n o V I I I y que n o menc ionaban a l a b u l a , e l goce d e l i n d u l t o fue a m p l i a d o , por razón natura l , para los indios .

M o r e l l i menc iona en sus Fasti Novi Orbis u n breve de P a u l o I I I fechado el 20 de d ic iembre de 1542, por e l cual , e n consideración a l a p o q u e d a d de aceites y pescado en América, se autorizaba durante u n lapso de treinta años el uso de l a grasa y l a manteca para condimentar l a comida . T a l merced se d i o exclusivamente en benefic io de l V i r r e i n a t o de l a N u e v a España, aunque, como sucedió en otros casos, p r o n t o se extendió a otras regiones de las Indias s in que m e d i a r a u n i n d u l t o especial. Regularizó esta situación Pío I V , q u i e n , en 1562, renovó p o r otros t re inta años l a exención, pero esta vez para todos los pobladores de u l t r a m a r . 1 2 4

L a Altitudo l imitó l a observancia d e l ayuno para los i n ­dios a sólo nueve días en e l a ñ o : los viernes cuaresmales y las v ig i l ias de l a N a t i v i d a d de l Señor y de l a Resurrección, c o n l a salvedad de que, si se advertía ser incompat ib le con el o f i c io , l a m a l a al imentación o l a fal ta de vigor, e l sacri­f i c io debería suspenderse por c o m p l e t o . 1 2 5

Respecto de los españoles, y seguramente de los mestizos, de quienes n o se hizo n i n g u n a referencia especial, los cuatro conci l ios mexicanos o r d e n a r o n l a g u a r d a de l ayuno durante sesenta días anuales (toda l a cuaresma —excepto los d o m i n -

128 V E R A , Concilio IV, p. 174 . 124 H E R N Á E Z , I, pp. 8 0 4 , 8 0 6 , 8 0 9 , 810 y 845. 125 G A I N Z A , p . 1 7 3 . V E R A , Colección de documentos, II, p p . 223 y 232.

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gos—, las vigi l ias de San Matías, San J u a n Baut is ta , San Pedro y San Pablo , San Lorenzo, l a Asunción, San Bartolomé, San M a t e o , San Simón y San Judas, T o d o s Santos, San A n ­drés, Santo T o m á s Apóstol, N a v i d a d y Pentecostés y los doce días de las témporas) . L a obligación, según e l C o n c i l i o I V , comenzaba a los veintiún años de edad, a n o ser que se i n ­terpusiera algún justo embarazo, e l cual , según e l procedi­m i e n t o o r d i n a r i o , debía ser determinado por e l consejo d e l confesor y de l médico, y por l a posesión de l a b u l a de l a C r u z a d a . 1 2 6

A h o r a b ien , algunos teólogos se mostraron excesivamente indulgentes en l a interpretación de l a b u l a de l ayuno y pro^ vocaron u n a corrupción que fue seriamente reprobada por el papa, y que, en México, fue d e n u n c i a d a ante e l C o n c i ­l i o I V . 1 2 7

T a m b i é n , para obtener l a dispensa de abstenerse de comer carne, era preciso a los feligreses y a l clero contar con el consejo de los médicos d e l a l m a y d e l cuerpo, excepción hecha de los casos de enfermedad g r a v e . 1 2 8 S i n embargo, en América rigió l a costumbre de comer las partes extremas de las aves (patas, pescuezo, alas e intestinos) los sábados que n o eran cuadragesimales o de ayuno, y n o fue extraño que, s in querer lo , se i n g i r i e r a n piezas distintas. E n t e r a d o e l papa, con­cedió l i cenc ia e l 23 de enero de 1745 p a r a comer l ibremente también é s t a s . 1 2 9

Y a desde fines de l siglo x v i , e l i n d u l t o de l a abstinencia desató u n vendava l de resentimientos. A n t e e l C o n c i l i o I I I se presentaron varias peticiones de castigos para los indios por " los descarados abusos" que cometían en e l comer carne los v i e r n e s . 1 8 0

Y a se m e n c i o n a r o n las polémicas sostenidas sobre l a ex-

126 V E R A , Concilio IV, pp. 172 y 173.

127 H E R N A E Z , I, pp. 819 y 822

128 V E R A , Colección de documentos, I, p. 113. V E R A , Concilio IV,

p. 177. 129 H E R N A E Z , I, p. 806.

130 V E R A , Compendio, I, p. 28.

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N U E V A E S P A Ñ A " M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 3 7

tensión a l a clase de los mestizos de las dispensas concedidas a los i n d i o s . 1 3 1 Este in t r incado asunto n o se solucionó d u ­rante e l V i r r e i n a t o , sino m e d i a centur ia después de consu­m a d a l a Independencia . E l decreto de l a Sagrada Congrega­ción de R i t o s de 3 de marzo de 1852 dispuso que los mestizos debían ser considerados iguales a los indios en cuanto a los ayunos, abstinencias, grados de parentesco y demás p r i ­v i l e g i o s . 1 3 2

L O S A R A N C E L E S P A R R O Q U I A L E S

Los derechos parroquiales que los curas, que carecían de rentas y de diezmos, debían l levar de sus feligreses por l a administración de los sacramentos y l a doc t r ina , presentaron también variaciones en las razas y las castas.

E l arancel del arzobispado de México en 1638 (conforme e n casi todos los puntos a l expedido en 1669) señalaba a los i n d i o s las cuotas más modestas, en tanto que las correspon­dientes a los mestizos, negros y mulatos , en ciertos renglo­nes se i g u a l a r o n a las de los españoles y, en otros, se redu­j e r o n a las dos terceras partes.

E l arancel de 1670, que uniformó las sepulturas, n o hacía

mención expresa de las castas, s ino sólo de " los españoles"

y " los n o españoles", con u n a excepción: l a de los entierros

de cruz a l ta . T a l clasificación se repite en 1757, 1 3 3 pero sólo

dentro de l a c i u d a d de México . E n e l de 1777 es n o t o r i a ya

u n a disminución de las diferencias existentes entre las cuo­

tas de i n d i o s y de españoles (en algunos casos, l a m i t a d ) .

Se advierte también l a desaparición de los derechos que cau­

saban las informaciones matr imonia les para todos los poblá­

is i Vid. supra. El carácter de neófitos de los mestizos. 132 G A I N Z A , p p . 4 2 y 4 3 .

133 V E R A , Colección de documentos, 1, p p . 7 3 - 7 9 y 83-87 . Este arancel

fue adoptado en l a diócesis de Guadalajara en 1808 (FRANCISCO O R O Z C O Y J I M É N E Z : Colección de documentos históricos, inéditos o muy raros referentes al arzobispado de Guadalajara. 6 vols. Guadalajara, 1 9 2 2 - 1 9 2 7 , IV, p p . 3 0 1 - 3 0 2 ) .

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dores, y l a u n i f o r m i d a d de las cuotas de bautismos de espa­ñoles, mestizos y m u l a t o s . 1 3 4

Debemos considerar, por últ imo, l a existencia en 1738 de u n a n o r m a general, extensiva, por tanto, a los mestizos, y que se refería a l a supresión de las obvenciones parroquiales en favor de " los pobres" . Ba jo esta denominación se compren­día a los pobres miserables, o sea, según l a mayoría de los canonistas, a aquellos

c u y o s u s t e n t o d e p e n d e d i a r i a m e n t e de s u trabajo, d e m a n e r a

q u e no c o n s e r v a n c o n q u é s u b s i s t i r p a r a c u a n d o no t r a b a j a n

p o r e s p a c i o d e u n m e s . 1 3 5

L A I N S T I T U C I O N A L I D A D D E L S A R M I E N T O A M E R I C A N O . . .

F u e empeño fervoroso y constante de l a Iglesia católica e l in jertar p r o f u n d a y vi ta lmente e l sarmiento americano en l a v i d a de l a cr is t iandad. Así se advierte, desde los p r i n c i p i o s , por l a correcta organización de l a jerarquía eclesiástica ame­r icana, l o c u a l se prueba, según e l P . Hernáez, por l a erección de las sillas episcopales, l a existencia de celosos prelados q u e velaban p o r l a d i s c i p l i n a de l a Iglesia y e l establecimiento y desarrollo de las órdenes r e l i g i o s a s . 1 3 6

Pero, p a r a consumar su tarea salvífica con el sentido ecu­ménico d e l catol icismo, era i n e l u d i b l e l a integración inme­diata de u n clero nat ivo y l a concesión en su favor y con señalada preferencia, de beneficios, prebendas, canonjías, obis­pados y otras dignidades eclesiásticas.

Así l o estatuye e l derecho canónico, apoyado, en los d o m i ­nios españoles, p o r e l c i v i l , y robustecido p o r u n a costumbre tan constante que, según i l u s t r a Solórzano, era común o p i ­nión que n i e l m i s m o p a p a podía c a m b i a r l a . 1 3 7

134 V E R A , Colección de documentos, I, p p . 8 8 - 9 2 . 135 G A I N Z A , p . 2 2 5 . 136 if P . 8 0 3 . 137 p . 3 4 3 .

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S i n embargo, las primeras experiencias misionales — y lo m i s i o n a l es l a g r a n experiencia de l a I g l e s i a — no fueron precisamente alentadoras de esa manera de pensar, i r repro­chable doctr inalmente , pero flebe en e l ejercicio. Y , por e l lo , s i b i e n se advertía l a necesidad de obrar con extremado tacto, las l imitac iones impuestas a los neófitos indianos en­g e n d r a r o n protestas y duras censuras entre mitrados, cano­nistas, teólogos y a u n gobernantes y letrados civiles.

E l P . Jacobo D a c i a n o sostuvo, en pública polémica, que l a Iglesia de Indias no podía considerarse canónicamente establecida mientras careciera de u n competente clero abor i ­gen . Pero, desde luego, n o fue e l único que osó a f i rmar - pú­bl icamente esta tesis, como expresa R i c a r d . 1 3 8 M e n d i e t a mis­m o reconocía que para el adoctr inamiento adecuado fa l taban sacerdotes i n d í g e n a s , 1 3 9 y e l v i r rey A n t o n i o de M e n d o z a , que mientras n o exis t ieran estos sacerdotes indios e hi jos de los españoles con d o m i n i o de las lenguas nativas no podría haber cr i s t iandad perfecta en estas tierras,

ni basta toda España a cumplir la necesidad que hay, y lo que se sostiene con gran fuerza, porque todo es v iolento . 1 4 0

T a m b i é n e l P . José de Acosta S. J . y el obispo de G u a ­temala fray J u a n de Zapata combat ieron acremente l a ex­c l u s i ó n . 1 4 1

P o r lo demás, a u n aquellos que p r o p u g n a b a n e l rechazo, l o concebían sólo temporalmente . N o creían que existiera algún i m p e d i m e n t o intrínseco e indeleble , sino ciertos aspec­tos psicológicos susceptibles de cambio , fal ta de formación m o r a l e in te lec tual y u n a parc ia l desadaptación social . Así pues, u n a aculturación más cabal , y u n conocimiento más p r o f u n d o d e l cr is t ianismo llevarían a los nativos a superar los obstáculos pr inc ipales . A n t e l a petición de varios obispos

138 P p . 410 y 411. 139 M E N D I E T A , Historia Eclesiástica, III, p. 103. 140 Instrucciones que los virreyes, I, p. 22. 141 S O L Ó R Z A N O , p. 345.

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novohisparios para preparar mestizas que ejerciesen e l arte de ensenar, Carlos V f u n d a b a su negativa en que por enton­ces n o convenía, por estar en sus p r i n c i p i o s l a C o n q u i s t a . 1 4 2

P o r esa época —mediados d e l siglo x v i — n o eran aptos los i n d i o s , decían los franciscanos, pero, " c o n l a m u d a n z a de los t i e m p o s . . . los que b i e n s int ieren en los tiempos adveni­deros los juzguen por idóneos y ent iendan ser ya l legado su t i e m p o ' 5 . 1 4 3 E l virrey A n t o n i o de M e n d o z a precisaba l a época p r o p i c i a : para cuando los ind ios l legaran a l grado de policía ele los españoles . 1 4 4

L a n o t a predominante en l a ac t i tud de algunas órdenes religiosas fue de prudente reserva, n o de o r g u l l o o exclusi­v ismo, como lo anota M ó r n e r . 1 4 5 Y ese recelo tenía jus t i f i ­cación histórica. ¿Acaso convendría rec ib i r s in discernimien­to a quienes gozaban fama pública de inconstancia? Desde m u y ant iguo ya lo a f i r m a b a fray A l o n s o de l a Veracruz res­pecto de los indios (aunque también podía imputarse a los mestizos y a los criollos) : "prontos en prometer y más en re t rac tarse" . 1 4 6 E r a el argumento que esgrimían los peninsu­lares para m o n o p o l i z a r los puestos directivos en sus órdenes, rechazando, a veces violentamente , l a al ternativa con los cr io l los y los mestizos.

D e cua lquier forma, las restricciones no fueron sino leyes de emergencia para u n a situación de excepción a l a que se enfrentaba l a vie ja Iglesia que se renovaba en Indias.

Más, m u c h o más que las disposiciones reales y algunas conci l iares provinciales pesaron sobre e l ánimo de los obis­pos de l N u e v o M u n d o l a polít ica ecuménica de l a Santa Sede y el personal enfrentamiento — y comprens ión— de las nece­sidades de sus diócesis. Y , p o r el lo , los mestizos, como los cr iol los , c o n t i n u a r o n siendo ordenados y beneficiados con las vacantes parroquiales . L a s quejas sobre l a m a l a conducta de

142 G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , 1, p. 286 y III, p. 123.

143 Códice Franciscano, p. 97. 144 Instrucciones que los virreyes, I, p. 22. 145 Ibid., p p . 43-44. 146 Espejo de matrimonios, citado por S A L A Z A R , p. 70.

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N U E V A E S P A Ñ A : M E S T I Z A J E Y C A T O L I C I S M O 4 1

m u c h o s clérigos y frailes demuestran que n o se hacía — n i podía hacerse— la deb ida selección de sujetos poseedores de probadas luces y virtudes (mal que, por o t ra pai te , n o fue exc lus ivo de las I n d i a s ) . Pero, a u n con estas deficiencias, se in tegraba e l clero aborigen que exigían los cánones.

E n esta f o r m a se otorgaba l e g i t i m i d a d a l a iglesia i n d i a n a .

E L M E S T I Z A J E C O M O I M P R E V I S I B L E R E L I G I O S O

L o s físicos contemporáneos advierten que l a irrupción m a s i v a en u n orden ecológico n a t u r a l provoca siempre la aparic ión de fenómenos imprevis ib les para los que l a reso­lución cientí f ica t r a d i c i o n a l carece de a p t i t u d .

Esta ref lexión puede, por analogía, aplicarse a lo histó­r i c o , s in o l v i d a r que e l orden social h u m a n o es m u c h o más sensitivo que el ecológico n a t u r a l .

Cabe pensar que l a conquista de l a N u e v a España y las siguientes etapas de evangelización y colonización fueron u n a irrupción masiva en u n proceso n a t u r a l , generadora de fenómenos imprevis ib les entre los que debe considerarse, como de g r a n m a g n i t u d , el mestizaje.

L a Iglesia fue copartícipe de esta masiva irrupción, y l o fue en dos áreas: l a p r o p i a , como condic ionadora , con fines de salvación, de l a conducta i n d i v i d u a l y colect iva de los aborígenes y, l a otra , como ins t rumenta l , a l aceptar que su d o c t r i n a y su ejercicio fuesen l a ética f u n d a m e n t a l d e l Impe­r i o Español en sus provincias u l t ramar inas .

L a a c t i v i d a d eclesiástica, en cuanto a l a aplicación de sus reglas canónicas y de legislación d i s c i p l i n a r i a , tuvo que ser mat izadamente casuística para mantener, c o n eficacia ante los imprevis ib les , l a i n c o r r u p t i b i l i d a d de sus esquemas bási­cos doctrinales . P o r q u e l a casuística se sustenta en l a pruden­c i a y p r o n t i t u d , y es evidente l a s u p e r i o r i d a d intel igente y m o r a l de q u i e n l a maneja . D e ahí se o r i g i n a u n a ac t i tud paternal is ta hac ia q u i e n es objeto de l a práctica de ta l v i r t u d .

E l invest igador m o d e r n o es presa de c ierta confusión si o l v i d a que l o casuístico se dist ingue precisamente por l o

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4 2 DELFÍN A L Ó P E Z S A R R E L A N G U E

aparentemente contradictor io , l a proliferación de disposicio­nes particulares y, en f i n , u n a serie de sinuosidades p o r las q u e hay que seguir con e l mayor de los cuidados.

L o sustancial de esa acumulación casuística fue, en rea­l i d a d , e l p r o f u n d o respeto a las personas, a las inst i tuciones establecidas y a las costumbres; respeto únicamente condi ­c ionado por l a n o colisión con l a doctr ina f u n d a m e n t a l de l cr is t ianismo o con lo preceptuado por el derecho n a t u r a l .

Sería, p o r otra parte, interesante averiguar el nexo ideo­lógico y semántico entre "respeto", "excepción" y " p r i v i l e g i o " , l o que en m u c h o aclararía l a disposición de recursos a que acudió l a Iglesia para alcanzar en indios , cr iol los y mestizos calidades idénticas a las de los "cristianos viejos".

E n todo caso, hay que reconocer que el proceder eclesiás­tico se sostuvo siempre en el respeto a l a d i g n i d a d h u m a n a y en l a d e c i d i d a v o l u n t a d de que, para todos, en las Indias se abriesen las puertas de l a "Gasa de l P a d r e " .