Modernconservadora Habermas[2]

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El criticismo neoconservador de la cultura en los Estados Unidos y en Alemania Occidental: un movimiento intelectual en dos culturas políticas JURGEN HABERMAS Es un logro de los neoconservadores en los Estados Unidos el que un gobierno conservador pueda confiar en las perspectivas teóricas y no simplemente en las consideraciones pragmáticas y en el clima general. Eso explica el interés que tienen los partidos conservadores europeos en este movimiento intelectual: un ejemplo es la conferencia patrocinada por la Fundación Konrad Adenauer en septiembre de 1981, que reunió a los neoconservadores alemanes y americanos. En los Estados Unidos como en la República Federal, el neoconservadurismo es asunto de unos grupos aislados de intelectuales que comparten una serie de orientaciones comunes. Los neoconservadores comparten en ambos países una serie de posiciones y concepciones críticas que son el resultado de unas decepciones parecidas. Desde mediados de los años 60 estos científicos y filósofos sociales se enfrentaron a unos desarrollos económicos, políticos e intelectuales que no se ajustaban a su imagen afirmativa de las sociedades industriales del mundo occidental. En este sentido, el neoconservadurismo surge de la respuesta a una decepción. Sin embargo, los perfiles del pensamiento neoconservador en los Estados Unidos y en la República Federal difieren tanto como las teorías y las diagnosis con las que estos intelectuales comenzaron, en ambos países, durante los años 50. I El centro teóricamente productivo del neoconservadurismo americano se compone de una serie de sociólogos muy conocidos y reconocidos en el nivel académico, como son, por ejemplo, Daniel Bell, Peter Berger, Nathan Glazer, Seymour Martin Lipset, Robert Nisbet y Edward Shils. No ocultan que en el pasado fueron de izqui,_rdas y liberales. Durante los años 50 muchos de ellos pertenecieron al círculo estrictamente anticomunista que se encontraba alrededor del Comité Americano para la Libertad Cultural, tomaron parte en Congresos que estaban relacionados y publicaron en la revista Encounter, contrapartida inglesa de Preuves y Monat. Con esta 1

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El criticismo neoconservador de la cultura en los Estados Unidos y en Alemania Occidental: un movimiento intelectual en dos cu

El criticismo neoconservador de la cultura en los Estados Unidos y en Alemania Occidental: un movimiento intelectual en dos culturas polticas

JURGEN HABERMAS

Es un logro de los neoconservadores en los Estados Unidos el que un gobierno conservador pueda confiar en las perspectivas tericas y no simplemente en las consideraciones pragmticas y en el clima general. Eso explica el inters que tienen los partidos conservadores europeos en este movimiento intelectual: un ejemplo es la conferencia patrocinada por la Fundacin Konrad Adenauer en septiembre de 1981, que reuni a los neoconservadores alemanes y americanos.

En los Estados Unidos como en la Repblica Federal, el neoconservadurismo es asunto de unos grupos aislados de intelectuales que comparten una serie de orientaciones comunes. Los neoconservadores comparten en ambos pases una serie de posiciones y concepciones crticas que

son el resultado de unas decepciones parecidas. Desde mediados de los aos 60 estos cientficos y filsofos sociales se enfrentaron a unos desarrollos econmicos, polticos e intelectuales que no se ajustaban a su imagen afirmativa de las sociedades industriales del mundo occidental. En este sentido, el neoconservadurismo surge de la respuesta a una decepcin. Sin embargo, los perfiles del pensamiento neoconservador en los Estados Unidos y en la Repblica Federal difieren tanto como las teoras y las diagnosis con las que estos intelectuales comenzaron, en ambos pases, durante los aos 50.

I

El centro tericamente productivo del neoconservadurismo americano se compone de una serie de socilogos muy conocidos y reconocidos en el nivel acadmico, como son, por ejemplo, Daniel Bell, Peter Berger, Nathan Glazer, Seymour Martin Lipset, Robert Nisbet y Edward Shils. No ocultan que en el pasado fueron de izqui,_rdas y liberales. Durante los aos 50 muchos de ellos pertenecieron al crculo estrictamente anticomunista que se encontraba alrededor del Comit Americano para la Libertad Cultural, tomaron parte en Congresos que estaban relacionados y publicaron en la revista Encounter, contrapartida inglesa de Preuves y Monat. Con esta situacin poltica de teln de fondo, la continuidad intelectual de los neoconservadores americanos se hace evidente. Continan manteniendo dos posiciones importantes que se defendieron durante los aos 50: por un lado, el anticomunismo, entendido en trminos del concepto de totalitarismo, y por otro, el antipopulismo, que se basaban la teora de las lites de poder democrtico. Ninguna teora era incontrovertible en las ciencias sociales de los aos 50, pero las dos fueron ampliamente aceptadas. La teora del totalitarismo subrayaba los rasgos negativos del sistema poltico del enemigo haciendo hincapi en las similitudes que existen entre los sistemas unipartidistas fascista y comunista; respecto a la otra teora, los intelectuales explicaron las ventajas de su propio sistema poltico insistiendo en que el carcter representativo del estado constitucional con un equilibrio de poderes garantizaba tanto el pluralismo de los intereses sociales como la seleccin ptima del cuadro de liderazgo. Este fue el denominador comn de las teoras sociales liberales en las que la comprensin de los procesos de modernizacin implicaba que la sociedad ms avanzada industrialmente, por ejemplo, los Estados Unidos, serva de ejemplo.

Esta distincin normativa del estatus no pudo resistir, desde luego, las realidades de los aos 60 y 70. De aqu la autocomprensin de Irving Kristol, quien se considera a s mismo como un liberal desilusionado por la realidad. Peter Glotz parafrase esta definicin: El neoconservadurismo es la red en la que puede caer el liberal cuando comienza a temer su propio liberalismo. Qu teman los liberales? Los cambios sociales y econmicos que provocaron el final de la poca de New Deal y destruyeron su antigua coalicin (en parte por una movilidad ascendente) no pueden tratarse aqu. Los cambios en poltica exterior fueron ms tangibles; los neoconservadores reaccionaron a la derrota en Vietnam y a la Poltica de dtente de Kissinger con el sentimiento de que la resistencia de Amrica al comunismo mundial estaba siendo paralizada por un tipo de desarme moral. Por poco que se ajustasen los desarrollos internacionales al proyecto anticomunista, la movilizacin que una a la sociedad despus del movimiento de las derechas civiles, las protestas estudiantiles, la nueva izquierda, el movimiento de las mujeres y las contraculturas de evasin no se corresponda con el saludable mundo de una lite que mantena un poder noideolgico.

Adems, la temtica de la pobreza a mediados de los aos 60 fractur el cuadro bastante armnico de la sociedad opulenta. Las indeseables consecuencias de los programas sociales que se llevaron a cabo burocrticamente bajo el mandato de Johnson comenzaron a aparecer pronto. Sin embargo, all donde estos programas funcionaban bien, molestaban incluso ms a los neoconservadores, ya que ponan en peligro el principio formal de la igualdad de oportunidades a travs del mejoramiento de las oportunidades colectivas de las minoras tnicas y de las mujeres.

Los anteriores neoconservadores liberales se preocuparon de la pretendida prdida de autoridad de las instituciones centrales, especialmente del sistema poltico. Este fenmeno se presenta sugestivamente con trminos clave como, por ejemplo, falta de gobierno, declive de la credibilidad, prdida de legitimidad, etc. La explicacin comienza con una inflacin de las expectativas y demandas, aumentadas por los partidos polticos en competencia, los medios de comunicacin y los intereses pluralistas. Esta presin de las expectativas populares hace explotar drsticamente las actividades del Estado. Los instrumentos de gobierno de la administracin se sobrecargan como consecuencia. Esta sobrecarga conduce, a su vez, a una prdida de legitimidad especialmente cuando las posibilidades de la actividad del Estado se limitan por medio de los bloques de poder preparlamentario y cuando los ciudadanos culpan al gobierno por las prdidas econmicas tangibles. El peligro de esto va en aumento, cuanto ms dependa la lealtad de la poblacin de las compensaciones materiales.

Resulta interesante que el comienzo y final de esta espiral estn marcados por recursos culturales: la as denominada inflacin de las expectativas v la falta de una voluntad para aclamar y obedecer, basada en la tradicin e inmune a las variaciones en los servicios (estatales). Este punto fue formulado por Peter Steinfels en su libro de 1979 titulado The Veoconrervativer: La crisis actual es sobre todo una crisis cultural... El problema es que nuestras convicciones estn llenas de huecos, nuestra moral y nuestra educacin, corrompida

Ciertas propuestas teraputicas resultan de este anlisis. Las burocracias estatales necesitan un descanso; por tanto, esos problemas, que cargan el presupuesto gubernamental, deben devolverse del Estado al mercado. Porque simultneamente se supone que la actividad de inversin debe aumentarse, la reduccin del volumen de las tareas debe conducir a una restriccin de los servicios sociales pblicos y al gasto destructivo en general. A este nivel, el apoyo para lograr una poltica monetaria y econmica suplementaria, diseada para estimular la actividad de inversin a travs de las reducciones de los impuestos, se une fcilmente en la visin neoconservadora. Cuanto ms se aleja el estado del proceso econmico, mucho mejor puede escaparse de las demandas de legitimacin, que surgen de la responsabilidad general que tiene por las cargas resultantes de una crisis agobiada del proceso de acumulacin.

Otras propuestas se dirigen directamente a las causas de las que se sospecha. Los neoconservadores recomiendan una separacin ms drstica entre el ejecutivo v la formacin de la amplia voluntad poltica o incluso una moderacin de aquellos principios democrticos que elevan excesivamente el nivel de legitimacin. Tras la exageracin utpica del nivel democrtico de justificacin, tras la presin de las exuberantes expectativas, transmitidas al estado a travs de los canales de construccindedecisiones que se originan en la base, estn funcionando ciertas orientaciones culturales. La culpa de la estimulacin en exceso de estos recursos culturales debe echarse en ltimo trmino a un enemigo la nueva clase de intelectuales. Ellos liberan, bien sea por negligencia o intencionadamente, los contenidos explosivos de la modernidad cultural; ellos son los partidarios de una cultura adversaria, adversaria al parecer desde la perspectiva de las exigencias funcionales de la economa estatal. As, los intelectuales se convierten en el objetivo ms viable del criticismo neoconservador: La nueva clase y su cultura hostil deben domesticarse u obligarles a salir de todas las reas sensibles'.

No quiero presentar una crtica extensiva de la investigacin sobre la falta de gobierno. La debilidad terica de estos anlisis se basa en su confusin de causa y efecto, como correctamente ha demostrado Joachim Heidorn. Una crisis surgida de la economa y el Estado se presenta como una crisis moralespiritual de este modo se presenta tambin por el lder de la oposicin, Helmut Kohl, en los debates del Bundestag* del 9 de septiembre de 1982. Algo que es ms interesante que este argumento es la teora cultural fundamental, especialmente la interpretacin de la crisis cultural que Daniel Bell present en primer lugar en 1976 en su libro The Cultural Contradictionr of Capitalism.

II

Bell comienza a partir de la pretensin de Max Weber de que destruyendo la tica protestante, el desarrollo capitalista socava los prerequisitos emocionales de su propia continuidad. Bell explica el patrn autodestructivo de este desarrollo en trminos de un desbordamiento entre cultura y sociedad. Analiza la tensin existente entre una sociedad moderna, que se desarrolla en trminos de una racionalidad econmica y administrativa, y una cultura modernista, que contribuye a la destruccin de la bas moral de una sociedad racionalizada. En ambos casos la modernidad depende del proceso de secularizacin; pero lo que es bueno para la sociedad .recularixada, por ejemplo, la modernizacin capitalista, es catastrfico para la cultura, ya que una cultura que se presente como profana evoca actitudes subversivas; de cualquier modo, ello contrasta con la voluntad, anclada en la religin, para lograr un fin y obedecer, y de la que funcionalmente dependen una economa eficiente y una administracin estatal racional. La postura afirmativa que se dirige hacia la modernidad social y la defenestracin de la modernidad cultural son tpicas del esquema valorativo que est implcito en todas las diagnosis neoconservadoras de la situacin contempornea. Pero Bell tiene una mente compleja y es un buen terico social en el anlisis que hace de las causas de la crisis cultural no procede en absoluto de un modo neoconservador.

El concepto de la nueva clase, que segn los pretendidos principios neoconservadores establece el predominio del principio de autorrealizacin ilimitada, es rechazado por Bell como confuso. La as denominada nueva clase se compone de individuos que conducen la lgica del modernismo a su conclusin en su estilo de vida radical, pero no ejercen ningn poder significativo. El desarrollo

del capitalismo se determina por medio de factores muy diferentes: necesidades militares, innovaciones tcnicas, agitaciones sociales, y as sucesivamente. Adems de estas transformaciones estructurales, se ha extendido un nuevo hedonismo, que toma como modelo ejemplos de la modernidad esttica. Segn Bell en un ensayo de 1979, slo < la mquina del capitalismo moderno asimil y comercializ estos estilos de vida (contraculturales). Sin este hedonismo estimulado por el consumo de masas, la industria de los bienes de consumo colapsara. La contradiccin cultural del capitalismo equivale en ltimo trmino a lo siguiente: una vez que el capitalismo perdi su legitimidad original, adopt la legitimidad de una cultura anteriormente antiburguesa para mantener la estabilidad de sus propias instituciones econmicas.

En este ensayo, Bell no es nada culpable de la confusin general de causa y efecto. l no explica el desbordamiento existente entre cultura y sociedad pretendiendo que la crisis de autoridad puede atribuirse simplemente a una cultura cuyos partidarios exacerban la hostilidad hacia las convenciones y virtudes de la vida cotidiana racionalizada de la economa y la administracin. Sin embargo, su anlisis del modernismo est algo distorsionado.

Por un lado, Bell comprende el desarrollo del arte moderno y de la literatura desde mediados del siglo xix como el despliegue de un patrn consistente, que es especfico, en trminos de Max Weber, de la esfera del valor esttico. El artista de vanguardia expresa de un modo autntico las experiencias que realiza a travs de una subjetividad descentrada, liberada de las presiones y exigencias del conocimiento y la prctica cotidianos. Lo especfico de la esttica aparece en la condicin de evitar las estructuras cotidianas de tiempo y espacio, en la ruptura con las convenciones de la percepcin y actividad que se dirigen hacia el logro de un objetivo, y se revelan en la dialctica de la revelacin y del choque, destruyendo los tabes e hiriendo a propsito el sentimiento moral.

Por otro lado, Bell se interesa menos por las nuevas sensibilidades y los gneros experimentales de la modernidad esttica; se concentra en el poder subversivo de una conciencia que rechaza los logros de normalizacin de la tradicin. Bell no se da cuenta de que la neutralizacin esttica de lo bueno, lo til y lo verdadero la rebelin esttica contra todas las normas es slo el resultado de una diferenciacin y especificacin radicales de esta esfera de valor; la vanguardia limpia, por decirlo as, la experiencia esttica de la contaminacin de las diferentes esferas de valores. La atencin del socilogo se dirige nicamente hacia los estilos de vida molestamente anarquistas que se estn extendiendo por todos los sitios y en los que el nuevo modo de experiencia se convierte en el centro de una forma de vida subjetivista concentrada en la autoexperiencia y en autorrealizacin. Por tanto, la pretensin central coincide completamente con la lnea del argumento neoconservador, segn la cual los estilos de vida bohemios con sus orientaciones hedonistas y sus valores subjetivos ilimitados estn extendindose y desgastando la disciplina de la vida burguesa cotidiana.

Segn su examen ms detallado, la queja sobre los efectos annimos del arte vanguardista pueden referirse slo al progreso surrealista de una transformacin inmediata del arte en vida. Estos intentos de falsa sustitucin del arte fracasaron hace tiempo. Si uno examina la investigacin emprica sobre el cambio de los valores en las sociedades occidentales, se observa algo muy diferente en trminos de nuevas actitudes y en el giro de todo el espectro de valores especialmente en la generacin ms joven.

Las necesidades materialistas para la seguridad y la subsistencia estn disminuyendo tras las necesidades posmaterialistas. Esta calificacin cubre una variedad de cuestiones: un inters en un amplio espacio para la autorrealizacin y autoexperiencia, una sensibilidad en aumento de la necesidad de proteger el medio ambiente natural e histrico, as como un elevado sentido por las vulnerables relaciones interpersonales. Es cierto que Daniel Bell pudo vincular estas actitudes expresivas a la dimensin de la experiencia esttica. Sin embargo, en la escala posmaterialista de los valores, uno encuentra tambin orientaciones caractersticas de la sensibilidad moral por ejemplo, el inters por la proteccin y el uso extensivo de los derechos civiles y la autodeterminacin democrtica son dos componentes iguales, mutuamente complementarios, que se originan igualmente en la modernidad cultural. Bell no ve las implicaciones del hecho segn el cual la cultura moderna no se caracteriza menos por el proceso de universalizacin de la ley y la moralidad que por el prceso de autonoma del arte.

El mismo Bell utiliza estas ideas morales al final de su libro donde pretende que las contradicciones econmicas del capitalismo, evidentes en los presupuestos gubernamentales, pueden resolverse slo con la exigencia neoconservadora de limitar la democracia para cumplir los imperativos de un aumento econmico basado en el mecanismo de un incentivo que no ha cambiado. Como liberal consistente que es, considera necesario, ms bien, un concepto de igualdad consensual, que otorgue a todas las personas un sentido de justicia e inclusin en la sociedad y que promocione una situacin donde, dentro de las esferas relevantes, la gente se haga ms igual para que puedan ser tratados de un modo igualitario9. Con estas bases, los trminos establecidos histricamente, bajo los que se logra, distribuye y utiliza el producto social, tendran que negociarse de nuevo.

III

Las cuestiones sociales de los aos 80, para las que nadie puede ofrecer una solucin simple, pueden discutirse con ese tipo de bases. Sin embargo, en la Repblica Federal, aquellos neoconservadores que, como Richard Lwenthal y Kurt Sontheimer, podan considerarse como las contrapartidas intelectuales de sus colegas americanos, no trazan la pauta. La retrica y la poltica de las ideas determinan la controversia en Alemania de un modo mucho ms intenso de lo que lo hace el anlisis cientfico. Adems de unos cuantos historiadores, los portavoces son en gran medida filsofos. Despus de las posiciones neoconservadoras, los socilogos se estn autodenominando como antisocilogos, un fenmeno muy alemn.

Sin embargo, las diferencias existentes en los estilos de pensamiento y discusin dependen menos de las disciplinas iniciales que de las lneas de tradicin de las dos culturas polticas. Los defensores filosficos del neoconservadurismo alemn y restringir mi discusin a este grupo central que est claramente definido no se identificaban con la modernidad social a travs de los conceptos de una teora liberal noambigua que dio lugar posteriormente a la decepcin. Las teoras con las que ellos comenzaron tenan ms bien un joven tono conservador y, por tanto, un fondo especficamente alemn. Confiaban en una generacin de profesores que haban heredado el joven conservadurismo del periodo de Weimar. Despus de 1945 estas figuras se reconciliaron con el progreso de la civilizacin, pero conservaron el criticismo cultural. Este compromiso, la aceptacin poco entusiasta de la modernidad, diferencia a los alemanes de los americanos, a los que anteriormente eran jvenes conservadores de los que anteriormente eran neoconservadores liberales.

Por autores como, por ejemplo, Joachim Ritter, Ernst Forsthoff y Arnold Gehlen, el compromiso signific slo aceptar la modernidad social, rechazando la afirmacin de la modernidad cultural. En su interpretacin igualmente fascinante e influvente de los escritos de Hegel, Joachim Ritter describi la moderna < sociedad burguesa surgida de la Revolucin Francesa tanto como el lugar de la emancipacin como del alejamiento. La desvalorizacin del mundo tradicional, el alejamiento del orden de vida histricamente transmitido, se considera por una parte de modo positivo como la forma que los ciudadanos (Brger) del mundo moderno logran y mantienen su libertad subjetiva. Por otro lado, la moderna sociedad econmica reduce los seres humanos (Alenschen) al estado de agentes de la produccin y consumo. Por su tendencia a reducir las personas a la estructura de sus necesidades, la socializacin abarcadora que niega sus propias condiciones histricas destruira tambin los logros de la libertad subjetiva. En el contexto de alejamiento, la libertad puede garantizarse contra el peligro de una socializacin total, si los poderes desvalorizados de la tradicin, como poderes de la vida personal, la subjetividad y la procedencia conservan an la fuerza para compensar las inevitables abstracciones de la sociedad burguesa. Por tanto, para estabilizar la modernidad social, se necesita una renovacin de su propia sustancia histrica, dicho de otro modo, un esfuerzo desesperado, aunque sea paradjico, de un tradicionalismo histrico ilustrado.

La teora constitucional conservadora intenta encontrar una solucin diferente con la ayuda del concepto de soberana de Carl Schmitt. A principios de los aos 50 surgi una discusin acerca del significado constitucional de la clusula del estado social existente en la constitucin de Alemania Occidental. Ernst Forsthoff propuso entonces la postura que defiende que las normas que establecieron el carcter del estado constitucional de la Repblica Federal tenan que conservar una prioridad absoluta en lo referente a la clusula del estado social, entendida simplemente como una recomendacin poltica. El contenido filosficohistrico de esta controversia dogmticolegal slo se hace evidente si se recuerda la premisa evocada por la interpretacin que Ritter hace de Hegel: la sociedad que representa el sustrato de la democracia de masas del welfarestate * no puede lograr la estabilidad de un modo inmanente y requiere compensaciones. Segn Forsthoff, esta dinmica social no puede, sin embargo, retrasarse por la contrafuerza de una tradicin a la que se recurre retricamente, sino que slo puede hacerlo el estado soberano. El estado constitucional posee todava; como centro sustancial, el poder soberano, y este estado puede desarrollar el poder necesario para estabilizar la modernidad social slo si, en casos extremos, es inmune a los argumentos que se presentan en nombre de los intereses sociales. Los guardianes de la Commonwealth** deben poseer el poder poltico no para discutir, sino para decidir. Segn esta idea, la modernidad social deja de ser un peligro slo para un poder estatal cuya soberana no est amenazada por el desarme moral. En obras posteriores, Forsthoff se enfrent a las concepciones tecnocrticas .

Arnold Gehlen sigue esta tercera lnea de argumentacin. Su importante antropologa de los principios de los aos 50 subraya la plasticidad y vulnerabilidad extrema de una naturaleza humana que no se establece por medio de los instintos y depende, por tanto, de la fuerza reguladora de las instituciones naturaleshistricas". Desde esta perspectiva, el desmantelamiento de las instituciones sagradas, la prdida de autoridad de la Iglesia, los militares y el Estado as como la erosin de la sustancia del ltimo soberano aparecen como signos de un desarrollo patolgico. Esto explica el duro criticismo cultural que Gehlen articul inicialmente despus de la guerral3. Cada paso que se da hacia la emancipacin despoja al individuo de las regulaciones automticas, le deja sin proteccin ante sus motivaciones inconexas, le agota con excesivas exigencias para tomar decisiones, haciendo que sea cada vez menos libre, cuanto ms se extienden los ideales de autodeterminacin y autorrealizacin.

El curso del argumento cambia a lo largo de los aos 50 cuando Gehlen adopt una tesis tecnocrtica que le permiti observar la sociedad moderna bajo una nueva luz. Segn esta idea, la economa y la administracin estatal; la tecnologa y la ciencia se aunan en la jaula de hierro de la modernistas y se convierten en un sistema de leyes autorregulativo que no est aparentemente sujeto a ninguna influencia pudiendo sustituir las desmanteladas instituciones. La tendencia antropolgicamente tranquilizadora para liberar al individuo de la carga (Entlattungcdtendenz) puede continuar en el nivel de este sistema y su Sachgeretzlichkeiten tambin porque el tiempo se le ha acabado a la modernidad cultural: las premisas de la Ilustracin, segn el razonamiento de Gehlen, han muerto, y slo siguen existiendo sus consecuencias. Una recuperacin tradicionalista de los poderes anteriores no provee ya la descripcin para desactivar las ideas modernas; el trmino clave es ms bien cristalizacin. Gehlen dice que la cultura moderna est cristalizada porque se han agotado los contenidos fundamentales y todas las posibilidades inmanentes 14.

IV

Con este historial de fondo, es lgico que la cambiada escena de los aos 60 la nueva versin de un criticismo social militante y la tradicin de una Ilustracin ampliamente movilizada, un movimiento antiautoritario, una nueva sublevacin de la vanguardia en las artes y una contracultura inspirada estticamente reviviera todo aquello que los tericos conservadores haban considerado como muerto. Tericos como Ritter, Forsthoff y Gehlen se haban reconciliado recientemente con la modernidad social bajo la suposicin de una modernidad cultural inmovilizada. Mientras que a los liberales americanos se les oblig a buscar nuevos argumentos para una situacin imprevista, los filsofos que se hallaban entre los neoconservadores alemanes se enfrentaron a una tarea relativamente fcil. Los arsenales argumentativos de sus profesores suministraron la municin necesaria: cualquier cosa que contradijera su teora tena que combatirse en la prctica como las maquinaciones de un enemigo domstico. Slo necesitaban nombrar a los agentes responsables de los fenmenos desagradables que parecan hacer temblar los fundamentos del compromiso, y que haban provocado una revolucin cultural. Este giro hacia una polmica prctica explica por qu los neoconservadores alemanes pudieron andar por el camino trillado y no se les oblig mucho a ofrecer algo nuevo. Un nuevo elemento, sin embargo, es el tipo de profesor que valientemente adopta una posicin en el frente semntico de la guerra civil. La doctrina neoconservadora, que durante los aos 70 se filtr a travs de la prensa en la poltica cotidiana de la Repblica Federal, est basada en un patrn sencillo. El mundo moderno aparece como el mundo del progreso tcnico y el crecimiento capitalista; toda dinmica social, que est basada en ltimo trmino en inversiones privadas, es moderna y deseable; los recursos motivadores sobre los que se desarrolla esta dinmica necesitan proteccin. El peligro se halla en las transformaciones culturales, en los cambios motivadores y de actitud, y en los giros de los patrones e identidades, atribuidos a la entrada de innovaciones culturales en unas formas ms o menos tradicionales de vida. Por tanto, el legado de la tradicin tiene que conservarse todo lo posible.

Las sugerencias teraputicas que durante los aos recientes han penetrado en la Repblica Federal en la poltica cotidiana pueden derivarse de tres elementos. 1) Todos los fenmenos que no corresponden a una modernidad compensatoriamente inmovilizada estn personalizados y moralizados, por ejemplo, se culpa a los intelectuales de izquierda, quienes se supone que estn llevando a cabo una revolucin cultural para asegurar su propia autoridad, de dar regla sacerdotal de una nueva clase. 2) Los contenidos explosivos de la modernidad, que alimentan esta revolucin cultural, deben desactivarse, declarndolos como pasados de moda. Hemos llegado lealmente a las tranquilas costas de la poshistoria, la posilustracin o la posmodernidad. Slo los torpes que se encuentra an atrapados en el sueo dogmtico de un humanitarismo no han reconocido todava la nueva situacin. 3) Los subproductos socialmente indeseables de un crecimiento econmico carente de direccin poltica se trasponen al nivel de una crisis moralespiritual y necesitan la compensacin de un sentido comn, una conciencia histrica y una religin fciles. Quiero comentar por separado estas tres recomendaciones:

1) La crtica de los intelectuales, a la que Arnold Gehlen le dedic el trabajo de su ltima dcada y que Helmut Schlesky ampli a una teora de la nueva clase, se inspira en tres fuenteslb. En primer lugar, moviliza los clichs que se han acumulado durante la historia de un insulto desde los das de la campaa contra el capitn judo Alfred Dreyfus (1984). Dietz Bering elabor esta historia, y su estudio proporciona un lxico de trminos agresivos y codificados, tales como abstracto, abstruso, agitador, decadente, formalista, nocomprometido, crtico, mecanicista, oportunista, radical, radicalmente extranjero, revolucionario, mordaz, arrogante, montono, autoglorioso, insustancial, degenerado, inmundo, desarraigado, inmoral, cnico". Cuando uno ha echado un vistazo a este registro de casi mil trminos, la nueva crtica de los intelectuales no resulta ser nada nuevo.

Adems, la aseveracin de una teocracia intelectual se basa en ciertas tendencias; por ejemplo, en las sociedades posindustriales la proporcin de las ocupaciones acadmicas aumenta, y el significado de los sistemas cientfico y educativo aumenta generalmente. Entre las profesiones intelectuales, Schelsky menciona desde luego a los profesores y publicistas, ministros y trabajadores sociales, humanistas y filsofos, y los estiliza como una clase explotadora de mediadores del significado (.finnvermittler) mientras que otros hacen el trabajo real. Richard Lowenthal hace una crtica convincente de las falsas conclusiones que se encuentran implcitas en este concepto extraordinario de la nueva clase: La primera ecuacin falsa se halla entre un sector social y una clase. La segunda ecuacin falsa se halla entre la influencia y el poder. La tercera ecuacin falsa se halla entre las esperanzas escatolgicas, que implican necesariamente una ruptura a corto plazo de la fe milenaria, y una religin a largo plazo capaz de formar culturalmente la vida social cotidiana .

El ltimo elemento es la relacin de los intelectuales con la crisis del sistema educativo. Las reformas educativas, que necesitaban los cambios socioestructurales, pero que se pospusieron durante mucho tiempo en la Repblica Federal, tuvieron lugar, en efecto, en un periodo durante el cual la poltica educativa estuvo influido por los objetivos liberales y moderadamente izquierdistas. Y fue, de hecho, la misma prctica reformista la que llev al reconocimiento de los peligros de la reglamentacin y burocratizacin legal, as como a los peligros de un cientificismo de la pedagoga. Pero los neoconservadores representan mal estas consecuencias no intencionadas como intenciones culturales revolucionarias, y pudieron utilizar estas consecuencias, que se encontraron con una desaprobacin general, como una excusa para movilizar el resentimiento de la clase media, porque la agitacin intelectual suministr el vnculo que se haba perdido y que se necesitaba para sugerir el nexo fatal del criticismo social, la reforma educativa y el terrorismo de izquierdas 19. Posteriores anlisis biogrficos de carreras terroristas han disuelto esta fantasa.

2) La tesis de un agotamiento de la modernidad cultural hace referencia a tres componentes: las ciencias con xito tcnico, el arte de vanguardia y la moralidad universal tal y como la conceptualizaron Rousseau y Kant.

En lo referente a la ciencia, el mensaje es sencillo. Si el progreso cientfico ya no tiene inters para una poltica de ideas, si la solucin de los problemas cientficos no estudia los problemas de nuestra vidazl, entonces las culturas altamente especializadas tienen poco que ofrecer a la vida cotidiana, excepto innovaciones tcnicas y recomendaciones sociotcnicas. La habilidad para orientar la prctica se atribuye slo a las ciencias histricas, donde la narrativa significa reaaualizar las tradiciones y garantizar las continuidades. De aqu la revalidacin de los procedimientos narrativos en las humanidades, as como la desconfianza de la historia como una ciencia social y una desvalorizacin de la sociologa esto nunca se les habra ocurrido a los neoconservadores americanos, ya que sus portavoces son casi exclusivamente socilogos.

Adems, la tesis de una posilustracin es todo, menos convincente. Ciertamente, las ciencias empricas no proporcionan ningn sustituto para las concepciones del mundo metafsicas y religiosas. Sin embargo, la amplia distribucin de la literatura cientfica popular demuestra que los hallazgos cosmolgicos concernientes al origen y desarrollo del universo, los descubrimientos bioqumicos sobre los mecanismos de la herencia, y los postulados antropolgicos y etnolgicos sobre la historia natural de la conducta humana y la evolucin de nuestra especie, los hallazgos psicolgicos sobre el desarrollo de la inteligencia en los nios, el desarrollo de la conciencia moral, los afectos y las motivaciones, la psicologa de la enfermedad mental y las teoras cientficas sociales acerca del origen y desarrollo de las sociedades modernas estudian an la autocomprensin de los temas contemporneos. Estos hallazgos cambian tambin los estndares de discusin para los problemas de la vida, para los que las mismas ciencias empricas no tienen respuestas.

Es importante desde luego ser precavido al estudiar cuidadosamente el conocimiento hipottico, por ejemplo, lo provisional; se recurre tambin a una dosis saludable de escepticismo al considerar la extensin y eficiencia de las ciencias que dependen de un acceso hermenutico para llegar al dominio de su objeto; y es ciertamente legtima la conviccin de que la autonoma del mundo vital de la prctica cotidiana necesita protegerse de las intervenciones nomediadas de los especialistas que estn en gran medida sin reglamentar profesionalmente, tanto en la familia como en la escuela, no menos que en la zona gris de los servicios psicolgicos y las terapias que son a menudo cuestionables.

En lo referente a las bellas artes, Gehlen pretenda en una fecha tan tarda como 1960 que la vanguardia haba perdido su contagio: nosotros hemos aprendido a convivir con el arte actual. Mirando retrospectivamente sobre las dos ltimas dcadas, Hans Sedlmayer llega a diferentes conclusiones. Est convencido de que el anarquismo esttico es mucho ms peligroso que el (anarquismo) politicozz. Sedlmayer observa una lnea negra que vincula los comienzos del romanticismo de Jena con el arte contemporneo de vanguardia a travs de Baudelaire y el Surrealismo. Evoca los peligros de una prctica artstica que comienza abstrayndose de todos los rdenes extraestticos y que se separa de la justicia del arte y la verdad, as como de la belleza, para romper los lmites del trabajo esttico y hacerse subversivamente activos en el mundo burgus cotidiano. La uniformidad de la arquitectura moderna aparece simplemente como el otro lado del anarquismo en pintura, msica y literatura: El rechazo del arte, la lgica, la tica, la vergenza; la Iglesia, el Estado, la familia; la tradicin europea clsica y toda religin ha penetrado en los peridicos y revistas, cine y televisin, teatro y acontecimientos, y en la prctica de la vida. Desde luego, no es la queja la que es neoconservadora, sino la reaccin a ella el abandono programtico de la modernidad cultural y la proclamacin de lo posmoderno. Esta expresin implica la pretensin de que el arte vanguardista, habiendo agotado su creatividad, ha llegado a su fin y se encuentra atrapado dando vueltas en ciclos improductivos.

Posmoderno es tambin el trmino clave del debate que se lleva a cabo en los aos recientes en el campo de la arquitectura. Puede admitirse que el arte contemporneo posvanguardista, al abandonar los sueos surrealistas, no emite ningunas seales claras. Pero dnde estn las obras que podran llenar el eslogan negativo del posmodernismo con un contenido positivo?

Desde un punto de vista neoconservador, no slo es necesario negar el potencial de sensibilidad que hay en el arte contemporneo y pasar por el alto potencial de ilustracin de las ciencias; lo que debe desactivarse sobre todo es la fuerza explosiva de los principios universales de la moralidad. Una moralidad es universal si permite slo normas que pudieran aprobar aquellos a quienes conciernen basndose en una total consideracin y sin coaccin. Nadie se opondr a eso los derechos bsicos y los principios de nuestras constituciones son normas que podemos suponer que todos podran afirmar. No quiero tratar los problemas que resultan cuando tales principios abstractos se aplican a las situaciones concretas de la vida. Slo interesa un aspecto de la relacin entre moralidad y vida tica, ya que hace sospechar a los conservadores. Una moralidad universal no reconoce naturalmente ningunos lmites; somete incluso la accin poltica al escrutinio moral. En contraste, los neoconservadores desean minimizar la carga de justificacin moral que se apoya en el sistema poltico.

Siguiendo a Hobbes y a Carl Schmitt, algunos pretenden que el Estado debe legitimarse sobre todo ejecutando su tarea central de garantizar la paz, por ejemplo, la defensa contra los enemigos extranjeros y domsticos. De aqu la prioridad del problema de la seguridad interna y especialmente la estilizacin de una pretendida competicin entre las demandas del Estado legal, y la Democracia. Otros proceden a partir de la tesis tecnocrtica, segn la cual ese Estado debe actuar principalmente como un rbitro, garantizando una separacin apropiada de las jurisdicciones de modo que las leyes pertinentes de los sectores funcionalmente especficos puedan operar independientemente de la formacin de la voluntad poltica general23. De aqu la preferencia por las instituciones despolitizadas de gobierno (como el Bunderbank) y la estilizacin de una pretendida competicin entre el principio de un equilibrio de poderes, por un lado, y de la democracia, por otro. En ambos casos, los argumentos intentan separar la administracin de la discusin democrtica de los objetivos sociopolticos y de la justicia social.

La relevancia de estas consideraciones es evidente en una situacin en la que la cuestin principal es el grado de injusticia social que estamos dispuestos a aceptar, dada la crisis fiscal del Estado, para volver a fomentar un crecimiento econmico, cuyo mecanismo propulsor permanece inalterado. Este mecanismo propulsor capitalista requiere, por ejemplo, que la distribucin de los puestos de trabajo se regulen slo por el mercado de trabajo, aunque siga aumentando el ejrcito, de reserva del paro.

3) El abandono programtico de la modernidad cultural debe dar lugar a un saludable sentido de la tradicin. En cuanto la modernidad cultural le cierre todas las puertas a la prctica cotidiana y las culturas especializadas estn tambin lo suficientemente aisladas, los poderes que mantienen el sentido comn, la conciencia histrica y la religin tomarn posesin de lo suyo. Sin embargo, los dolores de parto de la posilustracin requieren la obstetricia del neoconservadurismo. ste se concentra en una valenta para educan>, por ejemplo, una poltica educativa que adapte la educacin elemental a las destrezas bsicas y las virtudes secundarias (laboriosidad, disciplina y limpieza). Simultneamente subraya una valenta por el pasado en las escuelas, la familia y el Estado. Los neoconservadores consideran que su papel es, por un lado, la movilizacin de los pasados que puedan aceptarse de un modo aprobatorio y, por otro lado, la neutralizacin de estos pasados, que provocaran slo un criticismo y rechazo. Walter Benjamn denomin la empata con el vencedor como uno de los signos del historicismo. Cuando, siguiendo el espritu de Benjamn, Gustav Heinemann propuso la adopcin de la perspectiva de los vencidos, de los rebeldes sin xito y de los revolucionarios, tuvo que soportar la respuesta (de Hermann Lbbe) segn la cual esta orientacin hacia los ideales de su propio pasado era simplemente una fijacin de inmadurez. En este contexto, uno encuentra tambin los intentos para interpretar el periodo Nacional Socialista de un modo tan artificial que cualquier referencia al fascismo puede denunciarse como el sntoma de un dominio universal de sofistera.

Es cierto que las verdades simples del sentido comn y las continuidades histricas no pueden soportar solas la carga de la imaginada regeneracin moralespiritual. El llamamiento a los poderes cohesivos de la religin es de lo ms importante. La Ilustracin fue de hecho incapaz de cumplir o terminar la necesidad del bienestar. Tampoco respondi nunca a la cuestin principal: podran o no salvarse, despus de colapsar las ideas del mundo religioso, los elementos adicionales que trascienden los principios profanos de una tica universal de la responsabilidad y que como esto implica, fueron apropiados con buena razn y vislumbrada su base.

Con esta cuestin, nos encontramos todava, desde luego, en el reino de la modernidad, incluida la teologa moderna. Est lejos de una recuperacin tradicional de la conciencia religiosa, y nos obliga a comprender todo el espectro de movimiento e impulsos que, por ejemplo, estn llenando todos los cnclaves contemporneos de la Iglesia en Alemania Occidental. A1 fundamentalismo religioso le encantan incluso las fuentes heterogneas; entretanto, las corrientes nofundamentalistas liberan exactamente aquellas fuerzas de la problematizacin que los neoconservadores quieren reprimir, como puede verse en las secciones religiosamente motivadas del movimiento para la paz. Aqu precisamente es donde se estn congregando los mediadores del sentido de Schelsky junto a las directrices ideolgicas de Lbbe, aquellos que amplan el horizonte, los especialistas en la seleccin de objetivos y los descubridores de caminos.

Mientras que Daniel Bell analiz imparcialmente las diferentes orientaciones de la nueva religiosidad congregacional y comunitaria dentro y fuera de las iglesiaszb, los neoconservadores alemanes se preocupan a menudo slo de una cuestin: los poderes de cohesin social implcitos en una creencia heredada que ellos entienden slo como una tradicin sustancial, descargada de cualesquiera requisitos de demostracin. Lbbe considera esta interpretacin funcionalista de la religin como una prctica de las contingencias superadas que son ventajosas precisamente porque sta ignora el aspecto de legitimacin de la creencia religiosa.

Sin embargo, las tradiciones no pueden revivirse demostrando simplemente sus efectos benficos. Refugiarse en el funcionalismo no soluciona el aprieto en el que el mero tradicionalismo se encuentra enredado desde la Ilustracin histrica. Horkheimer indic esto en 1946:

E1 hecho de que la tradicin deba invocarse precisamente hoy da muestra que ha perdido su poden>. No quiero que se me interprete mal: los recursos no renovables de nuestro medio ambiente natural y las estructuras simblicas de nuestro mundo vital las dos formas de vida, la desarrollada histricamente y la especficamente moderna necesitan proteccin. Pero slo pueden protegerse si sabemos !o que est amenazando el mundo vital. Los neoconservadores confunden causa y efecto. En lugar de los imperativos econmicos y administrativos, las as denominadas exigencias objetivas, que monetarizan y burocratizan las dimensiones de la vida, que van en aumento y transforman cada vez ms las relaciones en mercancas y objetos de administracin en lugar de estas fuentes reales de crisis social se concentran en el espectro de una cultura expansiva y subversiva. Este falso anlisis explica por qu los neoconservadores, cuanto tienen ocasin, no consideran el mundo vital, incluyendo la familia, tan sagrado como pretenden de otro modo, por ejemplo, en el caso de la poltica de los medios de comunicacin cristianodemocrticos.

La cultura poltica de la Repblica Federal sera peor hoy da si no hubiera adoptado los impulsos de la cultura poltica americana durante las primeras dcadas de la posguerra. La Repblica Federal se abri por primera vez a Occidente sin reservas: nosotros adoptamos la teora poltica de Ilustracin, captamos el pluralismo que, en primer lugar, realizaron las sectas religiosas, molde la mentalidad poltica y conocimos el espritu democrtico radical del pragmatismo americano de Peirce, Mead y Dewey. Los neoconservadores alemanes se estn alejando de estas tradiciones y estn recurriendo a otras fuentes. Estn regresando a un constitucionalismo alemn, que reduce la democracia a algo que es un poco ms que el gobierno de la ley, a un estado Luterano eclesistico originado en una antropologa pesimista, y a los temas de un conservadurismo joven, cuyos herederos pudieron alcanzar slo un compromiso carente de entusiasmo con la modernidad. Bismarck rompi el dorso del liberalismo poltico en Alemania. No es un accidente que el giro poltico domstico hacia el neoconservadurismo fuera llevado a cabo por el partido nacionalliberal del PDF. Segn la cultura poltica alemana, este cambio amenaza con cerrar un crculo fatalmente vicioso. El rechazo de la modernidad cultural y la admiracin por la modernizacin capitalista corroborar un antimodernismo general que est dispuesto a tirar todo por la borda. Si la modernidad no tiene nada que ofrecer junto a las alabanzas de la apologtica neoconservadora, podra entenderse por qu la juventud intelectual actual est volviendo (a travs de Derrida y Heidegger) a Nietzsche, intentando salvarse en los caracteres portentosos del culto, rejuvenecimiento de un joven conservadurismo que no est todava distorsionado por el compromiso.

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