Mirar restrospectivo sobre el movimiento del espiritismo allan kardec

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[RE] – MIRAR RETROSPECTIVO SOBRE EL MOVIMIENTO DEL ESPIRITISMO Por Allan Kardec No queda duda a nadie de que tanto para los adversarios como para los partidarios del Espiritismo, este asunto más que nunca, agita a los espíritus. Ese movimiento es un fuego de paja, como dicen algunos afectadamente. Más ese fuego de paja se mantiene hace quince años, y en vez de extinguirse, su intensidad aumenta de año a año. Ahora, no es este el carácter de las cosas efímeras y que solo se dirigen por la curiosidad. El ultimo escudo con el que esperaban apagarlo, apenas lo reactivo, súper excitando la atención de los indiferentes. La tenacidad de esta idea nada tiene que pueda sorprender a quien quiera que haya sondeado la profundidad y la multiplicidad de las raíces por las cuales ella se

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MIRAR RESTROSPECTIVO SOBRE EL MOVIMIENTO DEL ESPIRITISMO ALLAN KARDEC

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[RE] – MIRAR RETROSPECTIVO SOBRE EL

MOVIMIENTO DEL ESPIRITISMO

Por Allan Kardec

No queda duda a nadie de que tanto para los adversarios como

para los partidarios del Espiritismo, este asunto más que nunca,

agita a los espíritus. Ese movimiento es un fuego de paja, como

dicen algunos afectadamente. Más ese fuego de paja se mantiene

hace quince años, y en vez de extinguirse, su intensidad aumenta de

año a año. Ahora, no es este el carácter de las cosas efímeras y que

solo se dirigen por la curiosidad. El ultimo escudo con el que

esperaban apagarlo, apenas lo reactivo, súper excitando la

atención de los indiferentes. La tenacidad de esta idea nada tiene

que pueda sorprender a quien quiera que haya sondeado la

profundidad y la multiplicidad de las raíces por las cuales ella se

liga a los más serios intereses de la Humanidad. Los que se admiran

apenas vieron la superficie; la mayoría solo lo conoce por el

nombre, más no lo comprendieron ni tampoco su finalidad ni su

grandeza.

Si unos combaten el Espiritismo por ignorancia, otros lo hacen

precisamente porque sienten toda la importancia, porque

presienten su futuro y en el ven un poderoso elemento

regenerador. Hay que persuadirse que ciertos adversarios están

perfectamente convertidos. Si estuviesen menos convictos de las

verdades que el encierra, no le harían tanta oposición. Ellos sienten

que lo peor de su futuro está en el bien que él hace. Hacer resaltar

ese bien a sus ojos, lejos de calmarlos, es aumentar la causa de su

irritación. Así fue, en el siglo quince, la numerosa clase de los

escritores copistas, que de buen agrado habrían quemado

Gutenberg y todos los impresores. No habría sido en demostrarles

los beneficios de la prensa, que iría a suplantarlos, que los habrían

apaciguado.

Cuando una cosa está de acuerdo con la verdad y es llegado el

momento de su eclosión, ella marcha a pesar de todo. La fuerza de

la acción del Espiritismo es atestada por su persistente expansión,

a pesar de los pocos esfuerzos que hace para expandirse. Hay un

hecho constante: es que los adversarios del Espiritismo despidieron

mil veces más fuerzas para abatirlo, sin conseguirlo, que sus

partidarios para propagarlo. El avanza solito, por así decir, como

el curso del agua que se infiltra a través de las Tierras, abre un

paso a la derecha si le cierran a la izquierda, y poco a poco mina

las piedras más duras y acaba por hacer desaparecer las

montañas.

Un hecho notorio es que, en su conjunto, la marcha del Espiritismo

no sufrió ningún momento de interrupción; él puede ser

interceptado, comprimido, retardado en algunas localidades por

influencias contrarias, más, como dijimos , la corriente paralizada

en un punto, resurge en otros cien; en vez de correr en abundancia,

se divide en una porción de filones. Entre tanto, a primea vista, se

diría que su marcha es menos rápida de lo que fue en los primeros

años. ¿Tenemos que deducir que lo abandonan? ¿Qué encuentra

menos simpatías? No, más si simplemente que el trabajo que el

realiza en este momento es diferente, y, por su naturaleza, menos

ostensivo.

Desde el comienzo, como ya dijimos, el Espiritismo ligó a si todos los

hombres en los cuales estas ideas estaban, de cierto modo, en el

estado de intuición. Le bastó presentarse para ser comprendido y

aceptado. El inmediatamente corrió abundantemente por todas

partes donde encontró el terreno preparado. Fue esa la primera

cosecha, restaban los terrenos sin cultura, que exigirían más

trabajo. Es ahora, a través de las opiniones refractarias, que él debe

abrir camino, y es el periodo en el que nos encontramos.

Semejante al minero que retira sin esfuerzo las primeras camadas

de tierra suelta, él llegó à a la roca que es preciso tallar y en el seno

de la cual solo poco a poco puede penetrar. Más no hay roca, por

más dura que sea, que resista indefinidamente a una acción

disolvente continuo. Su marcha es, pues, ostensivamente menos

rápida, más si, en un dado tiempo, no reúne un tan gran número de

adeptos francamente confesos, ni por eso deja de abalar

convicciones contrarias, que caen, no de un golpe, más si poco a

poco, Hasta que la brecha este hecha. Es el trabajo al que asistimos,

y que marca el trabajo a que asistimos, y que marca la fase actual

del progreso de la Doctrina.

Esta fase es caracterizada por señales inequívocas. Examinando la

situación, se torna evidente que la idea gana terreno día a día, que

se aclimata; que encuentra menos oposición; ríen menos, y aun

mismo aquellos que aún no lo aceptan, comienzan a concederle

foros de ciudadanía entre las opiniones. Los s espíritas ya no son

apuntados con o dedo, como otrora, y considerados como animales

curiosos. Es lo que constatan sobretodo los que viajan. Por todas

partes ellos encuentran más simpatía o menos antipatía por la

causa. No podemos negar que no hay en esto un progreso real.

Para comprender las facilidades y las dificultades que el

Espiritismo encuentra en su camino, es necesario observar la

diversidad de las opiniones a través de las cuales él debe abrir

paso. Jamás se impone por la fuerza o por constreñimiento, más

solo por la convicción, el encontró una resistencia más o menos

grande, conforme la naturaleza de las convicciones existentes, con

las cuales podía asimilarse más o menos fácilmente, de entre las

cuales unos las o recibieron con los brazos abiertos, mientras otras

lo rechazan con obstinación.

Dos grandes corrientes de ideas dividen a la Sociedad actual: el

Espiritismo y el Materialismo. Aunque este último constituya una

incontestable minoría, no podemos ignorar que él tuvo una gran

expansión en los últimos años. Uno y el otro se fraccionan en una

porción de anuencias que podemos resumir en las principales

categorías siguientes:

1º ─ Los fanáticos de todos los cultos ─ 0.

2º ─ Los creyentes satisfechos, con convicciones absolutas,

fuertemente limitados y sin restricciones, aunque sin fanatismo,

sobre todos los puntos del culto que profesan y con el cual están

satisfechos. Esta categoría comprende también las sectas que, por

el hecho de haber abierto cesión y haber operado reformas, se

juzgan en posesión de toda la verdad, y algunas veces son más

absolutas que las religiones madres.

3º Los creyentes ambiciosos, enemigos de las ideas emancipadoras

que les podrían hacer perder el ascendente que ejercen sobre la

ignorancia.

4º ─ Los creyentes por la forma, que por interés simulan una fe que

no tienen y casi siempre se muestran más rígidos y más

intolerantes que los religiosos sinceros.

5º ─ Los materialistas por sistema, que se apoyan en una teoría

racional, en la cual muchos se obstinan contra la evidencia, por

orgullo, para no confesar que pudieron engañarse. En su mayoría,

son tan absolutos e intolerantes en su incredulidad como los

fanáticos religiosos en su creencia.

6º ─ Los sensualistas, que repelen las doctrinas espiritualistas y

espíritas por miedo a que ellas vengan a perturbarlos en sus

placeres materiales. Ellos cierran los ojos para no ver.

7º ─ Los despreocupados, que viven el día a día, sin preocuparse

con el futuro. La mayoría de ellos no sabría decir si son

espiritualistas o materialistas. Para ellos el presente es la única

cosa seria.

8º ─ Los panteístas, que no admiten una divinidad personal, más si

un principio espiritual universal, en el cual se confunden las almas,

como las gotas de agua en el océano, sin conservar su

individualidad. Esta opinión es un primer paso para la

espiritualidad y, por consecuencia, un progreso sobre el

materialismo. Aunque un poco menos refractarios a las ideas

espíritas, los que la profesan son, en general, muy absolutos,

porque en ellos hay un sistema preconcebido y raciocinado, y

muchos no se dicen panteístas sino para no confesarse

materialistas. Es una concesión que hacen a las ideas espíritas

para salvar las apariencias ─ 1.

9º ─ Los deístas, que admiten la personalidad de un Dios único,

creador y soberano señor de todas las cosas, eterno e infinito en

todas sus perfecciones, mas rechazan cualquier culto exterior ─ 3.

10º ─ Los espiritualistas sin sistema, que no pertenecen, por

convicción, a ningún culto, más que no repudian ninguno, y no

tienen cualquier idea asentada sobre el futuro ─ 5.

11º ─ Los creyentes progresistas, ligados a un culto determinado,

más que admiten el progreso en la religión y la concordancia de las

creencias con el progreso de las ciencias ─ 5.

12º ─ Los creyentes no satisfechos, en los cuales la fe es indecisa o

nula bajo los puntos de dogma que no satisfacen completamente a

su razón atormentada por la duda ─ 8.

13º ─ Los incrédulos por falta de una cosa mejor, de los cuales la

mayor parte paso de la fe a la incredulidad y a la negación de todo,

por no haber encontrado en las creencias con las que fueron

embalados una sanción satisfactoria para su razón, más en los

cuales la incredulidad deja un vacío penoso que ellos quedarían

felices si fuese llenos─ 9

14º ─ Los libres pensadores, nueva denominación por la cual se

designan los que no se sujetan a la opinión de nadie en materia de

religión y de espiritualidad, que no se juzgan ligados por el culto en

que el nacimiento los colocó sin su consentimiento, ni obligados a la

observación de cualquier prácticas religiosas. Esta cualificación no

especifica ninguna creencia determinada. Ella puede ser aplicada a

todas las anuencias del espiritualismo racional, tanto cuanto a la

más absoluta incredulidad. Toda creencia eclética pertenece al

libre pensamiento; todo hombre que no se guía por la fe ciega es,

por esto mismo, libre-pensador. Bajo este punto de vista, los

espíritas también son libres-pensadores.

Mas para los que pueden ser llamados los radicales del libre

pensamiento, esta designación tiene una acepción más restricta, y,

por así decir, exclusiva; para ellos, ser libre-pensador no es creer

solamente en lo que se quiere, es no creer en nada; es libertarse de

todo freno, mismo del miedo de Dios y del futuro; la espiritualidad

es un embarazo, y ellos no la quieren. Bajo este símbolo de la

emancipación intelectual, procuran disimular lo que la cualidad de

materialista y de ateo tiene de repulsivo para la opinión das

masas; y, cosa singular, es que en nombre de ese símbolo, que

parece ser el de la tolerancia por todas las opiniones, ellos juegan

piedra en todos los que no piensan como ellos. Hay, pues, una

distinción esencial a hacer entre los que se dicen libres-pensadores,

como entre los que se dicen filósofos. Ellos se dividen naturalmente

en: Libres-pensadores incrédulos, que entran en el 5ª categoría ─

Los libres pensadores creyentes, que pertenecen a todas las

anuencias del espiritualismo racional ─ 9.

15º ─ Los s espíritas por intuición, aquellos en quien las ideas

espíritas son innatas y que las aceptan como una cosa que no les es

extraña ─ 10.

Tales son las camadas de terreno que el Espiritismo debe

atravesar. Lanzando un mirada sobre las diversas categorías antes

mencionadas, es fácil ver aquellas junto a las cuales el encuentra

un acceso más o menos fácil y aquellas contra las cuales él se choca

como la picareta contra el granito. El no triunfará de estos sino con

la ayuda de los nuevos elementos que la renovación tratará a la

Humanidad: esta es la obra de aquel que dirige todo y que hace

surgir los acontecimientos de donde debe salir el progreso.

Los números colocados tras cada categoría indican

aproximadamente la proporción del número de adeptos, sobre 10,

que cada una ofrece al Espiritismo.

Si admitiéramos, un promedio, la igualdad numérica entre esas

diferentes categorías, veremos que la parte refractaria, por su

naturaleza, abarca más o menos la mitad de la población. Como

ella posee la audacia y la fuerza material, no se limita a una

resistencia pasiva: es esencialmente agresiva; de ahí una lucha

inevitable y necesaria. Mas ese estado de cosas está con los días

contados, porque el pasado se va y viene el futuro. Ahora, el

Espiritismo marcha con el futuro.

Es, pues, en la otra mitad que el Espiritismo debe reclutar, y el

campo a explorar es bastante vasto; es ahí que él debe concentrar

sus esfuerzos, y que verá sus límites ampliarse. Entretanto, esa

mitad aún está lejos de ser enteramente simpática, pues el ahí

encuentra resistencias opiniáticas, mas no insuperables, como en la

primera, de la cual la mayor parte es debida a prevenciones que se

apagan a la medida que el objetivo y las tendencias de la Doctrina

son mejor comprendidos, y desaparecerán con el tiempo. Si

nosotros podemos admirar una cosa, es que, malogrado la

multiplicidad de los obstáculos que el encuentra, de los embustes

que le presentan, él consiguió llegar en pocos años al punto en el

que hoy está.

Un otro progreso no menos evidente es el de la actitud de la

oposición. À parte las violentas investidas lanzadas de tiempos en

tiempos por una pléyade de escritores, siempre más o menos los

mismos, que solo ven por todas partes motivos para risas, que ríen

aun mismo de Dios, y cuyos argumentos se limitan a decir que la

Humanidad camina para la demencia, muy sorprendidos que el

Espiritismo haya avanzado sin su permiso, es muy raro ver la

Doctrina envuelta en una polémica seria y continuada. En vez de

esto, como ya enfatizamos en un artículo precedente, las ideas

espíritas invaden la prensa, la literatura, la filosofía; de ellas se

apropian sin que ellas se den cuenta, y es por esto que vemos a cada

instante surgir en los periódicos, en los libros, en los sermones, en

el teatro, pensamientos que se dirían bebidos en la propia fuente

del Espiritismo. Sin duda sus autores protestarían contra la

cualificación de espíritas, más ni por eso dejan de sufrir la

influencia de las ideas que circulan y que parecen justas. Es que los

principios sobre los cuales reposa la doctrina son de tal modo

racionales, que fermentan en una multitud de cerebros y salen a la

luz a pesar suyo; les cubren tantas cuestiones que es, por así decir,

imposible entrar en la vía de la espiritualidad sin hacer Espiritismo

involuntariamente. Es uno de las cosas más característicos que

marcaron el año que acaba de pasar.

¿En vista a esto, se debe concluir que la lucha ha terminado? No, por

cierto, y nosotros debemos, al contrario, más que nunca, nos

mantendremos en guardia, porque tendremos que enfrentar

asaltos de uno u otro género, más esperando que las filas se

refuercen y los pasos al frente sean también ganados.

Guardémonos de creer que ciertos adversarios se den por vencidos

y tomar su silencio por una adhesión tacita, o mismo por

neutralidad. Persuadámonos que ciertas personas jamás

aceptaran el Espiritismo, ni abierta ni tácitamente, mientras vivan,

como hay también aquellas que jamás aceptaran ciertos regímenes

políticos. Todos los raciocinios para a él conducirlos serán

importantes, porque ellos no lo quieren a ningún precio; su

aversión por la Doctrina crece en razón del desenvolvimiento que

ella toma.

Los ataques a cielo abierto se tornan más raros, porque

reconocerán su inutilidad, más ellos no pierden la esperanza de

triunfar con el auxilio de maniobras tenebrosas. Lejos de dormirnos

en una engañadora seguridad, más que nunca es preciso desconfiar

de los falsos hermanos que se insinúan en todas las reuniones para

espiar y enseguida travestir lo que ahí se dice y se hace; que

siembran a hurtadillas elementos de desunión; que bajo la

apariencia de un celo ficticio y algunas veces interesado, procuran

empujar al Espiritismo para fuera de las vías de la prudencia, de la

moderación y de la legalidad; que provocan en su nombre actos

reprensibles a los ojos de la ley. Como no conseguirán ridiculizarlo

porque por su esencia él es una cosa seria, sus esfuerzos tienden a

comprometerlo, para tornarlo sospechoso ante las autoridades y

provocar medidas rigurosas contra él y sus adeptos. Desconfiemos,

pues, de los besos de judas y de los que quieren abracarnos para

sofocarnos.

Es preciso imaginar que estamos en guerra y que los enemigos

están en nuestra puerta, prontos para aprovechar la ocasión

favorable, y que maniobran inteligencias en el lugar.

¿Qué hacer ante estos hechos? Una cosa muy simple: cerrarse en los

estrictos límites de los preceptos de la Doctrina; esforzarse en

mostrar lo que ella es por su propio ejemplo y declinar toda

solidaridad con lo que se pude hacer en su nombre y que sea de

naturaleza para desacreditarla, porque esto no seria adecuado

para el caso de adeptos serios y convictos. No basta decirse espírita;

aquel que lo es de corazón ha de probarlo por sus actos. No

propagando sino el bien, el respeto a las leyes, la caridad, la

tolerancia y la benevolencia para todos; repudiando dentro de la

Doctrina toda violencia hecha a la conciencia de otro, todo

charlatanismo, todo pensamiento interesado en lo que concierne a

las relaciones con los Espíritus y todas las cosas contrarias a la

moral evangélica, aquel que no se aparta de la línea trazada no

puede incurrir ni en censuras fundadas ni en persecuciones legales.

Más aun, quien quiera que tome la Doctrina como regla de

conducta, no puede sino conquistar la estima y la consideración de

las personas imparciales. Ante el bien, la propia incredulidad

burlona se inclina y la calumnia no puede contaminar a aquello

que no tiene macula. Es en esas condiciones que el Espiritismo

atravesará las tempestades que serán amontonadas en su ruta y

que saldrá triunfante de todas las luchas.

El Espiritismo tampoco puede ser responsable por las malas

actitudes de aquellos a quien agrada decirse espíritas, de la misma

forma que la religión no es responsable por los actos reprensibles

de los que solo tienen la apariencia de la piedad. Antes, pues, de

hacer caer la censura de tales actos sobre una doctrina cualquiera,

sería preciso saber si ella contiene alguna máxima, alguna

ensañamiento que pueda justificarlos o mismo disculparlos. Si, al

contrario, ella los condena formalmente, es evidente que la falta es

enteramente personal y no puede ser imputada a la doctrina. Más

si es una distinción que los adversarios del Espiritismo no se dan

al trabajo de hacer. Al contrario, ellos se sienten muy felices por

encontrar una ocasión de difamarlo a izquierda y derecha, sin

escrúpulo por contribuir en lo que no le pertenece, envenenando las

cosas más insignificantes antes de buscarle las causas atenuantes.

Hace algún tiempo las reuniones espiritas sufrieron una cierta

transformación. Las reuniones intimas y de familia se

multiplicaron considerablemente en París y en las principales

ciudades, en razón de la propia facilidad que hallaron en formarse,

por el aumento del número de médiums y de adeptos. Al principio

los médiums eran raros, un buen médium era casi un fenómeno;

era, pues, natural que se agrupasen en torno a el, más a la medida

que esa facultad se desenvolvió, los grandes centros se

fraccionaron, como exámenes, en una porción de pequeños grupos

particulares, que tienen más facilidad para reunirse, más

intimidad y más homogeneidad en su composición. Este resultado,

consecuencia de la propia fuerza de las cosas, estaba previsto.

Desde el origen señalamos los escollos que naturalmente deberían

encontrar las numerosas sociedades, necesariamente formadas de

elementos heterogéneos, abriendo la puerta a las ambiciones y,

por esto mismo, expuestas a intrigas, a los complós, a las

maniobras sordas de la malevolencia, de la envidia y del celo, que

no pueden emanar de una fuente espirita pura. En las reuniones

íntimas, sin carcter oficial, las personas son más dueñas de si, se

conocen mejor y reciben a quien ellas quieren; allí el recogimiento

es mayor, y sabemos que los resultados son más satisfactorios.

Conocemos buen número de reuniones de este género, cuya

organización nada deja a desear. Hay, pues, todo a ganar en esa

transformación.

Más allá de eso, el año 1866 vio realizarse las previsiones de los

Espíritus sobre varios punto interesantes de la Doctrina, entre

otros sobre la extensión y los nuevos caracteres que debía tomar la

mediumnidad, también como sobre la producción de fenómenos de

naturaleza para llamar la atención sobre el principio de la

espiritualidad, aunque aparentemente extraños al Espiritismo. La

mediumnidad curadora se reveló en plena luz, en las circunstancias

más propicias para causar sensación; está en germen en muchas

otras personas. En ciertos grupos se manifestaron numerosos casos

de sonambulismo espontáneo, de mediumnidad parlante, de

segunda vista y de otras variedades de la facultad mediúmnica que

pudieran ofrecer útiles asuntos de estudio. Sin ser precisamente

nuevas, esas facultades aún están en el nacimiento en una porción

de individuos; ellas sólo se muestran en casos aislados y, por así

decir, se ensayan en la intimidad, más con el tiempo adquirirán

más intensidad al vulgarizarse. Es sobretodo cuando se revelan

espontáneamente en personas extrañas al Espiritismo que ellas

llaman la atención más fuertemente, porque no se puede suponer

convivencia ni admitir a influencia de ideas preconcebidas. Nos

limitamos a señalar el hecho, que cada uno puede constatar, y cuyo

desenvolvimiento necesitaría de detalles muy extensos. En otros

artículos Allan Kardec dice ofrecer más detalles al respecto.

En resumen, si nada de brillante o especial señaló la marcha del

Espiritismo en estos últimos tiempos, podemos decir que el

prosigue en las condiciones normales trazadas por los Espíritus y

que solo podemos felicitarnos por el curso de las cosas.

Fuente: Revista Espírita, enero de 1867. Allan

Kardec

Traducido por: M. C. R