Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

12

Click here to load reader

Transcript of Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

Page 1: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

MIGUEL SERVET DISCURSO EN PRO DE LA ASTROLOGÍA CONTRA CIERTO MÉDICO En Obras Completas III. Escritos científicos, Prensas Universitarias de Za-ragoza, Zaragoza, 2005, pp. 257-277. [p. 257] CUANDO DABA en París lecciones públicas de Astronomía, cierto médi-co1 me obligó a interrumpirlas e intentó demoler toda esa ciencia a base de dos argumentos, uno contra la parte de ella que predice los acontecimientos en dependencia de los astros y otro contra la que observa los movimientos celestes por medio de instrumentos.

Con ellos, siendo seguidor de otra persona falta de preparación que había sido su mal informado maestro,2 nada exhibió sino su propia ignoran-cia, pues ambos condenan temerariamente algo de lo que no saben absolu-tamente nada. Sin embargo, ambos presumen de ser, con el beneplácito de los dioses, filósofos y científicos, aunque a juzgar por ese incidente, cual-quiera puede comprobar cuánto han abandonado a sus guías, a Platón y a Aristóteles, a Hipócrates y a Galeno, pues todos estos estuvieron familiari-zados con la Astronomía, mientras que ellos no solo se confiesan totalmente ignorantes en ella, sino que además la atacan con desvergüenza; aquellos la proclaman amiga de la filosofía, y ellos, su adversaria.

[p. 258] Así las cosas, enumeraré ante todo los testimonios de los auto-res que defienden ambas partes de la Astrología, para revisar luego los ar-gumentos en su contra.3 [I. Autores a favor de la Astrología]4 [1. Platón]

1 Según consta en los documentos publicados en el vol. I de esta colección, pp. 36-40, fue Jean Tagault, decano de la Facultad de Medicina de París, quien interpuso recurso extrauni-versitario contra Servet por practicar, según él, la astrología judiciaria y por desacato a su autoridad. 2 Podría referirse a Pico della Mirandola (1463-1494), autor de algún tratado contra la astro-logía y de Cabalistarum selectiora obscurioraque Dogmata, a quien menciona luego en el mismo sentido, pero no es segura esta posible alusión. 3 Esas dos partes, como se advirtió en la introducción, son la astronomía (astrología) divina-

trix o judiciaria, que cree adivinar y predecir el futuro por el estudio de los astros, y la de-

monstrativa o matemática, que los estudia con instrumentos más o menos científicos. Las dos acepciones empezaron a separarse a fines del siglo XVII y principios del XVIII, dándo-les ya la acepción hoy corriente. 4 Como se hizo en la primera traducción y edición de este texto (Alcalá, 1981), se añaden estos breves epígrafes entre corchetes para ayudar al lector.

Page 2: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

El divino Platón en su libro Del reino5 muestra que el circuito de los cie-

los es la causa de la alteración de las cosas terrestres. En Epinomis dice: «A quien ha dominado todas estas lecciones lo tengo en verdad por el más sa-bio», y enseña que los griegos las aprendieron de los egipcios. En el diálogo séptimo de Las Leyes llama al Sol y a la Luna «altos dioses». En el Timeo, ¡buen Dios, cuánta sabiduría!, prueba que estos cuatro elementos inferiores están en los cielos por otra razón: para que unos astros induzcan calor y otros frío.6

Es ahí donde también llama al Sol luz, brillo, esplendor, calor y genera-ción de todo. En ese texto es donde promete que posteriormente dedicará especial consideración a los siete planetas en vista de su significación, pues quienes tratan asuntos de la Física y la Medicina no suelen dirigir su aten-ción a la Astronomía y a otros campos, como dice Galeno en [p. 259] el lib. III de su obra De los días decisivos

7 con las siguientes palabras: «De mo-

mento pensamos investigar no las primeras causas de todas las cosas, lo cual compete a la Astronomía, sino las que conciernen a nuestro propósito». (No dudamos, en efecto, de que Astronomía y Astrología eran lo mismo para los escritores griegos y latinos.)

Platón añade a continuación que a cada especie de los seres vivientes le ha sido asignada una estrella de los cielos. Por fin, en el Critias sugiere que existe una conexión entre los siete planetas y los siete metales, la cual de-termina su influencia en el proceso de generación de todo lo existente.8 [2. Aristóteles]

Pasemos a Aristóteles. En el lib. II de su Física afirma que la Astrología

es más natural que la Geometría, añadiendo que cada hombre es engendrado por sus padres y por el Sol. En los libs. VII y VIII de esa misma Física rela-ciona todas las alteraciones de las cosas terrestres con las celestiales. En su obra Sobre el cielo, lib. II, cap. 10, toma sus argumentos de lo que se dice en la Astrología, dando por supuesto que han sido tratados suficientemente por los astrólogos. En el cap. 12 juzga al astrólogo más digno de veneración que visionario, si por su sed de filosofía ejerce sus dotes incluso exiguas en este campo, y poco después confiesa haber visto Marte eclipsado por la Luna, acontecimiento realmente notable, relatado por Aristóteles precisamente porque ocurre pocas voces.

[p. 260] En este asunto discreparé aquí algún tanto. Pues con unos ami-gos observé el mismo suceso el día 12 de este mes de febrero de 1538. La noche siguiente, Marte quedó eclipsado por la Luna en posición cercana a la estrella llamada Rey o Cor leonis, Corazón de león. En consecuencia, pre-dije que este mismo año sucederá que los corazones de los leones, es decir, los ánimos de los príncipes, se apresurarán a tomar las armas con Marte, y

5 Libro De regno, escribe Servet. Es el famoso diálogo República, en el que Platón trata esto en 10.6l6e. 6 Epin., 992b; Leyes, 7.821b; Timeo, 31-32 y 62. 7 Se trata del comentario galénico al libro de Hipócrates De diebus criticis, que Servet equívocamente cita como de dieb. decret, publicado en español como Sobre los días críti-

cos en el vol. VIII (n.° 307) de los Tratados hipocráticos de BiClGr. 8 Sugerencia acaso muy lejana, pues este brevísimo diálogo, 106-121, trata, como una parte de Timeo, de la destrucción de Atlántida. Las obras de Platón, Aristóteles y la mayor parte de los clásicos están hoy accesibles en español en la magnífica colección de BiClGr.

Page 3: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

que habrá gran devastación a fuego y espada, que la Iglesia sufrirá grande-mente, que ciertos príncipes morirán, y pestes y otros infortunios que ojalá Dios impida. Pero basta de esto.9

En ese mismo capítulo 12 añade Aristóteles que él aprendió de los egip-cios y babilonios muchas cosas dignas de ser creídas acerca de cada una de las estrellas. Lo mismo dice en el cap. 6 del lib. I de su obra Meteorológicos.

También Galeno, en el lib. III de su citado De los días decisivos, enseña que lo que los egipcios predicen observando la Luna le parece digno de crédito. También Josefo escribe en el cap. 16 del libro I de Sobre las antigüedades

de los judíos que Abraham transmitió a los egipcios la Astrología, que él aprendió de los caldeos. Porfirio, astrólogo de gran habilidad, redactó insti-tuciones astrológicas ajustadas a las opiniones de los caldeos.10 Tales de Mileto, Solón, Pitágoras, Demócrito, Platón, y otros que viajaron a Egipto con la finalidad de aprender Astrología y Geometría, también consideran creíble la ciencia de los egipcios.

Es decir, a los mayores filósofos les pareció digno de ser aceptado lo mismo que se les antoja hoy ridículo a ciertos [p. 261] ignorantes. Tan cie-gos están que jamás alzan los ojos a los cielos para poder ver que esa her-mosísima máquina no la creó Dios en vano. Como las mismas Escrituras atestiguan, ¿para qué fueron puestos los astros ahí por el Creador como sig-nos sino para significar? ¿Para qué tal variedad de signos, sino para signifi-car varias cosas?11

Pero vuelvo a la exposición de Aristóteles. En el lib. II, cap. 10, de So-

bre la generación y la corrupción, al investigar las causas de producción y descomposición de los seres terrestres, concluye que se requiere la acción de los cielos en estos menesteres inferiores y que por esta razón convino que sean múltiples los movimientos de los cielos. Añade que la vida y el tiempo de cada mortal son medidos por el circuito de esos movimientos y que todo está determinado por su proporción. Y que el acercamiento del Sol a noso-tros en el Zodiaco es causa de la producción, y su alejamiento, de la des-composición, lo cual también confirma en su obra Sobre el mundo.

En Meteorológicos, enseña en el cap. 2 del lib. I que este nuestro mundo interior es necesariamente continuo a los influjos superiores de los cuales se deriva toda su energía, y en el 3 el mismo Aristóteles, altamente cualificado en este arte, afirma a base de teoremas astrológicos que considera la Tierra más pequeña que otras estrellas, arremetiendo después contra quienes pre-juzgan las ciencias naturales sin suficiente comprensión de tales teoremas.

De hecho, los astrólogos deducen por demostraciones matemáticas la distancia de la Luna respecto a nosotros tanto por la sombra de la Tierra cuanto por sus diferentes aspectos. De lo cual se deduce la cantidad de espa-cio suficiente [p. 262] para contener fuego y aire en la concavidad de la Lu-na, tanto que el filósofo no necesita mejor prueba que esta para afirmar la existencia del elemento fuego.

9 Hace ya bastantes años se comprobó que efectivamente el 13 de febrero de 1538 a las 13 horas, 9 minutos y 21 segundos hubo en París un eclipse, como Servet afirma que él había predicho. Cfr. Giulio Ceradini, Opere, Milán, 1906, I, p. 260. 10 Servet usa en latín la extraña frase un tanto pedante institutiones apotelesmaticas. 11 Servet está aludiendo a las palabras de Gn 1, 14, «Y dijo Dios: háganse luminarias en el firmamento del cielo que dividan día y noche y sirvan de signos y tiempos y días y años».

Page 4: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

En el cap. 6 trata luego sabiamente de los planetas citando a Hipócrates también como perito en este campo y alabando a los astrónomos egipcios. Y en el 7 recomienda observar el firmamento. Igualmente, en los capítulos 4, 5 y 6 del lib. II afirma que a causa de los influjos del Sol y las estrellas su orto y su ocaso producen lluvias y vientos, y localiza los vientos cerca de los lugares en su salida y ocaso sobre el horizonte. Esto lo hace también en su obra Sobre el mundo. Finalmente, en Sobre la adivinación por los sueños

prueba además, a base de lo que los antiguos creyeron sobre ellos, que se da tal adivinación por los sueños, pero que esto se afirma de los astros con mu-cha mayor razón.

Pero dirás: ¿no dejan de suceder muchas cosas que se predicen? En ese mismo lugar replica a esto Aristóteles con las siguientes palabras: «No es inconveniente que no ocurran muchas cosas que se predicen», y aduce para probarlo un paralelo tomado de un campo más obvio, cual es la compa-ración entre la Astrología y la fisiognómica. Pues ni los signos, dice, que se observan en el cuerpo, ni los que en el cielo, como los que anuncian lluvias y vientos, ocurren siempre. La razón es que, si interviene alguna otra altera-ción más fuerte que la que indica el futuro, entonces nada suele seguirse de tal signo. Esto dice él.

Si nuestro logiatra12 hubiera visto esto en nuestra contra, también proba-ría como un primer argumento contra Aristóteles que no hay arte fisiognó-mico, porque continuamente no siempre ocurre lo que los fisiognomistas predicen. Y sería [p. 263] Aristóteles un inepto por haber escrito tanto sobre la fisiognomía. Pero hay que advertir cuán evidentemente enseña ahí el filó-sofo que en los cielos hay signos que presagian las lluvias y los vientos. Algunos de los cuales los vimos en calendarios; pero ya he dicho que no se puede formular un juicio sólo por ellos, pues continuamente concurren sig-nos a ellos contrarios. Sin embargo, un astrólogo experimentado puede compararlos todos y de los más frecuentes y relevantes adoptar indicacio-nes, cosa que hacen también los médicos y los fisiognomistas. No será in-conveniente caer en error, como ocurre en Medicina, ya que todas estas artes son en gran parte conjeturales, cosa que Galeno confiesa por doquier en relación con la Medicina.13

En esto los médicos son más de censurar, por ser tan ciegos en esta ma-teria, pues nada en absoluto hay en la Astrología que no halle paralelo en la parte de la Medicina que ellos llaman semiótica,14 como voy a comentar a continuación. En efecto, ese adventicio factor de conmoción al que se refie-re Aristóteles hace falso el juicio del médico más fácilmente que el del as-trólogo cuando asisten al paciente y consideran las circunstancias externas, pues el astrólogo puede conocer la alteración que ha de sobrevenir, pero no el médico.

12 Servet usa, como a veces hace, un neologismo de su propia fábrica, noster logi atros, que evidentemente no significa 'médico', sino, despectivamente, 'mal lógico'. 13 Se refiere Servet en este contexto al coeficiente de incertidumbre (mal llamado de inde-terminación) que aqueja a todas las ciencias cuando en el comportamiento físico previsto conforme a razonamientos o leyes generales interfiere alguna de las llamadas por Galeno «causas procatárcticas» o adventicias. Ver Jarabes (Syruporum), p. 158. 14 Ea medicinae parte quam vocant simioticem, el arte de interpretar los signos, es decir, la diagnosis y la prognosis. Servet establece una inteligente analogía entre los signos de una enfermedad y los de un horóscopo.

Page 5: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

En una lección pública proporcioné un ejemplo. En cierta ocasión en que todos creían que llovería, yo, juzgando por una inminente conjunción contraria de estrellas, predije [p. 264] que iba a soplar un viento que empu-jaría las nubes. Así también, cuando todos anunciaban tiempo frío, yo, fun-dado en otros indicios en que los autores de almanaques no podían reparar, predije repetida y públicamente que en todo este invierno no haría frío. A muchos les pareció estupendo, pero la realidad demuestra que yo había di-cho la verdad.

Consiguientemente, en modo alguno aprobaré la actitud de quienes se desprestigian a sí mismos además de nuestro arte prediciendo por solo el almanaque.15 De todos los juicios de Astrología los más arriesgados son los que se refieren a las mutaciones del aire, no solo por otros factores, sino por las variadas propiedades de sitios desconocidos, del mismo modo que los médicos desconocen las propiedades específicas de las naturalezas que tra-tan: en sus clases o lecciones curan muy bien al hombre en general, pero no del mismo modo a un Sócrates o un Platón concretos.

Además, Aristóteles, para volver a él, en el lib. XII de la Metafísica dice que la Astrología es muy cercana a la filosofía. Ya lo oyes, muy cercana a la filosofía la que hoy rechazan nuestros «filósofos». Al principio del lib. II de su Sobre la generación de los animales afirma que los cielos son la causa principal de la generación, deduciendo de ello que existe un principio celes-te; y en el cap. 4, que la menstruación de las mujeres se produce en el cuarto menguante de la Luna, con argumentación apropiada, pues hacia el cuarto menguante los fines de los meses lunares son más fríos. Toma nota de esas palabras de Aristóteles, pues nadie fue jamás tan igno-[p. 265]-rante que por simple observación no perciba que los días son más cálidos cuando la Luna está en creciente y en plenilunio que cuando en menguante. Y en el último cap. del libro IV enseña que la Luna, como otro más pequeño Sol, conduce a todas las generaciones y producciones, pues el movimiento de estos astros produce calentamientos y enfriamientos —añade luego— lo mismo que el aire y el viento quedan afectados por el circuito del Sol y de la Luna, por lo que se siguen necesariamente los efectos que se derivan de ellos o radican en ellos.

En su obra Sobre las propiedades de los elementos testifica Aristóteles que mortandades y hambrunas subsiguen a la conjunción de Saturno y Júpi-ter. Y en el cap. 7 de la Política cita a Tales de Mileto, quien por la Astrolo-gía supo una gran cosecha de aceitunas y que por ese motivo se enriqueció. En Sobre el mundo dice que los cielos tienen fuerza y capacidad para deter-minar el nacimiento, la senectud y la muerte, y que los espacios de la vida se miden con sus movimientos. De ellos proceden los milagros de innovacio-nes que se van realizando en momentos estatuidos. De ahí la fuerza de los vientos omnipresentes, los rayos que caen del cielo, las lluvias tempestuosas y arrolladoras.

15 No estará de más recordar que lo que Servet en todo este contexto llama «arte» equivale a lo que hoy llamamos «ciencia», dando a esta palabra, por influencia del excesivo empiris-mo predominante desde el siglo XVII, un sentido mucho más amplio que el que al equiva-lente griego, episteme, estrictamente le correspondía. El «arte» de la Medicina, o de la As-trología, o de la fisiognómica, alcanzan así en su mente un paralelismo análogo a nivel científico.

Page 6: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

[3. Hipócrates]

Pasemos ahora a Hipócrates, padre de la Medicina. En su libro Aires,

aguas y ambientes16 dice que la Astrología contribuye a la Medicina no en

mínima, sino en principal medida, pues quien comprende los cambios de los tiempos y el surgir y declinar de las estrellas preverá y pronosticará cómo va a ser el año. Y quien lo pronostique —continúa— podrá [p. 266] predecir los males que van a afectar a una ciudad y socorrer individual y particular-mente a cada uno sugiriéndole cambiar su ritmo de vida o su dieta. Poco más adelante enseña que conviene evitar administrar ciertas drogas en cier-tos periodos, como el solsticio de verano y el equinoccio de otoño. Del mis-mo modo —añade— hay que atender al orto y la caída de ciertos astros, tales como la salida de Can y de Arturo y el ocaso de las Pléyades, pues, según él, estos causan, por lo general, malestar, cuando durante ellos se ad-ministran fuertes purgas y a cuerpos débiles.

¡Dios inmortal! ¿Con qué ánimo se atreverán a leer a Hipócrates estos médicos ignorantes de la Astronomía? Que imiten a tan gran maestro, quien previendo una peste, como refiere Sorano,17 advirtió a los atenienses y en-viando a sus propios discípulos les fue de gran ayuda, por lo cual ellos le concedieron valiosos regalos y honores. A imitación suya yo mismo advertí este año a los parisinos que me prestaran fe y amonesté a los príncipes cris-tianos para que procurasen la paz o al menos una tregua en este año real-mente ominoso. De esta manera las personas prudentes podrían dominar las estrellas. Yo ya les he dicho lo que debía a todos los cristianos.

De nuevo a Hipócrates. En su obra Sobre la dieta en enfermedades agu-

das nos dice que el médico precisa conocer la salida y puesta de los astros para hacer frente a los cambios y excesos. En su Sobre las carnes enseña que procede del cielo debilitarse, sufrir, morir, todo lo bueno o malo que en el hombre hay.18 El Sobre el parto de ocho meses, que el [p. 267] alumbra-miento se posterga o adelanta según la situación de la Luna al tiempo de la concepción. Aún más datos para apoyar la misma opinión se pueden recoger en sus obras Sobre el insomnio, Sobre las enfermedades, u otras. [4. Galeno]

Pero debemos acudir a Galeno, príncipe de los médicos. Nos bastará su única obra astrológica, Sobre las predicciones por la Luna, escrita en térmi-nos semejantes casi a la que se dice escribió Hipócrates. Pero también al principio del libro I de su Sobre las epidemias, que en la edición hoy común aparece mutilado, nos dice Galeno siguiendo a Hipócrates que solo un mé-dico astrólogo puede prever las enfermedades futuras e impedir que sucedan aconsejando remedios contrarios. La razón estriba en que la condición del aire es resultado de la disposición de los cielos y depende de la constitución 16 Es el escrito hipocrático De aëre, aqua et locibus, que no aparece traducido en la colec-ción de ocho vols. de Tratados hipocráticos de BiClGr. 17 Sorano de Éfeso, un poco más joven que Galeno, escribió De vita Hyppocratis, libro que contribuyó a popularizar la figura del gran maestro de la medicina. Sin embargo, fue más popular por su libro Gymnaecia sobre enfermedades de las mujeres, publicado en texto griego y francés en 1988 como Malades des femmes. 18 El Sobre la dieta, tan citado en Jarabes, se halla en los vols. I y III de BiClGr. El breve tratado Sobre las carnes está incluido en el VIII, y también el Sobre el parto.

Page 7: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

de estos, según Hipócrates mismo nos enseña y Galeno repite tomándolo de su obra Aires, aguas y ambientes, en la cual Hipócrates vincula a la Astro-nomía el conocimiento de todos esos datos, si bien de la mera observación del aire mismo ya pueden ser detectados ciertos indicios, como enseña en el lib. III de Aforismos y en el I de Problemas. Pero mucho más claramente lo inculca Galeno poco después con estas palabras: «Querría que el médico que ignora la Astronomía supiera que en modo alguno sigue a Hipócrates, el cual nos urge a emplear los servicios de la Astronomía por la utilidad de sus predicciones». ¿De veras, pues, nuestros médicos siguen a Hipócrates?...

Galeno nos estimula así con la autoridad de Hipócrates porque no se atrevió a aducir la propia, temeroso de los médicos de su tiempo, como va-mos a ver luego. Hablando con algún mayor atrevimiento dice al principio del lib. III de su Sobre los días decisivos: «Lo que procede sin orden en ma-teria del mundo siempre refiere para su orden y arreglo a [p. 268] un origen procedente de los cielos; en verdad, todas las cosas de este orbe reciben de ellos su ordenación y ornato». Y poco después: «Mucho nos regocija cono-cer el poder de las más altas estrellas, y en particular el del Sol que pulcra-mente embellece y ordena este orbe. La enorme utilidad de la Luna afecta a la sustancia misma de las cosas, más manifiestamente en lo que se refiere a los fenómenos marinos. A la Luna —prosigue— le compete custodiar las etapas de los periodos menstruales de las mujeres, vigilar el curso de la epi-lepsia, acelerar, al parecer, la descomposición de los cadáveres de las bestias salvajes». Y de nuevo: «Los cambios más llamativos ocurren en la conjun-ción del Sol y la Luna; en segundo lugar, en su radiación diametral; en ter-cer lugar, en sus cuartos».

Tales palabras resultan tan claras que nadie jamás fue tan estúpido como para no percatarse por observación de que ocurren mayores cambios en el aire precisamente en torno al tiempo de Luna nueva. De ello concluye, pues, Galeno, citando a Arato:19 «Por eso es justo encomiar a los astrólogos, quie-nes han escrito sobre todos estos detalles sin omitir el más nimio». Os pido, lectores, que comparéis estas palabras con las antes mencionadas de Aristó-teles en que alaba a los astrólogos por su sed de filosofía que los impulsa a investigar hasta los mínimos poderes de los astros. Leed de todo esto en los autores mismos, pues ellos os impresionarán con mucha mayor vehemencia. Y juzgad luego cuán injustamente nos censuran por investigar cada uno de los movimientos de los astros quienes se contentan con saber en general tan [p. 269] solo que los cielos se mueven, pero sin de hecho saber de ello nada verdadero. Me topé con uno que negaba públicamente en su cátedra los va-rios movimientos de los planetas porque basta uno solo para producir el elemento fuego, y se niegan a admitir que los elementos sean movidos por los cielos de otra manera. Los tales, y contra ellos el filósofo disputa, se hacen indignos a sí mismos, al negar cosas tan manifiestas a los sentidos y aceptadas por todos los filósofos.

19 Arato (ca. 315-ca. 245 a. de C.) fue un poeta macedonio cuya única obra que ha sobrevi-vido, Phaenomena, le dio gran fama compartida por Cicerón e incluso por San Pablo, quien le cita en Act 17, 28. En los primeros 757 versos resume la obra en prosa de Eudoxio de Cnido (ca. 390-ca. 340) y en los restantes, 1134, trata del influjo de los climas como signos de los tiempos. Fue publicado en Estrasburgo en 1533 con el título Physica, un ejemplar de cuya edición el ávido Servet debió de leer.

Page 8: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

Al terminar su Sobre los días decisivos, dice Galeno a continuación so-bre los movimientos de la Luna: «Hallamos ser totalmente cierto lo propues-to por los astrónomos egipcios, que la Luna nos puede prenunciar la clase de días que hará, no solo a los enfermos, sino a los sanos, pues si se halla en conjunción con los planetas templados serán buenos, y si con los no templa-dos, serán malos». Todavía da otro ejemplo muy útil para los astrónomos que formulan juicios sobre los que van a nacer, del cual arranca todo su tra-tado Sobre las predicciones por la Luna, no sea que alguien pretenda que no es de Galeno.20 Y tú, lector, procura no leer esto con los ojos de tu mente cerrados «Supón, dice, que al nacer un hombre hay planetas favorables en Aries, pero desfavorables en Taurus. Entonces, a ese le irá bien cuando la Luna esté en Aries, Cáncer, Libra o Capricornio, pero lo pasará mal cuando la Luna ocupe el signo de Taurus mismo, tanto en su aspecto tetragonal co-mo diametral. Del mismo modo, le irá muy mal al comienzo de su enferme-dad cuando la Luna esté en Taurus, Leo, Scorpio o Aquarius, y no habrá peligro, sin embargo, cuando atraviese Aries, Cáncer, Libra o Capricornio».

¡Dios inmortal! ¡Cuántas cosas podría yo inferir de esto si tratara con auténticos versados en Astronomía! Concluyendo [p. 270] ya contra nuestro adversario, dice Galeno: «Si menosprecias lo que les es indudable a los as-trónomos y no pones tu fe en los que lo investigaron, eres, sin duda, uno de esos sofistas que hacen ahora tanto ruido y exiges que se te muestren con razones cosas manifiestamente claras, siendo que, por el contrario, las razo-nes de las cosas ocultas deben buscarse a base de lo que aparece con evi-dencia».

¡Oh, gran Galeno! ¡Oh, idea digna de escribirse con caracteres áureos y verdaderamente profética! Pues esos tales quieren obligarnos hoy a probar con razones que el Sol brilla, por no ver ni esa ni ninguna de las otras cosas que hay en los cielos, ya que jamás observan nada, pero todo lo niegan. ¡Y aún pretenden estar de acuerdo con Galeno!

Pico, también acérrimo enemigo, confiesa que Galeno favorece a los as-trólogos, lo cual estos adversarios niegan vergonzosamente. Pues no enten-diendo realmente sus palabras, tanto nuestro adversario como su preceptor no solo las explicaron incorrectamente, sino que también han despotricado con impudicia contra la Astrología, y ello públicamente. Después los imitó, como un mono,21 alguien que pretendía investigar las causas del llamado «mal napolitano» sin atribuir nada a los cielos, por más que ya el Filósofo, con palabras citadas antes, nos enseñó cuán maravillosos y extraños fenó-menos proceden de ellos, pues de ninguna otra parte puede provenir la pro-ducción de nuevas formas que aparecen. La razón es la misma de que nin-guna combinación de elementos puede producir la aparición de un nuevo fenómeno en el firmamento. Más aún: según Aristóteles los elementos no pueden adoptar ninguna combinación determi-[p. 271]-nada sin ser espe-cialmente dirigidos a ello por los cielos. En verdad, ¿qué otra cosa es la su-

20 No aparece en la lista de obras de Galeno una con ese título, que Servet aduce como De

praedictionibus ex luna. Sí consta, por supuesto, Pronósticos, y también De praenotione

(Perí toū progignóskein prós Epigénen). 21 Aunque Verdú Vicente (1998, p. 107), siguiendo a Tollin (1880), sigue preguntándose quién es este autor a quien se refiere Servet aquí comparándolo con un simio (simia quae-

dam), no parece que quepa duda de que es Fuchs, a quien Servet, en su Apología contra él, acusa de compartir esa misma teoría sobre la sífilis. Ver antes, p. 114.

Page 9: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

bordinación de las causas? Pero dicho sofista, al disputar sobre el concepto de influencia si esta es una cualidad, omitió entrar en la cuestión.

Finalmente, ya que en su tiempo cundía tal plaga de médicos cual la hay hoy día, dice Galeno, jurando por los dioses inmortales, que escribió sobre Astronomía solo coaccionado por ruegos de amigos. No lo hubiera hecho por propia iniciativa, viendo que muy otras cosas, por no decir bagatelas, placían a sus colegas de su tiempo y que estas otras les resultaban trabajo-sas. No obstante, nos asegura que así pudo transmitirnos las verdaderas doc-trinas de los astrónomos, que él reitera haberle sido antes bien conocidas a Hipócrates.

¡Notadlo bien vosotros, que interpretáis a Hipócrates ridículamente! ¿Por qué él no enumera todos los días sino a causa de la Luna, como afirma Galeno, quien también temía hablar de Astronomía? Por la misma razón, al final del lib. X de su obra Sobre el uso de las partes del cuerpo afirma no atreverse a tratar de Astronomía o Geometría para no hacerse odioso a los tan ineptos médicos de su tiempo.

¿Tendremos nosotros que quedarnos mudos en el nuestro, como Galeno, por miedo a ellos? Por el contrario, proclamaremos la verdad, subrayando cuánto han degenerado de sus predecesores. Por el Dios inmortal juro con Galeno que solo a instancias de amigos me he dedicado a las Matemáticas, a pesar de hallarme totalmente inmerso en la Medicina. Sabía que iba a tener que habérmelas con tamaños monstruos. Pero ahora, una vez descendido a la palestra,22 estoy dispuesto a mantenerme firme. [p. 272] [II. Argumentos y respuestas]

Voy, pues, a citar los argumentos de mi adversario. Y voy a responder-les de manera tal que ambos se vuelvan contra él.

Primer argumento. Si los astrólogos yerran tantas veces, y no predicen sucesos verdaderos, y profieren preceptos inconsistentes o inoportunos, y se muestran ellos mismos ilógicos y contradictorios, tal Astrología no es arte. Si mienten con frecuencia y no dicen verdad, tal Astrología no es arte.

Segundo argumento. Si la predicción de futuro del horóscopo es cierta, es necesario que el astrolabio no engañe ni a la dióptrica ni al ojo. Ahora bien, si no engaña ni a una ni a otro, se sigue necesariamente que los cielos permanecen inmutables y que se muestran al ojo a la vez desde todas las direcciones. Para que esto suceda, es a su vez imprescindible que nada sea como es.23 En consecuencia, para que la predicción del horóscopo sea cierta, resultará imprescindible que las cosas no sean como son.

Sigue mi respuesta.

22 Sobran facilonas elucubraciones, como las de Tollin y Verdú Vicente, sobre que con esta frase pueda aludir Servet a las corridas de toros o a la arena martirial de los primeros cris-tianos. In arenam descendere es frase latina de acreditado uso clásico. Bello final: stabo

viriliter. Al traducirla hoy, quitémosle machismo. 23 Servet reduce el argumento adverso a un silogismo per absurdum, que supondría la in-movilidad del cosmos a fin de hacer posible un horóscopo seguro y absolutamente cierto. Va a despejarlo recurriendo a la relatividad de la ciencia, incluso la basada en las leyes fijas de la naturaleza.

Page 10: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

¡Qué lindamente se embarulla y complace en bagatelas este sofista con sus pueriles argumentos! Plenamente ineptos son todos sus entimemas,24 de los cuales ha amasado estos silogismos hipotéticos, el primero de los cuales ya fue refutado por Aristóteles.

[p. 273] Veo que el adversario no conoce la diferencia entre los precep-tos universales, por los que tiene consistencia la ciencia, y los juicios parti-culares, de suyo siempre inconsistentes. Los preceptos de Hipócrates en el libro De los pronósticos son consistentes; pero partiendo de ellos dos médi-cos juzgarán las cosas de manera distinta y aun diametralmente opuesta. Partiendo de unas mismas leyes dos jueces emitirán diversas sentencias en la misma causa y aun diametralmente opuestas en virtud de diferentes conje-turas, diferentes prejuicios, diferentes influencias y diferente erudición. ¿Se derribarán por ello las leyes o los preceptos de Hipócrates? ¡En absoluto! Por la misma razón, los preceptos de los astrónomos cualificados son en sí mismos consistentes, pero no lo son los juicios particulares formulados a base de ellos según las conjeturas de diversos hombres.

Se deduce de aquí que es inválida la conclusión del primer entimema, si lo que pretende el adversario es condenar los preceptos de la ciencia en su totalidad. Si lo que intenta es meramente mostrar que solo algunos son erró-neos, se lo concederé de buen grado, pero quedará ilesa la ciencia misma.25

Pero con ello ya habrá errado también en las bases de su segundo enti-mema, pues en todas las ciencias se dan disensiones y opiniones varias que, como tales, no arguyen imperfección de la ciencia, sino de quienes la practi-can. Mas esas diversas opiniones, por el contrario, al fin terminan por hacer adelantar la ciencia misma, como en el lib. XII de su Sobre los seres celes-

tes enseña muchas veces Pontano hablando contra Mirandola.26 Lo único que acaso se puede concluir [p. 274] de los errores es que no son muy peri-tos en su ciencia quienes yerran con tanta frecuencia.

Con tanta, digo, pues a veces, aun habiendo sido observado todo por una persona altamente experta, el hecho no acaece, lo cual ocurre también en Medicina, según el testimonio de Hipócrates en uno de sus Aforismos: «Si pasa que no se tiene éxito a pesar de hacer todo conforme a razón», etc. En efecto, son conjeturas las más de las veces lo que usamos al diagnosticar y predecir. De hecho, si todo lo intuyéramos con evidencia, hombres no se-ríamos, sino dioses. Procede, pues, admirar la sabiduría de Dios, reconocer nuestra limitación, y no condenar la ciencia.

En cuanto al segundo argumento. El segundo encierra también mucho de estupidez, pues queriendo el adversario aparecer perito en Matemáticas deli-ra puerilmente.

24 Entimemas no son, como parece indicar Tollin y acepta Verdú Vicente, «acusaciones lógicas», que, si lo fueran, derrotarían a Servet, sino argumentos a los que les falta una premisa, por lo cual difícilmente tienen validez lógica. 25 Recuérdese que traducimos como ciencia lo que Servet, conforme al estilo de su tiempo, llama arte. En el de hoy no tendría sentido decir que los principios del arte son inmutables. 26 Servet se complace no solo en disertar contra algunos de sus contemporáneos, sino en aprovechar las enseñanzas de otros a quienes admira. Lo hace en Teología, y ahora en este breve excursus sobre metodología de la ciencia. Giovanni Pontano (1426-1503), el relevan-te humanista, poeta e historiador que sirvió a los reyes renacentistas de Nápoles, escribió entre otras obras las astronómicas Urania y De rebus coelestibus, a cuya edición de Vene-cia, 1518, podría referirse Servet. Defensor de la Astrología, responde a las críticas de Pico della Mirandola.

Page 11: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

En primer lugar, se puede hallar un horóscopo sin astrolabio, pues si veo el Sol naciente y me es conocido su grado por el calendario o de otro modo, ya está hallado el horóscopo. Por eso, en la Geografía enseñé que la línea meridiana puede ser hallada de cuatro maneras.27 Una vez hallada, se cono-ce la hora meridiana, y después el horóscopo.

Pero ¿será menester, como exige esa persona, que en cualquier hora en que yo quiera encontrar un horóscopo por astrolabio, bien por la altitud del Sol bien por la de alguna otra estrella, tengan los cielos que permanecer in-muta-[p. 275]-bles? Así le parecerá a un ignorante, pero no a un filósofo, pues según testimonio de Aristóteles contra Empédocles en el cap. 6 de su Sobre el sentido y lo sensible, y según el cap. 7 de su Sobre el alma, el rayo de Sol ilumina todas las partes de un mismo espacio recto no a través del tiempo, sino en un momento de tiempo, como hace la vista. En consecuen-cia, no es imaginable que el Sol, fijo ahora en el meridiano, vaya a apartarse de él antes de que sus rayos puedan alcanzarnos a nosotros, ya que, de hecho, vemos que en ese mismo momento de tiempo sus rayos penetran por las aberturas en las secciones del astrolabio.

Pero supongamos que no fuera en el mismo momento de tiempo. ¿Se de-rrumbaría la ciencia por eso? ¿Solo nosotros estaremos obligados a trazar las líneas de un punto a otro sin error? El adversario apunta a la mota en mi ojo, y no a la viga en el suyo, pues su argumento se puede retorcer en su contra así: si la cura de un médico es segura, será necesario que el medica-mento tenga igual proporción de cualidades contrarias a las que tenga la enfermedad además de su propio temperamento.28 Ahora bien, para ello será menester que esas tres proporciones le sean conocidas al médico a la perfec-ción. Luego las cualidades de los elementos deberán serle perfectamente observables y medidas con precisión.

Mas sabemos muy bien que no es imprescindible que así sea, pues en sus obras Sobre los temperamentos y El arte médico

29 nos enseña Galeno

que tan solo conocemos nuestros temperamentos por lejanas conjeturas y que, incluso cuando se conocen, no se sabe calcular sus proporciones. Del mismo modo concluyo yo que no es imprescindible que los [p. 276] cielos permanezcan inmutables,30 pues desde el momento en que el médico conje-tura sus remedios hasta el en que son retirados ya habrá ocurrido alguna mutación en la enfermedad porque los cielos se mueven, de lo contrario tendríamos que mandar a los cielos y a la enfermedad que permanezcan in-móviles entre tanto. Quizá mi adversario desconoce aquello que escribió Hipócrates: «Pero la ocasión es imprevista». Luego, aunque imprevisto se les presente aquel momento del tiempo a los astrólogos, al igual que a los médicos, no hay razón para dar por derribada una ciencia más que otra.

27 Evidentemente, se refiere a su edición de la Geografía de Ptolomeo. En las últimas pági-nas transcribe las mismas de la de Pirckheimer, que por tal motivo no han sido publicadas en esta nuestra, que tratan de esos procedimientos. 28 Se traduce por «proporciones» lo que en latín llama Servet «números» de las cuatro cua-lidades cuya diversa mezcla, según la teoría aristotélico-galénica, constituye el tempera-mento de cada individuo. 29 Dos obras de Galeno bien conocidas y muy citadas por Servet en Jarabes: De tempera-

mentis (Perí kráseon) y Ars medica (Téchne iatriké). 30 Se hace notar en el texto latino correspondiente que en esta frase falta un non: coelum

quiescere non esse necesse, sin el cual caería por su base toda la argumentación de Servet.

Page 12: Miguel Servet - Discurso en Pro de La Astrología

Más aún. Más repentinamente se les presenta a los médicos que a los as-trólogos, pues estos observan cosas visibles, mientras que aquellos auscultan partes internas del cuerpo que les siguen siendo ocultas, lo cual explica que, por lo general, yerren con mayor coste de vidas, precisamente por ignorar la Astronomía.

La otra parte del argumento que mi adversario añade es de insoportable ignorancia. Dice que, si el astrolabio no miente, es necesario que el cielo se le muestre al ojo de todas las partes. ¿Qué oigo? ¿Será necesario escalar una montaña y mirar el horizonte alrededor en todos los sentidos? ¿No se puede hallar un horóscopo viendo una estrella desde cualquier ventana? ¡Por Hér-cules! Todo esto lo saben aun los más rudos en Matemáticas, y demuestra la desvergüenza de quien se atreve a oponérsenos con un argumento de este fuste.

No debería omitir aquí lo que otro médico le objetó a un astrólogo que, debiendo ir en barco a Rouen, habiendo predicho para otros, no predijo para sí mismo y la nave zarpó dejándolo a él en tierra. Pero poco después, cuan-do ese mé-[p. 277]-dico enseñaba cuáles son los síntomas del llamado mor-bo gálico e indicaba a sus oyentes cómo cuidarse de las mujeres infectas, cayó sobre una cuya enfermedad no percibió y ni se dio cuenta de que que-dó infectado ni se pudo curar el creciente bubón inguinal. Así, ni el médico ni el astrólogo pueden proveer para sí mismos cuando para tales conjeturas se precisa una mente libre de afectos.31

Por vuestro provecho, oyentes, he querido recoger estas sugerencias nunca antes ofrecidas por nadie, para que tengáis cómo defenderos si al-guien de esa ralea se atreve a atacar nuestra ciencia.

Adiós.

31 Como se ve, Servet termina este breve escrito de costosa polémica con una mezcla de chistoso humor y de seria moraleja. Atractiva fórmula de subrayar su erudición con conce-siones a la galería.