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Todo para tus fiestas más cerca de ti…. ¡Pídela en todos los puestos de revistas o comunícate con tu voceador¡
Nueva revista: ¡TODO PARA TUS FIESTAS¡ ……
consíguela en tu tienda más cercana o pídela a tu
voceador.
$12.50
Todo para tus fiestas más cerca de ti…. ¡Pídela en todos los puestos de revistas o comunícate con tu voceador¡
Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad,
salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca y
mullida alfombra recién formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus
manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla.
Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado
tener se dijo.
Le salió un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y
un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada
con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable
compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le
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hablaba, le mimaba... Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas calidos... El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloró con desconsuelo. Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente: Seca tus lágrimas, bonita,
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por que acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.
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Geniecillos Holgazanes
Erase unos
duendecillos
que vivían en un lindo
bosque. Su casita pudo haber sido un primor, si se
hubieran ocupado de limpiarla. Pero como eran tan holgazanes la suciedad la hacía inhabitable. -Un día se les apareció la Reina de las hadas y
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les dijo:
Voy a mandaros a la bruja gruñona para que cuide de vuestra casa. Desde luego no os resultará simpática...
Y 'llegó la Bruja Gruñona montada en su escoba. Llevaba seis pares de gafas para ver mejor las motas de polvo y empezó a escobazos
con todos. Los geniecillos aburridos de tener que limpiar fueron a ver a un mago amigo para que les transformase en pájaros. Y así, batiendo sus alas, se fueron muy lejos...
En lo sucesivo pasaron hambre y frío; a merced de los elementos y sin casa donde cobijarse, recordaban con pena su acogedora morada del
bosque. Bien castigados estaban por su holgazanería, errando siempre por el espacio... Jamás volvieron a disfrutar de su casita del
bosque que fue habitada por otros geniecillos más obedientes y trabajadores.
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Erase un mercader tan avaro que, para ahorrarse la
comida de su asno, al que hacía trabajar duramente en
el transporte de mercancías, le cubría la cabeza con
una piel de león y como la gente huía asustada,
el asno podía pastar en los campos de alfalfa.
Un día los campesinos decidieron armarse de palos y
hacer frente al león.
El pobre asno, que estaba dándose el gran atracón,
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rebuznó espantado al ver el número de sus enemigos.
-Es un borrico! -dijeron los campesinos-. Pero la culpa
del engaño debe ser cosa de su amo. Sigámosle y
descubriremos al tunante.
El pobre asno emprendió la gran carrera hasta la
cuadra del mercader; y tras él llegaron los campesinos
armados con sus palos propinando tal paliza al avaro,
que en varios días no pudo moverse. Al menos la
lección sirvió para que aquel avaricioso alimentase a
su asno con pienso comprado con el dinero que el fiel
animal le daba a ganar.
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Un anciano rey tuvo que huir de su país asolado por la
guerra. Sin escolta alguna, cansado y hambriento,
llegó a una granja solitaria, en medio del país enemigo,
donde solicitó asilo. A pesar de su aspecto andrajoso y
sucio, el granjero se lo concedió de la mejor gana. No
contento con ofrecer una opípara cena al caminante, le
proporcionó un baño y ropa limpia, además de una
confortable habitación para pasar la noche.
Y sucedió que, en medio de la oscuridad, el granjero
escuchó una plegaria musitada en la habitación del
desconocido y pudo distinguir sus palabras:
-Gracias, Señor, porque has dado a este pobre rey
destronado el consuelo de hallar refugio. Te ruego
ampares a este caritativo granjero y haz que no sea
perseguido por haberme ayudado.
El generoso granjero preparó un espléndido desayuno
para su huésped y cuando éste se marchaba, hasta le
entregó una bolsa con monedas de oro para sus
gastos.
Profundamente emocionado por tanta generosidad, el
anciano monarca se prometió recompensar al hombre
si algún día recobraba el trono. Algunos meses
después estaba de nuevo en su palacio y entonces
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hizo llamar al caritativo labriego, al que concedió un
título de nobleza y colmó de honores. Además, fiando
en la nobleza de sus sentimientos, le consultó en todos
los asuntos delicados del reino.
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Era invierno, hacía mucho frío y todos los caminos se
hallaban helados. El asnito, que estaba cansado, no se
encontraba con ánimos para caminar hasta el establo.
-iEa, aquí me quedo! -se dijo, de-jándose caer al suelo.
Un aterido y hambriento gorrioncillo fue a posarse
cerca de su oreja y le dijo:
-Asno, buen amigo, tenga cuidado; no estás en el
camino, sino en un lago helado.
-Déjame, tengo sueño ! Y, con un largo bostezo, se
quedó dormido.
Poco a poco, el calor de su cuerpo comenzó a fundir el
hielo hasta que, de pronto, se rompió con un gran
chasquido.
El asno despertó al caer al agua y empezó a pedir
socorro, pero nadie pudo ayudarle, aunque el gorrión
bien lo hubiera querido.
La historia del asnito ahogado debería hacer
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reflexionar a muchos holgazanes. Porque la pereza
suele traer estas consecuencias.
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El Hada soberana de las cumbres invito un dia a todas
las hadas de las nieves a una fiesta en su palacio.
Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y
guiando sus carrozas de escarcha. Pero una de ellas,
Alba, al oir llorar a unos niños que vivian en una
solitaria cabaña, se detuvo en el camino.
El hada entro en la pobre casa y encendio la
chimenea. Los niños, calentan-dose junto a las llamas,
le contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la
ciudad y mientras tanto, se morian de frío y miedo.
-Me quedare con vosotros hasta el regreso de vuestros
padres -prometio ella.
Y así lo hizo; a la hora de marchar, nerviosa por el
castigo que podía imponerle su soberana por la
tardanza, olvido la varita mágica en el interior de la
cabaña. El Hada de las cumbres contemplo con enojo
a Alba.
Cómo? ,No solo te presentas tarde, sino que ademas
lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen castigo!
Las demas hadas defendian a su compañera en
desgracia.
-Ya se que Alba tiene cierta disculpa. Ha faltado, sí,
pero por su buen corazon, el castigo no sera eterno.
Solo durara cien años, durante los cuales vagara por el
mundo convertida en ratita blanca.
Amiguitos, si veis por casualidad a una ratita muy linda
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y de blancura des-lumbrante, sabed que es Alba,
nuestra hadíta, que todavia no ha cumplido su
castigo...
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Un día que el agua se encontraba en su elemento, es
decir, en el soberbio mar sintió el caprichoso deseo de
subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego:
-Podrías tú ayudarme a subir mas, alto?
El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que
el aire, transfor-mándola en sutil vapor.
El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto,
hasta los estratos más ligeros y fríos del aire, donde ya
el fuego no podía seguirlo. Entonces las partículas de
vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a juntarse
apretadamente, volviéndose más pesados que el aire y
ca-yendo en forma de lluvia. Habían subido al cielo
Invadidas de soberbia y fueron inmediatamente
puestas en fuga. La tierra sedienta absorbió la lluvia y,
de esta forma, el agua estuvo durante mucho, tiempo
prisionera del suelo y purgó su pecado con una larga
penitencia.
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Erase un crudo día de invierno. Caía la nieve, soplaba
el viento y Belinda jugaba con unos enanitos en el
bosque. De pronto se escuchó un largo aullido.
¿Qué es eso? Preguntó la niña .
Es el lobo hambriento. No debes salir porque te
devoraría le explicó el enano sabio.
AL día siguiente volvió a escucharse el aullido del lobo
y Belinda , apenada, pensó que todos eran injustos
con la fiera. En un descuido de los enanos, salio, de la
casita y dejo sobre la nieve un cesto de comida.
Al día siguiente cesó de nevar y se calmó el viento.
Salió la muchacha a dar un paseo y vió acercarse a un
cordero blanco, precioso.
¡Hola, hola! Dijo la niña. ¿Quieres venir conmigo?
Entonces el cordero salto sobre Belinda y el lobo
oculto se lanzó sobre él, alcanzándole una dentellada.
La astuta y maligna madrastra, perdió la piel del animal
con que se había disfrazado y escapó lanzando
espantosos gritos de dolor y miedo.
Solo entonces el lobo se volvió al monte y Belinda
sintió su corazón estremecido de gozo, mas que por
haberse salvado, por haber ganado un amigo.
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