Microsoft Word - Nuñez Raul - Derrama Whisky Sobre Tu Amigo Muerto
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RAUL NUEZ
DERRAMA WHISKY SOBRE
TU AMIGO MUERTO
Producciones Editoriales Avda. Jos Antonio 800 Barcelona - 13
Portada: Prez Snchez 1979 by Ral Nuez
1979 by Producciones Editoriales ISBN 84-365-1521-8
Depsito Legal: B. 23.408-1 Compuesto e impreso por Grficas Manuel Pareja Montaa, 16 / Barcelona, 26
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lamo Kid no haba podido eludir la emboscada. Ahora se encontraba prisionero de sus ms terribles
enemigos, los hermanos Relmpago, que lo tenan a su merced, atado de pies y manos, en el viejo granero
abandonado. Lo iban a liquidar all mismo.
Qu me dices ahora, lamo Kid, te encuentras cmodo?
No te apetecera una cerveza helada?
Los malvados hermanos Relmpago no dejaban de burlarse del valiente y generoso lamo Kid, haca
mucho tiempo que soaban con aquel momento.
Me las pagarn todas juntas, malditos, les aseguro que no lograrn salirse con la suya.
No hay un solo hombre en todo el Oeste que pueda escapar de los hermanos Relmpago, te
acuerdas cuando nos hiciste encarcelar por el atraco al banco?, pues ahora ha llegado la hora de nuestra
venganza y nadie ser capaz de impedirlo.
lamo Kid se dio cuenta de que deba ganar tiempo, de cualquier manera, los hermanos Relmpago no
iban a tardar mucho en mandarlo al otro mundo y se encontraba en la imperiosa necesidad de entretenerlos.
Era posible que su fiel amigo indio, Flecha Roja, se hubiera enterado de la emboscada y acudiera a socorrerlo,
los minutos eran preciosos y no poda desperdiciarlos de ningn modo.
iganme, amigos dijo lamo Kid, creo que podramos llegar a un acuerdo si quisieran escucharme.
Ja! Ja! amigos has dicho? Desde cundo nos tienes tanto cario?
Por favor insisti lamo Kid, no quiero morir y estoy seguro que todos podramos salir ganando.
Maana llega un importante cargamento de oro en la diligencia y solamente yo podra dec ir les el s i t io y la
hora en que debe ser entregado el oro. Les dar la informacin a cambio de mi vida, de acuerdo?
Eres un cobarde, lamo Kid!
Slo t ra to de conservar mi v ida.
Pues temo que no lo conseguirs, ese cuento de la diligencia no se lo creera ni un nio.
La situacin se iba poniendo cada vez ms desesperada para el justiciero joven, quiz fuera verdad que
su hora haba llegado y no le quedaba otra cosa por hacer que resignarse, pero lamo Kid nunca se haba
rendido con facilidad, aun en los momentos ms difciles, e intent jugar la ltima carta que tena.
De acuerdo dijo lentamente, ustedes ganan, pero slo quiero hacerles una pequea advertencia,
este granero est completamente rodeado, acabo de escuchar el silbido de mi amigo Flecha Roja y s que no
est solo. Si me matan no ser yo el nico que pierda la vida.
Maldito embustero! aull el mayor de los hermanos Relmpago, pero de inmediato se dirigi a la
puerta del granero y la entreabri con mucho cuidado para observar lo que ocurra all afuera.
No podrs verlos dijo lamo Kid, seguramente estarn ocultos detrs de las rocas y armados hasta
los dientes. Al primer disparo que oigan atacarn el granero. Cllate ya, o es que no has pensado que podra matarte en silencio con mi cuchillo? Claro que podras hacerlo, pero no pensars que ellos van a esperar toda la vida detrs de esas rocas.
No ha de pasar mucho tiempo antes de que ataquen el granero: as que decdelo rpido, si me dejas con vida
te doy la seguridad de que no ocurrir nada, de lo contrario ya sabes lo que ha de pasar.
Liquidmoslo ya dijo el menor de los Relmpago dirigindose a su hermano. No te das cuenta que
slo trata de ganar tiempo?
Pero la duda ya haba entrado en la mente de aquellos desalmados. Quiz la treta de lamo Kid diera
algn resultado, aunque slo hubiera una posibilidad entre mil.
Mientras tanto, a varias millas del granero, un noble indio cabalgaba con desesperacin para salvar la
vida de su mejor amigo.
"Debo llegar a tiempo, debo llegar a tiempo", pensaba Flecha Roja. Conoca muy bien lo peligrosos y
crueles que eran los hermanos Relmpago y el odio que sentan por su amigo, jams podra perdonrselo si
no lograba salvarlo. Flecha Roja no hubiera dudado un solo instante en ofrecer su vida a cambio de la de
lamo Kid, pero saba muy bien que aquello era imposible. No era l a quien buscaban liquidar los hermanos
Relmpago.
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En el granero, la muerte se iba acercando rpidamente a lamo Kid. Aquellos asesinos haban hecho un
largo reguero de plvora desde la puerta hasta las mismas botas de su prisionero y estaban a punto He
encenderlo.
Puedes empezar a rezar, chico, es seguro que irs a parar al infierno dentro de unos segundos. Ja!
Ja!
Dile al diablo que nos reserve sitio; slo que nosotros tardaremos un poco ms en l legar . Ja! Ja!
Los hermanos Relmpago encendieron la mecha en el mismo momento en que Flecha Roja divis el
granero.
Aquello era todo lo que haba podido escribir a lo largo de una interminable y neurtica semana.
Necesitaba terminar lo antes posible mi vigsimo-cuarta novela del Far-West para conseguir el dinero que me
ayudara a pagar mi desvencijada habitacin del Polinesia Hotel.
Empezaba a anochecer y decid que era hora de abandonar a Flecha Roja, lamo Kid y dems imbciles del
Oeste para ir a tomar unas buenas copas. No poda esperarse otra cosa de un hispano-argentino que haba
aprendido a emborracharse en los tugurios del Barrio Chino de Barcelona.
El dinero era escaso, pero nunca me haba resultado difcil encontrar a quien pagara por m. Esta era
una de las pocas cosas que me hacan sentir realmente orgulloso y que eran importantes en mi vida; desde
siempre haba tenido un cierto respeto por todo aquello que era considerado como de poca trascendencia por
el resto del mundo y al mismo tiempo me importaban un bledo todas las grandes insignificancias por las
cuales la gente se desesperaba, luchaba e incluso mora. Qu poda importarme si Dios exista o no; si un
pueblo era esclavo de uno u otro amo; si el mundo iba a estallar dentro de cinco o un milln de aos, cuando
tena la suficiente astucia para conseguir otra cerveza en el momento exacto que la necesitaba?
Me hacia falta salir a la calle y recorrer los bares del neblinoso y depravado barrio del que nunca
intentaba moverme. Aquello era lo mo, atravesar las calles iluminadas por el rojo nen de los carteles
luminosos de los bares y el srdido misterio de sus nombres: Fuck You, Hot Pepper, Pig, Out-Side. Casi sin
darme cuenta me encontr sentado en la barra de este ltimo y la primera copa fue en honor del tipo al que se
le haba ocurrido ponerle ese nombre: Out-Side. Aquello sonaba de maravillas, esa era otra de las cosas que
me preocupaban. Para m el nombre de un bar era algo muy serio, mucho ms importante que un viaje a la
Luna o que la fenomenologa de Husserl; uno jams podra sentarse a tomar unas copas en un sitio llamado
Madame Pompadour o algo por el estilo, porque con toda seguridad al que lo que bebiera all le sentara como
el aliento de un cerdo en plena cara, y as le sirvieran el mejor whisky del mundo, terminara por vomitarse
encima delante de todo el mundo y hasta sera posible que el asunto terminara a botellazo limpio. Siempre me
ha gustado la gente que hace su trabajo con seriedad y sabiendo lo que se trae entre manos; podra asegurar
que el tipo a quien se le ocurri ese nombre no era un maldito bastardo que iba por el mundo haciendo el
ridculo, porque detrs de esa orinada puerta de madera gastada exista todo un universo de verdadera
sabidura.
Afuera quedaba el mundo de los hipcritas, todo aquello que era solemne y podrido, y cuando uno se
meta en el Out-Side se daba cuenta que all exista inmerso solamente en su propia verdad. Nadie pretenda
ser otra cosa que lo que all estaba mostrando; haba una largusima barra con quince o veinte taburetes y en
cada uno de ellos un tipo que estaba fuera del gigantesco pastel de diarrea verde por el que todos
derrochaban su energa y su vida.
El Out-Side era una especie de sombro oasis, algo perdido y hasta cierto punto mtico que ola a
corazones rojos y cerveza rancia. Eso era todo. Nadie deca una sola palabra que intentara ocultar la profunda
tragedia del hombre, slo de vez en cuando algn eructo; nadie quera salir a liberar a nadie, ninguno de
aquellos hombres se revolcaba en hacinamientos espirituales o ideolgicos; nadie necesitaba justificar su vida
tratando de simular que le interesaba el vecino. Si cualquiera de esos tipos hubiera cado muerto de pronto, lo
nico que habran hecho sera sacarlo a la calle lo ms pronto posible y dejarlo all hasta que alguien quisiera
recogerlo; no haba otra cosa que hacer por l y eso se haca.
La nica preocupacin de aquellos desgastados sabios vitales eran los conos: el alimento sagrado por
el cual muchos de aquellos tipos habran dejado su puesto de combate ante la barra y corrido tras ellos;
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siempre que apareca un cono era ms importante que la bebida, pero la bebida estaba siempre all y por eso
tena ms importancia que los conos.
Haba conocido infinidad de tipos que enloquecan de angustia si pasaban mucho tiempo sin el alimento
sagrado, pero el ms grande perseguidor de conos que vi en toda mi vida fue un pequeo traficante de drogas
llamado Hot-Dog; jams encontrar otro tipo con un nombre tan apropiado. No era difcil verlo por las noches
rodando por los bares sin otra preocupacin que la de encontrar un buen culo. Uno poda darse cuenta de
inmediato que aquel tipo estaba posedo por algo demonaco y salvaje; daba la impresin de tener que cumplir
una misin fantica e impostergable a cualquier precio, era como si cada noche tuviera que conquistar el
mundo entero.
Si no tena xito, cuando volva a encontrarlo al da siguiente, su aspecto era desolador; tena los ojos
enrojecidos y tristes por su imperdonable derrota; daba la sensacin de ser culpable de un crimen horrendo y
nauseabundo al que trataba de olvidar junto a un vaso de moscatel barato; y sin embargo, su nico pecado
era el de haber dormido solo. Si esa noche volva a conocer el fracaso, al verlo nuevamente, aquel hombre era
algo tan lamentable y ruinoso que uno no poda por menos que acercarse a l y preguntarle si necesitaba
algn dinero o invitarlo a una cerveza o traerle a su propia hermana media desnuda para consolarlo, pero al fin
uno se hartaba y tena que terminar el asunto recomendndole una empresa de pompas fnebres o cualquier
cosa por el estilo porque era imposible soportar la profunda tragedia de ese rostro. Si al tercer da no
consegua su alimento, aquel tipo era una ruina humana, era un hambre tan espantosa e insaciable la que lo
consuma, que ninguna de las otras formas de hambre podan comparrsele. Era algo mucho ms terrible que
el devastador hambre neuronal que emite su aullido por la herona. A su lado el hambre estomacal de los
pueblos misrrimos era slo una pequea necesidad fatua y frvola que siempre poda solucionarse
comindose un dedo o una buena rata. Adems, aquel hambre era terriblemente contagiosa; si alguien
pasaba un rato hablando con ese tipo no exista la menor duda de que acabara tan obsesionado o mucho ms
que l, y lo ms probable era que terminara la noche metindose en la cama con una enana bigotuda o
cualquier engendro por el estilo, si no haba podido encontrar nada mejor. De todas maneras, era casi infalible
que luego de tres das torturndose de abstencin, lograra conseguir su alimento y entonces daba gusto verlo.
Afeitado, rejuvenecido, alegre, pareca que una pcima mgica hubiera untado todo su cuerpo. Se acercaba a
saludarme con una sonrisa luminosa y oliendo a agua de Colonia, fresco como un beb recin baado. Luego
de darme algunas palmaditas en la espalda, sola invitarme a un whisky doble y entonces me contaba con todo
detalle su conquista de la noche anterior.
Aquella era mi gente; viejos magos de dientes amarillos que con una sola mirada podan decirte si
realmente ibas a soportar la prxima copa sin caerte al suelo, y con los cuales c reaba largas divagaciones
insensatas sobre temas tan llenos de misterio y locura como la longitud real de un glip-todonte que acaba de
nacer, o el olor de las ideas parano icas . Era gente que haba conocido todo lo que puede ofrecer una vida,
y lo nico que necesitaban ahora era sentarse en un taburete del Out-Side con su botella cerca. Haba
mayordomos taciturnos y astutos que haban logrado seducir a la mujer del magnate del acero y luego se
haban gastado toda la fortuna en una paradisaca isla del Pacifico; haba pequeos tahres de verdosas caras
de lagartija que hacan rodar los mugrientos dados por la barra; haba guardaespaldas mutilados que haban
perdido un ojo o una mano para salvar la vida de un senador o un gngster, y que ahora slo eran una gran
masa de sebo que se iba desmoronando cada da junto a una prostituta oxigenada; haba infinitos
espantapjaros blancos de morfina.
Otra de las gentes que siempre estuvieron cerca mo eran los camareros; pensndolo bien, creo que he
pasado la mayor parte de mi vida junto a ellos, mucho ms que junto a los amigos, las mujeres o la mquina
de escribir. En realidad existen diversos tipos de camareros: est el camarero servil y untuoso que jams se
olvida de echar la rodaja de limn en el gintonic y que aunque est sirviendo el peor aguardiente del mundo lo
hace como si le estuviera entregando a uno el verdadero elixir de la vida; est el camarero irascible y
anrquico que siempre esta a punto de romperle la cabeza a alguien con una botella y que si no le gusta la
cara del cliente no habr manera de que quiera servirlo, y que adems es capaz de irse al retrete con unas
cuantas revistas y quedarse all un buen rato sin importarle un comino todo lo dems; est el camarero
borracho que ha elegido precisamente ese trabajo para beber gratis, por lo general es un tipo simptico en
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quien se puede confiar e incluso pedirle un poco de dinero prestado y que avanzada la noche no duda un solo
instante en servirte el whisky en una jarra de cerveza hasta el mismsimo borde, con espuma y todo; est el
camerino sobrio y distante que puede hacer que uno se sienta realmente mal si est demasiado borracho, es
el tipo de camarero a quien no se le puede pedir una segunda copa sin sentirse culpable, y que cuando uno lo
hace, siempre se est esperando que el tipo te entregue una tarjeta con la direccin de Alcohlicos Annimos
junto a su ms severa mirada; est el camarero confuso y torpe a quien se le caen los vasos al suelo cada
cinco minutos y que cuando trata de servirte una cerveza lo hace siempre de una manera tal que la espuma
desborda el vaso y cae sobre la mesa o los pantalones del cliente, a l le ocurren todas las desgracias y
termina por dejar el empleo para dedicarse a algo menos complicado; est el camarero que fuma marihuana y
siempre est en las nubes pensando en cualquier cosa menos en su trabajo, y que igual puede decirte que all
slo sirven a los habitantes de Saturno o tomarte por los pies y, con tu cabeza hacia abajo, tratar de echar tu
contenido en un vaso porque te ha confundido con una botella de Johnnie Walker.
Siempre me haba sentido bien en aquel mundo, aunque aquello no fuera prec isamente el paraso.
Nunca fui partidario de los parques, arroyos o verdes prados, ni siquiera del sol ni de las luminosas maanas
en el campo. Muchas veces me he sentido una especie de prolongacin de las mquinas tragaperras y de las
luces de un cabaret barato. No quera saber nada del puro aire de las montaas ni del ruido del mar ni de la
comida vegetariana, prefera un buen vaso de gin puro y una hamburguesa con cebolla frita masticada de pie
en medio de la noche. Nada de santos ni ascetismos ni de todos los batallones del espritu, sino el cono
hmedo y aterciopelado de una zorra. Qu podra hacer yo si despus de mi muerte estuviera condenado a
convertirme en algo as como un cretino luminoso y etreo que no tendra otra alternativa que rodar por el
espacio sin la menor posibilidad de meterme en un bar a tomar una cerveza con un amigo o sin poder tocar un
buen culo? Qu podra hacer yo si, por ejemplo, supiera que mi ltimo destino es convertirme en una sola
cosa con Dios o con el universo o con los mismsimos cojones del general Eisenhower, que seguramente
todava deben estar dando vueltas por all arriba?
Lo que ms me preocupaba de aquel puetero asunto, era que no tena la menor idea de lo que podra
ocurrirme.
Habra ngeles maricones repartiendo botellas de agua mineral con ademanes de lnguidas
doncellas?
Me obligaran a usar una tnica blanca a la que yo mismo tendra que bordar mi nombre?
Estara permitido fumarse un buen porro en una nube?
Podra comprar Valium?
Tendra que participar todas las noches en algn coro celeste?
Encontrara a Henry Miller cantando el Aleluya?
HABRA QUE TRABAJAR?
Cuando me daba cuenta que no vala la pena seguir pensando en todo aquello y que si continuaba lo
nico que poda esperar era una enorme borrachera belicosa y sombra, me iba directamente al saln de
juegos mecnicos para enloquecerme un poco con las mquinas. Aquel sitio no estaba hecho realmente para
las estrellas de Hollywood, pareca una srdida sala de espera de alguna miserable estacin de un pueblo
abandonado. Los mandos de las seniles mquinas estaban siempre hmedos y pegajosos, llenos de extraos
sudores fros y solitarios; pero cuando me instalaba delante de uno de aquellos trastos no poda evitar
sentirme el Barn Rojo de las luces. Me hubiera sido difcil soportar el mundo sin aquel saln; poda estar
buscndome la mafia, poda desaparecer un continente entero, todo me daba igual cuando senta aquella
voluptuosidad de las luces enloquecidas, aquellos chasquidos metlicos que sonaban en mis odos como el
acorde ms sublime de una violoncelista hngara. Poda llegar a marcar trescientos mil puntos, dos millones y
medio de puntos, cincuenta trillones de puntos con slo mover acertadamente los mandos; poda derribar
aviones invasores que atravesaban una pantalla mgica: si afinaba bien la puntera poda ser el intrpido
cazador que, solo ante la bestia, acierta con la ltima bala entre sus ojos; poda conducir blidos de acero en
un alucinante y amenazador circuito que apareca con una escalofriante velocidad ante mis ojos.
Ya ebrio de electricidad, caminaba hacia una oscura barra que haba en el fondo de aquel saln y
mientras me secaba las palmas de las manos en los tjanos, peda una cerveza como premio a haberme
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cargado al luminoso rinoceronte asesino. Poco a poco me iba impregnando del olor de aquel ambiente, una
mezcla de cerveza rancia y transpiracin metlica que era casi mi propio olor, aunque para que fuera
definitivamente el mo quiz fuera necesario agregarle un poco de olor a plvora debido a mis veinticuatro
novelas del Far-West.
Puedo asegurar que aquello de lamo Kid y dems personajes, en realidad no estaba tan mal. Para
qu enloquecerse y maldecir a la mquina de escribir tratando de decirle cosas ms o menos serias a la gente
si el mundo estaba infectado de cretinos y todo lo que poda conseguirse de ese modo era una buena lcera, o
en el mejor de los casos diarrea emocional o psoriasis neurtica?
Lo que tendra un poco ms de sentido sera escribir un libro con la polla, mojarla en tinta negra y
escribir con ella una larga novela; lo que se dijera no tendra la mayor importancia, siempre habra un imbcil
que pagara millones por el original y luego llenara el mundo entero de ejemplares. Este es el tipo de cosa que
la gente necesita para seguir viviendo y no volarse los sesos de un balazo en un retrete; ese es el tipo de cosa
por la que los periodistas te perseguiran y las putas finas se orinaran en las piernas con slo saludarlas; ese
es el tipo de cosa con la que se puede salir adelante, o mejor dicho, convertirse en el grotesco rey de los
cretinos.
Pero sera demasiado trabajo, algo mucho peor que mis novelas del Far-West, o que mis febriles papeles
secretos de las noches de alcohol.
Pues bien, all estaba yo, sentado en la barra del Out-Side luego de haberme tomado media botella de
whisky, ignorando quin iba a pagarla, y habiendo perdido sin saber cmo un estupendo cono pelirrojo que se
haba acercado a preguntarme si poda invitarle a un trago. De ah que hubiera pedido una hermosa botella de
whisky escocs que ahora tendra que terminar solo. Mi cabeza estaba tan perdida como una calabaza en el
desierto de Gobi, y de pronto comenc a imaginarme que ELLA estaba sentada junto a m, diciendo
exactamente las mismas cosas que haba soado que dijera, vestida de la misma manera en que yo habra
deseado verla, escuchando todo lo que quera decirle desde que se encendiera la primera estrella en el
universo. Slo faltaba Frank Sinatra cantando una cancin de amor. El francotirador necesitaba a su chica,
nunca haba podido llegar a ser un hombre duro.
No puedo recordar cmo llegu hasta esa mesa del bar del mercado ni si alguien pag la endemoniada
botella de whisky; tena una gran taza de caf amargo delante de m y vea como varios carniceros estaban
destrozando un camin tanque de Black and White. Eran los gajes de mi oficio. Siempre que terminaba
"ornando caf amargo en el bar del mercado, comenzaba a engendrar proyectos delirantes y soaba con una
nueva vida. All el futuro era brillante y lcido, slo tena que esforzarme un poco y todos los hados de la suerte
estaran a mi lado. Tendra cientos de chicas que follaran solamente conmigo, las albergara a todas en una
enorme mansin que tendra un mgico jardn donde plantara yo mismo la marihuana; por supuesto que
tambin sera ma la mejor bodega del mundo. Y tendra barriles de cocana. Y tendra cocineros franceses. Y
tendra un Rolls-Royce. Y tendra un Concorde privado. Y tendra una fra y negra Parabellum para poder
usarla a los dos meses.
Aquello pareca prometer mucho; me senta tan entusiasmado que sala corriendo al Polinesia Hotel
para descansar un poco y luego poner manos a la obra, pero por supuesto que todo desapareca con la resaca
del da siguiente.
Otras veces, en las que era ms afortunado, despertaba al lado de una chica desconocida, sin poder
recordar hasta el ms insignificante detalle de cmo la haba encontrado, quin era, y pensando
seriamente si no me habra casado con ella y al despertarse me dira que era un maldito borracho que no
haba querido ir a trabajar y que estaba harta de mi cara. Lo peor era que ni siquiera poda saber si haba
hecho el amor con ella o si solamente me haba metido en aquella cama para curarme el resfriado. Era como
despertar en un mundo desconocido y misterioso en el que nunca se saba qu decir ni qu hacer.
Cuando ocurra esto, me comportaba de un modo tan ridculamente amable y ceremonioso, que haca que la
chica se extraara tanto o ms que yo, y al final nos sentamos ambos tan paranoicos y espantados que en lo
nico que pensbamos era en salir corriendo de ese sitio lo antes posible. Hubo maanas en que incluso sal
disparado de mi propia habitacin para ir hacia mi cama y luego me encontr regresando al mismo sitio de
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donde haba huido, donde obviamente encontr a una chica medio desnuda que se estaba lavando los dientes
y al verla llegu a decir: "Perdone seorita, me he equivocado de habitacin."
En otros momentos, me suceda exactamente lo contrario, y cuando despertaba estaba tan seguro de
encontrarme en mi hotel como de que Napolen era petiso, y entonces le deca a la chica: Nena, puedes
hacer caf si quieres, hay un poco en aquel frasco que est sobre el escritorio, pero trata de no desordenarme
los folios. Entonces la chica se senta tan desorientada que pensaba que le estaba tomando el pelo y
terminaba echndome a la calle, de lo que yo pensaba era mi propia habitacin.
Y luego, la resaca.
Siempre he pensado que nuestro cuerpo era un puetero moralista que nos haca pagar lo que l
consideraba pecados. Nuestras combinaciones qumicas eran de un puritanismo insoportable. Tenamos un
metabolismo consciente y estpido que nos impona esta terrible penitencia, luego de una noche salvaje y
disparatada.
No estbamos hechos de una buena madera, ramos dbiles y deficientes luego de la batalla.
Tenamos que inclinar la cabeza y quedarnos tumbados en la cama como trapos intiles, si habamos volado
demasiado alto.
Jams he encontrado respuesta a todo esto. Estaba seguro que el asunto deba ser exactamente al
revs y que debamos soportar el tormento de una resaca luego de alguna noche estpida y medrosa en la
que no hubiramos comido otra cosa que verduras hervidas y bebido zumo de naranjas. Estaba seguro que lo
lgico era tener que soportar la rebelin de nuestro cuerpo luego de meternos en la cama a las ocho de la
noche con un vaso de leche tibia en nuestras lnguidas tripas, luego de ser serviles y mediocres, en Jugar de
padecer como ratones en la trampa si habamos ardido metiendo la lengua en la garganta misma de la noche.
Lo mismo ocurra con las ideas: si ramos posedos por algn pensamiento fantstico y descabellado,
era seguro que no habra de pasar demasiado tiempo sin que nuestra imbcil mente se rebelara y acabramos
al borde de la locura o la muerte. Pero si no hacamos otra cosa que pasarnos el da sin tener una sola idea
propia, recibiendo infinidad de pensamientos digeridos y rodeados de todo tipo de cretinos, el asunto
funcionaba de maravillas.
Desde siempre he admirado a los obsesivos; a los desaforados febriles que hacen electrocutar sus
neuronas con la delirante energa de sus vidas; a quienes estn locos como el diamante luminoso del anillo de
una princesa persa; a quienes estn locos como el protozoario diablico que intent follarse a Dios; a quienes
estn locos como la sangre del lobo empapando la cabeza del brujo.
Tengo la impresin de que no se trata de una casualidad que nuestro cerebro sea gris, quiz todo el
misterio se reduzca a una simple cuestin de colores. No cabe duda que el cerebro es inspidamente gris y
slo est preparado para las ideas mediocres, ineficaces y... grises.
Nuestra mente tendra que ser prpura y violeta, con lbulos de un verde encendido o amarillo mostaza.
Tendramos que tener el cerebelo de un furibundo e insondable azul ocano y un magnfico bulbo color fuego.
Slo entonces nos volveramos realmente locos si furamos idiotas, si no pudiramos tener una pasin
manitica o una visin salvaje. Pero qu podemos esperar de nuestra pobre gelatina gris? No demasiado.
Debemos alimentarla con chorradas para que no se derrita como un podrido supositorio en el culo de un
banquero gordo. Debemos ser prudentes y tontos como vacas o nuestro mediocre bastardo gris se rebelar y
terminaremos soando con corcheas y fusas, hablando en alemn, sordos como una tapia y absolutamente
convencidos de ser Ludwig Van Beethoven.
En cuanto al sexo..., aquello s que realmente era digno de que le entregramos toda nuestra
imaginacin y nuestras energas ms preciosas.
Siempre me ha acompaado la insensata idea de que este obsesionante juego era obra de algn
fantico ser de algn mundo hedonista y hermoso que no parecindole suficiente el hecho de vivir en
semejante sitio, y con la necesidad suprema de hacer conocer en los lugares ms remotos su desaforada
pasin, haya llegado a nuestra tierra para entregarnos su regalo, y luego, eternamente ansioso, hubiera
proseguido su fants t ico viaje hasta los mismsimos confines del universo dispuesto a implantar la lujuria y
la vida, en la ms magnfica y generosa empresa que jams se haya realizado.
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Podra asegurar que este individuo, si es que alguna vez ha existido, sera la persona a quien con mayor
placer invitara a unas cuantas cervezas en la sombra barra del Out-Side.
No podra imaginar al mundo sin el sexo. Qu sera de nosotros? Cuntas cosas habran perdido
definitivamente su sentido.
Para qu los desgastados tjanos ceidos sobre un culo; para qu el nylon negro enfundando las
piernas de una corista platinada; para qu las blusas entreabiertas hasta el quinto botn; para qu el perfume
de sndalo sobre una piel de terciopelo; para qu las agotadoras madrugadas compartidas en un hotel barato;
en definitiva: para qu la vida?
Si el sexo era uno de mis mayores alicientes, el insomnio se haba convertido en el ms desmesurado
de mis tormentos.
Este diablico trastorno neurtico, jams se haca presente cuando lograba meter en mi cama a alguna
chica y por supuesto si antes de acostarme haba bebido unos cuantos hectolitros de alcohol; pero cuando no
era as, mi inevitable destino era permanecer tumbado en mi cama del Polinesia Hotel con ojos tan grandes
como platos y recibiendo las ms atroces iras de Morfeo.
No haba somnfero ni pocin ni exorcismo siquiera que pudiera concederme, al menos, unas pocas y
misericordiosas horas de sueo.
Algunas veces, en mitad de la noche, elucubraba los ms descabellados planes que jams hubiera
concebido mente alguna, para lograr una de las ms naturales y simples funciones fisiolgicas del hombre. En
mi frentica lucha por conquistar el sueo, realizaba ejercicios agotadores, llegaba a superar marcas
alucinantes en cuanto a nmero de flexiones hechas por un ser humano en la habitacin de un hotel. Agotaba
mi cuerpo hasta lmites escalofriantes y en la mayora de las ocasiones absolutamente inenarrables,
levantando una y otra vez un desmesurado y gigantesco armario sobre mis hombros, tarea realmente ciclpea
que ni el propio Hrcules poda haber realizado sin haber cado fulminado a su tercer intento; pero todo era en
vano. Cierta noche, desesperado y tembloroso, empapado en glidos sudores, con mis pobres msculos
atomizados por el sdico armario y por supuesto insomne como una estatua, estuve a punto de propinarme
un feroz golpe en la cabeza con una botella vaca para ver si poda alcanzar mi objetivo. No lo hice, pero, en
consecuencia, el sueo no se hizo presente.
Ya ni siquiera poda recordar lo que era un bostezo; jams volvera a emitir el menor de los ronquidos;
hasta echaba de menos la ms abominable de mis pesadillas. Si me acostaba solo, la cama se convert a en
un objeto tan til para m como una corbata de seda italiana para un cocodrilo del Nilo.
Por fin, me haba resignado: whisky o chicas, eso era todo.
Ped una nueva taza de caf en el bar del mercado y me dediqu a echarle una ojeada al peridico que
haba sobre la barra. En realidad no son muchas las cosas que puedan interesarme de un peridico o mejor
dicho prcticamente ninguna, pero ya era la maana y aquel momento del da resultaba tan nefasto para m
como para el mismsimo Conde Drcula; me daba igual sumergirme en el peridico o quedarme all sentado
tomando caf durante doce horas seguidas. Lo primero que encontr al abrirlo fue la lista de candidatos al
Premio Nobel de Literatura; sent profunda indignacin y asombro al comprobar que mi nombre no figuraba
entre los elegidos. Estaba seguro que aquello no se trataba de una simple casualidad, sino de una especie de
trampa innoble destinada a menospreciar a los escritores de novelas del Far-West. A lo largo de todo un ao
haba vivido con la gran ilusin y casi absoluta certeza de que en esta ocasin sera todo mo, en fin, habra
que tener un poco de paciencia y no ser tan ans ioso: la ca l idad s iempre termina por imponerse. O
quiz no?
Di vuelta con velocidad inaudita la pgina destinada a las demandas de trabajo, no fuera a ser cosa que
inesperadamente surgiera del peridico una extraa y terrible mano de papel impreso que me cogiera por el
cuello para conducirme a una escalofriante fbrica de televisores donde tendra que permanecer durante el
resto de mi vida sin la menor posibilidad de renuncia y ni siquiera de huelga.
Qu cosas tan atroces suelen publicar los peridicos!
Para tratar de mitigar la dureza de aquel feroz impacto laboral, comenc a leer los anuncios de chicas
que se ofrecan a todo aquel que quisiera olvidar los inimaginables suplicios del trabajo. Haba nombres
verdaderamente exticos: Brunegilda, Chiang-Li, Flor Desflorada, Bernadette la Douce... Todas ellas
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prometan una gama infinita de voluptuosos masajes y placeres sin lmite; se consegua la felicidad suprema
con slo una llamada telefnica. Estaba comenzando a reconciliarme con los peridicos, por fin ofrecan cosas
realmente importantes. A quin, que no fuera un hipcrita, poda interesarle ms una revolucin socialista en
un ignoto pas de frica que el frentico y paradisaco masaje en los cojones que le ofrecan Alexandra y Miss
Soraya a do?
En la siguiente pgina me sent profundamente interesado, luego de leer una extraa noticia. Un hombre
haba muerto luego de comer 129 huevos fritos, cuando trataba de superar la marca mundial que, parece ser,
estaba fijada en 130. El hecho haba tenido lugar en un pequeo pueblo de mineros. No tuve o tra
a l te rnat iva que ped ir un coac dob le con mis ltimas reservas monetarias, porque el asunto no era
para menos.
Trat de imaginarme a aquel tipo; seguramente era un fornido minero pelirrojo, torpe y emotivo, que no
haba tenido la menor oportunidad en su vida de ser considerado por alguien, y en un extrao momento de
imaginacin, se haba tenido que jugar la nica carta.
El iba a ser campen mundial, l iba a lograr lo que jams haba conseguido ningn otro mortal sobre la
tierra.
Seguramente estaba enamorado de alguna chica de su pueblo, aunque ella no esperaba otra cosa que
casarse con algn viajante despistado, y por qu no?, con el mismo maestro de la escuela; pero nunca lo
hara con un minero gordo como aqul, que no haca otra cosa que mirarla desde lejos, con los ojos medio
ocultos por su gorra grasienta y luego ir a emborracharse a la taberna.
Puedo imaginar aquel domingo de feria en el que seguramente no se habl de otra cosa y se cruzaron
infinidad de apuestas y se cantaron viejas canciones en honor de quien poda ser el nico campen del mundo
que haba tenido el pueblo y que, sin ninguna duda, tendra jams.
La taberna se haba hecho cargo de los huevos, el aceite, la inmensa sartn y por supuesto del mejor
cocinero de toda la comarca.
Aquel hombre no poda dar crdito a sus ojos: el mismsimo alcalde estaba all, el mundo entero se
interesaba por l; y con una emocin tan intensa que estuvo a punto de no resistir su clido corazn, y con
ciertos atisbos de un horror sagrado, pudo comprobar que un enviado de la televisin se dispona a filmar
aquella hazaa.
Engull los primeros huevos fritos como si fueran las miserables migajas de pan que quedan
abandonadas sobre el mantel luego de una comida. Se prometi a s mismo que no slo batira el rcord del
mundo, sino que llegara a comerse todos los huevos que haba sobre la tierra y an ms.
Ella tambin estaba all, lo aceptara, se daba cuenta que ya lo haba aceptado y no esperaba otra cosa
que concretara el triunfo para echarse en sus brazos y que su imagen, aunque fuera una vez en la vida,
saliera por la televisin.
Cuando aquel minero fornido y pelirrojo estaba a punto de tragarse el huevo frito nmero 84 sinti una
especie de coz de mula en pleno hgado; no quiso hacerle caso, y soportando la terrible sensacin de dolor y
de nusea, continu hacia adelante, hacia la gloria.
Poco a poco fue sintindose inundado de un aceite mortfero; tuvo espeluznantes visiones de sdicas
gallinas; le pareci que una ridcula pluma le iba a salir en medio de la frente, pero sigui adelanta. Aquello era
el infierno, pero slo le faltaban tres pobres huevos fritos para ser coronado; hasta un nio podra comrselos,
pero l quiz no.
El pueblo entero aullaba de emocin; su nombre era entonado una y otra vez con furor casi mstico, aunque en
realidad l ya no poda escuchar los ni verlos y slo pudo intuir aquella mirada celeste que se senta
impaciente por su triunfo y sobre todo por ofrecer su rostro provinciano, mediocre e hipcrita, a aquella cmara
que era la nica y verdadera reina de la fiesta.
Como un dragn herido, el hombre sinti que iba a morir. Dej escapar por un costado de su boca la
triste y asesina yema del penltimo huevo, y entre una incontenible catarata de vmito amarilla y blanquecina
se derrumb sobre la pobre mesa sin conseguir la gloria, sino el eterno desprecio y silencio de ese pueblo que
haba perdido para siempre la dorada y misteriosa llave de un paraso falso.
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Me despach el coac doble de un solo trago y por ltimo le la crnica de sucesos, uno nunca sabe lo
que puede ocurrirle a la gente que conoce; pero la mayora de los clientes del Out-Side conocan bastante bien
su oficio y era d i f c i l que cometieran errores. Al contrario del resto del mundo, todos tenan la firme decisin
de no figurar jams en los peridicos, no les gustaba la publicidad en absoluto.
Tena ganas de tomar otra copa, pero mis bolsillos estaban tan vacos como un cementerio a
medianoche, as que deba encontrar alguna solucin. De inmediato pens en llamar a Biblos, mi editor; si es
que poda drsele ese nombre a aquel ruinoso ser devastado por la caspa y la locura que posea un srdido
despacho invadido por las telaraas y la mugre, donde no haca otra cosa que maldecir su suerte y recibir a
escritores alcohlicos, neurticos e insomnes como yo. Era una verdadera hazaa sacar algn dinero de
Biblos, a menos que el mismo da le hubiese tocado el primer premio de la lo ter a , y aun as no hubiera sido
fcil.
Aqul deba ser mi da de suerte, uno de los pocos en que las constelaciones astrales se mostraban
compasivas y amables con mi persona, ya que Biblos, quin sabe debido a qu insondable misterio, me dijo
que poda ir a buscar un pequeo sobre que contena un mnimo adelanto sobre mi ltima aventura de lamo
Kid. La razn de tal acto permanecera para siempre en el misterio; quiz Biblos habra logrado desterrar
definitivamente a la caspa o recibido una carta de amor de alguna voluptuosa estrella de cine que en un rapto
de febril masoquismo se hubiera decidido a declararle su pasin. Daba igual, era un milagro.
Con las piernas an temblorosas por la inaudita sorpresa, sal disparado del pequeo y bullicioso bar del
mercado y me encamin hacia el despacho del editor.
El sol era un billete.
Recib el delgado sobre luego de escuchar las lamentaciones, iras, gemidos y algn que otro
entrecortado sollozo de mi desvalido editor. Por fin en un gesto inolvidable, solemne y casi pico, abriendo un
cajn de su escritorio me entreg un arrugado ejemplar de mi ltima novela publicada.
Esto es para usted dijo.
Y se qued all, inmvil en su silln rodo, con la mirada prdida en un horizonte elevado, sintiendo la
embriaguez de su propia grandeza.
Sal de aquel despacho tan rpidamente como haba llegado. Lo primero que hice fue abrir el sobre;
encontr dos billetes pequeos; no estaba mal del todo. Cuando sal a la calle me qued mirando por un
momento la portada de aquel libro barato.
All estaba lamo Kid entrando en el "saloon" con un mechn de cabellos dorados cayndole sobre la
frente; pareca un taxi-boy vestido de vaquero. A su lado estaba Flecha Roja con su larga melena renegrida y
brillante; tena el inequvoco aspecto de un hippie urbano a punto de liarse un porro.
Pobres hroes de mi imaginacin, comprados y vendidos por unos pocos centavos en cualquier kiosko
de la ciudad; ledos entre la hosca y sudorosa humanidad de un vagn del Metro; en las fras y solitarias
noches de las gasolineras; en tristsimas camas de pensiones; a lo largo de las prolongadas cagadas en
perdidos retretes; en la inevitable Sala de Espera de la Muerte. Pobres fantasmas ridculos y nobles,
condenados a perseguir un ideal supremo, destinados a cabalgar durante toda la eternidad en un mundo que
jams ha existido, elegidos para ser los coloreados bufones de la mente, abandonados para siempre en la
gastada butaca de un cine pornogrfico.
Sent pena por ellos, pero ante m se abra un maravilloso panorama de copas a lo largo del da, y slo
tena que decidir en qu bar comenzara el asunto. Mis bolsillos no podan creer lo que contenan y se sentan
ansiosos por volver a su estado natural. No iba a tardar mucho tiempo en complacerlos.
Luego de una prolongada caminata, me decid meterme en el Hot-Pepper; era demasiado temprano
para ir al Out-Side y en realidad no tena demasiada importancia ir a un sitio o a otro. Lo nico que me
interesaba era el pequeo sobre y todo lo dems poda irse al infierno; que los hroes realicen su trabajo; que
cuelguen medallas de su pecho; que se entonen himnos en su honor. Yo no pensaba moverme del Hot-
Pepper en toda la maana.
Porque, en definitiva no ser el verdadero hroe del filme el tipo solitario que est tomando una
cerveza en el "saloon", de espaldas a la cmara?
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CAPITULO 2
Pfj...! Pfa...! jPfu...! Pfaa! jPfaaa...! Pfu! Pfu...! Pfa...! Pfa...! Pfu! Pfu...! Pfi!
Ante el viejo y neblinoso espejo del Hot-Pepper uno de los bares ms lbregos de los suburbios de
Macro-Quenn, un extrao muchacho boxeaba furiosamente consigo mismo. Sin dejar de moverse un solo
instante, retroceda y avanzaba con una agilidad relampagueante en sus delgadas pero firmes piernas.
Pareca un luntico bailarn de ballet ruso que hubiera decidido olvidar para siempre los solemnes escenarios y
hundirse en los feroces antros del boxeo.
Pfi...! Pfu...! Pfa! Pfa...! Pfa!
Punteaba con la izquierda de una manera espasmdica, mientras que cuando sacaba el crochet de
derecha amenazaba con decapitar su propia imagen. Daba la impresin de sentirse eternamente insatisfecho
de s mismo.
Pfa! Pfa...! Pfi...! Pfuu! Pfuuu!
No poda dejar de mirarlo a travs del espejo, mientras peda mi primera cerveza, acodado en la gastada
barra del Hot-Pepper. Estaba seguro que el chico se haba desayunado con un buen bibern de anfetaminas.
Pfuuu! Pfuuu...! jPfuuu.! Pfa...! Pfu!
Con el tpico gesto de los boxeadores, se tocaba una y otra vez algo extrao que tena por nariz con la
punta del pulgar de la mano derecha. Su aspecto era profundamente demencial, y, pese a que no haba
podido ver con suficiente claridad su rostro, hubiera apostado a que acababa de salir esa misma maana de la
crcel o que estaba a punto de entrar en ella.
jPfi...! Pfa...! Pfuu! Pfu...! Pfa!
Aquel chico estaba consiguiendo ponerme nervioso; sus resoplidos y golpes al aire (que en cualquier
momento podan dejar knock-out al espejo, con el consiguiente estrpito de vidrios rotos, cortes en las manos,
sangre y todo lo dems) iban en aumento y no haba seal de que fuera a sonar la campana que finalizara el
round.
De pronto, sin interrumpir su ya prolongado match contra s mismo y movindose an ms de prisa
como si se encontrara en el ltimo y decisivo asalto de su vida y se lo tuviera que jugar todo a un solo golpe,
me grit:
Puedes pagarme una cerveza, escritor?
No me esperaba aquello; en mi vida haba visto aquel chico y no me imaginaba de dnde poda
conocerme, pero nunca me haba disgustado invitar a una cerveza a tipos como l.
Slo tienes que bajar del ring y acercarte a la barra le respond .
En ese mismo instante lo tuve frente a m. Ponindome una mano sobre el hombro me dijo con una
agitacin sobrenatural que siempre haba querido conocerme porque yo era un gran tipo y que me haba visto
infinidad de veces rodando por los bares y emborrachndome con mucha clase, y que si yo quera, esa misma
noche podamos salir con dos chicas que l conoca a fondo (dos verdaderas zorras, agreg), una rubia que
tena fuego en las venas y otra morena que aun siendo fea como un escarabajo siempre tena drogas
pesadas; me asegur que pasaramos una noche estupenda.
Me llamo Billy, el Desnarizado agreg por ltimo, y me tendi la mano.
Todo eso lo dijo en dos o tres segundos. Yo slo pude mover la cabeza de arriba abajo tratando de
asentir, mientras mi boca se entreabra en un gesto de estupefaccin total.
Slo entonces pude observar detenidamente su rostro, no tena nariz.
Era un rostro terriblemente clandestino, de una insolencia insoportable, como el de un arlequn
degenerado que estuviera sacando la lengua eternamente en un gesto de obscenidad infinita. Su pelo corto y
negro pareca haber sido cortado a dentelladas; los ojos amarillos y febriles hacan recordar a los de un gato
hidrfobo. Pero lo que le daba una expresin salvaje eran aquellos grandes y oscuros agujeros, trgicamente
evidentes y rodeados de un insignificante mun de carne retorcida, violcea o rosada, semejante al color de
los protuberantes culos de los monos. Aqul era un rostro decididamente subversivo que, sin ninguna duda,
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excitara la mente de quien lo contemplara unos pocos segundos, y hasta podra incitar a extraas aventuras
descabelladas y terribles que evidentemente acarrearan tenebrosas e irreparables consecuencias.
Billy, el Desnarizado, segua hablndome de una manera desesperada y ltima, construyendo diablicos
laberintos verbales que ardan en mis incrdulas orejas, manifestndose en torturados tics de una rareza
inslita. Tena algo de profeta paranoico que trata de convencer al mundo que ha llegado su hora, mientras un
nio espectral le echa una tarntula por el cuello de la camisa y una rosada anciana le asesta un furibundo
golpe de paraguas en la cabeza.
Yo no poda hacer otra cosa que escucharlo, apenas si me haba dejado pronunciar alguna palabra.
Aquel chico estaba solo como una piedra y nunca haba visto un escritor, eso era todo. Ped dos nuevas
cervezas y tuve la sensacin de que bamos a seguir bebiendo juntos durante todo el da. Me senta un poco
cansado de emborracharme solo.
Porque yo vivo de los dados, sabes? y estoy seguro que si t quisieras podra ensearte
perfectamente a manejarlos e incluso llegaras a superarme algn da, creo que lo ms conveniente sera que
trabajsemos juntos; ya vers, escritor, si te decides volaramos alto. Yo he nacido con los dados en la mano,
pero siempre he tenido necesidad de un socio, as sera mucho ms fcil comprendes?
Segu asintiendo con la cabeza, lo nico que me faltaba era convertirme en aprendiz de tahr. Me di
cuenta que Billy estaba ofrecindome todo lo que tena, a los pocos minutos de haberme conocido, todo lo
que haba hecho era escucharle y pagarle dos cervezas. Saqu del bolsillo el libro con las aventuras de lamo
Kid y Flecha Roja y lo puse sobre la barra. Pens que le gustara aquello, y adems necesitaba que dejara de
proponerme convertirme en su socio.
Esto es para ti, Billy le dije, es mi ltimo libro.
Por unos instantes continu hablando sin escucharme ni darse cuenta de que le haba regalado el libro,
pero de repente se detuvo como si hubiera sido paralizado por el rayo atmico de Flash Gordon.
Tom un trago de cerveza. Tuvo una serie de frenticos tics en un costado de la boca y aun sin
animarse a tocar el arrugado libro que haba quedado sobre la barra del Hot-Pepper, confuso por una emocin
parecida a la del hombre primitivo contemplando por primera vez el fuego y tratando de asegurarse de que no
haba sido otro el elegido, me pregunt en voz baja:
Esto es para m, escritor?
Le hice un gesto afirmativo con la cabeza.
Fue entonces cuando Billy, el Desnarizado, tom el libro con la solemnidad de quien recibe la sagrada
corona de un imperio celeste; contempl largamente aquella ridcula portada de colores de la misma manera
que si la hubiera hecho un magnfico artista florentino, y se puso a leer algunas lneas como si en ellas se
desentraaran los ms profundos misterios de la vida. Luego, levant una mirada atnita y humilde,
preguntndome:
Esto lo has hecho t, escritor?
Volv a responderle con la cabeza, afirmativamente; aquel chico me estaba haciendo sentir una especie
de Shakespeare.
Durante unos momentos sigui hojeando el libro, y luego pareci tomar una determinacin heroica.
Meti la mano en uno de los bolsillos de su tejano y sacando dos grises y manchados dados los hizo rodar
sobre la barra.
Son tuyos, escritor me dijo seriamente.
Ni hablar, Billy, t los necesitas mucho ms que yo.
Te los he regalado insisti un poco confuso.
De acuerdo, pero me los quedar slo cuando llegue a ser tan hbil como t. Mientras tanto me irs
enseando la tcnica. Te parece bien?
El asunto se haba complicado un poco, de momento ya me haba comprometido a recibir lecciones de
dados. Billy haba asentido de mala gana, pero estaba satisfecho de haberse convertido en mi maestro. En
realidad lo de las lecciones quiz no estuviera tan mal, uno nunca sabe cundo pueden salvarle un par de
dados; adems no deba olvidar que aquel iba a ser mi da de suerte.
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Billy, el Desnarizado, estaba supremamente excitado por mi compaa, sorprendido, quiz, de que no
hubiera huido ante su inslita presencia, y llevado hasta el mismo cielo luego de mi ofrenda, continu tratando
de agradarme concibiendo la ms disparatada cosmogona de escritores y obras inexistentes que mente
alguna poda haber engendrado. Jams volvera a escuchar nada parecido, pese a que Billy, obviamente,
saba tanto de literatura como yo de preparar tartas de limn.
T conocers, por supuesto, y mucho mejor que yo, al tipo ese Bob Smith que era del Paquistn. Se
pona a escribir en las noches de tormenta y haca unos versos que eran demasiado, tena uno de putsima
madre... cmo se llamaba...? Ah, ya me acuerdo! se llamaba "Buenos das, serpiente de mierda", yo lo lea
todas las maanas al despertarme. Era algo as: Buenos das, serpiente de mierda/buenos das, serpiente de
mierda/ slo t puedes comprenderme/.... y luego creo que terminaba como si fuera un rock sabes? S, era
algo as: Serpiente yeah...! Serpiente yeah...! Serpiente yeah!
Me pregunt si Billy no habra echado en mi cerveza algn hongo sagrado y misterioso que estuviera
perturbando mi mente. Era imposible, mi Dios!, el poeta paquistan Bob Smith y su poema "Buenos das,
serpiente de mierda."
Y t recuerdas, escritor prosigui Billy a aquella monja china que escriba hace tanto tiempo? Se
llamaba Jacinta Garca o algo parecido, yo tengo su libro de cuentos, si te parece bien podra dejrtelo. A mi
me gusta mucho.
Demonios! Ahora s que necesitaba un trago fuerte, me parec a imposible que aquel chico pudiera
tener una imaginacin tan desorbitada y que llegara a inventar semejantes historias slo para que yo estuviera
interesado. Ped dos vasos de gin puro.
Oye, escritor, puedo asegurarte que cuando realmente lo pas bien fue leyendo a Ivn Boroninov, ese
que era de Guatemala. Sabes lo que haca aquel bastardo? Pues se coma los dedos para no escribir ms,
comprendes? Y adems tena siete mujeres, una para cada da de la semana, te imaginas?, yo creo que era
muy bueno. No s qu opinars t, pero para m era de los mejores. Por fin se cans de todo y se hizo
trapecista de un circo ambulante. Muri la semana pasada, te has enterado?
Por supuesto.
Y no quisiera olvidarme de Giovanni Cuchiarelli, el finlands, o noruego. Era finlands o noruego,
escritor?
No, era noruego le dije con seriedad. Qu poda contestarle?
Ah! y te acuerdas de esa parte que habla de su hijo que es medio marica y l le tiene que comprar
muecas y esas cosas, y luego resulta que el nio cuando se hace mayor gana el campeonato mundial de
boxeo de todos los pesos y entonces va a buscar al padre y le dice: Te acuerdas cuando era pequeo y me
comprabas braguitas en la tienda de Rosemarie Einstein?
Cuchiarelli era un maestro coment con resignacin.
El monlogo literario de Billy, el Desnarizado, segua prolongndose indefinidamente. Era indudable que
posea una mente inefable y que se senta encantado de estar tomando copas conmigo, pero nunca me haban
gustado mucho las conversaciones sobre escritores, aunque, como en este caso, no hubieran existido jams.
Nadie poda haber negado que aquel chico era infatigable. Los tragos le haban hecho redoblar sus
esfuerzos y ahora se estaba despachando la historia de Ibn Al-Muahd, un gran escritor irlands que tena la
maldita costumbre de emborracharse en los cementerios.
Yo estaba a punto de orinarme encima, pero me senta incapaz de detenerlo. Tuve la fortuna de que se
me ocurriera una pequea idea, le ofrec un cigarrillo que acept satisfecho y aprovechando el instante en que
lo encenda pude decirle que me estaba orinando y sal disparado hacia el lavabo. Mi treta haba dado un
resultado ptimo.
Nunca me haba metido en un lavabo tan profundamente triste como el del Hot-Pepper. Aquel era el
lugar secreto de los speros y salobres marineros que llegaban desde los cercanos muelles a refugiarse en
las mesas sombras, y finalmente terminaban all, como torpes muecos de cerveza, entregando a la noche la
ltima y quemada rosa de su vmito. No era en o tro s i t io, donde las enormes mendigas de bulbosas
narices intentaban abrirse las venas con una pequea e inofensiva tijera de plstico azulada, y luego,
sorprendidas de su propia vida, volvan a acercarse a la barra entonando una cancin blasfema y delirante.
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Era en aquel lavabo, donde la zorra platinada sacaba de entre sus senos el mgico sobre de cocana y se
retocaba los labios en el deshecho y solitario espejo, para lanzarse a las oscuras calles dispuesta a conseguir
su mansin con piscina.
Mientras orinaba, no pude apartar la vista de los infinitos y trgicos grafittis que haba en aquellas
paredes impregnadas de olor a amonaco. "Nena, te necesito ahoooooora!" "Quin me ha robado la
cabeza?" "Reina Cerveza, por qu no me lo das?" "El sol es un rufin barato." "No lo volver a hacer,
hasta maana" "Por qu no has venido, King-Kong?" Me pregunt si el lavabo del Hot-Pepper no sera el
verdadero corazn del hombre. Pero ya era medioda y pese al sitio en que me encontraba pude darme
cuenta de que tena hambre.
En ese mismo momento, Billy, ya impaciente, golpeaba (a puerta con grandes mpetus y me preguntaba
si estaba bien.
Estoy mejor que nunca, y ahora mismo nos vamos a comer le dije al salir.
Maldicin!, claro, hay que comer, es imprescindible comer, escritor. Pero ya sabes que hoy no tengo
dinero.
Pues yo s le respond y abr el pequeo sobre.
No es necesario que gastes tu dinero, escritor, si quieres yo podra simular que me ha dado un ataque
de epilepsia en el restaurante, no sera la primera vez. Te imaginas?, yo estara all en el suelo con terribles
convulsiones y echando espuma por la boca, a nadie se le ocurrira cobrarnos.
Es posible, pero no te preocupes, Billy, no ser yo quien pague sino mis dos amigos, ellos siempre lo
hacen por m.
Has quedado con alguien? pregunt Billy un poco desilusionado.
No, hombre. Te hablo de lamo Kid y Flecha Roja, los personajes del libro. Son como dos provincianos
en un burdel de la ciudad, lo pagan todo.,
Oye, escritor, quiero pedirte una cosa dijo Billy tan serio que pareca que estuviera a punto de pedir mi
mano.
Mientras no sea un Rolls-Royce o que me convierta en abstemio puedes pedirme lo que quieras.
Es que, realmente, no me atrevo.
Venga, Billy, con esa cara de violador de nias que tienes y no te atreves a pedirme algo. A ver, qu
es lo que quieres?
Billy, el Desnarizado, apart la vista hacia un costado, termin su vaso de gin de un solo t rago, se agit un
poco como si fuera a volver a comenzar su match de boxeo ante el espejo y finalmente dijo:
Te importara dedicarme tu libro?
Tena el aspecto de Jack, el Destripados oliendo una margarita en un prado.
En absoluto, dmelo.
Y fue precisamente all, sobre el mrmol gastadamente gris de la vieja barra del Hot-Pepper, donde
dediqu el primer libro de mi vida a un extrao muchacho que viva de los dados y no tena nariz.
Aquello de ser escritor se estaba poniendo interesante, la fama no deba encontrarse demasiado lejos.
Salimos del Hot-Pepper dispuestos a comernos un dinosaurio frito. Para que el asunto resultara todava
mejor, Billy, el Desnarizado, sac de una de sus botas un saquito de marihuana que alguien le haba dejado
para vender pero que ahora estaba decidido a que lo convirtiramos en humo entre los dos. Billy, el
Desnarizado, no tena la intencin de esperar demasiado tiempo para liar un porro, y mientras buscbamos un
restaurante barato, se detuvo a comprar el papel de fumar con su nico cntimo. De inmediato comenz a
rea l izar la agradable tarea, y cuando llegamos al restaurante no ramos capaces de distinguir a un cosaco
de un huevo frito.
El "Chez Gaston" era un s i t io d igno de ser mirado con soberbia hasta por el ms miserable y
pattico mendigo. Estaba ubicado en un pequeo stano donde haban amontonado una serie de
desvencijadas mesas a las que rodeaban unas sillas tan despejadas e inseguras, que eran un verdadero
desafo para el desventurado ser que se sentara en ellas. En cuanto a las paredes, no hubiera podido afirmar
que existieran, porque lo nico que poda ver era una enorme capa de grasa burbujeante y negra que daba la
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sensacin de tener vida e incluso movimiento propio. No quise imaginar siquiera en los horrores que poda
deparar la cocina.
Los clientes del "Chez Gastn" parecan los aristcratas de la locura y en realidad no hubiera sido fcil
diferenciarlos de sus comidas.
Aquellos eran ros tros de zanahor ias hervidas, con delgados labios color queso y protuberantes
ojos de huevo duro. Aquellos eran rostros de largos cabellos de espaguetis con grandes cicatrices pintadas
con remolacha y col. Aquellos eran rostros de grandes calvas como viejos melones y largas barbas de apio
que se mojaban distradamente en la pobre taza de caldo. Aquellos eran rostros color hgado de pollo y
espesas cejas blancas de triste arroz hervido que caan sobre terribles prpados de pescado. Aquellos eran
rostros de mantequilla rancia que se deshacan sobre su mismo plato.
A pesar de todo, estbamos dispuestos a comer y tratamos de conseguir un sitio en alguna de las
atiborradas mesas; pero todo era intil, all no hubiera podido sentarse a despacharse una tortilla ni el ms
diminuto microbio.
De pronto, como el intrpido pirata que empapado de ron se lanza al abordaje del galen enemigo, y
pidindome que lo siguiera con un terrible alarido que estremeci profundamente y llen de un espanto
sobrenatural a los ms taciturnos y escpticos santos del alcohol que all coman, Billy, el Desnarizado, se
encaram y se arroj de la mesa como un orangutn en celo; aplast desvalidos y tristes platos de verdura;
hizo volar contra las paredes resbalosas y famlicas chuletas; meti su pie en las sopas; recibi maldiciones,
juramentos incluso estuvo a punto de ser alcanzado por un disparo que le hizo un viejo delincuente
profundamente conmovido y excitado, derram tanto vino como el que sera suficiente para emborrachar
durante meses a ciudades enteras; pis cabezas con sus suelas llenas de huevo frito; hizo murmurar
oraciones desesperadas a dioses diferentes; pero consigui dos sitios en una mesa para tres, en la que slo
estaba sentada la muchacha ms hermosa del mundo.
Apenas habamos acabado de sentarnos, cuando al mismo tiempo y como bajo el influjo de un
misterioso hechizo, o quiz de la hierba, nuestras miradas quedaron inmviles y extasiadas en la
contemplacin de aquella chica con quien compartamos la mesa.
Era dorada, azul, y rosa; una magnfica madonna vagabunda de largos cabellos de luna amarilla que
caan sobre un rostro tan dulce que hubiera enloquecido de amor hasta al mismsimo Abominable hombre de
las Nieves, si ste se hubiera presentado all para comer un poco. Tena grandes ojos azules como el agua de
las paradisacas fuentes que adornaban los maravillosos jardines de algn califa omnipotente y lujurioso. Era
la visin de la suprema belleza de la carne que aparece rodeada de una aureola de plida luz temblorosa
en las alucinaciones ms febriles de la mente. Era como la fresa reina que corona los esplndidos pasteles
con una majestad distante e indudable. Y estaba all, sentada con nosotros, la mirada serena.
Haba que tomar la iniciativa de inmediato, no era fcil que volviramos a tener una mueca como
aquella tan cerca de nosotros.
Podras hacer otro porro, Billy le dije con cierta urgencia.
Pero Billy, el Desnarizado, no slo haba hecho en pocos segundos otro porro, sino que ya lo haba
encendido, le haba dado la primera pitada y en ese mismo momento se lo estaba ofreciendo a la muchacha.
Quieres fumar un poco?
Claro que srespondi ella con una sonrisa que hubiera sido capaz de derretir un iceberg. Eres muy
amable.
Es una hierba estupenda le asegur con una sonrisa de vampiro enajenado y libidinoso.
Ah, si? contest distrada.
No es fcil conseguir ahora, sabes? insist.
Me dirigi una mirada indiferente y asinti con la cabeza; no haca otra cosa que contemplar el feroz
rostro de Billy.
De pronto, ste se levant de un salto, hizo una extraa reverencia de marqus arruinado y luego de
una serie de tics, le dijo:
-
Yo soy Billy, el Desnarizado y ste es mi amigo el escritor, puedo asegurarte que estamos encantados
de poder comer contigo y trata de no preguntarme nada sobre mi nariz porque la he mandado a la tintorera.
Podramos saber cul es tu nombre?
Mi nombre es Lou contest la chica, y no te preocupes en ir a retirar tu nariz de la tintorera, ests
muy bien sin ella.
Ya lo saba dijo Billy hacindole una mueca.
Luego de recibir el porro de Lou, le di una fuerte pitada y me dediqu a llamar al camarero; hubiera
apostado doble contra sencillo que Billy se iba a quedar con la mueca.
Un enorme jabal, vestido con un grasiento delantal que jams haba sido ni sera blanco, se acerc a
nuestra mesa. Llevaba un lpiz en la oreja y una pequea libreta en la mano, o quizs, en la pezua, vaya
uno a saber.
Qu van a comer? pregunt, enseando unos largos colmillos que se doblaban hacia arriba en las
puntas.
Yo quiero una ensalada a la plancha, huevos de ternera y dos lechugas fritas respondi Billy con
seriedad, luego de meditar un rato.
El enorme jabal pareci desorientado, por unos instantes tuve miedo que montara en sanguinaria clera
y nos destruyera a todos. Por fin dijo:
A ver si te aclaras, chico, que no estoy para bromas,
Perdone intervine yo. Mi amigo ha querido decir ensalada de lechuga, ternera a la plancha y dos
huevos fritos. No es as Billy?
S, claro... quera decir eso.
Ests un poco pasado, Billy le dije en voz baja.
Lo s, escritor, gracias.
Y USTED, qu va a comer? volvi a preguntar el jabal, mirndome con aire amenazante.
Para m lo mismo, no se preocupe. Ah! y una botella de vino por favor.
Fue en ese mismo instante, cuando, siguiendo un impulso irresistible y sin pensarlo dos veces le
pregunt con temeraria osada:
igame, por favor, quisiera saber si tienen jabal.
Cmo ha dicho?
Pens que mi hora haba llegado. Billy, el Desnarizado y Lou me miraban sin comprender nada. No tuve
ms remedio que repetir la fatdica pregunta.
Podra decirme si tienen jabal?
Jo! Jo...! Qu risa...! Jabal ha dicho?
S, he dicho jabal respond confundido.
Vamos hombre, no me haga rer, todava no se ha dado cuenta que el nico jabal que hay en este
puetero restaurante soy yo?
Por fin, Billy, el Desnarizado y Lou se dieron cuenta de lo insensata y arriesgada que era mi pregunta y
comenzaron a rer mariguaneramente.
Oh, escritor... eres un genio! Cmo no me di cuenta antes...? Ese tipo es un verdadero jabal... no es
otra cosa, ni camarero ni nada. Es un jabal!
Todo aquello nos provoc un largo ataque de risa que tuvo su fin cuando el jabal volvi a aparecer con
los platos de comida.
La risa de la mar ihuana es algo realmente especial, uno llega a sentir pequeos espasmos en todo el
cuerpo que no son fciles de controlar; los ojos se humedecen de alegres lgrimas, a veces es necesario
tomarse el estmago con ambas manos porque los msculos del abdomen se contraen y son la causa de un
extrao dolor hilarante; tambin hay momentos de rfagas parano icas porque uno piensa que jams
podr dejar de rer e incluso teme por su vida. Es una risa neuronal, insensata y contagiosa que puede ser
provocada por cualquier acto o palabra intrascendente.
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Es el supremo JA!, es el macro JA! que se hace presente en la Gran Catarata de la Carcajada. Es
Harpo Marx con sus bocinas, sopletes y tijeras provocando el caos ms absoluto en la Solitaria Mansin de la
Mente.
En nuestro caso ya tenamos bastante con que el camarero que nos atenda fuera un autntico jabal.
Cuando pudimos dominar la risa, Lou, que ya haba terminado su comida, comenz a contarnos sus
aventuras. Se haba escapado de su casa el da anterior y ya estaba casi sin dinero. Aquella poda ser su
ltima comida en mucho tiempo si no consegua arreglar su situacin, pero no estaba decidida a volver a su
casa. No tena ms que diecisis aos.
Billy, el Desnarizado, se hizo cargo del asunto, y sacando sus dados le dijo que todo lo que ganara con
ellos sera para ayudarla; slo era necesario esperar hasta la noche, en que se dara una vuelta por el saln de
billares a buscar candidatos para una partida.
Yo me haba concentrado en la comida, que por supuesto era nefasta. En la ensalada haba encontrado
dos gusanos tan grandes como boas; la ternera era decididamente prehistrica y tan dura como la madera; los
huevos fritos eran tan pequeos que parecan de un gorrin enano; y en cuanto al vino, podra decir que tena
un color purpreo y misterioso, pero seguro que contena alcohol y eso era lo importante. De todos modos,
despach la comida igual que si se tratara de los exticos manjares del Prncipe de la Gula.
En el mgico saquito de Billy, el Desnarizado, an quedaba hierba suficiente para dos porros ms y
decidimos liar el penltimo; aquella marihuana no iba a durar mucho en nuestras manos. La conversacin se
iba haciendo cada vez ms insensata y febril; estbamos posedos por el humo.
... porque yo les puedo asegurar deca Lou que sera necesario tomar una taza de t de jazmn
exactamente ahora. Pero, cmo podramos conseguir una taza de t de jazmn si no hay un solo JARDN?
Podramos ir a buscar uno intervino Billy.
Para qu quieren un jazmn? pregunt.
Escucha, escritor, lo que trata de decir Lou es que sin un jardn no puede haber jazmines,
comprendes?
En absoluto.
Oye me dijo Lou, yo estoy hablando de una taza de t y quiero saber cmo conseguir la si aqu no
existen los jardines.
Pienso que en el supermercado sera ms fcil coment.
Te parece que nos venderan un jardn, escritor? pregunt Billy.
No lo s, Billy, pero quizs encontrramos tazas de t.
En los supermercados no hay jazmines afirm Lou con seriedad.
Ella tiene razn, escritor, es una situacin difcil.
No encuentro la solucin afirm anonadado.
Olvidmoslo propuso Lou con una sonrisa. Qu opinas, escritor? De acuerdo, lo olvidamos. Billy, el
Desnarizado, se pas una mano por la frente con gesto preocupado y dijo: Saben lo que me ocurre? Lou
y yo negamos con la cabeza.
No puedo recordar lo que he olvidado afirm con seriedad.
Fue exactamente entonces, cuando, levantndose de una de las mesas cercanas, vimos aparecer una
de las imgenes ms alucinantes que habamos contemplando en nuestras vidas, y que, todos, en un terrible
instante, pensamos que en lugar de tratarse de una visin comn era la solitaria y personal abominacin de
nuestras mentes.
Era un ser de una senilidad escalofriante, cercano a la corrupcin definitiva, algo espectral que haba
derrotado a la muerte o quiz se hubiera levantado esa misma maana de alguna fra y desolada tumba. Tena
un rostro cadavrico que dejaba traslucir, patente y despiadado, el circuito trgicamente azul y enmaraado de
sus venas. Unos pocos pelos grises se mantenan estoicos en su crneo.
Comprobamos, con una especie de pavor sobrehumano, que ese engendro diablico se diriga a nuestra
mesa como un degenerado y macilento vampiro en busca de sus vctimas. Cuando estuvo ante nosotros,
tuvimos la evidencia de que aquel monstruo era una mujer.
Hola, chicos! dijo la inslita anciana. Esto huele de maravillas, colombiana, no es cierto?
-
Nada en el mundo poda haber provocado en nosotros un estupor tan insondable como aquellos
palabras.
S, colombiana logr decir reprimiendo un alarido de espanto que iba a estallar en mi garganta.
Ah, pues muy bien, no es verdad que me darn de fumar un poquito? Hoy es mi cumpleaos y no
quiero dejar pasar la oportunidad, creo que ya voy por los ciento veinte y har ms o menos cuarenta aos
que fumo. Mucho ms que vosotros, eh? dijo riendo de un modo sepulcral y aplicndole a Billy un furibundo
codazo de complicidad en el estmago. Pues s, chicos, esto hay que festejarlo y nada mejor que con un buen
porro de colombiana, si quieren yo misma puedo prepararlo, pero, me inv i ta rn, verdad?
Todos asentimos con un silencio alucinado.
Me llamo Nanny Grass prosigui, y si estn de acuerdo yo me har cargo de la cuenta, tengo un
odo muy fino y desde la otra mesa he escuchado todo lo que decan. Si, seor! la colombiana me mantiene
en forma y mientras la tenga a ella no hay duda que ella me tendr a mi.
Lou estaba a punto de llorar, Billy, el Desnarizado, haba empalidecido, y yo no poda hacer otra cosa
que pensar que Nanny Grass estaba completamente loca y que si llegaba a dar una sola pitada al porro,
morira en el acto.
Ya s lo que estn pensando dijo Nanny Grass, creen que yo soy una de esas viejas perturbadas
que se han vuelto locas de vivir tanto tiempo solas; pero no, yo soy Nanny Grass aclar con orgullo, y slo
les pido que me dejen liar un porro para que pueda convencerlos.
^\ Con una mano temblorosa e incrdula, Billy le acerc el saquito de marihuana y el papel de fumar.
Ya vern, ya vern dijo Nanny Grass satisfecha.
En unos pocos segundos, con una maestra incapaz de igualar por el ms hbil y veterano liador de
porros, Nanny Grass manipul la marihuana con rpidos movimientos que denotaban un magistral
dominio. Sus dedos cadavricos adquirieron la flexibilidad del tahr con un mazo de cartas; todo su
decrpito ser se estremeci en un sublime acto de habilidad y pericia; los pocos pelos de su cabeza se
irguieron como los de un gato, y en el tiempo necesario para que nuestra incredulidad quedara satisfecha,
Nanny Grass cre el ms perfecto porro que nadie liara ni liar en el mundo.
Qu les parece, chicos? Una verdadera obra de arte, no es verdad? Bien, ahora me darn fuego
y pasaremos un rato agradable, claro, siempre que no les moleste mi compaa.
No... No... consegu balbucear, y encendiendo la cerilla la acerqu al porro como si ste fuera un
terrible barril de plvora. Estaba seguro de que Nanny Grass se desintegrara de inmediato, pero, qu
poda hacer?
La increble anciana dio una furibunda pitada al porro, que se consumi hasta ms de la mitad de
su tamao.
Se produjo un silencio angustioso y expectante. Todos esperbamos su muerte instantnea, pero
Nanny Grass. sin haber exhalado la ms mnima parte de humo, volvi a dar una segunda y ms violenta
pitada con la que consumi definitivamente al porro.
Algo estaba cambiando en su rostro; los ojos que antes eran moribundos y opacos adquirieron una
vivacidad y un brillo deslumbrantes; todo su ser se estremeci de energa y bienestar, pareca que estuviera a
punto de bailar un calipso bananero encima de la mesa.
Ninguno de nosotros poda creer lo que vea. Nanny Grass era un verdadero desafo a la cordura, y
estaba all, casi dispuesta a todo.
Ah! esto es vida, chicos, esto es vida! dijo con voz saludable y extraamente vigorosa.
Un solo pensamiento ocupaba nuestras mentes: desaparecer de all lo antes posible. Hay ciertos tipos
de paranoia que nicamente se pueden solucionar echando a correr con la mayor premura.
Billy, el Desnarizado, tom la iniciativa.
Nanny dijo confundido y aterrado al mismo tiempo, gracias por querer pagar la cuenta, pero tenemos
que irnos enseguida. No es verdad? pregunt dirigindose a nosotros.
Lou y yo contestamos que s con un nfasis inaudito.
-
As, que me dejan sola eh? Pues no importa, chicos, ya me liar con alguien para festejar mi
cumpleaos en forma. Ah! y en cuanto al porro estaba formidable, haca mucho tiempo que no fumaba una
colombiana tan buena.
Pese a nuestros deseos de esfumarnos lo antes posible, fue una verdadera hazaa el lograr levantarnos de la
mesa. Las sillas parecan pulpos que con sus tentculos de madera se aferraban a nuestras piernas, la mesa
era un enorme obstculo que nos impeda ponernos de pie; pero al fin lo conseguimos, luego de grandes y
ridculos esfuerzos.
Nanny Grass no dejaba de rerse de nuestra torpeza.
Qu pasa chicos, han fumado demasiado, no? Si quieren puedo acompaarlos hasta la puerta. Je!
Je!
Una vez en posicin vertical, tuvimos que despedirnos de Nanny Grass. Aquello fue algo demencial, no
sabamos si decirle "Feliz Cumpleaos", darle un beso (quin se hubiera atrevido?), saludarla con un "Hasta
Pronto" o aconsejarle que volviera a la tumba. Slo consegu murmurar un "Nosotros nos vamos'1, mientras
que Billy, el Desnarizado, y Lou, articulaban alguna que otra frase incoherente y se encaminaban como
fantasmas hacia la calle.
Adis, chicos, y cuidado con los coches al cruzar la calle! dijo Nanny Grass, y se despach el resto
de vino que haba quedado en la botella.
Le pagu al jabal v llegu a la puerta donde me esperaban Billy, el Desnarizado y Lou, tomados de la
mano.
No estaba en condiciones de seguir la fiesta y era mejor que dejara solo a Billy con aquella mueca. Se
la haba ganado en buena ley.
Qu hacemos, escritor? pregunt Billy.
Ustedes tienen mucho que hacer, pero yo no. Ir a mi habitacin a meter la cabeza en un cubo de
hielo, es todo lo que me hace falta.
De verdad no quieres venir con nosotros?
Oye, Billy, desde anoche que estoy rodando por ah y tomando copas, sabes?, adems no puedo
dormir y ahora quiero aprovechar la oportunidad, quiz se produzca el milagro.
Pero Billy, el Desnarizado, no se daba por vencido tan fcilmente.
Mira, escritor, tengo un agujero cerca de aqu, si t quieres podemos ir con Lou y montarlo all entre los
tres. No me digas que prefieres meterte en la cama y dormir dijo en voz baja mientras se apartaba de Lou.
Por lo menos voy a intentarlo, Billy.
De acuerdo, como t quieras; pero nos veremos por la noche?
Le dije que s, y luego de darle un beso a la mueca me fui rumbo al Polinesia Hotel. No estaba
demasiado satisfecho de haberme perdido la fiesta.
Entr al Out-Side para comprar una botella de Johnnie Walker, quera asegurarme de que podra dormir.
No tenia la menor intencin de volver a levantar el armario sobre mis hombros ni cosas similares. En mi da de
suerte era indispensable que las estrellas me obsequiaran un buen sueo. Mientras pagaba el whisky, mir
distradamente a las pocas personas que estaban repostando gasolina en el Out-Side.
Entonces vi a Aquel Culo.
Se estaba retocando los labios en el espejo de su cartera; pareca aburrida y ausente, como si estuviera
esperando un autobs que tardara en llegar, pero en realidad, observaba todo el movimiento del bar con ms
astucia que un espa ruso, y poda distinguir el tufo de un bolsillo repleto al de uno vaco a diez calles de
distancia.
No era un buen momento para que la encontrara. A lo largo de varias semanas, cuando mis borracheras
llegaban a la neblinosa frontera de la alucinacin y los bares comenzaban a cerrar sus puertas, haba tenido
necesidad de ella, pero ahora tena la cabeza atiborrada de marihuana, me senta agotado y obsesionado por
dormir.
El asunto no hubiera sido demasiado difcil: uno se acercaba a ella, le preguntaba el precio y si estaba
de acuerdo iba al hotel de enfrente. Eso era todo.
-
Aquel Culo era una buscona flaca; su piel era lila de tan blanca; tena los ojos clidos y suaves de
mantequilla turquesa; el pelo era de un fantico negro-catacumba, y las ojeras, profundas y moradas, parecan
haber sido hechas por dos dedos lentos y oscuros en alguna noche ritual y misteriosa. Y estas pueteras
manos de envenenadora, largas y crispadas en su jodido y eterno cigarrillo, que no paraban de moverse, igual
que sus muslos, que no dejaba de agitar como si una rata se los estuviera mordisqueando.
En realidad no saba muy bien lo que esperaba de Aquel Culo. Tena dinero para irme con ella, pero no
era eso. Tampoco quera ir a sentarme a su lado hacindome el idiota y contarle la historia de lamo Kid y
Flecha Roja. Creo que estaba esperando el momento oportuno en que ocurrira todo. No quera dar el menor
paso en falso ni tampoco quedarme esperando que llovieran ptalos de rosa sobre nuestras cabezas y que un
par de querubes rollizos hicieran sonar sus lades de oro indicando la hora.
Si Aquel Culo se meta en la cama conmigo quera que lo hiciera como una hiena en celo, que unas
gotas de sangre tocaran a las sbanas, que los vecinos golpearan a la puerta, que alguien llamara a los
bomberos. Y luego, poder regalarle un verdadero anillo de brillantes.
Por Aquel Culo me senta dispuesto a conseguir dos empleos decentes; entregarle el sobre con la paga
a fin de mes; lavarle los dientes todas las maanas; traerle cada noche una caja de bombones de coco; entrar
por la chimenea disfrazado de Pap Noel todas las Navidades; imitar a Jerry Lewis cuando estuviera triste;
sonarle la nariz con un pauelo indio; ir a la farmacia a buscarle los Tampax; llevarle el desayuno a la cama;
aguantarle a Classius Clay los quince asaltos.
Al diablo con las zorras!
Debo haberme quedado all, con la botella entre las manos durante un buen rato, porque todos me
miraban como si fuera la pantalla de un cine.
Qu cono pretenda, en mitad del Out-Side, parado como un cretino sin saber que hacer? Por fin,
camin hacia la puerta para irme al Polinesia Hotel. Si aquel iba a ser mi da de suerte, yo era una condesa
polaca. El panorama no ofreca dudas, no iba a dejar en paz en toda la noche a mi amigo Johnnie Walker.
-
CAPITULO 3
Cuando llegu a mi habitacin del Polinesia Hotel lo primero que hice fue abrir la botella de whisky y
sentarme ante la mquina de escribir.
Me serv el primer trago en el nico vaso ms o menos limpio y encend un cigarrillo. Aquello apestaba a
escritor de novelas baratas, pero era todo lo que tena: una mquina de escribir desvencijada, algunos libros
que haba ledo hace tiempo, unos veteranos tjanos que colgaban del respaldo de una silla, un par de vasos,
una radio sin pilas. No demasiadas cosas.
Ya haba descartado toda posibilidad de dormir, una zorra que haba encontrado en el Out-Side era el
motivo.
En realidad no me senta demasiado bien all metido como un oso borracho y solitario que escribe
mientras no sabe lo que espera. Slo poda asegurar que estaba dispuesto a no levantar el trasero de la silla
hasta que la botella se rindiera. Iba a escribir los Blues de Johnnie Walker a Aquel Culo.
Putita enajenada, quiz slo tendra que haber hecho un buen negocio, poner un billete entre tus labios
e irme contigo, sin ninguna historia de bucaneros ni fantasmas, al hotel de enfrente del Out-Side a conocer,
por fin, tu obsesionante culo.
Aquel culo de rdago; follador, rumbero, memorable, seducido en portales, almibarado por mortferas
pollas de borrachos, mordido por pequeos delincuentes sin boca. Aquel culo que hubiera sido capaz de
someter imperios, que engendraba pginas alucinadas en los metlicos dedos de mi mquina, tendra que
estar ahora a mi lado.
Cmo hubiera querido explicarte lo que queda en la boca cuando las luces rojas se van apagando
lentamente y todo lo que has conseguido es un cenicero de lata robado de la mesa de un cabaret barato y te
han echado por la puerta de atrs a un callejn sombro, donde no puedes hacer otra cosa que enamorar a
una vieja lavadora automtica que han abandonado para siempre en la niebla, y sabes que justamente aqulla
tendra que haber sido la noche de tu vida.
Cmo hubiera querido explicarte, nena, sentndote sobre mis rodillas, mordisqueando tus pequeas
orejas, con mis dedos metidos en tu coito dulce, que no existe ninguna razn para que no llegues hasta el
fondo de tu verdadera vida. Llvate una botella, nena, si realmente piensas en llegar hasta el fondo y lmete a
ti misma en los
desolados retretes de su mente cuando en el bar se haya acabado la cerveza y las risas de las bocas cretinas
se deshagan en los espejos turbios.
Qutate los tjanos gastados; la camisa de plidas flores que ha cubierto tu espalda; qutate los guijarros
helados de tu miedo. Trata de desnudarte entera y, por favor, s dulce al despertarte con quien est a tu lado.
Es el verdadero momento para contarte una historia de rufianes.
Nena, ser cuestin de prometerte todo el primer da, embadurnarte con azcar barato y hacerte or la
cancin que necesitas hasta que olvides todos los viejos trucos que aprendiste en la calle. Ser cuestin que
olvides a las tardes de invierno, cuando bajabas de un trip demasiado duro y escuchabas la custica lluvia de
mermelada verde horadndote el crneo como un cuervo y corras hasta la ventana de madera para buscar el
bar que te dara el cielo.
El se llamaba Paradise, un indudable nombre que protega su perfil dorado en las belicosas esquinas
donde las ratas estiraban sus lenguas buscando el aguardiente y fornicaban luego sobre vencidas mesas de
billar con el tapete roto por un marido torpe. Paradise, de pie, con el sexo de cocana, robar una mquina
tragaperras para ti en la primera noche. Paradise, con su gesto de verdadero ngel que se cotiza en Bolsa,
rodeado de pequeas zorras alimentndolo en la boca, desmantelando cines pornogrficos, se acercar a ti,
para estudiarte el cuerpo entre las luces y con un aire inefable de buscador de oro entre la nieve, te entregar
su boca para reinar maana.
Por fin, todo se habr acabado luego de algunos meses. Lo estars esperando para el ltimo encuentro
en un bar de estacin. Cuando llegue, le besars la ua del meique pintada de violeta; bebern grandes
-
tazas de caf hirviente, slo t y Paradise, que mirar la hora a cada instante en su reloj de oro, mientras
golpea la lluvia, provocada por algn rufin indio, en los cristales.
Subirs a un tren hmedo que ha de llevarte a algn pequeo pueblo de provincias donde te esperar
una aburrida y cremosa boda con algn vendedor de coches usados o un anticuario sordo. Pero Paradise no
te dejar nunca; seguir en las grandes pilas de vajilla sucia, en las desangeladas cpulas del domingo por la
maana y tu culo sublime se ir arrugando poco a poco hasta no ser ms que un viejo flan de esposa.
Nena, te necesito aqu; podramos beber tanto como Ornar Khayyarn en siete primaveras. T estaras
echada en el suelo con la espalda apoyada en mi cama preguntndome por el lavabo y yo te dira que
exactamente all, no tendras que moverte para ir a orinar, se sera tu sitio. Realmente me gustara verte
hacindolo, nena, igual que una comadreja de piel sedosa lo hara en un bosque hechizado por la luna. Pero
no s si lo comprenderas, y quiz cuando estuviera a punto de entregarte en una visin desesperada y
heroica, el ms grande misterio del alcohol y la vida, sofocaras un estpido bostezo y me dijeras que te duele
una muela o que tienes ganas de comer unas patatas fritas.
Cuando te hubieras marchado, tendra un largo e inexplicable sueo con Laurel y Hardy. Los vera
trabajando en una empresa de mudanzas, desintegrando mansiones de condes bigotudos, pegndose
terribles martillazos en los dedos, escapndose de esposas furibundas. Tendra el mismo gesto de Hardy en
mi cara, molesto, neurtico, impaciente; y su pequeo bigote que enajena a su rostro porcino y entraable,
crecera bajo mi nariz.
Llorara como Laurel; mi pelo se levantara como un cepillo y pequeas lgrimas mariconas bajaran por
mis mejillas. Estara llorando como l das enteros, porque me habran despedido de algn trabajo miserable o
porque con infinita torpeza perdera el dinero que Hardy se encontr en la calle.
Billy, el Desnarizado, aparecer en el sueo con sus dados. Hardy lo mirar con recelo, Laurel lo mirar
aterrado.
Iramos a asaltar una destilera de whisky en plena Escocia. Yo tocara la gaita en los solitarios y
neblinosos patios de la fbrica, mientras ellos, vestidos con faldas escocesas, robaran el whisky necesario
para poder emborracharnos hasta el ltimo de nuestros das.
Cuando me despertara tendra la cabeza llena de diminutos monos, y volvera a echarte de menos.
En realidad, el hombre, no es ms que una serie de deseos insatisfechos y algn pequeo triunfo. Es un
viejo tahr paraltico, fumando un gran cigarro, quien gua la ru le ta . Est rodeado de
guardaespaldas temerarios que al primer movimiento te metern una bala entre las cejas.
La vampiresa es suya, y solamente te elegir una noche. Se sentar a tu lado con un vaso en la mano y
los labios fur iosamente ro jos a pedirte fuego de tu cigarrillo, y t se lo dars rogando que no falle tu