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    Algunas (no tan) breves notas sobre espacio, poder y subjetividad: Imperio, pueblo,

    multitud

    Por Matas Saidel

    Introduccin

    En las ltimas discusiones grupales aparecieron algunos temas que sera interesante retomar

    de alguna manera: el problema de lo uno y lo mltiple, el del espacio, el de las identidades

    polticas y el uso del discurso como forma de agenciar subjetividades.

    El problema de fondo sera, al menos es lo que creo entender, cmo operar polticamente en

    un espacio que no es definido de manera naturalista sino por efecto de las propias prcticas

    sociales, organizar ese espacio mediante el discurso y la accin, y lo ms importante, cmose puede operar en ese espacio y construirlo polticamente a partir de una multiplicidad de

    singularidades. En ese marco, tambin apareci en el debate el problema de las identidades

    sociales y cmo podran actuar polticamente de manera concertada. Por eso se me ocurri

    dejar de lado las discusiones ontolgicas que tena pensado traer para ocuparnos de este

    problema de las subjetividades polticas frente (o detrs) a las transformaciones espaciales

    que voy a ubicar por comodidad bajo la figura del Imperio. Y si hay tiempo, podemos

    ocuparnos del tiempo, porque ese espacio construido del que hablamos, de la importancia

    del espacio en la teora poltica y en la prctica poltica no puede escindirse del problema

    del tiempo, incluso de la temporalidad.

    Por qu digo que es importante la dimensin temporal o, mejor, que me parece que no

    podemos pensar el espacio sin pensar al mismo tiempo el tiempo (lo cual por obvio no es

    menos relevante)?1 Porque el tiempo obviamente no entendido en trminos homogneo-

    lineales (nunca pude faltar este aclaracin) sino el tiempo como constitutivo del ser, del

    mundo, de la subjetividad, como historicidad, como temporalidad, el tiempo kairolgico,

    del ahora, el de las oportunidades que se dan en un presente loco, dis-locado, desquiciado

    bueno, este tiempo que tiene que ver con nuestras formas de vida y que nos constituye, es

    1 A modo de hiptesis/pregunta, quizs este giro espacial de la teora poltica responde al fin de las filosofasde la historia de cuo moderno, por no hablar de las escatologas seculares?.

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    indispensable para pensar el espacio,2 tanto el newtoniano, claramente cuestionado, como

    el leibniziano. Esta influencia de lo temporal sobre lo espacial tiene que ver con los ritmos

    y velocidades con los que se constituye y atraviesa el espacio.

    Por un lado, el tiempo se acelera constantemente, vivimos en velocidades que difuminanbarreras espaciales. A cada singularidad una velocidad, un atravesamiento del espacio

    particular. Para poner el ejemplo ms idiota y obvio de la prdida de importancia relativa

    del espacio entendido en trminos newtonianos, mientras escribo estas lneas le estoy

    diciendo a Pablo que est en Buenos Aires, yo en Santa Fe, que voy a escribir estas lneas y

    hablo con un amigo que est en EEUU por tomarse un avin. Otro ejemplo importante es el

    de la guerra tuitera venezolana de la que nos hablaba el compaero en su intervencin de

    hace dos semanas y del que tenemos versiones vernculas que no me interesa reproducir.

    Este tema de las redes tiene que ver con lo que voy a plantear de la multitud y el imperio y

    sobre los dispositivos de poder propios de la sociedad de control, con las transformaciones

    en nuestro modo de construir el espacio.3 Y tiene que ver con formas que hoy adopta la

    poltica, porque estas formas de intervencin poltica se hacen cada vez ms centrales en la

    medida en que nuestra condicin de cerebros conectados a la red se vuelve prominente,

    cerebros cuya memoria y atencin est en juego en las tecnologas de control actuales: la

    noopoltica (Lazzarato).

    El espacio global y el virtual aparecen cada vez ms presentes en nuestras vidas, pero esto

    se da paralelamente a una revalorizacin de lo local, tanto de las identidades locales como

    de las formas de produccin y todo aquello que contribuye a los procesos de museificacin

    que se van dando en distintas localidades.4

    Hecha esta introduccin, quisiera intentar pensar estos problemas en relacin a ciertos

    dispositivos de poder actuales y ciertas formas de pensar una poltica que pone en tensin la

    2 Con esto no pretendo refutar sino complementar las tesis de A. Velzquez, puesto que el espacio que pierdecentralidad es aqul entendido como dimensin objetiva ms que en trminos relacionales. En estos trminoslo que se da es la configuracin de nuevas espacialidades que independizan a la accin poltica de lalocalidad, del territorio.3 Obviamente la referencia es al texto de G. Deleuze, Post-data sobre las sociedades de control. Usado yabusado pero de una eficacia y una actualidad todava encomiables.4 No quiero tener que hacer un repaso de literatura sobre el tema, pero sobre la velocidad se pueden vertrabajos de Virilio, sobre la relacin de este problema con la acumulacin de memoria es interesante lo que

    plantea Huyssen

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    relacin uno-mltiple. En este sentido, me parece que para intervenir

    complementando/continuando un poco sobre lo que se vino tratando podra trabajar o

    poner en la discusin las siguientes problemticas: la relacin entre pueblo y multitud y

    el contexto en el que se enmarca, el problema del lder que veo en el pueblo como un lmite

    para una poltica realmente liberatoria, el de las sociedades de control y los dispositivos de

    control que han ido surgiendo que, a mi juicio, hacen necesario revaluar la importancia del

    tiempo. Si es que hay tiempo

    Una nueva configuracin del espacio poltico y del poder: el Imperio y la sociedad de

    control

    Como seala Galli (2001), la edad global supone una ruptura con la edad moderna. Este

    autor considera: a) que la teora poltica forma sus propios conceptos segn

    transformaciones espaciales; b) que estas derivan de la forma concreta en que una

    determinada civilizacin percibe y construye el espacio; c) que en la modernidad es

    determinante la poltica en la concepcin del espacio, que ya no es entendido en trminos

    naturalistas sino ligado al Estado, el Sujeto, y la Sociedad; d) que las transformaciones

    espaciales en curso hacen inutilizables las categoras polticas modernas.

    En efecto, en las ltimas dcadas hubo una transformacin importante en la espacialidad

    poltica que, para decirlo en el lenguaje politolgico, pasa por una prdida de centralidad

    del estado nacional frente a poderes subnacionales y supranacionales, corporaciones

    transnacionales, organizaciones de la sociedad civil, etc. y que Hardt y Negri sitan en el

    contexto de una nueva forma de soberana a la que llaman Imperio. 5

    5 Por el contrario, algunos intelectuales vernculos con fuerte poder de convocatoria y alta disponibilidad de

    recursos, que todava suean viven en los aos 30/40, (aunque se suelen ver a s mismos como setentistas)creen (lo creen?) que recuperar el rol del Estado en la economa o volver a polticas econmicas

    pseudokeynesianas es no slo el fin del neoliberalismo sino el mismsimo advenimiento de la parusarevolucionaria. Algunos menos creen (lo creen?) que podemos volver a un tiempo donde el trabajo sea elcentro articulador de las subjetividades/identidades sociales. Y muchsimos creen (esto parece que se lo creen)que para poder actuar polticamente hace falta siempre un pueblo movilizado que sea base de sustentacin delderes investidos afectivamente hasta el delirio por las masas. Tenemos amigos en el grupo quesostienen la tesis de que no es posible hacer poltica sin colectivos y choripanes, pero este realismo criollodebe ser completado con una visin que abarque otras posibilidades polticas. En este sentido, Hardt y Negri,apuestan por una poltica liberatoria y radicalmente democrtica. Creen que el mundo ha cambiado realmente

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    Este concepto nomina al poder soberano que gobierna el mundo en pocas de

    globalizacin. El mismo est compuesto por una serie de organismos nacionales y

    supranacionales unidos bajo una nica lgica de mando. A diferencia del imperialismo, el

    imperio no se basa en fronteras fijas o barreras. Es un aparato de mando descentrado y

    deterritorializado que incorpora progresivamente a todo el reino global dentro de sus

    fronteras abiertas y expansivas. El Imperio maneja identidades hbridas, jerarquas flexibles

    e intercambios plurales por medio de redes moduladoras de comando.

    En el Imperio, los Estados territoriales ya no tienen la capacidad de antao para controlar

    los flujos que los atraviesan (de bienes, de informaciones, de gente). Se mezclan en un

    mismo territorio realidades del primero y tercer mundo y la creacin de riqueza adopta cada

    vez ms la forma de la produccin biopoltica: la produccin de la misma vida social, en la

    cual lo econmico, lo poltico y lo cultural se superponen e infiltran crecientemente entre

    s. (Hardt & Negri, 2000)

    El Imperio se caracteriza por:

    1. abarcar la totalidad espacial: gobierna sobre todo el mundo civilizado.2. presentarse como un orden que suspende la historia y fija el estado existente para la

    eternidad.

    3. operar sobre todos los registros del orden social. Crea el mundo que habita y buscaregir sobre la misma naturaleza humana. El objeto de su mando es la vida social en

    su totalidad (biopoder).

    4. dedicarse a la paz perpetua, aunque su prctica est continuamente baada desangre.

    Con este pasaje al Imperio reemergen nociones de guerra justa que buscan legitimar el

    aparato militar y su efectividad para alcanzar la paz y el orden. Esta guerra es reducida al

    status de accin policial, ltima ratio de EEUU y sus aliados. Por otro lado, la autoridad

    imperial se define por el poder jurdico de mandar sobre la excepcin y la capacidad de

    desplegar la fuerza policial.

    en sus configuraciones espaciales, polticas y subjetivas y que ello plantea enormes desafos pero tambinoportunidades.

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    En su materialidad, el mando imperial supone el pasaje de las sociedades disciplinarias a

    la de control (Deleuze) donde emergen esas redes moduladoras de comando. Mientras las

    sociedades disciplinarias tendan a moldear los cuerpos, las sociedades de control funcionan

    modulando lo social, adaptndose a sus formas, como un molde autodeformante. En efecto,

    el poder disciplinario, sus instituciones, gobiernan estructurando los parmetros y lmites

    del pensamiento y la prctica, fijando una norma y sancionando los comportamientos y

    sujetos que se desvan de ella. Esta sociedad disciplinaria habra predominado hasta 1945,

    segn Deleuze, hasta el advenimiento del postfordismo (Hardt y Negri) o hasta fines del

    XIX (Lazzarato). En la sociedad de control, por el contrario, los mecanismos de

    dominacin se hacen ms inmanentes a lo social, distribuidos a travs de las mentes y

    cuerpos de los ciudadanos.

    El poder es ahora ejercido por medio de mquinas que, directamente, organizan las

    mentes (en sistemas de comunicaciones, redes de informacin, etc.) y los cuerpos

    (en sistemas de bienestar, actividades monitoreadas, etc.) hacia un estado de

    alineacin autnoma del sentido de la vida y el deseo de la creatividad. La sociedad

    de control, por lo tanto, puede ser caracterizada por una intensificacin y

    generalizacin de los aparatos normalizadores del disciplinamiento, que animan

    internamente nuestras prcticas comunes y cotidianas, pero, en contraste con la

    disciplina, este control se extiende muy por fuera de los sitios estructurados de lasinstituciones sociales, por medio de redes flexibles y fluctuantes. (Hardt & Negri,

    2000: 25)

    Esta sociedad de control tendra una naturaleza biopoltica, pues su objetivo es la

    produccin y reproduccin de la vida misma. En este pasaje, el poder impregna todas las

    relaciones sociales y empieza a intervenir no slo sobre la gestualidad corporal sino sobre

    las mentes y sobre las posibilidades de actuar. Como sostiene Foucault, el gobierno

    consiste en estructurar el campo de accin de otros, sus campos de posibilidades y, a su

    vez, el poder de regulacin biopoltico interviene en el nivel global anticipndose al futuro,

    previniendo riesgos. Lo que Foucault permite ver tambin es la complementariedad de

    estos dispositivos de poder. Si las disciplinas sirven para fijar los cuerpos y regimentarlos

    en toda un serie de espacios institucionales que se construyen en el vaco, las estrategias de

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    regulacin fomentan la circulacin de cuerpos, bienes, mercancas, informaciones, etc.

    ejerciendo un control cada vez ms distante de su blanco.

    En ese sentido, la vigilancia funge como centro articulador de anatomopoltica y

    biopoltica, pues sera un fenmeno a la vez individualizador y masificante, un aparatoinstitucional dedicado a lograr el autodominio del sujeto y su sujecin, mientras se recaban

    todos los datos posibles que puedan hacerlo entrar en otro rgimen de visibilidad. Este

    rgimen es el biopoltico. (Rodrguez).

    En este sentido, en la sociedad de control no desaparecen las viejas instituciones

    disciplinarias; incluso se multiplican y rompen los muros que las sostenan. Si bien la

    poblacin carcelaria no deja de aumentar, tambin existen formas de control y vigilancia de

    los cuerpos en espacios abiertos. Por ejemplo, los collares electrnicos o las cmaras deseguridad. Lo que cambia con esta transformacin en cierta medida es la funcin de las

    disciplinas, casi como si el encierro tuviese por funcin ya no normalizar sino sacar de

    circulacin determinados cuerpos, fijarlos a un espacio local. Pero tambin existen nuevas

    formas de disciplinas productivas, aquellas que buscan extraer tiempo, energas corporales,

    etc. que cada vez tienen menos que ver con la fbrica y ms con el call center. La

    diferencia es que se pasa de una disciplina muda y repetitiva a otra locuaz y flexible, de una

    disciplina que dejaba tiempo disponible para pensar en otra cosa y para esparcirse y

    consumir fuera de la fbrica a otra donde estn involucradas capacidades intelectuales,

    comunicativas, afectivas, relacionales, etc. y donde el tiempo de trabajo y el de vida tienden

    a superponerse.

    En este sentido, el trnsito que lleva a la subsuncin real de la vida en su totalidad bajo el

    capital coincide con el dispositivo de subjetivacin/sujecin en la forma-empresa que

    Foucault y Deleuze advirtieron tempranamente. En efecto, esta superposicin del tiempo de

    trabajo y el de la vida tiene que ver con determinaciones objetivas y subjetivas. Por un lado,

    producimos valor todo el tiempo porque nunca estamos desconectados de las actividades

    propias o de terceros que tienden a ese fin. Incluso cuando consumimos, expresamos

    nuestras preferencias, nos divertimos, miramos televisin o navegamos por internet

    producimos valor. Por otro lado, la forma de subjetividad que emerge en las ltimas

    dcadas es la del empresario de s mismo, que Foucault analiza en sus estudios sobre el

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    surgimiento de la economa poltica como contemporneo y ligado al de la opinin

    pblica al lado de los mecanismos de la soberana, la disciplina y la seguridad,

    Lazzarato va a colocar un dispositivo de control a distancia de los pblicos. Mientras las

    tcnicas disciplinarias se dirigen al cuerpo, las tecnologas biopolticas se dirigen a la

    multiplicidad en tanto que masa global. El dispositivo de seguridad implicara otro

    concepto de biopoltica, porque aqu [en las sociedades disciplinarias] el concepto de vida

    debe ser reducido y Foucault lo reduce al concepto biolgico de vida, mientras que [en

    las sociedades de control]bos no quiere decir vida biolgica, sino que bos menciona

    la vida social en su conjunto (2007: 93).

    El postfordismo supone la introduccin del tiempo de vida como vida a-orgnica,

    constituida por el tiempo y su virtualidad: el tiempo-potencia, el tiempo como fuente de

    continua creacin de imprevisible novedadEl concepto de biopoltica debe comprender

    no slo los procesos biolgicos de la especie, sino tambin esta vida a-orgnica que est en

    su origen, como tambin est en el origen de lo viviente y del mundo. El capitalismo

    posmoderno nos lo impone porque lo virtual es el motor de la creatividad. Un

    vitalismo temporal y ya no slo orgnico, un vitalismo que remite a lo virtual y no

    exclusivamente a los procesos biolgicos (1997). La traduccin sociolgica de esta vida a-

    orgnica son los pblicos.

    Lazzarato recaba en El Nacimiento de la Biopoltica, y en Seguridad, Territorio, Poblacin,

    la afirmacin de Foucault de que hay dos problemas fundamentales del Estado a partir del

    siglo XVII que son el control de la economa y el control de la opinin pblica. Para

    Lazzarato, es clave el rol biopoltico del control de la opinin pblica y por eso junto a la

    poblacin como realidad biolgica coloca a el pblico definido como una cooperacin

    entre cerebros. (Tarde). En la prensa, por ejemplo, hay una accin a distancia sobre una

    masa de individuos que actan en un espacio abierto, y que sincroniza por as decir losdiferentes cerebros. Tal como lo define Gabriel Tarde: El pblico es una masa dispersa

    en la que la influencia de las mentes las unas sobre las otras ha llegado a ser una accin a

    distancia. (Tarde, en Lazzarato, 2007: 95).

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    El pblico se instituye por la propagacin de los signos y mensajes a distancia. Si las

    disciplinas moldeaban los cuerpos constituyendo hbitos principalmente en la memoria

    corporal, las sociedades de control modulan los cerebros y constituyen hbitos

    principalmente en la memoria espiritual (2006: 100). En este marco, Lazzarato propone el

    trmino noopoltica (que remite al nous aristotlico, es decir, al intelecto) para designar:

    El conjunto de tcnicas de control [que] se ejerce sobre el cerebro, implicando en

    principio la atencin, para controlar la memoria y su potencia virtual () la

    modulacin de la memoria constituye la funcin ms importante de la noo-poltica

    () las sociedades de control modulan los cerebros y constituyen hbitos

    especialmente en la memoria espiritual. (Lazzarato, 2006, p.100).

    La emergencia de la noopoltica entonces no implica el fin de las disciplinas ni de lasregulaciones sobre el cuerpo, pero s la emergencia de una forma de poder

    desterritorializado que apunta directamente al cerebro de cada participante del pblico. En

    efecto, el pblico es una sujeto colectivo desterritorializado, una relacin social ms rpida,

    abierta y flexible que otras. Uno puede pertenecer a varios pblicos, pero no, por ejemplo a

    varias clases. Uno puede cambiar rpidamente, pasar de un pblico a otro: las redes sociales

    son un ejemplo extremo. Adems, [m]ientras las tcnicas disciplinarias se organizan

    fundamentalmente a travs del espacio, las tcnicas de control y de constitucin del pblico

    ponen en primer plano el problema del tiempo y de su virtualidad. (1997) En ese marco,

    Lazzarato propone que el control de la opinin pblica es un dispositivo de poder que

    habra que agregar a los dispositivos disciplinarios y al dispositivo biopoltico, y de igual

    manera, el proceso de subjetivacin que se produce en cada uno de ellos es completamente

    diferente.

    En el dispositivo disciplinario tenemos un individuo-cuerpo sin palabra, mudo; en el

    dispositivo biopoltico tenemos masa-poblacin y condiciones biolgicas de la vida;

    y en los dispositivos de control de la opinin pblica, por el contrario, tenemos

    funciones cerebrales intelectuales y memoria, sobre todo memoria. (2007: 96)

    Estos dispositivos de control a distancia de la memoria encuentran su vector fundamental

    en el marketing en tanto produce la necesidad de los bienes a producir. En ese marco,

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    Lazzarato sostiene la importancia de las semiticas asignificantes7, que se dirigen

    directamente a los afectos como formas de produccin de servidumbre maqunica. El

    marketing, como ya sealara Deleuze, funciona como un dispositivo fundamental de

    dominacin en nuestras sociedades.8

    Ahora bien, como dijimos, esto no es motivo de desesperacin para estos autores. No

    porque all donde crece el peligro crezca la salvacin, segn el dstico de Hlderlin, sino

    porque en estos procesos de control siempre hay una produccin paralela de subjetividad.

    Como sealara Foucault, el poder no se ejerce sobre una materia inerte sino que se da en las

    relaciones sociales, y, por otro lado, los mecanismos disciplinarios y los biopolticos no

    reprimen sino que incitan y producen a las fuerzas que son capaces de resistirlos. Por eso

    los autores distinguen claramente el biopoder de la biopoltica.

    En este sentido, si bien el advenimiento del Imperio y de las sociedades de control puedeleerse en trminos de un kojeviano fin de la historia, para los autores este pasaje histrico

    ofrece nuevas posibilidades a las fuerzas de liberacin. Por eso plantean como tarea poltica

    no slo resistir a estos procesos sino redirigirlos hacia nuevos fines. Por medio de las

    luchas que tienen lugar en su mismo terreno, la multitud, sobre la que volveremos en breve,

    deber inventar nuevas formas democrticas y un nuevo poder constituyente que podra

    llevarnos ms all del Imperio. En este sentido, Hardt y Negri sostienen que al subsumir el

    bos social, el capitalismo actual desata resistencias activas en el centro de una sociedad

    que se abre en redes. Mientras unifica y envuelve cada elemento de la vida social, este

    poder revela un contexto de mxima pluralidad e incontenible singularizacin que hace

    posible el acontecimiento.

    .

    7 Las componentes semiticas del capital funcionan siempre sobre un doble registro. El primer registroconsiste en la "representacin" y en la "significacin", las cuales se organizan mediante semiticassignificantes (la lengua) con vistas a la produccin del "sujeto", del "individuo", del "yo". El segundo es el

    registro maqunico organizado por semiticas asignificantes (tales como la moneda, las mquinas analgicaso digitales de produccin de imgenes, sonidos e informaciones; las ecuaciones, las funciones, los diagramasde la ciencia; la msica; etc.) que "pueden poner en juego signos que tienen un efecto simblico osignificante, pero cuyo funcionamiento propiamente dicho no es simblico ni significante". Este segundoregistro no se dirige a la constitucin del sujeto, sino a la captura y la activacin de elementos presubjetivos y

    preindividuales (afectos, emociones, percepciones) para hacerlos funcionar como piezas de la mquinasemitica del capital. M. Lazzarato, El "pluralismo semitico" y el nuevo gobierno de los signos.Homenaje a Flix Guattari, enhttp://eipcp.net/transversal/0107/lazzarato/es8 El neuromarketing supone un paso ms all de la noopoltica, pues apunta a estimular nuestras neuronas sinpasar por lo que llamamos subjetividad. Pero eso ser materia de futuras indagaciones.

    http://eipcp.net/transversal/0107/lazzarato/eshttp://eipcp.net/transversal/0107/lazzarato/eshttp://eipcp.net/transversal/0107/lazzarato/eshttp://eipcp.net/transversal/0107/lazzarato/es
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    Hasta ahora hemos dirigido nuestra mirada a las transformaciones del espacio poltico en el

    marco del Imperio y el advenimiento de las sociedades de control que reconfiguran las

    lgicas del poder. Ahora nos concentraremos en las posibles subjetividades polticas que

    emergen de este proceso. Lo que est en cuestin es, fundamentalmente, si los muchos

    pueden permanecer tales para actuar polticamente o si la poltica necesariamente requiere

    formas de unidad. La primera hiptesis sera la de los sostenedores de la multitud como

    sujeto poltico. La segunda, aquella predominante en la teora poltica moderna, es la del

    pueblo. Sin embargo, aqu no abordaremos una concepcin sustancialista del pueblo que, a

    estas alturas, parece ingenua e ideolgica. Por eso nos parece interesante tomar como

    referencia la concepcin laclausiana del populismo como una forma de pensar una

    universalidad un Uno polticamente construida, acorde a los postulados filosficos

    post-estructuralistas. A esta teora contrapondr aquella de la multitud.

    Lo uno y lo mltiple llevado al plano sociopoltico. O del pueblo y la multitud9

    Tanto Hardt y Negri, como Virno, y en cierta medida Lazzarato recuperan la nocin de

    multitud para designar al mismo tiempo una realidad social y un proyecto o apuesta

    polticos. Laclau, en cambio, al igual que Ranciere, recupera la nocin de pueblo para

    pensar la poltica en las condiciones contemporneas.

    Ambas visiones comparten algunos elementos que debemos tener en cuenta para interpretar

    correctamente sus alcances y objetivos. En ambos casos, hay un intento de reconsideracin

    de los presupuestos ontolgicos de los que se sirve un pensamiento de la poltica para dar

    cuenta de las figuras de la subjetivacin en el capitalismo actual. En ambos casos estamos

    ante filosofas de la diferencia que cuestionan la idea de unicidad del ser y la solidez de los

    fundamentos, es decir, estamos en un momento postfundacional. En este marco, asistimos a

    visiones en las cuales las relaciones de poder y la prctica poltica son fundantes de lo

    social y donde los paradigmas explicativos modernos aparecen como insuficientes para dar

    cuenta de lo poltico bajo las nuevas circunstancias.

    9 Los contenidos que presento en esta seccin estn desarrollados con mayor detalle en la ponencia escritajunto a Emilio Lo Valvo: "Pueblo y multitud: figuras de la subjetividad poltica en el contexto neoliberal",SAAP, 2013.

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    Sin embargo, entiendo que existe un desnivel en esta apuesta por pensar las relaciones de

    poder. Por ello inici con el abordaje de las sociedades de control, sin siquiera adentrarme

    en un anlisis pormenorizado del capitalismo contemporneo, anlisis que los tericos de la

    multitud efectan y que est prcticamente ausente en Laclau, pues ello nos llevara

    demasiado lejos.

    Nos interesa sealar aqu que para los tericos de la multitud, el advenimiento del Imperio

    implica una inmanentizacin de las relaciones de poder, mientras que la nocin de

    produccin biopoltica declara la imposibilidad de distinguir las relaciones productivas y

    sociales de las relaciones polticas. El poder se produce de manera inmanente a la

    cooperacin social, y la mediacin queda absorbida dentro de la maquinaria productiva

    (Hardt & Negri, 2002: 46). El general intellect y el poder que all se produce y circula

    destruye los marcos cognitivos y las premisas lgicas de los paradigmas modernos.

    Para Laclau, el fin de las lgicas modernas nos permite pensar la contingencia necesaria de

    todo fundamento de lo social, y ello habilita un campo de posibilidades otrora insospechado

    para la accin poltica. En este sentido, la razn populistacomo ya lo haca la nocin de

    democracia radical indica que la poltica ha sido liberada del yugo esencialista que la

    marginaba a ser la expresin, efecto o cristalizacin derivada de una lgica primaria, sea

    socio-econmica sea jurdica. En lnea con los tericos obreristas, Laclau se concentra en

    una historia que es producto de los antagonismos, de la lucha de clases, en detrimento de la

    objetividad de la evolucin de los modos de produccin. Sin embargo, all donde aquellos

    vislumbran el terreno de la produccin esparcido por todo el bos social como terreno

    fundamental de esta lucha, Laclau desancla el antagonismo poltico del terreno de la

    produccin. En este sentido, su apuesta ha sido proponer la emergencia de la hegemona,

    prctica articulatoria, como la lgica misma de la poltica en las sociedades actuales. El

    siguiente paso ser, al momento de concebir cmo es posible construir voluntades

    colectivas, definir qu es el populismo y, en consecuencia, asumir al Pueblo como (nica)

    figura de subjetividad poltica.

    Esta figura poltica es precisamente la que los tericos de la multitud combaten. Buscando

    pensar la subjetividad poltico-social en trminos liberatorios, oponen a la lgica unitaria

    del pueblo la condicin singular plural de la multitud. Esta multitud, forcluida por la

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    singularidades. La multitud dibuja una figura subjetiva post-representacional, reivindicando

    la potencia de su propia presentacin donde las singularidades pueden actuar

    concertadamente en la esfera pblica sin confiarse a ese monopolio de la decisin

    poltica que es el Estado a diferencia del pueblo, que converge en el Estado. (Virno,

    2003: 19)

    En uno de los apartados de Imperio, Negri y Hardt critican la idea de pueblo pensada como

    unidad natural, sealando que la concepcin moderna del pueblo es en realidad producto

    del Estado-nacin y slo sobrevive dentro de su contexto ideolgico especfico (Hardt &

    Negri, 2002: 104). Esto no es casual, porque el pueblo es justamente una construccin

    realizada en vistas a la ereccin de una soberana que excluye a la multitud.

    La multitud es una multiplicidad, un plano de singularidades, un conjunto abierto derelaciones que no es homogneo ni idntico a s mismo y que mantiene una relacin

    indistinta e inclusiva con lo que es exterior a l. El pueblo, en cambio, tiende a la

    identidad y la homogeneidad interna, al tiempo que manifiesta su diferencia

    respecto de todo aquello que queda fuera de l y lo excluye. Mientras la multitud es

    una confusa relacin constitutiva, el pueblo es una sntesis constituida que est

    preparada para la soberana. El pueblo presenta una nica voluntad y una sola

    accin, independientes de las diversas voluntades y acciones de la multitud... Cada

    nacin debe transformar a la multitud en pueblo. (2002: 105)

    Esta cita resume algunas de las diferencias de naturaleza entre el pueblo y la multitud. Para

    Hardt y Negri, el pueblo es una imagen invertida del Estado, es decir, un gran cuerpo

    formado por cuerpos individuales bajo una misma cabeza y una sola voluntad. La multitud,

    por el contrario, sera una multiplicidad de singularidades que comparten la capacidad de

    crear pero que no poseen un telos determinado, es un poder constituyente que no puede

    agotarse en algn poder constituido. La lgica del pueblo implica subsumir las diferencias

    de partida en una voluntad nica que las trasciende o, en trminos laclausianos, en la

    voluntad colectiva conformada a partir de una particularidad que, gracias a una articulacin

    hegemnica, ocupa de manera contingente el espacio de lo universal.

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    En efecto, cabe notar aqu similitudes y diferencias con el populismo de Laclau. Para este

    tambin habra un intento en la filosofa poltica moderna por establecer un cierre definitivo

    de la sociedad que niega el espacio para la poltica. En este sentido, la lgica del populismo

    laclausiano responde al desafo de articular una serie de demandas heterogneas en un

    proyecto poltico que las contemple. Pero su proyecto es ms ambicioso an, pues la razn

    populista permitira pensar lo poltico como tal. A Laclau le interesa sealar que el vnculo

    entre populismo y poltica consiste en un cierto exceso comn, tanto por parte de la poltica

    como del populismo, respecto de los moldes racionales comunitarios. El populismo sera

    una lgica poltica de simplificacin del espacio comunitario. El pueblo, como sujeto del

    populismo, nace como fruto de una confrontacin antagnica entre aquella particularidad

    que se proclama representante legtima de la comunidad en su conjunto y aquellos que son

    sus enemigos. Esta es precisamente una definicin de hegemona: la plebs que reclama serel nicopopulus legtimo, un particular que encarna un universal, la parte que es el todo.

    Laclau parte de la base de que el espacio social est constitutivamente dislocado y de que

    ello no necesariamente implica antagonismo, aunque lo hace posible. Lo social se

    constituye en la tensin entre lgicas equivalenciales y diferenciales (Laclau, 2005: 107).

    Esta tensin no puede resolverse, pues ambas lgicas coexisten en toda sociedad. En este

    sentido, Laclau (2005) distingue entre totalidades institucionales y totalidades populistas.

    La diferencia y la equivalencia estn presentes en ambos casos, pero un discurso

    institucionalista es aquel que intenta hacer coincidir los lmites de la formacin

    discursiva con los lmites de la comunidad. Por lo tanto, el principio universal de la

    diferencialidad se convertira en la equivalencia dominante dentro de un espacio

    comunitario homogneo (). En el caso del populismo ocurre lo opuesto: una

    frontera de exclusin divide a la sociedad en dos campos. El pueblo, en ese caso,

    es algo menos que la totalidad de los miembros de la comunidad: es un componente

    parcial que aspira, sin embargo, a ser concebido como la nica totalidad legtima.

    (Laclau, 2005: 108).

    En este sentido, el populismo difiere de la administracin porque privilegia la ruptura,

    dicotomiza el espacio social. La administracin por el contrario, tiende a constituir un lazo

    equivalencial mnimo postulando a la diferencialidad como principio universal, lo cual

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    implicara que todas las diferencias son consideradas igualmente vlidas dentro de una

    totalidad ms amplia (Laclau, 2005: 108). As, el antagonismo es borrado discursivamente

    bajo la pretensin institucionalista de hacer coincidir sus lmites con los de la comunidad.

    Sin embargo, la coincidencia ltima entre ambos lmites es altamente improbable.

    Por el contrario, el desafo de los tericos de la multitud es pensar una poltica de los

    muchos que no necesite del dispositivo de la representacin ni la unificacin para actuar

    polticamente. Esto no quiere decir que se elimine el antagonismo, sino que sus

    manifestaciones plurales afectan directamente al poderadministrativo y soberano global, a

    la governance imperial. El antagonismo no necesita de la dicotomizacin generada por una

    frontera estable, pues estaparticin que implica una reivindicacin poltica de lo comn se

    da, de manera inmanente, en el terreno histrico de la produccin biopoltica.

    Adems, habra un cambio de escala en las luchas. Segn nos parece, Laclau est pensando

    su lgica populista a partir de la poltica en el estado nacin y de all proyecta sus lgicas a

    los movimientos globales. Para los tericos de la multitud hay que asumir el terreno global

    como campo de luchas. Y en ese plano, parece impensable una dicotomizacin bajo un solo

    significante. Si el populismo laclausiano busca articular hegemnicamente las diferencias,

    inscribirlas polticamente, bajo la representacin de un lder o partido, en la lgica de la

    multitud, las diferencias son continuamente producidas mediante procesos de

    singularizacin metamrficos. El concepto de multitud supone el desafo de una

    multiplicidad social que logre comunicar y actuar en comn permaneciendo internamente

    diferenciada.

    Mientras el objetivo de los tericos de la multitud es el de pensar/analizar una forma de

    organizacinpoltica no representativa en la que los muchos permanezcan tales, el objetivo

    de Laclau es el de transformar esa proliferacin de diferencias entendida como un

    conglomerado heterogneo de demandas en un Pueblo, politizando esas mismas

    demandas, mediante la articulacin en un significante antagnico a quienes estn en el

    poder. Estas equivalencias se logran a partir del investimento afectivo en un objeto parcial

    que representa la plenitud ausente y donde el nombre se vuelve constitutivo del grupo

    retroactivamente. Si multitud es un concepto abierto e inclusivo que intenta captar los

    cambios que se dieron en la economa global, donde la cooperacin entre singularidades

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    productoras a travs de la conformacin de redes no tiene por qu confluir hacia un

    determinado centro; el Pueblo como mecanismo productor de subjetividad, es un nombre

    que permite la inscripcin de las diferencias sociales en el capitalismo actual, hacindolas

    polticas mediante la inclusin en una cadena equivalencial y la exclusin de una parte.

    Por otra parte, mientras la construccin hegemnica del pueblo es un fenmeno que se da

    en el nivel de la produccin poltico-discursiva de identidades sociales, la multitud se

    constituye fundamentalmente en la produccin, en la realidad del trabajo inmaterial como

    forma de produccin hegemnica durante el postfordismo.

    Laclau no ignora que es el capitalismo globalizado el que hace posible una poltica a partir

    de la lgica de la diferencia y una construccin del antagonismo a partir de la

    heterogeneidad social. Precisamente por eso sostiene que las consecuencias estructuralesdel capitalismo, dotan a la poltica de una razn populista, en un terreno histrico donde

    la proliferacin de antagonismos y puntos de ruptura heterogneos requieren formas cada

    vez ms polticas de reagrupamiento social (Laclau, 2005: 285)

    Para Laclau, el capitalismo globalizado se relaciona directamente con la heterogeneidad

    social. (Laclau, 2005: 286). Ante la falta de garantas que confieran un sentido a lo social

    Laclau afirma que la poltica asume, en ese contexto, la capacidad defabricar la dimensin

    universal de la comunidad. Esta heterogeneidad aparece como una multiplicidad dedemandas socio-simblicas. Las demandas son positivaciones de la falta comunitaria. La

    construccin de un Pueblo11 permite en tanto prctica hegemnica trascender los

    contenidos nticos y producir una universalidad polticamente construida que articula esas

    diferencias. Si bien esta situacin revela una dificultad tctica para las luchas anti-

    capitalistas contemporneas, al mismo tiempo permite a la "razn populista" pasa a operar

    plenamente. En el capitalismo globalizado hay una multiplicacin de efectos

    dislocatorios y una proliferacin de nuevos antagonismos. Es por eso que el movimiento

    antiglobalizacin debe operar de una manera completamente nueva: debe postular la

    11 Es en esta contaminacin entre la universalidad del populus y la parcialidad de la plebs donde descansa lapeculiaridad del pueblo como un actor histrico. La lgica de su construccin es lo que hemos denominadorazn populista (Laclau, 2005: 278).

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    creacin de lazos equivalenciales entre demandas sociales profundamente heterogneas, al

    mismo tiempo que elaborar un lenguaje comn entre ellas. (Laclau, 2005: 287).

    Este diagnstico tiene elementos comunes con los postulados de Hardt, Negri y Virno, en

    tanto se reconoce la pluralidad de antagonismos que proliferan en la globalizacin. Sinembargo, su insistencia en la necesidad de formar lazos equivalenciales es un requisito que

    los tericos de la multitud no creen necesario para operar polticamente, lo cual constituye

    una de las polmicas centrales con Laclau y uno de los puntos ms cuestionados de las

    teoras de la multitud. En todo caso, para estos pensadores la equivalencia estara en el

    punto de partida, no necesariamente en las luchas mismas. Esto tiene que ver con los

    distintos presupuestos ontolgicos mencionados previamente. Laclau entiende a la

    produccin como un terreno ms de constitucin de demandas e identidades sociales, en

    una etapa claramente postfundacional donde prima la lgica de la contingencia. Pero al

    constituirse las identidades sociales a travs de esas demandas, no hay elementos

    estructurales que puedan determinar a priori en qu terreno se conforma un grupo social.

    Esta construccin es poltica, es decir, hegemnica. Por el contrario, la nocin de multitud

    remite a una ontologa de la produccin que conjuga la tradicin marxista del trabajo como

    aquello que define al hombre y las relaciones de produccin a una sociedad determinada

    con una idea spinoziana de la potencia. En ese marco, la multitud se constituye

    primeramente en el terreno de la produccin. Para Laclau, esta produccin inmanenteimplicara una injustificada inmediatez entre posicin de sujeto y la articulacin de la

    misma en trminos de luchas polticas.

    En este sentido, la nocin de multitud sirve para reconsiderar las nuevas formas de

    organizacin de las subjetividades que producen en el contexto postfordista y, al mismo

    tiempo, para designar una forma de subjetivacin poltica. Pero esta ambivalencia tambin

    se traslada al terreno poltico, porque puede favorecer tanto a fuerzas progresistas como

    reaccionarias (Virno). Sin embargo, lo mismo podra decirse, y se ha dicho, del populismo,

    acusando a la teora de Laclau de un dficit normativo. Es decir, en ambos casos tenemos

    lgicas de accin poltica cuyo sentido no est predeterminado.

    Sin embargo, a diferencia de Virno, Hardt y Negri vislumbran una conexin directa entre la

    multitud de trabajadores postfordistas y una poltica democrtica radical. Para estos, puesto

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    que el capitalismo actual pone a trabajar a las capacidades tradicionalmente asociadas a la

    esfera poltica, la organizacin democrtica de la multitud debe buscarse en la propia

    cooperacin social que se produce en el trabajo y en la vida cotidiana. Esas mismas

    capacidades y organizacin en red son la base para la accin poltica propiamente dicha y

    para la creacin de nuevas instituciones. En este sentido, la multitud debera organizar

    polticamente el proyecto de xodo y liberacin de las singularidades productoras (Hardt &

    Negri, 2009: 165ss), y a su vez conformar un poder constituyente que ponga en marcha una

    nueva forma de democracia.

    Ahora, si bien tiene lugar en la inmanencia de la produccin inmaterial, la multitud debe ser

    producida polticamente. Su conciencia revolucionaria se construye en las luchas sociales y

    en la cooperacin que se da en esas luchas en la que confluyen distintos actores. La accin

    poltica debe ser concertada no en el sentido de un arreglo previo a la accin poltica sino

    en trminos de un concierto musical donde diversas voces/instrumentos producen una

    armona, pero sin alguien que las dirija.

    En este proyecto de la multitud pierde relevancia la distincin entre lo pblico y lo privado.

    Liberalismo y socialismo se vuelven igualmente reaccionarios, pues la multitud productiva,

    comunicativa, cooperativa y cognitiva, pone en juego lo comn. La multitud produce a

    partir de lo comn y a su vez produce lo comn, entendido como las riquezas del mundo

    material y, sobre todo, los resultados de la cooperacin social necesarios para la interaccin

    social y la produccin como conocimientos, lenguajes, cdigos, informaciones y afectos.

    (Hardt & Negri, 2009). Por eso es a partir de lo comn que debe ser repensada la

    posibilidad de una democracia de la multitud que ya, en su produccin material, establece

    las condiciones para autonomizarse de las fuerzas del capital.

    Tambin Virno considera que en las actuales formas de vida caen las rgidas fronteras entre

    lo pblico y lo privado, lo colectivo y lo individual, el ciudadano y el productor. Es en ese

    terreno intermedio donde tiene lugar la multitud que, como dijimos, no es una multiplicidad

    pura, sino que tiene por fundamento comn el lenguaje, el intelecto, las facultades

    comunes del gnero humano. La multitud es pensada como individuacin de lo universal,

    de lo genrico, de lo comn compartido. El Uno sera la base que autoriza la

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    diferenciacin, aquello que consiente la existencia poltico-social de los muchos en tanto

    muchos. (Virno, 2003: 26)

    En este sentido, Virno lee lo comn mediante la nocin de individuacin de Simondon,

    utilizada para caracterizar un paso de lo preindividual a lo transindividual. Lo preindividualsera el fondo biolgico de la especie es decir, los rganos sensoriales, el aparato motriz,

    las capacidades perceptivas, la lengua de una cierta comunidad, y la relacin de

    produccin dominante, que siempre es histricamente determinada. (Virno, 2003: 77-78)

    Partir de lo preindividual implica pensar lo universal, lo comn, el Uno como un punto de

    partida.12 En este sentido concibe al general intellect, su concepto marxiano para entender

    lo comn, como una puesta al trabajo de las invariables lingstico-antropolgicas. (2003:

    42)

    Esta universalidad del general intellect cumplira al mismo tiempo la funcin de ofrecer

    una comunidad, un lugar comn a todos los explotados que conforman la multitud. Las

    aptitudes lingstico-comunicativas de la especie aparecen en primer plano porque

    constituyen una forma de proteccin en una sociedad privada de comunidades sustanciales

    o sea, de lugares especiales. Justamente es esta ausencia de cualquier posibilidad de

    reparo en alguna forma sustancial de comunidad lo que marca el fin de la subjetivacin

    poltica en trminos del pueblo. Si ste dispona de su telos en la voluntad general, la

    multitud de trabajadores postfordistas posee su universalidad en el general intellect. Este es

    un recurso productivo y a la vez el principio constitucional de una esfera pblica no

    estatal. (2003: 42)

    Como vemos, la construccin del pueblo (Laclau) implica reconducir una serie

    heterognea de demandas a una unidad construida hegemnicamente a partir de la

    intervencin de particularidades en un juego poltico-simblico. La multitud, por el

    contrario, parte de una unidad o fundamento comn el lenguaje, la potencia, etc. para

    dar lugar a un proceso de singularizacin y metamorfosis constante, donde no hace falta

    converger hacia una unidad, sino donde se busca defender experiencias plurales, formas de

    12El aspecto problemtico de este supuesto es que, en el afn de partir de premisas materialistas, se cae el

    riesgo de conformar un naturalismo, lo cual conlleva aceptar como dados elementos que son resultado deluchas e interpretaciones contingentes.

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    democracia no representativa, usos y costumbres no estatales. La multitud postfordista

    fomentara el colapso de la representacin poltica y buscara nuevas formas polticas.

    (Virno, 2003: 43) Esta forma de democracia basada en el general intellect implicara la

    concreta apropiacin y rearticulacin del saber/poder hoy congelado en los aparatos

    administrativos del Estado. (Virno, 2003: 44)

    Segn Hardt y Negri (2004), mientras el Imperio difunde globalmente nuevos mecanismos

    de control y conflicto armado, la multitud crea nuevos circuitos de colaboracin que

    permiten descubrir aquello que nos consiente comunicarnos y actuar juntos a la vez que

    seguimos siendo distintos. Por eso la multitud tambin debe ser concebida como una red

    abierta y expansiva en la cual las diferencias pueden ser libremente expresadas.

    A partir de estas premisas, los autores destacan dos caractersticas de la multitud quecontribuyen a la posibilidad de la democracia, sealando un aspecto econmico y otro

    poltico.

    El primero sera que en la medida en que la multitud no es una identidad como el pueblo ni

    uniforme como las masas, las diferencias internas de la multitud deben descubrir y producir

    lo comn que les permite comunicarse y actuar conjuntamente. A travs de las

    transformaciones de la economa, el trabajo mismo tiende a crear y asentarse en redes

    comunicativas y cooperativas. Todo aquel que trabaja con informacin o conocimientos, sevale del conocimiento compartido y crea y comparte nuevos conocimientos. En esta

    produccin biopoltica y su expansin de lo comn los autores ven un pilar de la

    posibilidad de la democracia global. (Hardt & Negri, 2004: xvi)

    Esta demanda y este deseo de una democracia a escala global se hara cada vez ms

    presente en las protestas y resistencias contra el actual orden imperial. Esta nueva

    democracia implicara una ruptura con la tradicin de la soberana y con la lgica de la

    representacin ya que la multitud es capaz de formar la sociedad autnomamente, en la

    medida en que el capital ya no tiene el rol organizador de la produccin que posea en el

    pasado. El capital se vuelve cada vez menos necesario socialmente y ms parasitario. La

    ganancia se parece cada vez ms a la renta, porque se obtiene de la expropiacin de lo

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    comn. (2009) Es esta autonoma productiva de la multitud la que habilita a pensar formas

    no representativas de democracia a nivel poltico.

    Como vemos, el concepto de multitud conjuga un aspecto sociolgico y ontolgico segn

    el cual la multitud describe un nuevo sujeto social y una nueva lgica de la subjetividad, yal mismo tiempo, una modalidad de subjetivacin poltica ligada a la posibilidad de una

    democracia no representativa, alternativa a cualquier forma de soberana.

    Por un lado, la multitud existira ya en la realidad social, pero al mismo tiempo Hardt y

    Negri sealan la necesidad de pasar de ser a hacer la multitud. Esta parece estar

    conformada por cualquier no-capitalista. El problema es que segn entendemos, el

    trabajador inmaterial, a partir del cual se conforma la nocin de una multitud cooperativa

    en redes, por su propio modus operandi y vivendi, es el modelo ideal del empresario de smismo (vid. supra) quien, lejos de contestar al capital, busca acumularlo como dinero y

    como capital humano. En las condiciones actuales, lejos de ponerlo en cuestin, la

    produccin biopoltica refuerza tanto la apropiacin privada como, en menor medida,

    pblica de lo comn. El cognitariado no parece un sujeto revolucionario.

    Por todo lo antedicho, Laclau se erige en un crtico acrrimo de esta lgica inmanente, que

    no lograra dar cuenta del problema de la articulacin poltica. En primer lugar, a la

    universalidad subyacente que hemos mencionado (general intellect) Laclau opone unauniversalidad construida y contaminada por una particularidad. En segundo lugar, respecto

    a la cuestin de la resistencia, Laclau sostiene que para los autores sera natural que los

    oprimidos se subleven y por lo tanto habra una tendencia espontnea a la convergencia.

    (2005: 298-99).

    En efecto, nos parece que no queda claro en el planteo de los tericos de la multitud a partir

    de qu esta estara predeterminada a luchar contra el imperio. Sin embargo, tampoco

    podemos aceptar la reduccin que hace Laclau de la propuesta de Hardt y Negri al mero

    hecho de estar en contra. Los autores afirman que la inmanencia no implica una fe en las

    capacidades espontneas de la sociedad sino que aquella debe ser organizada no

    representada polticamente. (Hardt & Negri, 2009: 15-16)

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    En Commonwealth los autores responden a dos rdenes de crticas, intentando aclarar su

    posicin. La primera seala que la multitud no podra organizarse como tal. Para los

    autores, esta crtica parte del supuesto equivocado de que actuar polticamente y tomar

    decisiones requiere unidad. La (falsa) alternativa sera crear una organizacin vertical y

    dejar de ser una multitud o mantenerse como tal y ser incapaz de decidir polticamente

    (Macherey). Laclau tambin considera, como vimos, que la inmanencia y la pluralidad de la

    multitud suponen una barrera para su capacidad poltica, explicando la necesidad de que las

    singularidades se embarquen en un proceso de articulacin poltica que defina y estructure

    las relaciones polticas entre ellas. Hasta ah Negri y Hardt parecen estar de acuerdo. Donde

    Laclau diverge es en insistir que la articulacin necesita de una fuerza hegemnica por

    encima del plano de inmanencia capaz de dirigir el proceso y servir como un punto de

    identificacin para todas las singularidades. Tanto Macherey como Laclau, al considerar launidad de las singularidades como una necesidad, piensan a la multitud como una figura en

    camino hacia la poltica, pero todava no poltica. (2009: 167)

    Una segunda lnea de crticas remite no tanto a la forma sino al contenido de la accin

    poltica de la multitud. Autores que no ven razn para asumir que la poltica de la multitud

    se vaya a orientar hacia la liberacin. Como vimos, el propio Virno pero tambin

    Balibar seala esta ambivalencia.

    Slavoj iek y Alain Badiou incluso van ms all y sealan que la multitud est alineada

    con las fuerzas de dominacin. iek critica la idea marxiana del capital creando sus

    propios enterradores, pues todas las alternativas que surgen al interior del capitalismo,

    terminaran reforzndolo. La red horizontal de multiplicidades de la multitud y su carcter

    desterritorializador no haran sino reproducir la dominacin capitalista. Por su parte,

    Badiou ve el origen del problema en la nocin foucaultiana de resistencia. Su razonamiento

    es que dado que la resistencia est siempre implicada con el poder, nunca le escapa y no

    reconoce la necesidad del acontecimiento que rompa con el poder.

    Hardt y Negri contestan que la multitud no es un sujeto poltico espontneo sino un

    proyecto de organizacin poltica. Y aqu de nuevo aparece la diferencia con la nocin de

    pueblo y hegemona:

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    Al igual que el pueblo, la multitud es el resultado de un proceso de constitucin

    poltica. Sin embargo, mientras el pueblo est formado como una unidad por un

    poder hegemnico que se coloca por encima del campo social plural, la multitud

    est formada a travs de articulaciones sobre el plano de inmanencia sin hegemona.

    (2009: 169, trad. propia.)

    A diferencia del pueblo, la multitud sera completamente poltica sin dejar nunca atrs el

    estado de naturaleza. El proceso de produccin es entendido como una metamorfosis de lo

    comn y este proceso es tambin un proceso ontolgico a travs del cual la naturaleza y la

    subjetividad son transformadas y constituidas. La multitud entonces es un proceso de auto-

    transformacin.

    En ese marco, los autores se sirven de la imagen de la produccin biopoltica, cada vez ms

    autnoma del capital, para pensar la poltica. As como una amplia multiplicidad social

    produce valor econmico y productos inmateriales, del mismo modo esta multitud sera

    capaz de producir decisiones polticas. Si bien es cierto que la organizacin de las

    singularidades requeridas para la accin poltica y la toma de decisiones no es inmediata ni

    espontnea, eso no quiere decir que la hegemona y la unificacin, la formacin de un

    poder soberano y unitario sea condicin necesaria para la poltica. La de hegemona oespontaneidad es una falsa alternativa. La multitud puede organizarse a travs de

    interacciones conflictivas y cooperativas de singularidades en lo comn, tal como lo hace

    en la esfera productiva.

    En cuanto a la cuestin de si la poltica de la multitud es progresista o regresiva, Negri

    destaca su capacidad de resistencia y de crear acontecimientos y seala que la multitud,

    basada en lo comn, siempre excede los lmites del poder, indicando su incompatibilidad

    con el sistema dominante, aunque ello no establezca aun su orientacin liberatoria. La

    orientacin poltica debe definirse en el proceso de hacer la multitud, en tanto constitucin

    poltica y produccin econmica. En el contexto de la produccin biopoltica, trabajando en

    lo comn y produciendo lo comn, la multitud se trasforma a s misma constantemente.

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    Ello da un indicio del autogobierno de la multitud en el mbito poltico. Pero lo que se hace

    necesario es una teora poltica de la organizacin de la multitud.

    Como podemos ver, los autores no niegan que haya que establecer alguna forma de

    articulacin poltica. Pero esta no puede conjugarse con formas de representacin, sino quetoda decisin debe ser producida autnomamente por la red sin jerarqua de la multitud. En

    este sentido, piensan que no hay ninguna diferencia especfica entre la accin poltica y la

    econmica, que hoy ambos planos se confunden y que ello habilita a pensar una

    democracia de los productores o incluso de emprendedores. 13 Sin embargo, este optimismo

    de la voluntad por ahora encuentra pocas garantas en la realidad social. No slo estos

    trabajadores cooperativos estn lejos de cuestionar el capitalismo sino que adems las

    formas multitudinarias de participacin poltica movimientos antiglobalizacin,

    indignados, etc. encuentran una gran dificultad para producir cambios en las instituciones

    existentes, por no hablar de construir nuevas instituciones. Por lo dems, nunca queda en

    claro qu es lo que va a hacer posible atravesar el imperio si este siempre logra adaptarse a

    las luchas de la multitud.

    Como vemos, todo esto configura una paradoja: a pesar de que la teora de Laclau no

    desarrolla un anlisis exhaustivo de la realidad social postfordista, sus pretensiones de

    desentraar una lgica de la poltica estn altamente empapadas de realismo. Por el

    contrario, Hardt y Negri desarrollan una minuciosa fenomenologa de la sociedad

    contempornea y de las realidades que produce el capitalismo actual. Adems hacen derivar

    las transformaciones polticas de aquellas que se dan en la produccin de valor. Y sin

    embargo, sus propuestas de accin poltica parecen frecuentemente voluntaristas.

    A modo de cierre provisorio

    A lo largo de este escrito intentamos considerar la transformacin poltico-espacial que

    supone la emergencia del Imperio como figura de la soberana global que abarca la

    totalidad espacial, que no posee un centro nico y que busca eternizarse y suspender la

    historia. Al mismo tiempo, caracterizamos a las sociedades contemporneas como

    13 Nuevamente vemos la inquietante cercana de la multitud y el empresariado de s.

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    sociedades de control, donde los dispositivos de poder se ejercen a distancia y en espacios

    abiertos. Asimismo, consideramos el aporte de la nocin de noopoltica para sealar de qu

    manera est en juego en la poltica actual la memoria y la atencin, o incluso el tiempo

    cerebral disponible. Esto supone referirse a una vida a-orgnica donde cobran mayor

    relieve la dimensin temporal y la conexin de los pblicos.

    Luego nos hemos ocupado de dos formas de subjetividad poltica claramente distintas que

    surgen en este contexto. Intentamos establecer un dilogo que marcara similitudes y

    diferencias entre la lgica populista de Laclau y aquella de la multitud teorizada por Hardt,

    Negri, y Virno.

    En el primer caso, se trata de pensar las formas en las cuales una pluralidad puede actuar

    polticamente en forma unitaria sin ningn tipo de fundamento subyacente. Las identidadespopulares emergen de un proceso de constitucin poltico-simblico a travs de una serie

    de demandas y de una particularidad capaz de articularlas polticamente. Esta articulacin

    se dara a travs de un significante vaco, que puede ser significado de distintos modos por

    las identidades que agrupa. Esto implica un investimento afectivo en tal nombre, que

    representara una positivizacin de una falta, como el objeto a lacaniano. De todos modos,

    por ms que Laclau desustancialice el rol del investimento afectivo en un nombre, es casi

    imposible no pensar en el nombre del lder, incluso en su cuerpo, como encarnacin de esa

    completud imposible. As, Laclau puede afirmar que la lgica de la equivalencia conduce

    a la singularidad, y sta a la identificacin de la unidad del grupo con el nombre del lder.

    (2005: 130)

    Concomitantemente, si las demandas en su pluralidad adquieren sentido poltico slo si son

    articuladas por una particularidad de manera antagnica a un enemigo de la comunidad,

    esto termina instaurando una dimensin de trascendencia en la poltica que, aunque sea

    fallida, recuerda a la teora de la soberana de Hobbes, con la diferencia que este postula

    que solo un individuo puede ser soberano para el gobierno efectivo, mientras Laclau

    establece una lgica de construccin poltica, donde la unificacin simblica del grupo en

    torno a una individualidad es inherente a la formacin de un pueblo. (bid).

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    El presupuesto de fondo, como vemos, es que sin un lder o significante vaco que articule

    hegemnicamente esa pluralidad de demandas de manera antagnica al poder dominante

    tenemos necesariamente un predominio de la lgica diferencial, con una totalidad

    institucional sin puntos de ruptura posibles, lo que para Laclau sera el fin de la poltica, o

    del antagonismo. Pero ms problemtico es el investimento afectivo en el nombre, si

    tenemos en cuenta lo que dijimos acerca de la noo-poltica y del marketing. Si asumimos

    que los pblicos se ven influenciados por las semiticas a-significantes del marketing para

    la instalacin de los nombres a investir afectivamente, no sorprende que el vaciamiento de

    contenido ya no remita al significante sino a la poltica misma, y cualquier estrategia

    comunicacional capaz de conquistar la memoria y la atencin del pblico resulte ms

    exitosa que una construccin poltica paciente y participativa. En definitiva, el lazo que

    puede articular tal heterogeneidad de identidades sociales parece necesariamente implicaruna distancia insalvable entre quien encarna y da nombre al pueblo, y esa multiplicidad que

    se limita a establecer demandas y reclamos. Laclau instaura la necesidad de la mediacin y

    de la representacin que hoy adoptan formas espectacularizadas, no de la participacin

    poltica autnoma. Por lo dems, si bien la teora de Laclau tiene una gran coherencia

    interna, ella se da al precio de desconocer elementos claves de nuestra actualidad, como por

    ejemplo el rol del neoliberalismo en la configuracin de las subjetividades (capital humano)

    o la primaca de las ofertas sobre las demandas. Por eso Villacaas puede decir que Laclau

    piensa la poltica en trminos del s. XIX.

    Como vimos, los tericos de la multitud basan toda su construccin poltica en un anlisis

    de las condiciones de produccin contemporneas, aunque el optimismo de sus teoras no

    permite ver algo que a nuestros ojos parece bastante claro y es que la multitud de

    trabajadores postfordistas, cognitivos, etc. no es al menos por ahora un sujeto

    revolucionario como ellos anhelan. Al igual que en Laclau, pareciera que las subjetividades

    neoliberales no son suficientemente tenidas en cuenta a la hora de pensar la accin poltica.

    En su ltimo libro, Declaration, Hardt y Negri hacen un balance de los movimientos

    sociales de indignados y de acampes que surgieron durante el 2011, tanto en la primavera

    rabe como en Madrid, Londres, Tel Aviv y New York. Encuentran all muchos elementos

    organizativos que prefiguran una democracia de la multitud, como formas asamblearias que

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    incluyen el disenso y que inventan nuevas formas de participacin y de federacin

    horizontales. (2012) Estas experiencias muestran adems que no hace falta confiar en las

    nociones de representacin y de voluntad general para hacer poltica. No hace falta la

    unanimidad ni la trascendencia, sino la participacin donde se expresara la voluntad y la

    voz de todos. En este marco, el desafo que plantean los autores es el de transformar lo que

    hasta ahora ha tenido caractersticas destituyentes en un nuevo poder constituyente por

    parte de un sujeto colectivo preparado para el acontecimiento, aun cuando no pueda

    preverlo. Este sujeto es la multitud, el commoner, que debe construir la sociedad

    democrtica basada en la comparticin de lo comn, no slo mediante la autogestin de la

    riqueza sino tambin mediante la produccin de instituciones. Contra quienes han criticado

    estos movimientos por no articularse con los partidos tradicionales de la izquierda, los

    autores sostienen que la fortaleza de estos movimientos reside en la ausencia de lderes. Laclave de su poder est justamente en la organizacin horizontal como multitud y su

    insistencia en la democracia a todo nivel. No hay cuadros que le digan a la gente lo que

    deben pensar sino discusiones abiertas que arriban lentamente a una perspectiva coherente.

    En fin, para los autores, los movimientos han enseado el camino en cuanto a cmo

    organizar una asamblea, resolver los disensos y tomar decisiones de manera democrtica.

    Vemos as una fuerte divergencia entre la lgica del populismo y la de la multitud. Mientras

    la lgica del pueblo implica la necesidad de la representacin poltica, el proyectoconstituyente de la multitud pasara por crear formas no representativas de democracia.

    Mientras la razn populista pasa por el establecimiento de equivalencias entre demandas

    heterogneas que puedan ser agrupadas bajo un nombre que las represente a travs de una

    relacin hegemnica, la lgica de la multitud implica favorecer formas autnomas de

    accin poltica respecto a liderazgos estables, con organizaciones reticulares, rizomticas,

    que se vayan expandiendo y comunicando horizontalmente. Mientras la razn populista

    establece una lgica de la poltica como terreno de construccin de lo social y deproduccin de subjetividad a partir de la identificacin con un significante vaco, la figura

    de la multitud busca pensar la relacin inescindible entre produccin biopoltica y accin

    poltica en un proceso metamrfico de singularidades que no se cristalicen en identidades.

    Mientras la lgica del populismo se adapta muy bien a las lgicas meditico-espectaculares

    de produccin de identidades sociales, la multitud implica un proceso continuo de

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    circulacin de mensajes horizontales, siempre sujetos a revisin y crtica, que se adapta a la

    forma de las redes comunicacionales.

    Mientras Laclau busca el modo de reconducir la pluralidad a una particularidad que la

    represente, los tericos de la multitud asumen el desafo de pensar una poltica donde losmuchos permanecen tales, una democracia en la cual un poder constituyente autnomo no

    se osifica en poder constituido. Pero es posible pensar una poltica sin jerarquas,

    organizada mediante redes autnomas? Es pensable una desprofesionalizacin de la

    poltica y una participacin activa y constante de los ciudadanos? No nos muestran las

    mismas experiencias que los autores ponderan que ese tipo de experiencias no duran?

    En efecto, se hace difcil pensar el modo de hacer durables los procesos constituyentes de la

    multitud, pues como primera medida debera darse, si no una torsin de la naturalezahumana (Rousseau), al menos un cambio radical en las subjetividades polticas que, para

    mayor dificultad, deber ser autnomo. A pesar de estas dificultades, este desafo merece

    de ser planteado en un momento en el cual los liderazgos polticos no hacen ms que

    representar, con honrosas excepciones, al capital ms concentrado, favoreciendo prcticas

    sistemticas de saqueo, destruccin y explotacin de lo comn. Mientras tanto la

    delegacin como la protesta (demandas) terminan confirmando la inexorabilidad de esos

    liderazgos, el desafo que nos plantean estos tericos sera el de pasar de la protesta contra

    los poderes polticos y econmicos que nos gobiernan a la invencin y sostenimiento de

    prcticas polticas autnomas que favorezcan lo comn: es decir, pasar de la resistencia a la

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