Mòdulo de historia de tercero

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MODULO Nº 01 PRIMER BIMESTRE H I S T O R I A Y G E O G R A F Í A

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MODULO Nº 01

PRIMER BIMESTRE

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Curso: Historia y Geografía Docente: Ronald Ramírez Olano Grado: 3º / Sección: A

Módulo de Aprendizaje de Historia y Geografía

I Introducción

El presente modulo de aprendizaje de historia y geografía del tercer año de secundaria

tiene como norma básica brindar a los estudiantes las herramientas que le permitan

desarrollar sus potenciales capacidades utilizando para ello las estrategias pedagógicas que

nos permita darle una educación basada en la excelencia y éxito .promoviendo la cultura

investigativa basada en el método científico .teniendo como resultando estudiantes formados

para enfrentar los retos que la vida les demanda en cada momentos de su existencia.

EL virreinato Peruano I Introducción

Virreinato del Perú, entidad político-administrativa establecida por España en 1542, durante su

periodo colonial de dominio americano, que, en su máxima extensión, incluyó los actuales

territorios de Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú, así como los de Chile y Argentina, pero que, a

lo largo del siglo XVIII, y hasta la independencia de esas zonas respecto del poder español,

apenas comprendía poco más de lo que hoy en día es Perú.

II Conquista y creación del virreinato

Con la entrada de los españoles en la ciudad de Cuzco en 1534, concluyó la conquista militar

del Perú, llevada a cabo por Francisco Pizarro, y dio comienzo el desarrollo del asentamiento

colonial en el área dominada hasta ese momento por el Imperio inca o Tahuantinsuyo que, a

partir de 1542, entró a formar parte del virreinato de la Nueva Castilla, conocido más tarde

como virreinato del Perú, y que estableció su capital en Lima, fundada en 1535. Su

demarcación incluyó con el tiempo el espacio comprendido entre Panamá y Chile, de norte a

sur, a excepción de la actual Venezuela, y, hacia el este, hasta Argentina, con la excepción de

Brasil, que pertenecía al dominio portugués. El periodo transcurrido desde 1534 hasta 1544

estuvo presidido por los enfrentamientos entre los partidarios de Francisco Pizarro y Diego de

Almagro, los dos socios que se habían unido en 1524, junto a Hernando de Luque, para llevar a

cabo una expedición en busca de las tierras del Virú o Birú (Perú), de las que llegaban noticias

que hablaban de la existencia de grandes riquezas. El nombramiento de Pizarro como primer

gobernador y el desigual reparto de los beneficios en la concesión de tierras y títulos entre

ambos socios fue una fuente permanente de luchas, conocidas como ‘guerras civiles’, que

continuaron tras la ejecución de Almagro, derrotado en la batalla de las Salinas en 1538, y la

de Pizarro, asesinado por los almagristas en 1541.

El reparto de las tierras y de los indios llevado a cabo entre los conquistadores por el sistema

de las encomiendas, y la supresión legal de éstas con la promulgación de las Leyes Nuevas en

1542, mantuvo abierto el enfrentamiento con el poder real, representado por el segundo

gobernador Cristóbal Vaca de Castro y por el primer virrey Blasco Núñez Vela, el cual murió en

1546, en lucha con los partidarios de la encomienda, quienes se hallaban dirigidos por Gonzalo

Pizarro, que se consideraba heredero de su hermano Francisco. El presidente de la audiencia

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de Lima y tercer gobernador Pedro de La Gasca consiguió la pacificación del territorio peruano,

atrayendo al bando oficial a la mayor parte de los insurrectos y apresando, en 1548, al

hermano de Pizarro, en la batalla de Xaquixahuana.

El virreinato Peruano

El Virreinato del Perú fue una entidad político-administrativa fundada en 1542 tras el

sometimiento del Imperio Inca. Abarcó, en su máxima extensión, territorios que actualmente

se corresponden con Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina y Chile.

Los primeros asentamientos comienzan a desarrollarse tras la captura de Cuzco, principal

Francisco Pizarro

Ciudad inca, por parte de Francisco Pizarro, en 1534. Tras este hecho, se provoca una fuerte

disputa por el control de una serie de expediciones destinadas a Birú, territorio

Diego de Almagro

Peruano del cual se presumía que poseía grandes riquezas, entre Francisco Pizarro y Diego de

Almagro. El enfrentamiento se saldó con la victoria de Pizarro, y la posterior ejecución de

Almagro.

Mediados del siglo XVI, Francisco de Toledo, virrey del Perú, logra encauzar la situación y

establecer un marco administrativo estable, que se prolongaría durante todo el período

colonial. Esta normalización de la situación, fue gracias a la voluntad de Toledo, de llevar a

cabo un proceso organizador, reflejado en medidas tales como el censo tributario, censo de

pobladores nativos y la realización de un registro de los recursos naturales y humanos del

Perú. Estas medidas permitieron la implantación de los sistemas de trabajo (mita,

repartimiento) y a la larga, hicieron de este virreinato el más rico e influyente.

Elabora una composición en donde identifique las características mas importantes de los

socios de la conquista Francisco Pizarro ,Diego de Almagro Hernando de Luque.

Observa y explica la siguiente las imágenes

LA VIDA EN EL VIRREINATO SE CARACTERIZO POR SER

RELIGIOSA

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Balcones coloniales de Lima

La capital fue situada en la ciudad de Lima, fundada por Francisco Pizarro como la «Ciudad

de los Reyes», mientras que el puerto del Callao, monopolizaba todo el comercio marítimo

americana

En el campo administrativo, el virreinato está constituido por dos audiencias, las de Lima y

Cusco, que fueron sustituidas por intendencias tras las Reformas Borbónicas en el siglo

XVIII. Al igual que en el resto de virreinatos, existían también organismos tales como los

corregimientos, encargados de la administración de zonas habitadas por nativos, cabildos,

que cumplían diversas funciones administrativas similares a las que actualmente realiza la

municipalidad o ayuntamiento, y diversas autoridades indígenas que se encargaban de

mediar entre éstos y los españoles.

En el ámbito económico, la principal actividad desarrollada en el virreinato era la minería.

El trabajo en la mina era desarrollado por aborígenes que pasaban entre una y dos

semanas sin salir de ella en condiciones realmente duras. En un principio, la actividad se

desarrolló en torno a pequeños depósitos de superficie, pero gracias a las mejoras en las

técnicas mineras, los colonos pudieron a acceder a grandes minas. Es a partir de este

momento en que la minería termina de consolidarse como principal actividad en el

virreinato. Los principales yacimientos mineros fueron: Castrovirreyna, Cerro de Pasco,

Cajabamba, Contumaza, Carabaya, Cayllama,

Minería en la colonia

Potosí en 1715

Hualgayoc, Huancavelica y Potosí, todas ellas ubicadas en el territorio del actual Perú.

Potosí, por si sola, aportaba dos tercios de la producción minera del Perú, hasta que en

1776 cambió de jurisdicción a favor del Virreinato del Río de la Plata. A causa de las malas

condiciones y la dureza del trabajo realizado por los aborígenes en la mina, eran

frecuentes los alzamientos de mineros, que eran sistemáticamente sofocados por las

autoridades coloniales.

En el ámbito comercial, España aplicó medidas proteccionistas y favoreció el monopolio

de los puertos de Sevilla en España, Veracruz, en México, Callao en el Perú, Panamá y

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Cartagena en Nueva Granada. Debido a que Panamá y Cartagena eran considerados

puertos de tránsito, el Callao pasó a ser el único puerto autorizado para comerciar en

América, lo cual convirtió al Virreinato del Perú en el centro comercial de las colonias

Españolas en América. Pero la preminencia de ciertos puertos sobre otros, en este caso el

Callao con respecto al resto de América, hizo que el contrabando y la piratería, actividades

desarrolladas la primera por criollos y la segunda por corsarios ingleses y holandeses en

su mayoría, floreciesen, logrando erosionar lenta pero inexorablemente el monopolio de

los grandes puertos, hasta que en 1778 Carlos III decretó el libre comercio y el Callao

perdió su posición de ventaja frente a los otros puertos, posibilitando el surgimiento de los

de Montevideo, Buenos Aires o Guayaquil.

Obraje

Al igual que en Nueva España, en el Perú se desarrollaron los obrajes, actividades

protoindustriales dedicados a la manufactura de textiles e hilos de lana y algodón. A pesar

de la existencia de actividades de esta índole, no pudieron desarrollarse a causa del

estricto control monopólico que del comercio ejercía la metrópolis.

Durante el siglo XIX, época en la que se suceden los distintos alzamientos independentistas

a lo largo del continente, el Virreinato del Perú se mantendrá como principal bastión de los

realistas, hasta su disolución, en 1824, tras la Batalla de Ayacucho. A pesar de esto, el Perú

será también testigo de los alzamientos de Túpac Amaru y Túpac Katari, precedentes de la

futura emancipación Latinoamericana.

Conquista y creación del virreinato

Con la entrada de los españoles en la ciudad de Cuzco en 1534, concluyó la conquista

militar del Perú, llevada a cabo por Francisco Pizarro, y dio comienzo el desarrollo del

asentamiento colonial en el área dominada hasta ese momento por el Imperio inca o

Tahuantinsuyo que, a partir de 1542, entró a formar parte del virreinato de la Nueva

Castilla, conocido más tarde como virreinato del Perú, y que estableció su capital en Lima,

fundada en 1535. Su demarcación incluyó con el tiempo el espacio comprendido entre

Panamá y Chile, de norte a sur, a excepción de la actual Venezuela, y, hacia el este, hasta

Argentina, con la excepción de Brasil, que pertenecía al dominio portugués. El periodo

transcurrido desde 1534 hasta 1544 estuvo presidido por los enfrentamientos entre los

partidarios de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, los dos socios que se habían unido en

1524, junto a Hernando de Luque, para llevar a cabo una expedición en busca de las tierras

del Virú o Birú (Perú), de las que llegaban noticias que hablaban de la existencia de

grandes riquezas. El nombramiento de Pizarro como primer gobernador y el desigual

reparto de los beneficios en la concesión de tierras y títulos entre ambos socios fue una

fuente permanente de luchas, conocidas como ‘guerras civiles’, que continuaron tras la

ejecución de Almagro, derrotado en la batalla de las Salinas en 1538, y la de Pizarro,

asesinado por los almagristas en 1541.

El reparto de las tierras y de los indios llevado a cabo entre los conquistadores por el

sistema de las encomiendas, y la supresión legal de éstas con la promulgación de las Leyes

Nuevas en 1542, mantuvo abierto el enfrentamiento con el poder real, representado por el

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segundo gobernador Cristóbal Vaca de Castro y por el primer virrey Blasco Núñez Vela, el

cual murió en 1546, en lucha con los partidarios de la encomienda, quienes se hallaban

dirigidos por Gonzalo Pizarro, que se consideraba heredero de su hermano Francisco. El

presidente de la audiencia de Lima y tercer gobernador Pedro de La Gasca consiguió la

pacificación del territorio peruano, atrayendo al bando oficial a la mayor parte de los

insurrectos y apresando, en 1548, al hermano de Pizarro, en la batalla de Xaquixahuana.

3. Organización del virreinato

En 1550, fue nombrado virrey Antonio de Mendoza, que ya había ejercido el cargo en el

virreinato de Nueva España. El virrey Francisco de Toledo, que gobernó entre 1569 y

1581, llevó a cabo la más importante labor de organización de la administración colonial

en el virreinato peruano durante el siglo XVI, estableciendo las normas para la agrupación

de los indios en reducciones y la distribución del trabajo indígena por medio de la mita.

Mediante el empleo de ésta, el virrey Toledo proveyó de mano de obra a las minas de

Potosí (productora de plata) y Huancavelica (de la que se extraía mercurio, necesario para

la purificación argentífera), logrando así convertir al Perú en uno de los centros más

importantes de producción de plata en el mundo entero. En el siglo XVIII, destacaron las

figuras de los virreyes que introdujeron las medidas creadas por el reformismo llevado a

cabo por la Casa de Borbón, especialmente Manuel de Amat y Junyent, que gobernó entre

1761 y 1776, Manuel de Guirior (1776-1780), Agustín de Jáuregui (1780-1784) y Teodoro

de Croix (1784-1790), destinadas a revitalizar la administración colonial con actuaciones

como la incorporación del sistema de intendencias. Con él se intentó profesionalizar el

gobierno, sustituyendo las inoperantes figuras de los corregidores y los alcaldes mayores,

dedicando especial interés a todo lo relacionado con la Hacienda.

La reorganización territorial llevada a cabo a lo largo del siglo XVIII disminuyó la

importancia del virreinato peruano, que perdió una gran parte de su espacio y de su

capacidad comercial. En 1717, se creó el virreinato de Nueva Granada, restaurado en 1739

tras un periodo de supresión. En 1776, la creación del virreinato del Río de la Plata supuso

la pérdida de la explotación de las importantes minas de Potosí, que pasaron a integrarse

dentro de la nueva demarcación, y del protagonismo comercial de Lima y su puerto del

Callao, frente al adquirido por Buenos Aires.

José de la Serna e Hinojosa fue el último virrey y gobernó desde 1821 hasta 1824,

asistiendo a la desintegración del Ejército realista, en la batalla de Ayacucho.

4. Aculturación y resistencia indígena

El proceso de transformación de la sociedad andina a partir del asentamiento de los

españoles y el establecimiento del virreinato del Perú, se interpreta como una adaptación

a las formas impuestas por el modelo colonial, como medio de supervivencia, sin

abandonar los elementos fundamentales de la cultura indígena. Es la fórmula que la

moderna historiografía peruana denomina ‘aculturación y resistencia’.

Entre las primeras noticias que recibió Pizarro sobre la existencia del Estado inca estaban

las relacionadas con la muerte del emperador Huayna Capac, y la lucha que por la sucesión

mantenían sus hijos Atahualpa y Huáscar, apoyados cada uno de ellos por los diferentes

grupos de poder que reflejaban el complejo sistema de relaciones de parentesco por el que

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se regía aquella sociedad. Los partidarios de Atahualpa habían conseguido apoderarse de

la capital del Imperio, Cuzco, y apresar a Huáscar, muerto por orden de su hermano, antes

de ser ejecutado él mismo por los españoles en julio de 1533. A partir de ese momento se

sucedieron los nombramientos de nuevos incas por parte de los españoles, quienes

intentaron con ello utilizar el prestigio de su autoridad ante los indígenas. Pero el primero,

Túpac Hualpa, fue envenenado antes de entrar en Cuzco, y el segundo, Manco Inca (Manco

Capac II), acabó levantándose contra los españoles estableciendo en Vilca bamba un

reducto de enfrentamiento permanente, hasta que fue asesinado en 1544 por los

seguidores de Almagro

La resistencia indígena se mantuvo viva tanto en la elite cuzqueña de Vilca bamba (hasta

1572) como en las numerosas acciones que se produjeron a lo largo de todo el periodo

colonial, en las que está presente la idea mesiánica del inca, que cristalizó de forma

especial en los levantamientos del siglo XVIII, protagonizados por Juan Santos (Atahualpa),

en 1742, y, en 1780, por José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru).

Al mismo tiempo, la incorporación de la nobleza inca a la colonia era utilizada como una

fórmula de legitimación, que se expresó incluso con la publicación de grabados en los que

aparecían los reyes de España como continuadores de la dinastía inca. Las reclamaciones

para que se reconociesen los derechos nobiliarios de los curacas (destacadas figuras de la

estructura social inca) fueron muy numerosas y entre ellas no faltaron las falsificaciones

de quienes se fabricaban a la medida una ascendencia inca, que les aseguraba una posición

de prestigio ante las autoridades coloniales. Cuando los nombramientos de autoridades

indígenas coincidían con los esquemas andinos, la relación entre la comunidad y el curaca

era fluida, ya que respondía a una idea muy precisa de la procedencia de las fuentes de

poder. En el caso contrario, se producían numerosos problemas derivados de la presencia

de una autoridad no aceptada por la tradición indígena.

En el terreno religioso, el sincretismo facilitó el mantenimiento de una actitud de

aceptación del cristianismo junto a la pervivencia del culto a las divinidades andinas. La

persecución de la idolatría, en la que destacaron jesuitas como el padre Pablo José de

Arriaga, no impidió que otros miembros de esta misma orden favorecieran la

identificación de la Virgen María con la Pachamama inca y la superposición de símbolos

cristianos a las divinidades andinas.

5. Economía

La economía colonial se desarrolló a partir de los modelos occidentales, en los que el

tributo y el salario determinaban la relación con el poder en este campo. Para ello utilizó

en su provecho la estructura organizada por el Estado inca, aunque no incorporó los

elementos clave de este modelo, basado en la redistribución y la reciprocidad que, sin

embargo, se mantuvieron vigentes entre la población indígena. Los tributos fueron

cobrados inicialmente a través de los encomenderos (época durante la cual predominó el

cobro en especies), pero a partir de 1565 esta función recaudadora la realizaron los

corregidores de indios, que en el siglo XVIII fueron sustituidos por los intendentes.

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La economía colonial se organizó fundamentalmente en torno a la minería y sus centros de

producción atrajeron la mayor parte de la actividad comercial. La producción de plata tuvo

una especial importancia tras el descubrimiento del cerro Rico de las minas de Potosí en

1545, aunque en esas fechas ya funcionaban otros de importancia en Porco, Puno,

Caylloma y Cerro de Pasco. Las rentas producidas por la minería alcanzaron sumas muy

elevadas, a pesar de la existencia de una continua actividad ilegal que facilitaba la

extracción fraudulenta del mineral y su comercialización al margen tanto de los registros

oficiales como del pago del quinto real. La mayor parte de la mano de obra empleada en

estos trabajos procedía de los turnos forzosos establecidos por el sistema de la mita, en los

que participaban indígenas procedentes de diferentes regiones. En tiempos del virrey

Francisco de Toledo, la mita de Potosí tenía asignadas las provincias de Porco, Chayanta,

Paria, Carangas, Sicasica, Pacajes, Omasuyos, Paucarcolla, Chucuito, Cavana, Cavanilla,

Quispicanchis, Azángaro, Asillo, Canas y Canchis. Algunos indígenas consiguieron librarse

de participar en la mita mediante un pago realizado a sus responsables directos; por esta

razón recibieron el nombre de ‘indios de faltriquera’. Los mitayos realizaron también

trabajos en la agricultura, la ganadería, los obrajes y la construcción.

La agricultura de tipo europeo se desarrolló en principio en torno a los centros urbanos y,

posteriormente, se fue ampliando a los valles, en los que se extendió

En mapa del virreinato peruano señala los centros mineros (mediante flechas)

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El cultivo del algodón, la caña de azúcar, la vid, el olivo y algunos cereales como el trigo y la

alfalfa.

La producción de coca tuvo una importancia capital, extendiéndose su cultivo a grandes

áreas por su elevado consumo, especialmente en las zonas mineras, y los numerosos

beneficios económicos que generaba. Algo similar sucedió con la producción textil, que se

incluyó entre los tributos al tiempo que se comercializaba dentro y fuera del virreinato.

El curaca de Tacna Diego Caqui ha sido puesto como ejemplo de la incorporación al

sistema de producción y comercio de tipo occidental introducido por los españoles.

Fallecido en 1588, en esas fechas poseía 110 cepas de vid, una fábrica de vino y otra de

odres, con mano de obra especializada y pagada con salario, ganado para el transporte

terrestre y dos fragatas y un balandro para el comercio que llevaba hasta Chile y a Panamá.

El comercio se centró fundamentalmente en el abastecimiento de productos destinados al

consumo de la sociedad colonial. Los conceptos mercantiles, inexistentes en la sociedad

andina, fueron aplicados a productos de una larga tradición en el mundo indígena, como el

cultivo de la coca, que se desarrolló en grandes extensiones destinadas al mercado y muy

especialmente al consumo en las áreas mineras. El comercio interregional se realizó a

través de las vías de comunicación interior que, en el caso de la puna, aprovechaba los

caminos abiertos por los incas. Esta comunicación también ponía en contacto los centros

urbanos del altiplano con áreas del norte de los actuales estados de Argentina y Chile,

mientras que en los valles daba lugar a nuevos caminos que confluían en poblaciones que

se convirtieron en centros de distribución hacia la sierra y el altiplano, como sucede con

Juli. En otros casos, la búsqueda de una salida hacia el Atlántico hizo que ciudades como

Salta, Córdoba o Tucumán (en la actual Argentina), se convirtieran en piezas clave del

comercio interior y exterior.

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Las vías oficiales del comercio marítimo estuvieron muy controladas por el monopolio de

la monarquía española, que reglamentó de forma estricta la comunicación comercial entre

los virreinatos en defensa de sus intereses. Sin embargo, la relación se mantuvo por medio

del contrabando de productos locales y extranjeros, que abastecían con normalidad las

necesidades de la sociedad colonial. Panamá, Guayaquil y Callao fueron los tres puertos

más importantes del Pacífico relacionados con el virreinato del Perú. El producto más

importante que se transportó a lo largo de esta ruta fue la plata procedente de Potosí, que

llegaba a Lima tras un largo recorrido a través de Juli, Arequipa y los puertos de Islay o de

Arica. En la capital virreinal era almacenada a la espera de la formación de la Flota del mar

del Sur, creada para su protección y transporte, y trasladada hasta Panamá, desde donde

iniciaba su camino a España integrándose en la Flota de las Indias.

Este repetido envío de grandes cantidades de plata por mar se convirtió desde el primer

momento en objetivo de las acciones de piratas y corsarios, que atacaban a la flota durante

su trayecto, y a la ciudad de Lima y al puerto del Callao, durante el periodo en que la plata

estaba depositada en las Cajas Reales antes de emprender el viaje. La monarquía intentó

proteger este trayecto, de vital importancia, con la fortificación de los puntos estratégicos

de la navegación por el Pacífico sur y su entrada por el cabo de Hornos.

Hoja de actividades de los estudiantes

Actividades para los alumnos

Capacidad:

Analiza e interpreta las fuentes históricas sobre la composición social del Perú colonial

Los estudiantes observan la infografía y expresa por escrito la información relevante

sobre la misma.

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Arte y arquitectura

La arquitectura adquirió un importante desarrollo en todo el virreinato, marcada

fundamentalmente por la actividad religiosa que dio origen a catedrales, parroquias y

conventos urbanos y rurales, dispersos por toda su geografía. Durante el siglo XVI, en estas

obras se suman elementos procedentes de la arquitectura mudéjar, gótica y renacentista, a

los que posteriormente se añaden otros, tomados del vocabulario manierista y barroco. El

rococó tuvo también su reflejo en una parte de la arquitectura limeña y el neoclasicismo

alcanzó a introducirse en los últimos años del siglo XVIII, aunque su influencia estuvo

mucho más limitada. El carácter telúrico del área andina, con la repetida actividad de los

terremotos, fue un elemento condicionante de su arquitectura, que se mantuvo dentro de

unos límites de altura y prefirió la repetición de techumbres planas y bóvedas, frente al

uso de cúpulas. Los materiales constructivos más habituales fueron la madera, el ladrillo y

la piedra, aunque en algunas ocasiones se utilizaron elementos propios de la arquitectura

local, obligados por una necesaria adaptación al medio.

Las áreas más importantes de desarrollo arquitectónico se formaron en torno a Tunja, en

Colombia; Quito, en Ecuador; y Lima y Cuzco, en Perú, aunque otras regiones, como el

Collao, en el altiplano boliviano, tuvieron periodos de gran actividad constructora.

El virreinato andino presenta una diversidad pictórica basada en la existencia de unos

centros culturales que crearon áreas de influencias propias y diferenciadas. Santafé de

Bogotá, Quito, Lima, Cuzco y Potosí generaron una actividad específica, con nombres

propios que sirvieron de punto de referencia a sus respectivas escuelas estilísticas.

Durante la segunda mitad del siglo XVI, se desarrolló el proceso inicial del traslado de

obras europeas —españolas, flamencas e italianas, fundamentalmente— y la instalación

de los primeros pintores. Es importante la llegada del jesuita italiano Bernardo Bitti, al

comienzo del último cuarto de ese siglo, enviado por sus superiores por sus conocimientos

artísticos. Recorrió numerosas fundaciones jesuitas realizando obras de pintura y

escultura, enseñando a otros hermanos su oficio y difundiendo una iconografía y un modo

de interpretarla que marcó con fuerza las realizaciones posteriores. Bitti trasladó a

Sudamérica el manierismo tardío y prolongó la influencia de este estilo hasta mediados del

siglo XVII. En la iglesia limeña de San Pedro permanecen dos de sus obras: La coronación

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de la Virgen y La Virgen de la Candelaria. Enviado a Cuzco y más tarde a Puno, Bitti regresó

posteriormente a Lima.

Tras Bitti, se instaló en Lima Mateo Pérez de Alesio, quien había trabajado en Europa. El

último de los tres italianos de importancia que llegó al virreinato de Perú, Angelino

Medoro, trabajó también en la Nueva Granada y en Quito. Lo primero que se conoce de él

es una Virgen de la Antigua, a la que siguen otras obras, como la Anunciación, que firma y

fecha en 1588, para la iglesia de Santa Clara de Tunja, o la Oración en el huerto y El

descendimiento, que realizó para la capilla de los Mancipe de la Catedral. De su paso por

Quito queda una Virgen con santos perteneciente al monasterio de la Concepción y un

trabajo menor como es el escudo nobiliario, que llevó a cabo en la iglesia de Santo

Domingo en 1592. De los artistas que se afiliaron a su estilo, Gregorio Gamarra y Lázaro

Pardo Lago son dos de los más significativos y activos. La estela de Medoro en el ámbito

cuzqueño fue seguida por Luis Riaño.

Hacia la mitad del siglo XVII, comenzó a introducirse en Cuzco una corriente más influida

por el tenebrismo, a lo que contribuyó la presencia del jesuita flamenco Diego de la Puente

y un cierto realismo tomado de los modelos flamencos y españoles, que llegaron con las

obras enviadas desde los talleres de Francisco de Zurbarán y de Juan de Valdés Leal. Juan

Espinosa de los Monteros fue uno de los representantes de esta tendencia. La vertiente

hispana la representan Martín de Loaiza, autor de una Adoración de los pastores y una

Visión de san Eustaquio, y Marcos Ribera, autor de pinturas ligadas a modelos españoles

tales como El martirio de san Bartolomé, tomado de José de Ribera.

Una de las características más importantes de la pintura cuzqueña es la relacionada con la

activa población de pintores indígenas, que desarrollaron su trabajo al mismo tiempo que

el resto de los artistas. Desde temprano se reconoció la actividad de muchos de ellos, que

firmaron sus obras y trabajaron individualmente o en colaboración con españoles o

mestizos. Pero fue en el siglo XVII cuando, con la figura de Diego Quispe Tito al frente, su

producción empezó a ser considerada desde una perspectiva diferenciadora, que ellos

mismos se encargaron de resaltar al separarse del gremio que compartían con los demás

pintores.

Quispe Tito nació en 1611 y realizó su formación a la vista de los ejemplos derivados del

manierismo. Su Visión de la cruz, de 1631, está elaborada a partir de una interpretación

propia de los grabados flamencos, que le sirvieron de constante repertorio de imágenes,

como en las pinturas de la iglesia de San Sebastián y en la serie evangélica de la catedral de

Cuzco. Otros pintores indígenas, de obra conocida, son Basilio de Santa Cruz y Juan Zapata.

Santa Cruz prefirió inspirarse en las obras de los pintores españoles. Durante el siglo XVIII,

los talleres indígenas cuzqueños se alejaron más de los principios de la pintura europea. Se

habla incluso de la industrialización de esta pintura por la rapidez que se exigía en su

realización.

En el otro extremo del virreinato, en Santafé de Bogotá, trabajó por los mismos años

Gregorio Vázquez de Arce, el pintor más sobresaliente de este núcleo y uno de los que más

se ha relacionado con la influencia de la obra de Bartolomé Esteban Murillo en tierras

americanas. Es de los pocos pintores de quienes se ha conservado un interesante número

de dibujos. Pintó temas religiosos y profanos, como la serie dedicada a Las estaciones.

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También la ciudad de Quito tuvo, en la segunda mitad del siglo XVII y los comienzos del

XVIII, el periodo de mayor calidad en la pintura. Sus representantes máximos son Miguel

de Santiago y Nicolás Javier de Goribar.

La vida Religiosa en el virreinato peruano

El virreinato peruano tuvo una vida religiosa muy prolifera que brillo durante esta

etapa de la historia Peruana.

La evangelización de los indios se dio desde el mismo momento de la conquista. Al

principio fue obra casi exclusiva de frailes dominicos y franciscanos quienes, desde

conventos rurales, predicaron muy influidos por ideas mesiánicas surgidas en la

mentalidad popular europea. Ello explica la idea del retorno del Inca en la mitología

andina surgida en la colonia.

La política evangelizadora cambió cuando la Iglesia introdujo las ideas del Concilio de

Trento. Ahora la empresa estaba en manos de parroquias dependientes del obispo. La

llegada del arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, y de los jesuitas, fue clave en este

sentido. El Tercer Concilio Límense (1783) mandó quemar los catecismos bilingües que

los frailes habían elaborado y los remplazó con la Doctrina Cristiana, primer libro impreso

en Virreinato. Elaborada por el padre jesuita José de Acosta, estuvo escrita en español,

quechua y aimara; de esta manera se demostraba el carácter multiligüista de la

evangelización andina. A finales del XVI estaban formalmente bautizados casi todos los

indios.

En el XVII, tras una denuncia formulada desde Huarochirí de que los indios mantenían

culto a sus dioses tradicionales (1607), el Arzobispado inició varias campañas de

extirpación de idolatrías. La idea era destruir cualquier rezago de la religión andina:

huacas o ídolos. De todos modos, la aceptación del catolicismo por parte de los indios

nunca implicó la total renuncia a sus creencias ancestrales: hoy en día pueden verse en

muchos lugares ritos a la Pachamama y a los apus.

A nivel urbano el catolicismo tuvo rasgos particulares. Habría que mencionar al Tribunal

de la Inquisición, instalado en Lima en 1570, que terminó siendo un eficiente agente del

poder monárquico. Mediante la censura fue el encargado de reprimir cualquier

controversia doctrinal y perseguir toda literatura “peligrosa” para la fe y el orden político.

El Tribunal fue suprimido por las Cortes de Cádiz en 1812 pero, al restaurarse el

absolutismo con Fernando VII, siguió funcionando en Lima hasta 1820.

Una circunstancia notable fue el surgimiento, entre fines del XVI y comienzos del XVII, de

algunos personajes virtuosos que terminaron elevados a los altares. Ese fue el caso de los

españoles santo Toribio de Mogrovejo, Arzobispo de Lima, san Juan Masías y san

Francisco Solano; y de los peruanos San Martín de Porres e Isabel Flores de Oliva,

conocida como santa Rosa de Lima. Todos vivieron en Lima.

Respecto a las fiestas religiosas, las más concurridas fueron Navidad y Semana Santa.

También fue muy difundido el culto al Corpus Christi y que hoy goza de tanta popularidad

en Cuzco y Cajamarca. Por ello, a diferencia de otras regiones de América, en el Perú los

cultos populares más difundidos están dedicados a Cristo. Entre todos los “cristos”

Page 14: Mòdulo de historia de tercero

Curso: Historia y Geografía Docente: Ronald Ramírez Olano Grado: 3º / Sección: A

coloniales destaca, sin duda, el Señor de los Milagros que, desde hace más de tres siglos,

recorre en procesión las calles de Lima. Hoy es la procesión católica más grande del

mundo; incluso los peruanos emigrados recrean la procesión en las calles de Chicago,

Nueva York o Santiago de Chile. Junto al Cristo moreno, pintado por un esclavo negro,

tenemos al Señor Cautivo de Ayabaca (Piura), al Señor del Mar (Callao), al Señor de los

Temblores (Cuzco), al Señor de Muruhuay (Tarma) y al Señor de Luren (Ica), entre

muchos más.

También se multiplicaron las cofradías y las hermandades. Fueron agrupaciones de fieles

de toda condición racial y de ocupación congregadas en torno a una imagen de Cristo, una

advocación a la Virgen o un santo. Su función era la veneración y culto del patrono común,

la ayuda mutua entre sus miembros y la salida en procesión durante las festividades.

Dependieron de las iglesias o monasterios en los que se hallaban las imágenes de su

devoción.

Las muestras de piedad femenina más importante se dieron en la vida conventual. Allí

aparecieron las beatas y las mujeres que llevaban una vida apartada en forma individual o

comunitaria. Los monasterios femeninos se diseñaron como ciudades dentro de la ciudad

virreinal. Cada uno tenía su propio gobierno que recaía sobre la priora o abadesa. Entre los

más importantes tenemos La Encarnación (Lima), Santa Clara (Cuzco) y Santa Catalina

(Arequipa).

Actividades para los estudiantes

Capacidad: Organiza la información aprendida mediante cuadros y esquemas mentales

Rellena el siguiente cuadro indicado las artes que se cultivo en el virreinato peruano

y sus principales representantes.

Artes en el Virreinato Peruano

Pintura Escultura Arquitectura Música Representante

Número de alumnos

Page 15: Mòdulo de historia de tercero

Curso: Historia y Geografía Docente: Ronald Ramírez Olano Grado: 3º / Sección: A

Lista de cotejo para evaluación de actividades en grupo

Numero de grupos

Indicador Clase 1 Clase 2 Clase 3

1 2 3 4 5 T 1 2 3 4 5 Tot

al

1 2 3 4 5 T 1 2 3 4 5 Tot

al

Sigue instrucciones

Participa en grupo

Resuelve problemas

Respeta la opinión de los

demás

Total de puntaje del alumno