Mis recuerdos como promesa del baile contemporáneo

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Belén Bernal. 3ªA Mis recuerdos como promesa del baile contemporáneo Mi nombre es Elizabeth Jordan y ésta es mi vida. Nací en Purpouse, una pequeña aldea cercana al céntrico y maravilloso París de 1962. Actualmente tengo 23 años, en este frío Enero de 1985. Crecí en mi aldea natal, con mis padres, Peter, de origen inglés y carpintero y mi madre Elizabeth, como yo. Era guapísima. A los doce años me llevaron a París a un internado femenino donde crecí hasta los dieciocho. Allí aprendí las dotes básicas del baile contemporáneo. Me enamoré de ballet. Cuando salí de allí, alquilé una vieja pero céntrica casa en París. Todas las mañanas veía el sol salir detrás de la torre Eiffel, frente a la que me sentaba a leer los folletos y papeles que los nuevos y bien remunerados repartidores dejaban. Me presenté en un conocido teatro a ser participante en la obra Lago Azul. Estaba muy nerviosa, ¡era mi primer casting! Hice un par de pasos, los más complicados para impresionar al jurado. Salí muy contenta de la audición, pero había muy buena competencia. Aun así esperaba optar al papel principal. Mi gran decepción fue cuando recibí una mañana de Diciembre una carta. La leí y pude reconocer entre unos garabatos asemejando a letras que me querían para el ballet. Pero no como yo quería, sino como colaboradora en un papel secundario en la tercera apertura del ballet. Entrené y ensayé durante semanas, hasta que el gran día llegó. El teatro La Fleur estaba LLENO. Me temblaban las piernas, pero estaba guapísima. La apertura empezó con un movimiento de batuta del director de la orquesta. Quedaban treinta minutos para que llegara mi turno, pero pasó algo que sesgó por completo mi carrera como bailarina. Salí. Salí y bailé como nunca nadie lo había hecho antes. La música me llevaba y yo no lo impedía. Cuando terminé pensé, ¿Dios mío, qué he hecho? Pero el escándalo de los aplausos de aquel teatro

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Belén Bernal. 3ªA

Mis recuerdos como promesa del baile contemporáneo

Mi nombre es Elizabeth Jordan y ésta es mi vida. Nací en Purpouse, una pequeña aldea cercana al céntrico y maravilloso París de 1962. Actualmente tengo 23 años, en este frío Enero de 1985.Crecí en mi aldea natal, con mis padres, Peter, de origen inglés y carpintero y mi madre Elizabeth, como yo. Era guapísima. A los doce años me llevaron a París a un internado femenino donde crecí hasta los dieciocho. Allí aprendí las dotes básicas del baile contemporáneo. Me enamoré de ballet.

Cuando salí de allí, alquilé una vieja pero céntrica casa en París. Todas las mañanas veía el sol salir detrás de la torre Eiffel, frente a la que me sentaba a leer los folletos y papeles que los nuevos y bien remunerados repartidores dejaban. Me presenté en un conocido teatro a ser participante en la obra Lago Azul. Estaba muy nerviosa, ¡era mi primer casting! Hice un par de pasos, los más complicados para impresionar al jurado. Salí muy contenta de la audición, pero había muy buena competencia. Aun así esperaba optar al papel principal. Mi gran decepción fue cuando recibí una mañana de Diciembre una carta. La leí y pude reconocer entre unos garabatos asemejando a letras que me querían para el ballet. Pero no como yo quería, sino como colaboradora en un papel secundario en la tercera apertura del ballet. Entrené y ensayé durante semanas, hasta que el gran día llegó.

El teatro La Fleur estaba LLENO. Me temblaban las piernas, pero estaba guapísima. La apertura empezó con un movimiento de batuta del director de la orquesta. Quedaban treinta minutos para que llegara mi turno, pero pasó algo que sesgó por completo mi carrera como bailarina. Salí. Salí y bailé como nunca nadie lo había hecho antes. La música me llevaba y yo no lo impedía. Cuando terminé pensé, ¿Dios mío, qué he hecho? Pero el escándalo de los aplausos de aquel teatro no me dejaba pensar. Todo tipo de flores acabaron en el suelo del escenario. Todos me felicitaron y semanas más tarde recibí una carta del jefe-director del ballet. Lo tenía claro. Pensé que me despediría, pero no, me pidió que fuera la protagonista del ballet La Parisienne.

Desde entonces, mi vida cambió. Me enamoré de un violinista, Antoine, del que hoy soy esposa y con el que comparto tres preciosos hijos; y el que me ayudó con fondos a fundar el estudio de baile contemporáneo y clásico que hoy se puede divisar en la calle Deux, frente a mi querida torre Eiffel.

Elizabeth.