Mo Ti, Maestro Olvidado de La China - Jul 88 - Allan J. Tullio (1)

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Mo Ti: maestro olvidado de la China Por Allan J. Tullio Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Norte de China, 400 a. de C. El hombre macilento y cubierto de polvo se detuvo brevemente y levantó la mirada hacia el palacio real que se divisaba en lo alto. La gente bien vestida del pueblo fijaba desdeñosamente la mirada en su vestimenta rota y en sus pies sangrantes, envueltos en harapos. El hombre continuó su camino sin prestar atención a las miradas de asombro, pues le animaba el pensamiento de que después de diez días y diez noches de ardua caminata, había llegado por fin a su destino. En su mente bullía la esperanza de que, con tal que el rey lo escuchara, todavía habría tiempo para detener la inminente invasión. "En época de guerra", reflexionó, "la calamidad es tremenda para la gente y para el mundo. Sin embargo, los gobernantes disfrutan haciéndola. Esto significa que disfrutan hiriendo y exterminando a la gente; ¿acaso no es esto perverso?" Su nombre era Mo Ti, y el cometido que se había impuesto para llegar a ese sitio era sólo una de sus muchas misiones en pro de la paz. En honor a su compasión, a su sabiduría y por su dedicación a la paz y al servicio de todos, sus contemporáneos le llamaban "Mo Tzu", lo cual significa "Maestro Mo". Su época no fue muy diferente a la nuestra, un periodo de guerras y revueltas, un siglo que vio trazar muchas veces el mapa de la China, un conglomerado de grandes estados guerreros que se posesionaban ávidamente de otros más pequeños. Esa etapa de la larga historia de la China quedó marcada por la anarquía política, por constantes contiendas armadas entre estados rivales, y la degeneración social y moral. El lugar mismo donde nació Mo Ti, el pequeño Estado de Sung, era lugar no vedado para sus vecinos más poderosos, y aún en los días de Mo Ti perduraba el recuerdo de tiempos terribles, siglos antes, cuando los nativos de la ciudad capital practicaron el canibalismo debido a un largo periodo de sitio. De esta noche oscura de conflicto y de caos surgiría un intenso deseo por lograr mayor entendimiento entre la gente, un anhelo de retornar a una sociedad constructiva basada en ideales de paz, justicia y armonía. Los grandes pensadores de esa calamitosa época buscaban soluciones para poner fin a la prolongada angustia de China. En medio de la violencia y de la confusión de esa paradójica época, se crearon "cien" escuelas de filosofía, cada una buscando respuestas a las candentes preguntas de aquel tiempo: ¿Cómo se puede terminar con las incesantes contiendas armadas? ¿Cómo puede lograrse una paz duradera, la felicidad y la estabilidad? La respuesta confucionista Confucio (551-479 a. de C.), fue uno de los pensadores que intentó encontrar soluciones para el difícil problema de cómo reconstruir a la sociedad. Pensó que la más acertada

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Mo Ti: maestro olvidado de la ChinaPor Allan J. Tullio

Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.

Norte de China, 400 a. de C. El hombre macilento y cubierto de polvo se detuvo brevemente y levantó la mirada hacia el palacio real que se divisaba en lo alto. La gente bien vestida del pueblo fijaba desdeñosamente la mirada en su vestimenta rota y en sus pies sangrantes, envueltos en harapos. El hombre continuó su camino sin prestar atención a las miradas de asombro, pues le animaba el pensamiento de que después de diez días y diez noches de ardua caminata, había llegado por fin a su destino.

En su mente bullía la esperanza de que, con tal que el rey lo escuchara, todavía habría tiempo para detener la inminente invasión. "En época de guerra", reflexionó, "la calamidad es tremenda para la gente y para el mundo. Sin embargo, los gobernantes disfrutan haciéndola. Esto significa que disfrutan hiriendo y exterminando a la gente; ¿acaso no es esto perverso?"

Su nombre era Mo Ti, y el cometido que se había impuesto para llegar a ese sitio era sólo una de sus muchas misiones en pro de la paz. En honor a su compasión, a su sabiduría y por su dedicación a la paz y al servicio de todos, sus contemporáneos le llamaban "Mo Tzu", lo cual significa "Maestro Mo".

Su época no fue muy diferente a la nuestra, un periodo de guerras y revueltas, un siglo que vio trazar muchas veces el mapa de la China, un conglomerado de grandes estados guerreros que se posesionaban ávidamente de otros más pequeños. Esa etapa de la larga historia de la China quedó marcada por la anarquía política, por constantes contiendas armadas entre estados rivales, y la degeneración social y moral. El lugar mismo donde nació Mo Ti, el pequeño Estado de Sung, era lugar no vedado para sus vecinos más poderosos, y aún en los días de Mo Ti perduraba el recuerdo de tiempos terribles, siglos antes, cuando los nativos de la ciudad capital practicaron el canibalismo debido a un largo periodo de sitio.

De esta noche oscura de conflicto y de caos surgiría un intenso deseo por lograr mayor entendimiento entre la gente, un anhelo de retornar a una sociedad constructiva basada en ideales de paz, justicia y armonía. Los grandes pensadores de esa calamitosa época buscaban soluciones para poner fin a la prolongada angustia de China. En medio de la violencia y de la confusión de esa paradójica época, se crearon "cien" escuelas de filosofía, cada una buscando respuestas a las candentes preguntas de aquel tiempo: ¿Cómo se puede terminar con las incesantes contiendas armadas? ¿Cómo puede lograrse una paz duradera, la felicidad y la estabilidad?

La respuesta confucionista

Confucio (551-479 a. de C.), fue uno de los pensadores que intentó encontrar soluciones para el difícil problema de cómo reconstruir a la sociedad. Pensó que la más acertada

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sería convencer a los gobernantes de cada estado de que emularan a los sabios y virtuosos reyes de la antigua China. La gente emularía luego a sus propios gobernantes y de este modo todos cultivarían la cortesía y la bondad, el respeto a los ancianos, la veneración a los muertos y la complicada práctica de ceremonias y de música.

A través de un proceso al que llamó "rectificación de nombres", Confucio estableció un sistema de normas morales y éticas por el cual se rigiera la conducta de la gente; dicho sistema se difundió entre todas las instituciones políticas y sociales. En la confusión prevaleciente en China durante los siglos VI y V a. de C., este nuevo sistema de orden moral se consideró revolucionario, pues intentaba imponer orden en medio del caos.

Mo Ti nació en la generación subsiguiente a la muerte de Confucio y fue educado por discípulos de aquel gran maestro. Siendo aún muy joven aprendió de memoria todos los libros importantes del rico pasado intelectual de la China. Aprendió a reverenciar profundamente a sus padres y a sus ancestros, a obedecer sin objetar a sus superiores, a ser cortes con todos, pero a amar a su propia familia más que a todas las cosas.

Mo Ti cuestiona el sistema

Sin embargo, cuando Mo Ti era aún un estudiante muy joven su mente investigadora empezó a indagar más allá del confucianismo, tratando de encontrar respuesta a sus propias preguntas. Aunque reverenciaba las cualidades constructivas de ese sistema, cuestionaba algunos de sus conceptos, pues al paso del tiempo se dio cuenta de que el ideal del amor "parcial" confuciano (el amor a la propia familia y al estado (al país) por encima de todo lo demás) era precisamente parte del problema que creaba desarmonía interpersonal e internacional. "Todas las calamidades, los conflictos, las querellas y enemistades del mundo", escribió, "se han originado en la necesidad del amor mutuo [universal]".

Así pues, el amor universal (el amor para todos sin distinción) se convirtió en el meollo del mensaje que Mo Ti trasmitió a la humanidad; fue el cimiento sobre el cual esperaba que el hombre edificara un futuro de paz, de seguridad y de felicidad. Expresado en forma simple, dijo que el amor universal es la capacidad de "respetar las propiedades de los demás como a las propias, el hogar de los demás como al nuestro, a las demás personas como si fuesen nuestro propio ser".

Mo Ti se convirtió en predicador ambulante; viajaba por los campos en disturbio difundiendo su evangelio de amor. Atrajo muchos seguidores que, al igual que él, se esforzaban por conseguir la paz. Mo Ti los organizó formando un grupo estrecho, bien disciplinado, bien versado en sus enseñanzas y dispuestos a seguirlo en el peligro, aun a costa de sus vidas -y, en verdad, tanto ellos como él pusieron en peligro sus vidas.

En una ocasión, Mo Ti se enteró de que el gran estado de Ch'u planeaba invadir a su nativo Sung. Un estratega oportunista de la corte, que había diseñado un arma secreta

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denominada "escaleras de nubes", instaba al rey de Ch'u a la guerra asegurándole que esa arma garantizaría el éxito de la invasión.

Mo Ti se armó de valor y viajó a Ch'u, donde consiguió audiencia con el rey. La reunión se desarrolló en una atmósfera tensa, pero el filósofo usó todos los argumentos posibles en un intento de disuadir al rey de sus planes: la guerra es moralmente errónea; la guerra es antieconómica; la guerra es destructiva tanto para los vencedores como para los vencidos; va en contra de la voluntad del Cielo. Pero ninguno de estos argumentos surtió efecto, porque el rey ya estaba convencido de que su agresión tendría buenos resultados.

El filósofo valiente

Mo Ti cambió entonces su táctica. Quitóse el cinturón y lo colocó sobre una mesa, dibujando con él un cuadro que asemejaba las murallas de una ciudad. Entonces exhortó al estratega de las "escaleras de nubes", Kung Shu Pan, a que atacara su pequeña "ciudad", mientras el filósofo la defendería contra todas las estratagemas del invasor, usando como única arma una delgada vara. Con la suerte de su propio Estado de Sung en la balanza, Mo Ti contestaba con destreza todos los ataques, frustrando por completo a su oponente.

- Negándose a aceptar su derrota, el avergonzado Kung Shu Pan dijo:

"Sé como podría derrotarte, pero no lo diré", a lo que Mo Tzu contestó: "Sé en qué estás pensando, pero no lo diré". El gobernante de Ch'u preguntó de qué se trataba. Mo Tzu respondió: "Kung Shu Pan piensa que si yo fuese asesinado, entonces no habría nadie que defendiera a Sung... Pero, en realidad, trescientos de mis discípulos... abastecidos con todos mis implementos de defensa, están en este momento esperando sobre las murallas de Sung a los bandidos de Ch'u. Tú puedes asesinarme, pero no podrás escapar de ellos". El soberano de Ch'u dijo: "Muy bien, renunciaremos a la idea de atacar a Sung".

De esta manera quedó salvada Sung por el momento, y el contingente de los 300 seguidores de Mo Ti, que esperaba sobre las murallas, pudo regresar. Sin embargo, conocían su responsabilidad de estar alertas para marchar en cuanto recibieran la noticia de una amenaza de guerra. La imparcialidad del valiente filósofo le hizo ordenar a sus discípulos que estuvieran preparados para defender cualquier estado que fuese atacado injustamente. Si el rey de Ch'u hubiera llamado a Mo Ti a su servicio para preparar la defensa de ese estado contra la agresión, él habría acudido.

Un principio orientador

Todos los actos de Mo Ti estaban motivados por un principio: "fomentar el bien y eliminar el mal". En su afán de lograr esto, examinó toda situación con miras a obtener el mayor beneficio para el número más grande de personas. Podríamos llamar a esto “utilitarismo”.

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Si bien el activismo de Mo Ti en pro de la paz quizás nos parezca totalmente contemporáneo, fue uno de los conceptos que más sorprendió a los misioneros cristianos que llegaron a China más de doscientos años después de la muerte del filósofo. Mo Ti creyó en un Dios amoroso universal, que vela por el mundo sintiendo honda pena por la conducta poco amorosa de los seres de Su creación. Ese Dios, el principal del panteón chino, fue llamado "Cielo"; y el Cielo desea que... "poseyendo la gente suficiente energía para trabajar unos por otros, aquéllos que saben deben enseñar a los demás y aquéllos que poseen riqueza tienen que compartirla con los demás”.

En términos que parecieran presagiar el mensaje cristiano, Mo Ti concluyó: Ahora bien, el Cielo ama a todo el mundo en general. Todas las cosas fueron creadas para el bien del hombre. Aun la punta de un cabello es obra del Cielo. Podría mencionar muchos de los beneficios que el hombre disfruta. Sin embargo, él no presta ningún servicio en reciprocidad y, lo más desafortunado, es que ni si quiera se da cuenta de cuánta magnanimidad le falta".

Mo Ti instaba al hombre a que retornara el servicio a su creador, obedeciendo la Voluntad del Cielo y amando a todos sin distinción.

En su descripción de un Dios creador amoroso, Mo Ti fue único en la larga lista de eminentes pensadores de la China. De hecho, se le conoce como el pensador "religioso" de la China, por la forma como enfocó lo que los occidentales reconocen como pen-samiento religioso; sin embargo, no fue monoteísta. Según Mo Ti y la mayor parte de los pensadores chinos, los reinos celestiales están poblados por un grupo de varias deidades y espíritus dignos de respeto, de reverencia y sacrificio. Mo Ti prestó más atención al mundo invisible que muchos otros de sus contemporáneos, aunque todos convenían en que era importante complacer y aplacar a los espíritus, para que la vida esté segura y mantener un equilibrio armonioso en el mundo.

Pese a las profundas controversias que las ideas de Mo Ti despertaron entre la comunidad intelectual de la China, su filosofía conmovió a muchos. Durante el curso de su vida se ganó miles de seguidores, y después de su muerte sus ideas continuaron influyendo en el ánimo de muchos más. A lo largo quizás de un siglo, la popularidad de su escuela rivalizó con la de Confucio.

Todos los moístas vivieron una vida estoica, sencilla, sacrificada al amoroso Cielo; trataban a todos los hombres en forma respetuosa, poniendo en práctica el principio del amor universal. Leían asiduamente la historia china para conocer la Voluntad del Cielo a través de los actos de los emperadores antiguos, y aprendieron todas las destrezas de defensa desarrolladas y enseñadas tan cuidadosamente por Mo Ti para poner fin a la guerra.

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Los críticos de Mo Ti sostenían que su estilo de vida era anormal y demasiado difícil, para poder ser seguido por el hombre o la mujer promedio. En las palabras de otro de los grandes sabios de China, Chuang Tzu, el místico taoísta: Los hombres desean cantar, pero él censura el canto; los hombres desean lamentarse, pero él condena el lamento; los hombres desean disfrutar de la música, pero él censura la música. ¿Está esto verdaderamente de acuerdo con la naturaleza del hombre? Cualquier enseñanza que los hombres se afanasen en obtener a lo largo de la vida, para luego contentarse con un funeral pobre cuando mueren, es demasiado austero. Con esta práctica los hombres se sienten acongojados y abatidos: Es demasiado difícil... es contraria a la naturaleza humana y muy poca gente podría soportarla.

Observando la suerte que corrió el moismo en la China, puede deducirse que había mucho de cierto en la crítica de Chuang. Pese a que los moistas fueron serios rivales de los confucionistas en el siglo después de la muerte de su maestro, de allí en adelante se vieron completamente eclipsados. Su difícil sendero de amor, simplicidad y devoción al Cielo y al hombre, a quien Mo Ti esperaba conducir a una China pacífica, próspera y populosa, resultaba demasiado escarpado para la mayoría de sus seguidores. El con-fucianismo recobró mucha prominencia, apenas disminuida en nuestro propio siglo.

El bien conocido escritor chino del Siglo XX, Lin Yutang, conjeturó sobre la causa de la desaparición de las enseñanzas de Mo Ti:

La persecución no hubiese podido hacerlo, aunque no tenemos informes de que hayan sido perseguidas. Mencius podría ser una buena explicación, pues combatió férreamente su influencia. Otra explicación seria el hecho de que los emperadores de la dinastía Han convirtieron al Confucianismo casi en una religión del estado. Una explicación muy factible es que los guerreros evangelistas perecieron en la guerra del primer emperador de China. Esto nos conduce a la explicación más verosímil de que el quijotesco heroísmo y el extremo altruismo de Mo Ti no atraen al sentido común de los nativos de la China.

Fue tan completo el rechazo de los chinos a las enseñanzas de Mo Ti, que su libro quedó en el olvido hasta nuestro propio siglo y todos sus antiguos comentarios se han perdido.

A fin de que podamos evaluar la verdadera obra de Mo Ti, citaré de nuevo al filósofo taoísta Chuang Tzu quien, si bien no aceptó las enseñanzas de Mo Ti, prodigó elogios al hombre: "Mo Tzu fue en verdad un hombre excelente, de los que muy pocos se encuentran. A pesar de todas las penurias que sufrió, se adhirió firmemente a su ideal. ¡Fue un hombre verdaderamente excepcional!"