Metaecología y su horizonte poético
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Lubio Cardozo.
Lenin Cardozo Parra – Hugo E. Méndez U. Co-editores.
METAECOLOGÍA Y SU HORIZONTE POÉTICO. Literatura y prosa
ambientalista.
Primera edición.
No esta permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento
informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea
electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso
previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Copyright de este número:
Portada: Henry Matisse. Icarus. 1847.
Lubio Cardozo.
Lenin Cardozo Parra – Hugo E. Méndez U. Co-editores. 2015.
Editorial Erato, Octubre 2015.
Isla Dorada, Maracaibo.
Concepto, edición, composición y montaje: Hugo E. Méndez U.
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Y pensar que ese verbo es falso hasta siempre: volver. Y pensar que no
podemos: No retornaremos al pozo del río bajo las grandes mijaos. Estarán
otra vez las doncellas sobre islas de piedras entre lirios de agua. Atravesará los
espinares del altozano el canto de las lavanderas. Pero ya no se puede volver
porque el mundo que hicimos mal desde el comienzo es roca en medio de ancho
foso que ya no podremos saltar Isla de soledad rodeada de fantasmas. Apenas si
disponemos del corazón entre los florecidos huracanes.
Lubio Cardozo, ambientalista venezolano
¡Salve, fecunda zona,
que al sol enamorado circunscribes
el vago curso, y cuanto ser se anima
en cada vario clima,
acariciada de su luz, concibes!
Andrés Bello, La agricultura de la zona tórrida (versos 1–5).
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Dedicado
A la Guyana Esequiba, el último territorio con inmensas selvas incólumes,
junta a la fauna y flora más variada, abundante e insólita del planeta; de
tierras, aguas, atmósfera impolutas; de bellísmia gente.
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Contenido
Dedicado 4 Contenido 5 Introducción al libro 7
1. La Metaecología y su horizonte poético
1. ¿Cuál es el ser de la poesía? 11 2. Estar en la poesía 16 3. El Nativismo en la poesía lírica venezolana 23
4. Ecopoesía un camino para la reflexión. Entrevista al poeta Lubio
Cardozo 34
2. La Metaecología y Andrés Bello
1. ¿Cómo armó Bello su composición lírica Alocución a la Poesía? 40 2. Andrés Bello (1781 - 1865) el primer ambientalista de Venezuela 44 3. Que tu nativa rustiquez desama: Poesía, libertad, la percepción de Andrés
Bello 48
4. Andrés Bello – Alejandro de Humboldt: los creadores del sentimiento
ecológico en el nuevo mundo 54
3. La Metaecología y sus creadores
1. Poema Diosa Tierra por Lubio Cardozo 62
2. La idea de poesía en Nada Salas: Kosmos 63
3. La idea de poesía en Teresa Coraspe 72 4. La idea de poesía de Carlos Agusto León: La belleza uncida al bien 78
5. La idea de poesía de Alberto José Pérez: Los llanos occidentales de
Venezuela en la obra de su último gran bardo 83
6. La idea de poesía en Juan Beroes (1914-1975) 98 7. Un ver los deshabitados paraísos, poemarios de Juan Beroes 104
8. Las flores y aves de Juan Beroes, ecopoeta venezolano 108
9. Materia Idea: Materiaidad en dos composiciones líricas de dos poetas
venezolanos: Alfredo Silva Estrada y Juan Beroes 111
10. La poesía sobrevive a la confusión de la esperanza. Fernando Paz
Castillo 115
11. Decorosa del ambiente: La gesta pictórica de Juan Loyola 120 12. La poesía ecologista de Manuel Felipe Rugeles 123
6
13. Lo órfico y lo nítido en dos poemas a una misma flor 128
14. Nubes de agua y árboles, en la ecopoesía de Carlos Augusto León 133 15. Omar Khayyam: testimonio poético de un verdor donde hoy sólo
quedan desiertos 135
16. Homenaje de lector a la poeta María Mercedes Carranza 138 17. La pintura ambientalista de Luis Alfredo López Méndez 144
4. La Metaecología y otros escritos
1. Ecología del testimonio 148 2. Los espíritus protectores de los árboles en la mitología griega. Dríades,
Hamadríades y Hespérides 150
3. Manifiesto de Mérida / ¡¡¡En el Esequibo Exxon NO!!! 153
5. El Autor y sus Co-editores
1. El Autor 157
2. Los Co-editores 158
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Introducción al libro
La Metaecología y su horizonte poético
Si la ecología investiga la dinámica vinculación de los organismos vivos con el
ámbito donde se desenvuelve su presencia, mediante disímiles perspectivas
científicas coincidentes en su versión académica. En su versión social-política hizo,
en la praxis de la acción, de la prédica de estos conocimientos un apostolado en la
defensa real, eficientemente, de los espacios naturales del Planeta en un intento
siempre desesperado por detener su deterioro por obra del factor antrópico.
Ahora bien, antes del concepto científico de ecología, siempre ha existido en el
Hemisferio Occidental, -parodiando la famosa expresión francesa: “l´ ecologie avant
l´ecologie”-, un nivel de la creatividad artística donde muestra el mismo amor a la
Tierra unido a la angustia por su devenir. Este estrato artístico-espiritual lleno de
sentimiento ecológico (sin afán cientificista ni tampoco diatriba) lo hemos
nominado METAECOLOGÍA.
Desde la poesía de Homero, en la Ilíada, en la Odisea ya se enaltecen
exhaustivamente los lindos territorios, islas, regiones continentales de aquella
Grecia. Heredó la civilización romana cuanto pudo del conocimiento helénico así
también la filia mediante el apoyo descriptivo de la hermosura de los paisajes de la
parte italiana del Imperio Romano, bastante para remover el entusiasmo del lector
al recordar las Églogas, las Geórgicas de Virgilio. Desde entonces legado
permanente, de la poesía lírica occidental.
Más no sólo la poesía, durante el Renacimiento europeo los grandes maestros de la
pintura respaldaron con sus obras esta presencia de la naturaleza silvestre: Si
observan con detenimiento sus lienzos, se percibirán al fondo detrás de los planos
de las figuras centrales, encantadores panoramas de la vegetación característica, a
veces con sus animales, de las respectivas jóvenes naciones de entonces. Un siglo
después, testimonio de aquel fecundo verdor alrededor de las ciudades, en las telas
de Watteau, de Poussin y Cruzón, este impulso con la amorosa vehemencia hasta
la primera mitad del siglo veinte: la inconfundible luminosidad mediterránea del
mediodía francés, junto con su flora, enriqueció con sus verdes, sus caminos, sus
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azules, sus violetas, sus dorados, la pintura de H. Matisse, de C. Monet y J. H.
Fragonard.
Por supuesto, la música con su fuerza reveladora de las densas, crípticas,
emociones del espíritu expuso con gran intensidad sobre la urdimbre de sus notas,
la gracia de los ambientes naturales consubstanciados con la existencia de sus
pobladores. Volvamos a oír en el recuerdo –mientras se leen estas páginas- el dulce
homenaje de Vivaldi a la primavera, al verano, al otoño, al invierno (Las Cuatro
Estaciones), a la Sexta Sinfonía de Beethoven, la Sinfonía Escocesa de Medelssohn,
Mi País de Smetana, Finlandia de Sibelius, La Consagración de la Primavera de
Stravinski, entre muchísimas otras partituras exponentes de la afectividad por las
regiones naturales, por las cautivantes visiones, por los encantamientos del tercer
astro del sistema solar, por su rostro más noble: la vida.
En Venezuela, tal vez ha sido en la pintura, en los libros sobre plantas y animales,
por su sabiduría y propósito: La fauna descriptiva de Venezuela, de Eduardo
Röhl, El Manual de plantas usuales de Venezuela de H. Pittier, los sorprendentes
volúmenes sobre Hierbas y árboles venezolanos de Jesús Hoyos. En la narrativa, la
poesía donde las exuberantes extensiones de la Patria, halló sus grandes
divulgadores, cabales intérpretes de la beldad de su naturaleza, De la creación
pictórica llegan a la memoria Armando Reverón con sus “marinas” y paisajes de la
Guaira, Rafael Monasterio, Luis Alfredo López Méndez. En la narrativa el paisaje
venezolano ocupa un lugar al mismo nivel de la fábula en la obra, de los
personajes, de la tesis; la novela de Rómulo Gallegos lo prueba de manera
fehaciente, como nadie, exaltó con un enunciación cargada de filia las grandes
extensiones geográficas componentes de Venezuela: Los Llanos (Doña Bárbara,
Cantaclaro), la selva (Canaima), la planicie al noroeste del Lago de Maracaibo
(Sobre la misma tierra), la Cordillera de la Costa (Pobre negro), más antes de
Gallegos igual trataron con discurso noble, aspectos de la superficie del país M. V.
Romero García, en el siglo diecinueve con su novela Peonía; a comienzos de la
centuria pasada, virtuosos en esta fortitud descriptiva a la par de salvadora,
dignos representantes de la narrativa fueron L. M. Urbaneja Achelpohl (¡En este
País!), Manuel Díaz Rodríguez (Ídolos rotos, Peregrina).
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En la poesía ¡desde Andrés Bello hasta nuestros días! la prolija y abrumadora
presencia de la poesía lírica, impide condensar los escritos recogidos sobre ese
aspecto por demás innecesario que en sus libros precisamente tratan.
Entonces bien, por sobre la noble ciencia de la ecología, hay una versión artística
espiritual de ese mismo amor a la Tierra junto a la inquietud por su destino.
Siempre el hombre sabio ha percibido ese afecto, esa entrañable visualización del
Planeta como la “makros oíkos”, la extensa casa de todos dentro de la cual
cruzamos la aventura de la existencia, identificados, comprometidos, con su
devenir.
Significa la poesía del entorno un intenso diálogo con el tiempo, con la eternidad
metáfora envolvente de una súplica a Zeus, a Theá, Artemis, a Dea Diana, la
Divina defensa silenciosa de la Tierra.
Ese horizonte artístico espiritual, pleno de pasión ecológica, la nombramos pues,
METAECOLOGÍA.
Lenin Cardozo, ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/08/metaecologia-su-horizonte-poetico.html,
Lenin Cardozo, La Metaecología y su horizonte poético. Domingo, 30 de agosto de
2015.
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1. La Metaecología y su horizonte poético
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1 ¿Cuál es el ser de la poesía?
Es el ser de la poesía el canto, lo
módico en sí. Proviene el canto
originario del sonoro manifestarse de
las múltiples criaturas de la tierra. No
pertenece la mudez a las diversas
formas conformantes de la totalidad de
la madre Gea, equivaldría dicha
mudez a algo así como la voz de la
nada, mientras el silencio si juega en
sus contrastar con los sonidos de la
naturaleza, soslayando al humanus,
resultaría muy largo nombrar las distintas modalidades de la polifonía de la vida
silvestre, la cual se duplicaría al sumar las sonancias de las formaciones inertes. A
ambos modos -lo vivo lo inerte- una esencialidad contribuye al sostén de sus
cuerpos el encanto, lo encantatorio. Basten dos ejemplos arquetípicos de cada uno,
el trino de un turpial desde la cima de un guayabo, el silbo de la fuerte brisa sobre
la hierba. ¿Pero de donde emana tal canto? Afirmara esta sentida hipótesis: desde
las profundidades del universo, legado de la eternidad. Cala en el humanus a
través de la raíz terrea de su soma, asciende hacia su ápice cefálico, el cual mira
hacia el cielo, llámese a la capacidad apical de contemplar lo celeste inteligencia,
sensibilidad. Es la tierra la más perfecta de las imperfectas formas reminiscentes de
los eidos.
II
En su origen, valga decir Grecia, los disimiles modos expresivos, asi cual los
contenidos de la poesía, sobre un cauce común fluían, lo ódico, el canto.
Asumieron ese destino esencial, vertidos en distintos ensamblajes, métricos, la
épica, la dramática, la lírica monódica, la lírica coral. Permitió el invento del verso
ordenar , cohesionar, exponer oralmente ese cantar, significo el verso el armonizar
las silabas de las palabras -apellidada después métrica por los retóricos- para, al
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nivel óptico, obtener esa musicalidad del canto, respaldada por un variado
instrumental melódico excorporis oportuno, la lira, las flautas, la citara, entre otros.
Pero en las extensas vías de los siglos el adecuado e inteligente uso de los pies
métricos relegaron el instrumento musical, aunque se quedaron con sus sonidos,
con sus cadencias, sus tonos. Le dieron estos intensa sonoridad a las silabas, a los
versos, desapareció el instrumento lira (lyra) más reencarnó en los poemas
herederos de su nombre así cual de su esencialidad.
Se despojó pues la poesía de lo accesorio, instrumentos, coros, en fin por las
dýnamis del desarrollo intelectual, artístico, social, conservo solo su desnudo ser:
el canto, lo ódico, la patente sonancia del ludismo de las voces, sumase a ello el
cautivante trueque de los nombres: con el paso del tiempo la singular manera de la
composición en verso nominada lírica (monódica), coral revelo ser la oculta
verdad de la naturaleza ínsita del poema, de la poesía, percepción posible, hoy
gracias a la progresión del pensar. Va ella en los versos, en la rítmica de las silabas
equivale la lírica a la musicalidad misma de composición abrigante de los
contenidos fabularios para transmitirlos cual semántica fónica a los oidores, a los
lectores.
Sucedió así en su evolucionar una maravillosa asunción. Enunciar puedo, por ello,
desde este promontorio del hoy: la lírica es la poesía en sí. Afirmar mediante cinco
vocablos una misma creación del alma espíritu del humanus. Una resonancia
eidética corporizada por la poietiké en realidad: la lírica es la poesía.
III
Brota, sobre este primer horizonte fértil de la inherencia ódica, la pregunta ¿Cuál
es el ser de la poesía? ¿La belleza? No le resta lo obvio su legítimo estar allí en la
estratificación de las intensidades de este sentimiento ingénito a los versos en su
nivel de natura naturata (lo ya creado) develado por el alma espíritu anudado a la
inteligencia, natura naturans (creador, hacedor). Jamás ha existido en el lenguaje
del humanus (del hemisferio occidental) un verbo capaz de traducir, de verter en
hilvanados vocablos el ser de la belleza. Pertenece ella a otro estrato de existencia.
El Empíreo de las Ideas. Manifiéstase en el intelectual cual un culto -religión sin
patetismo- cuyos feligreses amorosos de la belleza se declaran sus sacerdotes los
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artistas, su Dios Apolo. Apolo es la belleza en sí. Debe pensarse su Diosidad, en un
momento de su estar corpóreo, en glorioso polen dorado disuelto en deifico aire.
Penetrará de tal guisa en el alma espíritu de quien ha nacido creador para dotarlo
definitivamente de la piotike, capaz entonces de transmitir la divina belleza en
obra artística, poesía, música y pintura, escultura, en fin; o en ciencia cuando esta
se coloca en su horizonte de meditación pura. Significa su tangible realidad en la
tierra un don descendido, caído por divina gravedad cual la lluvia de oro de Zeus
para fecundar a Dánae. Oro nunca palpable más si de vivida fortitud manifiesta. Si
por la vía de la terrea raíz del soma del humanus escala hasta el cefálico ápice el
canto, a la inversa del camino desciende desde la misma cima, cabeza de las
personas, la belleza, hasta en resplandeciente labor objetivarse. Tópanse canto,
belleza es el alma espíritu, en la inteligencia, se amorosan para contribuir a la
conformación de la poesía Fluirá desde la boca de los trovadores en odas, de los
científicos en ascética ciencia, de los religiosas en teología, de los artistas plásticos
en cuadros, esculturas, de los músicos en sus siempre sorprendentes melodías
sinfónicas, en fin.
I V
La relación del ser con el humanus es de amor y fuga, aunque entrañable nunca
atrapable, eternamente fugitivo. ¿Por qué? Por cuanto el ser del ser infinito se
nómina. ¿Cómo someterlo entonces a la definición de un pensar? Reta no obstante
el ser en su manifestación, ahora bien cuando se le trata de encerrar en un concepto
del percibir huye, desaparece en su propio seno, pero deposita en su evasión un
tesoro de entes sucedáneos a lo buscado, a lo meditado. Por ello ninguna pesquisa,
estudio, investigación del ser resulta vana, por el contrario enriquece, aporta; el
usufructo de sus bienes a la expansión armónica de la vida ayuda. Por eso otra vez
la pregunta emerge ¿Cuál es el ser de la poesía? ¿Acaso la verdad? Porta la poesía
en si entre las esencias de su entidad la verdad absoluta la cual define al
indiscutible poder de iluminar las connaturales palabras de su corporeidad, para
desde allí echarlas a andar por el mundo a través de la rítmica, de la musicalidad
ingénita a las voces. La otra verdad también posee, la del "claro para el ocultarse"
tan exhaustivamente meditada por Martín Heidegger, ésta por su inherencia
refuerza en dicho sentido el peculiar impulso revelador de lo poético. En el noble
estrato de la excelsa sabiduría lo ódico. Y la verdad se identifican. Por cuanto en el
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Hemisferio Occidental el pensamiento creativo, teorético, en la poesía concluye,
ella su fin, su tope, su retributiva alegría deificada es. Además de la paradigmática
poesía en verso -la épica, la dramática, la lírica- se puede aseverar con continuidad
lo inmediato, la matemática de elevado nivel, los Diálogos de Platón, la astrofísica
sedienta del universo, las Enéadas de Plotino, las Confesiones de Agustín, la
Teología de Tomás de Aquino, la Critica de la razón pura de Kant, el Kosmos de
Humbolt, la química de Mendeleiv, la escritura (cartas, discursos) de Bolívar, el
pensar de Martín Heidegger, los textos sobre la flora nativa de Jesús Hoyos, la
Fauna descriptiva de Venezuela de Eduardo Roel, a manera de un pequeño
muestrario arquetípico , tejen en sus peculiares horizontes el cuerpo sagrado de la
poesía en sí. Requiérese para ello la cognitiva santidad de la sabiduría, el bíos
theoritikós, siempre difíciles de alcanzar.
Me he atrevido, en el caso del presente escrito, a una módica reflexión sobre la
poesía en sí, atisbado desde este promontorio del hoy.
V
Finalmente cierro estas breves páginas con dos composiciones de poetas
paradigmas de la lírica venezolana del siglo veinte, Alfredo Silva Estrada, Juan
Beroes. Estudiados poco por quienes ocupan del mester de la crítica literaria del
País. ¿Por qué? ¿Pereza? Cruzar por el denso bosque de la palabra encantada de las
(en su totalidad) poesías de ellos dos, innegablemente un gran esfuerzo de
inteligencia asentada en latos saberes implica.
De Alfredo Silva Estrada,
EN EL CANTO DEL PÁJARO
Sí, en el canto del pájaro hay un signo
lo que no comprendemos
algo
que no comprendemos
eso que no comprendemos y en silencio nos une
esa música en sí
plenitud olvidada que nos abarca
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en el canto del pájaro.
De: Los moradores. Caracas, Monte Avila, 1975. p. 36. El poema va dedicado a
Fernando Paz Castillo.
De Juan Beroes,
Canto IV
Por sus anchos pies bajó el verano
y abrió el caudal de las iluminadas golondrinas.
Miré sangre con alas en los lienzos del techo,
y oí templar guitarras calurosas
con fuegos de una mano incendiada.
Alguno levantó sus huesos
en el sudor de unos tallos de música.
El sol ponía donceles en nuestra puerta,
y el calor andaba por los palomares.
¿Quién nos decía ¡adiós! ,
desde un sillón revestido de sombra?
¿Quién al cabalgar por la roja tiniebla,
arrojó a mi frente unas llaves
parecidas a un sonoro ramo de lágrimas?
De: Los deshabilitados paraísos. Caracas, tip. Vargas, 1967. p. 52.
Lubio Cardozo, poeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/08/metaecologia-cual-es-el-ser-de-la-
poesia.html, Lubio Cardozo, ¿Cuál es el ser de la poesía? Domingo, 30 de agosto de
2015.
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2 Estar en la poesía
En el hemisferio del planeta Tierra
nominado Occidente, ante el reto de
la poesía el humano amoroso de la
creatividad verbal ha respondido con
dos actitudes diferentes en el uso de
su voz lírica. Asumo, cual irrefutable
al respecto la definición de Platón en
su diálogo Fedro donde por boca de
Sócrates afirma (Diálogos. México,
Porrúa, 1972. p. 636): “Pero todo
quien intente aproximarse al
santuario de la poesía, sin estar agitado por el delirio que viene de las Musas, o
crea que el arte sólo basta para hacerle poeta, estará muy distante de la perfección;
la poesía de los sabios se verá siempre eclipsada por los cantos que respiran un
éxtasis divino”. Aunque el filósofo ateniense una de las dos actitudes privilegia
señala sin embargo la existencia de la otra.
La disposición del ánimo poético correspondiente al hombre naturalmente sabio,
noble, quien admirado ante la belleza del mundo de su entorno o del lejano –cielo,
estrellas, mares, montañas, los días, las ciudades, así hasta el infinito- desea
atraparla en la red de las palabras dispuestas en diáfana logicidad, más sin excluir
el ludismo contextual, el ínsito juego del ingenio creativo en la literatura (la
sutileza de urdir con fulgencia, con gallardía las formas estructurantes del poema
lírico) cual un obsequio tanta a sí mismo cual a los otros.
En efecto ¿cómo hacerlo? Sabio al fin, aprende la escritura de los versos mediante
ese “arte” mencionado por Sócrates. Ayudarán el pathos de este complejo mester
escogido los conocimientos. La inteligencia, la sensibilidad del cantor: levantarán
sus estrofas una belleza anudada con esta actitud composicional, la pulchritudo
nítida (rationalis). Oportuno para concluir este primer tramo del escrito la
afirmación de Martin Heidegger: “La lógica como teoría del pensar correcto se
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convierte en meditación acerca de la esencia del lenguaje como nombramiento
fundante de la verdad del ser [Seyn]” (Aportes a la filosofía. Acerca del evento.
Buenos Aires, 2006. p. 151). Apoyase lo dicho supra en un poema arquetípico.
MOLINO
Hilandero de vida
en la rueca del viento.
Galán de las espigas
del maduro trigal.
Gira el molino, gira
como si fuera el corazón del cerro.
La aurora –al visitarle-
con brisa y aire
tejer un juego de blondas.
La aurora –al despedirse-
le deja entre los brazos la mañana.
Gira el molino, gira
como si fuera el corazón del cerro.
Molino –Cristo campesino
crucificado en rachas
aulladas por los zorros-
a tu amparo, tres ranchos se arrodillan
y te bendicen
con las palabras largas
y grises del fogón.
Hilandero de vida
en la rueca del viento.
Galán de las espigas
18
del maduro trigal.
Poema de Juan Antonio Patrizi (Mérida, 1911- Caracas, 1950), tomado de su libro
Riscos (Mérida, 2003. p. 23).
Difiere ésta de la otra disposición del alma ante el reto de la poesía, la concerniente
a aquellos cuyos cantos “respiran un éxtasis divino”, según Sócrates en el pasaje
citado. Por la voz de estos heraldos de las Musas fluye un desbordado río de
resonancias reminiscentes, de armonizadas palabras cautivantes para revelar a los
otros los misterios de la Madre Gea –la tierra- uncido a los de Uranus –el cielo-:
intemporal, espacial, romántico, órfico, la anamnesis: “Cuando un hombre percibe
las bellezas de este mundo y recuerda la belleza verdadera, su alma toma alas y
desea volar”… revelación de Sócrates (Op. cit. p. 639). Su lenguaje nunca se
sacrificará a un severo orden lógico expositivo de las frases sumisas a la
berroqueña realidad inmediata, se elige más bien el melos oracular, el grito, lo
profético, el alarido del vidente, del vate, de la pitonisa; brota su cántico con
libérrima fuerza desde la arcanidad del soma del humanus, “delirio que viene de
las Musas” dice Sócrates. Impone su única razón escritural la belleza
consubstanciada con este otro rezar lírico, la pulchritud obscura (orphica).
Aunque Sócrates en las líneas citadas a unos trovadores los ubicó en el horizonte
de “la poesía de los sabios” a los otros, no los agrupó bajo un rótulo singularizado,
más en la remota antigüedad griega a estos bardos se les apellidó “órficos”; aedos,
rapsodas seguidores del mítico poeta Orfeo cuyos dulcísonos versos movían las
rocas, danzaban los árboles, apaciguaban a las fieras.
“Revoloteaban sobre su cabeza
infinitos los pájaros,
los peces fuera del agua azul
al son de sus bellas odas saltaban”.
Simónides de Keos (556 – 467 a. C.) ORFEO
Hechizo con sus odas las divinidades del mundo subterráneo, el reino del
atardecer del Dios Hades. Se ha tejido con el impulso y concepción de lo Kállos
órfico, a lo largo de los siglos, una extensa elocución lírica la cual se ha derramado
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más allá de lo propiamente literario para irrigar el hoy olvidado humanismo
órfico.
Asiste esta segunda parte de la exposición el poema XI de Juan Beroes de su libro
Prisión terrena (Caracas, Suma, 1946).
Grave tristeza mía
al fin aprisionada.
Prisionero en tu pecho
¡Oh, tierra desolada
mi corazón te canta!
¡Tierra del corazón, madre del sueño!
Brazos, al fin, abiertos
como la fresca boca
que a tu seno me lleva;
¡huesos que te devuelvo,
polvo que te reintegro!
Tierra fresca y obscura
¡pascua del corazón, madre del duelo!
Seca raíz de amor a mi arrancada
por mi dolor levante
y en ti, feliz, se asome,
divague con los lirios
se mueva en los trigales.
Tierra del corazón:
¡sábeme tan pequeño!
Raíz del mi morir de mi nacida
torne al seno del árbol castigado,
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árbol solo y de muerte,
ciprés crucificado
en tus altas colinas, dura tierra!
Enséñame tus brazos,
brazos para dormir, ¡pequeña dicha!
dicha como el morir ¡breve y pequeña!
Grave tristeza mía,
tristeza que no vive, ¡ay! tierra airada
sin tu sordo rumor innumerable.
¡Oh, tierra clamorosa que denuncias
el florecido instante de los besos,
el paso de los hombres,
la sedienta colina en la que el sueño
derrama su inocente primavera!
¡Oh, silvestre corteza de los años
sin huellas de mi paso por tu arena!
¡Tierra del fallecer, madre del sueño!
¡Por mi joven dolor crucificado
este hueso de amor, al fin, te canta!
Pero ¿proviene de dónde ese singular lenguaje de los poetas órficos? ¿Ese “éxtasis
divino” (Sócrates), esas resonancias reminiscentes con las cuales ellos dicen
interpretar las señales de las múltiples manifestaciones de la Madre Gea?
“Porque soy dura roca que se parte en los mares
y ardorosa ventisca que golpea las ventanas”.
Juan Beroes, XII.
¿Ese desorden expresivo, alógico, identificado con el fluir de los misterios de la
vida espiritual, de lo sacratus? Sencillamente del principio central del pensamiento
órfico, el soma (Σώμα): “El cuerpo es el sepulcro del alma”.
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“Es la hora del alma entre sus muros,
¡quieta noche del sueño!”
Juan Beroes, III.
(…)
“¡Mírame, al fin, oh tierra:
sábeme vivo fruto
de tu férrea prisión indiferente!
En tu polvo me asomo
y mi aliento disipas.
¡Y en ti doblo mi tallo pasajero,
pues, ciega, me desnudas,
y entraña de ti misma, me consumes!”
Juan Beroes, XIV.
Es, pues, el cuerpo para los órficos el sepulcro del alma. Significa cuerpo, lo
corporal, el vocablo griego soma (Σώμα) cuyo paradigma el cuerpo del humanus
lo representa, Sema (Σέμα) en la lengua de los helenos, en su sentido originario,
traduce: “señal del cielo”, indicio del espíritu, portento, presagio, sepultura. Pues
bien, las voces de los poetas órficos de lo más recóndito de ese “sepulcro del alma”
salen, arrastran ellas en su salida hacia las odas contenidos presagiales de esencia
divina, palabras hechas de íntimos misterios, pálpitos, presentimientos, signos
reveladores del ser del espíritu.
(…)
“¡Que el hombre prisionero
levante su clamor enfurecido
sobre esta arcilla triste,
sobre esta sangre mía
sustento de animales
y pasto de criaturas!”
Juan Beroes, V.
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Pertenecen a lo órfico cual verdades presenciales extasiantes, lo obscuro, lo
sombrío, lo tenebroso, lo nocturnal, las tinieblas, la noche, el sueño. Constituye el
sueño, dentro de esta singular percepción de la lírica, el ser del vivir del humanus.
“Oh, sueños desnúdame en tus brazos multiformes
bajo esta abierta noche construida de mis ojos,
y elévame a tu llama, viva llama en silencio, ¡quemadora tristeza reclinada en los
mundos!”
Juan Beroes, I.
(…)
“Y dormido pregunto por el árbol del sueño,
-árbol de la existencia por mitades alzado-
raíz que a todo me ata y obscura me despoja
de un cuerpo que era mío y ya habita en lo creado!”
Juan Beroes, XIX.
(Corresponden el apoyo en versos al opúsculo de Juan Beroes, Prisión terrena.
Caracas, Suma, 1946).
Lubio Cardozo, ecopoeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-estar-en-la-poesia.html,
Lubio Cardozo, Estar en la poesía. Sábado, 5 de septiembre de 2015.
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3
El nativismo en la poesía lírica venezolana
1. El objetivo central de este pequeño
escrito no es otro si no el de proponer
un nombre más, un vocablo
funcional, para la lexicografía de la
crítica literaria venezolana, una voz
referida a la esencia de un aspecto
universal y eterno de la literatura
(georgicidad). Y a la vez relacionarla
con un movimiento literario con el
cual se vincula por esencia y se
contrasta por el carácter
circunstancial de éste inherente a un momento de la historia de la literatura del
País (nativismo).
2. La georgicidad es esencia universal y eterna: Propuesta de un nombre.
Ha sido siempre América un Continente verde; aún hoy sus extendidos mantos
arbóreos cubren enormes extensiones pese a la barbarie ecologicidad de la
civilización contemporánea. Coexisten al lado de sus prístinas selvas, o sus
páramos, o sus planicies herbáceas, los panoramas de las tierras sometidas a la
agricultura. Junto a la tremenda hermosura salvaje de los anteriores el mundo
rural su belleza domesticada ofrece, ahora significa una geografía dulcemente por
el hombre domeñada para la obtención del alimento. La fecunda gleba de las
llanuras, de las faldas de las colinas, de los valles. Encarna éste un paisaje con un
esplendor entre silvestre y humano, un verdor tranquilo, con cierto orden, bajo el
cuido y la vigilancia amorosa del agricultor. Surgido ha entonces la comarca
salpica da de aldeas, de pueblos, de plantíos sustentadores de esa vida; de rebaños,
de flores, de abe jales. Traducen la selva, el páramo, la euforia preñada de
poderosa fuerza; definen los campos provinciales la atenuada alegría de la
sociedad rural.
24
(...)
"Id a gozar la suerte campesina; la regalada paz," (...)
Andrés Bello, La agricultura de la zona tórrida.
Georgicidad viene obviamente del griego georgikós, valga decir el mundo
campestre. Mas con georgicidad se ha querido señalar el arte y el contenido de
aquella escritura lírica donde el poeta expresa su sorpresa y su maravillamiento
ante ese entorno campesino, ante esa belleza híbrida de lo montaraz y de lo
agreste, del milagro de la fecundidad del suelo, del humus, en medio de la glauca
naturaleza libérrima con toda esa infinidad de entes y fenómenos inherentes a ella:
los pájaros, las flores, los frutos, los aromas, los insectos, los ríos, y donde
adquieren innegable patetismo los vientos, la lluvia, la noche, las estrellas, "la alma
tierra” (Lucrecio).
En Latinoamérica el primer bardo en desplegar plenamente la georgicidad en su
poesía fue Andrés Bello, un eterno sorprendido y enamorado del orbe rural de este
Continente. Continuaron a Bello los bellistas, quienes desarrollaron, entre otras
cosas, un aspecto fundamental en el autor de ”ALOCUCIÓN A LA POESÍA”, el
tema horaciano del beatus ille, el elogio de la vida retirada en el campo. Cómo no
mencionar en este particular a vates decimonónicos cual Luis Alejandro Blanco, al
Cecilio Acosta de "LA CASITA BLANCA”, Gerónimo Eusebio Blanco, Amenodoro
Urdaneta, Fernando Morales Marcano, entre algunos pocos más. Después, en la
esquina de entre siglos, arriban los nativistas con su enorme capacidad creativa,
con su formidable vigor calológico volcados en composiciones descriptivas del
encanto, la beldad o la miseria del campo venezolano; imposible no recordar
cantores como Francisco Lazo Martí -el hegemón entre ellos-, Gonzalo Picón
Pebres, José Domingo Tejera, Sergio Medina, Udón Pérez, Mercedes de Pérez
Freites. Desaparecerá luego el nativismo cual fervoroso movimiento literario más a
lo largo de cuanto va del momento de esos trovadores hasta el presente la poesía
de la georgicidad ha continuado y se mantendrá mientras perviva el entorno
geórgico conservado por las manos amorosas del campesino, respetuoso de su
panorama, de ese magnífico cosmos rusticano. Se hizo, pues, por ello necesario
inventar un vocablo más universal, con mayor perennidad, más allá de la
circunstancia epocal de las modas literarias: la georgicidad.
25
(...)
"adorne la ladera el cafetal; ampare a la tierna teobroma en la ribera la sombra
maternal de su bucare; aquí el vergel, allá la huerta ría..." (...)
A. Bello, La agricultura de la zona tórrida.
3. El nativismo es un movimiento poético más circunscrito en el tiempo.
De los fenómenos literarios en la extremidad del diecinueve y comienzos de la
actual centuria el nativismo resulta uno de los menos conocidos en su globalidad,
se le ha pesquisado poco sobre su índole como movimiento, sobre su estilo, sus
búsquedas expresivas, su idearium o cosmovisión ideológica. Algunas de sus
figuras descollantes -como Lazo Martí, Udón Pérez, Sergio Medina- estudios
hondos de carácter monográfico merecieron, pero aún insuficientes.
Se le puede conceptuar un movimiento literario por las subsecuentes razones:
existencia de documentos, manifiestos, epístolas, artículos, ensayos, de los propios
poetas, de signo teórico donde obsérvase una conciencia creadora, una reflexión
sobre sus escritos y su rol histórico y social como intelectuales; dichos documentos
los identifican y los unen en sus planteamientos, amén de diferenciarlos, en el
terreno de las ideas estéticas, de la heterogénea circunstancia literaria de su época.
Hállase tanto en sus poesías como en esos textos teóricos una meridiana conciencia
generacional y por lo mismo de una suerte común en el campo de las letras
venezolanas. Un estilo de rasgos muy peculiares posee, el cual los asemeja, y los
destaca en relieve de la poesía del pasado inmediato y de las otras tendencias
literarias contemporáneas a ellos.
Su tiempo: Cronología de los principales poemarios nativistas:
1893. Caléndulas de Gonzalo Picón Pebres (no todos los poemas del libro
responden al estilo nativista).
1895. Claveles encarnados y amarillos de Gonzalo Picón Febres.
1896-1911. Corpus de poesías nativistas de Samuel Darío Maldonado en El Cojo
Ilustrado).
1901. Silva criolla de Francisco Lazo Martí.
26
Música criolla de José Domingo Tejera.
Poemas de sol y soledad de Sergio Medina.
1913. Ánfora criolla de Udón Pérez.
Poesías originales de Emilio Constantino Guerrero (los poemas más
importantes del texto están dentro del estilo nativista).
Églogas andinas de José Domingo Tejera.
1916. Versos de Mercedes de Pérez Freites (Mercedes Guevara Rojas de Pérez
Freites).
1927. Cigarras del trópico de Sergio Medina. Poemario nativista muy tardío, en el
cual ya se aprecia una retórica del movimiento.
También poesía nativista escribieron en su hora Pedro R. Buznego Martínez (El
Cojo ilustrado, 1904) Sisoes Finol.
"PAISAJE
De pericos la banda vocinglera en el maizal el labrador espanta y la luz que los
montes abrillantan en las mazorcas de oro reverbera.
Se columpia y susurra la palmera, la onda azul en su lenguaje canta y esponjado el
vellón de la garganta va pescando la garza en la ribera.
Resuena el estridor de la algarada que entona jugueteando en la espesura de las
aves silvestres la parvada,
y la tierra se agita alborozada: hay en su estremecimiento la ternura de un ensueño
de virgen desposada.”
Samuel Darío Maldonado.
Antecedentes, relaciones intelectuales e influencias: Innegablemente un hermoso
abolengo existía en la tradición literaria venezolana del cual arrancan los nativistas,
27
Bello y la generación surgida bajo su ejemplo, los bellistas, sobre todo a partir de
las temáticas del "beatus ille" y del "lar nativo"1. Sin embargo en Bello y los bellistas
no prevalecía una mera visión poetizada del paisaje campesino, no, sino más bien
en su obra privaba un planteamiento extraliterario, el llamado a desarrollar las
fuerzas productivas del agro (lo cual no le restaba calidad estética sino todo lo
contrario, le aportaba mayor densidad en su literatura). Con excepción de Silva
criolla de Lazo Martí esa cuestión no se propone en los nativistas, en ellos su tesis
ideológica constríñese a lo estético literario, en la poetización del mundo
campesino quédanse.
Paralela va en el tiempo la poesía nativista a la narrativa criollista y coeva al
modernismo. En ella dos herencias confluyen: la fuerte carga sentimental de los
románticos en su mistificación del paisaje; y de los parnasianos adquieren la
sensualidad en el tratamiento de algunos temas, y el cuidado de las formas, la
musicalidad, cierto léxico.
Con todo lo anterior y con su propio talento y de nuevo una poesía nueva
conforman, una poesía de recio sabor nacional en su momento, cantan la vida rural
venezolana: el hombre del campo, su paisaje, su sociedad, su drama, valga decir la
llamada cultura campesina de ese entonces.
La utopía literaria del autoctonismo: Abarca un período muy concreto la actuación
intelectual, creativa, de los nativistas, y además muy significativo. A partir de la
tesis y pauta de Peonía en 1890 germinan, y cierran práctica mente su producción
en 1915. Apóyanse, tanto su nacimiento como su muerte en dos planteamientos
ideológicos: para 1890 impera el modernismo en Latinoamérica, sobre todo la
primera faz de esta corriente literaria, la mirada exótica, de cara hacia Europa, etc.,
y en Venezuela además del modernismo los últimos parnasianos acentuaban esa
tendencia. Entonces un grupo de poetas nacidos y formados en la provincia se dan
a la tarea de reverdecer la vieja tesis de la autoctonía literaria, de intentar expresar
el alma nacional, de componer una poesía autóctona auténtica, americana,
venezolana. Para ellos el toque de diana de esta posibilidad es la venusta Peonía.
1 Lubio Cardozo, La poética de Andrés Bello y sus seguidores. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1981 (El Libro Menor, v. 20).
28
En su coetaneidad encuentran aliento, -o mutuamente respáldanse- para su utopía
del autoctonismo en los criollistas, y en cuanto a la tradición, como ya apuntóse ut
supra, Bello y los bellistas significan unos ilustres precursores.
Pero por otra parte el perfil intelectual real de un país determínalo la
superestructura, espejo reflejador del modo y las relaciones de producción, y el
modo de producción en Venezuela, aunque inserta en su globalidad en el
capitalismo, por su forma y el aparato de producción era de una economía
transicional feudal y mercantil para ese momento histórico circunscrito entre 1890
y 1915: país agrario más de una agricultura atrasada, extensiva, centrada en los
rubros del café, del cacao, la caña de azúcar y la ganadería, fundamentalmente;
cuyas relaciones de producción hacían de Venezuela un país con un marcado
rostro campesino, cuya unidad productora clásica la constituían la hacienda y el
hato, con relaciones de clase bien precisas, por un lado los propietarios, del otro el
sector humano de las fuerzas productivas, los peones; además de una serie de
escalones sociales intermedios como la servidumbre doméstica, los arrendatarios,
los medianeros, etc. Por supuesto en las ciudades habitaban los mercaderes
dedicados a la importación, exportación y distribución interna a través de las
llamadas "casas comerciales", almacenes, bodegas. Todo lo cual conformaba a ese
país económico bien llamado por Rodolfo Quintero "la Venezuela pre-petrolera" en
su libro Antropología del petróleo2.
Por ello cuando ese grupo de bardos en sus versos cantan, con gran lirismo, la
Venezuela de su tiempo, la Venezuela campesina, la Venezuela rural, reviven la
efímera utopía literaria del autoctonismo; reverdecen esa vida equilibrada,
autárquica, de la hacienda sumergida en un paisaje eclógico, pero la cual pronto
desaparecería, la nación rápidamente transformaríase en un país minero, preñado
de violentas contradicciones sociales, generador de otra literatura.
A esa Venezuela rural de los nativistas pocos años de vida quedábanle, en 1914
estalla el primer pozo petrolero en su fase de exploración y explotación, el
Zumaque Nº 1 en el estado Zulia. De allí en adelante, poco a poco, el petróleo
cambiará las relaciones de producción en el país. A partir de 1922 con el reventón
2 Rodolfo Quintero, Antropología del petróleo. México, Siglo Veintiuno, 1972.
29
de Los Barrosos en Cabimas comenzará el campesino a migrar hacia los pozos
petroleros en busca de medrar su vida con mejores salarios, y en su reverso la
producción agrícola entrará en crisis. La nación mostrará un nuevo perfil. Ya no
tendrá el objeto de su canto la poesía nativista; y por eso la fecha de cierre de este
movimiento, desde el punto de vista académico, será el año de 1915 cuando sale un
poemario posesor de un nativismo algo tardío, las Poesías originales de Emilio
Constantino Guerrero. En 1927 imprime su Cigarras del trópico Sergio Medina,
libro donde recogió poemas escritos entre 1913 y esa fecha, y ya en él nótanse
pautas retóricas como señalamientos normativos de la estética del movimiento, in
tentó de atajar en el papel un mundo en vías de cambios profundos, típico síntoma
de haber llegado el final de esa tendencia, la realidad venezolana transformábase y
esa realidad, por supuesto, comprendía la vida rural.
El enfoque socio-económico de la crisis de la oligarquía agraria en las tres primeras
décadas del siglo veinte Nelson Osorio en su libro La formación de la vanguardia
en Venezuela3 defínela así:
"El fortalecimiento de nuevos sectores económicos, el crecimiento y concentración
urbanos, la incorporación a la escena política del proletariado, son hechos de gran
importancia en la transformación de la vida política, social y cultural que se
produce en esos años.
Todo esto hace patente y agudiza el paulatino desplazamiento de los valores
rurales y oligárquicos que dominan en una formación anterior pre
dominantemente agraria, resquebrajándose así la superestructura ideológica que
amalgamaba las sociedades, con lo cual se abre un verdadero período de
cuestionamiento y crisis en este plano".
En cuanto a la naturaleza de la expresión o estilo formal de los nativistas: En este
particular el nativismo una gran herencia mantiene -o si se quiere, influencia-, la
perfección formal de la poesía parnasiana: gran musicalidad, rigor constructivo del
poema, conocimiento del ars poético. También de los parnasianos toman la
3 Nelson Osorio T., La formación de la vanguardia literaria en Venezuela. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1985. P. 38 (Biblioteca de la A.N.H., v 61).
30
sensualidad plástica y la sensualidad erótica; la sensualidad plástica no orientada a
la descripción de ruinas y de civilizaciones desaparecidas, claro está, sino a la
naturaleza nativa, el campo o paisaje agreste, local, regional, junto a un
vocabulario veteado, aunque sin excesos, de ruralismos; pero hay fruición, goce
sensual, visual, sonoro, de formas, colores y sonidos, patéticos en su naturaleza
eglógica. Hállase la sensualidad erótica en la descripción de la mujer amada, al
respecto resulta importante descollar algunos atributos de la figura femenina en la
poesía nativista: social^ mente es una rústica, una campesina -en el más hermoso
sentido de la palabra-, no caen en la idealización de la mujer del campo como
sucedió en la literatura pastoril o bucólica europea: no hay idealización ni moral ni
física, y en cuanto al amor éste propónese en los niveles del amor-deseo o del
amor-pasión; los buenos nativistas no manifestaron el amor sentimental en sus
versos.
Paradigma del amor de los nativistas en sus composiciones es el largo poema
"TAMALEYA" de Samuel Darío Maldonado, donde el bardo significa la expresión
del orgasmo de la amada con un mugido. Se copia apenas un fragmento,
(...)
"Todavía,
Tamaleya, tu recuerdo me marea.
Y un silencio provocante, y el calor como de hoguera; un turpial cantaba lejos y en
el patio de la hacienda ladró un perro. ¡Qué sorpresa!
Me estrechaste con espanto, pero nada, nada era, y la calma vino luego,
¡solo un pavo hacía la rueda!
Te mordí los labios rojos, me mordiste con fiereza, te encogiste y exhalaste un
mugido de becerra.
Todavía,
Tamaleya, yo recuerdo la arboleda y la hora turbulenta y el mugido de becerra
y el olor que tú exhalabas los sentidos me enajena.
¿No te acuerdas, india mía? ¿no te acuerdas, Tamaleya?
El calor era de horno,
solo un pavo hacía la rueda.”
31
La diferencia con los parnasianos no sólo va en el objetivo del canto poético sino en
la elocución del lenguaje poético. La frase rítmica y lírica nativista -el verso- no es
erudita, no responde al mundo de la cultura erudita sino concierne a la cultura
rural, en ellos hay una voluntad de sencillez. Armoniza el léxico con el contenido
expresa do, insértase en el llamado "sermo ruralis”, o por mejor decir, órlase en
cierta medida de un vocabulario campesino, mas no en demasía por cuanto el
poeta nativista pertenece a la clase culta del campo.
En cuanto al mundo expresado o contenido de la poesía nativista: Ya se explicó en
párrafos anteriores cómo el modo de producción crea una superestructura y cómo
ésta condiciona en gran parte el rostro cultural del país, y exponíase el marcado
perfil campesino de 1 a Venezuela de entre siglos (con excepción de la Caracas y de
otras pocas ciudades salidas de la transformación guzmancista, las cuales por
cierto constituían las "urbes” de los escritores modernistas). Si ello resulta así, si el
resto del país era agrario, fueron entonces los nativistas en su tiempo quienes
mejor expusieron en su poesía el tema prevalente de sus desvelos: Venezuela, mas
no la Venezuela total sino el mundo local, regional, de su "país", su Venezuela
pequeña, su tierruca; y vale como cuestión nuclear de la poesía nativista,
entendiéndola en toda su riqueza polisemántica. Poe tizaron el pequeño universo
donde nacieron, y en el cual creyeron, vivieron, amaron: el lar nativo sobre la base
histórica de la esquina de entre siglos, en la cual sucedieron se los gobiernos
federales, todo el régimen de Cipriano Castro, y los primeros lustros de la
dictadura de Juan Vicente Gómez.
"RESURRECCIÓN
Tengo el amor del campo. Como abrigo a mi vieja y recóndita tristeza,
vengo a vivir en tí, Naturaleza, para vivir en comunión contigo.
Amo tu paz y tu frescor; bendigo al lirio que reviste de pureza el tupido pajar de la
maleza, y soy del agua y de la luz amigo.
Me place, por las rientes madrugadas, aspirar en las frondas perfumadas el tibio
ambiente de la entraña abierta,
32
y la canción del pájaro en mi oído arranca de los senos del olvido mi pura alma
infantil que juzgué muerta.”
José Domingo Tejera.
Filosofía de la vida o idearium: Directa o indirectamente, y en diversos momentos
los poetas nativistas recibieron la influencia, en mayor grado unos, en menor otros,
de la filosofía positivista. Filosofía nueva -para ese entonces- generada desde una
reflexión objetiva sobre la realidad, sobre la ciencia, enriquecida y fortalecida por el
método científico, y cuyo foco principal de irradiación en Venezuela partía de la
nueva universidad creada con Guzmán Blanco y dirigida bajo la brillante
orientación de Adolfo Ernest y Rafael Villavicencio, y a través de los colegios
federales este nuevo sistema de ideas expandióse por todo el resto del país
pensante.
Apréciase dicha concepción filosófica en la fuerza materialista de la obra de estos
poetas. En ellos no hay proloquios místicos, religiosos, y su Dios cuando lo invocan
tiene mucho de panteísmo, es un Dios natural. Toda su poesía encamínase hacia la
naturaleza -humana, ambiental- casi como pintores paisajistas con el verso. Tal vez
por ello su poesía es optimista, vital, alegre, plástica, sensual, detrás de la cual
colúmbrase la formación científica del poeta, patética en Lazo Martí, Picón Febres,
Samuel Da río Maldonado.
Finalmente, se concluye este pequeño ensayo con dos pequeñas estrofas del poema
"RENACIMIENTO” de Gonzalo Picón Febres, muy significativas con la intención
del movimiento nativista,
(...)
"Venid, venid al campo, que ya torna coronada de luz la primavera, y de flores los
cármenes exorna, y de mullido césped la pradera.
Venid, que entre fulgores, y esencias y sonrisas y rumores, el insecto fugaz alegre
canta, reverbera la perla de rocío, deliciosa frescura se levanta de las espumas del
angosto río, y el chorro de agua trémulo y sonoro lampos refleja de esmeralda y
oro.
33
(...)
Venid, que aquí se siente el corazón radiante de alegría y de hermosas imágenes la
mente; y entre besos de luz y poesía se brinda alivio al doloroso anhelo, se piensa y
el pensar es más profundo, y se olvidan los crímenes del mundo."
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-el-nativismo-en-la-
poesia.html, Lubio Cardozo, El nativismo en la poesía lírica venezolana. Sábado, 26 de
septiembre de 2015.
34
4
Ecopoesía un camino para la reflexión. Entrevista al poeta Lubio Cardozo
Lubio Cardozo (1938) Poeta,
ensayista, investigador y crítico
literario. Licenciado en Letras en la
Universidad Central de Venezuela,
con Postgrado en Investigación
Documental en la Escuela de
Documentalistas de Madrid.
Desempeñó diversos cargos en la
Universidad de Los Andes en el
estado venezolano de Mérida, donde
reside. Coordinó la revista Actual de la mencionada casa de estudios.
Es reconocida su valiosa labor investigativa en historia, teoría y crítica, con más de
treinta títulos publicados. Además es autor de los poemarios Extensión habitual
(1966), Apocatástasis (1968), Contra el campo del rey (1968), Salto sobre el área no
hollada (1971), Fabla (1974), Paisajes (1975), Poemas de caballería (1983),
Solecismos (1986), Poemas (1992), Lugar de la palabra (1993), El país de las nubes
(1995), Un verso cada día (1995) y Ver (1999). Toda su poesía ha sido reunida en el
volumen La cuarta escogencia (Ediciones Mucuglifo, 2006). Máximo exponente de
la poesía ambientalista latinoamericana.
Ing. Lenin Cardozo Parra, Ecologista. Escritor venezolano y ambientalista.
Estudios realizados en la Universidad del Zulia, Universidad Complutense de
España, Universidad de Burgos de España. Cursos post-universitarios en MBA,
Management Público, Filosofía e Historia. Doctorado en Ciencias. Director
Ejecutivo Canal Azul 24 https://anca24latam.wordpress.com/ y Blue Chanale 24
www.bluechannel24.com. Fundador de la Azul Ambientalistas
www.azulambientalistas.org, email: [email protected] y el
Blog http://Lenincardozo.blogspot.com/.
35
Lenin Cardozo: ¿Poeta Lubio al presente podemos decir que existe
la poesía ambientalista o la Ecopoesía?
Poeta Lubio: ¿Por qué el poeta suele a veces sembrar en medio de sus
composiciones árboles, hierbas, el verdor? Viene la tradición desde
Orfeo, desde Homero. Los árboles, los arbustos, las matas: padres–
madres de la vida son; conocen suficiente de esa realidad, en el uso
de su recta razón, el ecólogo, el botánico, científico, pero el poeta lo sabe. Verá él en
los representantes de la vegetación nunca solo objeto del entorno sino
afectuosidad. Dialoga el poeta hondamente, por su condición de vidente, con ellos,
con los seres verdes, ya mediante voces insonoras del horizonte contemplativo, ya
en otras basta el intenso entenderse reciproco de la presencia. Se percata el
trovador del verdadero escuchar, del oír. Goza cuando percibe el júbilo de las
plantas, también siente su terror ante la llegada de los odiados arboricidas.
El poeta el canto coral de la selva, de la fronda, de los matorrales, de los
morichales. Celebra la fiesta del bosque o se entristece con la mustiada, la
marchitez.
Lenin Cardozo: ¿Puede la poesía ambientalista ser considerada
como la poesía del siglo XXI?
Poeta Lubio: Los poetas a igual que los filósofos son grandes lectores
de su época y en su obra suelen dar respuestas a las grandes
interrogantes que tiene que ver con el destino de la humanidad. No
solo por la sensibilidad obvia del poeta sino porque la poesía también
se arma con la música (la rítmica) y el pensamiento.
36
Dice Heidegger que quienes buscan el ser de la existencia con mayor fuerza es el
poeta, el poeta “funda” es decir, crea y da respuestas a su contemporaneidad. Hoy
por hoy, lo que para la mayoría de las personas tal vez pueda pasar desapercibido
al poeta no se le escapa: el drama del planeta Tierra entendiéndolo en su
complejidad el planeta y sus pobladores, los animales de la tierra, los animales del
mar, los animales del aire, la vegetación y el humanus.
Esto no determina el futuro de la poesía hacia un rumbo pero innegablemente cada
día especifico la tragedia ecológica, la reflexión ambientalista tocara las puertas de
los poetas y ellos la abrirán.
Lenin Cardozo: ¿Tiene la poesía ambientalista precursores en
América Latina?
Poeta Lubio: En el “Viaje a las regiones equinoxiales del Nuevo
Continente”, tal nominó Humboldt al nuevo mundo, o mejor
conocido en el lenguaje cotidiano como Hispanoamérica, la poesía
nace identificada con el paisaje valga decir, con el ambiente de esta
región. Andrés Bello es ese poeta quien inaugura la exaltación de la
verde tierra novomundana. Es el primer poeta ambientalista de este Continente,
porque su poesía expresa mediante el diáfano talento de este venezolano, una
defensa patética de la naturaleza del nuevo mundo. Hizo su lirica mediante el
tejido de las rítmicas palabras con lo vegetal, de la musicalidad verbal con el
verdor, del sentido de las voces con las hierbas, los arbustos, los árboles, las flores,
en fin. Andrés Bellos es el primero que nombra -en la poesía- los arboles de la
fronda novomundana. Ya en 1810 en su etapa caraqueña tres vigorosas odas al
verdor compuso: El Anauco, Mis deseos, A un samán. Su composición El Anauco
(escrita en 1800) se refiere a un pequeño rio de la Caracas de aquel entonces, en
medio de un afectivo entorno boscoso,
“Tú, verde y apacible ribera del Anauco, para mí más alegre, que los bosques
idalios y las vegas hermosas de la plácida Pafos,”…
37
En el soneto Mis deseos por primera vez en la lírica hispanoamericana dos
emblemáticos árboles, el cocotero junto al sauce aparece. Verdadero poema
acuarela donde bello dice,
“De Aragua a las orillas un distrito que me tribute fáciles manjares, do vecino a
mis rústicos hogares entre peñascos corra un arroyito. Para acogerme en el calor
estivo, que tenga un arboleda también quiero, do crezca junto al sauce el coco
altivo.”…
También en su poema A un samán, Bello exalta a este gigante de la flora nativa,
“Extiende, samán, tus ramas sin temor al hado fiero, y que tu sombra amigable al
caminante proteja.”
Ya fuera de las fronteras de su patria, tanto en su estancia de Londres, cual su final
residencia en Chile, la ecología botánica de las “regiones equinoxiales del Nuevo
Continente” humboldtiana, la lírica de Andrés Bello nativa exhaustivamente,
consustancializa su alma poética, sobre todo lo relacionado con la flora de la
agricultura, así como la de otras especies. Es importante señalar que esta defensa
ecológica de la vegetación del nuevo mundo inaugurada por Andrés Bello
favorablemente tuvo muy buena continuidad en todo el Continente.
Este rumbo que fortalecería de manera originaria la esencia de la lírica del nuevo
mundo tiene como punto de partida el poema LA AGRICULTURA DE LA ZONA
TORRIDA de Andrés Bello, composición consagratoria de un muy digno camino
de la lírica de este Continente, pero sobre todo en el espacio comprendido entre el
Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio, lo que para Humboldt eran “las
regiones equinoxiales del Nuevo Continente”, Bello la nominó con un concepto
radical La Zona Tórrida.
Lenin Cardozo: ¿Poeta Lubio de su gran producción poética, a
partir de que poema se pudiera decir que usted funda o inicia la
poesía ambientalista?
Poeta Lubio: Yo tuve la suerte de pasar buen parte de mi infancia en
un pueblo muy boscoso, cruzado de un gran rio y muchas
quebradas, rodeado de haciendas cafetaleras y cacaoteros y limitado
por el mar, Choroní (al norte del estado Aragua, Venezuela). Esos
38
paisajes de mi infancia comenzaron a aparecer en mi escritura lirica a partir de mi
poemario Paisajes (1975). Se podría decir que con este libro se comienza eso que tu
llamas la poesía ambientalista o eco poesía. A continuación recito:
LA RISA, LAS DONCELLAS, LOS LIRIOS, EL POZO DEL RÌO
Y pensar que ese verbo es falso hasta siempre: volver. Y pensar que no podemos:
No retornaremos al pozo del río bajo las grandes mijaos. Estarán otra vez las
doncellas sobre islas de piedras entre lirios de agua. Atravesará los espinares del
altozano el canto de las lavanderas. Pero ya no se puede volver porque el mundo
que hicimos mal desde el comienzo es roca en medio de ancho foso que ya no
podremos saltar Isla de soledad rodeada de fantasmas. Apenas si disponemos del
corazón entre los florecidos huracanes.
Lenin Cardozo, ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2011/12/entrevista-al-poeta-lubio-cardozo.html
Lenin Cardozo, Ecopoesía un camino para la reflexión. Entrevista al poeta Lubio
Cardozo. Martes, 13 de diciembre de 2011.
39
2. La Metaecología y Andrés Bello
40
1
¿Cómo armó Bello su composición lírica Alocución a la Poesía?
"Las cosas bellas son difíciles".
Platón, Hipias Mayor (Frase final del
diálogo en boca de Sócrates).
Yace, detrás de la escritura lírica de
ALOCUCIÓN A LA POESÍA
(Londres, 1823), una dilatada
experiencia de laboreo intelectual.
¿Cómo armó Bello el poema? El
primer recurso utilizado -básico,
sustentador- lo constituye la cabal
sabiduría del escritor sobre el ser de la poesía, valga decir: arte composicional,
métrica, retórica, historia de la ódica occidental desde los griegos hasta la literatura
española contemporánea a él, afortunados conocimientos de las lenguas griega,
latina, castellana, dinamizado ello por el permanente pensar, teorizar sobre dichas
disciplinas intelectuales. Trasmutados esos saberes en energía nutriente a nivel
puro de su creatividad.
Representa el segundo impulso el insoslayable reto moral de cantar al Nuevo
Mundo, a la geografía abarcada por las antiguas colonias españolas, en el momento
cuando devienen a conformar volitivamente un perfil propio, autónomo, definido,
radical, cual expresión espiritual y política exigido por la Guerra de Emancipación
de esas provincias. Nominó Bello, con precisión geodésica, esas extensiones del
Nuevo Continente la "Zona Tórrida", la comprendida entre el Trópico de Cáncer
del hemisferio borejí, el Trópico de Capricornio del hemisferio austral, divididos
por el círculo máximo del Ecuador, pero sólo el ámbito circunscrito al Nuevo
Mundo. Mas ¿cómo pudo Bello concebir para luego plasmar en sus dos grandes
silvas esta enorme visión cosmográfica? e o Había nacido en Caracas en 1781, antes
de cumplir los treinta años viajó a Londres (1810) donde residenciará hasta 1829
cuando se traslada a Santiago de Chile, en esa ciudad transcurrió el resto de su
41
vida, murió en 1865. Cubrió apenas su existencia en "Venezuela los espacios del
valle de Caracas, sus aledaños, también algo de la región de Aragua; estudió su
paisaje nativo, amicus arborum señaló testimonios de algunos de ellos en sus
primera trovas: el “coco altivo", el samán, el sauce. Es, sin embargo, en la capital de
Inglaterra donde el poeta una percepción totalizante del Nuevo Mundo obtendrá:
se la prodigó su lectura de la monumental obra científica del sabio alemán
Alejandro de Humboldt Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente,
traducida al ingles en ese idioma Bello la leyó.
Revela Humboldt por primera vez a los hispanoamericanos, en todo su esplendor,
realidad, riqueza, temperie, la tierra donde nacieron, habitan, perecen. Nadie hasta
ese momento había descrito con tanta exactitud, exhaustividad la Zona Tórrida de
esta parte del planeta; por eso Bolívar en carta de 1820 define a Humboldt "el
descubridor científico del Nuevo Mundo". Este hallazgo de la majestad natural del
Nuevo Continente, no al través de una experiencia vivencial sino por la aventura
de transitar las páginas del libro mencionado de Humboldt, significó el segundo
incentivo para Bello escribir sus dos silvas novomundanas, ALOCUClÓN A LA
POESÍA, LA AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA (Londres, 1826).
El tercer horizonte estructurante de las dos grandes composiciones de Bello la
libertad se llama: el emerger en esos años con insólita fortitud la Idea junto al
sentimiento de la libertad en el Nuevo Mundo. Botaron las guerras por la
independencia de las antiguas colonias españolas en América (1810-1824) a sus
habitantes de un concepto de la emancipación de la sociedad absolutamente
novedoso, ennoblecedor, transformador para la humanidad occidental. Se
fusionaron por primera vez en la mente del humanus el vocablo libertad con su
Idea, con su ser. Los niveles sociales de la política, de la democracia, del
republicanismo, de la sexualidad, de la familia, de lo económico quedaron
comprendidos en esa autonomía, conducidos por un nuevo género humano, el
mestizo: "Nosotros somos un pequeño género humano” poseemos un mundo
aparte; cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias"
(Bolívar, Carta de Jamaica, 1815); (…) "no somos europeos, no somos indios, sino
una especie media entre los aborígenes y los españoles.” (Bolívar, Discurso de
Angostura, 1819). Manifestóse también esta revolución en el lenguaje, en la
gramática; “No tengo la pretensión de escribir para los castellanos. Mis lecciones se
42
dirigen a mis hermanos, los habitantes de Hispano América" (A. Bello, Gramática,
1847 "Prólogo"); marcó también su perfil esta esencial rebeldía en la lírica. La
nueva percepción de la conducta del humanus brotada con la Guerra de
Independencia Bello por los ríos de sus versos la transmites. Había arribado la
gran oportunidad para desarrollar, expandir la espiritualidad, desalojar de manera
definitiva en los liberados espacios de la Zona Tórrida a las expresiones
dogmáticas de la cultura europea, sobre todo de la española. Si la Poesía (con P
mayúscula) significa la divinidad esenciante de los versos, la Diosa de la
creatividad -poietiké- entonces el poeta adecuadamente el término usa cuando
inicia su poema con estos versos,
"Divina Poesía, tú de la soledad habitadora, a consultar tus cantos enseñada con el
silencio de la selva umbría, tú a quien la verde gruta fue morada, y el eco de los
montes compañía; tiempo es que dejes ya la culta Europa, que tu nativa rustiquez
desama, y dirijas el vuelo adonde te abre el mundo (...) su grande escena".
"Las cosas bellas son difíciles" dice Platón por boca de Sócrates en el diálogo Hipias
Mayor. Iluminar con la belleza la lírica de ALOCUCIÓN A LA POESÍA, LA
AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA exigió una labor en ningún momento
fácil. Además de la intuición intelectual de Bello, de sus conocimientos sobre la
composición poética, de la rítmica de los versos, de la musicalidad de las estrofas,
requirió de la fortitud moral, espiritual, de allegar a esos dos poemas cardinales los
horizontes estructurantes ya mencionados. Necesitó de su sabiduría escritural, de
la energía heroica de la Guerra de Independencia, de la nueva visión de la libertad,
del espacio existencial de la Zona Tórrida, la
..."fecunda zona,
que al Sol enamorado circunscribes el vago curso, y cuanto ser se anima en cada
vario clima"...
de su admiración por Alejandro de Humboldt cuyo raigal texto Viaje a las regiones
equinocciales del Nuevo Continente (1807) dejó sugestivas señales en esas dos
silvas. El armónico entrecruzamiento de dichos estratos en su unidad esencial
elevó estos dos poemas básales de la lírica hispanoamericana hacia el Sol, para
tomar un poco de su calidez, de su luz, de poesía, de eternidad.
43
Lubio Cardozo, ecopoeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-como-armo-bello-su.html,
Lubio Cardozo, ¿Cómo armó Bello su composición lírica Alocución a la Poesía? Sábado,
26 de septiembre de 2015.
44
2
Andrés Bello (1781-1865) el primer ambientalista de Venezuela
Ni los llamados conquistadores
españoles ni sus descendientes, los
colonizadores, es decir desde 1500
hasta 1810, nunca se interesaron en
conocer el territorio por ellos tomado a
la fuerza, por lo menos así sucedió en
el caso venezolano. Su interés por
estas tierras del Nuevo Mundo giro en
torno al sometimiento brutal de los
indígenas a quienes esclavizaron bajo
el régimen de siervos de la agricultura.
De la minería, a la desforestación de los bosques para llevarse los arboles
maderables, a la caza de animales de vistosa pieles o plumaje, a la bárbara
extracción de las perlas en las islas del mar caribe venezolano.
Ellos, los conquistadores, los colonizadores, nunca conocieron la realidad del
entorno donde habitaban: ignoraban los nombres de las tierras, de las montañas,
de los ríos, de los árboles, de los animales, en fin. De ahí, que tuvieron que
imponer una nomenclatura traída de España inapropiada para cada una de estas
comarcas, produciéndose una discordancia con la realidad, favorablemente con el
paso del tiempo volvieron a usarse en muchas circunstancias los nombres
indígenas.
Por ello siempre debe enfatizarse con palabras de Bolívar dichas en 1820 que el
verdadero descubridor científico del nuevo mundo se llamo Alejandro de
Humboldt quien además lo dio a conocer a Europa en su formidable obra: Viaje a
las regiones equinocciales del Nuevo Continente (comenzó a publicarse por
entrega desde 1814 a 1819 en francés e inglés simultáneamente).
45
Ahora bien, si nos circunscribimos a Venezuela le corresponde a Andrés Bello ser
sin lugar a dudas el primer ecólogo conservacionista, revelador y defensor de
nuestros paisajes, de nuestro ambiente natural, es decir el fue el primer
ambientalista de ese entonces. Antes de poder expresar él sus inventarios
conservacionistas sobre el paisaje silvestre y urbano de la parte mas conocida de
Venezuela para esa época, la franja norte de su territorio Andrés Bello comprendió
la necesidad de darle a los venezolanos por primera vez una descripción de su
geografía física, política, administrativa, poblacional, hidrográfica, marítima, para
eso escribió y publico su Calendario manual y guía universal de forasteros en
Venezuela para el año de 1810, en ese primer libro impreso en el país se definía ese
espacio ubicado alrededor de la provincia de Caracas limitado -en palabras de
Bello- por el norte con el mar Caribe, por el sur la provincia de Barinas hasta el
Apure, al este la provincia de Cumana y al oeste la de Maracaibo. Sobre ese mapa
coloco las ciudades y pueblos correspondientes, su orografía, ríos; cifra su
población en 450 mil habitantes, distribuidas en 8 ciudades, 6 villas, 54 pueblos, 3
puertos marítimos. Luego habla de sus instituciones (universidad, iglesias,
poderes públicos, cabildo); su agricultura de subsistencia elemental: carne de
vacuno, de porcino, queso, cazabe, maíz, y también de la agricultura de
exportación: añil, café, cacao, azúcar, algodón, cuero.
Pero es mediante la poesía como Andrés Bello mejor revela nuestros paisajes
nativos, como mejor defiende la naturaleza virgen de esos ambientes donde el
habitó en su etapa de Caracas. El representa el primer poeta quien celebra en sus
versos con orgulloso entusiasmo el ambiente vegetal del nuevo mundo. Vivió
Bello 29 años en Caracas, conoció en detalle la ciudad, su conformación urbana, el
entorno geográfico de esa provincia, incursiona hasta los valles de Aragua. De
Caracas dejo el testimonio de un río situado al norte de la ciudad, fluyente entre
haciendas y bosques: EL ANAUCO, el cual inmortalizo en hermosa composición
lírica de la cual solo se copiaran 15 versos,
… "Tú, verde y apacible
ribera del Anauco,
para mi más alegre,
que los bosques idalios
y las vegas hermosas
46
de la placida Pafos,
resonarás continuo
en mis humildes cantos;
y cuando ya mi sombra
sobre el funesto barco
visite del erebo
los valles solitarios,
en tus umbrías selvas
y retirados antros
erraré cual un día"…
A. Bello. EL ANAUCO (1800).
De aquel hermoso río de ese poema hoy solo quedan el nombre de un puente y el
hilete de aguas negras que corre debajo de el en el sector San Bernardino de
Caracas.
Andrés Bello nombra por primera vez en la literatura venezolana la región llamada
por siempre Aragua en un soneto titulado MIS DESEOS (1800). También en esos
versos se mencionan por primera vez dos árboles emblemáticos de esas tierras
cálidas, el cocotero y el sauce. Se copian apenas las dos estrofas centrales
…"De Aragua a las orillas un distrito
que me tribute fáciles manjares,
do vecino a mis rústicos hogares
entre peñascos corra un arroyito.
Para acogerme en el calor estivo
que tenga una arboleda también quiero,
do crezca junto al sauce el coco altivo."
Posee la misma intensión de despertar el interés conservacionista por el paisaje de
la Patria su romance octosilábico rotulado A UN SAMAN (1806). A este gigante de
la flora del continente verde, de las regiones equinocciales humboldtianas Bello lo
perenniza al insertarlo por primera vez en el lenguaje de la poesía del Nuevo
Mundo. Emblematiza este inmenso árbol con su colosal fronda las planicies
cálidas del hoy estado Aragua donde se le reconoce como su árbol emblemático.
47
…"Extiende, samán, tus ramas
sin temor al hado fiero,
y que tu sombra amigable
al caminante proteja". (1806).
Viajo Bello a Londres en 1810 en la célebre misión diplomática junto con Bolívar
relacionada con el proyecto independentista de los venezolanos. Nunca más
retorno a Venezuela pero su proyecto conservacionista del paisaje novomundano
nunca los abandono. Leyó en Londres el libro de Alejandro de Humboldt Viaje a
las regiones equinocciales del Nuevo Continente (1814-1819), gracias a ese libro se
identifica con las tesis ecológicas de Humboldt y con base a las informaciones
contenidas en esa importante obra pudo componer sus dos formidables poemas
donde revela Bello al mundo de América y Europa la inmensa riqueza ecológica de
este continente: esos dos poemas se titulan ALOCUCIÓN A LA POESÍA (1823), LA
AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA (1826), ambos publicados en Londres.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/06/andres-bello-1781-1865-el-primer.html,
Lubio Cardozo, Andrés Bello (1781-1865) el primer ambientalista de Venezuela. Sábado,
27 de junio de 2015.
48
3
Que tu nativa rustiquez desama: Poesía, libertad, la percepción de Andrés Bello
Dotaron las guerras por la
independencia de las antiguas
colonias españolas del Nuevo Mundo
(1810-1824) a sus habitantes de una
concepción de la libertad, junto a un
sentimiento de la misma, nunca antes
conocido por la humanidad
occidental. Los horizontes de lo
político, lo social, lo económico, lo
moral, lo religioso quedó
comprendido en esa emancipación,
mas también lo artístico, valga decir las bellas artes, y la lírica. La poesía, en
potencia, libertad significa, pero requiere para ello de valentía en el hacerse,
necesita aventura, audacia en la creatividad -poietiké- verbal. El coraje de ser
aportativo, la palabra franca, el sacro misterio milagro de la belleza el alma poética
esencian. Andrés Bello así lo entendió? pensó había llegado la gran oportunidad de
la ódica para desarrollar, expandir su creatividad formal, espiritual, de elucidar en
sus niveles más profundos, extraer de allí la autónoma fortitud para desalojar de
manera definitiva en los liberados espacios de la Zona Tórrida a la dogmática
retórica de la poética europea. Claramente en su siempre admirable composición
Alocución a la Poesía (Londres, Biblioteca Americana, 1823) lo expondrá,
"Divina Poesía
(...)
tiempo es que dejes ya la culta Europa que tu nativa rustiquez desama,"
(...)
¿Qué expresa en su verdad el plano evocado del verso de Bello "que tu nativa
rustiquez desama"? Por supuesto cualquiera interpretación simplista se descartas
los rústico, su rustiquez deambulan por todos los Continentes. El Diccionario de la
49
Real Academia Española (1992) los defines "Rústico, ca. Perteneciente o relativo al
campo. Tosco grosero. Hombre de campo." "Rustiquez: Calidad de rústico". En
cuanto al epíteto nativo, nativa, precisa el DRAE: "Que nace naturalmente.
Perteneciente al país o lugar en que uno ha nacido." No se trata, pues, de repetir lo
obvio. Encierra, por el contrario, en esa verso la perspicacia de Bello la metáfora de
un concepto trascendental, novedoso, desafiante: "nativa rustiquez" la libertad
significa, esa virtud, ese sentimiento innato al Nuevo Mundo. Sobran los
testimonios de como esa libertad ínsita a los primigenios pobladores de este
Continente sorprendió a la par de producir una profunda aversión e
incomprensión absoluta a los llamados conquistadores españoles. Cuando éstos
arribaron a los territorios novomundanos ya vencían enfermos por esa patología
anímica nominada luego por Eric Fromm "el miedo a la libertad". Afirmó
categóricamente el filósofo Federico Guillermo José Schelling en su libro Sobre la
esencia de la libertad humana (1809) lo siguiente: "Sólo quien haya experimentado
la libertad puede sentir la necesidad de hacerlo todo análogo a ella, de difundirla
por todo el universo". Jamás supieron los conquistadores españoles de ese excelso
sentimiento, por el contrario invadieron poseídos por el morbo de esclavizar (de
manera cobarde por su superioridad militar), de obtener riqueza fácil mediante el
robo, el genocidio, la "auri rabida sitis". Produjo en ellos, en su estrecha ética, en su
pensamiento domado por la dura dogmática de su cultura hispánica, en su psique,
pánico esta revelación existencial propia de los íncolas de la Zona Tórrida. Por eso,
con la conquista; los invasores hispanos no sólo se apoderaron de las riquezas a la
mano, de los minerales nobles, de las tierras, sino también asaltaron esa libertad,
quisieron extirparla de mil formas; exterminaron, esclavizaron, genocidiaron a los
aborígenes pero la libertad escondió su viva llama, debajo de las cenizas del
cataclismo; trescientos años después constituirá "la originaria forzosa necesidad"
(M. Heidegger), la fuerza espiritual, la energía moral, el combustible muscular de
quienes -mestizos, indios, negros, blancos- conducirían victoriosamente la “Guerra
de la Independencia” (…) "que tu nativa rustiquez desama”, en definitiva, una
bella metáfora de la libertad entonada en un armonioso endecasílabo yámbico.
Encarna Bolívar el primer gran intérprete del pensamiento y del espíritu de la
libertad del Nuevo Mundo. Dotó Bolívar de una nueva esencia a la Idea de la
libertad. En la antigüedad clásica los griegos, por supuesto, dicho concepto
poseyeron, lo nominaron eleuthería, en medio sin embargo de una paradoja,
50
uncida a la minoría libre una inmensa colectividad de esclavos cohabitaba. Hállase
igual contradicción, más aguda aún, en la sociedad romana; junto a su vocablo
libertas enormes masas de siervos provenientes de una periferia de estados
sometidos. Relativizaba entonces esa aporía el ser de esas dos palabras originarias
sustentadoras del concepto. Vertió Bolívar su novísima interpretación de la
libertad en constituciones, leyes, discursos, proclamas, en su hacer militar casado
con el destino de independizar estos pueblos e inclusive en la mera sintaxis de la
elocución estructurante de su oratoria, de sus epístolas; aporta ahora si para
Occidente un ser, una realidad efectiva, a la noción de autonomía absoluta. La
convierte en una acción en un instrumento, con apoyo nutricio teórico, con
ejemplaridad práctica. Le da esa espiritualidad objetiva -originaria del Nuevo
Continente- en la acepción hegeliana. Proporciona Bolívar, pues, desde ese ser
genesíaco brotado del mestizaje, a partir del "recuerdo interiorizante del inicio”
(Heidegger), de la memoria originaria-originante, en fin de la arkhé -del
fundamento, de la raíz- un horizonte nuevo, revolucionario, metafísico. Por eso las
jóvenes repúblicas de la "Salve, fecunda zona, / que al sol enamorado
circunscribes", de "las regiones equinocciales del Nuevo Continente” a Bolívar lo
nominaron El Libertador. Tal vez en el inconsciente colectivo su Dios de la
Libertad sea.
Canta Bello en la composición paradigma seleccionada para este escrito, última
estrofa,
(...)
"Mas no a mi débil voz la larga suma - d.e sus victorias numerar compete; a
ingenio más feliz, más docta pluma, su grata patria encargo tal comete; pues como
aquel samán que siglos cuenta, de las vecinas gentes venerado, que vio en torno a
su “basa corpulenta el "bosque muchas veces renovado, y vasto espacio cubre con
la hojosa copa, de mil inviernos victoriosa; así tu gloria al cielo se sublima,
Libertador del pueblo colombiano; digna de que la lleven dulce rima y culta
historia al tiempo más lejano."
(Alocución a la Poesía).
Invita Andrés Bello a la Poesía -cual una divinidad- a venir a estos inmensos
territorios designados por Humboldt, con su precisión de científico, "las regiones
51
equinocciales del Huevo Continente", aunque Bello con un concepto también
originario los nominó la Zona Tórrida, la comprendida entre los dos Trópicos, el
de Cáncer, el de Capricornio, mas sólo la parte circunscrita en el Huevo Mundo.
Por cuanto aquí la divinidad Poesía hallará -para asumirla de cara al futuro su
"nativa rustiquez"- un estrato consubstancial del ser de la ódica, de los cantos: la
intrínseca libertad; difícil de alcanzarla, en su pertinente plenitud natural, en
Europa por el viejo impedimento de la compleja red de dogmas conformantes de
su sociedad en aquel entonces: fanatismos religiosos, políticos, morales, sus
fosilizados credos estético-formales, en fin. Pilosa metáfora contra el dogmatismo
literario europeo la expresa Bello con "encina carcomida".
Reafirma más adelante Bello, en la misma composición, esta visionaria tesis
cuando escribe en sus versos, dialogando por supuesto con la "Divina Poesía"
(...)
"Descuelga de la encina carcomida tu dulce lira de oro,
(...)
y sobre el vasto Atlántico tendiendo tus vagorosas alas, a otro cielo, a otro mundo,
a otras gentes te encamina,
(...)
América, del Sol joven esposa,
del antiguo Océano hija postrera, en su seno feraz cria y esmera".
Con otro designio, sobre el relámpago de sus frases, Bolívar en su Carta de Jamaica
(1815) la misma visión expone, piensa: "Nosotros somos un pequeño género
humano; poseemos un mundo aparte; cercado por dilatados mares, nuevo en casi
todas las artes y ciencias".
Si la esencia del hombre su propia aventura la define, esta esenciaventura en el
trovador el camino de los versos asume de manera autónoma, independiente,
espontánea, se verterá en su ritmo interior, depositará en ello lo pirro -el oro- de
cuanto en ese existente ha sucedido, hace la entidad más ósea del poema, su
realidad.
52
F.G.J. Schelling, en la mencionada obra, señala concluyente: "El sentimiento de la
libertad está íntimamente grabado en cada uno, aunque para asomar a la superficie
se requiere una fuerza y profundidad de sentido mayores a lo habitual" (...) (p.7l).
Añado, también para finalizar: La emancipación -de cualquier condicionamiento
externo, de todo compromiso espurio- es una necesidad interna del poema para
manifestar (phafnein) su ser. Andrés Bello en su grata silva, ya citada, exhaustiva,
fehacientemente muestra la identidad consubstancial def ser de la libertad con la
poesía; las regiones equinocciales del Nuevo Continente, el Nuevo Mundo, la Zona
Tórrida, a ello coadyuvaron. Cien años después de Bello, otro admirable poema, el
CHEBO de Miguel Ángel Asturias, lo ratifica.
"Creo en la libertad, madre de América, creadora de mares dulces en la tierra, y en
Bolívar, su hijo, señor nuestro, que nació en Venezuela".
(...)
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-que-tu-nativa-
rustiquez.html, Lubio Cardozo, Que tu nativa rustiquez desama: Poesía, libertad, la
percepción de Andrés Bello. Sábado, 26 de septiembre de 2015.
ASISTENCIA BIBLIOGRÁFICA:
1. Miguel Ángel Asturias, Creido. Mérida, Erato, 2011 (Afiche pliego, con
ilustraciones.
2. Andrés Bello, Poesías. Caracas, La Casa de Bello, I98I (Obras completas, v. I:
ALOCUCIÓN A LA POESÍA, PP.-43-64; LA AGRICULTURA DE LA ZONA
TÓRRIDA, pp. 65-74).
3. Simón Bolívar, Carta de Jamaica (1815) En: Simón Bolívar, Siete documentos
esenciales. Caracas., Presidencia de la República, 1973.
4. Diccionario de la lengua española. Madrid, Real Academia Española, 1992. 2
v .DRAS/, Eric Fromm, El miedo a la libertad. Barcelona, Paidós, 2008.
5. Martin Heidegger, Aportes a la filosofía. Acerca del evento. Buenos Aires,
Biblos, 2006.
53
6. Martin Eeidegger, Conceptos fundamentales. Madrid, Alianza Editorial,
1994.
7. Alejandro de Humboldt, Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo
Continente. Caracas, Biblioteca Venezolana de Cultura, 1941-1942. 5 v.
8. Federico G. J. Schelling, Sobre la esencia de la libertad humana. Buenos
Aires, Juárez Editor, 1969.
54
4
Andrés Bello – Alejandro de Humboldt: los creadores del sentimiento ecológico en el nuevo mundo
El primer poeta lírico nacido en
Hispanoamérica quien celebra en sus
versos, con orgulloso entusiasmo, el
paisaje del Nuevo Mundo se llama
Andrés Bello (Caracas, 1781- Santiago
de Chile, 1865). Vivió Bello
veintinueve años en Caracas, en sus
aledaños, inclusive incursionó hasta
los valles de Aragua.
Amigo de la sabiduría, estudió en esos
años gramática latina, castellano, literaturas clásicas; junto a estos conocimientos
humanísticos indagó también en la botánica, en la geografía de su entorno. Amicus
arborum, dejó vigorosos testimonios de amor por su ámbito vegetal: a un pequeño
río situado al norte de la ciudad, fluyente entre haciendas y bosques, el Anauco –
quedan hoy de él apenas el nombre de un puente, un hilo de aguas negras y el
poema de Bello-, le hizo una hermosa composición imbricada de referencias
helenísticas, de la cual se copian para los lectores quince versos, (…) “Tú, verde y
apacible ribera del Anauco, para mi más alegre que los bosques idalios y las vegas
hermosas de la plácida Páfos, resonarás continuo en mis humildes cantos; y
cuando ya mi sombra sobre el funesto barco visite del Erebo los valles solitarios, en
tus umbrías selvas y retirados antros erraré cual un día,” (…) (A. Bello, EL
ANAUCO. En: Poesías. Caracas, 1981. pp. 5-6).
Escribió asimismo en su etapa caraqueña su célebre soneto “MIS DESEOS” donde
por primera vez en la lírica venezolana dos emblemáticos árboles, muy peculiares
por sus tallos, el cocotero junto al sauce aparecen, de igual modo la región
nominada por siempre Aragua. En Venezuela dos especies de la familia de las
Salicaceae hay, el conocido en el sermo ruralis sauce llorón (Salix babylonica L.)
55
traido al País durante el gobierno de Guzmán Blanco, y el nativo, el sauce común
(Salix humboldtiana); el expresivo cocotero, de la familia Palmas Arecaceae,
simpática bandera verdeamarilla de los trópicos enriquece la acuarela fijada en los
versos de Bello, (…) “De Aragua a las orillas un distrito que me tribute fáciles
manjares, do vecino a mis rústicos hogares entre peñascos corra un arroyito. Para
acogerme en el calor estivo que tenga una arboleda también quiero, do crezca junto
al sauce el coco altivo.” (A.Bello, “MIS DESEOS”. En: Poesías. Caracas, 1981. p. 7).
Puede decirse lo mismo de su pequeña composición en romance octosilábico
rotulada “A UN SAMÁN”. A este gigante de la flora del Continente verde, de “las
regiones equinocciales” humboldtianas, Bello lo inmortaliza al insertarlo por
primera vez en el lenguaje de la ódica del Nuevo Mundo. Emblematiza este
inmenso Pithecellobium samán (Leguiminosae Mimosaceae) con su colosal fronda
las planicies cálidas del occidente del País, hoy árbol de las simbología
institucional del estado Aragua. (…) “Extiende, samán tus ramas sin temor al hado
fiero, y que tu sombra amigable al caminante proteja.” (A.Bello, “A UN SAMÁN”.
En: Poesías. Caracas, 1981. p. 32). “Al salir del pueblo de Turmero, a una legua de
distancia, se descubre un objeto que se presenta en el horizonte… No es una colina
ni un grupo de árboles muy juntos, sino un solo árbol, el famoso Samán de Güeré,
conocido en toda la provincia por la enorme extensión de sus ramas que forman
una copa hemisférica de 576 pies de circunsferencia. El Samán una vistosa especie
de Mimosa, cuyos brazos tortuosos se dividen por bifurcación. Su follaje tenue y
delicado se destaca agradablemente sobre el azul del cielo. Largo tiempo nos
detuvimos debajo de esa bóveda vegetal”… (Alejandro de Humboldt, Viaje a las
regiones equinocciales del Nuevo Continente. Caracas, Monte Ávila Editores, 1985.
t. III, p. 87).
Viajó Bello a Londres en 1810 en una misión diplomática, junto con Bolivar,
relacionada con el proyecto independentista de los venezolanos. Nunca más a su
País retornaria. ¿Se conocieron Bello y Humboldt en el breve ínterin de este último
en Caracas? Sólo hay conjeturas al respecto sin apoyo historiográfico, más en la
historia posible ello ha debido suceder. La expedición organizada por el
naturalista, geólogo, botánico, astrónomo Alejandro de Humboldt (Berlín: 1769-
1859) y el médico, botánico Aimé Bonpland (La Rochelle, Francia, 1773 – Uruguay,
1858) llegó al puerto de Cumaná en la desembocadura del río Manzanares el 16 de
56
julio de 1799: Emprendian, pues, desde Venezuela estos dos grandes varones de la
ciencia la primera gran exploración por el conocimiento riguroso de la naturaleza
del Nuevo Mundo, con su posterior corolario de la honda repercusiónen la
ransformación de la mineralogía, geografía, eodesia, astronomía, zoología,
botánica, cosmología, entre otras.
Así describe Humboldt su profunda emoción al contemplar por primera vez el
verdor del Nuevo Continente. “Habiamos llegado al fondeadero, frente a la
embocadura del río Manzanares, el 16 de julio, al despuntar el día más no pudimos
desembarcar sino muy tarde de la mañana, porque estábamos obligados a
aguardar la visita de los oficiales del puerto. Se fijaban nuestras miradas en los
grupos de cocoteros que ribeteaban la costa, cuyos troncos de más de sesenta pies
de altura dominaban del paisaje. La planicie estaba cubierta de conjuntos de
Casias, Cápparis y de esas mimosas arborescentes que, semejantes al pino de Italia,
extienden sus brazos en forma de quitasol. Las hojas pinadas de la palmeras se
destacaban sobre el azul del cielo cuya pureza ningún vestigio de vapores
enturbiaba. Subía el Sol rápidamente hacia el zenit. Difundíase una luz
deslumbradora por el aire, por colinas blanquecinas tapizadas de Nopales
cilíndricos, y por un mar siempre sosegado, cuyas riberas están pobladas de
alcatraces, de garzas, flamencos. Lo brillante del día, el vigor de los colores
vegetales, la forma de las plantas, el variado plumaje de las aves, todo anunciaba el
carácter prominente de la naturaleza en las regiones ecuatoriales.” (A. de
Humboldt, op. cit, t. I. p. 377).
El 21 de noviembre de ese año, “por la tarde”, arribarían a Caracas donde
permanecerían escasos dos meses. “Dos meses pasé en Caracas. Habitábamos el Sr.
Bonpland y yo en una casa grande casi aislada, en la parte más elevada de la
ciudad. Desde lo alto de una galería podíamos divisar a un tiempo la cúspide de la
Silla, la cresta dentada de Galipán y el risueño valle del Guaire, cuyo rico cultivo
contrasta con la sombría cortina de las montañas en derrador. Era la estación de la
sequía.” (A.De Humboldt, Op. Cit; t. II, p. 329).
La ruta de Humboldt-Bonpland por el territorio de la Provincia de Venezuela fue
la siguiente: De Caracas a los Valles del Tuy, Valles de Aragua: La Victoria,
Turmero, Maracay, Valencia, Las Trincheras (aguas termales), Puerto Cabello;
57
enrumban hacia los Llanos Centrales: Calabozo, Apure (San Fernando), conectan
por el río al Orinoco (abril de 1800): San Carlos de Río Negro, Caño Casiquiare,
Descendieron por el Orinoco hasta Angostura (hoy Ciudad Bolívar), tomaron
luego el camino llanero para El Pao hasta Barcelona, de allí otra vez a Cumaná.
Desde este puerto se embarcaron rumbo a la Habana. “Habíamos pasado 16 meses
en estas costas y en el interior de Venezuela. (…) Nos separamos de nuestros
amigos de Cumaná el 16 de noviembre (de 1800). La noche era fresca y deliciosa. Y
no fue sin emoción que vimos por última vez el disco de la Luna iluminar la copa
de los cocoteros que rodean las riberas del Manzanares.”
Dejó Humboldt en su largo recorrido de dieciséis meses (16-VII-1799 al 16-XI-1800)
por el territorio venezolano fehacientes descripciones de la agricultura en ese
momento de la historia, expuso con detalle los cultivos originarios: el maíz, la
yuca, la papa, el cocotero, el cacao, la lechosa, las sapotáceas, las anonanéceas, la
piña, la guayaba, junto a tantas otras. De las plantas exóticas, traídas por los
europeos, destacó el cafeto, la caña de azúcar, algunos frutales (manzanas,
duraznos, naranjas), en fin. Señales de estas plantas sativas reveladas por el
cientifico alemán renacerían después en los versos de Andrés Bello. Revela
Humboldt en su maravillosa aventura intelectual, científica, rotulada Viaje a las
regiones equinocciales del Nuevo Continente, por primera vez a los
hispanoamericanos el esplendor, la realidad, la riqueza, la belleza, la temperie, del
a tierra donde habían nacido, habitan, donde luego depositarán sus huesos: el
Nuevo Continente. Por eso Bolívar en carta de 1820 define a Humboldt “el
descubridor científico del Nuevo Mundo”.
El Libro comenzó a editarse primero en francés a partir de 1814, ese mismo año se
inicia la versión inglesa, impresa en Londres. Esta última fue la leída por Bello
durante su larga permanencia en la capital de Inglaterra. Significó este
acontecimiento el encuentro existencial definitivo entre el gran poeta y el gran
naturalista. Desde la brumosa lejanía de Inglaterra a Bello se le reveló con dicho
hallazgo la majestad natural del Nuevo Mundo intelectualmente iluminado por la
inteligencia y la cientificidad de Humboldt. Sólo así pudo Bello componer sus dos
formidables poemas novomundanos, “ALOCUCIÓN A LA POESÍA” (1823), “LA
AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA (1826).
58
Dos largas silvas donde por primera vez se invita a amar, cuidar, entar el espacio
natural – su flora, su fauna, sus ríos, su aire, su luz, su tierra, sus mares- de la
llamada por Humboldt con sorprendente precisión geodésica “la zona tórrida”, la
comprendida entre el Trópico de Cáncer del hemisferio boreal, el Trópico de
Capricornio del hemisferio austral, dividida por el círculo máximo del Ecuador,
pero sólo el ámbito circunscrito al Nuevo Mundo. Para los lectores de: Azul
Ambientalistas se copian apenas los primeros cincuenta versos de su poema.
LA AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA
¡Salve, fecunda zona,
que al Sol enamorado circunscribes
el vago curso, y cuanto ser se anima
en cada vario clima,
acariciada de su luz, concibes!
Tú tejes al verano su guirnalda
de granadas espigas; tú la uva
das a la hirviente cuba;
no de purpúrea fruta, o roja o gualda,
a tus florestas bellas
falta matiz alguno; y bebe en ellas
aromas mil el viento;
y greyes[rebaños] van sin cuento
paciendo[comer pastos] tu verdura, desde el llano
que tiene por lindero el horizonte,
hasta el erguido monte,
de inaccesible nieve siempre cano.
Tú das la caña hermosa,
de do la miel se acendra[purificar],
por quien desdeña el mundo los panales;
tú en urnas de coral cuajas la almendra
que en la espumante jícara[vasija] rebosa;
bulle carmín[insecto] viviente en tus nopales,
59
que afrentafuera al múrice de Tiro;
y de tu añil [arbol] la tinta generosa
émula es de la lumbre del zafiro.
El vino es tuyo, que la herida agave
para los hijos vierte
del Anahuac feliz; y la hoja es tuya,
que, cuando de suave
humo en espiras vagorosas huya
solazará [descanzara, aliviará] el fastidio al ocio inerte.
(…)
Para tus hijos la procera [eminente, alta] palma
su vario feudo cría,
y el ananás sazona su ambrosía [manjar de los dioses];
su blanco pan la yuca;
sus rubias pomas la patata educa;
y el algodón despliega
el aura leve las rosas de oro
y el vellón de nieve.
Tendida para ti la fresca parcha
En enramadas de verdor lozano
cuelga de sus sarmientos trepadores
nectáreos globos y franjadas flores;
y para ti el máiz, jefe altanero
de la espigada tribu, hincha su grano;
y para ti el banano
desmaya al peso de su dulce carga;
el banano, primero
de cuantos concedió bellos presentes
Providencia a las gentes
del ecuador feliz con mano larga.”
(…)
60
(A. Bello, “LA AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA”. En: Poesías. Caracas,
1981. pp 65-69).
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2012/06/andres-bello-alejandro-de-humboldt-
los.html, Lubio Cardozo, Andrés Bello – Alejandro de Humboldt: los creadores del
sentimiento ecológico en el nuevo mundo. Lunes, 11 de junio de 2012.
61
3. La Metaecología y sus creadores
62
1
Poema Diosa Tierra por Lubio Cardozo
Diosa Tierra
Pongo el oído sobre la piel de la tierra:
Un rocal silencio responde,
sueño el eco de tu inmenso misterio.
Gran Diosa Madre de la existencia,
clemente.
Nunca nos desampararás.
Cruzamos en ti la aventura del extraño viaje
por el abismo infinito.
¿Qué somos oh Madre Gea?
Sea cual haya sido el derrotero
tomado en el espacio de la vida
ella siempre benigna en sus senos nos recibirá.
Denso térreo perdón por todos los errores.
Ser un puño de tierra, divino orgullo.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/01/poema-diosa-tierra-por-lubio-cardozo-mi.html,
Lubio Cardozo, Diosa Tierra. Miércoles, 7 de enero de 2015.
63
2
La idea de poesía en Nada Salas: Kosmos
…”por los bellos dones de las Musas
ceñidas de violetas y por la dulce lira de
los cantos”…
Safo.
Conforman las piedras circuidas por
las espirales del vacio el Universo, en
la amorosa dynamis eterna del Caos
uncido al Cosmos, infatigables
espíritus de la existencia. Hay entre
ellos un rey, el sílex junto a su corte
de mil nombres minerales, origen o principio de todo lo demás. En este bello
planeta llamado Gea por los griegos, Tellus por los romanos de la latinitas, Tierra
en nuestra voz, sobre sus rocas descansan los océanos, sobre sus riscos comenzaron
un largo camino los líquenes, los licopodios, los musgos, los gimnospermas, hasta
el advenimiento de los árboles con flores, los insectos, los vertebrados, el humanus.
Si paseando por un camino alguien una menuda piedra recoge y grita: “¡Tengo en
mi mano un pedazo de Universo!” Dice la verdad sin lugar a dudas. Ese mismo
grito pero en el tejido de los versos expresado para armar sus diáfanas odas, lo
disparó a los cuatro vientos Nada Salas en su primer poemario “Lapislázuli”
(1993).
Las composiciones de este singular libro de Nada Salas, rinden un homenaje a los
minerales dotados de la sorpresa, lejos de cualquier calificativo banal, van sólo en
esas páginas por cuanto poseen algo robado a la naturaleza del relámpago.
Disciplinada poeta.
Nada Salas, ante estas piedras admirables cualquiera tentación erudita soslaya,
apenas un poco de su encantamiento extrae, para equivalerlo con aspectos de la
vividura del humano enamorado del Universo:
64
"ZAFIRO
Pedazo de cielo
venido a menos.
Añico del techo celeste.
De la profunda tierra
sumida en tinieblas
precioso tragaluz.
(…)”
(p. 189)
Este ludismo de cruzar los ejes de la gracia del metal con perfiles de la
contingengencia del viandante muy bien lo registra en
“EL AZOGUE
(…)
¿De qué fragua fantástica
manan tus gotas
pulidas y pesadas?
¿En qué magnífico manantial
fueron forjadas?
(…)
Azogue. Tan desconcertante
como el mismo corazón
del hombre:
Puedes roer como un
diente feroz
y brillar, a la vez,
como la Luna
redonda.”
(p. 41).
65
El ámbito inmediato, continuo, envolvente de los guijarros, de los riscos, de la
arena milagrosamente compactada en sus brillantes formas, se nomina celeste
atmósfera, maternal abrigo transparente del Planeta. Entiendo acá, erigió con sus
sentimientos junto a sus reflexiones sobre las estrofas, la poeta, un ara de ofrenda
lírica al gran ciudadano de la humanidad Alejandro de Humbolt “el descubridor
científico del Nuevo Mundo” tal lo definió Bolívar. Pues bien, vuelca la atmósfera
desde las estrellas la cornucopia de los prodigios de la luz, de los vientos, de la
lluvia, el rayo siempre sorprendente, la fiesta del trueno, la femenina inquietud del
relámpago, el esplendor de la nieve, la vorágine de los huracanes, las tormentas
del malhumorado Bóreas o las cálidas corrientes empujadas por el muelle Notos,
ya la en todas partes Aura -la tan deseada brisa- ya Céfiro con su viento suave,
templado, del oeste tan amado de los trovadores.
Para aquellos antiguos griegos -creadores de Occidente- eran las Horas: Eirene,
Eunomía, Dike, las responsables de los caballos del Sol, custodiaban las puertas del
cielo, disponían las nubes, atalayas en fin del clima, de la temperie.
Una vez le preguntaron al filósofo presocrático Anaxágoras de Clazomene (s. V a.
c.) cual fin tenía la vida, él respondió: “para contemplar el Sol, la Luna, las
estrellas, el cielo”. Más de dos mil años después Kant categóricamente afirmará en
el “Colofón” de su “Crítica de la razón práctica”: “Dos cosas colman el ánimo con
una admiración y una veneración siempre renovadas y crecientes, cuando más
frecuente y continuamente reflexionamos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y
la ley moral dentro de mí”. Pero revelar en la red de los versos ese capítulo del
Planeta Azul fácil no resulta. Además de la autenticidad de la empatía erótica con
la tierra, el vate o la vidente deben poseer la fortitud del vocablo helénico
“parresía”: con esa voz los escritores grecorromanos identificaban la libertad del
lenguaje, la autonomía de hablar, la franquía de decir, hasta de disparatar por
placer. Más la libertad de la palabra exige valentía. Clamaba Pïndaro con
vehenencia por esa virtud para los cantos de sus coros: “Oh augusta Musa, madre
nuestra, yo te suplico”. (NEMEA III).
Palabra libre, coraje, belleza el alma poética esencian. Nadie es dueño de la poesía
-a no ser Homero, Píndaro, Garcilaso, Darío-, el regalo divino de la creatividad
lírica no posee dueño, sí la máxima exigencia, sí apuntar hacia lo bello en el espacio
66
de la ódica. Escribió Nada Salas a la atmósfera, a su intrincada riqueza fenoménica,
un hermoso opúsculo: “Celajes” (2011). Laboreo sutil, videncia, emotividad verbal
para depositar en esos cantos el inquietante relampagueo de lo sorpresivo,
transmutado en brillo, en artisticidad expresiva. Certum esse: Se pone ante los ojos
del lector el inmediato poema al azar tomado.
“CIELO ABORREGADO DE NUBES
Guiados
por pastores invisibles,
al son de pifanos
inaudibles por la grey de abajo,
en trashumancia serena y segura,
hacia ignotos prados
se desplazan
por los campos celestes.
¡Qué solemnidad silente!
¡Qué contraste con el paso
de la gárrula gente
que no sabe
cómo orientar sus pasos,
mientras en turbelento desfile
se traslada
hacia los ineludibles
prados del poniente!”
(p. 27).
La poesía libertad significa, pero esa libertad requiere de la valentía en el hacerse,
necesita aventura, audacia en la creatividad verbal –“poietiké”. El sacro misterio
milagro de la belleza, el coraje de ser aportativo, la palabra franca, la esencia de la
lírica vigorizan. Presente dicha “virtus fortitudinis” en Nada Salas, porello en sus
textos ódicos se atrevió plasmar los alaridos de la fronda, el murmullo de la
floresta. “Raigambre” (2001) un fehaciente obsequio del valor de escribir así sobre
67
este horizonte de laberíntico mundo del Planeta Azul, más de cien odas para
celebrar el reino vegetal. Grita la Madre Gea sus salmos al través de las formas de
sus criaturas. Sabe oirlas Nada Salas. Escucha el díalogo de las plantas con el
viento, el clamoreo de los cerros, de los ríos, del mar, el bramar de las ventiscas, el
rin-rin del grillo, el trombón de los abejorros, el croar de las ranas, el serio rugir de
los felinos, el trino de los pájaros celajes. Con la misma devoción por los escenarios
botánicos de este Continente del cantor de la “Zona Tórrida” Andrés Bello, vertió
con sabiduría la poeta en las estrofas de “Raigambre” las cantigas de los padres
árboles percibidas por el encantamiento del verdor, mediante la constante
presencia del entrecruzamiento lúdico de los entes de la naturaleza exterior con la
ventura íntima del humano, así pues tradujo al papel el susurro de:
“EL MANGO
Pomo paradisíaco.
Seductora manzana de la Zona Tórrida
nacida de ramaje
que periódicamente
-ya porque la Luna brilla
ya porque las aves cantan
y perfume esparce la brisa-
al aire decide echar una cana
cambiando por rojo cobrizo
el verdor de su cabellera.
Si en el jardín de Hurácan
fuiste modelada
por voluptuosas manos sin forma.
Si te sazonaron
los ósculos miel-canela
del astro canicular.
Si te pintó
68
el pincel abigarrado
del ocaso tropical.
Si hálitos ajenos a esta tierra
aromaron
a delicia de tu pulpa…..
¿Serían tus carnes de Eva
y no las curvas de una fruta
con casto corazón de nieve
lo que Adán no pudo resistir
allá en el Edén?”
p. 80).
Las amadísimas Diosas de los dominios nemorosos, las selvas, la fauna silvestre,
Artemis, Diana, al contemplar el laboreo composicional de Nada Salas,
agradecidas sonreirán por la amorosa centinela de sus reinos aunque sólo utilice
para la defensa de esos territorios las saetas de sus ritmos.
Hasta el presente (2012) en cada unidad composicional lírica de Nada Salas tres
ejes paradigmáticos rielan: el ente proveniente del paisaje sólo iluminado en su
belleza, la cual a si vez reflecta el gesto, un rasgo espiritual de la poeta o de otro
noble humanus, segundo eje; el tercer nivel reposa en el tratamiento literario de la
elocución, en su melodía, en la escogencia de los vocablos, en la elegancia
expresiva: en este último carril, meramente formal, la voluntad de lo novedoso
perfila, basada en la unicidad, en la imparidad bien tramada de dichas odas cual
invisibles estructuras de apoyo a la sorpresa, de invitación a la lectura. Celebre, a
colación, el axioma de León Tolstoi: “Sin novedad no hay arte”.
Ocupa el reino animal el corpus de su grato libro “Arca de Papel” (2006). Admírase
la espontaneidad de la escogencia de sus invitados a la eternidad del canto, igual
así su bondad de alumbrar a estos amables compañeros suelo nominarlos, por lo
menos a los vertebrados, ‘humánidos’ de la maravilla de la andanza. Tal vez la
poesía para Nada Salas la gran aventura durante su peregrinaje por el dilatado
69
país de los días signifique. Pero ¿de dónde brota esa singularidad de su escritura
lírica? ¿Reminiscencias de la absoluta noche originaria interpeladas cual un don o
un destino, enhebradas en estrofas mediante la imaginación enriquecedora?
Misteriosa (¿explicita evocación por ello?) su composicion “Falena” del
mencionado opúsculo, “Noctívaga”.
En desatinada errancia
su solemne vuelo.
Desde la
oscuridad del insomnio
aterrizó
delante de mi lecho.
De la luz enamorada
condenada a ser sombra.
Fantasma
en solitaria ronda
buscando adónde
despojarse de su pena.”
(p. 53).
La esencia de la creatividad de Nada Salas libertad se llama, insisto. Exige la
anámnesis expedita vía, franquicia elocutiva sobre los rieles de una auténtica
musicalidad para asomarse a lo recóndito por los postigos de los versos. Hace más
de dos mil años el dramaturgo romano Gneo Nevio (s, II a.c.) lanzó su solemne a la
par de famoso reto: “Libera lingua loquemur” (“dejemos la lengua hablar con
libertad”).
“QUETZAL
En cenital ascenso
desprendida del arcón de la selva
una esmeraldina gema
70
enjoya
el aire de la mañana.
¡Es un quetzal en vuelo!
(…)”
(p. 95)
¿Es Nada Salas, su poesía, cual esa ave?
NOTA: Inicia el rótulo de este escrito la palabra KOSMOS, en laude a la
monumental obra de Alejandro de Humbolt, “Kosmos o descripción física del
mundo” (Berlin, 1845-1859), rica en abundantes descubrimientos e investigaciones
aportativas del ilustrísimo intelectual alemán. Nada Salas, heredera sentimental
del gran hombre, le prodiga, indirectamente, tributo con su obra lírica.
Lubio Cardozo, poeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/08/metecologi-kosmos-la-idea-de.html,
Lubio Cardozo, Kosmos: La idea de poesía en Nada Salas. Sábado, 15 de agosto de
2015.
Breve reseña biográfica de Nada Salas
Nada Salas es de nacionalidad croata, nacida en Chicago y ciudadana venezolana
por haber contraído matrimonio con el notable médico merideño Rafael Ángel
Salas Viloria. Profesa la religión católica. Habla croata, inglés, español, y lee
francés, alemán y ruso. Ha viajado por los Estados Unidos, Norte América, México
y Panamá. De Sudámerica solamente no ha visitado Bolivia y Paraguay. Ha
viajado también en Europa por España, Francia, Italia, Alemania y Yugoslavia, y
de África conoce Marruecos. Ella es una mujer de refinada educación y gran
cultura que transmite a su interlocutor el mismo encantamiento que entrega en sus
poemas. Habita en Caracas, donde espera vivir hasta el final de sus días. Pertenece
al Círculo de Escritores de Venezuela. Ahora es feliz cuidando hijos y nietos.
Trabaja en nuevos libros. Uno de motivos humanos, otro para los animales que se
llama Zoociedad, sobre la naturaleza, morfología, características y belleza
inherente a algunos animales. De todo lo anterior ha escrito zoopoemas como
solamente puede lograrlo el talento excepcional del poeta, y ella lo es en grado
71
sumo, porque serlo es precisamente hallar poesía donde ella se encuentra y está
escondida o se expresa de manera manifiesta. He allí también el milagro de la
poesía, que no solamente es hallar y no sólo expresar sino saber expresar de
manera original y bella. Es ver donde nadie ve; sentir cuando nadie siente y
expresar hermosamente cuando otros no han podido hacerlo de frente al fenómeno
que proporciona la materia prima original y viva, para poder lograrlo. ¡Oh poesía
revelación, hallazgo y milagro! Nada Salas: Magia de la palabra Ensayo 17. En 1998
recibió el premio Editor´s Choice Awards de The National Library of Poetry de
Maryland, Estados Unidos. En el prólogo de su libro Lapislázuli, en su columna
Candideces, el fallecido escritor y poeta Luis Beltrán Guerrero dijo: “De la nada ha
brotado un mundo poético. Nada Salas es poeta por la gracia de Dios. Su poesía
concentra toda la gama de su sentir y expresión, cascada de metáforas, peñasco de
fulgores, iris de rápidos y deslumbrantes reflejos. Nada Salas es una artista nata y
neta, conocedora de su propio valer, y por tanto, humilde y orgullosa al par. Ella,
gran señora, sabe de sedas y terciopelos en los salones; gran madre, de pañales
infantiles; sabe de azúcares en la cocina, y de pinceles y colores sobre el lienzo”.
Breve Reseña Literaria
Por una afortunada casualidad han llegado hasta mí, dos libros de la escritora venezolana
Nada Salas: Arca de papel y Lapislázuli, los que he leído ávidamente, para mi
complacencia. Registra en ellos la naturaleza de las flores, los árboles, las piedras, las
gemas preciosas, los metales. Su curiosidad sin límites y la aguda observación que posee,
le ayudan a desentrañar lo poético que tiene todo lo que existe. Ninguna cosa escapa a su
percepción atenta e insistente. Es casi increíble que alguien cuyo idioma materno es
extranjero, domine de manera tan perfecta el más puro español, el más atildado castellano.
Más aún, quedando estrecho este idioma a su prodigiosa imaginación, crea las palabras
que necesita para expresarse y consigue las desinencias apropiadas a su objetivo. Se ve que
ha estudiado nuestra lengua con amor, para el apasionado ejercicio de escribir y describir
cuanto ven sus ojos y contempla su mirada. Dispone de un vocabulario infinito para decir
y bien decir lo que su creatividad inventa de manera tan compleja y sencilla. En algunos
poemas muchos “por qué” quedan sin respuesta, sin que este interrogante mengüe el
encanto casi metafísico de ellos. Su talento poético florece en cada uno de sus poemas y su
oído profundo jamás pierde el ritmo de las palabras que se expresan en verso blanco
perfecto. No hay sílabas que sobren en la melodía subyacente de cada idea.
Dora Castellanos
72
3
La idea de poesía en Teresa Coraspe
Sólo la poesía a sus amorosos ampara;
el abandonar su exigente comarca
entonces las raras –selváticas-
pasiones de la intemperie o la Nada
aguardan. Algunos poetas lo saben,
otros no éstos yerran, se disuelven,
desaparecen. No hay más amparo
para el trovador sino la poesía.
Anda holgadamente Teresa Coraspe
en el laberinto de su difícil romería
por haber revelado en ella esa otra dimensión del contemplar, el ver salvante
– dispicecere- hecho de las Ideas. Entender así la aridez del arraigamiento cual una
tentación únicamente acreedora del olvido o apenas sí recordar su escalofrío.
Asumió ella en la estrella de caminos, veredas, sendas del misterio milagro de la
belleza el de la poesía, el alto principado de las encandecidas palabras,
imperceptible más certísimo don de Theós Apollo.
“Estos pasos que no me pertenecen
detienen su cansancio
junto al mar
Ah rostros visionarios
he andado hacia el fondo
allí donde terminan mis huesos”
(T.C., Vuelvo con mis huesos, 1978).
Corporiza la Idea de poesía en la escritura ódica de Teresa Coraspe, la maestitia.
Pero ¿qué habla la tristeza en la lírica?
Cuando al territorio de la existencia se desciende empréndese al romper la
búsqueda para tratar de descubrir entre la opima heterogeneidad del mundo, en su
tosca versión terrenal, lo belloverdaderobueno (la kalokagathía de aquellos lejanos
73
griegos) cual pieza clave del puzle o el mapa donde de inmediato se vislumbraría
la ruta infalible del retorno, la esperanza de enterrar para siempre bajo los
peñascos de la eternidad al acechante dragón de la miseria de la temporalidad,
escondido entre las ralas yerbas en la pradera de los días.
Escasos quienes esa cifra, esa alhaja hallan. Ante el desasosiego de no toparse con
la seña, el cuerpo oferta a cambio el señuelo, mediante la imperativa lectura del
Sol, la posibilidad de los placeres somáticos, infinitos aunque robados a la
naturaleza del relámpago, jugar al salto de la cuerda sobre a boca del vacío. Pero
los poetas, personajes muy severos en su altivo silencio, optan por la propuesta
restante, la melancolía. Empieza así el romeraje por los vericuetos de la vividura
sobre el singular caballo con un verbo por nombre, “Esperar”. Dejando va al cantor
o la cantora a lo largo del sendero los testimonios de sus pesquisas o de su fe en la
reminiscencia (en la anamnesis) cual tributo de lealtad al destino o al misterio
sobre el filo del riesgo de una creencia sus poemas.
“Una mujer se va
camino del verano
sin domingos
Se va sin detenerse
invadida de extrañas memorias
comienza a andar a la inversa
una mujer”
(T.C., Vértice del círculo, 1987).
Soledad, pueblo en la costa crinoquense del estado Anzoátegui situando, lo arrulla
un rosario de hermosas circunstancias, desde su nombre, Yacente en una
levemente inclinada planicie; en lo alto del declive, en lontananza se observa un
cerrado verdor, parecieran bosques; en la parte opuesta el Orinoco sus orillas moja;
el muy pálido azul de los cielos de Guayana en el verano lo envuelve. Conforman
la parte vieja de la pequeña urbe dos o tres plazas a las cuales llegan las antiguas
calles flanqueadas por casas construidas con dignidad arquitectónica, gallarda,
encantadora, rasgo de las edificaciones domésticas de los poblados históricos de
Venezuela. Pueblo nada tosco en los sectores originarios de su urbanismo. Por el
contrario sosegado, amurallado por la venustez de su conformación plástica.
74
Cruzan por sobre sus techos las cálidas brisas provenientes de las selvas de la
Orinoquia, uncida a ellas corretea también, a veces, la tristeza, dicen. Allí, un día
de 1970 –hasta la eternidad- Teresa Coraspe nace. Heredará su escritura lírica el
aboliendo de ese afectivo entorno geográfico, la pulchritudo maiestatis de su
paisaje el cual luego, desde dentro, mostrará en voces, en canto, la ódica de su
existencia revelada en las estrofas de sus seis poemarios publicados hasta el
presente. Incrementará ese tesoro emotivo, obviamente, a lo largo de su deambular
por los parajes de los días con sus lecturas, su pasión por los saberes de los
múltiples rostros de lo artístico, con su incesante pensar, más por sobre lo dicho,
con la vida misma.
Hay, empero, otra soledad. Compuso Safo de Mitilene (s. VI a.c.) –“Safo, de trenzas
violeta, pura Safo de dulce sonrisa”, Alceo- en su gratísima, fértil, isla de Lesbos
arropada por las auras del Mar Egeo, un patético poema -“al son de la flauta de
Lesbos Aquíloco- donde rima en sorprendentes versos cortos (la estructura
estrófica inventada por ella, después llamada sáfico-adónica) el patetismo de una
mujer sola en su lecho mientras transcurren las horas de la noche,
"Έχουν σίγουρα κρυμμένο φεγγάρι
και οι Πλειάδες.
Τα μεσάνυχτα, στη συνέχεια,
αφήστε ώρες,
αλλά εγώ, μόνος, κοιμάμαι ".
Traduzco:
“Se han ocultado ciertamente la Luna
y las Pléyades.
Medianoche entonces,
se marchan las horas,
pero yo, sola, duermo”.
Vigoriza, definitivamente, la solicitud los cantos. Aguardar las noches, sola en su
cama una mujer -¡una mujer!- ha sido tema desde la literatura hasta el cine.
Aunque conocedora de la ódica de Safo, en la composición siguiente de Teresa
Coraspe, no hay influencia sino esa coincidencia existencial o tal vez fabularía.
75
“Tejo y destejo cual Penélope a la espera de Odiseo
sólo que yo no espero a nadie
sino el amanecer frio y sin voces
donde el recuerdo enhebra las edades
y da cuenta de las cosas idas que ya nunca más vuelven
Tejo y destejo la madrugada”
(T.C., La casa sin puertas, 2004).
Reposa la elocución lírica de Teresa Coraspe en seis libros publicados hasta el
presente (2001); versos, estrofas, composiciones depositarias de su pulchiritudo
cantici. Concebidos en Ciudad Bolívar, valga decir en el extremo sur del País, muy
lejos de las metrópolis posesoras de sus grandes instituciones culturales: de
Universidades, bibliotecas, librerías, museos de arte, galerías, enormes teatros,
cinematecas, complejos talleres de impresión; distante pues de Caracas, Maracaibo,
Mérida.
Dificultades objetivas transformadas paradójicamente en piedras de toque para
probar su talento creativo. Autora Teresa Coraspe de una poesía sugestiva en su
densidad existencial, de pensamiento, de vivencialidad. Trabajados sus opúsculos
con responsabilidad ante la tradición humanística venezolana, con dedicación en la
escogencia con tino de los vocablos adecuados para el fluir de sus sentimientos.
Escritura dignísima donde se graba un acontecer de la condición humana, la
melancolía, la maestitia.
“Hoy amaneció la tristeza
Me acompañó por la ciudad
La sentí como una delgada luz plateada
Y era azul el sentir
Mágica montaña que no se logra alcanzar
Allí estabas con una incomprensible alegría.
Con la nostalgia de mi ser
la delgada luz de plata en mi interior
y el mágico azul de mi sentir me despedí”.
(T.C., Este silencio, siempre, 1991).
76
Podría asumir acaso Teresa Coraspe, en el horizonte de su actual temporalidad, la
frase de Cicerón acie mentis dispicio (“Veo con la agudeza de los ojos del
espíritu”).
En fin, sólo la poesía salva a sus feligreses, a sus feligresas, cuando son verdaderos,
auténticos, cuando la dignifican.
Del libro: Tersa Coraspe, Tanta nada para tanto infierno. 91 poemas. Ciudad
Bolívar, [s.e.], 1994.
ANTIGUO ESPLENDOR
ahí había vivido, crecido, amado.
Mis antepasados vivieron y murieron. Las paredes
hablan en silencio; aún puedo oir el eco de
lejanas voces;
hoy recorro cada lugar desdibujado con un grito
apretado a mi espalda.
Todos han muerto me repiten los árboles
secándose ante un sol sin clemencia
todos han muerto me dicen las campanas
de la Iglesia cercana;
todos han muerto y mis pasos resuenan
sobre el polvo de alfombras deshechas.
Los habitantes ya no existen;
los espejos son espectros de imágenes llorosas.
Yo camino,
piso descalza el polvo desleído del tiempo;
piso descalza el filo del olvido;
piso descalza una lágrima apretada entre mis ojos;
piso descalza el pico agresivo del cuervo y avanzo
Voy reconstruyendo cada rincón desdibujado
voy colocando las flores secas sobre floreros rotos;
voy sacando del fondo del vacío rostros de seres
77
que no olvido;
voy quitando telarañas, polvo seco desleído
de las honduras que ya son tristeza.
La casa me persigue como un fantasma sonámbulo
Abuela siempre vivió a la orilla del río.
Madre jamás estuvo más de dos años en ningún lugar.
Yo no tengo recuerdos
La memoria de la vieja casa
es la historia de un
que será real dentro de otro tiempo
Sigo tejiendo telarañas para el olvido
sigo pisando descalza la cabeza del cuervo;
los rostros de un daguerrotipo me sacan la lengua.
Voy descalza a la inversa del recuerdo.
Lubio Cardozo, poeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-la-idea-de-poesia-en.html,
Lubio Cardozo, La idea de poesía en Teresa Coraspe. Sábado, 5 de septiembre de 2015
78
4
La idea de poesía de Carlos Agusto León. La belleza uncida al bien
Recorre la obra lírica de Carlos
Augusto León, sin distinguir temas,
fábulas, aspectos, intenciones, una
Idea sublimes manifiesta
gallardamente el bien uncido a la
belleza. Este pensar genesíaco
nutriente de sus versos ("Es la poesía
en su inherencia un pensar" M.
Heidegger), expresado con ostensible
valor, posee un noble abolengo
originado en lo mejor de la sabiduría
de la Grecia clásica, lo nominaron aquellos griegos kalokágathía: en ese vocablo
dos conceptos fundamentales sobre sus dos voces se fusionan para crear una
palabra portadora de una esencia salvante, entre muchas otras, de Occidente, cuya
versión se deja a criterio de la sensibilidad e inteligencia del lector. Esas dos voces
se dicen* kállos (belleza), agathós (lo bueno, el bien). Escribe Platón en Fedros "Es
deífico todo lo bello bueno verdade_ ro, y todo lo análogo, ello nutre, fortifica las
alas del alma." Constituye, pues, la kalokágathía la Idea de poesía profunda, sabia,
sustentadora de la Ódica de Carlos Augusto León* la belleza consubstanciada con
el bien unida a la verdad (la alétheia)
"Cada noche es un viaje
un puente que cruzamos."
C.A.L., Los dísticos profundos, p. 27.
Presentís la kalokágathía en los disimiles senderos andados por el poeta en su
aventura por el bosque de la palabra encantada. Verso, estrofa, composición,
inclusive los epígrafes, al lado de su contenido primario, hacia esa Idea apuntan.
79
Usa en el desarrollo de su discurso filosófico Platón el término kalokágathía pero
sin profundizarlo más allá del lenguaje académico (República, Filebo); si saca a la
luz Aristóteles la energía contenida en la esencia del vocablo ductor de este escrito,
en sus tratados Ethlca Eudemia, Magna Moralia» Esa noble actitud existencial del
humanus (no del inhumarais) el cantor Carlos Augusto León sólo por la vía de sus
trovas la expone con sutil, alongada vehemencia, es su pathos cantici.
En un anterior estudio de quien esto escribe titulado "Lo poético en Carlos
Augusto León" ( Paseo por el bosque de la palabra encantada» Mérida, ULA, 1997
pp. 87-105) se revela el soporte formal escritural de esta Idea: los recursos
expresivos artísticos del lenguaje ódico. Se explicitan en dichas páginas con
expositiva exuberancia la retórica de su lírica uncida necesariamente a la casuística
de sus respectivas apoyaturaso.
Sobre esa base retórica fundamental mencionada, dos horizontes hay,
estructurantes definitivos de sus composiciones: una, la asunción de la música
cual otra semántica esencialmente imbricada al sentido de las palabras de sus
estrofas; dos, su percepción del discurrir cotidiano de su contemporaneidad en su
trágica dialéctica con la naturaleza en su acepción ecológica.
Se estudiaron, para exponer los dos asuntos mencionados, los siguientes
volúmenes de versos de Garlos Augusto León (Caracas: 1914-1997) El río fértil
(1980), el cual a su vez comprende treinta y ocho poemarios publicados antes de
esa fecha; Lo infinito por decir (1980); Coplas de amanecer para Lupe (1983); Los
dísticos profundos (1984), Juegos del yo (1989). Obviamente: C.A.L., Las siglas del
trovador.
"EL PAÍS DEL OLVIDO
El país del olvido
no tiene fronteras ni caminos.
Se llega a él de pronto cuando no lo pensamos.
0 bien se va entrando lentamente como en agua dormida.
El país del olvido no tiene árboles ni nubes
ni nadie que recorra sus extensiones solas
porque aquel que lo haga también es ya olvido,
80
de sí mismo se olvida."
C.A.L., El río fértil, p. 322.
La musicalidad de la tierra
Así cual lentamente se expande la luz desde la alta madrugada, iluminando va uno
a uno los diversos objetos, formas, faces del espacio terrestre, les insufla entidad,
les otorga su manifestación, los salva de la ocultación de la obscuridad, con igual
propósito las odas de Carlos Augusto León los variados aspectos, perfiles, actos
dignos de la existencia celebran: vida poética les dan. Asumió con autenticidad,
defendió con valentía, pregonó a los espacios destinales de la rosa de los vientos
-y jamás lo negó- la maravilla del mundo. Rapsoda, pues, mas no de antiguos
versos hazañosos sino de su propia épica, cantó su amoroso arraigamiento en las
estancias de los días. Nada excluyó en el desenvolvimiento de su ventura
composicional, ni el rostro del mal ni la dureza del dolor, pero siempre privilegió
lo bello en sus múltiples niveles, el bien enraizado en el sentimiento moral en
coyunda con la verdad, encabalgados en su sentida lírica.
"Quisiera para el verso
la nitidez del trino".
C.A.L., Los dísticos profundos, p. 64.
Constituye la poesía una forma, una de las corporeidades de la música, la vocal.
Podría explicarse a la inversa, la música conforma el ser absoluto de la poesía, con
o sin la asistencia de la voz. Un fin, esta vieja aporía en su ir y venir subsiste en su
ludismo. Traído esto a colación por cuanto la musicalidad singulariza una de las
esencias trascendentales patéticas -en el buen sentido del vocablo- de la pul-
critudo poesis del profeta de las Musas Carlos Augusto León. Más allá de la obvia
cadencia inherente a lo lírico, en él la música significa además transmitir un pensar
para acercarse a sus realidades, a las cosas en si, al noúmeno focalizado
(revelación) por el poema, iluminarlo (desocultarlo), reconocerlo (meminisse),
luego entregarlo al concluir el proceso de la alquimia de la creación videncial, a sus
lectores. Pues bien, esta sustentación rítmico-genesíaca de sus versos una de las
columnas fundamentales de su trova manifiesta. Pero, ¿de dónde viene la
musicalidad de sus estrofas? Sabe el poeta, por su condición intrínseca de vate, su
destino, ser la voz de la tierra, de la arcilla de la proveniencia, de la greda de la
81
pertenencia. Representa ella, la tierra, en una de sus múltiples formas, el soma del
humanus. Yace en el cuerpo aunque no inerte ni oculta ni silente; desocúltase ella,
precisamente, al través de la melodía verbal cual paradigma de su grito, de su
mostración sonora; la punta de la saeta en esa larga evolución de la voz significa
los sentimientos, las emociones, las pasiones, el cavilar, la creatividad sólo en el
canto corporeidad, realidad, adquiere. Posee, entonces, la tierra y la Tierra,
entendidas en su globalidad —la Madre Gea: su azul atmósfera, sus aguas, sus
piedras, sus climas, sus Continentes— en su inherencia el son, la cadencia, la
armónica sonoridad, la cual lanzan -cantigas al mundo- sus hechuras más
desarrolladas, los grillos, las ranas, los pájaros, las ballenas, los genuinos dueños
del reino de la selva, pero la más sugestiva en esa secuencia rítmica de las voces, de
los tonos, lo encarna el humanus. Obsequia también dicha musicalidad la Madre
Gea en el viento, en las olas del mar, en el correr del rio.
(...)
Con el viento que es mar a donde van las voces del hombre, de la bestia, de la selva
dormida, el sonido del día y el rumor de la noche,
a solas con la vida.”
C.A.L., El rio fértil, p. 155
”Soy en el Cosmos molécula
que canta.”
C.A.L., Los dísticos profundos, p. 28.
La naturaleza en su acepción ecológica
Organizó su concepción del mundo, de su participación en la sociedad Carlos
Augusto León con base a la filosofía del materialismo científico engelsiano,
enriqueció esa visión ideológica de su discurrir el aporte de su formación
profesional de ingeniero civil, conocedor entonces de altos niveles de la ciencia
matemática. Alimentan a la par, adecuadamente, dichos saberes su desarrollo
espiritual junto a sus disciplinados sentimientos. Hombre de una gran bondad
innata sin lugar a dudas, le allegó su seno familiar una muy bien perfilada
moralidad la cual a lo extenso de.
Lubio Cardozo, ecopoeta ambientalista venezolano
82
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-la-idea-de-poesia-de.html,
Lubio Cardozo, La idea de poesía de Carlos Agusto León. La belleza uncida al bien.
Sábado, 26 de septiembre de 2015.
83
5
La idea de poesía de Alberto José Pérez: Los llanos occidentales de Venezuela en la obra de su último gran bardo
“Son raros quienes logran triunfo sin
trabajo,
el resplandor colmante de la vida entera
con las obras cumplidas”.
Píndaro, Olímpica X.
Dorado, el color del oro, éste lo único
tangible puro; la poesía, en la
dimensión de lo intangible, lo
equivale. Es el ser del poema la
poesía, lo demás a la prosa pertenece.
Han salido de los llanos venezolanos significativos poetas, aportativos en el
hilvanado de la cultura humanística del país. Con su obra lírica un estrato literario
singular dignísimo conformaron. Con su escritura culta, de variada fabulación, de
temática rica en sus múltiples ángulos de pensamiento, en un lenguaje de alta
exigencia, crearon sus cantos de elevado nivel cual una continuación en su
sugestividad, en sus emociones, de la respetuosa tradición genuina, nativa; pareja
en su precio histórico esta ódica fijada en la letra de aquella otra, la épica del siglo
anterior hecha mediante el valor, la temeridad, las lanzas, la guerra heroica
registrada no sólo ya en la poesía sino en el acontecer estructurante de la patria.
“como centellas/ aparecen los jinetes/ que un día estremecieron el mundo”
(A. J. Pérez, En la alta noche, 2010, p. 42).
Reveló a los venezolanos la solariana melodía de los llanos con sorprendente
fuerza descriptiva, por primera vez, Francisco Lazo Martí (1869-1909), timonel del
nativismo lírico. Más allá de la épica realizada sobre ese extenso territorio —Las
Queseras del Medio, Mucuritas, Mata de la Miel, por los varones Páez, Zaraza,
Aramendi, Pedro Camejo, uncidos a los caballos, las lanzas, las espadas para
84
escribir con la sanguínea tinta de la valentía la literatura del fragor—, alumbra
Lazo Martí otras estampas de la fisiografía de ese espacio ocupante del corazón de
Venezuela: la hermosura de las planicies de Calabozo, la gente, la flora, los
animales —sativos o silvestres—, su suelo, su cielo, el verano, las lluvias, junto a la
existencialidad del bardo mismo, con un lenguaje prestado al relámpago, el trueno,
al fuego celeste de esas llanuras del centro de la nación. Rotuló sus cantos en las
páginas de muchos gratos sonetos pero súbditos éstos alrededor de una
composición central, La Silva criolla (1901). Nacieron un poco más allá al este de
Calabozo, en los nominados llanos orientales, dos cardinales trovadores, en
Cantaura, Mercedes Guevara Rojas de Pérez Freites (1885-1921), José Tadeo
Arreaza Calatrava (1885-1970) en Aragua de Barcelona. Mirando ahora hacia el
oeste, la lírica de los altos llanos occidentales tres nombres la honran: de Barinitas,
Alfredo Arvelo Larriva (1883-1934), Enriqueta Arvelo Larriva (1901-1963), de
Barinas (la ciudad) Alberto Arvelo Torrealba (1905-1971). Cierra este brillante ciclo
de la ódica de los llanos un cantor de la misma cepa nacido en 1951 en el pueblo de
El Samán del estado Apure, Alberto José Pérez, hoy por hoy en Barinas residente.
¿Por qué usar el vocablo ciclo para esta generación colocada holgadamente en el
tiempo? Salieron a la vida en comarcas situadas sobre una peculiar fisiografía la
cual matizó de alguna forma sus versos, en unos más en otros menos. Con
excepción del último escritor mencionado, sus obras se ubican en el siglo veinte,
diez décadas cuando Venezuela un perfil definido de la contemporaneidad del
mundo occidental adquiere. A partir del presente siglo veintiuno distinta silueta
intelectual pareciera comenzar a dibujarse en el país. ¿Se puede hablar entonces de
homogeneidad generacional en ellos? Quien esto pergeña así lo concibe: encima de
la raíz de la sólida tradición literaria nacional, regional, ellos su creatividad
genuina irguieron al percibir la lírica cual una santa continuidad venida desde
Grecia —Safo, Arquíloco, Píndaro—, reimpulsada hacia el oeste europeo durante
el Imperio Romano —Virgilio, Horacio, Ovidio, Tibulo, Propercio—. Helenismo,
latinidades uncidas en la estructuración esencial —material, espiritual— de
Occidente, volcaron en ese espacio humano los tesoros de sus saberes, de su
artisticidad. Con la conquista española de “las regiones equinocciales del Nuevo
Continente” ninguna de estas riquezas espirituales llegó. Así como la lengua era,
según Nebrija, compañera del imperio español, también lo fue de la ignorancia
bien inoculada, bien administrada (“nos dominaron más por el engaño que por la
85
fuerza. La esclavitud es la hija de las tinieblas”: Bolívar, Discurso de Angostura, 15
de enero de 1819). Durante la Guerra de Independencia, luego en plena existencia
republicana democrática, arribó a la América de habla castellana el helenismo, la
latinidad, Occidente. Y ya hoy toda esa inmensa geografía cubierta por el manto
del Occasus, las dilatadas regiones donde el Sol se pone, conforma la Grecia de
contemporaneidad; la vieja amada Hélade o Hellas singularizaría sólo el
omphalós, el umbilicus, de la nueva, de ésta esparcida desde las costas del Mar
Egeo hasta la pétrea Cordillera de los Andes y las orillas americanas del Océano
Pacífico, las tierras del Occasus. “Intentaremos volver a encontrar el acceso al
mundo griego cuyos rasgos fundamentales, aunque escondidos, dislocados,
desplazados y cubiertos, siguen siendo los nuestros” (M. Heidegger, Introducción
a la metafísica. Barcelona, Gedisa, 1977. P. 118).
Entendieron estos trovadores su noble reto a la hora de la escritura, fundir primero
en la compleja psiquis su natividad mestiza brotada en el suelo llanero con el peso
cósmico de su dilatada herencia espiritual, artística occidental. Luego ese río de
fuego sacro de su alma traducir en versos, en estrofas. Cumplieron. Dejaron en sus
inmarcesibles opúsculos la pulchritudo cantici. Apuntadas sus creaciones líricas de
cara a lo absoluto, sean cuales sean las vivencias de sus fábulas, los afectos, los
conflictos, lo social, lo histórico, lo íntimo, lo familiar, angustias, emociones,
pasiones, su pensar, su existencialidad, en fin. Pero intransigentes en la escogencia
de la espigada calidad expresiva, formal, de sus composiciones. Los poetas,
personajes muy severos en su altivo silencio, optan por la aguzada verdad de sus
voces: es el ser del poema la poesía; bizarros al conducir hacia ella la pureza, la
valentía espiritual, hasta alcanzar los portones de bronce del sacro misterio milagro
de la belleza: el único límite. Ritma Eurípides en Bacantes, cantado por el coro, este
verso, “Lo bello es grato siempre” (Madrid, Gredos, 1979. V. III, p. 385). Recreará
dicho concepto dos mil años después el inglés John Keats en el inicio de la primera
estrofa de su largo poema Endymión: “A thing of beauty is a joy for ever”
(Barcelona, Libros Río Nuevo, 1978. V. I, p. 166).
Vigorizaron así, ennoblecieron en múltiples sentidos, ampliaron ellos el mapa de la
densa literatura nacional. Trazan, pues, un ciclo, inaugurado en 1901 al salir de la
imprenta de Herrera Irigoy en Silva criolla de Francisco Lazo Martí. Lo concluye el
epos lírico, todavía en su fase de revelación, de Alberto José Pérez.
86
II
El oro, lo único tangible puro; la poesía, en la dimensión de lo intangible, lo
equivale. El Ser del poema la poesía es, lo demás a la prosa atañe. En los anaqueles
de mi humilde biblioteca trece poemarios de Alberto José Pérez, al inicio del 2011,
reposan. La inicial composición de su primer opúsculo lírico, Los gestos tardíos
(1975), posee una metáfora vanguardista la cual ya predice al caro trovador al
inicio de la maravillosa aunque difícil cuesta, dice: “El perro desnudo de la noche”
(p. 7). Para el inteligente teórico de la literatura en la clasicidad tardía, Casio
Longino (s. III d.c.), el delicado encanto de lo poético nunca cubre toda la
composición sino apenas un momento —unos versos, una estrofa o una mera
palabra— el cual el lector, mediante su mirada sabia, detona, irradiáse de
inmediato así su carga lumínica y envuelve ésta la oda, la hace poética. En su
exquisito tratado De lo sublime (Peri ypsous, se manejó la edición: Buenos Aires,
Aguilar, 1972), Longino ubica ese espacio donde lo poético espera en el escrito
lírico a su lector para al través de él explosionar su carga de belleza e iluminar el
todo: hállase ese locus en los recursos expresivos artísticos del lenguaje literario,
sea una metáfora, una hipérbole, una perífrasis en fin, o ya en lo patético de la
elocución (entusiasmo, emoción, pasión) o ya en el superior grado intelectual de la
revelación de la verdad, de un concepto sorprendente. Podría resultar un buen
báculo para andar, a la par de disfrutar, por el bosque de la palabra encantada de
Alberto José Pérez la obra de Longino. Por cuanto el bardo barinés de Apure con
su innata creatividad supo separar el grano de la paja para salvar del naufragio de
la escritura de esos años la poesía. Por ejemplo, sólo en los cuatro versos finales de
“Jugamos”, del mencionado primer opúsculo, lo sublime revienta (p. 39),
Jugamos
a cada rato
y a cada rato perdemos
mientras tanto
una hiena
vigila los colores
que se tejen
en el cielo.
87
De igual manera cabe citarse: “Antes de vestirnos los ojos de relámpago” (p. 29),
“El viento lee / en los ojos de la noche” (p. 51).
(...)
Ya
no
seríamos
tristes papagayos
buscando la libertad
estirando la cola
sobre cualquier
colina
(p. 59)
Mas Longino, discípulo en el tiempo de la Poética de Aristóteles se mantuvo fiel,
en sus concepciones teóricas sobre la belleza del epos literario, al racionalismo del
estagirita —ese gigante arquitecto de la lógica (Werner Jaeger, Aristóteles)—, por
eso él llegó sólo hasta los tropos, las figuras, lo patético, lo gnómico, cual
depositario de la sublime del discurso escrito, se quedó pues en la pulchritudo
rationalis. Por su misma herencia intelectual soslayó el plantearse, el preguntarse, la
naturaleza esencial, más allá de la armazón lingüística, de dichos tropos o de las
figuras literarias; esquivó indagar, fuera del sendero racional, ese sobrecogimiento
recóndito, ese arcano capaz de producir el éxtasis en el lector. ¿Dónde reside ello,
esa quidittas? ¿Quid est res poesis? Tal vez los escritores órficos, tal además los
pitagóricos, contemporáneos en distintos tiempos de Aristóteles como de Longino,
algunas respuestas a dicha interrogación dilucidarían. Por salirse del ámbito
racionalista ni los órficos ni los pitagóricos jamás fueron incluidos en los registros,
en la casuística, en los ejemplos citados cual respaldos en la Poética, en la Retórica,
tampoco en De lo sublime. Se les negó por entonces título de existencia a
lapulchritudo orphica.
Sólo dos mil años después, cuando Sigmund Freud sus libros cardinales sobre la
oniria publica, se pudo profundizar, capturar —arrimando a un lado el ensamblaje
lingüístico— la naturaleza de la metáfora, valga decir de los tropos. En su obra
ejemplar La interpretación de los sueños, resumida aunque con nuevos aportes
88
años después en Los sueños (se utilizaron las Obras completas, Madrid, Biblioteca
Nueva, 1996, t. I), categóricamente Freud la esencia del plano evocado —conocido
entre los lingüistas con el nombre de eje paradigmático— de los tropos descubre:
éste se nutre de los sueños. La complejidad de la oniria, ese torbellino hecho del
maravilloso desorden de los registros memoriales, de remembranzas, de
reminiscencias de disímiles procedencias donde la logicidad —lorationalis
aristótelico— queda excluida, esa oniria pues entraña en su grado puro lo
nominado por Freud “las ideas latentes”, éstas cuando el humano retorna de la
vigilia persisten en el presente de la conciencia en un horizonte específico de
ocultación/revelación (nivel fantástico, misterioso) para reaparecer con su brillo,
cual un estallido, en los momentos de la poietiké del artista, ocupan el más denso
ámbito —el óseo— de la creación. Puntualiza Freud: “Las primeras ideas latentes
que el análisis revela suelen extrañar por su poco corriente apariencia. No parecen
presentarse en las tímidas formas expresivas de las que se sirve preferentemente
nuestro pensamiento, sino que se muestran representadas simbólicamente por
medio de comparaciones, metáforas, como el lenguaje poético, rico en imágenes”
(p. 736). Alucinaciones benignas formadas en las catacumbas del espíritu por
donde emana la anamnesis platónica, resorte en buena medida del poema.
Aproxima, entonces, este descubrimiento freudiano a los portones de bronce detrás
de los cuales se oculta/revela el ser de la ódica, abre Freud la ventana para “ver”,
en la cognición heideggeriana (salir al “estado de abierto”, a la “iluminación”, a la
intemperie), la pulchritudo obscura, la lírica pura tejida con las cabelleras doradas
del hechizo.
Asoma así, después de cuanto se ha escrito en las afirmativas anteriores líneas, una
imperiosa aporía: ¿en cuál de estas dimensiones yace la realidad, en el sueño o en
ella misma tal la entendemos? Si en la del sueño, luego éste constituiría la realidad.
Pero siempre quedará el margen onírico, obviamente. Mas al tiempo se retornará a
la misma duda aunque invertida, ¿en cuál de estas dimensiones yace el sueño, en
la realidad o en él mismo tal lo entendemos? Difícil salir por la vía horizontal,
traspasar el lindero de esta circunferencia. Por eso el poeta en ese círculo un
anfiteatro levanta para escenificar su tragedia o su comedia, un escape vertical
hacia el cielo terrestre, el sacro misterio de la belleza. Ciertamente esto ya, en un
nivel órfico, en la basal lengua griega clásica Platón en el Fedro, a sus alumnos lo
había anunciado: “Quien intente aproximarse al santuario de la poesía sin estar
89
agitado por este delirio que viene de las musas, o quien crea que el arte (-tékhne)
sólo basta para hacerle porta, estará muy distante de la perfección: la poesía de los
sabios se verá siempre eclipsada por las odas que respiran un éxtasis divino”
(México, Porrúa, 1972, p. 636).
Vagará, ahora sí, el lector con este mapa —¡o puzzle!— en la mano, por el laberinto
de los versos del juglar Alberto José Pérez.
III
En El libro de Barinía (1984), el trovador en un altozano de sus días se detiene, la
brújula del destino de su peregrinaje en ese instante revelador escruta. Ha
mostrado la angustia ahora su pálido rostro en el espejo donde el cantor acude
para cerciorarse de sí uncido a su canto con la existencia, con la temporalidad. El
relámpago de la congoja, del pesar, ese celeste atardecer, sacuden, enhebran
lejanos truenos esta aflicción del ánimo,
Auto-retrarto
Tengo lo que no tengo
y por tenerlo me espanto
palabras metálicas
que no conmueven
una canción
que no logro aprender de memoria
un viaje sin punto de partida
treinta años y un montón de versos
que tan sólo roban espacio a las sombras
que precedo.
Iniciar el romeraje por el reino de la poesía implicaba, más allá del regocijo de las
estrellas en el paisaje de la noche, de la mujer (las ellas, esas dulces quemaduras en
el rumbo), de la euforia de las fuerzas silvestres desatadas en el soma ante el reto
de las efectivas estancias, reclamaba dignificar la transmutación de esas vivencias
en una creatividad —poietiké— a la cima del humano —no del inhumano— con la
verticalidad de los padres árboles, con la fortitud de las saetas del azul celeste: los
90
gavilanes. Había de esperar por eso, en algún puñado de días, el óseo diálogo entre
el trovador y su existencia. Apuntan a ello versos tales, “de que el rocío / lama mi
faz / de moribundo comedor de piedra” (p. 9), “la sed del grande perro corazón
mío” (p. 13), “que aquí viene el olvido a buscarte / como cualquier cosa que no vale
nada” (p. 13), “he arribado a la cima / al comienzo de las cosas / de nuevo frente a
lo desconocido” (p. 27), para aterrizar en uno de sus poemas paradigmas del libro,
Tanguillo
Qué es lo que siento ahora
que masco tierra
será así como se anuncia el silencio
lo efímero que soy.
Detenerse en un alcor de su temporalidad para Alberto José Pérez significó un
requerimiento de su misma trova, imperioso para vislumbrar en la esperanza de la
ruta del romero, sub lumen solis.
Las mencionadas afecciones, dudas, angustias, pesares, desesperanzas del bardo
en su psiquis maduraron para desembocar casi diez años después en una larga
alegoría conformadora de dos poemarios, Homenajes (1993), El espejo y la
memoria (1993), Vívida alegoría de enhebradas metáforas hecha, tropos macizos a
la par de laboriosos por cuanto cada uno sobre la arquitectura de su poema yace.
En el primer opúsculo, cual lo puntualiza su rótulo, la urdimbre de los versos de
cada composición conceptualiza un afecto, un recuerdo, un grito por personas muy
queridas; en el segundo el viento de la libertad por las páginas del pequeño libro se
cuela para despejar el ser de dicha alegoría en ambos textos, ese ser tristeza se
nomina.
El tiempo obliga
Voy a encontrarme contigo
Te llevará cartas y recuerdos de
Familia,
Hablaremos de lo de antes
91
Cuando estabas con nosotros.
Tus pertenencias están en el mismo sitio,
Los pájaros no han vuelto,
Los perros se murieron
Y los caballos también.
Por eso voy a encontrarme contigo.
Ya las cosas no son iguales,
El tiempo obliga,
La vida es así.
(El espejo y la memoria)
¿Qué impele al desocultamiento de la melancolía en el poeta? Martin Heidegger,
en su tratado Caminos de bosques (Madrid, Alianza, 1998, p. 238), una frase
patética ante los ojos del lector colocó: “A qué lugar del destino de la noche del
mundo pertenece al poeta”. Cuando la ódica definitivamente del espíritu del
hombre (o mujer) se posesiona —“La poesía es el río que me inunda / cuando
tengo el mundo a un paso / y digo que estoy perdido” (Homenajes)—, emprende
éste la búsqueda para tratar de hallar en el caos de la aventura aquella sublime
Idea latente en la brújula del corazón puro (la kalokágathía de aquellos lejanos
griegos), “lo bellobuenoverdadero es deífico, y todo lo análogo, ello nutre y
fortifica las alas del alma”; Platón, Fedro (México, Porrúa, 1972, p. 637).
A alguien espero...
Alguien que no sea mi rostro.
Una mañana
Un golpe de suerte
Que aísle la sangre
Que recree las sombras
Y las vierta
Como capa de viento.
(El espejo y la memoria, p. 7).
92
Toparse con relativa certeza el sendero señalado por el mandato divino de la Idea
fácil nunca resulta en medio de la insoslayable confusión de los días. Con
frecuencia el fulgir de la seña, de la cifra, ante el torbellino de los placeres de la
vividura, se oculta, se pierde. Mas el cantor, altivo personaje en el reino de su
silencio, deberá escoger entre la voracidad del dragón de la miseria de la
temporalidad o la otra oferta, la mesticia, algunos optan por ésta. Emerge entonces
entre las brumas de la creatividad la lírica de la tristeza.
En mi pueblo no tuve más diversión
Que el río
Una diversión que se convirtió
En culto al lenguaje del agua
Hasta ahora mi primera y única fiesta
En la ciudad
Sólo formas muertas
Mi sombra escondiéndose
Con sigilo de mariposa
En el espejo y la memoria.
(El espejo y la memoria, p. 30).
En la pulchritudo cantici de la literatura venezolana contemporánea, quienes con
más agonía sus trenos han lanzado a los vientos “del destino de la noche del
mundo” han sido, en cadencia elegíaca, José Barroeta (“Amo más la tristeza / que
la palabra”. Culpas de juglar, 1996, p. 15), en armónica sonoridad alegórica Alberto
José Pérez.
IV
(...) “Y me lanzan de nuevo a la aventura de
los caminos”.
Sófocles, Edipo en Colono.
Canta a sí mismo el trovador en Marca (1994), lejos, por supuesto, de cualquiera
actitud narcisa. “Rompo amarras / me echo sobre hoy” (p. 11). Defiende este
93
profeta de las Musas, de manera sutil, el historiador del caballo de su soma en
medio de la brega, sobre las vicisitudes de la intrincada comarca de sus
circunstancias. Opúsculo donde Alberto José Pérez, sin salirse de lo sugestivo de
las estrofas, el pesaroso a la par de confuso carretear por sus afectivos entornos
geográficos explica. Rinde cuentas a su tribu de las acciones trenzadas con sus años
e identificadas espiritualmente con los pobladores de los llanos de su ventura.
Revelación desde dentro convertida en voces, en cantos, una ódica del juglar
brotada del paisaje humano uncido a las provincias por donde él ha deambulado
sobre el potro del dolor, de la furia. “Animal puro soy / mantengo un trozo de
guerra en los ojos” (p. 18), “acaricio la furia / como a un perro de caza” (p. 20),
“Ladro algunas veces / como defendiendo / un pedazo de hueso / asoleado” (p. 21),
Marca también traduce en su armónico conjunto de estrofas un mediante las cuales
el vate exorciza la amenaza del alud de la noche —jamás la bella dama de voláceo
pelo obscuro en cuyo seno retozan las estrellas, sino la ensamblada de alevosos
golpes acechantes en la encrucijada de la errancia. Decidió, en fin, el poeta,
espantar con las lanzas de sus versos los sórdidos ruidos avizorados en la
intemperie de la temporalidad. Hermosa oración ésta de la página 19, recuerda las
dulces auras de aquel Francisco de Asís,
Tantos incendios me han consumido,
que ya sólo soy una canción.
Quédate
avecilla,
mis árboles son tuyos,
tómalos.
También tengo para ti
miel,
frutas frescas
y mangos,
mi andar parsimonioso.
¿No has visto que tengo ríos?
94
V
Páthei máthos, Por el sufrimiento el saber.
El trovador, la poesía, faz a faz. Encara, con lata experiencia intelectual junto a un
capital de vivencias recogidas a las orillas de la calzada por el andariego, la ódica;
la inquiere, la sacude con vigor de alma en las estrofas de dos cuadernos separados
por una década: Como si valiera un siglo (1996), Un poeta como yo (2006).
Constituye el primero un pequeño libro un tanto desigual en sus decires
melódicos, aunque en el más de las composiciones el habitual ludismo verbal de
este bardo cede el espacio de las páginas a inquietudes en torno al sentido óseo de
su propia lírica. Acoto, en respeto a la verdad, los siguientes: el pensar sobre el
sacro misterio de la belleza emanante de los versos, el continuo de los escritos de
este aedo de los llanos venezolanos.
Por lejos que me encuentro
del día
en que vivo
no desmayo
mirándome envejecido
a veces piedra me veo
y no recuerdo
la periferia donde he vivido
amándome en ti
poesía
que ni muerte me has dado.
(P. 20).
Con mayor vehemencia a la par de erguida serenidad, de nuevo el cantor, al través
del ritmo airoso de sus vocablos, confronta a la lírica en Un poeta como yo, cual
una dulce fatalidad la pertenencia absoluta en lo profundo de su ser, de su
singularidad, a la poesía. Lo ha llevado de la mano ella por los pasadizos del
laberinto de sus cincuenta años de andariegar por “el país de los mendigos” (p. 24),
para extraviarlo a veces, otras para salvarlo.
95
Tanto se ha dicho de la poesía
Y los poetas
Que ya no me ocupo de tales asuntos
Y de enero
Con sus noches frías
Tampoco
Habito en la flor de bora
Del río de mi vida
Y marzo muerde mis pies
Abro mi corazón
Y pienso
Cierro los ojos
Y pienso
(...)
(p. 23).
Tómese al voleo, tal un reto, lo afirmado en la primera estrofa. En realidad, ¿qué es
la poesía, suquidditas? ¿quid est res poesis? Afirmo desde el extremo de mis setenta y
dos años: la poesía es el espíritu de la Tierra tierra (cuando digo Tierra tierra por
supuesto al universo incluyo). El manifestarse, el mostrarse, el alumbrar (en fin, el
phaínoo de los griegos aquellos) su espiritualidad. Grita la madre Gea su poesía —
aunque parecieran no oírla así, ¡la fulana descreencia!— a través de las formas y las
voces de sus criaturas, los cerros, los altos riscos —¡la amadísima sierra nevada de
Mérida, bellísima cordillera genesíaca!—, los ríos —¡el Orinoco!— las nubes, los
padres árboles, los mares, la cromaticidad de las flores en las mañanas veranosas
de los andes venezolanos, el croar de las ranas, el rugir del tigre, el trino de los
pájaros, los versos del humanus. Pero éste a la tierra íntima del cuerpo por los
vericuetos de la confusión de la aventura la arrastra, la enriquece en unas, en otras
las pervierte, la mezcla con el delirio de su deambular, la embarulla con sus pasos,
por eso cuando ella canta allí, deja oír las odas del soma, va en verdad el acontecer
de la Tierra tierra en el vate, el vaticinador, o mejor, porta él la historia de su
personal arcilla. Sin embargo la madre Gea al trovador jamás en el reposo de su
96
escritura lo abandona en su soledad, en tales horas siempre la apertura de la mayor
fuerza imaginativa le reclama para donarle así el oro esencial, el dorado color sacro
de la lírica. Difiero —humildemente— de Aristóteles en su Poética sobre la
perspectiva originaria de la ódica, para mí nunca reflejará de manera apodíctica,
miméticamente la fisicidad (laphysis, conceptio rationalis), afirmo más bien: la poesía
en la cadencia de sus tonadas, en la eufonía de sus composiciones, vierte el espíritu
de la Tierra tierra por la voz del cantor, del poeta (conceptio orphicus). Creo
interpretar con los vocablos dichos la semántica de este hermosísimo poema
absoluto del juglar Alberto José Pérez,
El caracol
Lentísimo el caracol
Dibuja su huella en la arena
Respiro hondo
Cuando abre las pestañas
Del océano
Y se va silencioso
Por ese ojo inmenso del planeta
Que dudo en mirar
A otra parte
El caracol
¿Conocerá el miedo?
(p. 9).
Después de Un poeta como yo (2006), AJP otros textos ha editado, de ellos dos hay,
hasta el presente (2011), en los cuales el escritor ostenta su holgado mester de la
elocución lírica, quizás alcanzó la pleamar en su alongada experiencia literaria:
Confesionales (2008), En la alta noche (2010). En su discurrir melódico cuanto ya se
afirmó a lo largo de estas páginas en ellos lo ratifica. Más, a manera de un primer
toque de pista en este largo aterrizaje inconcluso queda una pregunta aún sin
responder: ¿cuál es la Idea de poesía en Alberto José Pérez? Infiero: para este
trovador, por sobre la multiplicidad, la heterogeneidad, de la delirante romería,
sólo en verdad substancializa su existir la ódica. Bien lo expresa en tres versos con
97
los cuales a su vez rubrica su identificación con uno de los tantos gratos rasgos
enfáticos definidores de los grandes poetas llaneros ya mencionados, la pulchritudo
maiestatis, cuya tradición concluirá definitivamente con Alberto José Pérez. En su
compasión “Mi canto”, escribe,
(...)
Nadie sabrá del planeta de la palabra
Como yo
Ahí moraré como un trueno en una ceja de monte
(En la alta noche, p. 35).
Lubio Cardozo, ecopoeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/08/metecologilos-llanos.html, Lubio
Cardozo, La idea de poesía de Alberto José Pérez. Los llanos occidentales de Venezuela en
la obra de su último gran bardo. Miércoles, 19 de agosto de 2015.
Nota biográfica:
Alberto José Pérez. Nace en Apure en 1951, Poeta, editor y comentarista literario
venezolano. Ha obtenido reconocimientos por su obra poética entre los cuales vale
mencionar el Premio Único de Poesía de la Bienal de Literatura de la Universidad
Central de Venezuela (UCV) por su libro Homenajes (1991), y el Premio de Poesía
de la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (Unellez),
por el poemario El espejo y la memoria (1987).
Obra Literaria:
Homenajes (1991), El espejo y la memoria (1987), Los gestos tardíos (1975), El libro
de Barinía (1985), Marca (1984), Olor de amor (1995), Como si valiera un siglo
(1996), Retrato de memoria del corazón de una mujer (1997), Un poeta como yo
(2006) y la antología poética El poeta de quien les hablo (1999).
98
6
La idea de poesía en Juan Beroes (1914-1975)
La belleza expresa lo divino en lo
sensible".
Hegel.
"privilegio del poeta que da a cada palabra
su sentido más irremplazable, porque
refiere cada palabra a su propio destino
espiritual".
Álbert Béguin
Cuando el poeta en sus versos expone
su idea de poesía obviamente ilumina, cual un relámpago, lo más sagrado de la
aventura de su existencia escritural. Señala, así mismo, las rutas para cruzar por el
secreto de sus odas. Puede dicho ámbito lírico ser obscuro de claridad o poseer el
fulgor de la más cerrada noche. Tiende entonces las manos de las voces y sin
proponérselo necesariamente reta, el vidente. Revela la idea de poesía en el cantor
-explícita o implícitamente- su creación, valga decir un corpus verbal nacido de su
entraña espiritual, nueva. Descansa el fundamento de su originalidad en la
arquitectónica de sus pensamientos ensamblados mediante la rítmica, la
musicalidad, todo ello inmerso en su personal concepción (del misterio) de la
genuina roca de la belleza, de lo kállos, elaborado con escogidas (a veces muy
amadas) palabras, sermo nobilis. Un sentimiento, en fin, dejado entre sus estrofas
explícitas o implícitas, esta última modalidad expresiva exige, con respecto a la
idea de poesía, un mayor esfuerzo intelectual por parte del estudioso o del lector
interesado en el asunto.
En el poema -o en el poemario- la idea de poesía un rasgo aportativo descubre,
novísimo, enriquecedor de la poesis. Si un viejo lector de poesía al final de su lata
experiencia quisiera recogerlos (a esos rasgos) todos y conformar con ellos una
libros de cantos; I, Paraíso edificado" (dieciocho cantos); II, Paraíso habitado"
(quince cantos); III, "Paraíso desatado" (doce cantos).
99
I
"¡He allí, pues, los vivientes dominios de la provincia estelar donde fui
aposentado!" (p. 19).
Habla por la voz del poeta la tierra en "Paraíso edificado". Atrevida hipóstasis. Sólo
mediante la fuerza tremenda de la poesía puede el trovador hipostasiarse en la
tierra del Nuevo Mundo, ser la palabra trascendental, al través de los rieles de una
alta musicalidad -pathos músicas- para decir a los cuatro vientos la plenitud de la
realidad de "las regiones equinocciales del Nuevo Continente" (Humboldt), ello
únicamente posible mediante la liberación plena de la creatividad lírica. Sobre la
verde piel de esta geografía el bardo describiendo va en armoniosos versos la
historia natural y existencial de los territorios, desde los pobladores originarios.
En aquel tiempo, oidme, los hermanos más puros de mi sangre descendían felices
de las verdes colinas tumultuosas, y en el hombro traían herramientas brillantes,
olorosas aún a piel alta de la tierra, a anunciación del día (p. 11).
Recorre el poeta, entremezclando planos temporales con sorprendente ludismo, el
país amado por el sol. Expone, a la manera de Andrés Bello en LA
AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA, los frutos de la huerta,
"La guanábana encendía
vaga luz de transparentes ámbitos nutricios, y la piña ceñuda
-trofeo de las armaduras vegetales-
erizaba con zumos de sus lunas secretas volcánico escalofrío” (p. 2l).
De las flores,
”Aquí la carne del malabar espumoso, y de la azucena de piel rubia o de céfiro o
como la novia que despliega su axila...” (p. 30).
Quedan registradas en su pluma las neblinosas montañas, los asoleados cerros, los
copiosos bosques, en fin. Después la fatalidad histórica de la llegada de los
malditos conquistadores españoles a quienes el escritor engloba bajo un solo
nominativo “El Forastero” -”y vimos la nube avanzadora del caballo / penetrar en
el reino de los árboles, / como una cálida invasión de temeraria espuma” (p. 23). Va
enfocado todo cuanto sigue en un conjunto de múltiples reflexiones, siempre
100
dentro del tronar de la poesía y de su musicalidad magnífica, sobre el mestizaje y
los pueblos nacidos a partir de allí e inmersos en el mismo paisaje. No escapa a esta
angustia existencial del vate su saga familiar enclavada en la provincia de Los
Andes venezolanos de donde Beroes provenía. Pues bien, ello la edificación de un
orbe constituyó, por eso tal vez el nombre de esta primera parte de libro, ”Paraíso
edificado”.
”Puedo ser, ¡pueblo mío desterrado de las consagraciones terrestres!, el que te
acompaña y muere de tu larga agonía, o el que se despide y te deja en palabras el
recuerdo de sus dichas mortales” (p. 44).
II
Sólo un poeta, mas con el talento artístico de Juan Beroes, pudo lograr alcanzar con
la presencia semántica de la musicalidad de sus estrofas la esencia del espíritu de
la tierra, de la diosa Gea, gran theá madre de la existencia, en el límite extremo de
Occidente donde el sol de pone, en la singular región de Los Andes venezolanos.
”Pero, aún viven en la tibia montaña al poniente los signos que ampararon mi
mortal crecimiento” (p. 59)4.
En ese entorno maravilloso donde aún el verdor no ha perecido, donde muchos de
sus entes conservan frescos los rasgos virginales del origen, la segunda parte del
libro se explicita. Canta ahora el trovador su infancia en medio de las
sorprendentes realidades vistas con los ojos de esa edad. En sus remembranzas los
sublimes momentos articulados de ese ámbito luminoso recorre. Dedica los
primeros espacios del recuerdo a la "Ama", la mujer quien cuidó de su niñez.
”-Oh, Ama entre cánticos, dueña de las infantiles soledades:
yo te he visto apartar mi muerte primera,
con tu mano que ascendía victoriosa
hacia el corazón de las frescas montañas!" (p. 58).
4 Juan Beroes, Los deshabitados paraísos. Caracas, Tip. Vargas, 1967.
101
Plena con la memoria cual relámpagos mnémicos e ilumina el bardo este ahora
"Paraíso habitado". Escribe Heidegger en un hermoso libros "El recuerdo auténtico
debe profundizar siempre lo recordado, es decir, hacerlo salir de nuevo,
progresivamente, en su posibilidad más íntima5". Mas esta afirmación en otra de
sus tesis se enriqueces "Por eso, la poesía es el agua que a veces corre hacia atrás,
hacia la fuente, hacia el pensamiento como recuerdo (...). Toda acción poética brota
de la meditación del recuerdo 6 ". Adquieren entonces vida eterna, o en otras
palabras aliento poético, en esta segunda parte del poemario la casa de la infancia
con todos sus recovecos misteriosos, los pájaros en el centro de aquel verdor, el
arribo del verano o de las lluvias, el azaroso incendio de los alrededores, el cruce
por los caminos de hombres armados a caballo provenientes de las pequeñas
guerras locales, la furiosa tempestad, la madre, el abuelo; luego el advenimiento
del final de la adolescencia acompañado de la salida de la casa materna, el
autoexilio de aquel paraíso impulsado por el reto de la aventura del futuro, al
encuentro con un destino.
"Alcancé mi juventud en días semejantes a las verdes mañanas con césped visitado
por delgadas sombrillas, y grabé en las maderas de mi corazón abundante:
-Madre, solo voy con mi gozo, ¡aconséjame!" (p. 63)
III
Marcha el poeta al hallazgo del azar, del hado; deja atrás el habitado paraíso de su
infancia para tomar el derrotero del laberinto de la vida adulta. Lleva en la alforja
de su esperanza sólo sus versos y sus ojos, su amor a la existencia sin desconocer
las complejidades, a veces terribles, dolorosas, en otras amables, dulces, de la
realidad cuando ya se transita en solitario. Anda ahora sobre la parda tierra de lo
por él llamado el '‘Paraíso desatado". Iluminando van sus musicales estrofas los
múltiples caminos de la obscuridad del caos. Cual relámpagos sus composiciones
alumbran los ámbitos de la oportunidad de vagar sobre la piel del tiempo, de su
5 Martin Heidegger, Kant y el problema de la metafísica. México, Pondo de Cultura Económica,
1998. P. 19. 6 M. Heidegger, ¿Qué significa pensar? Madrid, Trotta, 2005. p. 22.
102
temporalidad. Riquísimos encuentros, angustiantes desasosiegos, cada uno fijado
en la eternidad de sus cantos.
"-Mas, siéntate a la sombra de tu eterno poema, y en la voz de un instante, una
tarde del tiempo, caerse los verás de su triste soberbia" (p. 70).
Significa "Paraíso desatado" la peregrinación del vidente por el espacio extendido
desde su extrañamiento de la casa materna hasta el lindero de la muerte.
Constituyen sus sonoras estrofas exorcismos contra (y testimonios de) los males de
los hombres, sus compañeros de errancia; conjura con su ódica al destino, sus
sorpresas, sus trampas, sus abismos. Pese a la grandeza de la poesía ella sin
embargo suficiente no es para cruzar el océano de la soledad del bardo entre los
escollos de los misterios, de los retos inaplazables, de los vacíos del alma. Vuelva
entonces su rostro a Dios cual esperanza intangible, ante el férreo límite del deceso.
La ilusión, la fantasía, el tibio topos de la casa materna ya han dejado de ser, por
eso el título del poemario, Los deshabitados paraísos. Yacen entretanto las cosas,
las personas, los paisajes, en verdad, pero en medio de una dura nada. Muere el
alma a veces más la corporalidad pervive alimentada por el semidulce elíxir de la
tristeza. Revela ello uno de los designios del sabio, en el estar, en el permanecer, la
soledosa vía.
"Os invito a lamentar en la región de mis deshabitados paraísos, porque aquí ya no
hay piedra que sostenga estos muros, ni muros que convoquen a batalla de
arcángeles, ni arcángeles humanos que con su aliento disipen las obscuras
invasiones del cielo desatado" (p. 87).
IV
Si el poemario con una invocación abrió el triple conjunto de los cantos, después de
éstos cierra con una larga oración de súplicas por las culpas propias y las ajenas de
su entorno epocal. Ha recorrido ya el trovador un largo trecho de su
contemporaneidad. Portaba en su corazón y en su boca la poesía -la poesis- cual
singular ofrenda posible por parte de él a los otros. Halló a cambio de esa dádiva el
desasosiego, vanidad, falsedad, la libertad ensangrentada, "aves huracanadas" (p.
90), en fin. ¿Qué queda? ¿Cuál es el sendero? Alberga entonces Dios la última
posibilidad, a Él se dirige y le entrega su contrición.
103
"¡Oh, hijo del aliento de Dios!, Dios mismo en mi bocas contúrbame a las puertas
de tu rostro cambiante, porque vanidoso fui en los tiempos de la primera sangre y
no escuchó, y no vi, y me alumbró las entrañas con fuego de falsedades y humo
que embelesó mi cabeza" (p. 89).
Solicita de Dios no solamente el perdón sino la purificación de su espíritu cual
simple manera de poder encontrarse, de salvarse él y su entrañable heredad, su
poesía. Hubiera dolido infinitamente perderse en la verdadera selva -silva vitae-, la
vida; y tal vez peor aún arrastrar en la caída, al fango de las incertidumbres, sus
versos, su ódica. Reclama con voz consternada, con base a su legítima pequeña
historia de existencia, la bienaventuranza eterna para él y para su lírica por cuanto
en su poesis va la mitad, o más, de su espíritu. Los cuarenta y cinco cantos de Los
deshabitados paraísos hacia ese final apuntan. Pervive el poeta auténtico mucho
más en su obra y mucho menos en el vanidoso acontecer de sus pasos por los días.
Debe incluir, pues, en la frágil canoa de la salvación también su trova, si no
naufragará irremediablemente en el infierno de la pena.
¡Cierra, en fin, oh Padre de la luz, con tu mano inmensa que habrá de perdonarme,
estas creaciones violentas... estas obscuras palabras mías! (p. 9l)
V
Entraña el presente escrito sólo, y apenas, un "ver” Los deshabitados paraísos.
¿Qué vislumbra el sentido profundo de ese libro? ¿Podrá algún agudo lector dar
con ello? Vale bien, no obstante, el difícil viaje por el bosque de la palabra
encantada de esos poemas. Te invito, lector.
Lubio Cardozo, ecopoeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-la-idea-de-poesia-en-
juan.html, Lubio Cardozo, La idea de poesía en Juan Beroes (1914-1975). Sábado, 5 de
septiembre de 2015.
NOTAS:
Postdatum: El epígrafe pertenece a la página 42 del mencionado poemario de Juan
Beroes
104
7
Un ver los deshabitados paraísos, poemarios de Juan Beroes
Porque seguro estoy que al final de lo
escrito,
batirá puerta de gloria. ¡y puerta de
estercolero!"
J. Beroes
Dedicó Juan Beroes (San Cristóbal,
1914 - Caracas, 1975) a escribir su
poemario Los deshabitados paraísos
cuatro años, desde 1963 hasta 1966,
editado luego en Caracas en 1967.
"estas obscuras palabras mías" (p. 7).
¿Qué se dice en esas páginas, qué se piensa en esos versos, en esos cantos, en esos
cuarenta y siete poemas? ¿Qué alumbra la videncialidad de esas estrofas? Invoca el
trovador en el poema pórtico -sin titulo, sin número- a Zeus, a Líos, a Jehová, a
Yavé (¿cómo se llama?), aunque sin nombrarlo a no ser sino con perífrasis.
"Espíritu inmortal y solemne" (p. 7), "Espíritu anunciador" (p. 8), entre otras. ¿Por
qué lo implora el vate? Después de contrastar el inmenso poder divino con su
personal miseria humana "y quebranta la tierra de mis iniquidades" (p. 7),
“súplica” voz para que deslumbrada ante tus olas magnificas / alabe con himnos
de generosa ¿juventud / cuanto por ti me fue dado para prueba de tu fortaleza" (p.
8), para su libro, también ruega "tierna sabiduría", dolor, amor. Rinde además
Beroes, necesariamente con los primeros versos, su sagrado culto a la poesía de
Occidente, a su primer poema, la Iliada, cuando en vez de convocar la musa
("Canta, diosa, la cólera aciaga de Aquiles pelida") invita de manera univoca a
Díos, "Desciende a mi, Espíritu inmortal y solemne" (...).
Juan Beroes (1914-1975)
105
Luego de esta invocación u oración el corpus Ódico comienza, integrado por tres
sus años se fortalecerá hasta coincidir en su desenvolvimiento ciudadano con una
definida, valiente, actitud socrática, también kantiana, con mucho -por lo menos al
nivel de la conducta civil- de un cristianismo intimo sin doctrina ni sistema
religioso alguno, ¡lejos de él cualquier asomo dogmático! (Su única religión a la
cual consagró su temporalidad; la poesía). Pudo por eso -con este rico sostén
científico, espiritual- entender, asumir plenamente la naturaleza en su acepción
ecológica.
Nunca nombró -en el grado de su escritura versificada- el término ecología (o sus
derivados) pero ella late a lo extenso de sus reviviscencias; la palabra "árbol" casi
todas sus composiciones cruza, en aproximada frecuencia le siguen los pájaros, las
ranas, otros animales de la fauna silvestre, así mismo las piedras, el verdor de los
cerros, los ríos, el mar, la tierra, la lluvia, el viento, el aire, las nubes, las estrellas, la
luna, el Sol, la Tierra (la llama "Gran Aya"), vinculados, circuyentes, con certeza, al
humanus en sus disímiles edades, sexos, condición social, ambientes, épocas.
Expuso en su dilatado epos lírico el maravilloso asombro, laudatorio, por la
vegetación venezolana inseparable de su fauna cual dos siglos atrás Humboldt lo
evidenciara en su tratado genesíaco defensor de la cosmología del Nuevo Mundo,
rotulada en castellano Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente,
volumen revelador a los demás pueblos de este Planeta, sobre los rieles de la
verdad científica, la magnífica existencia de este Continente. Encaja por eso la
ódica de Carlos Augusto León con el origen de la poesía suramericanas
"ALOCUCIÓN A LA POESÍA" , "LA AGRICULTURA LE LA ZONA TÓRRIDA"
de Andrés Bello, con buena fortuna continuada por los grades trovadores de este
País.
"LA FLOR DE BAILE
Yo estaba en mi tristeza y de pronto
se abrió la flor de baile, la de los largos pétalos que estallan de blancura.
Sólo una vez al año
llena toda la noche su fragancia,
muere al amanecer.
106
Yo estaba en mi tristeza y me dije
que bien vale la pena vivir para mirar cosas como ésta, aunque sólo sea
una vez al año."
C.A.L., Juegos del yo, p. 25.
Finalmente
Su organizada acumulación de saberes científicos, artísticos, el afortunado hablar,
escribir, diversas lenguas extranjeras modernas; sus viajes o mejor aún sus
prolongadas estancias en los llamados durante la Guerra Fría "países del este”
europeo, de igual manera en México; sus sólidas amistades con intelectuales de su
contemporaneidad -Diego Rivera, Pablo Neruda, Efraín Huerta, David Alfaro
Siqueiros, Yllya Ehrenburg, Jorge Carrera Andrade, Paul Eluard, Fréderic Joliot
Curie, Nazim Hikmet, Jorge Zalamea, entre tantos otros- les hubieran permitido
considerar se, con legitimidad, un ciudadano universal o con un vocablo muy del
gusto del señor Kant, un "cosmopolita”. Reclamó sin embargo siempre para su
sano orgullo el gentilicio de venezolano. Llevó con honra por donde anduvo,
divulgó con sus versos, con sus acciones, en serena actitud bizarra, su venezolanía.
Hoy, un escudo intelectual de su Nación su obra representa.
Aparecieron sus primeros poemarios en la plena eclosión de los bardos de la
nominada Generación del sus opúsculos, a la par de los del poeta Juan Beroes,
definitivamente la atención de los lectores de ese momento literario hacia ellos dos
se vuelca. Durante la década del 50 sus cantos, por su explícita defensa de la
libertad del hombre, el develar la pobreza de sectores de la población, el abogar
por la democracia, por su aire revolucionario, se suman a las pocas
manifestaciones intelectuales de resistencia contra la dictadura. Se inserta luego su
trova de manera cabal, por apuntar su contenido a lo universal contemporáneo, en
los novedosos, múltiples movimientos artísticos, intelectuales de los años sesenta.
Desde aquellos admirables lustros, desde ese entonces aquel viandante por la
"aventura de los caminos" (Sófocles) de los parajes de su orbe hasta el presente su
obra escrita permite definirlo cual uno de los poetas clásicos venezolanos.
"Has de vivir el alba alegremente.
Toma en tus manos con júbilo
la semilla del día, que germina..."
107
C.A.L., El río fértil, p. 485
Se desenvolvió la vida de Carlos Augusto León en un diáfano equilibrio racional
con sus coetáneos, en armonía siempre con la naturaleza en su acepción ecológica.
Logró, se podría afirmar, la alegría de existir, esa resumida por él en dos versos»
"La dicha es tan grande y tan sencilla" (El río fértil, p. 54) Ludo, tal vez -objetivo
nada fácil- sospitare dignitatem, o con una frase de Kant, "la dignidad de ser feliz"
(Teoría y práctica) transvasó ese discurrir intelectivo-sensitivo a sus estrofas, así a
sus lectores señaló la posibilidad de salir del laberinto por la puerta conducente a
la kalokágathía, a la esperanza, al sueño de la vigilia.
"Que suerte» aún no he arribado, ni tal vez llegue nunca, al poema que quiero.
Hay que empezar de nuevo, siempre. El camino
comienza cada día".
C.A.L., Lo infinito por decir, p. 19.
Guando el cantor no establece distancia entre su pulchritudo cantus y el relámpago
de su temporalidad se funden su ventura y su ódica en una -angustiosa o serena-
temeridad de existencia. Levantar, por eso, en un texto la biografía de Carlos
Augusto León resultará un trabajo intelectual dificultoso, por cuanto deberá irse
más allá de lo documental, sin excluirlo sólo dejarle su carácter referencial
cronología, espacios (viajes, ciudades, la casa), amistades, actividades docentes,
administrativas, la familia, bibliografía, en síntesis. El verdadero transcurrir, el
evidente arraigo de este trovador noble, puro, en sus estrofas reside, va
desarrollado verso a verso, poema a poema. Iluminar con el intelecto uncido al
afecto hilo a hilo el tejido de sus estrofas para así poder toparse con lo óseo de su
bienandanza por los múltiples paisajes espirituales, físicos, en el país de sus días
otorgados.
Lubio Cardozo, ecopoeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-un-ver-los-
deshabitados.html, Lubio Cardozo, Un ver los deshabitados paraísos, poemarios de
Juan Beroes. Sábado, 26 de septiembre de 2015.
108
8
Las flores y aves de Juan Beroes, ecopoeta venezolano
Juan Beroes no solo por su aguda
sensibilidad de poeta sino también
por su densa cultura humanística
siempre consideró a las flores, en el
escenario admirable del mundo
campestre, cual las más sublimes
expresiones formales del mundo
vegetal, de igual modo, equivalentes a
ellas, a los pájaros sorprendentes
formas de vida en el capítulo de los
animales vertebrados. Ambos,
además de gratos, fidedignos testigos de la pureza del ambiente.
Pequeños pero raudos los pájaros, dueños de todos los colores, delicados, con sus
cantos, sus trinos, de alegres celajes con cuya algarabía celebran lo viviente en los
espacios del aire, son junto a las flores prueba fehaciente de la belleza de la
existencia. Pero los pájaros, igual a las flores, solo pueden vivir en los espacios
puros, libres de contaminación, lejos de las chimeneas de las fábricas, huyen del
humo toxico producto de la industrialización irresponsable.
Juegan los pájaros con la brisa, cruzan cual aligeras flechas al través del viento,
enamoran a las flores con sus trinos, más huyen llenos de terror, desaparecen en
los escondrijos de la lejanía cuando arriban los enemigos del bosque, los
irracionales arboricidas, odiosos negadores de lo más hermoso del Planeta Azul.
Una excepcional muestra de amor del poeta Juan Beroes (San Cristóbal, 1914 -
Caracas, 1975) por la vida silvestre y por sus eximios representes, los pájaros, es el
siguiente poema:
109
ALADA ESTACIÓN
Un canto para vosotros, alados descubridores del cielo, pues con vuestras
acordadas gargantas acalláis el rumor de los vibrantes trópicos, y luego vais sobre
emplumados cantos a posaros dichosos en los apacibles rincones del viento.
Nombro, entonces, al canario de las venas de oro, Porque en la ventana de mi
abierta infancia colgaba sus cordajes de sol, su rutilante moneda; y al jovial
cucarachero que desde los pórticos del verano me decía: buenas tardes, y hurtaba
pajas al dorado crespulo para hilvanar el nido, como caliente soplo de gorjeos.
Hago mención del bizarro carpintero, decorador de su redondo nombre en la
pared de las cortezas vegetales; y también del angélico azulejo - color de ojos de
niña -, Y del turpial enarbolado que con ramillas de su voz silbante dispersa las
ondas del calor invisible.
Aquí yo fijo al colibrí ondulante en su rumor de loco terciopelo; y al pielerito
arisco, bebedor de sol en cuencos de la aurora; y al furioso arrendajo que en su
nido se expande, prendida al pico la inicial del grano.
En los altos maderos, a la orilla del viernes, es corona de una sola espina el
cristofué creyente; y en su alcoba de jóvenes rocíos ya es dama solitaria la soisola.
El erguido cardenal abre en las hojas consistorios de púrpura liviana, y el tordito
visitador persigue las doncellas para besarles las manos de iluminado alpiste.
La tórtola lejana vive en los trigales, y el chirulí provinciano va invadiendo los
aleros con sol de este poema.
Yo corono mi canto con vosotras, saludadoras golondrinas, que tornáis de mi
Patria en vuestra parda saeta. ¿Cuál dulce memoria arrancáis a su cabeza? ¿Qué
alegría joven; que prenda triste me traéis de ella? Pero torno al bosquecillo de
orquestales sonidos y firmo con la voz del gonzalito, gota de canto, diminuta
cuerda, punto final de la familia.
¡Os entrego pues a los aires, anunciadores del alba, y con mi mano pecadora que
ayer acaricio los frutos caminantes, repaso vuestros ardientes plumajes y pulso
110
esas cuerdas que os hermanan con los cielos cantantes! (Del poemario Materia de
eternidad. Roma, 1956. p.p. 41-43)
Sorprenderá siempre la poesía de Juan Beroes, por su densidad espiritual y su
belleza como norte firme del texto; por su riqueza vivencial fluida al través del
tejido de las palabras exaltadas en la propiedad de una elocución robustamente
hermosa; por su lírica construida en el religioso silencio de su jardín interior
resguardada de toda concesión mezquina con daño para el arte y también para el
alma.
Exigente en la escritura, en la amistad, en el silencio y autentico amor por su País y
sus hombres, en la calidad y en el rigor creativo. Por todo ello dejo para solaz de
los buenos lectores más de una docena de poemarios inmortales, con los cuales su
sombra y su mito cruzaran con su impecable dignidad y soledad de siempre, de la
mano de la belleza y el sentimiento, por las veredas de la eternidad. (Del libro
Paseo por el bosque de la palabra encantada. Mérida, ULA, 1977. p. 35).
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2012/05/las-flores-juan-beroes-ecopoeta.html
Lubio Cardozo7, Las flores y aves de Juan Beroes, ecopoeta venezolano. Miércoles 2 de
mayo de 2012.
7 Ecopoeta venezolano, profesor de la Universidad de los Andes, regione di Mérida, Venezuela.
111
9
Materia Idea: Materiaidad en dos composiciones líricas de dos poetas venezolanos: Alfredo Silva Estrada y Juan Beroes
Es ínsito el anhelo de inmortalidad
(oculto, manifiesto), de permanecer de
algún modo, nominado también terror
de la Nada. Tal aspiración de la Tierra
proviene. Salimos obviamente de la
Tierra tierra, del Planeta y su misterio.
Somos porque ella existe. Trasmite a
todas sus criaturas esa pasión
recóndita llamada eternidad, el último
absoluto, consustancial con su
corporidad. Si la Tierra como astro
llegara a colapsar, sus rocas, sus minerales, su ser por la indestructibilidad de la
materia permanecerán.
Interpretaron cabalmente mediante la poesía esta honda vivencia espiritual-
intelectual dos poetas venezolanos, Alfredo Silva Estrada y Juan Beroes.
DE: Alfredo Silva Estrada, Integraciones. De la unidad en fuga. Caracas,
Cromotip, 1962.
UN DÍA TU ESQUELETO ES LA SÚBITA ALIANZA
Te hundes en desvarío de micas imbricas,
transparencia aturdida, beoda inflorescencia
triturando su aroma para alzar esa grieta que aloje lo infinito.
Entre restos ahogados
–Oh altivez en derrota, cómplice de lo eterno–
112
aún calientas guarida como fluyente holgura,
como terrón desheho en bodas de equinoccios
o broza percatada de sideral molienda.
Hacia el cuenco ignorado azuzas tu carcoma.
Ceniza cenital,
vínculo de la brasa.
¿Desde qué brasa incierta prolifera tu brizna en yacimiento blanco,
embudo destilado rocío de confines, relámpago larvario, cartílago de acordes?
¿Qué idolatría enterrada bajo nervios de fuga
te inventó como presa de su apetito lento?
Eres solo el asombro:
idólatra y fetiche,
plenitud distendida por la mullida alianza,
brizna ardiendo en el cenit con acecho larvario,
grieta de lo infinito borrando tu osamenta.
¡Oh rizoma de tuétano en marfil carcelario!
La intemperie insurrecta, el yacimiento blanco,
Desde afuera golpeando te lía sus reflejos:
Cartílagos de acordes, aldaba de relámpagos.
Y tu sueño que asciende en una actinia errante,
desazón imantada que esponjas del martirio
Con una paradoja de nidos en las crestas.
Rompes toda la celda, el ignorado cuenco,
Y en colmillos que huyen eternizas lo bárbaro.
Mas ¿dónde queda el almaespíritu? De la indestructibilidad de la materia entonces
se infiere: ninguna cosa se destruye. Hereda la eternidad de la Tierra también una
de sus creaciones materiales sutiles, la patética entidad indefinible: el almaespíritu.
Carece ciertamente de la tangibilidad de los objetos de las realidades imperfectas,
113
sin embargo esa transparente sutileza intangible durante más de tres mil años su
presencia ha sido percibida por el mythos, por los pensadores, desde los filósofos
pre-socráticos hasta hoy. Aunque ni los filósofos ni los teólogos ni mucho menos
los sociólogos han podido con exactitud su etérea naturaleza describir. La
clasicidad helénica al alma la nominó Ménos (mente-inteligencia), al espiritu Nóos o
Nous vocablos éstos vinculados al verbo Noéoo: ver, pensar, saber, percibir; la voz
castellana “psique” copia el vocablo griego “psykhé” el cual soplo, hálito, aliento
vital significa. Buscaron los sabios de la clasicidad latina dulces términos ingenuos
para adecuarlos con el sutil carácter forma acústico del almaespíritu, así para el
alma anima cual soplo, aliento; para el espíritu animus, el ánimo, impulso vital,
hálitos o espíritus, el apacible aire exhalado desde lo más íntimo, afín al suspiro.
Adecuación de la silábica cadencia de esos vocablos a la supuesta esencia de ese
ente, de su histérico encantamiento eufónico.
DE: Juan Beroes, Prisión terrena. Caracas, Suma, 1946.
X II
Bajo el terrible viento, mi cadáver extraño.
Porque, soy la pezuña del animal cambiante,
y la hierba delgada, suave piel de la tierra.
¿Qué mano me acaricia la frente que yo tuve,
al rozar este junco solitario y esbelto?
¿Qué brisa me sacude las manos de mi vida,
al herir esta planta florecida en mi ausencia?
Porque, soy dura roca que se parte en los mares,
y ardorosa ventisca que golpea las ventanas.
Bajo el fuego nocturno, mi país de silencio.
Y mi carne construye sus dorados insectos,
114
y sus pájaros grandes, hermanos de los vientos.
Brotan de mis axilas mariposas brillantes,
y entre mis secos muslos se columpian los lirios.
Porque, soy blanda tierra de nuevos edificios,
soy metal escondido de futura herramienta.
Desde su triste arcilla, mi juventud os mira.
¡- Soy tierra de las madres, colina de los hijos-!
¡Bajo el viento del mundo, mi cadáver naciente!
¿Dejan entrever las dos composiciones líricas seleccionadas entidad del
almaespíritu? Apoyados en su intuición de poetas sobre los rieles de un pensar
erudito en esos dos poemas Alfredo Silva Estrada, Juan Beroes manifestaron el
seguro destino de sus cuerpos después de la muerte, el retorno a la Tierra rumbo a
los vínculos con la eternidad de los océanos, de los vientos, de los astros, al
disolverse en fin en la materiaidad (diferente de “materialidad”). Fenecieron
décadas luego de sus odas dichos vates, en la verdad de sus días asumieron sus
restos lo predestinado por ellos: “un día tu esqueleto es la súbita alianza”, o la
“dura roca que se parte en los mares y ardorosa ventisca que golpea las ventanas”.
Pero ¿y el almaespíritu? Vaga ésta sencillamente glamorosa con sus histéricos
encantamientos por las páginas de sus poemarios.
Aunque intangible ¿quién duda de la inmensa presencia del almaespíritu
corporizada en la poesía, la música, lo artístico, la ciencia, la alta tecnología, la
libertad, el bien, la justicia? Porque nada se destruye, todo permanece
transformándose para retornar. Significa el vocablo “inmortal” la perenne vida.
En ese espacio la poesía se halla.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/08/metaecologia-materia-idea-m-t-e-r-i-i-
d.html, Lubio Cardozo, Materia Idea: Materiaidad en dos composiciones líricas de dos
poetas venezolanos: Alfredo Silva Estrada y Juan Beroes. Martes, 11 de agosto de 2015.
115
10
La poesía sobrevive a la confusión de la esperanza. Fernando Paz Castillo
(…)
“pero el espíritu vela como una mariposa
en torno de esa luz que no advierten los
sentidos.”
F. Paz Castillo, “INSOMNIO”
LA POESÍA SOBREVIVE A LA
CONFUSIÓN DE LA ESPERANZA.
(Un aspecto de la poesía de Fernando
Paz Castillo).
Dialogar incesante con el espíritu para
hallar la verdad –posible- de la existencia bajo el Sol ocupa buena parte de la lírica
de Fernando Paz Castillo (Caracas 1893-1981). Aunque la dimensión de la vida
terrenal, biológica, cotidiana la abundancia de su presencia ofrece a es pulcro
escritor venezolano él sin embargo nada recibe más allá de lo necesario sin antes
ponderarlo en la balanza de su hondo pensarlo. Pero pensar para Paz Castillo
rememorar significa. La reminiscencia –la anamnesis- aviva el contemplar cuanto
conforma el ámbito donde se permanece, donde se está junto a las cosas, las
personas, los sentimientos, los aconteceres. Más ese mundo inmediato el poeta lo
observa al través de la certeza sensible, por ello lo sabe imperfecto, confuso,
transitorio, tal una jungla terriblemente tentadora de la misma manera incierta. He
allí el doloroso drama psíquico de este creado vidente: ¿disfrutar la fiesta de la
mentira en medio de las propuestas dudosas de la comarca de la existencia o
esperar virtuosamente el regreso a aquel reino de las Ideas de Platón, perfecto,
puro, justo, bueno, bello, la kalokagathía? Tomar una decisión fácil no resulta
por cuanto el poeta siente cual humano la fruición de los frutos fragantes
esparcidos a lo largo del camino.
116
(…)
“¡Mira!: el alba rosada se tiende sobre el huerto…
Todo se torna joven; sólo tú, alma mía,
como la mariposa de la noche de invierno,
te has quedado en la sombra, prisionera de la sombra,
cual sombra de otra vida que viví en otro tiempo”.
(HOY LA MAÑANA HA VUELTO”).
Sólo en el nivel de exigencia de lo intelectual contemplativo se rememora.
Reconócete las cosas de la vida terrena –objetos, árboles, animales, actitudes,
sentimientos, personas, virtudes, cualidades, anhelos, en fin- al recordarlas. Se
llama esa revelación reminiscencia, anamnesis. ¿De dónde provienen esas
recordaciones? En sus diálogos Fedón, Menón, en algunos otros más Platón habla
del reino de las Ideas en el cual el espíritu residía antes de nacer a la vida
biológica. Mostrarían las Ideas las versiones originarias, perfectas, absolutas, en su
ser de las cosas, de los sentimientos, de las virtudes inmersas en la justicia, la
belleza, el bien, el agathón, también absolutos entre sí. Constituye ello el saber
verdadero, eterno, incorruptible, inmutable. Genera ese supramundo su réplica en
la contingencia terrenal a la manera de una transposición imperfecta sometida a los
torbellinos de la compleja ventura material, y en el caso del humano de sus
necesidades, de sus apetitos, de sus emociones, pasiones. Después de nacer éste se
topa otra vez con las cosas, sin embargo se sorprende, doblemente: por
reconocerlas y por irreconocerlas, las rememora en el alma pero las olvida en la
borrosidad lúdica sensible de la presencia (¿revelación/ocultación). Se despierta
entonces en él el anhelo de precisarlas con el pensamiento reminiscente, de
volverlas a ver con aquella venustidad y nitidez de otrora; en esa búsqueda la
ciencia nace, la pasión por la verdad, además la aspiración de retornar al reino de
las Ideas.
“Pero añadió Sócrates -¿qué piensas de lo que te he dicho de que aprender no es
más que recordar, y por consiguiente, que es necesario que nuestra alma haya
existido en alguna parte antes de haberse unido al cuerpo? (…) toda Idea existe en
sí, y que las cosas que participan de esta Idea toman de ella su denominación”.
(Platón, Fedón. México, Porrúa, 1972. pp. 413, 420)
117
Troquela el filósofo dicha tesis, conceptualmente, en Menón: (…) “En efecto lo que
se llama buscar y aprender no es otra cosa que recordar”. (México, Porrúa, 1972- p-
213)- Canta Paz Castillo en precisa estrofa, difícil para quien no se filósofo puro,
exigente en su disciplina, adscrito a esa tesis, conocedor de la filosofía griega
clásica así como de la lengua griega. No obstante, sin menester de alcanzar tal nivel
intelectual aportará el mundo platónico a algunos postas atraídos por esa
lontananza un ámbito fértil, nutricio para su imaginación dentro de la
singularidad creativa de cada quien. Disfruta Paz Castillo una bien digerida
educación humanística a la par de su profunda asunción del catolicismo. Se dio
por ello en él, fluidamente, un tránsito del reino de las Ideas de Platón al Paraíso
judeo-cristiano aunque siempre se mantuvo la noción esencial del filósofo griego.
En cualquier católico dogmático (en el buen sentido de la frase) la substitución
hipostática de Nietzsche en una oportunidad: “el cristianismo es un platonismo
para el pueblo” (Citado por M. Heidegger en Introducción a la metafísica.
Barcelona, Gedisa, 1997. p. 101). Paz Castillo en conmovedores y diáfanos versos lo
expone,
“Así conserva en su conciencia oscura
la voz de humillación que lo lanzara
de su vida floral del Paraíso.
Y por más que se acerque a la ventura,
que la tenga en sus manos,
siempre lo llama la perdida tierra: ese sueño de
dicha que suyo,
cuando suyo eran el canto y su sentido,
y suya el agua y su lenguaje simple,
y suyo el viento animador de espigas,
y suyo el tiempo
-sin ayer ni mañana-
en su fecunda juventud eterna”.
(LA VOZ DE LA SELVA).
La angustia de Fernando Paz Castillo por el destino del espíritu, o de manera más
singularizada, por el suyo, ocupó su tiempo de solitariedad contemplativa de su
pensamiento indagante en busca de respuestas a los grandes retos de la
118
imaginación, de las hondas preguntas eternas. Representó su puerto de
consolidación inmerso en las brumas del naufragio de toda vida esa simbiosis del
reino de las Ideas de Platón, visto a través de una profunda fe católica, con el
paraíso judeo-cristiano. Significó ello su verdad. Resultó esta afirmativa categórica
fruto de un asentado conocimiento después de dilatadas lecturas, de mucho
trajinar la oportunidad de estar sobre la tierra, de agudas intuiciones intelectuales,
de continuas meditaciones. No era Paz Castillo un filósofo, ni un científico, por eso
el testimonio de su espiritualidad (o religión pura) y de su certidumbre (sustentada
en las Ideas platónicas) en estrofas, en odas las legó a sus lectores. Ahora bien, “la
belleza es uno de los modos de presentarse la verdad como desocultamiento”
escribió M. Heidegger (Casinos de bosque. Madrid, Alianza, 1998. p. 40). Valga
decir: la verdad; se presenta, en uno de sus modos, mediante la belleza. Aunque la
belleza queda sin definir por lo menos se conoce uno de sus atributos, la verdad,
asimismo, el saberla también un Idea platónica en su diálogo Hipias Mayor Platón
pone en boca de Sócrates este final axiomático: “Las cosas bellas son difíciles”.
(México, Porrúa, 1972. p. 247). Revela esa originaria categoría de lo Kállos su casi
inaccesibilidad al entendimiento humano. Acuña con igual énfasis dicho aspecto –
así lo percibo- R. N. Rilke, en su “PRMERA ELEGÍA”” canta; (…) “Pues, de lo
terrible / lo bello no es más que ese grado / que aún soportamos. Y si lo admiramos
/ es porque su calma desdeña destruirnos”. (Elegías de Duino. Sonetos a Orfeo).
Córdoba, Assandri, 1956. p. 57). Se da entonces una relativa, pero siempre lejana,
aproximación a la esencia de la belleza. Tomó ésta en Paz Castillo, necesariamente,
la senda legítima de la poesía. Tal vez esa verdad-belleza lo hizo trovador vidente
para dejar las señales de su desesperanza, de su pensar, en nobles composiciones
líricas.
Interesa, al fin y al cabo, a los amicí poesis el espléndido producto final bien
acabado, el poema. De allí el sentido del rótulo de este escrito, en la confusión de la
esperanza la poesía sobrevive. Gracias a esa sobrevivencia los leales amorosos de
los versos disfrutar pueden esta pequeña oda de Fernando Paz Castillo,
“Más allá de la noche
y de la estrella
y del silencio
te he encontrado
119
-nueva y perfecta-
manantial de la noche perfumada;
semilla de luz
-luz tu misma-
y esencia melodiosa de silencio”.
(ENCUENTRO)
Notas: Pertenecen los poemas de Fernando Paz Castillo reseñados, supra, a su libro
Poesías escogidas, 1920-1974 (Caracas, Seguros Horizonte, 1974).
Lubio Cardozo, ecopoeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/08/metaecologia-su-horizonte-poetico-
la.html, Lubio Cardozo, La poesía sobrevive a la confusión de la esperanza. Fernando
Paz Castillo. sábado, 29 de agosto de 2015.
120
11
Decorosa del ambiente: La gesta pictórica de Juan Loyola
En el mundo de la pintura venezolana
contemporánea ninguno de sus
ejecutantes en sus disímiles estratos se
detuvo a pensar en la fuerza
cromática de los tres colores de la
bandera nacional. Colores –ser,
colores– entidad por ello substancia
los matices del espectro luminoso.
Dichos tres colores son absolutos en sí
mismos. La Guerra de Independencia
los hizo así, los dotó de absolutez, los
decantó. Al través de esos radicales años las variadas propuestas de tonos, de
tintes, desaparecieron junto a las ambigüedades inaceptables durante la contienda
para concentrarse en la expresión de las firmeza ideológica de la lid por la libertad
de la Patria en su diáfano hacerse. La absolutez cromática natural de esos tres
colores primarios -amarillo, azul, rojo- se fortalece en la identidad de la firmeza
de la historia del territorio, de su Guerra de Emancipación, expresado claramente
en su bandera.
Descubrió Juan Loyera la poderosa fuerza de la creatividad artística de esos tres
colores en su juego disposicional ordenados así por el inteligente mandato de los
forjadores de la Nación: primero el amarillo, segundo el azul, tercero el rojo
expresantes esos tres pigmentos originarios en su ingeniosa disposición del mismo
impulso anímico nutriente del huracán de la lucha independentista. La pureza de
esas tres franjas cromáticas absolutas en su justa colocación soslayan, ninguna
cualquiera simplista adjudicación al mero azar, su ludismo disposicional esencia
el ícono y símbolo de la revolución emancipadora al través de su gloriosa bandera.
Nadie leyó antes de manera tan clara, tan visible, los colores de la bandera
venezolana cual lo hizo el pintor venezolano Juan Loyera, para luego verterlos
121
dignamente en las obras de su arte pictórico con aportativa, sorprendente e
imaginativa creatividad.
Nació Juan Loyola en Caracas en 1952. A los 47 años, en Catia La Mar, en 1999
muere. Vigorosa en conocimientos, en disciplina académica fue su formación de
artista de la plástica, obtenida en diversas escuelas de pintura y escultura de
Caracas. Substanciaron la belleza de la plástica de Juan Loyola varios impulsos
artísticos estratégicos alimentados con las señales de las luchas por mejorar las
condiciones de existencia de la humanidad surgidas en las décadas de la segunda
mitad de la centuria anterior. El primero de esos impulsos su vertical honestidad
en la labor composicional, en su hacer arte. El segundo, su amor a la Patria. El
tercero la defensa del ambiente con el instrumento de la pintura, dirigida ésta hacia
vívidas acciones reales, eficientes: cubrir con los colores de la bandera los espacios
afeados por la desidia, la pereza de los malos ciudadanos: paredes de las calles,
esquinas, rincones, carros abandonados, sitios feos, repugnantes, vergonzosos a la
mirada de la buena gente. ¿Pero cómo revertir esos grotescos ámbitos?
Convirtiendo esos feos espacios en gratos parajes con su imaginación creadora de
artista plástico al través del lúdico, armonioso uso de los colores de la bandera
venezolana.
Transformaba Juan Loyola en cuestión de uno o dos días un área degradada por la
estupidez de los transeúntes en una heredad luminosa, agresivamente hermosa
con su tricolaridad. Nacía así la primera fase de su obra plástica: la llamada
inmóvil fehaciente testimonio de su manera de abogar por la protección del
ambiente. Consistía la segunda fase, para garantizar la trascendencia del esfuerzo,
en tomar fotografías de la obra inmóvil para reproducirlas luego en cartulinas u
otro material capaz de recibir la impresión gráfica. Representaba la fase final la
divulgación de sus singulares creaciones: la venta, la colocación en bibliotecas,
exposiciones, la distribución entre los ambientalistas, ecologistas, otros pintores, en
fin en aquellas personas interesadas en el quehacer plástico de este revolucionario
artista.
Recorrió de este modo buena parte de Venezuela: aldeas, caminos, urbes, plazas,
parajes afeados, en su afán de mostrar un destino social diferente para el arte de la
pintura, compartir los museos, los salones, las galerías, con el pintar al aire libre.
122
Llevó también su original manera de crear arte plástico con los colores de la
bandera venezolana por países iberoamericanos: Brasil, Ecuador, Argentina,
Paraguay, Uruguay; en esta última nación conoció a uno de los grandes creadores
del performance y de la poesía visualista en Sur América, su gran amigo del poeta
Clemente.
Nacieron libres las palabras, obviamente; hará ello su ser: abiertas, luminosas,
irradiantes. Los académicos, algunos escritores en sus dogmas pretenden
instituirlas, un inocente afán –con buena intención- de evitar salgan en estampida.
Más el poeta la jaula debe abrir –“Descuelga de la encina carcomida / tu dulce lira
de oro”… A. Bello– dejarlas en su fantástica libertad jugar. Convertirse así en su
cómplice, encender el hechizo, iniciar la aventura de la poesía.
Después que pase la procesión
voy a recorrer las calles de la ciudad
barrida por los vientos
Visitaré las iglesias vacías de fieles
y la plaza sin flores profanas
La serpiente de las siete leguas
despertará las piedras
los bárbaros serán marcados
y los habitantes al fin
despertará del letargo.
Teresa Coraspe, Tanta nada para tanto infierno. (Ciudad Bolívar, 1994. p. 89)
El pensar hilvanando con los vocablos de la exposición teórica, las tres
composiciones seleccionadas –poemas absolutos- lo ratifican.
Mérida, MMXI
Lubio Cardozo, ecopoeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/09/metaecologia-decorosa-del-ambiente-
la.html, Lubio Cardozo, Decorosa del ambiente: La gesta pictórica de Juan Loyola.
Sábado, 26 de septiembre de 2015.
123
12
La poesía ecologista de Manuel Felipe Rugeles
Cuando un poeta escribe versos sobre
algún afectivo entorno geográfico
mientras lo contempla en presencia
real o en el recuerdo, ratifica el
compromiso existencial de su destino
al crear una composición lírica nutrida
de la impresiones de ese paisaje; pero
esas palabras entrelazadas por la
emoción de la vivencia — del lugar de
su hermoso silencio pleno de
sugestividad — por si misma se elevan
al estrato de un homenaje a dicha estancia de verdor. Cumplirías el mismo
proceso si en vez de un poeta el lugar lo ocupa un pintor, un fotógrafo, un músico.
Nacerá en cualquier caso una pieza artística la cual encierra la grata estampa de un
paisaje en un tiempo inamovible, valga decir el testimonio de un ámbito silvestre
preñado de leyendas, de frescura, de optimismo, de vida. Ahora bien en el
lenguaje de las ciencias naturales contemporáneas esa obra artística —llámese
poema, pintura, fotografía, partitura musical— por su calidad de testigo de
excepción representa una defensa ecológica de un determinado ambiente. Percibió
así Manuel Felipe Rugeles uno de los designios de su poesía de la vida rural, de los
campos, de los valles, de sus labriegos, de sus animales, en las costumbres
consustanciales de los Andes venezolanos.
GOLONDRINA DE MI CANCIÓN
Andabas en el aire
golondrina de mi canción
andabas en el aire
cuando en mis manos te recogí.
Un rumbo nuevo
124
me prometiste al nacer
bajo la mancha del cielo
que reía sobre ti.
En tus alas
la mañana prendió el roció
de su corazón.
En ellas hay tanta luz
que me sobra claridad
para encontrar la verdad
golondrina de mi canción.
(De su libro, Cántaro).
Nació Manuel Felipe Rugeles en San Cristóbal en 1903. En esa linda ciudad del
Táchira los primeros veintidós años de su existencia crecieron. Compartió su
educación escolar con la enseñanza natural de su circunstancia, en el andar
cotidiano de la comarca, los aledaños andinos entorno de la urbe, la luminosidad
de su atmósfera, la singular vegetación, sus animales, la gente, sus costumbres, la
labores agrarias, la armonía de los múltiples aspectos de ese territorio montañés
para armar un equilibrio de existir donde la paz, el sosiego estaban por sobre la
inevitable desventura: hoy tal se nominaría ecológica, manera positiva de habitar
una extensión geográfica. Ese equilibrado mundo entre el hombre–mujer, la
producción agraria, la conservación del paisaje andino Manuel Felipe Rugeles en
su primer poemario, Cántaro (1937), lo celebrará.
Murió este gran trovador de la ecología de la andinidad en Caracas en 1959, su
aventura bajo el Sol y la Luna apenas 56 años duro. Su concepción de la aldea
rural la pensó él basado en las memorias de su infancia, sobre ello reconstruye
amoroso una pequeña población campesina ideal, inmersa en un equilibrio
ecológico garante de su anhelo de eternidad. Compuso así en serenos versos su
libro Aldea en la niebla en 1944. Muestra en sus odas los sosegados panoramas
sometidos a la agricultura, el encanto de esa geografía dulcemente por el labrador
domeñada para la obtención del alimento, la fecunda gleba de los valles, de las
faldas, de las imbricadas colinas del Táchira. Exaltación de ese venusto paisaje
125
entre montaraz y humano, de verdor afable, ordenado bajo el cuido afectuoso del
agricultor. Comarcas, en fin, salpicadas de pueblo, de plantíos, de rebaños, de
abájales, sustentadores de la apacible ecología de esa sociedad rural de ese
entonces.
TIENDEME LA MANO
Viejas leñadoras,
muleros, pastores, labriegos,
van entre la niebla,
la niebla se extiende por todo el paisaje.
Niebla de los pinos,
niebla de los sauces,
niebla de los páramos,
nieblas de los valles.
El humo que sale de las viejas chozas
se hiela en la niebla de las soledades.
¿Quién canta en la tarde
quebrando el silencio
blanco de la aldea?
Hermano labriego, tiéndeme la mano.
Hermano: contigo yo vivo esta hora
de niebla en el campo.
(De Aldea en la niebla).
Disemino Manuel Felipe Rugeles en el extenso reino de sus palabras importantes
informaciones botánicas, gratas descripciones de plantas, sus colores, sus formas,
sus olores, su utilidad; decenas de flores, hierbas, matas, arboles. Hay igualmente
una extensa nomenclatura de animales del monte empinado, algunos cautelosos
acompañantes cercanos de la faena de la labranza, en particular aves.
126
LA GARZA
Garzas
banderín del alba.
¡Que despliegue de alas!
¡Que limpia victoria
la de la mañana!
palmeras en guardia
la saludan siempre
cuando cruza el aire:
Banderín del alba
sobre la sabana.
LA GUACAMAYA
Sin rumbo en mitad del campo,
sólita, la guacamaya.
De amarillo, azul y rojo
la cola, el pecho, las alas.
Oro y verde hay en sus ojos.
Oro y verde de Guayana.
¡Ay!, en la copa del árbol.
¡Ay!, si pudiera alcanzarla.
¡Al desplegar sus colores,
que hacia el horizonte vaya!
¡Que deslumbre como un sueño!
Y diga el que ha de mirarla:
—De amarillo, azul y rojo
la cola, el pecho, las alas.
—¡Que linda flota en el aire
la bandera de mi patria!
127
EL PÁJARO CARPINTERO
El pájaro carpintero
se sabe labrar su nido
con el acero del pico.
En la copa de los cedros
labrando su nido canta
la gloria de ser obrero.
Se alimenta con el trigo
que recoge en los graneros.
Va de paisaje en paisaje
estrenando nube y cielo.
Saltando por las cisternas
azules del campo abierto.
En vez de malva y jacinto
lleva un plumaje de incendio.
Su pico dentro del agua
se pone a pescar luceros.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano - Lenin Cardozo, ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/07/la-poesia-ecologista-de-manuel-
felipe.html, Lubio Cardozo y Lenin Cardozo, La poesía ecologista de Manuel Felipe
Rugeles. Sábado, 11 de julio de 2015.
128
13
Lo órfico y lo nítido en dos poemas a una misma flor
“Con acciones gratas a los Dioses tu
animo alegra, Pues ello la mas alta de las
ganancias encierra”. Baquilides,
Epinicio III.
Hay varios nombres en el sermo
ruralis para el arbusto y su famosa
flor: “dama de noche”, se le conoce
además con el de “flor de baile”,
“reina de la noche”, “flor de noche”.
Se han ocupado de él algunos
botánicos del País. Estúdialo brevemente Henri Pittier, la nómina (por sinécdoque)
“reina de la noche” en su Manual de las plantas usuales de Venezuela (Caracas,
1970. p. 359); detallada la planta con más extensión Jesús Hoyos en su Flora
tropical ornamental (Caracas, 1978. p. 82), se seleccionan al respecto algunas líneas
de este texto:
“Oriunda de America tropical, está ampliamente distribuida desde México hasta
Brasil, incluyendo Las Antillas. En Venezuela crece en forma silvestre en las zonas
calidas del norte del País y en forma de cultivo en patios y jardines urbanos. (…).
Flores blancas, grandes, vistosas, fragantes, las cuales se abren al caer la tarde.
Poseen un largo tubo floral de 14 a 30 cm de largo, con el cual se proyectan por
encima y hacia fuera del margen de las ramas”.
Pertenece a la familia de las Cactáceas, su término científico: Epiphyllum
oxypetalum. Deben descartarse de este panorama expositivo dos conocidas
Soanaceae: “dama de día” (Cestrum diurnum), “damita de noche” (Cestrum
nocturnum), ambas así mismo de flores gratamente olorosas.
Consagra Rosalina García en su poemario De intima brasa (Caracas, 1987) un
intenso poema a la flor de ese arbusto, “DAMA DE NOCHE” (P. 64). Carlos
129
Augusto León a sus lectores, en su opúsculo lírico Juegos del yo (Caracas, 1989), les
confiere la ultima oda -sobre transparentes versos- de dicho volumen, rotulada
“FLOR DE BAILE”. Los dos poemas, aunque perfilados en torno a una misma flor,
difieren en el ser, así cual en la génesis, de la creación poética. Nace uno de un
hacer composicional órfico, el de Rosalina García; el otro ha sido hilvanado al
ritmo de una disposición racional. En el primero la belleza al secreto se fusiona, en
el segundo la belleza diafanamente sobre los sentimientos expresados cabalga.
¿Qué es lo órfico en la lírica? Significa lo órfico en el poema la música de lo
recóndito portadora de sabiduría proveniente del “sentido interno (Kant), de “lo
sabido”, del “ver” anticipador, de la anamnesis escapada de la noche de la
existencia. Saca esta singular melopeya a la penumbra la reveladora armonía de la
oculta sapiente belleza –kalosofia– situada mas allá de la patente verdad de la faz
de la naturaleza (del phainein physeos). Carga en su seno lo órfico una densa
musicalidad impregnante de los vocablos de los versos, ello nunca su absoluto
devela más si deja oír su opaco retumbar lejano. Poetiza el trovador órfico, aunque
a veces no se perciba así, desde el borde mismo de la muerte (intelectualizada), no
real) más mirando hacia la vida.
De cara, pues, a la ventura al borde del abismo (conceptualizado), sintiendo en la
nuca el espeso aliento emanado de la inmensa boca del dragón de la Nada. Arriban
dichos sonidos al alma, nutren los sentimientos, corporizan las voces. Conmueven
cuando van más allá, se transmutan en estrofas cuyos vocablos solo arrastran
pálpitos, emociones transfiguradas para capturar en ritmos pensantes, en sabia
melodía, con turbadora certitud, los distantes repiques de las campanas del
sobrecogimiento, el retumbar de las oxidadas puertas de hierro de lo arcano.
Alcanza, por ello, la poesía órfica –en cualquier breve, posible, instante– alguna
latitud de lo sacro.
En la literatura lo órfico en ningún momento estriba en un culto exterior estético o
en una oferta mistérica a la cual se va en su búsqueda, no: pertenece lo órfico a la
condición innata de algunos poetas, una invitación venida desde dentro de la
creatividad misma del bardo, la cual se asume o se desecha.
Podría conceptualizarse lo órfico ya en la mera composición mediante la Idea de la
pulchritudo obscura en su decir poético (la belleza secreta, oculta, difícil).
130
Pone Platón en boca de Sócrates, en su dialogo Hipias Mayor, este final axiomático:
“Las cosas bellas son difíciles”. (México, Porrua, 1972. p. 247). Denota la primera
condición de la pulchritudo obscura la libertad, absoluta, del pensar.
Al emerger, plasmarse, en la escritura la voz interior del poeta lo hace a través de
una urdimbre de versos cuyo sentido resulta opaco el lector, este entonces indaga
en su ilustración, cogita, contempla. Los vocablos por la vía de esa musicalidad
emánate del retumbar de los bonces del misterio, reflejan en su camino a la
vislumbre feraces sentimientos espirituales artísticos, reminiscencias del desolvido,
señales originadas de los sueños irrumpientes en la vigilia (“A su alrededor por
aquí y por allí, imitado formas diversas, yacen sueños vagos como espigas hay en
un campo de mieses”… Ovidio, Las metamorfosis. México, Porrua, 1977. p. 162).
Con estos sedimentos anímicos los planos evocados de la cantiga se conforman, el
tejido de lo enigmático, de allí, de ese corpus odico, dimana lo poético. He aquí, la
oda de Rosalina García,
“DAMA DE NOCHE... Bélico anuncio me traía la conjunción del astro con la
flor; tan embriagante era su perfume como acerado el brillo de la estrella.
Analfabeta de los cielos, Conjure el saber de los ancestros, Oculto en las ruinas
de las selvas. Uno de ellos me dejo esta daga”.
Dota la primera estrofa de un ser a la flor de ese arbusto, extraído del horizonte de
la cadencia videncial, del melos, del aroma, del “acerado brillo”, de la noche
uncida a su cortejo de entes infinitos. Revela, pues, la naturaleza poética de esa
presencia botánica. Descifra, mediante sus ensimismamientos contemplativos el
juglar, en la segunda estrofa un “saber” de “las ruinas de las selvas”, obtenido del
rostro de la estrella blanca de la flor fragante cual lagrima de la Luna (faz,
advocación de la Diosa de la vida silvestre, Dea Diana). Comprende la tercera
estrofa un verso solo. ¿Traduce el plano evocado de la metáfora, “daga”, el plano
referente de: la palabra? ¿El don otorgado por la floresta? Al iluminar la naturaleza
órfica de la “dama de noche” está a cambio le develo mediante el sortilegio del
“perfume” en la “bélica” noche de la jungla, la “daga”, la palabra, obviamente
convertida en la cantiga misma, esa laude, ese aire de nocturno schubertiano, en
esos ocho versos.
131
Orfeo –el místico rey, músico tracio– después de la muerte de su Euridike ya no
canto más a la alegría, a los goces con su ninfa en la floresta. Regresara Orfeo de su
inútil búsqueda de la driade en el país de Hades, del reino de los muertos, del
archipiélago de la Nada, solo con la memoranza de Euridike transmutada en
quejumbre, apenas un pedazo de atardecer hecho de nostalgia. Esencian ahora sus
cantos voces de lo recóndito, aflora un paisaje interior obscuro, profundo,
enigmático, melancólico. Comenzó así en el mythos esta dimensión de la lírica.
Muy luego, ya en la visible planicie de la historia literaria en el primer gran espacio
de la clasicidad, el paradigma de la poesía órfica lo representara –entre sus muchas
otras virtudes escritúrales– Pindaro (circa 520-440 a.c.).
Paralela (relativamente) a esta entidad composicional otra odica se escribía en el
largo camino de la literatura accidental, esta por el contrario vertía en los versos la
lírica exponente, reflectante, de la realidad inmediata, la circuyente del poeta, el
mismo con sus sentimientos, las intimas emociones, los placeres somáticos de lo
erotia, los dolores aposenianos en la psique: la naturaleza en su acepción biológica,
geográfica, paisajes, los bosques, los ríos, el mar, sobre todo el Sol: la luz a la
logicidad notoriamente asiste; presentes en esa misma dimensión las pasiones del
humanus, los temores ante el mal, el amor inmerso en el laberinto de sus estratos
(la conflictividad del eros). Siempre fiel a las percepciones de esas múltiples
existencias, para ello empleo la parte de su mente más eficaz para enunciar la vida:
la razón.
Portaban esas composiciones sus necesarias inherencias: la musicalidad para el
afortunado manejo de los recursos expresivos artísticos del lenguaje, mas la
emotividad, la afectividad, la sugestividad, pero vigilados por la lógica junto a la
patética vocación por la realidad. La razón, por consiguiente, sobre el escritor había
dejado caer su manto; el relámpago del rayo imperaba sobre su espíritu. Se origina
así en las cantigas la Idea de la pulchritudo nítida, rationalis (la belleza
transparente, levantada sobre la diáfana urdimbre disposicional de los versos).
La pulchritudo nítida, rationalis hallo en Horacio (Quintus Horatius Flaccus: 65-8
a.c.) su más esforzado exponente en el capítulo latino de la Antigüedad Clásica; se
expandirá ese fulgor nacido del rayo de la razón por el Occidente del mundo,
arribara a Venezuela uncido al origen de su singular poesía, la cual a su vez
132
coincide con el advenimiento de la Patria independizada, libre autónoma,
soberana. Dentro de esta concepción de la creatividad humanística Andrés Bello se
formó, constituye su obra lírica el paradigma de la pulchritudo nítida, rationalis en
el Continente Latinoamericano.
Esclarecería, tal vez, esta otra dimensión de la odica la frase de un filosofo quien
afirmo acerca de un aspecto en la esencia del arte: “lo real le regala al hombre el
esplendor hasta entonces oculto” (M. Heidegger, Ciencia y meditación).
En esta contemporaneidad, en este espacio intelectual, los cánticos de Carlos
Augusto León se ubicaran. He acá su elegía, “LA FLOR DE BAILE ... Yo estaba en
mi tristeza y de pronto se abrió la “flor de baile”, la de los largos pétalos que
estallan de blancura… Solo una vez al año llena toda la noche su fragancia,
muere al amanecer. Yo estaba en mi tristeza y me dije que bien vale la pena vivir
para mirar cosas como esta, aunque solo sea una vez al año”.
La disciplina intelectual de Carlos Augusto León erigida sobre la ideología del
materialismo científico hegeliano le impidió adentrar su poesía en las estancias
espirituales artísticas de lo órfico, de lo enigmático, de lo oniria; mantuvo siempre
sus estrofas inscritas entre los linderos de una hermosa expresión de alta
sugestividad a la par de una radical transparencia, más controlada (vigilada) por la
pasión del relámpago del rayo de la lógica, sin desestima del implícito sentimiento
natal.
En su libro Los dísticos profundos (Caracas, 1984. p. 64) escribe:...“Quisiera para el
verso la nitidez del trinco.”... Sea desde la purpurina del ocaso o bien bajo el
fulgor del rayo, ambos poetas con las hondas voces de su alma compusieron dos
magníficas odas, muy distintas, a una misma flor de la botánica nativa, “la dama
de noche”, también llamada “la flor de baile”.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2012/06/lo-orfico-y-lo-nitido-en-dos-poemas-
una.html Lubio Cardozo, Lo órfico y lo nitido en dos poemas a una misma flor.
Miércoles, 6 de junio de 2012.
133
14
Nubes de agua y árboles, en la ecopoesía de Carlos Augusto León
Antes de la aceptación lingüística
definitiva del vocablo ecología – cual
dicen los franceses “avant-la-lettre”-
en algunos de los primigenios poetas
hispanoamericanos ya existía la
preocupación y la ira por la voraz
destrucción del ambiente natural en
este Continente, el Nuevo Mundo. Al
respecto, sobre esta inquietud, en el
espacio literario venezolano se han
podido hallar estos eximios nombre:
Andrés Bello (Caracas, Londres, Chile, siglo XIX), José Antonio Maitin (Choroni,
estado Aragua, siglo XIX), Abigail Lozano (Valencia de Venezuela, siglo XIX), José
Ramón Yépez (Maracaibo, siglo XIX); en la centuria del XX entre sus mas
conspicuos representantes destacan Juan Beroes (San Cristóbal, 1914-Caracas,
1975), Carlos Augusto León (Caracas, 1914-1997).
Se ocupó en su abundante obra lírica Carlos Augusto León de disímiles aspectos
de su contemporaneidad: el amor, el arte, la ciencia, lo social, lo político, la
amistad, la paz, la familia, pero atraviesa todos estos horizontes de sus
composiciones un denominador común su intenso cariño por la naturaleza
silvestre a la par de su dolorosa angustia por el paulatino deterioro del ambiente,
del paisaje, por la irresponsabilidad de muchos amparados por la indiferencia de
los otros, esta disimulada complicidad ha traído cual inmediato corolario el
empobrecimiento de los múltiples niveles de la existencia del humanus.
De los muchos versos del escritor Carlos Augusto León sobre el particular
obsequiamos a los lectores dos poemas.
134
NUBE DE AGUA
Acércate al tranquero, Nube de Agua, Nube de Agua… (Canción de ordeño,
Venezuela). Por millares de años, Cada día, Nube de Agua… La ve acercarse El
labrador, sediento Por sus tierras y comienza a sentir una íntima y húmeda alegría.
Es “el agua del cielo” que antes fue de los ríos y del mar, la que a ellos retorna y a
regar sembradíos o simplemente a hacer pequeños charcos donde juegan los niños.
Nube de Agua. Flor del más alto tallo, nube cándida, la que se lleva el viento y
donde vaya no es sino lluvia pura, bienvenida.
Hay ahora otras nubes, las del amargo humo, de recónditos ácidos, de atómicos
desechos, de venenos que exhalan las ciudades. ¡Como era claro el aire cuando solo
había nube de agua, esa misma que dio nombre a una vaca, Nube de Agua, Nube
de Agua primera! De su Poemario, El río fértil. Caracas, UCV, 1980, p. 440.
QUIERO CANTAR UN ÁRBOL
A los alumnos de 5ª grado de la Escuela Rural Guaicamacuto, quienes me pidieron
un poema. Quiero cantar un árbol en su escueta belleza: sus hojas de alegría, su
tronco de firmeza. Quiero cantar la savia que va por sus entrañas, más pura que el
arroyo que corre en las montañas. Y la raíz oculta, modesta en su tarea: alimentar
el árbol sin que nadie la vea.
Quiero cantar aquí la viviente madera que será el quieto lecho o la barca viajera.
Quiero cantar la flor que alegra los sentidos y el fruto donde esperan los sabores
dormidos. Quiero cantar un árbol en su exacto verdor, sin añadirle nada como no
sea mi amor. Y quiero que los niños retocen en su sombra y escuchen como el
viento en las ramas los nombra. De su Poemario, El río fértil. Caracas, UCV, 1980,
p. 66.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2012/05/nubes-de-agua-y-arboles-en-la-
ecopoesia.html Lubio Cardozo, Nubes de agua y árboles, en la ecopoesia de Carlos
Augusto León. Jueves, 3 de mayo de 2012.
135
15
Omar Khayyam: testimonio poético de un verdor donde hoy sólo quedan desiertos
Omar Khayyàm es tal vez el poeta
más significativo de Oriente Medio,
probada su grandeza en la piedra de
toque de la historia: su obra poética
ha pervivido mil años y ha sido
traducida a todos los idiomas de
Occidente.
Nació en Persia, hoy Irán, en la
ciudad de Nisharpur (1040-1123 a.c.).
Destacado matemático y astrónomo
de su tiempo, más su mejor fuerza del espíritu la vertió en la poesía sus famosas
cuartetas, recogidas éstas en su libro Rubàiyàt.
Muchos horizontes artísticos y existenciales se cruzan en el Rubàiyàt: sobre un
lenguaje novedoso para su tiempo -“la salvaje claridad de sus versos” escribió en
una oportunidad Harold Lamb, uno de sus biógrafos modernos- donde
identificaba poesía y libertad, usó el luismo expresivo cual vehículo de su valentía,
en un estilo desenfadado e irreverente, Omar Khayyàm revelará voluntariamente
al mundo los matices dramáticos de la sociedad persa de ese entonces, pero sin
dejarse abrumar por ello cantó de manera maravillosa a la fiesta de la vida, al
amor, a la mujer, al vino, en fin. Ahora bien, aunque sin proponérselo “ex profeso”
dejará en sus estrofas el testimonio del bellísimo y robusto entorno vegetal de la
Persia de aquellos lejanos siglos.
Han transcurrido mil años desde cuando se dieron a conocer las cuartetas de
Khayyàm. Hoy por hoy en el paisaje del Oriente Medio impera la aridez, lo
desértico. Nunca aparece en las estrofas del bardo de Nishapur el desierto, por el
contrario la exuberancia de la espesura vegetal se enaltece. Si la obra literaria
sustentada sobre la espontaneidad y franqueza jamás niega su paisaje, no habría
136
entonces de dudar de la legitimidad del entorno ambiental de su poesía. Aflora
constantemente en sus versos el ingente verdor de su efectiva comarca.
"Fulge la Luna del Rabadán.
Bañará de luz el Sol, mañana, una ciudad silente.
Dormirán los vinos en los cántaros y las jóvenes doncellas a la sombra de los
bosques.”
Cruzan de manera reveladora su lenguaje poético las flores: narcisos, eglantinas,
tulipanes, jacintos, violetas, rosas. Refrescan su lectura frases como “campo
florecido”, “verde prado”, “rojo tulipán de primavera”. Apoyan con mucha
frecuencia sus emotivas expresiones eróticas voces cuales jardines, florestas,
arroyuelos, ruiseñores, rodedal, mariposas, frondas, selvas, en fin una verdadera
policromía silvestre,
“Figura este mundo una rosaleda. Las mariposas sus visitantes.
Nuestros músicos los jubilosos pájaros.
… Cuando ni rosas ni frondas haya
revelarán las estrellas mi rosaleda y tus guedejas mi selva”.
Traspasó, de modo innegable, con una clara coherencia de percepción, lo epocal su
corpus lírico, sus cantigas, con ello el paisaje de su amado territorio donde
predominaban, sobre la parda arena de hoy, aquellos otrora vegetales, bosques, lo
nemoroso. Precisamente a esa lozanía vegetal se debe la gran luminosidad y
sosiego de las composiciones líricas del Rubàiyàt… Queda a los ambientalistas y
ecologistas responder: ¿Qué paso con tanto verdor? O parodiando al fundador de
la poesía española, Jorge Manrique (s. XV a.c.) prestamos sus palabras y ritmo para
decir… /¿Qué fueron sino rocíos / de los prados?”
Cierro este escrito con una cuarteta de Omar Khayyàm,
“Lozanea la faz de las rosas la brisa primaveral,
137
acaricia a mi bienamada en la sombra azulada del jardín.
La ventura de este momento disfruto,
la irresistible dulzura del presente.”
En la actualidad Irán tiene una superficie de 1648000 km2, siendo el 70% de su
territorio, desértico o semidesértico.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2011/12/testimonio-poetico-de-un-verdor-
donde.html, Lubio Cardozo, Testimonio poético de un verdor donde hoy sólo quedan
desiertos. Domingo, 4 de diciembre de 2011.
138
16
Homenaje de lector a la poeta María Mercedes Carranza
“Poetizar es hacer memoria.
La memoria es fundación”.
M. Heidegger
A una grancolombiana, la señora Alba
Gutiérrez Isaza.
Escribió en todas sus poesías María
Mercedes Carranza (Bogotá, 1945-
2003) un sueño: Colombia. Cantar
quiso tal vez a ese país naturalmente
hermoso su hermosura, de su temple
alegre su alegría, recoger en las estrofas ese anhelo, más en su contemporaneidad
la historia había abierto un prolongado paréntesis para encerrar en él la palabra
dolor. Quizás tomar ella un atajo deseó, por aledaños enredijos del acontecer, para
lanzar la red de sus versos y atrapar entre sus hilos la luz, el paisaje, la vida
imaginada, los ludismos del eros en el grato territorio de su patria, Colombia, pero
siempre se levantaba la pétrea pared realísima de la pena, pesadumbre social,
política, militar, lo brutalmente inhumano de la sucedencia epocal de su tierra. La
verdadera inteligencia (“el ojo del alma”, Platón) moralidad esencial exige.
Entendió María Mercedes Carranza su destino de poeta, o más bien el fatum de su
actividad creativa por áspero decreto de las divinidades. Por su raigal pertenencia,
por el nombre familiar —hija del escritor Eduardo Carranza—, por haber tenido la
fortuna de recibir una excelente formación intelectual, por la mirada extendida
(prospicere) al porvenir de su nación, no podía eludir lo fatal de su temporalidad,
no le estaba permitido esconderse detrás de una obra de calidad artística, de
agradables episodios, de concatenadas emociones pero banal con respecto al grado
del fundamento de su compromiso destinal, de escaldas al reto existencial de los
infaustos años amarrados a la geografía colombiana. Esquiva, pues, la plácida
139
alienación de la indiferencia, lo divertido, lo cómico. Se plantó en lo opuesto, la
valerosidad. Ella su hado asume. No transitaría ese otro tentador camino. Haría,
por el contrario, de sus versos, en frase de Horacio, venenatas sagittas, inmersas
saetas en sutil ira impotente disparadas a los obscuros recintos, las invisibles
cofradías de donde se originaba ese dolor de Colombia.
Aunque más allá de dos esquelas compartidas y un poemario obsequiado no tuve
la suerte de conocerla; por informaciones de amigos bogotanos, por algunas
fotografías, por deducciones de sus escritos, la imagino delgada (nunca frágil),
pausada en sus ademanes, de intensa serenidad, no obstante de un corazón
temerario capaz de imprimirle a su voz lírica la fuerza tremenda de la mujer, la
firmeza del grito silencioso para arrostrarle a los cómplices del infortunio, para
desafiar a quien la leyere u oyere a sumar vocablos a un gran coro para decirle al
espíritu del mundo (si aún hubiere espíritu del mundo), con la fuerza coral de la
tragedia griega, la ya demasiado larga tristeza cual lluvia maléfica sobre Colombia.
Dabeida
El río es dulce aquí
en Dabeiba
y lleva rosas rojas
esparcidas en las aguas.
No son rosas,
es la sangre
que toma otros caminos.
(De El canto de las moscas, 1997).
Esencian, sólo así, esa agonía, ese coraje, esa transparente pesadumbre, la ascética
belleza de su lírica.
II
De los muchos poemas paradigmáticos de María Mercedes Carranza sobre lo poco
dicho se van a enfocar a la ojeada dos uncidos por la intención de estas páginas,
cuyo propósito sólo traduce un homenaje del recuerdo a la poeta colombiana
atrapada por su responsabilidad de una respuesta lírica auténtica ante sus
140
circunstancias. En su composición “De Boyacá en sus campos”, de su primer libro
Vainas y otros poemas (1972), sintetiza en versos cual disparos a quemarropa todo
el mundo falso, hipócrita, manipulador, tejido en torno a Bolívar, de ese historiar
absolutamente contrario a cuanto él significó para el real acontecer en la existencia
de estos pueblos. Trajo, creó, sembró él la libertad para usarla en todas las
actitudes de la vida, libertad para liberar y no para el palabreo de la mentira.
Despoja María Mercedes, en su pulcra oda cerrera, a Bolívar de la santurronería de
las academias, de la oratoria palaciega, y lo deja desnudo en la pureza de su señal
indicadora de la verdad del camino de estas pardas comarcas con sus poblaciones
encima.
(...)
que más que charreteras
lucía un callo en cada nalga
de tanto cabalgar por estas tierras,
(...)
tenía el ademán mestizo de una batalla perdida.
Hermosísimo poema severo, sin flaquezas escriturales, levantado con la fortitud
volcánica de una mujer. Ensambla en sus frases rítmicas una ósea reflexión
impávida sobre el espacio del alma, de lapsykhé del lector, o del lector-pueblo,
donde debe hallarse un indicio, un signo del misterioso destino de estas naciones
en su dilatada guerra de hace más de quinientos años.
(...)
Pero y si pronto, y si quizás, y si a lo mejor,
y si acaso, y si tal vea algún día te sacudes la lluvia,
los laureles y tanto polvo, quien quita.
Su “Oración”, del libro De amor y desamor y otros poemas (1995), refuerza lo
axiomático del primer párrafo de este escrito, pese al reclamo íntimo de estos diez
versos mediante los cuales ensambla una trascendente oda pagana a esos
hermanos inseparables: la tierra y la muerte. Un psalmo en sí, absoluto, de lata
ascendencia clásica. Encaja, no obstante, en lo llamado en estas páginas el dolor de
Colombia. Singulariza la derrota ante las desatadas fuerzas de los indomables
males de su hora. ¿Hacia dónde mirará la poeta? Arriba, el azul calla. En la
141
vecindad del horizonte la vida identificada con la esperanza pareciera no ser
posible. Abajo, la arena, las piedras. La arcilla a cambio de cuanto poco queda
—apenas si la soledad, los sueños, la poesía— ofrecen el alivio del sufrir, el
descanso, la paz, el olvido, el silencio, en fin la nada.
Un poeta venezolano más o menos contemporáneo a José Asunción Silva (1865-
1896), Juan Antonio Pérez Bonalde (1846-1892), en los años finales de su alongado
deambular y penar por el mundo, con su desencanto a cuestas por múltiples
fracasos en la actividad política, en sus aspiraciones sociales, económicas,
familiares, compuso un melancólico cántico en el cual también mira hacia abajo, a
la tierra compañera substancial de la muerte, se rotula
Sub Umbra
Traedme una caja
de negro nogal,
y en ella dejadme
por fin reposar.
De un lado mis sueños
de amor colocad,
del otro mis ansias
de gloria inmortal;
la lira en mis manos
piadosos dejad,
y bajo la almohada
mi hermoso ideal...
Ahora la tapa
traed y clavad,
clavadla, clavadla
con fuerza tenaz,
que nadie lo mío
me pueda robar...
142
Después, una fosa
bien honda cavad,
tan honda, tan honda,
que hasta ella jamás
alcance el ruido
del mundo llegar;
bajadme a su fondo,
la tierra juntad,
cubridme... y marchaos
dejándome en paz.
¡Ni flores, ni losa,
ni cruz funeral;
y luego... olvidadme
por siempre jamás!
(Del libro: J. A. Pérez Bonalde, Academia Nacional de la Historia, 1964).
Se interpone, entre las estrofas de Pérez Bonalde y la “Oración” de María Mercedes
Carranza más de un siglo, lo cual implica obviamente diferencias escriturales
notables, distinto tratamiento de la melopeya. Coinciden sí en el ámbito lírico de la
desesperanza, en bajar los ojos al humus —al fin y al cabo humanus et humus van
uncidos además de la etimología también por el destino—; ofrendar la existencia a
la madre gea, la misteriosa estancia donde —tal vez— el dolor se acalle.
Oración
No más amaneceres y costumbres,
no más luz, no más oficios, no más instantes.
Sólo tierra, tierra en los ojos,
entre la boca y los oídos;
tierra sobre los pechos aplastados;
tierra entre el vientre seco;
tierra apretada a la espalda;
a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra;
143
tierra entre las manos ahí dejadas.
Tierra y olvido.
Se negó a la alegría por saberla injusta en medio del entorno, de los aconteceres,
María Mercedes Carranza. Ascendió a la tristeza, esencia con ella, en buena
medida su soma, su psykhé, su obra lírica. Convirtió la mesticia en su brújula para
no perderse en el complejo mapa de las tentaciones intelectuales distintas a la
asunción de su norte, su treno por el dolor de Colombia, aflicción compartida con
los más, con los sufrientes, cuya respuesta perceptible en lo inmediato era el
estupor del opaco silencio. Imposible cristalizar los sueños, irremediablemente se
tornarían fantasmas de humo disueltos por los ventarrones del infortunio epocal.
Aceptó por eso María Mercedes, con “el coraje de su verdad”, la invitación de la
tierra.
Lubio Cardozo, ecopoesta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/08/metecologi-homenaje-de-lector.html,
Lubio Cardozo, Homenaje de lector a la poeta María Mercedes Carranza. Jueves, 20 de
agosto de 2015.
144
17
La pintura ambientalista de Luis Alfredo López Méndez
A ver pero mejor aún a contemplar
(percibir un mundo de sugerencias,
de relaciones, de recuerdos) las
pinturas de Luis Alfredo Méndez
invitan. Sello para la eternidad (la
contingible perennidad de las cosas)
en sus lienzos momentos del
esplendor de rincones silvestres de la
siempre sorprendente flora
venezolana. Trasmite así a los
contempladores de sus cuadros
especiales éxtasis de la presencia prestada a la agradable naturaleza vegetal y
trasmutada por su alquimia en el oro de lo artístico.
Sus estampas inmovilizan el tiempo, custodian para un relativo siempre por
ejemplo el "Avilar" (1937), el "Mercado de San Jacinto" (1918), "La Cruz Verde de la
Guaira" (1936), un "Apamate" (1940) sus pinturas entrañan vivencias, la vivencia
es vivida vida, esplendentes ventanas para la remembranza ciudadana de la
contemporaneidad del pintor, pero luego continuara su lento mostrarse a la
caminante sociedad por los salones, galerías, estancia de la historia, estrato del
eterno presente móvil en su sed de perdurabilidad alumbrado por esa frase de
Heidegger "el pensar retornando".
Pero hay otra memoria, la registrada en los libros sobre los pinturas y sus pinturas:
en el caso de este artista del color la publicación escrita y armada por Bélgica
Rodríguez, rotulada Luis Alfredo López Méndez (Caracas, Armitano Editores,
2003) resulta además de fascinante paradigmática: un completo estudio bajo
múltiples miradas de la vida, el arte pictórico, el entorno histórico, la familia,
escrito en amena, elegante prosa, acompañado el volumen de abundante apoyo de
145
excelentes láminas de reproducciones fotográficas. Un libro del cual todos -
protagonistas, hacedores, lectores- nos sentimos orgullosos.
Traslado Luis Alfredo López Méndez a sus telas muchísimos paisajes del espacio
campestre nativo. Destaca con el dominio de sus colores de las figuras, a los
aldeanos, pescadores, cual centro temático del vegetal entorno agreste o del
marino, detalles ambientales estos donde tal vez se afinca más la señal del artista:
fiel al poeta Andrés Bello ..."También allí la florecida vega, el bosque enmarañado,
el sesgo rio, colores mil a tus pinceles brindan"8. Notables, por ejemplo, "Paisaje de
la Guaira"(1940), "Niña Frente al Mar"(1944), "Marina" (1945), "Barlovento" (s|f),
"Marina en Azul" (1941), "Bucares" (1963), "Apamate"(1962), "Araguaneyes"(1964),
"Paisajes del Guárico" (1969).
La libertad da vida a la vida.
Así lo entendió López Méndez en el gozoso albedrío del manejo de sus colores,
línea, en el ludismo de sus afectivos parajes distribuidos con admirable franquía en
sus lienzos: "Marina. Pampatar" (1971), "Desnudo" (1973), "El Tirano" (1977),
"Autorretrato de mi Infancia" (1971), "El Hipocanto" (1980), "Marina con desnudo"
(1992). Ese optimismo sellado en las policromías de sus enmarcadas estancias
donde los árboles, colinas, caminos, los verdeantes recintos donde los desnudos
femeninos parecieran singulares inflorescencias surgidas entre los arbustos,
significan desde la perspectiva epocal del ahora una ostensible defensa ecológica
de la naturaleza venezolana pero no la selvática y lejana sino la cercana a los
pueblos, al mar, a la gente de esos ambientes tan humanos a la par de hermosos.
Ojala esos espacios pintados por Luis Alfredo Méndez no hayan desaparecido, mas
si fatalmente sucedió así queda la memoria de ellos en los cuadros de este insigne
artista de la pintura de Venezuela.
Apasionado siempre de la belleza natural en sus formas más conspicuas: las
mujeres, las flores, los árboles, los armónicos paisajes, Luis Alfredo Méndez les
tributo el homenaje del arte, de llevarlos a sus policromos, brillantes, luminosas
telas. Parafraseando al filósofo Spinoza: los estampo en el tiempo. Celebres sus
8 ALOCUCIÓN A LA POESÍA (1823).
146
pinturas de flores: "Rosas" (1958, 1970. 1973, 1975), "Flores" (1939), "Cayenas"
(1948), "Crisantemos"(1949), "Claves" (1981), "Magnolias" (1970), entre muchos
otros cuadros sobre el tema; sugestivos sus desnudos de lindas mujeres nativas:
"Desnudos" (1962, 1973, 1974, 1975, 1980, 1992); ellos sumados a sus árboles, a sus
esplendentes paisajes, sin lugar a dudas aportan y ennoblecen el envidiable tesoro
del arte pictórico del Hemisferio Occidental.
Memoria eterna merecida para este gran pintor ecologista venezolano quien tal vez
sin darse cuenta de ello fue un gran defensor, con sus radiantes telas de la ecología
del verdor, de los ambientes de plantas, arboles, flores, de esta pasión llamada
Venezuela. Nació y murió en Caracas: 1901 - 1996.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano - Lenin Cardozo, ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/07/la-pintura-ambientalista-de-luis.html,
Lubio Cardozo, La pintura ambientalista de Luis Alfredo López Méndez. Domingo, 26
de julio de 2015.
147
4. La Metaecología y otros escritos
148
1
Ecología del testimonio
La ecología del testimonio es una
manera de resguardar en la memoria
colectiva, ya sea impresa, fotográfica,
fílmica, de cuanta riqueza natural -
árboles, animales, ríos- tuvimos pero a
partir de este testimonio, de estos
testigos pasivos, podríamos volver a
poseer, de volver a la vida creando las
condiciones para ello porque tenemos
por lo menos el registro científicamente
asentado.
Algo parecido a la idea de Jurassic Park pero con la ventaja de estar en la misma
era, el cuaternario, no se trata entonces, de un salto hacia atrás en la historia
natural sino de una continuidad donde solo se necesita un ingrediente afirmativo:
la voluntad de salvar el planeta o por lo menos cada quien aquella parcela cercana
a él donde la Tierra está herida.
En el caso venezolano se han salvaguardado zonas de la ecología del testimonio,
con abundantísima información científica registrada, valgan apenas estos ejemplos,
aunque hay más: El manual de plantas usuales de Venezuela de Henry Pittier,
Fauna descriptiva de Venezuela (Vertebrados) de Eduardo Rohl, Flora tropical
ornamental de Jesús Hoyo, Flora de los páramos de Venezuela de Volkmar
Vareschi, Árboles ornamentales de Caracas de Leandro Aristeguieta, Enumeración
sistemática de las especies de moluscos hallados hasta ahora en los alrededores de
Caracas y demás partes de la República de Adolfo Ernst, Guía de aves de
Venezuela de William Phelps, Aves Venezolanas de Katherine Phoeb, Colibríes de
Caracas de Ralph Dessau, Peces de los llanos de Venezuela de Antonio Machado
Alison, Peces marinos de Venezuela de F. Cervigon.
Invito a los lectores a informarnos ([email protected]) de testimonios
ecológicos totalizantes, impresos o fílmicos, de sus países o regiones respectivo
149
porque la suma de estos conocimientos constituiría una especie de frontera
imaginaria o limite a partir del cual se emprendería con justas y científicas razones
la reconstrucción de la naturaleza perdida, de la vida del planeta.
Lenin Cardozo, ambientalista venezolano – Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2011/10/ecologia-del-testimonio.html, Lenin
Cardozo - Lubio Cardozo, Ecología del testimonio. Jueves, 20 de octubre de 2011.
150
2
Los espíritus protectores de los árboles en la mitología griega. Dríades, Hamadríades y Hespérides
Los griegos antiguos les pusieron
nombre a las ninfas de los árboles:
Dríades, Hamadríades y Hespérides.
Las Dríades de los árboles. Servio, el
comentarista latino de Virgilio afirma
que las Dríades son Ninfas en medio
de los árboles, mientras que las
Hamadríades son las que nacen y
mueren con ellos, aquellas cuya vida
depende de la del árbol; sin embrago,
no sabemos hasta qué punto esta observación erudita de un autor tardío responde
de hecho a la creencia mitológica. Por otro lado, las Dríades según indica su
nombre son Ninfas de las encinas así como las Melíades son las Ninfas de los
fresnos, también asociadas con los robles, pero lo cierto es que a todas se las
relacionaba con los árboles en general.
Las Dríadas eran de apariencia humana que se reflejaban en su árbol de
nacimiento. Los árboles altos eran las mujeres altas, un árbol más pequeño una
niña. El follaje podía reflejar el cabello, hojas largas representaban lo largo de sus
cabelleras, hojas pequeñas significaban el cabello corto de una niña. Los troncos
gruesos representaban a una joven gorda y si la madera era oscura significa que
su piel era de color negro. Las lágrimas eran el color de la clorofila.
El temperamento de las Dríades se basaba únicamente en el estado de su
protegido (el árbol), que lloraban cuando llegaba el otoño y las hojas comenzaban
a caer, o saltaban de alegría con la llegada de la primavera.
151
Las dríadas eran fuertes espíritus de la naturaleza, que podían comunicarse con los
animales y con los seres de la naturaleza, hacer que sus raíces crezcan para
impedir o dificultar las ramas y hojas implicar que estás sufriendo. Podían
desaparecer en una nube de humo e ir a su árbol, y vivir el tiempo que viviría el
árbol.
Las Ninfas Hamadríades son los espíritus femeninos que representaban el poder
divino de los árboles. Nacen y mueren a la vez que los árboles compartiendo con
ellos las dichas cuando crecen y están verdes, floridos, y los infortunios cuando
están secaos y pierden las hojas. Se les consideraban espíritus bienhechores a
quienes cuidaban y protegían los árboles y ayudaban a los mismos con oportunos
consejos y oían sus suplicas o intervenciones de cualquier problema. Aparecen en
leyendas como la de Reco. Cierto mito tardío nos relata el origen de las
Hamadríades. Según él, una doncella llamada Hamadríade se casó con su propio
hermano, Oxilo.
De esta unión nacieron las ninfas de los árboles: Caria, Bálano, Crania, Morea,
Egiro, Ptélea, Ámpelo, Sice, estos nombres evocan a árboles como el nogal, la
morera, la vid y la higuera.
Las Hespérides. En la mitología griega las Hespérides (en griego, ‘hijas del
atardecer’) eran las ninfas que cuidaban un maravilloso jardín en un lejano rincón
del occidente, situado según diversas fuentes en las montañas de Arcadia en
Grecia, cerca de la cordillera del Atlas en Marruecos, o en una distante isla del
borde del océano. Adicionalmente, Hespérides (o también Islas Afortunadas) es un
nombre dado por los antiguos a una serie de islas situadas en el extremo oeste del
mundo entonces conocido. Éstas podían haber incluido Canarias, Madeira y Cabo
Verde.
El Jardín de las Hespérides es el huerto de Hera en el oeste, donde un único árbol o
bien toda una arboleda daban manzanas doradas que proporcionaban la
inmortalidad.
Los manzanos fueron plantados de las ramas con fruta que Gea había dado a Hera
como regalo de su boda con Zeus. A las Hespérides se les encomendó la tarea de
cuidar de la arboleda, pero ocasionalmente recolectaban la fruta para sí mismas.
152
Como no confiaba en ellas, Hera también dejó en el jardín un dragón de cien
cabezas llamado Ladón que nunca dormía, como custodio añadido. Posteriormente
esas manzanas doradas fueron asimiladas a los cítricos de allí a considerar a las
Hespérides como los espíritus feéricos asociados a estos. Podríamos concluir
diciendo que a veces se las consideraba asociadas a un único árbol y mueren si éste
se corta. Por esta razón, las dríades y los dioses castigaban a los mortales que
dañaban a los árboles.
Lubio Cardozo, ecopoeta venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/03/los-espiritus-protectores-de-los.html
Lubio Cardozo, Los espíritus protectores de los árboles en la mitología griega. Dríades y
Hamadríades. Lunes, 23 de marzo de 2015.
153
3
Manifiesto de Mérida / ¡¡¡En el Esequibo Exxon NO!!!
MANIFIESTO DE MERIDA A LOS
SABIOS DE LA HUMANIDAD:
SALVAGUARDAR A LA GUAYANA
ESEQUIBA, EL ULTIMO
TERRITORIO CON INMENSAS
SELVAS INCÓLUMES, JUNTO A LA
FAUNA MAS VARIADA,
ABUNDANTE E INSÓLITA DEL
PLANETA; DE TIERRAS, AGUAS,
ATMÓSFERAS IMPOLUTAS; DE
BELLISIMA GENTE.
Tal vez por ser un espacio de Venezuela sometido a un proceso de reclamación
limítrofe desde hace muchas décadas la actividad política administrativa se
inmovilizo en el tiempo, incluida en esa cesación los desenvolvimientos
comerciales intensos, las industrias de amplia cobertura, así mismo el estamento
mínimo para levantar un estado orgánico, pero el tiempo de la naturaleza NO SE
DETUVO: las selvas mantienen su equilibrado desarrollo tanto en las planicies, en
las montañas, en los valles, lo cual ha permitido la conservación, abundancia y alta
pureza de las aguas de sus ríos, magnifica reserva hídrica incontaminada difícil de
hallar en otros lugares del mundo. Flora riquísima en la variedad de sus especies,
en la calidad de sus árboles sostenedores de los millones de micro habitas
colocados encima de los bosques. Favorecida esta opulencia forestal por la
posición climática y geográfica de esa enorme franja de tierra situada en el mero
corazón de lo descrito por el poeta Andrés Bello con el nombre de “la zona tórrida”
colocada – respetando la relatividad de las distancias – entre la línea ecuatorial y el
Trópico de Cáncer, beneficiada la par por los húmedos vientos provenientes del
Océano Atlántico.
154
¡Salve, fecunda zona,
que al sol enamorado circunscribes
el vago curso, y cuanto ser se anima
en cada vario clima,
acariciada de su luz, concibes!
De Andrés Bello, LA AGRICULTURA DE LA ZONA TORRIDA (VERSOS 1–5).
El nutriente verdor de esos parajes ha permitido el incremento de una copiosa y
diversificada fauna, representadas por muchísimas especies científicamente
valiosas y hoy desaparecidas en sus entornos originarios, estos selváticos
vertebrados e invertebrados encontraron esplendidos refugios en las sabanas y
floresta de esa casi virgen zona venezolana flanqueada en el este por el caudaloso
rio Esequibo. La Guayana Esequiba es una continuidad natural de la geografía
física, política, histórica, humana de Venezuela, incluso su límite hidrográfico por
el este representa una frontera compartida por tratarse de un rio, el hermoso
Esequibo. Pertenece esta extensa superficie, sin lugar a dudas, a los venezolanos, a
los de acá y a los de allá, a los nacidos en la dispuesta Patria desde la Cordillera
andina hasta la Guayana Esequiba inserta legítimamente en dicho espacio político-
administrativo. Somos la misma gente, el mismo pueblo inteligente, honesto
cordial, trabajador, sano de costumbres.
En la ciudad de Mérida, situada en el centro de la Cordillera de Los Andes de
Venezuela, urbe levantada por la creatividad de sus poetas, narradores,
historiadores, pintores, músicos, científicos, profesores, por la Universidad de Los
Andes, por la Iglesia Católica, entre otras instituciones, nos dirigimos a la gente
sabía de la humanidad para presentarles este manifiesto con la súplica de su apoyo
intelectual, moral, de sus palabras expresadas por los medios, para la salvaguarda
integral de la Guayana Esequiba con base a estas presentes, objetivas, verdades:
a) La Guayana Esequiba es una prolongación consubstancial del territorio de
la República de Venezuela en lo geográfico, en lo histórico, en lo político-
administrativo, en su gente.
b) La Guayana Esequiba constituye una de las pocas regiones, de gran
extensión, verde y virgen del Planeta poseedora de inmensas y antiquísimas
155
selvas, abrigo y cobijo de una fauna selvática y sabanera numerosísima,
diversificada, bien amparada por la frondosidad vegetal.
c) Corren sobre su superficie más de seis grandes ríos no contaminados, lo
cual se traduce en invalorables recursos hídricos de alta calidad.
d) Todo lo expuesto, pues, en este escrito debe traducirse en una sencilla
ecuación: La Guayana Esequiba pertenece a Venezuela tal se explicó en el
primer acápite (a), por ser un opimo legado de la naturaleza, una fortuna
ecológica, un tesoro ambiental bien conservado –vegetación, fauna, aguas,
tierras, atmosfera, oxigeno, gente– la humanidad sabia debe asumir el
compromiso ético de salvaguardarlo cual un común patrimonio científico,
artístico, recreacional, ecológico, ambiental de los habitantes del Planeta
Azul. Solicitamos solidaridad al respecto.
Desde la ciudad de Mérida de Venezuela para el mundo.
Lubio Cardozo, poeta ambientalista venezolano
http://lenincardozo.blogspot.com/2015/08/manifiesto-de-merida-en-el-
esequibo.html, Lubio Cardozo, Manifiesto de Mérida / ¡¡¡En el Esequibo Exxon NO!!!
Jueves, 13 de agosto de 2015.
-FIN-
156
5. El Autor y sus Co-editores
157
El Autor
Prof. LUBIO CARDOZO, (1938) Poeta, ensayista, investigador y
crítico literario. Licenciado en Letras en la Universidad Central de
Venezuela, con Postgrado en Investigación Documental en la
Escuela de Documentalistas de Madrid.
Desempeñó diversos cargos en la Universidad de Los Andes en el
estado venezolano de Mérida, donde reside. Coordinó la revista
Actual de la mencionada casa de estudios.
Es reconocida su valiosa labor investigativa en historia, teoría y crítica, con más de
treinta títulos publicados. Además es autor de los poemarios Extensión habitual
(1966), Apocatástasis (1968), Contra el campo del rey (1968), Salto sobre el área no hollada
(1971), Fabla (1974), Paisajes (1975), Poemas de caballería (1983), Solecismos (1986),
Poemas (1992), Lugar de la palabra (1993), El país de las nubes (1995), Un verso cada día
(1995) y Ver (1999). Toda su poesía ha sido reunida en el volumen La cuarta
escogencia (Ediciones Mucuglifo, 2006). Máximo exponente de la poesía
ambientalista latinoamericana y de la Metaecología.
158
Los Co-Editores
Ing. LENIN CARDOZO PARRA, Ecologista. Escritor venezolano y
ambientalista. Estudios realizados en la Universidad del Zulia,
Universidad Complutense de España, Universidad de Burgos de
España. Cursos post-universitarios en MBA, Management Público,
Filosofía e Historia. Doctorado en Ciencias. Director Ejecutivo Canal
Azul 24 https://anca24latam.wordpress.com/ y Blue Chanale 24
www.bluechannel24.com. Libros escritos: Die lange und kurvenreiche
Straße von Umweltschützern. Übersetzung: Doris Barboza. Isla Dorada, Editorial
Erato, 2015. El largo y zigzagueante camino de los ambientalistas. Isla Dorada, Editorial Erato,
2015. Di come essere ambientalista e non morire nell’intento. Isla Dorada, Ediciones Erato, 2015.
Desarrollo Sustentable. Mito o Realidad. Maracaibo, Ediciones Erato, 2007. Crítica a la Razón
Productiva de la Modernidad y Discurso Filosófico Ambientalista Postmoderno. Maracaibo,
Editorial Universidad Cecilio Acosta, 2006. PDVSA Dos Pasos Atrás. Maracaibo, Ediciones
Erato 2004. 25 Historias Cotidianas. Maracaibo, Ediciones Chepa, 2000. Fundador y Director
Ejecutivo de la ONG Fundación Azul Ambientalistas www.azulambientalistas.org, email:
[email protected] y el Blog http://lenincardozo.blogspot.com/.
Mgs. HUGO ENRIQUE MENDEZ URDANETA, Periodista y profesor
universitario. Escritor y ambientalista. Estudios realizados en la
Universidad Pontificia Salesiana de Roma, 1984-1993. Master en
Ciencias de la Comunicación Social, Especialización en Manager
Televisivo, Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social; Master
en Educación para la Escuela y la Comunicación Social, Licenciado en
Ciencias de la Educación. Baccalaureato en Ciencias de la Educación.
Libro: Die lange und kurvenreiche Straße von Umweltschützern. Übersetzung: Doris Barboza.
Isla Dorada, Editorial Erato, 2015. El largo y zigzagueante camino de los ambientalistas.
Isla Dorada, Editorial Erato, 2015. Di come essere ambientalista e non morire nell’intento. Isla
Dorada, Edicciones Erato, 2015. Tesis: La struttura comunicativa della festa religiosa del popolo.
Ricerca e documentazione televisiva dell'Infiorata di Spello. (Lever Franco), 01-01-1993. La
integración del niño con handicap en la escuela primaria. Analisís de la literatura italiana. (Natale
Zanni), 01-01-1988. Baccalaureato: La concepción universitaria según Andrés Bello. (José M.
Prellezo), 01-01-86. Redactor responsable de la web: https://anca24italia.wordpress.com.
Periodista de la ONG Fundación Azul Ambientalistas www.azulambientalistas.org, email:
[email protected] y el Blog: http://hugoemendez.blogspot.com.
159
Lubio Cardozo.
Lenin Cardozo Parra – Hugo E. Méndez U. Co-editores.
METAECOLOGÍA Y SU HORIZONTE POÉTICO. Literatura y prosa
ambientalista.
Primera edición.
No esta permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento
informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea
electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso
previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Copyright de este número:
Portada: Henry Matisse. Icarus. 1847.
Lubio Cardozo.
Lenin Cardozo Parra – Hugo E. Méndez U. Co-editores. 2015.
Editorial Erato, Octubre 2015.
Isla Dorada, Maracaibo.
Concepto, edición, composición y montaje: Hugo E. Méndez U.