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DirectorAmador Ruibal RodríguezE-mail: [email protected]

SecretarioPablo Schnell Quiertant

Consejo de RedacciónJorge Jiménez EstebanÁurea de la MorenaJose Miguel MuñozRafael MorenoMiguel Angel Bru Magdalena Pérez Martínez

Redacción y AdministraciónC/Prado, nº 26-Bj. Dcha. MadridTeléfono 913 191 829E-mail: [email protected]

Cuotas asociados:Entidad patrocinadora, 360 Euros. Entidad asociada, 160 Euros.Miembro protector, 125 Euros. Miembro especial, 75 Euros. Miembro titular, 60 Euros. Miembro estudiante, 35 Euros.

Castillos de España Se distribuye gratuitamente a todos los miembros de la A.E.A.C.

Precio venta al público: 20 euros.

Depósito Legal: M-941/1958.-ISSN:0008/7505.

Portada: Castillo de Lorca Fotografía: Ayuntamiento de LorcaContraportada: Castillo de Monteagudo de MurciaFotografía: Javier Salinas Leandro

Edita: AEAC Ediciones

www.castillosasociacion.es

Queda prohibida, sin autorización fehaciente de los titula-res de derechos de propiedad intelectual, la reproducción total o parcial de esta publicación por cualquier medio o procedimiento.

Las opiniones vertidas en estas páginas son de la exclu-

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SUMARIO

Editorial

Presentación del director del Instituto de Turismo de la Región de Murcia.

Presentación Presidenta Delegación de Murcia-AEAC.Artículos:

Las murallas de la ciudad de Murcia y las fortalezas de su alfoz. Pedro Jiménez Castillo y Julio Navarro Palazón. Fortalezas y poblamiento santiaguistas en la sierra del antiguo Reino de Murcia: Tayvilla y Socovos. Pe-dro Jiménez Castillo y Francisco J. Muñoz López.

Andrés Martínez Rodríguez. El castillo de Tébar (Águilas, Murcia). Un patrimonio recuperable. Teresa Fernández Azorín y Clemente López Sánchez. El castillo de Alhama (Murcia). José Baños Serrano y Juan Antonio Ramírez Águila.

Juan Antonio Ramírez Águila. Aspectos arqueológicos e históricos de la fortaleza de Jumilla (Murcia) en la Edad Media. Estefanía Gan-día Cutillas, Emiliano Hernández Carrión y José Luis Simón García. Evolución histórica y funcional de la fortaleza de Ca-ravaca de la Cruz (SS. XIII a XXI). Rafael Marín Sán-chez e Indalecio Pozo Martínez.

-les. Salvador Martínez Sánchez. Castillos de Moratalla, Señora de las alturas. Marcial García García.

El castillo de Calasparra, una fortaleza de frontera. Breve recorrido por su historia. M. Carmen Melgarejo Abril. El castillo de Mula: Una fortaleza renacentista en la Región de Murcia. José A. Zapata Parra. Cartagena: Tres milenios de patrimonio militar. José A. Martínez López. Castillo de San Juan de las Águilas: Historia, rehabi-litación y puesta en valor. Juan de Dios Hernández. Los Antonelli y Murcia. Antonio Gil Albarracín.

Páginas de la Asociación:- Actividades AEAC Delegación de Murcia 2020- Reseña viaje a Marruecos de Delegación de Murcia.- Nuestras Delegaciones informan: Burgos, Valencia,

Aragón.

REVISTA DE LA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE AMIGOS DE LOS CASTILLOS

Número Especial 2021

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FORTALEZAS Y POBLAMIENTOSANTIAGUISTA EN LA SIERRA DEL

ANTIGUO REINO DE MURCIA:TAYVILLA Y SOCOVOS

Pedro Jiménez CastilloArqueólogo (EEA: CSIC)

Francisco J. Muñoz LópezArqueólogo

RESUMEN:A lo largo del segundo cuarto del siglo XIII tuvo lugar la conquista castellana de la extensa comarca de la Sierra de Segura, que pasó en su mayor parte a manos de la Orden de Santiago. A partir de ese momento tuvo lugar un proceso de organización del territorio que incluía la transformación de los anti-guos asentamientos andalusíes; la construcción de pueblas para acoger a los repobladores cristianos y de castillos para alcaides y comendadores; así como la edificación de una serie de torres distribuidas por el territorio y destinadas a asegurar su control frente a los musulmanes que los amenazaban desde una frontera muy próxima. De estos fenómenos nos ocuparemos en el presente trabajo, tomando como ejemplos dos de las principales poblaciones de este señorío: Tayvilla y Socovos, cuyas circunstancias históricas nos han legado unos restos arqueológicos y un conjunto documental que nos permite exa-minar de manera detallada las pautas del cambio experimentado por estos núcleos andalusíes tras la conquista.

PALABRAS CLAVE:Al-Andalus, Orden de Santiago, poblamiento, castillos, repoblación cristiana, Sierra de Segura, siglo XIII.

ABSTRACT:Throughout the second quarter of the 13th century, the Castilian crown conquered the extensive region of the Sierra de Segura, which for the most part passed into the hands of the Order of Santiago. From that moment on, begun a process of organization of the territory that included the transformation of the old Andalusian settlements; the construction of villages to host Christian repopulation and castles for wardens and commanders; as well as the construction of towers distributed throughout the territory and destined to secure the region against the Muslims who threatened them from a very close border. We will deal with these phenomena in this work, taking as examples two of the main towns of this area: Tayvilla and Socovos, whose historical circumstances have left us archaeological remains and a documentary set that allows us to examine in detail the patterns of change experimented by these Andalusian villages after the conquest.

KEY WORDS:Al-Andalus, Order of Santiago, settlement, castles, Christian repopulation, Sierra de Segura, 13th century

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INTRODUCCIÓN La presión castellana sobre los territo-rios musulmanes de la extensa comarca de la Sierra de Segura a partir de comienzos del se-gundo tercio del siglo XIII, culminó en 1242 con la formación de un amplio señorío que pasa a manos de la Orden de Santiago. Desde ese momento tiene lugar un impulso organizador del nuevo territorio, que se refleja en la cons-trucción de castillos, de diferentes categorías según estén destinados a acoger cabezas de encomiendas o entidades administrativas me-nores, así como de murallas que protegían las nuevas pueblas y villas en donde se asenta-ron preferentemente los repobladores cristia-nos. Estas fortalezas son por tanto símbolo y testimonio del nuevo orden social que se desarrolló a lo largo de la Baja Edad Media en esta espaciosa comarca montañosa, y su evolución es el reflejo de las vicisitudes histó-ricas que tuvieron lugar durante ese periodo. De las características fundamentales de este programa constructivo, así como de las líneas generales del proceso histórico y poblacional, nos ocuparemos en el presente trabajo.

1. EL TERRITORIO Y LAS BASES ECONÓMICAS (Figura 1) La Sierra de Segura forma parte de la Cordillera Bética y se desa-rrolla en dirección sur-sures-te entre la Meseta y el Me-diterráneo. Conocida como macizo de la Orospeda en la Antigüedad, está confor-mada por sistemas orográ-ficos de gran porte –sierras, calares- que contribuyen al desarrollo de multitud de cursos fluviales –ríos, arro-yos, barrancos y manantia-les-. La acción tectónica y el proceso de millones de años de erosión de los cau-

ces han formado impresionantes escarpes sobre los estrechos cauces, con desplome de 600 y 900 m en el río Tus y hasta de 1.000 m en el Puntal de Rodas sobre el río Segura. La cuenca alta del río Segura se es-tructura alrededor de este río y parte de sus afluentes: Zumeta, Taibilla, Arroyo de Letur, Arroyo de Benizar, Tus, mientras que el princi-pal de ellos, el Mundo, determina la orografía y poblamiento de la fachada norte del maci-zo montañoso. El clima de la Sierra presenta fuertes oscilaciones térmicas durante el día y a lo largo del año, entre los -10ºC en invierno (en ocasiones se superan los 20ºC negativos) y los 35º o 40º positivos del verano. La vegetación consiste principalmente en bosques de sabinas, encinas, robles y pi-nos -carrascos y salgareños-, y en las már-genes de los ríos chopos y álamos. La fauna desde la prehistoria se componía de jabalí, cabra montesa, ciervo, corzos, osos, lobos o gatos monteses entre los de mayor tamaño, además de conejos, liebres y otras especies que completaban la dieta de los habitantes de la zona en forma de caza menor. Las bases productivas de la Sierra de Segura se vienen mantenido casi inalte-rables durante siglos, ya que las particulares condiciones geomorfológicas y climatológicas

Figura 1. Mapa de la Sierra de Segura con la demarcación política actual y la ubicación de las principales villas y ciudades

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reducen mucho las opciones de explotación económica alternativas. La agricultura se desarrolla en espa-cios confinados de los numerosos fondos de valle, donde se despliegan sistemas de rega-dío para la creación de pequeñas huertas en espacios aterrazados (Barceló Perelló, 1989; Navarro Romero, 1998a; Trillo San José, 2004; Ballesteros et al., 2010; Kirchner, 2011).En la zona de Taibilla de temporada corta, ya que los inviernos son largos y muy fríos, con frecuentes heladas y nevadas; y los cultivos de secano en las franjas sin acceso directo, o más alejadas, al agua. En general se dispone de poco espacio para cereales, fundamental-mente trigo, cebada y centeno en el secano; y la cuenca alta es poco apta para el olivo. Había antaño árboles de frutos, con algunas variedades de manzanas, cerezos, ciruelos o perales; y actualmente, apenas perviven al-mendros y nogales (Muñoz López, 2020: 117 y ss.). El área de Socovos-Benizar tiene llanu-ras más amplias y a menor cota, aptas para el cereal y el olivo como principales productos; asimismo, más variedad de frutales, vid y al-mendro, lo que dio lugar a una serie de villae en época romana que excasearon en buena parte del resto esta parte de la Sierra. Tam-bién resulta casi excepcional la extensión del sistema medieval de regadío que se implantó en el entorno del castillo de Socovos, aprove-chando las aguas procedentes de dos fuentes cercanas que se acopiaban en una gran alber-ca y alguna otra menor. Pero el sector económico predominan-te tradicional es el ganadero, como también lo fue durante la Edad Media (Huici, 1969: 81). El cronista almohade del siglo XII Ibn Ṣāḥib al-Ṣalāt, relata una escaramuza previa a la batalla acaecida junto a Alhama de Murcia en la que salieron derrotadas las huestes del rey Ibn Mardanīš; el ejército almohade acampado en Vélez-Rubio se aprestó para atacar Murcia

remontando el Wādi Qastāl (río Castril): «Y trajeron un cuantioso botín de las comarcas de Galera, Caravaca, Baza y Sierra de Segu-ra, así como numerosas acémilas y vacas, y decenas de miles de cabezas de ganado me-nor». La despoblación de este territorio du-rante la Baja Edad Media trajo consigo la dis-posición de grandes extensiones de terreno sin dueño, lo que fue aprovechado primera-mente por la orden de Santiago para hacerse con la propiedad, y seguidamente para explo-tarlo en su beneficio para pastos, según de-muestran las fuentes que hacen mención a esta actividad económica entre la Sierra y las tierras bajas del Sureste peninsular. De he-cho, la ganadería fue objetivo prioritario, junto a la captura de cautivos, de las recurrentes al-garadas granadinas (Muñoz López, 2020: 94 y ss.), según demuestran los documentos que citan la masiva captura por los musulmanes de miles de cabezas; por ejemplo, en 1382 provenientes de Lorca: «muchos males de daños en paz, e de como nos leuaron agora puede hazer treze o catorze meses siete mill e quinientas cabezas de ganado de la sierra de Segura, e los fatos e pastores que y an-dauan, e ropas, e armas, e bestias e otras co-sas» (Abellán Pérez, 2001: 23 y 38-39). Pero también movían rebaños de hatos reducidos, que no superarían las 1.000 cabezas, de zo-nas como el término de Murcia o la Goberna-ción de Orihuela, con destinos veraniegos en la serranía de Cuenca, por un lado, y, por otro, en las sierras de Segura, Alcaraz y Tayvilla, los dos estremos de agostada de las caba-ñas murcianas (Martínez Carrillo, 1982: 140; Fernández et al., 1994). También se recibían reatas de comarcas cercanas, tal como que-dó reflejado en un pleito con data de 1481: «e ansimismo la dicha costunbre hera guardada e la sobredicha hermandad a los vecinos e moradores de las dichas villas de Carauaca e Cehejin quandoquier que pasan con sus ga-

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nados a heruajar en los dichos términos de la dicha villa de Yeste e Tayvilla e sierra de Se-gura, e no pagan derecho alguno segun dicho es» (Rodríguez Llopis, 1982: 149-150). En la comarca del alto Segura, las dé-cadas finales del siglo XV, antes de la defini-tiva caída de Huéscar, estarán marcadas por la progresiva expansión sobre los parajes más alejados de las escasas poblaciones supervi-vientes a la despoblación, ya que, a pesar de que el peligro de cabalgadas todavía estaba latente, la pujanza de la población musulmana fronteriza iba menguando. En la visitación de 1468 realizada por la Orden a la encomienda de Yeste-Tayvilla se confirma la vocación de pastos del territorio de Tayvilla: «Rendió esta encomienda el año que vegitamos çiento e çinquenta mill maravedis, pocos mas o me-nos, y aun si pazes ay con los moros rendiría mas por los terminos de Tayvilla, que son muy grandes y en tienpo de guerras non se pueden arrendar las yeruas» (Torres Fontes, 1965-66: 334). En las Relaciones Topográficas de Yeste y Tayvilla de 1575 se dice que contaban los viejos del lugar que «havia en esta villa sesen-ta mil ovejas que iban á hervajar á los Campos de Lorca” (FR,RAH,R-1/16_Yeste: cap. 26).

2. HISTORIA El Reino de Murcia tuvo su origen en la provincia visigoda de Aurariola, citada en el Anónimo de Rávena, una obra de Cosmo-graphia realizada alrededor de la década de los años 70 del siglo VII, y que nos muestra el reino visigodo dividido en 8 provincias, con la ausencia del nombre de Carthago Sparta-ria pero con el de provintia Aurariola (de Ori-huela), “que aunque pequeña es muy fértil y preciosísima” (Roldán Hervás, 1975). Esta de-marcación debió de ser un ducado y engloba-ría los territorios que poco después aparece-rán en el célebre pacto del año 711: actuales provincias de Alicante y Murcia más parte de las de Albacete y Almería; es decir, aproxima-

damente la cuenca hidrográfica del río Segura (García Antón, 1985: 376 y ss.) (1). Después de la conquista musulmana será denominada cora de Tudmīr a partir del nombre de Teo-domiro, el último gobernador visigodo, y se mantendrá como provincia con unas fronteras más o menos reconocibles durante el emira-to y el califato, e incluso así es descrita por al-‘Uḏrī en el siglo XI, aunque la división ad-ministrativa inicial desapareció con el propio estado omeya, sustituida por unos reinos de taifas enfrentados en interminables guerras que conformarán entidades políticas efímeras y territorialmente inestables. El sitio de Ṭaybāliya era, según el geó-grafo Al -`Udrî, en el siglo XI cabeza de uno de los diecisiete distritos rurales (iqlīm) de la cora de Tudmīr, el único en esta comarca serrana. Limitaba con los de Iyih al-Sahal (El Tolmo de Minateda, Hellín) por el norte, Buqasru (Be-gastri, Cehegín) por el este, Tūtiya (Galera) por el suroeste y Bališ (Vélez) por el sur; por el oeste colindaba con el distrito de Segura, de la cora de Jaén (Vallvé Bermejo, 1969, 1972, 1979; Molina López, 1972). Dentro de su jurisdicción quedarían los ḥuṣūn (castillos con población anexa) de Íznar (Dehesa de Le-tur), Letur, Šaqūbū (Socovos), Fariṣ (Férez) y tal vez los de Abeneyçar (Benizar) y Priego. Da cuenta de la relativa importancia de Ṭay-bāliya el hecho de que en el siglo XII naciera allí algún personaje de relevancia como Mu-hammad b. ‘Abd al-Malik b. Abū Nadir, que fue juez en Almería y que tuvo como maestro en Ṭaybāliya al predicador Ma’zuz b. Habid al-Ṭaybāli, según se recoge en la Takmila de Ibn al-Abbār (Guichard, 1991: 41, 59). Durante el siglo XII, teniendo en con-sideración las fuentes árabes, Socovos pudo tomar mayor protagonismo en la comarca. Ibn al-Jaṭīb en la Iḥāṭa fi ajbār Garnāṭa, relata que era un distrito castral dependiente de Šaqu-ra (Segura de la Sierra) dentro de la cora de Ŷaīyān (Jaén) y fronterizo con la cora de Tud-

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mīr (Murcia). Igualmente, afirma en su A cmal al-ac lam que el caudillo Ibn Hamušk se ha-bía levantado contra los almorávides en 1144 en el ḥiṣn Šaqūbū (Navarro Romero, 1998b). Este señor de la guerra era suegro del emir de Murcia Ibn Mardanīš (conocido en las crónicas cristianas como el Rey Lobo) y se afianzó en el territorio de Segura durante su regencia, parti-cipando en las acometidas que los murcianos realizaron contra los territorios almohades en-tre 1158 y 1162, año en que son derrotados y tienen que dedicar sus esfuerzos a contener el avance de los africanos, hasta que después de la muerte de Ibn Mardanīš en 1172, sus hijos rindieron el reino murciano al imperio magrebí. Ibn Hamušk, no obstante, también tuvo enfren-tamientos con el rey murciano. Tras la derrota en 1212 de las tropas almohades por la coalición cristina peninsular en las Navas de Tolosa, se sucede la conquis-ta al año siguiente de los ḥuṣūn de Alcaraz y Riópar, así como de Segura en 1214 (Merino Álvarez, 1915: 46; Torres Fontes, 1965-66: 34 y ss.) (2), llevando de esta forma la línea de frontera al límite septentrional de las tierras de Yeste, aunque el hambre y las treguas fre-narían temporalmente el avance castellano (Rodríguez Llopis, 1985). En torno a 1235 la Orden santiaguista se había apoderado de buena parte de la mitad occidental de la Sierra, y entre 1239 y 1242 se produciría la ocupación de Hornos, Siles, Benatae y Or-cera (Torres Fontes, 1965-66: 326). En 1241 las milicias santiaguistas avanzan más al sur, haciéndose con Huéscar, Galera y Orce, bor-deando las tierras de Yeste, Tayvilla y Cara-vaca (Ibid.: 326-327; Rodríguez Llopis, 1982: 51). Paralelamente, por el norte los castella-nos entraban en Albacete y las huestes san-tiaguistas se centraban en tomar Chinchilla, que fue ganada a principios de 1242. Parte de este ejército se dirigió hacia el sur conquis-tando los castillos de Híjar, Vicorto, Villares y Abejuela en una primera incursión (Ibid.: 52;

López Fernández, 2004). Este itinerario es-taría justificado por la existencia de un paso franco que comunicaría las cuencas altas del río Mundo con las del Segura, el puente de ḥiŷār (de piedra) (Pocklington, 2010: 155). Seguidamente avanzarían sobre el conjunto de la comarca del alto Segura, tomando Le-tur, Férez, Socovos, Yeste, Tayvilla y el resto de asentamientos menores. En agosto de ese mismo año daba el Rey al maestre y orden de Santiago la villa de Segura con sus términos y cuanto le per-tenecía, excepto lo que era de los reinos de Murcia, Jaén y algún concejo en concreto, otorgamiento confirmado en León por el Papa Inocencio IV en las nonas de septiembre del año 1245: «Doy, y concedo la villa, que llaman Segura, con su castillo, y con todos sus térmi-nos, que ahora tiene, y lo que en el momento de la donación debía tener. Pero de esa do-nación excluyo villas, castra, turres, o las for-tificaciones pertenecientes al reino de Murcia, las cosas que sean de Riopal, y de Alcaraz, y les pertenezcan. Igualmente excluyo villas, castra, turres, o las fortificaciones, y términos pertenecientes al reino de Jahén, y así lo mis-mo, las cosas que son de Baza, y de Úbeda, y les pertenezcan» (3) (De Manuel Rodríguez, 1800: 464). El 5 de julio de 1243, el infante don Al-fonso, a petición del nuevo maestre don Pelay Pérez Correa, confirmaba a la Orden la pose-sión de la villa de Segura «cum omnibus ter-minis suis nouis et antiquis; cum castellis hic connominatus vidalecit: Muratalla, Socouos, Bueycorto, Gutta, Letur, Priego, Feriz, Abeiu-la, Litur, Aznar, Abeneycar, Nerpe, Tayviella, Yeste, Agraya, Catena, Albanchez, Huescar, Mirauet, Vulteyrola, Burgeia» (Torres Fontes, 1965-66: 327) (Figura 2). Este extenso territorio bajo el control santiaguista fue compartimentado en 1245 en las encomiendas de Beas de Segura, Chi-clana, Yeste, Socovos, Moratalla y Tayvilla,

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conformando las cuatro últimas el Partido de Segura y dentro del obispado de Cartagena, aunque con las vicarías de Segura y Yeste con bastante autonomía por ser de la Orden, dependiendo las otras dos también del obis-pado de Cartagena; además, conseguían los

correspondientes privilegios de villazgo (Ro-dríguez Llopis, 1982: 37, 1991) (Figura 3). Tras un primer periodo bajo control castellano, Huéscar y su comarca retornarán a manos musulmanas en 1250; fue recupe-rada de nuevo por los castellanos en 1271 y

vuelta a perder en 1324 (Torres Fon-tes, 2004: 371-3), todo lo cual gene-ró un periodo de inestabilidad que contribuyó al proceso de la despo-blación de lugares como Volteruela, Bugéjar, Tarragoya, Tayvilla o Cel-da (Figura 4). A la vez, la segunda mitad del siglo XIII y los albores del XIV estuvieron marcados también por dos revueltas mudéjares que provocaron la desconfianza de los repobladores y la marcha de musul-manes a tierras granadinas y norte-africanas. En la primera de ellas, en-tre 1264 y 1266 con el apoyo directo de los nazaríes, los musulmanes consiguen hacerse con numerosas poblaciones del territorio murciano, mientras los castellanos mantienen el control sobre varias de sus villas. Así se recoge en un privilegio que el maestre Pelay Pérez Correa otorga al caballero santiaguista Martín Ea-nes Dovinhal: «Et quando Galeyra foy perduda, uos, por uosso corpo, entrastes en Osca et defendestela a os mouros que a non perdemos. Et otrosi, entrastes a Teyuella quand se perdeu Moratalla, et acorrestela et defendestela que a non tomaron os mouros» (Torres Fontes, 1992: 86); entre los núcleos de estas comarcas que resisten se encontraría también Caravaca (Marín Ruiz de Assín, 2008). En la liquidación de esta re-belión tuvo un papel determinante Jaime I de Aragón, que se ocupó de recuperar buena parte del territorio Figura 3. Mapa del Partido de Segura y de las encomiendas santiaguistas

Figura 2. Mapa del poblamiento en la comarca del Alto Segura en el momento de la conquista santiaguista

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murciano, poblaciones alicantinas, de la Vega Baja y Murcia capital; mientras, a finales de 1265, Tayvilla y Huéscar eran protegidas por las tropas santiaguistas, pero perdían Galera y Moratalla (Molina López, 1982: 52 y 53). La siguiente y postrera revuelta, se produjo entre 1296 y 1303.

Configurada a grandes rasgos una frontera estable con el reino de Granada, los hitos históricos de la Sierra de Segura duran-te la Baja Edad Media podríamos agruparlos sucintamente en: epidemias y crisis medioam-bientales, como las diversas oleadas de pes-te y episodios de sequías que se sucedieron durante los siglos XIV y XV; los conflictos y la inestabilidad derivadas de la situación fron-teriza del territorio; así como, finalmente, las luchas internas del reino de Castilla (Torres Fontes, 1977, 1985, 2003 y 2004). En 1265 Alfonso X otorgaba privilegio a Lorca y Mula del quinto real de las cabalgadas que ganaran a los moros, en el que se especi-

fican los oficios fronterizos propios, como ca-balleros, adalides y almogávares, almocade-nes, ballesteros y peones, atalayeros, espías, atajadores…, y más adelante desde 1310 la figura del “hombre bueno”, llegando después los alcaldes de frontera, de forma que quedaba estructurada la Frontera y sus protagonistas,

hombres que deberán estar prestos a tomar las armas desde los 16 a los 60 años, y mujeres que tendrán que acomodar su vida cotidiana a las alertas y la permanen-te movilización (Torres Fon-tes, 2003: 116, 2004: 32 y 35). Un escenario dilatado durante dos siglos y medio en el que hubo periodos de repunte belicoso como el de la llegada de los benimeri-nes del Magreb en 1275 y la fuerte presencia de ze-netes radicales situados en las comarcas confines, con una importante actividad en la frontera murciano-grana-dina, escenario que será la puntilla para el poblamiento fuera o alejado de las mu-

rallas de las ya escasas villas o aldeas forti-ficadas supervivientes. En líneas generales, los periodos de beligerancia con correrías y pillaje se alternaban con treguas o paces que frecuentemente se renovaban de forma auto-mática, pero que eran alteradas con igual re-iteración por grupos incontrolados de ambos lados. El primer tercio del siglo XV estuvo mar-cado por una fuerte inestabilidad interna en el reino de Granada, lo que fue aprovechado por Castilla para la toma de los castillos de Xique-na y Tirieza en 1433 (Torres Fontes, 1960), aumentando así la presión sobre Huéscar que acabó conquistada por Rodrigo Manrique al

Figura 4. Mapa de la frontera en la Sierra de Segura a finales del siglo XIII

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año siguiente manteniéndola hasta 1447 (To-rres Fontes, 1992). En 1436 tropas murcianas se hicieron con los Vélez y zonas del río Al-manzora (Torres Fontes, 1991); no obstante, la mayor parte de los lugares perdidos fueron recuperados por los nazaríes aprovechando las ahora guerras intestinas en Castilla (Torres Fontes, 1980; 1991, 1992) (Figura 5). A lo lar-go de todo el siglo XV las incursiones depre-dadoras, con toma de cautivos y aprehensión de ganado como principal objetivo, se fueron incrementando exponencialmente en número e intensidad, llegando a alcanzar el interior del adelantamiento murciano y la gobernación oriolana, hasta lugares como Cieza, Alguazas, Molina Seca, Ricote, Cotillas, Corvera, Santo-mera, Fortuna o Ayna (Torres Fontes, 2004: 193 y ss.).

3. EL POBLAMIENTO MEDIEVAL En época andalusí, la Sierra de Segu-ra era un territorio densamente poblado que, según la descripción de al-Zuhrī, en el siglo XII tenía 300 alquerías y 33 castillos (Hadj-Sa-

dok, 1968: 209). De acuerdo con la documen-tación arqueológica, el tipo y tamaño de los asentamientos que articulaban el poblamiento en este territorio se enmarca en una tipología amplia, desde cuevas-refugio de pastores has-ta alquerías y ḥuṣūn o poblaciones medianas fortificadas (Navarro Romero, 1998b; Jiménez et al., 2008-2009; Simón García, 2016). Las más importantes que se encontraron los con-quistadores cristianos serían las referidas en la donación de la corona a la orden de Santia-go en 1242-1243. Tras la conquista castellana, la necesi-dad de repoblar, de manera rápida y efectiva esta comarca fronteriza, impulsó al maestre Pelay Pérez Correa a dotarla en 1246 de un fuero ventajoso, el de Cuenca, que se aplica-ba normalmente a las tierras de realengo; a

pesar de ello, los nuevos pobladores fueron acu-diendo en número esca-so a lo largo de los siglos XIII y XIV. Inicialmente la población musulmana se mantuvo en el conjunto del territorio serrano, varian-do su número entre enco-miendas; así, por ejemplo, la de Socovos conservó población mudéjar en si-tios como Letur, Férez o la propia Socovos, lugar que en 1283 era descrito como “castillo de moros” (Lomax, 1965: 17). Tayvilla y Yeste ampararon también en un primer momento aljama mudéjar, siendo la de Yes-te poco a poco desplazada

del núcleo fortificado (Rodríguez Llopis, 1982: 54). Ha quedado constancia documental de la permanencia de musulmanes a lo largo del siglo XIII en muchos lugares de estas co-marcas, por la recepción por el Obispado de

Figura 5. Mapa de la frontera en la Sierra de Segura a finales del siglo XV

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Cartagena en 1271 de parte de las rentas de estas comunidades de Moratalla, Celda y Bur-geya, habiendo desaparecido de Segura, Ca-ravaca, Huéscar, Volteruela y Galera (Aguado de Córdoba et al., 1719: 211); así como de las recibidas por la Orden de Santiago en las en-comiendas de la Sierra en 1273 y 1274 por diversos impuestos como alfardas, diezmos o almazrames: «Arrendamos a uso don Bono e ausos don Iacob e auos don Samuel estos lugares que eran aquí luego: primeramente la sierra de Segura con Moratalla e con Ferez e con priego e con Benyçar e con Letur e con Guta e con Beycarto e con Asnar e con Yes-te e con Gontar e con nervio e con la Greya e con Boyas con cuantos derechos auemos auer en llos moros e con alffardas e con diez-mos e con almazrames e con todos llos otros derechos que y auemos e deuemos auer» (Lomax, 1965: 271, doc. 32). Según Rodríguez Llopis (1982: 59), to-das las fuentes permiten deducir una desapa-rición paulatina de mudéjares desde fines del siglo XIII de los núcleos principales de Yeste y Tayvilla, a la vez que se abandonaban casi la totalidad de asentamientos menores como alquerías y cortijadas, viéndose acrecentado este proceso por las dos rebeliones mudéjares de la segunda mitad del siglo XIII (Rodríguez Llopis, 1986 c: 13 y ss.). Paralelamente, el in-tento repoblador con elementos cristianos no llegó a cuajar nunca en un consistente proceso de recolonización, encaminándose el territorio a una inexorable despoblación, casi absoluta en el conjunto del territorio de la Sierra salvo un contado número de villas. La perenne cri-sis demográfica y la presión nazarí están en el origen de los intentos de Fernando IV y del maestre de Santiago don Fernando Osórez en 1303 para lograr una bula papal que autorizase la cruzada para la recogida de fondos destina-dos al «mantenimiento de la Frontera è de los Caſtiellos de Hueſca, è de Orça, è de Caſtiel de Galera, è de Benamexir, è de Eſtepa, è de Tay-

viella, è de Aledo è de Ricote è de la Peña è de Moratalla, que ſon en Frontera de Moros […]» (Aguado de Córdoba et al., 1719: 249-250). El nuevo contexto geopolítico y pobla-cional quedó definido por la ocupación por par-te de los cristianos del interior de los recintos fortificados más importantes, como los de Yes-te o Moratalla, dejando los barrios de la peri-feria a la población mudéjar. En otros núcleos, seguramente menores, los incipientes con-cejos se establecieron en pequeños recintos amurallados construidos al efecto, protegidos por castillos que alojaban a la reducida admi-nistración santiaguista. Este último es el caso de Tayvilla y Socovos, ejemplos que estudiare-mos a continuación con más detenimiento. La situación demográfica se fue ha-ciendo cada vez más crítica, según relataba el propio rey Fernando IV en 1304, tras la sen-tencia de Torrellas para la delimitación del rei-no de Murcia: «por razon de las guerras e de los otros males que son acaesçidos en tierra de Murçia, la mayor parte de los moros son muertos e los otros fuydos, por las quales co-sas la tierra es muy despoblada e menguada dellos» (CODOM-V, doc. XLV: 48 a 50. Archi-vo Municipal de Murcia, pergamino 151). De nuevo se expidió una bula en 1386, del Papa Clemente VII en Avignon, para la defensa de una serie de castillos en “fronte-ra de moros”, para mantenerlos y defender-los: «Quare pro parte dicti Garſiæ Magiſtri & Fratrum nobis extiti humiliter ſsuplicatum, vt cum etiam ijdem prodefenſione fidei & tuitione Chriſtianorum in illis partibus degentium de...Segura, Torres, Fornos, Siles, Alvanchez, la Puerta, Cieza, Caravaca, Cehegin, Canara, Yeſte, Socovos, Moratalla, Priego, Banayadire (Benayzar) & Aledo Caſtra in frontaria Sarra-cenorum manutenere, & defenderé teneantu» (Aguado de Córdoba et al., 1719: 354-5). La mayor parte de parajes rurales de la Sierra quedaron despoblados durante la Baja Edad Media: sitios como La Graya, Iz-

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nar, Abejuela, Volteruela, Zumeta o Tayvilla, y los parajes de su entorno; los campos de las encomiendas de Moratalla y Caravaca, sobre los que se dice en 1497 que «entre Caravaca y Huescar ay despoblado de catorze leguas» (Rodríguez Llopis, 1986 a: 38); también entre Caravaca y Lorca, territorio que describió de esta forma un caballero santiaguista huido de Vélez Blanco en 1473: «desde Xiquena nueue leguas de tierra despoblada, e toda a peligro de moros» (Torres Fontes, 1980: 36). Sin em-bargo, hubo algunas excepciones de pervi-vencia de pequeñas alquerías habitadas por mudéjares. En las Relaciones Topográficas de Yeste y Tayvilla de 1575 se habla de los moros gontarinos, que en ese momento o poco tiem-po atrás todavía habitaban la aldea de Góntar (FR,RAH,R-1/16 / Relación de Yeste: Cap. 3). Sabemos también de población mudéjar en el paraje de Priego, junto a Benizar, en el no-roeste de la encomienda de Moratalla, por un robo de paños y lana a comerciantes de Cehe-gín perpetrado en 1399 «por çiertos moros de Priego de la Sierra de la encomienda de Mo-ratalla, que diz que fueron llevados por omes almogavares ladrones» (Pozo et al., 1983: 66). Esta permanencia de mudéjares en la comar-ca, incluso en áreas plenamente rurales donde no hay constancia de aldeas de castellanos, podría explicarse por un fuerte arraigo a su tie-rra pero a la vez por sentirse seguros de no ser atacados por partidas del otro lado de la frontera. Como ejemplo, en 1420 un grupo de almogávares granadinos se interna en el reino de Murcia siendo auxiliados en sus operacio-nes por moros de Férez, que les sustituyeron las herraduras de hierro por otras más silen-ciosas a la ida y vueltas a cambiar de regre-so en la huida (Torres Fontes, 2003: 127). En 1483 la reina Isabel confirma al Adelantado del Reino de Murcia, don Juan Chacón, una orden que prohibía a los mudéjares portar armas por los caminos y castigar a quienes dieran auxilio a los granadinos, porque «los moros mudeja-

res de las dichas çibdades e villas e logares los acojen e tienen secretamente en sus casas porque mejor fagan lo susodicho» (Torres Fon-tes, 2004: 331-332). A partir de mediados del trescientos en-tra en escena un factor que condicionó radi-calmente la demografía durante la Baja Edad Media: la peste, con oleadas durante el siglo XIV en 1348-49, 1379-80 y 1395-96, y en el XV en 1412, 1450, 1468 y 1498, asegurándo-se en las crónicas que el Reino estaba des-poblado por la «grant monrtandat que y ovo» (Veas Arteseros, 1997: 478, doc. CDXX y 488, doc. CDXXV; Torres Fontes, 1977 y 2003: 29). Una carta de 1349 manifiesta la dificultad de la hacienda real para cobrar la moneda forera en el señorío santiaguista: «e si los cogedores de la dicha moneda no pudieren cogerla de los lugares de Valdericote e Socouos e Yeste e Moratalla e Letur e Caravaca e Cehegín e Bullas que les descuenten por ello a los dichos cogedores mil marauedis» (Rodríguez Llopis, 1986 b: 34). Sin embargo, a mitad de este si-glo en la Sierra y entorno se atisban señales de estabilización del poblamiento, de la reocu-pación de tierras y de una tímida dinamización económica, ganadería y aprovechamientos de montes principalmente. No obstante, será desde mediados del siglo XV cuando se asista a un definitivo aun-que lento repunte demográfico y de la produc-tividad agropecuaria que ya no retrocederán: hermanamiento de pastos entre Caravaca y Lorca (Marín Ruiz de Assín, 2013: 129), peti-ciones de confirmación de dehesas en Mora-talla (Béjar), Yeste (Tus) o Liétor, mientras Ce-hegín consigue el reparto de las tierras de Bu-llas (Rodríguez Llopis 1982: 121-123, 1986a: 72 y 73); se recogen buenos diezmos ya en la década de los ochenta en las dehesas de Priego y Benizar (Pozo et al., 1983: 66) y Tay-villa (Rodríguez Llopis, 1982: 84 y ss.). Y en 1488 se lleva a cabo la repoblación de Férez (Torres Fontes, 1965-66: 336).

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4. TAYVILLA (Figura 6) Ṭaybāliya ocupaba buena parte de la la-dera norte del cerro donde se ubica el castillo, sobre una suave pendiente rematada por los riscos que la separan de la cima, escarpados pero practicables. En aproximadamente 1,5 ha se extendía el núcleo de la población an-dalusí, tal y como demuestran los numerosos restos de muros, cerámicas y tejas que aún se distinguen en superficie, aunque no exis-ten evidencias de recinto amurallado que lo cerrara. En 1604 el vicario de Yeste encabezó una “excavación” en la que se desescombró un edificio que les pareció una iglesia: «man-daron cauar y sacaron tierra y piedras de la parte donde parezia auer señales y uestigios de tenplo, que está uajo del castillo en me-dio de lo que pareçe auer sido poblado.…;… y ansi mismo se hallaron munchos pedazos de yeso labrados con lauores y molduras con colores y otros muy reçios que pareçian ser de la ruina de las arcadas o bouedas» (Ro-dríguez Llopis, 1995: apéndice documental). Al parecer, lo que en realidad descubrieron

fue una mezquita posteriormente reconvertida en iglesia, y los yesos labrados con labores y molduras con colores serían yeserías poli-cromadas que decorarían arcos y vanos. En 1794 Lozano Santa escribía: «Al ocaso, pues de este castillo y en la planicie misma, están de manifiesto las reliquias de población. Allí paredes anchas de argamasa, de hormigón y algunas otras; allí cascos de vasijas, cascajos, escombros […] La extensión de sus vestigios es considerable. Su latitud y longitud como de media legua. Todo a la falda del castillo» (Lo-zano Santa, 1794, vol. 3: 86). La distribución de los restos, aun te-niendo en cuenta los arrastres de materiales cerámicos, apuntan a un caserío que ocupaba la mitad superior de la ladera, por debajo del escarpe por el que discurre el camino de subi-da y el trazado oriental del recinto exterior de la fortaleza. En la mitad occidental se apoya sobre unos riscales que lo dotan de mayor de-fensa, mientras en la otra mitad la ladera es continua sin abruptos. Es posible que el frente del caserío se cerrara a casa-muro, estando

Figura 6. Mapa del cerro del castillo con la ubicación del fuerte santiaguista y los caseríos

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la entrada en el centro, entre los escarpes del lado oeste y unas rocas que resurgen en el centro de la ladera; por otro lado, la inspec-ción detallada de la pared del cantil sobre la que se alza la plataforma superior, no muestra señales de haber servido como apoyo de vi-viendas, es decir, no hay restos de agujeros para colañas u otros usos, ni restos adheridos de yeso o argamasas, lo que nos lleva a pen-sar que las casas no apoyaban directamente sobre la roca, existiendo entre ésta y las casas un adarve de separación, lo cual resultaría ló-gico para que el caserío no pudiera servir de plataforma para asaltar la muralla del castillo. El lado sur del cerro lo conforma un acantilado vertical e inaccesible de 70 m de altura sobre el río Taibilla. En la parte supe-rior amesetada se encontraban el albacar y la alcazaba de la que apenas se conservan evi-dencias, aparte de un corto tra-mo de la muralla que la cerraba por el sur y que apareció al ex-cavar el interior de la crujía me-ridional del castillo santiaguista (Jiménez y Muñoz, 2020). Un al-bacar era fundamentalmente un espacio abierto dentro del casti-llo-fortaleza destinado a guardar el ganado y ejercer de refugio para la población en momentos puntuales por situaciones ex-cepcionales (Epalza, 1984). En cualquier caso, tanto la organiza-ción de los pobladores que habitaban el ca-serío andalusí como la alcazaba debieron de sufrir cambios drásticos a partir de la conquis-ta castellana. La creación de la encomienda en 1245 implicaba el nombramiento de un co-mendador, responsable tanto de la defensa del territorio sujeto a su jurisdicción como de la administración económica de los bienes y rentas que percibía. Obligado a residir en la fortaleza y a no desplazarse de ella sin per-miso del maestre, ejercía el control de sus en-

comendados económica y judicialmente, pues detentaba la alcaldía de las alzadas. Junto al comendador existían una serie de cargos que le ayudaban, entre ellos el mayordomo, encargado del control administrativo y econó-mico, el alcaide de la fortaleza, los alguaciles de términos y, finalmente, otros personajes más secundarios como escuderos, mampos-teros y personal doméstico. En definitiva, en la cabeza de una encomienda era necesaria la presencia de un castillo que acogiera al re-presentante del maestre de Santiago y a una pequeña corte, con un séquito de personal militar y de servicio. Asimismo, quedan evi-dencias del pequeño caserío cristiano que se esparcía por la mitad oriental de la meseta su-perior, y del que actualmente sólo se pueden apreciar piedras sueltas y fragmentos de tejas y cerámicas (Figura 7).

Los importantes restos constructivos que se conservan en la parte alta del cerro corresponden a las obras realizadas por la Orden de Santiago cuando aquí se estable-ció la cabeza de una encomienda; se trata de estructuras y edificios de carácter defensivo que conforman dos ámbitos bien definidos: un recinto amurallado exterior -el albacar- y un castillo, con torre y cortijo (Muñoz y Jimé-nez, 2020). El primero, al que se accede por un camino angosto en parte tallado en la roca, es un espacio abierto de aproximadamente 7.100 m², delimitado al norte por una muralla

Figura 7. Distribución del caserío de Ṭaybāliya y del asentamiento cristiano intramuros

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construida de tapial de hormigón y al sur por el acantilado. La cerca, bastante deteriorada y con tramos perdidos por completo, está com-puesta por un zócalo de cal y canto sobre el que se apoya el alzado de argamasa enco-frada, rematado por un parapeto en el que se practican saeteras y, sobre él, la hilada de al-menas. En este perímetro se abre una puerta en recodo, integrada en una torre rectangu-lar, que hemos denominado Puerta Noroeste; protegida por un parapeto a cada lado, está cerrada por una bóveda de cañón fabricada con mampostería tomada con cal, que reposa sobre los muros de tapial. Las dos aberturas que presenta corresponden a los dos vanos con que contaba, desalineados para crear un acceso acodado y flanqueados por jambas de mampostería. Conformando otra ancha torre, se edificó en el recinto exterior un aljibe en ta-pial con dos naves comunicadas por un arco y cubiertas por sendas bóvedas. La muralla antes descrita acoge en su interior otro recinto, en este caso de planta re-gular, del que forma parte una impresionante torre del homenaje. Este espacio rectangular, denominado “cortijo” en las visitaciones santia-guistas, está compuesto por tres crujías en tor-no a un patio, mientras que en el cuarto frente, el oriental, se alza la torre y la puerta de entrada a este recinto acompañada por otra pequeña torre. En el centro del patio, aproximadamen-te, se encuentran los restos de un aljibe de dos cámaras cuya bóveda estaba completamente hundida. Sobre este aljibe se construyó en al-gún momento entre 1480 y 1494 la ermita de Santa María de Tayvilla. Se conservan en es-tado aceptable los muros externos de los lados norte y oeste del cortijo, gracias a lo cual sabe-mos que tenía una base de mampostería en hi-ladas, alzado de tapial calicastrado, con adarve sobre andamio, pretil con saeteras y almenas en piramidón, idéntico, en cuanto a técnica y materiales constructivos, que el muro exterior, aunque sensiblemente menos espeso.

En el frente oriental del cortijo se loca-lizan dos puertas, una original hecha con pie-dra toba, y otra posterior junto a la torre del homenaje, alzada a base de sillares de caliza, bien trabajados y junteados con mortero fino de cal; entre ambas se encuentra una torre pequeña que los visitadores de la orden lla-man de «los moros». Para ascender al adarve existía una escalera de mampostería y cal que se adosaba al frente oriental del cortijo. La crujía sur del este espacio está ocupada por los restos de un edificio rectangular de fábrica bien distinta que el resto, en este caso sillare-jo tomado con mortero de cal, obra que pare-ce contemporánea de la apertura de la nueva puerta del cortijo y de la reforma de la puerta de la torre del homenaje. Teniendo en cuenta las razones técnicas así como la lectura ar-queológica que permite observar que se trata de una construcción posterior al resto, nos in-clinamos por creer que es la cuadra, cocina y cámara que se mandó construir en la visita de 1494 y que en 1507 ya es citada. La torre del homenaje es una cons-trucción de planta cuadrada y alzado prismá-tico cimentada sobre la roca. La obra original constaba de 4 pisos: el inferior está ocupado por dos aljibes abovedados; el principal, tiene la puerta de entrada y una mazmorra; el si-guiente era la cámara de armamento; y el ter-cero, los aposentos del comendador, con una chimenea y una cama (Figura 8).

Figura 8. Restitución fotográfica de la torre del homenaje de Tayvilla en el siglo XIII

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El acceso a la torre se realiza por un único vano de sillería situado en altura, al que se subía mediante una escala según afirman las visitaciones; mientras que hoy existe una escalera reciente hecha de piedras y trozos de tapial que fue restaurada en los años 80 del siglo XX. La puerta presenta un arco de me-dio punto y se cerraba mediante dos hojas y tranca. Por su tipología la podemos adscribir a época bajomedieval, y vino a reemplazar a la puerta primigenia con arco de ladrillo, de cuya rosca interior aún se conservan algunos res-tos. Toda la fábrica de la torre es de tapial de hormigón salvo la de un último cuerpo añadi-do posteriormente, fabricado con mampostería tomada con cal, llamado en las visitaciones «la cabaña». Estaba rematado en una cubierta a dos aguas y circundado por un cadahalso o “guirnalda” de madera. Ignoramos la fecha en que se construyó, aunque en la primera visita-ción conservada, la de 1468, ya se menciona y se explica que se encontraba en estado rui-noso, conservándose en muy mal estado algu-nos de los canes que lo sostenían, que eran de «savyna e tejo» y que se desmontaron cuan-do se acometió la restauración de la torre. Los forjados interiores y suelos de la torre eran de madera de pino (Figura 9).

El recinto exterior, el cortijo y la torre muestran una serie de semejanzas en cuanto a material constructivo y módulo de los tapia-les que parecen indicar que estamos ante un mismo proyecto constructivo, impulsado por un poder político fuerte que tomó la determi-nación de levantarlo en un momento puntual.

Por todo ello, y teniendo en cuenta la historia del yacimiento, nos inclinamos por creer que esta decisión tuvo lugar en el año 1245, cuan-do la Orden de Santiago mandó constituir la encomienda de Tayvilla, generándose enton-ces unas especiales necesidades defensivas, pues se trataba de una minoría cristiana en un ambiente mayoritariamente mudéjar; y de re-presentación, ya que debía acoger la residen-cia permanente del comendador y de su sé-quito. Esta obra nueva necesitó del derribo de las construcciones de la fortaleza islámica, de la que apenas han quedado huellas, y la edifi-cación de un castillo que se ajustaba al mode-lo santiaguista, según prueba un documento de 1347 en el que se ordena al comendador de Caravaca la construcción de una fortaleza en el lugar de Bullas, conformada por: «una torre con un cortijo enderredor della que sea de quinze tapiales en alto et que aya en ella tres terminados, et del çimiento Della fasta el primero terminado que sea la tapia de ocho palmos en ancho, et del primero fasta el se-gundo terminado que sea la tapia de seys pal-mos en ancho, et del segundo terminado fasta el terçero terminado que sea dessa anchura la tapia. Et del dicho çimiento fasta el dicho pri-mero terminado que sea la lavor de argamasa

o de piedra et de cal, et los otros dos terminados de tierra et de cal. Et el cortijo que sea de diez tapiales en alto con su peytril et menas, et que sea la tapia de çinco pal-mos en ancho, et la lavor del cortijo que sea fecha

de tierra et de cal» (Torres Fontes, 1982: 133-135). Una descripción que en todo se ajusta a la fortaleza de Tayvilla. El recinto exterior debía de estar aban-donado ya durante la segunda mitad del siglo XV, como vendría a demostrar la ausencia de referencias de los visitadores de la Orden (Ver

Figura 9. Fortaleza de Tayvilla. A la izquierda, fotografía de 2020 (J. J. García Aguilar); a la derecha, reconstrucción virtual en 3D (2006, Francisco J. Muñoz y Francisco de Toro)

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Torres Fontes, 1965-1966; Rodríguez Llopis, 1982), lo que, en consonancia con lo expues-to, se debería al proceso de despoblación que sufrió Tayvilla durante el siglo XIV. Es decir, ante la falta de población cristiana se hizo in-necesario mantener en condiciones el recinto amurallado que protegía su puebla. Tan agu-do fue ese proceso que hizo que la encomien-da desapareciera, siendo absorbida por la de Yeste, y manteniéndose exclusivamente en uso el antiguo castillo del comendador, ahora residencia de un alcaide y una reducida guar-nición (Rodríguez Llopis, 1982: 38).

5. SOCOVOS (Figura 10) La encomienda de Socovos estaba for-mada, además de por la villa homónima, por las pueblas de Letur, Férez y Liétor (4) y por los lugares de Híjar, Vicorto, Abexuela, Tala-ve, Villares, Alcantarilla, Iznar y Tazona. La creación de esta nueva realidad administra-tiva, como decíamos antes, iba acompañada del establecimiento de un comendador con su reducido séquito y guarnición y por la muy pro-bable constitución de un pequeño concejo. No obstante, la sublevación de los mudéjares en 1264 y el conflicto que siguió hasta su aplas-tamiento dos años después, parece que oca-sionaron la huida o la muerte de muchos de los repobladores recién llegados, razón por la cual, a finales del siglo XIII se calificaba a So-covos como “castillo de moros”.

Las escasas referencias a Socovos en la Baja Edad Media parecen confirmar que no llegó a consolidarse la repoblación y que el concejo estuvo constituido por un número mínimo de familias cristianas entre una pobla-ción mayoritariamente mudéjar. Los conflictos internos de mediados del siglo XV terminaron por forzar la salida de los musulmanes, vién-dose envuelta en las disputas protagonizadas entre huestes afines al Rey y a Alonso Fajar-do: «En esta villa solían morar cuarenta veçi-nos moros y después que Fajardo derrocó las casas della, fuéronse todos» (Torres Fontes, 1965-66: 335). Poco después comenzaron a repoblarla y, según la visitación de 1468, «agora comiençan a venir e agora estaran fasta vnos doze moros veçinos», señalando el maestre Alonso de Cárdenas que «a cabsa de las cosas pasadas en la nuestra villa de Socobos aquella se ha e esta despoblada de vecinos e moradores». Así, desde esos episo-dios quedó mayormente despoblada, sólo con guarnición militar, otorgando en 1484 el maes-tre de Santiago licencia para repoblarla, aun-que esto no se materializó hasta la conquista de Baza, de donde el comendador trajo 30 familias musulmanas, a las que se sumaron algunas cristianas de pueblos vecinos (Rodrí-guez Llopis, 1986c: 21). No se habla de con-cejo en Socovos hasta la visitación de 1507, donde la representatividad la ejercían los «moros viejos del aljama», aunque sí se re-

fieren al «conçejo e aljama de la dicha villa» (Peinado Santaella, 1984: 253). No obstante, en este lugar sí había población cristiana y disponían de iglesia en el interior del recinto amu-rallado (Eiroa Rodríguez, 2004). Según la visitación a la encomienda de Soco-vos de 1494 estaban des-poblados los lugares de Figura 10. Vista desde el este del Castillo de Socovos e Iglesia de Abajo

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Abejuela, Híjar, Iznar, Vicorto y Villares, aun-que en los tres últimos labraban los vecinos de Letur (Peinado Santaella, 1984: 240) y se explotaba la dehesa de Híjar (Rodríguez Llo-pis, 1993: 31 y ss.). La orografía de Socovos no se corres-ponde con la enriscada situación típica de los ḥuṣūn andalusíes que conocemos, sino que se emplaza en una ladera suave que se prolon-ga sin solución de con-tinuidad en campos cul-tivados hasta un arroyo, elevándose en mitad de ella aislada una pequeña roca o peña, en la que se emplaza el castillo pro-piamente dicho. Como en Tayvilla, no se apre-cian restos de ningún re-cinto que individualizara un caserío compacto en época andalusí, por lo que no es fácil estable-cer una hipótesis acer-ca de su organización. No obstante, los datos obtenidos por la prospección arqueológica parecen indicar que existieron varios núcleos diferenciados de casas, estando el mayor de ellos en torno a la fortaleza, en lo que actual-mente son huertas. En el siglo XVI sabemos de la existencia de varios núcleos o barrios: el que había en el interior del recinto fortificado, el de fuera –situado en el entorno de la fortaleza–, el de la Cerca –seguramente en el paraje hoy de-nominado la Cerca, unas decenas de metros al norte del castillo–, el de en medio y el de arriba; estos dos son difíciles de identificar, aunque nos inclinamos por suponer que el de arriba correspondería al cerro del Majadar, en don-de aún hoy son visibles estructuras medievales de tapial, y el de en medio al actual centro del pueblo. Salvando las distancias, es posible que esta disposición dispersa, con todas las modi-ficaciones que experimentara durante la Baja

Edad Media y comienzos de la Moderna, sea el reflejo lejano de una organización de ese tipo en época andalusí. El cementerio islámico o al-macabra estuvo, al parecer, en el llano al norte del cerro de El Majar o Majadar, en donde hay noticias de la aparición de numerosas sepul-turas de ese período cuando se construyeron recientemente las viviendas de la zona (Figura 11).

Esta distribución dispersa del pobla-miento andalusí de Socovos no parece excep-cional en el contexto de esta comarca serrana, como demuestran los ejemplos de Cehegín, Bullas y Calasparra, en donde se ha registra-do igualmente una ocupación fragmentada en comunidades diferenciadas, situadas en las inmediaciones de las áreas de cultivo (Pozo Martínez y Robles Fernández, 2008, 278). El llamado castillo de Socovos es, en realidad, una construcción castellana corres-pondiente a la puebla cristiana establecida con la encomienda de 1245. Consta de un recinto amurallado con «ocho torrejones» destinado a proteger la «villeta» en la que se encontraban las casas de los repobladores, y sobre una peña en el centro se alzaba la fortaleza que acogía la residencia del comendador compuesta por la torre del homenaje y por el cortijo, tal y como es habitual en estos edificios (5).

Figura 11. Mapa del poblamiento medieval de Socovos

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El recinto externo es una obra de tapial de argamasa, con pretil y almenas; su planta poligonal y con tendencia circular algo ovoide estaba reforzada por ocho torres. Los lienzos de muralla apoyan en algunas zonas en una

zarpa que consolidaría los cimientos en zo-nas de tierra más inestables o desniveladas. La puerta principal se sitúa en el flanco norte, frente a la iglesia vieja y estaba flanqueada por dos torreones, de los cuales el oriental conserva aún un buen alzado mientras que el occidental está arrasado hasta la altura de la rampa que en la actualidad da acceso al espacio. El recinto superior, construido sobre un promontorio calcáreo, presenta en la ac-tualidad muy pocas estructuras visibles. Des-tacan dos aljibes, uno de ellos con tres naves cubiertas con bóvedas de cañón, y muros que definen una gran estructura en la zona más elevada, al SO, probablemente la torre del homenaje. Asimismo, una serie de muros que van conformando diferentes estancias en la parte norte. También es visible un pozo si-tuado en el lado este, junto a la escalera de

mampostería que da acceso a este recinto superior. Aquí se alzaba también la primera iglesia parroquial de Socovos, que dataría del momento de creación de la encomienda y que permaneció hasta poco antes de 1494, cuan-

do pasó a ser ermita de Santa Ana para después caer en el más completo abandono junto con el resto de la fortaleza. En este re-cinto superior, las técnicas cons-tructivas son diversas, pues hay tanto obras de tapial como mam-posterías de variada factura, fiel reflejo de las profundas transfor-maciones que debió de sufrir a lo largo de su historia. Las visitaciones santia-guistas no dejan lugar a dudas acerca de la identificación funcio-nal de los dos recintos que he-mos expuesto. Así los describe la de 1468: «Socovos es una villeta muy bien çercada de argamasa y petrilada e almenada, y tiene ocho torrejones, asy mesmo petrilados

e almenados de sus tapias de argamasa, y es-tan a trecho en la çerca con dos que estan a la puerta de la villa….,…Está la fortaleza ençima de vna penna alta, que la çerca de la villa la ro-dea como varvacana» (Torre Fontes 1965-66: 335); es decir, en mitad del siglo XV se identifi-caba aún la “villeta” fortificada y, en su centro, el castillo señorial e iglesia, aunque el concejo cristiano había desaparecido y sólo restaba un comendador en el castillo con su escueta guar-nición (Figura 13). Las características de este coplejo re-sponden a las mismas necesidades expues-tas en el caso de Tayvilla, de forma que se debió de construir en 1245 como sede de la nueva encomienda, por un lado, y para alber-gar a la población castellana recién llegada. Eiroa Rodríguez publicó una monogra-fía sobre el castillo de Socovos (2004) en la

Figura 12. Planta del castillo de Socovos (Simón García, 2019: 59)

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que se contienen los textos de las visitaciones santiaguistas, lo que resulta de gran utilidad. Discrepamos, no obstante, de algunas inter-pretaciones de este investigador en aspectos relevantes, especialmente porque identifica las estructuras que antes hemos descrito y

que corresponderían a la villa cristiana y al castillo, como una extensa fortaleza andalusí en la que se situaba la residencia del comen-dador; mientras que la puebla cristiana descri-ta en las fuentes, según Eiroa, se extendería por la huerta colindante, suponiendo que la muralla de dicha puebla serían unas estructu-ras de hormigón que, en realidad, correspon-den a un albercón del que, de hecho, aún es posible identificar un acueducto que lo alimen-taba. Además de las razones históricas, existen paralelos arquitectónicos que avalan la atribución del recinto de la villa al momento propuesto: la técnica y características de los tapiales, así como el tipo de almenas y para-peto con buhederas son idénticos a los dos recintos de Tayvilla: el de la fortaleza y el del caserío cristiano, que, como reiteramos, se le-vantarían en 1245, momento en que se crean ambas encomiendas. Aunque opinamos, en consecuencia con lo expuesto, que la mayor parte de las estructuras hoy visibles en el cas-tillo son, según ha quedado dicho, de 1245 en adelante, creemos también que en este

mismo sitio hubo un asentamiento andalusí anterior, difícil de caracterizar en tanto no se efectúen excavaciones arqueológicas. Por lo que conocemos de otros husun parece lógico pensar que existió un recinto fortificado sobre la peña, en el lugar en que después se levan-

tó el castillo feudal, si bien actualmente no hay restos vi-sibles que puedan adscribirse con seguridad a ese período. Tras la conquista castellana, como ya dijimos, se habría construido la villa, que, lógi-camente, estaría reservada a las familias que conformaban el concejo, todas ellas cris-tianas, por lo que la aljama musulmana, mayoritaria, con-tinuaría viviendo fuera de las

murallas. Puede que las murallas de la puebla reprodujeran el trazado de un albacar anda-lusí, pero no creemos, a diferencia de lo que opina Eiroa, que los muros actualmente visi-bles sean anteriores a la conquista cristiana, según hemos expuesto. Aunque el concejo sufrió mucho durante la Baja Edad Media, y parece que incluso en la segunda mitad del si-glo XV había llegado a desaparecer, en 1494 se había recompuesto, como lo demuestra la información facilitada por la visitación de ese año, según la cual los vecinos, ante las difi-cultades para acceder a la iglesia del castillo, habían comenzado a construir otra dentro de la villa. No entendemos que se pueda identifi-car este templo, hecho de tapial, con el que se conoce como Iglesia de Abajo, que está situa-da fuera del recinto de la villa y es una obra de cantería, que Fernández Baudín (1961) fecha a partir de 1590. Seguramente, este último edificio se debe situar en el contexto poblacio-nal del final del siglo XV, momento en el que, desaparecido el peligro de la frontera con Gra-nada, los habitantes de la villa abandonaron el incómodo asentamiento intramuros para

Figura 13. Recreación de Socovos en la Baja Edad Media: recinto amurallado de la puebla y castillo del comendador (Simón García, 2019: 61)

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instalarse fuera. De hecho, el recinto fortifica-do estaba totalmente abandonado en el siglo XVII, y aunque las visitaciones de la Orden de Santiago documentan los desperfectos que se pretenden reparar, fruto de una preocupación real por el estado del castillo, en la descripción de 1739 sólo se constatan ruinas.

7. LAS TORRES MENORES La identificación del castillo de Tayvilla como una fortaleza santiaguista levantada en un momento cercano a la conquista cristiana de la zona, así como la información que pro-porciona el documento sobre el mandato de la construcción de un castillo similar en Bu-llas, nos permite deducir que estamos ante un tipo de fortaleza que la Orden adoptó en este momento como modelo para asegurar los te-rritorios recién adqui-ridos. Por consiguien-te, a continuación nos vamos a ocupar de otros edificios me-nores, asociados a poblaciones de en-tidad inferior, como pudieron ser aldeas o alquerías; que, sin embargo, responden exactamente a las características formales de las fortalezas mencionadas, aunque a una escala más reducida, por lo que creemos que parece lógico plantear la hipótesis de que se trate de construcciones de la misma época e igualmente santiaguistas. La torre del Llano de la Torre (Figura 14) se encuentra en el término de Yeste, en mitad de una extensa loma y sobre un peque-ño espolón rocoso de paredes cortadas hacia el lado este, a más de 250 m sobre el cauce del río Tus. Es de planta cuadrangular (5,20 x 4,50 m) y de tres alturas (con casi 9 m); dis-pone de un cortijo o recinto amurallado ane-xo, con una superficie interior de aproximada-

mente 45 m² (Simón García, 2011: 427 y ss.). Junto a la torre, por una pequeña planicie se distingue la existencia de cerámica islámica que se puede remontar al siglo X-XI y hasta el XIII, así como del periodo bajomedieval cris-tiano. También se identifican tejas y restos de edificios. En la ladera oeste se encuentra una fuente a 50 m de la torre y otra mayor a 100 m, bajo la que se desarrollan los cultivos en terraza. A unos 300 m al este, bajo una gran muela caliza en forma de herradura, hay res-tos de despoblado también plenomedieval del que no se aprecian estructuras constructivas en superficie. En el fondo del valle, cerca del enclave llamado Cortijo de la Juliana, hay otro sitio que estuvo habitado en los periodos del Bronce, romano y visigodo, presentando tam-bién restos cerámicos de las primeras taifas.

La torre de Vizcable, término de Ner-pio, está enclavada, igualmente, en mitad de una ladera, en la margen derecha del río Taibilla y sobre el arroyo del Almez, cerca de la confluencia de ambos (Figura 15). Es de planta rectangular (5,5 x 7 m. de lado al exte-rior) y de tres pisos con altura aproximada de 9,5 m. Cuenta con un cortijo del que forman parte un muro escalonado y en pendiente ha-cia el río Taibilla de poco más de 17 m. de largo; así como otro haciendo esquina con el primero, del que se conserva el basamento, con una longitud aproximada de 14 m. Lade-ra abajo mana una de las principales fuentes del valle.

Figura 14. Llano de la Torre

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Popularmente, así como en algunos trabajos de investigación o divulgación, se han propuesto hipótesis muy diversas acerca del origen y finalidad de estas y otras torres de la comarca serrana (6). La suposición más ex-tendida de acuerdo con la historiografía tradi-cional es que eran de origen musulmán, y que

fueron obras de algún estado andalusí, o bien construcciones de los propios campesinos de la comarca para protegerse en ellas en caso de peligro. Así, por ejemplo, Frey y Jordán (2008: 15), consideran que la torre de Vizcable era “una especie de baluarte del califato” que servía de vigía, para controlar el territorio en el que se asentaba y como refugio para una po-blación distribuida por el valle que se remon-taría al siglo X y habría permanecido hasta la conquista en el XIII. Con independencia de que se pueda discutir si la torre es andalusí o ya castellana, lo que es incuestionable es que no puede ser califal en absoluto, puesto que la técnica constructiva empleada en ella solo se generalizó en el levante de al-Andalus a partir de época almorávide. Como adelantábamos, ante la ausen-cia de otras evidencias y teniendo en cuenta la similitud formal y constructiva de las torres de Vizcable y el Llano de la Torre con Tayvilla y con la fortaleza descrita en el documento de Bullas, nosotros nos inclinamos por creer que son obras santiaguistas, aunque no tenemos seguridad acerca de su función. Entre los mo-delos de torres que existían en la Edad Media

levantadas en contextos planamente rurales como el que nos ocupa, e igualmente fron-terizos, están las torres vigía, que formaban parte de entramados de atalayas o almenaras conectadas visualmente, creando así un siste-ma de alarma que en este caso serviría para frenar las correrías de los almogávares grana-

dinos. Sin embargo, debemos descartar esta motivación pues-to que estas torres en particular no se alzan en localizaciones es-pecialmente aptas para este menester y, de hecho, se encuen-tran cerca o al pie de elevaciones mucho

más favorables si ese fuera el fin. Tampoco se puede admitir, dada su localización, que sir-vieran para controlar caminos o rutas de co-municación importantes. Creemos, en definitiva, que la cons-trucción de estas torres por parte de la Orden, de acuerdo con un modelo que podía ser cla-ramente percibido como obra santiaguista, tuvo como fin el de demostrar su dominio so-bre unas tierras recientemente adjudicadas, tanto frente a la población musulmana que decidió permanecer, lo que Ayala Martínez (1993: 35) denomina “psicológica presencia coactiva”, como frente a sus rivales en el con-texto señorial del bando cristiano. Comparti-mos, en este sentido, las reflexiones gene-rales de Simón García (2012) acerca de la función de estas torres. Sin duda, también, pudieron tener un uso práctico, como aloja-miento de un alcaide y una pequeña guarni-ción de manera permanente o esporádica, así como de refugio en caso de necesidad para los escasos repobladores cristianos en momentos de peligro que, como se sabe, no tardarían en sucederse a partir de la revuelta de los mudéjares de 1264.

Figura 15. Torre de Vizcable (imagen de la derecha de Enrique García)

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Además de estas dos, hubo una serie de torres repartidas por la comarca del alto Segura de las que sabemos tanto por fuen-tes históricas como arqueológicas, aunque la información de ellas es mucho más reducida, por lo que tenemos proporcionalmente menos indicios para proponer la misma atribución y función que para las dos anteriores. De al-gunas de ellas se conservan restos aprecia-bles, de otras apenas huellas en los lugares con mayor probabilidad para su ubicación, así como de varias de las que sólo sabemos, por ahora, que existieron por textos del siglo XVI. En un documento de 1543 tenemos una re-lación de lugares con algún tipo de pequeño castillo o torre, en este caso del territorio pro-pio de la encomienda de Tayvilla: «...e porque en la verdad Tayvilla e Nerpio todo era termy-no de Yeste e ansi pareçia porque Yeste tenya muchas poblaçiones con fortaleças como Tay-villa como heran Jutia y Turrilla e Yetas e Ner-pio y el puerto Camarillas» (FR, AGS, R-10/3). Tres décadas después encontramos nuevas citas a algunos de estos y otros más dentro de las Relaciones Topográficas de Felipe II de 1575 realizadas en la encomienda de Yeste y Tayvilla: «…y en lo que toca á los rastros ,de edificios antiguos, y Castillos despoblados á tres leguas destavilla, y en su propio termino en la dehesa Tus hay un Castillo, y señales que hubo poblacion, y guertas, que está acia el Poniente, hay otra Torre en Moropeche, y vestigios de poblacion; otro en raspilla junto á la fuente de Royo Brabo; otro que se dice la torre el Escudero los Bañuelos en Peña Ru-bia; otra señal de poblacion en Xartos; otra to-rre en Viscable, otra en Sujayar, otra en Yetas, otra en Nerpio que és alqueria desta villa, que está entre dos juntas de rios; en la Graya hay otras torres, en Gontar otro Castillejo, en Pau-les otro, en todos estos, y en el Alcantarilla y Plañel, y el Argallite, y Boche hay señales de poblaciones» (FR,RAH,R-1/16. Yeste. Cap. 36). De los sitios citados en ambos documen-

tos y de los identificados por prospección ar-queológica, una parte son torres de las que todavía se conserva alzado casi en su totali-dad o parcialmente, como las de Moropeche, Rasprilla y Paules, de planta rectangular y fá-brica de tapial de hormigón. O simplemente a nivel de cimentación, como la de la Moraleda, al igual que la de Turrilla, donde hemos locali-zado la primera línea de piedras de una cons-trucción rectangular que apunta a ser la torre; en Jutia se pueden ver escasos restos de un muro longitudinal en un escueto cerrillo en el centro del valle; en Yetas algún tramo de muro de piedras de escasa altura sobre una roca de toba; de Nerpio sólo conocemos su ubicación, delatada por la fosilización urbana del cerro al que se accede por la “calle castillo”; de las de Sujayar y Camarillas no sabemos a día de hoy dónde debieron de levantarse.

8. FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRAFÍA1304. CODOM-V, doc. XLV: 48 a 50. Archivo Municipal de Murcia, pergamino 151.1561-1564. Documentos del pleito entre don Luis Fer-nández Manrique, marqués de Aguilar, y antiguo co-mendador de Yeste y Taibilla, y Juan de Figueroa, actual comendador, con el concejo de la villa de Yeste sobre aprovechamientos del término. ES.30030. AGRM/FR,2 / Archivo General de Simancas > FR,2.6. / Expedientes de Hacienda > FR,AGS,R-10/3/1575. Relaciones Topográficas de Felipe II_ Yeste. ES.30030.AGRM/FR,11 / Real Academia de la Histo-ria > FR,11.3. / Relaciones Topográficas de Felipe II > FR,RAH,R-1/16 / Relación de Yeste.1719. AGUADO DE CÓRDOBA, A. F., ALEMÁN ET ROSALES, A. A. y LÓPEZ AGURLETA, D. J. (ed.). Bullarium equestris ordinis S. Iacobi de Spatha per an-norum seriem nonnullis Donationum - alijs interiectis Scripturis, Madrid. http://biblioteca.galiciana.gal/es/consulta/registro.cm-d?id=62701794. LOZANO SANTA J. Bastitania y Contestania del Reino de Murcia, reimpresión facsímil, Vols. I, II y III, AAXS, Murcia, Edic. 1980.

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Castillos de España

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NOTAS1. En un intento de aproximación al territorio Auriola-

no de antes del Pacto de Teodomiro, y apoyándo-se en las versiones de éste, García Antón propone como aglutinador un eje que iría desde Alicante, por Elche, Orihuela, Balantala e Iyuh, hasta Lorca, con otro perpendicular que alcanzaría su influencia hasta Mula, estando Begastri cercana, y el Campo de Cartagena, aunque Iyuh la sitúa en Algezares.

2. Diversos autores apuntan que esta plaza se con-quistó en la campaña de 1239-1242.

3. «do vobis, et concedo villam, quæ dicitur Segura, cum castello suo, et cum omnibus terminis suis, quos nunc habet, et quos tempore donationis ha-bere debebat. Nam ab ista donatione excipio Villas,

Castra, Turres, seu munitiones ad regnum Murciæ pertinentes, et terminos, sive munitiones, quæ con-cilia de Riopal, et de Alcaraz tenent, et ad ea per-tinent. Similiter excipio Villas, Castra, Turres, seu munitiones, et terminos pertinentes ad regnum de Jahen, et omnia ea, quæ concilia de Baecia, et de Ubeda tenent, et ad ea pertinent».

4. Si bien, un documento de fines del s. XIII se refiere por separado a los comendadores de Socovos y Liétor (Torres Fontes, 1969: 72).

5. Sobre la fortaleza y villa de Socovos, véanse las acertadas observaciones de Fernández Baudín (1961: 2-45). Asimismo, ver el detallado análisis de Simón García (2010: 359 y ss., y 2019).

6. Ver Rodríguez Llopis, 1982; Frey Sánchez y Jor-dán Montes, 2003; Simón García, 2012.

• Todas las fotografías y mapas interpretativos son de los autores, salvo las imágenes citados ex profeso.