Metamorfosis de Solano Lopez

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Mitificaron de Solano Lopez

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La metamorfosis de Francisco Solano Lpez

Florencia Pagni [email protected]. Un minuto de silencio para Lpez que est muerto2. La puta y el mariscal3. En busca del patrimonio perdido4. Derrotas judiciales5. En el nombre del padre

6. El dolor paraguayo7. El Reivindicador8. El novecentismo: literatura, poltica y legitimacin social

9. Un hroe antiliberal a la medida del nacionalismo autoritario10. Una guerra ganada, resignifica una guerra perdida11. Solamente los que andan de a pie no se caen del caballo12. El antdoto para la enfermedad del cosmopolitismo liberal era el nacionalismo lopizta13. Un lder antiimperialista14. La proeza de un matn, sangrienta15. BibliografaCrnica de la larga operacin histrica que transform a un individuo nefasto para su pueblo en el prcer paradigmtico de la nacin

Desgraciado el pas que necesita hroes

Bertolt Brecht

Un minuto de silencio para Lpez que est muerto

Eran las 11.30 horas del domingo 1 de marzo de 1970 cuando a lo largo y ancho de la geografa guaran miles de paraguayos detuvieron sus actividades y guardaron un minuto de silencio en homenaje a la memoria de Francisco Solano Lpez, muerto exactamente un siglo atrs. Tras el colectivo y gregario silencio se escuch por la red de radio y televisin la voz del general Alfredo Stroessner, autoritario presidente del pas desde 1954, quien expres que [...] acallados los ltimos disparos de la guerra que libr la Triple Alianza contra el Paraguay, se amonton la ignominia, la calumnia y el ultraje contra nuestra Patria, porque fueron los vencedores los que escribieron la historia a su manera pero, en el fondo del alma popular siempre se mantuvo intacta la memoria del Hroe, descubriendo con certero instinto la intencin secreta de una confabulacin internacional, cuya trama est siendo esclarecida hasta lo ms recndito de un revisionismo histrico [...] el General Bernardino Caballero [...] recogi el legado inmortal del mariscal Francisco Solano Lpez, de quien fue su amigo leal y valiente colaborador [...] y que en la paz tuvo a su cargo la honrosa misin de fundar la gloriosa Asociacin Nacional Republicana, [o] Partido Colorado, fuente inmarcesible del nacionalismo paraguayo.

Este discurso expresaba en el presente de 1970 la utilizacin del pasado como fuente de legitimacin de la ideologa del gobernante partido colorado. Una fuente tal vez no tan inmarcesible como el coloradismo segn el gusto de Stroessner, pero con suficiente eficacia discursiva para poder presentar a su autocrtico rgimen como continuador de una lnea histrica determinada. Un esquema muy sinttico de esa operacin puede ser enunciado de esta manera: la guerra de 1864-70 fue el fruto de una conspiracin internacional contra el Paraguay cuya consecuencia fue la destruccin de uno de los pases ms avanzados de Amrica. Los extranjeros vencedores y sus cmplices paraguayos declararon tirano al mariscal Francisco Solano Lpez, pero el revisionismo histrico ha reparado esa injusticia histrica. Algunos ex colaboradores del mariscal Lpez, como el general Bernardino Caballero, recuperaron la tradicin patritica del mariscal. El partido colorado, fundado por Caballero en 1887, es el continuador y defensor en 1970 a travs de la figura de Alfredo Stroessner de esa tradicin.

Culminaba as un proceso vindicador de la figura del mariscal Lpez que ciertamente habra sorprendido a la exigua clase dirigente paraguaya sobreviviente a la guerra que en la dcada de 1870 se apoyaba alternativamente en argentinos y brasileos, tratando de ganar estrechos espacios de actuacin al moverse alternativamente a favor y en contra de los contradictorios intereses de los vencedores para que estos no hicieran desaparecer a su patria de la rbita de las naciones independientes de la tierra.

En ese tiempo de angustias nadie pona en duda en Paraguay que el gran culpable de la desastrosa situacin en que se hallaba el pas era Francisco Solano Lpez, dictador que con sus manejos discrecionales haba arrastrado por apetencia personal a la nacin a una guerra imprudente contra vecinos ms poderosos.

La derrota haba dejado al Paraguay a merced de estos, especialmente de una triunfal y expansiva Argentina que esperaba hacerse con los despojos territoriales del vencido para transformarlos en un apndice administrativo similar a los espacios que con voraz apetito obtendra a principios de la siguiente dcada en la Patagonia a consecuencia de medir con eficacia geopoltica la circunstancial debilidad de su contrincante chileno, el que enredado en una guerra contra Bolivia y Per en el Pacfico, no estaba en condiciones de aceptar el reto de un segundo frente en su oriente trasandino.

Solo una oportuna reaccin del gabinete de Ro de Janeiro impidi que Buenos Aires terminara convirtiendo a Asuncin en subalterna cabecera de uno de sus flamantes territorios nacionales, con idntico status poltico al del Chubut o la Tierra del Fuego.

Haber cado entonces tan bajo tras la guerra de 1870 potenci en los paraguayos sobrevivientes, junto al sentimiento de humillacin por la derrota, un odio visceral a la figura de Francisco Solano Lpez. Se lo consideraba (junto a su padre Carlos Antonio y a Gaspar Rodrguez de Francia) copartcipe necesario de una tradicin de despotismo agresivo que solo haba redundado en pobreza y destruccin. Ese odio llegaba a tal punto que al igual que en los pases vecinos, se tenda a encontrar en la personalidad y conducta de Lpez las causas de la guerra, dejando para un anlisis meramente accesorio el contexto histrico que hizo posible el conflicto.

Como muestra de esta conversacin general omnipresente en la menguada lite paraguaya del ltimo tercio del siglo XIX, estn los ineluctables testimonios que el fundador del coloradismo, Bernardino Caballero, emiti (pese a la tergiversacin interesada de Stroessner) sobre su ex jefe en 1871: [...] el Paraguay desde la aparicin de su primer tirano, Jos (sic) Gaspar de Francia, desapareci del catlogo de las dems naciones, olvidado y perdido por muchos aos [...]. Posteriormente [...] el nuevo Nern americano [Lpez] le arranc su existencia, su porvenir entero, sacrificando a sus pasiones brutales tantas vctimas ilustres

En 1873 Caballero vuelve a la carga de manera admonitoria sobre el trptico de gobernantes despticos del siglo XIX, reivindicados hasta la exaltacin por los colorados del siglo XX: Sesenta aos de encierro, de oscuridad y tirana deben ser ms que suficientes para que las tristes lecciones de esos tiempos no vuelvan jams a repetirse en los hoy despoblados bosques de nuestra querida patria. [...] Nuestro aislamiento, nuestro encierro, la falta de espritu pblico entre nosotros, entregaron los destinos del pas a tres tiranos, de los cuales dos [el doctor Francia y el mariscal Lpez] no tienen paralelo en la historia de los siglosHaba sin dudas en estas definiciones reprobatorias sobre Lpez y lo que este haba significado para el Paraguay, una dosis de medroso oportunismo (el territorio guaran estaba ocupado militarmente por Brasil para evitar el zarpazo final argentino), pero exista tambin la conviccin generalizada de que el pas deba superar su tradicin de mandones discrecionales de idntica conducta poltica a la del bilitico dictador porteo Juan Manuel de Rosas, y gobernarse (como lo estaba haciendo la Argentina una vez liberada del yugo rosista) segn principios liberales.

La participacin de Caballero y de otros ex jerarcas del rgimen lopizta en un gobierno de posguerra se sustent en el hecho de que frente al peligro de anexin total a la Argentina, los brasileos aceptaron la inclusin de aquellos lopiztas que consideraban recuperables; en especial de quienes demostraron capacidad de adaptacin a los cambios de poder.

Buena parte de esos dirigentes haban acompaado la demencial aventura del presidente vitalicio casi hasta el fin. Y en el caso de Bernardino Caballero literalmente hasta el fin. En marzo de 1870 al frente de una corta fuerza procuraba en la frontera con el Mato Grosso tomar por asalto a las fazendas para as obtener ganado con el que cual poder alimentar a las famlicas tropas que seguan an al desptico y ya a esa alturas totalmente desquiciado Francisco Solano Lpez. Una vez capturado, Caballero fue conducido en calidad de prisionero de guerra a Ro de Janeiro. Retorn prontamente a su patria en virtud del clculo poltico del gabinete imperial que precisaba en Asuncin de actores vernculos dispuestos a contrapesar la influencia de sus compatriotas argentinistas que desde el comienzo de la guerra por un error estratgico del gobierno brasileo, se haban agrupado en la Legin Paraguaya prohijada por el presidente argentino Bartolom Mitre.

A Bernardino Caballero y a los restantes actores de la clase dirigente paraguaya (ms all de que fueran por mero clculo de pervivencia, probrasileos o proargentinos) al ver el estado calamitoso en que qued su pas tras la derrota, no les qued dudas sobre quin era el gran culpable.

En la dcada de 1880, terminada la ocupacin brasilea y aventada definitivamente la amenaza de absorcin argentina, el partido colorado con su creador en la presidencia de la Repblica, reafirm la condena de la figura de Lpez. As el acta de fundacin de esta agrupacin poltica en 1887 reza textualmente: Estamos aqu congregados al cabo de diez y siete aos de nuestra regeneracin poltica tan penosamente alcanzada y en la que hubo de abatirse a un despotismo terrible. Ninguno de los presentes en ese acto inaugural cuestion que la regeneracin hubiera comenzado con la muerte de Lpez; ni el vaticinio de que los tiempos en que en la Repblica poda disponerse impunemente de la vida y hacienda de sus habitantes han quedado definitivamente atrs y ya nadie ser tan falto de vergenza como para erigirse en defensor de los dspotas del pasado; ni que los principios liberales fueran los del partido colorado.

Esta agrupacin al igual que su funcional contrincante, el partido liberal, tena como mximo enemigo simblico y discursivo a ese mariscal muerto en los septentrionales deslindes serranos del territorio guaran.

Sin embargo esta unanimidad reprobatoria de la figura de Francisco Solano Lpez se ir desgajando de a poco en un proceso que hallar origen en intereses econmicos antes que en principios ideolgicos, siendo estos en todo caso consecuencia de aquellos.

La puta y el mariscal

En 1885 retorn al Paraguay Enrique Solano Lpez, hijo del mariscal y de Elisa Lynch, con el objeto de reclamar las posesiones a las que su madre aduca tener derecho de propiedad.

Enrique Solano llegaba con los debidos poderes y transferencias otorgados por la Lynch en Buenos Aires, luego de que ella desistiera de trasladarse a Asuncin, motivada sin dudas en esta decisin por el recuerdo de la hostilidad con la que haba sido recibida en la capital paraguaya por las mujeres de la lite local en su anterior retorno una dcada atrs.

Una aventurera existencia fue la que le cupo en suerte a la irlandesa Elisa Alicia Lynch. Nacida en 1835, adolescente an su madre la cas con un oficial subalterno del ejrcito francs, Javier de Quatrefages, junto al cual march a Argelia donde mitig el aburrimiento de una cotidianeidad pasada en el mbito de los regimientos coloniales con mltiples infidelidades. Finalmente repudiada por el engaado marido, se traslad a Pars. En la capital francesa, en la cspide de su juventud y belleza se convirti en prostituta de lujo, especializada en el mercado latinoamericano. En esos menesteres la conoci en 1854 el primognito del presidente paraguayo Carlos Antonio Lpez, enviado a Europa por su padre como ministro plenipotenciario facultado para comprar armamentos y establecer acuerdos comerciales. El joven Francisco Solano, dudoso y engredo primognito del mandatario guaran, provisto por este de abundantes recursos financieros, aprovech su estada parisina para relacionarse con el demi monde de la Ciudad Luz, poblado de mujeres indiferentes al discurso moral corriente, cortesanas refinadas capaces de agradar a los hombres no solo por sus habilidades de alcoba sino tambin por su trato y conversacin. Seguramente todos estos atractivos estaban presentes en Elisa Lynch, por lo menos a los ojos del impetuoso y pedante paraguayo, al punto que este retorn al Paraguay en su compaa.

Ya en tierra guaran, si bien en un principio guardaron prudentemente las formas, pronto sinceraron una relacin que dur tres lustros hasta la muerte de Lpez en marzo de 1870 en Cerro Cor. All tambin fin el hijo mayor de los varios que tuvo la pareja, Juan Francisco Panchito Lpez, un adolescente ungido por su alucinado padre como coronel en jefe del Estado Mayor de su espectral ejrcito. Panchito muri defendiendo a su madre de los atacantes brasileos que solo cesaron en sus intentos cuando desesperada aquella pronunci la frase salvadora: -Cuidado, soy inglesa!. Si bien Lpez y Elisa nunca se casaron (posiblemente porque la Lynch hubiera incurrido en bigamia al no estar divorciada legalmente del oficial francs), la irlandesa obtuvo una respetabilidad tal vez forzada, pero respetabilidad al fin. La proletaria irlandesa devenida por fuerza de las circunstancias puta de lujo en el Pars burgus y cosmopolita del Segundo Imperio, se haba transformado convenientemente a tiempo en el mdico ambiente provinciano asunceo en la honorable y afrancesada madame Lynch.

La misma madame Lynch, ya rolliza y madura matrona, que en el Buenos Aires de 1885 traspasa dudosas legalidades a su hijo. La considerable fortuna en metlico que oportunamente haba hecho retirar del Paraguay en 1869 por medio de la valija diplomtica del jefe de la Legacin yanqui en Asuncin, transfirindola a la banca londinense haciendo valer su condicin de ciudadana britnica, la fue dilapidando a lo largo de esa dcada de 1870 en viajes por Oriente Medio, amantes y un tren de vida fastuoso que se llevaba de bruces con sus desmanejos financieros. El agotamiento de los recursos econmicos motiv su fugaz venida a la ciudad del Plata. Luego de delegar en su hijo la defensa de sus intereses retorn a Europa en donde cerrando la parbola de su vida, falleci el ao siguiente en Pars en similar pobreza a la que conoci en su infancia en Irlanda.

En busca del patrimonio perdido

Qu es lo que reclama Enrique Solano Lpez? Simplemente un patrimonio formidable. El mismo se haba formado por las transferencias, donaciones y ventas que su padre hizo a su madre.

Debemos tener en cuenta un hecho fundamental. Esto es la confusin interesada que los Lpez (Carlos Antonio y su sucesor Francisco Solano) tenan sobre bienes privados y bienes pblicos. Como bien seal un diplomtico ingls destacado en Asuncin en esos aos: de hecho, el pas es una gran estancia de la que acta como propietario el primer magistrado. Esa gran estancia tom una dimensin extraordinaria en 1846, cuando el gobierno se declar propietario de todos los bosques. Estos eran explotados por una mano de obra servil o directamente esclava, a quien se castigaba con la pena de muerte si abandonaba los obrajes, an en el caso de que lo hiciera para ponerse a salvo de ataques de tribus hostiles. En 1848 el gobierno confisc los bienes que las comunidades indgenas haban conservado desde los tiempos coloniales. Asimismo los mayores comerciantes en yerba eran siempre personas allegadas al gobierno. Hasta los apologistas del mariscal Lpez reconocen que no haba diferencia entre los bienes del Estado y los bienes de la familia Lpez

Un ejemplo de aquella confusin es justamente el caso de Elisa Lynch. En 1871 ante un tribunal ingls declar que, en el Paraguay, ella haba comprado inmuebles por valor de 20.000 libras esterlinas; que desde el Paraguay haba enviado al extranjero 50.000 libras durante la guerra; que en joyas y otros valores tena unas 10.000 libras ms; en total, unas 80.000 libras, una suma considerable para la poca, al punto que superaba al presupuesto paraguayo de ese ao: 70.000 libras que el empobrecido pas vencido no tena y esperaba cubrir con la llegada de un emprstito ingls. En 1867, cuando la destruccin de la guerra no haba alcanzado an los extremos posteriores, el inventario del mes de agosto mostr que en las arcas fiscales haba slo el equivalente a 10.000 libras.

La exposicin de estas cifras nos permite comparar la desproporcin entre la riqueza del pas y la de Elisa Lynch, cuya fortuna era an mayor. En un folleto que en esos aos da a publicidad -Exposicin y protesta-, presenta una lista de 32 inmuebles rurales y urbanos, casi todos comprados durante la guerra por valor de 34.967 libras, y no de 20.000 como haba declarado en el tribunal ingls. Su fortuna declarada ascenda a casi 95.000 libras, con la salvedadella lo dicede que los precios de los inmuebles estaban deprimidos a causa de la guerra. Esta es una explicacin insuficiente, pues sus inmuebles rurales en el Paraguay cubran 3.105 leguas cuadradas (5.412.000 hectreas), y el precio de la legua de campo (antes de la guerra) se estimaba entre 1.800 y 3.100 pesos; tomando el precio ms bajo, el valor del inmueble llega a 5.589.000 pesos, o 1.117.800 libras esterlinas. Las 3.105 leguas, sin embargo, se compraron por 90.000 pesos, unos 29 pesos por legua, que no son precio deprimido sino irrisorio. La mencionada lista de 32 inmuebles no inclua otras propiedades suyas: 3.317.500 hectreas en el actual estado brasileo de Mato Grosso do Sul y ms de un milln de hectreas en la actual provincia argentina de Formosa.

Tan irrisorios eran los valores de venta de tierras del Estado a un particular, que el propio Francisco Solano Lpez -en un desacostumbrado acto de realismo y decoro poltico- para que estos negociados mantuviesen un mnimo viso de legalidad, hizo firmar las ventas al dcil y decrpito vicepresidente Francisco Snchez, cuando lo habitual era que homologara tales transacciones la rbrica presidencial.

El enriquecimiento inmobiliario de madame Lynch solo fue posible entonces, porque el Estado paraguayo se haba transformado en un feudo particular de la familia Lpez.

Esta transferencia de tierras pblicas no encuentra su razn nica en una supuesta preocupacin de Lpez por el futuro de su familia. Lpez y Lynch no estaban casados legalmente. De acuerdo a las normativas vigentes (que no era otra que la antigua legislacin colonial espaola), la muerte del dictador no implicara la sucesin automtica de sus bienes a sus hijos. Antes bien, sus ambiciosos hermanos podran reclamar la herencia. Tal vez all se encuentre la causa profunda del fusilamiento de Benigno y Venancio Lpez, que el autcrata orden en los ltimos meses de la guerra, acusndolos de traicin y conspiracin.

Otra hiptesis no excluyente ni incompatible con la anterior, es la que sostiene el convencimiento que Lpez habra tenido ante la inminencia de la derrota final, de que el Paraguay dejara de ser un pas independiente, dividindose su territorio los vencedores. Ya hemos visto que por lo menos en el caso de Argentina esto estuvo a punto de ser as y solo la reaccin brasilea impidi que la anexin se concretara. Entonces el acceso a las tierras como propiedad privada de la ciudadana britnica Elisa Lynch le permitira a esta acudir en ayuda del gobierno ingls en el caso de que los pases ocupantes cuestionaran la validez de sus ttulos. Pese a los temores del dictador, la independencia formal del Paraguay fue respetada. An as los descendientes intentaron legalizar el asalto a la propiedad pblica que el padre haba enajenado a favor de la madre en los tiempos en que aquel manejaba de modo discrecional (y literal) el destino de vidas y haciendas en el atribulado Estado guaran.

Derrotas judiciales

Pero ese atribulado Estado guaran surgido de la derrota y azarosamente superviviente a partir de hacer jugar a su favor las contradictorias apetencias de los vencedores, opuso sus endebles instituciones a las pretensiones de Lynch y sus hijos.

En 1885 la Procuracin General dictamin que el pedido de reconocimiento de posesin de las propiedades era improcedente frente a las leyes y la razn. Tres aos despus el Supremo Tribunal de Justicia opin con fuerza de ley que las ventas de tierras a la ciudadana britnica Lynch haban sido solo una simulacin y un descarado abuso de poder por parte del entonces dictador paraguayo. El Tribunal expeda su dictamen cuando no haban pasado dos dcadas del fin de la guerra en el convencimiento de que no habra quien se atreviera a defender la supuesta legitimidad de dichas ventas como mnimo por respeto a la verdad, si no a las desgracias de un pueblo.

Estas negativas a los reclamos de Enrique Solano Lpez tenan un respaldo legal basado en tres decretos. Resoluciones todas ellas emitidas por los endebles gobiernos provisorios paraguayos impuestos por los vencedores una vez ocupada Asuncin (el primero redactado mientras Lpez an viva y segua combatiendo en el interior) que ponan a este fuera de la ley declarndolo traidor a la patria y forajido, embargaban sus bienes y los de su compaera bastarda e ilegtima, transfirindolos al Estado. El ltimo decreto impona incluso que Elisa Lynch deba ser sometida a juicio para dar cuenta de su enriquecimiento. Aprobados por la Legislatura, an por congresistas que haban sido fieles sostenedores del rgimen del mariscal Lpez y evidenciaban su acomodamiento a las nuevas circunstancias polticas, lo cierto es que constituan una eficaz contencin legal a las pretensiones de los herederos del dspota derrotado.

Ante el complicado panorama que se le presentaba en el Paraguay, Enrique Solano Lpez intent entonces hacer valer la transferencia que su madre le efectuara en Buenos Aires de los ttulos de las tierras que haban quedado bajo jurisdiccin argentina y brasilea.

En la Argentina alcanzaban a ms de 11.000 km2 situados entre los ros Bermejo y Pilcomayo. La opinin general en los mbitos polticos y judiciales fue decididamente hostil a la restitucin. As en el mismo momento del reclamo en 1885 el jurista Estanislao Zeballos opin que no solo no haba legalidad en la posesin de ese territorio por Elisa Lynch sino que por ende era igualmente jurdicamente nulo el acto de transferencia que esta efectuara a favor de su hijo. Comenzaba para este un largo derrotero burocrtico adverso a sus intereses que culminara en 1920 cuando el presidente Hiplito Yrigoyen aval la decisin judicial de que tales tierras pertenecan al patrimonio pblico, destinndolas a un proyecto de colonizacin como parte de un plan general de fomento del entonces Territorio Nacional de Formosa.

En el Brasil el panorama era an ms desalentador. Las tierras reclamadas, unos 33.000 km2, eran explotadas en concesin estatal por la poderosa compaa yerbatera Matte Larangeira. La demanda de restitucin alcanz entidad en 1892 cuando un representante de Enrique Solano Lpez registr en una escribana de Corumb la escritura de compraventa labrada en Buenos Aires entre este y su madre. Para este tiempo el hijo del mariscal Lpez haba ya establecido algunos contactos en el dbil entramado estatal paraguayo. De esa manera se entiende que a fines del siglo XIX los representantes diplomticos guaranes destacados en Ro de Janeiro abogaran por su causa. Otra de sus estrategias fue la de asociarse con ciudadanos brasileos con el evidente fin de desnacionalizar su reclamo. Todo fue en vano. En 1900 la justicia estadual de Mato Grosso juzg que su demanda era improcedente, fallo que fue ratificado dos aos despus por el Supremo Tribunal brasileo. En ambos considerandos se sostena que en ningn momento el demandante haba tenido posesin de las tierras en disputa, ya que las mismas siempre haban pertenecido al estado de Mato Grosso. Solo el poder discrecional y autoritario del ex dictador paraguayo posibilit violentamente la venta o cesin a su concubina de predios situados en territorios ocupados militarmente por su ejrcito. Por lo tanto tal operacin inmobiliaria pactada en esas circunstancias careca de todo viso de legalidad.

As a lo largo del tiempo, tanto en Paraguay como en Argentina y Brasil, Enrique Solano Lpez fue sufriendo rudos golpes a sus pretensiones.

En el nombre del padre

Sin embargo tales adversidades no iban a menguar su espritu ni su pasin puesta en el declarado objetivo de recuperacin de un patrimonio perdido. Era un hombre inteligente y joven. Nacido en 1859, los recuerdos que tena de su todopoderoso progenitor eran vagos y contradictorios. Tal vez las imgenes que quedaron fijadas con mayor nitidez en su memoria infantil fueron las correspondientes a la postrer y desastrosa campaa de la Cordillera. Recordara su paso por las aldeas convertidas brevemente en capital provisional de la Repblica. Un dudoso honor que perdan cuando ese rango era transferido al siguiente ranchero a donde se dirigan en esa huda a ninguna parte de las fuerzas imperiales. Estas cumplieron fcilmente su objetivo de perseguir, hostilizar y destruir ese ejrcito de espectros en el que l con apenas diez aos de edad ostent el grado de teniente, un capricho ms nacido de la locura creciente de su padre. Sin dudas estara ntida la visin de la masacre final a orillas del arroyo Aquidabn donde aquel (y tambin su hermano mayor Panchito) pasaron en su violento final a ser un perturbador y persistente recuerdo. Como poco antes lo haban sido sus tos, desaparecidos de sus ojos de nio tras una atroz agona ordenada por su padre, quin los acus de traicin al igual que a su abuela y sus tas, a las que conden a la flagelacin. Tal vez Enrique Solano se habr preguntado ntimamente en ms de una ocasin si alguien que hace torturar a su propia madre puede ser a su vez un buen padre.

Ms all de sus pensamientos ntimos sobre el particular, decidi que si quera recuperar aunque sea en parte- el patrimonio familiar perdido, deba comenzar por instituir en la restringida opinin pblica paraguaya una imagen favorable de Francisco Solano Lpez. Solo as se podran revocar los decretos admonitorios de su figura. Conseguido lo cual y con un consecuente ambiente poltico favorable, podra obtener la devolucin de los bienes interdictos.

As, por una cuestin de intereses meramente econmicos y personales, Enrique Solano Lpez dar inicio a una operacin histrica elaborada por una corriente intelectual heterognea en un principio y que ir decantando hasta conformar el llamado revisionismo lopizta. Los resultados de esta operacin tendrn hondas consecuencias ideolgicas no solo en el Paraguay del siglo XX, sino tambin en determinada comprensin del pasado por parte de millones de latinoamericanos que en las dcadas del sesenta y setenta de ese siglo, desde una posicin de izquierda progresista y bajo la consigna Liberacin o Dependencia, harn suyo el discurso revisionista ungiendo a Francisco Solano Lpez como hroe antiimperialista.

Exponemos a continuacin los hechos y circunstancias que fueron consolidando esa estrategia vindicatoria.

El dolor paraguayo

El hogar paraguayo es una ruina que sangra; es un hogar sin padre. La guerra se llev a los padres y no los ha devuelto an. Ese an corresponde a 1907, ao en que Rafael Barrett, un aristcrata hispano britnico desavenido con su clase, escribe en un semanario de Asuncin la frase que da cabeza a este pargrafo, como parte de un artculo periodstico, el que sumado a muchos otros dar lugar a la constitucin de un clsico de la literatura de denuncia social: El dolor paraguayo.

Para entonces casi cuatro dcadas han transcurrido desde el fin del conflicto y el an de la frase confirma un ominoso presente. El pas al que llega Barrett muestra en apariencia cierto lento resurgimiento, cierta estabilizacin institucional ms all de las recurrentes convulsiones faccionales. Pero son signos falsos: lejos de haber una recuperacin de los recursos humanos y econmicos, estos se encuentran cada vez ms desestructurados. Las prerrogativas otorgadas al capitalismo extranjero especialmente argentino y en menor medida ingls y brasileo- hicieron que este, en convivencia con la oligarqua local, terminara aduendose de las mejores tierras y de casi todos los medios de produccin.

A principios del siglo XX Paraguay es dos zonas de explotacin econmica: la del tanino en el Chaco Occidental en manos de capitalistas argentinos asociados a accionistas europeos, cuyo ejemplo paradigmtico es el del polifactico empresario Carlos Casado, fundador de colonias agrcolas y constructor de lneas frreas en la provincia argentina de Santa Fe, donde se enriqueci por la especulacin inmobiliaria rural y por sus contactos con la lite gobernante local que le permitieron un uso espurio del crdito bancario del que redund un excedente que a su vez multiplic en la despiadada explotacin de los obrajes madereros guaranes.

La otra zona la constituye el rea de explotacin de la yerba mate, situada a lo largo de la ribera oriental del ro Paraguay. Un largo recorrido que iba desde su desembocadura en el sur hasta el Mato Grosso. Precisamente en ese estado brasileo se ubicada la todopoderosa Matte Larangeira, en tierras que como vimos en la primera parte de este trabajo, eran reivindicadas como propias por la familia Lpez

El obraje maderero y el yerbatero fueron exponentes de una economa basada en el monocultivo y la extraccin de materias primas con una estructura feudal de explotacin de la mano de obra, en condiciones que llegaban a una apenas encubierta esclavitud. Barrett, periodista con ideales libertarios, intent concientizar con sus escritos, a sabiendas de los peligros que ello entraaba. No esperaba justicia de parte de un Estado que haba legalizado por decreto tal situacin de esclavitud al dictar una legislacin laboral que eliminaba la libertad de trabajo y de movimiento para el pen e institucionalizaba la prisin por deudas. Denunci entonces con nfasis ante la opinin pblica los modos perversos de esa esclavitud. El mecanismo era simple: el adelanto irrisorio transformado en una deuda colosal que el pen deba saldar con su fuerza de trabajo en el yerbal. Fuerza que se ira minando en las psimas condiciones laborales a la que se le sometera. Todo esto con la complicidad de jueces y jefes polticos, comprados por las compaas yerbateras que a cambio de un sobresueldo encontraban en la venalidad de estos funcionarios la imprescindible colaboracin para conjuran rebeliones o fugas de los campesinos esclavizados.

Todo esto lo denunci Barrett con nombres, cifras, lugares. Vea sin embargo ms all: entenda que esta explotacin solo era posible porque el cuerpo del pas estaba herido en su organismo bsico: el hogar individual, la familia como ncleo social. Y no solo la ms humilde. Conjeturaba que la lite se comportaba de manera tan vergonzosamente cmplice de las condiciones que favorecan la explotacin de los sectores ms humildes, porque tambin ella haba sido vctima de un cataclismo. Especialmente las mujeres, esas nobles mujeres contagiadas de muda desesperacin que Lpez arrastr descalzas en pos de las carretas y que al sobrevivir se entregaron a los machos errantes para repoblar el desolado desierto de la patria.

El hijo de una de esas mujeres, criticara acerbamente a Barrett, afirmando que sus artculos antes que mostrar realidades, constituan exageraciones sombras de su pesimismo, los desahogos de su melancola. Ese hijo no era otro que Juan Emiliano OLeary, un personaje que como a continuacin veremos, fue fundamental en la reformulacin de la figura de Francisco Solano Lpez.

El Reivindicador

Nonagenario mora en 1969, plena era de Stroessner, Juan Emiliano O'Leary, periodista, historiador, poltico, diplomtico, poeta y ensayista paraguayo. Nacido en Asuncin en 1879, era hijo del segundo matrimonio de Dolores Urdapilleta Carssimo. El primer marido de su madre fue un juez que el dictador Francisco Solano Lpez remiti a prisin (donde muri), disgustado con alguna de sus decisiones. Dolores a su vez fue acusada de traicin, en virtud de lo cual fue condenada al destierro interno, a ser al igual que miles de mujeres, una destinada. Junto a sus pequeos hijos fue obligada a realizar marchas forzadas en penosas condiciones, acompaando al ejrcito de Lpez en retirada. En esa marcha los nios murieron de hambre. OLeary evocara estos horrores que se llevaron a sus hermanos a los que nunca conoci, escribiendo:

Para tus verdugos y para los verdugos de nuestra patria perdname, madre ma- mi odio es eterno.

Madre, tu martirio es infinito. Da tras da, a cada momento, aparecen ante sus ojos las sombras de sus hijos, mis hermanos, muertos de hambre en la soledad de su peregrinacin. T los viste morir.

T presenciaste aquella agona indescriptible y, despus que murieron, tuviste que dejar sus pequeos cuerpos fros bajo una capa de tierra y una alfombra de flores.

Pobres mis hermanos! Yo tambin los veo en mis sueos, envueltos en ntidas mortajas, flotando en el espacio como blancos angelitos. Ni siquiera ustedes escaparon de la furia de los tiranos y de los Canes.

Algn da, cuando mi canto sea digno de ustedes, enterrar su memoria en la cristalina sepultura de mis versos!

T perdonaste al tirano, que tan brutalmente te maltrat. Yo no lo perdono.

Lo olvido. Y en este da, uno mis lgrimas a las tuyas y con mi alma abrazo a esos pobres mrtires, mis hermanitos, muertos de hambre en la soledad del destierro.

OLeary era un joven talentoso cuando escribi esta prosa, que a pesar de transitar por las fronteras de la sensiblera y el sentimentalismo, expresaba desde el dolor de su particular drama familiar una clara toma de posicin respecto a la figura del mariscal Lpez. Sin embargo pronto olvid ese compromiso filial con las vicisitudes sufridas por su madre. Tal vez nada resuma mejor ese cambio que este escrito tambin suyo, en el que muchos aos despus el tirano que tan brutalmente te maltrat y a quien prometi no perdonar, se ha transformado en

Esa figura (que) es como el nudo de nuestra historia, principio y fin de nuestra epopeya, clave de nuestro pasado, cumbre y cima, aurora y ocaso, resplandor de luz meridiana, [...] encarnacin de todas nuestras grandezas morales y smbolo vivo de todos nuestros dolores. [...] Montaa de patriotismo, en sus entraas brama el fuego de su amor desmesurado a nuestra tierra y en su alta frente pensativa parece que bullen todos los anhelos de nuestra raza [...] Se habla de sus errores y hasta de sus crmenes. Se dice que fue cruel. Su gran error fue no haber vencido. Su crimen, haber amado demasiado a su patria. [...] Los que hurgan en las intimidades de nuestra historia para encontrar motivos de desaliento [...] para empequeecer o anular los mritos de nuestros grandes hombres, para disminuir ese patrimonio moral que es nuestro nico ttulo al respeto y a la admiracin del mundo, ms que nuestro odio, deben merecer nuestra compasin. [...] lceras an no cicatrizadas, abiertas por la guerra, quieren hacernos creer que no somos sino carne putrefacta; idiotez irremediable que quiere confundirnos con su propio cretinismo, aislmosles en el leprocomio de nuestro desprecio, mientras seguimos cantando el himno de nuestras glorias, seguros de que en los das que vendrn han de ser tambin para nosotros esa reparacin que nos debe Dios en los designios de su justicia inmanente

La exaltacin patritica, el ditirambo laudatorio hasta el paroxismo, muestra el cambio copernicano producido en OLeary respecto a la evaluacin de la figura de Lpez. Este ha cometido solo un crimen: haber amado demasiado a su patria. Una interesada amnesia ha borrado en OLeary los crmenes concretos del dictador. En particular uno que alguna vez le afect profundamente: la muerte por inanicin de sus hermanos mayores, esas criaturas a quienes pese a sus promesas de juventud, haca tiempo ya que haba enterrado en el olvido. Olvido forzosamente necesario para poder convertirse en el intelectual impulsor del nacimiento del revisionismo histrico para recuperar la memoria del fallecido dictador, retratndolo como hroe. O'Leary fue tan exitoso en esa tarea de que le apodaron El Reivindicador. Obtuvo entonces un prestigio que lo coloc en un lugar destacado dentro del grupo intelectual al que perteneca, el llamado novecentismo.El novecentismo: literatura, poltica y legitimacin social

Hemos visto ya el estado de dependencia feudal y miseria material en que se encontraban las clases populares guaranes a principios del siglo XX. Para el restringido nmero de intelectuales guaranes el panorama era igualmente desolador. Paraguay era pauprrimo, falto de autoestima y carente de hroes paradigmticos. Haba triunfado la ideologa liberal, cuyos seguidores despreciaban el pasado desptico y a los antiguos gobernantes. En aquel entonces empez a sobresalir en la mediana general del acotado ambiente guaran, una generacin de estudiantes universitarios y bachilleres. Era un grupo pequeo y concentrado en Asuncin, que anhelaba la construccin de una sociedad mejor, aunque no dispona de un pensamiento capaz de recuperar la autoestima nacional y a la vez encontrar la solucin para una realidad miserable. Esos jvenes buscaban hroes que encarnaran los valores, supuestos o verdaderos, de la nacionalidad paraguaya. La educacin liberal no les ofreca sino la denuncia de los antihroes que gobernaron el pas como dictadores hasta 1870. Componan cenculos naturalmente reducidos, pequeas islas que destacaban en el mar de analfabetismo en que se hallaba la inmensa mayora de la poblacin.

Maestro de los novecentistas fue Cecilio Bez, jurista erudito, autor de obras histricas y sociolgicas, rector de la flamante Universidad Nacional de Asuncin y diplomtico. Otros exponentes de ese movimiento fueron: Arsenio Lpez Decoud, autor del monumental lbum Grfico de la Repblica del Paraguay, Manuel Domnguez, destacado catedrtico, periodista y poltico; Manuel Gondra, profesor y poltico; Fulgencio R. Moreno, escritor, poltico y catedrtico; Blas Garay, primer historiador paraguayo que acude a las fuentes de los Archivos de Indias para sus estudios sobre el Paraguay; Ignacio A. Pane, escritor, catedrtico y socilogo; Eloy Faria Nez, poeta; y unos pocos extranjeros como nuestro conocido Rafael Barrett, Guido Boggiani, Viriato Daz Prez, Jos Rodrguez Alcal.

Ms all de estos nombres interesan dos que pertenecen tambin al grupo de los novecentistas. Son los que corresponden a Enrique Solano Lpez y Juan OLeary. El hijo del mariscal tras su desafortunado paso por tribunales paraguayos, brasileos y argentinos, tratando de recuperar la fortuna territorial que su padre otorgara en muy dudosas condiciones de legalidad a su madre, cambia de estrategia. O mejor, reformula la misma sumando al reclamo judicial, la construccin de una operacin consistente en blanquear la memoria de su padre, con el objetivo de iniciar una campaa para derogar los decretos confiscatorios de 1869. Ese es la primera meta: conseguir un ambiente poltico y social favorable al rol histrico cumplido por el mariscal Lpez, para obtener en segunda instancia la devolucin de las propiedades y bienes interdictos.

Enrique Solano Lpez funda en 1900 el peridico La Patria, desde cuyas pginas inicia su prdica vindicatoria. La misma tomar enjundia cuando se sume a ella en 1902 Juan OLeary. Este se lanz con todo el poder de su indiscutible capacidad intelectual a la campaa que dara origen al lopizmo, simplemente por una cuestin econmica. Fue en este sentido un empleado generosamente rentado por Enrique Solano Lpez. Y permaneci en esta empresa y le dio nuevo impulso cuando comprendi que aparte de las ventajas materiales, iba obteniendo prestigio y consideracin pblica.

En un principio el tndem Enrique S. Lpez/Juan E. OLeary no consigui muchos adeptos dado que era todava difcil, en virtud de la proximidad temporal del conflicto, manipular la historia. Una parte de la poblacin, que ha vivido los acontecimientos directamente, tena su propia visin de la guerra. Y del orden represivo atroz instaurado por el mariscal. Pero OLeary, lejos de desanimarse, persisti en su cometido, incentivado no por convicciones ideolgicas sino por dinero.

En ese sentido no se equivocaba Cecilio Bez, el ms importante miembro de los novecentistas, cuando en la dcada de 1920, mientras creca en el pas la ideologa lopizta, expres que la recuperacin favorable de la imagen de Francisco Solano Lpez, era simplemente una empresa mercantil, de lucro, en cuyo xito creyeron los hijos de la Lynch adulando a los poderosos.

Luego del fallecimiento en 1917 de Enrique Solano Lpez la tarea de construccin del hroe qued a cargo casi exclusivamente de OLeary, aunque nuevas corrientes iban aportando lo suyo.

OLeary fue simplemente un mercenario con una slida formacin cultural que cre a cambio de ventajas econmicas, un hroe, en principio hecho a la medida de lo que su empleador pretenda, y luego constantemente reformulado de acuerdo a la evolucin coyuntural de la poltica paraguaya en general y del Partido Colorado en particular, del que OLeary fue miembro privilegiado y prebendario a lo largo de su dilatada existencia terrenal.Un hroe antiliberal a la medida del nacionalismo autoritario

Poco a poco el machacar constante de OLeary va dando sus frutos. Hacia la tercera dcada del siglo XX el lopizmo no es solo una corriente ideolgica que avanza rpidamente dentro de ciertos crculos polticos e ideolgicos, sino tambin un valor en alza en la conversacin general de la poblacin. Es muy comn en esa poca que en los establecimientos educacionales algunos alumnos pregunten desafiantes a sus condiscpulos si son lopiztas o no, y en caso de recibir una contestacin negativa, desafan a pelear al interrogado. Ms all del rango aparentemente menor de estas ancdotas, las bravuconadas de esos estudiantes expresan un creciente sentimiento patritico, convenientemente incentivado por el nacionalismo, donde los relatos picos de la Guerra Grande van constituyendo una historiografa idealista del conflicto y de su principal protagonista. Es un relato ambiguo que mezcla la ficcionalizacin de la historia con la historificacin de la ficcin.

Hacia 1930 la creciente ideologa lopizta no solamente defenda el rol histrico de Francisco Solano Lpez, sino tambin de los gobernantes autocrticos que le antecedieron: Jos Gaspar Rodrguez de Francia y Carlos Antonio Lpez. Esa ideologa se opona a los valores defendidos por el partido liberal, el cual se resista a aceptar los valores tradicionales de la sociedad paraguaya y tena los ojos puestos en el cosmopolitismo de Buenos Aires. La modernidad de los liberales se opona al perfil rural del Partido Colorado, cuyo lder principal, el general Bernardino Caballero, haba sido hombre de confianza de Francisco Solano Lpez a lo largo de toda la Guerra, en rigor de verdad uno de los pocos oficiales que haba salvado su vida de los arranques de demencial paranoia persecutoria del mariscal en las postrimeras del conflicto. Los colorados, olvidando la reconversin del propio Caballero como pieza clave de la poltica brasilea en la posguerra, se crean nacionalistas y acusaban a los liberales de reflejar valores extranjeros. Para los colorados, los liberales eran legionarios, es decir, miembros de la Legin Paraguaya, la pequea fuerza militar de exiliados paraguayos que haban peleado a las rdenes del liberal argentino Bartolom Mitre contra el rgimen de Lpez.

Una guerra ganada, resignifica una guerra perdida

La reelaboracin de la memoria histrica en Paraguay activada por los lopiztas, contribuy a que esa sociedad comenzara a exhibir un renacimiento del sentimiento nacional. La adhesin que manifestaba un sector mayoritario de la poblacin hacia la recreacin nacionalista del pasado centrada en la guerra, fue percibida por el gobierno paraguayo como una herramienta de eficaz operatividad en el contexto de creciente conflictividad con Bolivia por el litigio del Chaco.

Estallada la guerra en 1932 y durante los tres aos que esta dur hasta la victoria militar paraguaya de 1935, era habitual en publicaciones dirigidas tanto a los soldados guaranes como a la poblacin en general, encontrar este tipo de analogas entre Francisco Solano Lpez y los mandos del conflicto chaqueo:

el Mariscal fue la personificacin fascinante de las virtudes excelsas de su raza, como lo son ahora tantos jefes que en el Chaco, con su voluntad irreductible, estn encadenando la victoria. En ellos y en su ejrcito revive el Mariscal, el espritu de ese profesor de herosmo que brind al Universo una emocin de epopeya y le ense cmo [...] se muere por la Patria

La guerra del Chaco signific para el Paraguay la reivindicacin de su sentido de nacionalismo y su orgullo y confianza como nacin. Esto tuvo su catalizador, en lo interno, en un amplio movimiento poltico liderado por los hroes militares de la guerra y sustentado en las estructuras partidarias del coloradismo. El 17 de febrero de 1936 esos golpistas derrocaron al presidente Eusebio Ayala (terminando con treinta y dos aos de mandato continuo del partido liberal) y lo reemplazaron por el jefe ms activo del Ejrcito, el coronel Rafael Franco.

Los llamados febreristas, triunfantes en su alzamiento oficializaron la reivindicacin de la figura del mariscal con la promulgacin de un decreto el 1 de marzo de 1936, aniversario de Cerro Cor, por el que se declar "hroe nacional a Francisco Solano Lpez, inmolado en representacin del idealismo paraguayo". En setiembre del mismo ao fueron igualmente declarados por decreto, prceres benemritos Jos Gaspar Rodrguez de Francia y Carlos Antonio Lpez. La implcita xenofobia del rgimen militar encuentra tambin justificacin en la exaltacin de la figura del Supremo. El ostracismo que el doctor Francia expresaba en las barreras impuestas a la extranjera de porteos, correntinos y brasileos que intentaban avasallar al Paraguay, encuentra correlato en un nuevo tipo de extranjero: aquel de ideas forneas que pretende subvertir un orden tradicional. En ese marco no es extrao que el principal crtico a la labor poltica, periodstica y cultural desarrollada dos dcadas atrs en Paraguay por Rafael Barrett (doblemente extranjero: por su nacionalidad y por su ideologa anarquista) fuera Juan OLeary. El nacionalismo dogmtico y estatista de este, se hallaba en armona con la dictadura de Rafael Franco. El culto que se renda desde el gobierno febrerista a Francisco Solano Lpez mostraba una concepcin de Estado claramente favorable a los regmenes de fuerza, explicitado en el discurso vindicador de la figura del mariscal, donde el rol del ejrcito era trascendental:

... no son las instituciones, sino las gestas militares, las que dan cuerpo a la nacin. Guiado por un jefe heroico, el ejrcito encarna naturalmente los intereses del pas y es al mismo tiempo el encargado de luchar contra el enemigo interior y exterior

El lopizmo, movimiento inicialmente nacido para dar cierta legitimidad poltica al origen de los bienes materiales reclamados por los descendientes del dictador ya por entonces se ha desprendido totalmente de ese supuesto inicial. Despojado entonces de su pecado original, se ir consolidando ideolgica y polticamente en los aos posteriores, dando exitosa batalla en el campo historiogrfico.

Solamente los que andan de a pie no se caen del caballo

La consulta en un diccionario biogrfico nos dar de Juan Natalicio Gonzlez una acotada informacin sobre su paso por este mundo: Poltico y escritor paraguayo (Villarrica, 1897-Mxico, 1966). Dirigente del Partido Colorado y presidente de la Repblica (1948), fue derrocado por un golpe de estado (1949). Escribi varios estudios histricos y libros de poesa en guaran y en castellano.

Estos breves datos no alcanzan a dar cuenta de un hecho fundamental en esta historia: Natalicio Gonzlez fue quien tom la posta de Juan OLeary en la construccin del lopizmo en la dcada de 1930 y en cierta forma es el que da definitiva estructura a una ideologa autoritaria y antiliberal que servir de sostn a la futura dictadura de Alfredo Stroessner.

En 1935 Gonzlez escribe El Paraguay Eterno, obra en la que intenta demostrar que el liberalismo era un pensamiento extico en el pas y que exista una sola esencia nacional, resultante de la trada tierra, raza e historia. Para Gonzlez, militante del Partido Colorado, el liberalismo era una doctrina contraria a la naturaleza de la sociedad paraguaya y tena por objeto arruinar el pas. El Paraguay deba estrangular el liberalismo, hacer tabla rasa con el sistema poltico que, mal que mal, transitaba desde 1870 para volver a un autoritarismo similar al imperante en los gobiernos del Doctor Francia y de ambos Lpez. La doctrina liberal es el veneno que emponzoa el alma de la patria y le impide tornar a ser la nacin grande y fuerte que fund la civilizacin en el Ro de la Plata.

El antdoto para la enfermedad del cosmopolitismo liberal era el nacionalismo lopizta.

Curiosamente, esta xenofobia provena en Gonzlez de la influencia recibida de pensadores de extrema derecha europeos. Tal el caso del francs Charles Maurras, que le reforz su antiliberalismo y le aport el antisemitismo racionalizado intelectualmente. Gonzlez lleg al extremo de atacar al liberal presidente Eusebio Ayala, quien fuera derrocado por los febreristas, bajo la acusacin de profesar la concepcin judaica de la patria.

Esta manifiesta xenofobia no debe impedirnos reconocer en Natalicio Gonzlez a un slido intelectual. Paradjicamente su repulsa a la extranjera no fue un obstculo para que durante muchos aos de residencia en la cosmopolita capital argentina, prestigiara con su inteligencia y erudicin la brillante redaccin del popularsimo (y amarillista) vespertino porteo Crtica. All comparti tertulias memorables con personalidades situadas por derecha e izquierda en las antpodas de su pensamiento, como el liberal Jorge Luis Borges o el comunista Ral Gonzlez Tun. Cuando tras ejercer por apenas cinco meses la Presidencia del Paraguay, fue defenestrado por una asonada interna, sus antiguos compaeros del diario fundado por Natalio Botana, preocupados por su suerte gestionaron que el presidente argentino Pern exigiera a su flamante y faccioso par paraguayo seguridades para su persona. Poco despus una comunicacin telefnica llev a la redaccin de Crtica en Buenos Aires la voz de Natalicio Gonzlez que desde el puerto de Asuncin donde iniciaba un exilio que sera definitivo, explicaba las peripecias de su paso por la convulsionada poltica guaran y culminaba su exposicin con gracejo e irona al sintetizar las causas de su derrocamiento explicando que solamente los que andan de a pie no se caen del caballo.

Natalicio Gonzlez lejos estuvo de ser, al contrario de su predecesor Juan OLeary, un acomodaticio o un escriba de una causa por motivos econmicos. Si bien es cierto que su presencia en el poder fue efmera, la influencia de Gonzlez sobre el nacionalismo paraguayo fortaleci en el Partido Colorado tendencias y prcticas favorables al rgimen poltico autoritario y al rechazo a las formas institucionales democrticas. Una praxis que al rechazar recurrentemente las concepciones liberales, fue preparando el terreno tras una dcada de inestabilidad y mdicas guerras faccionales para la llegada de una larga autocracia.

Alfredo Stroessner, dictador colorado entre 1954 y 1989, hered esa ideologa y la adapt al contexto internacional y regional de la guerra fra, donde su cerril anticomunismo encubri simples apetencias de poder personal.

La mezcla de nacionalismo y lopizmo se hizo entonces doctrina omnipresente e indiscutible, apoyada por el Estado. Como vimos en la primera parte de este trabajo, el rgimen strossnista impuls una continuidad con el pasado sintetizada en la lnea histrica: Lpez-Caballero-Stroessner . Al ltimo de esta triada no le interesaba la apologa de hroes civiles y de la eficiencia del Estado liberal; antes bien deseaba promover la ideologa autoritaria y militarista.

Como seala el historiador Francisco Doratioto, respaldado por las instituciones estatales de un rgimen policial, fue que el nacionalismo lopizta se impuso por la propaganda sistemtica, por la persecucin al pensamiento crtico en la universidad, por la restriccin de la libertad de prensa y por la inhibicin a la investigacin histrica con base metodolgica cientfica. A esto hay que agregar que la corporacin de historiadores prohijados por Stroessner llev a cabo una poltica de destruccin sistemtica de los documentos que la contradecan. A consecuencia de esos actos, hasta casi la dcada de 1990 la sociedad paraguaya tuvo un conocimiento distorsionado del proceso histrico del pas. Haba una percepcin irreal de sus relaciones internacionales en el pasado as como de su rol en el contexto regional. Se inculcaba la idea de que cabra a caudillos de personalidad fuerte la conduccin del Paraguay.

En este contexto no es un hecho menor que en la dcada de 1960 el ya nonagenario y siempre acomodaticio Juan OLeary declarara heredero del mariscal Lpez al general Stroessner. Poco despus El Reinvidicador baj a la tumba e inmediatamente Stroessner orden levantar un monumento a OLeary que todava sigue en pie en la plaza OLeary de Asuncin que an se llama as. Los constructores de lneas histricas suelen tener estas recompensas, y perduran en la estatuaria y la nomenclatura.

Un lder antiimperialista

Hemos ido avanzando en este trabajo sobre la evolucin del lopizmo, desde su original propuesta acotada a dar legitimidad a los dudosos derechos sobre bienes inmobiliarios de los descendientes de Francisco Solano Lpez, hasta el proceso que en las tercera y cuarta dcadas del siglo XX transforma a su figura, de dictador y responsable de una guerra desastrosa para su pas, en hroe, vctima de la agresin de la Triple Alianza y paradigma del patriotismo paraguayo. En ese estadio, en la segunda mitad del siglo XX la interpretacin de la guerra se construir -de manera predominante en Paraguay pero con notable acogida entre intelectuales de los pases vecinos- sobre la base de tres variaciones del enfoque imperialista y de los postulados que ofrecera la influyente Teora de la Dependencia.

Compartimos lo postulado en una excelente investigacin por la historiadora rosarina Liliana Brezzo, en el sentido que en esencia la teora imperialista sobre el origen de la guerra exhibi durante esos aos tres versiones:

La primera estableca que la guerra fue provocada por Gran Bretaa para abrir en el Paraguay un campo de rentables inversiones y un mercado para las exportaciones britnicas.

Una segunda teora se basada en la crisis del algodn de mediados del siglo XIX, que sostena que la guerra civil en los Estados Unidos haba creado tan grave alteracin del mercado que los britnicos consideraron al Paraguay como un proveedor que compensara la declinante oferta de los estados confederados enfrentados entonces blicamente al norte industrial yanqui.

La tercera teora argumentaba que la incompatibilidad poltica del gobierno liberal al estilo europeo y el capitalismo estatal al estilo paraguayo habra conducido a Gran Bretaa a financiar una guerra encubierta mediante prstamos a los gobiernos brasileo y argentino.

En la dcada de 1980-90 esta taxonoma comenz a ser revisada en Paraguay en el contexto abierto por la recuperacin de las libertades. El ao 1989 propici una renovacin fundamental de la historiografa paraguaya que ahora tena gracias a los saludables aires pos strossnistas, generalizado acceso a fuentes, a los archivos, a modernas metodologas historiogrficas y nuevos campos temticos. A esa situacin especficamente paraguaya se agreg el proceso de integracin regional que ha contribuido -sostiene Brezzo- a una entronizacin de la alteridad y a una reflexin acerca de las posibilidades y condiciones mismas de la mirada desde afuera.

Investigadores paraguayos y de otras nacionalidades al indagar conjuntamente sobre el origen y las causas de la guerra demostraron de manera convincente que cualquiera sea la versin de la explicacin imperialista que se aplique, la evidencia disponible hasta el momento presta sorprendentemente poco apoyo emprico a la misma.

Estos trabajos ofrecen, entre otras pruebas, la dimensin diminuta que presentaba el mercado consumidor paraguayo por la falta de poder adquisitivo de la poblacin como para despertar en Gran Bretaa un verdadero inters en su apertura. De haber existido -consideran- una vez removido el obstculo para su apertura (la dictadura de Francisco Solano Lpez) los britnicos habran invertido grandes sumas, aumentando de manera significativa el comercio. Pero esto no ocurri: la evidencia presentada descubre que hacia 1880, por ejemplo, el Paraguay ocupaba uno de los ltimos puestos en el ranking de inversiones britnicas en Amrica Latina.

En cuanto a la teora de la crisis del algodn hay que comenzar por recordar que la Guerra del Paraguay se inici cuando la lucha norteamericana terminara y que, durante los cuatro aos de ese conflicto Gran Bretaa haba ubicado otras fuentes alternativas, particularmente en Egipto y en Brasil; por otra parte el algodn constitua un rengln muy pequeo de la exportacin paraguaya, incapaz de atender las demandas que los britnicos buscaban. Finalmente, la ms firme desmentida de este argumento se basa en los propios esfuerzos que Francisco Solano Lpez despleg entre 1862 y 1865 para encontrar mercados a los productos paraguayos, yerba y especialmente algodn; por lo tanto no puede afirmarse que Lpez habra impedido que el Paraguay exportase tanto algodn como le fuera posible.

Por qu tuvieron tanta atraccin estas interpretaciones en la segunda mitad del siglo XX? Hay que admitir que culpar a Gran Bretaa por el inicio del conflicto satisfaca en las dcadas de 1960 a 1980 a distintos intereses polticos: para algunos se trataba de mostrar la posibilidad de construir en Amrica Latina un modelo de desenvolvimiento econmico no dependiente. Modlicamente apuntaban como un precedente el estado paraguayo que fuera regido de manera desptica y autrquica (se aceptaba lo primero en aras de lo segundo) por el doctor Francia y los Lpez. Acabarn, por lo tanto, por negar esa posibilidad en la medida en que presentaran a la potencia central -Gran Bretaa- como omnipotente, capaz de imponer y disponer de los pases perifricos, de manera de destruir cualquier tentativa de no-dependencia.

Por su parte, la visin maniquesta y mistificadora de Francisco Solano Lpez no solo interesaba como al rgimen dictatorial de Stroessner. Tambin les convena a sus enemigos polticos e ideolgicos. En esa visin Lpez era expuesto en condicin de vctima de una conspiracin internacional que prefiri morir a ceder a presiones externas. Por otra parte, estos presupuestos y conclusiones sufrirn una fuerte influencia del contexto histrico en que fueron escritos. Las dcadas de 1960-1970 se caracterizarn en Amrica del Sur por gobiernos militares. Una forma de luchar contra el autoritarismo que asolaba el continente era minar sus bases ideolgicas. Los regmenes de fuerza estaban encabezados por militares golpistas que hacan -de la boca para afuera- de su liberalismo un credo similar al de su anticomunismo. Y que no tuvieron el menor prurito en echar abajo en sus respectivos pases de actuacin, la democracia y las instituciones, so pretexto de defenderlas. La Doctrina de la Seguridad Nacional a la que estos pretores adscriban los convertan de modo explcito en monigotes funcionales al imperialismo yanqui.

En ese contexto hacer del imperialismo ingls el responsable mximo y casi excluyente de la Guerra contra el Paraguay dio a ese conflicto un carcter ideolgico y permiti que se retratara a Francisco Solano Lpez como hroe antiimperialista. Ese carcter viabiliz la aceptacin del nacionalismo lopizta por parte de la intelectualidad latinoamericana de izquierda. Por esta causa el nacionalismo lopizta antiimperialista fue tan exitoso entre los intelectuales al atacar el liberalismo que arropaba en la Guerra Fra a los militares facciosos latinoamericanos.

Al fin y al cabo, Bartolom Mitre, presidente de Argentina que luch contra Francisco Solano Lpez y mantuvo una lealtad inconmovible a su aliado brasileo pese a las dificultades casi insolubles surgidas en el frente interno, fue la ms destacada figura del liberalismo porteo y el fundador de un diario, La Nacin, el cual se asumi como el vocero prestigioso de la burguesa liberal argentina que se benefici con los recurrentes golpes militares ocurridos a partir de 1930. En Brasil, donde los militares ocuparon el poder entre 1964 y 1985, Caxias y Tamandar, jefes de las fuerzas brasileas en la guerra, fueron convertidos en prceres modlicos del ejrcito y de la marina, respectivamente

He ah, la razn en gran parte, de la acogida vergonzosamente acrtica y el consiguiente xito en los medios intelectuales de la versin del revisionismo lopizta sobre la Guerra del Paraguay, versin aceptada por atacar el pensamiento liberal, por denunciar la accin imperialista o por criticar el desempeo de los jefes militares aliados. En estas interpretaciones, subyace muy a flor de tierra la construccin de un paralelismo entre la Cuba socialista, aislada del continente americano y hostilizada por Estados Unidos y la presentacin de un Paraguay de dictaduras progresistas y vctima de la potencia entonces ms poderosa del planeta, Gran Bretaa.

En este comienzo del tercer milenio, junto a la cada de la otrora popular Teora de la Dependencia y al consiguiente deshielo del mito imperialista sobre el origen de la Guerra del Paraguay, estamos en presencia de investigadores que han contribuido al esclarecimiento de una serie de cuestiones que aparecan inviolables hasta hace poco tiempo.

Pero si hay un descrdito notorio en el mito de Francisco Solano Lpez como lder antiimperialista, persiste en la conversacin general de vastos sectores un halo romntico sobre su figura.

La proeza de un matn, sangrienta

Al igual que el hombre del casino provinciano retratado por Antonio Machado en El pasado Efmero, varias generaciones de latinoamericanos formados en determinado sentido comn histrico por las variopintas corrientes revisionistas que en las dcadas del 60 y 70 asolaron las historiografas regionales, solo se animan en relacin a hechos del pasado si alguien cuenta la hazaa de un gallardo bandolero, o la proeza de un matn, sangrienta.

Esa sedimentacin de valores incorporados a lo largo de dcadas explican determinadas persistencias conceptuales y discursivas. Esto nos permite entender el porque el revisionismo histrico que cre la ideologa lopizta, pervive y se reproduce en la conversacin general de amplias capas de la poblacin. No bast con la cada del rgimen dictatorial de Alfredo Stroessner y el comienzo -por primera vez en su existencia autnoma desde 1811- de una sociedad paraguaya con valores democrticos (con las dificultades y retrocesos naturales a todo proceso de esta ndole), para que desapareciera la ideologa autoritaria centrada en la figura de Francisco Solano Lpez.

An personajes claramente comprometidos con la nueva institucionalidad guaran que sufrieron la persecucin de la dictadura strossnista, hicieron suyo respecto a la visin de esa figura, un discurso similar al del cado autoritarismo colorado.

As en 1982 Augusto Roa Bastos, uno de los ms grandes escritores latinoamericanos, autor de textos esenciales de la literatura contempornea de habla espaola como Hijo de Hombre y Yo, el Supremo, afirm que Paraguay hacia mediados del siglo XIX, haba alcanzado una efectiva independencia y su autonoma econmica. Segn Roa Bastos, el pas fue arrastrado por la Triple Alianza a la guerra tramada y financiada por la poltica de dominacin del imperio britnico.

En idntica sintona, para Domingo Lano, presidente del Partido Liberal, todos los males del pas comenzaron en 1870 con la muerte del mariscal Lpez. En esto coincide plenamente con el presidente del Partido Comunista, Oscar Creydt, que como inform un peridico asunceo fue uno de los integrantes del Frente Patritico Paraguayo (que) rindieron ayer un homenaje al ex presidente y hroe mximo del pas, el mariscal Francisco Solano Lpez. [...] Los asistentes valoraron el patriotismo y nacionalismo del Mariscal Lpez y esperan que las generaciones siguientes de paraguayos sean dignos herederos del mandatario. [...] Los integrantes del Frente [son los] partidos Revolucionario Febrerista, Demcrata Cristiano, Comunista Paraguayo, Frente Amplio, Humanista y Convergencia Popular Doctor Francia.

La dirigencia poltica suele no comer vidrio. Este tipo de declaraciones encuentran sin duda favorable acogida en las bases de las distintas agrupaciones firmantes. Y en aquellos sectores no tan minoritarios que an aoran los buenos tiempos del alemn (Stroessner) y defienden la construccin del pasado formulada por ese rgimen, con agresiva intemperancia.

As se entienden las amenazas fsicas y verbales que sufriera por parte de indignados lopiztas el escritor Guido Rodrguez Alcal, autor de una novela que cuestiona no solo al personaje principal que aparece en sus pginas sino a toda la lnea histrica: Lpez-Caballero-Stroessner construida por el coloradismo en la que ese personaje opera como nexo entre el pasado lejano y el cercano. Caballero, tal el ttulo de su novela publicada en 1986, es el paradigma de una desmitificacin irnica muy acorde con las tcnicas de la nueva novela histrica hispanoamericana. Rodrguez Alcal acomete una iconoclasta tarea narrativa retratando a Francisco Solano Lpez como un cobarde paranoico obsesionado por hipotticas conspiraciones; a Bernardino Caballero (fundador del Partido Colorado, y considerado por el revisionismo, el sucesor de Lpez) como un pcaro servil y aprovechado; y a los aliados como unos ineptos ms interesados en beneficiarse de la guerra que en ganarla. As, la contienda que los revisionistas haban convertido casi en un mito fundacional queda desdibujada y degradada. Cosa que no poda ser aceptado por quienes crean firmemente en ese mito. Y que respondan con el ataque a quienes como este escritor, perturbaban la conviccin acerca de un pasado que ellos consideraban inmutable e inmodificable.

No es fcil destruir un mito, aunque la lgica de las evidencias, las fuentes y los documentos sealen claramente los pies de barro que lo mantienen erguido. An hoy los textos escolares paraguayos siguen proponiendo como modelos a seguir por las nuevas generaciones, a los nios que perecieron en agosto de 1869 en la batalla de Acosta , permitiendo con su holocausto que el dictador se pusiera a salvo de sus perseguidores. Es habitual que los padres ofrezcan a los adolescentes la lectura de obras sobre el tema. Escritas por lo general por autores populistas, destacan el coraje de esos chicos, pretendiendo avivar la indignacin del lector contra los aliados argentinos-brasileos porque estos lucharon contra un enemigo ms dbil, al que exterminaron pese a su corta edad. Sin negar la creciente brutalidad en la etapa final de la guerra de las fuerzas brasileas (en especial luego de retirarse del comando de las mismas el marques de Caxias y ser reemplazado por un yerno del emperador, el conde DEu), y de los argentinos que al mando del general Emilio Mitre se haban convertido casi en una asociacin ilcita que secuestraba menores para pedir rescate, hay en ese razonamiento una indudable inversin de pruebas. Hasta la Decembrada -esa serie de combates que a fines de 1868 abri el camino para que Asuncin fuera ocupada por los aliados-, Lpez poda esgrimir la necesidad de impedir el avance del enemigo con la esperanza de llegar a algn final favorable (o al menos una salida decorosa) para el Paraguay, incluyendo una intervencin de pases neutrales o el cansancio de guerra que empezaba a afectar el frente interno de Argentina y en menor medida de Brasil. Pero luego de la batalla de Lomas Valentinas qued claro que la guerra estaba definitivamente perdida. No haba ya ninguna justificacin militar para que el autcrata paraguayo pusiera a luchar a nios casi desarmados contra soldados profesionales. Sin embargo eso fue lo que hizo. Y en su creciente y demencial criminalidad lleg al voluntarismo de intentar cambiar las leyes de la biologa: por un decreto del 14 de febrero de 1869 declar adultos a los varones de doce aos. Esta conducta indefendible del dictador que llev al innecesario sacrificio de miles de jvenes vctimas, sigue siendo meritada por una parte considerable de la opinin pblica paraguaya como admirable, demostrativa de la voluntad de resistencia de Francisco Solano Lpez, quien era acompaado voluntariamente por todo el pueblo guaran en su obstinacin, al punto que las madres habran entregado sus hijos inflamadas de fe patritica y estos habran acudido con entusiasmo a la inmolacin.

No solo los paraguayos idealizan a los actores del pasado alimentando un espejismo que transforma al victimario en vctima. Los latinoamericanos en general y los argentinos en particular, suelen ser afectos a construir hroes romnticos, con virtudes inventadas o convertidas subjetivamente en tales desde el defecto inicial. A ese hroe todo se le acepta, an aquello que se reprueba en el resto de los mortales.

Un ejemplo de esta proclividad la encontramos an en vida de Francisco Solano Lpez. En julio de 1868, tras la toma de Humait por los aliados y el consiguiente dominio del ro Paraguay por parte de la poderosa escuadra brasilea, Lpez orden que cientos de sus hombres intentaran, en canoas y con armas blancas, tomar por asalto los acorazados blindados imperiales. La operacin termin en lgico desastre para los soldados paraguayos que fueron ametrallados desde las cubiertas de los navos brasileos.

Ante la irracionalidad militar de ese ataque y la sangra de vidas unilaterales que el mismo supuso, el presidente Bartolom Mitre escribi lo siguiente:

Si nosotros, argentinos, hubiramos cometido tal absurdo, se hubiera dicho que sacrificbamos la sangre de nuestros soldados o que ramos unos burros, y que nuestros soldados eran como bueyes que se dejaban llevar al matadero. Pero como lo hicieron los paraguayos, siguiendo rdenes de Lpez, los argentinos no tienen palabras para demostrar admiracin por el herosmo de los paraguayos y por la energa de Lpez.

Este anlisis que supera a la coyuntura del hecho comentado, explica en buena medida la persistencia actual del lopizmo (superadas las causas que fueron cimentando a lo largo de ms de un siglo su construccin), no ya como ideologa especfica al servicio de procesos polticos determinados, sino como andamiaje sostenedor de la figura de Francisco Solano Lpez, devenido en paradigmtico personaje romntico de un pasado ficcionalizado ex profeso para poder escapar de los problemas o la mediana del presente.

BIBLIOGRAFA:

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RODRIGUEZ ALCALA, Guido. Imgenes de la guerra y del sistema. Revue Nuevos Mundos. Pars, 2006.

Florencia Pagni Fernando CesarettiEscuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario

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Estudios realizados en las ltimas dcadas en el Paraguay corroboraran un rumor extendido a lo largo del tiempo: Francisco Solano Lpez no habra sido hijo biolgico de Carlos Antonio Lpez, sino que este habra adoptado como tal al contraer matrimonio con Juana Carrillo, al nio que la misma habra engendrado con un desconocido. Regordete y moreno, Francisco Solano fsicamente difera sensiblemente de sus hermanos menores. No obstante esta es una afirmacin hipottica que no modifica por cierto el curso de los acontecimientos histricos. En sociedades como la paraguaya del siglo XIX, hijo no era necesariamente el de la sangre sino el que pblicamente se estableca como tal. As el adulterino Francisco Solano tena ms legitimidad social al ser aceptado por su padre Carlos Antonio, que los hijos que este engendr en vientres de inferiores estratos sociales, a los que nunca reconoci con plenos derechos.

Falleci en la total miseria el 26 de julio de 1886. En ausencia de sus hijos, fue sepultada en el parisino cementerio Pre Lachaise. Sus cenizas fueron repatriadas desde Francia en 1961 y depositadas en el Museo Histrico de la ciudad de Asuncin. El traslado lo efectu la caonera Paraguay, navo que seis aos antes haba sido noticia internacional por acoger en calidad de asilado en el puerto de Buenos Aires durante las dos primeras semanas posteriores a su derrocamiento, al ex presidente argentino Juan Pern.

Destinadas: mujeres condenadas por algn delito poltico o por pertenecer a una familia sospechosa. Muchas de ellas eran miembros de la lite y fueron detenidas solamente porque alguno de sus parientes masculinos estaba implicado en conspiraciones reales o supuestas contra el dictador paraguayo. En el ltimo perodo de la guerra, obligadas a acompaar al ejrcito lopizta en retirada, fueron sometidas a torturas, violaciones y sevicias de todo tipo. Espantosa situacin a la que se sum la falta absoluta de alimentos, todo lo cual explica el porque de un total de 3.000 destinadas, solo sobrevivieron 800, sin incluir en el nmero de vctimas a los nios que acompaaban a sus madres prisioneras, y que por centenares sucumbieron a causa del hambre o fueron degollados en la confusin final, por ambos bandos. Distintos testimonios han dado cuenta de episodios de infanticidio cometido por tropas argentinas y brasileas que vean en sus pequeas vctimas a soldados enemigos y de similares atrocidades por parte de las tropas del mariscal Lpez, que por orden de su a esas alturas totalmente desquiciado jefe, masacraban a estos inocentes bajo la acusacin de ser espas de los macacos.

Como dato curioso que visualiza los caminos impensados de este inmenso continente americano, hacemos notar que la primera mujer que fue Gobernadora de un Estado yanqui es bisnieta del mariscal Francisco Solano Lpez. Enrique Solano Lpez contrajo matrimonio con la norteamericana Alexandra Maud. Tuvieron una hija llamada Lorna Lpez Maud que se estableci en Estados Unidos. All cas con George Dean, unin de la cual naci Brbara Lorna Dean, Senadora Republicana por el Estado de Alaska y Gobernadora interina del mismo. Desciende por ende en forma directa por va materna del dictador paraguayo.

Liliana Brezzo y Francisco Doratioto, por citar solo a dos de los investigadores que se constituyeron en inapreciable fuente de consulta para este trabajo.

Ultima Hora, Asuncin, 25 de julio de 2005.

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