Minería Colonial

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La Minería Colonial La minería colonial de la plata se inició cundo las técnicas de producción fueron introducidas en el Nuevo Mundo para satisfacer la permanente demanda por metales preciosos. Al principio la industria minera formó poco más que una extensión externa del gran boom minero de Europa central de los años 1451-1540. Ciertamente fue entonces cuando una asociación de grandes inversiones de capital con un notable alcance de innovación técnica llevó a la producción de plata alemana a alturas sin precedentes. Los problemas de drenaje fueron resueltos excavando socavones varias millas de longitud debajo de la veta o por la instalación de grandes ruedas de agua y movidas caprichosamente por equipos de hasta mil caballos. Tan temprano como 1451 la invención de fundiciones de plomo facilitó la separación de la plata de los compuestos de plata con los que frecuentemente era encontrada. La construcción de molinos de acuñación impulsada “por el poder del agua o de los caballos” completó el círculo de mejoras. La publicación de De re metallica de G. Agrícola (1556), una obra profusamente ilustrado aceleró la difusión de conocimientos prácticos. A pesar de aquellas evidentes deudas técnicas, la minería colonial de la plata pronto alcanzó una estructura de producción radicalmente distinta de la de sus predecesores del Viejo Mundo. La diferencia en escala fue impresionante. Aunque cuando en su máximo apogeo en la década de 1526-1535, la industria europea se redujo a 350.000 marcos en un año, para el cierre del siglo su producción había caído a 100.000 marcos, apenas una décima parte de la importación de metales preciosos americanos registrados entonces en Sevilla. Igualmente importante fue que, (546) tan temprano como la década de 1550, los mineros en México desarrollaron el proceso de la amalgamación, un barato y simple método de refinar grandes cantidades de minerales de plata de baja ley. En los años inmediatamente posteriores al descubrimiento de Potosí en el Alto Perú, los indios fundían sus ricos minerales en sus propios hornos de arcilla. Entonces otra vez, las demandas de mano de obra de la industria llevaron a las autoridades virreinales a exigir el reclutamiento de trabajo de del campesinado indígena.

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Este es un trabajo de David Brading sobre la minería colonial americana, comparando los procesos mexicanos y peruanos

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La Minería Colonial

La minería colonial de la plata se inició cundo las técnicas de producción fueron introducidas en el Nuevo Mundo para satisfacer la permanente demanda por metales preciosos. Al principio la industria minera formó poco más que una extensión externa del gran boom minero de Europa central de los años 1451-1540. Ciertamente fue entonces cuando una asociación de grandes inversiones de capital con un notable alcance de innovación técnica llevó a la producción de plata alemana a alturas sin precedentes. Los problemas de drenaje fueron resueltos excavando socavones varias millas de longitud debajo de la veta o por la instalación de grandes ruedas de agua y movidas caprichosamente por equipos de hasta mil caballos. Tan temprano como 1451 la invención de fundiciones de plomo facilitó la separación de la plata de los compuestos de plata con los que frecuentemente era encontrada. La construcción de molinos de acuñación impulsada “por el poder del agua o de los caballos” completó el círculo de mejoras. La publicación de De re metallica de G. Agrícola (1556), una obra profusamente ilustrado aceleró la difusión de conocimientos prácticos.

A pesar de aquellas evidentes deudas técnicas, la minería colonial de la plata pronto alcanzó una estructura de producción radicalmente distinta de la de sus predecesores del Viejo Mundo. La diferencia en escala fue impresionante. Aunque cuando en su máximo apogeo en la década de 1526-1535, la industria europea se redujo a 350.000 marcos en un año, para el cierre del siglo su producción había caído a 100.000 marcos, apenas una décima parte de la importación de metales preciosos americanos registrados entonces en Sevilla. Igualmente importante fue que, (546) tan temprano como la década de 1550, los mineros en México desarrollaron el proceso de la amalgamación, un barato y simple método de refinar grandes cantidades de minerales de plata de baja ley. En los años inmediatamente posteriores al descubrimiento de Potosí en el Alto Perú, los indios fundían sus ricos minerales en sus propios hornos de arcilla. Entonces otra vez, las demandas de mano de obra de la industria llevaron a las autoridades virreinales a exigir el reclutamiento de trabajo de del campesinado indígena.

Aquellas diferencias sugieren por lo tanto que, la minería de plata americana ofrecía un menor número de comparaciones con sus antecesores germanos, que con aquella otra gran industria colonial, la producción de azúcar. Las similitudes fueron impresionantes. A diferencia del tabaco o el oro, el azúcar y la plata requieren de un complicado proceso de refinación que únicamente es posible gracias a una considerable inversión de capital. En ambas industrias, los costos del trabajo dominan el sector primario de extracción o cultivo. En ambos sistemas de trabajo desarrollados en América, el primero dependía de la importación de esclavos africanos, el otro, por lo menos en un principio, del reclutamiento forzado de campesinos indígenas. Finalmente, ambos operaban dentro de estrictos límites geográficos, el azúcar era producido mejor en las bajas tierras tropicales y la plata se encontraba de manera más abundante en las altas cordilleras del interior.

Los efectos generales de la producción de plata americana fueron largamente objeto de debate académico. Su rol en la revolución de precios del siglo XVI está aún en disputa. De manera similar, su contribución al comercio europeo con Asia, a pesar del interés contemporáneo, todavía no se la ha sopesado con justicia. Pero para Hispanoamérica, uno no puede dudar de su importancia. Los campamentos mineros y pueblos generaron

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suficiente poder de compra para estimular no solo el comercio trasatlántico y pacífico, sino también, el comercio interno a gran distancia. Potosí, recibía tejidos de Quito, mulas de Buenos Aires, azúcar y coca del Cuzco y aguardiente de Arequipa. Mercaderes así como mineros, construyeron sus fortunas en base a esta industria. Fue la existencia de este sector exportador en la economía colonial del Perú y México, lo que les impidió convertirse en unas simples sociedades agrarias y feudales.

El propósito de este artículo es revisar el estado de los conocimientos existentes sobre la minería colonial de la plata. Nosotros ofrecemos, sin embargo, una guía antes que un catálogo: la atención se centra más en los problemas que en la bibliografía. (547) En áreas donde la información es aprovechable, nosotros avanzaremos una hipótesis.

I. Aspectos Geológicos

Si la historia agraria debe tomar en cuenta los efectos del clima y la formación del suelo, así también, el estudiante de minería debería examinar los registros geológicos. La ubicación y composición de los depósitos de minerales en buena medida determinaron la organización de la industria. En general casi toda la plata americana fue encontrada en las altas cadenas de montañas o cordilleras que se extienden desde Canadá a Chile. Geológicamente, las cordilleras de la Sierra Madre occidental de México y los Andes peruanos se derivan de las erupciones volcánicas de la era terciaria. Fue entonces, aparentemente, cuando el magma se introdujo en los múltiples defectos y cavidades de la corteza terrestre. Enfriado, el magma argentífero se cristalizó en la mayor parte de las venas fisuradas de diversa concentración de plata. Aquellas formaciones fueron tan variadas y particulares en su distribución, profundas e inclinadas como las montañas las cuales las encierran. El volumen de aquellos minerales primarios tomó la forma de compuestos de baja categoría, pero cerca a la superficie los efectos prolongados de la erosión tendieron a aislar el mineral en partículas de plata nativa o a oxidarla, asociándola en último caso, con minerales suaves rojizos conocidos por los mineros coloniales como colorados o pacos. Además, la incesante filtración de agua de lluvia trajo una considerable porción de aquellos minerales oxidados debajo del nivel de agua, allí se precipitaron en un proceso descrito como enriquecimiento secundario o sulfuro supergénico. Un modo alternativo de enriquecimiento en este nivel, definido por los geólogos como concentración hipogénica, derivada de la interacción de los minerales primarios con nuevas corrientes interiores. Los duros, minerales oscuros, llamados negrillos eran con frecuencia tan ricos si no más ricos que los colorados por encima de ellos. Finalmente, por debajo de esta zona media enriquecida, se encontraba la gran masa de sulfuros primarios de bajo grado la cal disminuyó lentamente, fusionándose, en una variedad de compuestos metálicos básicos.

Este modelo general, no hace falta decir, fue interrumpido por la idiosincrasia local. En Guanajuato ocurrió una pequeña oxidación; sin embargo, sus minerales, principalmente de sulfuro habían experimentado un proceso de concentración hipogénica prácticamente en el nivel superficial. En Potosí, la forma cónica de su aislada cima facilitó la formación de un revestimiento oxidado a 250 yardas (548) de profundidad, debajo del cual se formó una zona de sulfuros de alto grado. Además las múltiples venas de sus muchas vetas contenían una considerable dispersión de plata nativa o argentita.

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Usado con precaución y respeto por la variación local, el registro geológico puede proporcionar al historiador pruebas invaluables sobre la estructura física que rige a los mineros. Sus esfuerzos por explicar el ciclo familiarizado de bonanza, abandono, renovada bonanza y agotamiento final que caracteriza la historia de tantas minas americanas. Aunque, si bien las cantidades de plata nativa fría se pueden encontrar cerca de la superficie, con toda probabilidad las zonas más consistentemente ricas de la veta se formaron debajo del nivel del agua – en México es de 400 a 600 pies. Pocas minas durante el periodo colonial, a parte de la Valenciana y Potosí empezaron debajo de esta región media; en efecto, la mayoría no la alcanzó sino hasta el siglo XIX.

Las deducciones económicas pueden ser obtenidas de una comparación de la formación geológica con pozos registrados a profundidades muy grandes. Una vez que los días de la primitiva bonanza superficial fueron pasados, dentro de la escala observada, el mayor descenso de los mineros llevó a la mayor de sus probables rendimientos. Al alcanzar la capa freática, los costos de capital y mantenimiento inevitablemente subieron, pero también su producción bruta. Naturalmente, esta suposición podría ser decepcionante, por las dificultades o variaciones locales. Además, tales políticas requerían de considerable inversiones de capital en la forma de socavones o pozos frecuentemente a una escala más allá de lo disponible para el minero colonial. El ciclo de abandono y bonanza preferido, surgió de dos causas combinadas: la naturaleza de los depósitos minerales y los recursos de capital inadecuados para contrarrestar sus resultados.