Mi Santuario Hogar: Un Mundo de Vinculaciones Una Fuente ... Mi Santuario Hogar...Durante el tiempo...

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Mi Santuario Hogar: Un Mundo de Vinculaciones Una Fuente de Santidad Paul and Susan Vanderscheuren Yo (Sue) crecí no muy lejos de aquí durante un tiempo de muchas dificultades en la Iglesia. Nuestro párroco había dejado la Iglesia y comenzado su propia religión. En aquel entonces teníamos religiosas marchándose de los conventos y abandonando sus hábitos. Durante esos años mi papá a veces se encontraba trabajando en el patio y una que otra vez veía Hermanas que pasaban frente a nuestra casa en sus vehículos. El se sorprendió al ver lo que según su percepción, eran Hermanas usando hábitos religiosos, y se preguntaba hacía dónde se dirigían., Así que, un día, cuando vio a una Hermana pasar, se subió de un brinco a nuestro carro y la siguió. Así fue como nuestra familia conoció a Schoenstatt. Paul y yo sellamos nuestra Alianza de Amor el día de nuestra boda. Nuestro santuario hogar fue consagrado el 23 de noviembre de 1986, con el nombre: “Fuente de Santidad.”. Tenemos cinco hijos y cinco nietos. Sue y yo nos conocimos en la Universidad de Wisconsin, en el otoño del 1978. Ambos estábamos en la Escuela de Música. El primer día de clases de nuestro primer año en la clase de teoría de la música, el profesor dijo lo siguiente: “Todos estamos aquí porque amamos la música. Pero, amar la música por sí sola no es suficiente. Hay que aprender a lidiar con la música; cómo comprenderla más plenamente; cómo integrarla a nuestras vidas.” Todos nosotros hemos sido atraídos hoy hasta aquí debido a la vida en torno a un Santuario Hogar, ese regalo de la Madre Tres Veces Admirable presente y activa en nuestras vidas; ese regalo que hemos recibido de las manos de nuestro Padre Fundador para ayudarnos a educar nuestros corazones y ser atraídos más profundamente hacia el amor del Dios Trino. Aprender a lidiar con, o vivir y amar más nuestra fe; integrar todo esto mejor aún a nuestras vidas, nos ayudará a crecer mucho más profundamente en el amor de Dios. Es en este contexto y con esta meta en mente que quisiéramos presentarles el hermoso mundo de vinculaciones en relación al Santuario Hogar y la familia. Durante el tiempo del exilio del Padre Kentenich aquí en Milwaukee, la Divina Providencia le concedió por primera vez en su vida la oportunidad de trabajar bastante con matrimonios y familias. Fue precisamente al observarlos en sus necesidades cotidianas, en los retiros, como el que conocemos de Familia al Servicio de la Vida, en Madison y las charlas de los lunes en las noches en Milwaukee, donde el Padre habla a las familias. Allí el Padre pudo desarrollar todo un programa por medio del cual pudo conducir a las familias al llamado y al ideal de la familia de Nazaret un llamado a la santidad por medio del organismo de vinculaciones. Estas familias nunca habían escuchado que un sacerdote les hablara acerca de esforzarse por la santidad a nivel del ideal de la familia de Nazaret. Esto les parecía imposible, siendo aún un ideal supra-temporal. A lo largo de los siguientes trece años, muy pacientemente, el Padre fue educando y motivando estos matrimonios a aspirar de forma práctica por este ideal de santidad. Él había encontrado en Madison y en Milwaukee familias que intentaban encontrar un balance entre su vida de trabajo, de familia y otras actividades. Ellos luchaban por encontrar ese amor incondicional dentro del matrimonio y a la vez intentaban criar sus hijos como personalidades libres y firmes. Una de las señoras de Madison lo expresó de esta manera, “después de siete años de matrimonio, Hank y yo descubrimos que no se cumplían nuestras expectativas frente a la vida de “vivir felices para siempre.” En esos momentos es cuando la Divina

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Mi Santuario Hogar: Un Mundo de Vinculaciones

Una Fuente de Santidad

Paul and Susan Vanderscheuren

Yo (Sue) crecí no muy lejos de aquí durante un tiempo de muchas dificultades en la Iglesia. Nuestro

párroco había dejado la Iglesia y comenzado su propia religión. En aquel entonces teníamos religiosas

marchándose de los conventos y abandonando sus hábitos. Durante esos años mi papá a veces se encontraba

trabajando en el patio y una que otra vez veía Hermanas que pasaban frente a nuestra casa en sus vehículos.

El se sorprendió al ver lo que según su percepción, eran Hermanas usando hábitos religiosos, y se preguntaba

hacía dónde se dirigían., Así que, un día, cuando vio a una Hermana pasar, se subió de un brinco a nuestro

carro y la siguió. Así fue como nuestra familia conoció a Schoenstatt. Paul y yo sellamos nuestra Alianza de

Amor el día de nuestra boda. Nuestro santuario hogar fue consagrado el 23 de noviembre de 1986, con el

nombre: “Fuente de Santidad.”. Tenemos cinco hijos y cinco nietos.

Sue y yo nos conocimos en la Universidad de Wisconsin, en el otoño del 1978. Ambos estábamos en la

Escuela de Música. El primer día de clases de nuestro primer año en la clase de teoría de la música, el

profesor dijo lo siguiente: “Todos estamos aquí porque amamos la música. Pero, amar la música por sí sola no

es suficiente. Hay que aprender a lidiar con la música; cómo comprenderla más plenamente; cómo

integrarla a nuestras vidas.”

Todos nosotros hemos sido atraídos hoy hasta aquí debido a la vida en torno a un Santuario Hogar, ese

regalo de la Madre Tres Veces Admirable presente y activa en nuestras vidas; ese regalo que hemos recibido

de las manos de nuestro Padre Fundador para ayudarnos a educar nuestros corazones y ser atraídos más

profundamente hacia el amor del Dios Trino. Aprender a lidiar con, o vivir y amar más nuestra fe; integrar

todo esto mejor aún a nuestras vidas, nos ayudará a crecer mucho más profundamente en el amor de Dios.

Es en este contexto y con esta meta en mente que quisiéramos presentarles el hermoso mundo de

vinculaciones en relación al Santuario Hogar y la familia.

Durante el tiempo del exilio del Padre Kentenich aquí en Milwaukee, la Divina Providencia le concedió

por primera vez en su vida la oportunidad de trabajar bastante con matrimonios y familias. Fue precisamente

al observarlos en sus necesidades cotidianas, en los retiros, como el que conocemos de Familia al Servicio de

la Vida, en Madison y las charlas de los lunes en las noches en Milwaukee, donde el Padre habla a las familias.

Allí el Padre pudo desarrollar todo un programa por medio del cual pudo conducir a las familias al llamado y

al ideal de la familia de Nazaret – un llamado a la santidad por medio del organismo de vinculaciones.

Estas familias nunca habían escuchado que un sacerdote les hablara acerca de esforzarse por la santidad

a nivel del ideal de la familia de Nazaret. Esto les parecía imposible, siendo aún un ideal supra-temporal. A lo

largo de los siguientes trece años, muy pacientemente, el Padre fue educando y motivando estos

matrimonios a aspirar de forma práctica por este ideal de santidad. Él había encontrado en Madison y en

Milwaukee familias que intentaban encontrar un balance entre su vida de trabajo, de familia y otras

actividades. Ellos luchaban por encontrar ese amor incondicional dentro del matrimonio y a la vez intentaban

criar sus hijos como personalidades libres y firmes. Una de las señoras de Madison lo expresó de esta

manera, “después de siete años de matrimonio, Hank y yo descubrimos que no se cumplían nuestras

expectativas frente a la vida de “vivir felices para siempre.” En esos momentos es cuando la Divina

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Providencia llegó a nuestras vidas en la persona del Padre Kentenich.

La educación que el Padre Kentenich les ofreció fue básicamente integral, uniendo el mundo de

vinculaciones natural y sobrenatural. En esta misma atmósfera de las faenas diarias de la vida de familia, de

la educación en y del esfuerzo por este ideal, fue que nació el Santuario Hogar. El Santuario Hogar ha sido

uno de los medios claves por el cual lograremos fomentar y levantar este mundo de vinculaciones en la vida

de matrimonios y familias.

La vinculación a la Mater en el Santuario Hogar, es la piedra fundamental de nuestras vidas espirituales.

No hay palabras que logren expresar la relación íntima que tenemos con la Mater en nuestro Santuario

Hogar, los innumerables pequeños milagros que ella ha obrado, la transformación y sanación de corazones.

Muchas veces nos asusta contemplar la tarea de educar a nuestros hijos con aspiraciones hacia la santidad

en medio de un mundo tan pagano y a la vez permanecer fieles nosotros mismos. Por eso, le dimos a la

Mater en nuestro Santuario Hogar el título de Fuente de la Santidad. Quisiéramos que sus gracias llenasen

toda la casa y a cada uno de nosotros. Tal y como una fuente tiene un recurso inagotable de agua, nuestra

Fuente de Santidad siempre estará derramando sus gracias sobre nuestra familia y nuestro hogar. Su

presencia y su manantial de gracias siempre nos inspirarán una atmósfera mariana y sobrenatural en nuestro

hogar y en nuestra familia. Su corriente de gracias no puede mermar, ya que ella nos conduce, nos educa y

nos protege. Sin el Santuario Hogar ni la Alianza de Amor, nosotros como padres, hubiésemos estado

demasiado nerviosos y asustados, igual que esos matrimonios pioneros que se acercaron donde Padre para

confiarle las preocupaciones de sus corazones.

Cuando el Padre Kentenich conversó con una de las familias en Madison acerca de la importancia de la

educación de los hijos, el Padre le dijo las siguientes palabras, “… Debemos preparar a nuestros hijos de

manera que puedan enfrentar el futuro – un futuro que tal vez no sea cristiano. Después que una gran

tormenta ha atravesado un bosque y arrancado muchos árboles, unos pocos árboles permanecen en pie, si

sus raíces han crecido profundamente – de la misma manera debe ser con nuestros hijos y con nuestro

hogar. Sus raíces deben crecer fuertes y profundas en el hogar. Si los hijos son educados en un ambiente

apropiadamente cristiano, no nos tendremos que preocupar por el futuro. Aunque una que otra crisis pueda

surgir, con el tiempo nuestros hijos regresarán a sus raíces. (Tomado de notas privadas de Hank y Dorothy

Gmeinder, Madison)

Estas raíces de las que habla el Padre Kentenich son el mundo de vinculaciones que intentamos crear en

nuestra vida de familia y en nuestro Santuario Hogar.

En el corazón del mensaje de alianza de Schoenstatt encontramos estas sanas vinculaciones. Son

cruciales para la formación de la personalidad en su totalidad. Nos preguntamos entonces, ¿qué son

vinculaciones sanas? Vinculaciones es otra palabra para decir lazos de amor. En el libro, Familia al Servicio de

la Vida, vemos como el Padre Kentenich le dice a las familias repetidas veces acerca de la importancia que

tiene en la familia de Nazaret el padre, la madre y los hijos, de cómo deben permanecer unidos por un

vínculo profundo, cálido de amor. (Padre J. Kentenich, Familia al Servicio de la Vida.)

El Padre Kentenich estaba convencido de que el problema del ser humano en estos tiempos modernos se

encuentra en su falta de poder vincularse y unirse. Cada vez con más frecuencia la gente cambia de un

trabajo a otro, de una relación a otra, de una casa a otra, de una ciudad a otra. Aún en nuestros propios

hogares la tecnología nos permite desconectarnos básicamente por completo, inclusive cuando estamos

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solamente a unos cuantos pies de distancia.

Aspecto tras aspecto se hace evidente la carencia de esas raíces sólidas, de esa estabilidad. Este

constante divagar de una cosa a la otra no permite que el alma desarrolle raíces sanas y se arraigue. El alma

no llega entonces a experimentar lo que significa ser amado y amar incondicionalmente. No es ese amor que

dice: “estoy aquí hoy, pero no mañana.” Precisamos toda una gama de vinculaciones a personas, lugares,

cosas, valores e ideales para verdaderamente desarrollar esta capacidad de amar así, en lugar de una forma

superficial según lo promueve la sociedad.

Otros obstáculos que encontramos en el camino de las vinculaciones son las constantes distracciones e

interrupciones con que somos bombardeados. Hoy día, hay cosas que nos distraen como nunca. Tenemos

nuestros teléfonos que nos acompañan a todas partes. Cuando no está sonando, nos está indicando que

tenemos un mensaje o un “tweet”. Todo esto nos distrae y nos interrumpe mucho e impide verdaderas

vinculaciones. Recientemente vimos un grupo de unas cuatro o cinco adolescentes cerca de nosotros en un

restaurante. Fue una decepción para nosotros ver que en lugar de hablar entre ellos y disfrutar su compañía,

se sentaron todos a la mesa con sus cabezas hacia abajo, cada uno enviando mensajes de texto desde sus

teléfonos. En lugar de crear vínculos y atenderse, el enviar mensajes a otras personas los mantenía distantes.

En 1957, dirigiéndose a los matrimonios acerca de este tema, el Padre Kentenich dijo lo siguiente: “¿Es

nuestro hogar un santuario o es un nido de ladrones? No, mi hogar es un santuario. ¿Qué hago yo con mi

santuario? ¿Trato de mantener el ruido y el polvo fuera de mi hogar? ¿Qué debo hacer con mi familia? Debo

mantener el ruido lejos de mi familia. En el santuario del hogar y familia debe reinar una atmósfera

sobrenatural. (Notas privadas de Hank y Dorothy Gmeinder, plática del Padre Kentenich a los matrimonios en

Madison, 2 de junio de 1957, según el Sr. Gmeinder, libro sin publicar, Cántico del Terruño: Un Tributo a la

Memoria del Padre José Kentenich.)

Las vinculaciones a nivel natural son necesarias, hacia las personas, lugares, cosas, valores e ideales; y en

el plano sobrenatural hacia Dios, la Santísima Virgen, los santos, la Santa Misa y todo nuestro mundo

spiritual. Cuando estos dos niveles [de organismos] de vinculaciones se mantiene saludable y uno permea el

otro, cuando se relacionan y afectan mutuamente, la persona crece mucho sana y completa tanto en lo físico

y emocional como en lo moral y espiritual. Cuando uno de estos niveles falta o no es sano, la persona

tampoco se puede desarrollar plenamente en los otros niveles. Es algo obvio que las vinculaciones son vitales

para que una persona pueda realmente amar y permanecer equilibrada, pero la sociedad en la que vivimos

nos dificulta aún más el desarrollo de las vinculaciones sanas.

Muchas veces pensamos acerca de este tema de vinculaciones de la siguiente manera: Todos sabemos

cómo luce la rueda de una bicicleta. Para comenzar, imaginemos que yo estoy en el centro de la rueda. Cada

uno de los rayos de la rueda representa cada una de mis vinculaciones, una relación hacia una persona en

particular, hacia un lugar, un valor o un ideal. Todos estos vínculos deben llevarme de una forma u otra hacia

Dios, quien une todo, sosteniendo todas las cosas formando el aro exterior. Cuando todas mis vinculaciones

están en orden y son sanas la rueda está balanceada, pero si son vínculos enfermizos, entonces un rayo tras

otro se va quebrando o va faltando, de modo que la rueda perderá su balance y finalmente colapsará. Por lo

tanto, el fomentar y preservar vínculos sanos en mi vida me llevará a un amor a Dios más profundo y

mantendrá mi vida en equilibrio.

En 1956 el Padre Kentenich dijo lo siguiente: “¿Qué se acerca más al cielo? No son las películas, ni los

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carros en los que viajamos por el mundo, ni el baile, ni las revistas, ni la radio, etc. ¿Qué se acerca más al

cielo? ¡NUESTRO PEQUEÑO HOGAR DE FAMILIA! ¿Podrán sus hijos decir lo mismo? Donde una persona nace y

crece es el lugar más hermoso después del cielo… no importa si hay dinero, fama, muchas cosas o si se

disfruta la vida, etc…” (Notas privadas de Hank y Dorothy Gmeinder, plática del Padre Kentenich a los

matrimonios en Madison, 4 de septiempre de 1956, según el Sr. Gmeinder, libro sin publicar, Cántico del

Terruño: Un Tributo a la Memoria del Padre José Kentenich.)

Yo puedo decir que en mi caso estas palabras son ciertas. Dios me bendijo con muy buenos padres,

quienes realmente vivieron de la fe que la familia es lo primero. Hicieron todo tipo de esfuerzos para crear

unidad en nuestra familia y hacer de nuestro hogar un lugar donde estuviésemos a gusto. Hacíamos muchas

cosas en familia: teníamos nuestra comida todos juntos y nunca frente al televisor; hasta hacíamos nuestras

tareas de la escuela juntos – todos nos sentábamos a la mesa para hacer nuestro trabajo. Nos encantaba ver

filminas de fotos familiares y comer “pop-corn” – esto fue antes de la era digital. Solíamos irnos a acampar y

a pasear en bote, y siempre rezábamos en familia. Nuestro hogar tenía una atmósfera marcadamente

spiritual, aún antes de que mi papá siguiera a la Hermana de Schoenstatt. Sin embargo, después de esto

tuvimos la bendición del Santuario Hogar. A medida que íbamos creciendo todas estas cosas que les he

mencionado crearon vínculos para nosotros, los chicos. Todavía preservamos un lazo familiar fuerte y todos

nosotros nueve hijos nos hemos dedicado a nuestros padres. Por medio de estos vínculos hemos aprendido a

amar. De ese modo, nuestro hogar lleno de amor nos ha dado un indicio de cómo será nuestro hogar en el

cielo. El mundo que mis padres crearon nos inició firmemente en el camino de aspiraciones por ese hogar

celestial.

Nos vinculamos a la gente que Dios ha traído a nuestras vidas de distintas maneras. Bien podemos

vincularnos a nuestros amigos y vecinos, de forma más cercana a nuestros familiares, y de forma particular

establecemos un vínculo de amor entre padres e hijos, y con nuestro cónyuge. También nos vinculamos a

lugares – que incluyen nuestro hogar y de manera especial el Santuario Hogar. Nuestros nietos suelen llamar

a Sue, Nonna. Con frecuencia le preguntan a nuestra hija cuándo van a ir a casa de Nonna. Están

verdaderamente vinculados a nuestro hogar y a la gente que allí habita. Cuando nos visitan nos

concentramos en ellos. Jugamos con ellos, les leemos, les conversamos, utilizando mucho contacto visual.

Tienen sus juguetes preferidos con los cuales quieren venir a jugar y que solamente disfrutan en casa de

Nonna. Gozan muchísimo en nuestro hogar, y se sienten amados y aceptados.

Como ya lo hemos escuchado, el Padre Kentenich ayudó las familias a poder ver que verdaderas

vinculaciones in nuestras familias significan que, “el padre y la madre, y los hijos, están unidos en un vínculo

de amor profundo y cálido.” (P. J. Kentenich, Familia al Servicio de la Vida.) De la misma manera que hemos

escuchado decir que el amor es una fuerza muy ponderosa, lo son las vinculaciones, y esto lo podemos

expresar de dos maneras: las vinculaciones tienen el poder de unir y también tienen el poder de asemejar.

Estoy segura que la gran mayoría de nosotros pueden identificar estos aspectos en nuestro matrimonio, o

entre nosotros como padres, o entre nosotros y nuestros hijos, o tal vez se pueda decir de alguien allegado a

nosotros, o alguien a quien verdaderamente amamos. El Padre Kentenich dijo a los matrimonios que se

reunían con él los lunes por la tarde acerca de cómo llegan a asemejarse más y más a medida que crecen en

amor a lo largo de los años. Aún recuerdo cómo mi cuñada, después de tener sus hijos, bromeando le

comentó a su mama quien vivía en Nueva York, que ella realmente no la extrañaba porque cada vez que

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trataba de decirle algo a sus hijos lo que escuchaba salir de su boca eran las mismas palabras de su mamá.

El factor de unión en los vínculos es tan fuerte que el Padre Kentenich lo expresa aún de otra manera

diciendo: “Tú en mí y yo en ti, y los dos, uno en el otro.” Se refirió muchas veces a esto como un constante

estar en contacto vivo, manteniendo un constante estar en, con y por esa alma frente a mi. Esto no

solamente significa que disfrutamos la compañía uno del otro, sino que nos amamos de manera que

formamos parte uno del otro. Esto significa, que verdaderamente compartimos nuestras vidas, nuestros

sufrimientos y alegrías.

En 1957 el Padre Kentenich dijo a los matrimonios lo siguiente: “Cada uno debe llevar el peso de la carga

por el otro… Yo debo llevar las cruces y el peso de la carga del otro sobre mí. Cuando se divide el peso de una

cruz se vuelve mitad de lo pesada que es; pero cuando dividen o comparten una alegría se vuelven doble

alegría…” (Notas privadas de Hank y Dorothy Gmeinder, plática del Padre Kentenich a los matrimonios en

Madison, 2 de junio de 1957, según el Sr. Gmeinder, libro sin publicar, Cántico del Terruño: Un Tributo a la

Memoria del Padre José Kentenich.)

Esta idea acerca de vivir unidos nos clarifica bastante las enseñanzas de la Iglesia acerca de nuestra

relación con Dios: “Yo en ti, y tú en mi, y los dos, uno en el otro.” Esto significa, que compartimos la vida de

Dios. Si yo amo a Dios, si me vínculo El personalmente, entonces el poder de ese vínculo nos unifica: Yo en

Dios y Dios en mí. Esto es cierto también acerca del matrimonio: Yo amo a mi cónyuge, y he hecho unas

promesas de mantener esa misma unión de vidas – que yo existo en ella y ella en mí y los dos, uno en el otro

– y nos esforzamos por preservar esta unión de vida palpitante hasta que la muerte nos separe.

Por el contrario, podemos ver el daño que ocasionaríamos si nos fuésemos a vincular a alguien o a algo

que fuese en contra de Dios. La ley de “yo en ti y tú en mí y los dos, uno en el otro,” como una ley de unidad,

todavía nos aplica. El Padre Kentenich hablaba acerca de las vinculaciones orgánicas, son partes inseparables

del todo. No pueden permanecer aisladas. No puede nutrir un vínculo y decir que es algo que está separado

de la persona que soy, o que no va a afectar todos los aspectos de mi vida natural y espiritual. Creo que se

trata de una preocupación universal de nosotros como padres: ¿qué sucederá si mis hijos se vinculan a

alguien que no es bueno para ellos? Como padres sabemos que los afectos son verdaderamente orgánicos –

pueden perjudicar la vida y la personalidad completa de un hijo, y poner en peligro su alma por toda la

eternidad.

Cuando nuestro hijo, Miguel, estaba en su primer año de escuela superior, una chica muy linda le pidió

que la acompañara a un baile de la escuela y él aceptó la invitación. La chica era hindú. Le dije, “Miguel, te

hemos conversado acerca de esto desde que eras pequeño, de lo importante que es para ti casarte con una

chica católica y que no debes sostener un noviazgo con una chica con quien no puedas casarte. Esta joven ni

siquiera es cristiana. Nos dijo que lo había tomado desapercibido y que no quería ser grosero. Nuestro hijo

estuvo de acuerdo con que este no era el camino apropiado y como ya él había aceptado la invitación, no

sería bueno retroceder en estos momentos. Decidimos juntos que debía ir al baile con ella. Después de esto,

a pesar de que siempre la trató como un buen cristiano, no siguió nutriendo la relación con ella. Dado que

pudimos intervenir y como Miguel tomó su fe en serio y permaneció abierto a nuestra conducción pudimos

evitar lo que hubiese sido un vínculo dañino para la vida de Miguel.

La historia de Miguel no termina ahí: cuando comenzó a cursar la Universidad inició su relación con

Heather, quien es cristiana pero no católica. Desde el principio él le advirtió que siempre había querido

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casarse con una joven católica. Con el tiempo, Heather estudió nuestra fe católica y se convirtió. Cuando se

casaron, Miguel me dijo con una sonrisa, “¡Mamá, como no pude encontrar una chica católica, me hice una

para mí!

Existe otra fuerza que tiene el amor: el poder de asemejar. Esto penetra a un nivel aún más profundo que

el de unidad, pues con esta fuerza se logra armonía de corazones y de inclinaciones. No solamente nuestras

mentes adoptan la actitud del que amamos, pero nuestros corazones, instintos e inclinaciones también.

Nosotros no aceptamos las cosas solamente con el intelecto, sino con nuestros corazones y nuestras almas.

Con esta fuerza de vinculaciones, no solamente amamos la Mater, pasamos a ser otra María.

Al explicarles a las familias el ideal de la Sagrada Familia de Nazaret, el Padre Fundador presentó un

hermoso ejemplo que nos ilustra esta armonía de corazones. Habló acerca del ejemplo de vida de Santa

Teresita y la relación con su padre. Ella narró lo siguiente:

Santa Teresa veía a Dios en su padre, y todos los regalos que ella recibió de parte de Dios no como si

vinieran de parte de Dios sino de parte de su propio padre. Ella aprendió de su padre hasta cómo debía amar

a nuestro Señor; no lo aprendió directamente de contemplar a nuestro Señor.

Permítanme explicarles cómo es que ella podía decir: ‘Para mí, mi padre es Dios.’ Imaginen lo que

significa que esta pequeña niña, quien amaba tanto a su padre, fue llevada a la Iglesia. Ella adoraba a su

padre, por así decir, y vice versa, su padre ‘adoraba’ esta pequeña reina - se amaban mutuamente. Esta niña

observaba con detenimiento todo lo que hacía su papá. Mientras su padre rezaba el Santísimo estaba

expuesto – la niña no miraba el altar, se fijaba en su padre. A través de su padre, ella alcanzaba ver a Dios.

¡Cuán maravilloso ella nos lo describe! Como su padre estaba tan compenetrado de la presencia de Dios, la

niña también estaba compenetrada del Dios que estaba presente y vivo en su padre. (P. José Kentenich,

Familia al Servicio de la Vida.)

Este poder de las vinculaciones es también hermosamente ilustrado en la corriente del Santuario

Viviente que se desarrolló aquí en Milwaukee con las familias. El símbolo que yo escojo en mi Santuario

Hogar demuestra la fuerza que tienen las vinculaciones. Yo elijo un símbolo que tiene las cualidades y

virtudes que quisiera encarnar – algo que puedo imitar, lo que quisiera llegar a ser. Nuestro hijo, Miguel,

eligió la lámpara perpetua como su símbolo. Él quiere consumir toda su vida por Cristo, como lo hace la

lámpara perpetua. Él quiere ser una luz, testimonio de la presencia de Cristo en el mundo. Él quiere llegar a

ser una chispa de esperanza y de alegría en medio de la oscuridad. Él reza que otros puedan ver a Cristo en

él.

Como su símbolo, nuestro hijo, Vicente, eligió las campanas del Santuario, las que suenan durante la

consagración en la Santa Misa. Las campanas anuncian la llegada de nuestro Señor y suenan en reverencia

frente a Él. Reconocen la verdadera presencia de nuestro Señor. Haya un reclinatorio o no, se arrodillen otros

o no, desde sus 13 años de edad Vicente recibe su comunión de rodillas en honor a la presencia de Cristo en

la Eucaristía.

Una vez más, podemos ver la importancia de desarrollar vínculos sanos, sobre todo al considerar que

cuando hablamos del aspecto emocional y espiritual comenzamos a asemejarnos a aquellos a los que nos

vinculamos. La semejanza se puede ver fácilmente en la vida moral y espiritual, pues ocasiona un cambio en

los valores y actitudes. Pensemos por un momento en aquellos a quienes amamos. ¿Cómo podríamos

ayudarlos a establecer vínculos sanos? Hay cantidad de posibles tentaciones poco sanas y el demonio no deja

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pasar su importancia por desapercibido. Conocemos personas que han estrechado algún vínculo como lo

describimos con estrellas del cine, del “rap”, de gangas en el vecindario, y así comienzan a imitar los valores

que estas personas tienen. Pero, nosotros que somos gente de fe, necesitamos vivir con nuestros ojos

puestos en la eternidad. ¿Cómo podemos conducir a nuestras familias a establecer vinculaciones sanas en un

mundo lleno de vinculaciones inapropiadas?

El Santuario Hogar nos lleva a una verdadera íntima unión con la Santísima Virgen. A su vez, María quiere

unirse a nuestros hijos y a nosotros. María, quien fue el único destello de fe cuando Cristo fue enterrado

después de su muerte, quiere ser la luz de la fe para nuestras familias, especialmente para nuestros hijos. Ella

quiere que vernos unidos a ella, para que desde cada Santuario Hogar ella pueda hacer por nosotros lo que

nosotros no podemos hacer por nuestra cuenta. Ella nos ayudará con la responsabilidad de asegurarse que a

pesar del mundo en que vivimos, con todas sus influencias, nuestros hijos podrán encontrar su camino al

cielo. Estas fueron las mismas preocupaciones que aquellos padres de familia tenían en el 1962, cuando las

madres se acercaron al Padre primero para preguntarle si la Mater no podía establecerse en sus hogares, tal

y como ella se había establecido en el Santuario. Hoy día estas preguntas siguen teniendo la misma

relevancia.

La Santísima Virgen quiere ayudarnos a establecer vinculaciones sanas en medio de nuestras familias.

Este es su gran deseo para nosotros, según ella habita y obra desde nuestros Santuarios Hogares. Una vez

más, el Padre Kentenich también hizo referencia a este tipo de vínculo como el “constante contacto vital” con

aquel a quien amamos. Este es el ideal de: “Tú en mí y yo en ti, y los dos, el uno en el otro.” ¿Cómo podemos

desarrollar estos vínculos profundos? Comencemos observando la relación entre padres e hijos. Dios mismo

nos obsequió el punto de partida en este aspecto: la mayoría de las madres tienen un vínculo profundo con

sus hijos mucho antes de estos nacer. Se habían imaginado siempre el futuro de sus vidas y ese hijo como

parte de ella. De ese modo, la madre establece su vínculo mucho antes, ya está unida a la vida. Durante su

embarazo, el padre crece en este vínculo hacia la creatura en la medida en que siente al pequeño moverse y

se comunica con el bebé de esta manera. Sabemos que aún antes de nacer el niño puede escuchar y que al

momento de nacer pueden reconocer las voces de sus padres y de sus hermanos. Este vínculo crece a medida

que el niño aprende a confiar completamente en sus padres y los padres a sacrificarse por completo en

donación hacia el hijo.

En el núcleo de la educación encontramos la unión entre los padres y los hijos. En sus charlas a los

matrimonios el Padre Kentenich habló muchas veces acerca de los padres que deben ser los primeros

educadores de sus hijos. En una conversación privada con los Gmeinders el Padre les dijo: “Es muy

importante que los padres no pasen a enfocarse en lo social. Es muy importante que permanezcan en casa y,

¡le dediquen tiempo a sus hijos!

Luego, en 1958 les dijo lo siguiente: “Es tan importante para ustedes retirarse de otras actividades y

dedicar su tiempo a su familia porque lo que entra en las mentes de sus niños ahora es mucho más

importante que lo que cualquier otra persona les pueda decir. Por eso es tan importante que cuando [la

señora se pone triste después de un parto], ella debe recordarse a sí misma que lo que tiene que sufrir ahora

lo puede ofrecer por sus hijos y su vida futura. Debe decirle a la Santísima Virgen que lo que le toca sufrir es

por sus hijos.

Como padres, debemos entender y aceptar nuestras responsabilidades, y admitir que el punto de

enfoque debe ser la vida de nuestros hijos, no la escuela, ni siquiera la Iglesia, más bien la familia. Inclusive

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hay estudios seculares de psicología que han mostrado que los padres son los que más influencia tienen en la

vida de un niño, no los maestros, ni los entrenadores, ni los párrocos alcanzan tener la influencia que ejercen

los padres en los niños. Contrario a lo que intenta dictar la sociedad, debemos admitir esta realidad. El Padre

Kentenich habló acerca de lo vital que es tanto para los padres como para los niños establecer esta unión de

amor profunda.

La fuerza de unión y de semejanza es fundamental para el proceso de educación. Los padres necesitan

establecer un vinculación fuerte con sus hijos para que los puedan nutrir y mantener el resto de sus vidas.

Esta unión debe crecer sobre el fundamento de un amor profundo para que la educación pueda ser efectiva.

Nosotros tenemos los medios más propicios para hacer que esta influencia sea efectiva, y para que ese lazo

que se establece sea fructífero. Claramente, esto es a través de la vida de nuestros Santuarios Hogares.

Podemos ver cuánto estos vínculos bien arraigados establecen el tono para el crecimiento de nuestros hijos.

En una tarjeta para el día de las madres, nuestro hijo, Tony, quien tiene 27 años de edad, me escribió

agradeciéndome por siempre estar a su lado y nunca darme por vencida con él. Recientemente, estaba en el

auto con mi hija de 28 años de edad, quien está casada. Cuando nos detuvimos frente a un semáforo unas

chicas mal vestidas pasaron cerca de nosotras. Le dije a mi hija: “Abby, si te hubieses vestido así cuando

tenías esa edad, te hubiese llamado la atención.” Me respondió: “Cuento con eso; si todavía llegases a verme

haciendo algo que no debo, cuento con que me llamarás la atención.” Ella me respondió esto de forma

sincera: el vínculo de amor entre ella y yo es muy sano y por eso, ella permanece abierta a la educación.

Para que los niños verdaderamente aprendan de sus padres cómo asumir sus valores e ideales, precisan

sentirse realmente amados por sus padres. Necesitan sentir que sus padres están interesados en ellos, que

son centrales para sus vidas. Los padres se motivan en su aspiración por la santidad en parte porque buscan

dar un buen ejemplo a sus hijos. Es posible que los hijos primero aspiren a la santidad para complacer a sus

padres y solamente luego, a medida que van creciendo, lo hacen por amor a Dios. Una vez más, esto es

precisamente lo que sucede en lo que el Padre Kentenich llama el constante contacto vital.

¿Cómo nutrimos este vínculo? Si tomamos en serio las palabras del Padre respecto a la definición de la

Sagrada Familia de Nazaret, haciendo los intereses del niño mis propios intereses, al sacar el tiempo para

estar con mis hijos estaré nutriendo este tipo de vínculo. El Padre Kentenich habló acerca de lo importante

que es para los padres de familia tomar tiempo para estar con sus hijos y jugar con ellos. Los padres

necesitan tiempo para conocer a sus hijos y crear esos lazos de amor y de confianza. Se trata nuevamente de

ese constante contacto vital con el niño, para que el niño pueda aprender que es amado incondicionalmente.

Nosotros, como padres, precisamos conocer bien a nuestros hijos, haciendo sus intereses nuestros intereses.

Las palabras del Padre dirigidas a los matrimonios que se encuentran en el libro, Foundations of

Education in the Home, dice lo siguiente: “…los niños deben sentir que cuando yo llego a la casa, yo vivo en

ellos, que hago de sus intereses los míos propios y los míos suyos. Los intereses de los hijos varían, no siempre

son los mismos. Si al más pequeño le interesa jugar, entonces juego. Cuando ellos crecen tienen otros

intereses. Debo aprender a adaptar mis intereses a los de ellos y hacerlos míos.”

Aquí vemos lo que significa vivir en, con y por el otro. Por ejemplo, el pasado otoño nuestro hijo Dominic

se fue de caza. Esto nunca ha sido de nuestro interés, pero le ayudé a conseguir el equipo necesario y al ver

su interés por este deporte creció mi propio entusiasmo, no porque ahora yo sea una amante de la cacería,

sino por mi amor por él. Pudimos conversar acerca de cacería desde mi interés real, sin pretensiones. De

veras que esperaba con atención saber los resultados de sus esfuerzos. No solamente lo equipé para ir de

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caza, sino que hice su interés el mío propio. Pude nutrir mi vínculo hacia Dominic al compartir sus

experiencias de manera auténtica, y con entusiasmo.

Hay muchas tradiciones que se han desarrollado en nuestra familia las cuales crean y sostienen nuestros

lazos no solamente con un individuo en particular, sino con toda la familia. Queremos vivir en, con y por el

otro. Siempre que celebramos un cumpleaños brindamos por la persona que estamos festejando en el

transcurso de la comida. Por lo regular, el brindis es una expresión sincera de aprecio y cariño. Le llamamos

“chocamos y tomamos.” En nuestra familia tenemos una banda de polka en la cual todos tocamos algún

instrumento. Nosotros no solamente tocamos sino que también nos divertimos. Siguiendo el ejemplo de mis

padres, también tenemos un bote. Todos lo disfrutamos, aun cuando hay tanta diferencia de edades. Es algo

que todos disfrutamos. Otra tradición que tenemos es la de coronar a la Santísima Virgen en nuestro

Santuario Hogar, siempre en el día de las madres. Los niños se han hecho responsables de preparar el altar en

nuestro Santuario Hogar, las canciones, las oraciones y peticiones. Estas son las experiencias que los educan y

ayudan a profundizar el vínculo que les une a la familia como hijos, y que les motivará a querer imitar

nuestras actitudes espirituales y morales. De ese modo, nosotros, como padres, podremos conducirlos a una

unión más profunda con Dios y la Santísima Virgen.

Hasta aquí acerca de los vínculos en el nivel natural: ¿Cómo desarrollamos estos vínculos en el nivel

sobrenatural? Dios mismo ha puesto en nosotros ese punto de partida. Dios colocó el anhelo por Él en

nuestros corazones. Ese anhelo es la invitación de parte de Dios para que nos unamos a Él, que aceptemos su

amor, que le imitemos en nuestras vidas. Él respeta nuestra libertad y no nos forzaría a unirnos a Él.

En nuestro peregrinar aquí en la tierra la Santísima Virgen nos toca con su amor maternal. Cuando la

llevo conmigo a mi hogar y hago de mi hogar el suyo, María se une a mí y espera mi respuesta. Ella quiere

guiarme a mí y a mi familia. Me gusta pensar en San José. ¡Cuán diferente pudo haber sido la vida de San José

de no haber tenido a la Santísima Virgen en su hogar! Él se sometió a la voluntad de Dios y confió en Él.

¿Cuáles fueron las consecuencias de haberla llevado a su casa? San José se unió profundamente a Jesús.

Difícilmente hubiese podido lograr esta unión si María no hubiese estado presente en su hogar. San José

estuvo presente en el nacimiento de Jesús, comió y vivió cerca de Él, le conversaba diariamente y le podía

preguntar lo que quisiese. Trabajó junto a Jesús y Jesús le atendió en su lecho de muerte. Parte de la misión

de María fue traernos a Cristo – de forma íntima lo hizo para con la persona de San José formando una

familia y un hogar. María anhela darle continuidad a esta misión en todas las familias, en sus hogares, y para

nosotros, en nuestros Santuarios Hogares.

Cuando invitamos a María a nuestro hogar, como lo hizo San José, nuestro Santuario Hogar permea toda

la casa de una atmósfera espiritual. El Padre Kentenich decía que los niños deben ser sumergidos siempre en

esta atmósfera religiosa. Los niños se sienten a gusto, en casa en el mundo sobrenatural y así se vinculan al

mismo. Mientras nuestros niños eran pequeños, teníamos nuestro Santuario Hogar en una mesa bajita que

más bien quedaba a la altura de sus ojos. No nos extrañanaba encontrar flores silvestres sobre la mesa.

Algunos de los niños la habían colocado allí como un regalo para la Santísima Virgen. A veces encontrábamos

un juguete que le querían mostrar a la Santísima Virgen. Era siempre un gusto escuchar cuando alguno de

ellos comentaba: “Tengo dos madres, tú y la Santísima Virgen.”

En esta atmósfera spiritual, creada desde el Santuario Hogar, oraciones, conversaciones acerca de Dios y

la educación moral se hacían algo frecuente y natural para nosotros. Nuestra fe católica es algo que permea

nuestra vida diaria. Por medio del nivel natural verdaderamente palpamos el mundo sobrenatural. El

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Santuario Hogar es tan accesible a la familia y la vida de familia. Es un recuerdo muy concreto de un mundo

espiritual muy real que nos rodea. Realmente, nos hemos unido a la Santísima Virgen, y ella se ha unido a

nosotros como individuos y como familia.

El Padre Kentenich, en sus grandes palabras de fundación del Santuario Hogar, en 1963 dijo que, “todo lo

que es cierto del Santuario Original y de los Santuarios filiales y locales, también es cierto del Santuario

Hogar.” Por lo tanto, la gracia del cobijamiento funcionará activamente, mi casa se sentirá como un

verdadero hogar para mí y mi familia, haciendo de ese lazo con la familia, con el hogar y con el Santuario

Hogar algo mucho más concreto. La gracia de la transformación ayudará a mi familia a coincidir en la forma

de pensar acerca de cosas espirituales, y a unirse en el sentido de semejanza espiritual. Finalmente, la gracia

del envío apostólico se hará cada vez más efectiva en mí y en mis hijos, seremos mucho más fructíferos en

nuestra actividad apostólica con nuestros hijos mismos, por medio de nuestra unión con María. Ellos

buscarán imitarnos más y más en nuestras creencias de fe y moral, y serán capaces de salir al mundo y

compartir esta “nueva vida.”

Paul y yo tuvimos nuestros primeros tres hijos seguidos, después de una gran pausa de nueve años Dios

nos bendijo con Dominic y Vincent. Cuando estaban pequeños todavía me preocupaba porque me daba

cuenta que no establecían una verdadera unión con Dios. No mostraban ningún tipo de afecto hacia lo

religioso, ni curiosidad. Intenté todo lo posible para despertar esto en ellos, pero en vano. Inclusive llegué a

preguntarle a los mayores, “¿qué estoy olvidando; qué hice con ustedes que no estoy haciendo con estos?”

Finalmente, me acerqué a mi aliada en nuestro Santuario Hogar y le dije, “¡Querida Madre, he hecho todo lo

que he podido pensar, por favor ayúdame! Por favor, despierta en ellos un sentido por lo espiritual en mis

hijos.” Creo que le debe haber encantado mi súplica, porque pude ver su ayuda muy pronto. Cuando

estudiábamos el catecismo querían continuar con el próximo capítulo. Tenían muy buenas preguntas.

Tiempos de oración y la Santa Misa se transformaron. Ellos ahora comenzaban a dialogar acerca de cosas

espirituales y con un amor sincero. Luego, al haber vivenciado cuando los mayores y su hermana sellaron la

Alianza de Amor, ellos también preguntaron si podían sellar su alianza. Tenían entre cinco y seis años de

edad. Cuando les pregunté, por qué querían sellarla, dijeron, “para estar más cerca de la Santísima Virgen y

así ella estará más cerca de nosotros.” Un día escuché a Dominic decirle a Vincent, “cuando tú haces tu

Alianza de Amor, la Santísima Virgen no te deja nunca más.” Nuestra Madre Tres Veces Admirable selló esa

Alianza de Amor con ellos a la tierna edad de cinco y seis años de edad. Cuando la madre de la familia se

acerca a la Madre en el Santuario Hogar, las cosas cambian, ella lo toma en serio. Nuestra Fuente de Santidad

realmente obró el milagro de la transformación.

Sin embargo, las vinculaciones acarrean consigo una serie de responsabilidades también. Bajo el tema de

la vinculación de Dios y de la Santísima Virgen a lugares en particular, el Padre Kentenich dijo en 1964, a los

matrimonios en Milwaukee, que se puede hablar de ciertas leyes de vinculaciones que aplican. Primero, se

debe entender que Dios es libre de elegir el lugar al cual quiere vincular su presencia de manera especial,

donde quiere obrar de manera especial. Cuando Él elige un Santuario Hogar o cualquier otro lugar de gracias,

Dios espera que la gente aspire a la santidad en ese lugar.

Sabemos que si no hacemos contribuciones al Capital de Gracia en nuestro Santuario Hogar, es como si le

atáramos las manos a la Mater. Ella no podría dispensar las gracias que necesitamos. Para nutrir el vínculo de

la Alianza de Amor y del Santuario Hogar, debemos esforzarnos por la santidad y ofrecer nuestras

contribuciones al Capital de Gracia. Debemos probarle con hechos a la Mater que le amamos. Debe llegar a

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ser una relación viva, activa. Cuando uno de nuestros hijos viene donde Sue con un problema, una parte de

su recomendación es que ofrezcan lo que les sucede al Capital de Gracia. Ella les dice: ¡No lo desperdicien! La

otra parte es que le pidan la gran Aliada que les ayude. Este tipo de cosas son las que crean una relación viva,

activa con la Santísima Virgen por medio del Santuario Hogar.

El Padre Kentenich continúa mencionando todas las otras leyes que gobiernan el organismo de

vinculaciones. Si ponemos de nuestra parte, si vivimos de ese lazo de amor con la Mater por medio de

nuestro Santuario Hogar, sabemos que ella no se va a dejar ganar en generosidad, y que las gracias serán

abundantemente derramadas sobre nosotros y sobre todos aquellos que se acerquen con fe a nuestro

Santuario Hogar. Recuerdo cuando temprano en nuestro matrimonio, cuando vivíamos de mes a mes con

mucha inseguridad económica, a veces se nos hacía difícil asegurar las cosas hasta el día del próximo pago.

Un buen día no tenía suficientes cosas en la alacena para preparar la comida, ni el dinero para comprar el

alimento y los niños tenían hambre. Me fui al Santuario Hogar y recé: “Mater, no tengo alimento y mis hijos

tienen hambre.” De repente los niños me llamaron desde el patio. Un perro grande y amistoso había

aparecido en el patio. El perro estaba perdido y los niños estaban contentísimos. El perro tenía su

identificación, con la cual pude contactar la dueña. Ella estaba muy agradecida, pero no podía pasar a

recogerlo en el momento. Nos preguntó si lo podíamos cuidar hasta que ella pudiese pasar a recogerlo. Le

dimos agua y los niños disfrutaron muchísimo con el perro. Cuando la dueña llegó nos quiso dar dinero por

haber cuidado al perro. Aunque no quise aceptar el dinero, ella insistió y nos dio $10.00 dólares. Tan pronto

ella se fue, coloqué los $10.00 dólares sobre el altar del Santuario Hogar para agradecerle a la Santísima

Virgen por su generosidad. Nunca más volvimos a ver ni al perro ni a la dueña, pero la Mater en su

generosidad escuchó nuestra súplica y nos proveyó.

A menudo Sue y yo nos preguntamos, ¿cómo podemos fortalecer esta unión con la Mater en nuestro

Santuario Hogar? Bueno, cuando uno ama a alguien, uno no ignora esa persona ni la excluye. Uno no deja de

probar con hechos que la ama, ni deja de obsequiarle con pequeños actos de bondad. Los sacrificios se

ofrecen más fácilmente cuando se trata de alguien a quien verdaderamente amamos. Estas son las cosas que

debemos hacer por la Santísima Virgen para poder desarrollar esta unión sana y llena de vida.

Por otro lado, ¿qué sucede cuando la olvidamos o ignoramos? El vínculo con ella se debilita y

eventualmente se quiebra. El Padre lo expresó de esta manera:

“Cuando las personas que se han vinculado al Santuario cesan sus aspiraciones por la santidad, entonces

es de esperarse que Dios retire su conexión con ese lugar.” (P. José Kentenich, Foundations of Education in

the Home)

El Padre Kentenich a menudo habló acerca de cómo con la razón y la teoría solas, no podemos alcanzar la

santidad, tampoco con simplemente tener una buena vida. La santidad, en cambio, requiere un cultivo

consciente de la vida de amor por medio de pasos que se toman concretamente en la vida diaria. Este es el

caso cuando hablamos acerca del esfuerzo por cultivar vinculaciones sanas. El esforzarnos por fortalecer

estos lazos de amor juega un papel muy importante en nuestro camino a la santidad, y nuestra vida en torno

al Santuario Hogar nos provee los medios idóneos para alcanzar esta meta. Como sucede con todo tipo de

amor, esta vida de amor de la que hablamos, requiere sacrificios, exige sufrimientos e implica muchas veces

ocasionar ese contraste cultural que, como dijo el Padre Kentenich, “siempre debemos recordar que

debemos ser capaces de nadar contra la corriente.” (Notas privadas de Hank y Dorothy Gmeinder, plática del

Padre Kentenich a los matrimonios en Madison, según el Sr. Gmeinder, libro sin publicar, Cántico del Terruño:

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Un Tributo a la Memoria del Padre José Kentenich.)

En este sentido, siempre le hemos enfatizado a nuestros hijos la necesidad de ser muy críticos con

respecto a lo que ven tanto en la televisión como en las películas. Recientemente uno de nuestros hijos,

Dominic, llegó muy contento de su día en la escuela. Un número de sus compañeros habían organizado un

grupo para ir al cine. El plan era tener una fiesta de disfraces antes de pasar al cine. Nuestro hijo estaba muy

contento anticipando esta fiesta, ya que hacía tiempo esperaba disfrutar de algo así. Le recordamos que era

preciso leer la revisión católica de esta película que querían ver. Cuando leí la descripción de la película que

incluía desnudez parcial y un punto de vista poco crítico hacia el adulterio, le dije que pensaba que no debía ir

al cine. Cuando él mismo leyó la descripción, él mismo estuvo de acuerdo con que no debía ir al cine para ver

esa película, a pesar de que todos sus compañeros irían a verla. Esto fue una gran descepción para él,

especialmente porque sus amigos le contaron luego de cuánto habían disfrutado. Aun así, no titubeó en

saber que había tomado la mejor decisión. Las gracias que manan del Santuario Hogar y de la atmósfera

sobrenatural en su entorno, le dieron a Dominic la capacidad de mirar la situación con los ojos puestos en la

eternidad.

El Santuario Hogar es el gran regalo que hemos recibido de la Santísima Virgen por medio de las manos

de nuestro Padre Fundador. Es la tierra fértil, llena de gracia, donde podemos cultivar nuestras vinculaciones

naturales y sobrenaturales, y de ese modo, profundizar nuestra vida de familia junto a la Santísima Virgen y el

Dios Trino. Desde el Santuario Hogar ella siempre será nuestra educadora al profundizar nuestras

vinculaciones. Podemos ver que esto verdaderamente es un gran regalo para la Iglesia – este organismo de

vinculaciones por medio del Santuario Hogar. Tantos males que acosan nuestro mundo moderno,

especialmente en los círculos de familias, se podrán vencer con el regalo del Santuario Hogar. Es preciso

obsequiar este regalo del Santuario Hogar a todos aquellos a quienes encontramos. Con el gran deseo de

llevar el mundo de regreso al corazón de Cristo, sabemos que estamos todos conectados en esta gran red de

Santuarios Hogares en el mundo entero.

A medida que continuamos con nuestras aspiraciones por el gran ideal, aún con todas las debilidades que

debemos vencer, nuestra oración por todos nosotros es que cada uno de nuestro Santuarios Hogares cada

día pase a ser una, Fuente de Santidad, que irradie mucho más intensamente nuestra gran misión. ¡Gracias!

Traducción: Hermanas de María de Schoenstatt, Waukesha, Wisconsin