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Expediente 296-2020 Voto 393-2020 Sentencia 349-2020 Sentencia número 349-2020. Tribunal Aduanero Nacional. San José a las diez horas con veinte minutos del veintisiete de agosto de dos mil veinte. Recurso de apelación interpuesto por el señor XXX, en representación del transportista aduanero XXX contra la Resolución RES-AL-DN-0969-2020 del veintisiete de marzo de dos mil veinte de la Aduana de Limón. RESULTANDO I. Mediante Resolución número RES-AL-DN-1790-2018 del 26 de julio de 2018, la Aduana de Limón inició procedimiento sancionatorio contra el transportista aduanero XXX, al considerar que presuntamente incumplió el plazo de permanencia en el estacionamiento transitorio código XXX, de las unidades de transporte números XXX y sus mercancías. Razón por la que la Aduana considera que eventualmente cometió la infracción administrativa estipulada en el numeral 145 de la LGA, sancionable con una multa de doscientos pesos centroamericanos por cada día natural que transcurra hasta cumplir el plazo indicado en el inciso a) del numeral 56 de la LGA, que en el presente asunto suman catorce días hábiles, siete por cada una 1 Zapote, de la Casa Presidencial, 200 metros al oeste. Edificio Mira: - Tel:(506) 2539- 6831- www.hacienda.go.cr

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Expediente 296-2020

Voto 393-2020

Sentencia 349-2020

Sentencia número 349-2020. Tribunal Aduanero Nacional. San José a las diez horas con veinte minutos del veintisiete de agosto de dos mil veinte.

Recurso de apelación interpuesto por el señor XXX, en representación del transportista aduanero XXX contra la Resolución RES-AL-DN-0969-2020 del veintisiete de marzo de dos mil veinte de la Aduana de Limón.

RESULTANDO

I. Mediante Resolución número RES-AL-DN-1790-2018 del 26 de julio de 2018, la Aduana de Limón inició procedimiento sancionatorio contra el transportista aduanero XXX, al considerar que presuntamente incumplió el plazo de permanencia en el estacionamiento transitorio código XXX, de las unidades de transporte números XXX y sus mercancías. Razón por la que la Aduana considera que eventualmente cometió la infracción administrativa estipulada en el numeral 145 de la LGA, sancionable con una multa de doscientos pesos centroamericanos por cada día natural que transcurra hasta cumplir el plazo indicado en el inciso a) del numeral 56 de la LGA, que en el presente asunto suman catorce días hábiles, siete por cada una de las unidades de transporte de cita, del 05 al 11 de mayo de 2017, para un total de dos mil ochocientos pesos centroamericanos, correspondientes a ¢1.601.712,00. Dicho acto se notificó el 09 de agosto de 2018. (Ver folios 55 a 62).

II. No consta en autos presentación de alegatos en contra del acto de inicio del presente procedimiento sancionatorio.

III. La Aduana de Limón mediante Resolución RES-AL-DN-0969-2020 del 27 de marzo de 2020, emite acto final del procedimiento administrativo sancionatorio contra el transportista aduanero XXX, en el que se le impone una multa de dos mil ochocientos pesos centroamericanos, que de conformidad con el tipo de cambio corresponden a ¢1.601.712,00, al considerar que cometió infracción al artículo 145 de la LGA, por la imputación efectuada en acto inicial. Dicho acto fue notificado 14 de abril de 2020. (Ver folios 63 a 71).

IV. En fecha 05 de mayo de 2020, el señor XXX en representación del transportista aduanero XXX, presenta los recursos de reconsideración y apelación contra el acto final, alegando las excepciones de falta de competencia de la Aduana, de legitimación ad causam pasiva, así como violación del debido proceso y nulidad absoluta de todo lo actuado, falta de imputación de los hechos concretos, presunción de culpabilidad, cobro indebido y precoz, solicitando la revocatoria del acto impugnado por razones de legalidad y conveniencia, y que una vez anulado, se inicie de nuevo el procedimiento para la averiguación de la verdad real de los hechos. Asimismo, alega que haber pagado la multa bajo protesta, pretendiendo el reembolso de la suma cancelada más los intereses aplicables. (Ver folios 77 a 83)

V. El señor XXX en representación del transportista aduanero XXX, con escrito presentado el 05 de mayo de 2020, aduce que mediante la Resolución recurrida, la Aduana impuso una sanción por medio de actos que considera sustancial y procesalmente viciados de nulidad y sin fundamento, afirmando que bajo coacción ilegal y arbitraria su representada se vio obligada a cancelar bajo protesta la multa impuesta. (Ver folios 75)

VI. Con Resolución número RES-AL-DN-2401-2020 del 19 de junio de 2020, la Aduana de Limón rechaza el recurso de reconsideración presentado, confirmando en todos sus extremos la resolución recurrida. En el acto emplaza a las partes involucradas para que se apersonen ante esta instancia en el plazo de 10 días hábiles. (Ver folios 102 a 124).

VII. La empresa sancionada se apersona ante este Instancia en fecha 24 de julio de 2020, ratificando los argumentos de nulidad y apelación presentados contra la multa impuesta por la Aduana, por violación al debido proceso, invocando a su favor la sentencia de este órgano colegiado número 198-2019. (Ver folios 126 a 129)

VIII. Mediante Providencia número 053-2020 del 31 de julio de 2020, la Juez Instructora del Tribunal requiere a la parte recurrente, aportar poder que acredite la representación a favor de la empresa sancionada, la cual es atendida con escrito presentado el 14 de agosto de 2020. (Ver folios 144 a 152)

IX. En las presentes diligencias, se han observado las prescripciones legales en la tramitación del recurso de apelación.

Redacta el Licenciado Arce Bustos;

CONSIDERANDO

I. Objeto: La presente litis se refiere al procedimiento sancionatorio llevado a cabo por la Aduana de Limón contra el transportista aduanero XXX, mediante el cual se aplicó la sanción establecida en el artículo 145 de la LGA en concordancia con el artículo 56 inciso a) de la LGA, al incumplir el plazo de permanencia en estacionamiento transitorio de las unidades de transporte números XXX, y sus mercancías. Dicha sanción consiste en el pago de una multa de doscientos pesos centroamericanos por cada día natural que transcurra hasta cumplir el plazo indicado en el inciso a) del artículo 56 de la LGA, lo que corresponde a dos mil ochocientos pesos centroamericanos, calculados al tipo de cambio del día posterior al vencimiento del referido plazo, ascienden a la suma de ¢1.601.712,00.

II. Admisibilidad del recurso de apelación En tal sentido dispone el artículo 198 de la Ley General de Aduanas, que contra el acto final dictado por la Aduana, caben los recursos de reconsideración y apelación para ante el Tribunal Aduanero Nacional, siendo potestativo usar ambos recursos ordinarios o solo uno de ellos, los cuales deben interponerse dentro de los quince días siguientes a la notificación del acto impugnado, condicionando la admisibilidad al tiempo que dispone el interesado para interponerlo y además el relativo a la capacidad procesal de las partes que intervienen en expediente. En el caso bajo estudio, el recurso fue establecido por el apoderado especial de la sociedad sancionada, según consta a folio 85, 152 y 153 por lo que se tiene por bien cumplido el presupuesto procesal de legitimación. En cuanto al requisito de temporalidad, tenemos que está documentado en expediente que el acto final se notificó por correo electrónico el 14 de abril de 2020, y la recurrencia se interpuso el día 05 de mayo de 2020, según consta a folios 71 y 73, es decir dentro del plazo de quince días hábiles, por lo que se tiene el recurso presentado en tiempo. En razón de ello debe tenerse por admitido para su estudio el presente recurso de apelación.

III. Hechos probados De interés para las resultas del caso, se tienen por demostrados los siguientes hechos:

1. Que las unidades de transporte números XXX, ingresaron a puerto aduanero el 24 de abril de 2017, bajo el conocimiento de embarque XXX transmitido por el transportista XXX y fueron destinadas al estacionamiento transitorio código XXX. (Ver folios 49,136 a 142)

2. Que mediante gestión presentada el 15 de mayo de 2017, el estacionamiento transitorio XXX, código XXX, solicita a la Autoridad Aduanera el envió de las referidas unidades de transporte a depósito fiscal debido a que no registran movimiento. (Ver folio 01)

3. Que mediante gestión presentada el 25 de mayo de 2017, el agente aduanero Jorge Hidalgo solicita a la Aduana acta de traslado para movilizar los contenedores de cita, por motivo de que la carga cayó en retención de abandono. (Ver folio 03)

4. Que mediante el Oficio de Traslado de Mercancías en Abandono número 27-2017 de fecha 26 de mayo de 2017, la Aduana de Limón autoriza al Estacionamiento XXX, código XXX, la movilización de las unidades de transporte al Depósito Fiscal XXX, código XXX. (Ver folio 17)

IV. Sobre las excepciones: Interpone el apoderado especial de la sociedad sancionada los recursos dispuestos por el artículo 198 de la LGA, alegando varias excepciones, entre ellas la incompetencia de la aduana, falta de derecho, falta de legitimación ad causam pasiva. En este punto cabe recordar que las excepciones son un conjunto de actos legítimos del sujeto contra el cual se incoa un procedimiento, tendientes a proteger un derecho determinado; es una facultad que le otorga la ley al recurrente, una vez establecida la relación jurídico procesal, de dar a conocer ciertos hechos, sustanciales o procesales, que una vez acogidos por el órgano competente, ante el cual se han hecho valer, produce la desestimación de la pretensión invocada o la interrupción total o parcial del asunto. Teniendo clara la naturaleza de las excepciones planteadas las mismas se entran a conocer de inmediato.

· Falta de competencia de la aduana

Señala el recurrente que la LGA habilita a la Autoridad Aduanera en general para llevar a cabo el procedimiento sancionatorio, pero no especifica que la Gerencia de la Aduana en particular sea quien tiene asignada el ejercicio de la potestad de imperio que implica la sanción. En materia de asignación de potestades de imperio aplica una estricta reserva de ley, por lo que la designación por medio de reglamentos o actos de delegación resulta legalmente imposible. La ley misma presume que, a falta de designación expresa, el ejercicio de la potestad de imperio se reserva al Jerarca de la institución correspondiente, lo cual señalaría que la potestad sancionatoria no reside en el Gerente de Aduana, sino en el Ministro de Hacienda. Expresamente señala el recurrente que existe incompetencia de la Gerencia de la Aduana para conocer y resolver el caso. En ese sentido tómese en cuenta que existe amplia jurisprudencia[footnoteRef:1] de este Tribunal en donde se ha pronunciado sobre la figura de la competencia en los siguientes términos: [1: Entre otras ver sentencias números 57-00, 061-2000 y 117-2001.]

“Sobre la Competencia en general. […]

Cuando se habla de la competencia y como aspecto previo al análisis sobre el sujeto que inicia el procedimiento..., debe tomarse en cuenta que es una atribución legal, según lo prescribe el artículo 59 de la Ley General de la Administración Pública que nos reseña:

“1. La competencia será regulada por la ley siempre que contenga la atribución de potestades de imperio.

2. La distribución interna de competencias, así como la creación de servicios sin potestades de imperio se podrá hacer por reglamento autónomo pero el mismo estará subordinado a cualquier ley futura sobre la materia.

3. Las relaciones entre órganos podrán ser reguladas mediante reglamento autónomo, que estará también subordinado a cualquier ley futura.”

Asimismo el artículo 60 de la Ley General de la Administración Pública indica:

“1. La competencia se limitará por razón del territorio, del tiempo, de la materia y del grado.

2. Se limitará también por la naturaleza de la función que corresponda a un órgano dentro del procedimiento administrativo en que participa.”

En ese mismo sentido la doctrina ha señalado que:

“…la competencia es “la medida de la potestad que corresponde a cada órgano”, siendo siempre una determinación normativa. A través de la norma de competencia se determina en qué medida la actividad de un órgano ha de ser considerada como actividad del ente administrativo; por ello la distribución de competencias entre varios órganos de un ente constituye una operación básica de la organización. La competencia se determina, en consecuencia, analíticamente por las normas (no todos los órganos pueden lo mismo, porque entonces no se justificaría su pluralidad), siendo irrenunciable su ejercicio por el órgano “que tenga atribuida como propia”..., aunque la misma norma puede prever supuestos de dislocación competencial (delegación, sustitución, avocación, que suponen traslados de competencia de unos a otros órganos; sin la previsión legal expresa esos traslados no son posibles).” (Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández. Curso de Derecho Administrativo, Tomo 1, página 460). (el subrayado no es del texto)

Así tenemos que, los actos administrativos deben ser emitidos por los órganos competentes según: la materia, el grado, el territorio y el tiempo. Por la materia se define a favor de un órgano un tipo de asuntos caracterizados por su objeto y contenido (ejemplo en un Ministerio las distintas Direcciones), es decir “se refiere a las actividades o tareas que legítimamente puede desempeñar el órgano. Según el carácter de la actividad la materia puede ser; deliberativa, ejecutiva, consultiva o de control. Impera también el principio de la especialidad, de particular aplicación a los entes administrativos, según el cual éstos sólo pueden actuar para el cumplimiento de los fines que motivaron su creación.” (José Roberto Dromi, Manual de Derecho Administrativo, Tomo 1, página 116)

La competencia por el grado se refiere a la verticalidad de la administración, o sea la relación de jerarquía. “el grado es la posición o situación que ocupa el órgano dentro de la pirámide jerárquica. El inferior en grado está subordinado al superior.” (José Roberto Dromi, Manual de Derecho Administrativo, Tomo 1, página 117)

El elemento temporal en la competencia está referido al momento en que el órgano puede ejercer esa competencia, es decir “comprende el ámbito temporal en que es legítimo el ejercicio de la función”. (José Roberto Dromi, Manual de Derecho Administrativo, Tomo 1, página 117)

Por el territorio, tenemos “el ámbito espacial en el cual es legítimo el ejercicio de la función. Se vincula a las divisiones o circunscripciones administrativas del territorio del estado, dentro de las cuales los órganos administrativos deben ejercer sus atribuciones”. (José Roberto Dromi, Manual de Derecho Administrativo, Tomo 1, página 117)…”)

Repasadas brevemente las generalidades sobre la figura de la competencia, encontramos que el Reglamento a la Ley General de Aduanas establece en el artículo 35 bis, en su inciso n) que es competencia del Gerente de la Aduana “Imponer a los Auxiliares de la Función Pública Aduanera la sanción de multa, como resultado de los procedimientos sancionatorios que tramite”. Adicionalmente en la LGA, en el artículo 231 se establece lo siguiente:

“Las infracciones administrativas y las infracciones tributarias aduaneras serán sancionables, en vía administrativa, por la autoridad aduanera que conozca el respectivo procedimiento administrativo, ya sea  la Aduana de Jurisdicción o  la Dirección General de Aduanas, salvo las infracciones administrativas sancionadas con suspensión del auxiliar de la función pública aduanera, cuyo conocimiento y sanción será competencia exclusiva de la Dirección General de Aduanas, así como también la inhabilitación de los auxiliares de la función pública aduanera. …”

De acuerdo con lo expuesto, no queda duda que al tenor de la normativa aduanera vigente, la gerencia de la Aduana, cuenta con la competencia necesaria para imponer sanciones de multa, como es la que nos ocupa en este procedimiento, no procediendo así la excepción de falta de competencia invocada.

· Falta de derecho:

En este extremo aduce el recurrente la excepción de falta de derecho, y siendo que resulta uno de los presupuestos materiales de la relación procesal; se debe señalar que la instrucción promovida por la Administración Activa radica en determinar la comisión de las presuntas infracciones imputadas a la sociedad investigada la consecuente aplicación de las sanciones reguladas en la Ley General de Aduanas. Así las cosas, le asiste el derecho a la aduana de instruir, tramitar y emitir el acto final respecto a los procedimientos que pretendan determinar la comisión o no de infracciones administrativas y tributarias y la correspondiente imposición de sanciones, a los auxiliares de la función pública, por violación de las obligaciones que les prescribe la ley, según las disposiciones 12, 13, 24 i) de la LGA; 35 y 35 bis del Reglamento a la LGA. De esta forma, tenemos que para el caso concreto, la pretensión de la Administración Activa encuentra respaldada legal necesario, por lo cual se ajusta a derecho la investigación e instrucción del sancionatorio, ergo, no resulta procedente la excepción de falta de derecho y e incompetencia planteadas, en razón de que corresponde a la Aduana de Limón investigar posibles incumplimientos al régimen jurídico aduanero, dentro de su jurisdicción siguiendo los procedimientos dispuestos por los artículos 230, 231, 234 de la LGA, teniendo por ello que rechazar las excepciones opuestas en este extremo del debate.

· Falta de legitimación ad causam pasiva:

Alega la sociedad sancionada a través de su representante legal, que el hecho de no movilizar en tiempo la unidad contenedora y sus mercancías del estacionamiento transitorio a otro régimen aduanero o destinación aduanera, no le puede ser endilgada a su representada, en razón de que esta se le limita a reportar el manifiesto de carga, y corresponde al consignatario la selección del destino que brindará al contenedor y su carga internacional.

En este punto vemos que la legitimación ad causam pasiva se refiere a la vinculación de las partes al procedimiento o cuadro fáctico que se investiga, siendo este un posible incumplimiento del plazo de permanencia de la unidad contenedora y sus mercancías en el estacionamiento transitorio de conformidad con lo ordenado por el artículo 145 de la LGA, permitiendo la permanencia de los vehículos, las unidades de transporte y sus cargas, por el plazo de ocho días máximo. Bajo el entendido que la sociedad se encuentra registrada ante el Servicio Aduanero Nacional para operar ante esa aduanea portuaria.

En ese sentido de manera clara ordena la normativa (numerales 56 a) y 145 de la LGA), que se cuenta con un plazo de ocho días contados a partir del arribo de las mercancías para movilizar la unidad contenedora del estacionamiento transitorio, porque en caso de superar dicho plazo se impone la investigación a efecto de determinar si se impone a no la multa al transportista aduanero consistente en doscientos pesos centroamericanos por cada natural hasta cumplir el plazo de 15 días establecido en el numeral 56 a) de la LGA, por ese motivo fue constituida parte la sociedad recurrente para escuchar sus alegatos y probanzas, pervio al dictado de la resolución por parte de la Aduana, resultando evidente en autos que la Administración dirigió el proceso contra el sujeto que efectivamente se encontraba ligado a la infracción que se imputa, el transportista aduanero XXX guardando el mismo una relación directa con el objeto de la presente litis, y por ello se rechaza este extremo del debate.

V. Sobre las nulidades alegadas: Por ser este Tribunal un órgano contralor de legalidad y en atención a la solicitud expresa del recurrente, quien lo ha expresado en forma reiterada a lo largo del procedimiento, ya sea en sus alegatos de descargo o recursivos, se procede a efectuar en forma precedente, la revisión de las actuaciones administrativas desde el punto de vista del respeto de los derechos constitucionales y legales que el Ordenamiento Jurídico garantiza al afectado, pues se está ante una manifestación directa del ejercicio de la Potestad Sancionadora de la Administración.

· Del procedimiento sancionatorio regulado en la Ley General de Aduanas:

Aduce el apoderado especial de la sociedad investigada que las normas de la Ley General de Aduanas (LGA), en materia procesal quedan supeditadas a las normas del Código de Normas y Procedimientos Tributarios y de la Ley General de la Administración Pública, que prescriben de manera clara y directas los requisitos que deben seguirse en los procedimientos sancionatorios, cumpliendo las reglas del debido proceso y formalidades mínimas del procedimiento ordinario contenido en el Libro II de la Ley 6227, para lo cual debe existir un procedimiento previo de instrucción o investigación de los hechos teniendo participación el administrado, una imputación clara, precisa y circunstanciada de los hechos concretos que le imputan, una audiencia oral y privada comunicada con no menos de 15 días hábiles de antelación. Sobre este punto debe enfatizar este órgano colegiado que no le asiste razón al recurrente en su alegato, puesto que la normativa aduanera prevé y dispone claramente no solo las reglas de competencia de las autoridades aduaneras llamadas a investigar e imponer sanciones cuando los usuarios del Servicio Nacional de Aduanas incurran en infracciones administrativas y tributarias aduaneras, según la clasificación bipartita establecida por ley 7557, ello tomando en cuenta que en el numeral 230 de la LGA se dispone de forma muy clara, que constituyen infracciones administrativas y tributarias aduaneras, toda acción u omisión que contravenga o vulnere las disposiciones del régimen jurídico aduanero, sin que califique como delito. Conforme al numeral 231 de esa normativa especial aduanera, resultan sancionables en vía administrativa por  a autoridad aduanera que conoce el respectivo procedimiento y la facultad para ejercicio de esa potestad sancionatoria prescribe en seis años, contados a partir de la comisión de las infracciones.

Consecuentemente, las infracciones administrativas se encuentran tipificadas del Capítulo IV, Sección I de la Ley 7557, artículo 235 al 241 de la LGA, algunas de esas conductas u omisiones se sancionan con multas, expresadas en pesos centroamericanos, que se cancelan con su equivalente en moneda nacional, tal es el caso de las infracciones que se contemplan en los numerales 236 y 236 bis LGA., mientras que otras específicamente las que se señalan en los ordinales 237 al 240 LGA se sancionan con la suspensión del auxiliar de la función pública aduanera, del ejercicio de su actividad ante la autoridad aduanera.

Este Tribunal administrativo a lo largo del ejercicio de sus competencias desde el año 1998, ha señalado y fundamentado en sus fallos que la potestad punitiva a cargo de las autoridades aduaneras, requiere del respeto a los principios del debido proceso y defensa que tienen los investigados, en procura de buscar la verdad real de los hechos garantizándole al presunto infractor, en todo momento, una defensa efectiva. Desde esta perspectiva, el procedimiento administrativo regulado en el numeral 234 de la LGA, y 533 a 535 del Reglamento a la LGA, establece el trámite a seguir por la Administración Aduanera para adoptar una decisión final en este tipo de procedimientos sancionatorios, ya sea liberando de responsabilidad al investigado o determinando la participación y responsabilidad del administrado en los hechos que se le endilgan.

Ahora bien, en torno a la pretensión formulada en este punto, resulta relevante una vez más aclarar al recurrente que según el contenido del artículo 367 de la LGAP y los decretos No. 8979-P y No. 9469-P, la materia aduanera regulada en el Código Aduanero Uniforme Centroamericano y por ende en la Ley General de Aduanas, se excluyen de aplicar el Libro Segundo de la Ley General de la Administración Pública, en vista de que los procedimientos administrativos tendientes a investigar e imponer sanciones en sede aduanera, cuentan con regulación especial en los artículos 234, 192 y siguientes de la LGA, así como en los artículos 520 a 532 y 533 a 535 del Reglamento a la LGA., y solo permite la supletoriedad normativa ante los supuestos de ausencia de norma, situación que no acontece con la materia sancionadora aplicada al caso por parte de la Aduana de Limón que se rige por la regulación especial de la ley General de Aduanas, y en consecuencia se debe rechazar por expresa disposición legal este alegato de nulidad.

· Violación al debido proceso y derecho de defensa

Desde el inicio del procedimiento sancionador se le ha permitido al representante legal de la sociedad investigada, conocer los hechos, pruebas de cargo, y base legal por el cual se le llama a rendir cuentas por haber permanecido la unidad contenedora y sus mercancías, por un plazo mayor al permitido en el numeral 56 a) de la Ley General de Aduanas, elementos que están señalados en la resolución de apertura suscrita por la aduana. Todo ello porque la sociedad investigada omitió realizar todos aquellos trámites pertinentes al momento del ingreso de la mercancía a puerto aduanero, movilizando la carga a su llegada del puerto a un estacionamiento transitorio, y verificar el plazo de permanencia de la UT en dicho lugar, y cuando sea necesario y movilizando la misma de ese estacionamiento al régimen aduanero que su comitente le señale. Tal como se analizará en el fondo de la presente sentencia, es el transportista naviero o su representante ante el servicio nacional de Aduanas, previamente inscrito, el que tiene por imperio de ley la obligación de movilizar la carga dentro de los plazos ordenados por la Ley en el numeral 56 a) de la LGA. Es decir, es él directamente responsable en el ingreso de la carga de cumplir con los procesos de movilización y cumplimiento del plazo señalado expresamente en el artículo 145 de la LGA.

Además los procedimientos sancionatorios precisamente por tratarse de materia impositiva, y al ser la sanción personalísima, debe individualizarse la acción u omisión que señala el tipo infraccional, siendo que el elemento que determina el sujeto contra el cual se incoará el proceso, y como consecuencia de ello, solo se llama al proceso quienes resulten responsables directos de la infracción que se conoce, que viene dado por la necesaria tipicidad de su conducta, por lo que es preciso determinar si dicha conducta se adecúa a los supuestos establecidos en la norma y que la misma le sea atribuible a título de dolo o culpa, sin que concurra ninguna eximente de responsabilidad. Por eso en el caso que nos ocupa, el incumplimiento de movilizar los contenedores, deviene por la inacción del único responsable el transportista inscrito como auxiliar de la función pública que representa a la naviera y no el estacionamiento transitorio ni el responsable de movilizar la carga del puerto al estacionamiento o del estacionamiento a otra zona primaria aduanera su representante, por expresa disposición de la normativa, cuyo contenido se analiza en el fondo de sentencia.

Al estar, claramente identificado como único responsable de la movilización de la carga, dentro del plazo de los ocho días contados a partir del arribo del contenedor a puerto aduanero al transportista marítimo, jurídicamente no es posible llamar al proceso a otras personas, pero la norma no los considera como responsables, a efecto de establecer la sanción que nos ocupa. Consecuentemente no se ha incurrido por la Aduana de Limón en vicios del procedimiento sancionador, como lo pretende hacer notar el recurrente, puesto que acredita en autos haber recibido y brindado respuesta a los alegatos de oposición presentados durante la fase recursiva. Todo ello por cuanto la empresa sancionada no se presentó a alegar cuanto estimase oportuno señalar, entorno al acto de apertura notificado en tiempo y lugar. Además debe conocer el apoderado especial representante de la sociedad sancionada, que este procedimiento sancionatorio se genera con fundamento en las notas donde se solicita por parte de un agente aduanero el levante de la retención de las mercancías que se encontraban en el estacionamiento transitorio XXX, así el oficio de traslado de mercancías al depositario aduanero por encontrarse en abandono (ver hechos probados 2 a 4), siendo que el presente procedimiento sancionatorio, la Aduana procedió, a partir de los datos generados en el procedimiento precedente, a efectuar una relación de hechos y prueba técnica, que sirven de fundamento para la sanción impuesta.

En definitiva, tanto el acto inicial como el final, contienen los hechos y normas que con claridad le proporcionan a la persona investigada, la noción completa y precisa del cuadro acusado y sancionado, respectivamente. De la misma forma, desde el inicio del procedimiento que nos ocupa, la Aduana estableció las disposiciones que consideraba pudieron ser violentadas, para fundamentar la omisión alegada en autos. Asimismo, el acto inicial fue dictado acorde con lo prescrito por la normativa administrativa y aduanera, conteniendo un debido análisis del caso concreto, estudiando cada uno de los hechos que configuran la imputación efectuada al auxiliar de la función pública, donde se relacionan los elementos del cuadro fáctico con su correspondiente respaldo probatorio y bajo la argumentación de las razones que permitieron fundamentar la decisión final de la Administración, aspectos todos que serán ampliados en el apartado de fondo de la presente Sentencia, donde se comprobará que el acto recurrido se ajusta a la teoría del delito, conteniendo los tres estadios que componen la misma, estableciéndose como efectivamente la conducta imputada es merecedora de la sanción impuesta, razón por la cual no resulta de recibo la nulidad indicada.

Se evidencia en autos que no solamente se ha seguido el debido proceso, sino que se ha cumplido con el requisito de forma, intimando e imputando los cargos, así como la suficiente motivación, no llevando razón la recurrente al pretender una falta de fundamentación, ya que como se señaló, el no movilizar las mercancías que se encontraban en un estacionamiento transitorio a tránsito, traslado a depósito aduanero o a cualquier otro lugar autorizado, dentro de los ocho días hábiles contados a partir del arribo de la mercancía, en autos se procede a realizar el análisis de tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, que finalmente generan la certeza necesaria en la Administración, no solo para imputar la conducta al transportista marítimo en tales hechos, sino para sentar su responsabilidad en el acto final, con la consecuente imposición de la sanción que por mandato legal corresponde. Nótese que las presunciones establecidas en el acto inicial, además de suficientes, fueron debidamente comprobadas junto con la demostración de negligencia por parte del aquí recurrente, demostrándose la responsabilidad del auxiliar en sus actuar, bastando para los efectos de la nulidad alegada, dejar plasmada la efectiva existencia de las justificaciones fácticas y de derecho por parte de la Aduana, a lo largo del presente procedimiento, lo cual torna improcedentes los alegatos sobre falta de motivación, mismos que se rechazan por las razones expuestas.

Con base en lo expuesto, se rechazan el argumento de nulidad por falta de motivación, intimación e imputación alegados por el recurrente. Habiéndose descartado vicio alguno en el procedimiento, este Colegiado procede a conocer el fondo del asunto, siendo que los restantes argumentos de nulidad planteados por el recurrente, al referirse a aspectos relacionados con el cumplimiento de la Administración en la aplicación de la Teoría del Delito, específicamente sobre el análisis de tipicidad y culpabilidad de la conducta imputada, se desarrollaran en el siguiente apartado.

· Cobro indebido y precoz de la multa

Alega la sociedad recurrente que la aduana incurre en un error al momento de ordenar en la parte dispositiva del acto, el cobro coactivo de la multa en forma precoz. En este punto al revisar el acto final, vemos que la Aduana determina e impone la sanción, pero le informa a la sociedad que de conformidad con la LGA, devengará intereses los cuáles que se computan a partir del tercero día hábiles siguiente a la firmeza de la resolución que la fija, conforme a la tasa establecida en el artículo 61 de la LGA.

Dicho aspecto guarda relación con el ordenamiento jurídico aduanero, en los términos del numeral 231 de la LGA, y no genera nulidad porque no está coaccionando la voluntad de la sancionada. Así las cosas el hecho de que la sociedad haya optado por cancelar la multa, en nada le dificultó seguir impugnando por los medios procesales que la misma legislación aduanera pone a su disposición, en los artículos 198 y siguientes para obtener la revisión de las actuaciones de la aduana, no solo a través del recurso de revocatoria sino que accedió también a la alzada. Con lo cual no se genera vicio alguno que deba ser atendido porque no demuestra ni prueba su manifestación respecto a la coacción que le achaca a la aduana.

Razón por la cual se rechazan los alegatos de nulidad de conformidad con los numerales 61, 198, 230, 231, 234 de la LGA, y concordantes 136, 223 de la LGAP, por cuando no se ha incurrido en violación de las reglas del debido proceso y defensa en ese procedimiento sancionatorio instruido por la Aduana de Limón, teniendo que entrar de seguido a conocer el fondo del asunto.

· Referencia a la Sentencia número 198-2019 dictada por este Tribunal para sustentar las pretensiones de nulidad

Sin embargo analizando la litis que se discutía en aquella oportunidad, vemos que refería a un procedimiento sancionatorio iniciado por la Aduana de Caldera contra la sociedad registrada como auxiliar de la función pública aduanera en la modalidad transportista marítimo, tendiente a investigada y sancionar una transmisión errónea en la cantidad de bultos consignados en el Conocimiento de Embarque, por lo cual se encuadró en el contenido del numeral 236 10) de la Ley General de Aduanas, supuestos que resulta ser muy diferentes al que se investigó y sancionó por parte de la Aduana de Limón, por lo cual no resulta válido aplicar el antecedente invocado a la presente litis.

Habiéndose desvirtuado la existencia de aspectos sustanciales o procesales, que por medio de la figura de las excepciones planteadas, pudieran producir la desestimación de la pretensión sancionatoria de la Administración Activa, se procede al conocimiento de las nulidades alegadas por el recurrente.

VI. Sobre el fondo: Antes de realizar el examen de fondo correspondiente, este Tribunal considera que resulta imperioso hacer una breve referencia a la naturaleza jurídica del Sistema Sancionatorio Administrativo, con el fin de determinar bajo qué circunstancias es viable su ejecución y consecuentemente el ejercicio de la potestad sancionadora otorgada a la Administración, y de esta forma ir delineando la legalidad de la sanción impuesta.

Dentro de la Administración, el Derecho Sancionador tiene como finalidad mantener el orden del sistema y reprimir por medios coactivos aquellas conductas contrarias al Ordenamiento Positivo; este poder sancionador es aquel en virtud del cual “pueden imponerse sanciones a quienes incurran en la inobservancia de las acciones u omisiones que le son impuestas por el ordenamiento normativo administrativo, o el que sea aplicable por la Administración Pública en cada caso”[footnoteRef:2] [2: ESCOLA, Héctor. Compendio de Derecho Administrativo. Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Editorial Desalma. 1984, p. 207]

De esta forma, es en ejercicio de esta potestad que la Administración puede imponer sanciones a los administrados por las transgresiones que del Ordenamiento Jurídico éstos cometan, pero únicamente cuando previamente se encuentren tales conductas tipificadas como infracción a través de un tipo legal. La conceptualización que se ha brindado por parte de la doctrina, de la sanción administrativa, secunda el fin represivo indicado supra, respecto a conductas que efectivamente violenten el orden jurídico-administrativo:

“García de Enterría la ha definido como “un mal infringido por la Administración al administrado como consecuencia de una conducta ilegal”. A su vez, Bermejo Vera la ha calificado como: “una resolución administrativa de gravamen que disminuye o debilita –incluso elimina– algún espacio de la esfera jurídica de los particulares, bien porque se le priva de un derecho, bien porque se le impone un deber u obligación, siempre como consecuencia de la generación de una responsabilidad derivada de la actitud de los mismos”. Carretero Pérez y Carretero Sánchez se refieren a el como “un mal jurídico que la Administración infringe a un administrado, responsable de una conducta reprensible antecedente”. Por su parte, para Suay Rincón la sanción administrativa es la “irrogación de un mal: la sanción administrativa es, como se sabe, un acto de gravamen, un acto, por tanto, que disminuye o debilita la esfera jurídica de los particulares, bien sea mediante la privación de un derecho (interdicción de una determinada actividad, sanción interdictiva), bien mediante la imposición de un deber antes inexistente (condena al pago de una suma de dinero: sanción pecuniaria)”. En opinión de Gamero Casado, la sanción administrativa consiste en “la privación, restricción o suspensión de determinados derechos o bienes jurídicos del sujeto responsable de la infracción, precisamente como reacción –castigo– a la comisión de la misma.”[footnoteRef:3] [3: Citados por Ramírez Torrado, María Lourdes. La Sanción Administrativa y su diferencia con otras medidas que imponen cargas a los administrados en el contexto Español. Revista de Derecho de la Universidad del Norte Nº 27, Barranquilla, Colombia, 2007, p. 274.]

Resulta evidente el fin punitivo que persigue la sanción administrativa, como expresión máxima de la potestad sancionadora estatal, siendo que de su concepto mismo se distinguen tres elementos que deben ser tomados en consideración: a) la carga o retribución negativa que se le impone al individuo al aplicarse la sanción, b) el gravamen impuesto debe necesariamente ser consecuencia de una conducta lesiva a un bien jurídico protegido, mismos que deben ser recogidos por una infracción administrativa previamente tipificada y c) el poder que ostentan las Autoridades Administrativas para imponer las sanciones, aspecto que ya se ha venido desarrollando, y que constituye precisamente la potestad sancionadora de la Administración. Por lo tanto, la imposición de una sanción administrativa será resultado de la transgresión de una norma previamente establecida, justificándose así, la puesta en marcha del engranaje que constituye la potestad sancionadora de la Administración cuando se verifiquen y respalden los elementos fácticos y normativos que justifiquen dicho accionar, en relación con el tipo infraccional establecido por el Ordenamiento Jurídico.

De esta forma, al tratarse el objeto de la presente litis de la posible aplicación de una sanción, al estimar la Aduana Central que se ha cometido una infracción tributaria aduanera contraviniendo o vulnerando las disposiciones del régimen jurídico imperante en la materia, debe tenerse presente que si bien la normativa aduanera faculta para imponer sanciones a quienes resulten responsables de su comisión, en específico los artículos 6, 13, 24 inciso i), 231 a 235 LGA y concordantes de su Reglamento (en adelante RLGA), dentro del procedimiento sancionatorio aplicable en sede administrativa deben respetarse una serie de principios y garantías constitucionales del Derecho Penal, pero con sus respectivos matices. Dentro de dichos principios se encuentran como fundamentales la tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, mismos que conforman la Teoría del Delito[footnoteRef:4], como delimitadores de las normas del Derecho Penal y cuya aplicación respecto al análisis de las sanciones administrativas, ha sido reconocida por la Sala Constitucional: [4: "...el sistema de la teoría del delito es un instrumento conceptual que tiene la finalidad de permitir una aplicación racional de la ley a un caso. En este sentido, asegura, es posible afirmar que la teoría del delito es una teoría de la aplicación de la ley penal. Como tal pretende establecer básicamente un orden para el planteamiento y la resolución de los problemas que implica la aplicación de la ley penal, valiéndose para ello de un método analítico, es decir, que procura separar los distintos problemas en diversos niveles o categorías." (Bacigalupo Enrique. Derecho Penal. Parte General. Lima, Ara Editores. 1era Edición.2004, página 194).]

En cuanto a los principios aplicables al régimen sancionatorio administrativo, se ha establecido que éstos tienden a asimilarse a los que rigen en el Derecho Penal, pues, ambos son manifestaciones del poder punitivo del Estado e implican la restricción o privación de derechos, con la finalidad de tutelar ciertos intereses. Tanto las normas sancionatorias administrativas como las penales poseen una estructura y funcionamiento similar: la verificación de la conducta prevista produce como consecuencia jurídica una sanción. El Derecho de la Constitución impone límites al derecho sancionador, que deben ser observados tanto en sede penal como en la administrativa; ciertamente, en este último caso con determinados matices que se originan en la diversa naturaleza de ambos: / "Como reiteradamente ya ha señalado esta Sala, al menos a nivel de principios, no puede desconocerse una tendencia asimilativa de las sanciones administrativas a las penales, como una defensa frente a la tendencia de liberar -en sede administrativa- al poder punitivo del Estado de las garantías propias del sistema penal. Siendo innegable que las sanciones administrativas ostentan naturaleza punitiva, resulta de obligada observancia, al menos en sus líneas fundamentales, el esquema de garantías procesales y de defensa que nutre el principio del debido proceso, asentado principalmente en el artículo 39 de la Constitución Política, pero que a su vez se acompaña de las garantías que ofrecen los artículos 35, 36, 37, 38, 40 y 42 también constitucionales. Así, ya esta Sala ha señalado que "todas esas normas jurídicas, derivadas de la Constitución Política como modelo ideológico, persiguen ni más ni menos que la realización del fin fundamental de justicia que es el mayor de los principios que tutela un Estado de Derecho, en la que se incluyen reglas -principios generales- que tienen plena vigencia y aplicabilidad a los procedimientos administrativos de todo órgano de la Administración, se reitera, pues, los principios que del se extraen son de estricto acatamiento por las autoridades encargadas de realizar cualquier procedimiento administrativo que tenga por objeto o produzca un resultado sancionador." (resolución N° 1484-96) "...las diferencias procedimentales existentes entre las sanciones aplicables a infracciones y a delitos, no pueden conducir a ignorar en el ámbito del procedimiento administrativo las garantías de los ciudadanos, en efecto, los principios inspiradores del orden penal son de aplicación, con ciertos matices, al derecho administrativo sancionador, dado que ambos son manifestaciones del ordenamiento punitivo del Estado." (resolución N° 3929-95). Así, la tendencia inequívoca de este Tribunal ha sido pronunciarse a favor de la aplicación, aunque ciertamente con variaciones, de los principios rectores del orden penal al derecho administrativo sancionador, de manera que resultan de aplicación a las infracciones administrativas mutatis mutandis los principios de legalidad, tipicidad y culpabilidad propios de los delitos." (Sentencia 2000-08193 de las quince horas cinco minutos del trece de setiembre del dos mil)[footnoteRef:5] [5: Sentencia 6976-2011 del 27 de mayo de 2011.]

Es decir, la Teoría del Delito obliga a que se haga un análisis jerarquizado de sus componentes, partiendo de la tipicidad, pues solo la conducta típica puede servir de base a las posteriores valoraciones, correspondiendo seguidamente el examen de antijuridicidad, es decir, si la conducta típica fue realizada o no conforme a derecho violentando un bien jurídico protegido, y si existiera alguna causa de justificación se excluye la infracción, finalmente, una vez justificado que la conducta es típica y antijurídica, se debe comprobar si el sujeto activo de la infracción imputada poseía las condiciones mínimas indispensables para atribuirle el hecho y haber podido ajustar su conducta a lo establecido por el Ordenamiento Jurídico, es decir, su culpabilidad.

En aplicación de lo expuesto, procede en consecuencia determinar si en el presente asunto el desarrollo de los señalados estadios se ha respetado por parte de la Autoridad Aduanera al momento de aplicar la multa que nos ocupa.

Tipicidad: El principio de tipicidad es un derivado del principio de legalidad consagrado en el numeral 11 de la Constitución Política y de la LGAP, lo mismo que en materia aduanera en el artículo 108 del CAUCA[footnoteRef:6], íntimamente relacionado con el principio de seguridad jurídica; el mismo se encuentra dispuesto, al igual que otros principios concernientes a la materia represiva estatal, en el artículo 39 de nuestra Constitución Política: [6: “Principio de legalidad de las actuaciones: Ningún funcionario o empleado del servicio aduanero podrá exigir para la aplicación o autorización de cualquier acto, trámite, régimen u operación, el cumplimiento de requisitos, condiciones, formalidades o procedimientos sin que estén previamente establecidos en la normativa aduanera o de comercio exterior.”]

“A nadie se hará sufrir pena sino por delito, cuasidelito o falta sancionadas por ley anterior y en virtud de sentencia firme dictada por autoridad competente, previa audiencia concedida al indiciado para ejercitar su defensa y mediante la necesaria demostración de la culpabilidad ...”

Así, se exige que las conductas sancionadas se encuentren establecidas previamente en un tipo infraccional, de esta forma, para que una conducta sea constitutiva de una infracción no es suficiente que sea contraria a derecho, es necesario que además esté tipificada, sea que se encuentre plenamente descrita en una norma; esto obedece a exigencias de seguridad jurídica, pues siendo materia represiva, es necesario que los administrados sujetos a un procedimiento sancionatorio puedan tener entero conocimiento de cuáles son las acciones que deben abstenerse de cometer, so pena de incurrir en una conducta infraccional.

El tipo se constituye en una descripción de un acto omisivo o activo, establecido en un presupuesto jurídico de una ley anterior, mientras que la tipicidad es la adecuación o subsunción de una conducta humana, concreta y voluntaria, al tipo, sea a la descripción hecha en la ley, configurándose en el primer elemento de la conducta punible. La teoría prevaleciente en doctrina y jurisprudencialmente, denominada “tipo complejo” organiza los elementos del mismo de la siguiente forma, la divide en tipicidad objetiva, donde se encuentran los elementos normativos, descriptivos y subjetivos; y subjetiva, donde se encuentra los elementos alternativos de dolo y culpa, ambos compuestos de elementos cognitivos y alternativos de dolo y culpa. En el caso del dolo, la acción debe ser realizada con conocimiento del hecho que se realiza y voluntad de llevarlo a cabo (nótese que no incluye el conocimiento de la ilicitud del hecho que se mantiene ubicado en la culpabilidad), y en el caso de la culpa, el aspecto cognitivo es la previsibilidad del resultado y el volitivo, el deseo y aceptación de los medios contrarios a derecho. La antijuricidad mantiene el mismo contenido de ausencia de justificación.”[footnoteRef:7]. [7: González Castro José Arnoldo. Teoría del Delito. Poder Judicial, Programa de Formación Inicial de la Defensa Pública, 2008, p.114 y 115.]

De esta forma, de conformidad con la teoría caracterizada, que se sigue en nuestro sistema penal y que por las razones ya apuntadas, con los matices pertinentes es de aplicación al materia sancionatoria que nos ocupa, resulta obligatorio a la hora de fundamentar un acto administrativo que desembocará en la aplicación de una sanción, hacer un examen de tipicidad, el cual consiste en examinar si la conducta desplegada por el sujeto imputada se ajusta a la descripción establecida por el legislador en un tipo infraccional, siendo que para ello, debe considerarse que tanto los elementos objetivos como subjetivos del tipo, se encuentren probados y estén presentes, dado que la ausencia de alguno de ellos, afecta la tipicidad en su totalidad, excluyéndola.

Para proceder con dicho análisis, tenemos que la norma aplicada en la especie por el A Quo es la establecida por el numeral 145 de la LGA, que reza:

“Estacionamientos transitorios

En circunstancias excepcionales, la Dirección General de Aduanas podrá autorizar, a título precario, la operación de estacionamientos transitorios, permitiendo a los transportistas aduaneros la permanencia de los vehículos, las unidades de transporte y sus cargas, hasta por un plazo máximo de ocho días hábiles, para su destinación hacia un régimen aduanero de importación, siempre que permanezcan bajo precinto aduanero.

Las unidades de transporte vacías y las unidades de transporte y sus mercancías, destinadas a un régimen aduanero de exportación o en libre circulación, no tendrán límite de permanencia, siempre y cuando se encuentren debidamente identificadas y ubicadas, según las disposiciones que establezca, para tales efectos, el reglamento de esta ley.

De no destinarse las mercancías que se encuentren en estacionamiento transitorio a tránsito, a traslado a depósito aduanero o a cualquier otro lugar autorizado, dentro de los ocho días hábiles contados a partir del arribo de las mercancías, se impondrá al transportista una multa de doscientos pesos centroamericanos por cada día natural que transcurra, hasta cumplir el plazo indicado en el inciso a) del artículo 56 de esta ley, salvo caso fortuito, fuerza mayor o causa imputable a la Administración. El transportista comunicará a las aduanas competentes la salida y llegada de la unidad de transporte y sus cargas al lugar designado.

La mercancía que no haya sido destinada a tránsito o traslado a depósito aduanero o a cualquier otro lugar autorizado, dentro del plazo máximo de ocho días hábiles, se mantendrá en custodia del estacionamiento transitorio hasta cumplir el plazo indicado en el inciso a) del artículo 56 de esta ley, sin perjuicio de la multa establecida en el párrafo anterior. (El resaltado no es del texto)”

Elementos objetivos del tipo: La acción que el tipo infraccional del numeral 145 de la LGA sanciona es la “no destinación de las mercancías a tránsito, traslado o depósito aduanero o a cualquier otro lugar autorizado, dentro de los ocho días hábiles contados desde el arribo de las mercancías”. Para dichos efectos, debe tenerse claro que el artículo 42 de la LGA en su literal j) establece una obligación precisa a la empresa de transporte internacional de realizar dicha movilización, a saber:

“Obligaciones específicas

Además de las obligaciones generales establecidas en el Capítulo I de este Título son obligaciones específicas de los transportistas aduaneros, en cuanto les sean aplicables de acuerdo con el giro de su actividad:

a) (…)

 j) Trasladar los vehículos, las unidades de transporte y sus cargas, del estacionamiento transitorio al depósito aduanero, el día hábil siguiente al vencimiento del plazo señalado en el inciso a) del artículo 56 de esta Ley. Este traslado deberá efectuarlo la empresa de transporte internacional. (El resaltado no es del texto)

En ese sentido debemos tener claro que la LGA, en su artículo 40 nos define al transportista aduanero y el artículo 123 del su Reglamento nos da tres categorías de transportistas, a saber:

“Articulo 40.- Concepto

Los transportistas aduaneros personas, físicas o jurídicas, son auxiliares de la función pública aduanera; autorizados por la Dirección General de Aduanas. Se encargan de las operaciones y los trámites aduaneros relacionados con la presentación del vehículo, la unidad de transporte y sus cargas ante el Servicio Nacional de Aduanas, a fin de gestionar en la aduana el ingreso, el arribo, el tránsito, la permanencia o la salida de mercancías.”

Artículo 123.-Categorías de transportistas aduaneros

Para los efectos del artículo 40 de la Ley constituyen transportistas aduaneros:

a. La empresa de transporte internacional que efectúe directamente el tránsito o el traslado de mercancías a través del territorio aduanero.

b. El agente de transporte que actúa en representación de empresas de transporte internacional que no efectúan directamente el tránsito o el traslado de mercancías.

c. El transportista terrestre que realiza tránsito de mercancías a través del territorio aduanero nacional” (El resaltado no es del texto)

Tenemos así, que existen tres categorías de transportista y que en el caso que nos ocupa, y de conformidad con lo que establece el artículo 42 inciso j), el transportista responsable de movilizar los contenedores de los estacionamientos transitorios es el transportista aduanero, que está definido como el que actúa en representación de las empresas de transporte internacional (naviera) que no efectúan directamente el tránsito o el traslado. La empresa recurrente, es representante de la naviera internacional que trae la carga al puerto, definido en el Registro del Sistema de Información Tica, como un transportista marítimo, autorizado como auxiliar de la función pública aduanera. Que dicho sea de paso, no puede desconocer cuál es su función y su responsabilidad como tal, tratando de justificar la omisión de movilizar las unidades contenedoras, en que no es su responsabilidad sino de otros auxiliares por no ser declarante del tránsito o traslado, siendo que sí es responsable de realizar todas las acciones necesarias con terceros, para cumplir las obligaciones que le son propias y que la ley le encarga expresamente.

El numeral 145 de la LGA, se dirige concretamente a auxiliares de la función pública aduanera, y su texto es claro sobre quienes pueden ser considerados autores de la acción descrita, recayendo sobre el transportista aduanero, obligado a transportar y entregar las mercancías en los lugares señalados por la legislación aduanera para el debido control por parte de la aduanas competentes, según los señalan los numerales 28 y 40 LGA. En la especie se cumple con esta condición dado que la empresa recurrente se encuentra registrada y operando ante las aduanas del país como transportista aduanero en la categoría de representante marítimo, y además es un transportista que puede declarar el tránsito y movilizar la carga, por lo que es la obligada a movilizar la carga en el ingreso a puerto aduanero hasta tanto no se le dé una destinación aduanera.

Se desprende de la norma trascrita, que no existe duda de que el sujeto activo que puede cometer esta infracción, es el transportista no sólo porque la norma expresamente así lo señala, sino también porque si observamos el primer párrafo de dicho artículo, es al transportista aduanero bajo la categoría señalada, y no a ningún otro auxiliar, a quien se le permite mantener las mercancías en el estacionamiento transitorio, en las condiciones ahí indicadas.

Lo anterior en tanto es este auxiliar de la función pública, a quien corresponde gestionar la permanencia de las unidades de transportes y sus cargas en el país, conforme con la disposición del artículo 40 de la LGA, transcrito supra. En tal sentido, de conformidad con el artículo 140 de la LGA, es el transportista quien está autorizado para tramitar el tránsito o traslado de las unidades de transporte a un lugar autorizado:

“Declaración del tránsito y régimen aduanero 

Si no se ha solicitado un régimen aduanero procedente, el transportista deberá presentar una declaración para solicitar el tránsito aduanero y su régimen aduanero inmediato, con los requisitos que establezcan los reglamentos de esta ley. Una vez aceptada la declaración, el transportista será responsable de iniciar el tránsito dentro del término de las setenta y dos horas naturales siguientes; la aduana señalará el plazo y la ruta para la realización del tránsito y transmitirá a la aduana competente la información que corresponda. De no iniciarse el tránsito en el plazo indicado, procede la multa establecida en el artículo 236 de esta ley.”

Continuando con el análisis, para el presente caso baste determinar la conducta activa realizada por el sujeto a fin de ver si encuadra en el supuesto del tipo infraccional del numeral 145 de la LGA que sanciona la “no destinación de las mercancías a tránsito, traslado o depósito aduanero o a cualquier otro lugar autorizado, dentro de los ocho días hábiles contados desde el arribo de las mercancías”. Así las cosas, considera este Tribunal que se ha demostrado en autos que en efecto el transportista imputado no destinó dentro del plazo establecido las mercancías a tránsito, traslado a depósito o a otro lugar autorizado, no existiendo duda de que los hechos se adecúan al tipo imputado, y en consecuencia estamos ante hechos típicos.

Recordamos que los hechos que se tienen por acreditados consisten en incumplir el plazo de permanencia en estacionamiento transitorio de las unidades de transporte números XXX y sus mercancías, al haberse oficializado el respectivo manifiesto el 24 de abril de 2017, siendo que las mercancías en cuestión fueron destinadas al régimen de tránsito mediante el Oficio de Traslado de Mercancías en Abandono número 27-2017 de fecha 26 de mayo del 2017 (ver hecho probado 4), imputándose siete días de incumplimiento, según se observa en el siguiente cuadro ilustrativo:

N° DE CONTENEDOR

FECHA DE OFICIALIZACION

FECHA DE INGRESO

ET

PLAZO DE 8 DÍAS

HÁBILES

15 DÍAS HÁBILES ABA

# DIAS DE INCUMPLIMIENTO

XXX

24/04/2017

25/04/2017

04/05/2017

18/05/2017

7 DÍAS

XXX

24/04/2017

25/04/2017

04/05/2017

18/05/2017

7 DÍAS

Como puede observase, desde que ingresa la mercancía a estacionamiento transitorio el 25 de abril de 2017, los ocho días hábiles para su permanencia se cumplieron el 04 de mayo de 2017, y el plazo dispuesto por el numeral 56 inciso a) de la LGA se cumplió el 18 de mayo de 2017, habiendo transcurrido siete días, siendo que las mercancías finalmente fueron destinadas al régimen de tránsito mediante el Oficio de Traslado de Mercancías en Abandono número 27-2017 de fecha 26 de mayo de 2017, siendo que según la literalidad de la norma, la sanción opera luego de trascurridos ocho días hábiles desde el arribo a puerto del contenedor hasta completar la fecha de la caída en abandono, por lo que corresponde a siete días de multa de doscientos pesos centroamericanos por cada día natural que transcurrió, hasta el momento de la presentación del DUA.

Es importante señalar, que el recurrente considera que se ha cumplido a cabalidad con sus obligaciones, al comunicar a la aduana el día 01 de julio de 2016, con gestión número 04698, que el contenedor XXX ingresó en calidad de cargado con el manifiesto de carga 20161117, B/L XXX, encontrándose en el estacionamiento transitorio XXX código XXX, no fue sometido a ningún régimen aduanero, considerando que tal comunicación, constituye la acción prevista por la ley para los transportistas, lo que no comparte este Tribunal, ya que lo que la norma exige es movilizar la carga antes de que se cumplan los ocho días hábiles luego de su arribo, a un régimen aduanero, y no comunicar a la Aduana que no se ha movilizado.

En el mismo sentido, no es correcta la interpretación del imputado, en el sentido de que considera que actuó bien dado que el numeral 145 establece que la mercancía que no haya sido destinada a tránsito o traslado a depósito aduanero o a cualquier otro lugar autorizado, dentro del plazo máximo de ocho días hábiles, se mantendrá en custodia del estacionamiento transitorio, dado que como ya se caracterizó, el numeral de cita dispone la responsabilidad del transportista por la no destinación de las mercancías en los términos expuestos y dentro del plazo indicado, siendo que el hecho de que las mercancías se mantuvieran bajo custodia del estacionamiento transitorio, no mengua su responsabilidad por haber operado el incumplimiento imputado, sino que simplemente se trata del procedimiento legal establecido por la LGA para hacer efectivo el debido control sobre las mismas.

Por las razones establecidas, no lleva razón el recurrente en su planteamiento de pretender descartar su responsabilidad en el presente asunto, dado que la normativa aduanera incuestionablemente establece la misma, además de que ha sido clara la Aduana de Limón al momento de establecer los hechos y el objeto del presente procedimiento sancionatorio, así como también la atribución de cargos y la calificación legal del hecho cometido.

Tal como tipifica la norma, el incumplimiento se da por NO movilizar los contenedores en el plazo fijado a los efectos, debiendo pagar una multa de $200 por cada día que no movilice la unidad de transporte, ya sea destinando a tránsito, traslado o depósito aduanero o a cualquier otro lugar autorizado, hasta cumplir el plazo del abandono, como se ha venido explicando. Debe recordarse que el control de los plazos se encuentra automatizado en el Sistema Informático Tica, de forma tal que no se requiere la intervención de la Aduana para determinar el vencimiento de los plazos, toda vez que el referido sistema lo dispone como vencido.

De conformidad con lo expuesto, la conducta del recurrente se adecúa objetivamente a las condiciones del tipo establecido por el artículo 145 de la LGA. Resta analizar la configuración subjetiva de la conducta imputada.

Elemento subjetivo del tipo: Procede examinar si en la especie puede demostrarse que la actuación del imputado en relación a la acción cuya tipicidad objetiva se demostró fehacientemente, supone dolo o culpa, lo anterior dado que ambos aspectos conforman la tipicidad subjetiva.

Debe realizarse entonces una valoración de la conducta del posible infractor, lo cual requiere necesariamente del análisis de la voluntad del sujeto que cometió la conducta ya objetivamente tipificada, su intención o bien la previsibilidad que él mismo tuvo del resultado final, dado que existe una relación inseparable entre el hecho tipificado y el aspecto intencional del mismo. En las acciones cometidas dolosamente, la representación mental del autor alcanza a los elementos del tipo objetivo y el resultado, dado que él mismo obra sabiendo lo que hace[footnoteRef:8], por lo que se entiende el dolo como conocimiento y voluntad de realizar la conducta infraccional. Por su parte, la culpa se caracteriza por una falta al deber de cuidado que produce un resultado previsible y evitable, debiendo existir una relación de determinación entre ambos aspectos. De esta forma, de no concurrir alguno de los dos elementos, la acción no es sancionable. [8: “... El delito doloso se caracteriza por una coincidencia entre el tipo objetivo y el tipo subjetivo: la representación del autor propia del tipo subjetivo debe alcanzar a los elementos del tipo objetivo. En este sentido es posible afirmar que en el delito doloso el autor obra sabiendo lo que hace ...” Bacigalupo (Enrique), “DERECHO PENAL, PARTE GENERAL”, editorial Hammurabi, Buenos Aires, 2ª edición totalmente renovada y ampliada, 1999, pág. 315]

En este sentido, debe tenerse presente el carácter de munera púbblica que ostenta el transportista aduanero, para ello el numeral 18 del CAUCA III, lo define como un auxiliar de la función pública aduanera encargado de las operaciones y los trámites aduaneros relacionados con la presentación ante el Servicio Aduanero, del medio de transporte y carga a fin de gestionar su ingreso, tránsito o salida de las mercancías, es decir, realiza gestión aduanera, siendo responsable directo ante el Servicio Aduanero, por el traslado o transporte de mercancías objeto de control aduanero. Es por ello que del Ordenamiento Jurídico Aduanero, derivan una serie de deberes determinados para los auxiliares de la función pública, en virtud de una relación jurídica preestablecida, que la doctrina ha llamado: relaciones de sujeción especial[footnoteRef:9] o relaciones especiales jurídico-administrativas[footnoteRef:10] como es, entre otras, la existente entre la Administración Aduanera y el auxiliar de la función pública. [9: MONTORO PUERTO (Miguel). La Infracción Administrativa, características, Manifestaciones y Sanción, Barcelona, Ediciones Nauta, 1965, p.122.] [10: GALLEGO ANABITARTE (Alfredo), op. cit. p.24.]

Por su parte, el artículo 37 del Reglamento al Código Aduanero Uniforme Centroamericano, reitera entre las obligaciones específicas, el hecho de entregar las mercancías en la aduana de destino y responder por el cumplimiento de todas las obligaciones que el régimen de tránsito aduanero le impone, incluso del pago de los tributos correspondientes si la mercancía no llega en su totalidad a destino. Tales disposiciones deben correlacionarse con lo dispuesto en la LGA, norma que establece el marco jurídico dentro del cual debe actuar el transportista y sus sanciones en caso de incumplimiento.

De la definición brindada por el artículo 40 de la LGA, podemos extraer su condición de auxiliar de la función pública, lo que implica que su actividad está destinada al interés público y es por ello que existe una regulación vía ley y reglamento de su intervención. Por otra parte, tenemos que el objetivo de la actividad aduanera es alcanzar un equilibrio entre la agilización de los procesos para ser competitivos y el ejercicio de un nivel adecuado de control del tráfico del comercio exterior de las mercancías, de forma tal que no lo obstaculice. Para lograr lo anterior se dio entonces un traslado de varias de las funciones que anteriormente ejecutaba la Aduana (gestión aduanera) que pasaron a ser realizadas por los diferentes auxiliares de la función pública autorizados, asumiendo por tanto su propia responsabilidad de ahí que lo que se tutela es el adecuado control de la Aduana sobre el tráfico internacional de mercancías. Lo anterior implica un cambio a su vez en el sector privado, fortaleciendo a todos los actores que intervienen en el procedimiento aduanero, adquiriendo un rol protagónico los auxiliares de la función pública aduanera, a quienes nuestra legislación aduanera los concibe como cogestores de la administración pública, según lo estipulado en los artículos 11 del CAUCA III y 28 de la LGA, lo cual implica un régimen especial de responsabilidades, al contar con mayores requisitos y obligaciones, entre las cuales destaca el deber de colaboración en el control, puesto que les corresponde, entre otras, velar por el cumplimiento de las obligaciones aduaneras y por la agilización de los procedimientos y trámites, de conformidad con lo consignado por los numerales 13 al 21 del CAUCA III. En efecto, como lo ha venido reiterando este Tribunal, desde su creación y en vasta jurisprudencia, y como igualmente lo ha reconocido la Sala Constitucional, en el sentido de que los auxiliares de la función pública tienen un rol preponderante frente al Estado y no son simples intermediarios.[footnoteRef:11] Línea que también comparte la Procuraduría General de la República en relación con el transportista aduanero y que fue externada en la audiencia de ley conferida en la acción de inconstitucionalidad número 02-002947-0007-CO, y que se refiere a la responsabilidad de los auxiliares y en especial de los transportistas aduaneros en relación con la autoridad aduanera. [11: Ver Sentencia No. 2003-11926 dictada a las 14 horas del 23 de octubre del 2003, sobre el ejercicio privado de funciones públicas por parte del transportista aduanero en su condición de auxiliar de la función pública aduanera. ]

Para el caso concreto, la conducta imputada se puede imputar a título de culpa, entendiendo por tal conforme a la doctrina “…la falta a un deber objetivo de cuidado que causa directamente un resultado dañoso previsible y evitable… ”, fundamentándose el reproche personal contra el autor que no ha omitido la acción antijurídica aunque podía hacerlo, aspecto que puede verificarse en autos de conformidad con el análisis jurídico realizado respecto a las responsabilidades que el Ordenamiento Jurídico Aduanero le había impuesto al transportista investigado en su condición de auxiliar de la función pública aduanera, existiendo una clara y directa relación de causalidad entre la obligación de movilizar la unidad de transporte y sus cargas y transmisión antes de los ocho días hábiles a partir del arribo de la mercancía a puerto aduanero, y el no hacerlo hasta el punto que la movilización se efectuó por disponerlo así la Autoridad Aduanera al caer la mercancía en abandono.

Es claro que en la especie objetivamente se omitió un deber de cuidado, todo ello consciente y voluntariamente, pese a que el resultado era previsible, máxime la condición auxiliar de la función pública del recurrente, siendo que la observancia del mismo de una conducta conforme a derecho hubiera evitado el incumplimiento imputado, por lo que es claro en la especie el vínculo de causalidad entre omisión al deber de cuidado y resultado, siendo que este era perfectamente previsible y evitable por parte del sujeto activo de la infracción, de haber atendido el deber de cuidado que le era exigible

Téngase presente que la responsabilidad descansa en el libre albedrío, que es la facultad humana de dirigir la conducta según los dictados de la razón propia y de la voluntad del individuo, siendo que bajo esta premisa, el transportista aduanero actuó con plena libertad y omitió acogerse a las pautas fijadas a los efectos por el Ordenamiento Jurídico Aduanero, a sabiendas que puede ser acreedor a la sanción establecida en el numeral 145 de la LGA, o sea contó con absoluta libertad para decidir si adecuaba o no su actuación a lo que la legislación aduanera le requería.

Así, considera este Colegio que la infracción en el presente caso, se puede imputar a título de culpa, en el tanto no es razonable que el recurrente no adecuara su conducta a la obligación prevista, dejando pasar el tiempo a sabiendas de que la norma les exige a los trasportistas sacar del estacionamiento transitorio las unidades de transporte y sus cargas antes de los ocho días hábiles a partir del arribo a puerto aduanero, tan es así que mediante el Oficio de Traslado de Mercancías en Abandono número 27-2017 de fecha 26 de mayo de 2017, la Aduana de Limón autoriza al Estacionamiento XXX, código XXX, la movilización de las unidades de transporte al Depósito Fiscal XXX, código XXX, y por ello debe asumir la responsabilidad por la lesión al régimen jurídico aduanero de conformidad con lo señalado.

De esta forma, la conducta desplegada por el transportista aduanero XXX resulta subjetivamente típica de la infracción que se está analizando, de la cual ya se había comprobado su adecuación objetiva, por lo que debe continuarse con el análisis de antijuridicidad, con el fin de seguir con el estudio de los elementos fundamentales que permitan controlar el iter lógico seguido por el A Quo para imponer la sanción de cita, todo ello dado que ya se efectuó el encuadramiento de tipicidad, restando establecer si los hechos imputadas son lesivos de un bien jurídico tutelado, si existía permisión alguna y finalmente, si no era así, proceder de inmediato al análisis de culpabilidad.

Antijuridicidad: Se constituye en un atributo con que se califica al comportamiento típico, para señalar que el mismo resulta contrario al Ordenamiento Jurídico, constituyendo de esta forma uno de los elementos esenciales del ilícito administrativo, por lo que la comisión culpable de conductas tipificadas como infracciones, tal y como acontece en la especie, no podrán ser sancionadas a menos que las mismas supongan un comportamiento contrario al régimen jurídico, siendo que para establecer tal circunstancia, es necesario el análisis de las causas de justificación, o lo que se conoce como antijuridicidad formal, y la afectación o puesta en peligro del bien jurídico tutelado, o antijuridicidad material, “… una acción antijurídica es formalmente antijurídica en la medida en que contraviene una prohibición o mandato legal; y es materialmente antijurídica en la medida en que en el se plasma una lesión de bienes jurídicos socialmente nociva, y que no se puede combatir suficientemente con medios extrapenales…”[footnoteRef:12]. (El resaltado no corresponde al original) [12: Roxin, Claus. Derecho Penal, Parte General, Tomo I, Civitas, Madrid, 1997, pág. 558.]

Antijuridicidad formal: El primero de los aspectos que se debe ventilar a nivel de la antijuridicidad, es que no exista ningún permiso o justificación por parte del Ordenamiento Jurídico para la conducta típica desplegada por el imputado, sea que no concurra ninguna causa de justificación, lo cual determinaría la inexigibilidad de responsabilidad. El autor costarricense Francisco Castillo González expone esta idea al señalar:

"Conforme a lo anterior, en la estructura tripartita del delito, que sigue la doctrina dominante, la cual distingue entre tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, las causas de justificación pertenecen a la antijuridicidad. El juicio de antijuridicidad definitivo se da en un caso concreto cuando ha ocurrido la realización del tipo penal y no existe una causa de justificación. Las causas de justificación son, desde el punto de vista, principios jurídicos que establecen permisiones bajo determinadas circunstancias; es decir, que dejan sin efecto el tipo prohibitivo (que proscribe o que manda algo), en tanto que cuando ellos existen el comportamiento típico no es antijurídico. La antijuridicidad, si se realizó el tipo penal, es una pregunta negativa, en el sentido, de que el aplicador del derecho solamente se pregunta por la no existencia de la causa de justificación. Y el orden en que deben plantearse las preguntas en un caso práctico también está establecido: primero, debe verse la realización del tipo; una vez determinado este problema debe el juzgador preguntarse si no hay la ausencia de una causa de justificación, para establecer la existencia de un hecho típico y antijurídico. Para la relación entre la tipicidad, es decir, para la coincidencia del comportamiento con un delito tipo descrito en la ley y la norma prohibitiva violada, y la antijuridicidad, vale lo siguiente: Por medio de la realización del tipo se realiza lo injusto típico, pero esta realización está condicionada a que el comportamiento típico no esté justificado. Por ello, la tipicidad del hecho implica un juicio de valor negativo provisional, mientras que la ausencia o la exclusión de una causa de justificación, posibilita un definitivo juicio de disvalor sobre el hecho concreto. Vista desde este ángulo, la tipicidad "indicia" la antijuridicidad."[footnoteRef:13] [13: Castillo González Francisco. Legítima defensa. San José, Costa Rica, Editorial Jurídica Continental, 2004, págs. 173-174.]

De esta forma, en relación a posibles eximentes de culpabilidad, considera este Colegiado que en la especie no se ha configurado la existencia de ninguna de las causales contenidas en el numeral 231 de la LGA[footnoteRef:14], mismas que excluirían la antijuridicidad y convertirían la conducta típica y aparentemente contraria a derecho del imputado, según el estudio ya efectuado, en una conducta lícita y permitida. [14: El mismo en lo que respecta, dispone: “…Serán eximentes de responsabilidad los errores materiales o de hecho sin perjuicio fiscal, la fuerza mayor y el caso fortuito, en aplicación de los principios de razonabilidad y proporcionalidad. …” ]

Primeramente, es claro que en el caso que nos ocupa, no estamos ante la presencia de un simple error material,[footnoteRef:15] sobre el cual si bien la doctrina no coincide siempre sobre la definición de su concepto, en términos generales si hay consenso de que se trata de un error manifiesto, ostensible e indiscutible, implicando por sí solo la evidencia del mismo sin mayores razonamientos y exteriorizándose por su sola contemplación. Constituye una mera equivocación elemental, una errata, tales como, errores mecanográficos, defectos en la composición tipográfica, entre otros, cuyos actos que contienen este tipo de error, su declaración jurídica es válida y lo que ocurre es una anomalía en su exteriorización, al ser el error patente y claro, sin necesidad de acudir a interpretación de normas jurídicas.[footnoteRef:16] [15: El Artículo 157 de la Ley General de la Administración Pública indica que la Administración en cualquier tiempo puede rectificar los errores materiales o de hecho y los aritméticos.] [16: Sobre el error material, ver “Error material, error de hecho y error de derecho. Concepto y mecanismos de corrección”. Joana María Socías Camacho. Revista de Administración Pública, 2002, páginas 161 a 168.]

De ahí que vistas las características configuradoras del error material, la eximente de responsabilidad contenida en el numeral 231 de la LGA, que excluye la culpabilidad en caso de estar frente a errores materiales sin incidencia fiscal, no opera en la especie, pues los efectos de no movilizar las unidades de transporte y sus cargas dentro de los plazos previstos en la legislación para mercancías ubicadas en los estacionamientos transitorios ya fueron amplia y claramente demostrados supra, y la acción imputada al recurrente no se trata de una simple equivocación elemental, estando obligado a ello en virtud de los deberes y responsabilidades que el ordenamiento jurídico le impone a los transportistas aduaneros.

Asimismo no se da la fuerza mayor, por la que se entiende un evento o acontecimiento que no haya podido preverse o que, siendo previsto no ha podido resistirse[footnoteRef:17], ni el caso fortuito[footnoteRef:18] o evento que, a pesar de que se pudo prever, no se podía evitar aunque el transportista haya ejecutado un hecho con la observancia de todas las cautelas debidas. La situación que operó en el presente asunto, es totalmente previsible, ya que depende de la voluntad del hombre y pudo evitarse. El transportista aduanero pudo tomar las medidas necesarias para movilizar en tiempo las unidades de transporte y sus cargas fuera en los plazos previstos en la legislación para mercancías ubicadas en los estacionamientos transitorios, sin que existan circunstancias o causas que eximan o eliminen su responsabilidad, tal y como ha quedado debidamente demostrado supra. [17: Diccionario Jurídico Elemental de Guillermo Cabanellas, página 174] [18: De conformidad con el tratadista Eugenio Cuello Calón, el elemento básico del caso fortuito es que sea irreprochable, y citando a Antolisei indica que existe “cuando el autor del hecho no puede hacerse ningún reproche, ni aún de simple ligereza. Derecho Penal, Tomo I, Parte General, Volumen Segundo, página 542.]

Aplicación de los principios de razonabilidad y proporcionalidad:

Al principio de razonabilidad se le conoce también como “proporcionalidad” y está propiamente referido a que al resolver un asunto determinado debe mantener “la debida proporción entre los medios a emplease y los fines públicos que debe tutelar a fin de que respondan a lo estrictamente necesario para la satisfacción de su cometido.

El origen de este principio lo encontramos en los elementos del acto administrativo (causa, objeto, forma y finalidad), concretamente lo encontramos en el Objeto y es así que la razonabilidad es uno de sus requisitos de ese acto junto con la licitud, la certeza y determinación concreta, la posibilidad física y, la moral.

El Dr. Danós Ordoñez señala que este principio “postula la adecuación entre medios y fines, de modo que la Administración Pública no debe imponer ninguna carga, obligación, sanción o prestación más gravosa que la que sea indispensable para cumplir con las exigencias del interés público”[footnoteRef:19]. [19: DANOS ORDOÑEZ, Jorge “COMENTARIOS AL PROYECTO DE LA NUEVA LEY DE NORMAS GENERALES DE PROCEDIMIENTOS ADMINISTRATIVOS” Themis 39, Pág. 237]

Nuestra Sala Constitucional sobre el principio ha señalado:

“El principio de razonabilidad surge del llamado "debido proceso substantivo", que significa que los actos públicos deben contener un substrato de justicia intrínseca, de modo que cuando de restricción a determinados derechos se trata, esta regla impone el deber de que dicha limitación se encuentre justificada por una razón de peso suficiente para legitimar su contradicción con el principio general de igualdad. Así, un acto limitativo de derechos es razonable cuando cumple con una triple condición: debe ser necesario, idóneo y proporcional. La necesidad de una medida hace directa referencia a la existencia de una base fáctica que haga preciso proteger algún bien o conjunto de bienes de la colectividad –o de un determinado grupo- mediante la adopción de una medida de diferenciación. Es decir, que si dicha actuación no es realizada, importantes intereses públicos van a ser lesionados. Si la limitación no es necesaria, tampoco podrá ser considerada como razonable, y por ende constitucionalmente válida. La idoneidad, por su parte, importa un juicio referente a si el tipo de restricción que será adoptado cumple o no con la finalidad de satisfacer la necesidad detectada. La inidoneidad de la medida nos indicaría que pueden existir otros mecanismos que en mejor manera solucionen la necesidad existente, pudiendo algunos de ellos cumplir con la finalidad propuesta sin restringir el disfrute del derecho en cuestión. Por su parte, la proporcionalidad nos remite a un juicio de necesaria comparación entre la finalidad perseguida por el acto y el tipo de restricción que se impone o pretende imponer, de manera que la limitación no sea de entidad marcadamente superior al beneficio que con ella se pretende obtener en beneficio de la colectividad. De los últimos elementos, podría decirse que el primero se basa en un juicio cualitativo, en cuanto que el segundo parte de una comparación cuantitativa de los dos objetos analizados. “[footnoteRef:20] [20: Voto 2000-08744 de las catorce horas con cuarenta y siete minutos del cuatro de octubre del dos mil]

No obstante, ha entendido este Tribunal en relación con este principio, por tratarse de un procedimiento sancionatorio en sede administrativa, donde existe el deber de respetar una serie de principios y garantías constitucionales del Derecho Penal, con matices, dentro de las cuales se encuentran entre otros los principios de tipicidad, culpabilidad, que está también el principio de proporcionalidad como delimitadores de las normas sancionadoras, conocido como “principio de proporcionalidad de las sanciones”, derivado del conocido "principio de proporcionalidad de las penas" formulado en los orígenes modernos del Derecho Penal. Este principio se traduce en la garantía de que la sanción que se aplique de manera proporcional a la infracción cometida. Este principio ha sido calificado por el Tribunal Supremo de España como "principio propio del Estado de Derecho". [footnoteRef:21] [21: Corte de Justicia de la Comunidad Europea 20 febrero 1979, SA Buitoni c/Forma, aff. 122-78, citado por J.F. MILLET: "L’appréciation par le juge administratif des principes du droit communautaire, note sous CAA Nantes, 29 décembre 2000, S. A. Périmedical), p. 273, AJDA, mars 2001, página 273.]

Estos principios se reflejan necesariamente en el régimen de las sanciones e infracciones. El establecimiento de una determinada sanción respecto de una infracción administrativa se enmarca bajo el principio básico de "proporcionalidad de las sanciones", según el cual la sanción debe corresponder de forma plena al ilícito administrativo. La sanción impuesta debe constituir una medida estrictamente necesaria para alcanzar el objetivo buscado. Por ende, no sólo es necesaria la previa tipificación legislativa de la infracción y la sanción aplicable, sino la posterior adecuación de la sanción al caso específico, lo que requiere la valoración de la culpabilidad del infractor, así como la gravedad de los hechos y, en algunos casos, hasta la personalidad o capacidad económica del partícipe. En consecuencia, con la valoración de todos estos aspectos hace posible que frente a circunstancias propias del caso que, al fin y al cabo, serán las que determinarán la sanción a imponer.[footnoteRef:22] [22: Dictamen C-222-2001 de la PGR.]

Así las cosas, la violación de los principios de razonabilidad y proporcionalidad en la aplicación de la sanción, por constituirse parámetros de constitucionalidad y que orientan la aplicación del procedimiento sancionatorio por infracciones administrativas, conforme al artículo 231 de la LGA[footnoteRef:23], nos permite señalar que estos temas por su carácter constitucional, están reservados por competencia a la Sala Constitucionalidad. [23: Principio expresamente reconocido en la LGA, artículo 231 que reza: “…Las infracciones administrativas y las infracciones tributarias aduaneras serán sancionables, en vía administrativa, por la autoridad aduanera que conozca del respectivo procedimiento administrativo. Serán eximentes de responsabilidad, los errores materiales o de hecho sin incidencia fiscal, la fuerza mayor y el caso fortuito, en aplicación de los principios de razonabilidad y proporcionalidad…”(El resaltado no es del original)]

Por tal razón, si bien el legislador introduce estos principios de razonabilidad y proporcionalidad, como una causa eximente de responsabilidad, en relación con la imposición de una sanción administrativa o tributaria aduanera, lo cierto es que es la Sala Constitucional quien debe valorar la norma en cada caso a fin de determinar si la previa tipificación legislativa de la infracción y la sanción aplicable es desproporcionada, razón por la que no son de recibo los alegatos del recurrente en este extremo.

Así tenemos que no existe alguna circunstancia eximente de responsabilidad de las contenidas en el artículo 231 de la LGA, que excluya la responsabilidad del recurrente, de tal manera que existe tipicidad y antijuricidad en lo actuado, siendo lo que nos resta es analizar la culpabilidad en el caso.

Antijuridicidad material: No basta que la conducta imputada se ajuste objetiva y subjetivamente a los diferentes elementos que conforman la norma infraccional, y que no existan causales que justifiquen el accionar del imputado, es necesario también que el bien jurídico protegido por el tipo aplicado, se haya lesionado o puesto en peligro en razón de las actuaciones del sujeto accionado.

El bien jurídico se constituye en el “para qué del tipo se convierte en una herramienta que posibilita la interpretación teleológica (de acuerdo a los fines de la ley) de la norma jurídica, es decir, un método de interpretación que trasciende del mero estudio formal de la norma al incluir en él el objeto de protección de la misma, cuya lesión constituye el contenido sustancial del delito. La importancia del análisis del bien jurídico como herramienta metodológica radica en que el valor de certeza del derecho (tutelado por el principio de legalidad criminal), a la hora de la interpretación de la norma, viene precisamente de entender como protegido sólo aquello que el valor jurídico quiso proteger ni más ni menos.”.[footnoteRef:24] [24: Sala Constitucional, resolución número 6410-96, de las 15:12 horas, del 26 de noviembre de 1996.]

De esta forma, el bien jurídico protegido por la infracción imputada es el control aduanero, siendo que la falta al deber de cuidado de la empresa imputada, resultó idónea para producir el menoscabo del control que ostenta la Autoridad Aduanera, configurándose con ello la antijuridicidad formal de la imputación efectuada en la especie. La vulneración del régimen jurídico por el incumplimiento de una obligación, constituye un incumplimiento que está directamente relaci