Mitos y Leyendas Sobre Las Relaciones Hispano-japoneses Durante Los SXVI y XVII

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MITOS Y LEYENDAS SOBRE LAS RELACIONES HISPANO-JAPONESAS DURANTE LOS SIGLOS XVI-XVII Ainhoa Reyes Manzano Universidad de La Rioja Sangre, mártires por la fe, gloria eterna, ínfulas de un imperio grandioso al que todas las naciones del mundo temen y envidian al mismo tiempo... Ésta es la sensación provocada en cualquier persona que se acerque a la literatura que versa sobre las relaciones hispano-japonesas durante los siglos XVI-XVII, aquel tiempo que ha sido llamado –obviamente, de manera pretenciosa y triunfalista– el Siglo Ibérico nipón. Este pretendido siglo empezó en 1543 con la llegada de una pequeña embar- cación portuguesa a las costas de Japón tras un naufragio. A partir de entonces, los contactos fueron dejando de ser tan casuales, llegándose a establecer una rela- ción continuada de tipo económico, religioso, diplomático e incluso cultural entre la Península Ibérica y el país nipón. Para finales del siglo XVI, Castilla y Por- tugal ya habían perdido el monopolio de la navegación, y los ibéricos cedieron paso a las nuevas potencias marítimas en el liderazgo por el descubrimiento de nuevas tierras: Holanda e Inglaterra comenzaron a merodear por el Pacífico, mientras los gobernadores de Japón sopesaron las nuevas posibilidades que los nuevos visitantes les brindaban. El Siglo Ibérico concluiría de una manera trágica con la rebelión de Shimabara en 1643: según numerosos autores, el hecho de que ésta tuviera lugar en una zona preferentemente cristiana, fue determinante para que el Shogún dictara el último y definitivo decreto anticristiano, que puso fin por razones obvias al contacto con las naciones católicas 1 . 53 1. Sin embargo, Japón no quedó cerrado al mundo por completo. Permitió a Holanda el comercio a través de una nave anual, práctica que continuaría durante toda la era Tokugawa, hasta que con la Restauración Meiji (1864) Japón volviera a tener contactos con el resto de los países. De cualquier forma, el cerramiento tampoco fue total, ya que siguió manteniendo rela- ciones con parte de China y Corea. BROCAR, 29 (2005) 53-75 BROCAR, 29 (2005) 53-75

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  • MITOS Y LEYENDAS SOBRE LAS RELACIONES HISPANO-JAPONESASDURANTE LOS SIGLOS XVI-XVII

    Ainhoa Reyes ManzanoUniversidad de La Rioja

    Sangre, mrtires por la fe, gloria eterna, nfulas de un imperio grandioso alque todas las naciones del mundo temen y envidian al mismo tiempo... sta esla sensacin provocada en cualquier persona que se acerque a la literatura queversa sobre las relaciones hispano-japonesas durante los siglos XVI-XVII, aqueltiempo que ha sido llamado obviamente, de manera pretenciosa y triunfalistael Siglo Ibrico nipn.

    Este pretendido siglo empez en 1543 con la llegada de una pequea embar-cacin portuguesa a las costas de Japn tras un naufragio. A partir de entonces,los contactos fueron dejando de ser tan casuales, llegndose a establecer una rela-cin continuada de tipo econmico, religioso, diplomtico e incluso culturalentre la Pennsula Ibrica y el pas nipn. Para finales del siglo XVI, Castilla y Por-tugal ya haban perdido el monopolio de la navegacin, y los ibricos cedieronpaso a las nuevas potencias martimas en el liderazgo por el descubrimiento denuevas tierras: Holanda e Inglaterra comenzaron a merodear por el Pacfico,mientras los gobernadores de Japn sopesaron las nuevas posibilidades que losnuevos visitantes les brindaban. El Siglo Ibrico concluira de una manera trgicacon la rebelin de Shimabara en 1643: segn numerosos autores, el hecho de questa tuviera lugar en una zona preferentemente cristiana, fue determinante paraque el Shogn dictara el ltimo y definitivo decreto anticristiano, que puso fin porrazones obvias al contacto con las naciones catlicas1.

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    1. Sin embargo, Japn no qued cerrado al mundo por completo. Permiti a Holanda elcomercio a travs de una nave anual, prctica que continuara durante toda la era Tokugawa,hasta que con la Restauracin Meiji (1864) Japn volviera a tener contactos con el resto de lospases. De cualquier forma, el cerramiento tampoco fue total, ya que sigui manteniendo rela-ciones con parte de China y Corea.

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  • Lo que hoy nos parece tan extico, no lo fue tanto en los siglos precedentes.En el siglo XVI ya se encuentran las primeras obras publicadas de mano de lva-res y Barreira, Mariz o Coelho, casi todas ellas en portugus, ya que fue esta Coro-na quien parti en primer lugar hacia las Indias Orientales, por lo que la mayorade las relaciones provienen de religiosos portugueses2. En el siglo XVII sobresalenlas obras de Guzmn, Guerrero, Orfanel, Morejn, Aduarte o Cardim, por ponerslo algunos ejemplos3. Incluso Lope de Vega trat como temprano historiador lossucesos martiriales del Japn, ofreciendo una bien documentada geografa de lasislas: por ofrecer alguna cosa a la virtud y grandeza de vuestra ilustrsima, doy aluz este fragmento de historia sacra4. Aunque el siglo XVIII ser ms parco5,encontramos que el tema vuelve en el XIX con fuerzas renovadas, impulsadas porel nacimiento de la ciencia histrica y ms an por la apertura al mundo quesupuso para Japn la era Meiji. En este tiempo destacan los libros escritos porCadell, Charlevoix, Velzquez y Snchez, y la obra de Guzmn, adems de queempez a componerse la Monumenta Xavierana6. Llegando ya al siglo XX, no

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    2. lvares, J., y Barreira, J. de, Copia de las cartas que los padres y hermanos de la Com-paia de Iesus que andan en el Iapon escriuieron a los de la misma Compaia de la India, yEuropa, desde el ao de M.D.XLVIII. que com[n]aron, hasta el passado de LXIII / trasladadasde portogues en castellano, Coimbra 1564; Mariz, A. de, Cartas que os padres e irmos da Com-panhia de Iesus que ando nos Reynos de Iapo escrevero aos da mesma Companhia da Indiae Europa des do anno de 1549 ate o de 66..., Coimbra 1570; Coelho, G., Spitelli, G., Valigna-no, A., y Frois, L., Copia di due lettere annue scritte dal Giapone del 1589 & 1590: Luna dalP. Viceprovinciale. Roma 1593.

    3. Guzmn, L. de, Historia de las missiones que han hecho los religiosos de la Compaiade Jess, para predicar el sancto evangelio en la India Oriental y en los reynos de la China yIapon, escrita por el Padre Luis de Guzmn, religioso de la misma Compaia; Primera parte enla qual se contienen seys libros tres de la India Oriental, uno de la China, y dos de Iapon. Alca-l 1601; Guerrero, F., Relacin anual de las cosas que han hecho los padres de la Compaia deIesus en la India Oriental y Iapon, en los aos de 600 y 601. Valladolid 1604; Orfanel, J., His-toria ecclesiastica de los sucessos de la christiandad de Iapon desde el ao 1602, que entro enel la Orden de Predicadores hasta el de 1620. Madrid 1633; Morejn, P., Breue relacion de lapersecucion que huuo estos aos contra la Iglesia de Iapon y los ministros della: diuidida endos partes, la primera de lo sucedido antes del destierro de los padres y la segunda de lo quehuuo despues de su partida: sacada de la carta anua y de otras informaciones autenticas quetruxo el padre Pedro Morejon de la Compaia de Jesus. Mexico 1616; Aduarte, D., Tomo pri-mero de la Historia de la provincia del Santo Rosario de Filipinas, Iapon y China de la... Ordende Predicadores. Zaragoza 1693; Cardim, A. F., Catalogus regularium et secularium qui in Iap-poniae regnis usque fundata ibi a S. francisco Xaverio... ab ethnieis in odium christianae fideisub quator tyrannis violenta morte sublati sunt. Roma 1646.

    4. Vega, L. de, Obras Escogidas. Poesa y prosa. Madrid 1973.5. Lettres edifiantes et curieuses ecrites des missions etrangeres par quelques missionnaires

    de la Compagnie de Jesus. Paris 1713; Crasset, J., Histoire de lEglise du Japon. Paris 1715.6. Cadell, C. M., Historia de las misiones en el Japon y Paraguay. Madrid 1857; Charlevoix,

    P.-F. de, Historia del cristianismo en el Japn: segun el R. P. Charlevoix. Guzmn, L. de, Histo-ria de las misiones de la Compaa de Jess en la India Oriental, en la China y Japn. Desde1540 hasta 1600. Bilbao 1891; Monumenta Xaveriana, ex autographis vel ex antiquioribusexemplis collecta. Avrial 1899.

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  • podemos dejar de mencionar los estudios de Boxer, Ogaki o Farge, por poner tresejemplos de historiadores extranjeros7.

    A la vista de lo anterior, y siendo conscientes del espacio del que dispone-mos en este artculo, slo analizar algunos de los libros que se escribieron enel siglo XX, sin entrar en detalles sobre los que han sido ms recientementepublicados. Toda esta produccin, aunque muy variada formalmente, cuentacon unas caractersticas comunes: en general, tienen en cuenta los documentosde una sola de las partes implicadas, aportando una informacin lgicamentesesgada. Por otro lado, cuando el autor use epistolarios o relaciones manuscri-tas, la tendencia ser la de dejar hablar al texto, sin hacer la crtica pertinente.En definitiva, se fijan en unos aspectos determinados que conectan a la perfec-cin con los tpicos que han quedado del Siglo Ibrico, destacado tres de ellosque se han venido repitiendo desde principios del siglo XVII: la cristianizacin,la conquista del Japn, y los martirios.

    Como es obvio, todos los trabajos han estado preocupados por los resulta-dos de la predicacin, ms an teniendo en cuenta que la mayora de sus auto-res han estado vinculados a la Iglesia. Implcitamente propagan la idea deEspaa y Portugal como naciones creadoras de cultura por excelencia, con lamisin universal de llevar a todos los pueblos del mundo la nica salvacinposible, es decir, la que se deriva de la fe catlica.

    Por eso tiene un lugar muy destacado el delicado asunto del Galen San Feli-pe, un extrao affaire tras el cual dio comienzo la persecucin de los francisca-nos en Japn con la crucifixin de los que han sido llamados los protomrtires,y que tuvo graves implicaciones polticas a nivel internacional8. Este epgrafe estrelacionado con la terica conquista del Japn, empresa que los espaoles nega-rn hasta la saciedad, defendiendo al rey de cualquier acusacin de practicaruna poltica de expansin, salvo la puramente espiritual, que para el Catlico reyde Espaa era simplemente una obligacin ineludible. Espaa aparecer enton-ces como la gran defensora del catolicismo frente a los herejes holandeses eingleses, mientras el papel de Portugal flucta segn tendencias. Es curiosoobservar cmo ha variado el papel de aliado o de enemigo de Portugal en la his-toriografa espaola segn avanzaba el franquismo en el tiempo y, por supuesto,segn la orden religiosa de la que emanaran los textos histricos.

    El corolario de esta historiografa es el tema ms escabroso, el de las perse-cuciones y martirios que padecieron tanto los frailes como los japoneses que

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    7. Boxer, Ch. R., The Christian Century in Japan 1549-1650, Berkeley (etc.) 1951; Ogaki,K., Nihon Kenbunki Rodorigo de Bibero 1609 nen =Relacin y noticia del Reino del Japn conotros avisos y proyectos para el buen gobierno de la monarqua espaola, de don Rodrigo deVivero, quien la dedica a la serensima real majestad del rey nuestro seor, [ao] 1609. Tokyo1993; Farge, W. J., The Japanese translations of the Jesuit mission press, 1590-1614: De imita-tione Christi and Gua de pecadores, Lewiston 2002.

    8. No obstante, que fuera el detonante no implica que fuera la causa.

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  • declararon ser cristianos y que no renunciaron a su fe. Todos los libros son espe-cialmente explcitos sobre estos tormentos, que haban de servir como motivode comportamiento ejemplar de los buenos cristianos.

    1. Historiografa espaola en el siglo XX

    Los jesuitas toman la pluma para tejer loas y guirnaldas a sus grandesmisioneros, empezando por San Francisco Javier; los franciscanos, paracantar orgullosos las glorias de sus hermanos muertos por la fe; y otro tan-to, ya en tono menor, les ocurre a los dominicos y los agustinos, sin quefalten en sus pginas, algunas veces acaloradas y con frecuencia demasia-do apologticas, piques y pullas en un debate en el que, a fin de cuentas,a todos les asiste la razn. Pocos han elevado su vista ms all, esforzn-dose por contemplar el panorama en su conjunto 9.

    En apenas dos frases ha resumido Juan Gil de una manera perfecta el estadode las investigaciones sobre la presencia ibrica en Japn entre los aos 1543 y1643. Aunque en Japn, las investigaciones sobre sus relaciones internaciona-les volvieron a abrirse en la era Meiji, y tienen la ventaja de no estar orientadasa engrandecer la gesta martirial de tal o cual orden religiosa, tanto en Orientecomo en Occidente, an queda mucho por hacer.

    En el siglo XX encontramos, como en siglos anteriores, numerosos estudios;por desgracia todos ellos demasiado parciales, o demasiado ligados a la histo-ria de cada orden religiosa. Lorenzo Prez edit en 1904 la relacin de JuanPobre de Zamora sobre la prdida del Galen San Felipe10. El mismo autor escri-bi en 1924 una biografa de Luis Sotelo, mientras en 1926, Cristbal ArizaTorres y Carlos Luis Dez y Prez se dedicaron a recopilar documentos sobreRodrigo de Vivero y Sebastin Vizcano, por encargo del Ministerio de Marina11.

    Un siglo de Cristiandad en el Japn, fue la obra escrita por Constantino Bay-le, publicada en 1935 dentro de la coleccin Pro Ecclesia et Patria12. El autornaci en 1882, estudi Humanidades en 1902 en la Universidad de Comillas, altiempo que ingresaba en los jesuitas granadinos para hacer su noviciado. Unavez pronunciados sus votos, estudi Teologa, siendo ordenado sacerdote, y a

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    9. Gil, J., Hidalgos y samurais. Espaa y Japn en los siglos XVI y XVII. Madrid 1991,pp. 13-14.

    10. Prez, L., Fray Juan Pobre de Zamora: Su relacin sobre la prdida del galen San Feli-pe, y martirio de San Pedro Bautista y compaeros. Madrid 1931.

    11. Prez, L., Apostolado y martirio del beato Luis Sotelo en el Japn. Madrid 1924; ArizaTorres, C. y Daz y Prez Muoz, C. L., Datos histricos sobre Don Rodrigo de Vivero y el Gene-ral Sebastin Vizcano encontrados en el Archivo de Indias por el Comandante Mdico de laArmada D. Cristbal Ariza Torres: Investigacin llevada a cabo en cumplimiento de la Realorden manuscrita de 5 de marzo del ao actual y por designacin del Sr. Comandante de Mari-na D. Carlos Luis Dez y Prez Muoz. Madrid 1926.

    12. Bayle, C., Un siglo de Cristiandad en el Japn. Barcelona 1935.

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  • partir de 1919 dirigi la revista Razn y Fe. Despus de publicar y editar nume-rosos trabajos, en 1939 ingres en el Consejo Superior de Investigaciones Cien-tficas, dirigiendo la Seccin de Misiones, y el Instituto de Misionologa Espaola.En 1944 pas a formar parte del Consejo Superior de Misiones del Ministerio delInterior, hasta que falleci en 1953. Adems de la obra citada, ha publicado otrascomo El camino propio del sacerdote secular en la evangelizacin americana,Los clrigos y la extirpacin de la idolatra entre los nefitos americanos o Loscabildos seculares en la Amrica espaola13.

    En 1948, vea la luz un curioso ensayo llamado Bushido y Cristianismo en elJapn, escrito por el jesuita Antonio Cermeo, que fue profesor del SeminarioMenor de Ciudad Real, antes de marchar hacia Japn como misionero14. Buenconocedor de la cultura nipona, expone en su libro la teora de que la ceremo-nia del t japonesa, incluso el alma de Yamato, sera un producto de la predica-cin cristiana. Segn l, presenta unas pginas escritas sencillamente, sinpretensiones de crtico ni pujos de especialista histrico; y sin ms propsito quebendecir al Seor que santific al Japn con estas legiones de hroes ignotos cris-tianos, por cuya intercesin poderosa esperamos goce pronto este querido pue-blo del don de la fe y la alegra del amor de Jesucristo, camino, verdad y vida15.

    Del mismo autor y editorial, cinco aos ms tarde, se public un relato bio-grfico: Corona de Daimyos: Don Justo Ukondono, que consiste en una apolo-ga a favor de la beatificacin del samurai Ukon Takayama, quien renunci a suhonor, a su familia y a sus tierras por ser cristiano, viviendo como apstol de lafe catlica16.

    Honorio Muoz public en 1958 Los dominicos espaoles en Japn (sigloXVII), como separata de la revista Missionalia Hispanica, escrito mediante latcnica de dejar hablar a los documentos antiguos, especialmente los escritospor los religiosos de la orden de Santo Domingo17. Algo similar hizo con otrasdos publicaciones, El padre Juan Ventura Daz y Apstol entre mrtires18. En loque concierne a su obra sobre la misin nipona, afirma ser un intento de hacerresaltar con ms claridad ciertos aspectos histricos y as apreciar mejor la

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    13. Bayle, C., El camino propio del sacerdote secular en la evangelizacin americana.Madrid 1946; del mismo autor, Los clrigos y la extirpacin de la idolatra entre los nefitosamericanos. Madrid 1946 y Los cabildos seculares en la Amrica espaola. Madrid 1952.

    14. Cermeo, A., Bushido y Cristianismo en el Japn. Bilbao 1948.15. Cermeo, A., Bushido..., p. 8.16. Cermeo, A., Corona de Daimyos: Don Justo Ukondono Takayama. Bilbao 1950.17. Muoz, H., Los dominicos espaoles en Japn (siglo XVII), separata de Missionalia

    hispanica, ao 22, nmeros 64-65 (1965), Madrid.18. Muoz, H., El padre Juan Ventura Daz, O.P., Misionero Dominico Montas en el Rei-

    no de Tunkin (1715-1724). Su Apostoloado Misional segn Documentos Inditos de sus Con-temporneos. Santander 1958; y del mismo autor, Apstol entre mrtires: el Ilmo. Sr. D. frayManuel Riano, vicario apostlico del Tunkin Central, misionero Dominico montas (1829-1884): su labor misional. Santander 1962.

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  • actuacin y herosmo de aquellos valientes apstoles, con la esperanza de queal hacerlo estimulara a otros autores ms competentes a elaborar estudios msdetallados y completos, dignos de aquellos mrtires19.

    El franciscano Fidel de Lejarza levant en 1961 la vieja polmica entre suorden y la jesutica con la publicacin de Bajo la furia de Taikosama en dosvolmenes20. Lejarza es conocido, sobre todo, por la edicin de Memoriales ehistoria de los indios de la Nueva Espaa, aparecida en 1970, que fue escritapor fray Toribio de Motolina (O.F.M.) en 153621. Pero lo ms destacable fue sulabor al frente de la revista cuatrimestral Missionalia Hispanica, que vio la luzen 1955. El propsito de esta revista es el estudio de las misiones que tuvieronlugar por todo el orbe, con la pretensin de hacer una historia universal de laIglesia Catlica.

    Bajo la furia de Taikosama fue escrita con dos objetivos muy claros. El pri-mero de ellos es que este aspecto, tan glorioso y brillante del misionerismoespaol en el Japn, suele olvidarse o preterirse en los manuales de historia delas misiones cuando se trata de estudiar nuestra accin evangelizadora, o sepierde de vista ante la magnitud del esfuerzo realizado por Espaa en el NuevoMundo. Pretericin injusta a todas luces, pues si la iglesia del Japn es joyel deque la Iglesia Universal se glora y ufana, es muy justo y puesto en razn quese sepan y divulguen los nombres de los orfebres que cooperaron a labrarlo22.La segunda meta, aunque no lo exponga explcitamente el autor, es recuperarlos documentos que demuestren la implicacin que tuvieron los jesuitas en lapersecucin. Para ello, recuperar cartas y relaciones de la misin de China, enla que afirma que los jesuitas provocaron la extincin de la orden de San Fran-cisco, alentando a los chinos a que se rebelasen contra otras rdenes23:

    Es incuestionable para nosotros y resulta un hecho perfectamente com-probado que el principal, si no el nico, foco de resistencia a su entrada fueel elemento portugus en su doble aspecto civil y eclesistico, y esto antesy despus de la unin de las dos naciones en la persona de Felipe II24.

    Dentro de la coleccin Vidas ejemplares, el jesuita Diego Pacheco escribila biografa en estilo novelado sin citar una sola fuente de San Pablo Miki,protomrtir de la Iglesia crucificado en Nagasaki en 159725. Pablo Miki muriun viernes, a los 33 aos, en la cruz: su madre lo acompa en la agona, y Miki

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    19. Muoz, H., Los dominicos ..., p. 6.20. Lejarza, F., Bajo la furia de Taikosama. Madrid 1961. 2 Vols.21. Motolina, T. de, Memoriales e historia de los indios de la Nueva Espaa. Estudio preli-

    minar, edicin y notas de Fidel de Lejarza, Madrid 1970.22. Lejarza, F., Bajo la furia ..., Vol. 1, p. 16.23. Lejarza, F., Bajo la furia ..., Vol. 1, pp. 107-118.24. Lejarza, F., Bajo la furia ..., Vol. 1, p. 133.25. Pacheco, D., San Pablo Miki. Madrid 1961.

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  • rog por las almas de los que lo haban condenado, en un claro paralelismo conla pasin de Jesucristo, smil que es desarrollado por Pacheco a lo largo de todoel libro. En 1973 continuar con el gnero, escribiendo la biografa de otrofamoso misionero jesuita en Japn, con la publicacin de El hombre que forjNagasaki, en referencia al valenciano Cosme de Torres26.

    Mencin aparte merece la obra de Jos Luis lvarez-Taladriz como editor dedocumentos religiosos y diplomticos en Japn. El primero de ellos, publicadoen 1954, recoge dos textos de Alessandro Valignano que son claves en la for-macin de los partidos jesuita y mendicante27. El segundo, que ver la luz en1973, recoge el punto de vista franciscano, con la edicin de las relaciones delpadre Ribadeneira y Martn de la Ascensin28; el tercero y ltimo es una edicinpstuma (acabada por su hijo en 1998) que completa la visin de Valignano29.

    2. Resultados de la predicacin

    Desde que San Francisco Javier penetrara en tierras niponas hasta que, cienaos ms tarde, el decreto del Shogn ordenara desterrar a cualquier extranje-ro de Japn, se desarroll una amplia actividad misional, con la creacin decolegios, seminarios, cofradas y grupos de cristianos que perduraron a lo largode las dcadas, descubrindose a mediados del siglo XIX que varias comunida-des cristianas nacidas entonces haban podido sobrevivir en la clandestinidad.

    Aunque las cifras varan de un autor a otro, todos consideran que los resul-tados de la predicacin fueron ms que positivos: no slo se consigui bautizara una gran cantidad de personas, sino que adems, esta comunidad tenamuchas semejanzas con aquella primera cristiandad que padeci el martiriodurante la Roma Imperial.

    El discurso historiogrfico resaltar que las dos naciones colonizadoras ycivilizadoras por excelencia, Espaa y Portugal, enviaban la flor de sus hijos acobijar los pueblos salvajes bajo la bandera de la Cruz30, pero pronto incluirntambin la descripcin de las peculiaridades del pueblo a cristianizar, come-tiendo, como es de esperar, notables errores y exageraciones. Las publicacionesde los aos treinta poca especialmente marcada por el debate sobre las razasen todo el mundo recogen las impresiones de los misioneros que reparaban en

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    26. Pacheco, D., El hombre que forj a Nagasaki. Vida del P. Cosme de Torres, S. J. Madrid1973.

    27. Valignano, A, Sumario de las cosas de Japn y Adiciones del Sumario de Japon (1583).Introduccin y notas de Jos Luis lvarez-Taladriz, Tokyo 1954.

    28. lvarez Taladriz, J. L. (Ed.), Documentos franciscanos de la cristiandad de Japn: (1593-1597). Relaciones e informaciones de San Martn de la Ascensin y Fray Marcelo de Ribade-neira. Osaka, 1973.

    29. Valignano, A., Apologa de la Compaa de Jess de Japn y China (1598); introducciny notas de Jos Luis lvarez-Taladriz, Osaka 1998.

    30. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 21.

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  • que los japoneses parecan tener un carcter racional, ms propenso a lacorrecta recepcin del cristianismo, con una fuerte connotacin racista, msevidente cuando establecan comparaciones con otros pueblos. EspecialmenteConstantino Bayle, quien afirma que los indios de Amrica, casi sin excepcin,eran hombres porque tenan alma, pero soterrada por el embrutecimiento; en elJapn, no: [eran] hombres y muy hombres31. Esta mentalidad recorre todas laslneas de su libro:

    Qu diferencia entre las tribus del Nuevo Mundo y las gentes delJapn! All haba que empezar por roer la corteza de vicios e ignoranciasupina, que colocaban a los indgenas un poco, slo un poco, por encimade las bestias; haba que hacerlos primero hombres, como deca el virreyToledo, para despus hacerlos cristianos. Y los sudores eran muchos y lamies escasa. En cambio, los japoneses, en medio de sus errores y costum-bres torcidas, lucan un natural preparado a recibir la semilla de la fe32.

    En cuanto a los frutos de la predicacin logrados por los padres enviadosdesde Manila (Filipinas) o Macao (China), stos han sido analizados desdevarias perspectivas. Cuantitativamente, calcularon que para 1614, antes de lagran persecucin, habra alrededor de un milln de fieles en todo Japn, aun-que a da de hoy no se cree que se superase el nmero de 300.00033. Tan favo-rable pareci al principio la predicacin que el jesuita Organtino crey que enocho aos se conseguira que todo Japn fuera cristiano34. Incluso cuando peorestaba la situacin, momento en que muchos de los cristianos que no deseabanrenunciar a su fe emigraron a Nagasaki, nos informa el padre Morales de quese poda decir que, en 1619, prcticamente toda esa ciudad era cristiana35.

    En los primeros contactos, durante el gobierno de Oda Nobunaga (1567-1580), incluso lleg a ponerse de moda llevar una cruz como ornamento perso-nal. Es conocido el favor constante que Nobunaga dispens a los Misioneros y asu doctrina en contraposicin a los bonzos. Afirm ms de una vez sus deseos deser cristiano, y que se lo impeda la severidad del Sexto Mandamiento36. Afirmael padre Cermeo que entre sus servidores, daba los puestos de ms responsabi-lidad a los cristianos, porque de ellos se fiaba ms que de otro ninguno37.

    Uno de aquellos hombres de confianza de Nobunaga era Takayama Ukon,gran daimyo y general cristiano que acab sus das desterrado en Manila. Anto-nio Cermeo lo describe como un hombre de corazn magnnimo y com-

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    31. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 56.32. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 21.33. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 119; CERMEO, A., Bushido ..., p. 14.34. Cermeo, A., Bushido ..., p. 13.35. Muoz, H., Los dominicos ..., p. 171.36. Cermeo, A., Corona ..., p. 66.37. Cermeo, A., Corona ..., p. 126.

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  • prensivo, ni recel de mercaderos y misioneros, ni conoci rozadura o desave-nencia con ellos; antes abri de par en par las puertas del Japn a las auras dela civilizacin occidental, trada en alas de las naos portuguesas y a la sombrade la Cruz de los misioneros: sin que en este primer contacto la Europa cristia-na ocasionase menoscabo a la nacin, antes contribuy a remodelar con nue-vo empuje sus viejas instituciones y a afianzar ms fuertemente suscaractersticas raciales38.

    Recuerda con nostalgia el tiempo que pas Ukon en la capital filipina, yaque eran aquellos los das de la fe recia de la vieja y tradicional Espaa [].Era el tributo de admiracin y jbilo que el Alma Espaola, caballerosa y fer-viente, ofrendaba al alma varonil de Yamato (a los espaoles de Oriente, comodeca Gracin), ataviada con las nuevas preseas de la fe cristiana39.

    No duda en calificar a Ukon de apstol, afirmando que los catlicos de hoyno podran proponerse modelo ms adecuado que imitar40. Su ejemplo no sloservira al mundo cristiano, sino que adems era beneficioso para su propiopas: dedzcase, pues, lo que supone de fervor, claridad de ideas, desinters ycelo de la gloria divina y del bien de su Patria el romper con todas las tradicio-nes seculares de su nacin en un punto tan vital para l, cual era desprendersede sus sbditos para darlos a Dios41.

    Por otro lado, el jesuita Cermeo hace odos sordos a la controversia entrerdenes religiosas, ofreciendo una imagen idlica de una floracin soberana,despertada en el Japn por el Catolicismo, cuyos instrumentos fueron los Hijosde Espaa, Portugal e Italia, naciones hermanadas por la fe, la sangre, la histo-ria y su misin en el mundo, gloria exclusiva de la Iglesia Catlica42.

    Aparte de estas conquistas, el cristianismo ayud a configurar, segn estosautores, las costumbres ms caractersticas del pueblo nipn, como el cdigotico del samurai conocido como Bushido, el concepto de fidelidad ante elsuperior, o incluso la famosa ceremonia del t43. Sobre el Bushido, que todojapons considera como su distintivo nacional, el exponente ms sublime dela raza, Antonio Cermeo considera que el estudio sereno e imparcial de loshechos histricos ha inducido a los especialistas a concluir, que el sentimien-to de veneracin y adhesin incondicional hasta la muerte por el emperador,que dio origen a la Restauracin de Meiji, y a la grandeza subsiguiente de

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    38. Cermeo, A., Corona ..., pp. 81-82.39. Cermeo, A., Corona ..., p. 248.40. Cermeo, A., Corona ..., p. 281.41. Cermeo, A., Corona ..., p. 68.42. Cermeo, A., Bushido ..., p. 11.43. Vase sobre el Bushido Nitobe, I., Bushido. El cdigo tico del samurai y el alma de Japn.

    Edicin, traduccin, prlogo y notas de Jos Javier Fuente del Pilar, Madrid 2005; sobre la rela-cin entre la ceremonia del t y la misa catlica, Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., pp. 31-33.

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  • Japn, y es considerado como la fibra ms vibrante del alma Nacional, es deinfiltracin cristiana44.

    Otro logro reseable de la predicacin consisti en el fomento del desarro-llo de la nacin japonesa, ya que la sangre de los mrtires no es slo semillade cristianos, sino la gloria perenne de la patria, manantial eterno de bendicio-nes45. Mezclndose en una reflexin el pasado y su presente, Cermeo senten-cia que la gloria y la felicidad de una nacin no consiste en verse cruzadas decarreteras de cemento, con puentes de hierro y enjambres de buques, aeropla-nos y fbricas, sino en el bienestar de los ciudadanos, basado en la verdaderalibertad del espritu, regalo de Dios a los hombres46.

    3. La terica conquista de Japn

    La relativa paz con que vivieron los misioneros en Japn con Nobunaga, setrunc durante el gobierno de Toyotomi Hideyoshi (1582-1598). Partiendo deun primer edicto que en 1586 prohiba a los jesuitas predicar, se puede consi-derar el ao 1597 como una fecha clave en las relaciones hispano-portuguesas.Un ao antes naufragaba en una playa cerca de la actual Yokohama, la nao SanFelipe, que con un ms que rico cargamento se diriga a Nueva Espaa. Des-pus de extraos sucesos, embajadas y rapias, Hideyoshi reclamaba para s elcargamento entero de la nave, adems de mandar prender a todos los cristia-nos, especialmente a los franciscanos. Aun a da de hoy no se sabe por qu, apesar de haber restringido el duro edicto de 1586, acabaron crucificados variospadres de todas las rdenes que estaban asentadas en Japn. Sobre los mrtiresde Nagasaki han corrido ros de tinta, culpando de la persecucin anticristianaa los Padres de la Compaa de Jess, a los de San Francisco, a la avaricia deHideyoshi, a la envidia de los bonzos, a los portugueses, a los holandeses, a ladiversidad de rdenes...

    La versin jesuita, transmitida por Bayle, es que fusele la lengua a un con-tramaestre (los castellanos dicen que a un portugus) y dijo que la prdida delSan Felipe se recobrara con creces: de Manila vendran los soldados a con-quistar el Japn, y para ello estaban all, como gastadores, los religiosos: a pre-parar el terreno47. Otra versin muy extendida es la que recoge el tambinjesuita Cermeo:

    Un CUENTO que corre en todos los libros de dentro y fuera del Japnes sabido. El Piloto Mayor, Francisco de Landa, abri un mapa del globo, yseal los inmensos dominios del rey de Espaa a Masuda Uemonnojo ydems oficiales de su squito. Preguntando cmo una nacin, al parecer

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    44. Cermeo, A., Bushido ..., pp. 39-40.45. Cermeo, A., Bushido ..., p. 110.46. Cermeo, A., Bushido ..., p. 113.47. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 92.

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  • pequea, pudo sojuzgar tan vastas regiones, contest ingenuamente Nues-tros Reyes envan delante a los Misioneros, convierten a las gentes del pas,y estos se encargan por las buenas o las malas de pasarse a nuestro bando,ayudando, si es preciso, los soldados y mosqueteros de Castilla[...]48.

    La versin dominica se lamenta de que un autor tan favorable a los misio-neros portugueses, como poco enterado de las causas que determinaron triste-mente tan difcil situacin, no tuviese reparo en transmitirnos una nfula insulsa,que despus fue muy creda en Japn por los enemigos del nombre cristiano49.Segn el padre Muoz, la fbula fue obra nica de los herejes holandeses, y lue-go empleada por los jesuitas para apoyar la teora de Valignano de que el desas-tre tuvo su origen en la entrada de diversas rdenes en Japn50. A propsito delGalen San Felipe, los franciscanos tienen claro quin estuvo detrs de todo:

    Sabida por el Obispo y Padres de la Compaa la llegada de los nues-tros a la Corte [...] fueron a los Gobernadores y les dijeron que nosotrosramos ladrones, salteadores, que andbamos robando y inquietando rei-nos extraos, y que todos los aos pasbamos a vista de su reino cargadaslas naos de panes y ladrillos de oro, y de piezas de terciopelo y de muchassedas, y que venamos a tomar lengua de los frailes franciscos si nos poda-mos alzar con aquel reino, porque el Rey de Espaa era un tirano usurpa-dor de reinos extraos 51.

    El obispo de Japn don Pedro Martnez, de la Compaa, que lleg a Macaoen 1596 antes de pasar a Japn, fue el principal instrumento de que se valie-ron los Padres de la Compaa para expulsar del Japn a los misioneros fran-ciscanos52. El inters que tendra el obispo, asociado con el sector portugus,en estorbar la tarea de los franciscanos sera por motivos econmicos y polti-cos. Un escribano de la nao que vena desde Macn se acerc al padre Barto-lom Ruiz, y nos dijo que la ciudad de Macn haba dado al seor Obispolicencia para traer en compaa de los mercaderes cierta cantidad de seda, quees la principal mercadera que se trae al Japn53.

    El asunto de la conquista de Japn an queda pendiente. Segn los autoresque analizamos existe cierta ambigedad, una mezcla de la generalizada ima-

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    48. Cermeo, A., Corona ..., p. 188. Las maysculas son del autor.49. Muoz, H., Los dominicos ..., p. 13.50. Sobre las rivalidades entre rdenes religiosas y sus implicaciones poltico-econmicas,

    vase Sola Castao, E., Relaciones entre Espaa y Japn: primeros contactos durante la gestinen Filipinas de los gobernadores Gonzalo Ronquillo de Peaola y Santiago de Vera (1580-1614). Manifestaciones iniciales de lo que ser un partido castellano-mendicante en ExtremoOriente. Cuadernos de investigacin histrica 1 (1977), pp. 37-58.

    51. Lejarza, F., Bajo la furia ..., Vol. 2, p. 237.52. Lejarza, F., Bajo la furia ..., Vol. 2, p. 204.53. Muoz, H., Los dominicos ..., Op. Cit., p. 211.

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  • gen de Felipe II como padre espiritual universal y de la que le presenta comoun rey poderoso capaz de expandir militarmente su Imperio a todo el mundo,ms an a los dominios repartidos que emanaban de la bula de Alejandro VI,en los que, tericamente, estaba Japn. Esta segunda imagen se vio apoyada yaentonces por ciertas cartas, como la que envi Santiago de Vera, Gobernadorde Filipinas, a Felipe II, un 26 de junio de 1586: Y con el deseo que tengo dehacer paz a estas gentes sin sangre, hago mi pussible (sic) con regalos, cariciasy maas para atraerlos a la obediencia y servicio de V. M.54. El padre Guzmnhabla muy claramente sobre este asunto:

    Si los Padres quisieran dar favor al Rey, como leales vasallos suyos,con mucha facilidad podan hacer que el rey fuese seor del Japn dehecho, como lo es de derecho, porque tienen muchos seores de su partey muchos cristianos muy devotos suyos... y as slo en Nangasaqui podranarmar treinta mil arcabuceros todos cristianos de los pueblos que losPadres tenan alrededor de Nangasaqui, y de ellos podan fiar como de losmismos espaoles; porque no se atreven a salir de lo que los Padres lesimponen y mandan; y con esta gente podran cristianos y espaoles, conayuda de Dios y con la industria y disciplina militar espaola, conquistary pacificar todo Japn, y el rey de Bungo, S. Agustn, los haba de favore-cer con todo su poder55.

    El padre deja clara la situacin, que por los motivos que fueran, no pusieronen marcha los castellanos, insinuando que los daimyos cristianos prcticamen-te rendan vasallaje al Papa de Roma:

    Vemos unos nobilsimos mancebos de sangre real arrodillarse a lospies del Sumo Pontfice, y no para pedir amistad de parte de sus reyes,como iguales, sino dar obediencia como inferiores y sbditos, aunque nose les deja de ofrecer amor como hijos; y aquellos que jams han sido ven-cidos de ejrcitos forasteros, ni de enemigos (que sepamos), ahora en eltiempo del gobierno del Papa Gregorio, viendo en sus tierras tendido elestandarte de Cristo, confiesan con mucha voluntad ser vencidos, y haberdado la ventaja a las invencibles armas de la fe romana56.

    Los motivos que los japoneses entendieron como evidencias de una inmi-nente invasin desde Filipinas o Nueva Espaa tampoco faltaron: naves llenasde soldados, potencia militar, o la inoportuna visita de Vizcano, que se dedicen su tiempo libre a sondear los puertos nipones. Los castellanos pusieron en

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    54. Pastells, C., Historia de Filipinas, Lib. II, Cap. 8. Cit. en Bayle, C., Siglo de Cristiandad...,p. 92, nota 1.

    55. Guzmn, S., Historia de las Misiones de la Compaa de Jess en la India Oriental, enla China y Japn, desde 1540 hasta 1600. Bilbao 1891, p. 661. Cit. en Bayle, C., Siglo de Cris-tiandad ..., p. 92, nota 1.

    56. Guzmn, S., Historia..., Lib. IX, Cap. 14. Cit. en Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 14.

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  • boca de holandeses e ingleses comentarios como el que sigue: este Adams,gran herege, pretendiendo de una vez poner a los Japones mal corazn contralos catlicos y contra la Magestad del Rey de Espaa, dixo pblicamente queaquello era seal de guerra y de conquista, y que no se acostumbraba en Euro-pa a mandar los Reyes sondear los puertos de otros Reynos sino es quandoarmaban contra ellos57.

    En cuanto a la otra imagen, la del rey de Espaa como alguien que poseaen sus manos el destino universal de los pueblos, en sentido ultraterreno, fuefomentada por el mismo Felipe II: Mandamos, y cuanto podemos encargamosa los de nuestro Consejo de Indias, que pospuesto todo aprovechamiento deinters nuestro, tengan por principal cuidado las cosas de la conversin y doc-trina58. Antonio Cermeo defiende esta postura, este deseo desinteresado deFelipe II en conquistar espiritualmente Japn, poniendo de manifiesto la injus-ticia cometida con los damnificados en el suceso del Galen San Felipe:

    Hoy como ayer resulta incomprensible a la mentalidad no cristiana,que puedan algunos hombres dejar sus patrias y comodidades terrenas ynavegar hasta pases incgnitos con penalidades sin cuento, por puro amorde Dios y de las almas; y que un Rey Catlico sea capaz de sostener Misio-neros, con otras miras que no sean la ampliacin territorial de su patrimo-nio, sino la gloria debida a Dios, que es Rey de los Reyes. Dicho prejuicio,que con motivo del incidente de la nao San Felipe, dar ocasin ms tar-de al martirio de los veintisis santos de Nagasaki, ni era nuevo en Hide-yoshi, ni lo fue en Nobunaga, sino que brot ya desde los principios delarribo de los jesuitas a playas japonesas, y creci ms con la unificacinde espaoles y portugueses bajo Felipe II59.

    Ambas visiones se entremezclan en una ideologa de Cruzada que ha sidomodificada para hacerla encajar con el contexto de las misiones en Japn. stase dirigira en dos direcciones: la primera de ellas, a extender el cristianismoentre los gentiles nipones; la segunda, mostrada de una manera incluso ms evi-dente, consistir en la defensa del catolicismo frente a los herejes holandeses eingleses, a los que se har responsables del fracaso de las misiones catlicas(obviando que en ese momento la Monarqua Hispnica estaba en guerra conambas naciones). Las referencias a su intromisin son constantes: Los ingleses yholandeses atizan el fuego por odio al Catolicismo, a los frailes y a las dos nacio-nes catlicas que los envan: Espaa y Portugal60. En los peores momentos de lapersecucin es cuando mejor pudo apreciarse la actitud de los herejes, segn

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    57. La relacin del viaje y embajada de Vizcano, Coleccin Torres de Mendoza, Tomo VIII,pp. 101-199. cit. En Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 111.

    58. Cermeo, A., Corona..., p. 141.59. Cermeo, A., Corona..., p. 140.60. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 133.

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  • estos autores: La impiedad holandesa nicamente osaba el sacrilegio apstata!Por algo su lema fue: Nosotros no somos cristianos, sino holandeses!61. Anto-nio Cermeo tambin cargar sus tintas contra ellos:

    El Protestantismo britnico, personificado en Guillermo Adams, no sir-vi ms que para acuciar contra los rivales de su nacin las suspicacias delviejo y caviloso Ieyasu; mientras el Calvinismo holands slo fue buenopara cebar los caones del Ryp en la carne inocente de los cristianos deHara62, descartar astutamente la habilidad inglesa, y dueo nico del cam-po, saborear a solas el comercio japons, sin empacho de rebajarse al tra-to ignominioso 63.

    Este sentimiento era comn a todas las rdenes religiosas. El dominico padreMuoz nos relata las aventuras que padecieron en 1620 los padres Flores,dominico, y Ziga, agustino, que cayeron en manos de piratas ingleses yholandeses, y que da una idea clara de la piratera anglosajona, de la toleran-cia hertica protestante y de las artimaas e invenciones de que se valan estospiratas ruines para ganarse al Emperador del Japn, contra los catlicos64.

    Se alude explcitamente a la Cruzada ms de una vez, cuando se habla delgeneral Takayama, quien sustituy sus emblemas familiares por la cruz en laparafernalia de sus tropas, prctica en la que fue secundado ms tarde porKonishi Yukinaga y otros Daimyos cristianos, cuyos ejrcitos semejaban mesna-das de Cruzados65.

    4. Persecuciones y martirios

    ste es sin duda alguna el aspecto que ms interesados estn en resaltar loshistoriadores niponlogos de esta era. Decenas de pginas a travs de las cua-les se relatan al detalle los martirios de hombres, mujeres y nios que perseve-raron en su fe a pesar de las atrocidades que se cometieron contra ellos, y quecausan un impacto brutal en el lector.

    En cuanto a las causas de esta persecucin, todava queda mucho por inves-tigar a da de hoy. Sin embargo, podemos avanzar que fueron mucho ms com-plejas que las que sugiere la historiografa espaola y que, como hemos visto,depende de la inclinacin de la balanza segn la orden a la que el escritor per-teneciera. Los jesuitas suelen aludir a los bonzos, monjes cercanos al Shogn,como la causa principal, despus de las discusiones entre rdenes: no falta his-

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    61. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 153.62. El autor se refiere al apoyo militar que prestaron los holandeses al Shogn durante la

    rebelin de Shimabara, que se ha querido ver como una guerra religiosa, aunque sera mscorrecto entenderla como una accin de protesta campesina frente a sus seores.

    63. Cermeo, A., Bushido..., p. 11.64. Muoz, H., Los dominicos..., p. 113.65. Cermeo, A., Corona..., p. 59.

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  • toriador que crea ver ah la causa de que la cristiandad del Japn, con su mara-villoso crecimiento y halagadoras esperanzas, se arrasase por el suelo; lo cual,dicho sea de paso, suena a exageracin palpable66.

    Honorio Muoz achaca la persecucin a causas econmicas: los daimyoscomenzaron a ver con malos ojos que los barcos cargados de ricas mercancasde Manila no llegaran a sus puertos. Pero sus anlisis van ms all, tratando dedescubrir las causas polticas que subyacieron en la persecucin. En primerlugar, el Shogn tema una rebelin en masa, debido a que los conversos erandemasiados, incluyendo grandes seores y numerosos soldados. Por supuesto,tambin alude a la intromisin de ingleses y holandeses, a la oposicin de losbonzos, y a la alianza de daimyos cristianos que se opuso al alzamiento de Ieya-su Tokugawa67. A pesar de que puede dar una imagen de profundidad en dichoanlisis, sentencia que todo aquello ocurri por culpa de unas mentalidadesoscurecidas por las sombras de la idolatra68.

    En lo que coinciden franciscanos, dominicos y agustinos, es en achacar bue-na parte de la responsabilidad del inicio de la persecucin a las artimaas dealgunos jesuitas y portugueses. Las acusaciones eran variopintas, y de cualquiertipo que puedan imaginarse, por ejemplo, los antiguos misioneros portugueses,que no vieron bien el que otros religiosos entrasen en Japn, haban prohibidoa los cristianos que los admitiesen en sus casas y recibiesen los sacramentos deellos69. Los jesuitas tratarn de defenderse a lo largo de los siglos con el con-vencimiento de que estos cargos no eran invenciones ni calumnias sin base,sino hechos mal interpretados70. La indagacin en estos motivos ocupa unaspocas pginas de estos libros, en comparacin con los relatos de los martirios yejecuciones de cristianos, tanto japoneses corrientes, como varios religiososque alcanzarn la categora de santos con el tiempo.

    El shogunato estableci una especie de Inquisicin que se ocupaba del regis-tro de casas y personas en busca de cristianos. En muchsimas ocasiones, los auto-res asimilan sus arrestos al de Jesucristo, o retratan escenas idnticas a la delcristianismo primitivo. En cierta ocasin, los soldados del Shogn descubrieron aun dominico en la casa de un nipn que, en ser de noche y traer soldados, lucesy armas, pareca al prendimiento de Cristo71. Dicha semejanza lleg al punto deque se repitieron episodios como el incendio de la capital romana en tiemposde Nern: Para acentuar ms el odio contra los cristianos, se les acus, en vera-no de 1620, de haber sido la causa de un gran incendio, no en Roma, capitalneroniana, sino en Kyoto, capital del Imperio del Sol Naciente72.

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    66. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 76.67. Muoz, H., Los dominicos..., pp. 26-31.68. Muoz, H., Los dominicos..., p. 29.69. Muoz, H., Los dominicos..., p. 35.70. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 84.71. Relacin manuscrita de Francisco Morales. Cit. En Muoz, H., Los dominicos..., p. 62.72. Muoz, H., Los dominicos..., p. 95.

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  • El nmero de martirizados y muertos durante la persecucin vara segn elautor. Siguiendo a Constantino Bayle, se conoce el nombre y martirio de 3.125,adems de las miles de personas annimas que fueron ejecutadas en masa: en1624 hubo 30.000 muertos, 2.000 en 1634, en 1638 ms de 4.000; las cifrastotales, informa Bayle, se acercaran al medio milln, a los que hay que sumarla cantidad de 300.000 que, segn Arai Hakuseki, murieron de hambre73. Lasituacin fue tan grave que, segn Muoz, a partir de 1620, la persecucintomaba ahora un cariz de total exterminio74. Lejos de juzgar como algo terri-ble todas esas muertes, esta historiografa se enorgullece de ella como ejemplopara toda la cristiandad:

    Su nmero, el de los mrtires, deja atrs probablemente a los de laRoma imperial. El fervor de la vida cristiana, la pureza de las costumbres,una vez regeneradas por el bautismo, compite con la de los hogares quealbergaron a San Pedro y a San Pablo; nobles samuris se iban a morir porsu fe con igual valor; y con un alborozo sin comparacin ms alto de qui-lates que el que los llevaba en las guerras a morir por su soberano. Las Sin-forosas, Engracias, Ineses y Pancracios sin cuento: madres, doncellas ynios, cuyas almas romanas, catlicas, se asomaban al mundo a travs deojos oblicuos y tez amarilla, y se elevaban a centenares, a miles, desdeaquella regin desconocida por los csares, a unir sus palmas con las reco-gidas en los anfiteatros, ante los pies del Cordero [...]. La iglesia del Japnqued sepultada toda ella, mas no muerta; regada con torrentes de sangregenerosa, hoy rompe en tallos, que son la alegra y esperanza de Cristo yel Pontfice75.

    Este nmero engorda mucho si se computan los muertos en la rebelin de Shi-mabara de 1643, en la que unas 40.000 personas se enfrentaron a 150.000 sol-dados del Shogn, en que unos labriegos y unas dbiles mujeres y niosmantuvieron a raya las bien avezadas tropas shogunales, que caan mermadasmuro abajo, mientras los rapazuelos y las mujerzuelas, con arrojo de leones, y msfuertes que los hombres de hierro, se animaban cantando himnos religiosos sobrelas endebles murallas de Hara, batidas sin compasin por los caones holande-ses76. En la pluma de estos historiadores, la rebelin perdi cualquier connotacinde lucha de clase para convertirse en un canto de exaltacin catlica:

    La guerra se convirti en religiosa [...]. La serenidad con que los ven-cidos sufrieron el degello, al ser asesinados por los vencedores, causadmiracin al mismo general enemigo, el cual dej escrito en su diario quehasta las doncellas reciban la muerte con alegra, y que eso era debido a

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    73. Cermeo, A., Bushido..., p. 69.74. Muoz, H., Los dominicos..., p. 147.75. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., p. 9.76. Cermeo, A., Bushido..., p. 54.

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  • la religin que profesaban. Llamados por el general del Shogun, dos bar-cos holandeses y dos chinos participaron en el bombardeo77.

    Los martirios que padecieron los japoneses y los misioneros enviados allhan sido detalladamente descritos desde finales del siglo XVI, desde que fueronmartirizados en 1597 los protomrtires, antes de ser crucificados. Opina Cer-meo que difcilmente habr pgina ms bella y significativa en la vida de laIglesia Catlica que la rubricada con la sangre de las legiones japonesas en lams prolongada y tenaz de las persecuciones que jams ha existido78.

    Aunque hoy apenas se sepa qu ocurri en aquellas lejanas tierras, se hayaolvidado que se enviaron varias embajadas japonesas a Europa, o que Japn estu-vo interesado en compartir con Espaa la explotacin de Amrica, se advierte queen la poca los hechos del Japn eran materias bien conocidas, y entre todas ellosfueron los martirios padecidos los que causaron la ms fuerte conmocin:

    Y mientras los historiadores y poetas, con el ms espaol de todosellos, Lope de Vega, cantaban alborozados los triunfos legendarios de lasprimicias de la fe nipnica, el pueblo bero no pudo por ms tiempo con-tener el santo entusiasmo que bulla en su pecho, y sin aguardar el fallopontificio, prorrumpi en fiestas religiosas y cvicas por todas sus ciudadesen honor de los noveles y ya invencibles atletas de Cristo [...] Y por quse rindieron honores tan extraordinarios, sino porque los pechos hidalgosde Iberia comprendieron que las virtudes que en los Mrtires campeaban,con ser netamente japonesas, haban pasado a ser por su grandezasobrehumana ornamento y blasn de la humanidad?79.

    Los relatos de martirios ms impactantes son los que describen los sufri-mientos de nios y mujeres, que los aceptaban de buen gusto amparados por lamisericordia de Dios. Es obvio que la eleccin de stos no era por puro azar;Cermeo admite que de propsito no he citado sino ejemplos de nios, por-que estimo que no habr prueba ms clara del espritu heroico que ardera enlos adultos, cuando tan tiernos y delicados brotes mostraban tan varonil entere-za80. Lo mismo cabe decir de las mujeres, que aguantaron con alegra ser que-madas, desolladas, asfixiadas, vejadas, o degolladas, todo por amor a un Diosque acababan de conocer, pues cmo no haban de ser intrpidas las que tanvalientes hijos engendraban para Dios y para la Patria?81.

    Para hacernos una idea sobre la crueldad de estos tormentos, recogemos elque padeci un tal Luis Yakichi quien, tras unos meses en la crcel, alcanz 17

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    77. Cermeo, A., Bushido..., p. 54.78. Cermeo, A., Bushido..., p. 104.79. Cermeo, A., Bushido..., pp. 64-65.80. Cermeo, A., Bushido..., p. 82.81. Cermeo, A., Bushido..., p. 83.

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  • torturas diferentes, despus de lo cual fueron asesinados, ante sus ojos, todos losmiembros de su familia:

    Uno de ellos fue, ponindole un embudo en la boca, llenarle la barri-ga de agua dulce y salada, y de vino de Japn, que es como cerveza, y pren-sndole entre dos tablas, subindose dos hombres sobre la tabla de arribale hacan echar el agua y lo dems revuelto a las entraas y sangre, por laboca y las narices y otras partes. Atenazronle todo el cuerpo, prensronlelas canillas de las piernas con caones de arcabuces; barrenronle los mus-los con unos talados de caas, pequeas enteras, como carrizos, y metin-dole cuerdas o sogas de paja, y las traan de una parte a otra, ludiendo parahacerle responder lo que queran. Abrironle el espinazo, y echronle plo-mo derretido en la herida; y lo que fue mayor rigor fue metindole un har-poncillo de caa tostada por sus partes naturales, le metan y sacaban poraquellas partes tan sensibles, y con l arrancaban el alma al siervo de Dios,que parece fue milagro el no morir en estos tormentos 82.

    Todo aquello sirvi para aumentar no slo la gloria del cristianismo, sinoque, en palabras de estos escritores, redund en el engrandecimiento de Japn,levantando con su sangre el monumento ms grandioso y ms sublime a suDios y a su Patria83. ste ser un tema recurrente, por cuanto tena implicacio-nes evidentes en el momento en que fueron publicadas estas historias, la duraposguerra espaola, en la que el nacionalcatolicismo exiga ejemplos de bienobrar que enlazaran con el pasado espaol, cuyo smbolo era el mitad monje,mitad soldado, la imagen del Caudillo. En sus divagaciones, Cermeo mostra-ba a travs de los ejemplos del Japn el inters del franquismo por los hombressimples y buenos del campo, que no haban sido envenenados por el enemigo,como los japoneses cristianos del siglo XVI, hombres del campo, sin instruc-cin, [que] supieron demostrar que el Alma Japonesa, ilustrada por la Fe, nocede a la violencia, y sabe sucumbir con honor por la verdad y la justicia; por-que as muriendo es como se sirve y honra a la Patria y a Dios84.

    Conclusin

    Hemos visto cun grandes fueron las oportunidades que ofrecan los mitosdel Siglo Ibrico para una interpretacin histrica de signo franquista, espe-cialmente orientada hacia el enaltecimiento de la fe catlica, fundamento de lapatria. Las alusiones al presente son una constante: un tiempo presente quedebe tomar como ejemplo a aquellos japoneses y misioneros que dieron su vidapor la fe. Con todo, a veces asomaba la crtica, como sta velada, que desliza

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    82. Muoz, H., Los dominicos..., p. 190.83. Cermeo, A., Bushido..., p. 69.84. Cermeo, A., Bushido..., p. 100.

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  • H. Muoz, pidiendo todava ms rigor en la expansin del nacionalcatoliscis-mo: los cristianos de conveniencia se portaron entonces como se portan hoy.Sin instruccin ni solidez, se tambalearn ante el primer soplo de tormenta85.Se reclamaba, pues, una Iglesia fuerte de nuevo, para que la fe de los espao-les pudiera robustecerse hasta los extremos que se alcanzaron en el lejanoOriente, pero tambin vigilante el centinela de Occidente!, para que no lesocurriera como a los japoneses, que finalmente sucumbieron al paganismo yabandonaron la verdadera religin. El smil con el enemigo, con la conjura con-tra la Espaa recia y noble, que haba triunfado sobre el comunismo y la con-jura judeo-masnica era demasiado evidente.

    Espaa, o por mejor decir, la Unin Ibrica, tuvo y todava tiene, segn estedogma, un destino universal como portadora de civilizacin y del nico modode salvacin posible. Y lo llev a cabo de una manera desinteresada, por amora un pueblo lejano y hostil en su mayor parte, que se vio obligada a abandonarpor motivos externos:

    La misin japonesa es gloria nuestra, de la Pennsula [...]. Con sangreespaola se regaron los planteles de los mrtires, y con dinero espaol seacudi a la necesidad, y bajo los muros espaoles hallaron cobijo, cobijofraternal, los hroes de la fe desterrados [...]. Por eso se incluye este tomoen la Coleccin Pro Ecclesia et Patria, dirigida a ensalzar nuestras glorias,a robustecer el genuino sentimiento patrio, el que nace en la tradicinconocida y amada, y a servir de acicate para no degenerar de tan altosprincipios86.

    Bajo el nombre de Hakko ichi-, literalmente fraternidad universal, afirmaConstantino Bayle que los japoneses entendieron que esta misin tambin debaser obra suya. sta sera la doctrina segn la cual la nacin nipona extendera suhegemona sobre Oriente, actuando como un padre amoroso sobre los pueblosque dominasen, asimilando la fraternidad universal japonesa a la cristiandad:

    Eran, segn se deca entonces, la expresin grfica de la sobrehuma-na misin sobre la tierra de la Raza de Yamato, que algunos o muchos cre-yeron ser el dominio, al menos espiritual, del mundo, la hegemonasupraterrena de la humanidad, cuyo trmino era la paz universal y la feli-cidad comn en una unin fraternal de todos los pueblos y razas bajo lagida del Japn y de su Emperador [...]. La verificacin de tan soberanoprograma de fraternizacin universal, hubiera requerido por parte delJapn la iniciativa y expansin hacia ese mundo, al que se pretenda estre-char con tales vnculos de amistad87.

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    85. Muoz, H., Los dominicos..., p. 185.86. Bayle, C., Siglo de Cristiandad..., pp. 10-11.87. Cermeo, A., Bushido..., pp. 106-107.

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  • Por desgracia, todava se sigue pensando que la posicin de la Iglesia Catli-ca en aquella poca era excepcional. Era, puede decirse, el nico punto de con-tacto entre el Japn y el Occidente88. Las obras que han aparecido a partir de laTransicin siguen ligadas a la corriente eclesistica en su mayor parte, siendoextremadamente selectivas con el material utilizado, ms enfocado a reforzar unaidea preexistente que a ampliar el conocimiento89. De momento se ha dejadohablar a los que ya lo hicieron hace cuatrocientos aos, transcribiendo sus cartasy relaciones, pero faltan obras que aporten slidas bases cientficas, como hoyfundamentan la excelente historiografa espaola sobre otros temas. Es necesarioacudir a las fuentes, pero no slo a los documentos escritos en nuestra lengua, nitan siquiera a los documentos escritos en exclusiva, debido a la riqueza de inter-pretaciones que puede ofrecer un siglo entero de contactos entre dos civilizacio-nes totalmente distintas. No es slo un reclamo para introducir en el anlisishistrico fuentes japonesas con la nica intencin de conocer mejor lo que inte-resa a la historia de Espaa, pues los hechos no se entenderan sin conocer lasituacin de Japn en esa poca y en los siglos anteriores. Hay que tener en cuen-ta que Japn estaba saliendo de un perodo de cien aos de guerra civil, sufrien-do todas sus estructuras econmicas y sociales una grave conmocin, quefinalmente deriv en el aislamiento de su mundo hasta la poca Meiji. La necesi-dad de comprender la historia, la vieja historia universal que desde Hegel es unapretensin ineludible de los historiadores, exige contar con otras experienciascapaces de hacernos reflexionar sobre el devenir humano, ms enriquecedoras ysensibles a la diversidad. La historia es una constante decisin en medio de cons-tantes encrucijadas, resueltas de formas distinta en cada parte del mundo. En loque concierne al Japn, recordamos la contribucin de historiadores nipones aldebate sobre la transicin del feudalismo al capitalismo, una forma de superar losviejos localismos y las estrechas historias nacionales90.

    En lo que respecta a la historiografa espaola, hay una obra de enorme inte-rs que debera salir a la luz. Nos referimos a la tesis indita de Emilio Sola Cas-tao, leda en 1973, y que, antes de ponerse a transcribir documentos espaolessin ms, se molest en hacer un acercamiento a la cultura japonesa91. A pesar

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    88. Cermeo, A., Bushido..., p. 13.89. Vase San Antonio, G. y Vivero, R. de, Relaciones de la Camboya y el Japn. Introduc-

    cin y notas de Roberto Ferrando, Madrid 1988; Galms Ms, L., Los diecisis mrtires delJapn. Madrid 1990; Pobre de Zamora, J., Historia de la prdida y descubrimiento del galenSan Felipe: cuarto centenario del martirio. Edicin y estudio por Jess Martnez Prez (O. F.M.), vila 1997; Tellechea-Idgoras, J. L., Nagasaki. Gesta martirial en Japn (1587). Documen-tos. Salamanca 1998.

    90. Chuokoron, E., Historia del Japn. Tokyo 1965-1967; Iwao, S., Sakoku (El aislamientode Japn). 1966; Koda, S., Nichi-ou-tsk-shi (Historia de las transacciones de Japn con Euro-pa). 1942; Yamaguchi, K., Bakuhansei-seiritsu-shi no kenky (Estudio sobre la formacin delrgimen feudal de Tokugawa). 1974.

    91. Sola Castao, E., Relaciones entre Espaa y Japn (1580-1614), tesis indita leda en laUniversidad Complutense de Madrid, dirigida por Vicente Rodrguez Casado, 1971. 3 Vols.

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  • de la indudable calidad de esa investigacin, es de lamentar para nosotros laestrechez del arco cronolgico que estudi, apenas 35 aos, sin sumergirse enlas races de una guerra civil japonesa que se haba prolongado durante unacenturia, con la circunstancia de que todos los estamentos sociales quedarantrastocados al final de la misma, y las implicaciones que tuviera el Siglo Ibri-co en el desarrollo posterior de Japn, durante el perodo del cerramiento. Auncon todo, es el mejor trabajo que se ha desarrollado en este pas al respecto.

    En la actualidad apenas se puede hablar de dos historiadores que hayan trata-do el tema de una manera ms o menos global con una metodologa cientfica,esto es, citando las fuentes de sus trabajos, esencialmente documentos conserva-dos en los archivos, como el Archivo General de Indias, el Archivo de Simancas,la Real Academia de la Historia, el Archivo Histrico Nacional y la Biblioteca delPalacio Real. Estos dos autores son el citado Emilio Sola Castao y Juan Gil92.

    Un trabajo que prometa mucho pero que desmerece por no citar sus fuen-tes es el de Antonio Cabezas, que se pierde en datos anecdticos y no profun-diza en los hechos ms fundamentales (y en el que, por desgracia, se basan lamayora de los trabajos ms recientes)93. Valga de ejemplo el siguiente comen-tario que hace el autor al referirse a los mtodos de tortura empleados por losjaponeses para hacer apostatar a los cristianos, cuando se pregunta habrnecesidad de darle a los historiadores escpticos referencias de autoridad,documento, lugar, fecha, pgina y ao de edicin? Que se molesten en estudiar,si quieren cerciorarse94.

    Desde luego, aceptamos el reto de un autor atrabiliario como Cabezas, peronosotros s daremos referencias, autor, ao, documentos, etc. pues esa es lamisin del historiador: obrar con rigor y seguir un mtodo de anlisis basado enlas pruebas, el discurso de la comprobacin. Pero adems y previamente, el his-toriador, que nunca da su obra por definitiva, asume desde el principio lo muchoque queda por descubrir, los muchos documentos por analizar, las muchas teo-ras por comprobar y las muchas hiptesis de trabajo que seguir; por ejemplo,hasta qu punto fue determinante la guerra civil japonesa? Cmo contribuyeronlos influjos europeos, en forma de medios materiales e ideas, al proceso de unifi-cacin japons? De qu modo se vio influido el Siglo de Oro espaol por lasembajadas japonesas? Cmo se transformaron los medios de evangelizacin?Naci el neocolonialismo en el siglo XVI? Por qu fue perseguido el cristianis-mo? La historiografa al uso es insuficiente, pero tiene el valor de provocar pre-guntas, que son, sin lugar a dudas, el motor del trabajo del historiador.

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    92. Sola Castao, E., Libro de las Maravillas del oriente lejano. Madrid 1980; Gil, J., Hidal-gos...

    93. Cabezas, A., El Siglo Ibrico de Japn. La presencia Hispano-Portuguesa en Japn(1543-1643). Valladolid 1994.

    94. Cabezas, A., El Siglo Ibrico..., p. 512.

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  • Bibliografa

    Compendio de lo sucedido en el Iapon desde la fundacion de aquella chris-tiandad y relacion de los martires que padecieron estos aos de 1629 y 30:sacada de las cartas que escrivieron los padres de la compaia que alli asis-ten, en la Imprenta del Reyno. Madrid 1633.

    Dos informaciones hechas en Iapon: una de la hazienda que Taycoma, seordel dicho Reyno, mand tomar de la Nao S. Felipe, que arrib a el con tem-pestad yendo de las Filipinas Nueva Espaa, y se perdio en el puerto deUrando, y otra de la muerte de seis religiosos Descalos de S. Fra[n]cisco ytres de la Compaia de Iesus y otros diez y siete Iapones, que el dicho Reymand crucificar en la ciudad de Nangasaqui, s.l: s.n. 1599 (?)

    Relacin admirable de los grandes y rigurosos martirios que el ao passado die-ron en el Iapon, a ciento y diez y ocho martyres de valor insigne. Tomadopor fe por personas fidedignas q[ue] de alla vinieron de aquel Reyno. Com-provado por las cartas que les viniero[n] a los Padres de la Compaa de laciudad de Manila a este ao passado de 1623. Sevilla 1624.

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