Momento Nepal, La Niña Que Tenía Prohibio Reír o Llorar.

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Momento Nepal: la niña que tenía prohibido reír o llorar. Por la propia dinámica del viaje se van sucediendo diferentes acontecimientos y eventos notables entre el ya de por sí extraordinario día a día. A veces no resulta tan fácil ponerlos en relación, o asimilarlos completamente, pero en el intento de absorber las experiencias en la mayor medida posible, vamos menguando la capacidad de asombro y el poder de fascinación que nos despiertan. Entre tantas imágenes (formas, líneas, colores, texturas, etc) con las que diaria y voluntariamente atomizamos nuestras retinas, suceden estos momentos que nos abren aún más los ojos, que nos abstraen del modo-viaje en el que muy seguido nos automatizamos. Uno de ellos fue el que viví en el valle de Katmandú con 4 amigos; el relato que viene a cuento. Luego de la aventura asiática del mes anterior que significó conocer la idiosincrasia e innovación japonesa, el contraste y las desigualdades chinas, y la mística e intensa realidad india, con menos expectativa llegó Nepal. Probablemente resultado del menor conocimiento general sobre el lugar y el cansancio físico, que agravado con molestias estomacales de los menos afortunados, ya se iba sintiendo. Desde los primeros días de recorrida, esta vez en formato de excursión, fueron muchas las cosas que llamaron mi atención; el color rojizo ladrillo de las construcciones, la gran extensión del valle vista desde lo alto, la arquitectura de templos y estupas budistas, las canillas colectivas de agua pública de dudosa procedencia, los rasgos de los nepalíes y el colorido que visten, la oscuridad en la que queda la ciudad luego del atardecer pero que no impide que continúe la vida en la calle hasta más tarde, entre otras. Luego llegó el día de actividad libre con las sugerencias de excursiones aventurafuera de la ciudad, entre las que había opción de safari con paseo sobre elefante, rafting en uno de los tantos ríos de la zona o sobrevuelo del valle en avioneta. Fuimos muy pocos los que no elegimos ninguna de las anteriores. Por más atractivas y casi de “diversión asegurada” que sonaban las propuestas, respondió a cierta necesidad de caminar un poco más la ciudad por nuestra cuenta, conocer e involucrarnos un poco más. Así fue entonces que, mapa en mano, salimos a recorrer la zona de la plaza Durbar. Además de ser el centro activo de la ciudad nos encontramos con un complejo de varios templos, de techo tipo pagoda como los tradicionales japoneses y ricos patios interiores, que dedicamos su debido tiempo a fotografiar. Al rato de estar caminando y tachando en el mapa uno a uno lo visitado, dimos con un folleto del templo de la Kumari. En la tapa la foto de una niña de no más de 6 años, excesivamente adornada y maquillada, junto a la descripción de “diosa viviente” que describe al interior, llaman nuestra atención. Decidimos entonces aprovechar las últimas horas de luz y hacer una visita más; seguimos el mapa por una calle transversal hacia ese punto, no lejano pero apartado del alboroto de la plaza. Al llegar vemos que se trata de una construcción de ladrillo de tres pisos, con los marcos de ventanas y puertas muy decorados con relieves en madera tallada. Al interior, aún más decoraciones en los pilares también de madera con motivos de dioses y simbología religiosa hindú. Se nos hace reconocible el mismo tipo de patio cuadrado de los templos anteriores, hacia el que asoman balcones continuos de los pisos superiores. Naturalmente miramos para arriba pero la poca luz no colabora demasiado con nuestra curiosidad. Al tiempo que percatamos que somos los únicos visitantes en ese momento, una persona, hace instantes sentada, se incorpora y se nos acerca. Intuimos de antemano como sería el intento de comunicación; nos hablan en nepalés, no entendemos, intentamos explicar que no estamos entendiendo, se dan cuenta antes que terminemos la explicación, sonríen y siguen. La variante sería excusarnos vía gesto por haber tomado alguna fotografía robada si fuese el caso. Esta vez igual es diferente. El hombre, ya a nuestro lado, sostiene en la mano el mismo folleto con la foto de la niña. “Kumari” nos dice. “Si, Kumari” contestamos. Sin lugar a mucho más diálogo nos hace el gesto de que lo sigamos. Tras unas miradas cómplices entre nosotros, lo seguimos. Para ese

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Relato de visita al valle de Katmandú, Nepal. 2013

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  • Momento Nepal: la nia que tena prohibido rer o llorar. Por la propia dinmica del viaje se van sucediendo diferentes acontecimientos y eventos notables entre el ya de por s extraordinario da a da. A veces no resulta tan fcil ponerlos en relacin, o asimilarlos completamente, pero en el intento de absorber las experiencias en la mayor medida posible, vamos menguando la capacidad de asombro y el poder de fascinacin que nos despiertan. Entre tantas imgenes (formas, lneas, colores, texturas, etc) con las que diaria y voluntariamente atomizamos nuestras retinas, suceden estos momentos que nos abren an ms los ojos, que nos abstraen del modo-viaje en el que muy seguido nos automatizamos. Uno de ellos fue el que viv en el valle de Katmand con 4 amigos; el relato que viene a cuento. Luego de la aventura asitica del mes anterior que signific conocer la idiosincrasia e innovacin japonesa, el contraste y las desigualdades chinas, y la mstica e intensa realidad india, con menos expectativa lleg Nepal. Probablemente resultado del menor conocimiento general sobre el lugar y el cansancio fsico, que agravado con molestias estomacales de los menos afortunados, ya se iba sintiendo. Desde los primeros das de recorrida, esta vez en formato de excursin, fueron muchas las cosas que llamaron mi atencin; el color rojizo ladrillo de las construcciones, la gran extensin del valle vista desde lo alto, la arquitectura de templos y estupas budistas, las canillas colectivas de agua pblica de dudosa procedencia, los rasgos de los nepales y el colorido que visten, la oscuridad en la que queda la ciudad luego del atardecer pero que no impide que contine la vida en la calle hasta ms tarde, entre otras. Luego lleg el da de actividad libre con las sugerencias de excursiones aventura fuera de la ciudad, entre las que haba opcin de safari con paseo sobre elefante, rafting en uno de los tantos ros de la zona o sobrevuelo del valle en avioneta. Fuimos muy pocos los que no elegimos ninguna de las anteriores. Por ms atractivas y casi de diversin asegurada que sonaban las propuestas, respondi a cierta necesidad de caminar un poco ms la ciudad por nuestra cuenta, conocer e involucrarnos un poco ms. As fue entonces que, mapa en mano, salimos a recorrer la zona de la plaza Durbar. Adems de ser el centro activo de la ciudad nos encontramos con un complejo de varios templos, de techo tipo pagoda como los tradicionales japoneses y ricos patios interiores, que dedicamos su debido tiempo a fotografiar. Al rato de estar caminando y tachando en el mapa uno a uno lo visitado, dimos con un folleto del templo de la Kumari. En la tapa la foto de una nia de no ms de 6 aos, excesivamente adornada y maquillada, junto a la descripcin de diosa viviente que describe al interior, llaman nuestra atencin. Decidimos entonces aprovechar las ltimas horas de luz y hacer una visita ms; seguimos el mapa por una calle transversal hacia ese punto, no lejano pero apartado del alboroto de la plaza. Al llegar vemos que se trata de una construccin de ladrillo de tres pisos, con los marcos de ventanas y puertas muy decorados con relieves en madera tallada. Al interior, an ms decoraciones en los pilares tambin de madera con motivos de dioses y simbologa religiosa hind. Se nos hace reconocible el mismo tipo de patio cuadrado de los templos anteriores, hacia el que asoman balcones continuos de los pisos superiores. Naturalmente miramos para arriba pero la poca luz no colabora demasiado con nuestra curiosidad. Al tiempo que percatamos que somos los nicos visitantes en ese momento, una persona, hace instantes sentada, se incorpora y se nos acerca. Intuimos de antemano como sera el intento de comunicacin; nos hablan en nepals, no entendemos, intentamos explicar que no estamos entendiendo, se dan cuenta antes que terminemos la explicacin, sonren y siguen. La variante sera excusarnos va gesto por haber tomado alguna fotografa robada si fuese el caso. Esta vez igual es diferente. El hombre, ya a nuestro lado, sostiene en la mano el mismo folleto con la foto de la nia. Kumari nos dice. Si, Kumari contestamos. Sin lugar a mucho ms dilogo nos hace el gesto de que lo sigamos. Tras unas miradas cmplices entre nosotros, lo seguimos. Para ese

  • entonces no sabamos que kumari significa nia virgen en nepal, ni que estbamos por involucrarnos con ms 700 aos de tradicin hinduista. Cruzamos el patio detrs suyo hasta un rincn a tomar la escalera. Nos hace sea para que permanezcamos en silencio y subimos. La iluminacin tenue del espacio al que llegamos, ayudada por varias velas en el piso, termina de ambientar la escena. Sin saber bien que hacer nos quedamos quietitos, como aguardando instrucciones. Luego de intercambiar unas palabras indescifrables con alguien en otra pieza interpretamos que el hombre nos anuncia. Seguido, nos hace pasar a la pieza contigua, an ms pequea y oscura, y seala unos almohadones en el piso. Tomamos asiento, aunque no por mucho tiempo. Estbamos a punto de conocer a la diosa viviente, y una mezcla de incredulidad y nerviosismo nos mantiene expectantes. Del ms escptico al ms supersticioso, no hacemos otra cosa que observar cada rincn de la pieza y cruzar miradas. A continuacin vuelve el hombre y nos pide que lo sigamos una vez ms. Atravesamos un pasillo estrecho hasta la ltima habitacin, el resplandor de ms velas se intuye desde afuera. Nos asomamos y la vemos. Sentada en una especie de trono decorado y vestida de rojo y dorado como en la foto. No se mueve, no nos movemos. El hombre interviene y nos hace pasar. La habitacin, especialmente pequea, da lugar para su asiento, velas en el piso y una bandeja con recipientes dorados, flores y maz. Un almohadn exactamente a sus pies se roba el resto del piso, en el que nos fuimos arrodillando uno a uno en frente suyo. Es esta la posicin de veneracin que lo hinduistas y budistas realizan ante ella, la reencarnacin de la diosa Durga, que vivir en el cuerpo de esta nia hasta su primer derrame de sangre (menstruacin o eventual accidente grave), para reencarnarse en la siguiente elegida. Una vez arrodillados nos da su bendicin; sin hablarnos ni hacer expresin alguna se agacha para tocarnos la frente, y pintarnos el tercer ojo. Intima mirarla. Sus fuertes rasgos, intensificados por el maquillaje, disimulan un poco su edad. Para entonces no sabamos que no se trataba de cualquier nia, haba sido elegida a los 3 aos de edad luego de un estricto ritual de seleccin cumpliendo 32 perfecciones, referidas a su tipo de voz, tono de piel, dientes, color de ojos y cabello, pestaas y cuello, entre otras. Para mantener la tradicin, mientras fuera diosa, vivira en el templo bajo el cuidado de tutores alejada de todo contacto social, sin recibir educacin ni recreacin como el resto de los nios de su edad. Todo sucede muy rpido, aunque la tensin del momento relativiza el pasar del tiempo. No es la falta de informacin lo que inquieta sino una intensidad inexplicable hasta que dejamos la habitacin. Intimidaba mirarla. Su mirada de ojos delineados, penetrante y a la vez perdida, no disimula el aburrimiento. Imaginarla solitaria y recluida, despierta empata y hasta pena. El hombre reaparece y nos acompaa nuevamente. Bajamos la escalera y cruzamos el patio en silencio hacia la salida. Una vez fuera no hacemos ms que intercambiar impresiones y repasar lo vivido. Bizarra, es el modo ms rpido de calificar la experiencia en nuestras respuestas, aunque cuesta ir ms a fondo. A sabiendas de lo fcil que es prejuzgar, lo venimos haciendo desde que arrancamos el viaje en sus ambas connotaciones, terminamos convencindonos entre nosotros de lo complicado que era entender la situacin sin conocer bien su tradicin cultural y religin, por ms increble que nos pareciera todo el asunto desde el principio. No fue hasta despus de buscar en internet que ampliamos ms lo que sabamos; adems de ahondar en todos los rituales de la diosa, para nuestra sorpresa fue el propio encuentro lo que termin por definirlo de aventura. La nia-diosa saldra del templo slo dos veces al ao para cumplir con las festividades y ser vista por su pueblo. En el templo mientras tanto slo sera vista desde el patio de turistas (ya que es hasta donde tienen permitido acceder explicaba), cuando casualmente se asomara al balcn en su recreo entre rituales, de forma poco probable y casi desesperanzadora sostenan varios blogs de viajeros.

  • Si bien unnimemente reconocimos que fue ms interesante que agradable la visita, agradecemos haberlo vivido. El momento nepal fue sin dudas haber conocido a la Kumari, esa tarde, en esa pieza casi a oscuras. Nos dej varias cosas en qu pensar y contar en los das siguientes, y la eterna certeza del hecho oportuno: haber estado en el momento preciso, en el lugar adecuado.