MISIONOLOGÍA teologia sobre la mision

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MISIONOLOGÍA, TEOLOGÍA SOBRE LA MISIÓN La misionología es la teología, la cual intenta reflexionar sobre los fundamentos y contenidos de la fe (dogmática), en vistas de anunciarlos y comunicarlos (teología pastoral), celebrarlos (teología litúrgica), vivirlos (teología moral y espiritual). Tiende al estudio de la naturaleza de la misión, poniéndola en práctica por medio de la acción evangelizadora. El estudio de la misión y de la acción evangelizadora prepara a los apóstoles para estar “dispuestos a dar razón de la esperanza” (1 Pe 3,15). Todo apóstol, “a través del estudio se adhiere a la Palabra de Dios, crece en su vida espiritual y se dispone a realizar su ministerio” (PDV 51). El ministerio de Cristo viene a ser el punto de referencia de todo estudio teológico. Se estudian los contenidos de la revelación cristiana, para anucniar a cristo como Dios, hombre, Salvador; para celebrarlo hecho presente bajo los signos salvíficos eclesiales; para vivirlo generosamente y para comunicarlo a cada persona y a toda la humanidad. Cuando la función misionera queda excluida o silenciada de los tratados teológicos, éstos pierden su fuerza dinámica, espiritual y evangelizadora. Cabría distinguir entre “la teología de la misión” (tratado de misionología) y la “teología misionera” (toda la teología en su dimensión misionera). La dificultad de esta última estriba en que la misión ad gentes (precisamente la “misionología” necesita una atención especial, más allá de una dimensión misionera en general. A veces, a la “misionología” se la ha llamado “madre de la teología”. Ello no significa una preponderancia científica o práctica sobre los otros tratados teológicos, sino simplemente la constatación de que el enfoque misionero ha sido el detonante en los estudios teológicos de los primeros

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MISIONOLOGÍA, TEOLOGÍA SOBRE LA MISIÓN

La misionología es la teología, la cual intenta reflexionar sobre los fundamentos y contenidos de la fe (dogmática), en vistas de anunciarlos y comunicarlos (teología pastoral), celebrarlos (teología litúrgica), vivirlos (teología moral y espiritual). Tiende al estudio de la naturaleza de la misión, poniéndola en práctica por medio de la acción evangelizadora.

El estudio de la misión y de la acción evangelizadora prepara a los apóstoles para estar “dispuestos a dar razón de la esperanza” (1 Pe 3,15). Todo apóstol, “a través del estudio se adhiere a la Palabra de Dios, crece en su vida espiritual y se dispone a realizar su ministerio” (PDV 51).

El ministerio de Cristo viene a ser el punto de referencia de todo estudio teológico. Se estudian los contenidos de la revelación cristiana, para anucniar a cristo como Dios, hombre, Salvador; para celebrarlo hecho presente bajo los signos salvíficos eclesiales; para vivirlo generosamente y para comunicarlo a cada persona y a toda la humanidad. Cuando la función misionera queda excluida o silenciada de los tratados teológicos, éstos pierden su fuerza dinámica, espiritual y evangelizadora.

Cabría distinguir entre “la teología de la misión” (tratado de misionología) y la “teología misionera” (toda la teología en su dimensión misionera). La dificultad de esta última estriba en que la misión ad gentes (precisamente la “misionología” necesita una atención especial, más allá de una dimensión misionera en general.

A veces, a la “misionología” se la ha llamado “madre de la teología”. Ello no significa una preponderancia científica o práctica sobre los otros tratados teológicos, sino simplemente la constatación de que el enfoque misionero ha sido el detonante en los estudios teológicos de los primeros siglos de la Iglesia. La teología empezó y debe seguir siendo misionera y contemplativa.

Terminología y reflexión misionológica

Los términos básicos de la misionología son “misión” y “evangelización”, como términos análogos, cuyo significado refleja una complementariedad. La “misión” es el acto de enviar o también el hecho de recibir un encargo. La “evangelización” indica el objetivo de la misión, a modo de acción que hay que realizar.

Como sustantivos, los términos no se encuentran en los textos bíblicos. En ellos, se unas más bien los términos “enviado”, “enviar”, “evangelizar” (Lc 4,18).

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El término “misión”, como sustantivo, se usa con san Ignacio de Loyola (s. XVI). El sustantivo “evangelización” es del siglo XIX y tiene origen en los teólogos de la reforma; pero en los documentos magisteriales conciliares (LG, AG) y postconciliares el término es ya de uso frecuente.

Esta realidad, en los textos escriturísticos, se expresa con términos diversos y complementarios: enviar, evangelizar, proclamar, anunciar, transmitir, testimoniar.

La misión tiene origen en Dios, se comunica ahora por Cristo su Hijo y lleva la impronta de la acción salvífica del Espíritu de amor. Dios mismo encarga esta misión para que se realice su acción salvífica en la creación y en la historia, en vista a una salvación plena y universal, por medio de Jesucristo su Hijo hecho hombre por nosotros, muerto y resucitado, presente en la Iglesia, que lleva a su cumplimiento y plenitud todos los dones de Dios dados a la humanidad durante toda la historia.

Contenido bíblicos de las nociones básicas: misión y evangelización

En el AT, la acción de “enviar” se concentra en alguna persona enviada con un encargo de parte de Dios. La acción de enviar (saliah) está relacionada frecuentemente con el anuncio o palabra (dabar), que es don de Dios, y con la acción del Espíritu Santo (ruah). Estos “enviados” por Dios recibían el Espíritu para poder hablar en su nombre y con su fuerza.

En el NT, el término “enviar” se expresa con los vocablos apostello, apostellein, apostolos, pempo, pempein, que tienen un significado análogo, aunque con diversos matices complementarios. El “enviado” (apostolos) recibe un encargo, que, de algún modo, está relacionado con el mensaje y la acción salvífica de Jesús. Aparecen, pues, también los tres aspectos veterotestamentarios, con un sentido más profundo (saliah, dabar, ruah) porque se anuncia a Cristo, Hijo de Dios, que nos salva con su muerte y resurrección, comunicándonos la vida y fuerza nueva en el Espíritu Santo.

El término “Evangelizar” (euangelizomai) significa el “anuncio de la Buena Nueva”. Se trata de anunciar (angello) el gran gozo (eu) de que Cristo es el Salvador esperado. El “apóstol” es enviado para anunciar este mensaje, es decir, para “evangelizar” (Mt 2,5).

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Actualidad, importancia, objetivo y sistematización de la misionología

La importancia de la misionología aparece en los mismos contenidos de los términos “misión” y “evangelización”, anteriormente expuestos. Estos datos de revelación constituyen la naturaleza misionera de la Iglesia. En este sentido, el tema es siempre importante y actual.

El objetivo de la misionología es llegar a una realización de la misión y de la evangelización de un modo más auténtico y adecuado. “Evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo, mediante el Espíritu Santo” (EN 26). Se trata de anunciar el amor de Dios que se transparenta en la creación, en la historia y, de modo especial y armónicamente, en la redención realizada por Jesús.

Los elementos básicos y los aspectos complementarios de la misión y acción evangelizadora, trazan un camino dinámico: a) el anuncio-testimonio de Cristo muerto y resucitado; b) la proclamación de la salvación de la persona humana y toda la humanidad en Cristo; c) la adhesión a Cristo por la fe y conversión; d) entrar por el bautismo a la Iglesia; e) celebrar los signos salvíficos (sacramentos); f) insertarse en la realidad humana histórica para llevarla a la plenitud en Cristo en su Reino.

Dimensiones de la misionología

El mejor modo de entrar en el estudio de la misión, es el de encuadrar esta realidad salvífica en unas perspectivas o dimensiones.

La dimensión trinitaria recuerda que la misión procede de Dios-amor, uno y trino. La misión es iniciativa de Dios, y se realiza en el dinamismo trinitario de Dios-amor. La comunión trinitaria es la imagen que moldea a todo corazón humano y a toda la humanidad. La Iglesia es expresión y fermento de esta comunión universal.

La dimensión cristológica indica que la misión de Dios-amor se ha manifestado de modo peculiar por medio del Hijo de Dios, “el enviado” para “evangelizar a los pobres” (Lc 4,18). Cristo es el centro de la misión, que él recibió del Padre y que cumplió con la fuerza del Espíritu, para “recapitular todas las cosas” en él (Ef 1,10).

La dimensión pneumatológica presenta la misión bajo la acción del Espíritu Santo. Él es activamente protagonista en la misión de Jesús, de la Iglesia y de los apóstoles.

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La dimensión eclesiológica y escatológica manifiesta la realidad misionera de la Iglesia, como peregrina en la historia de la humanidad, en marcha hacia el encuentro definitivo con Cristo resucitado.

La dimensión pastoral dice que la misión eclesial prolonga la misma misión de Cristo Buen Pastor, que es de anuncio-testimonio, de ofrenda de la propia vida y de cercanía salvífica, en las circunstancias humanas concretas.

La dimensión antropológico-salvífica consiste en la inserción de la misión de Cristo en las circunstancias humanas personales, comunitarias, históricas, a la luz de la encarnación y de la redención (Jn 1,14; Ef 1,10).

Ámbitos de la misión Ad Gentes

El universalismo de la misión ad gentes, que es siempre sin fronteras, queda abierto para ir más allá de la geografía, es decir, a todos los campos humanos donde la fe no se ha enraizado. Es, pues, misión más allá de las fronteras de la fe.

Aunque la expresión “misión ad genes” necesita siempre una actualización, el concilio Vaticano II la define así: “la misión, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espíritu Santo, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la gracia, de forma que se les descubra el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo” (AG 5).

La encíclica Redemptoris missio señala tres posibilidades o “ámbitos” de la misión ad gentes: por territorio (criterio geográfico: pueblos donde el evangelio no ha sido predicado suficientemente y, por tanto, necesitan del “primer anuncio”), por nuevos fenómenos sociales (criterio sociológico: también necesitan el primer anuncio las grandes migraciones interculturales, las situaciones especiales de pobreza e injusticia, sectores que necesitan una fuerte evangelización como la familia, la juventud, los medios de comunicación…) y por áreas o areópagos culturales (criterio cultural: es muy complejo y urgente, puesto que se trata de hacer llegar el evangelio hasta el “corazón” de los pueblos).

Retos actuales

La “globalización” es, de suyo, un fenómeno neutral, que puede desembocar en realidades positivas o negativas. Hay una globalización sociológica, constituida por migraciones, medios de comunicación e informática. La globalización es también cultural, como encuentro entre culturas antiguas y con la cultura emergente de una

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sociedad postmoderna. Otro de los retos actuales es el de la migración, que tiene lugar por múltiples razones: guerras (refugiados), trabajo, estudio, turismo…

El fenómeno de la postmodernidad forma parte de los retos culturales del tercer milenio. Debido al hundimiento de las ideologías, se ponen en tela de juicio algunos valores permanentes del pensar y del actuar ético, dando más importancia a la experiencia, a las impresiones fuertes, a la utilidad y a la eficacia.

“Laicidad” significa propiamente la distinción y autonomía peculiar de las cosas temporales, que respeta el hecho religioso sin inmiscuirse en él. “Laicismo” es más bien una actitud negativa respecto a lo religioso y eclesial. “Secularismo” es oposición a todo lo sagrado.

La religión tiene que presentarse como fundamento de la dignidad y libertad humana a la luz de Dios-amor, explicando que “la esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas temporales” (GS 21).

El fenómeno de las sectas, que se ha dado prácticamente en todas las religiones y en todas las épocas, tiene hoy una característica especial, que tiende al sincretismo, a la fenomenología, al relativismo y a la experiencia subjetivista.

Para afrontar los retos de toda esa problemática tan variada y compleja, las ciencias misionológicas no pueden reducirse a un encuentro en vistas a elaborar teorías sobre la misión, sino que debe ser un encuentro sobre el concepto y vivencia de Dios y de la misión, según su proyecto salvífico en Cristo, para poder encontrar el sentido de la existencia humana a nivel global y en todas las culturas.

Magisterio misionero

Antes del concilio: Maximum illud de Benedicto XV, Rerum Ecclesiae de Pío XI, Saeculo exeunte, Evangelii praecones y Fidei donum de Pío XII y, Princeps Pastorum de Juan XXIII.

Documentos misioneros del concilio Vaticano II: La constitución Lumen Gentium desarrolla ampliamente la naturaleza misionera de la Iglesia; la constitución Gaudium et spes acentúa la inserción de la Iglesia en meido del mundo (con sus culturas y religiones); el decreto Ad gentes profundiza en la misión universalista a todos los pueblos.

Documentos misioneros del postconcilio: Evangelii nuntiandi de Pablo VI y Redemptoris misio de Juan Pablo II.