Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo...

16
141 Moisés y Aarón Arnold Schönberg (1874-1951)

Transcript of Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo...

Page 1: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

141

Moisés y AarónArnold Schönberg (1874-1951)

Page 2: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

142

ÓPERA EN TRES ACTOS. LIBRETO DEL COMPOSITOR, BASADO EN EL LIBRO DEL ÉXODO DE LA BIBLIA. ESTRENADA EN EL STADTTHEATER DE ZÚRICH, EL 6 DE JUNIO DE 1957. ESTRENO EN EL TEATRO REAL NUEVA PRODUCCIÓN DEL TEATRO REAL EN COPRODUCCIÓN CON LA OPÉRA NATIONAL DE PARIS

Director musical: Lothar Koenings Director de escena, escenógrafo, figurinista e iluminador: Romeo CastellucciCoreógrafo: Cindy von AckerDirector del coro: Andrés Máspero

Moses: Albert DohmenAarón: John Graham-HallUna Inválida: Catherine Wyn-RogersEl joven desnudo: Michael PflummUna muchacha / Primera virgen desnuda: Julie Davies

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

24, 28 de mayo1, 5, 9, 13, 17 de junio de 201620:00 horas; domingos, 18:00 horasSalida a la venta al público 8 de marzo de 2016

Moisés y Aarón

Arnold Schönberg (1874-1951)

Page 3: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

143

Argumento

Moses und Aron (Moisés y Aarón) Fernando Fraga

Acto I.

Escena primera. La vocación de Moisés

Sin obertura, tras unos acordes encomenda-dos a seis voces que cantan desde el foso, Moisés escucha la voz del Señor que a través de la zarza ar-diente le pide que salve al pueblo judío de la escla-vitud egipcia. Moisés no se encuentra capacitado para tan magno destino, dada su edad y su falta de recursos, pero la voz del Señor le asegura que en su misión será ayudado por su hermano Aarón y que el pueblo de Israel, el elegido por Dios, se converti-rá en un modelo para todos los pueblos.

Escena segunda. Moisés y Aarón se en-cuentran en el desierto.

Una música íntima y delicada, asociada al personaje de Aarón, le sirve de presentación. Aarón comprende de inmediato el sentido de su tarea sal-vadora, pero duda de la capacidad de los hebreos para entender la idea de un Dios que no se identi-fica con algo visible, algo que le represente ante sus ojos. Pese a todo, manifiesta su entusiasmo ante el anuncio de la liberación de los hebreos.

Escenas tercera y cuarta. Moisés y Aarón anuncian al pueblo el mensaje divino.

Los hebreos durante la esclavitud se han so-metido a la religión egipcia y reciben con cierta des-confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios que pueda liberarles del yugo en que se encuentran. Algunos, al saber que Moisés ha huido tras dar

muerte a un egipcio, dudan de ese dios que no se sa-tisface con sacrificios humanos. Otros, al contrario, se muestran entusiasmados y esa alegría toma for-ma por medio de dos jóvenes, un muchacho y una muchacha. Cuando aparecen Aarón y Moisés to-dos los hebreos se preparan a escuchar su mensaje. Aarón, conociendo la mentalidad de sus hermanos, ofrece un discurso cuyo contenido pueda llegarles fácilmente, pero la idea de un dios omnipresente e invisible sólo consigue comentarios jocosos entre los presentes. Aarón para disuadirles convierte el cayado de Moisés en una serpiente, serpiente que luego retoma su original forma de cayado. Impresio-nado el pueblo, asiste luego a otro prodigio: al estar fortificado por la presencia de ese Dios sin imagen, una de las manos de Moisés vuelve a su estado pri-migenio tras vérsela cubierta de lepra.

Continúan los prodigios y se suceden los asombros: el agua del Nilo se transforma en sangre, como una manera de expresar el sufrimiento de los israelitas en Egipto. Es entonces cuando los hebreos aceptan seguir a los dos hermanos camino de esa tie-rra de promisión que será pródiga en leche y miel.

El coro en un intermedio místico de nota-ble hermosura se pregunta dónde está Moisés y dónde está su Dios.

Acto II.

Escena primera y segunda. Aarón y los Setenta Ancianos ante el monte de la revelación, el Sinaí.

Page 4: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

144

Tras cuarenta días de viaje por el desierto, Moisés ha escalado la montaña donde Dios le va a revelar las leyes que han de regir a su pueblo. Durante su ausencia, los hebreos acampados a los pies de la montaña comienzan a dar señales in-equívocas de inquietud. Aarón intenta apaciguar a los Ancianos que se lamentan de la ausencia de Moisés. El pueblo encolerizado reclama la sangre de Moisés, pues están seguros de que éste y el Dios por él proclamado les han abandonado. Aarón in-tenta calmarles y, finalmente, consiente en que los hebreos retomen su antiguo culto. Accede a que se erija un becerro de oro, como representación tan-gible de un dios. El pueblo está feliz.

Escena tercera. El becerro de oro y el altar.

Cae la noche y se prepara una gran celebración ante la estatua dorada. Comienza una enloquecida danza frente al becerro dorado. La animación general se detiene cuando una paralítica se acerca a la ima-gen y, tras acariciarla, se retira curada de su dolencia. Unos mendigos ofrecen sus escasos bienes a la esta-tua, ante la cual se arrodillan también varios ancianos y le ofrecen su vida. Todas las tribus se acercan para adorar al ídolo. El joven, el adolescente que se desta-có en el acto primero, intenta derrocar la imagen pero es asesinado. El éxtasis de los presentes, que comen y bebe profusamente, se convierte pronto en liberti-naje. Cuatro vírgenes son sacrificadas ante el altar y el populacho, desenfrenado, se desboca en una orgía de sangre y de lujuria hasta que todos caen a tierra exhaustos. Alguien ve una figura que se perfila a lo lejos. “Es Moisés”, murmura.

Escena cuarta. El regreso de Moisés.

Con las Tablas de la Ley en sus manos, Moi-sés ordena que se derribe el becerro. Los hebreos ven con terror, lamentándolo también, cómo el becerro es destruido. Luego todos se dispersan.

Escena quinta. Moisés y Aarón.

Aarón intenta justificarse. Él sólo ha interpre-tado como portador de Moisés su idea divina en unos términos que pudieran ser comprendidos por sus hermanos hebreos. Moisés contraataca con la idea pura de Dios, sin ninguna imagen que le represente. Cuando Aarón le señala que las Tablas de la Ley son en sí también una imagen, una forma de representar las ideas, Moisés las arroja a tierra, destruyéndolas.

La discusión entre los hermanos finaliza cuando una columna de fuego se hace visible para conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta como un signo divino que indi-ca el camino para llegar a Él. Moisés se queda solo, desesperado, al faltarle palabras para expresarse.

Acto III. Moisés y Aarón.

Este acto quedó inconcluso musicalmen-te y está integrado por un diálogo entre los dos hermanos que se encuentran prisioneros de los Setenta Ancianos. Aquí Moisés vuelve a declarar la naturaleza ideal de Dios que no ha sido enten-dida por Aarón ni por su pueblo.

El compositor parece ser que por carta ma-nifestó el deseo de que, en las representaciones, se interpretara el acto con solo el texto hablado. Cuan-do la obra se ofreció en Zúrich en 1957 en estrenó escénico, con la aprobación de su viuda Gertrude Kolish, el acto III se omitió. En algunas representa-ciones se ofrece con música tomada del acto I.

Page 5: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

145

Page 6: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

146

Aarón y Moisés o Moisés y Aarón: uno más uno es uno

Arnoldo Liberman

“En Schönberg aparece como elemento ex-presivo, cerebral e irracional a la vez (ideal expre-sionista no sin aperturas hacia Freud) la inspira-ción tímbrica, el timbre como búsqueda abstracta y como alucinación, algo que leemos en los escritos de Schönberg pero no menos en los manifiestos pic-tóricos de Kandinsky y en los cuentos de Kafka”. (Federico Sopeña)

“Nunca postergar el sentimiento por una teoría”. (Arnold Schönberg)

“La vida es demasiado breve como para contentarse con palabras. Y demasiado difícil, no obstante, como para prescindir de ellas”.( Augusto Comte-Sponville)

El Teatro Real -como gesto simbólico y ex-presivo en un momento en que la exigencia de re-parar y pagar las deudas en todos los aspectos de nuestra vida está poniendo las cosas en su cauce, y si no vean nuestra vida política- brindará, por pri-mera vez en Madrid (después de años de espera y expectativa: la ópera fue estrenada en España, en Barcelona, en 1985) la versión escenificada de la notable obra de Schönberg, “Moisés y Aarón”. La valiente y lúcida actitud de Joan Matabosch pone, tarde pero seguro, a nuestro teatro en la lista de los justos, idea que ya había iniciado Gérard Mor-tier. Una ópera polémica, conflictiva, revolucio-naria, y, ¿por qué no decirlo?, metafísica, se hace por fin realidad y estremecimiento en el mundo

de los operómanos. Un auténtico oratorio (que Schönberg, en carta a Alban Berg, tituló “ópera fi-losófica”) transita por ese camino bíblico, por esa metáfora religiosa, por esa teología no escrita, que se mueve al borde del abismo (como diría Witt-genstein), por ese diálogo hondo entre el poder de la abstracción y el magnetismo de la imagen (¿qué otra cosa es nuestro mundo hoy?), donde se juega el destino mismo de la humanidad.

En ese enfrentamiento entre las necesida-des primitivas y la trascendencia de vivir, entre la realidad y el concepto, entre la utopía y la reali-dad, entre Moisés como mediador de la palabra de Dios y Aarón como su intérprete ante su pue-blo, entre el anhelo de un Dios que no puede ser representado y la imposibilidad de difundir su mensaje sin recurrir a una imagen sensible, se de-sarrolla este relato basado en el Génesis (revisado y modificado por Schönberg) y que podría sinte-tizarse en el momento en que Moisés reprocha a Aarón su populismo: “Con tus promesas ganaste al pueblo, no para el Eterno sino para ti mismo”; Aarón responde: “Para su libertad, para que lle-guen a ser un pueblo”, y Moisés replica “Este pueblo fue elegido para una libertad, la libertad de servir a la idea divina. Pero tú lo expusiste a dioses extraños, al becerro de oro y a las columnas de fuego y de nube, puesto que tú piensas y sien-tes como ellos. El dios que les has mostrado es la imagen de la impotencia. Has traicionado a Dios

Page 7: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

147

por los dioses, al pensamiento por las imágenes, a tu pueblo elegido por los otros, a lo extraordinario por lo banal”. Schönberg toma como base de su ópera sólo algunos pasajes del libro del Exodo (la zarza ardiente, los prodigios realizados por Aarón, la salida de Egipto, la entrega de las Tablas de la Ley y el becerro de oro).

Esencialmente se trata de una ópera au-tobiográfica donde la imaginación alcanza su punto culminante, el enunciado del concep-to de religiosidad y humanidad que habitaba el mundo interno de Schönberg y el empleo de la Sprechstimme (uno de los logros más sustancia-les del compositor iniciado en “Pierrot Lunaire”: una técnica vocal que se encuentra entre cantar y hablar, también usada en “Un superviviente de

Varsovia”). Y digo autobiográfica (“es un testi-monio de la vida, pasión y muerte de su autor”, escribe Santiago Martín Bermúdez) porque ex-presa los dos mundos íntimos del compositor: un Moisés torpe, tartamudo, incapacitado para decir con palabras su visión profética de la religiosidad pero símbolo de la religiosidad estricta, carismáti-ca e intransigente; obsesivamente centrado en su misión redentora, en la inefabilidad del ideal, ob-sesionado en concebir la existencia de Dios como un concepto, una abstracción, un emergente de la reflexión profunda.

Un ser autoritario, rígido, mesiánico, peren-torio e inflexible que debe testimoniar un Dios invisible, inefable, omnipotente y omnipresente, imposible de dibujar con palabras o con imágenes

Page 8: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

148

(que es lo que pretende Aarón), muchas veces un líder ensimismado, solitario y alejado de su pue-blo; y un Aarón, por el contrario, cuyo sentido de la realidad es llegar al pueblo de la manera que sea (con imágenes, con milagros: él es un exégeta de la praxis, un posibilista dispuesto a renunciar a ciertos principios con tal de ganar a los suyos), de firme vocación sacerdotal, pero que hace del ritual concreto, práctico, material, el camino hacia el pueblo, demagogo cuando es necesario serlo, menos espiritual pero más realista. Moisés es hijo de la abstracción, Aarón del discurrir ma-terial y las necesidades de un pueblo que él ansía interpretar: tiempos de “el eclipse de Dios” pero, como dice Martín Buber, “que el sol se eclipse es un acontecimiento entre él y nuestros ojos, no algo que sucede dentro del sol mismo”.

Independientemente de cómo organiza-ra Schönberg en su conciencia de compositor el acto creador, es el operómano quien en definitiva va a dar forma en su conciencia a la totalidad de la obra a partir de las orientaciones que propone el texto y el desarrollo. Una obra semejante en 1932 era una inusitada provocación. Son momen-tos en que el antisemitismo se institucionaliza (Hitler toma el poder en 1933). No hay otro judío que enfrentara el antisemitismo en tales térmi-nos, ante tantos que practicaban la política del avestruz. Schönberg fue capaz de oír -como años antes lo había hecho Kafka- el inmenso grito que circulaba por el mundo. El temblor y la angustia inspiran los pentagramas de Schönberg, que ja-más se resuelven en un acorde consonante sino que constantemente nos destroza, nos astilla, nos hiere, para inscribir en nuestra carne -como aquel

relato de Kafka “En la colonia penitenciaria”- el desgarramiento metafísico.

Cuando Aarón se disculpa ante Moisés por el episodio del becerro de oro, le dice:

Aarón- Cuando te aíslas te creen muerto. El pueblo ha esperado la palabra de tu boca, de don-de saldrían los derechos y la Ley. Por eso tuve que darles una imagen para que la contemplaran.

Moisés- Tu imagen desaparece ante mi pa-labra.

Aarón- Ningún pueblo puede creer si no siente.

Moisés- No me convences. ¡Debe aferrarse a la idea! Dios, inconcebible, inexpresable, am-bivalente idea! ¿Aarón, mi boca, debe hacer esta imagen? ¿Incluso yo he hecho una imagen, falsa como cualquier imagen? (Moisés se refiere a las Tablas de la Ley escritas en la piedra y que Aarón señala que también son imagen). ¡Estoy vencido! ¡Todo lo que había concebido era demencia y no puede ni debe ser dicho! ¡Oh, palabra, tú, pala-bra que me faltas! (¡Oh, Word, du Word, das mir fehlt!), que son las palabras finales -y que han ga-nado legendaria repercusión- de una de las óperas más hondas y conmovedoras de la historia de la música. Recuerdo pocos momentos operísticos tan patéticos y desolados como Moisés diciendo estas palabras, solo, en medio del llanto, mientras la música (cae el telón en tanto una nota, sosteni-da por los violines, agoniza), lo va abandonando hasta dejarlo absolutamente impotente, confe-sando su derrota en un monólogo estremecido y estremecedor.

Page 9: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

149

Esa Ley invisible que une al pueblo con Dios está representada por el lenguaje dodecafónico y por una meticulosidad excepcional y una signifi-cativa opulencia orquestal. Dice Fubini: por eso debe permanecer íntimamente celada y no puede ser inmediatamente perceptible al oído, no pue-de ser expresada a través de armonías consonantes evidentes y directamente audibles al oído natural. Esto significaría transformarla -contra la opinión de Moisés- en falsamente representable y visible y Dios no puede ser visto (Moisés en el Sinaí sólo alcanza a ver su espalda). Por eso Moisés se expre-sa a través del Sprechgesang: no puede cantar, no puede decir con armonías consonantes o sea fácil-

mente perceptible lo indecible, lo que no se puede decir. Una ópera en que toda la batería de recursos sonoros es puesta al servicio de una idea, que sus efectos musicales son de gran originalidad, que sus contrapuntos emocionales y filosóficos crean un producto compacto, equilibrado, sin fisura alguna, y un pensamiento hecho partitura excepcional. Lo decía Pau Casals: “En Schönberg se da el caso de una noble y deliberada voluntad de investigación y, sobre todo, de una sinceridad total consigo mismo. Influido por el impulso profético de su raza y por su profunda devoción por la música, el maestro vienés quería explorar zonas hasta entonces igno-radas -como la atonalidad- con el único objeto de

Page 10: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

150

examinar lo que podía dar de sí y lo que de ella podía esperarse”.

Es cierto que esta ópera-oratorio tiene poco acción, poca dinámica escénica, es una obra de ideas y -como dice José Luis García del Bus-to- “los escasos hechos que en la escena discu-rren, a ellos sirven y no al habitual curso teatral de exposición, nudo y desenlace. Y sin embargo “Moisés y Aarón” es música teatral. Una mínima familiaridad con la obra nos mostrará el inmenso potencial dramático (en el sentido teatral) que posee. Dramatismo, teatralidad, que Schönberg tuvo el genial acierto de transmitir por medios puramente compositivos. Palabra, música, ac-ción, han nacido como desde la nada; Schönberg ha instaurado un nuevo concepto de teatro mu-sical; sus innovaciones son tan hondas que “Moi-sés y Aarón” tiene que figurar necesariamente en una relación que agrupe los cinco o seis títulos más decisivamente nuevos que haya dado la ópe-ra desde Orfeo”. Estas consideraciones ayudan a comprender la significación de esta obra, como también estas expresivas palabras del mismo Schönberg: “No es el corazón por sí solo el que crea todo lo que sea bello. Emocional, patético o encantador, ni tampoco es el cerebro solo capaz de producir la perfecta construcción, la organiza-ción sonora, lo que sea lógico o lo complicado. En primer lugar, en todo arte de valor supremo se debe mostrar tanto el corazón como el cerebro. En segundo lugar, el verdadero genio creador no encuentra dificultad para dominar mentalmente sus sentimientos, ni el cerebro ha de producir tan sólo lo árido y lo inexpresivo al concentrarse en la corrección y en la lógica”.

Y dirá, en aparente contradicción (sólo aparente) con estas palabras, algo definitivo en la polémica con Karl Kraus originada en el momen-to en que Gustav Mahler era atacado por judío: “El artista no necesita de la belleza. Para él la ver-dad es suficiente”. Para él, Moisés es la verdad de la suprema idea de Dios como imperativo excelso de la meta final del triunfo del espíritu y la ani-quilación de lo materialmente prescindible, de lo meramente atado a la futilidad de los sentidos. Lo dirá Nuria Schönberg, su hija, en un reportaje en Barcelona: “La herencia de mi padre, reflejada también en su música, es ética”. Robert Musil ya lo había establecido: “Desde mi juventud he con-siderado lo estético como ética”. Y en la propo-sición 6421 del “Tractatus lógico-philosophicus” escribe Wittgenstein: “Ética y estética son lo mis-mo. La ética es trascendental”. Schönberg sabía que mientras la mayoría elige el camino de las fal-sas seguridades, silenciando lo oculto, aceptando sólo lo manifiesto, para alejarse de este modo de lo realmente inquietante y verdadero, él apostaba por lo contrario, por hacer la luz en aquello que se oculta y que brota de una auténtica rebelión que rompe con tesón “los huertos de la mediocridad”, como dice Rafael Argullol. Agregando: “Tratan de emancipar el alma humana de su servidumbre, devolverle la conciencia de su vitalidad salvaje e impulsarla al maravilloso error de asaltar el cielo”. Schönberg podría decir, como el Fausto: “¡Dos al-mas, ay, moran en mi pecho”. Schönberg es Moi-sés y es también Aarón, es el principio ordenador lógico de total concentración en lo esencial y es también el vivificador de la idea por medio de la obra, de la acción, el visionario que formula y ex-presa, pero que también puede ser víctima de una

Page 11: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

151

pasión demasiado humana. Lo que Fubini llama: “la ambivalencia no resuelta entre dos polos”.

Como muy bien dice Santiago Martín Bermúdez, “Moisés y Aarón” no es una respues-ta o una secuencia de respuestas. Es más bien una pregunta. Una pregunta compleja y muy bien formulada. Por eso el malo no es el dema-gogo Aarón. Ni el bueno es Aarón convertido en

dirigente popular. Por eso el malo no es el rígido y antipopular Moisés. Que no es un dirigente ejemplar e infalible. Ni Moisés es el artista su-blime y genial cuya obra el bueno de Aarón se dedica a divulgar y, de paso, a desvirtuar”. San-tiago tiene razón: se trata de una pregunta, so-bre todo para un judío que es aquel que valora más las preguntas que las respuestas. Existe una

Page 12: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

152

anécdota legendaria de un rabino que va cami-nando por las calles de Varsovia y cada vez que ve a un judío afligido o melancólico le dice: “Yo tengo la respuesta. Pero, ¿tú tienes la pregunta?”. Schönberg pone en sus dos personajes príncipes el dualismo esencial, la lucha dialéctica. Moisés y Aarón, la verdad y la belleza, forman una alian-za fraternal y fracasada. Moisés con voz de bajo, cuya parte está enteramente tratada en sprech-gesang (canto hablado) y Aarón, cuya interpre-tación exige los medios del heldentenor (tenor fuerte, nacido en la ópera wagneriana). Ambos hermanos -la voz de Dios canta como Aarón y tartamudea como Moisés- se hallan en medio de dos fuerzas poderosas que están destinados a unir: una de ellas es Dios, espíritu abstracto, absoluto, irrepresentable; la otra, el pueblo, ha-bitado de pecados y ansioso de redención no sólo trascendente sino cotidiana, que necesita milagros e imágenes, que anhela la efusión de los sentidos y las formas más elementales de la idolatría. La lucha entre los dos es la eterna con-frontación entre el concepto y la representación, entre el significante y el sentido, entre la abstrac-ción y el semblante, entre el logos y la palabra por un lado y el carisma y el sentido pragmático por el otro. Y algo que importa mucho desde otra mirada: Schönberg emancipa la disonancia y la disonancia en esta ópera es asumir que uno está solo. En este caso, la consonancia es ser grupal, miembro de un colectivo aceptado socialmente: éste es Aarón.

El pueblo es incapaz de comprender aquella verdad abstracta de un Dios invisible y por ello hay que proporcionarle una forma con-

creta, material, posible de aprehensión y hacer-la accesible a través del arte de los sentidos. El becerro de oro, por ejemplo. Así Aarón llega a someterse a las necesidades urgentes, desacra-lizadas y fetichistas de la masa. Moisés, el pro-feta de la palabra y la Ley, puede hablar pero no puede cantar y esa debilidad (esa torpeza, dirá Charles Rosen) lo aleja de la comprensión popular. “Mi lengua no articula, puedo pensar pero no hablar” se excusa Moisés, pero Jehová provee una solución que a la postre se transfor-ma en la esencia del vínculo: “Aarón debe ser tu boca, tu voz ha de salir de Aarón, igual que la mía sale de ti”. Pero Aarón no es el espejo de Moisés sino su otra mitad, su interlocutor privilegiado, el que sabe que la palabra sola no alcanza. Los prodigios que realiza Aarón para convencer a su pueblo no son la voz de Moisés sino, por el contrario, milagros de la imagen y emergentes de su inquietud populista. Moisés no tiene otra alternativa (“soy un incircunciso de labios”, dice) que ceder a Aarón, el artista o el mediador, aquella palabra inaccesible para que éste la domestique, la sensualice y la haga llegar indirectamente a través del lenguaje de los sentidos. Pero el Becerro de Oro no es el absoluto: es la pérdida de toda posibilidad de comprender y de redención; no es los Diez Mandamientos sino su deformación ansiosa y perversa; no es la palabra válida sino el verbo pedestre. Lo dirá Moisés: “Ninguna imagen te puede dar una imagen de lo inimaginable”. O como dice notablemente el filósofo argentino Santiago Kovadloff: “Oirá aquel a quien nada le resulte más palpable que lo inasible”.

Page 13: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

153

“Schönberg -dice Donald Mitchell- es probablemente el único compositor de la pri-mera mitad de este siglo, que ha escrito una ópera que puede rivalizar con Wagner por la amplitud y grandeza de la inspiración, el úni-co que ha concebido con claridad la lucha en-

tre la voz humana y la orquesta”. “Moisés y Aarón” tiene su precedente en una obra más temprana de Schönberg: “El camino bíblico”, de 1926-1927, que representa en forma dra-mática una contundente respuesta al aumento de los movimientos antisemitas en el mundo

Page 14: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

154

de habla alemana después de 1848 y una ex-presión profundamente personal de su propia crisis de identidad judía. Esta última comenzó con un encuentro cara a cara con la agitación antisemita en Mattsee, cerca de Salzburgo, du-rante el verano de 1921, cuando fue obligado a abandonar el hotel por ser judío, aunque él se había convertido al protestantismo en 1898. “Mis maestros fueron en primer lugar Bach y Mozart, y en el segundo, Beethoven, Brahms y Wagner”, dijo alguna vez ese músico que ama-ba Alemania pero que, parece ser, Alemania no lo amaba a él.

Fue una experiencia traumática a la que Schönberg se referirá con frecuencia y de la que parece una primera mención en carta a Kan-dinsky (abril de 1923): “Por fin he aprendido la lección que forzadamente me han enseñado este año y nunca la olvidaré. Es que no soy un alemán ni un europeo; de hecho apenas soy un ser humano (al menos los europeos prefieren al peor de los de su raza antes que a mí): sólo soy un judío. Pero estoy satisfecho que así sea”. Gustav Mahler había dicho palabras semejan-tes: “Soy tres veces apátrida: como un bohemio entre los austríacos, como un austríaco entre los alemanes, y como un judío en el mundo en-tero. Soy un intruso en todas partes, bienveni-do en ninguna”. De la experiencia de Mattsee, Schönberg brotará “El camino bíblico” (donde el personaje, Max Aruns - Moisés y Aarón: uno más uno es uno- está parcialmente inspirado en Theodor Herzl, fundador del moderno sionis-mo político, para luego proclamar en “Moisés y Aarón” su inflexible credo monoteísta y fi-

nalmente, tras su regreso oficial al judaísmo en 1933 (en 1932 había compuesto esta ópera) en una sinagoga parisina de la calle Copérnico, ya exilado y apadrinado por Marc Chagall, dedicar más de una década en la infatigable misión de salvar judíos europeos del terror nacionalsocia-lista. Schönberg apoya la creación de una patria para los judíos, identificado con los postulados del sionismo y la ópera tiene muchos mensajes subyacentes en ese sentido. Moisés, en el cen-tro del éxodo bíblico, se había convertido desde los tiempos de Enrique Heine hasta los de Her-zl y Schönberg, en la encarnación ideal de un redentor nacional y espiritual. Pero el auténtico personaje de esta obra es el pueblo judío, un pueblo protagonista que exigirá del talentoso Andrés Máspero toda su sabiduría coral.

Finalizo: “Me entiendo mucho menos cuando hablo que cuando callo”, había dicho Hans Karl Bühl, personaje de un relato de Hugo von Hofmannsthal. Otros escritores de habla alemana dirán lo mismo, especialmente Wittgenstein. El lenguaje había llevado a Eu-ropa a una situación caótica y sin salida y los creadores desconfiaban de él. Si la palabra no ayudaba a establecer una estabilidad válida, un cuerpo orgánico, convivencial, ecuánime y le-gislativo, la palabra sobraba, no tenía sentido. ¿Cómo se debía evaluar la función del lengua-je cuando se había prostituido para expresar las mentiras y estafas de los regímenes tota-litarios y transformado en la dama ambigua e infiel de las falsas democracias? ¿Qué sentido tenía defender su autenticidad cuestionada? No muchos años después de la muerte de ese

Page 15: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

155

hondo perturbador cronista de nuestro tiempo que fue Franz Kafka, Schönberg finalizaba el segundo acto de “Moisés y Aarón” (final de la ópera: el tercer acto nunca se musicalizó) con aquellas palabras fatigadas y desesperanzadas que Moisés duele. Moisés es allí Hermann Bro-ch, Franz Kafka, Gustav Mahler, George Trakl, Oskar Kokoschka, Adolf Loos, Alban Berg, Karl Kraus, y tantos otros testigos de los aconteci-mientos siniestros y fúnebres de una Europa en trance de autodestrucción que sembró la muer-te por doquier. Los artistas intentaban liderar una respuesta posible en un mundo imposible. “Por eso en el arte - como dijo Alfred Doeblin- todo son plegarias”. Hay derrotas que se ganan. El “Moisés y Aarón” de Schönberg es el testi-monio más imperecedero de esa derrota. Cuan-

do en “Tristán”. en el pasaje del filtro de amor, Wagner, en un momento conflictivo de la obra, ofrece una auténtica serie atonal, inicia el siglo XX. En la desgarradora frase de violín que cie-rra la ópera de Schönberg, el siglo XX denuncia toda su dramática vicisitud. Y no obstante, su definitiva grandeza. Así como sobrecogedor es su final -uno de los más sobrecogedores que he vivido- “Moisés y Aarón” es - la expresión no es mía, es de Manuela Mesa- uno de los monu-mentos más grandiosos que se hayan levantado jamás para la gloria de la música.

Schönberg, poco antes de su muerte, fue elegido presidente honorario de la Academia de Música de Israel, después de haber rechazado su candidatura a presidente del Estado.

Page 16: Moisés y Aarón - Amigos de la Ópera de Madrid · confianza el anuncio de la llegada de un nuevo Dios ... conducir al pueblo elegido a la tierra prometida. Aarón la interpreta

156