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    Ministerio de la mujer en la iglesia Samuel Prez Millos

    Introduccin

    A) La mujer y su ministerio desde la creacin hasta Pentecosts

    1. La mujer en la creacin

    2. La mujer en la cada

    3. El ministerio femenino en el Antiguo Testamento

    4. El ministerio femenino desde el nacimiento de Jess hasta Pentecosts

    B) La mujer y su ministerio en la Iglesia cristiana

    1. La igualdad en el plano salvfico

    2. La mujer en el sacerdocio cristiano

    3. La mujer en la recepcin de los dones espirituales

    4. La mujer en el diaconado de la iglesia5. La mujer en el ministerio de enseanza

    6. La mujer en el ministerio proftico

    7. Aspectos controversiales en el ministerio pblico de la mujer en la iglesia

    a) La enseanza de la mujer en el ministerio pblico en la iglesia

    b) La oracin pblica de la mujer en la iglesia

    C) Conclusin final

    Bibliografa

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    Samuel Prez Millos 1

    Cuando se trata de definir principios de vida cristiana y de prcticas eclesiales ha derecurrirse a la nica fuente de autoridad que es la Palabra. Todo lo que tenga que ver con laiglesia y su ordenamiento interno debe sustentarse sobre principios bblicos. Cada aspecto

    de la dinmica eclesial est regulado por la Escritura, que es inerrante, como escritosinspirados por Dios. As debe ocurrir tambin en todo cuanto se relacione con el ministerioeclesial y, dentro del mismo, con el que corresponde a las mujeres en la congregacin.

    El ministerio femenino y su praxis eclesial ha suscitado multitud de conflictos entrecristianos, al afirmarse en posiciones que, muchas veces, son diametralmente opuestas,considerando cada uno su posicionamiento como el nico vlido a la luz de la Palabra. Estodemanda un planteamiento inicial antes de entrar en el tema de este artculo, que podraformularse a modo de interrogante: Si la Escritura tiene una sola interpretacin, cul esla razn para la diversidad de opiniones sobre este tema?. Evidentemente todos los quecreen en la inspiracin plenaria, aceptan que la Biblia tiene una sola interpretacin. Elpensamiento del Autor de la Escritura es uno slo. En la mente divina haba undeterminado plan, con objetivos concretos cuando fue comunicado el mensaje a transmitirpor el escritor humano elegido para ello. Por qu, pues, la diversidad de interpretaciones?Sin duda la problemtica interpretativa no est en el texto a interpretar, sino en el intrpreteque lo hace. Si el texto bblico es absolutamente objetivo, la labor del intrprete no deja deser -en alguna medida- subjetiva. Esta subjetividad est ms acentuada en cuestiones queno son de doctrina fundamental, entendiendo como fundamental aquella doctrina quetiene que ver con Dios y su obra, y sobre la que descansa la base absoluta de la fe. Debedistinguirse entonces en la revelacin doctrina fundamental y no fundamental, sinque ello minusvalore cualquier asunto de la Escritura, ya que es parte de un todo nico: larevelacin de Dios. Otra cuestin importante tiene que ver con lo que es absolutamentepreciso y que una interpretacin gramtico-histrico-literal permite establecer sindificultades su significado, y lo que permite con objetividad abrir diferentes caminos alsignificado del texto. En este caso estamos ante cuestiones opinables, cuyas diferenciaspueden sustentarse sobre bases bblicas, conforme al discernimiento del intrprete. Seaprecia, pues, un condicionante humano en la interpretacin bblica basado en el propiointrprete. No existe ningn exgeta que no est condicionado por su entorno, bien seasocial, eclesial o teolgico. Las circunstancias sociales hacen que en determinadosmomentos los eruditos bblicos se hayan decantado por una posicin y en otros por otra.Los condicionantes denominacionales son an mayores. La posicin tradicionalmenteaceptada para cuestiones opinables, condiciona profundamente el pensamiento delintrprete que ir al texto para encontrar en l el apoyo a lo que siempre se ha enseado,en el medio en que desarrolla su vida eclesial. Todava mayor es el condicionanteteolgico, influenciado por la escuela teolgica con la que el intrprete se identifica. Enfin, numerosos condicionantes conducen al ms honesto de los intrpretes a conclusionesque difieren de otros igualmente fieles a la Palabra. En cuestiones de prcticas eclesialesnadie debe reclamar el derecho a poseer la nica interpretacin correcta, desechando comoerrneas todas las dems.

    Con estas reflexiones introductorias se pasa a las consideraciones que siguen. Tan sloindicar, antes de entrar en el tema, que no se pretende establecer ningn principiodogmtico que defina y defienda radicalmente una determinada posicin en relacin con el

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    mismo, sino ms bien el objetivo de lo que sigue es abrir un camino de reflexin,sustentado en bases bblicas, para que el lector dedique tiempo a la consideracin personalde este asunto, con un espritu de comprensin que exprese su madurez espiritual.

    A) La mujer y su ministerio desde la creacin hasta Pentecosts.

    1. La mujer en la creacin

    El ministerio femenino est estrechamente ligado al concepto bblico de autoridad. Porello es preciso tomarlo desde los orgenes, especialmente desde la primera mencin bblicaque orienta el desarrollo del pensamiento a lo largo de toda la Escritura.

    En la enseanza sobre la creacin, los dos primeros captulos del Gnesis expresan, noslo la realidad creadora, sino tambin la mentalidad creadora. Es decir, el pensamiento yvoluntad de Dios en el acto creador. Entre lo creado toma importancia capital el hombre,como corona final de la creacin y gobernante supremo, por delegacin divina, del planetaTierra. Dios determino en un acto de intimidad divina la creacin del ser humano (Gn.1:26). El distintivo principal fue una creacin a imagen y semejanza de Dios La imagentiene que ver principalmente con el carcter moral; la semejanza con el ejercicio deautoridad. No debe olvidarse en esto que cuando Satans pretendi desarrollar su planpecaminoso de oposicin a Dios e independencia de l, prendi poseer un trono y sersemejante al Altsimo (Is. 14:14). La semejanza para el hombre se expresainmediatamente en el texto del Gnesis: y seoree... en toda la tierra. La idea divina enla creacin no fue la de un ser colectivo o una persona colectiva, hombre-mujer, que

    luego sera desdoblada por Dios para, en un momento determinado, proceder a laconcrecin de los dos seres varn y hembra- argumento del evolucionismo testa- sinoque la voluntad de Dios fue que los hubiera desde el principio. Con toda claridad se lee: Ycre Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo cre; varn y hembra los cre (Gn. 2:27). La designacin del trmino adam, traducido como hombre en este textotiene que ver con un colectivo que designa la especie humana, que en realidad se inicia porel primer parvarn y hembra. El paso del plan divino a la realizacin efectiva se lleva acabo en un proceso en el cual es creado primeramente el varn de la raza humana.Establecida su residencia en el huerto de Eden, avanzando el tiempo histrico de lahumanidad medible ya desde la Tierra, Dios hace una advertencia de imperfeccin en lasoledad del varn solo. Del era bueno (heb. k tb) (Gn. 1:31), al no bueno (heb.

    loa tb) (Gn. 2:18). La razn de esa imperfeccin consiste en la falta de ayudaidnea para el varn (Gn. 2:20). La perfecta creacin no provea conque satisfacer lanecesidad de relacin del hombre con alguien igual a l. La idea de ayuda idnea (heb.aezer kenegd), es a la literalidad del hebreo, ayuda semejante a l, o tambin ayudacomo a l conviene. Cul era, sino la principal, una de las causas de la necesidad deesta ayuda idnea? La respuesta no puede ser otra que la de un compartido ejercicio deautoridad en el gobierno del mundo, puesto en manos del hombre, esto es, tanto delvarn como de la mujer.

    La autoridad y su ejercicio haba sido determinado por el Creador para amboselementos de la especie humana, tanto para el varn como para la mujer. El texto bblico es

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    claro: Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; y llenad la tierra, ysojuzgadla (Gn. 1:28). El Seor les otorga el don de la fertilidad para que transmitan laherencia biolgica y engendren nuevos elementos a la raza humana, y la capacidad de

    gobernar enseorendose de la tierra y de las criaturas que haba en ella. Es notableobservar el plural conque el Creador expresa esa determinacin. Por tanto, el ejercicio deautoridad en los albores de la humanidad, cuando sta no estaba afectada por el pecadorecae igualitariamente tanto en el varn como en la mujer.

    Esto no impide que se mantenga el ordenamiento csmico conforme a la economadivina para el mundo, segn Pablo lo ensea: Pero quiero que sepis que Cristo escabeza de todo varn, y el varn es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo (1Co. 11:3). El sentido de cabeza implica ms bien la idea de responsabilidad o deconduccin, que de autoridad, aunque pudiera comprenderla. La principal orientacin deesa relacin tiene que ver con la subordinacin, esto es, la aceptacin de un ordendivinamente establecido. Todo ello basado en el mismo rango creacional, en el cual, elvarn, creado primeramente, es imagen y gloria de Dios, mientras que la mujer formadadel hombre, lo es a imagen y semejanza de ste; de igual modo que el varn no fue creadopor causa de la mujer, esto es, para ser su ayuda idnea, sino la mujer por causa del varn(1 Co. 11:7-9).

    En un mundo sin pecado, el ejercicio de autoridad haba sido entregado en manos delhombre, tanto del varn como de la mujer, por expresa voluntad divina. La condicin sinpecado de la primera pareja traa aparejado la aceptacin de subordinacin de la mujer alvarn, voluntariamente como acatamiento de la voluntad de Dios.

    2. La mujer en la cada.

    De un estado de perfeccin y obediencia se pasa, a causa del pecado, a otro totalmenteopuesto, de imperfeccin y rebelda. La mujer cede a la tentacin diablica y sutil e induceal varn a pecar junto con ella. No cabe duda, a la luz de la enseanza general de la Biblia,que la cada fue inducida para la mujer y voluntaria para el hombre (1 Ti. 2:14). Laseduccin diablica propuso a la mujer subvertir el orden establecido, no tanto el principiode autoridad, sino dejar la posicin subordinada para alcanzar la cima en el sistema queDios haba determinado. La introduccin del pecado distorsiona el equilibrio divinamenteestablecido y afecta absolutamente al gobierno del mundo, que pasa a manos del tentador,de quien vinieron desde entonces a ser los reinos del mundo y su gloria porque a l lefueron entregados (Lc. 4:6).

    Dios intervino entonces para sostener el principio de ordenamiento que l habaestablecido. Lo tiene que hacer desde la sujecin en lugar de la voluntariedad, ya que elhombre, en razn de la naturaleza cada se hace desobediente e incapaz de acatar lavoluntad de Dios, para someterse al poder esclavizante de la carne y del pecado (Ef. 2:2-3;Ro. 8:7). La intervencin divina sujeta a la mujer bajo la autoridad del hombre, en unarelacin semejante a la autoritativa de ste sobre la creacin: ...tu deseo ser para tumarido y l se enseorear de ti (Gn. 3:16). La que hubiera sido compaera e igual alhombre, en su estado de inocencia y perfeccin, qued puesta bajo sujecin a l. Eltestimonio de la consecuencia del pecado se aprecia en la degradacin y servidumbre de la

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    mujer por estos miles de aos, desde la cada; y de la cual slo la obra poderosa de Cristoen la salvacin y la regeneracin del Espritu la puede libertar. Los mismos apstolesconsideraban, en alguna media, que si el marido no poda despachar a su mujer por alguna

    causa sin ms que entregarle una carta de repudio, no era conveniente casarse (Mt. 19:10).La relacin familiar queda transformada pasando del amor a la posesin, por lo que amary cuidar se convierte en desear y dominar. El ejercicio de autoridad quedadistorsionado, como todo lo relativo al hombre, a causa del pecado.Baste citar, a modo de ejemplo, la violencia de la situacin a que llega la sociedad engeneraciones prximas a Adn, entre la que destaca la advertencia que Lamec hace a susdos mujeres recordndoles que no tena ningn reparo en matar a quien se opusiese a susdeseos o contradijera sus decisiones, hablndoles de su espritu vengativo (Gn. 4:23-24).Queda, pues, evidenciado el miserable estado de autoridad en que el pecado habaconvertido un regalo de Dios para su criatura.

    3. El ministerio femenino en el Antiguo Testamento.

    Dios establece para s un pueblo con un propsito testimonial. Haban de manifestarante el mundo la tica divinamente establecida haciendo visible en su modo de vida, lamoral que Dios determinaba en Su ley. Este pueblo se conduca por medio de unaespecfica reglamentacin que recibi en el Sina. Pero, anteriormente a ello, ya haba unaprovisin de enseanza y conducta que el pueblo mantena an en el tiempo de laesclavitud, y posteriormente durante las primeras jornadas en el desierto.

    En el pueblo de Israel haba un notable ministerio, esto es, servicio femenino. Mara, lahermana de Moiss y Aarn, se la llama profetisa (heb. h-nbyah) (Ex. 15:20), sinduda en razn de ejercer algn ministerio proftico departe de Dios para el pueblo, a modode un carisma especial y sobrenatural. Mara diriga tambin el canto de alabanza del grupofemenino respondiendo al salmo de su hermano Moiss (Ex. 15:21).

    De igual modo en tiempos de los jueces hay mujeres ejerciendo el liderazgo en elpueblo de Israel. Es notorio la referencia a Dbora, mujer de Lapidot (Jue.4:4-5). Se dicende ella cuatros cosas: a) que gobernaba a Israel; b) que era una mujer; c) que era profetisa;d) que ejerca autoridad en la nacin. Podr sugerirse que tal circunstancia se produjo en untiempo de dificultades espirituales y que, por tanto, excepcionalmente se manifestabatambin en el ejercicio de autoridad de una mujer. Pudiera admitirse esto comoargumentacin vlida para su condicin de juez, pero no lo es en relacin con su ministerioproftico. Bien sea en el sentido tcnico de la palabra, como portadora de mensajes de Diospara el pueblo, como en el genrico de enseanza de la ley de Dios a la nacin. Laevidencia es que el ejercicio de autoridad se estaba ejerciendo por una mujer con elconsentimiento divino.

    Un tercer nivel de ministerio femenino en el Antiguo Testamento lo constituan lasmujeres que servan en el tabernculo. No hay evidencias bblicas que permitan determinaren que consista su misin, y si esta era ms que de adoracin y prctica de culto. Si setrataba de una actividad no era, sin duda, ejercicio de autoridad, sino de servicio. Pero, lodestacable es que en un contexto en el que la mujer era considerada un elemento de

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    segundo nivel, hay mujeres sirviendo en el entorno del santuario. Desde la construccin deltabernculo, en tiempos de Moiss, pasando por el perodo de los jueces, haba mujeres quevelaban a la puerta del tabernculo de reunin (Ex. 38:8; 1 S. 2:22). Algunas versiones

    traducen el texto de xodo como las milicias femeninas que prestaban servicio a laentrad de la Tienda de reunin1. Sobre esto escribe H. B. Pratt: La frase mujeres demilicia sagrada es difcil pero muy interesante, manifestando como manifiesta que desdetiempos tan antiguos, las mujeres tenan alguna parte reconocida, y quiz oficial, en elpblico servicio a Dios... En la Versin Moderna la frase se toma prestada de Nm.4:3,23,30,35,43, y 8:24,25, donde se trata de la edad en que los levitas haban de entrar enel servicio del Tabernculo. Esta misma frase tan singular se usa para describir ciertaclase de mujeres, y es tomado del servicio oficial de los levitas, desde los 30 a los 50 aosde edad, parece verosmil creer que desde das de Moiss las mujeres tenan alguna partereconocida y oficial en relacin con el culto de Dios; por difcil que nos sea determinarcul haya sido2.

    Mujeres relacionadas con el ministerio, especialmente el proftico, siguen a lo largodel tiempo hasta los das del nacimiento de Jess, en cuyo tiempo aparece la figura de Anala profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, que no se apartaba del templo, sirviendode noche y de da con ayunos y oraciones (Lc. 2:36-37). Una mujer que hablaba inspiradapor Dios, al estilo de su correspondiente masculino Simen, ya que no cabe otrainterpretacin a la luz del sentido general del trmino en el Antiguo Testamento (Dt.18:18). Su servicio tena que ver con el culto, por cuanto el griego utiliza el trmino que lovincula (gr. latreousa).

    4. El ministerio femenino desde el nacimiento de Jess hasta Pentecosts.

    En el perodo irrepetible de la historia humana entre el nacimiento de Jess y eldescenso del Espritu para la formacin de la Iglesia en Pentecosts, hay pocas peroelocuentes referencias a ministerio femenino. Aparte de las mujeres de su entorno cuandonio, hay un grupo que sostiene su ministerio mediante ofrendas personales, como era elcaso de Mara Magdalena, Juana, esposa de Chuza intendente de Herodes y Susana (Lc.8:2-3). Mencin especial merece la presencia de las mujeres en el entorno de losdiscpulos, despus de la ascensin y hasta el descenso del Espritu. El colegio apostlicose instal en el aposento alto, para dedicarse a la oracin, mientras esperaban serinvestidos de poder de lo Alto como Cristo les haba ordenado (Hch. 1:8, 13). El textobblico es elocuente: Todos estos perseveraban unnimes en oracin y ruego, con lasmujeres, y con Mara la madre de Jess, y con sus hermanos (Hch. 1:14). Sin ningn tipode duda, ya que la exgesis no permite otra cosa, se haba constituido un grupo de oracin.La reunin establecida es una congregacin regular, como indica la frase los reunidos(gr. epi to auto) (Hch. 1:15). En esas reuniones generales estaban, adems de los once,los hermanos de Jess, su madre Mara y las mujeres. La unanimidad de los once se

    1 V.g. Cantera Iglesias.

    2 H. B. Pratt. Estudios crticos y aclaratorios sobre la Sagrada Escritura. Tomo II. El xodo. Nueva York1907.

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    manifestaba en que estos perseveraban unnimes en oracin y ruego (gr. houtoi pantessan proskarterountes homothumadon ti proseuchi); literalmente estaban dedicadosasiduamente a la oracin. Pero, el texto exige que tal unanimidad de propsito se

    extienda a todos los reunidos, incluidas las mujeres. La pregunta surge inmediatamente:Quines oraban?. La respuesta no puede ser otra que todos. Una nueva cuestin seplantea al intrprete: Oraban en voz audible las mujeres en aquella congregacin?. Eltodo del texto en una interpretacin desprejuiciada permite suponer con notable fiabilidadque as lo hacan. El griego es sumamente preciso y claro en la traduccin con lasmujeres (gr. sun gunaixin), caso instrumental asociativo de sun con gun.

    La interpretacin en este sentido es inequvoca para algunos, como lo expresa StanleyM. Horton: Lucas quiere que los gentiles sepan que las mujeres estaban presentes yorando, por lo que las menciona de forma especfica 3 Sin embargo, es interesante laequilibrada frase de Trenchard sobre el texto: No podemos deducir sin ms ni ms de esteversculo que las mujeres orasen en voz alta en la compaa reunida, pero s que suoracin se entreveraba con la de los Apstoles, formando un todo indivisible al subirdelante del Trono4.

    Esta breve panormica desde la creacin hasta Pentecosts evidencia la realidad deministerio femenino en todos los tiempos de la historia humana.

    B) La mujer y su ministerio en la Iglesia cristiana.

    1. La igualdad en el plano salvfico.

    La incorporacin a la Iglesia se produce con la conversin y nuevo nacimiento. En talcircunstancia, todos los creyentes son bautizados en un cuerpo (gr. eis hen smaebaptisthmen); literalmente para un solo cuerpo, es decir, con el propsito de laformacin de un slo cuerpo en Cristo que es la Iglesia (Ef. 1:22). La salvacin es slo porgracia, alcanzndose mediante la fe (Ef. 2:8). El mensaje salvfico es universal y sindistinciones, a todo aquel (Ro. 1:17). Esta universalidad exige el mismo tratamientopara todos. Las distinciones raciales, sociales y personales desaparecen, como ensea contoda precisin Pablo: Ya no hay judo ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varn nimujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo (G. 3:28). El griego es claro a la hora detraducirno hay varn ni mujer (gr. ouk eni apsen kai thlu), donde la declaracin es

    enftica de hecho y no de posibilidad. En Cristo Jess no existen las distinciones queproducen la rivalidad de sexos. No existen, pues, creyentes de primer y de segundo nivel,sino que todos los salvos estn en plano de igualdad en Cristo Jess. El tema es sumamenteimportante y merecera un tratamiento ms extenso en otro trabajo.

    2. La mujer en el sacerdocio cristiano.

    3 Stanley M. Horton. El libro de los Hechos. Miami, 1983. Pg. 20.

    4 E. Trenchard. Los Hechos. Madrid, 1962. Pg. 40.

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    En el progreso de la posicin de los creyentes, el Nuevo Testamento pasa de lamembresa en el cuerpo al ejercicio ministerial del sacerdocio cristiano. La definicin claveest en los escritos de Pedro: Vosotros tambin, como piedras vivas, sed edificados como

    casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Diospor medio de Jesucristo (1 P. 2:5). Los que son piedras vivas son los que han sidoresucitados con Cristo para salvacin, por tanto se est refiriendo a todos los cristianos, sindistincin, tanto varones como mujeres. A estos se les confiere el honor y privilegio de serun sacerdocio santo (gr. hierateuma hagion), con un propsito concreto paraofrecer sacrificios espirituales (gr. anenegkai pneumatikas thusias). El sacerdociouniversal del creyente queda expresado y el aspecto cultual establecido. El propsito deDios para su cuerpo sacerdotal, que lo es tambin universal en la comprensin absoluta detodo creyente sin distincin, es el de ofrecer sacrificios espirituales, como corresponde asacerdotes espirituales, esto es plenamente vinculados e impulsados por el Espritu quecondiciona y dirige su vida y acciones. Los sacrificios del sacerdocio cristiano estntambin especificados en las epstolas. Al creyente se le invita a ofrendar como unsacrificio acepto, agradable a Dios (Fil. 4:18). Se le instruye en la alabanza, expresadaen manifestaciones audibles de gratitud, que son un fruto de labios que confiesan sunombre (gr. karpon cheilen homologountn ti onomati autou) (He. 13:15). Tambinse establece el sacrificio de la beneficencia, la comunin de compartir lo propio con elnecesitado, consistente en hacer bien y en la ayuda mutua (He. 13:16). Finalmente elsacrificio supremo de la entrega incondicional al Seor queda tambin determinado comola manifestacin ms profunda del culto espiritual o racional del sacerdocio cristiano (Ro.12:1).

    Nadie puede negar la universalidad del sacerdocio cristiano, tanto para hombres comopara mujeres y nadie puede negar la ofrenda de los sacrificios espirituales establecidos paraeste sacerdocio, tanto sean hombres como mujeres. Solo elementos condicionantes almargen de la correcta exgesis, llevaran al intrprete a hacer distinciones en el ejerciciodel sacerdocio universal del cristiano, entre hombre y mujeres, en favor de los primeros yen menoscabo de las segundas. En tal caso se privara a la mujer de algn aspecto de suministerio sacerdotal que est en el propsito de Dios para el sacerdocio del NuevoTestamento. Adems, siendo el ejercicio sacerdotal una actividad permanente del cristianocomo sacerdote y adorador, no es posible establecer tampoco, desde el plano de laenseanza bblica, momentos en que el creyente deba o no deba ejercer su ministeriosacerdotal, ya que en ninguna ocasin deja de ser un sacerdote santo y un miembro delcuerpo de Cristo que es la Iglesia.

    3. La mujer en la recepcin de los dones espirituales.

    La edificacin y funcionamiento armnico del cuerpo de creyentes que es la Iglesia deJesucristo se opera mediante la accin del Espritu Santo instrumentalizandolos para ello.Los dones del Espritu no son tanto regalos de la gracia para dotar al creyente en la esferadel ministerio, sino para manifestar su condicin de instrumento en manos del Espritu a fin

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    de llevar a cabo la labor de edificacin que slo puede hacer Cristo, y que ha puesto ahoraen manos de Su Vicario, el Espritu Santo. Los dones permiten y facultan para elministerio. No puede hablarse de ministerio aislndolo de los dones. Cada vez que Pablo

    habla de ejercicio de dones utiliza la palabra ministerio. Igualmente lo hace Pedroexhortando a la disposicin que cada cristiano debe tener como instrumento en manos delEspritu, para la edificacin de sus hermanos (1 P. 4:10). Las listas de los dones aparecenen tres pasajes del Nuevo Testamento (Ro. 12; 1 Co. 12; Ef. 4). Sin entrar en otrasconsideraciones sobre los dones, la enseanza general sobre los mismos puede resumirsemuy sintticamente en los siguientes principios: a) Son dados soberanamente por elEspritu, sin condicionante humano alguno, como l quiere (1 Co. 12:11). b) Son dados,en mayor o menor medida, a todos los creyentes, por tanto, a cada uno en particular (1 Co.12:7). c) Son dados para la edificacin del cuerpo (1 P. 4:10). Algunos dones, aparte de losfundantes, apstoles y profetas, tienen como misin la formacin de los creyentesmediante la enseanza, con el propsito de fortalecerles y consolidarles en la fe, como sonlos de evangelistas, pastores y maestros (Ef. 4:11-16). Los dones son dados para serejercidos y una negligencia espiritual es no ministrar con ellos.

    Una cuestin surge inmediatamente: Existen algunos dones slo para varones?. Larespuesta es obvia, no hay dones masculinos y dones femeninos, sino dones engeneral. Tanto puede ser dotado con ellos un creyente como una creyente. En esto no existediferencia alguna. La conclusin que debe alcanzarse con ello, es que si los dones sondados para la edificacin, han de ser ejercidos para ello. En este sentido el ministeriofemenino, respaldado por los dones recibidos por una hermana, debe ser ejercido en laedificacin del cuerpo, lo mismo que los recibidos por hermanos.

    4. La mujer en el diaconado de la iglesia.

    Debe recordarse que existe una notable diferencia entre dones y oficios. Losdones son dados para ser ejercidos en la Iglesia universal, mientras que los oficios sonrequeridos en razn de la organizacin interna y del funcionamiento de cada iglesia local.Los oficios, conforme a la enseanza del Nuevo Testamento, son los de ancianos ydiconos. Los primeros son los lderes espirituales de la congregacin local y estn enejercicio de autoridad. Los segundos tienen que ver directamente con el servicio y no estnen el ejercicio de autoridad.

    La Palabra establece para los oficios condiciones personales que han de reunir losoficiales de la iglesia, bien sean ancianos o bien diconos. Es, por tanto, unaresponsabilidad que slo puede ser ejercida mientras concurran en el oficial los requisitospersonales establecidos, y debe dejar el servicio cuando se alteren o dejen de concurrir. Eloficio de dicono es ejercido tambin en la iglesia apostlica por mujeres. Un textobblico es elocuentemente claro: Os recomiendo adems nuestra hermana Febe, la cuales diaconisa de la iglesia en Cencrea (gr. diakonon) (Ro. 16:1). Algunos cuestionan sidiaconisa equivala a un oficial de la iglesia o se trataba de otro tipo de servicio ejercidohabitualmente en la congregacin. Es enftica la posicin de F. Lacueva: Est fuera deduda que Febe no era diaconisa en el sentido de ministerio que el trmino dicono tiene,por ejemplo, en 1 Ti. 3:8. Tal cosa ha sido inaudita en la historia de la Iglesia hasta que

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    ciertas denominaciones la han inventado en el presente siglo. En los primeros tiempos delcristianismo se daba este ttulo de diaconisas a ciertas hermanas que, de manera especial,se dedicaban al cuidado de los pobres y de los enfermos, adems de ciertos servicios de

    limpieza, etc. en la iglesia5. Otros optan por una vida intermedia dejndolo como unaposibilidad.6 Sin embargo, un gran nmero de comentaristas opta por entender el trminodiaconisa, como equivalente a oficial al servicio de la iglesia en Cencreas7. Es notable lareferencia las mujeres en las disposiciones establecidas para el oficio de dicono (1 Ti.3:11). Pudiera tratarse de las esposas de los diconos, pero es evidente, como se notar msadelante, que la iglesia primitiva tena mujeres a plena dedicacin en determinadosministerios, por lo que el apstol estara hablando de mujeres diaconisas, aadiendoalgunas condiciones personales ms a las generales para los diconos, que ellas debencumplir (1 Ti. 3:10,11).

    Puede llegarse a la conclusin de que ningn tipo de servicio est restringido a lasmujeres en la iglesia, entre otras cosas en razn de que el servicio no es ejercicio deautoridad. Por servicio podra entenderse desde el cuidado material dentro del lugar dereunin, pasando por la recepcin y acomodacin de visitantes, atencin a nios, e incluso,recogida de las ofrendas y distribucin de la Cena del Seor, por concretar algunosaspectos de los muchos que comprende el servicio en la iglesia local.

    5. La mujer en el ministerio de enseanza.

    Partiendo de que los dones son dados indistintamente a hombres y mujeres, debellegarse a la conclusin bblica de que los dones de enseanza, pueden ser dados a tanto aunos como a otras. En otro apartado de esta reflexin se considerarn las limitacionesbblicas al ejercicio de esos dones, siempre relacionadas con el ejercicio de autoridad,como es el caso de la enseanza. El que ensea ejerce autoridad sobre el enseado. Elmaestro la ejerce sobre el alumno.

    Objetivamente el Nuevo Testamento ofrece referencias a enseanza ejercida pormujeres. Uno de ellos es el relativo a la formacin doctrinal de Apolos. Lucas relata as: Ycomenz a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, letomaron aparte y le expusieron ms exactamente el camino de Dios (Hch. 18:26). Elplural evidencia que la enseanza a Apolos, fuera de la sinagoga, tuvo lugar, con todaprobabilidad en la casa del matrimonio, y en ella intervinieron tanto el marido como lamujer. Por la colocacin de los nombres en el texto griego, en donde aparece primero el dela esposa antes que el del marido, se puede deducir que el nfasis en todos los aspectosrecae ms bien sobre la mujer, tanto en la iniciativa de llevarlo a un lugar aparte, como enla participacin de la instruccin. Es interesante notar que Juan Crisstomo, el pastor

    5 F. Lacueva. Comentario Matthew Henry. Hechos-Romanos-Corintios. Terrassa, 1989. Pg. 365.

    6 E. L. Carballosa. Romanos. Grand Rapids, 1994. Pg. 311.

    7 Entre otros E. Trenchard, Newell, Nygren, etc.

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    principal de la iglesia en Constantinopla alrededor del ao 400 d.C. consideraba quePriscila haba tomado la iniciativa en la instruccin que recibi Apolos.

    Otro aspecto ms generalizado aparece en las pastorales, concretamente en la primeraepstola a Timoteo. Pablo da instrucciones concretas sobre la confeccin de listas de ayudao sostenimiento que la iglesia deba prestar a mujeres que se llaman all viudas. Timoteodeba tener una lista (gr. kataleg) que era una relacin oficial de la iglesia local. Notodas las viudas deban ser incluidas en ella, sino las que superasen los sesenta aos, conbuen testimonio de haber practicado obras piadosas, y haber sido hospedadoras (1 Ti. 5:9-10). Se especula sobre quienes son las viudas a que Pablo alude. Para algunos diaconisas,pero parece improbable por requeir que sean viudas y por su edad. Otros consideran que setrata de viudas con derecho a recibir sostenimiento de la iglesia, tambin muy improbableya que poda haber otras viudas ms jvenes sin amparo alguno, a las que no se poda negarel sostenimiento. Finalmente una tercera opinin, considera que son viudas dedicadas alministerio a pleno tiempo en la iglesia local. Esta tercera va parece la interpretacin msprobable por la referencia que Pablo hace de un tipo de ministerio de enseanzaencomendada a ancianas (gr. presbutidas), que deban ensear (gr. sphronizsin),literalmente entrenar a mujeres ms jvenes en la tica cristiana (Ti. 2:3). Parece que enla iglesia ya organizada haba mujeres dedicadas plenamente al ministerio de enseanzaentre otras mujeres.

    6. La mujer en el ministerio proftico.

    Uno de los dones fundantes, es el de profeca. Tcnicamente se refiere al don dadopara comunicar revelacin de Dios. El profeta reciba un mensaje del Seor y lo transmitacon fidelidad a quienes eran sus destinatarios, siendo guiado en su declaracin yautentificados por l (Ro. 12:6; 1 Co. 14:1-40; Ef. 4:11). Este don era necesario en laiglesia primitiva al no estar completado el canon bblico, ya que la base doctrinal y laprofeca del Nuevo Testamento eran dadas por Dios a travs de ellos (Ef. 2:20). Un aspectodel don de profeca tena que ver tambin sobre predicciones de acontecimientos futuros.Generalizando, el profeta anunciaba a otros la voluntad divina, sea en las prediccionessobre aspectos futuros, sea en el anlisis de las condiciones espirituales del da. El profetano era slo instrumento de prediccin, sino quien entregaba por revelacin divina unmensaje de advertencia, de exhortacin, de instruccin, de juicio, haciendo manifiestos losmensajes de Dios. Un condicionante de enseanza rodea al ejercicio del don: El queprofetiza habla a los hombres para edificacin, exhortacin y consolacin (1 Co. 14:3).Sorprendentemente el libro de Hechos se refiere a mujeres en el ejercicio proftico, comoocurre con las hijas de Felipe, el evangelista, uno de los siete diconos elegidos enJerusaln, cuando dice: Este tena cuatro hijas doncellas que profetizaban (Hch. 21:9).El Espritu, por medio de Lucas, hace saber que, aunque se mencionan generalmente aprofetas varones, la referencia aqu da a entender que algunas mujeres reciban tambin eldon, y lo ejercan: profetizaban. En la iglesia en Corinto, enriquecida por la abundanciade dones del Espritu, tambin hay evidencia de mujeres en el ejercicio del don proftico,aun cuando lo hicieran en forma incorrecta (1 Co. 11:5).

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    Pudiera dar esto lugar a una pregunta: En donde profetizaban?. Las respuestassern siempre subjetivas y condicionadas al pensamiento del intrprete. Para algunosprofetizaran slo en la casa de su padre. Para otros en la congregacin. Como quiera que

    no es posible definirlo bblicamente, debe tomarse lo que est revelado con claridad: quehaba mujeres con don de profeca y que lo ejercan, necesariamente por medio de unministerio oral.

    7. Aspectos controversiales en el ministerio pblico de la mujer en la iglesia.

    Un aspecto importante tiene que ver con la iglesia reunida. Un nfasis claro ocurreen los escritos de Pablo, especialmente a la hora de corregir desrdenes congregacionales,como era el caso de la iglesia en Corinto. Tal situacin condiciona aspectos del ministeriofemenino segn se aprecia en la enseanza de Pablo. Es, pues, necesario establecer quequiso decir Pablo con la expresin os reuns como iglesia (gr. sunerchomenn hmonen ekklsiai) (1 Co. 11:18). La expresin tiene que ver con una congregacin decreyentes, sin limitacin alguna, para el culto. En este sentido la reunin -literalmente eniglesia- se caracteriza por la corporatividad de los creyentes para un servicio sagrado. Hayreunin en iglesia cuando se trata de una convocatoria universal a todos los creyentes dela iglesia local. En tal caso el nmero de congregantes no tiene importancia, porque lo quedefine la reunin no son los asistentes sino la condicin universal para el culto. En cambiocualquier segregacin que pudiera hacerse, bien sea por edad, sexo, condicin, etc. anula lacondicin de reunin en iglesia. Los congregantes, en el segundo supuesto, son iglesia,pero no estn en iglesia. Todas las limitaciones que Pablo establece al ministeriofemenino tienen que ver con la iglesia reunida. Tan slo en esa circunstancia establece elapstol el modo peculiar del ejercicio ministerial de la mujer. Fuera de esa circunstancia,no existen limitaciones al ejercicio del ministerio femenino en todo el amplio sentido de lapalabra.

    a) La enseanza de la mujer en ministerio pblico en la iglesia.

    En la correccin de desrdenes en el culto pblico de la iglesia en Corinto, Pablo tieneque condenar algunas cosas, tales como la intervencin simultnea de varios profetas quese interrumpan unos a otros (1 Co. 14:29ss); la masiva utilizacin del don de lenguas queproduca un estado de confusin (1 Co. 14: 23ss); la incorrecta actuacin de mujerescasadas que tal vez formulaban preguntas en el culto pblico e incluso discrepando de laenseanza entregada, con el pretexto de instruirse mejor. Esto mermaba la autoridad delmarido y su responsabilidad en cuanto a enseanza de la esposa (Ef. 5:29). El maridoquedaba en entredicho. Tal proceder Pablo dice que es indecoroso (1 Co. 14:35). Eldesorden lo califica como cosa indecorosa, usando tambin el trmino para el problema dela oracin y profeca (11:6). Pablo establece all una restriccin: Vuestras mujeres callenen las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que estn sujetas (gr. haigunaikes en tais ekklsiais sigatsan ou gar epitrepetai autais lalei, allahupostassesthsan) Es necesario notar que la prohibicin se establece para las reunionesde iglesia, las congregaciones. Se han dado varias interpretaciones al verbo hablar(gr. lalei). Desde el supuesto rumor que poduciran las mujeres hablando entre smientras se desarrollaba el culto, hasta las hipotticas interrupciones para preguntar en

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    pblico. Cualquier propuesta es fruto de la reflexin y conviccin del exgeta, pero carecende base bblica slida para sustentarlas. Dos cosas son claras en el texto: a) Pablo prohbe ala mujerhablar en culto pblico; b) la reunin es general de iglesia. El verbo aparece

    repetido varias veces en el pasaje, para establecer el silencio en el ejercicio del don delenguas (v. 28) y de los profetas (v. 30). Los dos dones se ejercan en culto pblico y elproftico tena que ver con la enseanza. En base a ello, puede determinarse que el silenciorequerido a la mujer, tiene que ver con el ministerio pblico de la enseanza o exhortacin,cuando la iglesia est reunida. Expresado en forma concreta, a la mujer no le es permitidoensear en la congregacin.

    Sin embargo, dada la problemtica corintia, debiera haber otra instruccin apostlicaque definiera ms concretamente la cuestin de la enseanza pblica por la mujer en lacongregacin, como efectivamente ocurre en la pastoral primera a Timoteo: La mujeraprenda en silencio, con toda sujecin. Porque no permito a la mujer ensear, ni ejercerdominio sobre el hombre, sino estar en silencio (gr. gune en hsuchiai manthanet enpasi hupotagi didaskein de gunaiki ouk epitrep, oude authentein andros, all einai enhsuchia). Dice Ryrie: las mujeres no estn llamadas a asumir el oficio de maestro en laiglesia (cp. 1 Co. 14:34). Pueden ensear en tanto que no usurpen el lugar de liderato yautoridad de los hombres en la iglesia. La intimacin est basada en la relacin entrehombre y mujer en el principio de la creacin 8. La cuestin est en el ejercicio deautoridad que supone la enseanza a toda la iglesia. La doctrina de Pablo es que lasmujeres deben abstenerse de tomar parte en la enseanza o el ministerio de la Palabra enreunin universal de iglesia, pudiendo hacerlo sin limitacin en otro entorno.

    b) La oracin pblica de la mujer en la iglesia.

    Es notorio que las mujeres oraban en las reuniones de iglesia en Corinto. Pablo alcorregir los desrdenes en el culto que ocurran en aquella congregacin, habla de laoracin en pblico: Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta sucabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado (1 Co. 11:5). Es evidente que lasmujeres oraban y profetizaban en la iglesia en Corinto. Como en el apartado anterior, lacorreccin de desrdenes notorio en la congregacin, podra condicionar el significado delo que Pablo quiso decir en esa ocasin. La interpretacin ms clara es que la mujer que orasin cubrir la cabeza lo est haciendo de modo incorrecto. Pudiera entenderse, a la luz de (1Co. 14:34-35), que Pablo no aprobaba ninguna de esas actividades. Sin embargo lo nicoverdaderamente claro en el texto es la prohibicin de hacerlo con la cabeza descubierta.Nuevamente debe recurrirse a un contexto remoto para establecer una regla que permitaposicionarse sobre la oracin en pblico de la mujer, en reunin general de iglesia. Laspastorales viene a dar una respuesta ms precisa. Escribe Pablo a Timoteo: Quiero, pues,que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda (1 Ti.2:8). La palabra griega traducida como hombres (gr. andras), es literalmente losvarones. Pablo establece una condicin para la oracin masculina: limpieza moral.Seguidamente ensea en relacin con las mujeres: Asimismo que las mujeres se atavende ropa decorosa, con pudor y modestia (1 Ti. 2:9). Se observa que en el texto griego,

    8 C. Ryrie. Biblia de estudio. Grand Rapids, 1991. Pg. 1698.

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    ambas proposiciones estn dentro del mismo prrafo, en el que se trata un mismo tema yque comienza en 2:8 y concluye en 2:15. Los versculos 8 y 9 forman parte de una largaoracin separada por el adverbio asimismo (gr. hsauts). El adverbio vincula en el

    texto las dos partes de la oracin establecida, que puede expresarse de este modo: Quieroque los varones oren... asimismo que las mujeres oren. Los primeros deben tener unapreparacin y las segundas otra antes de hacerlo. Contradice esto la prohibicin desilencio a la mujer en la iglesia? No, si se entiende que la prohibicin de Pablo tiene quever con el ejercicio de autoridad, consistente en la enseanza a la congregacin. De ah,que despus de referirse a la oracin establezca de forma clara la prohibicin de enseanzaa la mujer (1 Ti. 2:12). Esto permitira tambin reconciliar las aparentes discrepancias de lacarta a los corintios, en las que Pablo corrige el modo incorrecto de orar y profetizar con lacabeza descubierta, prctica de las mujeres corintias (1 Co. 11:5) y establece la instruccinde guardar silencio, esto es de no intervenir en la enseanza en reunin de iglesia (1 Co.14:34). Llevada la prohibicin de hablar a las mximas consecuencias del literalismo,ninguna mujer podra decir palabra en la congregacin, incluyendo tambin el canto, sinoguardar profundo y total silencio durante el culto eclesial.

    Un elemento de reflexin mas, antes de concluir este punto: La oracin forma parte delministerio sacerdotal de alabanza (He. 13:15). Todo cristiano es sacerdote espiritual, portanto su misin consiste en ofrecer sacrificios espirituales. La oracin es uno de los modosde hacerlo en relacin con el de alabanza y testimonio. La restriccin en la oracinlimitara el ejercicio sacerdotal de la mujer creyente, en algo que no tiene que ver con laenseanza que conlleva aparejado el ejercicio de autoridad.

    La posicin del intrprete sobre el sobre el asimismo de 1 Ti. 2:9, es definitivo paraaceptar o rechazar la oracin de la mujer en la congregacin. Sin embargo,gramaticalmente no se hace violencia alguna al pensamiento del apstol si se vincula con laoracin. Por otro lado, conociendo la forma de escribir de Pablo, sera muy dudoso que enun prrafo en el que est enseando sobre la oracin y la enseanza, introduzca un temadistinto, como sera el del porte femenino, aislndolo del resto del entorno textual prximo.Probablemente estaramos ante la nica excepcin en todos los escritos de Pablo.

    C) Conclusin final.

    A la luz de la Escritura es clara la prohibicin de que la mujer ensee en la reunin

    general de iglesia, en razn del ejercicio de autoridad. Pablo no puede permitir otra cosa,porque es la ley divina que lo prohbe (1 Co.14:34). El pensamiento de Pablo se sustenta enla teologa de la creacin (Gn. 2:18-25). Por ello, ensear, esto es, exponer la Escritura enculto pblico no es permitido a la mujer. Cualquier otra intervencin que no signifiqueejercicio de autoridad, no tiene limitacin en una objetiva interpretacin de la enseanzageneral del Nuevo Testamento.

    Sin embargo, se debe ser consciente que esta conclusin no satisface a todos los quetienen, delante del Seor, la responsabilidad del liderazgo en sus iglesias locales. Laposicin de ellos debe ser en razn de la comprensin que hayan alcanzado sobre estosaspectos, de los cuales habra que profundizar ms, especialmente en lo que significa el

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    ejercicio de autoridad. La decisin que adopten delante del Seor en el ejercicio de suautoridad espiritual, habr recibido el respaldo del cielo (Mt. 18:18). Todos los cristianosen el uso de su libertad, tienen pleno derecho a una va interpretativa diferente a la

    sostenida en este escrito, sin embargo, esa misma libertad le corresponde tambin a losotros. La Escritura no otorga derecho a la contencin, la imposicin ni la descalificacin,en este o en otros temas. La Palabra establece la solicitud del creyente en guardar la unidaddel Espritu en el vnculo de la paz. Cualquier posicionamiento desde la intolerancia, eldogmatismo o el prejuicio es contario a la propia dimensin de la vida en el amor de losunos hacia los otros. Como Pablo escriba: As que, todos los que somos perfectos, estomismo sintamos; y si otra cosa sents, esto tambin os lo revelar Dios. Pero en aquello aque hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa (Fil. 3:14-16).

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