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149 de relaciones ecosociales y cambio global Nº 147 2019, pp. 149-169 Monica Di Donato (MDD): Recientemente, el debate sobre las problemáticas inherentes al mundo rural se ha vuelto de actua- lidad. Fenómenos como despo- blación, “España vacía” vs “España vaciada”, desarraigo, “España a dos velocidades”, segregación territorial, subordina- ción de “lo rural” a “lo urbano”, etc. son temas presentes en muchas de las reflexiones que cir- Monica Di Donato es miembro de FUHEM Ecosocial MONICA DI DONATO Un panel de seis expertas y expertos reflexiona sobre la España rural vaciada y degradada Diálogo entre Elisa Oteros-Rozas, Luis Camarero, Virginia Hernández, Sergio del Molino, Lucía López Marco y Valentín Cabero Los desequilibrios territoriales en el Estado español entre grandes ciudades, por un lado, y el mundo rural y pequeñas capitales de provincia por otro ha adquirido notoriedad como problema de primer orden solo recientemente, aunque el problema viene de atrás. Se constata la alarmante despoblación de zonas del interior y el “olvido” de amplias franjas del territorio en servicios básicos y en una estructuración económica viable. En esta conversación coral entre seis de las principales voces en este asunto se examinan algunas de las cuestiones más relevantes, como la dicotomía rural-urbano que sostiene la segregación, el disfuncional metabolismo de las grandes urbes y posibles medidas para revertir estos procesos. Elisa Otero-Rozas es investigadora postdoctoral en la Cátedra de Agroecología y Sistemas Alimentarios de la Universidad de Vic; Luis Camarero es sociólogo y catedrático del Departamento de Teoría, Metodología y Cambio Social de la UNED; Virginia Hernández es filóloga y alcaldesa San Pelayo (Valladolid), Sergio Del Molino es periodista, autor de La España vacía (Turner, 2016), Lucia López es veterinaria y experta en desarrollo rural y gana- dería extensiva, autora del blog mallata.com; Valentín Cabero es catedrático de Geografía de la USAL (jubilado) y miembro del Centro de Estudios Ibéricos (Guarda, Portugal).

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Monica Di Donato (MDD):Recientemente, el debate sobrelas problemáticas inherentes almundo rural se ha vuelto de actua-lidad. Fenómenos como despo-blación, “España vacía” vs

“España vaciada”, desarraigo,“España a dos velocidades”,segregación territorial, subordina-ción de “lo rural” a “lo urbano”,etc. son temas presentes enmuchas de las reflexiones que cir-

Monica Di Donatoes miembro deFUHEM Ecosocial

MONICA DI DONATO

Un panel de seis expertas yexpertos reflexiona sobre laEspaña rural vaciada y degradadaDiálogo entre Elisa Oteros-Rozas, Luis Camarero,Virginia Hernández, Sergio del Molino, Lucía López Marco y Valentín Cabero

Los desequilibrios territoriales en el Estado español entre grandes ciudades,por un lado, y el mundo rural y pequeñas capitales de provincia por otro haadquirido notoriedad como problema de primer orden solo recientemente,aunque el problema viene de atrás. Se constata la alarmante despoblación dezonas del interior y el “olvido” de amplias franjas del territorio en serviciosbásicos y en una estructuración económica viable. En esta conversación coralentre seis de las principales voces en este asunto se examinan algunas de lascuestiones más relevantes, como la dicotomía rural-urbano que sostiene lasegregación, el disfuncional metabolismo de las grandes urbes y posiblesmedidas para revertir estos procesos.

Elisa Otero-Rozas es investigadora postdoctoral en la Cátedra deAgroecología y Sistemas Alimentarios de la Universidad de Vic; Luis Camareroes sociólogo y catedrático del Departamento de Teoría, Metodología yCambio Social de la UNED; Virginia Hernández es filóloga y alcaldesa SanPelayo (Valladolid), Sergio Del Molino es periodista, autor de La España vacía(Turner, 2016), Lucia López es veterinaria y experta en desarrollo rural y gana-dería extensiva, autora del blog mallata.com; Valentín Cabero es catedráticode Geografía de la USAL ( jubilado) y miembro del Centro de Estudios Ibéricos(Guarda, Portugal).

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culan. Empezaremos el debate intentan-do esbozar cuáles son, desde tu puntode vista, las dimensiones o elementos alos que indudablemente apuntarías paraentender la complejidad del fenómenoque nos ocupa.

Elisa Oteros-Rozas (EO): Efectiva-mente,si bien la despoblación en España es unproceso que dura ya más de medio siglo, eldesequilibrio territorial ha cobrado especialatención social y mediática en los últimosmeses, fundamentalmente por las citaselectorales. En mi opinión habría que consi-derar al menos cuatro dimensiones, alta-mente relacionadas entre sí, tanto por losfactores impulsores del abandono rural,como por sus consecuencias.

En primer lugar hay una dimensión eco-nómica del fenómeno, en la que el procesode industrialización de la economía españo-la y la Revolución Verde juegan un papelfundamental. Desde una economía susten-tada fundamentalmente en mercados loca-les, regionales y en parte estatales, se dauna transición hacia la incorporación a laeconomía de mercado globalizado quetenemos hoy en día. La agricultura y laganadería pasan de ser el “sector primario”,mayoritariamente orientado a la alimenta-ción de personas, a ser el eslabón débil deun sistema agroalimentario complejo, glo-balizado, altamente financiarizado y, sobretodo, industrializado y orientado a la acu-mulación de capitales en manos de oligopo-lios de la agroindustria, las biotecnologías ylas farmacéuticas. La mecanización y laincorporación de insumos agroquímicos,sobre todo desde los años cincuenta, gene-

ró efectos encadenados hasta nuestrosdías: por ejemplo, el rápido aumento de laproducción agraria a raíz de su intensifica-ción dio lugar a la necesidad de encontrarnuevos mercados que la absorbieran, y porello España se ha convertido en el mayorproductor europeo, y uno de los principalesdel mundo, de piensos y de ganaderíaindustrial.

La dimensión económica está estrecha-mente ligada a una importante dimensiónecológica. Los cambios de usos del suelo, ylas consiguientes transformaciones de losciclos biogeoquímicos (del fósforo, el nitró-geno y el carbono) y pérdida masiva de bio-diversidad, son el factor más importante delcambio ambiental global. En España hasido la misma industrialización del campoque impulsó el abandono rural, la mayorcontribuyente a la contaminación de suelosy aguas por nitratos de regadíos fertilizadosquímicamente. Sin embargo, hay un debateabierto ahora mismo sobre la supuesta ven-tana de oportunidad que abre el despobla-miento para renaturalizar o resilvestrar(rewilding, en inglés) ecosistemas conescaso uso humano, es decir para recupe-rar la biodiversidad silvestre al desarrollarselos ecosistemas hacia estados ecológica-mente más maduros. Se trata de un debateinternacional que en su aplicación al con-texto ibérico resulta controvertida por elvalor de la agrobiodiversidad que se ve sus-tituida, por el peligro de incendios y la con-siguiente erosión del suelo así como porotros argumentos, también sociopolíticos.

De hecho, en tercer lugar, hay unadimensión política en las causas y conse-cuencias del vaciamiento de España rural,

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que tampoco es original de nuestro territo-rio. Hace ya tiempo que se descubrió queconcentrar la población en núcleos urbanostiene grandes beneficios para el capitalis-mo. El control social, por ejemplo, es muchomás fácil de ejercer sobre poblaciones con-centradas que dispersas. Del mismo modo,para el control del territorio y los recursosnaturales es mejor no tener población localque oponga resistencia. Siguiendo con elejemplo de la ganadería industrial, no escasualidad que las zonas donde más seestá expandiendo, sean las más despobla-das de España. Igual que está sucediendocon la reapertura de minas o el desarrollode nuevos proyectos de mega-minería: sinadie habita el territorio y tiene en él suforma de vida y sustento, nadie lo defiende,dejando vía libre para el desarrollismoinsostenible. Por otro lado, el modelo dedesarrollo asociado al consumismo es másfácil de alimentar en poblaciones concentra-das: no en balde China lleva la última déca-da concentrando su población en nuevasciudades de gran tamaño (en comparacióncon las dimensiones europeas).

Por último, desde el punto de vista cul-tural, el despoblamiento rural ahonda labrecha de las dicotomías estereotípicasurbano-rural, cultura-naturaleza y centro-periferia que, al igual que otras como norte-sur u hombres-mujeres, apuntalan tambiénel capitalismo y el heteropatriarcado domi-nantes. En la crisis global que vivimos, lade valores es de las más olvidadas, perosin duda clave. Uno de sus mimbres es eldescrédito y ninguneo de los saberes yvalores campesinos y rurales, de comuni-dad y cooperación, que aunque perpetua-

ron la vida durante milenios, se sitúan cadavez más en posición de subalternidad fren-te a “la modernidad”, el individualismo y “eldesarrollo”.

Luis Camarero (LC): Ciertamente cuandohablamos de la desigualdad rural respecto alas ciudades no hay nada nuevo, el aspectonovedoso es que ahora abordamos y busca-mos comprender esta cuestión desde eldesequilibrio territorial. Hemos cambiado lavisión sobre viejos problemas y los hemosincorporado a la agenda. Hasta ahora lasdiferencias urbano-rurales las explicábamosa partir de diferencias de desarrollo, lo hací-amos exclusivamente en términos económi-cos. Utilizábamos de forma continua lanoción de atraso –lag– respecto al avancemodernizador. Ahora, una vez agotado elproceso de modernización, el debate de lasdiferencias urbano rurales se centra en tér-minos de ciudadanía. La crisis –denominadagenéricamente 2009, y así vulgarizarlacomo inevitable– ha tenido un fuerte impac-to sobre nuestras sociedades. Pero sobretodo, el impacto se ha debido a que ha cam-biado nuestra perspectiva sobre la realidadsocial. La acumulación de contradiccionesse ha hecho patente en un periodo de fuertereducción de actividades y de fondos públi-cos, y así hemos observado de forma con-junta el efecto continuado que los procesosde interdependencia y mundialización eco-nómica, la transformación de los regímenesde acumulación, y el profundo cambiodemográfico de nuestras sociedades tienensobre nuestras vidas, pero también, dentrodel contexto de explosión de movilidades,tienen sobre el territorio.

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El cambio rural, que podemos aprehen-der como transición rural, es el conjunto detres grandes tendencias. La primera, latransformación de los regímenes alimenta-rios, la industrialización de la producción ali-mentaria y el establecimiento de cadenasglobales soportadas por una división regio-nal del trabajo. Esta transformación se resu-me diciendo que la agricultura ha dado laespalda al campo y en consecuencia lasáreas rurales han variado sus formas eco-nómicas y diversificado sus actividades. Lasegunda es la transición demográfica.Caminamos hacia una sociedad fuertemen-te envejecida. En las áreas rurales donde laemigración es más acusada y la caída de lafecundidad aún mayor se produce un inten-so desequilibrio generacional. Aumentanlos cuidados, y las economías de cuidados,en el contexto de una sociedad que gestio-na los mismos sobre el soporte familiar,cobran mayor importancia y condicionansobremanera el desarrollo de las vidas coti-dianas de los grupos de edad intermedios –trabajadores, cuidadores y gestores a lavez. En tercer lugar, la movilidad. El des-arrollo de sistemas de movilidad, especial-mente de automovilidad, ha permitido mejo-rar la comunicación y configurar las distan-cias de formas diferentes, pero a costa deaumentar las desigualdades de acceso.

La plasmación de este conjunto detransformaciones sobre nuestro modelo dehábitat y el efecto de fuertes desequilibriosque imponen no solo de concentraciónurbana, sino también de la propia sostenibi-lidad social de las áreas rurales es lo quenos ha dado pie a cambiar la vieja preguntade las oportunidades de desarrollo a la de

¿somos iguales, allá donde residamos?Dicho de otra forma, ¿realmente tenemoscapacidad para ocupar el territorio en fun-ción de nuestras expectativas vitales?

Virginia Hernández (VH): En España vivi-mos una terrible crisis territorial que se fun-damenta en que el interior peninsular sevacía mientras que la mayoría de poblaciónse amontona en muy pocos espacios queempiezan a ser invivibles. Pero no debe-mos perder de vista que esta despoblaciónno es exclusiva del medio rural, sino queafecta también a los municipios más gran-des y a las cabeceras de comarca. Por esoes importante tener en cuenta que nuestrospueblos se despueblan porque la gente seva a las ciudades, pero también porque alespacio geográfico que ocupan no se le hagarantizado el futuro y la estabilidad.

En este sentido, y siguiendo con la ideade crisis territorial, es evidente que a nivelestatal se apostó por el desarrollo de lasgrandes capitales, las industrias del norte yel turismo de costa, pero se dejó de ladoesa inmensa parte del Estado que se dedi-caba, fundamentalmente, al sector primario,y al que se le negó su desarrollo y moderni-zación.

Tras el vaciamiento de ese interiorpeninsular, la economía de mercado, ele-mento fundamental e imprescindible paraanalizar este fenómeno, muestra su caramás cruda y la no intervención del Estadoprovoca la desaparición precipitada del teji-do económico existente, que alimenta a suvez a la propia despoblación. En clave capi-talista también, se ignora desde la adminis-tración el deber de cubrir los derechos fun-

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damentales de todas las personas y se pro-duce el desmantelamiento de los serviciospúblicos en el medio rural argumentado porsu alto coste económico.

Tampoco habría que olvidar que el actualmodelo de propiedad de la tierra, el modelode cultivo y trabajo y la propia PAC, cuyasayudas han acabado beneficiando el des-arrollo de las ciudades, es otro elemento fun-damental para entender la despoblación deun inmenso territorio que tradicionalmente sededicaba a la agricultura y la ganadería.

Por último, es imprescindible añadir queculturalmente se ha provocado el abandonode los pueblos y se ha favorecido la buenaimagen de la vida en los entornos urbanosasociándolos a la imagen de éxito quecomo país se pretende proyectar.

Sergio del Molino (SdM): Se trata de unfenómeno que desborda con mucho cual-quier perspectiva localista o incluso nacio-nal. La hiperurbanización es inherente alcapitalismo financiero y globalizado, que seune a procesos históricos que, en Europa,comenzaron en el siglo XVIII. Esto no quie-re decir que tenga que entenderse la des-población como una especie de desastrenatural. Al contrario: es el resultado de deci-siones políticas muy conscientes. Claro queel campo se ha vaciado. El Estado ha llega-do a recurrir a la violencia para ello, y nosolo durante el franquismo, porque las éli-tes que lo regían consideraban que la ruinade la economía agraria tradicional era unaconditio sine qua non para apuntalar el pro-greso de los sectores secundario y terciario.Desde el siglo XIX ha habido planes perfec-tamente documentados para favorecer el

éxodo campesino y propiciar el crecimientode las ciudades, pero las circunstanciasinternacionales han influido también tanto, yhacen que el proceso sea prácticamenteirreversible y escape a cualquier acciónpolítica. Resumiendo mucho: no puede con-cebirse un campo sin una economía agrariaque funcione y permita a los pequeños pro-pietarios explotar sin ahogos sus tierras yganados. El único desarrollo rural quepuede garantizar la pervivencia de lascomunidades políticas del campo es elagrario: una economía terciaria no es capazde sostener comunidades pequeñas y dis-persas. ¿Cuándo y cómo dejó de ser renta-ble la agricultura europea, si los europeosson grandes consumidores de alimentos yhabitan un continente próspero? Cuandolas políticas librecambistas dejaron de pro-tegerles frente a la competencia de las eco-nomías en desarrollo, que inundan los mer-cados agrícolas con precios muy bajos. Noes la única causa: la especulación en elmercado de futuros y la ausencia de unalegislación adaptada a las necesidades delos pequeños productores han contribuidomucho a hundirlo todo. La única solucióncreíble pasa por una revolución en losmodos de producir y consumir alimentos,esa es la clave de bóveda.

Lucía López Marco (LL): Sin duda, la des-población rural es el mayor problema al quese enfrenta España, y uno de los mayoresproblemas que tiene que afrontar Europa.Cuando perdemos población en un territo-rio, se pierde el patrimonio cultural, el paisa-je, la historia, etc. Nuestras tradicionesestán vinculadas al medio rural, pero no

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solo eso, también nuestra alimentación, ynuestros paisajes. El año pasado se cele-bró el centenario de los dos primeros par-ques nacionales de España: Picos deEuropa y Ordesa. Estos parques nacionalestienen este reconocimiento porque las per-sonas que viven en esas zonas llevansiglos dando forma a esos paisajes con susactividades agrosilvopastorales, sin embar-go, ahora, las personas de zonas urbanasque van a hacer turismo a estos parquesnacionales se olvidan de que hay personasque viven allí todo el año, que cuidan deesos paisajes, y de esa cultura, nuestra cul-tura, nuestros paisajes. Hay una canción deLa Ronda de Boltaña que se titula “Unahuella en la nieve” y que define muy bieneste fenómeno:

¿Qué verán?, si no te ven cuando te miran, si al mirarte sólo ven una postal;

no la tierra donde un pueblo y sus fantasmas,

abrazados plantan cara al temporal.

Valentín Cabero (VC): Si contemplamos laspancartas de la manifestación contra la des-población del 31 de marzo de 2019, pode-mos comprender la complejidad de la situa-ción a la que hemos llegado en las relacio-nes campo-ciudad, si es posible hablar aúnen estos términos, y abordar los desastresterritoriales, sociales, económicos y ambien-tales que hemos trasladado al mundo ruraldesde la ciudad. Por encima de todas las rei-vindicaciones presentes y visibles en aque-llos momentos (servicios básicos educativos,sanitarios, de transporte y comunicación,abandono y olvido político, pérdida de dere-

chos, falta de inversiones...) se levantabancon rabia las voces de la resistencia ruralfrente a las ruinas demográficas y la demoli-ción social, o la lucha por la defensa de ladignidad y de la igualdad en las condicionesde vida de miles de pueblos y aldeas del inte-rior maltratado y despoblado. Son tantos losvacíos dejados y los desgarros sociales yculturales que somos incapaces de encon-trar respuestas.En los últimos años asistimos a distintasmiradas sobre el mundo rural y con ellas,afortunadamente, se ha logrado actualizar eldebate sobre su futuro. Los discursos sobrela ruralidad nos muestran perspectivas dife-rentes y complementarias: la cara conserva-cionista relacionada con los paisajes natura-les, la dimensión emprendedora e innovado-ra preocupada por nuevas alternativas comoel turismo, o la matriz endógena y agrogana-dera vinculada al aprovechamiento históricode los recursos renovables. Algunas formasde acercamiento están llenas de afectos y decompromisos solidarios, otras cargadas decifras y porcentajes, algunas plenas de imá-genes, y no faltan las aproximaciones conafanes regeneracionistas. Entrar en las inter-pretaciones más o menos acertadas, más omenos pegadas a las realidades geográfi-cas, nos permite ahondar, en cualquier caso,en la complejidad y diversidad de las situa-ciones. Muchas de las miradas son externasal propio medio, realizadas desde la ciudad ydesde compromisos más bien coyunturales,efímeros o mediáticos, alejadas de los pro-blemas cotidianos que se viven en nuestrospueblos y aldeas. Parece que existe unamala conciencia personal y colectiva por lospecados mortales cometidos en las pasadas

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décadas de emigración y despoblación, dedesarraigo brutal, de desprecio, de maltratoy de incuria con el patrimonio rural, con suspaisajes culturales y sobre todo con sushabitantes.

La dimensión territorial del fenómenonos preocupa particularmente. Aunque laidentidad rural de la Península Ibéricaalcanza al 80 % de su territorio, aproxima-damente, la población activa en el sectorprimario no suma ya el 5 %, lo que hasupuesto un cambio radical en el control delos usos del suelo y en las formas de losaprovechamientos agroganaderos. Y esaquí, en estos territorios vacíos, dondeencontramos los paisajes naturales y cultu-rales más representativos y amables, apesar de los estragos y tropelías cometidas.También, no sería necesario recordarlo, losrecursos estratégicos y bienes comunes enlos que descansan nuestra supervivenciacolectiva, nuestra soberanía alimentaria ynuestro futuro común.

MDD: ¿Dónde sitúas el punto cero, si esque existe algo así, de este fenómeno?¿Cuáles fueron los elementos que deter-minaron la fractura de lo urbano y lorural, cómo se construyó/fomentó, en elideario colectivo, la narrativa según lacual la dimensión urbana es sinónimo deprogreso, de moderno, etc., en contrapo-sición a un mundo rural caricaturizadocomo retrógrado, anclado en el pasado yfuertemente conservador?

EO: Creo que es importante reconocer quela dicotomía rural-urbano no deja de ser un

constructo social difícil de aterrizar en elterritorio: ¿cómo se define lo rural/urbano?¿por el tamaño de la población que habita elnúcleo poblado? ¿por la superficie queocupa? ¿por la estructura de su sistemaeconómico? ¿o la de su demografía? ¿porsu contexto geográfico? ¿por la idiosincrasiamayoritaria de la población? ¿por su senti-miento de pertenencia? Todas las posiblesrespuestas entrañan dificultades, sobretodas hay debate. Por ello hay quienes endeterminado contexto, preferimos hablar deun continuum rural-urbano, un gradiente.Sin embargo, creo que a lo largo de la histo-ria sí ha habido una tensión entre esos dospolos culturales, geopolíticos y económicos,y no creo que haya un “punto cero”.

Dicho esto, creo que sí hay claros pun-tos de inflexión en el proceso de profundiza-ción de la brecha cultural entre “lo rural” y“lo urbano” en España. En mi opinión loscambios que más han ahondado en estabrecha en España durante el pasado siglo,han sido las políticas territoriales del fran-quismo, de cuya mano llegó la implantaciónde la Revolución Verde desde los años cin-cuenta, y la entrada de España en la UE yla Política Agrícola Común (PAC) desdemediados de los ochenta. En el primercaso, no se trata de un cambio territorial nitemporalmente homogéneo ni drástico, sinode una serie de diferentes políticas territo-riales. Estas se orientaron, por un lado, a laindustrialización de la economía española,mayoritariamente concentrada en las ciuda-des. Por otro lado, la planificación territorialtenía como objetivo el suministro de losrecursos naturales requeridos por esaindustria (como la plantación de pinares

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para la producción de carbón, o la minería)y para una población crecientemente con-centrada en las ciudades (como la obrahidráulica para el abastecimiento de agua yenergía). Estas políticas conllevaron impor-tantes migraciones internas en forma defuerza de trabajo para las plantacionesforestales, la minería y construcción deinfraestructuras como los embalses, perotambién para las fábricas y el desarrollourbanístico necesario para acoger a la cre-ciente población obrera. Asimismo, a travésde los Servicios de Extensión Agraria, seimplantaron prácticas agronómicas y nue-vas tecnologías agrarias (fundamentalmen-te fertilizantes, biocidas y maquinaria pesa-da) importadas de la Revolución Verde.Una agricultura más mecanizada requeríaconcentración parcelaria y menos mano deobra. El progreso era la industrialización, lamecanización, vivir en un piso con baño y,más tarde, con agua corriente, televisor,teléfono… servicios que no llegaron almundo rural hasta años más tarde.

En 1986 España entra en la ComunidadEuropea (más tarde UE), cuya política agrí-cola es uno de los pilares fundamentales,tanto interna como externamente. La PACya había sufrido varias reformas y en losaños noventa se caracterizó, entre otrascosas, por el impulso de la diversificaciónde la economía rural para desincentivar laproducción agraria y aliviar las tensionespolíticas por el comercio internacional: algu-nos terrenos prácticamente se abandona-ron y el resto se intensificó aún más parareducir costes y poder competir en el mer-cado globalizado. El resultado fue aún másdespoblamiento y terciarización de la eco-

nomía rural. Las siguientes reformas de laPAC, junto a otras políticas europeas, hanahondado en la brecha cultural campo-ciu-dad al impulsar un modelo de ruralidad alservicio de una ciudadanía deseosa de dis-frute del “campo” y la “naturaleza”, subsi-diando la hostelería y la patrimonializaciónde la cultura y los ecosistemas.

LC: La diferencia rural-urbana es eterna,pero no por ello idéntica. Ha girado a lo largode la historia y cambiado de sentido en cadalugar. Por ejemplo, ciudades como LaHabana se construyeron sobre terrenosinsalubres, plagados de mosquitos y enfer-medades endémicas. Ha habido momentosen la historia en que la mortalidad urbana eraenorme y las condiciones de vida citadinapoco atractivas. La Edad Media, o la era dela Industrialización han supuesto momentosnegros para la vida urbana. En 1539 Antoniode Guevara publicaba Menosprecio de cortey alabanza de aldea, un referente con cincosiglos del moderno idilio rural.

La diferencia rural-urbana es una cons-trucción social, de la misma forma que elgénero es también una construcción social.Haber nacido hombre o mujer no nos pre-dispone a ciertos comportamientos como,por ejemplo, llevar el pelo largo o corto,falda o pantalón. De la misma forma habernacido o vivir en el campo o en la ciudad nonos predispone a ser ni más listos, nimenos inteligentes, ni más creativos, ni mássensibles o más afables ni cerrados. Elcarácter rural o urbano son atribuciones desentido social, como lo es ser masculino ofemenino. Sentidos que en el caso de la dis-tinción rural-urbana cambian con el tiempo.

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Es cierto que en el caso del género ladiferencia se utiliza como mecanismo dedominación y también en ciertos momentos ladiferencia rural urbana se ha utilizado con elmismo propósito. Sin embargo, el giro cultural,propio de la crisis de la modernidad y queproporciona la explosión postmoderna deidentidades viene diluyendo algunascategorías –por ejemplo, emergen identidadessexuales híbridas– y resignificando otras comoes, en el contexto de alta movilidad, el caso delas ideas de campo y ciudad. Del garrulo queexpresaba el cine del landismo y quehabitualmente protagonizaba el paletoaragonés, ahora nos encontramos conprototipos antagónicos como el Sr. Cayo deDelibes habitante de un territorio esencial yprístino con identidad propia.

Pero hoy la diferencia rural urbana se haconvertido sobre todo en una diferenciaciónde consumo. Pensemos, por ejemplo, en elturismo rural, que se soporta y reproduce elimaginario de una vida perdida, o en laproliferación de denominaciones de origenque incorporan identidades territoriales aproductos que así adquieren valor frente aproducciones indiferenciadas. El idilio ruralresignifica la vida de muchas regiones. Buenejemplo es la Toscana como epítome de lavida tranquila y saludable, aunque como nosrecuerda Saviano en Gomorra, concentretalleres clandestinos dedicados al textil conmano de obra inmigrante esclavizada.Frente a la realidad triunfa la representacióny así el largometraje Un verano en laToscana ha servido de instrumento dedifusión de la “ciudad lenta” y de la dieta deproximidad-gourmet. La experiencia rural sereproduce en distintos productos artesanos y

también en la propia atracción de residenciaen entornos exclusivos, solo basta mirar losanuncios de las inmobiliarias. Rural y urbanohan variado desde la diferencia en la carrerapor el desarrollo hasta convertirse endistinciones de consumo.

VH: El punto cero se sitúa en las revolucio-nes industriales, ese momento en que lasfábricas necesitan mano de obra y, por unaparte, la gente que vivía miserablemente enel campo se ve obligada a emigrar en buscade oportunidades, pero por otra, tiene tam-bién que marcharse del campo la gente queprogresivamente se iba quedando sin traba-jo debido a la mecanización del campo quecada vez necesitaba menos mano de obra.

Desde entonces no cesó la emigracióndel campo a las ciudades e incluso a otrospaíses.

Momento clave, no obstante, fue el deldesarrollismo franquista, cuyo objetivo deindustrializar determinados polos aceleró,de manera definitiva, el éxodo rural; dehecho, si analizamos los padrones de losmunicipios rurales entre los años sesenta yochenta encontramos un descenso depoblación que en muchos casos suponemás de la mitad del censo.

Sin embargo, no deja de ser curioso quemientras esto sucedía, el franquismo se tra-bajaba la imagen de la España rural comoel frasco de las esencias de la España máspura. Aunque bien podía ser esta la manerade intentar tapar el evidente maltrato delfranquismo al medio rural; no en balde, aunhoy en día, si una se da una vuelta por lospueblos (y por las ciudades) podríamosdecir que no le salió mal. Y es que el fran-

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quismo no solo expulsó a la gente de lospueblos para que fueran la mano de obrabarata de las industrias en las ciudades, sino que expulsó a la gente de los pueblospara construir esos pantanos que muchosaún creen elementos imprescindibles parael desarrollo de este país (la mayoría de laspersonas cuando hablan de este país,habla del superpoblado, el otro no existe), ytambién podría resultar interesante analizarla ubicación geográfica de, por ejemplo, lascentrales nucleares en España.

No obstante, la asociación de lo urbanoal progreso y lo moderno en contraposicióncon lo rural hunde sus raíces en tiemposmás lejanos. Los centros de influencia, lasélites, siempre se han reunido en las ciuda-des y si algún aspecto positivo tenía elcampo era, precisamente, la retirada espiri-tual y el descanso. Sin embargo, han pasa-do ya unos cuantos siglos desde que FrayLuis de León escribió su Oda a la vida reti-rada, actualmente tenemos capacidad paragarantizar derechos, infraestructura y des-arrollo a cualquier territorio, tenemos posibi-lidad de que los pequeños municipios pue-dan tener capacidad sobrada para garanti-zar el acceso al conocimiento, al saber, a lacultura, al trabajo intelectual, incluso alpoder… Pero a nivel estatal se siguefomentando culturalmente esa asociación.Los medios de comunicación siguen ali-mentando esa imagen. Las élites culturales,salvo honrosas excepciones, se han dedi-cado a describir el medio rural como unlugar oscuro, turbio, siniestro… ¡Pero claro!¡Escribían del medio rural los de fuera delmedio rural, y eran los de fuera del mediorural quienes lo consumían! Se sigue dando

por hecho y no se cuestiona la preeminen-cia de las ciudades sobre los pueblos. Eincluso, a día de hoy, en pleno siglo XXI, lagente de los pueblos asume como naturalese ser habitante de segunda.

SdM: Esa dicotomía es consustancial atoda civilización y sus orígenes se puedenrastrear hasta en la Biblia, donde las ciuda-des se representan como focos de pecadoy corrupción, frente a una sociedad de pas-tores y agricultores que nunca se aleja deDios. Es una dialéctica arraigadísima entodas las culturas que en Europa se empe-zó a radicalizar a partir del siglo XIII, cuandoflorecen los burgos. Siempre se expresa endos direcciones: de la ciudad al campo y delcampo a la ciudad. En la primera, los cam-pesinos son los elementos atrasados yreaccionarios, un lastre que hay que com-batir o soltar. En la segunda, la ciudadrepresenta el delirio y la corrupción, la des-naturalización del ser humano, la expresiónde su lado más depredador. Tras la revolu-ción industrial, el relato del desprecio alcampesino aplasta al contrario, y todo loque tiene que ver con el campo se manchade un desprestigio social enorme que facili-ta y a veces fomenta el éxodo a las ciuda-des: muchas veces, son los propios campe-sinos quienes reniegan de sus rasgos cultu-rales y de su herencia, avergonzados de suforma de hablar y de comportarse. La cultu-ra urbana internacional, cada vez másplana, cada vez más homogénea, se impo-ne como único relato admisible en lassociedades democráticas porque las demo-cracias parlamentarias inventan sus litur-gias precisamente en un momento en el

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que las ciudades se están haciendo con elimaginario hegemónico de los países.

LL: Creo que el punto cero podría situarseen la industrialización (finales del XIX, prin-cipios del XX). Sin duda este momento fueun punto clave principalmente en dosaspectos: por un lado porque cambió el sis-tema de trabajo tal y como estaba entendi-do hasta entonces y supuso que muchasfamilias decidieran abandonar el mediorural para trabajar en la industria en núcleosurbanos de tamaño grande y mediano, ypor otro porque la industrialización llevó aldesarrollo de máquinas que luego sustitu-yeron el trabajo humano en el campo y quellevaron a que no se necesitara tanta manode obra en las actividades agrarias.

Creo que también la industrializaciónfue un elemento clave en esa fractura urba-no-rural, ya que es a partir de ese momentocuando más se van separando ambos“mundos” y se empieza a ver a la gente quese queda en el medio rural como a quienesno han podido irse a trabajar a la ciudad o amunicipios de mayor tamaño.

VC: Más que un punto de partida específicopara la explicación del desguace rural alque hemos llegado, tendríamos que recons-truir los procesos que nos ha llevado desdela autarquía ruralista franquista a la situa-ción actual. Quizás tengamos un símboloque marca para muchos lugares el puntocero; la llegada del primer tractor a muchascomarcas a mediados de los años cincuen-ta del siglo pasado, y sobre todo, en losaños sesenta, supuso un cambio sustancialen las relaciones de trabajo con la tierra y la

liberalización de miles de jornaleros de lasmiserias del latifundio y de pequeños cam-pesinos de las pobrezas del minifundio.Comenzaba el discurso del progreso y de lamodernización bajo los parámetros de losPlanes de Desarrollo y la polarización delcrecimiento urbano. Literariamente quedanbien reflejadas las circunstancias y los ima-ginarios colectivos en las obras de MiguelDelibes, pues nos dejó narraciones memo-rables de aquellos mundos abocados aléxodo rural, tanto del minifundio austero yde subsistencia (Viejas historias de Castillala Vieja, 1960; Las ratas, 1962…) como dellatifundio ingrato, caciquil y paternalista(Los santos inocentes, 1981); en su discur-so de ingreso en la Real AcademiaEspañola, publicado con el título Un mundoque agoniza (1975), nos resume con sabi-duría los problemas derivados de la moder-nización y del éxodo sin alternativas razo-nables para el mundo rural; luego, en el Eldisputado voto del Sr. Cayo (1978), enplena transición democrática, nos enfrentacon humor doloroso e ironía a la despiada-da despoblación y envejecimiento de nues-tra vida rural.

Todos los datos (los siete millones deemigrantes del éxodo rural, el crecimientonatural negativo, los estrangulamientos enlas cohortes de edad,…), nos llevan a unareflexión triste y lamentable sobre las cir-cunstancias vividas: los procesos de con-centración demográfica, económica y delpoder político en algunas capitales esescandaloso y humillante para el mundocampesino, agrario y pastoril. La polariza-ción centrípeta y succionadora sobre lasgentes y recursos próximos y lejanos supo-

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ne una tragedia demográfica y social colec-tiva para los territorios de montaña o másdesvalidos y del interior.

MDD: Por primera vez en la historia, laciudad y, más aún, su modelo, domina yse impone sobre la organización social yespacial de nuestra especie: es donde,en ese sentido, se concentra el poder, lariqueza, se toman las decisiones y dondese concentra preferentemente la pobla-ción. Las estadísticas apuntan a que estatendencia se consolida. Lo urbano pare-ce predominante, parece que vive deespaldas a un mundo rural cada vez másalejado. A lo rural se lo caricaturiza, se lodesprecia o, al contrario, se lo consideradesde un punto de vista romántico, idea-lizándolo. En cualquiera de los casos,nos olvidamos que el modelo ciudad estáen una fase completamente disfuncionala nivel físico, que es un modelo metabó-licamente inviable, tal y como están dise-ñadas ahora las ciudades (estructurasmuy complejas, con una fuerte depen-dencia energética, muy terciarizadas,etc). Nos olvidamos de que el modelociudad depende del metabolismo ruralpara alimentar su población, al igual que,por ejemplo, se ignora que la economíadepende completamente de la naturalezapara poder funcionar. Hay muchos argu-mentos para pensar que este crecimientoexponencial de energía y recursos queha acompañado y acompaña a la urbani-dad moderna colapsará en las próximasdécadas. ¿La disyuntiva está entre salvarel espacio urbano moderno de la degene-

ración capitalista o “volver todos alcampo”, y con qué consecuencias?¿Cabe alguna posibilidad diferente a lasde éxodo o rescate? ¿Cuál será el actorsocial que, desde tu perspectiva, puedejugar un rol fundamental en ese sentido?

EO: Como decía, desde la ciudad se con-ceptualiza y trata a lo rural como “alteridad”al servicio de las necesidades –alimenta-rias, culturales, de salud y ocio– de la ciuda-danía, un paisaje bucólico de postal, donderelajarse, respirar aire limpio y contemplarla naturaleza, pero solo en vacaciones. Sinembargo, a la vez, las ciudades son cadavez más disfuncionales ecológica y social-mente, por lo que, entre la creciente insalu-bridad y el ascenso continuo del precio dela vida, cada vez más personas buscan unavía de salida. Así, las zonas periurbanas opseudorurales de muchas ciudades europeasy españolas se están colmatando de unnuevo tipo de habitantes que trabaja en laciudad, que es donde hay empleo másestable y mejor remunerado, pero que sedesplaza diariamente para ir a dormir “alpueblo”, donde el fin de semana disfruta dedeportes y actividades “de campo”. Cadavez más gente joven no quiere criar a sushijas en el asfalto, entre coches, y vuelve “alrural”. Pero, ¿qué rural? De nuevo, ¿dóndeponemos la frontera? ¿Cómo se dibuja eseecotono, ese continuum socio-ecológicorural-urbano?

Además, estos movimientos en zonascercanas a ciudades como Madrid,Barcelona o Sevilla, no tienen nada que vercon una regresión de la tendencia de vacia-miento de la España rural de la que habla-

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mos, la de las Castillas y la Siberia ibérica. Ala España vaciada que no tiene estas ciuda-des a la mano, no se vuelve tan fácilmenteporque faltan servicios sociales, infraestruc-turas, comunicaciones, empleo, saberes tra-dicionales, acceso a la tierra para empren-der en el agro y en muchas ocasiones, inclu-so acceso a vivienda aunque el pueblo estévacío. La vuelta al campo no es fácil paranadie: ni para los que llegan, ni para los quese quedaron. Los primeros a menudo traenexpectativas y necesidades alejadas de larealidad de la vida rural, los segundos sien-ten amenazada su forma de forma de vida,sus valores e incluso su tierra.

Pero en el contexto actual de colapsosocioecológico sistémico, de crisis ambien-tal y social de las ciudades, y de un mundorural secuestrado por el capitalismo agrarioy la espectacularización, solo queda el ree-quilibrio territorial. Frente al cambio global yla imperiosa necesidad de decrecer ennuestro consumo de recursos y ritmo devida, en España la revitalización del mundorural es imprescindible. Pero un mundorural de nuevo vivo no se conseguirá solocon las hijas y nietas de los pueblos.Aunque todas quisieran volver, que no es elcaso, harán falta muchas más personas“neorurales” y cambios culturales y políticosprofundos. Hará falta innovar en las mane-ras de vivir y convivir, recuperar –urgente-mente– saberes locales/tradicionales agro-alimentarios y de gestión del territorio, res-petar los ritmos de adaptación de cada cualy mucha generosidad. Será imprescindibledebatir y quizás replantear muchas cosascomo el papel de las (nuevas) tecnologías yla soberanía sobre ellas, el reparto de la tie-

rra y la gestión de territorio para garantizarel funcionamiento adecuado de los ecosis-temas que sustentan la nuestra y todas lasvidas (incluyendo los problemáticos depre-dadores). Es urgente redescubrir y reivindi-car lo común y redimensionar la economíaa escala humana poniendo la vida en elcentro.

Para ello, si tengo que elegir una solapieza clave del puzle, no lo dudaría: lasmujeres. Ellas están siendo en muchoscasos motores de cambio e innovación enel mundo rural, ejemplo de apertura demiras y preocupación de cara al futuro,puente entre diferentes generaciones ypobladores, entre nuevas tecnologías ysaberes ancestrales. Ellas se fueron de lospueblos en mayor proporción que sus coe-táneos, pero también mantuvieron el con-tacto y legaron la memoria de los pueblos.Ellas, aún sin relación previa con el pueblo,se están instalando y reorganizando su vidaallí. Ellas no se han rendido.

LC: El cambio y las transformaciones socia-les no son lineales. No hay un origen. Deforma más alegórica podríamos pensar enciclos. Es cierto que si miramos alrededorpodemos pensar que si todo sigue igual“Megalópolis” fagocitará cualquier otraforma de vida, y que la vida megalopolitananos convertirá en ciudadanos alienadoscomo hemos leído en el 1984 orwelliano ovisto en Metrópolis de Fritz Lang. Pero tam-bién, mientras pensamos así, podemos versíntomas de cambio y de transformación.Bilbao, Gijón o Vigo llegaron a ser lugaresgrises, dominados por un modelo tayloristade vida y por una calidad ambiental dudosa.

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Hoy son entornos irreconocibles, la calidadde vida ha mejorado, son lugares inespera-damente amables para la vida. Benidorm,que tiene una concentración de rascacielospor metro cuadrado que iguala aManhattan, fundamenta, como decía MarioGaviria, un modelo de residencialidad sos-tenible. Si nos situamos en el contexto realde una población totalmente envejecida,Benidorm, frente a la dispersión turística pri-vada del litoral, representa una ciudad derecreo muy accesible. El ascensor es elmedio de transporte que hace que muchosancianos, que no podrían conducir, ni pagarsistemas de transporte privado, puedanhacer una vida instantánea, sin distanciasen un centro cosmopolita al lado del mar.Pero también las ciudades monstruosascomo Portland, en Oregón, vienen cam-biando e inaugurando nuevas formas deciudad-jardín, con experiencias destacablesde agroecología comunitaria. Sobre el vacíoque deja una industria en declive florecenhuertos urbanos y espacios para la utopía.Sí, es cierto, las metrópolis de México oBrasil, Manila o Douala son lugares conta-minados, caóticos, peligrosos, donde lavida resulta compleja. Pero estas ciudadescomo muchas megalópolis son refugio parasus habitantes, se nutren de población quehuye de lugares en los que el respeto a losderechos humanos es débil y las formas devida económica pueden llegar a ser cuasi-esclavistas. La ciudad sigue siendo tambiénespacio de libertad. El lema “El aire de laciudad os hará libres”, pertenece al fueroalemán medieval y sancionaba el hecho deque los campesinos una vez en el burgo seliberaban de la servidumbre feudal. Hoy, en

ciertos lugares del planeta la ciudad siguepermitiendo escapar de zonas de conflicto,de grupos armados, de organizacionesmafiosas… El problema real, como siem-pre, son las desigualdades sociales, aveces ni siquiera se puede volver al campo.

VH: No sé si la solución acabará siendo quevolvamos todos al pueblo, pero probable-mente sí tengamos que hacerlo unos cuan-tos: las ciudades no son capaces de sopor-tar tanta gente; el territorio, sin embargo,necesita gente que lo soporte.

Habría que plantearse, llegado el casode que todos tuviéramos que volver al pue-blo, si tendríamos que hacerlo a todos lospueblos. Porque no podemos perder devista que muchos de ellos crecieron tam-bién a la sombra de otras industrias que sedesarrollaron con anterioridad; por ejemplo,¿podemos garantizar y tendría sentido queaquellos municipios muy poblados haceaños debido a la industria minera volvierana estarlo? No podemos pensar en la ciudady los pueblos como cosas independientes,sino como elementos de organización terri-torial y administrativa que deben estar enequilibrio para garantizar la buena vida delas personas que habiten el territorio global.La degeneración capitalista que mata alespacio urbano es la misma que vacíanuestros pueblos, por lo que no es difícilconcluir que este es el núcleo irradiador delmal e ir a la raíz de este problema es, inevi-tablemente, abordar de manera radical ladesaparición del capitalismo.

Sin duda, esta cuestión se revela comoun ejercicio harto complicado porque de loque estamos hablando, en esencia, es de

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que debemos asumir que nuestro modeloactual de vida no es posible y, es más queprobable, que este cambio radical de rela-cionarnos con nuestro entorno nos conduz-ca a más que serias tensiones sociales.

Siempre he creído que aquellas perso-nas que están ya volviendo a vivir al pueblotendrán un papel más que relevante en eseproceso de equilibrio entre los territorios,puesto que pueden servir de nexo conectorentre dos realidades; no en balde, es proba-ble que su ejemplo pueda ser la luz queguíe a quienes poco a poco vayan apostan-do por otra forma de vivir. Pero más allá deesto, creo que si se les permitiera, las admi-nistraciones locales podrían liderar un pro-ceso de reestructuración del Estado en pri-mera persona que sería fundamental, y,también, las organizaciones ecologistas ocon valores ecologistas, que han demostra-do en los últimos años que son, probable-mente, las más conscientes de que vivimosun problema cuyas consecuencias no sonsolo demográficas, sino que son fundamen-tales para la supervivencia de nuestraespecie y el planeta.

SdM: No tengo tan claro que el colapso seatan evidente como lo pintan algunos. Pese asu caos, se ha demostrado que las ciudadesson organismos complejos que se adaptanmuy bien a los cambios. La tendencia queaprecio es la de la construcción de nuevasfortalezas, una reedición de las urbes amura-lladas medievales. En Occidente, un merca-do inmobiliario desregulado y sometido alpoder inmenso de los flujos financieros estáexpulsando a los habitantes del centro de lasciudades, mediante el encarecimiento del

precio de la vivienda. El centro de París y deLondres es inasequible para la mayoría de lapoblación, y pronto lo será también el deMadrid y Barcelona. En los centros, despoja-dos de vecinos y de la red comercial tradicio-nal –sustituida por franquicias internaciona-les que especulan con las propiedades inmo-biliarias–, solo quedarán millonarios y lassedes de las grandes empresas a las que lostrabajadores tendrán que desplazarse desdemuy lejos todos los días. Es un sistema des-quiciante e insostenible, claro que lo es, perocomo no deja de funcionar, no hay razónpara pensar en un colapso, salvo que suce-da un cataclismo ajeno a él (aunque inducidopor él), como un desastre climático o el ago-tamiento del petróleo (circunstancia, estaúltima, que parece que las grandes empre-sas ya están preparadas para soslayar).

LL: Creo que efectivamente este sistema,llamémoslo, “pro-urbano” colapsará máspronto de lo que nos imaginamos, porque elcambio climático ya no tiene marcha atrás yeso se reflejará también en una fuerte dis-minución en la producción agraria y por lotanto, de la disponibilidad de alimento, yademás las principales fuentes de energíaempleadas actualmente en nuestro paísson finitas y no se están buscando alterna-tivas. No me cabe duda de que la soluciónes volver al medio rural, y vivir de la formamás autosuficiente posible. Sin embargo,cuando se produzca la “vuelta al campo for-zada” por la crisis climática y energética, notodo el mundo podrá hacerlo, y, lo másgrave, es que habremos perdido muchos(casi todos) los conocimientos tradicionalesligados a la tierra.

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Desde un punto de vista menos catas-trofista, creo que cada vez hay más genteque decide voluntariamente instalarse enun pueblo, y, en este aspecto, los mediosde comunicación y el sector educativo jue-gan un papel fundamental a la hora de ayu-dar a cambiar la percepción que la sociedadtiene sobre la gente que vive en los pueblosy favorecer así que más gente se instale enzonas rurales y que más empresas apues-ten por estos territorios, instalando en ellossus sedes o simplemente facilitando el tele-trabajo.

VC: Hasta hace poco tiempo, el proceso deconcentración urbana en España parecíaimparable, pero los síntomas y los datosreales nos señalan que son muchas lascapitales de provincia que han entrado enun proceso de retroceso demográfico y deparálisis o atonía económica. También sonnumerosos los ejemplos de pequeñas ciu-dades y cabeceras de comarca que se handetenido o retrocedido en sus procesos decrecimiento y concentración demográfica yeconómica. Y la larga crisis que aún vivimosha trastocado, no con la fuerza y cordurasuficientes, los modelos de vida urbana ylas relaciones entre el medio rural y urbano. Sigue predominando una superioridad de laciudad y un dumping urbano sobre el mediorural, manteniéndose algunos estereotiposhistóricos que se reproducen en la actuali-dad y que enlazan el comportamiento desus habitantes con el atraso o el espíritupolítico conservador; sin embargo, al mismotiempo, nos encontramos con respuestassociales y urbanas que ven en el campo, enlos distintos medios rurales y en la naturale-

za, las auténticas y verdaderas alternativasa las formas de vida de la ciudad. De algúnmodo, estamos asistiendo aún al desprecioy visión negativa, a la vez que a una exalta-ción de las virtudes y valores auténticosligados al medio rural.

Ante el dumping social, económico ymedioambiental de las grandes corporacio-nes y agroindustrias, las respuestas debenestar protagonizadas por los municipiosrurales y por los colectivos y organizacio-nes agrarias más pegadas al territorio ycomprometidas con las agriculturas y gana-derías familiares. Ahora bien, en las relacio-nes de nuestras ciudades con los mediosrurales existen varios millones de personasy familias que mantienen sus lazos vitales ycasas en los pueblos de origen o de resi-dencia temporal –población vinculada seles denomina en la nueva terminologíaestadística–, concentrando su presencia enlos pueblos en los momentos festivos o enla estación estival. Cuando están a puntode romperse los vínculos con las segundasy terceras generaciones de estos antiguosemigrantes, es necesario reforzar las rela-ciones y compromisos de los oriundos consus pueblos y con los residentes habitualesy empadronados, resistiendo así con mayorfuerza los golpes de la despoblación, delabandono, o la pérdida definitiva de losbienes comunes. La población vinculadadebería convertirse en un actor clave entrela ciudad y el mundo rural.

MDD: Fiscalidad diferenciada para losterritorios despoblados (por ejemplo,reducción del IRPF), facilidad en el acce-

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so a la vivienda, creación de un ministe-rio para el desarrollo rural, etc., perotambién proyectos de macrogranjas eintereses de grandes fondos de inver-sión. Parece que existen muchas rece-tas, aparentemente contrapuestas, pararealizar un gran cambio económico, y asíintentar “salvar” estas zonas vaciadas yvacías de la España rural. ¿Es posible,desde tu punto de vista, intentar invertireste fenómeno complejo planificándolodesde el despacho de una ciudad, comomuchas de las decisiones que se tomancon respecto al mundo rural, al margende su gente, su historia, sus tiempos? Y,si tuvieses la posibilidad de hacer esecambio, ¿por dónde empezarías y cómocambiarías la narrativa?

EO: Evidentemente, los despachos de lasciudades han demostrado una incapacidadabsoluta de abordar adecuadamente losretos que enfrenta la sociedad hoy, así queno creo que debamos confiar en ellos tam-poco en relación al despoblamiento rural.Además, creo que cambiar las narrativas esimportante, pero no suficiente: deben cam-biar los valores que subyacen a las narrati-vas. Y eso es lento, pero posible.

Las políticas públicas podrían ser unaherramienta útil para apoyar la transiciónque necesitamos –y en ocasiones lo estánsiendo–, pero también es cierto que vivimosun momento políticamente crítico, de enor-me desconfianza e incertidumbre institucio-nal continua, en el que los medios de comu-nicación y las nuevas tecnologías, como lasredes sociales, han conquistado cada rin-cón y juegan un papel fundamental en la

construcción de narrativas. Así que no creoque podamos confiar tampoco solo en losespacios institucionales formales.

La sociedad, con toda su diversidad,debe tomar conciencia de la urgente nece-sidad de cambios radicales en la manera devivir y organizarnos, en primer lugar paravolver a encajar en los límites biofísicos delplaneta. Eso pasa por cambiar significativa-mente el modelo mayoritario de consumo ygestión de los recursos, desde la economíaecológica y de los comunes, y transmitir alas nuevas generaciones, en casa y en laescuela, que la única manera posible dehabitar la tierra, es respetando sus ritmos.En segundo lugar, es imprescindible ponerla vida, su cuidado y reproducción, en elcentro de nuestras relaciones, sociales ycon los ecosistemas, es decir, incorporar laperspectiva (eco)feminista a la gestiónsocial. Esto implica, entre otras cosas,transformar el sistema agroalimentario almodelo agroecológico en base a los princi-pios de la soberanía alimentaria, reorgani-zando el acceso a la tierra para quien quie-ra producir alimentos de forma ambiental-mente sostenible y socialmente justa. Entercer lugar, desmontar importantes relacio-nes de poder inherentes al sistema capita-lista y devolver la soberanía –no solo la ali-mentaria, sino también la energética, la tec-nológica y la política– al ámbito local. Paratodo ello hacen falta consciencia, responsa-bilidad, muchas cabezas pensantes ybuena voluntad: la participación y el diálogosocial, la cogeneración de conocimiento y laintegración de distintos tipos de saberes(locales, tradicionales, técnicos, científi-cos,…) son la base del cambio que necesi-

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tamos. Además la dicotomía urbano-rural,como otras, se está viendo exacerbada porel odio hacia “el otro” (el “ecolojeta”, el“ganaduros”, la “feminazi”, los “catetos”, losanimalistas,…) y la posverdad que campana sus anchas por las redes sociales y losmedios de comunicación de masas, engor-dando las sacas de votos de las “nuevas”oleadas fascistas. Contra eso, necesitamostambién soberanía de la comunicación, conmedios como este, que contribuyan a des-montar mitos y compartir espacios de refle-xión crítica y propositiva.

LC: Me temo que el mundo no se puededirigir desde un despacho. El despobla-miento es solo un síntoma de fenómenossociales de muy largo recorrido. Más allá delas utopías solo podemos hacer frente a lasdistopías sobre las que caminamos a partirde políticas públicas. Políticas que tienenefectos limitados y que no son factibles enbastantes lugares del planeta. Los modelosde desarrollo son articulaciones complejas,marañas entrelazadas de intereses y gru-pos de actores de lugares diversos concapacidades muy desiguales. En este con-texto, y asumiendo ámbitos de intervenciónmuy concretos –léase el estado-nación–nuestra forma de equilibrar el territorio solotiene dos líneas de actuación. La primera essobre la población, la segunda sobre lacomunicación.

Sobre la población deberemos pensarno tanto en traer –el extraño término repo-blación que solo ha existido en boca deimperios y de dictaduras–, sino en conside-rar en primer lugar a la población que reside.Difícilmente encontraremos nuevos pobla-

dores cuando los pocos que hay hoy siguenyéndose. Difícilmente vendrán niños en uncontexto de fecundidad reducida –las políti-cas natalistas también han venido asocia-das a sueños imperiales–. De hecho, esta-mos observando que precisamente quienesquieren tener niños se van antes de lasáreas rurales. En primer lugar, debemosatender a los desequilibrios demográficos.Las áreas rurales están fuertemente mascu-linizadas. Este dato nos advierte de la difi-cultad, de la hostilidad que el medio –social–supone para ciertos grupos, sobre las for-mas en que los territorios embeben las des-igualdades. Pero nos alerta también de lafalta de atractivo y del condicionamiento quelos desequilibrios suponen para el futuro. Unterritorio desigual en términos de género:¿que proyectos de vida puede albergar?

En términos de generaciones la situa-ción también nos remite a grandes des-igualdades: muchos ancianos en un territo-rio con apenas niños y con un grupo que lla-mamos generación soporte –trabajan, cui-dan mayores, tienen niños, gestionan lacomunidad…–. Hemos explicado una y otravez el mundo desde la producción económi-ca y en ese empeño las desigualdadesestuvieron reducidas a las diferencias derenta. Pero hay otras desigualdades sobrelas que navegamos, las de género o las queproduce la “economía de cuidados”. Estasdesigualdades se amplifican en las áreasrurales. Esta constatación produce pistasimportantes de cara al diseño de políticas yprogramas de intervención que mejorensustantivamente el efecto de las desigual-dades en áreas rurales.

Pero hay otra segunda estrategia que

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suele olvidarse. En el mundo actual nosomos ni rurales, ni urbanos. Somos ruralesy urbanos a la vez. Las áreas rurales solofuncionan sobre su conexión con centrosurbanos, y a su vez nuestro modelo urbanosolo funciona por la existencia de ampliosterritorios rurales. Favorecer la intercone-xión no supone ni mucho menos la asimila-ción cultural, sino la hibridación. Que poda-mos estar entre el campo y la ciudad es laúnica forma de desarrollar territorios equili-brados y en los que podamos dirigir nues-tras propias vidas. Antes las carreteras eraninstrumento de despoblación, ahora laconexión es crucial. Buena parte de losresidentes rurales trabajan en áreas rura-les, muchos de los servicios rurales seprestan desde áreas urbanas, buena partede la España vacía está a rebosar en laVirgen de Agosto. La movilidad permite tejerel territorio. Acá quedan nuevas pistas.

VH: Aquí hay una cuestión clave: pareceque en los últimos años hemos conseguidotrasladar a la opinión pública la importanciade la despoblación en nuestro país, sinembargo, no hemos conseguido que sea-mos los afectados quienes seamos prota-gonistas del trabajo que hay que hacer pararevertir la situación.

Es imprescindible que se dé a la admi-nistración local capacidad de trabajar enprimera persona en sus municipios. Esimprescindible que quienes mejor conocenel territorio tengan voz y también capacidadde decisión. Y es imprescindible que existauna legislación que contemple el hechodiferencial de los pueblos más pequeños,con un régimen jurídico dimensionado y

una gestión administrativa que debe teneren cuenta su tamaño y peculiaridades, aligual que ocurre en el otro extremo de ladimensión territorial con la Ley de GrandesCiudades. Necesitamos adecuar la Leyreguladora de las Bases del Régimen Locala los pequeños municipios para definir conclaridad las medidas a aplicar y el marcocompetencial, para desarrollar las mismas ydotarlas presupuestariamente. Y ni quedecir tiene derogar la Ley 27/2013, de 27 dediciembre, de Racionalización ySostenibilidad de la Administración Local.En suma, simplificar administrativa, buro-crática y legislativamente, con el fin de faci-litar el desarrollo de proyectos e iniciativaspúblicas o privadas que contribuyan a lareactivación del medio rural para que losayuntamientos podamos enfrentar este pro-blema de cara y no depender de macroadministraciones que no son conocedoresde nuestra realidad. Todo esto, claro, presu-poniendo que exista un interés real enrevertir el proceso de despoblación.

SdM: Claro que no. De hecho, las solucio-nes generales no funcionan nunca porquecada comunidad, pese a que sufre un fenó-meno global, tiene una historia y un proble-ma local. Solo mediante la atención a cadacomunidad, con planes concretos a largoplazo y posibilidades realistas de inversiónpública y privada, pueden dar esperanza amuchas comarcas a punto de extinguirse.

LL: No, creo que es imposible cambiar estasituación desde los despachos y sin pisar elterreno, y también considero que es un pro-blema intentar buscar soluciones globales

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Un panel de seis expertas y expertos reflexiona sobre la España rural vaciada y degradada

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para todos los territorios, cuando cada lugartiene unas características diferentes. Lasolución está en la gente de los territorios,en darles facilidades. Creo que es muyimportante y necesario que se den benefi-cios fiscales, por ejemplo en municipios demenos de 500 habitantes, y también ayu-das a familias con hijos en edad escolar queapuesten por vivir en estos territorios, queson ayudas que deberían incentivarse a nivelestatal/autonómico, pero las iniciativas quefijan población, al final, se desarrollan desdelos municipios por las personas que habitanen ellos. Creo que habría que empezar porreplicar iniciativas como los que se han reco-gido en la base de datos del proyecto deinvestigación europeo SIMRA (InnovaciónSocial en Áreas Rurales Marginales). Haymuchas iniciativas que se pueden desarro-llar: agrarias, forestales, educativas… que nosolo fijan población, sino que también atraena nuevos pobladores.

Creo que para cambiar la narrativa, hayque comenzar dando voz a la gente de losterritorios, visibilizando sus trabajos, ypotenciando la creación de redes y alianzasen el medio rural. Y sobre todo, consultarlesy tener en cuenta sus opiniones.

VC: Durante las pasadas décadas, tambiéna lo largo de todo el período democrático, eldiscurso urbano y de la modernización hasido tan dominante en la toma de decisio-nes que ahora resulta muy difícil abordarcon inteligencia colectiva el futuro delmundo rural. Además, algunas de las políti-cas tecnocráticas y económicas de la UE yde la PAC han contribuido a liquidar lasagriculturas familiares mejor adaptadas a

las condiciones ecológicas de la penínsulaIbérica, y con ello se ha perdido la capaci-dad de lucha realmente sostenible sobre lasmudanzas ambientales y climáticas.

Necesitamos repensar con coraje elterritorio y las relaciones con el medio rural.Durante décadas, al olvido del mundo ruralse ha sumado con frecuencia el desprecio,coreando procesos de modernización porunos poderes y por otros, que finalmentehan rebasado todos los límites y han arra-sado completamente con la memoria colec-tiva y de los lugares, con los valores conce-jiles de solidaridad, o con el patrimonio cul-tural y con los bienes comunes. Junto alolvido, también, el silencio más vergonzososobre mujeres y hombres que trabajanamorosamente la tierra y nos proporcionanalimentos de calidad o labran paisajeshumanos bien integrados en la naturaleza.Y ahora, nos enfrentamos de nuevo a unafragmentación dolorosa, bajo signos eincertidumbres de desigualdad y destruc-ción llenos de desasosiego (estructurasdemográficas completamente rotas, sustitu-ción generacional imposible, soberanías ali-mentarias asoladas, agriculturas y ganade-rías históricas derruidas, derechos huma-nos y servicios básicos destrozados orecortados, calidad democrática deteriora-da, amenazas medioambientales y de cam-bio climático por doquier…). Los desgarro-nes y heridas son tantas, que las resisten-cias heroicas frente al capitalismo agrarista,financiero y tecnológico más especulativo,que se ha adueñado de nuestros recursosnaturales, bien merecen una narrativa posi-tiva y nuestro reconocimiento.

Desde la perspectiva de la planificación,

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ordenación del territorio o de las políticaspúblicas, las decisiones han sido muy con-tradictorias, y aunque los discursos tecno-cráticos están llenos de palabras retóricascomo la sostenibilidad y la resiliencia, nohan sabido integrar con verdadera concien-cia y compromiso cívico al mundo rural, asus gentes, a sus paisajes y a su patrimonionatural y cultural en la conciencia urbana.Precisamente cuando más protección admi-nistrativa se ha ejercido sobre nuestros pai-sajes naturales y culturales, ya sin campesi-nos y ganaderos muchos de ellos.

Mientras la Ley de Agricultura deMontaña (1982) intentaba detener losmales derivados del abandono y despobla-ción, o la Ley 45/2007 para el DesarrolloSostenible del Medio Rural, bien concebiday debatida, pero nunca aplicada, buscabapaliar las consecuencias de la política agra-ria comunitaria y de los desequilibrios inter-nos del país con un enfoque muy territorial,comarcal e integral, la Ley del Suelo de1998, abría el camino a la especulaciónurbana más nefasta con la idea y posibili-dad de convertir el territorio en un granbazar inmobiliario, y más tarde, la Ley deRacionalización y Sostenibilidad de laAdministración Local (LRSAL) o LeyMontoro, 2013, ponía el acento en la con-centración en los núcleos urbanos de másde 20.000 habitantes de los beneficios delos servicios y de sus efectos multiplicado-res, buscando con ello la desaparición delos pequeños municipios y juntas vecinales.

Los pequeños municipios se encuentrancon frecuencia desvalidos ante la burocra-cia y los poderes centralizados en la ciudad.Varios hechos contribuyen a la subordina-

ción rural. Son muchos los alcaldes que noviven habitualmente en los pueblos a losque representan y los utilizan como palan-cas del poder, sin verdadero compromisocon los habitantes del lugar. Y ante el recha-zo local de las nuevas formas capitalistasde superproducción ganadera como lasmacrogranjas y de sus graves impactosambientales no encuentran el apoyo equita-tivo, ni la sensibilidad necesaria, por partede las administraciones provinciales yregionales.

Algo se está removiendo, no obstante,tras la movilización de un gran número demunicipios frente a la Ley Montoro (“Estepueblo no se vende”), y tras la “revuelta”rural de 2019 ante la despoblación y elabandono. Asociaciones, fundaciones, sin-dicatos, colectivos de acción solidaria vin-culadas al mundo rural ya no se callan, ycon llamadas a los oriundos y residentesfuera –la población vinculada– les piden laaportación de nuevas energías y la toma deconciencia del grave problema de la despo-blación y la salvación de los pueblos.Posiblemente, el relato o la narrativa sobreel mundo rural estén cambiando. ¡Ojalá!

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