Misión en Kenya - Lladró · Operación Sonrisa España y poner en marcha futuras misiones en...

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Misión en Kenya i Para Lladró, visitar esta misión tiene un doble sentido. Por un lado, compartir y en la medida de lo posible ha- cerles vivir, a través de mis ojos y de mi diario de viaje, la gratificante experiencia que supone mejorar la vida de estos niños, como merecido agradecimiento a las donaciones que muchos de ustedes han hecho al comprar nuestras piezas. Pero además, me acompañó en mi estancia el cirujano plástico José Ignacio García Ceballos, de USP España, con el fin de valorar las necesidades médicas y organizativas para crear la nueva Fundación Operación Sonrisa España y poner en marcha futuras misiones en países de habla hispana. Por ambas razones, viajé a Kenya siendo consciente de lo importante que es nuestro papel allí. MIÉRCOLES, 25 DE OCTUBRE Llegamos a Nairobi a las 10 pm del martes 24 de octubre y pernoctamos allí, ya que nos habían advertido de que viajar de noche hasta nuestro destino final era bastante peligroso. La propia ciudad de Nairobi estaba to- talmente desierta a esas horas. A primera hora de la mañana siguiente nos concentraron en un hotel de la ciudad a todos los voluntarios que íbamos a Nakuru. A parte de nuestro grupo vimos a otros muchos voluntarios, debido a que al mismo tiempo se estaban llevando a cabo en Kenya otras dos misiones más de Operation Smile: una en el Hospital Nacional del mismo Nairobi con 43 voluntarios y otra en Kisumu con otros 43 voluntarios.

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Misión en KenyaiPara Lladró, visitar esta misión tiene un doble sentido. Por un lado, compartir y en la medida de lo posible ha-cerles vivir, a través de mis ojos y de mi diario de viaje, la gratifi cante experiencia que supone mejorar la vida de estos niños, como merecido agradecimiento a las donaciones que muchos de ustedes han hecho al comprar nuestras piezas. Pero además, me acompañó en mi estancia el cirujano plástico José Ignacio García Ceballos, de USP España, con el fi n de valorar las necesidades médicas y organizativas para crear la nueva Fundación Operación Sonrisa España y poner en marcha futuras misiones en países de habla hispana.

Por ambas razones, viajé a Kenya siendo consciente de lo importante que es nuestro papel allí.

MIÉRCOLES, 25 DE OCTUBRELlegamos a Nairobi a las 10 pm del martes 24 de octubre y pernoctamos allí, ya que nos habían advertido de que viajar de noche hasta nuestro destino fi nal era bastante peligroso. La propia ciudad de Nairobi estaba to-talmente desierta a esas horas.

A primera hora de la mañana siguiente nos concentraron en un hotel de la ciudad a todos los voluntarios que íbamos a Nakuru. A parte de nuestro grupo vimos a otros muchos voluntarios, debido a que al mismo tiempo se estaban llevando a cabo en Kenya otras dos misiones más de Operation Smile: una en el Hospital Nacional del mismo Nairobi con 43 voluntarios y otra en Kisumu con otros 43 voluntarios.

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Los 57 que íbamos a la misión de Nakuru partimos en varios autobuses y en el trayecto fue curioso ver la di-versidad de gente y de nacionalidades que por los rasgos físicos se intuían. Y sobre todo lo desconocidos que éramos todos para todos en ese momento, algo que lógicamente cambiaría con el paso de los días. Eso sí: todos teníamos algo en común, las ganas de ayudar.

El viaje duró tres horas y aunque gran parte del trayecto fue incómodo por el mal estado de la carretera, tam-bién fue una de las pocas oportunidades que tuvimos para contemplar algunos paisajes espectaculares de Kenya, como es el valle del Rift, increíble por su inmensidad y belleza. Además, pudimos hacernos una primera idea de en qué humildes condiciones se desarrolla la vida de estas gentes. Los nativos saludaban a la caravana de autobuses mostrando su carácter hospitalario, sin saber siquiera a qué habíamos venido.

Hacia el mediodía llegamos a la ciudad de Nakuru, donde pudimos apreciar una diferencia grande con respec-to a Nairobi, al ser una ciudad mucho más pequeña, más tranquila y más segura, aun manteniendo ese caos ordenado común a todas partes en África. De camino al hotel cruzamos la calle principal, que es donde se de-sarrolla todo el comercio, y nuevamente pudimos ver cuán limitadas son sus posibilidades de gasto y consumo. Prácticamente todo lo que allí se podía adquirir eran productos de primera necesidad, es decir víveres y ropa, a excepción de artículos de artesanía local para visitantes y turistas.

Tras alojarnos en el hotel empezamos el programa de la misión con una reunión preparatoria en la que nos conta-ron a todos cómo íbamos a organizarnos y nos pidieron que cada uno nos presentáramos al resto, diciendo de dónde éramos y cuál iba a ser nuestra función allí. Había médicos, enfermeras, estudiantes de Medicina y más vo-luntarios para cubrir todas las necesidades de la misión. La práctica de este ejercicio fue para mí una de las prime-ras muestras de la profesionalidad y amplia experiencia de la Fundación y de la importancia de que lo antes po-sible completos desconocidos sean capaces de formar un equipo compacto a la altura de las circunstancias. Ade-más fue muy interesante poder ponerle cara al listado de participantes que previamente nos habían mandado. Para facilitarnos más las cosas, nos dieron una identifi ca-ción que llevaríamos durante toda la misión, con nuestro nombre y el papel que íbamos a desempeñar.

La llegada al hospital de Nakuru. Poco después fuimos a hacer nuestra primera vi-sita al Hospital Provincial de Nakuru, don-de iba a llevarse a cabo la misión. Cuando llegamos nos encontramos ante un hos-pital antiguo aunque en bastante buen estado; no me cabe duda de que era lo mejor que había en muchos kilómetros a la redonda. Su estructura estaba formada por muchos pequeños barracones inde-pendientes, donde después se distribuía a la gente según su enfermedad. Todos los pabellones estaban separados por jardines que aunque no muy cuidados, ayudaban a hacer más agradable aquel lugar y de algún modo se notaba que había sido co-lonia inglesa tiempo atrás. Estos jardines ahora además eran utilizados por la gen-te para tender la ropa de sus enfermos o como lugar de espera.

“Hacia el mediodía llegamos a la ciudad de Nakuru.”

“Todos los pabellones estaban separados por jardines que ayudaban a hacer más agradable aquel lugar.”

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Fuimos bastante afortunados, ya que para montar la misión vaciaron un pabellón bastante grande, que al pa-recer se utilizaba como almacén de trastos hasta pocos días antes de nuestra llegada y a juzgar por el resto de lo que pudimos ver en otros pabellones, debieron de trabajar muy duro para que quedara como nosotros lo encontramos, incluso estaba recién pintado. Teníamos lo básico y sufi ciente para llevar a cabo la primera parte de la misión.

En aquel lugar comenzarían al día siguiente los reconocimientos de los posibles niños a operar. Esta labor nos iba a llevar tres jornadas completas e incluso después, una vez comenzadas las operaciones, el personal estaría preparado para hacer más reconocimientos si alguien más acudía a la convocatoria.

Pruebas médicas previas. Grace, una enfermera fantástica que era voluntaria local, nos ofreció una interesan-te y detallada explicación sobre cómo en esta clínica provisional tenían planteado el reconocimiento de los niños paso a paso. El proceso comenzaría en la sala de espera donde los niños esperarían su turno, acompañados de sus familiares. Dicha sala de espera era un porche situado al exterior del pabellón, donde yo aún no sabía que acabaría pasando gran parte de mi tiempo los días siguientes.

Tras ir llamándolos pasarían al interior del pabellón para comenzar el reconocimiento médico. En una primera etapa se recogen los datos de los pacientes y se les asigna un número de identifi cación que conservan hasta el fi nal del proceso completo, incluida también la operación. Posteriormente se les hace una serie de fotos desde distintos ángulos donde quede claramente visualizada su patología y el grado de gravedad. Así se obtiene un historial lo más completo posible de cada caso con el que después se puede facilitar visualmente una compara-tiva de la evolución tras la operación.

A partir de este momento, los médicos especialistas reconocerían en profundi-dad a los pacientes según un orden esti-pulado: pediatras, anestesistas, cirujanos plásticos, dentistas, hematólogos, logo-pedas y fi nalmente otro médico que se encargaría de comprobar que el historial estuviera totalmente en regla, con el in-forme individual de todos los especialis-tas por los que habían pasado.

Para Operation Smile es básico mante-ner la seguridad en todo momento y por eso sólo se operan los casos perfec-tamente diagnosticados, dentro de los cuales tienen prioridad los casos de labio leporino y fístula de paladar. Las opera-ciones siempre se llevan a cabo con la técnica desarrollada por el fundador del proyecto, el doctor William Magee. Pos-teriormente, siguiendo el mismo rigor en

el diagnóstico y los criterios de seguridad, se operan otras patologías como es el caso de quemaduras o defor-maciones tumorales, puesto que como es lógico, se trata de atender el mayor número posible de casos.

Además, contábamos con la alternativa de enviar los casos más complejos al hospital Nacional de Nairobi para que fueran operados allí, ya que disponen de más medios técnicos que Nakuru.

JUEVES, 26 DE OCTUBRETodo estaba preparado para comenzar. Los medios de comunicación de la provincia habían anunciado nuestra llegada desde hacía varios días, convocando a todo aquel que necesitara ser atendido. Fue una gran sorpresa para nosotros ver la cantidad de personas que acudieron a la cita. La sala de espera y los jardines de alrededor estaban llenos de gente, la gran mayoría eran niños acompañados por algún familiar aunque también había enfermos adultos.

“Nos ofrecieron una detallada explicación sobre cómo teníanplanteado el reconocimiento de los niños, paso a paso.”

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Nunca olvidaré el primer momento de contacto, la expresión en las caras de todos ellos, gran-des y pequeños, fue como si al vernos hubie-ran visto auténticos extraterrestes, sin saber qué esperar de nosotros. Me resultó especialmente impactante ver a los enfermos, jamás había visto tantos niños con labio leporino, ni personas con tales deformaciones y quemaduras.

Fue realmente triste encontrarme con tanta ne-cesidad y al mismo tiempo me llamó la atención que algunas niñas vestían sobre su ropa de calle trajes largos muy llamativos, de colores, como los disfraces de princesas que nuestras niñas utilizan en sus fi estas y juegos. Lo primero que pensé fue que era su manera de darnos la bien-venida, pero después comprendí que podía ser la forma que los padres habían encontrado para que sus hijos llamaran nuestra atención, por si

eso les podía ayudar a caer en gracia y de este modo, formar parte de los niños elegidos.

Un cuento para Daniel. Franca-mente, todo hacía que se te cayese el alma a los pies, pero no estábamos allí precisamente para lamentarnos sino para trasmitirles toda la confi an-za del mundo. Y así me lo repetí una y otra vez hasta que por fi n me deci-dí a acercarme a ellos, aventurándo-me a romper el hielo. Me acerqué a un niño con labio leporino que venía acompañado por su madre y le pre-gunté su nombre. Su madre me dijo que se llamaba Daniel, tenía un año y cuatro meses de edad; entonces le pregunté a Daniel si le apetecía que le contara un cuento y él me miró con los ojos muy abiertos mientras esbo-zaba una pequeña sonrisa aprobato-ria. Con cierta timidez, también su madre accedió sonriendo y yo abrí mi mochila y saqué lo que en ese mismo momento supe que sería un tesoro para todos esos niños: cuatro de los cuentos favoritos de mis hijos, por-que la ilusión de un niño no conoce fronteras ni idiomas. Efectivamente, a Daniel le encantaron y rápidamen-te suscitaron el interés de los demás pequeños.

Fue fantástico ver cómo los padres, sus hijos y yo misma nos sentíamos menos extraños y para mí fue espe-cialmente emotivo, el ver que les era útil de algún modo, al hacerles más agradable y distraída su espera. “Los padres, sus hijos y yo, nos sentíamos menos extraños.”

“Fue una gran sorpresa ver la cantidad de personas que acudie-ron a la cita.”

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Todo el equipo realizó un gran esfuerzo para que la gente se sintiera realmente acogida desde aquel primer día. Por una parte contábamos con la inapreciable ayuda de los voluntarios locales, con los que, como es lógico, la gente se sentía más cómoda ya que además de ejercer su especialidad médica también ayudaban a traducir en la lengua local, el Swahili. Y por otro lado, todos los voluntarios extranjeros que allí estaban gozaban de amplia experiencia al haber participado muchos de ellos anteriormente en otras misiones de la Fundación. De hecho, muchos venían medio difrazados o con juguetes que escondían sus instrumentos médicos, artilugios que fa-cilitarían el reconocimiento a los más pequeños. Además, se decoró todo el espacio con banderines, globos y todos los pequeños recibieron juguetes, realmente parecía más una fi esta de cumpleaños que una consulta mé-dica. Todo lo que ayudara a hacer más fáciles y llevaderas para los niños las pesadas pruebas era importante.

Tres días de reconocimientos. Durante tres intensos días se llevaron a cabo reconocimientos médicos ininte-rrumpidamente. Tuve la oportunidad de acompañar a varios niños en todo este proceso, entre los que estaba el primero que conocí, Daniel, gracias al cual me resulta más fácil ponerle un rostro y un nombre a este relato. Aunque, por supuesto, para nosotros todos los pequeños merecían la misma atención y la oportunidad de me-jorar sus vidas y gracias a Dios así iba a ser en la mayoría de los casos. Digo “en la mayoría de los casos” porque desgraciadamente no todas las personas podrían ser operadas. Por incomprensible que parezca, hoy en día se sigue sin poder operar a personas que tienen, por ejemplo, una simple fi ebre, por lo tanto otras patologías más importantes como infecciones tampoco.

En los casos en los que los pacientes tenían fi ebre se posponía la operación unos días por si mejoraban a tiempo, pero en otros casos, como el de niños con malaria, no se les pudo dar ni la opción ya que no puedes arriesgarte a que no sean capaces de superar la operación. Sin duda ésta es la parte más cruel de todo lo que uno puede experimentar aquí, fue muy duro decir a estas personas que no serían operadas, pero hubiera sido una irresponsabilidad por nuestra parte el arriesgar sus vidas en un quirófano, a pesar de nuestras ganas de ayudarles. SÁBADO, 28 DE OCTUBREEl sábado 28 de octubre por la tarde se dio a conocer la lista de las primeras 30 personas que serían operadas el lunes; posteriormente se publicarían los nombres correspondientes a los siguientes días de la semana. Allí estábamos todos, las familias y los voluntarios. Fue un momento sobrecogedor, todo transcurrió en un silen-cio sepulcral. La enfermera Grace fue diciendo el nombre de los seleccionados. Para mí fue una gran alegría reconocer el nombre de muchos de los niños con los que había estado, también entre ellos estaba el pequeño Daniel. Pero al mismo tiempo me sorprendió que la gente al oír el nombre de su familiar no gritara de alegría o diera alguna muestra de satisfacción, a pesar del deseo que sé que tenían todos por formar parte de esa lista. Más tarde comprendí que para ellos también suponía tener que asumir el riesgo de una operación y lógicamen-te eso no es fácil para nadie.

En cualquier caso, para nosotros fue un día feliz porque ya teníamos los sufi cientes casos como para considerar un éxito la convocatoria y ahora solo cabía esperar al lunes para empezar a operar. Esa noche nos premiaron a todo el equipo con una cena ofi cial, sin duda una buena forma de relajar los nervios de los días pasados.

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DOMINGO, 29 DE OCTUBREEl domingo fue nuestro día de descanso y nos llevaron de safari fotográfi co al Parque Natural de Lago Nakuru. Además de poder disfrutar de un paisaje espectacular, fue una buena ocasión para seguir conociéndonos más y mejor, especialmente gracias al juego en el que todos participamos, un requisito por el que tienen que pasar los voluntarios de todas las misiones de Operation Smile.

Los 57 nos sentamos formando un gran círculo en el que todos teníamos que repetir el nombre de los demás de memoria. No fue nada fácil pero resultó francamente divertido y necesario para que todos acabáramos de constituir un equipo. Desde aquel momento, el trabajo y la convivencia fueron mucho más agradables gracias a poder llamar a todo el mundo por su nombre, por complicado que fuera pronunciarlo.

LUNES, 30 DE OCTUBREPor fi n, llegó la esperada mañana del lunes; para muchos de los voluntarios era el día que realmente empezaba la misión, puesto que comenzaban las operaciones. Había que aprovechar al máximo todas y cada una de las jornadas de la semana que teníamos por delante y así parecía que iba a ser, ya que a las 7 am estábamos todos en el hospital y se estimaba acabar sobre las 7 pm todos los días.

El doctor García Ceballos y yo también esperábamos con mucha expectación el comienzo de las intervenciones y en nuestro caso con el aliciente extra de vivirlo todo sin perder detalle, lo más intensamente posible, puesto que al día siguiente partíamos de vuelta a España, tras haber pasado una semana en la misión. Por eso quería-mos participar en todo lo posible, únicamente durante día y medio. Tiempo sufi ciente, teniendo en cuenta que cada día se operaría a 30 personas, con una duración media de 40 minutos por cada intervención.

Esta etapa de la misión también estaba programada bajo un orden estricto de ejecución, comenzando con un último reconocimiento médico pre-operatorio para asegurarse de que el paciente continuaba en condiciones óptimas, sin infecciones peligrosas o fi ebre. En caso contrario, se podría posponer la operación unos días.

Mientras los pacientes esperaban el momento de su operación, se aprovechaba para enseñar a los niños repro-ducciones de juguete de algunos de los aparatos médicos que después iban a ver en el quirófano para que, de algún modo, se familiarizaran con ellos y no se asustasen más tarde.

Para las intervenciones, disponíamos de dos quirófanos, cada uno de los cuales contaba a su vez con dos mesas de operaciones, y un total de siete cirujanos plásticos, extranjeros y locales. Se organizaron equipos de dos ciru-janos por mesa, lo que les permitiría llevar dos operaciones simultáneamente por quirófano, aprovechando así al máximo las instalaciones. El trabajar por parejas por una parte agilizaría la intervención y por otra, les permitía turnarse entre ellos para que ningu-no de los dos sufriera un exceso de cansancio durante las 12 horas dia-rias de intervenciones. Tras la opera-ción el paciente pasaría a reanima-ción y después sería hospitalizado hasta recibir el alta médica.

Testigo de excepción de la ope-ración. Una vez explicada la teoría, había que ponerlo en práctica y yo iba a tener la oportunidad de vivirla en primera persona, puesto que me habían ofrecido la oportunidad de acompañar a Daniel durante todo el proceso, por ser uno de los pri-meros casos de labio leporino del día. Debo reconocer que estaba un poco cohibida por lo que supo-nía presenciar la operación pero no podía dejar pasar esta oportunidad

“Se les enseñaba a los niños reproducciones de juguete de algunos de los aparatos que después verían en el quirófano.”

al máximo las instalaciones. El trabajar por parejas por una parte agilizaría la intervención y por otra, les permitía

“Se les enseñaba a los niños reproducciones de juguete de algunos de los “Se les enseñaba a los niños reproducciones de juguete de algunos de los

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única, así que me decidí a hacerlo, pensando que así Daniel no se sentiría tan solo, ni tan asustado en aquel extraño lugar.

En cuanto llegamos al hospital, cada uno de nosotros se fue a su puesto. José García Ceballos entró directa-mente en los quirófanos para poder asistir a las primeras operaciones, ya que era una parte importante de su estancia allí, y yo me fui a ver cómo transcurría aquel último examen preparatorio. Allí se encontraba ya Daniel con su madre y gracias a Dios todos los reconocimientos estaban yendo bien, incluido el suyo, así que les acom-pañé a la zona de espera. Los niños pasaban el rato entreteniéndose con los juguetes quirúrgicos de los que hablaba antes, pero los más pequeños, como Daniel, no dejaban de llorar por el hambre que tenían, ya que aquella mañana estaban en ayunas para la operación. Fue prácticamente imposible calmarlos, aunque Daniel acabó por dormirse en los brazos de su madre.

Por fi n, nos avisaron de que la operación iba a comenzar. Fui a ponerme la ropa de quirófano y salí a recoger a Daniel. Su madre lo puso en mis brazos, sin despertarlo, y tras prometerle que todo iba a salir bien y acabaría en menos de una hora, entré en la sala de intervenciones. De Rosemary, su madre, sólo puedo decir que era una mujer con una entereza impresionante y con una serenidad fuera de lo común.

“Entramos en la estancia en la que Daniel sería intervenido de su labio leporino.”

Entramos en la estancia en la que Daniel sería intervenido de su labio leporino. Una vez dentro me llamó la atención la cantidad de gente que había allí, a algunos me resultó difícil al principio reconocerlos por las mas-carillas que llevaban. Junto a los cirujanos estaban el anestesista, las enfermeras y un grupo de estudiantes que no perdían detalle. Alguien me indicó en qué mesa debía tumbar a Daniel y entre varias personas le pusieron los electrodos que controlarían sus constantes vitales. Él se despertó llorando pero enseguida le pusieron la máscara de la anestesia y debido al llanto la inhalación del gas fue más rápida y cayó al instante en un profundo sueño. En ese momento me sobrecogí al darme cuenta de la gran diferencia de tamaño que había entre la mesa de operaciones y el pequeño espacio que ocupaba el cuerpo de Daniel. Cogí su pequeña mano durmiente durante un rato, con el ánimo de que se sintiera mejor, a pesar de saber que él no podía sentirme y aunque traté de aguantar con todas mis fuerzas, mis ojos se llenaron de lágrimas.

Pero era hora de ponerse manos a la obra y me sobrepuse. Tuve la suerte de que fuese el cirujano plástico Roberto Peneda de Honduras quien llevara a cabo la operación, por su veteranía y porque me iría explicando

“Entramos en la estancia en la que Daniel sería intervenido de su labio leporino.”

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en mi propia lengua todo lo que le hicieran. Roberto contaba con la ayuda del cirujano plástico canadiense Arthur Rideout. La intervención me resultó muy interesante y pude observar todo el proceso desde primera línea, apreciando la maestría minuciosa con la que trabajaba Roberto. Fue así cómo tuve constancia de que con la Fundación sólo trabajan cirujanos de primer orden.

El despertar de Daniel. A medida que la operación avanza-ba, se intuía que el resultado iba a ser magnífi co, fue increíble ver la preciosa cara de Daniel sin nada que la turbara y sentí una gran satisfacción. Tras felicitar al cirujano por el resultado llevé al pequeño a la sala de reanimación, donde me produ-jo cierta tristeza oír los lloros de los demás niños. Para ellos es especialmente traumático el despertar tras una operación porque comienzan a sentir dolor y se sienten confusos y asus-tados. Dejamos a Daniel tumbado en una de las camas y allí lo arropamos con mantas, hasta que despertara.

No pude evitar saltarme el protocolo tradicional (no se deben dar noticias a los padres hasta que los niños salen de reanima-ción) y busqué a la madre de Daniel para decirle, al menos, que todo había ido bien y que tenía un hijo incluso más precioso que antes. Ella sonrió y me dio las gracias pero comprendí que hasta que no lo viera no estaría tranquila. En pocos minutos Daniel empezó a llorar y cuando se estabilizó me autorizaron para llevarlo en brazos de Rosemary, a quien se le iluminó la

cara en segundos, una imagen que nunca olvidaré. Ella no lloró pero desbordaba la más tierna felicidad. Fui muy afortunada por poder compartir ese momento con ellos, una experiencia única.

Nos trasladamos los tres hasta el pabellón de las habitaciones de los internos, donde teníamos una zona des-tinada a los pacientes de la misión. Allí ya había otros niños operados. Buscamos una cama donde acomodar a Daniel y tras asegurarme de que estaban bien, me pareció lo más apropiado dejarlos tranquilos. Además, yo tenía la necesidad de saber cómo se encontraban los otros niños con los que días antes había pasado ratos entrañables. Cama por cama los fui visitando y poco a poco iban llegando más. Fue una maravillosa sorpresa intuir el resultado de todas y cada una de las operaciones, a pesar de verlos tan apagados por el cansancio de la operación. Yo sentía una alegría cada vez más inmensa. Pasé el resto del día yendo y viniendo de los quirófanos al pabellón de los internos acompañando a los padres y a sus niños durante la espera y en el post-operatorio. Ahora tenía argumentos de peso para tranquilizarlos, al poder contarles de primera mano el satisfactorio resultado de las operaciones ya realizadas y así pude aumentar su grado de confi anza y aplacar sus nervios. Fue una jornada realmente intensa y gratifi cante.

Pero por otro lado, tanto José como yo sentíamos con cierta tristeza que nuestro tiempo en Kenya tocaba a su fi n, ya que partiríamos al día siguiente…

MARTES, 31 DE OCTUBRELa mañana del 31 de octubre acudimos por última vez al hospital. Los dos esperábamos tener el tiempo sufi -ciente para despedirnos de todo el mundo y yo tampoco quería irme sin pasar un rato con los niños, antes de tener que decirles adiós para siempre. Quería asimismo conseguir algunas direcciones para recibir noticias suyas de vez en cuando. Además, esa mañana me habían ofrecido presenciar otra operación: un caso de fístula de paladar, que es junto con el labio leporino la especialidad de Operation Smile.

Así que en primer lugar me dirigí al pabellón de los operados para ver cómo habían pasado la noche y fue increíble comprobar cómo había cambiado aquel lugar en relación con el día anterior. Era una bonita mañana de Halloween y el sol se colaba por aquellas ventanas viejas con todas sus fuerzas. Las enfermeras y algunos voluntarios habían decorado toda la sala para la ocasión. A diferencia del lunes, los niños estaban contentos y

“Era hora de ponerse manos a la obra y me sobrepuse.”

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casi ninguno lloraba, muchos incluso jugaban sobre sus camas y me pareció el mejor síntoma de que estaban recuperándose favorablemente. Los padres, aún cansados por la larga noche cuidando a sus hijos, refl ejaban por fi n en sus rostros felicidad, al ver a sus pequeños de nuevo con su vitalidad habitual. Todo me recordó a una preciosa mañana de Navidad en familia y me sentí feliz y afortunada de ser la persona de Lladró que tenía el privilegio de vivir esos momentos.

Aquello me hizo recordar con satisfacción los valores que han hecho única a Lladró y el compromiso que siem-pre ha existido por parte de todos los que allí trabajamos hacia los más necesitados. El saber si los niños se sentían bien y si sus padres estaban contentos era lo que más me importaba en esos momentos.

Tras unos emocionantes minutos que me parecieron segundos, vinieron a buscarme para avisarme de que comenzaba la otra operación y tuve que irme al quirófano. Esta intervención fue bastante más complicada que la de Daniel. Consistía en cerrar un orifi cio situado en el fondo del paladar, que impide a los niños hablar correctamente. Fue un proceso muy laborioso ya que hubo que desprender todo el paladar haciendo palanca con una espátula, después de haber cortado todo el perímetro con un bisturí, para después poder colocar bien los músculos que ayudan a articular el habla. Posteriormente le cosieron el agujero y todo el borde del paladar con puntos. Al fi nalizar la intervención y tras felicitar al cirujano me despedí de todos los voluntarios que traba-jaban en los quirófanos, tratando de no interrumpir su trabajo. Tanto con ellos como con el resto del equipo, la despedida se limitó a un “hasta pronto”, porque todos tenemos la esperanza de participar en nuevas misiones de la fundación y por qué no, esperamos volver a vernos en cualquier parte del mundo.

Fui a avisar a los padres del niño de que todo había ido bien y les acompañé hasta el pabellón donde se reunie-ron con su hijo. Aquellos últimos momentos junto a todos ellos fueron muy duros aunque lo más difícil fue despe-dirme de los pequeños. A pesar de su corta edad, tuve la impresión de que mi pequeño amigo Daniel presintió mi partida porque se lanzó a mis brazos con ímpetu, nada más verme. Ésa fue una de las muestras de cariño más especiales que me llevé de Kenya. Le pedí a la madre de Daniel su dirección y lo mismo hice con otros muchos ni-ños. De esta manera, me iba con menos pena porque sabía que tendría oportunidad de saber de ellos.Antes de marcharme le regalé a Daniel uno de mis libros de cuentos, concretamente el que más éxito había tenido entre los pequeños, que casualmente fue a él al primero

que se lo conté cuando llegué. Los otros cuentos se los entregué a las enfermeras voluntarias para que el resto de la semana los pudieran ver los niños y con un simple pero profundo “adiós a todos” me fui.

Tras despedirnos de los últimos voluntarios, José y yo partimos hacia Nairobi para visitar la misión de Operation Smile que se estaba llevando a cabo simultáneamente en el hospital de aquella ciudad, donde se atienden los casos más complicados que no pueden operarse en la misión de Nakuru. Aquello parecía otro mundo, ya que era un hospital enorme en nada parecido al de Nakuru, con capacidad para operar a muchos más niños.

Cálido agradecimiento. Un amigo hace tiempo me dijo que cuando viajas a un sitio como éste, piensas que vas a ayudarles –algo que, sin duda, hemos hecho– pero tú vuelves con mucho más de lo que te llevaste. Efectiva-mente, para nosotros, ha sido increíble vivir y poder ver el esfuerzo que todos los voluntarios de Operation Smile realizan a diario desinteresadamente. Todo el viaje ha su-puesto una experiencia única por lo diferente de nuestra vida cotidiana y del mundo en que vivimos, intensa por la entrega total de todos los voluntarios y gratifi cante por el bien que hicimos.

Muchas gracias a todos.

“Todos tenemos la esperanza de participar en nuevas misiones de la fundación y, por qué no, volver a vernos en cualquier parte del mundo.”

“Un amigo me dijo que cuando viajas a un sitio como éste, piensas que vas a ayudarles pero tú vuelves con mucho más de lo que te llevaste.”