Miércoles de La II Semana de Pascua

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Miércoles de la II semana de Pascua DIOS NO CONDENA Evangelio tomado de Jn 3, 16-21 La larga conversación con Nicodemo permite a Jesús mostrar también qué pretensiones guarda Dios en su infinita sabiduría. Él, positivamente, quiere salvar al hombre, a todo hombre. Pretende solamente eso, nada más que eso. Por ello ha planeado la vida como historia de salvación, no de condenación. Para conseguirlo hace lo absolutamente imprevisible, lo escandaloso, lo impensable... ¡entrega -y pierde- nada menos que a su Hijo! ¡Cómo es Dios! ¡Ama en serio,... hasta que se le rompe el alma! Por eso, en cierto sentido, puedo tomar las palabras de Voltaire que dicen: “Si no existiera un Dios así, habría que inventarlo”. Se muestra de manera inmediata a Dios en el origen de movimiento de la salvación, en virtud de su amor incomparable. En el corazón de la misión de Jesús se encuentra a Dios que ama al mundo. San Juan nos presenta a Dios como realidad fundadora, absoluta. El amor precede a todo. El Dios que ama tiene exclusivamente como designio la salvación y la vida. Nosotros, sin embargo. ¡Condenamos! Se ha dicho que la mayoría de los creyentes somos propensos a una neurosis típica, la del divorcio entre fe y vida. Decimos creer en un Dios que salva, pero nos especializamos en el viperino arte de juzgar y condenar. Nuestra historia personal y común así lo certifica. La acogida de esta página evangélica debería provocar una decidida toma de conciencia: Dios no condena. Somos nosotros los que lo hacemos. Por tanto, al menos no invoquemos jamás el nombre de Dios sobre nuestras venganzas, enredos, acusaciones y condenas. El jamás aplastó con su dedo acusador. Su oficio es perdonar. No quiere que nadie perezca. La condena no es obra de sus manos. El mundo tiene necesidad de ser salvado. El don del Hijo incluye toda su trayectoria en este mundo: su bajada, su ministerio en obras y palabras, su ascensión, su presencia continuada por el Espíritu. Toda la vida de Jesús es un don del Padre. La finalidad de este don es la vida eterna de los creyentes y la

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Lectio divina

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Mircoles de la II semana de Pascua

DIOS NO CONDENA

Evangelio tomado de Jn 3, 16-21

La larga conversacin con Nicodemo permite a Jess mostrar tambin qu pretensiones guarda Dios en su infinita sabidura. l, positivamente, quiere salvar al hombre, a todo hombre. Pretende solamente eso, nada ms que eso. Por ello ha planeado la vida como historia de salvacin, no de condenacin. Para conseguirlo hace lo absolutamente imprevisible, lo escandaloso, lo impensable... entrega -y pierde- nada menos que a su Hijo! Cmo es Dios! Ama en serio,... hasta que se le rompe el alma! Por eso, en cierto sentido, puedo tomar las palabras de Voltaire que dicen: Si no existiera un Dios as, habra que inventarlo.

Se muestra de manera inmediata a Dios en el origen de movimiento de la salvacin, en virtud de su amor incomparable. En el corazn de la misin de Jess se encuentra a Dios que ama al mundo. San Juan nos presenta a Dios como realidad fundadora, absoluta. El amor precede a todo. El Dios que ama tiene exclusivamente como designio la salvacin y la vida.

Nosotros, sin embargo. Condenamos! Se ha dicho que la mayora de los creyentes somos propensos a una neurosis tpica, la del divorcio entre fe y vida. Decimos creer en un Dios que salva, pero nos especializamos en el viperino arte de juzgar y condenar. Nuestra historia personal y comn as lo certifica.

La acogida de esta pgina evanglica debera provocar una decidida toma de conciencia: Dios no condena. Somos nosotros los que lo hacemos. Por tanto, al menos no invoquemos jams el nombre de Dios sobre nuestras venganzas, enredos, acusaciones y condenas. El jams aplast con su dedo acusador. Su oficio es perdonar. No quiere que nadie perezca. La condena no es obra de sus manos.El mundo tiene necesidad de ser salvado. El don del Hijo incluye toda su trayectoria en este mundo: su bajada, su ministerio en obras y palabras, su ascensin, su presencia continuada por el Espritu. Toda la vida de Jess es un don del Padre. La finalidad de este don es la vida eterna de los creyentes y la salvacin del mundo. La vida o la muerte dependen de la fe en Cristo.

La fe en Cristo la presenta en dos vertientes muy claras:Por parte de Dios, el pasaje de hoy nos dice claramente que todo es iniciativa de amor: tanto am Dios al mundo, que entreg a su Hijo nico. Dios ha demostrado histricamente su amor. Quiere la vida eterna de todos: por eso ha enviado al Hijo. Dios ama. Ama a todos. Al mundo entero. Esta es la perspectiva que lo explica todo: la Navidad (cuntas veces escuchamos en la carta de Juan la afirmacin de Dios como amor) y la Pascua, y toda la historia de antes y de despus. Lo propio de Dios no es condenar, sino salvar. Como se vio continuamente en la vida de Jess: vino a salvar y a perdonar. Acogi a los pecadores. Perdon a la adltera. La oveja descarriada recibi las mejores atenciones del Buen Pastor, dndole siempre un margen de confianza, para que se salvara.

Pero por parte nuestra hay la dramtica posibilidad de aceptar o no ese amor de Dios. Una libertad tremenda. El que decide creer en Jess acepta en s la vida de Dios. El que no, l mismo se condena, porque rechaza esa vida. Juan lo explica con el smil de la luz y la oscuridad. Hay personas -como muchos de los judos- que prefieren no dejarse iluminar por la luz, porque quedan en evidencia sus obras. Es una luz que tiene consecuencias en la vida. Y viceversa: la clase de vida que uno lleva condiciona si se acepta o no la luz. La anttesis entre la luz y las tinieblas no se juega en el terreno de los conocimientos. sino en el de las obras.

Cristo ha muerto por todos. Es la prueba del amor que a todos y a cada uno nos tiene Dios Trino. Yo, cada uno de nosotros, soy amado por Dios. He sido salvado por Jess cuando hace dos mil aos se entreg a la muerte y fue resucitado a la nueva vida. Puedo desconfiar de muchas personas y de m mismo. Pero la Pascua que estamos celebrando me recuerda: tanto me ha amado Dios, que ha entregado por m a su Hijo. Para que creyendo en l y siguindole, me salve y tenga la vida eterna.

Slo si yo no quiero la salvacin o el amor o la luz, quedar excluido de la vida: pero ser yo mismo el que no quiere entrar a la nueva existencia que me est ofreciendo Dios. La Pascua anual que estamos celebrando, y la Eucarista en que participamos, deberan aumentar nuestra fe en Cristo Jess, nuestra unin con l: el que me come permanece en m y yo en l. Y esto dara fuerza y aliento a nuestra vida cristiana de cada da.

La obra de Dios en el mundo es principalmente el amor. Por esto, entrega a su Hijo para que l d vida en abundancia a todos los seres humanos. En la medida en que los seres humanos acogen la vida divina, sus obras se iluminan por la verdad. La defensa incondicional de todos los seres humanos, principalmente de los excluidos y marginados, se convierte en la obra de Dios en el mundo. De este modo, la vida alcanza a todos los seres humanos y los ilumina con la luz de la esperanza. Por lo tanto, si Dios no condena, quienes somos nosotros para hacerlo, Dios nos entreg a su Hijo, no lo dio todo, am hasta el dolor, hagamos nosotros lo mismo.