Monteiro Lobato - Las Doce Hazañas de Hércules

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-LAS DOCE HAZANAS DE HERCULES

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Traducción deIlustraciones deFotograbados de

RAMÓN PRIETO

J. U. CAMPOS

MIGUEL PILATO: PIEDRAS 346

LIERO DE EDICION ARGENTINA

Queda hecho el depósito que previene la. ley 11.723.Copyr:ght by Editorial ACTEON. Buenos Aires, 1946.

IMPRESO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINE

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INTRODUCCION

La obra infantil de MONTEIRO LOBATO constituye una grannovela, en la que cada capítulo es un libro. Los personajesprincipales son siempre los mismos: N aricita, Perucho, Emilia,el vizconde de la Mazorca, doña Benita, tía Anastasia; y elcuartel general de las travesuras es la famosa Quinta del Ben­teveo Amarillo.

La novela comenzó el día en que Lucía, la Niña de la Na­ricita Respingada se fué al pomar con su muñeca Emilia en losbrazos y allí se durmió a la orilla de un arroyo y soñó, y unpececito, que era príncipe, se le apareció y la llevó al Reinode las Aguas Claras, y el río se hizo mar, y las aventuras na­rradas en el libro Travesuras de Naricita se desdoblaroncomo en una película de Walt Disney.

Emilia, que era una simple muñeca de trapo, fué evolu­cionando -como todo evoluciona en la naturaleza- y adquirióel habla, inteligencia y astucia, y terminó transformada en unaterrible ((personita" de carne y hueso. Al principio decía mu­chísimas tonterías, las que se fueron transformando en filoso­fías de esas que dan mucho que pensar. Se transformó ensímbolo de la independencia mental. Emilia es hoy 10 quetodas las criaturas quieren ser, pero que ((la gente grande nolas deja". De ahí la popularidad de que goza entre los pequeños.

La pandilla, más el rinoceronte Quindín, la Vaca Mocha-única en el mundo que tiene cuernos, el marqués de Rabicó-un lechoncito pícaro, el Burro Parlante y demás personajes

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secundarios, viven en la bienaventurada quinta del BenteveoAmarillo -el lugar más feliz del planeta y el "único dondereina la más completa democracia", como dice el vizconde dela Mazorca -un marIa que también evolucionó y se tornó unverdadero sabio. Allí no hay imposiciones, ni tiranías, ni cas­tigos. Todos aprendieron a gobernarse a sí mismos, como lasabejas.

En los veinte y tantos capítulos-libros de su obra, MonteiroLobato no hace más que contar 10 que allí ha pasado. EnEl Genio del Bosque describe las aventuras de Perucho con elSaci, que es un diablejo de una sola pierna de las selvas brasi­leñas. En Cacerías de Perucho cuenta la historia de la onza queellos cazaron, y también el extraño caso del rinoceronce queapareció por allí e ingresó a la pandilla. Después... ah, después.entró en escena el polvo de pirlimpimpín, que los sabios quiere."?que sea la imaginación pero que en realidad es un polvo mágicoque transporta a quien 10 aspira a cualquier lugar del Espacioy a cualquier momento del Tiempo.

Con ese polvo maravilloso realizan los asombros descritos'en Viaje al Cielo, durante el cual visitan a San Jorge en la Luna,jugaron a patinar en los anillo de Saturno y descubrieron enla Vía Láctea a Florecita de las Alturas -el angelito con elala rota que trajeron a la quinta y que allí tanto los encantá-,cómo se relata en Las Memorias de Emilia. También medianteel polvo de pirlimpimpin zambullen en la Grecia de Periclesdonde doña Benita y N aricita se quedan conversando conAspasia, Sócrates, Fidias, mientras los otros se hunden en laGrecia Heroica a fin de sacar a tía Anastasia del Laberinto deCreta -cómo está relatado en el libro El Minotauro.

y cuanto más. Las modificaciones hechas en las cosasnaturales, que aparecen en La Reforma de la Naturaleza. Laprodigiosa aventura de la reducción del tamaño de las criaturashumana, tremenda travesura de Emilia que está fielmente na­rrada en La Llave del Tamaño.

Todo prodigioso. Pero el prodigio de los prodigios fué lavuelta de Perucho, Emilia y el vizconde a la Grecia Heroica,.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

para acompañar al gran Hércules en sus Doce Trabajos, o DoceHazañas. Es 10 que se relata en este volumen, que MonteiroLobato escribió con la mayor fidelidad, sin nada omitir o agre­gar, cómo severo cronista que es. Habrá escépticos que dudende tantos asombros -¿de qué no dudará el hombre? PeroMonteiro Lobato jura que nada de este libro es de él y todoes transcripción de 10 que oyó de boca de Perucho, Emilia y elvizconde; jura también que vió, allá en el Benteveo, todas lascosas que Emilia trajo de Grecia, para su preciosísimo museo.

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EL LEÜN DE NEMEA

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HISTORICO

-En la Grecia antigua el gran héroe nacional fué Heracles,o sea Hércules, como se 10 llamó después. Era el mayor de to~

dos, y ser el mayor de todos en Grecia es ser el mayor delmundo. Por eso es que Hércules vive aún en nuestra imagi­nación. A cada momento, en nuestras charlas comunes nosreferimos a él, a su fuerza prodigiosa, a su inmenso valor, sushazañas legendarias. De él nació una palabra muy popularen todos los idiomas: el adjetivo hercúleo, con la significaciónde extraordinariamente fuerte.

La principal característica de ese héroe era el ser exce­sivamente fuerte, extremadamente bruto, pero dotado de buencorazón. Al calor de sus hazañas, mató muchas veces culpablese inocentes, y después lloraba arrepentido. Anatole France dijosobre él: "Había en Hércules una dulzura singular. Despuésde haber golpeado a culpables e inocentes, fuertes y débiles,en sus accesos de locura, volvía Hércules en sí y lloraba dedolor. Y es posible que hasta sintiera compasión por losmonstruos que mató por amor a los hombres: la hidra deLerna, el pobre Minotauro, el famoso león al que arrancó lapiel para hacerse un taparrabos. Más de una vez, al finalde una de sus hazañas, miró horrorizado su clava tinta desangre. .. Era robustísimo de cuerpo y de corazón blando".

-¡Pobrecito! suspiró Perucho. Tenía el corazón de flan ...Esta conversación se realizaba en la quinta del Benteveo

Amarillo, entre doña Benita y su nieto Perucho. Y el tema serefería a Hércules porque el chico estaba recordando detallesde sus aventuras en la Grecia Heroica 1.

1 El Mlnotauro.

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-¿Y si volviéramos allá? preguntó Perucho. Esa Greciano me sale de la cabeza, abuelita ...

-¿Para qué, Perucho?-Para asistir a las hazañas de Hércules.Doña Benita se opuso a que Perucho volviera a Grecia

para tomar parte en las doce hazañas del héroe, pero se opusode un modo que casi quería decir: "Ve, pero sin que yo losepa ... ". Y Perucho se sintió radiante.

-He hablado con abuelita, corrió a decir a Naricita, yella me salió con aquel "no" que nosotros siempre traducimos"sí". Voy a mandar al vizconde a que fabrique el polvo depirlimpimpín necesario. Vuelvo allá con el vizconde yEmilia ...

-¿Y yo?-¡Ah!, tú no puedes ir, Naricita. Abuelita no está bien

de su reumatismo y tiene necesidad que uno de nosotros per­manezca con ella.

PREPARATIVOS

Perucho explicó al vizconde sus planes para un nuevo'viaje por los tiempos de la Grecia Antigua. "Vamos nosotrostres: yo, tú y Emilia".

-¿Ya conoce Emilia el proyecto?-Ya lo sabe y está atropellando a tía Anastasia para

que le prepare una nueva canastita. Dice que de esta vez vaa completar su museo con mil cosas griegas.

El vizconde suspiró. Siempre que Emilia acordaba viajarcon canasta, él resultaba encargado de todo: de llevarla sobrelas espaldas, de vigilarla. Y si desaparecía algo, allá veníaaquella terrible amenaza de "desplumarlo", es decir, arrancarlelas piernas y los brazos.

-¿Qué cantidad de polvo necesitas? preguntó el vizconde.-Un canuto bien lleno.El polvo de pirlimpimpín era llevado en un canuto de

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caña, bien asegurado a la cintura del chico. Él tomaba todaclase de precauciones para no perder el precioso canutito, puesde lo contrario no podrían volver jamás. Pero como en aven-

--==-~:::::..-.:::=======-~- -=--===='- = --- -------Perucho explicó al vizconde sus planes de nuevo viaje . ..

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turas de riesgo hay que contar con todo, el vizconde sugirióuna idea dictada por la prudencia:

-Lo mejor es que llevemos tres canutos: uno para ti, otropara mí y otro para Emilia. De esa manera vamos a estartres veces más seguros.

Emilia, en la cocina, atropellaba a tía Anastasia.-Quiero una canastita nueva y mayor que la otra, donde

quepan muchas cosas.La negra, entretenida en freír unas mojarritas, refunfuñaba:-¿Para qué la quieres? Estoy cansada de hacerte cosas,

Emilia. Una vez esto, otra vez aquello ... ¡Ahora una canasta!¿No sirve ya la última que te hice?

-Es muy chica. Quiero una doble.-¿Y para qué? ¿Qué cosas tienes para guardar? -y de-

jando la espumadera, miró bien al fondo de los ojos de laex muñeca. ¡Hum. .. me huele a nueva travesura!. .. Estosojitos no engañan ... ¿Qué vas a hacer?

-Nada, respondió Emilia con la mayor inocencia. Sóloque tengo muchas cosas por guardar, y esa canastita vieja estállena.

-Ya sé, ya sé. .. refunfuñó la negra. Para mí que esnueva travesura. ¿Dónde es? .. Vamos, dilo ...

Emilia comenzó a inventar una mentira demasiado bienadornada. Todas las mentiras de Emilia eran así: tan bienarregladitas, que de inmediato todos desconfiaban. La negrano le creyó ni pío, pero para librarse de ella, dijo:

-Está bien. Vaya hacer lo que quieres. ¿Qué remedio mequeda? Cuando quieres algo, eres peor que garrapata.

y esa noche, durante la velada, hizo la canastita nueva deltamaño que la impaciente quería. Doña Benita llegó y vió ala negra entretenida en ese trabajo.

-¡Hum! ... canastita nueva... Esa es señal de Grecia.Perucho está añorando nuevas aventuras por allí.

-¿Y usted lo deja? dijo Anastasia, recordando las angus­tias que pasó en el laberinto de Creta, cuando estuvo en poderdel horrendo Minotauro.

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., abmsada.Y muna .

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-Yo he dicho que no, respondió la buena anciana, peroPerucho no cree más en mis "no". Él desea acompañar a Hér­cules en sus hazañas.

-¡ Credo! exclamó la negra, aun sin saber qué hazañaseran aquellas, y Naricita, que estuviera conversando con Pe­rucho, vino a pedir a su abuela que le hablara de Hércules.

Doña Benita habló.-¡Ah, hija mía, qué maravilloso héroe fué! Era hijo de

Zeus, el gran dios de los griegos, y de Alcmena, la mujer máshermosa de su tiempo. Pero Zeus estaba casado con la diosaHera, la cual, celosísima de aquel hijo de su esposo nacido enla tierra, juró perseguirlo sin cesar. Y así fué. La vida delpobre Hércules se tornó un puro tormento, tales eran las tram­pas que le preparaba la diosa. Pero Zeus lo defendía. Herapreparaba las trampas y Zeus las desarreglaba, y así sucesi­vamente.

-¿Hasta cuándo? preguntó la chica.-Hasta el triste fin que tuvo Hércules. Pobrecito, un

héroe tan bueno ...-Cuéntame el fin de Hércules, abuelita.Doña Benita le contó que después de una infinidad de

aventuras, entre las que están los Doce Trabajos o las DoceHazañas, el Héroe se casó con Dejanira, a la que amaba mucho.Un día, en una de sus expediciones, fué a dar a las tierras delcentauro Neso. Hércules se había batido ya contra los cen­tauros del antro de Falo y los había matado a todos, menosa ese N eso que huyó. Parece que cierta vez I;Iércules no reco­noció a su viejo enemigo, pues, teniendo que cruzar un ríoa nado, pidió a Neso que transportara a Dejanira. De ahí vinola desgracia. N eso, en mitad del río, con la esposa de Hérculessobre el lomo, tuvo el atrevimiento de besarla a la fuerza.Viéndolo desde la orilla, Hércules tomó una flecha y ¡zás! sela clavó al centauro en el corazón. Era una herida mortal.Neso iba a morir, pero antes tuvo tiempo de darle a Dejaniraun filtro fuertísimo. El que se pusiera sobre la carne una ropacualquiera tocada por ese filtro se envenenaría y moriría de la

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peor de las muertes. Dejanira guardó el filtro y llegó a nadoa la orilla donde Hércules la esperaba.

-¿Y el centauro?-Ese se murió en el agua y allá se fué boyando. .. Poco

después Hércules se mezcló en nuevas aventuras, en las quesalvó a una hermosa joven llamada Jole, llevándola con él ala isla de Eubea, donde existía un altar de Zeus. Allá, queriendoofrecer un sacrificio al dios, mandó un mensajero a su casa enbusca de una túnica. Ese mensajero se llamaba Licas. Era uncuentero. En vez de limitarse a cumplir su misión, le contó aDejanira toda la aventura y le habló de la magnífica bellezade Jole, a la que Hércules salvó y llevó a Eubea. Una ferozcatarata de celos invadió el corazón de Dejanira, haciendo quese recordara del venenoso filtro de Neso. ¿Y sabes lo que hizo?Entregó al mensajero la túnica que Hércules mandara buscar,pero toda impregnada con ese líquido ...

-jMalvada! . .. exclamó la chica.-Al recibir la túnica, el pobre Hércules se la puso y fué

al altar a hacer el sacrificio a Zeus. Al llegar allí comenzoa sentir en el cuerpo un dolor horrible, como si se hubierapuesto una túnica de llamas implacables. .. j Y murió carbo­nizado!

-¡Malvada! repitió N aricita, pero doña Benita explicóque la intención de Dejanira no fué esa.

-Nunca se imaginó que la túnica iba a ser vestida por elhéroe; creyó que era para la hermosa Jole, de manera que alsaber lo que había pasado se desesperó y corrió a ahorcarseen un árbol.

CERCA DE NEMEA

La mañana del tercer día todo estaba listo para la partida.Perucho dió una pulgaradita de polvo a Emilia, otra al vizcondey contó: "¡Una... dos ... TRES!" A la voz de tres todos

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llevaron a la nariz la dosis recibida, la aspiraron al mismo­tiempo y sobrevino el ¡fium!

Instantes después Perucho, el vizconde y Emilia desper­taban en la Grecia Heroica, en las proximidades de Nemea,.donde habían planeado ir, ya que la primera hazaña de Hércu­les iba a ser su lucha contra el León de Nemea.

El polvo de pirlímpimpín causaba la pérdida total de lossentidos y después del desmayo se presentaba una especie demareo del que los viajeros salían lentamente. En aquella opor­tunidad fué Emilia la primera en hablar.

-Comienzo a ver a Grecia, pero todo muy confuso aún ...Me parece que hemos aterrizado en un pomar...

También Perucho vió árboles en derredor. Se frotó losojos. Dejó que pasaran unos segundos más. Después:

-No es un pomar, Emilia, sino un olival. Grecia es el. país de los olivos, esos árboles que dan las aceitunas. Y parece'que estos olivos están cargados.

Instantes después los tres se encontraban ya en estadonormal. El vizconde se había sentado sobre la canastita deEmilia, la cual no separaba los ojos de los árboles.

-¡Están maduras, Perucho! ¿Por qué no llenas la bolsa?Las criaturas humanas son como los automóviles. No·

andan sin comer cualquier cosa. Los automóviles beben gaso­lina en las bombas; la gente mastica 10 que encuentra.

-La llenaré.Perucho se subió a uno de los olivos que estaba más car­

gado y comenzó a llenar la bolsita al mismo tiempo que se·llenaba el buche.

-Están bien maduritas, pero tía Anastasia, que sólo­conoce las aceitunas en tarro, sería incapaz de reconocerlasaquí. El gusto es muy diferente. Recoge las que voy tirando-y para cada tres que se tragaba tiraba una para los dos deabajo. El viz~onde, pobrecito, no comía. Jamás comió; peroEmilia, después de su evolución de muñeca a gentecita, sehabía revelado una gran golosa. Comía por ella y por elvizconde.

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-¡Más, Perucho, más! decía sin cesar, y el chico seguíatirando aceitunas.

Allí cerca estaba la casa del dueño del olival y una ·her­mosa pradera con un rebaño de carneros pastando. Un pastor-

El pastorcito se rió ante tanta ignorancia . ..

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cito se distraía tocando la flauta, con un perro a su lado. Depronto el perro olfateó, levantó las orejas y salió corriendohacia el olival.

Perucho nunca sintió miedo a los perros. Sabía manejarloscon energía y cariño, dominándolos con la mirada y la firmezaen la voz. Así fué con el del pastor.

-jQuieto, quieto, Joli! gritó enérgicamente. El perrodejó de ladrar y se puso a balancear la cola. Después, dando,de narices con el vizconde, "no 10 entendió". Se erizó todo demiedo. Era un desconocido y 10 desconocido amedrenta a cual­quier animal.

Perucho intentó calmarlo acariciándole el pescuezo con lamano.

-Nada de asustarse, Jolio N o es una araña con galera, sinonuestro gran sabio, el de la quinta, el señor vizconde de laMazorca. Pero la explicación no hizo efecto: el pobre perropositivamente no entendía al vizconde ...

El pastor se había levantado y guardó la flauta. Teníacara de quien dice "¿qué demonio es eso?"

Perucho se dirigió a él seguido de los otros. ¿En qué idiomaiban a entenderse? "¿Qué te parece, Emilia?". Y ella respoDdió:"Aplica el figúrate. Figúrate que nosotros sabemos el griegoy él nos entenderá perfectamente bien".

y así fué. Gracias al "figúrate" Perucho y el pastor pu­dieron conversar tranquilamente.

-Buenos días, amigo. Somos viajeros de un siglo y deun país muy lejano a estos.

-¿De estos qué? preguntó el joven griego.-De este siglo y de esta región ...El pastorcito no entendió, ni podía entender -10 que hizo

exclamar a Emilia: "¡Ay... ay!. .. vamos a volver a teneraquellas mismas dificultades para entendernos que tuvimoscon Fidias y los demás en Atenas"; y sin querer perder tiempoen inútiles tentativas, preguntó:

-Pastorcito griego, ¿puedes darnos noticias del señorHércules?

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El interpelado puso cara de bobo. "¿Hércules?", ¿quién'Sería ese Hércules? Nunca oyera pronunciar tal nombre. Emi­Ha le explicó que era uno muy grande y robusto, así, así y así,que andaba por el mundo realizando hazañas. De nada ade­lantó la explicación. El chico no tenía la menor idea de quiénpudiera ser ese Hércules. El vizconde, que estaba a un lado,sentado sobre la canasta, movió la cabeza y se echó a reír conla risa filosófica de los sabios:

-¡Ah, los ignorantes! exclamó. ¿Cómo puede este mu­chacho saber nada de Hércules si en Grecia nunca hubo ningúnHércules? Hércules no es nombre griego, sino romano y conel cual lo bautizaron después. El héroe que buscamos se llamaen griego Heracles.

Al oír ese nombre, tan popular en aquel tiempo, al pastor­cito se le iluminó el rostro.

-Bueno, a ese sí lo conozco. No hay por aquí nadie que110 lo conozca, tantas han sido sus proezas. Heracles es un héroeinvencible ...

-Pues a él lo estamos buscando, dijo Perucho, y contóla historia del león de Nemea que Hércules iba a matar.

-¿El león de Nemea? repitió el muchacho. Sí, he oídohablar de él. Es un monstruo horroroso que se cayó de la lunay anda por aquí comiendo gente. Sólo se alimenta de gente.

-¿Y por qué no lo matan? preguntó Emilia.El pastorcito se puso a reír ante tanta ignorancia.-¿Matar al león de Nemea? ¿Quién puede hacerlo, SI es

invulnerable?Emilia ignoraba la significación de la palabra invulnera­

ble, pero no queriendo pasar por ignorante a los ojos del pastor,fingió que necesitaba algo de la canasta y fué a ver al vizconde.Y mientras abría y movía las cosas guardadas, preguntó amedia voz:

-¿Qué quiere decir invulnerable, vizconde? Respondabajito.

El vizconde comprendió, y dijo a media voz:-Invulnerable es aquello que no puede ser herido por

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ningún anna. Y Emilia preguntó nuevamente: "¿Qué tiene quever la palabra "invulnerable" con herida?". Y el vizconde leexplicó que en latín herida se dice "vúlnera".

Emilia, 10 más segura de sí, volvió donde estaba elpastorcito.

-¿Así que es invulnerable? ¡Ah... ah! ... Vamos a verlo.Quiero saber si Hércules "vulnera" o no "vulnera" a ese leónde la luna. ¿Sabe ya la noticia? Pues Hércules o Heracles hasido enviado aquí para destruir ese león.

El pastorcito no sabía nada y se mostró muy admirado.Era indudable que Hércules nunca perdió ninguna lucha, pero¿quién puede vencer a un león en cuya piel no penetra nin­guna saeta? "¡Pobre Heracles!" exclamó. "Esta vez se va aensartar ... "

El perro del pastor no sacaba los ojos de encima del viz­conde y a intervalos lanzaba un aullido. Nunca había vistoun animalejo tan raro, con galerita y por encima parlante ...

-¡Deja en paz al vizconde, Joli! gritó Perucho.El joven griego les explicó que el perro se llamaba Peló­

pidas.-¿Y esa Nemea, dónde está? preguntó Emilia. ¿Es muy

lejos?-No; muy cerca. Sigan ese camino hasta la encrucijada.

Desde allí tuercen a la izquierda y siguen andando, andando,hasta encontrar un río. Después siguen río arriba hasta unpuente. Nemea comienza al otro lado del puente.

-¿No hay letreros? preguntó Emilia al pastor, haciendoque el vizconde moviera la cabeza desanimado. "¡Letreros!¡Qué idea! El pobre muchacho no sabe qué es letra y va asaber que es letrero ... "

Y estaban así cuando, de pronto, sonó un extraño rugidoa 10 lejos. Evidentemente era el rugido de un león de la luna,cosa más terrible aún que el rugido de un león de la tierra. Elpastorcito se puso a temblar y no pensó más que una cosa:reunir el rebaño y llevarlo al corral. Y allá se fué corriendo, se­guido por el perro.

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El rugido venía de muy lejos. De Nemea. Ellos tenían queir allá, pues sólo allá podrían encontrar al gran héroe griego.Si se quedaban allí estaban perdidos, pues, ¿quién iba a defen­derlos del león? ¿El pastorcito? ¡Ja! ... ¡ja! ... En Nemea eraposible que encontraran a Hércules y en compañía de Hércu­les no tenían nada que temer.

-jVamos a Nemea! ordenó Perucho.El vizconde se espantó. ¿A Nemea? ¿Al encuentro del león

que está rugiendo allí?-Al encuentro de Hércules, respondió Perucho. Si tene­

mos la suerte de encontrar a Hércules, estamos salvados. Peroaquí!. .. Si el león nos encuentra por aquí estamos irremedia­blemente perdidos. Es lugar de gente medrosa. Miren como co­rre el pastorcito ...

Efectivamente. El pastorcito iba ya a lo lejos con los car­neros, como si 10 persiguieran mil leones.

y allá se fueron nuestros héroes, hacia Nemea. Siguieronel camino hasta la encrucijada; tomaron después a la izquier­da hasta encontrar el río y lo fueron subiendo hasta el puente.

EN NEMEA

En aquel momento el león volvió a rugir mucho más cer­cano. Todos se asustaron.

-Nemea comienza aquí y el monstruo se aproxima.Lo mejor es que nos subamos a uno de estos árboles, dijo Pe­rucho. Y dió el ejemplo: trepó por el tronco de un árbol conla agilidad de un mono, Emilia hizo 10 mismo. Se acomodóen una rama bien alta. Restaba el vizconde. ¿Qué haría él?Subirse al árbol le era imposible. Los sabios no tienen ningunaagilidad. La única solución era alzarlo. Perucho miró en de­rredor. Vió una liana e, inmediatamente, le arrancó las hojasy le alcanzó una punta al vizconde.

-Agárrate bien, que yo te levantaré.-¿Y la canasta? recordó el pobre sabio.

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-Déjala ahí, al pie del árbol, resolvió Emilia. Los leonesno comen canastas ...

y así se hizo. El vizconde escondió la canastita en un huecodel árbol y se colgó de la punta de la lian.a. Perucho 10 fuéelevando. Ya estaba a más de la mitad del trayecto cuandosu galerita rozó en una rama seca y se le cayó. ¿Qué hacer?Volver a buscar la galera o ...

Un nuevo rugido, ahora muy cerca, hizo que el vizcondeolvidara la galera para pensar tan sólo en salvar la piel. Unsabio sin galera es una cosa triste, pero un sabio devorado porun león es más triste todavía. El árbol era el más alto de losalrededores y el tronco el más sólido. Aunque 10 intentara elmonstruo no los alcanzaría con sus saltos.

El tiempo les vino justo. Apenas se habían arreglado enlas mejores ramas cuando la fiera rugió allí cerca y finalmen­te ¡apareció!

i Qué animal tremendo! Perucho nunca se imaginó que losleones de la luna fueran tan grandes, tan melenudos y congarras tan afiladas. Parecía como si acabara de comerse a al­guien. Había manchas de sangre fresca sobre su piel.

El león se detuvo junto al tronco del árbol y olfateó. Sin­tió que allá arriba había seres humanos y llegó a inclinar lacabezota y a mirar con el rabo del ojo. Perucho, que llevarauna piedra en el bolsillo, la arrojó contra el ojo de la fiera.Es claro que no hizo absolutamente nada, porque los leonesinvulnerables tienen también los ojos invulnerables. El mons­truo ni siquiera hizo un guiño. Sólo sacó la horrible lenguarojiza y se la pasó por los hocicos, como diciendo: "Si hayalguien encima de este árbol mi buche está garantizado. Mesiento aquí y espero que el almuerzo baje".

Perucho miraba ansiosamente hacia el horizonte en buscade Hércules. Sólo el gran héroe los podía salvar de esa situa­ción -a menos que Emilia ...

-Emilia, dijo Perucho levantando los ojos, ¿qué hare­mos en el caso que Hércules no aparezca? ¿Cómo vamos aarreglarnos con el hambre?

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-En eso precisamente estoy pensando, exclamó la tra·viesa ex muñeca. Tenemos el polvo. Pero si recurrimos a él,podrá llevarnos muy lejos de aquí y perderemos de ver la pri-

--

Era el león de Nemea . ..

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mera hazaña de Hércules. Lo mejor es esperar a ver qué pasa.¿No te parece?

El vizconde, muy satisfecho de 'haberse librado de la ca­nasta, declaró que se encontraba muy a gusto. No tenía nin­gún reparo en quedarse viviendo allí toda la vida. Es que lascosas son muy simples para los seres que no comen. Lo terri­ble de la vida es el eterno problema de la comida. "Una comey no adelanta nada" -solía decir la ex muñeca- porque pormás que coma tiene que volver a comer al día siguiente. Ah,íqué añoranzas del tiempo en que yo no comía!. .. "

El león se acostó, pero con la cabeza erguida, atento. Depronto gruñó roncamente y fijó los ojos en cierta dirección,como si oliera algo.

-Ha olido a carne humana, dijo Perucho. ¿Será Hér­cules?

Era. Poco después la silueta del héroe surgió de detrásde unos arbustos. Tenía el arco distendido. Iba a tirar.

El león se levantó, como esperando. Hércules puso unasaeta en el arco, apuntó y ¡zas! la lanzó como Zeus en el Olim­po lanzaba los rayos. La saeta silbó en el aire y fué a dar enpleno pecho al león. Pero en vez de clavarse en la carne delanimal, se dobló su punta de hierro y cayó a sus pies. Hér­cules lanzó la segunda flecha, la tercera, la cuarta y la quinta.El resultado era el mismo. Se les doblaba la punta o se rom­pían contra el pecho del león.

-¡Bien decía el pastorcito que este león era invulnerabie!'exclamó Emilia. ¡Es inflechable! y ese tonto de Hércules nose da cuenta. Es mejor que le avisemos, Perucho.

Perucho puso las manos como altoparlante para hacer roa·yor el sonido y grit6 en dirección al héroe: "¡Así es inútil! Elhierro no penetra en el pecho de este león. Es invulnerable ...Las flechas le dan, pero se les dobla la punta o se rompen.Deje el arco y piense en otra cosa".

Hércules oyó atentamente esas palabras, y como no veíaal chico oculto entre las hojas creyó que era un aviso del ciel"'.de donde muchas veces le había venido socorro. Si la diosa Hem

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10 perseguía, la gran Palas-Atenea y otras diosas menores 10

ayudaban.La fiera se dirigía hacia él a pasos lentos y seguros, con

los ojos encendidos de cólera. Iba llena de rabia a atacar y

devorar a aquel audaz humano que tan estúpidamente la pro.,vocaba a flechazos.-jPobre Hércules! exclamó Emilia. Ahora está liquidado.

¿Cómo se va a defender de las garras de ese monstruo si susflechas ni le arañan la piel?

-Con las flechas no sé, dijo Perucho, pero tiene la clava.Abuelita me dijo que la clava de Hércules es más contundenteque los martillos automáticos de las fábricas de hierro: no haynada que no aplaste. Este león, que es invulnerable, ¿será tam­bién inaplastable?

Hércules había dejado el arco y tomado la clava, o sea lamaza, hecha del tronco de una encina que había arrancado decuajo. y no esperó que el león llegara a él, sino que avanzó asu encuentro.

El instante era de 10 más emocionante. Recordaba a aque­llos momentos en el circo en los que para la música. La músicaallí era la conversación de nuestros pequeños aventureros tre­pados al árbol. Todos habían callado. ¿Qué puede decir la pa­labra humana en tales circunstancias?

El silencio que se hizo era el silencio de las grandes tragedias.Los dos tremendos adversarios estaban el uno cerca del

otro. De pronto el león se lanzó como una bomba voladora.Hércules, agilísimo, volteó en el aire la clava poderosa y dejócaer un golpe como para derribar a una montaña. El tremendogolpe alcanzó al león en el aire y ¡plaf! le dió en medio dela cabeza. El león cayó atontado, pero la clava se rompió enveinte pedazos. Un trocito vino a caer junto al árbol donde es­taban nuestros amigos. Hércules se quedó con la boca abierta.La fiera, apenas atontada, estaba otra vez de pie y más ame..nazadora aún. El se hallaba desarmado, sin su potente clava ...¿Qué hacer? Y Perucho vió que elevaha los ojos al cielo comopidiendo inspiración.

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MONTEIRO LoBATO

-¡Da una idea, Emilia! gritó Perucho. Si no le ayudamoscon una buena idea, adiós nuestro querido Hércules.

Emilia pensó rápidamente. "Si las flechas fallaron, si laclava se despedazó al primer golpe, el medio ahora es que aga­rre al león por el cogote y 10 ahogue". Y le gritó a Hércules:

-¡Agárrese a él, señor Hércules! ¡Asegúrelo por el pescue­zo y apriete hasta que se muera por falta de aire! El león esinvulnerable, pero es posible que no sea inasfixiable.

Nuevamente Hércules oyó aquello como si fuera una su­gestión del cielo y alzó tontamente los ojos a 10 alto en un gestode agradecimiento. Sí, eso era 10 que le quedaba por hacer:agarrar al monstruo y procurar asfixiarlo. Yeso hizo. Se lanzó­sobre el león, que apenas salía del mareo del golpe, y le rodeócon los brazos la garganta.

¡Ah, qué lucha fué aquélla! Jamás Perucho la iría a olvi­dar. El brazo de Hércules era peor que el abrazq de mil osos.Se había abrazado al pescuezo del león como una turquesade hierro. El león se agitaba, hacía esfuerzos tremendos paralibrarse, pero ¿quién se ha librado jamás de un abrazo her­cúleo? Perucho, Emilia y el vi~conde 10 animaban.

-¡Bien, Hércules! gritaba el chico. ¡Firme, firme y vayaapretl;lndo como la llave inglesa aprieta una tuerca! ...

-¡No afloje ni un minuto siquiera! berreaba Emilia. Yaestá sin aliento. i Es invulnerable, pero no inasfixiable! ...

Hasta el vizconde, científicamente, ayudó:-Los pulmones de los cuadrúpedos paran de funcionar

cuando el oxígeno no entra. Consérvelo con los pulmones sinaire por dos o tres minutos, que así las funciones metabólicasresultan perturbadas y él estirará la pata ...

Hércules apretaba, apretaba. El monstruo tenía ya los ojosfuera de las órbitas. La lengua le salía casi un palmo y era unahorrible lengua rojiza de león de la luna. El monstruo comen­zaba a aflojar. Sus músculos languidecían.

-¡Un poquito más y está listo! gritó Perucho. ¡Animo, se­ñor Hércules! '

El héroe parecía de acero. Sus potentes músculos parecían

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

=¡Ah, qué lucha iué aquélla! . ..

que iban a estallar, de tensos que estaban. Su pecho no teníala fonna del pecho humano normal. Se había transformado enuna serie de tremendos nudos musculares, cada cual más gran-

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MONTEIRO LoBATO

de que el otro. Y siguió apretando durante unos dos o tres mi­nutos más. Finalmente el león dejó caer su cuerpo. Estabamuerto. Hércules lo mantuvo aferrado unos instantes másy luego lo soltó. La masa inerte del león de la luna rodó pOI1el suelo.

-¡Muerto! ¡Muertísimo! berreó Emilia. ¡Hurra! ... ¡Hu­rra! ... ¡Hurra! ... ¡Viva el héroe de los héroes! ...

EL ENCUENTRO

Sólo entonces Hércules se dió cuenta que las voces veníandel árbol y no del Olimpo. Fijándose mejor dió con los tresaventureril10s montados en las ramas. Pero estaba tan cansa­do que no dijo nada. Respiraba pesadamente. Su pecho subíay bajaba. El sudor le salía de la piel en gruesas gotas. Era unsudor verdaderamente hercúleo.

-Podemos bajar, dijo Perucho, y se deslizó por el troncohacia abajo. Los otros hicieron lo mismo. Ya menos cansado,Hércules se aproximó:

-¿Quién sois vosotros?Perucho le explicó que venían de un siglo futuro para se­

guirlo en sus hazañas. Hércules no lo entendió. Además dealgo burro de nacimiento, como todos los grandes atletas, nopodía entender aquello de venir de un siglo futuro. Es posibleque no supiera lo que es siglo. Un atleta como él sólo sabe dehidras, leones, minotauros y otros monstruos con los que tieneque luchar. Y Hércules puso la cara atontada de los que noentienden lo que oyen.

Emilia tomó la palabra.-Somos de la quinta de doña Benita, señor Hércules. Este

es Perucho, el nieto número uno y primo de Naricita. Y estaaraña con galera (el marlo tenía la galerita en la cabeza)es el famoso sabio de la Mazorca, el portador de mi canasta.Huimos de la quinta, montados en el polvo del pirlimpimpín,tan sólo para asistir a las doce hazañas de Hércules.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

El héroe siguió sin comprender nada. Miraba a uno, mi­raba a otro y no entendía nada de nada. Emilia prosiguió:

-Queremos ayudarlo, señor Hércules, y lo hemos ayuda­do ya a luchar contra el león. Quien dió la idea de ahogarldfuí yo, que soy la "dadora de ideas" de la quinta. Se burlande mí, dicen que soy una surgente de tonterías, pero cuandola urgencia pone mala cara, conmigo se las arreglan todos.

Hércules seguía con cara de tonto. Emilia prosiguió:-Podemos hacer lo siguiente: El vizconde pasa a ser su

escudero, como aquel Sancho que acompañaba a Don Quijote.De todas maneras ha de servir para algo. Yo doy las ideas.Perucho puede ser un excelente oficial de gabinete, es decir,ayudante de órdenes. Tú serás el músculo de la banda; Peru­cho el órgano de ligazón; yo el cerebro y el vizconde la "escu­dería científica". A Emilia le gustaba inventar palabras.

Después de Emilia habló Perucho, diciéndole la mismacosa, aunque con otras palabras. Por último, habló el viz­conde. Y dijo tanto que, finalmente, el gran héroe comprendióalgo. Comprendió y se echó a reír. Le hacía gracia aquella ex­traña asociación y pidió aclaraciones. Se informó de quién eraDon Quijote.

Emilia le respondió:-¡Ah, señor Hércules! Don Quijote es un famoso caba..

llero andante de los siglos futuros, un tremendísimo héroe deEspaña, pero con una diferencia en relación a los héroes deesta Grecia: en vez de vencer en sus aventuras resulta siem..pre apaleado, con las costillas rotas y molido a golpes.

y le contó algunas aventuras del famoso caballero, todaslas cuales terminaban en un mar de palos sobre el lomo delhidalgo.

-Pero si es así, dijo Hércules, ¿por qué lo llaman héroe?El héroe, aquí en Grecia, no recibe golpes; los da ...

-Es que Don Quijote es un héroe moderno. En nuestromundo moderno todo es diferente. El vizconde, por ejemplo, esun héroe científico.

Hércules' se había sentado al pie del árbol, teniendo a Pe-

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MONTEIRO LoBATO

rucho a su derecha y a Emilia ya arrellanada en su regazo,.Cerca de él estaba el vizconde, sentado sobre la canasta. Emi­lia hablaba, hablaba sin parar. Y dijo tantas cosas, que termi­nó por hacerse tan amiga de Hércules como en la quinta lo era.de Quindín.

El sol iba cayendo, pero en Grecia no se llamaba sol. smo"carro de Apolo". Hércules levantó los ojos al cielo y murmuró:

-El carro de Apolo se está acercando al fin de su curso.Vesper no tardará en mostrarse en el cielo. Tengo que partir a.

la ciudad de Micenas.Perucho, que conocía muchas cosas de la vida del gran

héroe griego, deseaba hacerle algunas preguntas sobre ciertos.detalles.

-Es temprano aún, Hércules. Antes de levantar campa­mento quiero que me respondas a algunas preguntas.

-Habla, dijo el héroe.Perucho quería saber por qué. motivo, siendo Hérr.ules tan

fuerte, se había sometido al rey Euristeo, el que le impuso aqueltrabajo del león. "¿Por qué no acaba con ese rey mediante unbuen golpe de clava en la cabeza, en vez de andar corriendopeligros para satisfacer sus imposiciones?

-¡Ah!, exclamó Hércules suspirando, la cosa es larga;viene de lejos. Desde el tiempo de mi locura ...

-¿Así que ya ha estado loco? preguntó Emilia. ¡Qué gra­. ,

CIOSO .•••

A Hércules le extrañó aquello de gracioso. ¿Cómo se po~

día encontrar graciosa la locura? Emilia se explicó contándoleel caso de la locura de Don Quijote, que a ella le parecía gra~

ciosísima.Hércules les contó la historia de su matrimonio con Mega­

fa, de la que tuvo ocho hijos.-Sí, ocho hijos e hijas, y un buen día los maté a todos

a flechazos ...-¿Mató a sus hijos a flechazos? repitió Emilia, horrori­

zada.-Así fué, pero no por culpa mía; fué cosa de la diosa

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LAS DOCE HAZAÑAS DE liÉRCULES

.Hera, que me persigue tanto. Esa diosa me hizo caer en un

.acceso de locura, y yo maté a mis propios hijos e hijas ...-¿Cómo fué? ¡Cuente!. ..Hércules contó.-Yo estaba entonces en Tebas, y salí de allí para reali~

zar una de mis aventuras. Dejé a mi esposa y a mis hijos en­tregados a los cuidados de Anfitrión. Mi aventura consistía enliquidar una serie de monstruos y gigantes malvados. Y estabayo en esos menesteres, al tiempo que un tal Licos se apoderóde Tebas y mató a mucha gente, e iba a matar también a mimujer y mis hijos. Estaba ya con la espada levantada sobre lacabeza de mi esposa, cuando yo llegué, después de haber ter­minado mis andanzas. ¡Ah!, fué cosa de un segundo. Le di talgolpe a Licos, que lo dejé chatito como esta hoja -y Hérculeslevantó una hojita seca del suelo. En seguida quise ofrecera los dioses un sacrificio de gratitud; en ese momento Hera mevolvió loco. Loco furioso, ¿y saben qué hice? Maté no s510a mis hijos, sino a la pobre y querida Megara, mi mujer ...

-¡Qué horror!. .. i Qué diosa malvada es ésa! dijo Pe­rucho.

-¡Si será malvada! confirmó Hércules. Nunca me per­donó el que yo fuera hijo de Zeus y Alcmene, y me persi~e

sin cesar. Todo lo que en esta vida me cae encima provienede Hera. Y después de matar a mi familia yo mataría tambiénal buen Anfitrión, si mi protectora Palas ...

-Es la misma a la que los romanos llamaban Minerva,explicó el vizconde.

- ... no me salvase de ese nuevo crimen.

-¿Cómo?-Lanzándome desde el cielo una gran piedra contra el

pecho. La pedrada de Palas me curó de la locura. Volví en miy me horrorizó lo que había hecho. No hay mayor desgraciapara un buen padre y esposo que el haber matado a su que­rida mujer y a sus queridos hijos. Estaba horrorizado ...

-Pero, puesto que estaba loco, dijo Perucho, no tenía laculpa. Los mató sin querer ...

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-Es un crimen involuntario, explicó científicamente elvizconde.

Hércules prosigUlO:-Involuntario o no, cometí ese crimen horrible. El re­

mordimiento se apoderó de mí. Me condené al destierro y fuia consultar al oráculo de Delfos para saber qué tierra habíade habitar. En ese tiempo no me llamaba Herac1es, como aho­ra, sino Alcides. La Pitia del Oráculo fué quien me sugirió elnombre de Herac1es y me dijo que fuera a habitar las tierrasdel rey Euristeo. Este rey me impuso, como penitencia, la rea~

lización de Doce Trabajos terribles. La lucha contra el león deNemea ha sido el primero.

Perucho sintió un fuerte latido en su corazón. Quiso avisara Hércules de algo, pero se contuvo. Después, a pretexto dever si el león estaba frío, se alejó con Emilia y el vizconde,a los que dijo:

-El pobre Hércules sabe menos de su propia vida queyo, que soy de siglos después. Abuelita me lo contó todo. Elasunto es así: Hércules consultó a la Pitia, y la Pitia le dió unmal consejo. Ese demonio está vendido a Hera. Hace todo 10que le manda Hera, y por eso le aconsejó a que buscara al talEúristeo, que es una verdadera peste. Los Doce Trabajos sonla manera que la diosa encontró para meterlo en terribles peli­gros, de modo que no se pueda salvar. ¿Qué les parece: deboavisarle o no?

Emilia razonó rápidamente y con la mayor lógica.-No, no debes avisarle nada, pues si no él desobedece

a la Pitia y nosotros perdemos el viaje. Lo mejor es que sigáignorando el futuro, sobre todo porque va a salir victorioso.¡Ese Oráculo de Delfos! No hay mayor sinvergüenza. L:;l Pitiase deja sobornar y da respuestas de acuerdo con los que le paganmejor.

-Sí, es así, concordó Perucho. ¡La tonta de Hera estáconvencida que el héroe no va a aguantar los Doce Trabajos!Pero Hércules los va a realizar, y maravillosamente. Lo mejorrealmente es no decir nada. ¿Qué.le parece, vizconde?

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

El vizconde pensaba 10 mismo. En vista de 10 cual volvie­ron juntos al héroe con las caritas llenas de disimulo.

-Está muertísimo, dijo Emilia refiriéndose al león. Yafrío. ¿Qué va a hacer de él?

Pero ten~o un buen cortaplumas Rod.~er. ..

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MONTEIRO LoBATO

El carro de Apolo estaba más bajo, más cerca de la coche~

ra donde se recogía todas las noches. Hércules se levantó.-Le voy a sacar la piel. Ya que ese león es invulnerable,

su piel debe ser un escudo muy bueno.Dijo y se dirigió al león muerto. Tenía que despellejado.

y para eso era indispensable un cuchillo. Hércules no 10 tenía.Miró en derredor, como buscando cualquier instrumento cor­tante, un trozo de cristal, un pedazo de piedra afilada. No viónada. Perucho comprendió .

-Ya sé 10 que busca, amigo Hércules. Cuchillo, ¿verdad?Yo tampoco tengo cuchillo. Abuelita no me deja ,andar con cu­chillo, pero tengo un buen cortaplumas Rodger -y sacó delbolsillo una navaja con mango de hueso quemado y láminaafiladísima. A Hércules le causó gracia el instrumento, pues enla Grecia Heroica no había navajas. Lo examinó atentamente.Lo abrió y Cf.TrÓ repetidas veces, y en una de ellas se cortó eldedo. Ernilia corrió a la canastita en busca de tira emplást<;a.Sacó la venda engomada y cortó un trozo.

-Para pequeños cortes nada es mejor que esto. Se llamatira emplástica. ¿La conoce?

Hércules no la conocía. Dejó que la ex muñeca le colocaraen el dedo el trozo de tira emplástica y se llenó de asombroal ver que estancaba la sangre. ¡Magnífico! Su asociación conlos tres chicos estaba dando buenos resultados. En seguidapuso al león de barriga para arriba.

-Vosotros 10 sostenéis de las patas en esta posición,mientras yo le corto el cuero en el vientre.

Perucho sostuvo fuertemente las patas delanteras del león,mientras Emilia y el vizconde hacían 10 mismo con las de atrás.Hércules cortó de un extremo al otro la piel del león.

El vizcQnde hizo una demostración de ciencia.-jLindo corte longitudinal! palabra que dejó al héroe

patitieso. Nunca ha habido en el mundo un atleta que sepa 10que significa "longitudinal".

-Hércules no entiende ,nada, dijo Emilia. Explíquele, viz­conde, qué es.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Un golpe longitudinal, explicó el vizconde con la mayorseriedad, es un golpe a lo largo o en el sentido que va a lo largo.

Perucho le contó a Hércules que el vizconde era un grangramático, lo que dejó impasible al héroe. No entendía. El po­bre no sabía qué era la gramática ...

Cortada la piel mediante aquella incisión longitudinal,Hércules agarró con la mano derecha al león por la melena,aseguró finnemente el cuerpo con la izquierda y de un solotirón le arrancó la piel entera.

-¡Qué fuerza tiene nuestro amigo!. .. exclamó Perucho,entusiasmado. Allá en la quinta, para sacar la piel a un novillo,un peón emplea mucho tiempo. Tiene que ir separándola dela carne con un cuchillo. Hércules da un tirón, i y listo! ...

Pero no basta arrancar la piel. Es necesario extenderla, en­marcarla y ponerla a secar al sol. ¿Qué iba a hacer Hérculesa aquella hora, con la noche que se le echaba encima?

-¿Y ahora? preguntó Perucho. ¿Dónde está el sol que hade secar ese cuero?

Hércules estaba indeciso. Sí, el carro de Apolo estaba paraentrar a la cochera. Sólo si se quedaran a donnir allí para se­carla al día siguiente ...

Se miraron. No sabían qué hacer.En los relatos de las grandes hazañas estos detalles prác..

ticos de la vida no figuran, y, sin embargo, sin resolverlos con­venientemente las grandes cosas se hacen imposibles. Una pielde león tiene que ser secada al sol. Después ha de ser curtida,pues en caso contrario, resulta más dura que una madera yno sirve para nada. El vizconde dió un buen consejo:

-El cuero crudo, sin curtir, no vale nada. Si hubiera uncurtidor por aquí cerca ...

Hércules no entendía más que de proezas tremendas. Paralas cositas prosaicas de la vida era de la mayor nulidad. Oyó'lo que decían del curtidor y se quedó con la boca abierta, comoel que no tiene una sola idea en la cabeza. Emilia tomó la pa­labra:

-Ya sé qué hacer, dijo la ex muñeca. En el Olival, en el

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MONTEIRO LoBATO

que aterrizamos, está aquel pastor de cameros. Todo pastor­entiende de curtir cueros, pues vive preocupado con los cueros.de los cameros que se mueren o que matan. Mi idea es quevayamos allá. Y hasta podremos dormir en su casita ...

A Hércules le pareció muy buena la idea.

LA PIEL DEL LEüN

-Pues vamos a ver a ese pastor, dijo Hércules -y doblan­do la piel fresca y poniéndosela al hombro, hizo el gesto de­partir.

Surgió un problema. Perucho podía, aunque con esfuerzos l

seguir los pasos gigantescos del héroe. Pero, Emilia y el vizcon-,de ¿cómo iban a hacer? ¿De qué manera tan minúsculas cria­turas podrían seguirlo? La solución vino de Hércules.

-Es muy simple: los llevaré montados en mis hombros.a mi "dadora de ideas" y a mi escudero ...

Dijo y tomando a Emilia la sentó sobre su hombro dere­cho; hizo 10 mismo con el vizconde, colocándolo sobre su hom­bro izquierdo, encima de la piel del león. Sólo qued,ó abajo­Perucho, el que habría de acompañarlo corriendo.

Estaba todo listo, y Hércules iba a ponerse en marcha"cuando Emilia berreó:

-jPare, Hércules! El vizconde se olvidó mi canastita ...Perucho corrió a buscarla, se la entregó a Hércules y éste

se la pasó al vizconde.-¿Qué hay dentro de esta cajita? preguntó el héroe al

iniciar la marcha.-Por ahora, señor Hércules, muy poca cosa, pero va a

terminar por llenarse. Ahí adentro guardo 10 que traje de laquinta y tres uñas del león de Nemea, como recuerdo de nuestro­primer trabajo.

Efectivamente, la ex. muñeca no se había olvidado deguardar allá adentro tres uñas formidables del famoso león de..la luna..

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Durante la marcha 'de Hércules le fué contando aventuras

y aventuras . ..

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MONl'EIRO LoBATO

Durante la marcha rumbo al olival, Hércules les fué con­tando aventura tras aventura, mientras Emilia iba deshilva·nando todo el rosario de cosas prodigiosas que habían pasadoen la quinta de doña Benita.

-¿Qué quinta es esa? quiso saber el héroe.-jAh, ni me lo pregunte! respondió Emilia. Es la Grecia

Heroica de nuestro mundo moderno. Tenemos el pomar, tene­mos un arroyo, tenemos la tranquera del patio, tenemos elhormiguero de al lado de la tranquera, tenemos la vacamocha ...

Hércules entendía muy poco de todo aquello, pero le gus­taba oír. Era como si oyera una música nueva -la música delos tiempos futuros. Emilia no paraba.

-y tenemos a doña Benita, la mejor abuela que existe,con lentes y la pollera larga. Y tenemos a tía Anastasia, quees la cocinera. Para tortas no la hay mejor. Y tenemos a Na­ricita, la nieta de doña Benita, muy amiga mía.

-¿Por qué no vinieron todos? preguntó Hércules.-¡Ah, estas cosas son demasiado fuertes para los dos vie-

jas! Muy miedosas, las pobres. Naricita podía haber venido,porque es como nosotros, no tiene miedo a nada. Se quedópor causa del reumatismo y de las puntadas de la abuelita.La otra vez vinieron todos, pero Naricita, doña Benita y tíaAnastasia se quedaron en Atenas, en casa de Pericles, en elsiglo V antes de Jesús.

Hércules no comprendía nada.-¿Qué historia es esa del siglo V antes de Jesús? preguntó.Perucho tuvo que explicarle cómo se contaba el tiempo,

antes y después de Cristo.-Por ejemplo, aquí --decía el chico- vosotros estáis en

el siglo VII antes de Jesús. Eso significa que Cristo va anacer dentro de siete siglos. Y nosotros vivimos en el siglo XXdespués del nacimiento de Cristo.

¡Ah, qué trabajo tuvo Perucho para explicar toda esa his­toria de los siglos antes y después de cristo! ¡y para explicarquién había sido Cristo! ...

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LAS DOCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

-Sí, dijo, porque todos estos dioses de Grecia, inclusiveZeus, que es el supremo, van a desaparecer.

¿Por qué lo diría? Hércules se paró, asombrado. "¿Desapa­recer"? ¿Cómo iban a desaparecer, si eran los dioses supremosy eternos?

Hasta el vizconde participó de la discusión, y Hérculeshizo como que entendía, aunque no entendiendo nada. Y to­davía hablaban de siglos y dioses cuando vieron, a lo lejos, elOlival.

-¡Estamos llegandoJ gritó Emilia. Allí está el bosquede las "aceituneras". Emilia llamaba aceituneras a los olivos.

El caer de la tarde apenas permitía ver el bulto sombrío del'Olival y la casita del dueño. Había luz dentro de ella.

-¿Qué luz usan por Aquí? preguntó Emilia, y al saberque era la luz de las lámparas de aceite, se echó a reír de lástimay le contó la historia de la luz de gas y de la electricidad.lIércules no lograba comprender otra luz que la del aceite y

la de las antorchas. Emilia le explicaba como le era posible.Le habló de los fósforos, unos palitos que se encienden apenasse los frota en la caja, y habló de los botones de la luz eléctrica,que uno los "aprieta y todas las lámparas se encienden". Elpobre héroe estaba atontado.

Habían llegado. La casita estaba cerrada. La luz se fil­traba por una rendija. Hércules bajó a los dos que tenía sobreel hombro, dejó caer la piel. Perucho se adelantó y, ¡toc, toc,toc!, llamó.

-¿Quién es? preguntó una voz desde dentro.-Somos viajeros que queremos hospitalidad, respondió

Perucho.Inmediatamente se abrió la puerta, y la cara del pastor­

cito apareció.-Buenas noches, amigo, le dijo Perucho. ¿Me reconoce?-Sí, tú estabas en la pradera de los cameros cuando el

león rugió ...--Exactamente. Y fuimos a Nemea a buscar a Heracles y

"matamos" al león de la luna. Aquí está la piel ...

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MONTEIRO LoBATO

Sólo entonces el chico vió al inmenso héroe y se echó atemblar. No lograba decir una palabra.

-No tengas miedo, dijo Perucho. El amigo Herac1es esbuena persona. Yo soy su oficial de gabinete. El le sacó lapiel al león y está buscando quien la pueda cut:tir. Tú debessaber cómo se curten los cueros, ¿verdad?

El pobre pastorcito murmuró que sí. Sus ojos no se des­viaban del enorme volumen del héroe.

-Pues entonces todo está bien. Hércules va a dejar aquíel cuero del león de Nemea para que tú 10 curtas. El quiereque quede muy bien, ¿comprendes?

-También queremos que nos des hospitalidad por estanoche, agregó Emilia. ¿Quién es el dueño de la casa? ¿Tú?

El pastorcito dijo que no. Los dueños de la casa estabanfuera; habían ido a consultar al Oráculo de Delfos. El se habíaquedado para cuidar de todo, pero con orden de no dejar entrara nadie. Perucho dijo que ese "nadie" no podía referirse aellos, porque ellos eran ellos, y Herac1es era Herac1es, el mayorbenefactor de Grecia, el que acababa de librar el lugar del másterrible de los leones.

El pastorcito, temblando como jalea fuera del frasco, abrióla puerta. Hércules entró, y tras él entraron los demás.

La casita era modesta, de modestos agricultores griegos,fabricantes de aceite de oliva. La aceituna era lo principalde la agricultura griega. No sólo la usaban para la comida, sinoen el preparado del aceite de iluminación. En la sala había unaprensa rústica de·extraer aceite.

Emilia, atrevidísima como siempre, se fué haciendo dueñade la casa. Pasó por los cuartos, abrió todo, fué hasta la co­cina. Allí encontró el fuego encendido y un cuarto de cameroen el asador. El pastorcito estaba preparando su cena.

-¡Viva! ¡Viva! gritó la ex muñeca al sentir el olor a carneasada. Está ya a punto. Pero esto es 10 necesario para el pas­tor, Perucho y yo. ¿Cómo se va a arreglar Hércules?

Hércules era un gigante de estómago gigantesco. Se co­mía un buey entero con la misma facilidad con que Perucho

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

se comía medio pollo asado. El problema fué rápidamente de­batido. Hércules declaró que tenía hambre, y como no habíapor allí ningún buey, se iba a contentar con tres cam~ros. Yose fué al corral a escoger las víctimas.

LA CENA DEL HEROE

El pastorcito estaba en la mayor aflicción. i Tres cameros!.¿ Qué iba a decirle a sus patrones cuando regresaran? Peru­-cho habló:

-Un héroe como Hércules nunca piensa en el dinero yjamás lleva un peso en el bolsillo. Y ni siquiera tiene bolsillo,ya que anda desnudo, con un taparrabos. Y el dinero quetengo yo no vale para nada en esta Grecia Heroica. Pero po­demos hacer un negocio: yo soy el dueño de esta navaja queel mismo Hércules dice que es la maravilla de las maravillas._y mostró la navaja al pastorcito, después de abrir la hojagrande. "Mira qué corte. Es Rodger, la mejor marca inglesa.Vale seis cameros, pero como yo no soy gitano, la cambiopor tres ... "

El joven griego, sonriente, examinó lleno de curiosidad lamaravilla. Probó la hoja en un palito. i Qué filo!

-Pues acepto el negocio, dijo. Y daré en cambio seiscameros.

-¿Para qué quiero seis cameros? respondió Perucho.Mañana por la mañana me voy lejos. Sólo me interesan lostres que el señor Hércules va a devorar.

Estaban en eso cuando llegó Hércules con tres camerosa la espalda, ya con el pescuezo retorcido. El mataba los car­neros como tía Anastasia mataba pollos. Zas, tras, ¡y ya estabá!

¿Cómo iba a asarlos? Claro que afuera, pues en el fogónde la casita resultaba imposible.

Hércules arrancó varios árboles secos, con raíz y todo, ylos amontonó. El vizconde llevó unas brasas de la casita y

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MONTEIRO LoBATO

encendió la hoguera. Cuando todo se había reducido a brasas,Hércules preparó tres asadores y clavó en ellos los tres car­neros, después de despellejarlos y limpiarlos. Un fuerte olor acarne asada invadió la casita. El joven griego no hacía másque mirar. ¿Quién se iba a suponer semejante cosa? ¡El allí,ante Heracles, el héroe más famoso de Grecia, el matador delleón de Nemea y héroe de tantas hazañas que corrían de bocaen boca! ...

Mientras se asaba la carne, todos permanecieron alrededordel fuego, contando cuentos y cambiando impresiones. A Pe­rucho le interesaba conocer la vida de allí.

-:--¿Qué hacéis, vosotros los griegos? ¿Cómo os vestís? ¿Quécoméis, además de camero asado?

El pastorcito respondía a todo. Le dió una idea general dela vida simple que llevaban los griegos de aquel tiempo, y pre­guntó cuál llevaban ellos en esos tiempos modernos.

-¡Ah, ni lo preguntes, grieguito! respondió Emilia.Nosotros vivimos una vida que vosotros no podríais entender.Todo diferentísimo, tan diferente que ni vale la pena hablarde ello. Cuando estuvimos en Atenas, en la Atenas del tiempo

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de Pericles, fué un gran trabajo hacerles comprender a aquellosescultores y filósofos un poquito de nuestra vida moderna.Finalmente, dejamos de intentarlo. En comparación con nues­tra época moderna, vosotros sois muy atrasados ...

Los cameros estaban a punto. Hércules arrancó uno delasador y se puso a comerlo como Perucho comía mangas enla quinta: le daba un mordisco y se llenaba todo de grasa. Secomió los tres cameros como si fueran tres palomas. Despuésse limpió la boca con el revés de la mano y dijo que tenía sueño.Se fué a dormir.

Cama para un hombre así no había. Lo que hicieron fuéponerle unos pellones en el piso de la sala. Seis pieles de cor­dero, una al lado de la otra, y todavía estaba con los pies fuerade ella ...

Inmediatamente se quedó dormido. Lo mismo que un nifioque se acuesta y cierra los ojos. al punto.

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LAS DoCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Los demás se quedaron allí, charlando. Perucho contó lalucha de Hércules con el león.

Un fuerte olor a carne asada llenó la casita. El joven griegomiraba, miraba . ..

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MONTEIRO LoBATO

-¡Ah, era bonito! Nosotros, desde la cima del árbol, noperdíamos ni un detalle. Primero le lanzó una serie de saetas,-pero fué 10 mismo que nada. Era un león de esos invulnera..bIes. Las saetas le golpeaban en el pecho y se rompían o se lesdoblaba la punta. Después 10 atacó con la clava, con esa tre­menda clava hecha de un tronco entero de árbol, y la clava-se rompió en veinte pedazos, como si fuera de vidrio. EntoncesEmilia gritó: "¡Agárrelo por el pescuezo y ahóguelo!" Y asífué. Hércules tomó al león por el pescuezo y lo estranguló ...

El pastorcito estaba asombrado.-j Felizmente! exclamó por fin. Ese león estaba haciendo

los mayores estragos en los pueblos de Nemea. Sólo se alimen­taba de carne humana y nada le bastaba. La semana pasadadevoró a cinco hombres, cuatro mujeres y tres chicos ...

Había una cosa que preocupaba a Perucho : y era que,siendo invulnerable, su navaja había cortado tan limpiamentela piel del león. ¿Cómo podía ser? ¡Misterio! Emilia le dióuna explicación absurda: "Es que era una navaja Rodger ... "y el vizconde aportó una idea más científica: "Era invulnera­ble mientras vivía; perdió la invulnerabilidad al morir ... ".

-Pero, siendo así, recordó Perucho, de nada le va a ser­vir a Hércules un escudo hecho de esa piel, ya que la piel muertaes vulnerable ...

Esa cuestión permaneció en la oscuridad.La noche de los chicos en la casita del Olival fué de las

mejores. Estaban cansadísimos, de manera que cayeron en unsueño de piedra. Tan solo el joven pastor no logró cerrar losojos. ¡Heracles en aquella sala, durmiendo sobre las pieles decordero!. .. ¡Heracles, que roncaba como un toro! ¡Heracles,con tres cameros asados en el buche!. .. Eran demasiado cosasjuntas para un solo pastor...

Al día siguiente, muy temprano, el héroe -se levantó y salióa bañarse en el río que pasaba allí cerca. Cuando volvió loschicos ya se J::1.abían levantado y pensaban en el aromático cafécon leche que tía Anastasia preparaba en la quinta.

-¡Ah, si estuviera aquí tía Anastasia! . . . suspiró Perucho.

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Perucho iba detrás corriendo corno un perrito en el campo.

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MONTEIRO LoBATO

Lo que me hace más falta en estas excursiones es aquel cafécon leche de las mañanas, con sus famosos boIlitos.

El desayuno, en el Olival, era leche de cabra, sin pan ninada. Emilia hizo una mueca, pero la tomó. Después se fuéal Olival a recoger aceitunas.

-¡Leche con aceitunas! exclamó. Este es un desayunoque jamás me pasó por la imaginación.

Al volver del baño Hércules les dijo que tenía que ir ala ciudad de Micenas, donde vivía el rey Euristeo, para comu­nicarle la hazaña realizada.

-¿Quieren ir conmigo o se quedan por aquí? preguntó aPerucho.

-¿Quedarnos aquí haciendo qué? respondió el chico.lIemos venido para asistir a todas las hazañas con todos suscomplementos, señor Hércules, y no para quedarnos comiendoaceitunas en un olival ...

-Pues entonces prepárense que vamos a partir, dijo elhéroe.

El día anterior el vizconde había viajado sobre la piel delleón doblada encima del hombro izquierdo de Hércules, como­dísimo sobre el suave pelambre de la fiera muerta. ¿Y ahora?¿Cómo se iba a mantener sobre aquel hombro desnudo y, ade­más, cuidar de la canastita?

Emilia sugirió que lo mejor era que Hércules llevara lacanasta a la bandolera, como se lleva un largavista en el. estucHe.y pidiéndole al pastor un tiento de la extensión requerida, atósus dos puntas a las asas de la canasta y se la entregó al héroerecomendándole:

-Llévela a la bandolera, como si fuera un largavista, señorHércules -y el héroe griego obedeció: ¡se puso la canasta comoEmilia q1.Jería que lo hiciera!

Hércules prometió que volvería más adelante a buscar elcuero del león cuando estuviera curtido, o que mandaría porél a su escudero de la Mazorca. Al oirlo, el vizconde sintió quese le dilataban los ojos. El tener que volver allí y llevar a Mi­cenas la piel del león de la luna le pareció una aventura mayor

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que todas las hazañas de Hércules sumadas. Y miró a Emiliacomo pidiéndole socorro.

Partieron. El pastorcito se quedó de pie, en el marco de lapuerta, siguiéndolos con la mirada. Todavía no había vueltode su admiración. La aventura de aquella noche era de moldesa aplastar a cualquier pastor. Después recordó la navaja y seechó a reír. Fué a buscarla. Intentó abrirla. No sabía hacerlo.Dale que dale y terminó por cortarse el dedo. Se lo ató conun trozo de trapo y volvió a la puerta.

A lo lejos marchaba el gran Heracles con dos figuritassobre los hombros. Perucho corría detrás del héroe como unperrito campero corre detrás de un buey...

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II

LA HIDRA DE LERNA

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Ahí estaba el contraste entre la masa y la inteligencia.

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LOS CENTAUROS

Lo que quería Emilia era charlar y especialmente conven­cer al héroe de que fuera a pasar una temporada al BenteveoAmarillo.

-Nada hay de extraordinario en ello, decía. Hasta DonQuijote estuvo allí y bien que durmió una siesta en la hamacade doña Benita. No vas a sentir la diferencia de clima, porqueaquello es una Grecia de la misma manera que esta Grecia esla chacra de doña Benita de la antigüedad.

-Pero, entonces, ¿no hay allí los mismos seres que aquí?indagaba Hércules sin moderar la marcha.

-Hay y no hay, respondió Emilia. Hay porque, a veces,estos mismos aparecen por allí, como pasó con la Quimera.y no hay porque ...

-¿La Quimera? Así que estuvo allá la Quimera? .. ¿Aquelterrible monstruo contra el que luchó Belerofonte? ..

-Eso es, confirmó EmiJia. Fué vencida por Belerofonte,el cual, sin embargo, no la mató bien matada. La Quimera securó y se transformó en un verdadero monstruo doméstico.Pero ya no le sale fuego de la boca, sino un humito de volcánapagado.

-¿y cómo fué a parar allí la Quimera? preguntó Hércules,aún admirado de semejante prodigio.

-Ah, eso pasó cuando todos los personajes del mundo delas Fábulas resolvieron mudarse a la hacienda vecina que doñaBenita compró especialmente para hospedarlos. Y Emilia fuécontando las aventuras principales que se relatan en el "El Ben­teveo Amarillo".

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A Hércules le gustó mucho el pasaje en que Sancho aparecióen el palacio del Príncipe Codadad en procura de remedios paralas machucaduras de Don Quijote, el cual había tenido unencuentro con la Hidra de Lema, que también apareció porallá. Indagó quién era ese héroe moderno, y se rió despre­ciativo. No hay desprecio mayor que el de los héroes antiguospara con los héroes modernos ...

-Atacar a la Hidra de Lema, ¡ja... ja ... ja ... Es que élno sabe que ese monstruo de nueve cabezas tiene una inmor­tal. Ningún hombre podrá destruírlo, y me temo mucho queEuristeo me imponga como segundo trabajo una lucha con laHidra de Lerna ...

Después, recordando a Don Quijote, volvió a dejar oír sucarcajada.

-¿Así que ese héroe de España atacó a la Hidra? .. ¿Conqué arma?

-Con aquel asador largo que usa él cuando monta a Ro~

cinante. Rocinante es su caballo, flaco a más no poder.El vizconde, desde el otro hombro, cuchicheó al oído de

Hércules que el tal "asador largo" era la lanza de los caballerosandantes medioevales.

-¡Ah, una lanza!... repitió el héroe. ¡Es risible! Perosi ese héroe salió de la lucha nada más que contuso es porquela Hidra no le hizo el honor de atacarlo con una sola de susnueve cabezas. Se limitó a propinarle dos o tres latigazos conla punta de la cola. ¡la ... ja ... ja! ...

La risa de Hércules llenó de curiosidad a Perucho. "¿Dequé estarán conversando?" Ya no podía seguir corriendo altrote. Se sentía aflojar. Se llenó de valor y gritó:

-¡Señor Hércules! Pare un poco. Necesito descansar unosminutos ...

El héroe se paró, volvió el rostro y vió su oficial de gabi­nete allá atrás. Se echó a reír y como tenía buen corazón aten­dió el pedido del chico que se ahogaba. Quedó esperándolo.

-Mi oficial está flojo, murmuró. Es muy pequeño paraacompañarme. Pero, con paradas así, ¿cuándo llegaremos a

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Micenas? Vamos a ver, señora dadora de ideas. Dé una quenos resuelva este problema.

Emilia tenía más ideas en la cabecita que un perro flacotiene pulgas bajo el pelo. En un instante resolvió el caso.

-Sólo veo una fórmula, amigo Hércules: es encontrar uncaballo para Perucho pues he visto que a pie él no resiste. Siestá con la lengua afuera al comienzo de nuestras aventuras,imagínese cómo estará al final ...

Después tuvo una idea mejor aún.-No un caballo, Hércules. .. ¡Un centauro! ... ¿Habrá

cosa más linda que Perucho acompañándonos sobre un centauro?Hércules sonrió.-Los centauros son monstruos indomables, chiquita. Ya

he luchado con ellos y 10 sé ...-Un potrillo de centauro, sugirió Emilia.La idea chocó a Hércules. Sí, un potrillo de centauro tal

vez fuera domesticable. .. El nunca había pensado en eso, niotro cualquiera en Grecia tampoco.

-Podemos intentar, dijo Hércules. Cerca de aquí estála querencia de una manada de centauros. Si entre ellos hu­biere un potrillo como de un año podremos enlazarlo y probarsu doma.

Estaban en eso cuando Perucho los alcanzó.-¡Uf! dijo sentándose sobre una piedra. j Estoy por echar

el hígado por la bocal ...-Pues el remedio está encontrado, Perucho, replicó Emi­

lia desde encima del hombro del héroe. Hércules va a conse­guir un centauro para ti ...

Perucho abrió los ojos.-¿Un centauro? ¿Y cómo vaya aguantar de ir sentado

sobre uno de esos monstruos?-Un centauro pequeño, Perucho. Un potrillo de centauro,

de un año de edad más o menos ...La cara del chico se iluminó. Si se trataba de un potrilla

podría ser viable. ¡Y qué placer el suyo, cuando volviera alsiglo XX y pudiese contar a todos que su montura en Grecia

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MONTEIRO LoBATO

había sido un potrilla de centauro! ¡La envidia que iba a darlea Yoyoca! ...

-¿Y dónde 10 encontraremos?-Por aquí mismo, respondió Hércules. Y9 estaba dicién-

dole a Emilia que está por aquí cerca la querencia de unapequeña manada de centauros. Es muy probable que entreellos haya algún chico.

Dijo y se sentó en otra piedra al lado de Perucho, bajandoa Emilia y al vizconde. La ex muñeca no cabía en sí de impor­tancia. Su última idea había aumentado mucho la considera­ción en que la tenía el héroe. Sí, "dadora de ideas", y de lasbuenas. Restaba descubrir hacia qué rumbo estaba la que­rencia de los centauros. El vizconde aprovechó la ocasión parademostrar su ciencia filológica.

-¡Querencia!, repitió. Me gusta mucho esa palabra. Escomo allá donde vivo llaman los campesinos al lugar dondenacen los animales y pasan los primeros años. Ellos aman esoslugares y si un pastor los lleva lejos y los suelta, vuelven co­rriendo allí. Es una palabra que viene del verbo querer.

Pero a Hércules no le interesaba la gramática. Lo quequería descubrir era el lugar de reunión de los centauros ypara eso se levantó y se puso a observar el horizonte. Su nariz'aspiraba. Después, señalando hacia cierta dirección, dijo:

-Debe ser hacia ese lado ...-¿Cómo 10 sabe? preguntó Emilia.-Saberlo propiamente no 10 sé, pero lo siento; tengo un

pálpito que es en esa dirección -y señaló.-Pues entonces vayamos hacia allá, propuso Perucho,

ansioso ya por verse montado en un potrilla de centauro.Se fueron. A un kilómetro de distancia Hércules se paró

y aspiró el aire como hacen los perros de caza. Tenía un exce­lente olfato.

-Bien, dijo. Estamos cerca. Voy a dejarlos aquí, ocultosen ese matorral para que no me estorben al enlazar el potrilla.Pero ... ¿y el lazo? ¿Quién tiene un lazo?

Por allí nadie tenía un lazo, ni siquiera de lianas, y Hércu-

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.",;,,", '..~I~~f. ~t*.Hércules tomó las boleadoras y las lanzó contra los palos . ..

les estaba sin saber cómo actuar. Era su costumbre atacar alos centauros con flechas o con la clava, pero ahora tenía queagarrar uno vivo ¿y cómo hacerlo sin lazo? Hércules miró a

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Emilia con el aire de quien dice: "Vamos, deme una idea". Peroesta vez el que dió la idea fué Perucho.

Nada más fácil, dijo él. En la pampa, los gauchos agarrana los animales de dos maneras: con lazo o con boleadoras.

-¿Qué es eso de boleadoras? preguntó el héroe que jamásoyera semejante palabra.

-Ah, es un hallazgo de los mejores. Ellos se procuran tresbolas bien duras, así del tamaño de naranjas chicas y las atana una correa de cierto largo. Después unen las tres correas poruna de sus puntas mediante un nudo.

-Pero, ¿cómo pueden agarrar caballos con eso?-Muy simplemente. Corren detrás de los caballos y

cuando están a cierta distancia revolean en el aire las tres. bolas y las tiran. Las bolas van girando en el aire y al chocarcontra las patas traseras de los animales se enroscan, ellospierden el equilibrio y se caen.

Hércules se mostró admirado de la habilidad. Era razona­ble. Pero, ¿cómo conseguir las tres bolas?

Perucho resolvió el problema.-Tres piedras más o menos redondas sirven bien, y aquí

hay muchas. Voy a escogerlas.En un momento eligió tres piedras redondeadas, así del

tamaño de naranjas regulares. Volvió corriendo.-Estas sirven. Y en cuanto a la correa, tenemos la de la

canasta de Emilia.Hércules se encargó de hacer las boleadoras y en quince

minutos Perucho lo tenía todo listo. Era una boleadora bastantetosca, pero servía. Después hizo una demostración de cómo semanejaban. Revoleó las boleadoras en el aire y las arrojó con­tra dos varas clavadas a distancia. La boleadora golpeó enellas y se enroscó firmemente allí.

-¿Está viendo? exclamó el chico radiante. Si en vez devaras fueran las piernas del centaurito a la carrera, él perderíael equilibrio y caería al suelo. ¿Entendió?

A pesar de su cabeza dura, Hércules lo entendió perfecta­mente y llegó a decir que si la boleadora funcionase bien en

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el caso del centaurito, él adoptaría el sistema. Además del arcoy la clava, iba a llevar un buen par de boleadoras siempreque saliera de aventuras.

-Haga una prueba, señor Hércules, propusó Emilia.Aprenda a calcular bien la fuerza.

Hércules tomó las boleadoras, las hizo girar en el aire comohabía visto hacerlo al chico, y las arrojó contra las dos varasclavadas a distancia. Fué un desastre. Las dos varas fueronarrancadas de la tierra y desaparecieron llevadas por la vio­lencia del choque.

-Su fuerza es demasiado grande, señor Hércules, dijoEmilia. Tiene que lanzarlas con sólo una fuercita ...

El héroe hizo otra prueba y finalmente dió con el "punto"exacto de la fuerza necesaria.

-¡Optimo! dijo. Ahora me voy. Quédense aquí, quiete­citos, que no tardaré.

y Hércules se fué rumbo a la querencia de los centauroscon las boleadoras al hombro.

El vizconde filosofó que el lazo de enlazar anim3:1es, lasboleadoras para enredarlos, las armadillas para agarrarlosvivos, son todos productos de la inteligencia en su lucha contrala fuerza bruta. La fuerza no tiene habilidad. Es burrísima ypor eso termina siempre vencida por la habilidad de la inte­ligencia.

¿Cómo pasarían el tiempo mientras aguardaban el retomode Hércules? Emilia propuso un sueñito a la sombra de losárboles y a todos les gustó la idea. Se acostaron sobre el suavecésped y durmieron más de dos horas. De súbito los desperté!un ruido extraño. Salieron del bosque a ver qué era. Miraron.Allá a los lejos, en la pradera, vieron a Hércules agarrado aun centaurito. Ah, bien que corcoveaba y saltaba, pero ¿qudanimal de este mundo jamás pudo escapar a las manos delhéroe?

-Es como sapo, que cuando agarra no larga más, dijoEmilia.

Hércules se aproximaba, trayendo a rastras un pequeño

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centauro, cuya cabeza mantenía asegurada bajo su brazo de­recho. Perucho palideció.

-Si ese potro es así de chúcaro no sé qué va a ser de mí ...Sólo si le aplico la manea ...

La manea anula el libre juego de las piernas del caballo,de manera que impide que corra.

Hércules llegó riéndose.-Todo salió bien, aseguró. Encontré una bandada de

ocho centauros con este potrillo en medio. Me fuí aproximandoagachado, de manera que no me percibieran. Cuando estabaa buena distancia para lanzar la boleadora, me levanté depronto y las revoleé en el aire. Los monstruos se asustaron yhuyeron a todo galope. El potrilla, que era el más débil, corríadetrás. Y yo, ¡zás!, mandé la boleadora con el mínimo de fuer­za posible. La boleadora silbó en el aire y se arrolló en suspiernas. El pobre animalito recibió la mayor caída de su exis­tencia. Se revolcó en el suelo como si estuviera dando vueltascamero. Los otros desaparecieron en lontananza, mientras yo­me acercaba a éste antes de que pudiera desembarazarse laspatas. Y lo agarré. Aquí está tu montura, Perucho.

-Tenemos que aplicarle la manea, dijo Emilia.Hércules ignoraba lo que era. Perucho le explicó y aplic6

el sistema. A pesar de los enérgicos corcoveas del potro, con­siguió manearle las patas traseras de manera que quedó sinlibertad de movimientos.

-¡Listo, señor Hércules! gritó el chico al terminar. Puededejarlo libre.

-¿Y si escapa?-No puede escapar. Al primer arranque que dé para

escapar, se caerá como cayó cuando fué boleado.Hércules aflojó la presión del brazo. El centaurito sacó la

cabeza y, suponiéndose libre, arrancó para escapar al galope.¡Ah!, ¿quién lo dijera? Resultó exactamente como había dichoel chico. La manea actuó como de encomienda y el potrillarodó por el suelo, vencido. Se levantó, hizo una nueva tentativapara escapar al galope y fué una nueva caída. Tercera ten-

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Pero Perucho era un verdadero domador de caballos chúcaros...

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tativa y tercera caída. Y como estaba agotado por tanta lucha,se tranquilizó.

Después de descansar un instante, respirando trabajosa­mente, el potrilla volvió a hacer dos o tres tentativas de fuga.Pero esas nuevas tentativas le hicieron comprender que todoera inútil. Estaba vencido.

-Puede montar, Perucho, dijo Hércules.Todavía temeroso, el chico se acercó al centauro. Hizo una

tentativa para saltar sobre sus lomos, pero el potro retrocedió,sacó el cuerpo y Perucho se cayó.

-jValor! le gritó Hércules. Intente de nuevo -y se fuéa agarrar al rebelde por el pescuezo.

Entonces el chico consiguió montar.-¿Puedo soltarlo? preguntó Hércules que 10 mantenía

sujeto por la cintura.-Sí, respondió valerosamente Perucho - y Hércules 10

soltó.¡Ah, los saltos que dió el animalito, los corcoveas y las

caídas! Pero Perucho era un verdadero domador de caballoschúcaros. Se había ejercitado tanto, allá en la quinta, con elpangaré y otros potros sin domar, que permaneció sobre el cen­tauro igual que una garrapata.

-¡Aguanta, Perucho! gritaba Emilia entusiasmada. Mués­trale a ese tonto que en otra vida fuiste cow-boy de cine.

Hasta el vizconde, siempre tan calmo y científico, se entu­siasmó. Aplaudía y bailaba.

Los centauros son al mismo tiempo hombres y caballos.y como tienen la parte delantera de hombres -con cabeza,pecho y brazos de hombres- piensan y sienten como los hom­bres. Y hablan.

El centaurito, convencido que había sido domado, se tran­quilizó y habló. Preguntó por qué le hacían aquello. Emilia leexplicó todo, tan bien explicado, y le hizo tales y tales prome­sas, que él no sólo se tranquilizó definitivamente sino que llegóa sonreír.

-Pues es así, terminó ella radiante. Podemos llevarte

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a la quinta. Allí tenemos al rinoceronte, al burro parlante y ala vaca mocha. Y vas a ver 10 que es buena vida, ¡amor mío!Allí se juega a todo, hasta de viajar al cielo. Te juro que teva a gustar.

Poco después eran más amigos que si hubieran naciddjuntos.

Hércules no volvía en sí del asombro. ¡Qué prodigiosaseran aquellas tres criaturas del siglo XX! Tenían mejores ideasque todas las ideas de Grecia juntas. Resolvían los problemasmás complicados. Llegaban a realizar prodigios mayores quesus hazañas. ¡Domesticar un potrillo de centauro! ... ¿Quiénpensó jamás semejante cosa en la Grecia Heroica?

y sus ojos no se apartaban del cuadro maravilloso: Peru­cho, Emilia y el vizconde jugando con el centaurito -jugandocomo juegan los niños- a la gallina ciega, al pido-palo, alchicote quemado ...

EN MICENAS

El viaje de allí a Micenas fué una fiesta. Estaba resueltoel problema del transporte no sólo de Perucho sino el de losotros dos y el de la canasta. Todos y todo sobre el lomo deaquel nuevo amigo conquistado gracias a las magníficas ideasde Perucho y tan bien adobado por la labia de Emilia. Hastael vizconde, que no había jugado nunca a causa de su grave­dad de sabio, resolvió jugar también y jugaba sin la mínimagracia pero con inmenso placer.

Emilia dijo bajo a Perucho:-jMira el milagro! Nuestro vizconde era un verdadero

ataúd de puro serio, en todo igual al Burro Parlante que nuncabromeó en su vida. Y ahora parece un tonto, haciendo cosasde payaso...

-jMicenas! exclamó Hércules. Allí vive el rey Euristeo.¿Vamos todos juntos al palacio o voy yo solo?

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-¡Todos juntos! gritó Emilia desde arriba del centauro.Quiero verle la cara a ese malvado.

-¿Malvado por qué? preguntó Hércules.El buen Hércules no sabía nada del drama concertado

contra él entre los dioses del Olimpo. Había sido por instiga­ción de Hera que el Oráculo de Delfos 10 mandó dirigirse haciaMicenas cuando, después de su locura homicida, el héroe sepensó castigar con el destierro. La razón era la siguiente.Euristeo vino al mundo antes que Hércules y Hera había pe­dido a Zeus que concediese al futuro rey una gracia, cual la de"dominar a todos sus vecinos". Como Hércules iría a nacerpoco después en las proximidades de Micenas, tenía que estarsubordinado a Euristeo, eso por un decreto del Dios Supremo,decreto que ni ese mismo Dios Supremo podía revocar. Latramoya de Hera dió resultado. Aunque fuera Hércules el fan­tástico héroe que conocemos, tenía que estar siempre subordi­nado a Euristeo. Y ese malvado se pasaría la vida ordenándoleque ejecutara tales y tales trabajos, elegidos entre los más pe­ligrosos, para que de un momento a otro resultara vencido ydestruído. El primer trabajo que Euristeo encargó a Hérculesfué el que hemos visto: ir a Nemea y terminar con el león dela luna. Si por casualidad Hércules volviera vivo, el malvadorey le encomendaría otro más peligroso aún y así sucesiva­mente hasta terminar con él. Todo por instigación de la ce­losa Hera ...

Los benteveos 10 sabían porque eran del siglo XX, peroHércules 10 ignoraba todo y, por consiguiente, no sospechabadel malvado Euristeo. Y aunque sospechara, ¿qué podría hacercontra un decreto de Zeus?

La entrada de los expedicionarios en Micenas fué el mayoracontecimiento acaecido en aquella ciudad. Hércules delantey un centaurito risueño detrás, con tres criaturas en el lomo:un chico vestido exóticamente, una miniatura de chica de unostres palmos de altura y una "araña de galera". Como en aqueltiempo no se conocía el maíz, puesto que el maíz es originariode América y sólo habría de conocerse en Europa después de

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¿Y qué pruebas me da de eso? dijo el rey ...

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Cristóbal Colón, nadie podía adivinar que el cuerpo de esa"araña" no era más que un marlo de maíz.

La noticia corrió y la aglomeración en las calles era cadavez mayor. En las proximidades del palacio los expedicionariostuvieron que abrirse camino entre la multitud.

El rey Euristeo se mostró desconcertadísimo ante la vueltadel héroe, pues tenía la seguridad de su muerte. Si el león deNemea era invulnerable, ¿cómo podría nadie escapar de susgarras?

-Sí, Majestad, díjole Hércules. Maté al león de Nemea ...Euristeo reflexionó.-¿Y qué prueba me trae de ello? ¿Trajo la piel del león?-Yo iba a traerla, respondió Hércules, pero "ellos" cre-

yeron mejor que la dejara a un curtidor.-¿Quiénes son "ellos"? gritó el rey, dominando a duras

penas la cólera, hija de su despecho.-Mi oficial de gabinete, Emilia la "dadora de ideas" y mi

escudero el vizconde de la Mazorca ...El rey no entendió nada y se enfadó mucho más. Y casi

revienta de cólera cuando Hércules hizo la presentación de lostres viajeros.

-Aquí están ellos. Perucho, Emilia y el vizconde ...Los cortesanos se aproximaron al rey y le dieron un cal­

mante: té de menta. Euristeo se tranquilizó un poco.-¿Y la piel? Quiero la piel y no bromas. Es imprescin­

dible que vea la piel.-Su Majestad la verá, respond~ó Hércules con la mayor

paciencia, pero sólo después de curtida. Ya ordené a mi escu..dero que fuera a buscarla a lo del curtidor, allá cerca de Nemea,cuando esté lista. Es cosa de unos días.

Emilia resolvió meter la cuchara.-Majestad, dijo atrevidamente como era costumbre en

ella, no es sólo la piel lo que muestra que un león murió. Tam­bien lo muestran las garras ...

El rey seguía sin comprender. Emilia prosiguió:-Yo he traído en mi canasta de viaje tres uñas de ese

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león. Y volviéndose al vizconde: Ve a buscar mi canastita.El vizconde se fué y volvió con la canasta sobre la espalda~

bufando. Emilia la abrió, sacó las tres uñas del león y se lasenseñó al rey.

-¿Esas son uñas de león? preguntó el estúpido soberano.Espuelas de gallo viejo, eso pueden ser. No me van a engañar.Quiero ver la piel.

Hércules se conformó y prometió presentarle la piel unosdías después. A pesar de toda su mala voluntad, Euristeo sevió obligado a estar de acuerdo.

Abandonando el palacio, Hércules trató de alojarse enMicenas. Como el curtido de una piel requiere varios días, élestaba obligado a quedarse por allí haciendo tiempo. Emiliatuvo una idea.

-Mientras no tenemos nada mejor que hacer, podemoshacer una cosa: ¡un circo! Hércules levantará pesos increíblesy torcerá barras de hierro. El centaurito podrá saltar entrearcos, además de que sólo su presentación ya será un aconte­cimiento. Esta ciudad nunca ha visto ni sombra de centauro.

Pero a Perucho le pareció una tontería semejante pensa­miento. ¡Un héroe como Hércules prestarse a exhibirse comohércules de feria!. ..

-Lo mejor es que nos vayamos ahora mismo al campo.Esto de estar en una ciudad no sirve para Hércules. El no cabeen ellas, resulta como inmovilizado. Tendría que hospedarseen un hotel como todo el mundo. Y a la hora de cenar, ¿quépasará? Llegan a la mesa unos platitos que no bastan ni parallenarle la carie de un diente. No puedo olvidar los camerosasados que se comió en el olival. ¡Tres, Emilia!

-Pues le voy a sugerir tu idea, Perucho. Que nos vayamosa acampar lejos de la ciudad, en un lugar donde haya rebaños.y voy a decirle una cosa: que el que come con tamaña furiatiene que pagar. Esto de correr mundo sin dinero en el bolsillono está bien. En el olival tú tuviste mucha suerte: pagaste loscameros con el corta-plumas, pero, ¿y ahora? Tú no puedes irdando todo lo que tienes para pagar lo que COI:1e el señor héroe.

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MONTEIRO LoBATO

Hércules, que se había alejado, volvió. Emilia le hizo el"gesto de subir", es decir, de que la izara hasta sus hombros.Era así como hablaba con aquel gigante. Bien cerca a su oído.

-Hércules, comenzó cuando se vió arriba, no podemospennanecer en esta ciudad. No hay espacio para ti, no haycarneros para asar y el centaurito va a ponerse triste. Lo mejores que vayamos al campo. Aire libre, horizontes, olivares, car­neros, ríos para el baño ....

-Era precisamente lo que estaba pensando, respondióel héroe. Me incomodan las ciudades. No puedo poner los piesen la calle sin que empiece a juntarse gente. Temo que, depronto, me sobrevenga un acceso de cólera y los arrase ...

Otro asunto que discutieron fué la conveniencia de mandar.al vizconde al olival.

-Que él espere allá la tenninación del curtido de la piel.-¿Y se va montado en el centaurito? preguntó Hércules.-jOh, no! exclamó Emilia. Por ningún precio Perucho

entregaría el potro al vizconde. El es un sabio, Hércules, y lossabios son pésimos jinetes. Se caería en seguida y j adiós potro!Medio-y-Medio es muy amigo nuestro, pero ...

-¿Medio-y-Medio? interrumpió Hércules sin comprender.-Sí, es como bauticé al potrillo. Es amigo nuestro, pero

,de pronto le reverdece el amor a la vida libre y se escapa.-Si mi escudero no va montado en el centauro, agregó

Hércules, va a tener que ir a pie y tardará un año para llegar.-A pie, sí, concordó Emilia. A pie tardaría un año para

llegar. Pero, y a polvo?Hércules no entendió.-¿A polvo?-Claro. ¿Si en vez de ir "a pie" fuera él "a polvo de pirlim-

pimpim"? El vizconde tiene en la cintura un canuto con esepolvo. De acuerdo al tamaño de la pulgarada el polvo nos llevamás lejos o más cerca, y en un instante ¡zás trás! La mayormaravilla moderna es nuestro polvo de pirlimpimpim. ¿Quierever? y Emilia llamó al vizconde.

-Escucha, sabio. Hemos resuelto que vayas tú a esperar

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LAS DOCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

el curtido de la piel del león allá al Olival y que partas hoy,ahora mismo.

-¿En el centaurito? preguntó el vizconde.-Eso es lo que quieres tú, picarón, para ir jugando por el

camino.-Pero es que si no voy en el centaurito, no podré traer

la piel. ..-jQué no vas a poder! Basta coser la piel sobre un car­

nero grande y refregarle un poco de polvo de pirlimpimpim enla nariz del camero. El viene volando, con la piel y contigoencima también. Y aquí Hércules se come al carnero.

La carita del vizconde se iluminó. La idea le pareció ma­ravillosa.

Emilia hizo otras recomendaciones más y salió con el viz­conde a fin de buscar en las tiendas un regalito para el pastor.Eligió un lindo caramelo de miel. Al volver dijo a Hércules,refiriéndose al pirlimpimpín:

-Fíjese cómo vuela con esto.El vizconde sacó de la cintura el canutito de polvo, tomó

una pulgarada muy bien medida y uno, dos j TRES! . .. des­apareció como por encanto.

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MONTEIRO LOBATO

EL VIZCONDE

N adie notó lo siguiente: cuando el vizconde cantó el TRES:e iba aspirando la pulgarada de polvo, Emilia, sin darse cuenta,se rozó con él, haciendo que unos granos de polvo cayeran atierra. Cosa insignificante, que ni Emilia ni el vizconde perci­bieron. Pero bastó para que el vizconde en vez de ir a desper­tarse en el Olival, fuera a hacerlo en cierto punto muy dife­rente: en Serifo, un lugar que ni él mismo sabía dónde era. Yallí se despertó sobre el tejado de un palacio.

Eso fué una suerte, pues si llega a caer en la calle, fatal­mente sería cazado y llevado al jardín zoológico o a un museo.Todos en Grecia le veían mucho aspecto de araña.

Pero pasó algo extraordinario. El vizconde era un sabioy a los sabios les gusta saber. Quiso, pues, saber qué tejadoera aquél y quién vivía en el palacio. ¿Sería un rey?

El vizconde estaba algo trastornado desde el momento dela caza del centaurito. Cambió mucho, perdiendo la antiguamelancolía, se reía, hacía chistes y hasta llegó a bailar de con­tento, cosa que dejó a Emilia muy preocupada. Y ese cambiodel vizconde estaba dando muestras de sí, allí en el tejado. Envez de tomar de la cintura el canuto de polvo y aspirar un pocomás de polvo, que lo llevaría al Olival, sólo pensaba una cosa:levantar una teja, deslizarse hasta el cielo raso de la casa y

desde allí observar lo que pudiera. En cuanto a la ida al Olival,en busca de la piel del león, eso quedaría para más tarde.

Tuvo el vizconde que hacer mucha fuerza para separaro

una de las tejas. Sudó para lograrlo. Y pasando por la rendijaentró en el cielo raso del palacio. Estaba bastante oscuro allí.Pero aún así supo encontrar una rendija por la que mirar loque pasaba adentro.

Era el palacio del rey Polidectes, el cual celebraba su no­viazgo con Hipodamia. En esa fiesta había reunido a los plin­cipales jefes guerreros del país y a varios héroes, entre ellos el

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- 'PE:

---- --------...-.:----

¡Qué fea, qué horrenda bruja! ...

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gran Perseo. Estaban a la mesa del banquete, todos muy alegresy ya algo bebidos. En determinado momento Perseo preguntóal rey qué regalo le gustaría recibir de todos ellos.

-¡ Caballos! respondió Polidectes.-¡Puedo regalarle hasta la cabeza de Medusa! exclamó

Perseo, con los sesos perturbados por el vino. Regalar un ca­ballo es poco para mí.

Todos se echaron a reír ante semejante desplante, pues latal Medusa era horror de los horrores. Pero se pusieron seriosy se compadecieron de Perseo cuando el rey le respondió: "Puesbien, tráeme la cabeza de Medusa en lugar de un caballo".

iLa Medusa, una de las Gorgonas! Sólo en Grecia podríaaparecer algo así. El vizconde conocía la historia de las Gor­gonas y se puso a recordar.

Eran tres hermanas: Esteno, Euriale y Medusa. Las dosprimeras tenían propiedades divinas: no estaban sujetas a lavejez ni a la muerte. Pero Medusa era mortal. Y iqué fea, quóhorrible bruja! Tenía el rostro siempre convulsionado por lacólera y haciendo muecas. Sus cabellos eran hilos de bronce,entrelazados por serpientes que coleaban. Nariz chata, dientesde cerdo, blanquísimos y unos ojos que siempre despedíanrelámpagos. Muy negra. Vivía lanzando gritos que eran losmás terribles y espantosos de la antigüedad. Y tenía tambiénalas y brazos de bronce. Lo peor de Medusa era que reducíaa piedra a todo aquel en quien fijara los ojos.

Imposible concebir monstruo más peligroso y repugnante,pues con sólo una mirada podía petrificar a la distancia a cual­quier héroe que pretendiera atacarla.

Seguía el banquete en la mayor animación hasta altashoras y finalmente los convidados comenzaron a dispersarse.El vizconde pensó para sí: "Perseo va a ver si puede traer lacabeza de Medusa y yo puedo asistir a esa aventura". Y tratóde bajar a la calle. Como en aquel tiempo no había luz eléc­trica, él podía andar tranquilamente por la ciudad sin temora que lo cazaron y lo metieran en un museo.

Iban saliendo del palacio los últimos convidados y entre

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ellos el héroe. El vizconde tenía que seguirlo de lejos, pero¿cómo hacerlo en la oscuridad? En respuesta a sus dificultadeslas nubes que cubrían el cielo se abrieron y una hermosa lunabesó la tierra.

El vizconde se puso a seguir al héroe. Perseo caminabacon la cabeza baja, como quien está sumergido en profundasmeditaciones. Fué andando hasta salir de la ciudad y se dirigióhacia una playa que había allí cerca. El reino de Sirifo erauna isla.

Ya en la playa, se sentó sobre unos arrecifes con la cabezaentre las manos. En un momento de entusiasmo alcohólico fuéa lanzar aquella bravata y ahora sufría las consecuencias.Tenía que llevarle al rey Polidectos la cabeza de Medusa ...Pero, ¿cómo, si Medusa petrificaba con la mirada al que seaproximaba a ella? Todo esto iba el vizconde leyéndolo en laexpresión del rostro y en las palabras que de vez en cuandosalían de la boca del héroe.

y en eso estaban cuando, de pronto, surgió Hermes o Mer­curio, el mensajero de los dioses.

-¿Qué te pone tan triste así, Perseo? preguntó el llevay trae.

El héroe le contó su desdicha.-En un banquete preguntamos a Polidectes qué regalo

quería recibir. "¡Caballosl", fué su respuesta. Y yo, aturdidopor el vino, le prometí ¿sabe qué? ¡La cabeza de Medusa IAhora me siento perdido...

Hermes le dió ánimo.-Para todo hay maneras, Perseo. No te desanimes. Te

voy a ayudar y haré que desde el Olimpo te ayude también ladiosa Palas. Palas es amiga tuya.

Y, sentándose junto al héroe, comenzó a organizar un plan.-Escucha. Las Greas, hermanas de las Gorgonas, son

tres: Pendredo, Enio y Dero, y las tres sólo tienen un dientey un ojo, de los cuales se sirven cada una por vez. Tienes queir a buscarlas, y en el momento en que una le pase el ojo a laotra, debes agarrarlo. Ellas se van a entregar a la mayor

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desesperación, a las mayores ansias para que le sea restituídaesa preciosidad -yen ese momento tú impones tus condiciones.

-¿Y qué condiciones debo imponer, Hermes?-Basta una. Que ellas te indiquen el camino que lleva a

las Ninfas poseedoras de los objetos necesarios para la victoriasobre Medusa.

-¿V cuáles son esos objetos? preguntó Perseo.-La cofia de Hades que hace invisible a quien se la pone

sobre la cabeza, unas sandalias con alas y un zurró!:..-¿Para qué el zurrón?-Es un zurrón especial para conducir la cabeza de Medusa

después de cortada. Hazlo todo bien, que irás a cubrirte defama y gloria con uno de los hechos más prodigiosos de estostiempos.

El vizconde lo oía y lo veía todo. Hermes usaba alas enel calzado para andar más de prisa. Un mensajero lento navale para nada.

Perseo estaba radiante. Nunca un auxilio divino había lle­gado tan a tiempo. Y levantándose de la piedra, se puso encamino hacia la morada de las tres Greas. El vizconde seguíatras de él y tuvo que hacer prodigios para no perderlo de vista.Mientras Perseo daba un paso, el maria tenía que dar ocho.Felizmente, el héroe no demostraba tener prisa. Caminaba des­pacio, como quien va rumiando sus ideas.

Llegaron. Las Greas estaban en la sala examinando unpunto de tejido. Mientras una lo veía con el único ojo de lacara, las otras esperaban su turno, completamente ciegas. Des­pués el tejido cambiaba de mano y el ojo también, y así searreglaban las tres para ver.

Perseo entró y se presentó. La que estaba con el ojo lQmiró y las otras extendieron ansiosamente las manos. "¡Dameel ojo!" "¡Dame el ojo!".

Pero otra mano también se alargó, y cuando la que estabausando el ojo se lo sacó de la órbita y se lo extendió a sus her­manas, quien 10 agarró fué Perseo.

El lío fué tremendo. Gritería histérica. Desmayos. Todos

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hablaban al mismo tiempo y nadie se entendía. Finalmente elhéroe logró imponer su voz y ser oído.

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-- ------ -2 ....

Perseo iba hacia el antro de Medusa . ..

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-¡Escuchen, tontas! Voy a restituirles el ojo. ¿Para quéquiero este ojo si tengo dos? Es claro que 10 voy a devolver,pero a condición que me enseñéis el camino que lleva a lamansión de las Ninfas ...

-¿Las que guardan los objetos necesarios para la victoriasobre Medusa? preguntaron las tres al mismo tiempo.

-Eso es, respondió Perseo.Resistieron. Les parecía una traición. Perseo procuró con­

vencerlas. Dijo que Medusa era un monstruo que había cau­sado ya la desgracia de mucha gente. Si él lograba cortarle lacabeza sería un gran bien para el mundo.

Las tres Greas conferenciaron entre sí, en cuchicheos y,finalmente, se pusieron de acuerdo.

-Está bien. Vamos a revelar el camino que lleva a lamansión de esas Ninfas y tú nos vas a devolver nuestro ojo.

-¡Hecho! exclamó Perseo.y así se hizo. Ellas le enseñaron el camino y él les restituyó

el ojo preciosísimo.El vizconde, oculto detrás de la puerta, todo 10 veía y oía.

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LA CABEZA DE MEDUSA

En las aventuras heroicas pasa 10 mismo que en la mo­derna vida común. La manera de lograr cualquier cosa estáen encontrar el medio. Medusa abusaba de su poder porquehasta entonces tan sólo héroes poco hábiles habían tentado

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combatirla. La atacaban como si atacasen a una fiera cual­quiera -y allá estaban reducidos a estatuas de piedra. ConPerseo no iba a pasar 10 mismo, porque había encontrado elmedio especial y 10 iba a emplear.

El camino que llevaba a la mansión de las Ninfas era de10 más complicado. Iba por allí, giraba hacia allá, doblaba ala izquierda, después a la derecha. Tan sólo era posible se­guirlo mediante una indicación escrita como la que las Greasdieron a Perseo.

Finalmente, el héroe llegó y les pidió a las Ninfas las trescosas. Estas no opusieron la menor resistencia. Parece ser quetenían orden de entregar aquello al primero que lograra llegarhasta allí.

El vizconde iba pegado al héroe, viéndolo todo, lleno decautela para que no lo vieran. Era el miedo al museo ...

La luna estaba ya al final de su carrera. Una hora des­pués el sol iba a substituirla en el cielo -cosa muy peligrosapara el vizconde. De ello provenía su interés en que el héroeterminara la aventura antes de que despuntara el día. La casao el antro de Medusa no estaba lejos. Anda que te anda, trotaque te trota, y llegaron.

Perseo espió. Medusa estaba durmiendo despreocupada­mente. ¡Qué horrible era! Aunque valiente, el vizconde sintióque se le doblaban las piernas. Tuvo que agarrarse a la pared.Fué la primera vez en su vida que realmente sintió miedo.

Perseo entró con la cofia de Hades en la cabeza. Y cuandollegó a la distancia propicia, sacó el cuchillo y con un golpemaestro le cortó la cabeza al monstruo. En seguida la metióen el zurrón.

¡Listo! Estaba realizada una de las mayores hazañas dela antigüedad.

El vizconde tuvo oportunidad de ver bien vista la famosacabeza de Medusa. No vió sus ojos, que estaban cerrados, puesmurió cuando dormía, pero sí su cabello de bronce lleno deV1Doras. Era un verdadero nido de víbqras, las que dejabanver la cabeza y la mitad del cuerpo. Las colas se hundían en

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el cuero cabelludo como si fueran raíces de cabellos. j Era ho­rroroso!

Cuando Perseo abandonó el antro de la Gorgona decapi­tada, los rosados dedos de la aurora anunciaban la llegada delsol. El vizconde se rascó la frente.

-Es inútil que siga ahora a este héroe, pensó para símismo. Ya he visto 10 principal. Lo que continúa será la entregade la cabeza de Medusa al rey, el cual resultará con cara detonto, admiradísimo de la hazaña de Perseo. N o necesitover más.

y pensando así, sacó de la cintura el canuto con polvo depirlimpimpim y puso sobre la palma de la mano la dosis nece­saria para ir al Olival. Lo aspiró, ¡y listo! Fué a aterrizar antela casita del pastor, el cual estaba en el prado con el rebaño,tocando la flauta como el otro día.

El vizconde se dirigió a él.Cuando se aproximaba, el perro 10 vió y con los pelos del

lomo erizados comenzó a recular y a gruñir con la maneraespecial que el "miedo a 10 desconocido" despierta en losperros.

El pastorcito miró.-¡Oh!, la araña con la galera ¿otra vez por aquí? ¿Qué

vienes a hacer, bichito?-Vine a ver si la piel del león está lista. Hércules tiene

que presentársela al rey como prueba de que efectivamentemató al león. De 10 contrario el rey no 10 cree.

-¿Lista? respondió el pastorcito. ¿Crees tú que esto de'Curtir una piel gruesa como la del león es comer aceitunas?Requiere tiempo, amigo. Necesita una semana más, por 10menos.

-¿Una semana? repitió el vizconde rascándose la cabeza.-Eso como mínimo. Puede que sea necesario algo más.

Depende. Nunca he curtido cuero de ningún animal de la luna.-¿y qué vaya hacer yo una semana en este Olival? pre­

guntó el vizconde.-Eso es cosa tuya. Puedes ayudarme a la esquila de los

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d " del humo .. "or me 10' curtir cuero pue vela"mera vez qEra la pn [ 75 ]

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borregos, que comenzará mañana. Puedes recoger aceitunas ...Puedes comerlas ...

Al vizconde no le gustó ninguna de las dos perspectivas.Iba a pensar sobre el problema.

De pronto el pastorcito 10 miró fijamente y se echó a reír.-Escucha, araña. ¿Dices que has venido a buscar la piel

del león?-Eso es. A ello he venido.El pastor casi se muere de la risa que le dió.

J . . I U . 1· 1-j a ... ja ... ja.... ¿ n amma ejO como una pu ga vaa llevar un cuero de ese tamaño?

El vizconde le explicó la idea de Emilia: coser la piel sobreun camero grande y darle a oler una pulgarada de polvo.

-¿Qué polvo es ese? preguntó el pastorcito.El vizconde le explicó plácidamente los maravillosos efec­

tos del polvo maravilloso, pero no logró convencerlo.-jVete a la esquina con esa historia! dijo el chico.

Polvo ... , polvo. .. i Cara de polvo tienes tú, cucaracha tonta!Y, además, aunque fuera verdad, ¿crees que te llevarás uncamero mío así por que sí? ¿Qué te has creído? ¿Qué esto esla casa de la suegra, donde entra todo el mundo y todos hacen10 que quieren?

El vizconde le explicó que tenía que ser así, pues, o lleva­ba él la piel del león con un camero dentro, o Hércules seenfadaría y vendría a buscarla, y el pastorcito sabía bien que,en ese caso, en vez de quedarse sin un camero se quedaríasin tres ...

El argumento dió resultado. Los mejores argumentos sonaquellos que amenazan el bolsillo de la gente.

Fueron a ver cómo estaba la piel. Por el trayecto, el viz­conde le preguntó:

-¿Qué tanino usas?-¿Tanino? repitió el joven griego que oía por primera

vez esa palabra.-jClaro! Tanino de curtiembre ...El pastorcito se atragantó. El no usaba ningún tanino

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para curtir cueros, pues en aquel tiempo ese proceso no habíasido aún inventado. El vizconde se puso a explicar:

-Cuando tú muerdes alguna fruta verde, ¿no sientes algoque "se pega" a la boca? Pues es el tanino de la fruta. A me..dida que la fruta va madurando, el tanino se va transformandoen otra cosa, pero cuando la fruta está verde el tanino es muyfuerte. En la banana verde el tanino está en gran cantidad.Pues ese tanino es la substancia que en el mundo modernousan los hombres para curtir los cueros crudos. Los cueros semeten durante uno o dos meses en una solución muy fuertede tanino y se curten, es decir, no se pudren jamás, no se ponenduros como los cueros crudos, y se hacen, además, impenetra­bles al agua y muy suaves. ¿Y aquí? ¿De qué manera curtenlos cueros?

Mientras hablaban iban caminando en dirección a la "cur­tiembre". El vizconde se sintió admirado. Era la primera vezque veía curtir cuero por el sistema del humo. Había en elsuelo una cavidad, con mucha leña encendida y todo ello ta­pado en forma de canalizar el humo por una especie de chi­menea. Y sobre la chimenea estaba extendida la piel del león,estirada con unas varas y mantenida levantada por cuatroestacas.

-¿Así es? ¿Con humo? ..-Exactamente.El pastorcito examinó el estado de la piel.-Aun no está lista, dijo. "El" quiere que el trabajo

quede bien terminado.-¿Cuánto tiempo tardará aún? preguntó el vizconde.El pastorcito tocó el cuef€), lo olió, lo probó entre los dien­

tes y con la punta de la lengua. Luego respondió con la mayorseguridad:

-Seis días. En seis días haré de esto una maravilla.El vizconde se puso a renegar. ¡Pasarse seis días allí, ca­

zando moscas para matar el tiempo! . .. Si el pastorcito tuvieraalguna cultura, esa espera no significaría nada. Pero, ¿qué po­dría interesar a un sabio como el vizconde conversar con un

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ignorante? El vizconde se acordó de Sócrates. ¡Ah, si Sócratesestuviera allí! "¡ Hasta un año me quedaría charlando con élsin darme cuenta de cómo se iba el tiempo!"

MEDIO-y -MEDIO

Mientras el vizconde, allá, en el Olival, buscaba la manerade matar el tiempo, en la ciudad de Micenas, Hércules habíarecibido bien el consejo de Emilia y se estaba preparando parala mudanza.

-¡Claro! ... ¡El campo abierto! ... ¡El aire puro! ... ¡Loshorizontes! ... ¡Los rebaños!. . . .

Ese era el ambiente para una criatura de excepción comoHércules, en el cual todo era grande: las cóleras, las luchas, losapetitos, las manías. .. Hércules sólo se sentía bien cuandoestaba libre en la plena y perfecta naturaleza.

Partieron. Perucho iba delante, trotando sobre el graciosopotro, con Emilia y la canasta en el regazo.

Hércules venía sonriendo detrás, con la vista puesta sobreel espectáculo. Había comenzado a querer a aquellas criatu­ras del siglo XX. i Y cómo las admiraba! La inteligencia deaquel niño, la habilidad y sagacidad de Emilia, la ciencia de

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su escudero que fuera en busca de la piel del león. .. ¡Notable ty Medio-y-Medio también era un encanto.

...--- ---.....---=---

--

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Medio-y-Medio volvió con tres corderos . ..

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Hércules había vivido en lucha contra los centauros, ha­biendo matado a muchos. Pero por primera vez veía de cercay a su sabor a uno de esos entes. Y no encontró en Medio-y­Medio nada que justificara su antiguo odio a los centauros.Sí, si ellos eran tan brutos, eso se debía a su falta de educación.¿Qué diferencia había entre ellos y los hombres sin educación?y Hércules, a pesar de todo lo tonto que era, "tuvo una idea".tal vez la primera idea de su vida: que es la educación la quehace a las criaturas.

Saliendo de la ciudad, Hércules tomó cierto rumbo y fuéa dar a una hermosa campiña situada a dos leguas de allí.Terreno ondulante, hermosos pedazos de bosques en las baja­das y césped en las suaves laderas. Un río de agua cristalinapasaba por allí.

Hércules llegó a la margen y, poniendo las manos en formade fuente, bebió a largos tragos. Bebió como bebería un ele­fante. Perucho tuvo la impresión que dentro de él debríahaber una verdadera "caja de agua" y que para llenarla hacíafalta un arroyo.

Beber y comer. Hércules había bebido y ahora necesitabacomer. Su apetito tenía ya un tamaño regular. Y se puso asondear las lontananzas de aquellos prados. Poco después son­rió: había visto un rebaño de cameros.

-Allá está mi almuerzo, dijo él. Y volviéndose al cen­taurito le indicó: Ve hasta allí y tráeme tres cameros en buenestado.

El centaurito partió al galope.Emilia estaba perpleja ante semejante tranquilidad.-¿Cómo es eso de ve y tráeme? dijo ella. Aquellos ani­

males tienen dueño. El que quiere cameros, los compra. Nopuedo entender esta moda de Grecia ...

Hércules lanzó una carcajada hercúlea.'J . ., y , C d .-1 a ... , Ja ... , Ja.. . . o soy aSl. uan o qUIero una

cosa, la agarro. Eso de comprar las cosas con dinero es paralos que no pueden apropiarse de ellas.

-¿y no pasa nada?

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-¡Claro que no! respondió el héroe. En el Olival, porejemplo, ¿qué pasó después que me comí los tres carneros?Nada.

Perucho intervino:-Sí, pero eso fué porque yu pagué los carneros.Hércules puso cara de sorpresa.-¿Con qué moneda? preguntó.-Entregué a cambio de los carneros mi cortaplumas Rod-

ger, afilado como una navaja.Hércules se conmovió al saberlo. El pobre muchacho había

sacrificado un objeto querido para subsanar su brutalidad, to­mándose los carneros sin el consentimiento del dueño. Y sintióque aquel niño era el producto de una educación que a él,Hércules, le faltaba. La idea sobre la educación que momentosantes había concebido se iba perfeccionando en su magín. YHércules dijo:

-Me está pareciendo bonito este sistema de respetar 10que es de los demás. Sí, es bonito. Sólo hoy he pensado enello, y 10 apruebo. Y si fuera niño aun, como tú, seguiría porese camino. A mi edad es difícil que cambie. Muy difícil ...

-¿Quiere decir que va a seguir agarrando 10 que quierasin darle satisfacciones a su dueño?

-Sí.-¿Aun sabiendo que está mal hecho?-Sí.-¿Por qué?-Porque es tarde. Un jardinero toma una vara joven y le

da esta o aquella forma. Pero, ¿qué jardinero puede darle formaal tronco de un olivo viejo?

Medio-y-Medio había alcanzado al rebaño y abatido acoces tres cameros. Los demás huyeron por los campos, po­seídos del mayor de los espantos. Nada podía ser más impre­visto que la aparición de un centaurito.

Minut.os después, Medio-y-Medio llegaba con los tres car­neros sobre el lomo. Los puso a los pies del héroe.

Hércules sonrió con el largo reír del hambre que ve llegar

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el plato. Pero, al momento de despellejar y limpiar los carneros,surgió una dificultad. No tenían cuchillo, y Perucho se habíaquedado sin su precioso cortaplumas. ¿Qué hacer?

Emilia salvó la situación:-Tengo en la canasta una hoja de Gillette, y la fué a

buscar.

Cuando mostró la hojita de afeitar a Hércules, éste abriólos ojos admirado.

-¿Qué es esto?-Una buena lámina para abrir carneros, respondió

Emilia.Hércules quiso tomar la hoja, pero la dejó caer. Era dema­

siado delicada para aquellas manos tremendas. Y lanzó unarisa hercúlea.

J .. 'A' . b'l-¡ a ... , Ja ... , Ja. . .. ¿ S1 que qUleres a nr os carneroscon esta cosita tan delicada? ¡Qué tontería! Dudo que lo con­sigas, oficial.

Pero Perucho iba a demostrar que no era una tontería. Apesar de su vieja repugnancia por la sangre, él abrió los car~

neros. Sólo hizo eso. Lo demás, el sacarles la piel y las entra­ñas, fué trabajo del centauro.

-¿Por qué no trajiste cuatro? le preguntó Hércules.-La orden era de tres, respondió el obediente Medio-y-

Medio; él también tenía hambre, y esperaba que por lo menosun cuarto de carnero, Hércules le dejaría.

Yeso pasó. Después de asada toda aquella carne, el héroemidió a Medio-y-Medio de abajo arriba y dijo:

-Para ti con un cuarto basta -y le dió un cuarto del car­nero. ¿Y tú, Perucho? ¿Y tú, Emilia? .. ¡Sírvanse! ...

Perucho y Emilia juntos comían tan poco en comparacióncon sus compañeros, que Hércules se llenó de admiración alver al chico sacar su parte.

-¿Nada más?-Esto me llena el buche durante un día entero y todavía

sobra para llenarle a Emilia el buchecito.Fué delicioso aquel almuerzo al aire libre, a la vera del

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arroyo de aguas cristalinas. Hércules confesó no haber comidojamás carne tan deliciosa.

-¿Qué le hicieron a este camero para que resultara tanrico? preguntó.

-Es que hemos traído de la ciudad una buena dosis desal, respondió Emilia. En los tiempos mo~ernos no comemos

la carne sin sal.Hércules nunca prestaba atención a esas cosas pequeñas,

y muchos cameros y bueyes asados se había comido sin nin­guna sal. Ahora verificaba lo que mejoraba el sabor de la carneponiéndole sal.

Viéndolo, Emilia suspiró.-jAy, qué añoranzas I...-¿De quién, Emilia?-De tía Anastasia. Me imagino el maravilloso asado que

haría ella de estos carneros si estuviera aquí con nosotros.Aquélla sí que es cocinera.

A Hércules le interesó el asunto.-¿Quién es esa dama?-No es ninguna dama, respondió Emilia. Es simple-

mente tía Anastasia, la mayor hacedora de delicias del mundo.y contó tales cosas de las proezas culinarias de la negra, queal héroe y al centaurito les comenzó a caer la baba.

-Algún día la va a conocer, señor Hércules. No pierdo lasesperanzas de verlo llegar al Benteveo Amarillo. Recuerde queya me lo prometió.

-Sí. 00

íEra treI:".cnda la ex muñeca! Hasta eso había logrado:arrancarle al mayor héroe griego la promesa de pasar una se­mana en la casa de doña Benita ...

-~-

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MONTEIRO LoBATO

LA LUCHA CON LA HIDRA

Allá al final del sexto día estaban sentados a orillas delarroyo, en la charla de todas las tardes, cuando, de pronto, unanimal extrañísimo "apareció" a cierta distancia. No vino deotra parte, no se fué aproximando como otro animal cualquiera.i Apareció! Y por su aspecto no recordaba a ningún animal co­nocido. Tenía un vago aspecto a león a causa de la melena,pero a un león desarticulado, con las patas flojas o, mejor di­cho, con ocho patas: cuatro exteriores, enormes, flojas, verda­deras patas de león, y las otras cuatro más finas y firmes, comolas de un carnero.

-¿Qué extraño monstruo será aquel? preguntó Hérculesal mismo tiempo que prep~aba el arco.

Fué Emilia la que adivinó.-¡Ya 10 sé! gritó antes que el héroe lanzara la flecha.

¡Es la piel del león de la luna!. ..Hércules no entendía.-¿Cómo? ¿Qué historia es esa?-Sí, respondió Emilia. El vizconde estaba confuso ante

el problema de traer la piel, y yo le di esa idea. "Tú coses lapiel sobre un carnero grande, le refriegas en la nariz una dosisde pirlimpimpim, y el carnero viene volando y la piel con él".Juro que es esa, dijo, y corrió en dirección al animal.

Efectivamente. Era un carnerón revestido con la piel cur­tida. Y agarrado a la piel de la melena vieron una extrañaaraña: ¡el vizconde de la Mazorca! Habían venido los tres jun­tos: el carnero, la piel y la mazorca. Pero el vizconde no habíaaún vuelto en sí. Se recuperó en brazos· de Emilia.

-¡Pobrecito! Debe estar sufriendo del corazón. Ahora lecuesta salir del desmayo del pirlimpimpim ...

Perucho descosió la piel del león y soltó el carnero, queestaba aún atontado y sin comprender nada y sin moverse dellugar. Hércules se aproximó. Tomó la piel. La examinó.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-¡Optimo! . .. Ahora Euristeo va a tener que darse porvencido. .. -y se tiró la piel sobre el hombro.

Desde ese momento nunca más el héroe habría de aban-

Construyeron una chocita con palos y ramas de la floresta . ..

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MONTEIRO LoBATO

donar la piel del león de Nemea. Pasó a usarla como escudo,y ese escudo lo libró de muchos golpes porque era Invulne­rable. Perucho verificó esa cualidad. No logró hacerle ni unagujerito con las saetas de Hércules.

¿Cómo entonces su cortaplumas pudo cortarla aquel día?Podía ser por muchas razones. Tal vez la "invulnerabilidad"dormitara en aquel momento, y fuera tomada desprevenida. Elcaso es que la piel "vulnerable" el día de la muerte del león.se había vuelto a transformar en piel "invulnerabilísima".

-Bueno, dijo Hércules, tengo que regresar a Micenaspara presentar esto al rey -y se fué con la piel al hombro. Ala tarde reapareció. Venía con aire preocupado.

-¿Y entonces? preguntó Perucho.-Pasó exactamente lo que yo me temía. El rey se mostró

muy contrariado cuando verificó que la piel era efectivamentede león y de una especie que no hay en la tierra. Por consi­guiente, sólo podía ser del león que se cayó de la luna. Y enton­ces me dijo: "Muy bien, gran héroe. Veo que eres valiente yfuerte, y que te gustaría salirle al encuentro a enemigos máspoderosos que el león de Nemea. Ordeno, por lo tanto, quevayas a destruir la hidra de Lema, el monstruo que está arra­sando aldeas y campos. Quiero que me traigas las cabezas dela hidra". Eso es lo que pasó.

-¿Y vas ya, Hércules? preguntó Emilia.-Sí, mas solo. Esa hidra tiene fama de muy venenosa y

no quiero que mis amiguitos arriesguen la vida. Iré con Yolao,viejo compañero que vive acá cerca. Ustedes me esperarán eneste punto.

Dijo y se fué.Pero Emilia no concordó. No podría admitir que estuvie­

ran tan cerca de la hidra y no asistieran a esa hazaña deHércules.

-Podemos hacer una cosa, le propusó a Perucho despuésque Hércules se alejó. Podemos ir sin que él lo sepa. Nosocultamos allá y a todo asistiremos sin que Hércules se décuenta.

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A Perucho no le pareció fuera de propósito la idea, y des­pués de alguna vacilación se decidió.

-Tienes razón, Emilia. Vamos. Con una pitadita de pir­limpimpim llegaremos a Lema mucho antes que Hércules.

y así hicieron. Perucho calculó muy bien la dosis de polvoy ¡fiun! Argolida. Era allí que estaba el pantano donde vivíala famosa hidra de muchas cabezas.

Después de salir del mareo del fiun, miraron alrededor. Elpaisaje les pareció diferente. Las montañas, a lo lejos, eranotras, y otra la vegetación. Perucho notó que las hierbas delos alrededores se asemejaban a las que denuncian la proxi­midad de los pantanos. Suelo húmedo y negro.

-Esto debe ser la orilla del pantano de Lema.Miró. Realmente se extendía un pantano a la derecha,

hasta alcanzar unos peñascos feos, semejantes a las ruinas deun monte.

-Me parece que la hidra vive entre aquellos peñascos.,Todos los peñascos de ese tipo tienen cavernas. Vamos a ver.

Fueron. Dieron la vuelta por la orilla del pantano, comopara llegar a las piedras por el lado de atrás.

-Bueno; aquí tenemos que hacer alto para un reconoci­miento. Suba a lo alto del peñasco, vizconde, y observe lo quepueda.

Era bastante peligroso escalar aquella piedras abruptas,razón por la cual Perucho recurrió al marlito. iAh, triste des­tino el de las criaturas "reparables"! El vizconde suspiró, perobajó la canasta y se fué, como una araña, peñas arriba. En ellugar más alto se puso de pie. Miró alrededor. De repenteretrocedió, tropezó, perdió el equilibrio y fué rodando por elpeñascal abajo como un cuerpo muerto que cae.

-¡ Socorro! gritó Emilia, corriendo a salvarlo.Perucho corrió también y encontró al vizconde enredado

en una rama de espinillo. Mucho les costó arrancarlo de allí;pero lo arrancaron con la galerita arrugada, una pierna heriday una espina clavada en la punta de la nariz.

-¡Pobre vizconde! decía Emilia, mientras le sacaba la

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espina y le alisaba las chalas del cuello. ¿Qué fué lo que loasustó tanto?

El marlo científico apenas podía hablar. Estaba sofocado.Le dieron agua y unos golpecitos para avivarlo. Fué vol-

viendo en sí, hasta que, finalmente, habló.-¡Ella! exclamó con los ojos dilatados.-¿Ella quién, tonto?-jLa hidra! ...Al oír esas palabras Perucho sintió helársele la espina ver­

tebral. Indudablemente se encontraba en el momento máscrítico de su vida de pequeño aventurero. La hidra era el mons­truo más terrible que había aparecido en el mundo, y si descu­briera su presencia allí, fatalmente los devoraría con la mayorfacilidad. Aunque valiente, Perucho tembló de miedo. Sacudióal vizconde.

-¡Hable! Diga lo que vió. ¡Vamos! ...-¡La hidra!. .. La vi allí abajo ... El cuerpo en el pan-

tano, las horribles cabezas fuera. Alrededor muchos cadáveres.humanos ...

-Pero, ¿la hidra te vió a ti?-Creo que no. Parece que está dormida.¡Uf! La información alivió a Perucho. "Tiene el buche

lleno, murmuró el vizconde; está digeriendo. Eso la deja so­

ñolienta ... "-¿Y qué más viste?-Vi el pantano que se extiende a lo lejos. Cerca de la

hidra está la entrada de la gruta, con montones de huesos enel suelo. N o vi nada más. Tropecé, caí ...

Perucho se puso a reflexionar y finalmente resolvió quelo mejor era que subieran todos a la cima del peñasco y se que­daran muy quietitos allá arriba. Había mucha más seguridaden la alto que allí. Emilia fué de la misma opinión.

-Pues, subamos, exclamó Perucho.Y subieron los tres, con grandes dificultades, hasta la cima

desde la cual el marIa se despeñó. Al llegar allí miraron haciael fondo y vieron la hidra.

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-¡Qué horrible es I murmuró Perucho en voz tan bajaque casi no la oía más que él, tal era su miedo a que el monstruolo oyera. ¿Es que Hércules la va a vencer?

Emilia contó las cabezas.-Dos y dos cuatro y cinco, nueve. Nueve cabezas, sí. Dicen

que una de ellas es inmortal. Para mí que es la tercera, la dela izquierda. Siento que es la inmortal ...

La hidra estaba dormitando con ocho cabezas; sólo una seconservaba alerta en un movimiento de vaivén -va a laizquierda, viene a la derecha, pero sin dirigir nunca los ojoshacia arriba.

-Creo que acertamos, dijo Perucho. Sólo mira hacia los.lados.

y como era así, se acomodaron en una hendidura de laroca, muy encogiditos, esperando que el héroe exterminador demonstruos apareciese. De vez en cuando uno de ellos se levan­taba para escudriñar el horizonte. ¡Nadal Ni señal de Hércules.La situación se tornaba muy seria.

-¿y si tardara dos o tres días? ¿Cómo nos arreglaremos.en materia de víveres? pensó Perucho.

Minutos después los penetrantes ojos de EmI1ia percibie­ron algo a lo lejos.

-Espera. .. Estoy viendo --estoy viendo algo que se di­rije aquí. Un grupo ...

Pero no era aún el héroe, sino una bandada de centaurosal galope. N o hay nada más bello que una carrera de centauros.Perucho estaba como en éxtasis.

-jComo corren! Fíjate, Emilia, qué arranques dan ycómo sacuden en el aire la cabeza. Nuestro mundo modernoes bien poco interesante. Imagínate una yunta de estos pro­digiosallá en la quinta de abuelita ...

Emilia se deslumbraba.-Si yo fuera doña Benita, traía la quinta para acá. Allá

no da gusto. Sólo el tío Bernabé, Elías Turco, el coronel Teo­dorico -y víboras chiquitas en vez de hidras como ésta, y­burros en vez de centauros ...

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Poco después los monstruos habían desaparecido en unbosque distante.

-jQué lástima! exclamó Perucho. Me pasaría la vidaentera viendo a esos centauros correr por los campos. ¡Quémaravilla de maravillas! ...

El tropel llegó a los oídos de la hidra, que se puso enguardia.

-¡Mira! dijo Emilia. Se despertó. Está con los dieciochoojos brillando como estrellas y con las nueve lenguas afuera,vibrando ...

Perucho vió que era así. El monstruo estaba alerta, comosi olfateara enemigos en los alrededores.

-Fíjate, cuántos cadáveres en el suelo ...El monstruo surgía del montón de cadáveres de sus últi­

mas víctimas. Perucho puso cara de horror. En ese momentolos telescópicos ojos de Emilia divisaron algo en el horizonte.

-¿Más centauros? preguntó el chico.-No. Ahora no son centauros. Es un carro que viene a

todo 10 que da ...Era Hércules que venía aproximándose en un carro, acom­

pañado de su fiel amigo Yolao. Llegó. Saltó a tierra y despuésde rápido examen, sin la menor vacilación, avanzó contra lahidra.

i Qué maravilloso espectáculo! El monstruo de nueve cabe­zas estaba como electrizado, tieso. las nueve lenguas en perma­nente vibración y los dieciocho ojos más vivos y relucientes quediamantes al sol. Había allí nueve golpes preparados contra elagresor. Hércules, sin embargo, la atacó sin el menor recelo,como si atacara a un corderito, y fué golpeando sobre aquellascabezas con su invencible maza. Pero notó que las cabezasdeshechas brotaban instantáneamente, de manera que por másque las aplastara nunca dejaba de tener delante de sí las mis­mas nueve cabezas. Además, sus movimientos iban siendo tra­bados por los anillos de la hidra. La cola del monstruo se leenroscó en las piernas y 10 iba apretando como en un torno.Para agravar la situación surgió de la caverna un horrendo y

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enorme cangrejo, que fué a clavar sus pinzas en el talón delhéroe. Hércules se vió obligado a dejar la hidra para volverseal nuevo atacante. Con un golpe de maza lo aplastó.

-¡Qué horror! exclamaron allá arriba los tres pequeñosaventureros, cuando un engrudo verde obscuro brotó del can­grejo aplastado.

Pero Hércules vió que no podía vencer solo a la hidra ygritó a su amigo Yolao:

-¡Ven a quemar las cabezas que yo vaya aplastando~

y olao se fué a un bosque que había cerca y lo encendió,y mientras las llamas lo devoraban y reducía los troncos a tizo­nes, Hércules, siempre trenzado con la hidra y enroscado ensus anillos, continuaba en su tarea de aplastar las cabezas re­nacientes.

-¡Qué horror! exclamó Perucho. Ya aplastó doscientasy no consigue nada. Y aunque aplaste doscientas mil nadaconsiguirá, pues renacen en el mismo instante. Veo que Hércu­les va a perder la partida ...

-y una cabeza es inmortal, dijo Emilia. Aunque Hércu­les la mate, remate, trimate, la cuatrimate, la despelleje, laqueme y la reduzca a polvo, nada adelantará porque es inmor­tal. Creo también que nuestro pobre Hércules de esta vez estácopado.

La lucha era tan electrizante que por un tris, Perucho,absorto en ella, no se despeñó de la altura, como el vizconde.Sentía la lucha como si estuviera también atacando al mons­truo. Finalmente no resistió: comenzó a tirarle piedras. Unade ellas alcanzó uno de los ojos de la hidra, haciéndola par­padear.

En el bosque, Yolao atizaba el fuego ansioso por obtenertizones. Un soplo enviado por Eolo, el dios de los vientos, vinoa ayudarlo, barriendo las llamas y dejando a su alcance variostroncos en brasa. Yolao se fué a ellos y escogió un buen tizón.Apagó el fuego de una de las extremidades, lo tomó y corrióa ayudar a su amigo.

-Ve quemando las cabezas que yo aplaste, díjole Hér-

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cules -y plaf, aplastó una. Sin perder un segundo, Yolaoaplicó el tizón encima. El chirrido llegó hasta lo alto de la rocay poco después un terrible hedor de hidra asada. Perucho yEmilia se taparon la nariz.

¡Paf! Hércules aplastó la segunda, y el tizón de Yolaochirrió sobre ella. Y ¡paf! la tercera; y ¡paf! la cuarta; y ¡pafl

la quinta; y ¡paf! la sexta; y ¡paf! la séptima; y ¡paf! la octava;y ¡paff la novena. Los tres pequeños aventureros, en el altode la roca, oyeron exactamente nueve pafs y nueve chirridos,y sintieron nueve hedores de hidra asada.

La novena cabeza, que era la inmortal, se desprendió delmonstruo y cayó a cierta distancia, más viva que nunca, conla lengua fuera, muy vibrante, y con los ojos llenos del fulgorde la inmortalidad. Contra ella nada valía el tizón de Yolao,porque lo que es inmortal es también incombustible. Hérculestuvo que enterrarla en un agujero bien hondo y colocar encimaun bloque de piedra que el vizconde calculó en mil arrobas.

Estaba finalmente vencido el famoso monstruo de Lema.Privado de sus ocho cabezas y con la inmortal enterrada, lahidra cayó a tierra en temblores convulsivos.

-Es el veneno que actúa, dijo Emilia.El vizconde, siempre sabio, explicó que el veneno ofídico

no vive en el cuerpo de las serpientes, sino en una bolsita loca­lizada en la base de los dientes caninos.

-Eso está bien para aquella serpientes de la quinta, bro­meó Emilia. En Grecia todo es diferente. Esta hidra debe teneren el cuerpo veneno en vez de sangre. Ya lo verá.

y el vizconde vió. Vió a Hércules abrir el corazón de lahidra agonizante para embeber en la sangre negra la punta desus flechas.

-¿No lo dije? exclamó Emilia victoriosamente. Si Hér­cules mojó en esa sangre la punta de sus flechas, claro que espara envenenarlas.

El vizconde se sonrió, murmurando: "El mundo está llenode supersticiones".

Terminada la lucha, Hércules examinó su propio cuerpo

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y verificó que tenía varias heridas. Yolao también mostrabaun arañazo en el brazo. Ambos estaban envenenados, perdi­dos. .. Por lo menos así lo creyeron.

Hércules miró a su compañero. Y ¿ahora? Contra losmonstruos disponía de su invencible maza, de sus flechas mor­tales y de la poderosa fuerza de sus músculos. Pero contra unveneno de aquellos, de nada valían maza, flechas y músculos.¿Y ahora?

El héroe se sentó sobre una piedra, a meditar.Su triste situación apenó a Emilia.-¡Pobrecito! Venció, pero va a ser vencido si nosotros no

10 ayudamos.-¿Ayudarlo? ¿Cómo, Emilia? ¿No ves que estamos aquí

de incógnitos?-Podemos perfectamente ayudarle sin que él se aperciba de

nuestra presencia. ¿No te acuerdas de las palabras de Zeus aaquel mensajero con alas en los talones?

Perucho frunció las cejas intentando recordar.-¿No te acuerdas que Zeus previó la hipótesis de que

Hércules fuera herido y envenenado, y mandó por aquel men­sajero un recado a la pitonisa de Delfos?

-Sí, j es verdad! exclamó Perucho, recordando la pene­tración que habían hecho en el Olimpo 1. Sí, mandó a decirleque en el caso que Hércules la consultara, en una planta delOriente encontraría el contraveneno de la hidra. Eso es ...

-Pues entonces nuestro deber es ayudar a Hércules, acon­sejándole que vaya a consultar la pitonisa.

-Pero, ¿cómo aconsejarle sin revelarnos, Emilia? Tansólo si el vizconde. .. y miró al marlito, que lanzó un suspiro,con los ojos vueltos al cielo.

Emilia concordó.-Eso es. Que vaya el vizconde ...iY el vizconde tuvo que ir! Tuvo que bajar de lo alto de

la roca para aconsejar al tremendo héroe. Pero el marlo usó

1 El M1notauro.

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una estratagema. Refle:donando que si se presentara pura ysimplemente ante Hércules, lo probable era que en la pertur­bación en que estaba éste lo aplastara con el pie, creyéndolatal vez hijo del cangrejo, se aproximó de modo que no fueravisto y, oculto en una ranura, murmuró con voz cavernosa eimpresionante:

-Id a Delfos, ioh, gran Heracles! La pitonisa os indicaráuna planta de Oriente que anula el veneno del monstruo.

El marlito pronunció esas palabras COI} tono verdadera­mente impresionante. Hércules las oyó y dijo a Yolao:

-¡ Salvados estamos, amigo! La roca habló. N os mandacorrer a Delfos y consultar a la pitonisa. Hay en Oriente unaplanta que nos curará -y se levantaron los dos, subieron alcarro y partieron en loca carrera hacia Delfos.

Cuando el vizconde se reunió con sus compañeros, estabaaún pálido del susto, soplando, soplanoo ...

-¡Uf! De buena escapé. Felizmente Hércules no me vió.Me escondí en una grieta de la piedra. Lo que él hizo con elcangrejo no me salía de la cabeza ...

Emilia 10 felicitó por el ingenio.-Eso es, vizconde. La vida es así; tenemos que usar la

astucia cuando no podemos emplear la fuerza. ¿Y ahora? ¿Quéhacemos?

-Ahora, respondió Perucho, vamos a bajar y explorarel campo de batalla.

Bajaron y fueron a ver el campo de batalla. ¡Qué horriblehedor! Más de diez cadáveres yacían allí, algunos verdes depodredumbre, otros recientes, y encima de ellos el cuerpo dela hidra muerta, con estremecimientos en la cola aún. Espec...táculo impresionante. Pero Emilia no renunció a llevar parasu célebre museo "una punta de lengua de hidra". Abrió sucanastita, sacó la tijera y con mil cautelas para no envenenarsecortó la punta de la lengua de una de las cabezas aplast~das.

-Mira, Perucho. Tiene dos puntitas.-Es bífida, explicó el vizconde. Las lenguas de dos pun-

tas se llaman bí-fi-das.

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-¿Qué quiere decir?-Quiere decir hendida en dos. Es una palabra que viene

del latín bis, dos, y fido, cortado, rajado o hendido.Ni en aquel momento el marlo científico paraba con sus

lecciones ...

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Hércules oía al vizconde con la mayor atención...

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III

LA CORZA DE LOS PIES DE BRONCE

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PEGASO

¡Qué fiesta les hizo el centaurito al verlos regresar! Medio­y-Medio vivía en verdadera luna de miel con sus nuevos ami­gos. ¡Qué gentiles eran y cuán buenos sentimientos tenían!N ada de coces como entre los centauros, nada de violencias y

arbitrariedades.En el rebaño, él era el único de su edad, de manera que vi­

vía triste por falta de compañeros para jugar, pero allí, ¡quédelicia! Hasta el vizconde, tan comedido al comienzo, jugabacon una espectaculosidad que llamaba la atención.

-Perucho, secretó Emilia a oídos del chico, ¿no te pare­ce que el vizconde se está excediendo?

-Sí, me parece muy cambiado y si sigue cambiando ...-Pues eso me está preocupando mucho, confesó Emilia.

El también es un heroicito y todos los héroes pasan por un pe­ríodo de locura. ¿No recuerdas a Don Quijote?

-Es verdad, Emilia. Eso fué 10 que nos ha contadoabuelita. Don Quijote, Rolando y nuestro Hércules, todos loshéroes enloquecen. Sobre la locura de Rolando hay aquelpoema de Ariosto: Orlando Furioso. Orlando es 10 mismo queRolando.

-Pues si el vizconde hace igual, vaya escribir un poemacomo Ariosto. i Qué hermoso habda de ser: "EL VIZCONDEFURIOSO", por la Marquesa de Rabicó! Un éxito ...

Poco después estaban entregados a la "ciranda-cirandita"y quien cirandaba con más furia era justamente el vizconde dela Mazorca, el ex grave y galerudo sabio de la quinta. Yanallevaba ni la galera. De un puntapié tiró lejos la vieja galerita.

-¡Basta de galera! Una galera no es más que un pedazode canuto de chimenea con alas. ¿Por qué galera? ¿Para quégalera? y se puso a bailar la rumba ...

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El centaurito se durmió como los demás, pero se despertóantes que nadie y salió corriendo al galope.

Cuando al caer de la tarde, Hércules se presentó acompa­ñado por su amigo Yolao, sólo el vizconde 10 recibió. Peruchoy Emilia seguían entregados a un sueño de plomo. Hércules hi­zo la presentación.

-El vizconde de la Mazorca, mi escudero.y olao se mostró lleno de admiración.

-¿Escudero tuyo, Hércules? .. ¿Una araña de éstas?...

-Pues, amigo, es la araña más sabia que puede haber.Habla con la misma sabiduría que los grandes maestros de Ate­nas. ¿Quieres verlo?

y volviéndose al vizconde:

-Vamos, amigo escudero, dígale una sabiduría a Yolao ...El vizconde, sin vacilar, declamó en el más puro de los

griegos:

-PANTA REI, üUDEN MENE!.

-¿Qué es eso?, preguntó H~rcules, el que en materia depensamientos filosóficos era 10 que nosotros llamamos ahora"una bestia".

-Estas palabras significan: "todo pasa, nada permanece".Son palabras del gran filósofo Heráclito de Efeso que debe lle­gar al mundo en el año 576 antes de Cristo.

y olao arrugó la frente, señal de que no entendía. Hércu­les le explicó:

-Hay aquí una mezcolanza de siglos para adelante y pa­ra atrás, que yo no logro comprender por mucho que ellos me10 expliquen. También hablan de un tal Cristo y de una quin­ta del Benteveo en el "siglo XX". Yo oigo lo que me dicen co­mo quien escucha música de tierras extrañas. No pesco nada.

-¿Y aquella enanita que está allá?, preguntó Yolao seña-lando a Emilia que dormía.

-Ah, esa es mi "dadora de ideas" ...-¿Qué?-Eso mismo. La que me da ideas.

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El vizconde, sin vacilar, declamó . ..

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-¿Y puede tener ideas una gota de persona como esa?-Pues has de saber, Yolao, que de esa cabecita brotan más

ideas que avispas de un avispero. j Y algunas excelentes! Laidea de matar al león de la luna por estrangulamiento procedede ella. Fué cuando los conocí. Estaban subidos a un árbol yyo, ya sin flechas en mi carcaj y con la clava reducida a asti~

llas, no sabía que hacer cuando sonó una vocecita alambicada;"Señor Hércules, agárrelo por el pescuezo y ahóguelo". Y fuélo que hice. Se llama Emilia y parece que es marquesa de Ra­bicó. Cuando están enfadados la llaman marquesa, o marquesade Rabicó.

-¿Y ese hermoso chico?-Ah, es mi oficial de gabinete ...-¿Oficial de gabinete?, repitió Yolao que nunca había oído

semejante expresión. ¿Qué es eso?

-Cosa de ellos. Es como un compañero, un auxiliar. Unchico excelente, tan educado que a veces hasta me da vergüen..za. Parece increíble, pero he aprendido mucha moral con esechico. Y cosas técnicas. Me enseñó una manera excelente dederribar centauros a la corrida -y le contó minuciosamente lahistoria de la captura del centaurito con las boleadoras.

-¿Así que agarraste un centaurito? ¡Qué barbaridad! ...-Lo extraño no es haberlo agarrado, sino que ese centau-

rito es ahora tan amigo nuestro y progresa tanto su educación,que tengo remordimientos de haber matado otrora tantos cen­tauros. Ellos son gente como nosotros, Yolao, sólo que más rús­ticos, más salvajes. Pero si los tenemos junto a nosotros, resul­tarán como nosotros mismos. Y Hércules expusó &- Yolao aque­lla suya "idea sobre la educación", la única que había brotadode la bronca cabeza del héroe.

-¿Dónde está el centaurito domesticado?, preguntó Yolao.-Por ahí. .. ¡Mira!... Allá viene galopando ...Y realmente así era. Venía a toda velocidad, como quien

hubiera visto algo prodigioso y se sintiera ansioso por relatarlo.Poco después, Hércules preguntó:-¿Qué pasa, Medio-y-Medio?

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

El centaurito, ahogado por el esfuerzo, casi no podíahablar.

-Yo. .. yo salí galopando por el mundo afuera y. .. yfuí a dar a un bosque extraño. Parecía un parque abandonado,tal era el número de estatuas de piedra que se exhibían encierto lugar: estatuas de héroes en posición de ataque, unosabriendo el arco, otros arrojando la lanza. Lo comprendí todo.Yo estaba en la tierra de las Gorgonas, allá donde "él" vió aPerseo cortar la cabeza a Medusa -y al decir "él" señaló alvizconde. Y entonces sentí deseos de mirar el cadáver sin ca­beza del monstruo.

y olao iba abriendo cada vez más los ojos. Finalmente hablócon un tono asustadísimo.

-¿Cadáver sin cabeza? ¿Así que han cortado la cabezade Medusa?

-Sí, respondió el vizconde. Yo asistí a todo. Vi todo conestos ojos. Perseo cortó esa cabeza llena de víboras y la metióen un zurrón mágico.

-¿y para qué? preguntó Yolao.-Para llevársela de regalo al rey Polidectes ...El asombro de Yolao era tal que no conseguía cerrar la

boca. ¡Finalmente la Gorgona había sido decapitada!. .. Ha­bía sido siempre el peor monstruo de Grecia a causa de su"ojo petrificador" -especie de "rayo de la muerte" o arma se..creta de Hitler.

-Prosigue, Medio-y-Medio, dijo Hércules.El centaurito prosiguió:-Pues bien. Evidentemente yo estaba en las cercanías del

antro de la Gorgona, de acuerdo a lo que significaban aquelloshéroes de piedra -los héroes que habían ido a matarla y queella, desde lejos, con una simple mirada, transformó en esta­tuas. .. Finalmente di con el antro. Entré cautelosamente. Depronto, ¡oh, Zeus, qué cuadro horroroso! Tirado en el suelo, elcuerpo sin cabeza de Medusa ...

El vizconde intervino.-Cuando Perseo la decapitó, ella estaba en la cama ...

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-Pues la encontré en el suelo, dijo el centaurito. Los quemueren como ella siempre se estremecen y el cuerpo heridocambia de lugar. Estaba en el suelo. Yo miraba, miraba ...Miraba sobre todo la roja herida del cuello. De pronto, imagí­nense 10 que pasó. .. Aquella herida comenzó a moverse, co­menzó a alargarse, como si algo le saliera de dentro, y final­mente salió un caballo blanco ... Un caballo con enormesalas. .. La visión más hermosa que alguien pueda imaginar ...¡Un caballo blanco!-jPegaso! gritó Perucho que se había despertado y se unie­

ra al grupo. Bien dijo abuelita que el hermoso Pegaso era un"producto" de la Gorgona.

Medio-y-Medio prosiguió:-jYo he visto al prodigioso caballo con alas salir del cuer­

po de Medusa!. .. Lo vi con estos ojos y me cuesta creerlo ...-¿y qué hizo él después de salir del cadáver de Medusa-?

preguntó Emilia que se había aproximado también.-Hizo 10 que hacen las mariposas cuando dejan el ca­

pullo: están unos segundos inmóviles hasta que se les seca lahumedad de las alas, ensayan sus músculos y finalmente seechan a volar.

-¿Y el caballo voló?-Al principio no hacía más que intentarlo. El que nunca

ha volado encuentra difícil el comienzo. Tiene que ir poco apoco. Pero tuve miedo que me pasara algo y salí corriendopara aquí. Vine al galope ...

Perucho contó la visita de Belerofonte a la quinta.-¿Qué Belerofonte? preguntó Hércules.

El chico explicó que Belerofonte era como se llamaba elhérge corintio que en un próximo futuro iba a domar a Pegaso,haciendo de él su montura. Pues ese héroe, montado en Pega­so, llegaría a la quinta y pasaría unos días en la casa de DoñaBenita. Pegaso se arreglaría en el pesebre del Burro Parlante,donde también estaba Rocinante, el caballo de Don Quijote.Todo esto en el siglo XX, después de Cristo.

Hércules le guiñó un ojo a Yolao, como el que dice: "Esa

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¡Pegaso!. .. ¡Ya crió fuerzas y se eleva al cielo! . ..

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"es la lengua de ellos. Hablan de cosas misteriosas: "Quinta","abuelita", "Don Quijote", "antes y después de Cristo" ...

De pronto Emilia gritó:-¡Allí va él!. ..-¿Quién?-¡ Pegaso! . .. Ya tiene fuerzas y se está elevando en el

cielo ...Todos se volvieron hacia la dirección indicada y, efectiva­

mente, vieron algo deslumbrante: ¡Pegaso volando! ... Sus gran­des alas blancas recordaban los movimientos de las gaviotasmarinas. ¡Qué serenidad, qué majestad en el vuelo! ... Hay enel mundo muchas cosas hennosas, pero el que no ha visto aPegaso en vuelo no ha visto la cosa más hermosa de todas.j El sol se embebía en aquellas alas blancas y las hacía deslum­bradoras! ...

Pegaso siguió volando, siempre subiendo, hasta desapare­cer tras las nubes. Los chicos habían sido testigos del estrenode Pegaso en los azules cielos de Grecia ...

DE NUEVO EN MICENAS

Estuvieron una hora seguida comentando la maravilla delas maravillas.

-El casal de pegasos que vi en aquella película ((Fantasía",fué la cosa más bella que vi en mi vida, dijo Perucho. No laolvidaré jamás -y explicó a Hércules quién era Walt Disney.

El héroe bien poco entendió, y no podía entender. No hizocomentarios. Apenas si mudó de asunto.

-Muy bien. Tenemos ahora que volver a Micenas conlas ocho cabezas de la hidra.

Emilia arrugó la frente y dijo:-Aquel rey antipático es capaz de annar un lío. Es ·muy

capaz de exigir la presentación de la novena cabeza ...-No 10 creo, dijo Yolao. Euristeo no sabe que la hidra te-

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:nía exactamente nueve cabezas. La leyenda dice un númerounas veces y otro otras. Va de siete a cien ...

Nada pasó en el camino a Micenas. A cada momento Hér­eCules y Yolao levantaban la vista al cielo con la esperanza dever a Pegaso una vez más, pero inútilmente.

y olao se admiraba de la transformación que se iba produ­ciendo en el genio de su amigo. Nada había en él de la antiguabrutalidad. Se había hecho sociable, alegre, juguetón, siempremuy atento a las ideas de Emilia. iY qué familiaridad se per­mitía Emilia con el tremendo héroe! Era "tú" para aquí, "tú"para allá, como si se dirigiera a Perucho o al vizconde. Y al hé­roe le gustaba ...

Al avistar Micenas, Hércules dijo a Perucho que se fueracon los demás a esperarlo en el "camping" mientras él entrabaen la ciudad para dar cuenta a Euristeo de la segunda hazañarealizada. Y se separaron. Perucho y los demás de la pandillasalieron corriendo hacia el "camping"; Hércules y su amigoentraron en Micenas.

La noticia de la segunda hazaña de Hércules explotó comouna bomba y comenzó a correr de boca en boca. Cuando elhéroe llegó al palacio, el rey ya lo sabía todo.

Euristeo estaba cejijunto, meditando un nuevo trabajo paraaquel maldito héroe que, efectivamente, parecía ser invencible.y consultó a su ministro de estado, célebre por las mañas queusaba en sus negocios.

-Eumolpo, dijo el rey, Hércules no va a tardar en llegara verme para comunicarme su lucha con la hidra de Lema,pero yo ya lo sé. El la venció como venció al león de Nemea.¿Qué tercer trabajo le puedo imponer?

Eumolpo se acarició la barba mientras reflexionaba. Des­pués sonrió.

-¡Ya está! ... dijo muy contento. Hércules venció al leóny a la hidra, monstruos que sólo valían por su fuerza. ¿Y si lolanzáramos contra la famosa Corza de los Pies de Bronce?

-¿La Corza Cirinita?-Esa es. La linda corza de cuernos de oro y pies de bronce

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del templo de Artemisa, en el monte Cirineo. Esa corza estáconsagrada a la diosa, de manera que está muy protegida. Tie­ne mucha fama, porque nadie en el mundo corre con tantavelocidad. Y no se cansa. Puede correr un año entero sin parar-tiene los pies de bronce justamente por eso- para que corratodo el tiempo que quiera sin necesidad de dar descanso a loscascos. Hércules es pesado. Aguanta hidras y leones. Pero dudoque pueda agarrar una corza tan arisca y, además, protegidapor la hermana de Apolo ...

Euristeo aprobó inmediatamente la pícara idea, de maneraque estaba muy amable y risueño cuando llegó Hércules. Fin­giendo que no sabía nada, dijo al verlo:

-¿Qué tal, Hércules? Venció también a la hidra o ...-Sí, la vencí, Majestad, y traigo aquí la prueba, dijo el

héroe abriendo el saco y enseñándole las ocho horribles cabe­zas del monstruo. Falta una, la novena, justamente la inmor­tal. Esa tuve que aplastarla, quemarla y enterrarla bien profun­damente, con una gran piedra encima...

-Lo felicito, Hércules, y me place volver a verlo, fuertey bien, y con uno más de los trabajos realizados. Sus proezasjustifican la fama que tiene. Aquí en Micenas el pueblo nohace más que hablar de Herades, sólo quiere saber 10 que haceHerades. .. y se interesará más aún por el héroe, si Heradesme trae aquí, vivita, a la Corza Cirinita ...

Hércules palideció. Conocía la fama de esa corza invenci­ble en la carrera. Pero recordando a su "dadora de ideas" y alos demás compañeros de aventuras, se consoló íntimamentecon un "¿quién sabe?" y dijo al rey:

-Perfectamente, Majestad. Espero tener el honor de traer­le aquí, bien vivita, a la famosa corza de los pies de bronce.

Cuando Hércules salió, Euristeo se frotó las manos y ledijo al sinvergüenza Eumolpo: "Esta vez no se me escapa".

Al llegar el héroe al "camping", todos corrieron a su en­cuentro trepados sobre el centaurito.

-¿Y entonces? preguntó Perucho.Hércules se sentó y apoyó el rostro entre las manos.

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-Su Majestad me acaba de meter en un apuro seno, dijo.Quiere que le traiga, viva, a la célebre Corza Cirinita ...

-¿Qué es eso?Hércules explicó:-Es una corza del templo de Artemisa, en el monte Ciri­

neo. Pero no es una corza común. Además de que está protegi­dísima por la diosa, tiene los cuernos de oro y los pies de bronce.Eso significa que no se le gastan los cascos por más que corra-y tiene fama de correr tan rápidamente como el rayo. EsteTrabajo me va a dar más trabajo que los demás. ¿De qué valemi fuerza contra la velocidad?

Todos se pusieron a reflexionar, pues aquel asunto presen~

taba dificultades y aspectos nuevos.Perucho fué el primero en hablar.-Escuche, Hércules. Allá en la quinta de abuelita yo estoy

siempre entre los cazadores vecinos y con ellos he aprendidomil cosas. Cazar esa corza debe tener relación con lo que nos~

otros llamamos "cazar ciervos", pero con una diferencia: quelos ciervos se cansan y esta cervatilla de pies de bronce no sepuede cansar. Siendo así, mi idea no es la de incluir la caza dela corza entre la caza de los ciervos, sino entre la de la paca ...

Hércules no sabía lo que era una paca. Perucho se lo ex­plicó lo mejor que pudo.

-y la paca, Hércules, se caza de una manera muy dife~

rente: esperando que ella vuelva a su cueva.-jPero es que la corza no tiene cueva!-No hay ser vivo que no tenga su cueva. Hasta nosotros,

yo, el vizconde y Emilia, tenemos la nuestra, dijo señalandohacia la cabaña construída. Llamo cueva a ese lugar que todoanimal, cuando se cansa de correr mundo, busca para descan­sar. Podemos hacer, inicialmente, una tentativa para agarrara la corza en la carrera -y para eso disponemos de Medio-y­Medio. Si falla, recurriremos al método de "esperar en la bocade la cueva".

A Hércules le pareció razonable la idea y para bromearcon Emilia agregó:

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-Este oficial mío de gabinete me está resultando mejor­que de encomienda. Sus ideas parecen inclusive superiores alas de mi "dadora de ideas" ...

Emilia hizo un gesto de indiferencia.-Tú no me conoces, Lelé (y desde ese momento pasó

a llamarlo así). Yo doy ideas en ocasiones gravísimas, cuandQ·el peligro es grande. En ocasiones sin importancia de la vidadiaria dejo que el cerebro de Perucho funcione, y así no cansoel mío. Todavía vas a poder ver, Lelé, lo que son mis gran­des ideas ...

Perucho murmuró al oído de Hércules que cuando Emiliase encontraba en un apuro y sin saber qué hacer recurría al"figúrate", lo que resulta muy fácil. Después tuvo que explicar'al héroe toda la técnica del "figúrate", la que pareció mara­villosa a Hércules.

-¿y resulta bien ese "figúrate"?-Claro que sí, replicó Perucho. Pero es un recurso de-

vencidos. Uno sólo debe recurrir al "figúrate" cuando se sienteen las últimas, en las ultimísimas ...

Hércules se quedó pensativo.

EL MONTE CIRINEO

Al día siguiente levantaron el campamento y allá se fueroncon rumbo al monte Cirineo. En determinado momento se en­contraron a una bandada de ninfas que huían de un bosque.locas de terror, perseguidas por tres sátiros.

-jLelé! gritó Emilia, no permitas que esos monstruos mo­lesten a las pobrecitas ...

Hércules no dijo nada. Sacó del carcaj tres flechas y, esti­rando el arco, despidió una tras la otra: ¡zás,zás, zás! . .. Las­tres sátiros rodaron por el suelo, pero sólo atontados y no muer­tos. Las flechas no los habían atravesado.

Hércules estaba patitieso. ¿Qué? ¿Entonces sus flechas no­atravesaban a un sátiro?

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Atontadas de terror, perseguidas por tres sátiros . ..

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Emilia, tranquilamente, dió la explicación:-Fuí yo, Lelé, que saqué las puntas a algunas flechas de

tu carcaj. Dejé la mitad con punta y la mitad sin ella.-¿Para qué?-Para esto que acaba de pasar. ¿No sería una estúpida

maldad el matar a los pobres sátiros? Así, mediante mi ideade las flechas sin punta, las ninfas se salvaron y ellos estánnada más que magullados.

-Creo que Emilia tiene razón, Hércules, agregó Perucho.Nada de muertes inútiles. ¿Para qué?

A Hércules no le gustó mucho la broma, pero se resignó.Si fuera a discutir sería peor. Los argumentos emilianos erancomo flechas con punta: de esos que matan las objeciones.y Hércules se calló.

Fueron a ver los sátiros, caídos allá adelante.-Son también medio-y-medios, exclamó Emilia. Cuerpo

y piernas de hombre; i pies y cuernos de chivo! ...-jY catingudos! exclamó Perucho tapándose la nariz.Con

el mismo hedor del macho cabrío de la hacienda del coronelTeodorico ...

Los tres sátiros yacían en la tierra, magullados por los fle­chazos de Hércules, pero sin heridas. Gemían por el dolor delos golpes.

-¡Miren quién está espiando! ... exclamó el vizconde, ytodos vieron en la orla del bosque a la bandada de ninfas conlos ojos fijos sobre ellos.

Hércules habló:-Apenas salgamos de aquí, corren todas para acá y vie­

nen a cuidar de los sátiros. Las ninfas huyen de los sátiros porpura coquetería. En realidad se pelan por ellos. Donde haysátiros hay ninfas y donde hay ninfas hay sátiros ...

y así fué. Apenas se habían alejado del lugar, las ninfasllegaron a la carrera y rodearon a los sátiros caídos. Despuéslos llevaron en brazos al seno de la floresta.

-¿No os lo dije? repitió Hércules. Sátiros y ninfas: eter­nos enamorados ...

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Siguieron el VIaJe. i Qué agradable era viajar en Grecia!Una delicia de clima, una delicia de paisaje. De vez en cuandose cruzaban con viajeros que iban a pie y se paraban para char­lar un rato.

En una de esas paradas conocieron a los dueños del Oli­val, una familia compuesta de marido, mujer y tres hijos. Elgigantesco tamaño de Hércules asustó al hombre, haciendo que'Se colocara frente a su esposa y sus hijos, como para defen­derlos. Y al ver al centauro se asustó más todavía, poniéndoseblanco como un papel.

Perucho intervino:-Somos de paz, amigo. Este es el gran Heracles, que está

realizando sus famosos trabajos. Ya mató al león de Nemea ya la hidra de Lema y en cuanto a Medio-y-Medio es ungran amiguito nuestro .

-¿Mató al león de Nemea? repitió el hombre lleno deasombro.

-Sí. ¿De qué se admira?-"Es porque vivo en las vecindades de Nemea. Salí en

peregrinación a Delfos, para consultar el oráculo de Apolo y ...Emilia lo interrumpió.-Ya sé. Viven en el Olival, donde está un pastorcito con

un rebaño, ¿no es verdad?-Exactamente, dijo el hombre con la fisonomía ilumina-

da. ¿Cómo lo sabes, chiquitita?-Es que estuvimos allí y dormimos en su casa ...El asombro del hombre no tenía límites.-¿El señor Hércules también?-Claro que sí.-Pero. .. es que allí no hay cama que pueda servirle ...-Durmió sobre seis pellones extendidos en el suelo.-Bien, así sí. ¿Y cómo van mis carneros?-Muy bien. Sólo que desaparecieron cuatro ...-¿Cuatro? ¿Cómo?-El pastorcito les contará lo que pasó ...Hércules daba señales de hambre y Perucho propuso que

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acamparan allí y se encargara a Medio-y-Medio de obtenercomida. Emilia convidó a los dueños del Oliva! a que almor­zaran con ellos.

Media hora después estaban todos en perfecta camarade­ría ante cuatro carneros asados y el asombro del hombre notenía límites cuando vió a Hércules zamparse tres. Su esposale dijo al oído: "Está explicada la desaparición de nuestroscuatro carneros" ...

Después de comer, a Hércules le gustaba disfrutar de unapequeña siesta, lo que hizo tranquilamente. Los dueños delOlival se quedaron sentados junto a él, viendo a la juventuddivertirse. Medio-y-Medio estaba empeñado en hacer todasuerte de cabriolas para asombro de los chicos del Olival, losque no cabían en sí de alegría.

-¿Me deja montar un poquito? preguntó uno de ellos aPerucho viéndolo subido a lomos del centauro.

-Ven a la grupa.El chico subió y dieron un largo galope por aquellos cam­

pos. Cuando volvían Hércules se había despertado y se des­perezaba. iAhhhh! -un desperezamiento hercúleo que asustóa la pareja.

-Bueno, muchachos. Vamos a seguir, dijo el héroe. Deaquí al monte Cirineo falta un buen camino aún.

Se despidieron. El hombre agradeció a Hércules el honorque le hiciera eligiendo su casa para dormir y le ofreció susservicios y el de sus hijos.

Se separaron.-jAdiós! j Adiós! Vuelvan allá. j Vayan a pasar un día con

nosotros! . .. gritaban a lo lejos los tres chicos. Y Perucho,montado en el centauro, respondía:

-y vosotros a ver si vais a la quinta de abuelita. ¡Estállegando la época de las mandarinas! ...

La última etapa del camino fué vencida con cierta pereza.Eso de llevar tanto carnero en el vientre no hace a la gentemás ágil.

-¿Será aquel cerro? preguntó de pronto Emilia.

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Sí, era allí. Aquél era el monte Cirineo, y poco despuésavistaron el templo de Artemisa.

-¿Quién era esa Artemisa? preguntó Emilia, y el marlocontó:

-Artemisa es el nombre de una de las grandes diosas delOlimpo, hija de Zeus y hermana de Apolo. Es la Diana de losromanos, la Diana Cazadora que hemos visto en dibujos, conel arco en la mano y el carcaj de flechas al hombro.

-y acompañada por un perro o por una corza, agregóEmilia. Doña Benita me enseñó una Diana así.

-Exactamente, dijo el vizconde. Pero nuestra Artemisa esuna diosa medio masculina. No quiere oír hablar de trabajosde mujer: bordar, cocinar, tejer. Su placer es la caza. Vive ca­zando y no teme a ningún animal feroz. Corre tras ellos por lafloresta y los atraviesa con sus dardos.

-¿Qué es dardo, vizconde?-Una pequeña lanza que se arroja desde lejos.-¿y entonces cómo es que la novia de Elías Turco escribió

aquella carta que leyó N aricita, con esta frase que me quedóclavada en la cabeza: "Tus ojos dardean"? ..

-Sería en sentido figurado. Los turcos tienen los ojosgrandes y brillantes y los de aquella turquita parecían arro­jar dardos de luz. Su novio creyó ver en esos rayos dardos, y em­pleó la palabra "dardear". Lo que es una barbaridad.

Medio-y-Medio se había par,ado justo frente al templo: unhermoso templo griego, todo columnas en el frente y sobre ellasel triángulo del frontón. Perucho se bajó, hizo que se bajaranlos demás y se quedó con la nariz hacia el cielo mirando lasesculturas en bajo-relieve.

El vizconde habló:-Ese bajo-relieve representa la matanza de las Nióbidas

o sean las hijas de la pobre Níobe.Todos estaban atentos, inclusive el centaurito. El vizconde

prosiguió:-Níobe, hija de Tántalo, se casó con un gran héroe tebano

llamado Anfión, y tuvo nueve hijos, cada cual más hermoso.

[ lIó]

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Pero Níobe cometió la tontería de enorgullecerse de ello y decirque ella era superior en fecundidad a la madre de Artemisa.Resultado: esa diosa, que es muy vengativa, resolvió liquidara todos. Invadió la casa de Níobe y mató a flechazos a todassus hijas, mientras Apolo, su hermano, hacía 10 mismo con loshijos que estaban fuera de la casa. Esa escultura representa latragedia de Níobe ...

Medio-y-Medio se quedaba con la boca abierta siempreque el vizconde dejaba correr por la suya el raudal de su cien­cia. ¡Qué fenómeno prodigioso! pensaba el potro de centauri­too ¿Cómo dentro de una araña así puede caber tanta cosa?y cuando preguntó a Emilia la razón de ese fenómeno, éstale respondió:

-Porque él es un sabio. Sabio significa eso: lleno de cien~

cia. El vizconde es un marlo de maíz que en vez de tener granosde maíz por fuera tiene granos de ciencia por dentro. Bastadarle cuerda y el organillo comienza a tocar ...

Hércules había entrado al templo para ofrecer un sacrifi­cio a la diosa. A Emilia se le ocurrió hacer 10 mismo.

-¿Vamos, Perucho, a ofrecerle un sacrificio a Artemisa?Aquí la moda no es rezar en los templos, sino sacrificar.

-¿y qué es sacrificar?Emilia cedió la palabra al vizconde, el que respondió: "Sa­

crificar es ofrecer un holocausto en el altar de un dios. Holo­causto quiere decir quemar totalmente a una víctima. Esa pa­labra proviene de "holas" que significa" todo" y "kaio" quequiere decir "yo quemo". Para que haya holocausto es necesa­rio que haya la destrucción total de una víctima por el fuego.

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LA CORZA

El vizconde les dió una conferencia sobre los sacrificiosgriegos, o antiguos, porque todos los pueblos de la antigüedadusaban ese método para aplacar la cólera de los dioses o con­quistar su favor. "Ellos eran ingenuos", dijo el marlo. "Creíanque el humo de la carne quemada en los altares subía hastala nariz de los dioses y los aplacaba o conmovía". Más tardeesa costumbre se modificó. En vez de quemar animales que­maban plantas aromáticas o derramaban vino en el fuego.Después pasaron a depositar ofrendas en los altares, hábitoque gustó mucho a los sacerdotes, los cuales en carácter de fun­cionarios de los dioses se quedaban con los regalos. Y el vizcon­de siguió en un nunca acabar.

El marlito era una perfecta enciclopedia. Sabía no sola­mente las cosas del mundo moderno, sino tambIén todas lascosas del mundo antiguo.

N o habiendo ni siquiera una paloma para sacrificar a ladiosa (cosa que por otra parte Perucho no habría permitido),la idea de la muñeca fué que quemaran en el altar de Artemisatres pelos de la cola del centaurito. Medio-y-Medio estaba con­movido. iTres pelos de su cola quemados en el altar de la diosaera algo para no olvidar jamás!

Hércules salía ya del templo y ellos, en la charla, no pudie­ron saber qué especie de sacrificio ofreciera el héroe a la diosa.E iban ya a entrar en el templo con los tres pelos de la coladel centauro sobre las manos extendidas de Emilia cuando sonóun "bé". Un "bé" de cervatilla ...

-jLa corza! gritó Hércules y todos salieron corriendo endirección al "bé" con tiempo suficiente para ver, en el aire, lalínea de los tres saltos prodigiosos con que la corza cruzó el es­pacio que la separaba del bosque. Sus cuernos de oro brillaban

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al sol y cuando sus patitas de bronce chocaban contra algunapiedra el ruido era de campanilla.

-jEstá en el bosque! exclamó Hércules. Vamos a cercarlade cinco lados, ya que somos cinco. Y distribuyó a sus cuatrocompañeros en cuatro lugares estratégicos, quedándose él en elquinto. El bosque era pequeño; una isleta en medio del pradoondulante.

-y ahora, prosiguió, vamos acercándonos y cerrando elcírculo. Ella va a tentar escapar por una de las cinco direccio­nes ¿y quién sabe si logramos aprisionarla al saltar?

Así lo hicieron. Fueron cerrando más, más, más y más elcírculo de manera que la corza, justo en el centro del bosqueci­to, o saltaba hacia afuera o era aprisionada en el medio.

La corza comprendió la intención y descubrió el plan. Peruse equivocó en un detalle: sólo contó a cuatro personas quela perseguían. No incluyó entre ellas al vizconde, ni siquieraprestó la menor atención a ese sabio. ¿Quién, en el bosque, vaa prestarle atención a un marlo de maíz, con algunas chala~

en el pescuezo? Y como no había reparado en el vizconde, lacorza resolvió huir precisamente por el sector del vizconde."Ellos se olvidaron de poner a alguien allí". .. se habría dichoa sí misma. Pero no huyó mediante aquellos saltos prodigiosos.que daba en campo abierto, pues en el bosque los impedimen­tos se multiplican: son ramas, lianas, etc. Salió dando saltitosy en uno de ellos fué a caer justamente sobre el vizconde, elque se aferró a una de sus patas de bronce. La corza ni se aper­cibió de ello. Era como si una punta de raíz se hubiera enre­dado a sus pies y siguió dando saltitos hasta verse en campoabierto. Al llegar allí se paró y volvió la cabeza, pues sentíaque la punta de la raíz seguía aferrada a su pata. Hizo un movi­miento como para dar una coz y nada. Seguía allí el intruso..Entonces la corza, furiosa, afirmó la pata y con los cuernitosde oro arrancó al vizconde y lo tiró hacia atrás, pero sin darsecuenta que se trataba de un ser vivo, inteligente y sabio. Y alláse fué, por la amplitud del prado, a saltos de veinte metros.cada uno.

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Los demás cazadores, sintiendo que la corza había salidodel bosque, trataron de reunirse. ¿Quién sabía si uno de ellosno la había agarrado?

-¡Hola!. .. j hola! . .. iPor aquí! gritó Hércules y todos.corrieron donde él estaba.

-¿Qué tal, Perucho?-Nada ...-¿Viste algo, Medio-y-Medio?-No...-¿Y tú, Emilia?-Tampoco...¿Qué misterio era aquél? La corza debía haberse escapado·

por uno de los cinco lados. .. Sólo entonces Perucho recordóal vizconde.

-¡Falta el vizconde! gritó. Todavía no sabemos nada delsector del vizconde.

¿Pero, qué fin había tenido el vizconde? Lo buscaron entodas las direcciones y nada. Volvieron al bosque e inspeccio­naron cuidadosamente el sector que le habían confiado. Nadatampoco.

Perucho era muy hábil para buscar en el bosque, pues es­taba siempre en ellos en la quinta de Doña Benita. No tardó enobservar que el lugar por donde huyó la corza era precisamenteel del vizconde y pudo seguir los rastros de la corza hasta elprado. Había un lugar donde eran más visibles.

-Aquí ella paró un rato y corcoveó. Aquí pasó algo ...Perucho había acertado. Era allí donde la corza, con sus

cuemitos de oro, se arrancó de la pata aquella "raíz" que lemolestaba.

Perucho siguió examinando.-y desde aquí, prosiguió, ella salió como un rayo. Están

los rastros del corcoveo y nada más. El rastro más cercano­debe estar en esta dirección, pero a veinte metros de distan­cia. -Y, efectivamente, veinte metros más allá encontró nue­vos rastros de la corza.

-Pero, ¿y el vizconde, Perucho? preguntó alarmada Emi--

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lia. ¿Se 10 habrá llevado la corza entre los dientes? El es demaíz y las cervatillas son "maízvoras".

-El que busca encuentra, respondió Perucho y todos sepusieron a buscar al vizconde en medio del pasto, ya que enel bosque no había la más mínima señal de él.

De pronto, zás, el pie de Emilia tropezó con algo que noera duro como piedra ni blando como queso. Se agachó paraver 10 que era, separó el pasto y dió un grito:

-jEureka! . . . Encontré al vizconde. Está aquí, pero muer­tísimo y todo doblado.

Todos corrieron hacia ella y vieron efectivamente al viz­conde muerto y destrozado, lleno de tierra y con varias chalasdel cuello arrancadas. Perucho 10 levantó, le auscultó el cora­zón. Una sonrisa de triunfo le iluminó la cara.

-¡Vivo! ... ¡Vivo!. .. El corazón está débil, pero late. Nofué nada más que un desmayo. Pero, ¿qué habrá pasado?

-En uno de sus saltos, la corza cayó sobre él y 10 aplastó,dijo Emilia. Eso es 10 que pasó.

Perucho no estaba de acuerdo.-Si fuera eso, 10 hubiéramos encontrado en el bosque, en

el lugar en que estaba y no aquí, tan lejos. ¿Cómo vino a pararaquí? ¡Ese es el misterio!

Medio-y-Medio se fué al galope a un arroyo que había allícerca a buscar agua. i Qué agua milagrosa! Bastaron unas go­tas en la cara del vizconde para que volviera en sí, abriendolos ojitos. Miró en derredor, medio atontado aún y dijo:

-Con el cuerno. Fué con el cuerno de oro que la malditame arrancó ...

-Está delirando, le dijo bajito Perucho a Emilia, peropoco después vió que no era así. El vizconde contaba con mu­cha seguridad 10 que había pasado.

-Ella salió por mi lado ... Venía a saltos, a saltitos cor­tos. .. y cayó justo encima de mí. Yo la agarré por el pie ycerré los ojos. .. Parece que ella ni se dió cuenta. Continuóde salto en salto hasta salir del bosque, pero aquí, en el prado,me vió agarrado a su pierna y la sacudió en el aire. Como yo

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no soltaba, vino con el cuerno, me arrancó de allí y me tiró a lolejos. Entonces perdí los sentidos.

La consternación era general. No sólo por lo que habíasucedido al vizconde, sino por el hecho de que la corza, despuésde haber estado en las garras de uno de ellos, había logradoescapar.

-jQué lástima que tomara por el lado del vizconde, el másdébil de todos nosotros. i Si hubiera venido hacia mí!. ..

Hércules estaba afligidísimo. Había perdido aquella opor­tunidad, tal vez única. ¿Y ahora? ¿Cómo encontrar otra vezla corza? A aquel galope indecible, ¿dónde estaría ahora? Y pormás que pensara sobre ello no lograba formular una sola idea.

EL PLAN DE PERUCHO

Todos se sentaron sobre las escalinatas del templo paraestudiar el problema. El centaurito se proponía seguir el rastrode la corza, y perseguirla al más furioso galope si llegara a darcon ella.

Perucho advirtió que sería inútil.-Si de cada salto ella se aleja veinte metros, ¿cómo podría

alcanzarla un caballo?Emilia advirtió que Medio-y-Medio no era caballo.-Yo he dicho caballo, insistió el chico, porque para los

efectos de la carrera es caballo.

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MONTEIRO LoBATO

Medio-y-Medio estaba de acuerdo.El problema era saber qué dirección había seguido la

corza. Los rastros, visibles hasta cierto lugar, se perdían de allíen adelante. Se podría haber dirigido 10 mismo para el norteque para el sur, para el este que para el oeste. Y ya debía estarmuy lejos.

-¿Y si consultáramos al oráculo de Delfos? recordó Emilia.A Perucho no le pareció demasiado descabellada la idea.-Vale la pena intentarlo, Emilia. Podemos enviar al viz-

conde, con una pulgarada de pirlimpimpín. En un instantepuede ir y volver. Y como ha estado en Delfos y conoce aloráculo, se podrá arreglar 10 más bien.

-No sé. .. dudó Emilia. El vizconde estuvo allí nada másque como "ofrenda" que hicimos a los sacerdotes. Pero no tuvotratos con la Pitia 1.

-No tuvo tratos con ella, pero sabe qué hacer. Los sabios10 saben todo.

Hércules, que no tenía una sola idea en la cabeza, aprobótambién la sugestión de Emilia. ¿Quién sabe? Todo era posibleen aquella Grecia.

Adoptado el plan, Perucho dió al vizconde todas las ins­trucciones y mandó que tomara la pulgarada de pirlimpimpín.y como Hércules le informó con seguridad la distancia quehabía de allí a Delfos, no se equivocó en el cálculo, yendo a ate­rrizar exactamente en los alrededores de la ciudad.

Pero ¡ay! un gran problema 10 aguardaba. Iba ya a entraral templo de Delfos cuando, por pura casualidad, dió de caracon el sacerdote al que Perucho, la otra vez, 10 había dado enofrenda. El sacerdote abrió los ojos como platos y exclamó:

-¡Por Apolo! Que los caballos de Diómedes me coman siesta araña no es la misma que se me escapó allá de la Teso­rería -y ¡zás! agarró al vizconde por las chalitas del pescuezoy se dirigió hacia el depósito. El pobre sabio ni siquiera pata­leó. ¿Para qué? En una situación como aquélla nada es más

1 El Mlnotauro.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Se aproximó a la Pitia, con Emilia de la mano . ..

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MONTEIRO LoBATO

inútil que el pataleo. El sacerdote abrió el depósito y lo tiróencima de un montón de ofrendas: trozos de oro, estatuitashermosísimas, piezas de seda bordada, frascos de perfumes,mucho ámbar, mucha mirra, mucho incienso y marfil.

Perucho había calculado que en una hora el vizconde po­día ir, consultar el oráculo y volver, pero ya habían pasado treshoras y nada de él. Finalmente llegó la hora de cenar y nadadel vizconde.

Medio-y-Medio estaba ya preparando el asado de Hércu­les, y los demás, sentados alrededor del brasero, comentaban elcaso del vizconde. ¿Qué podía haberle pasado? Cada cual pre­sentaba su hipótesis. y fué Emilia la que acertó. Después demucho meditar, dijo la ex muñeca:

-Juro que él está guardado en la Tesorería ...-¡Qué idea!, exclamó Perucho. ¿Por qué?-Seguro que alguno de aquellos sacerdotes que aquel día

10 llevaron al depósito de ofrendas lo ha reconocido y lo volvióa meter allí ...

-Pero ...-Sí, porque el vizconde es de esas crituras que tienen el

defecto de llamar la atención. Es demasiado raro. Es imposi­ble que se presente ante el oráculo y que los sacerdotes nolo reconozcan. ¿Quién puede haber visto al vizconde una solavez y olvidarse jamás?

Perucho se puso pensativo. ¿Quién sabe?-y ahora somos nosotros los que tenemos que ir aDelfas,

no sólo para consultar a la Pitia sino para salvar al vizconJepor segunda vez, sugirió Emilia.

-¡Eso sí que no! gritó Perucho. El tiene un canuto depolvo en la cintura y puede escaparse aunque lo rodeen milsacerdotes.

-Sí, es verdad. Pero como el vizconde no regresa, eso in-.dica que los sacerdotes lo "desarmaron" antes de encerrarloen el depósito.

Perucho no entendió eso de "desarmar". Emilia agregó ~

-Le sacaron de la cintura el misterioso canutito.

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" , .. la ., 'A 11 •• ......,

Encontraron a Hércules durmiendo al sol ...

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'.MONTEIRO LOBATO

Hércules seguía con la cabeza completamente vacía deideas. Estaba tan molesto ante la pérdida de su escudero quetenía ganas de ir a Delfos, derribar a golpes de clava la puertade la Tesorería y sacar al vizconde de allí en plenas barbas detodos los sacerdotes.

La comida de aquella tarde fué una de las más tristes.A pesar de que el asado estaba riquísimo, todos comieron porcomer, con el pensamiento lejos de allí.

Perucho tenía aire concentrado, guiñando mucho un ojo.Eso era signo de intensa concentración. Finalmente aceptó elplan propuesto.

-Tienes razón, Emilia. Tenemos que ir a Delfos. De locontrario perderemos al vizconde. Si no vuelve es porque estásin el canutito. ¿Y qué puede hacer en Delfos un vizconde sinpirlimpimpín?

-Pues vayamos, dijo Emilia. Podemos partir mañallatemprano. El oráculo abre a las diez.

El ~ueño de aquella noche fué como la cena: un sueño iIl­

quieto, lleno de pesadillas desagradables. Hasta Hércules tarG.0en pegar los ojos. Sólo cuando cantaban los primeros gallos elsueño lo venció. Pero la preocupación de Hércules no era SÓ1ú

recuperar su escudero sino agarrar la corza.A la mañana siguiente Perucho discutió con Emilia 10 que

iban a ofrecer a los sacerdotes de la Pitia, porque los sacerdote3no hacían nada gratis. Con ellos la cosa era "quien no pagáno tiene". Y sólo aceptaban buenas pagas. ¿Qué podrían ofre­cer las dos criaturas a los orgullosos sacerdotes del Oráculode Delfos?

-jLa piel del león de la luna! gritó Emilia de pronto.-Oh, ¿pero crees acaso que Hércules va a consentir en que-

darse sin esa maravillosa piel-escudo invulnerable? Nunca ...-Ya 10 sé, Perucho, pero nosotros podemos encontrar un

medio.-¿Qué medio?-Deja eso de mi cuenta.Minutos después Emilia le estaba contando a Hércules que

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

en el siglo XX las damas usaban pieles de muchos animales,inclusive unas de zorro plateado que eran rarísimas. Que a causac,del valor de las pieles, los hombres habían descubierto la ma-nera de preservarlas, librándolas de insectos y de moho.

-Sí, añadió, porque da pena ver una piel como esa suya,que es única en el mundo, comenzar de pronto a perder el peloy quedar hecha una porquería sin ningún valor.

-¿Y qué hacen para preservarla? preguntó Hércules, yacon miedo de perder su preciosa piel-escudo.

-La desinfectan de cuando en cuando, dijo Emilia. Y tUVe)que explicar 10 que era desinfección, cosa desconocida en aqudtiempo. Después habló de los varios desinfectantes de olor fuer­te y de las yerbas aromáticas que envenenan los insectos queatacan las pieles. Y 10 hizo tan bien que Hércules terminó pi­diéndole 10 que ella quería: que le desinfectara la piel.

Emilia le dijo cuál era el mejor proceso a usar: es1:.lIb.f lapiel al sol, con una gran capa de hojas aromáticas encima. Elsol hacía que el aroma se infiltrara entre los pelos y poros dela piel, etc., etc.

Poco después estaba la piel del león extendida sobre unagran piedra y totalmente cubierta de yerbas aromáticas. Esoera 10 que creía Hércules, pero la realidad era bien diferente.Sobre la piel no había más que hojas y más hojas, sin ningunapiel debajo. La piel del león ya estaba empaquetada y listapara acompañarlos aDelfas.

El pobre Hércules no desconfiaba nada, pero Emilia, porprecaución, le dijo:

-y no vayas a mover aquello, Lelé, pues se va a "cortarla leche". El que pone las hojas encima de la piel es el mismoque debe sacarlas. Por 10 menos es como se hace en el mundomoderno.

Resuelto el problema del regalo, 10 que faltaba hacer eracalcular muy bien la pulgarada de polvos iy listo! Maestroen tales cálculos, Perucho depositó en la palma de la mano deEmilia la cantidad justa, hizo 10 mismo con la suya y, en se­guida, uno, dos y ¡TRES!

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MONTEIRO LoBATO

-¡Fiunnn! ...Instantes después se despertaban en los alrededores de

Delfos, la misma ciudad a que habían ido en los tiempos dela aventura del Minotauro. Se acordaban de todo y hasta re­conocieron ciertas caras que habían visto.

-¿El oráculo está abierto? preguntó Perucho a un tran­seúnte. Y como la respuesta fuese afirmativa se dirigieron haciael templo de Apolo.

Como venía gente de todas las ciudades griegas a consul­tar a la Pitia, ya a aquella hora la multitud era enorme. Perucho,.con la piel del león al hombro, se dirigió al vestíbulo donde sediscutían las ofrendas. Dejó el paquete en el suelo y le dijo aunos de los sacerdotes:

-¿Puede atenderme para un caso especial?El sacerdote arrugó la frente, lleno de curiosidad por lo que

se trataba.-jHabla, chico!Perucho explicó que tenía la mayor urgencia. Necesitaba.

consultar a la Pitia y volver a la brevedad.-Hay muchos consultantes delante tuyo, respondió el

sacerdote.-¿Pero si nosotros hiciéramos una ofrenda valiosísima,.

como jamás ha habido otra?-¿Y qué puede ser esa preciosidad?-La piel del león de la Luna, que Hércules mató en Ne-

mea, -y Perucho desempaquetó ante el sacerdote atónito lamaravillosa piel, única en el mundo. El sacerdote la palpó, laolió y pasó su mano por sobre el pelo suavísimo. Era un granconocedor de pieles. Con frecuencia trataba con los que ofre­cían pieles de toda clase de animales. Pero nunca había visto.una igual. Llamó a un compañero, después a otro y se pusieron

. los tres a cuchichear. Finalmente se reunieron alrededor de lapiel todos los sacerdotes del templo.

Emilia le guiñó el ojo a Perucho.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCUl,ES

EL SEGUNDO SALVAMENTO DEL VIZCONDE

Después de todos aquellos cuchicheos, el sacerdote se apro­ximó a Perucho y le dijo:

-Aceptamos tu proposición. Te llevaremos a la presenciade la Pitia dentro de tres o cuatro minutos -y el mismo sacer­dote fué a guardar en la tesorería la preciosa piel. En el cam1novió que había escrita una frase en la parte pelada de la piel.Intentó leerla. No lo logró y se dijo a sí mismo: "Después decerrar el negocio vendré a descifrar esto". Y guardó la piel.

La frase, escrita en una lengua moderna que nadie podíaleer entonces, decía lo siguiente: {(Vizconde: Nos palpitamosque estáis detenido ahí y sin pirlimpimpín. Va una pulgada,en un paquetito colocado en el fondo de la oreja de esta piel.En un momento en que el sacerdote abra la puerta, aspira elpolvo, pero esto después que te hayas envuelto en la piel, pueses necesario que escapen los dos, tú y la piel. Perucho".

Al volver de la tesorería, el sacerdote llevó a Perucho yEmilia al recinto de la Pitia. Allí estaba ella, con un camisónblanco, frente al trípode que humeaba.

Perucho, que conocía ya todo el ceremonial, se aproximóa la sacerdotisa, llevando a Emilia de la mano. Le dijo:

-Deseo saber en qué dirección está corriendo la CorzaCirinea, la que está encargado de agarrar Hércules, el granhéroe. Y deseo saber también si va a volver.

La Pitia oyó la pregunta con gran atención, luego extendiólos brazos, se inclinó sobre el humo y lo aspiró. Resultó comoembriagada y dijo: "Después de llegar a la tierra de los hiper­bóreos, el rayo volverá a su diosa".

Había terminado la consulta. El sacerdote hizo una señalal chico para que cediera el lugar al próximo consultante.

-¡Qué te parece la respuesta, Perucho? preguntó Emiliaapenas estuvieron en la calle.

-No me parece nada, porque no sé dónde está la tierra

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MONTEIRO LoBATO

de esos tales hiperbóreos. Sólo el vizconde me lo podría aclarar.Tenemos que esperarlo. El es lerdo, como todos los sabios, peroes imposible que no sienta el olor a la piel y no vaya a exami­narla. Y en cuanto lo haga es claro que encontrará mi recadoescrito.

-Pero, ¿qué dosis de polvo calculaste?-Ah, he pensado mucho en ello. Le puse nada más quo

la pulga de una pulgarada, para que pueda salir de allí y vengaa caer en los suburbios de la ciudad. Tenemos que ir a esperarloallá, en el camino grande.

y lo hicieron así. Se plantaron a la vera del camino grande,mirando atentamente hacia todas las direcciones, para ver si,de pronto, el vizconde y la piel aterrizaban. La situación eramuy arriesgada. Si antes de la puesta del sol no llegaba elvizconde y la piel, todo estaba perdido. Sólo les quedaría unacosa por hacer: volar hacia la quinta de Doña Benita, aban­donando la aventura de los Doce Trabajos de Hércules. Esaera la opinión de Perucho.

-¿Y vamos a dejar aquí a Medio-y-Medio? dijo Emiliaya casi en llanto.

-¿Qué remedio nos queda? Hay algo de que estoy segu­ro: si Hércules descubre que le hemos robado la piel y nos veante sus ojos, puede montar en cólera y aplastamos con el piecomo si fuéramos dos lombrices.

Emilia lanzó un suspiro y miró hacia el sol. ¿Qué horasería?

-Creo que deben ser las tres pasadas, dijo Perucho. Eltiempo pasa y el tonto del vizconde no da señales de vida. Esseguro que ni se apercibió de la existencia de la piel y debeestar estudiando, científicamente, alguna cucaracha griega ...

Va a parecer la mayor de las mentiras, pero apenas Peru­cho había pronunciado esas palabras, una cosa cayó a pocospasos de allí. ¡Plaf! ¡Una piel! ¡La piel del león!. .. Perucho yEmilia corrieron hacia allí. La abrieron y se encontraron alvizconde, todavía atontado, pasándose las manos por losojos ...

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-¡Ave! . .. ¡Ave! ... ¡Evohé! ... berreó Emilia, haciendoque algunos viajeros la miraran y se echaron a reír.

Después de volver completamente en sí, el vizconde contócuanto le había pasado.

-Pues sí, dijo. Apenas aterricé en Delfos, estando aúnmareado, sentí que me agarraban. Dos manos de un sacerdoteme tenían sólidamente, sin dejarme hacer un solo movimiento."Estos bichos a veces muerden", me pareció oírle decir. Y alláme llevó al tesoro. Antes de dejarme allí, me examinó de altoabajo y encontró el canuto de polvo que tenía en la cintura.Me lo sacó, lo olió sin aspirarlo, lo probó con la punta de lalengua. "¿Qué será esto?", se dijo. "Tal vez el alimento deeste insecto. Pero, ¿cómo fué que escapó la otra vez? No locomprendo ... " y finalmente me encerró en la tesorería, enmedio de un montón de preciosidades, y allá se fué con micanuto en la mano.

-¿Yen qué pensabas dentro de la tesorería, vizconde?preguntó Emilia.

-Pues pensé lo que debía pensar: que notando mi falta,era fatal que ustedes vinieran a buscarme, y que estando enDelfos, habrían de descubrir mi paradero ...

-Ya lo sé, vizconde. Pero, ¿cómo descubriste nuestro re­cado escrito en la piel?

-Por el olor. Apenas el sacerdote dejó allí la piel, yo sentíun fuerte hedor a león que impregnaba el aire. "¡Que me comanlos monos si lo que acaba de entrar no es la piel del león dela luna!", me dije. Y fuí a ver. Sí, era la misma. En seguidadi con el aviso. Lo demás no es necesario contarlo ...

-Lo que es necesario es que volvamos de inmediato. Elcarro de Apolo ya está cerca del garage ...

Efectivamente. Los relojes de sol de Grecia debían estarseñalando las cuatro de la tarde. Perucho calculó la cantidadde pirlimpimpín y lo distribuyó sobre las manos extendidas.Después calculó una tercera para sí. Aspiraron al mismo tiem­po y. .. ¡fiunnn! fueron a despertar en el monto Cirineo, apocos metros de la piedra.

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-Emilia, dijo Perucho apenas volvió en sí, ve con el viz­conde al encuentro de Hércules y entreténgalo mientras yopongo la piel bajo las hojas. Cuando dé un silbido con dosdedos pueden volver.

Emilia tomó al vizconde de la mano y salió corriendo endirección al templo. Encontró a Hércules durmiendo al sol,feliz como un lagarto. Cuando dormía, el héroe se olvidabade todos sus inquietudes.

Emilia tomó del suelo una pajita y se puso a hacerle cos­quillas en el oído. El héroe se dió una inmensa bofetada y sedespertó. Y se quedó con la boca abierta al ver ante sí a suvaliente escudero.

-¡Caramba, amigo! ¿Qué le pasó?Emilia tomó la palabra. Era necesario hablar, hablar, hablar

hasta que se oyera el silbido de Perucho. Y Emilia habló hastapor los codos. Contó todo de todo y algo más aún. Y cuandofinalmente Hércules dijo: "Bien, ya 10 sé. Ahora necesito ir abuscar mi piel", Emilia lanzó una inmensa carcajada.

-Aun no, Lelé. Tengo todavía por decir varias cosas dela mayor importancia, como, por ejemplo ...

Pero no necesitó inventar una sola mentira más. El silbidode Perucho había sonado.

-¿Qué silbido es ese? preguntó el héroe.-Es Perucho. Nos llama hacia la piedra.Hércules se dirigió hacia allí, seguido por Emilia. Perucho,

con las manos en las caderas, miraba atentamente la capade hojas.

-¿Puedo sacar la piel? preguntó apenas llegó el héroe,y a la voz de "Sí", aventó las hojas y levantó la hermosa piel.Hércules la olió. Hizo una mueca.

-¡Extraordinario! ¿Cómo es que después de pasar horasal sol bajo una capa de hojas aromáticas, esta piel no tienemás que la misma catinga de siempre? Veo que en algunaspieles ningún olor agradable permanece ...

-Ha de ser también invulnerable a los olores, murmuróEmilia, guiñándole un ojo a Perucho.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

VICTORIA

Después de tranquilizarse sobre el problema principal queera el de restituir la piel, Perucho llamó al vizconde a una con­sulta. Quería saber quiénes eran los "hiperbóreos".

El vizconde lo sabía.-Hiperbóreos es como llamaban los antiguos a los pueblos

del norte, los de las tierras glaciales cerca del Polo.-Bien, dijo Perucho. En este caso la respuesta del orácu­

lo quiere decir que la Corza va a la carrera hasta cerca delPolo y luego vuelve al templo. La interpretación es de las másfáciles.

y se puso a razonar. Si la Corza iba y volvía, nada másinútil que marcharse de allí. En vez de correr mundo comociegos, sin casi ninguna posibilidad de encontrar a la Corza,lo mejor, lo cómodo, lo real y lo seguro era que se quedaranacampados allí hasta que volviera. Además, si la Corza devo­raba veinte metros en cada salto, era fácil calcular aproxima­damente cuánto tiempo emplearía para ir y volver. Ellos esta­ban en Grecia, cuya latitud es de ...

-Vizconde, ¿a qué latitud está Grecia?-Grecia está entre los 37 y 40 grados de latitud norte.-¿Y esas tierras hiperbóreas de que habló la Pitia?-Esas corresponden al archipiélago de Spitzberg, allá a

los 76 u 80 grados de latitud. La distancia de aquí allá es deunos 40 grados, es decir, algo más de cinco mil kilómetros.

Perucho se rascó la cabeza. i Cinco mil kilómetros!. .. Quépena que haya tantos kilómetros en el mundo... Despuéscalculó la velocidad de la Corza a la carrera, encontrando queera de 200 kilómetros por hora. Así que ella necesitaba 52 horaspara ir y volver. No era mucho. Podían esperar allí. Y Perucho,a pesar de que demostraba cierto desprecio por el "figúrate"de Emilia, resolvió recurrir a él para fijar el plazo.

-Sí, se dijo a sí mismo, figúrate que la corza vuelve

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MON1EIRO LoBATO

pasado mañana -y corrió a comunicar a los demás que sobrela base de sus estudios, la corza volvería allí pasado mañanapor la tarde.

Hércules no dudó. El ya no dudaba de nada de 10 quesus maravillosos compañeritos decían.

-¿Y cómo haremos para agarrarla?-Vamos a aplicar mi sistema de esperar al animal en la

cueva. En este caso la cueva es el templo de Artemisa. Podemosesperarla en el campo, cada uno de nosotros colocado en loslugares probables de su paso.

Emilia estaba allí, muy atenta, con las manos en la cintura.Al oírlo se echó a reír. Después:

-Pero si el templo es su cueva, ¿por qué no la esperamosdentro de la cueva?

I

A Hércules le asustaba la idea. Sería una profanación, unafalta de respeto a la vengativa Artemisa. Per~ Emilia, empe­ñada, no cedía.

-Tengo una idea que resuelve todo. Colocamos una reda la entrada del templo. Como la entrada no es exactamenteel templo, la diosa no puede decir nada.

Hércules se rascó la cabeza, indeciso, pero Emilia y Pe­rocha fueron en busca de la red.

-Debe haber fibras en los árboles del bosque, dijo elchico, y media hora después volvía con una cantidad de fibrasmuy buenas. Llamó a los demás.

-Tenemos que trenzarlas.Todos se pusieron a trabajar. Hércules ayudab8; soste­

niendo la punta de cordel mientras los demás seguían tejiendo.Medio-y-Medio se mostró muy hábil en la tarea. Media horadespués disponían de cordel suficiente para tejer la red.

Perucho la proyectó en forma de red de cazar mariposas.-Lo mismo que un bonete, dijo el vizconde.Cuando la red estuvo lista, la armaron entre las columnas

del frente del templo, en un lugar por el que, fatalmente, tendríaque pasar la corza. La colocaron sólo como prueba, pues la redno podría estar dos días allí esperando a la corza. Aunque no

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Todos vieron a la corza zambullirse en el templo . ..

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MONTEIRO LoBATO

,era un templo muy visitado, de vez en cuando aparecía porallí algún fiel.

Muy bien. Todo estaba perfectamente calculado y prepa~

-rada. Hércules sonreía anticipadamente a la victoria.La cena de aquella noche fué de las más alegres, pues

nuevamente estaban todos juntos y absolutamente seguros dela victoria. Unas horas más y ¡listo! Una vez más el malvadoEuristeo iba a resultar con cara de asno.

El día siguiente lo pasaron entre juegos y galopes sobreel centauro. Pero el vizconde se estaba haciendo muy "varia~

ble". Unas veces jugaba, otras no jugaba, y cuando dejaba dejugar permanecía con los ojos fijos. Emilia le cuchicheó a Pe­rucho: "Va a ser un problema si se vuelve loco aquí. .. "

-¿Por qué se va a volver loco, Emilia? No seas ave demal agüero.

-Es que los síntomas se acentúan cada vez más. Durantetoda la aventura en Delfos el vizconde se comportó con la ma­yor perfección, sin el menor síntoma de locura. Pero ahoraya no es lo mismo.

-Abuelita me dijo una vez que los perturbados de la ca­beza tienen períodos de lucidez y períodos de locura, recordó·el chico. Debe ser eso.

Aquella noche todos durmieron muy bien, con excepcióndel vizconde. El marIa se la pasó con los ojos muy abiertos yfijos en un solo lugar, guiñando de vez en cuando.

** *

Finalmente llegó el gran día de la victoria, el día en quehabían de agarrar viva a la corza de los pies de bronce.

Por la mañana temprano Perucho anunció una buena idea:poner a Medio-y-Medio en el camino, de guardia, con órdenes<le asustar a cualquier visitante que intentara aproximarse.

-Quédate escondido a la vera del camino. Cuando apa­rezca un fiel, saltas al camino y asústalo como te parezca. Las<:oces sólo en caso de extrema necesidad.

Medio-y-Medio se echó a reír.

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LAS DOCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

-No va a ser necesario. Este pueblo tiene tal miedo a los(:entauros que a su simple vista corren con más velocidad aúnque la corza ...

Bueno. Podían colocar la red. Según los cálculos de Pe­rucho, sólo al atardecer debía llegar la corza, pero la precauciónnunca está demás. Y resultó muy bien, pues la corza llegó treshoras antes de lo que él calculaba.

Habían acabado de almorzar y estaban tirados por ahí,dormitando, sin pensar en nada, cuando Emilia, que había su­bido a un árbol, gritó:

-¡Atención! Veo algo que salta a gran distancia ...Perucho le explicó a Hércules que los ojos de Emilia siem­

pre habían sido famosos. Una vez hasta llegó a percibir unapulga en la cola del dragón de San Jorge, allá en la luna. Siella veía algo que saltaba, sólo podía ser la corza.

El grito de atención hizo que todos se levantaran y se co­locasen bien ocultos, en los lugares que Perucho había elegido.Desde detrás de una columna Emilia seguía viendo saltos.

-¡Es ella, es ella!. .. Viene de salto en salto y se va ha­ciendo más grande a medida que se aproxima. En menos deun minuto estará aquí.

¡Cómo tardaba en trancurrir aquel último minuto de espe­ra! Emilia gritó una vez más:

-¡Los cuernos de oro brillan al sol!... Ahora saltó elarroyo ...

Del arroyo allí habían cien metros, cinco saltos. Y todosvieron a la corza dar esos cinco saltos finales y hundirse en eltemplo, justamente por el lugar esperado: el espacio entre lasdos columnas donde había sido colacada la red.

-jLa tenemos!. .. gritó Perucho, corriendo hacia allí se­guido de todos.

Al llegar encontraron a la corza dentro de la red y a Pe­rucho sobre ella. Bien que la pobrecita intentó huir al com­prender que había caído en una trampa, pero sus cuernos deoro se engancharon en las mallas de la red, lo que dió tiempoa Perucho para que se aproximara y saltara sobre ella. Si no

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fuera por ese bendito enganche la corza hubiera podido escaparpor segunda vez y entonces, ¡ay! ... para siempre. ¡Hérculesno hubiera podido cazarla jamás!

Perucho no había olvidado de tejer, con el resto de lasfibras, una buena cuerda, y allá estaba él, con las dos manosmetidas en la red, procurando atar esa cuerda a los cuernos deoro. Después de hacerlo se levantó y dijo:

-jListo! Ahora podemos sacarla de la red.Viéndose libre de la red la corza se creyó libre del todo y

salió corriendo, pero la punta de la cuerda estaba bien tenidapor Perucho, el que la derribó con un violento estirón. La corzahizo aún dos o tres tentativas de fuga, pero poco después se diópor vencida y bajó la cabeza.

Todos se aproximaron. Emilia le levantó una de las patasy se la golpeó con una piedra para ver si era efectivamentede bronce. El sonido pareció de una campana. Después exa­minó los cuernos de oro. j Qué bonitos y qué bien estarían ensu museo particular!

-Hércules, dijo Emilia, quiero que le cortes los cuernosa esta corza. Euristeo no sabe como es ella. Va a creer que esnaturalmente mocha.

Pero Hércules no le hizo caso -y esa fué la única vez queno hizo algo que Emilia le pidiera. La razón era muy clara.Si él aserraba, los cuernos de oro de la corza quedarían losmuñones y Euristeo lo acusaría del robo de aquel oro. Hérculesera bastante burro, pero muy honesto.

Al día siguiente partieron hacia Micenas con la corza atadaa la cuerda. Como Perucho iba montado en Medio-y-Medio yle resultaba incómodo ir sosteniendo la cuerda, tuvo la idea deatarla a la cola del centauro, y así lo hizo. La entrada de loshéroes en Micenas causó sensación. Hércules iba adelante;después el centauro con los chicos montados. Y finalmente,atada a la cuerda, la famosa corza de los pies de brolllce, cuernosde oro, famosa en toda Grecia.

-Este sí que es un héroe de verdad, dijo una voz en mediode la multitud. Mató al león de Nemea, liquidó a la hidra de

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La entrada de los héroes en Nemea causó sensación ...

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MONTEIRO LoBATO

Lema y ahora trae a la cervatilla del monte Cirineo. ¿Qué ha­zaña habrá en el mundo que Heracles no realice?

Cuando el héroe entró al palacio de Euristeo con la corzaen los brazos, Su Majestad casi se muere de congestión -y ful­,minó con los ojos al pobre ministro Eumolpo que le había su­gerido aquella idea.

-¡Salve, Majestad! comenzó diciendo Hércules. Aquí te-onéis la corza de los pies de bronce y los cuernos de oro quevivía bajo la protección de la gloriosa Artemisa. Y dejó enlibertad en la sala del trono al hermosísimo animal.

El despecho de Euristeo por esa nueva victoria de Hérculesse traslucía en sus ojos. Pero hizo por dominarse y respondió­secamente:

-Lo felicito. Mañana le diré cuál ha de ser el trabajo­siguiente. Y haciendo el gesto con que terminaba las audien­cias, bajó del trono y se fué a conferenciar con Eumolpo sobre:qué hacer de aquel héroe invencible.

** *

Después de salir del palacio Hércules se reunió con los.chicos que lo esperaban en la calle y les dijo:

-El rey no me ha dado ninguna tarea nueva. Tenemos.que esperar.

-¿Aquí o en el "camping"? preguntó Emilia.-Claro que en el "camping". Vamos para allá.i Con qué alegría volvieron al querido campamento al lado'

del arroyo de aguas cristalinas!. .. i Con qué felicidad corrían.por allí, buscando las cosas dejadas y despertando recuerdos ~

-Tenemos que mejorar nuestra cabaña, propuso Emilia.Nosotros vamos y venimos por esta Grecia, pero nuestra ver­dadera casa es esta. Y comenzaron a estudiar la confección de'la cabaña.

-¿y por qué, dijo Perucho, en vez de reconstruir estamiserable cabaña de paja, no hacemos una casita como la quelos Chicos Perdidos de Peter Pan construyeron para Wendy?'

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

La idea les gustó a todos y el resto del día lo pasaron enla mayor actividad reuniendo materiales de construcción. Lafloresta dió muchas cosas, y lo que no se encontraba en la flo­resta lo compraban en' el almacén "Figúrate" que Emilia esta­bleció a la vera del camino. Allí compraron imaginarias tejaspara el tejado, ventanas y tablas que nunca existieron, de ma­nera que la casita se hacía una maravilla.

-En el frente quiero una fila de columnas como las deltemplo de Artemisa, reclamó Emilia.

-Pero, ¿dónde están las columnas?-Voy a enviar una docena de mi depósito. Y fué con las

columnas marca "figúrate" del almacén de Emilia que el arqui­tecto Perucho levantó la fachada de la construcción. Emiliapidió, además, que pusiera sobre las columnas un frontón conesculturas igual a los que había en todos los templos griegos.

-Quiero un bajo-relieve que represente las principales.escenas de la caza de la corza. Las esculturas en mármol.

-¿Y quién va a esculpir eso?-En mi almacén hay en venta esculturas maravillosas,

afirmó la ex muñeca. Y Perucho construyó el frente y colocó,sobre él las maravillosas esculturas del almacén de Emilia.

Hércules no salía de al lado de los chicos y se babeabade gusto al ver lo que hacían. En su vida de héroe, siempre enlucha con toda clase de monstruos y guerreros, nunca habíatenido tiempo para observar a esos bichitos, tan interesantes,llamados "niños". Y de los niños lo que le interesaba más ahoraera eso de "los juegos". Parece ser que la única preocupacióndel bichito niño es jugar, jugar y jugar. Y en sus juegos suelenusar con frecuencia aquella maravilla del "figúrate". Los ma­yores no sabep lo que es, y es por eso que los grandes son tan.infelices. Hércules comenzó a comprender que la mayor ma­ravilla del mundo era, efectivamente, el "figúrate", es decir,la Imaginación, el Sueño ...

La casa nueva ya no era casa, sino un templo habitable.Templo por fuera y casa-habitación por dentro. Pero los tem-·plos tienen que ser dedicados a alguien.

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MONTEIRO LoBATO

-¿Templo de qué dios o diosa, Perucho? preguntó Emiliacuando el trabajo estuvo terminado.

El chico se puso a pensar. Los dioses y diosas de Greciaestaban hartos de templos de tantos que había por allí. Lomejor era dedicar aquel templo a la abuelita, tan lejos de allíla pobre y con reuma por encima. Emilia aceptó e inmediata­mente vió surgir en la fachada un letrero tallado en mármol"fugúrate" que decía:

TEMPLO DE AVIA

Emilia no comprendió.-Avia es abuelita en latín, explicó Perucho.-Pero el idioma de aquí es el griego. Pon abuelita en

griego.-Eso es lo que quería hacer, pero no lo sé y no quiero

preguntárselo a Hércules. Si llega él a descubrir que no sésiquiera cómo se dice abuelita en griego, es capaz de perderla fe en toda mi sabiduría ...

i Qué noche deliciosa pasaron en la casita nueva! Hércu­les durmió a la intemperie, como era costumbre suya, igualque el centaurito. Eso hizo que los chicos sintieran una sensa­ción de seguridad enorme. i Custodiados por un semi-dios ypor un centauro! ¿Qué más podían desear?

Al día siguiente llegó un mensajero con un pergamino.Hércules, que era analfabeto, le pidió a Perucho que lo leyera.

El chico desenvolvió el rollo y leyó lo siguiente:"Su Majestad el rey Euristeo, de Micenas y Torinto, orde­

na a su súbdito Hércules que vaya inmediatamente a Eri­manto, en la Psofida, con el fin de destruir al monstruosojabalí que está asolando aquellos parajes. Y como lo quiere así,así lo manda. EUMOLPO, Primer Ministro de su AltísimaMajestad."

Hércules bosquejó una sonrisa. Si era un jabalí, es por­que se trataba de masa bruta, y de masa bruta jamás tuvomiedo él. Para Hércules el peligro estaba en trabajos como el

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El anciano se interesó mucho por el vizconde.

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de la corza, contra la cual su fuerza era inútil. Semejantes tra­bajos requieren inteligencia. Si habían vencido con tantafacilidad a la corza de los pies de bronce, era por la colabora­ción de Perucho y los demás.

-jClaro! se decía el héroe. Ellos representan la Inte­ligencia y yo no tengo más que la Fuerza. Para muchos casosla Fuerza no vale para nada y la Inteligencia 10 es todo. Comoen el caso de la corza. Pero un jabalí, ¡ja ... ja ... ja!. .. ¡Sonmás brutos que yo!

Después ordenó a los demás que se le habían aproximado:-Alístense, que mañana a la madrugada partimos hacia

Erimanto.Emilia recordó la casita.-¿Y va a quedar abandonada aquí este primor de casita?-¿Qué remedio? Pero espero que nadie se atreverá a po-

nerle las manos encima sabiendo que es nuestra. Todos poraquí temen mis músculos ...

Y Hércules tenninó su pensamiento con una broma muyfina, la primera y única de su vida:

-y si alguien estropea la casita, le aplicamos el "figúrate"y el daño desaparece ...

Emilia tuvo que tragarse el remedio que ella no cesabade recetar a los demás, pero, a pesar de eso, fué a la casitay le colocó un letrero de papel de verdad (no era papel, sinoel reverso del pergamino recibido un momento antes), en elque se leía:

"ESTA CASA TIENE DUEÑO ... ¡AY DE QUIEN LA

TOQUE! . .. SERÁ APLASTADO POR EL PIE DE

HERACLES CON LA MISMA FUERZA CON QUE

APLASTÓ AL CANGREJO ... "

Al día siguiente, a las cuatro y media de la mañana, par­tieron hacia Erimanto.

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IV

EL JABALI DE ERI~IANTO

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ARCADIA

Hércules y sus compañeros marchaban hacia Arcadia. Enesa parte de Grecia estaba el monte Erimanto, asolado en aque­llos tiempos por un gigantesco jabalí. Cada vez que el monstruobajaba a los valles hacía estragos tremendos. De ahí el terrorde los vecinos y el pedido de socorro al rey Euristeo: "Majestad,tenga a bien librarnos de esta fiera, pues de 10 contrario esta­mos perdidos". Y con la secreta esperanza de que Hérculesperdiera la pelea, Euristeo 10 mandó a que luchara con el ferozjabalí.

Arcadia, la región más atrasada de toda Grecia, era muymontañosa y por eso mismo poco poblada. La industria nopasaba de 10 pastoril. Siempre que un poeta griego escribía unpoema bucólico, elegía la Arcadia como escenario de la acción.Si alguien necesitaba de un pastor iba a buscarlo a la Arcadia.y con el transcurso del tiempo la Arcadia fué para toda Greciael símbolo de 10 bucólico, de la vida simple y tranquila, de há­bitos pastoriles. Aún en nuestros días la palabra Arcadia re­cuerda a pastores que tocan la flauta, ovejas que balan ypastoras con una cesta colgada del brazo empeñadas en recogermargaritas silvestres.

El que dió estas nociones sobre la Arcadia fué el vizconde,que se estaba componiendo del desarreglo cerebral. Peruchono sabía si es que se curó definitivamente o estaba pasando unperíodo de lucidez.

-Las pastoras usaban grandes sombreros de paja, de alasanchas, recordó Emilia. He visto pastoras así en un antiguoabanico de doña Benita.

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El vizconde contó que los poetas son como los mágicos:toman a las sucias pastoras de la realidad y las transformanen un encanto vivo, con los brazos llenos de flores, los piece­citos bien calzados, faldas redondas y el sombrero de paja,amplio y gracioso, atado al cuello con una cinta. Hacen deellas algo de poema y abanico. Pero las pastoras de verdadson muy diferentes, las pobrecitas. Son mujeres del pueblo,groseras por falta de educación y cuidados, y que ni por sombrase imaginan que puedan aparecer hermosísimas en abanicosy poemas.

En ese momento de la conversación Hércules se paró parahablar con un viajero. El héroe quería saber dónde estaba laresidencia del centauro Falo, que era amigo suyo.

-¿Falo? repitió el viajero. ¡Ah, sí! Vive por allí, a unalegua de distancia en esta dirección. Pero esto es algo que yono me imaginaba: que Hércules tuviera un amigo centauro ...

-Pues tengo dos. Falo y el que se llama Quirón, y viveen Malea, respondió el héroe. Confieso mi antiguo odio a loscentauros, del que ahora me arrepiento, pues he visto que conun poco de educación ellos se transforman en excelentes cria­turas, como nuestro amigo Medio-y-Medio.

El viajero no sabía quién era. Hércules se 10 dijo.-Es un centaurito joven que capturamos y domamos.

Allá está. .. y señaló a Medio-y-Medio que venía corriendocon los carneros para el almuerzo debajo del brazo.

El viajero se llevó un susto tremendo, pues era la primeravez que veía uno de esos seres extraños. Falo vivía por allí,pero nuestro hombre ni siquiera pasaba cerca de sus dominios.

Mientras el centaurito preparaba la comida, Hércules sequedó sentado charlando con el viajero, después de haberlepresentado a Emilia, Perucho y el vizconde, con gran satisfac...ción y espanto del hombre, especialmente ante el vizconde alque le encontró un admirable parecido a una araña.

-¿Y ese canuto con alas que lleva en la cabeza? preguntó.-Eso se llama "galera", dijo Emilia. Es el sombrero que

usan, en el mundo moderno, las personas importantes, los pre-

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Arcadia era símbolo de vida simple y rústica . ..

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Bidentes de república, los ministros, los doctores, los sabioS'_Este tipejo es un sabio ...

Después de informarse de muchas cosas de ese tal "mundomoderno" el hombre le pidió a Hércules que le contara en de­talle su actuación en el célebre choque entre los centauros ylos Lapidas. Sin embargo, Hércules sentía vergüenza de rela­tar cosas de Grecia frente a su escudero, el que las conocía:mucho mejor que él. Y cedió la palabra al vizconde.

-Escudero. .. cuéntale a este hombre lo que sabes de los­centauros.

y el marIo contó:-Ante todo, dijo, tenemos que ver cómo surgieron los:

centauros en esta Grecia. La cosa comenzó en el Olimpo, ciertavez que los dioses se estaban banqueteando con ambrosía ynéctar. Entre los invitados había un criminal asilado en elOlimpo: Ixión, rey de los Lapidas, el que era hijo de Zeus conuna ninfa.

-¿Por qué"estaba asilado? preguntó Perucho.-Porque allá en su reino había matado a su suegro. Zeus.

sintió pena por su hijo asesino y lo llevó a la morada de losdioses. Pero ese Ixión era insoportable. En lugar de estarsequieto, ¿saben lo que hizo? Se empeñó en conquistar a Herao Juno, la esposa de Zeus ...

-jQué caradura! exclamó Emilia. ¿Y Zeus?-Zeus estaba de muy buen humor cuando lo supo. En

lugar de enfadarse con el sinvergüenza, concibió una idea:mandó que una nube tomase la forma de Juno y correspon­diera al amor de Ixión.

-jQué gracia! exclamó Perucho. Ese Olimpo de los grie­gos era un verdadero teatro ...

-¡ Si lo sería! Y por eso no se puede contar el número dedramas, comedias y tragedias de cuyo argumento es un enredoprocedente del Olimpo. Nunca hubo en el mundo un manan­tial mayor de casos prodigiosos. Y la razón es que el Olimpoera producto de la Imaginación Griega, la más rica de todas.las imaginaciones de la antigüedad. Ese caso de Ixión es" re-

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cordado hasta nuestros días. Cuando alguien toma una cosapor otra, es hábito decir: "Tomó a la nube por Juno".

-¿Y qué pasó?-Pues pasó que Ixión enamoró a la nube y después alar-

deó de ello. Entonces Zeus se llenó de cólera y 10 tiró al Tártaro,que era el infierno de los griegos, y allí en el tal Tártaro, Mer­curio, por orden de Zeus, 10 ató a una rueda que tenía que girar­eternamente -una rueda a la que también estaban atadasinnumerables serpientes ...

-¿Y todo eso qué tiene que ver con los centauros?-Tiene que ver que los centauros comienzan así: ¡nacie-

ron de los amores de Ixión con esa nube! . .. Tiempos despuésdeclararon la guerra al hijo de Ixión que 10 sucedió en el tronoy reclamaron su parte en la herencia. El hijo de Ixión no seatrevió a luchar y llegó con ellos a un acuerdo; después losinvitó a las fiestas de su matrimonio con Hipodamia. Todo elescándalo comenzó allí. Los centauros también eran hijos deIxión -hijos de esos que salen al padre. En medio de la fiestase les subió el vino a la cabeza y se pusieron a cortejar a lanovia. Después quisieron raptarla, así como a otras jóvenes.presentes en la fiesta.

-¡Qué escándalo!-jY qué desastre! exclamó el vizconde. Imagínense que

entre los invitados estaban tres tremendos héroes: mi amigo-·Hércules, Teseo y Néstor. Esos héroes se lanzaron contra losinsolentes centauros, mataron a muchos y expulsaron a los res­tantes de Tesalia. Fué cuando vinieron a refugiarse aquí, enlas montañas de Arcadia.

Hércules estaba con la boca abierta. ¿Cómo podía ser queaquella arañita patilarga sabía tanta cosa cierta? Tal vez fuerasortilegio de "aquello" que él no se sacaba de la cabeza y queen el mundo moderno se llama "galera". Y Hércules empezó asentir gran veneración y respeto por la galerita del vizconde.Luego, le dijo a Medio-y-Medio:

-Escucha. Vamos desde aquí a la morada de Folo y esposible que nos encontremos allí con otros centauros. Temo-

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que tú sientas el llamado de la sangre y nos quieras aban~

donar ...El centaurito se echó a reír a carcajadas.-¿Quedarme aquí, entre esos brutos? ¡Nunca! ... Después

de oír a Perucho y Emilia sólo hay un lugar del mundo dondedeseo ir: la quinta de Doña Benita.

-¿Así que puedo estar tranquilo? preguntó Hét:cules.¿Sin temor a que te escapes y te quedes en estas montañasentre tus iguales?

-Claro que sí. Somos tan amigos, Perucho y yo, que nadaen el mundo nos separará.

Hércules se quedó tranquilo.

LUCHA CON LOS CENTAUROS

Por la tarde llegaron a la morada de Folo, el que salió a lapuerta a recibir a su amigo y dió infinitas demostraciones dealegría. En verdad eran grandes camaradas. Folo se llenó deadmiración al verlo en compañía de un centaurito y más aúncuando supo cómo lo había agarrado.

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-¿De dónde viene esa idea de las tres boleadoras? pre­guntó.

-De mi oficial de gabinete, respondió el héroe pasándolela mano por la cabeza a Perucho. Es tan chico, Falo, y tieneya más seso que nosotros dos juntos. Aquélla es Emilia, mi"dadora de ideas", dijo, señalando a la ex muñeca entretenidaen arreglar su canasta dentro de la cual había una novedadmás: un copita del pelo de la corza de las patas de bronce.

-¿y aquélla araña? preguntó Falo, señalando al vizconde.-Ah, ése es mi escudero, respondió Hércules, y Falo casi

se muere de tanto reír.-Hace tiempo que no oigo un chiste tan bueno, dijo el

Centauro. ¿Y a quién? A Hércules, antes tan taciturno. ¿Qué10 está tornando humorista, Hércules? iJa! . .. j Ja! . .. jJa! ...

Después de mucho charlar, Falo abrió un barril de vinopara festejar la llegada del héroe. Era un vino excelente y d~

olor muy fuerte -olor que el viento llevó hasta la florestadonde estaban los otros centauros.

-jHum! . .. murmuró uno de ellos aspirando. Apuestoque Falo abrió el barril de vino que recibió de regalo. Eso sig­nifica que tiene visitas. ¿Quién puede ser?

Charla va, charla viene, surgió la idea de atacar la resi­dencia de Falo y "raptar" el barril de vino. Se decidieron a ir.Por el camino se fueron armando, unos con hachas, otros conpalos, otros con piedras. La primera en verlos fué Emilia consus ojitos de telescopio.

-¡Estoy viendo! gritó ella. Estoy viendo una bandadade centauros. Es posible que sean los parientes de Medio-y­Medio que nos 10 vienen a sacar. ¡Avise a Lelé, vizconde! -ymientras el vizconde corría a avisar a Hércules, Emilia, puestasobre la punta de los pies, miraba, miraba ...

-¡La bandada viene al galope! Unos traen hachas, otrospalos y piedras. Vienen con la nariz al aire, oliendo el barrilde vino que Falo abrió ...

Hércules estaba charlando con su amigo el centauro, sinsospechar del huracán que se aproximaba. El vizconde se

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acercó a él con el recado de Emilia en la boca, pero los oídosde Hércules estaban demasiado altos para que su vacecita demarlo los alcanzara.

-Señor Hércules, Emilia le manda decir que. .. i Y el hé­roe nada! No lo atendía, no lo oía, tan absorto estaba con laspalabras de Falo.

-Sí, decía éste, después de aquella desastrosa aventuracon los Lapidas tuvimos todos que refugiarnos en estas mon­tañas- y bebió un cántaro de vino después de llenar el deHércules. Sólo entonces, cuando fué a escupir, vió al marloallí abajo, gritando y gesticulando a más no poder.

-Hércules, dijo, tu araña tiene cara de traer un mensajepara ti.

El héroe miró hacia abajo y se encontró con el vizconde.-¿Qué pasa, escudero amigo?-Lo que pasa, respondió el vizconde, es que un grupo

de centauros viene a la carrera. Fué Emilia quien me mandóa que se lo diga. Ella está de vigía en lo alto de un árbol.

Hércules dió un salto, ya en guardia y con la mano en elcarcaj. y mientras Falo preguntaba qué sucedía, él sacó lasflechas sin punta y las tiró a un rincón. Sólo quería las bienpuntiagudas.

-Son los centauros que vienen, exclamó. Vamos a teneruna lucha feroz.

-Es que han olido el vino, aseguró Falo. Ellos son lamisma intemperancia personificada ...

Apenas había dicho eso cuando se oyó el tropel de la ban­dada ya próxima. Hércules levantó la clava y esperó. Las fle­chas las usaba para atacar a distancia.

Los terribles monstruos se pararon de súbito ante la casade Falo, como los caballos al galope al sentir un tirón de lasriendas del jinete. El más robusto de todos se adelantó y dijo:

-Sabemos que tienes un barril de vino y queremos beber..El olor nos lo llevó nuestro amigo el viento.

Falo explicó que había abierto el barril para obseqUiar asu viejo amigo Heracles, que había venido a visitarlo.

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Por el camino, unos se armaron de hachas, otros de palos . ..

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El nombre de Heracles provocaba odio y miedo entre loscentauros, de manera que al oírlo se pusieron en guardia. Y;

como ese día habían bebido mucho, se les calentó la cabeza yla soberbia se apoderó de ellos. El jefe dijo:

-¡Me alegro haberlo encontrado! Entre nosotros y esehéroe hay viejas cuentas que ajustar. Por causa suya estamosreducidos a nuestra actual condición en estos parajes agrestes.Que salga él afuera si no es el más cobarde de los cobardes.Tenemas que arreglar viejas cuentas.

Mal lo había dicho cuando, como una bomba voladoraque cae del cielo Hércules explotó en medio de ellos. Su clava,pesada como una montaña, alcanzó en el hombro al jefe de loscentauros y lo "apeó", es decir, lo derribó al suelo. Viéndolocaer, los demás se tiraron contra el héroe con las armas quetenían, pero fué lo mismo que saltar contra el peñón de Gibral­tar. El héroe unía la fuerza a la agilidad; con ésta se desviabade los golpes y con la fuerza golpeaba una sola vez. Cada golpede clava era un centauro al suelo. Así cayeron cuatro. Los dosrestantes huyeron. Y Hércules tuvo tiempo todavía de clavarlea uno de ellos una saeta.

Falo estaba apenadísimo, pues era pariente y amigo de loscinco centauros muertos. j Qué locos! j Qué imprudentes! ¿Aquién vinieron a atacar? A Hércules, el héroe invencible queya los había derrotado en las fiestas de los Lapidas. ¡Locos.locos! . .. Ahora tenía que enterrarlos, y Falo juntó todos loscuerpos en un lugar para hacerles un funeral. Después fué enbusca del fugitivo, alcanzado a distancia por la saeta de He­racles. Tomó el cadáver en los brazos. La saeta estaba clavadaen sus espaldas. Falo se la sacó pero al hacerlo se hirió en unamano. Bastó la pequeña herida. Poco después se retorcía dedolor y moría de una muerte horrorosa. El veneno que Hérculesusaba en sus saetas era infalible.

El triste fin de su amigo centauro llenó de dolor el corazónde Hércules. El héroe lloraba como una criatura, a pesar delo que decía Perucho.

-Eso no soluciona nada, Hércules. Lo que necesitamos

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"'.

Falo la arrancó pero al hacerlo se hirió la mano . ..

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hacer son los funerales de Folo y enterrar los cadáveres delos otros.

Emilia 10 censuró con la mayor severidad:-Ese genio exaltado tuyo está muy mal, Lelé. Por cual­

·quier cosita te pones fuera de ti, 10 ves todo rojo y allá vienela hecatombe. ¿Qué barbaridad es esta de matar cinco hermo­sos centauros? Bastaba haberles dado una buena paliza. Deuna paliza la gente se cura, pero el que muere desaparece parasiempre. El mejor sistema es el de los americanos en las pelícu­las de cow-boys. Cuando llega la hora, las bofetadas se oyen aleguas, pero nadie se muere. El "bueno", después de estar casivencido, termina ganando y poniendo nock-out al "malo". Ynadie muere. Eso era 10 que tú debías haber hecho aquí. Ponernock-out a esos centauros. ¿Acaso una criatura tiene el de­recho de sacarle la vida a otra, no es verdad, vizconde?

-Es verdad, respondió el escudero. Entre los manda­mientos de la Ley hay uno que dice: "No matarás".

-¿Has oído, Lelé? Hasta tu escuderito sabe que eso dematar sólo debe ser cuando se trata de leones de la luna o dehidras de Lema. El matar cinco centauros es contra todas lasleyes, porque hay pocos centauros en el mundo y el día quedesaparezcan todos, la tierra va a tener un poco menos deinterés.

El héroe estaba flvergonzadísimo de su acción y confesóque era un bruto, indigno de tener un escudero como el vizcondede la Mazorca.

Después del sermón de Emilia y de algunas palabras delmarlo, Hércules dijo:

-Muy bien. Lo que está hecho está hecho. Vamos a ente­rrar con toda solemnidad a mi querido Folo y luego seguiremosnuestro camino rumbo a Erimanto.

El entierro de Folo fué un acto conmovedor. Perucho hizoal lado de la fosa un discurso tan bonito que Hércules gastótoda su reserva de lágrimas. Emilia recogió una de ellas en unfrasquito de homeopatía y le puso un letrero así: "Lágrimahercúlea, recogida por mí el día del entierro de Folo". La ex

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El jabalí em como una avalancha . ..

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muñeca no perdía oportunidad de sacar partido de todos los.acontecimientos.

Pero ese encuentro de Hércules con los seis centauros nofué el último. Tiempo después el héroe se olvidó del sermónde Emilia y tuvo otro encuentro con el resto de los centauros,a los que persiguió a flechazos y expulsó hacia Malea. En ese,lugar vivía Quirón, el más sabio de los centauros y amigo deHércules. Pero la cólera de Hércules no respetaba nada: fuéa Malea y en los mismos dominios de Quirón prosiguió la per­secución de los centauros. Y como se dió que una de sus saetasfué a herir ocasionalmente a Quirón, también ese amigo suyomurió a causa de la cólera del héroe.

La desesperación del héroe no tuvo límites. Y para vengarla muerte de Quirón se volvió contra el resto de los centauroscon mayor furia aún. Pocos se salvaron. Sólo los que lograronllegar a un promontorio donde Neptuno, dios de las aguas, lostransportó a la Isla de las Sirenas. Y en esa isla se extinguióla curiosa raza de los centauros, hijos del rey Ixión y de la nubeque él tomó por Juno.

Bien, pero esto pasó mucho después y no fué cosa a la queasistieran nuestros aventureros. La parte que vieron ellos nofué más que la lucha de Hércules con los seis centauros borra­chines, atraídos por el barril de vine de Falo. Perucho no quisoque Medio-y-Medio viera aquello, para que no supiera de lamuerte de tantos parientes suyos. Y durante todo el tiempotrató de tenerlo alejado del antro de Falo, haciendo ahora estoy después aquello, siempre a la distancia. Una de sus misionesfué el informarse por las cercanías de Erimanto si el jabalíseguía tan feroz como siempre.

-Es cada vez una calamidad mayor, vino a decir despuésde haber galopado hasta allí. Dicen los habitantes de las cer­canías que ayer bajó del monte a la velocidad de una avalanchaque rueda cuesta abajo. Por donde pasó quedó como un caminoabierto en el arbolado. El jabalí galopaba a ciegas, prefiriendoderribar los árboles a desviarse de ellos ...

-Eso significa que es un tanque de carne, advirtió el

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chico, haciendo que Medio-y-Medio preguntara qué era tanque.-El tanque es un jabalí de acero que en nuestros tiempos

modernos los hombres usan en la guerra. Tampoco ésos sedesvían de los árboles. Los derriban y les pasan por encima.

Medio-y-Medio se quedó rumiando lo que había oído."¡Jabalí de acero! ¿Cómo era posible semejante cosa?"

RUMBO AL ERIMANTO

Al día siguiente, descansado de las luchas de la vísperay con la cabeza fresca, pues sus remordimientos sólo durabanunas horas, allá iba nuevamente Hércules. Los tres aventu­reros, montados sobre Medio-y-Medio marchaban al lado delhéroe, entretenidos en comentar los acontecimientos de lavíspera.

-j Pobre Falo! decía la ex muñeca. ¿Cuándo pudo pen­sar que a causa de la fiera de Erimanto iba a tener tan horriblemuerte? Pero será eternamente recordado en mi siglo XX...

Hércules no comprendió.-¿Por qué?-Porque llevo en mi canasta un recuerdo de él: la punta

de su cola.Hércules se echó a reír.

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-Por lo que veo, Emilia, su museo es la mayor maravillamoderna ...

Perucho dilató las pupilas:-¿Hasta eso trajiste de allí, Emilia? ¿Y no nos dijiste

nada? ..-No dije nada para que no me dijeran nada, pero tengo

en el museo el picaporte, la pata de pollo con seis dedos y tantascosas más que hay que ver.

Perucho contó a Hércules toda la historia de Emilia, desdeel principio, cuando era muñeca de trapo y no hablaba, y serefirió a su célebre "canillita de tonterías".

-Era tremenda en aquel tiempo. Apenas abría la boca,allá salía un torbellino de tonterías, a veces graciosas. Re­cuerdo una. N osotros habíamos ido al País de las Fábulas,donde encontramos al señor de la Fontaine cazando fábulaspara el libro que escribió. Era un hombre arcaico, del tiempoen que se usaban calzones de seda, zapatos con hebillas y ca­bellera con rulos. A Emilia le extrañó aquel hombre con cabe­llos largos, pues los cabellos largos son cosas de mujer. Ybuscando en su célebre canastita, sacó de allí una "pierna detijera" que regaló al fabulista. La Fontaine miró aquello, seechó a reír y preguntó: "¿Para qué quiero esto, muñequita?"Y ella, muy tranquila: "Para que se corte el cabello". La Fon­taine estaba admirado. "¿ Cómo cortará mi cabello, si es una

. tijera de una sola pata?" Y Emilia dejó caer esta tontería:"Pues córteselo de un solo lado" . . . Así era yeso decía. Cosasabsurdas, sin pie ni cabeza. Ahora ha cambiado y sabe másque un diccionario, pero aun así, de pronto, se le escapa la viejatontería ...

Emilia no prestaba atención a la charla, absorbida por elcanto de un ruiseñor. Cuando el avecita paró, ella se puso aaplaudir.

-¡Viva! ¡Viva! Le gana de lejos a los sabiás de la quinta.Parece como si fuera inventando la música ...

El vizconde, que era expertísimo en cantos de pájaros, con­firmó el parecer de Emilia.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Así es. El ruiseñor no repite nunca, no es como losdemás pajaritos que aprenden un canto y lo repiten toda la vida.

-Pero el canario no es así. Aquel belga de Perucho, elque está en la quinta, canta inventando, recordó la ex muñeca.

-Parece, dijo el vizconde. Lo que hace él es cantar unamúsica muy larga, pero cuando llega al final vuelve al prin­cipio.

El ruiseñor volvió a iniciar el canto. El vizconde levantó eldedo con el gesto de quien dice: "Callen y escuchen", y asítodos lo hicieron.

No podía haber música más dulce ni mejor ejecutada. Nohabía un solo error, ni un solo desafino. El prodigioso cantoremplumado iba improvisando, inventando su música en despe­dida a lb luz del sol. Por primera vez Hércules se fijó en elrUseñor. Y su música le llegó adentro. Su "idea sobre la edu­cación" le volvió a la cabeza, haciéndole pensar este pensa­miento: "Estos muchachos me están educando" ...

Cuando calló el ruiseñor, todos se quedaro!'! silenciososdurante unos minutos, como .magnetizados por el encanto. Des­pués dijo el vizconde:

-En este pueblo todo tiene una explicación poética. ¿ Sa­ben cómo explican los griegos la aparición del ruiseñor y dela golondrina?

Nadie lo sabía. El sabio allí era sólo el vizconde, el quetosió y relató la historia de Filomela y Progne.

-Estas dos jóvenes eran hijas de Pandión, rey de Atenas,hace mucho, mucho tiempo. Las dos hermanas eran grandesamigas, de ésas que están siempre juntas. Un buen día Prognese casó con Tereo, rey de Tracia, del que tuvo un hijo lkmadoItis. Pero ni siquiera su hijo la consolaba de la ausencia deFilomela. j Qué saudades! Eran de esas saudades que cuandomás tiempo pasa, más fuertes se hacen. Un dla Progne noaguantó más y le dijo a su marido: "Ve a Atenas y tráeme ami hermana, de lo contrario moriré de pena". Tereo fué, peroese tipo era un mal bicho. Cuando encontró a Filomena, queera una belleza de criatura, se enamoró de ella violentamente.

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MONTEIRO LoBATO

y cuando venían, quiso obligarla en medio del camino a huircon él. Filomena, indignada, rechazó la absurda propuesta, ¿ysaben qué pasó?

-jTereo se suicidó! dijo Emilia.-¡La mató! dijo Perucho.-jLa raptó por la fuerza! dijo Hércules.-j Suspiró! dijo Medio-y-Medio.El vizconde se echó a reír.-Todos se equivocaron. Tereo ni la raptó, ni se suicidó,

ni la mató, ni suspiró. Como Filomela no paraba de llamary gritar, le cortó la lengua y la encerró en un viejo castilloabandonado que había por allí, dejándola bajo la guardia degente de su confianza. Y prosiguió solo el viaje. Al llegar a lacasa, puso un aire muy compungido y le contó a Progne "quela pobrecita Filomena había muerto".

-Imagínense la desesperación de Progne, dijo Emilia.Cuando vuelva a la quinta, ni siquiera le contaré esta historiaa tía Anastasia ...

El vizconde prosiguió:-La pobre Filomena había quedado sin lengua, pero no

sin cerebro, de modo que no hacía más que pensar en un me­dio de mandar un mensaje a su hermana, desenmascarando aaquel monstruo. Pero, ¿cómo avisarle? Piensa que te piensa,finalmente descubrió un medio: hacer un largo bordado conuna serie de escenas que relataran toda su historia. Si Progneviera ese bordado, lo comprendería todo y correría a salvarla.y así lo hizo. Después de terminar el hermoso bordado, lo tirópor una de las ventanas de la torre. El viento lo llevó y elbordado fué a caer en medio del camino. N o tardaron en pasarunos viajeros que iban en dirección a Tracia. "¡ Qué hermosu­ra! ... ¡Qué maravilla! ... Una cosa tan bella merece que lallevemos de regalo a la reina", y cuando llegaron a Tracia fue­ron al palacio a ofrecer a la reina la maravilla. Apenas Prognevió el bordado su corazón palpitó: reconoció los puntos que,siendo niña, ella le había enseñado a su hermana Filomela.y fijándose en los bordados y sus escenas, lo comprendió todo:

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Filomela no había muerto, como dijera el infame Tereo, sinoque estaba presa en el castillo.

. . . quiso obligarla a huir con él . ..

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MONTEIRO LoBATO

-¡Qué bien! exclamó Emilia. Apuesto que Progne fué asalvarla.

-Eso 10 podía hacer, dijo Perucho, pero ¿y la lengua?¿Cómo arreglar una lengua cortada? Continúe, vizconde.

-Entonces, prosiguió el vizconde, durante una de lasgrandes fiestas a Dionisio, que el rey Tereo ofrecía todos losaños, Progne se aprovechó de la batahola para correr disfra­zada al castillo, sobornar a los guardas y raptar a su hermana.Ya fuera la disfrazó también y allá marcharon hacia el palacioen fiesta. El rey se estaba banqueteando en uno de esos ban­quetes de los reyes antiguos que duraban horas y horas y noterminaban antes de la madrugada. ¿Y saben qué hizo la reinaProgne?

-Le arregló la lengua a Filomena, dijo el tontolín deHércules.

-Le dió un puñal para que matara al rey, dijo Perucho.-Desenmascaró al rey su marido, dijo Medio-y-Medio.-Nada de eso, declaró el vizconde. Progne sentía tal odio

por su marido que imaginó la más terrible de las venganzas:ayudada por su hermana mató a Itis, hijo de Tereo, y le cortóla cabeza ...

-¡Qué monstruo! berreó Emilia. ¿Qué culpa tenía el po­brecito?

-Ninguna, claro está, respondió el vizconde, pero el odioes así: cuando se manifiesta, no respeta nada. El odio de Prognecontra su marido se extendió al niño, que era un producto deese marido, una especie de prolongación suya. Bien. Tereoestaba en el banquete, medio mareado ya con tanto vino, demanera que cuando vió entrar a Filomela con una cosa enla mano creyó que era una visión. Se restregó los ojos. Volvióa mirar. Sí, era ella ... Y su cuñada se adelantó y arrojó sobrela mesa 10 que traía en la mano. Tereo miró con los ojos dila­tados: ¡era la cabeza de su hijito Itis! ...

Hércules estaba conmovidísimo. Quiso decir al.~o, pero seatragantó.

-¿Y qué hizo el rey Tereo? preguntó Emilia.

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. dilatados .... , con los OJosTereo mIro

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MONTEIRO LOBATO

-Estuvo un instante atontado, como en el cine cuando ledan a uno con una botella en la cabeza y se queda mareadoantes de caer. Después desenvainó la espada y se lanzó contrasu propio hermano Drías, que estaba presente, seguro que élera cómplice de todo aquello. Atravesó al pobre Drías con laespada y se lanzó en persecución de las dos hermanas.

-¿Y las atravesó también?-No tuvo tiempo para eso, replicó el vizconde. Los dioses

,del Olimpo, creyendo que aquella familia necesitaba un co­rrectivo, transformaron en ruiseñor a Filomela, a Progne engolondrina, a Itis en viudita y a Tereo en cardenal.

Emilia aplaudió.-jEso es hacer bien una cosa! Filomena, que por haber

perdido la lengua no podía hablar, se transformó en la lengüita-de oro del mundo de los pájaros! Pero si yo fuera Zeus hubieretransformado a Tereo en cuervo. El cardenal es un pájaro muybonito.

La conversación siguió un rato largo aún sobre los pájaros,con Emilia que le contaba a Hércules la historia de cada una<le las aves que había en la quinta: las gallinas batarazas, lospatos marruecos, las gallinetas y otras más.

EL FENIX

-Pero faltan muchas aves en el gallinero de doña Benita,-dijo la ex muñeca. Faltan faisanes, que son lindísimos, faltaun casal de pavos reales y muy especialmente falta la célebre.ave Fénix ...

-¡Ah, el Fénix! exclamó Hércules. He oído hablar de esa.ave que vive siglos y siglos y tiene el tamaño de un águila.

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-¿y le han contado cómo es? preguntó Emilia.-Sí. Me han dicho que tiene en la cabeza un penacho rojo

vivo, así como que son rojas las plumas de todo su cuerpo,salvo las del cuello que son doradas.

-¿y las de la cola?-Esas son blancas, salpicadas de algunas color sangre.-¡Qué linda debe ser! exclamó Perucho.Ya era de noche. Hércules se arregló allí mismo para dor­

mir y los chicos buscaron el abrigo de una gruta en la piedra.Medio-y-Medio se echó a la entrada. El era el sereno de susamigos del siglo XX.

Los sueños de aquella noche fueron todos "ornitológicos",como al día siguiente dijo el vizconde, y explicó: "Ornitologíaes la ciencia que estudia las aves. Por consiguiente, el quesueña con pajaritos tiene sueños ornitológicos" ...

Cuando retomaron el camino en dirección a Erimanto, laconversación recayó sobre el tema del día anterior: las aves.

-Cuente algo más del Fénix, Hércules, pidió Emilia y elhéroe contó:

-Lo que me han dicho es lo que narré ayer y esto más:que el Fénix tiene unos ojos tan brillantes como las estrellas ...,

'Q , l' d ,-1 ue In o ....-y cuando siente que la hora de la muerte se aproxima,

junta en el bosque ramas de plantas olorosas, resinas y rami­tas. Con todo eso hace una especie de nido dentro del cual seacomoda. Eso antes que el carro de Apolo aparezca en el hori­zonte. Cuando el carro aparece y sus rayos comienzan a darcalor, aquel nido resinoso se enciende y se transforma en unagran hoguera en la cual el Fénix se consume enteramente. Que­da tan solo un mantoncito de. cenizas. Entonces se da el pro­digio: en medio de aquella ceniza aparece un huevo, del quepoco después saldrá un nuevo Fénix. Ese nuevo Fénix recogetodas las cenizas y las va a depositar en el altar del Sol, en laciudad de Heliópolis ...

-jQué lindo! exclamó Emilia. iEl Fénix renace de sus pro­pias cenizas! ¿Y no hay ningún Fénix por esta Grecia, Lelé?

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-A veces aparece alguno, pero venido de otros países.N o es ave griega ...

Estaban en eso cuando Emilia gritó: "jAIta! ... " y todosse pararon. Ella se subió al hombro de Medio-y-Medio y em­pinada allí, con la mano en fonna de visera, se puso a sondearel horizonte. Hablaba:

-Estoy viendo, allá a lo lejos, a un ave que prepara elnido-hoguera ... Es hermosísima. .. Toda de color guinda, conun penacho muy vivo y la cola blanca ...

-¿Será un Fénix? preguntó Perucho vivamente intere­sado y Emilia prosiguió:

-No sé, pero está haciendo todo como dijo Hércules.Lleva al nido-hoguera plantas aromáticas ...

El vizconde suspiró. Aquello le parecía un poco excesivo.Que desde aquella distancia Emilia viera al ave llevar plantasal nido, vaya y pase. Pero que asegurara que eran olorosas,¡eso sí que no! ¿a es que, además de tener ojitos telescópicos,tenía también el tele-olfato?

-¡Está listo el nido-hoguera! gritó Emilia. Ahora el avese acomodó en medio de los "combustibles" y está rezando,con las manos cruzadas, mientras espera que un rayo de sollosincendie ...

Aunque Hércules creía ciegamente en todo lo que decía laex muñeca, comenzó también a parecerle "un poco demasiado"todo aquello. Y ordenó a Medio-y-Medio que galopara hastaallí a ver qué ocurría.

El centaurito partió al galope, con el vizconde sobre ellomo, pues los verdaderos sabios nunca pierden oportunidadde verificar cuánto pueden. Y mientras Medio-y-Medio galo­paba en dirección al Fénix, Emilia seguía "viendo" cosas, o me­jor, preparando una escapatoria.

-Una vez, en el desierto de Sahara, dijo la muy pícara,vi una cosa lindísima: una fuente allá a lo lejos. No puede ima­ginarse hallazgo más bonito en el Sahara que una fuente, espe­cialmente para quienes se estaban muriendo de sed comonosotros ...

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Perucho pensó desenmascarar a la ex muñeca, diciendoque todo aquello no era más que una invención. Emi1ia nuncahabía estado en ningún Sahara, pero se apiadó de ella y dijo:

-Esa fuente debía ser eso que se llama espejismo,tan frecuente en los desiertos. Los viajeros suelen ver oasis ypueblos donde no hay oasis ni cosa alguna.

Hércules siguió sin comprender nada, pues en Grecia nohabía desiertos, ni oasis, ni espejismos. Emilia prosiguió:

-Puede ser que ese Fénix sea una ilusión óptica ... ¡No!i No es ilusión! . .. Esperen un poco. . . Lo que pasa es que estápegándose fuego!. .. Listo... El nido-hoguera se incendió ...

En ese momento el centaurito llegaba al lugar indicado, ypor más que mirara no encontró a ningún Fénix. El vizconde,sonriendo, se dijo a sí mismo: "Aquella Emi1ia ... " y como noencontraron nada, volvieron.

-No hemos encontrado ningún ave, dijo Medio-y-Medioal llegar. Ni el vizconde ni yo vimos nada por allí.

Hércules, desconfiado ya, miró fijamente a Emi1ia, la queponiéndose en jarras lanzó una alegre carcajada.

-¡Nunca he visto dos tontos mayores! ... Cuando uste­des llegaron, el Fénix ya había sido devorado por el fuego. Envez de buscar un ave, ustedes debían haber buscado "una ce­nicita", pero apuesto a que ni pensaron en eso.

Medio-y-Medio miró abochornado al vizconde. Realmenteno se les había ocurrido la idea de buscar restos de cenizas ...

Queriendo sacar una prueba, Hércules ordenó a Medio-y­Medio que volviera y certificara la existencia de cenizas. Medio­y-Medio salió corriendo y mientras galopaba hacia allí, Emilia"continuó viendo",

-¡ Qué hermosura! dijo con gesto de admiración. Estoyviendo la maravilla de las maravillas ... La ceniza se está jun­tando. .. Está tomando forma. .. Es el Fénix que renace desus propias cenizas. ¡Listo!... ¡Ya está rehecho! .. , Ahoraprueba sus alas. ,. Va a volar .. , ¡Voló!, ..

Hércules tenía la boca abierta. i Qué maravilla era aquellacriaturita! ... Mientras tanto, Medio-y-Medio y el vizconde lle-

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MONTEIRO LOBATO

gaban otra vez al lugar indicado y se ponían a buscar cem....zas. Ni sombra. No encontraron ni olor a ceniza. Y volvieroncariacontecidos.

-Nada hemos encontrado, Hércules, dijo Medio-y-Medioal llegar. Y el vizconde confirmó: "Ni sombra de cenizas haypor allí".

Emilia se echó nuevamente a reír.-¡Qué tontos!. .. ¿Cómo podrían haber encontrado ce­

niza si cuando ustedes estaban en medio del camino el Fénixrenació y allá se fué por los aires? ¿Qué querían? ¿Que se que­dara esperando a los dos bobalicones? La ceniza del Fénix viejose transformó en un hermoso Fénix joven ...

De esa manera, con su prodigiosa picardía, Emilia engañóa todos. Hasta Perucho dudaba. "¿Quién sabe si no es verdadlo que dice?" Pero hubo uno que no dudó en absoluto de Emi...lia y no dudaría nunca más. Era Hércules. Se hizo tan esclavode la ex muñeca que era Emilia decir algo y Hércules jurar queera verdad, como si Emilia fuera el escudo de la diosa Palas.

Este caso fué el objeto de la conversación que sostuvie­ron Perucho y Hércules en un momento que se separaron delos demás.

-Emilia hace cosas que lo confunden a uno, dijo Perucho.Aquella historia de la pulga que ella decía ver sobre las esca­mas del dragón de San Jorge parece pura broma, pero ¿quiénsabe? Todo es posible en este mundo. ¿Y el cuento del Fénixde hace un momento? ¿Vería ella, en verdad, al Fénix ardien­do? ¿Renació de sus cenizas o nos estaba tomando el pelo? Esimposible saberlo.

Pero Hércules no tenía ni pizca de duda.-En mi opinión, ella lo vió. ¡Lo contó todo tan clara­

mente! ...

-jAh, Hércules, es que tú no conoces a Emilia!. .. Esacriatura es uno de los mayores misterios de los tiempos mo­dernos. Nació muñeca de trapo, fea y muda, hecha por tíaAnastasia, y fué andando, fué "evolucionando" hasta sello que es.

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A11í no había ni sombra de cenizes . ..

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Hércules no se avergonzaba de preguntar cuando no com­prendía una palabra y preguntó qué quería decir "evolucio­nando".

-Evolucionar significa cambiar perfeccionándose. Unacosa que cambia, pero que no se perfecciona, no evoluciona. Elagua del río cambia siempre de lugar, pero no evoluciona, por­que se muda sin perfeccionarse. ¿Entiendes?

Hércules hizo un esfuerzo para entender y parece que en­tendió, pues dijo:

-En este caso, también yo estoy evolucionando. Mis ideasestán cambiando.

-¿Para mejor o para peor?-Para mejor ...

PAN, EL DIOS DE LA ARCADIA

La Arcadia tenía su dios especial. Los chicos se enteraronde ello después de haberse encontrado con un anciano viajero.N o se trataba de un anciano ignorante, sino de un anciano deltipo "filósofo". El vizconde se aferró a él y ya no 10 solt~, puesa los sabios les gusta hablar con los sabios.

El tema principal de la conversación fué los dioses y, espe­cialmente, el dios de la Arcadia.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Sí, dijo el anciano en determinado momento, esta Arca~

-dia tan rústica tiene un dios solo para ella: Pan.El vizconde tenía algunas nociones sobre Pan, pero igno­

raba los pormenores y la verdadera especialidad de ese dios.El anciano caminante le dictó una cátedra sobre el tema.

-Pan es el dios especial de Arcadia, el guardián de estosrebaños y su multiplicador. También es el protector de lospastores ...

-¿Vino aquí del Olimpo?-No. Pan nació en estos parajes y de una manera muy

interesante. Cierta vez Hermes, el mensajero de los dioses, dejóel Olimpo y aterrizó por aquí, en los campos sagrados de Ci­lene. De pronto se enamoró locamente de una hermosa ninfay de tal manera que se ofreció como pastor de Dríos, su padre.

-jQué cosa! exclamó Emilia. j El, un dios del Olimpo, bus­cando empleo como pastor de ovejas! ...

Perucho le hizo recordar el caso de ese Jacob de la Bibliaque por amor a Raquel, hija de Labon, se contrató como pastorde ovejas durante siete años, y terminado ese plazo, se volvióa ofrecer a su futuro suegro por otros siete años más. Sólo asílogró casarse con Raquel.

-Pues al dios Hermes le pasó algo semejante, dijo elanciano. Tuvo que servir de pastor en los rebaños de Dríos paraobtener la mano de su hija. Finalmente se casó y el dios Panfué el producto de ese matrimonio. Pero Pan nació con pies demacho cabrío y cuemitos en la cabeza. Todos se mostrabanhorrorizados ante el fenómeno, pero Hermes no. Apenas elextraño niño había nacido, trató de volar con él hacia el Olim­po, para enseñárselo a sus compañeros de divinidad. Lo envol­vió en una piel de liebre y allá se fué. Cuando allí en el Olimpodesenvolvió la piel y mostró su hijo, hubo risas de mofa y lepusieron el nombre de Pan ...

El peq"ueño dios de los pies de cabra fué creciendo aquíen la Arcadia y se hizo mozo. Era tan feo, el pobrecito, conaquellos pies y aquellos cuernitos. .. Las ninfas se burlabande él, 10 que 10 hizo jurar que jamás su corazón amaría a nin-

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guna mujer. Pero cierto día Cupido se midió con él en luchacuerpo a cuerpo y aunque no era más que un niño lo vencióa Pan. Las ninfas que asistían al espectáculo se echaron a reíralegremente. Y al pobre Pan no le quedó más remedio queamar. Los vencidos por Eros tenían que amar.

-y Pan comenzó a amar ...-Comenzó a amar y poco después encontró a la ninfa

Sirinx, a la que sólo le interesaba la caza y que había rechazadola mano de todas las divinidades. Pan se le aproximó y le dijoque quería ser su esposo. Sirinx no respondió -salió corrien­do. .. Y Pan tras ella. .. pero como él era un dios y los diosescorren más que las ninfas, acabó por alcanzarla.

-¡y la agarró!: ..-jAh, no!. .. Cuando iba a agarrarla, Sirinx se transfor-

mó en una planta de cañas. .. De esas plantas de cañas se elevóun canto suave y melancólico. Pan se conmovió, cortó sietecanutos de caña de varios tamaños, los unió con un trozo decera y así nació la célebre flauta de Pan, ese instrumento queél no abandonaría jamás y es su distintivo.

-¿Por qué nunca dejó esa flauta? preguntó Emilia, y elanciano respondió:

-Porque apenas la hacía sonar, salían del bosque ninfasy más ninfas y bailaban en derredor de él. Entre esas ninfashabía una llamada Pitis, la que se enternecía más que las otrasante la música de Pan. Entonces el dios feo sintió nuevamenteque el fuego del amor ardía en su corazón. Y tocando la flautacon más sentimiento todavía, fué andando, fué andando, haciaun lugar solitario donde había un alta roca. Allá, sentado bienen lo alto, siguió tocando. Atraída por la música, Pitis llegótambién y para oirlo mejor se sentó junto a él. El pobre Panperdió la cabeza y le hizo una declaración de amor. Pero laninfa era la novia de Boreas, el terrible viento del norte, el cual,lleno de celos, enfurecido. lanza un golpe sobre ellos. Y esegolpe de viento fué tan violento que la pobre Pitis perdió elequilibrio y cayó de lo alto de la roca, despedazándose en laspuntas de las piedras. Los dioses del Olimpo, que todo lo veían,

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se apiadaron de la pobrecita y transfonnaron sus restos en pi­nos, unos pinos que crecen entre las piedras. Desde ese díaPan adoptó el pino como árbol suyo y andaca con una coronade hojas de pino enganchada en los cuernos.

-¿Eso significa que Pan amaba y no lograba casarse?-Exactamente. Su destino era que nunca se podría unir

a la criatura amada, como pasó después con la ninfa Eco, hijadel Aire y de la Tierra. Cada vez que Pan tocaba su música,esta ninfa repetía las últimas notas allá a los lejos. Pan corríahacia allí y volvía a tocar y Eco repetía otra vez las últimasnotas, pero siempre a lo lejos, como si estuviera burlándose de él.

Emilia se echó a reír.-¡Nunca he visto un dios más tonto! dijo. Pues como el

señor Pan no se apercibía que la tal ninfa Eco ni era ninfa ninada, sino eso que llamamos eco? Dígale al anciano qué es eleco, vizconde.

El marIa explicó que el eco era el reflejo de un sonido. "Elsonido choca contra un obstáculo y es rechazado, volviendohacia atrás".

El anciano prosiguió:-Pues el dios Pan no lo sabía y pasó una cantidad de

tiempo corriendo tras la ninfa Eco ...-Yo sé de ese dios algo que tú no sabes, dijo el vizconde

al anciano.. Durante el reinado del emperador romano Tiberio,reinado que va a florecer a una gran distancia-tiempo de aquí,el capitán de un navío anclado en un puerto del Mediterráneooyó una voz misteriosa que clamaba: "¡El gran dios Pan hamuerto! ... " Y desde entonces nadie más ha oído hablar de él.

-Eso no lo sé, dijo el anciano, porque es cosa del futuro.Sólo sé que ahora el dios Pan existe y sigue multiplicando loscarneros y cabras de esta Arcadia, protege a los pastores y per­sigue a la ninfa Eco con la melodía de su flauta de siete ca­nutos ...

Después el anciano les contó toda la historia de laninfa Eco.

-Ah, dijo él, Eco se había hecho tan chismosa y char~

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latana que la diosa Hera se enfadó y la condenó a un castigocurioso: a que no dijera más que la repetición de los últimossonidos que acabara de oír. De esa manera la mentirosísimaEco dejaba de mentir, puesto que no podía decir nada que nofuera la repetición de 10 últimamente oído.

-Es seguro que desde entonces ella se trans:ormó en eleco, dijo Emilia.

El vizconde le explicó que el sonido "eco" tiene ese nombrea causa de la ninfa Eco y no 10 contrario, como Emilia suponía.El anciano estaba de acuerdo y Hércules roncaba. Sí, porquedurante toda aquella clase de mitología el gran héroe no hizonada más que dormir y roncar. Estaban descansando a la verade una fuente, junto a la floresta. Desde los campos de pasto...reo, a 10 lejos, llegaban los "més" de los carneros de Arcadia.

-Un día en que Eco había salido de caza, prosiguió elanciano, se encontró con un joven de una belleza perfecta.Era Narciso, hijo del río Cefise. Inmediatamente su corazón sellenó de amor, pero ¿cómo declarárselo a él si el castigo de Herale impedía hablar antes que él? La pobre no podía decir nadasino repetir las últimas palabras que le dijera Narciso.

-jQué horror! exclamó Perucho. Sólo ahora comprendola crueldad de ese castigo.

-Sí, el peor de todos los castigos, aseguró el anciano. Lapobre Eco 10 iba a comprobar. Narciso se perdió en el bosquey como no veía a ninguno de sus compañeros, gritó: "¿No haynadie cerca de mí? "Mí" -respondió Eco desde detrás de unaroca. Narciso miró en derredor y no vió a nadie. "Si hay alguien-gritó nuevamente- juntémonos". Y Eco, llena de alegría,repitió "¡juntémonos!" y se presentó a los ojos de Narciso.Pero el joven se sintió decepcionado. Esperaba ver llegar a unode sus compañeros y la que apareció fué la importuna e insis­tente ninfa. Y la rechazó, diciendo: "¿Crees acaso que yo teamo?" La pobre Eco fué obligada a repetir el "yo te amo" finaly huyó de allí presa de la mayor desesperación. Desde entoncescayó en gran tristeza y se fué consumiendo hasta no quedarmás que piel y huesos. Cuando llegó a ese estado, Zeus se apia-

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Era Narciso, hijo del río Cense . ..

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dó de ella, la transformó en piedra y dejó que su voz perma­neciera en el mundo transformada en eco ...

Emilia aplaudió.-Me gustan los griegos porque ellos ponen en todo algo

de cuento. Para el vizconde y los sabios modernos el eco es elrechazo del sonido. Para los griegos es la voz de la ninfa Eco.Es mil veces más bonito ...

EL MONTE ERIMANTO

y así, parando en el camino y charlando con los viajeros,el grupo llegó a la región en la que se elevaba el Monte Eri­manto. iAllá estaba! Cubierto de vegetación, pero rayado dealto abajo como si hubieran bajado rodando grandes rocas porsus flancos. Hércules les explicó:

-Esas listas de vegetación arrancada corresponde a lasbajadas del jabalí rumbo al valle. Miren la violencia que tieneel ímpetu de ese monstruo ...

Perucho observó que en los tiempos modernos sólo los tan~

ques de 100 toneladas consiguen producir efectos iguales -ytuvo un trabajo enorme para darle al héroe una idea de loque era un tanque.

-Pero, ¿qué es lo que lo arrastra? preguntó Hércules y sellenó de admiración cuando Perucho le dijo: "Los tanques no

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LAS DOCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

son arrastrados, son empujados desde dentro por un gran nú­mero de caballos invisibles, llamados H. P.".

Hércules se quedó pensativo.Muy bien. Estaban frente a Erimanto, el monte habitado

por el feroz jabalí. Tenían que conferenciar sobre lo que ibana hacer. La idea de Hércules era buscar a la fiera y matarla aflechazos o a golpes de clava, pero Perucho hizo una objeción.

-Bien, lo mata ¿y después? ¿Cómo le va a prob~r al reyEuristeo que efectivamente mató al famoso jabalí de Eriman­to y no a otro jabalí cualquiera?

-Le llevo la piel, respondió el héroe.-jLa piel!. .. j la piel!. .. Pieles de jabalí no faltan por

el mundo. El rey tendrá derecho a dudar.-¿Qué debo hacer, entonces?-¡Llevar el jabalí vivo!Hércules se rascó la cabeza y se quedó pensando. Después

le pidió a Emilia su opinión.-¿Qué te parece, Emilia?

-Me parece igual que le parece a Perucho. Un jabalí vivoconvence mucho más que una piel de jabalí.

-¿y tú, vizconde?-Idem, ídem, respondió el sabio y le explicó que la pala-

bra latina ídem quiere decir "lo mismo". A Medio-y-Medionada le preguntó el héroe, pues no le daba mucha confianzaal centaurito. Reflexionó unos minutos más y resolvió:

-Está bien. No lo mataré. Lo agarraré vivo. Pero, ¿cómo?Ahora Perucho demostró su juego, maestro en cacería co­

mo era. Se acordó inmediatamente de una astucia que conocíaa fondo.

-Con una armadilla de mi cosecha, Hércules.-¿Y qué es eso?

La armadilla a que me refiero es un foso profundo, cu­bierto de ramas y con una capa de tierra encima. Este foso seconstruye por donde el animal tiene que pasar fatalmente, esdecir, por su camino.

-¿Y qué sucede?

[ 183]

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:MONTEIRO LoBATO

-Sucede que cuando el animal pasa por ese camino, pisa_de pronto sobre la falsa tierra que cubre el foso, y todo lo que·está encima cae con él al fondo.

El rostro de Hércules se iluininó. i Qué clara e ingeniosaera esa idea!

-Está bien, dijo; adoptemos el sistema que me parecede rechupete. Y encargó a Perucho que eligiera el lugar quele parecía mejor para hacer la trampa.

Nada más difícil, pues el mundo es grande y la caza puedepasar por aquí, por allá, o acullá. ¿Cómo preparar la trampaen el camino justo por el que iba a pasar el jabalí?

Eso era un trabajo de mucha deducción, como los de Sher­lock Holmes y, efectivamente, dió trabajo al cerebro de loschicos. ¿Dónde poner la trampa? Por los caminos que el mons­truo había abierto en las laderas del monte se veía que notenía senda segura. Ora rompía la floresta en un lugar, ora lacortaba por otro muy distante. ¿Cómo adivinar? Y se encon­traban en la mayor indecisión cuando Emilia resolvió elproblema.

-¡Qué tontos sois! exclamó. Cuando las cosas se presen­tan tan difíciles, vosotros sabéis que la solución está en apli­carles el método del "figúrate". Y poniéndose al frente delgrupo marchó hacia cierto lugar de la ladera y dijo con la ma­yor seguridad: "Figúrate que es exactamente por aquí pordonde la fiera va a pasar".

Hércules no comprendió nada de aquello y Perucho noquiso entrar en grandes explicaciones. Sólo le dijo que el "fi­gúrate" era un sistema infalible, pero que sólo se podía aplicarcomo último recurso.

Determinado el lugar donde había que hacer el foso, latarea de abrirlo cupo al héroe. Hércules arrancó una astilla aun tronco de árbol para construir una pala de puntear y conella, en un instante, abrió un enorme agujero de siete metrosde largo por otros tantos de ancho y profundidad, y llamó aPerucho para ver si era suficiente.

-Está bien, dijo el chico después de haber medido con la~

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MONTEIRO LOBATO

vista la profundidad del agujero. No hay jabalí ni animal algu­no que salte siete metros de altura.

-¿Cómo no? replicó Emilia. Cualquier tigre o ciervosalta más que eso.

Perucho dijo que sí, que podrían saltar mucho más, peroaprovechando el impulso de la carrera. Desde el fondo del foso,sin espacio para tomar impulso, el animal más saltarín estabacomo si tuviera las patas cortadas. Perucho entendía muchode saltos.

Emilia concordó.Terminado que fué el foso, Hércules, siempre dirigido por

Perucho, arrancó algunos arbustos y, después de sacarle lasramas, las fué cruzando sobre la boca. En seguida echó tierrasobre aquella capa de palos y la cubrió con hojas secas. Peruchocolaboró en la parte final de la obra, consistente en dejar lacapa de hojas secas "bien natural", de manera que el jabalí nodesconfiara. Emilia le puso encima algunas flores silvestres. Latrampa era perfecta.

-Bueno, dijo Perucho después de terminada la trampa.Ahora es necesario preparar cuerdas bien fuertes, pues tene­mos que sacar al bicho del fondo del agujero a fuerza de cuer­das. Y mandó a Medio-y-Medio a buscar fibras en cantidad.Estab¡m habituados a preparar cuerdas, pues las habían fabri­cado para atrapar a la corza de los pies de bronce, de maneraque el trabajo se hizo de prisa. Perucho necesitaba cuatro cuer­das: dos muy fuertes y largas -cuerdas de guía, como se lallama- una menor para pialar al animal y otra para hacerleun bozal.

Hércules permaneció sentado viéndolos hacer el pial y elbozal sin comprender casi nada de la utilidad de! aquello.

Cuando las cuerdas estaban listas, Hércules mandó quepermanecieran bien escondiditos en una gruta próxima. "Na­da de subirse a un árbol, pues ese jabalí derriba los árboles conla mayor facilidad". Después de verlos bien seguros, se plantódetrás de la trampa y comenzó a desafiar a altos gritos al jabalíque, evidentemente, vivía en el tope del Erimanto.

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-¡Cerdote! ... ¡Puercote! ... ¡Baja si tienes coraje, que teespera aquí Hércules, el héroe invencible! ...

El tonto del jabalí, allá en 10 alto del Erimanto, cometió laestupidez de oírlo y enfurecerse. Claro es que no tenía la másremota idee de quién pudiera ser ese tal Hércules y no vió allímás que a ón humano cualquiera que tenía el tupé de desafiar­10, a él, el tremendo jabalí. Y se lanzó furiosamente en direc­ción a la voz, desgarrando el bosque a su paso. El ruido era deuna avalancha. Grandes árboles crujían y se derrumbabancomo si fueran débiles cañitas.

Hércules se mantenía con la clava en la mano, una clavanueva, hecha con la mejor madera de aquellos alrededores. Ydelante de él se abría, oculta, la trampa de Perucho ...

Cuando el jabalí divisó la figura del héroe, chispas de odiosurgieron de sus ojos enrojecidos, y marchó hacia Hércules enlínea recta. De repente, ¡chimbun! Pisó sobre el suelo falso yallí se fué, mezclado con las ramas y hojas que cubrían la tram­pa, a parar en el fondo mismo del agujero.

-¡Hurra! gritó Perucho al oír el estruendo y, montandoa lomos de Medio-y-Medio, partió al galope hacia la trampa.Allí estaba el monstruo, roncando y debatiéndose, medio aton­tado por la caída y sin la menor idea de 10 que le había pasado.Poco después llegaron Emilia y el vizconde y los tres perma­necieron al borde del foso mirando al monstruo caído en latrampa.

-¡Has visto, bravucón! gritaba Emilia. ¡Haz ahora ava­lancha, si eres capaz!. ..

Después de gozar durante algún tiempo de la furia impo­tente y la desesperación del jabalí, trataron de enlazarlo conlas dos cuerdas largas -y quien resolvió el problema fué elvizconde.

-Baje allí, ordenó Emilia, y pásele el lazo al monstruopor la pata.

Para esas proezas arriesgadas el mejor era siempre el viz­conde, no sólo porque no atraía tanto la atención, sino porqueera "arreglable". Cuando le pasaba algo, tía Anastasia toma-

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MONTERIO LOBATO

ba del galpón un marlo nuevo y 10 volvía a fabricar. El viz­conde era el Fénix de la quinta Benteveo Amarillo.

A pesar del miedo que sentía el marlo, bajó al foso y pasóel lazo por la pata al jabalí. Bien que el monstruo 10 vió, perono le concedió la más mínima importancia. Un animal en talapuro no le hace caso a un marlo de maíz.

Cuando el jabalí estuvo asegurado por la pata, Hércules loelevó como los guinches de los puertos elevan las grandes car­gas; y cuando las patas traseras estuvieron en lugar convenien­te, Perucho se las ató. Después le dijo a Hércules:

-Déjelo caer otra vez al fondo del agujero. Ahora tenemosque enlazarlo por el pescuezo para elevarlo y poder ponerleel bozal.

Así se hizo. Esta vez no fué necesario el auxilio del viz­conde. Después de algunos ensayos, Hércules enlazó al jabalípor el pescuezo y lo levantó con la fuerza de sus brazos hercú­leos. Entonces Perucho le ajustó a la boca el ingenioso bozal.

-¡Listo! gritó. Ahora puede sacarlo fuera definitivamen­te, Hércules.

De un tirón el héroe sacó del foso al monstruo que teníalas patas atadas y el bozal colocado en los morros. Medio-y­Medio sostenía la punta de la otra cuerda, de manera que elanimal no podía hacer nada. Una cuerda se mantenía de unlado y la otra del lado opuesto. Pero a pesar de ello el jabalíluchó y corcoveó como un mulo salvaje.

RUMBO A MICENAS

Después de mucho saltar y corcovear el jabalí de Eriman­to comprendió que era inútil resistir. Estaba cansadísimo.

-Bien, .dijo Hércules, ahora podemos llevarlo a Micenas.Yo voy delante, asegurándolo por la cuerda que lleva atada alpescuezo y Medio-y-Medio va detrás, sosteniendo la cuerda

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que lleva atada al pie. Y así fué como el terrible jabalí de Eri­manto llegó a la ciudad de Micenas, con gran asombro de lapoblación y profundo desencanto del rey Euristeo.

-¡Terminado, majestad! dijo Hércules al llegar ante elrey, llevando atada a la punta de la cuerda a la terrible fiera.

Euristeo sentado en el trono temblaba de miedo. ¿Y si lacuerda se rompiera y el jabalí se lanzara sobre él?

Pero nada de eso pasó. Eumolpo ordenó que se construye­ra rápidamente una jaula y una hora después el jabalí de Eri­manto estaba sólidamente enjaulado y era exhibido a las mul­titudes llenas de curiosidad desde la plaza pública.

La noticia de ese cuarto trabajo de Hércules corrió por to­da Grecia con la velocidad del rayo. Desde Atenas a Espartano se hablaba de otra cosa y allá en el Olimpo la diosa Herasufrió un patatús. j Maldito héroe! Por cuarta vez salía incólumede una trama preparada contra él. Y la implacable Hera sepuso a pensar en un nuevo trabajo que estuviera absolutamentepor encima de las fuerzas de cualquier héroe. ¿Cuál podría ser?Pensó. pensó. Después sonrió y se dijo a sí misma: "Ya lo sé..."y mandó a Hermes, el mensajero de los dioses, a que llevaraun recado a Euristeo.

Mientras tanto Hércules y los chicos habían vuelto a insta­larse en el "camping" a orillas del arroyo. Lo encontraron todoigual que lo habían dejado. Nadie se había atrevido a tocarnada de la casita de Emilia, es decir, del Templo de Avia ...

Al día siguiente Hércules fué llamado urgentemente alpalacio real. Marchó.

-jA sus órdenes, Majestad! ...Euristeo estaba risueño, señal que el nuevo trabajo iba a

ser mucho más difícil que los anteriores. Eumolpo, junto altrono, se babeaba de gusto.

-Heracles, dijo Euristeo, has salido muy bien de la ha­zaña contra el jabalí de Erimanto. Tengo ahora una nuevamisión que darte.

-jA sus órdenes, Majestad!, repitió humildemente el héroe.Euristeo prosiguió con el mismo tono amable.

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MONTEIRO LOBATO

-Quiero que vayas al reino de Augias, a visitar a ese co­lega mío y que limpies sus famosas caballerizas.

-Así haré, Majestad.Hércules volvió al arroyo muy preocupado. "¿Qué será?

¿Que me reservará el rey Augias?" Y cuando Perucho le pre­guntó cuál iba a ser el quinto trabajo, respondió:

-¡Una visita, amiguito, nada más que una visita y algunosgolpes de escoba! Euristeo me encargó que fuera a ver al rey.Augias y que le limpiara las caballerizas.

-¿Quién es Augias?-Un rey que tiene innumerables rebaños de caballos ...-¿Y solo tienes que hacerle la limpieza?-Sí. ..Todos estaban desconcertados. Pero Medio-y-Medio venía

con la cena al hombro, cosa que alejó toda preocupación.-¡Vamos a cenar!. .. gritó Emilia. Tengo un hambre fe­

roz. Por lo menos exijo medio costillita.

LA FUGA DEL JABALI

¡Qué bonita fué la mañana al día siguiente! El carro deApolo galopaba en el campo azul de un cielo sin nubes. Hércu­les, después del baño en el arroyo llamó a Perucho para hablarsobre el viaje al reino del rey Augias. Estaban en eso cuandoa lo lejos apareció un mensajero montado a caballo. Venía atodo galope.

-¿Qué pasará? murmuró Hércules.El mensajero llegó y echó pie a tierra. Estaba sin poder

hablar.-Hombre, ¿qué pasa? preguntó Hércules.El mensajero aspiró aire y habló en forma entrecortada.-¡Pasa que jabalí... el jabalí rompió la jaula... y huyó!...-¿Huyó? repitió Hércules sorprendido.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Sí, huyó y está haciendo los mayores estragos en la ciu­dad. .. Enviste contra todos y destroza lo que agarra. .. Losguardias del rey lo han atacado inútilmente. .. Su MajestadEuristeo no sabe ya qué hacer y pide auxilio a Hércules ...

El héroe se levantó y corrió en busca de la clava. Despuésse colgó al hombro el carcaj con las flechas y tomó el arco.

-jPues, vamos a verlo! gritó. y salió corriendo haciala ciudad.

Los chicos estuvieron un instante sin saber qué hacer. Des­pués tomaron una resolución. Tenían que acompañar a su ami­go Hércules. Medio-y-Medio estaba listo para recibirlos sobreel lomo.

El caballo del mensajero, asustadísimo al ver al centaurito,había disparado por aquellos campos. El pobre hombre esta­ba a pie.

-jMonte en la grupa! le gritó Perucho y lo ayudó a co­locarse sobre la grupa de Medio-y-Medio. El centaurito, conaquella pila de gente sobre el lomo, allá se fué galopando haciala ciudad.

Al entrar en Micenas, Hércules encontró a la poblaciónpresa del mayor espanto. Unos se escondían en los sótanos.Otros se subían al tejado de las casas. Después que los guar­dias del rey fueron destripados por los terribles colmillos deljabalí, nadie más se atrevía a atacarlo. Sólo pensaban en huiro esconderse.

-¿Dónde está el monstruo? preguntó Hércules al ministroEumolpo, el que temblaba de miedo sobre el tejado del palacio.

-jEn la plaza del mercado! gritó el ministro. Está de­vorando todas las frutas y verduras que hay allí.

Hércules se encaminó hacia la plaza del mercado, y, yadesde lejos, avistó la fiera que hacía los mayores estragos enla verdura. Alrededor suyo había muchos cadáveres de guar­dias destripados, algunos vivos todavía y gimiendo.

-jEspera que te voy a curar! murmuró Hércules afirman­do la mano sobre la clava y avanzando.

El jabalí lo reconoció. Dejó las verduras y levantó los ojos

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MONTERIO LoBATO

chispeantes de furia. Iba a destrozar a aquel héroe imprudentecomo había destrozado a los guardias del rey.

En ese momento Medio-y-Medio, que había venido a todogalope, entró en la plaza, de manera que los jinetes pudieronasistir al combate.

j Qué combate fué aquel! El jabalí se lanzó contra Hércu­les y Hércules 10 aguardó con la clava levantada.

-¡Llegamos a tiempo para asistir al primer round! ...berreó Perucho, poniéndose de pie sobre el lomo del centaurito.Apuesto que Hércules 10 pone fuera de combate al primergolpe.

Pero no fué así. El golpe del héroe le dió a la fiera en pleno,cráneo, pero parece que el cráneo de aquel jabalí era de acero.i La clava se partió por la mitad! ...

-jLa clava se rompió y el monstruo no da señales de sen­tir nada! gritó Emilia. Mejor es con las flechas. Que Hérculesretroceda y ...

Eso hizo Hércules. Dando un enorme salto atrás se colocó.a veinte metros del jabalí, de modo que pudiera poner unaflecha al arco. Estiró la cuerdas y ¡zás! . .. la flecha se clavó enla cerviz del monstruo, pero no penetró ni alcanzó ningún cen­tro vital. Apenas sirvió para enfurecerlo más aún y el jabalí~orrió hacia el héroe con el ímpetu de una bomba voladora.

Hércules volvió a saltar hacia atrás y lanzó otra saeta, la,que no produjo más resultado que la anterior. El jabalí dió'un bote traicionero y casi 10 engancha con los afiladísimos'Colmillos.

Eumolpo, desde encima del tejado, estaba radiante. "Estavez Hércules está perdido. El jabalí va a terminar con él". Yle gritaba al rey Euristeo que asistía a todo desde un balcóndel palacio: "La clava de Hércules falló y las flechas tambiénfallan. Todo marcha a pedir de boca".

Euristeo, desde el balcón, sonreía ...La situación de Hércules no era nada buena; eso porque

'Con la prisa de salir del campamento él se había equivocado.al elegir las flechas y había tomado el carcaj en el que estaban

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Pan era el dios de la Arcadia.

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las que Emilia había despuntado. Sólo después que lanzó lasegunda es que el héroe dió razón de la causa del fracaso. Unverdadero desastre, porque nunca en su vida de héroe habíapasado algo parecido: lanzar dos flechas contra un animal yno verlo caer agonizante. Si no tenía sus famosas flechas mor­tales, ¿qué iba a hacer? Hércules comenzó a sudar frío ...

De pronto Perucho palideció.-¡Ahora 10 comprendo! El está lanzando contra el mons­

truo las flechas que Emilia "humanizó". ¿Y ahora?Y volviéndose a Emilia:-¿Y ahora, entrometida? Sin clava y sin flechas con punta

nuestro amigo Hércules está desarmado ...Emilia se asustó. Su corazoncito comenzó a dar saltos den­

tro del pecho. No había más que un remedio: recurrir al "fi­gúrate". Y al ver a Hércules lanzar contra el monstruo latercera flecha, gritó:

-¡Figúrate que esa tiene punta!. ..i Qué remedio milagroso! La saeta se hundió en la cerviz

del jabalí junto a las dos anteriores, pero con un resultado muydiferente. El monstruo lanzó un rugido, puso los ojos en blancoy cayó sobre las patas traseras, sin fuerzas ya. Después clavóel pico. Estaba vencido ...

-¡Hurra! ¡Hurra! berreó Perucho y desde todos los te­jados otros hurras hicieron coro. Emilia cantó el "Ave! ¡Avd¡Evohé!", que ella no sabía qué significaba, pero que le pare­cía un grito apropiado para ocasiones así.

Los habitantes de la ciudad, escondidos en los sótanos ysubidos a los tejados comenzaron a llegar a la plaza y a aglo­merarse en derredor del jabalí muerto. Cada cual decía algoo daba una idea. De pronto un rumor comenzó a circular: queHércules estaba asociado a una pequeña hechicera dotada defuerzas maravillosas. El rumor procedía del hombre que vinoen la grupa de Medio-y-Medio. Desde ese lugar había asistidoa la lucha y oyó el grito mágico de Emilia cuando dijo: "¡Figú­rate que tiene punta!"

-Sí, fué ella, decía el hombre a los demás. Yo 10 vi per-

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MONTEIRO LoBATO

fectamente bien. Sólo después de su grito mágico las flechas deHércules volvieron a ser mortales. Antes de eso se clavaban enel jabalí sin causarle el menor daño. Y nació la idea de hacerleuna manifestación popular a la extraña criatura.

Aquellos rumores no tardaron en llegar a los oídos del reyel cual, furioso por la intervención de la pequeña hechicera.dió la orden a sus guardias que la prendieran. Viendo las cosasasí, Perucho tomó una resolución de verdadero jefe:

-¡Corre al campamento a todo lo que da! gritó, y el cen­taurito salió como una luz. Minutos después se apeaban todos.junto al Templo de Avia.

-No me gustan los pueblos ni los reyes, dijo Perucho.Con la mayor facilidad van de un extremo al otro. Nada iguala este aislamiento nuestro aquí, custodiados como estamos porla clava de Hércules y por nuestro amigo el centauro. Pero ...¿dónde se ha metido Hércules?

Perucho miró en todas las direcciones y no vió señal delhéroe. De pronto Emilia gritó: "Allá está ... Está saliendo delmonte".

Efectivamente, Hércules salía del bosque donde había idoa fin de elegir un buen tronco para su nueva clava.

-Bien, exclamó Perucho, ya tranquilo. Si Hércules estácon nosotros, nada tenemos que temer.

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LAS CABALLERIZAS DE AUGIAS

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MINERVINO

La limpieza de las caballerizas de Augias fué el QuintoTrabajo que Euristeo impuso a Hércules. Esas caballerizas eranenonnes y tenían una capa de estiércol mayor aún que la delguano en el Perú. Ese guano del Perú tardó siglos en fonnarseen ciertos lugares de la costa donde las aves marinas, a millonesy millones, se posaban a pasar la noche. Sus excrementos fueronlevantando el suelo. .. En las caballerizas de Augias el guanoera de caballo.

-Pero entonces ese rey tenía caballos a la nunca acabar...-Sí, tenía muchísimos y, además, era ladrón de caballos.-Cómo?-En la Ilíada, de Homero, se verifica la desaprensión de

Augias en materia caballar. Cierta vez un tal Neleo mandócuatro excelentes animales, que habían triunfado ya en otraspruebas, a que disputaron una carrera en la capital del reinode Augias. ¿Y saben qué hizo Augias? Como le gustaron mucholos caballos, los elogió al auriga ...

-¿Qué es auriga?-El cochero. Los elogió al auriga y con el mayor cinismo

le dijo: "Ahora se puede ir. Estos caballos ya son míos".-jQué sinvergüenza! exclamó Emilia. Yo le hubiera dado

una coz. .. ¿Y qué hizo de los caballos?-Pues los unió a los otros en sus inmensas caballerizas.En ese momento de la conversación, Perucho mostró en la

cara la sonrisa de quien acaba de descubrir la pólvora.-Ahora comprendo el asunto de tales caballerizas, dijo

él. Ese rey debía tener una gran idea en la cabeza. Dígame unacosa, ¿era fértil la tierra en la que Augias vivía?

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MONTEIRO LoBATO

-Sí. Según el escritor romano Plinio, era muy fértil.Perucho no supo qué decir. Había pensado que Augias

estaba acumulando estiércol para fertilizar el reino; pero si lastierras eran tan fértiles, entonces. .. entonces ...

-jEntonces era un grandísimo sucio! resolvió Emilia,escupiendo de costado.

Quien empezó la historia de Augias fué el vizconde, peroquien la iba a continuar fué un viajero que acababa de llegar.En todas sus aventuras por Grecia ellos encontraron, enel momento psicológico, a ese viajero de aspecto venerable,que todo 10 sabía y todo 10 explicaba. La primera vez nadie des­confió de nada, pero la coincidencia de aquel encuentro en to­das las aventuras hizo que Perucho aceptara la hipótesis deEmilia: "Es un emisario de Palas o de Minerva, la diosa de lasabiduría; fíjate que aparece como por acaso en los momentosen que sentimos la necesidad de saber algo de la historia anti­gua o de la vida de este país". Y Emilia lo bautizó con el nom­bre de Minervino ...

La réplica de Emilia sosteniendo que Augias era un gran­dísimo sucio hizo sonreír al viejo Minervino, pero el ancianoestaba habituado al desparpajo de la ex muñeca.

-No sé si el rey Augias es lo que dices, chiquitita; sólo séque sus establos son inmensos y tienen una capa de estiércolcomo no se ha visto igual en el mundo.

-En el mundo antiguo puede ser, objetó Emilia. En nues­tro mundo moderno "hemos tenido" las capas de estiércol delPerú, que según el vizconde tienen metros de espesor.

Emilia volvió a escupir de costado con carita de ascoy dijo:

-No me va a gustar este Quinto Trabajo de Lelé. Es muysucio. Y el hedor de tanto estiércol ha de ser horrible ...

La palabra "hedor" tuvo la propiedad de sacar al vizcondede la abstracción en que se encontraba. El marlo se levantó yse aproximó a Emilia con los ojos dilatados y con el índice le­vantado, repitiendo varias veces la misma palabra:

-El hedor. .. el hedor. .. el hedor ...

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MONTERIO LoBATO

Todos creyeron que el vizconde se había·vuelto definitiva­mente loco, pero Ino. Lo que pasó era sencillamente que habíaresuelto un problema, el terrible problema que le preocupabadesde la víspera: "¿Por qué razón Euristeo diera ese trabajo aHércules?" Sí, porque eso de limpiar una caballeriza, aunquefuera tan grande como la de Augias, no era trabajo digno deHércules, ya que sólo exigía músculos y paciencia. Con un gru­po de trabajadores armados de palas y azadas, cualquiera pue­de limpiar todas las caballerizas del mundo. Pero cuando Emiliahabló de "hedor", la cabecita del vizconde se llenó de luz. Ha­bía aclarado su duda.

-El hedor ... el terrible hedor de allí ... Debe ser un hedorvenenoso y mortal, j una especie de gas asfixiante!. .. Euristeoresolvió dar este trabajo a mi amo no porque fuera un Trabajosuperior a sus fuerzas o a las de cualquier hombre común, sinoporque las venenosas emanaciones del estiércol revuelto vanfinalmente a destruir a mi amo ...

El vizconde, como buen escudero, solo llamaba a Hérculesmi "'amo", lo mismo que Sancho Panza a Don Quijote.

Al oír aquel monólogo, Perucho aplaudió.-jViva nuestro Sherlock Holmes!. .. j Lo ha descubierto

todo! . " Sí, sólo puede ser eso. ¿Y qué le va a aconsejar a suamo, vizconde?

-El empleo de una buena máscara contra gas, de ésas quese usaron en la guerra mundial.

-¿Y dónde la va a encontrar?-Tú le construirás una.-¿Yo? repitió el chico, y se puso a reflexionar. Había

visto una vez una de esas máscaras. No era cosa muy compli­cada. Pero había un problema: y es que las máscaras dependende los gases, es decir, para cada gas hay una máscara. Y noconociendo el gas de las caballerizas de Augias, no podía cons­truir una máscara de confianza, segura, garantida, estandosiempre Hércules en peligro de dar con los burros en el aguacon máscara y todo. El problema era más complicado de lo queparecía. Finalmente, cansado de pensar en ello, cambió de te...

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

ma, munnurando: "Cuando llegue el momento, veremos".y dijo:

-Escuche Minervino, cuéntenos más cosas de ese Augias.El anciano viajero les contó que Augias era uno de los

Argonautas; después tuvo que relatarles la historia de los Argo­nautas; y para relatar la historia de los Argonautas tuvo quehacer referencias al Toisón de Oro. Perucho que ya había oídohablar de él, quiso saber qué era. El viajero le dijo:

-Una piel de camero ...Fué una desilusión. Perucho esperaba que fuera algo más

misterioso.-Sí, dijo el viajero, una piel de camero, pero ¡qué piel! ...

Provenía del camero mágico que llevó por los aires a Frixoy Hele ...

-¿Quiénes eran esos dos?, quiso saber Emilia.El viajero se rascó la cabeza desanimado. Después dijo:-Esas historias se unen las unas a las otras y no tienen fin.

Para explicar el caso de los Argonautas tengo que ir retroce­diendo, retrocediendo. .. Bueno, Frixo era un héroe beocio ...

-¿Cómo beocio? ¿Tonto?-No. Los beocios no eran bobos, sino nativos de Beocia,

una parte de Grecia. Pero, por amor de Palas, Emilia, déjese depreguntas, sino voy a tener que ir retrocediendo hasta los prin­cipios del mundo. Frixo era un héroe beocio que juntamentecon su hermana Hele fué señalado para el sacrificio cuando unagran seca asolaba la región. Pero ese héroe era dueño de unapreciosidad: un camero de vellón de oro.

-¿Qué es vellón? preguntó Emilia.-¡Es pelo!, respondió Minervino ya medio enfadado por

tantas preguntas. Tenía ese camero el vellón de oro que le ha­bía regalado su madre Nefele. Y fué sobre ese camero mágicoque los dos hennanos huyeron momentos antes de ser llevadosal altar de los sacrificios. Huyeron, y al pasar de las tierras deEuropa a las de Asia, Hele perdió el equilibrio y cayó al mar.

-¿Iban volando?-Claro. Los carneros mágicos vuelan. Cayó al mar y des-

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de entonces ese trozo de mar se llamó Helesponto, en memoriade la pobre Hele.

El vizconde pidió permiso para hacer constar que en lostiempos modernos el Helesponto cambió de nombre y pasó allamarse Estrecho de los Dardanelos.

-¿Y Frixo? ¿Qué hizo? preguntó Perucho.-Frixo siguió volando hasta bajar en Colquida, donde sa-

crificó el precioso carnero en un templo de Ares.El vizconde dijo que Ares era el mismo dios al que los ro­

°manos llamaban Marte. El no perdía oportunidad de exhibirsu ciencia.

-Sacrificó el carnero, prosiguió Minervino, y sacándoleel cuero se lo regaló a Etes, el rey de Colquida. Etes estaba con­tentísimo, pues era una preciosidad sin igual en el mundo y laguardó colgada de un roble viejo, con un terrible dragón de-centinela junto al tronco.

-jQuién sabe si ese dragón no es el mismo que San Jorgellevó a la luna! surgió Emilia, pero Perucho le tapó la boca.-"Deja hablar a Minervino".

El viajero prosiguió:-La noticia se conoció de inmediato en toda Grecia, pro­

vocando las más grandes envidias. Todos los reyes griegos so­ñaban con el Toisón de Oro, entre los cuales estaba Pelias, elrey de los lolcos. Ese Pelias tenía un sobrino que era héroe ...

-Por lo que veo, dijo Emilia, esto de ser héroe en la Gre­da Antigua era una profesión como la de guarda-espaldas ennuestro mundo moderno ...

-jN o estorbes, Emilia! Siga, Minervino.-Jasón, ese sobrino de Pelias, tenía ya fama de héroe y

por eso Pelias le encomendó la gran empresa: ir a Colquida yapoderarse del Vellocino de Oro, costara lo que costara. Ese fuéel principio de la célebre expedición de los Argonautas.

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Con un terrible dragón de centinela . ..

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MONTERIO LoBATO

LOS ARGONAUTAS

-¿Qué hicieron esos Argonautas? quiso saber Emilia.-Embarcaron en el navío Argos ...-y de ahí les viene el nombre de Argonautas, observó jui-

ciosamente el vizconde. Nauta significa navegador. Argonau­tas son los navegadores del Argos.

Minervino lo miró asustado. j Cuántas y cuantas cosas sabíaaquella araña de galerita! Después les contó que hasta Hera­eles formaba parte de ese grupo de navegantes: Heraeles, Cas­tor, l?olux, Orfeo, Talamón, Peleo, todos ellos mandados porJasón.

-Era un grupo de héroes de los más lucidos y valientes, y

así tenía que ser, dadas las tremendas dificultades de la empre­sa. La orden del rey a Jasón era que le trajeran el Vellocino deOro, "costara lo que costara".

-¿y cómo hicieron para agarrar el cuero? ¿Cómo se li­braron del dragón?

-Ah, la historia es larga, respondió el viajero. El rey deColquida tenía dos hijas hechiceras, una llamada Circe, muyfamosa y otra llamada Medea, la que iba a hacerse famosísimaprecisamente por la expedición de los Argonautas. Cuando elAlgos, después de muchas vueltas, llegó a Colquida, Medeaconoció a Jasón y se enamoró de él. Jasón le contó, muy en se­creto, a qué venía, es decir, que venía a robar el Vellocino d~

Oro. Medea se asustó. El dragón era, efectivamente, terrible einvencible y terminaría por devorar a todos los Argonautas siéstos lo atacaban de frente. Era necesario recurrir a la astucia."Voy a hacer una cosa", dijo Medea. "Soy maga; conozco dro­gas para todo y sé de una que hará dormir al dragón; ese dragónguarda el Vellocino justamente porque tiene la propiedad dedormir con un solo ojo y velar con el otro. Mi droga lo harádormir con los dos, y entonces tú puedes robar el Vellocino",

-Me parece, dijo Emilia, que en esa aventura de los

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Argonautas el verdadero héroe no fué J asón ni ninguno de suscompañeros. Fué Cupido ...

El vizconde le explicó que Eros, el dios griego del amor, seiba a llamar después Cupido, "porque todos los dioses griegosde hoy van a cambiar de nombre; Zeus se llamaría Júpiter,Hera será Juno, Palas se llamará Minerva y así sucesivamente.Hasta mi amo Heracles pasará a llamarse Hércules".

-¡Hum, sé! exclamó el viajante como el que finalmentecomprende algo. Ahora entiendo por qué vosotros 10 llamáisHércules ...

-Sí, dijo el vizconde. Mi amo es Heracles para vosotros l

los de la Grecia Heroica. En nuestros tiempos modernos esHércules, como Eros es Cupido. .. Prosiga su historia.

El viajero prosiguió:-Pues gracias al filtro que Medea dió al dragón, su novio

logró la piel del carnero. El pobre dragón, por primera vez ensu vida, se había dormido con los dos ojos ... Obtenida la piel,10 que tenían que hacer los Argonautas era huir de allí 10 másrápidamente posible. Y allá se fué el Argos, con todas las velasdesplegadas, llevando también a Medea.

-¿Así que huyó con su novio?-Sí. y juntos llegaron a Ioleos, donde se casaron y ella

empezó realizar magias maravillosas.-Cuéntenos una, pidió Emilia.-La más famosa de todas las magias de Medea fué el re..

juvenecimiento del viejo Esón, padre de J asón. Medea picóal anciano en pedacitos, los hirvió en una gran caldera y delvapor hizo que surgiera el viejo Esón joven y vivito ...

-¡Qué maravilla! exclamó la ex muñeca. Imagínense situviéramos a Medea en la quinta para que picara e hirvieraa doña Benita y a tía Anastasia. .. ¡Qué hermoso no sería unadoña Benita de veinte años y una tía Anastasia de diez y nueve,toda quebradiza la mucama! ... ¿Y qué más pasó?

-¡Ah, ni 10 pregunte!. .. No dejó nada por hacer, inclu..sive terminar con Pelias, hermano de J asón, que había ocupadoel trono del viejo Esón. Medea usó para eso de una ingeniosa

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MONTEIRO LoBATO

maldad: convenció a las hijas de Pelias que también podríanrejuvenecer a su padre por el proceso de picarlo y hervirlo enla caldera. Que ellas lo picaran y lo pusieran a hervir, que des~·

pués Medea se encargaría de hacerlo renacer, joven y hermoso.Las tontas lo hicieron así: mataron y picaron a su padre y lopusieron a hervir en la caldera. Cuando llegó el momento dehacerlo revivir, Medea lanzó una carcajada... Lo que ellaquería era ver muerto a Pelias para que su esposo, Jasón, ocu­para el trono ...

-jQué sinvergüenza! exclamó Emilia. ¿Y le salió bienel golpe?

-Falló porque antes que Jasón tomara el trono, otro her­mano de Pelias, llamado Acastro, lo tomó primero. .. y Medeay su marido tuvieron que huir a Corinto. Pero si les cuentotoda la historia de Medea, no voy a terminar más.

-¿Y los Argonautas? Vuelva a los Argonautas, pidióPerucho.

-¡Ah, en su famoso viaje en el Argos los Argonautas hi­cieron más cosas aún que Medea. Pero no voy a contarles nadade eso. Lo que les conté es sólo para mostrarles quiénes eranesos famosos aventureros, entre los que figuraba nuestro Augias,rey de la Elide, el hombre del estiércol.

En ese momento llegaron Hércules y Medio-y-Medio, losque habían salido juntos para cazar el almuerzo. Traían unbuey -y el almuerzo de aquel día fué buey asado. El centau­rito se encargó de prepararlo.

Hércules seguía preocupado con el trabajo que le dieraEuristeo: limpiar la~ caballerizas de Augias. ¿Cómo hacer pararealizar semejante cosa? Y, cansado de pensarlo, pidió a loschicos que opinaran.

-¿Qué le parece mi problema, Emilia? preguntó a la exmuñeca.

-¿Todavía no me parece nada, Lelé. Estoy rumiando ...-¿Y tú, escudero? preguntó al vizconde.El marlo expuso su teoría de los gases venenosos, los que

fatalmente escaparían de las caballerizas cuando se removiera

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y allá zarpó el Arcos, con las velas desplegadas . ..

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MONTERIO LoBATO

semejante masa de estiércol, y Hércules abrió los ojos comoplatos. Le pareció razonable.

-¿y tú, oficial? preguntó después a Perucho.Perucho también temía las emanaciones maléficas del

estiércol y estaba pensando en la manera de remover ese guanodesde lejos. Así se evitaría aspirar los gases.

-Todo depende de la situación de las caballerizas, res­pondió el chico. Si, por ejemplo, hay un río cerca que corraa un nivel más alto que las caballerizas, veo un medio ...

-¿Cuál?-Desviar el curso de ese río, de manera que pase por los

establos y lleve todo el estiércol a los quintos infiernos ...El rostro de Hércules se iluminó. He ahí una idea verda­

deramente maravillosa. Sí, tirándole un río encima al estiércolla cosa se resolvía de la manera más completa -y una vez másadmiró la extraordinaria inteligencia de aquel niño. Pero habíaque ver. Tenía que hablar con Augias, recibir autorización paraproceder a la limpieza y estudiar los alrededores a fin de descu­brir un río de nivel más alto. Y debatiendo el problema si­guieron con rumbo a Elide, después de haberse comido enteritoel buey asado.

En la mañana del día siguiente entraron en tierras deAugias. Desde lejos veían su palacio y, más allá, las famosascaballerizas. i Oh, eran inmensas! Podían entrar en ellas másde mil caballos. Por los campos vecinos pastaba una manadaque no tenía fin. Era indudable: ese Augias debía ser el mayorladrón de caballos de la Grecia Heroica.

EL REY AUGIAS

Llegados a la capital de Elide, Hércules mandó a los chicosque lo esperaran en cierto lugar fuera de la ciudad y fué soloa hablar con el rey. Lo encontró examinando un hermoso lotede caballos que había recibido en aquel momento.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Majestad, dijo Hércules respetuosamente, estoy de pasopor aquí y desearía visitar las famosas caballerizas de las quetanto se habla en toda Grecia.

Augias estaba orgulloso de sus caballerizas y le gustabamostrárselas a los visitantes. "¡ Cómo no!" respondió, y fuépersonalmente a enseñárselas a Hércules.

¡Eran inmensas! Cabían en ellas mil, tal vez dos mil caba­llos y Hércules notó que la capa de estiércol no sólo era muy-espesa sino dura como tierra apisonada. Y habló del asunto:

-Majestad, ¿por qué no hace una limpieza en regla enestas caballerizas? Tanto estiércol acumulado no puede hacerlebien a los animales.

-Sí, ya lo he pensado, pero ¿cómo limpiarlas? Mis hom­bres tienen miedo de revolver éso, miedo a envenenarse. Y notoque mis caballos comienzan a resentirse. Tengo que limpiarlas,'Seguro, ¿pero cómo?

Hércules miró en derredor y preguntó como quien no tienemucho interés en saberlo:

-Majestad, ¿no hay aquí cerca algún río?El rey se mostró extrañado ante la pregunta, pero dijo que

sí, que por allí cerca pasaban dos ríos, el Alfeo y el Peneo.Entonces Hércules le dijo:

-Pues Majestad, me propongo limpiar completamenteestas caballerizas, pero bajo una condición ...

-¿Cuál es?-Que me pague el trabajo dándome el diez por ciento de

la caballada.Augias se acarició la barba pensativo. Pensando en la ma­

nera de contratar el trabajo por ese precio y luego no pagarlenada. Y guiñando un ojo, respondió:

-Pues acepto el negocio. Tú limpias las caballerizas y enpago de ese trabajo recibirás la décima parte de los caballosque hay en ellas.

Hércules sabía que los reyes no son gente en quien se pue­'da confiar demasiado y para mayor garantía del contrato exi­gió testigos. Y como estaba presente Fileo, hijo de Augias, le

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MONTEIRO LoBATO

pidió que testificara el ajuste. Fileo concordó y se constituyó enfiador de su padre.

-Pues muy bien, dijo Hércules. Mañana comenzaré eltrabajo -y despidiéndose de Augias volvió al lugar donde de­jara a los chicos.

-¡Listo! le dijo a Perucho. Ya contraté el trabajo y ma-ñana tengo que poner manos a la obra.

-¿Preguntó si había río?-Sí, hay dos: el Alfeo y el Peneo.-¿En un nivel más alto que el de las caballerizas?-Creo que sí, pero no lo sé. Tenemos que verificarlo; y

dió órdenes a su escudero de que pusiera eso en limpio.El vizconde era un sabio que todo lo sabía, incluso medir

el nivel de un lugar en relación a otro, como hacen los inge­nieros. Pidió a Perucho que lo pusiera sobre el lomo de Medio­y-Medio y allá se fué al galope. Una hora después volvía conbuenas noticias.

-Hice los cálculos necesarios, dijo al volver, y mi amopuede estar seguro que los dos ríos corren a tres metros porencima del nivel de las caballerizas.

-¿Cómo comprobó ese dato? interpeló el amo.-Por medio de cálculos geométricos y trigonométricos,

respondió el sabiecito, lo que el héroe no comprendió en abso­luto. El pobre Hércules ni siquiera sospechaba la existencia dela Aritmética, cuanto más la de la Geometría y la Trigono­metría.

-Pero, prosiguió el vizconde, después de medir el volu­men de agua de los dos ríQs, verifiqué que sólo uniendo losdos tendremos el chorro necesario para sacar todo el estiércolque hay allí.

Unir en un mismo lecho las aguas de los dos ríos era unacosa muy simple para un "masa bruta" como Hércules, puesla cuestión dependía exclusivamente de fuerza física. Pero, ¿sidespués de unir las dos aguas, el torrente que resultara co-

•rriera en una dirección diferente a la que estaban las caba-llerizas?

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Augias se acarIció la barba y se quedó pensando . ..

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MONTERIO LoBATO

-También he estudiado ese aspecto, dijo el vizconde. Latopografía del terreno "nos" favorece. Si las aguas son dirigidashacia tal y tal rumbo, entrarán en una garganta que va a darsobre las mismas caballerizas.

Hércules se mareó un poco ante aquella seguridad de inge­niero. Entendió más o menos. Si era así como decía su escu­dero, el caso estaba resuelto. Con las aguas del Alfeo reunidasa las del Peneo iba a obtener un volumen torrencial con lafuerza suficiente como para arrastrar todo aquel estiércol. Yse preparó para realizar el trabajo de unir las aguas.

Mientras tanto, allá en el palacio real, Augias se frotabalas manos contentísimo. "Si él ejecuta el tremendo trabajo, heresuelto el gran problema que me preocupaba tanto; pero esode pagarle con la décima parte de mis caballos me parece mu­cha cosa ... ", y se quedó pensando en la manera de engañara Hércules. En ese momento llegó a la sala del trono un intri­gante llamado Lepreo, el que dijo : "Ya he descubierto todo,Augias. Herac1es ha venido aquí por instigación del reyEuristeo ... "

-¿Por instigación d~ Euristeo? repitió Augias. ¡Aquí haygato encerrado! ... y lanzó una carcajada, como aquel queacaba de descubrir la solución de un problema.

-¿De qué se está riendo? preguntó Lepreo.-De una buena idea que he tenido, dijo Augias, pero no

dijo cuál era.Al día siguiente, a medio día, los trabajos de excavación

estaban terminados; sólo faltaba romper una barrera para quelos ríos se juntaran. Los chicos se unieron al héroe para asistira la unión de las aguas. Cuando llegó la hora, Emilia contróuna. .. dos... ¡TRES!... y a la voz de TRES Hércules des­cargó un tremendo puntapié a la barrera. Esta saltó a 10 lejos ylas aguas del Alfeo y Peneo se unieron con fragor. Y coronadode espuma terrosa el torrente rodó por la garganta que iba adar a las caballerizas.

En ese momento Perucho tuvo una idea de primer orden.-¡Hércules!, ¡Hércules!, gritó. Te has olvidado de una

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¿Cómo así?parte de la

LAS DOCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

cosa: echar abajo las paredes de las caballerizas por el ladoque debe llegarle el agua. Si no 10 haces así, el torrente pasarápor los lados y todo el esfuerzo habrá sido en vano.

Hércules vió que así sería y salió volando hacia las caba­llerizas. Tenía que echar abajo la pared antes que llegara elagua, cosa simple, pues que sólo exigía fuerza. Con media do­cena de puntapiés derribó la pared. Instantes más tarde lle~

gaba el torrente espumoso, entrando por el camino abierto. Loscaballos que estaban allí huyeron asustados, mientras el aguaarrancaba inmensas placas de estiércol viejo, revolviéndolo todoy llevándolo a 10 lejos. Una hora después ya no había en aque­llas caballerizas ni el olor del estiércol acumulado durante años.Entonces Hércules se puso a la tarea de volver a separar lasaguas reunidas y hacerlas correr nuevamente por los caucesdel Alfeo y el Peneo.

¡Listo! Estaba realizado uno más de los famosos Trabajosde Hércules: la limpieza de las caballerizas de Augias. Sólofaltaba ahora ir a ver al rey y cobrar el precio combinado.

Hércules fué a verlo.-jListo, Majestad!... Vuestras caballerizas están más

limpias que los pisos de este palacio.Augias estaba contentísimo, pero como era un gran sin­

vergüenza no tenía la menor intención de cumplir 10 tratado.y echó mano de la disculpa más inocente del mundo.

-Sí, dijo él, reconozco que la limpieza ha sido realizadade manera perfecta y en pago de ese trabajo, quiero ofrecer alamigo Herades un hermoso caballo de silla.

-¿Un caballo? repitió el héroe atónito.Nuestro trato fué que el pago sería la décimacaballada.

Augias se echó a reír y 10 negó cínicamente.-No recuerdo haber echo semejante trato.Fileo, el hijo de Augias, estaba presente. Era un joven ho­

nesto, que no había heredado el mal carácter de su padre. Aloirlo decir que no recordaba el trato, se adelantó y dijo:

-¡Perdón, padre! Yo fuí testigo del trato. Mi padre pro-

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MONTEIRO LoBATO

metió a Heracles que en cambio de la limpieza de las caballe~

rizas le daría la décima parte de sus caballos.Augias se mordió los labios, furioso por la intervención de

aquel "mal" hijo y buscó otro pretexto.-Sí, puede ser que haya hecho esa combinación. A veces

la merr: lria me falla. Pero si la he hecho, no estoy obligado acump.~rla, pues el señor Heracles vino aquí con la idea delimpiarme las caballerizas por instigación del rey Euristeo.Ahora bien, yo no soy amigo ni quiero saber nada de Euristeoy no tengo por qué sujetarme a sus instigaciones. Si quiere uncaballo de silla por su trabajo, escójalo. i Si no lo quiere, quesalga de aquí inmediatamente, y tú también Fi1eo! Un jovende tu edad, hijo de un rey, que no sabe actuar políticamente,no merece nada de su padre. i Salgan de aquí los dos! ...

Hércules sintió deseos de partir por la mitad a aquel rey,pero se contuvo. Apenas dijo:

-jEsto no va a quedar así, Majestad!. .. Dentro de unosdías le daré mi respuesta. Y se retiró.

Cuando los chicos conocieron el infame proceder de Augias,se llenaron de la más noble indignación. Emilia le quería apli­car un golpe de "figúrate", pero Hércules la tranquilizó.

-Si le hacemos cualquier cosa a este rey, él lanzará con­tra nosotros a sus soldados, que son muchos, y estaremosperdidos. Mi respuesta será otra. Vaya formar un gran ejércitoal frente del cual vendré a destronar a Augias, colocando en eltrono a mi honesto amigo Fileo, dijo el héroe poniendo unamano sobre el hombro del joven.

Si fuéramos a contar la historia de la formación del ejér­cito de Hércules, necesitaríamos mil páginas. Como estamosobligados a economizar papel no diremos más que Hérculesformó el ejército y vino a atacar al rey Augias. El vizconde erael encargado de los Servicios de la Intendencia Militar; Peruchoocupó el cargo de Jefe de Estado Mayor y Emilia se encargódel Servicio de Espionaje. Pero a pesar de toda aquella exce­lente organización la lucha terminó en un desastre, yeso acausa de un accidente que nadie esperaba: la repentina enfer-

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· Hércules cayó en profunda soñolencia . ..

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MONTERIO LoBATO

medad de Hércules. Antes de iniciarse la batalla el héroe cayó­en cama con una fiebre altísima.

Su fiel escudero tuvo que dejar la Intendencia y venir a.cuidar a su buen amo. Le tomó el pulso, le examinó la lengua.

-Está sucia, dijo el sabio vizconde. Los síntomas son deenvenenamiento. Mi amo se envenenó con los gases tÓXICOS delas caballerizas de Augias. Hasta a mí me dolía la cabezaen aquella ocasión.

-También lo sentí yo, dijo Emilia.-Pues a mí me dolió el estómago, declaró Perucho.-Yo sentí escalofríos, agregó Medio-y-Medio.-Es así, concluyó el vizconde. Todo éso son efectos de

las gases letales de aquella infame estercolera. Pero como está­bamos muy lejos no aspiramos más que un mínimo de gas. Miamo tuvo que aproximarse para derribar la pared y se en­venenó.

-¿Y por qué sólo ahora se manifiestan los efectos del gas?preguntó Perucho.

-Porque en un organismo fuerte como en el de mi amo­el veneno necesita semanas para actuar. Las defensas orgáni­cas de los seres hercúleos son también hercúleas.

Medio-y-Medio tenía la boca abierta ante la ciencia de lamazorquita.

Aquella inoportuna enfermedad de Hércules fué un desas­tre, pues el ejército se vió privado de su gran jefe y resultó fá­cilmente derrotado por las fuerzas de Augias.

Hércules fué obligado a huir y permanecer escondido enun bosque durante toda su enfermedad. i Cómo se agitaba enel incendio de la fiebre! i Cómo deliró!. .. Y se h~biera muertosino fuera por las drogas acertadas que el vizconde le sumi­nistró, sacadas de las yerbas de la región.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES-

SEGUNDA EXPEDICION DE HERCULES

Doce días duró la enfermedad de Hércules. Al décimotercero

día la fiebre comenzó a ceder, y el vizconde dijo:-¡Mi amo está salvado!El regocijo fué inmenso. Medio-y-Medio salió galopando

por los campos vecinos, corcoveando, dando coces al aire, re­volcándose sobre el césped, feliz como un potrilla joven. Du­rante los doce días de la enfermedad del héroe Medio-y-Mediono dió un paso del lado de la cama de hojas secas del enfermo.

Fué Perucho quien escuchó las primeras palabras del en­fermo ya fuera de peligro.

-¿Dónde estoy? preguntó el convaleciente. ¿Qué pasó?y al saber que su ejército había sido derrotado y él había te­nido que ocultarse en un bosque, lloró de rabia. El vizconde ledió un té de cedrón para calmarlo. Hércules se quedó presade profunda soñolencia. Al día siguiente saltó de la cama yaocompletamente curado.

-¿Y ahora? preguntó Emilia.-Ahora, ricura, tengo que conseguir otro ejército y ha-

cerle al rey Augias lo que hice a la pared de sus caballerizas:mandarlo al demonio de un buen puntapié.

La organización del nuevo ejército fué fácil y rápida, puestenían ya la experiencia del anterior. El vizconde volvió a di­rigir el Servicio de Intendencia y Perucho pasó de Jefe de Esta­do Mayor a Ayudante de Ordenes del Generalísimo Hércules.

-¿Y qué pasó?-Pues pasó que el ejército de Augias recibió la paliza más

grande de que hay memoria en la Grecia Antigua. Augias fuésacado del trono y tirado por una ventana como si fuera unpresidente de Bolivia. Fué a caer a doscientos metros de allí,aplastándose como un sapo.

Después de la victoria decisiva, el héroe preguntó por eLparadero de su amigo el joven Fileo.

-Está en Duliquia, le dijeron.

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MONTEIRO LOBATO

Hércules llamó a Medio-y-Medio.-Ve volando a Duliquia y tráeme a Fileo.-¿Y dónde está Duliquia? preguntó el centaurito.-¡Qué sé yo! berreó Hércules. j Pregunta! j Ve sobre una

pata y vuelve sobre la otra!Medio-y-Medio salió con la velocidad de un huracán. Dos

horas después volvía cubierto de sudor y espuma, pero tra­yendo a Fileo sobre el lomo. Hércules lo abrazó y le dijo:

-Augias está muerto y su ejército derrotado. El nuevorey eres tú -y lo clavó sobre el trono.

Después le dijo al escudero:-Avise a los pueblos de Elide que el nuevo reyes Fileo.El vizconde se acercó a la ventana, pidió a Perucho que

lo levantara en el aire y con su voz de maíz gritó a la multitudaglomerada frente al palacio:

-jA rey muerto rey puesto! j Viva su Majestad el reyFileo!

-¡Viva! j Viva! repitió la multitud entusiasmada, puesnadie en Elide lo quería a Augias.

Y así terminó la segunda expedición de Hércules.

-Está bien. ¿Y qué hacemos ahora? preguntó Peruchoal día siguiente.

-Ahora vamos a volver a Micenas. Necesito informar aEuristeo de la terminación de este trabajo.

Emilia, que estaba "hasta aquí" del tal Euristeo, se des­ahogó.

-¿Por qué no va allí y hace con él lo mismo que hizo conAugias?

-Imposible, ricura. Euristeo está protegido por Hera ...Fué en ese instante cuando el vizconde de la Mazorca dió

la primera señal positiva de locura. Estaba sentado a un cos­tado, oyendo lo que decían los demás, con la galerita sobre lacabeza, como de costumbre. Aquella galera era una parte delmismo vizconde; no como los sombreros del común de los

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

hombres, que se lo ponen y se lo sacan al entrar o salir de suscasas. El vizconde no se sacaba la galerita de la cabeza nicuando entraba en una iglesia. Tampoco saludaba a nadie me­diante el sistema de "sacarse el sombrero". Sólo decía "¡Hola!"y hacía con la mano un gesto aunque la persona a quien salu­dara fuera el mismo Júpiter. También comía y dormía con lagalera en la cabeza. Aquella tarde todo cambió. Apenas Hér­cules pronunció el nombre de Hera, el marIa se sacó la galerade la cabeza y la tiró a lo lejos. Después lanzó un carcajadahistérica y gruñó: "¡Hera! ... ¡Hera! ... Era una vez una vacaamarilla que entró por una puerta y salió por otra. Quienquiera que cuente otra ... "

Todos estaban extrañadísimos ante aquellos modales yaquellas palabras tan impropias de un sabio. Y más aún cuandoel vizconde se sujetó las pajitas del cuello, como si fueran bar­bas partidas en medio y dijo con aire satánico: "Las armas ylos barones señalados. .. Barones y vizcondes. .. Vizcondes yCondes de Monte Cristo. .. Condes de Monte Cristo y Duquesy Marqueses. .. Comendadores, coroneles y cabos de escua'"dra. . . y yo. .. yo... ¡Mondo lirondo! . .. i Mondo lirondo! ...¡Zambumba!" -y sus ojos parecían querer saltar de las órbitas.

No había duda: ¡el pobre vizconde de la Mazorca se habíavuelto loco! Desde hacía algún tiempo que daba señales deenajenación mental, pero con intervalos de perfecta lucidez.Ahora, sin embargo, la incoherencia de sus ideas no permitíadudas. Loco... ¡10quísimo1. ..

La consternación era general. Hércules suspiró una vez.Después otra y otra. Perucho estaba aprensivo pero Emilia sepuso furiosa.

-En vez de volverse loco en la quinta, dijo, donde tene..mas todos los recursos, este cretino viene a volverse loco aquí,justamente aquí, para estropeamos las aventuras. Para mí, estalocura es fingida. Como sabe que todos los héroes terminanlocos o pasan durante su vida por un período de locura, se estáhaciendo el loco, para ser igual a Hércules, a Rolando o DonQuijote ...

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MONTERIO LoBATO

Perucho amenazó darle un pellizcón SI seguía hablandoasí del pobre vizconde.

-No hay nada en la vida del vizconde que justifique se­mejante idea, Emilia. El vizconde siempre fué honestísimo,jamás dijo una mentira ...

-¡Mintió! ... ¡mintió! ... gritó Emilia. ¡Yo le hice men­tir muchas veces!

-Espontáneamente jamás el vizconde ha mentido. En suvida no hay ni una pizca de falta de verdad. Para mí es elmarlo modelo.

-Pero eso no justifica que nos venga a incomodar con unalocura tan poco oportuna, insistió Emilia. ¿Quiere volverseloco? ¡Pues que se vaya a volver loco en la casa de su suegra! ...

El vizconde no se apercibía de lo que decían de él. Conti­nuaba pronunciando palabras sin sentido, casi siempre cientí­ficas: "La metempsícosis tiene sus raíces en la India... Lasobrevivencia del más fuerte... Hormonas... La nariz deCleopatra ... ", éso, además de una serie de carcajadas his­téricas y escalofriantes. Después, ¡ah!, después hizo tal cualDon Quijote cuando se despidió de Sancho para ir en retiro ypenitencia a la montaña. Don Quijote se despidió de Sanchoy se puso a dar vuelta carnero en camisa. .. Pues el vizcondehizo lo mismo: dió una serie de vueltas carnero y comenzó aensayar la manera de andar con las manos en el suelo y lospies al aire ...

En ese momento Perucho no pudo más contenerse y

lloró. Hércules volvió el rostro para que no lo vieran derramarla lágrima que le brotaba de los ojos. Pero Emilia, no. Nadade conmoverse. Se reía irónicamente y se burlaba del po­brecito.

-¡Nunca he visto vueltas carnero tan mal hechas!. .. Unverdadero sabio no se vuelve loco de esa manera tan tonta.Si no fuera por tus "defensas orgánicas" (Perucho y Hércules)ésta era la hora en que te agarraba y te desplumaba ...

Al oír la palabra "desplumar" el vizconde paró con lascabriolas y se puso a temblar como gelatina. Era el viejo miedo

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Caminó sobre las manos, con los pies al aire . ..

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MONTEIRO LOBATO

que reaparecía, aun en medio de la locura: el VIeJO temor deser "desplumado" de brazos y piernas. Tanto Emilia lo habíaamenazado con ello desde los principios de la vida del vizconde,que el terror se le incrustara en el subconsciente. Y ahora, hun­dido en la locura, se manifestaba a pesar de ella. Después elpobrecito cayó de rodillas y comenzó a rezar y a persignarse.

EL LOCO

-jBueno! exclamó Emilia. Ahora sí que está definitiva­mente perdido. Doña Benita asegura que las locuras religiosasson incurables.

El vizconde rezaba con un murmullo imperceptible. Peruchose aproximó para oírlo. Eran palabras incoherentes de locoperdido: "Coles de San Ignacio. .. Yerba de Santa María ...Jarabe de San Juan. .. Melón de San Cayetano ... "

Emilia tuvo una idea.-jEsperen. .. ya comprendo! El nos está sugiriendo algo:

que hay remedios en el mundo y que si le damos un buen reme­dio tal vez lo curemos.

A Perucho le pareció razonable.-Sí. Puede ser. Pero, ¿qué remedio podemos darle al viz­

conde? Yo no entiendo nada de medicina.-Lelé debe entender algo. Pregúntaselo.

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Puedo llevarlo colgado, como llevo mi carcaj de flechas ...

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MONTERIO LoBATO

Perucho le preguntó a Hércules si sabía algo de remedios.-No. Pero sé dónde vive un hombre que es quien más sabe

de medicina y curas de toda Grecia.-¿Quién es?-El gran Esculapio, el héroe de la medicina.-¿Y dónde podríamos encontrarlo?-Esculapio es un hijo de Apolo que fué educado por mí

amigo Quirón en la ciudad de Epidauro. Todo 10 que sabía'Quirón del arte de curar se 10 transmitió al joven y Esculapio sereveló como uno de esos alumnos que llegan a saber más quelos maestros. En los tiempos de nuestra expedición a la con­quista del Vellocino de Oro, él era el médico de borde, y durantela campaña nos curó de heridas y males. Sé que su ciencia noha parado de crecer. Ya en aquellos tiempos conseguía resuci­tar a los muertos ...

-¿Resucitar a los muertos? repitió asombrado Perucho.-Sí, respondió Hércules. Ante mis ojos resucitó a varios

compañeros, como Licurgo, Tíndaro, Glauco, y después resucitóa Hipólito, víctima de la reina Fedra. Podemos aproximarnos aEpidauro para una consulta a ese semidiós de la medicina.

Perucho opinó que para quien resucita muertos, el cu­rar una locurita como la del vizconde debe ser cosa fácil. Pero,¿cómo llevar al pobre vizconde? Los locos deben estar atados.() con camisa de fuerza.

-¡O en jaula! gritó Emilia. Cuando se volvió loco DonQuijote, el remedio fué una buena jaula.

A Perucho no le pareció mala la idea. Si llevaban suelto,al vizconde, se exigía una vigilancia contínua, diurna y noc­turna, cosa muy pesada. Pero una buena jaula hacía innece­saria esa vigilancia.

¡Qué momento doloroso fué aquél en que, construída lajaula, Perucho enjaulé al vizconde como si fuera un pajarito!

Hasta Emilia estaba conmovida. El pobre demente se pusode pie, agarrado a los barrotes de la jaula, gritando: "i El bino­mio de N ewton! . . . iEl cuadrado de la hipotenusa! . . . iLa Cabe­llera de Berenice! ... ", cosas y más cosas científicas. Los verda-

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

deros sabios sólo tienen dentro de sí una cosa: ciencia, ciencia ymás ciencia.

Otra dificultad se presentó: ¿cómo llevar hasta Epidauroaquella jaula con el loquito dentro? Medio-y-Medio puso difi­cultades. Con la jaula sobre el lomo él no podría galopar. Sesentiría con los movimientos tullidos. Hércules se dispuso aresolver el problema.

-Puedo llevarlo al costado como llevo mi carcaj con fle­chas, dijo. Y se hizo así. Perucho buscó una correa y ató con ellala jaula al carcaj del héroe...

El viaje hasta Epidauro fué muy triste. Hércules había cria­do cariño por el escudero, y los otros se sentían aprensivos, te­miendo que el pobre loco no resistiera y falleciese en el viaje.Emilia refunfuñaba como solterona maniática a pesar de lasadvertencias y amenazas de Perucho.

-Voy a contarle a abuelita tu maldad, Emilia. Todos aquí,hasta Medio-y-Medio, estamos tristísimos con el percance delvizconde. Sólo tú, en lugar de tristeza sientes placer. Nunca vicosa semejante.

-No nací para enfermera, respondió la ex muñeca. Creoque el que quiere estar enfermo o loco debe irse a casa de susuegra.

-¡Pero el vizconde no quiso enfermarse! gritó Perucho.Se volvió loco sin querer, a causa de los gases venenosos.

-¿y por qué no se tapó la nariz, como hice yo?-Olvido, Emilia. Tú no ignoras que las verdaderos sabios

son muy distraídos. El se olvidó de taparse la nariz.-Pues el que se olvida de taparse la nariz en una ocasión

como aquélla merece bien que los demás se olviden de él alborde del camino ...

y discutiendo así llegaron a Epidauro.Hércules preguntó por la casa de Esculapio y recibió un

anuncio desanimador. ¿Y saben por quién? Por el famoso via­jero que llegaba en los momentos más oportunos. Quien lo vióprimero fué Emilia.

-Miren quien está allí: iMinervino! ...

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MONTEIRO LoBATO

-¿Dónde?-Allá viene a nuestro encuentro ...Era verdad. El misterioso viajante se aproximó y los saludó.

como a viejos amigos.-¿Así que están por aquí? ¿Qué buscan en Epidauro?Hércules le contó la historia de la locura de su escudero­

y dijo que había venido a consultar al famoso Esculapio, elsemi-dios de la medicina.

El viajero suspiró.-¡Ay de nosotros! dijo en un gemido. El gran maestro del

arte de curar ya no reside entre los griegos ...-¿Dónde se fué?El viajero señaló hacia el cielo.-Zeus lo transformó en una de las constelaciones de la

bóveda celeste.-¿Por qué?-Ah, amigo mío, Esculapio se perfeccionó demasiado en_

la ciencia médica y de ahí proviene su desgracia. No se limitabaa curar los enfermos, sino que resucitaba a los muertos. Y tan­tas resurrecciones hizo que Plutón, el dios de los infiernos, se.inquietó y se fué a quejar a Zeus: "Esculapio está haciendo dis­minuir demasiado la población de mi reino. La barca de Caron­te, transportadora de los muertos, no tiene ya pasajeros". Zeus.arrugó la frente. "¿Por qué?" preguntó. Y le respondió Plutón:"Porque Esculapio está resucitando a todos los que mueren"..Zeus pensó que, efectivamente, eso constituía una grave irregu­laridad en el orden de las cosas. Si Esculapio devolvía la vidaa los muertos, se estaba transformando en dios como los delOlimpo. Y lleno de celos lo fulminó con uno de sus rayos. Des­pués, reconociendo los grandes méritos del fulminado, lo trans­formó en una de las constelaciones del cielo.

-¿En cuál de ellas? quiso saber Emilia.-En la constelación de la Serpiente.-¿Y por qué de la Serpiente y no del Yacaré?-Porque el Gallo, el Perro y la Serpiente habían sido con-

sagrados al gran Esculapio.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-¿Pero por qué el Gallo, el Perro y la Serpiente y no elRatón, el Conejo y el Hipopótamo? insistió Emilia.

El viajero explicó tranquilamente.-Porque el Gallo y el Perro corresponden a los símbolos

de la Vigilancia y los buenos médicos deben estar siempre vigi­lantes a la cabecera de sus enfermos. Y la Serpiente, porque esel símbolo de la Prudencia, cualidad indispensable a los médi­cos de verdad.

Perucho observó que en el mundo moderno la Serpienteera aún uno de los símbolos de la medicina.

Hércules estaba desencantado ante la noticia. Si Escula­pio no existía, ¿qué hacer de su escudero loco?

Emilia se golpeó la cabeza: señal de idea de primer orden.-jYa encontré la solución! gritó. Esculapio no existe, pero

existe Medea. Le llevaremos el vizconde. Ella lo pica en pedaci­tos, hierve todo en su caldero y del vapor extrae un vizcondenuevo, joven, hermoso y sin ninguna locura.

Los demás se miraron. Era indudable que resultaba unasolución.

-Pero, ¿dónde vamos a encontrar a Medea? preguntóPerucho.

-Minervino debe saberlo, dijo Emilia y miró al viajero.El anciano se sonrió, como si efectivamente supiera el pa­

radero de Medea. Hércules también sonrió, pero de algo extra­ño: de la curiosa coincidencia de que fuera Medea quien cu­rara su locura también.

-Sí, dijo, fué Medea quien me curó de la locura, en Tebas,pero no sé dónde vive ahora esa gran hechicera.

-Está en una ciudad del Atica, casada con el viejo reyEgeo, informó el viajero.

-Pues entonces vayamos a esa ciudad, determinó Hér­cules.

-~-

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MONTERIO LoBATO

EN EL PALACIO DE MEDEA

Fué otro viaje melancólico el que emprendieron en buscade la famosa maga. Todos seguían tristes, y Emilia siempre fu­riosa. Finalmente llegaron. Medea reconoció al héroe que ellahabía curado de la locura y le preguntó a qué venía.

Hércules respondió:-Estamos peregrinando por Grecia en busca de quien res­

tablezca a mi escudero de la Mazorca.-¿Qué tiene?-Locura. Respiró los gases envenenados de las caballeri-

zas de Augias y resultó mal del techo.-Pues tráigalo a presencia mía, respondió Medea y se

asombró cuando Hércules abrió la jaulita que llevaba a un cos­tado y sacó de ella a la pobre mazorca científica.

-¿Esto? ¿Así que esto es el escudero del gran héroe na­cional de Grecia?

Mucho le costó a Hércules convencerla que si el vizcondeera físicamente eso sólo, en ciencias era un sabio mayor quetodos los sabios de Grecia. Y le contó ciertos detalles científicosdel vizconde.

Medea miró a Hércules con cierta desconfianza, como quienestá pensando: "¿Será que yo no lo habré curado bien? ¿Estaráotra vez con los sesos blandos?" Y sólo después del testimoniode los demás, Perucho, Emilia y hasta Medio-y-Medio, resolvióarreglar al vizconde.

-Deme eso, dijo y agarrando al vizconde le arrancó losbrazos, las piernas y la cabeza; después, con un cuchillo, picóbien picadito todo el tronco y tiró todo en el caldero de aguahirviendo. Algunos minutos de hervor dejaron al picadillo en supunto. Un vapor espeso subía de la caldera. Medea dijo sus pa­labras mágicas -y ante el asombro general surgió un vizcondede la Mazorca nuevecito, joven y rosado, sin la menor sombrade locura en la cabeza.

-¡Listo! dijo Medea entregando al héroe el escudero re-

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Tomó al vizconde y le arrancó las piernas, los brazos y la cabeza...

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MONTEIRO LoBATO

parado. Puede llevárselo, pero en pago quiero una cosa, y ledijo al oído lo que quería en pago de haber arreglado alvizconde.

-¡Ah, eso es imposible! respondió el héroe.-¿Imposible? ¿Por qué imposible? insistió Medea.Hércules se la llevó a un lado para un prolongado cu­

chicheo.Emilia bien que adivinó aquella conspiración, pues los

dos interlocutores miraban a cada momento hacia ella, peronunca supo la verdadera causa. Era la siguiente: Medea, co­mo buena hechicera, había descubierto el gran "secreto má­gico" de Emilia y estaba pidiéndole al héroe que le diera enpago de la cura del vizconde a "aquella criaturita maravíllosa".¿Y saben cuál era el secreto mágico que tanto interesaba a unagran hechicera como Medea? Pues simplemente el "figúrate"con que Emilia solucionaba los problemas más difíciles. La his­toria de la aplicación del "figúrate" en la lucha de Hércules conel jabalí de Erimanto había llegado hasta sus oídos.

Fué una felicidad que Emilia no se enterara de la propo­sición de Medea, pues hubiera querido quedarse en el palaciQde la gran hechicera para picar a la gente y hervir el picadilloen el caldero mágico. Diversiones así eran las que gustabanmás a ese diablito.

Mientras Hércules hablaba con Medea, Emilia y Peruchoexaminaban y volvían a examinar al nuevo vizconde. "Vuélva...se de espaldas", decía uno. "Ahora vaya hasta allí y vuelva",decía el otro. "A ver, una carrerita en un solo pie", mandó Emi­lia y el vizconde salió saltando en un solo pie, cosa que nuncahabía hecho en la vida.

-jOptimo! exclamó ella. Medea acaba de damos uno viz­conde más ágil que un mono. Resta saber si es tan sabio co­mo el viejo vizconde. Pregúntale algo de ciencia, Perucho.

Y Perucho le preguntó:-¿Cuántos dedos tiene una mano de maíz?-jCincuenta! respondió el hermoso vizconde y explicó:

"Mano de maíz es una medida de maíz en espigas. Cada mano

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-de maíz tiene veinticinco pares de espigas. Por consiguiente lasespigas son los dedos de la mano de maíz. Y como veinticinco:pares de espigas son cincuenta espigas, la mano de maíz tienecincuenta espigas! ...

Perucho se quedó con la boca abierta ante la viveza delvizconde hervido y se quedó con ganas de pedirle a Medea que10 hirviera también a él en el caldero mágico. i Imaginen quéPerucho no saldría!

Hércules no le pudo pagar a Medea el precio de la cura delvizconde y se la quedó debiendo. Se despidió de ella y se retiró.llevando a Emilia por la manita, temiendo que en último ins­tante la hechicera la raptase.

Nada más tenía que hacer allí. Era tiempo de que volvie­ran a Micenas a fin de que el héroe diera cuenta a Euristeo dela ejecución del Quinto Trabajo.

Se pusieron en camino y al día siguiente tuvieron, una vez.más, la preciosa compañía del viajero. Y 10 raro es que apare­ció justamente en el momento en que Emilia deseaba conocerla historia de Circe, hermana de Medea.

-¡Qué pena que Minervino no esté aquí para contarnos lahistoria de Circe! había dicho la ex muñeca y, como por encan­to, Minervino apareció. Una coincidencia así era para espan­tar a cualquiera, ¿pero qué podía espantar a nuestros héroes?En vez de quedarse muda, Emilia dijo con la mayor naturalidad:

-Cuéntenos, Minervino, la historia de Circe, la hermanade Medea ...

Minervino tosió y les habló de la isla de Ea donde vivíaCirce.

-iQué isla maravillosa! El palacio de la hechicera era unverdadero encanto. Imposible mayor lujo. Y dentro de ese cas­tillo Circe vivía una vida de sueño, cantando, bailando o ha­ciendo preciosos bordados, rodeada de leones, tigres, lobos yotros animales feroces ...

-¿Qu~ historia es ésa? preguntó Emilia intrigada. No lo­gro entender ...

-Circe tenía una belleza sin par, explicó el viajero, de ma-

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nera que vivía atrayendo héroes a su isla. Pero apenas ellosdesembarcaban, ella los tocaba con su varita mágica y los trans­formaba en lo que quería -leones, tigres, lobos. .. Cuando alvolver de la guerra de Troya el navío de Ulises tocó aquella isla,la curiosidad de muchos compañeros del héroe los llevó a espiara la famosa hechicera y Circe ¡zás! los transformó en cerdos.

-¿En cerdos? ¡Pobrecitos!. ..-Sí, en cerdos. Pero uno que logró escapar a ese destino

cruel fué volando a contárselo todo a Ulises. Este Ulises era unverdadero símbolo de la sabiduría humana y de la astucia. Alconocer la suerte corrida por sus compañeros, reflexionó y de­cidió buscar el consejo de Hermes, de quien era protegido.Hermes le dió unas yerbas mágicas que 10 defendiesen de todoslos sortilegios de Circe y 10 instruyó en todo cuanto tenía quehacer. Y allá fué Ulises, muy satisfecho de la vida, al palaciode Circe. Y tanto y cuanto hizo con sus historias y mañas queterminó por hechizar a la hechicera. La tonta terminó perdiditade amor por él. El que ama nada niega al objeto amado y Uliseslogró que la hechicera volviera a transformar a sus compañerosy fueran hombres otra vez. Ulises pasó un año entero en la islade Ea, envuelto en la belleza de Circe; después, con mucho tacto,consiguió permiso para ir un momento a la isla de 1taca ...

-Yo sé, dijo Perucho. Itaca era la patria de ese héroe, yallí vivía su esposa Penélope, haciendo siempre aquel bordadoque no terminaba jamás.

-¿Y por qué no terminaba jamás? quiso saber Emilia.-Por qué Penélope deshacía de noche lo que había borda-

do durante el día.-¿Y para qué esa tontería?Perucho se puso furioso.-La tonta eres tú con tantas preguntas. ¿No conoces la his­

toria de Penélope que abuelita nos contó? Penélope era la fielesposa de Ulises, el que había ido con todos los héroes de Ho­mero a la famosa guerra de Troya que duró diez años. Termi­nada la guerra, Ulises empleó otros diez años en viajes por maryen maravillosas aventuras antes de llegar a la isla de Itaca ...

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La tonta estaba perdida de amor por él . ..

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:MONTEIRO LoBATO

-¿Y la pobre Penélope se pasó todo ese tiempo esperan--do? Nunca he visto mujer más tonta ...

-Sí, dijo el viajero. Penélope es el símbolo de la fidelidad.conyugal.

-¡Lo que era es la tonta número uno! berreó Emilia. Vein­te años esperando a un marido que no hacía más que enamorara todas las Circes del camino. Ah, si fuera yo ...

-Así es. Penélope 10 esperó con la mayor paciencia, pro~

éSiguió Minervino; y para ganar tiempo y eludir a los numero­sos príncipes que la cortejaban.

-¿Por qué la cortejaban?-Porque todos se querían casar con ella para ocupar el

trono de Ulises. Y entonces ella ...-Ya sé, respondió Emilia. La tontona se quedó haciendo

ese bordado que nunca terminaba, llamado la tela de Penélope.Ahora recuerdo que doña Benita nos 10 contó.

Minervino quiso saber quién era esa tal doña Benita dequien a cada momento hablaban los chicos. Emilia le dijo:

-Ah, mi amigo, doña Benita es una Circe de los tiemposmodernos, una hechicera de nuestra isla del Benteveo Amarillo.

-¿También transforma a héroes en animales?-No. Hace 10 contrario. Transforma a los animales en seres

racionales limpios de espíritu. La varita mágica de doña Benitase llama Bondad. Con esa varita ella me transformó de muñecade trapo que era en 10 que soy; a un rinoceronte de Africa lotransformó en Quindín e hizo del Burro Parlante un verdaderofilósofo -y Emilia fué inventando mil cosas sobre doña Beni­ta, mitad verdaderas, mitad fantasía.

Perucho estaba admirado de la imaginación de ia ex mu­ñeca y le dijo al vizconde: "Ella está mejor que nunca. Hastaparece que la hubieran hervido" ...

Y así, en esa conversación encantadora en la que se mez­claban hechiceras y dioses, héroes y animales, invenciones deEmilia y mitologías de Minervino, el grupo de Hércules llegóa Micenas.

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LAS DOCE HAzANAS DE HÉRCUl.ES

EL REY ANTIPATICO

El campamento a orillas del arroyo estaba igualito a como10 habían dejado. Al viajero le gustó mucho el Templo de Aviay las costillas de los cameros "encontrados" por centaurito.Hércules fué a la orilla del riachuelo a entregarse a las deliciasde uno de sus baños hercúleos. Hercúleos, sí, tales eran las ca­briolas que hacía en el agua. Parecía un delfín.

Perucho, mirando la canastita de Emilia encontró una se­rie de novedades curiosas; un paquetito de estiércol de las ca­ballerizas de Augias, un frasquito con caldo de la hervida delvizconde y hasta una "mentira" mitológica: un trozo de la telade Penélope.

Después del baño, Hércules fué a Micenas a hablar con "elantipático", que era como la muñeca llamaba a Euristeo. Eserey ya sabía todo con relación al Quinto Trabajo de Hércules.Como el héroe tardó en volver, la noticia de su proeza había lle­gado antes que él. En toda Grecia no se hablaba más que de lalimpieza de las caballerizas de Augias y de la destrucción deese mal rey por el segundo ejército del héroe.

Después de mil comentarios sobre todas las cosas, Emilia"apretó" al misterioso viajero para obligarle a contar quien era.

-A mí no me engaña nadie, dijo la ex muñeca. Juro que. tú eres un mensajero del Olimpo, una especie de Hermes de ladiosa Minerva ...

El viajero se quedó con la boca abierta. No podía compren­der cómo aquella criaturita había penetrado en su secreto.

-¿Cómo 10 sabes? preguntó.-¡Que cómo 10 sé!. .. Pues porque adivino las cosas. Eso

de que tú aparezcas justamente en los "momentos psicológi­cos", que sepas tantas cosas de la historia, la leyenda del país,me hace desconfiar ...

Minervino terminó por contarlo todo.-Sí, dijo, soy un mensajero de Palas, y sepan que es gra­

cias a esa diosa que están todos vivos ...

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MONTERIO LoBATO

-¿Por qué? preguntó Perucho asustado.-Porque Hera lo sabe todo, y está furiosa por el auxilio que

vosotros le prestáis a Hércules. La verdadera razón de que elhéroe haya realizado cinco trabajos sin que le pase nada estáen una cosa: en la ayuda que vosotros le habéis dado. El casodel jabalí de Erimanto, por ejemplo, dejó a Hera impresionadí­sima. Yo mismo le oí decir a Hermes: "Es aquella hechiceritaquien me anda estropeando el juego. Tiene un talismán mágico:aquel "figúrate", con el cual ha salvado a Hércules de algunassituaciones peligrosísimas". Y le encargó a Hermes que le ro­bara a Emilia ese talismán ...

-¡Qué cosa! exclamó Perucho inquieto. ¿Así que el Olim­po ya está enfadado con nosotros?

-¡Si estará! ... No se habla de otra cosa. Hasta Zeus andpinteresándose por vosotros, pero a favor vuestro. Hera P:,d1 con­tra y por eso Palas me envió para que, bajo la f"":...aa de viajero,os ayudara y guiara en los momentos peligrosos, y neutralizaray deshiciera las trampas de Hera. Esa diosa está empeñada enterminar con Emilia.

Al oír semejante cosa, Emilia se puso colorada de rabiay dijo:

-¡Mala bicha! ... Pues quiero ver qué me puede hacer,¡Con mi "figúrate" le voy a dar un papirotazo en la nariz! ...

El vizconde intervino para advertirle una cosa muy seriaen Grecia.

-Cuidado con N émesis, Emilia ...Sólo Minervino entendió al vizconde y le dió la razón, di­

ciendo:

-Sí, Némesis es la divinidad de la Justicia y también ladivinidad que castiga a los inculpados de hybris.

-¿Hybris? repitió Perucho. ¿Qué historia es ésa?-Hybl'is es el pecado de la insolencia en la prosperidad.

Cuando una persona se vuelve muy importante y comienza adespreciar a los demás, y a sentirse muy orgullosa de sus dones,comete pecado de hybris. Y allá viene N émesis a castigarla,abatirle el orgullo. Emilia está demasiado orgullosa, vanaglo-

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

riándose en exceso. j Eso es hybris y debe tener cuidado con ladiosa Némesis! ...

-¿Y no estás tú aquí para protegerme por orden de Palas?-Claro que estoy, pero mis poderes no son ilimitados. Si

tú abusas, ¿qué podré hacer? Némesis es poderosísima.Emilia se encogió, un tanto amedrentada. Minutos después

Perucho la vió quemando sobre una piedra algunas yerbas se­cas. "¿Qué es?", le preguntó. Y ella respondió: "Esto es un altarde la gran diosa Hera a la que estoy ofreciendo ~ sacrificio deplantas aromáticas".

Perucho le guiñó un ojo al mensajero de Palas.

* * *En el palacio de Euristeo, Hércules no pudo ni hablar. Ape­

nas había abierto la boca para relatar la realización del QuintoTrabajo, el "antipático" lo detuvo con un gesto.

-Ya lo sé todo y estoy muy descontento con el desenlacede este último trabajo. Mi orden era nada más que para quelimpiara las caballerizas de Augias, no para que lo expulsaradel trono. Espero que de ahora en adelante haga lo que le man­do y no se exceda en hazañas no ordenadas.

-Así será, Majestad, respondió humildemente el héroe.¿Y ahora?

Euristeo ya había combinado con Eumolpo el nuevo Tra­bajo que impondría a Hércules, un trabajo mucho más peligro­so que los cinco anteriores: la destrucción de las ferocísimasaves del lago Estinfalo.

-El nuevo trabajo que he tenido a bien imponerte, dijocon la mayor solemnidad Euristeo, es ir a Estinfalo y destruirlos abejorros. Eso sólo -e hizo el gesto de final de audiencia.

Hércules no sabía nada de aquellas aves, pero no dejó desentirse aprensivo. Si Euristeo lo mandaba atacarlas es que noeran aves comunes. Y si no eran aves comunes, ¿qué serían?

Cuando volvió al campamento, Perucho salió a su en­cuentro.

-¿y ahora, Hércules?

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MONTEIRO LoBATO

El héroe respondió:-Tengo que volver a Arcadia para destruir las aves del

lago Estinfalo.-¿Qué aves son?-No 10 sé ...Hércules no sabía nada de esas aves, pero Minervino debía

saberlo. ¿Qué no sabía el misterioso mensajero? Perucho se fuéa consultarlo.

-Amigo, ¿qué sabe de las aves del lago Estinfalo? Euris­teo acaba de ordenar a Hércules que vaya a destruirlas.

Minervino se puso pálido.-¿Las aves del lago Estinfalo? iAh, sí, ya sé. .. Son unas

aves monstruosas e invencibles. Tienen plumas de bronce, cor­tantes como navajas. Desde lejos lanzan las plumas con unapuntería segura y ¡ay! del viajero que es tocado por ellas ...En mi opinión, ese Trabajo es mucho más difícil y peligrosoque los anteriores.

-¿Por qué?-Por causa del número de las aves, que son más de miL

Imagínate a todas ellas tirando contra el héroe sus plumas debronce al mismo tiempo. Basta que una le acierte ...

-Pero desde lejos Hércules puede matarlas con sus flechas.Minervino sonrió.-Hércules es uno y ellas son mil. Por cada flecha que les

lance el héroe, ellas le lanzarán mil plumas. ¿Cómo resistir? Creoque el asunto es muy serio y voy a aconsejarle a Hércules queno haga nada antes que yo discuta en el Olimpo este problema,que es muy serio.

Perucho estaba seriamente preocupado. En verdad aqueltrabajo era diferente. Hasta entonces Hércules había tenido quehacer frente a un enemigo único; ahora tenía que hacer frentea mil al mismo tiempo. Todo cambiaba de aspecto. Y Peruchorecordó a las hormigas que, siendo tan pequeñitas, vencían porel número.

Minervino propuso:-Combinemos una cosa. Vosotros podéis ir ahora mismo

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES:

a la Arcadia, pero no hagáis nada sin oírme. Voy a consultar­a mi diosa y después os iré a buscar.

-¿Dónde? preguntó Emilia.-En los alrededores de la ciudad de Estinfalo.Dijo eso y se alejó.Medio-y-Medio llegaba con la cena: los tres cameros de

costumbre. No hay nada mejor para sacar las preocupacionesque un buen asado de camero. Una hora después ya ninguno-­recordaba a las aves de Estinfalo.

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Hércules deshizo a puntapiés la pared de las caballerizas.

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VI

LAS AVES DEL LAGO ESTINFALO

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LOS PAJARRACOS CON PLUMAS DE BRONCE

El lago pantanoso de Estinfalo estaba cerca de la pequeñaciudad del mismo nombre. Era un lago como cualquier otrodel mismo tiempo. Cierta mañana, sin embargo, corrió una cu­riosa noticia: el lago estaba lleno de unos extraños pajarracosacuáticos.

La alegría de los estinfalinos fué muy grande. Las avesacuáticas son, en general, buenas para comer -como los patos,los ánades y los gansos. De inmediato salió rumbo al lago ungrupo de cazadores, armados de arcos y flechas. Iban en buscade provisiones para comer.

Ya de lejos vieron los cazadores la superficie de las aguasllena de tales pajarracos, mucho mayores que los cisnes. Y conunas plumas extrañas, color de bronce -unas plumas metáli­cas. ¿Qué aves serían aquéllas? Los hombres se aproximaroncautelosamente, agachados, ocultos por la vegetación de laorilla: cuando vieron a las aves a su alcance, hicieron buenapuntería y lanzaron sus flechas.

Las flechas acertaban a las aves y rebotaban como si hu­bieran tocado sobre cuerpos sólidos. Nueva serie de flechasfueron lanzadas, igualmente sin el menor efecto. Golpeaban alas aves en el pecho y botaban rechazadas.

El caso espantó a aquellos hombres; y además vieron queen vez de mostrarse asustadas, como es común a las aves acuá­ticas cuando los cazadores las atacan, aquéllas erizaban las plu­mas y los miraban con ojos muy vivarachos, como si observa-

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MONTERlO LOBATO

ran la posición de sus atacantes. Era evidente que seI:1ejantesaves iban a pasar de agredidas a agresoras. ¡Y qué beiicosas pa­recían!

¿Qué hacer? Los cazadores se miraroi1 entre ellos. Por finresolvieron intentar una nueva carga, y nás de cien saetas vo­laron nuevamente rumbo al pecho de. les pajarracos. Y lo queentonces sucedió fué el asombro de los asombros.

Los pajarracos, más erizados toc:avía, rompieron en unaatronadora gritería; después sacudieron las enormes alas comosi se quisieran desembarazar de las plumas -y mil plumas vo­laron por el aire y cayeron sobre les cazadores. i Qué hecatom­be! No quedó uno solo de pie. Todos se derrumbaron como ful­minados. Las plumas lanzadas contra ellos eran de bronce ycortantes como dagas ...

En seguida acudieron las aves apresuradas y en minutosdesgarraron y devoraron a 103 cazadores. Eran aves antropó­fagas.

Como aquellos hombref; no regresasen a Estinfalo. la po­blación empezó a inquietE.rse. Nuevos cazadores salieron enbusca de los primerc s y 1:2.mpoco volvieron. Sólo desp~fs de ladestrucción de dos-::ientos o trescientos estinfalinos cOLlpr~ndió

la ciudad 10 que p~saba.

El pánico fu:5 inme·.lso. El llanto de las mujere.:: que habíanperdido tan trágicame nte a sus esposos no tenút fin. AIJenas~i uno logró salverse ~! se apareció en Estinrnlo, con dos plUIl"asde bronce como mUeftra. ¡Ah, cémo ci:culalon ,quéllas ele m::::!:D

en mano! TlX10s qllerían verlas, \Jlerlas, pu:barlas. Quedó elpunto aclc::ado: ,,:¡lago estabaUeno C:c: .remendlsimas aves~e plumas de br"lt' e, comedora~ <le C8.l'Ot;: humana ...

¿Qué hacer -¡' La lucha era impos:iUie. Se hacía necesario,recurrir .~ los h6'roes, porque sQl'-amen~ 'os grandes héroes, como:HércUle:os, Tt::seo, Perseo, Ja~ y otNs, sabían luchar y vencer;a l~ mor.struos. Fueron en:Vlado~ lY.ensajeros R. la corte de los:r~elS ~on pedidos c.e Ilu~ilio; y entanccs I:,,-,-;s~:':) per~s5 enlférr.llles. ¡Ah, es'- . ·\~z e: héroe ::iUcumbiría en 12. e;:nprese!

1\1:ientras tao l,.l •. _~ -::,-;:.. (,l el 1.a~o seguían en la faena de

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El lago estaba lleno de extraños pajarracos acuáticos . ..

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MONTEIRO LoBATO

cazar cazadores, pastores y gente común, fuesen hombres, mu­jeres o niños. Viajeros incautos, que nada sabían y pasabanjunto al lago, eran cruelmente destrozados por las plumas debronce y luego devorados. La matanza se hizo horrible.

Las cosas estaban en ese punto cuando Hércules llegó aEstinfalo. La alegría de los habitantes fué enorme. Ningunoignoraba quién era el héroe. Su victoria sobre el león de Ne­mea y el jabalí de Erimanto corría de boca en boca.

Hércules fué a conferenciar con el jefe de la ciudad.-Sí, jefe, aquí estoy mandado por Euristeo para destruir

las aves de plumas de bronce.-¿Cómo las va a atacar?-Con mis saetas.El jefe se echó a reír.-Ninguna saeta tiene efecto contra esas aves, Herades,

porque están revestidas de una verdadera coraza de plumas debronce. Nuestros cazadores se empeñaron en comprobarlo, y yano existen los que fueron tan imprudentes ...

Hércules se rió. Las flechas de los hombres comunes eranuna cosa, pero las suyas otra muy diferente. Nunca hubo unser vivo, hombre o animal, que resistiera a una sola; y a pesarde la advertencia del mensajero de Palas, el héroe se decidióa hacer aquel mismo día la experiencia. Después de acomodara Medio-y-Medio, Perucho y los demás en un "camping" a laorilla de la ciudad, marchó solo con el arco en puño y el carcajlleno de sus mejores saetas. Y tuvo cuidado de examinarlasuna a una a ver si Emilia no las habría "humanizado". El me­dio que tenía Emilia de "humanizar" las flechas era quebrarlesla punta ...

Hércules se aproximó al lago 10 más cautelosamente quepudo, agachado, oculto aquí por un macizo de vegetación, alHpor una roca. De esa manera llegó a un sitio desde el que pudoexaminar a su placer a los pajarracos. Grandes, sí, enormes y decolor metálico. Estaban tranquilos, nadando serenamente en lasuperficie del lago. Minutos antes habían detenido y devoradoa toda una famlia de descuidados viajeros.

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Puso la flecha en el arco y 10 tendió al máximo . ..

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.~~:.:;

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MONTERIO LoBATO

Hércules eligió una saeta de punta bien agudizada, armóel arco y lo distendió hasta el máximo. Hizo puntería y ¡Zás! . ..La flecha se desprendió silbando y fué a golpear en pleno pe­cho al ave más próxima.

-¡Blom! ...El choque produjo un sonido de campana de bronce, pero

nada de clavarse la saeta en el blanco; se desvió para la dere­cha y allá adelante se fué a perder en el agua. El sonido de cam­pana fué como un toque de rebato. Todas las aves lo oyerony se agruparon; pero· como no descubrieron en donde estaba elimprudente cazador, no hubo ningún ataque de plumas debronce. Se limitaron a permanecer alertas, espiando por todoslados.

Hércules se quedó impresionado. El mensajero de Palasestaba en lo cierto. Con flechas no podría vencer a aquellospajarracos, ni tampoco los vencería con su poderosa clava.¿Cómo penetrar en semejante pantano con la clava empuña­da? Se hundiría en el fango y las aves lo devorarían vivo. Eramejor aceptar el consejo de Minervino -y resolvió ir a espe­rarlo al campamento.

Hércules se alejó del pantano con la misma cautela conque se había aproximado; y como cerca de los esqueletos de­los cazadores muertos viera muchas plumas de bronce, cogióuna de las menores para llevársela de regalo a Emilia.

Al llegar al campamento encontró al centaurito asando lostres carneros de cada día y a los demás sentados alrededor delfuego. Perucho se levantó.

-¿Y entonces, Hércules? ¿Qué resolvió? dijo el pequeño.El héroe suspiró.-Todavía nada. Comprobé un punto bien desagradable:

mis saetas no se clavan en la vestimenta de las plumas de bron­ce de los tales pajarracos. Chocan contra ella, le arrancan unsonido de campana y rebotan. Y como tampoco puedo hacernada con la clava, no sé ...

-~­

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

AMOR, AMOR ...

N adie tenía la menor idea del tiempo a esperar en los alre­dedores de Estinfalo. Podía ser una hora como días. Peruchoconsideró la idea de montar un campamento como el de Mice­nas y salió montado en Medio-y-Medio para sondear y elegirel lugar adecuado. Pronto encontró uno bien cómodo, con unarroyo de aguas cristalinas, floresta próxima y abundancia decarneros. Arcadia siempre fué toda un rebaño. Las únicas per~

sanas allí existentes eran pastores y pastoras, algunas jóvenesy bonitas. Después de montado el campamento, de cuando encuando venían pastorcitas curiosas a observarlos, al principiomuy miedosas, pero pronto muy compañeras.

Eso dió como resultado una cosa completamente prodigio­sa e imprevisible. El vizconde --cuyo carácter había cambiadomucho después del hervido- comenzó a sentir dentro de síunas extrañas comezones. A intervalos suspiraba y daba vueltalos ojos. Emilia desconfió y fué a decirle al niño:

-Me parece una cosa, Perucho : el vizconde está enamo­

rada ...-¿Qué?-Enamorado, sí. Cada vez que aparece por aquí aquella

graciosa pastorcilla Climene, se queda nuestro pequeño sabiosin saber qué hacer, como el que siente una cosa que no sabelo que es. Para mí, que se trata de amor ...

-Imposible, Emilia. Nunca se vió un marlo enamorado ...-Tampoco hubo nunca un marlo que hablase, que cono-

ciera la ciencia, que enloqueciera, y el vizconde habla, conocela ciencia y enloquece. El cambió, de la misma manera que yocambié. Cambió por efecto de esta Grecia maravillosa.

Perucho se puso a pensar en aquello y a observar al viz­

conde.A poco apareció Climene, una jovencita de diez años, con

un hermoso presente de queso de leche de cabra y aceitunas.A la pastorcita aquella le gustaba contar las cosas de Arcadia

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y preguntar cómo se vivía en el mundo moderno. Las historiasde la quinta de doña Benita, que Emilia le narró, le dabanvueltas en la cabeza.

i Qué linda chica Climene! Cutis de un lindo color morenoy un perfil completamente griego, con la clásica nariz en línearecta. Emilia se acordó de aquella esclava Aglae, la de la casade Pericles 1. El mismo tipo, el mismo modo de hablar y hastalas mismas curiosidades. Su mayor placer era montar comolos otros en la grupa del centaurito y dar galopadas por loscampos.

Cuando Climene apareció con su presente de queso y acei­tunas, llegó el vizconde corriendo. Perucho se puso a observar­lo con disimulo. Sí, el vizconde parecía otra persona junto a lapastorcilla. Si quería hablar, se atragantaba. Si andar, tropeza­ba. Y no apartaba los ojos de ella. En cierto momento se alejódel grupo, fué a hacer un ramillete de flores silvestres y muytorpemente se acercó a ofrecerlo a la pequeña.

Climene fué el primer amor del vizconde de Sabugosa -elprimero y el último. Nunca más lo pudo arrancar de su cora­zón. Todo eran pretextos para buscarla y para enseñarle algu­nas cosas científicas. Y no terminaba con sus regalos. Climeneacabó notando aquella asiduidad y en cierto momento se acer­có a Emilia y dijo:

-¿Por qué será que me mira tanto y anda tanto conmigo?Emilia se rió.-Ah, Climene. El vizconde era una cosa antes de hervido

y ahora está muy cambiado -y le contó el caso de la coccióndd vizconde en la caldera de Medea. Hasta aquel día era unsabio como otro cualquiera. Solamente cultivaba la ciencia.Pero de repente se enloqueció y entonces nos lo llevamos alpalacio de la gran hechicera Medea para que le diera un hervoren su caldero mágico. Del vapor que salió del caldero, Medeahizo un vizconde nuevo muy distinto al anterior. Todavía legusta la ciencia y sabe muchas cosas; pero la ciencia ya no

,1 El Mlnotauro.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

es todo para él, como antes. Y ¿sabe por qué? Porque estáenamorado.

-¿Enamorado? repitió la pequeña muy admirada.Era muy niña y todavía no sabía nada del amor. Emilia

se 10 tuvo que explicar todo.-jOh! Pues debes corresponder al amor del vizconde.

Cuando él guiñe tú guiñas también; y le explicó el "guiño" delamor. Cuando él suspire, tú también debes suspirar. Y si él davuelta los ojos, tú debes dar vuelta los ojos.

-¿Y cuando me dé un ramito de flores? preguntó la pe­queña.

-Besas las flores y te las pones en el vestido. Tambiénpuedes de cuando en cuando darle una flor ...

Los amores del vizconde se convirtieron en la diversión deEmilia y Perucho durante las horas de espera en el "camping"de Estinfalo. Hasta Hércules se dió cuenta del juego y le en­tretuvo.

Hércules empezaba a sentirse seriamente preocupado. Tresdías habían pasado y Minervino sin aparecer. Le vino una ideaa la mente. Llamó al oficial de gabinete y le dijo:

-Tengo miedo de una cosa, Perucho: que Hera haya des­cubierto la función de Minervino y 10 haya aprisionado. Acuér­dese 10 pronto que se nos apareció en las ocasiones anteriores,y ahora ha viene, justamente ahora, que nos había prometidovenir. Recelo que le haya pasado algo. Todo es posible en estalucha entre diosas.

El héroe estaba en 10 cierto. Las repetidas apariciones deMinervino en el Olimpo hicieron que Hera sospechara algo. Else aparecía por allí y se quedaba en los rincones cuchicheandocon Palas, la protectora de Hércules. Y tanto hizo Hera que llegóa descubrir 10 que hacía aquel personaje: era ellleva-y-trae dePalas, su mensajero secreto.

-jHum! gruñó le vengativa diosa. Espera que te voy adar -y llamó a Hermes. Oyeme, Hermes. Palas anda traman­do cosas en contra mía para favorecer a Hércules. Anda a loscuchicheos con aquel mensajerito -y señaló a Minervino. Quie-

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ro que te conviertas en mosca y te acerques a ellos para ente­rarte de 10 que conversan.

Hermes hizo 10 que le mandaron. Se convirtió en mosca y seposó en el hombro de Minervino que estaba en aquel instan,temuy entretenido con Palas.

-¿Está él ya allí? había preguntado la diosa. (El era Hér­cules).

-Sí respondió Minervino. N os separamos en Micenas, des­pués que Euristeo le encargó que destruyera los pajarracos dellago de Estinfalo. Yo, sin embargo, le aconsejé que se fueraa la ciudad de ese nombre, pero que no hiciera nada hastarecibir instrucciones mías; y aquí estoy para recibir las órdenesde la gran Palas. Aquellas aves son indestructibles por los me­dios comunes -flechas o c1ava- a causa de las plumas debronce que las revisten. Si Hércules las ataca, está perdido. Enestos momentos debe estar acampado en los alrededores de Es­tinfalo, esperándome.

Palas reflexionó durante unos momentos. Después:-Sí, sin mi ayuda, Hércules no conseguirá nada. Esas ave~

de bronce son una estratagema de Hera que las ha puesto en .aquel pantano justamente como una trampa contra Hércules.. ·Pero tengo una idea. Soy dueña de aquellos címbalos con· losque me obsequió Hefestos. El sonido del bronce de esos cúnba­los es tan terrible que no hay oídos que 10 soporten. Le vayamandar mis címbalos a Hércules. Se aproximará al lago y loshará vibrar con toda su fuerza. Las aves, aturdicas, huirán muylejos, pues ni siquiera las aves de plumas de bronce s(!)portanla vibración de los címbalos de Hefestos.

Dijo y marchó a buscarlos. Los envciviá en un pedazo denube y disimuladamente se los entregó G.l mensajero. Minervínopartió.

La mosca posada en su hombro voló inmediatamente y des­pués de asumir de nuevo la forme. de Hennes se presentó a con­társelo todo a la vengativa esposa de Zéus.

-Hércules sólo podrá hacer uso cíe esos címbalos si yodejo de ser la diosa de la~ diosas, rugió Hera. Ve a colocarte

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---~=­El pobre mensajero rodó al abismo . . ,

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a las puertas del Olimpo, Hermes. Cuando el mensajero apa­rezca, empújale por la montaña abajo de modo que ruede en­tre las rocas y se despedace. i Ah, Palas! No sabes con quiénestás lidiando ...

Hermes cumplió fielmente las instrucciones recibidas. Co­rrió a colocarse en la puerta del Olimpo y cuando aparecióMinervino con los címbalos, lo empujó cerro abajo con un grangolpe. El pobre mensajero rodó por la escarpada pendiente delmonte Olimpo, dando de piedra en piedra y haciéndose mil pe­dazos. Pero Palas, vivísima como era, percibió la maniobra yacudió a deshacerla de un modo muy curioso: haciendo quetodos los pedazos fueran a caer en la caldera de Medea. Lagran hechicera, que estaba ocupada en hervir un nuevo picadi­llo humano, se llevó un gran susto en el instante de condensarlos vapores. En vez de un "rejuvenecido" aparecierox¡ dos: elque le habían encomendado y otro nuevo completamente im­previsto.

-¿Quién eres tú? le preguntó Medea a Minervino, el quevolvió a la vida reverdecido, joven y sonrosado; y al enterarsede lo ocurrido se alegró. Ella era también amiga de Hércules, alcual había salvado ya de la locura y que le debía también elrejuvenecimiento de su "escudero".

Esto explica la razón de la demora de Minervino en apa­recer en los alrededores de Estinfalo, como había prometido.

Todavía entontecido por el hervido, Minervino recompusolos címbalos de Palas, caídos cerca de la caldera, y con ellosmarchó a toda prisa hacia Estinfalo. Encontró al héroe juntoa la hoguera, comiendo el asado de todos los días. Emilia fuéquien primero lo vió.

-Allá viene un lindo mozo, dijo ella al distinguirlo desdemuy lejos. ¿Quién será?

Todos miraron. Sí, un mozo de linda apariencia con unpaquete debajo del brazo. Ninguno lo conocía.

Minervino se aproximó y dijo:-Pronto, Hércules. Aquí estoy como prometí.El héroe no entendió.

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LAS DoCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-¿Quién eres? le preguntó.-¿Ya no me conoces, Hércules? ¿Ya no conoces al men-

sajero de Palas?Todos se echaron a reír.-El mensajero de Palas es viejo, le dijo Hércules. Tú

eres joven.-Fuí viejo, explicó Minervino, pero el caldero de Medea

me rejuveneció -y contó toda su historia. Después, para do­cumentar sus palabras, desenvolvió los címbalos y se los entre­gó a Hércules.

-Aquí tienes, le dijo, los prodigiosos címbalos con queHefestos, el dios del fuego y de los metales, obsequió a midiosa Palas. Ella los ofrece a Hércules como el único medio deahuyentar a las aves de plumas de bronce.

-¿Cómo? preguntó el héroe que no 10 comprendía.-Si a estos címbalos se les hace vibrar con gran fuerza

a la orilla de la laguna de Estinfalo, las aves de bronce, atur­didas, abandonarán el pantano y se alejarán para siempre enel cielo.

Perucho se acercó para ver el instrumento. Era un triángulode hierro con una serie de campanillas del más sonoro bronceque hubo en el mundo. Hefestos, que tenía el secreto de todoslos metales, no había fundido jamás uno tan potente comoaquél, y justamente por eso se los ofreció a Palas, su gran amigaen el Olimpo. Emilia tuvo la mala idea de experimentar el so­nido de una de las campanitas y la golpeó con una laja depiedra. A pesar de que el golpe fué insignificante, el sonido quese produjo los dejó completamente aturdidos durante una hora,con la impresión de haber quedado sordos. Imagínense el efectode todas las ~ampanillas agitadas al mismo tiempo por la tre­menda fuerza del gran héroe.

-¿Y quién es Hefestos? preguntó Emilia, y el mensajerode Palas explicó.

-~-

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MONTERIO LoBATO

LA DISPERSION DE LAS AVES

-Hefestos, pequeña, es uno de los hijos de Zeus y Hera.Como nació muy feo, su madre, furiosa, 10 tiró del Olimpo paraabajo ...

-jQué peste! exclamó Emilia, pero se golpeó la bocacomo retirando la expresión. Es decir, ¡qué enérgica! ...

-Sí, Hera se horrorizó de aquel hijo y 10 arrojó del Olim­po para abajo, bien encima de la isla de Lemnos, en donde.había un volcán. Allí creció Hefestos y se convirtió en herrero,¡y qué herrero! ... Un herrero como no hubo otro en el mundoy cuya fragua era un volcán ...

El vizconde cuchicheó en el oído de Climene que aquelherrero era conocido en el mundo moderno como Vulcano..Minervino siguió:

-En esa gigantesca fragua se quedó trabajando los meta­les, todos los metales, incluso el bronce maravilloso con quehizo estos címbalos. Y era a Hefestos al que Zeus encomen­daba la fabricación de sus rayos. Periódicamente el divino he­rrero escalaba la montaña del Olimpo para llevar a Zeusnuevos haces de rayos y componer los que se torcían. Estable·ció sus oficinas en el centro de la tierra, junto al volcán, y allítrabajaba con los Cíclopes, esos gigantes que tienen un soloojo en medio de la frente. Todas las famosas piezas de metalde nuestra Grecia han sido fabricadas p~r él. Fué él quien hizoel trono y el cetro de Zeus. El que construyó el carro deHelios ...

El vizconde cuchicheó a Climene que Helios era el cocheroque conducía el carro del sol.

- ... el escudo de Aquiles y otras cosas más. Como fuesemuy feo y cojo, Zeus, a título de compensación, ie dió comoesposa a Afrodita, la diosa de la hermosura suprema ...

El vizconde cuchicheó al oído de Climene que Afrodita era"la misma Venus, madre de Eros o Cupido.

-Pero, continuó Minervino, en ningún trabajo se esmeró

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

tanto Hcfestos como en el temple de estos címbalos, y ustedesacaban de tener la prueba. Con el golpecito que Emilia les diócasi quedamos todos con los tímpanos reventados.

-Pero, ¿por qué razón ese Hefestos hizo semejante re­galo a Palas? preguntó Perucho.

-¡Ah!, pues porque no hay diosa del Olimpo a quien He­festos quiera más, ya que vino al mundo justamente por suintermedio.

-¿Cómo es eso?-En cierta ocasión Zeus se sintió atacado por un dolor

de cabeza horrible. Ningún remedio 10 aliviaba. Por fin, llevadopor la desesperación, mandó llamar a Hefestos a la isla de Lem­nos. "¿Qué quieres de mí, Zeus?", preguntó el herrero. "Quieroque me abras el cráneo con un golpe de mazo, porque no so­porto la intensidad de este dolor". Hefestos no discutió: levantóel mazo y descargó sobre la cabeza del dios de los dioses ungolpe tremendo, tal como el que dió Hércules en la cabeza deljabalí.

-y los sesos de Zeus, saltaron lejos. .. dijo Emilia.

-No. De la cabeza de Zeus no salieron los sesos; salióPalas-Atenea, armada de escudo y lanza. De ahí la ligazónentre Hefestos y mi gran diosa.

Todavía contó Minervino muchas cosas del herrero cojo,mientras masticaba la carne asada que le dió Perucho.

-Bueno, dijo Hércules, después de terminada la historia.Tengo que cumplir mi misión. Voy alIaga a aturdir a las avescon estos címbalos. Quédense aquí y tápense los oídos todo10 que puedan.

-¿Con qué? preguntó Emilia. Si hubiera unos copos dealgodón ...

No había algodón, pero en la floresta abundaban los mus­gos. Medio-y-Medio salió a galope para juntar un montón.Todos se tapujaron los oídos con el musgo. Hércules hizo lomismo y allá se fué rumbo al pantano, con los címbalos debajodel brazo.

Emilia se subió al árbol más alto de todos para espiar la

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MONTEIRO LoBATO

escena de lejos y desde la cima les fué describiendo a los demáslas peripecias de la hazaña. Parecía un "speaker" de radiodescribiendo un partido de fútbol.

-Allá se acerca él. . . Firme, garboso, lindo. .. i Qué amorde atleta es nuestro Lelé!. . . Ya llegó a la orilla del lago. Estárecorriendo las aves con la mirada como para despedirse deellas. . . Las aves ya lo han visto. .. Comienzan a agruparse ...

En ese momento un terrible sonido llenó los aires. A pesarde tener los oídos llenos de musgo y de estar tan lejos, todos sesintieron completamente ensordecidos. Emilia desde lo alto se­guía gritando, aunque ninguno la oyese.

-¡Empezó! . . . Está sacudiendo los címbalos con una fuer­za tremenda. Parece que la gente ve el sonido salir del bronce ...Las aves están afligidas. . .. No comprenden lo que pasa. Setapan con todas sus fuerzas los oídos. .. Inútil ... El son de loscímbalos traspasa todo obstáculo. .. Ahora las aves empiezana parecer como enfermas. .. Sí... Parecen cucarachas en díade lluvia que no saben si correr o volar. .. Algunas están yavolando ... y otras ... y otras ... y ahora todas ... ¡Todas,sí! ... Todas alzaron el vuelo y allá van subiendo por las nu­bes. . . Se van quedando pequeñitas. . . Puntos en el espacio ...Ya. .. ¡Desaparecieron!

Hércules había dejado de tocar "los címbalos.-Vamos al encuentro de él, gritó Perucho. Nuestro gran

héroe acaba de realizar maravillosamente su Sexto Trabajo ...Fueron al encuentro de Hércules todavía con los oídos en­

sordecidos y un gran zumbido dentro de la cabeza.Lo encontraron caído en tierra como muerto. Perucho lo

sacudió:'Eh' 'H' 1 r 'H' l' 'Q' t . ?-1 . 1 ercu es .... 1 ercu es .... c. ue e pasa, amIgo.

y el héroe nada, mudo como un pez.-¿Lo habrán herido con alguna pluma? sugirió Emilia;

pero el examen que Perucho le hizo no reveló nada.-Se encuentra en estado de choque, por causa de la vio­

lencia del sonido, dijo el vizconde. Tenemos que dejarlo enreposo por una o dos horas.

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renden 10 que pasa ...Las aves están afligidas... N o comp

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Pero no fué así. Sólo al día siguiente volvió Hércules en síde aquel estado de choque causado por la violencia del sonidode los címbalos de Palas-Atenea. Pero estaba como quien ter­mina de salir de una pesadilla.

Perucho agarró los címbalos y los envolvió muy bien en eltrozo de nube, diciendo: "Si esto queda descubierto, de repenterecibe un golpe por azar y nos deja nuevamente sordos".

-¿Y el mensajero?Había desaparecido misteriosamente.El sonido de los címbalos no los había aturdido solamente

a ellos en las inmediaciones del pantano. Alcanzara también ala ciudad. N o hubo en ella quien no quedara sordo. Pero des­pués de restaurada completamente la nonnalidad de los tímpa­nos, no hubo quien no corriese a visitar las márgenes del pan­tano. ¡Qué desolación!. .. Esqueletos y más esqueletos de lasgentes comidas por los pájaros antropófagos. Y por el suelouna cantidad de plumas de bronce.

Minervino había partido para el Olimpo y allí estaba cu­chicheando con Palas en un rincón.

-y entonces, ¿cómo fué la aventura de Heracles?-Ah, diosa, nunca vi un trabajo más bien hecho. Cuando

Heracles empezó a sacudir los címbalos, el sonido fué "dema­siado", las aves empezaron a agitarse como atacadas de súbitalocura. Fueron levantando el vuelo y desaparecieron en elespacio.

-¿Para dónde irían?-Se lanzaron con rumbo al sur. Con seguridad para los

desiertos de Mrica.Luego le contó el empujón que Hennes le había dado y

cómo sus pedazos habían caído muy bien dentro de la calderade Medea ...

-Ya sé, ya sé, le dijo Palas. Lo vi todo y fué por obramía que eso sucedió. Una vez más ha salido Hera derrotada.

La alegría de la población de Estinfalo fué inmensa. Seveían libres de la mayor de las calamidades. Hubo fiestas y

más fiestas en honor del gran héroe y de sus amigos. Climene

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no se apartaba más de la banda, siempre cortejada por el viz­conde ... y también por Perucho. Ah, j qué melancólica escenala "desilusión del vizconde" cuando. percibió que tenía un rivaly que ese rival era el preferido por Climene! La pastorcillacorrespondía al amor del vizconde por broma. Gustar de ver.dad, solamente le gustaba Perucho.

En cuanto Hércules habló de partir, hubo algunas resis­tencias.

-¿Por qué tan pronto? dijo Perucho. Es tan simpáticaesta ciudad de Estinfalo ...

El vizconde suspiró y habló de quedarse unos días máspara "los estudios del dialecto griego allí hablado" y hastaClimene aplicó la brasa a su sardina.

-¿Y si volvieran los pájaros? dijo. Yo, si fuera Heracles,me quedaría algún tiempo más ...

Por compasión de los tres, el héroe atrasó su marcha pormás de tres días. Por fin dijo:

-Basta de enamoramientos. Me voy a Micenas.Hubo conmovedoras despedidas. Abrazos. Y por indica­

ción de Emilia, el vizconde le dió un besito a Climene -el pri­mero y el último de su vida ....

EL REGRESO

El viaje de regreso se produjo sin novedades. Como Emiliademostrase interés en conocer la vida del héroe desde sus co­mienzos, el vizconde le dijo:

-Estuve hoy conversando sobre el asunto con el mensa-jero de Palas y puedo contar lo que oí.

-Pues, cuenta. ¿Cómo fué el nacimiento del héroe?El vizconde carraspeó y comenzó:-La madre de Hércules era la mujer de mayor belleza del

mundo. Se llamaba A1cmena. Un día dió a luz dos criaturas

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MONTEIRO LOBATO

gemelas: Hielo y Alcides, que fué el primer nombre de nuestrohéroe. Pero Juno desconfió de la alegría de su divino marido.Aquel interés de Zeus por los gemelos le causó celos y desdeentonces empezó a perseguirlos. La primer cosa que hizo fuédar orden a dos horribles serpientes de escamas azuladas paraque fueran a la cuna de las criaturas y las devorasen ...

-¿Juno o Hera? interrumpió Emilia.-Hera es la misma Juno. Yo prefiero decir Juno porque

el nombre de Hera se confunde con el verbo "era" y a vecesenreda la historia. Los pequeños estaban en el mejor de lossueños cuando las serpientes entraron en el cuarto con los ojosenrojecidos de fuego y las lenguas fuera. La oscuridad eracompleta; nadie las podía ver. ¿Cómo salvar a las dos criaturas?Pero desde el Olimpo Zeus descubrió la maldad de Juno e hizoque una intensa elaridad iluminara el cuarto. j Los gemelosdespertaron ofuscados por la luz y vieron a las cobras! ...

-Imagínense el susto de los pobrecitos, exelamó Emilia.¿Y después?

-Hielo fué el que despertó primero. Dió un grito de pavory salió disparando. Sólo entonces despertó Alcides. Despertó,pero no huyó, porque su destino era no huir de ningún peligro.En vez de escapar, agarró a las dos serpientes por el pescuezoy comenzó a asfixiarlas como hizo con el león de Nemea. Lasserpientes se enroscaron en él, atacadas de horribles convul­siones, pero sus manos no aflojaban y apretó de manera queno tuvieron más remedio que morir.

-¡Bravo! ¡Bravo! gritó Emilia. Un chico así qUlsIeratener yo. ¿Y la tal Alcmena, su madre, no hizo nada?

-Alcmena dormía en el cuarto próximo. Al oír el grito deHielo, despertó a su esposo Anfitrión y demás gentes del pala­cio. Corrieron todos al cuarto de las criaturas y allí se encuen­tran con aquel cuadro horrible: i el pequeño Alcides agarrandoa las serpientes por el cuello, una en cada mano! Alcmena dióun grito de horror, pero el pequeño sonrió y lanzó a sus pieslas dos serpientes muertas ...

-jQué placer para Alcmena tener un hijito así! ¿Y después?

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Después Alcmena fué a consultar a un gran adivino deaquellos tiempos, el famoso Tiresias, para que le dijera la bue­naventura al chico. Tiresias se concentró y habló que ni eloráculo de Delfos: "Tu hijo se convertirá en un héroe inven­cible y concluirá transformado en una de las constelaciones delcielo, pero eso después de haber destruído aquí, en la tierra,a los monstruos más tremendos y sobrepujado a los guerrerosmás temibles. El Destino le impone Doce Trabajos de gran im­portancia. Por fin morirá devorado por el fuego de N eso yentonces su alma irá a morar en el "Olimpo".

-Sí. Tiresias no se parecía a las tiradoras de cartas denuestro mundo moderno, que yerran mucho más de 10 queaciertan. Todo cuanto dijo se cumplió fielmente. Después de lalectura de la suerte del pequeño, Alcmena se tranquilizó y tratóde criarlo de la mejor manera posible. La educación de Alcidesfué orientada por Linos, un hijo de Apolo, el cual le enseñó lasciencias y las letras.

Emilia hizo un gesto irónico y dijo que no daba nada porel tal profesor, visto que su discípulo Hércules en materia deciencias y letras sabía mucho menos que un marIo científico.El vizconde explicó:

-Es que las ciencias enseñadas entonces no eran las denuestro mundo moderno, sino las ciencias de la lucha, o el artede la lucha, puesto que la lucha es más bien arte que ciencia.Linos le enseñó todos los trucos de los grandes luchadores, laszancadillas, cómo aplicar un buen "swing" en la quijada deladversario y cómo hacer todas esas cosas que tanto le gustana Perucho. También le enseñó a manejar la clava y a no erraruna sola flecha. Le enseñó a gobernar los carros de carrera,a enristrar la lanza, a defenderse con el escudo, a atacar alenep"ifYo y protegerse de sus golpes, a organizar un ejército.Nada hubo que no le enseñase.

-Apuesto a que hubo, dijo Emilia. Apuesto a que no leenseñó a leer ni escribir.

-La lectura y la escritura sirven de muy poco a los héroes.Por 10 general son analfabetos. Con ellos sólo vale el músculo

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MONTEIRO LoBATO

y la agilidad. Y así se fué fonnando Alcides, para no dejar malal gran Tiresias que le había hecho el horóscopo y adivinadoel porvenir. Un poeta griego llamado Teócrito cuenta en unode sus poemas que la cama del pequeño Alcides era una pielde león, y que desde muy pequeño se alimentaba de carneasada en vez de sopas de pan, leche condensada y otras ton­terías modernas. Y ya entonces comía como un changador.

-La cuenta de hoyes de tres carneros, dijo Emilia. Nolo hace por menos. Aquel día que solamente se comió dos, sentílástima de él. ¡Qué hambre pasó aquella noche!

El vizconde continuó.-Pero su tremenda energía tenía que causar muchos de­

sastres, y de ahí todas esas muertes y homicidios de que le echanla culpa. Se volvió un gran matador de hombres y animales.¿y sabéis quién fué su primera víctima?

-¿Quién?-Su propio maestro Linos ...-¡Bien hecho! exclamó Emilia. ¿Quién lo manda ense-

ñarle tanta "ciencia". ¿Y por qué lo mató?

-El caso fué así. Cierta vez Linos, queriendo probar losprogresos de su discípulo, le pidió que eligiese el mejor librode una estantería llena con las mejores obras maestras de lasletras griegas. Y Alcides eligió el Manual del Perfecto Cocinero~

de un tal Simón. Linos, enojado, le dió un gran rezongo. Y eljoven Alcides, perdiendo la cabeza, cogió una cítara que teníaa su alcance y con ella le aplicó a Linos uno de los golpes queaquél le había enseñado. Y lo mató.

-¡Diablo! ¡Qué genio!. .. exclamó Perucho.-Era uno de esos crímenes por los que castiga la ley y

allá se fué nuestro Alcides al tribunal de justicia. Allí se defen­dió citando una célebre "Ley de Radamanto", que no conside­raba crimen de homicidio el cometido contra un atacante. Linoslo había atacado con palabras violentas y él le había replicadocon un citarazo. Lo absolvieron. . . Pero Anfitrión, temeroso deque siguiera cometiendo hazañas como aquélla, envió al chicoal monte Citerón a vivir entre pastores, y allí fué donde se

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completó el desarrollo de Alcide. En Citerón mató al primerleón, un león terrible, que estaba devastando los rebaños delrey de los Tespios. Comenzó con ese hecho su verdadera vidade héroe.

-Para mí empieza con el estrangulamiento de las serpien­tes, cuando aún estaba en la cuna, aseguró Emilia.

-Sea, dijo el vizconde. Pero los grandes hechos de Alcidesse produjeron después de la muerte de ese león. Yendo a Tebasencontró aquella ciudad dominada por el Rey Ergino, el cualhabía impuesto a los tebanos un tributo anual de cien bueyes.Hércules llegó a la ciudad exactamente el día en que los emi­sarios de Ergino se habían presentado a reclamar los cien bueyesdel primer pago.

-"¿Qué historia de bueyes es esa?" preguntó, y al saberla imposición de Ergino agarró a los emisarios y les cortó lasorejas y las narices. "Díganle a ese tal rey Ergino que sus cienbueyes son estas orejas y estas narices cortadas". No era po­sible una ofensa más grave y el rey Ergino levantó un ejércitopara atacar a los tebanos. La gran fuerza de aquel ejércitoestaba en su caballería, pero nuestro héroe al frente de lostebanos empleó un recurso: rellenó con enormes piedras elúnico paso entre montañas por donde podría llegar la caballe­ría. Eso trastornó gravemente el ataque de Ergino, el cual fuéderrotado y murió en la lucha. Los tebanos entonces le impu­sieron al reino de Ergino el pago de un tributo de doscientosbueyes. Gracias a Hércules la situación había cambiado. Muyagradecidos de su ayuda, los tebanos consagraron al héroe va­rios templos y le erigieron diversas estatuas. Una de ellas dedi­cada a Heracles Rinokloustes o el "corta narices", y otra a He­racles Hippodetes o el que "cierra el paso a los caballos". Yademás de ello el rey de Tebas le concedió la mano de su hijaMegara.

-¿La misma a la que dió muerte durante su período delocura?

-Sí, la misma; Megara le dió tres hijos, y todo marchabamuy bien. Pero Juno ...

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MONTEIRO LoBATO

-¡Ya se estaba demorando! Juno es de esas que no olvi­dan ni perdonan nunca. Una perfecta fu ... -iba a decir Emi­lia, pero se tragó la mitad de la palabra "furia". Emilia comen­zaba a temer a Juno.

MAS HAZAÑAS DE HERCULES

El vizconde continuó:-La locura de Hércules fué un artificio de Juno, la cual

10 enloqueció a propósito para que matase a su esposa e hijos-y ya vimos como fué eso. A consecuencia de aquel horribledesastres Hércules se condenó a sí mismo al exilio y cayó enlas garras de Euristeo.

Todo eso 10 contó el vizconde, bien acomodado sobre ellomo de Medio-y-Medio, mientras proseguían rumbo a Mice­nas. Hércules iba detrás, callado, meditando alguna idea. Emi­lia 10 miró y dijo: "¿En qué estará pensando Lelé?"

-Apuesto que en la comida, respondió Perucho. Ya esla hora.

Un poco más adelante, a la orilla de un riachuelo, se de­tuvieron para cuidar de sus estómagos. Medio-y-IVledio saliSal galope para "encontrar" los carneros de costumbre, y los chi­cos se quedaron conversando con el héroe.

-¿En qué está pensando, Lelé? preguntó Ernl1ia.Hércules hizo el gesto del que despierta de un sueño. Se

quedó con la mirada fija durante un instante. Después dijo:

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No puedo comprender lo que es. Fuego ... llamas ...

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-Estaba pensando en qué cosas nuevas inventará Herapara perseguirme. Tengo miedo a una cosa, Emilia: que, apesar de la protección de Zeus y de Palas, Hera termine de­rrotándome. N o descansa. N unca vi un odio igual. Desde eldía en que maté las dos serpientes, nunca ha dejado de con­cebir medios de acabar conmigo. Y queda aquella previsión deTiresias preocupándome mucho.

-¿La tal de la hoguera de N eso?-Sí. No puedo comprender 10 que será. Fuego - hoguera-

llamas . .. ¿De qué manera podré morir quemado? Le tengohorror al fuego ...

-¡Oh! ¡El fuego es efectivamente horrible! dijo Emilia.Cierta vez, allá en la quinta, el día de San Juan, me quemé eldedo con pólvora i y cómo me dolió! Sólo cuando tía Anastasiamojó la quemadura con querosén se me pasó el dolor.

-¿Pólvora? ¿Querosén? murmuraba Hércules que oía porprimera vez tales palabras.

Perucho y el vizconde se aproximaron.-Vizconde, dijo Emilia, cuéntale aLelé 10 que son la

pólvora y el querosén.El vizconde habló como un verdadero filósofo.-La pólvora, dijo, fué la gran invención que acabó con

los héroes. En los tiempos modernos no puede haber héroescomo estos de Grecia, sencillamente porque la pólvora no 10permite. La fuerza física sirve de poco. Con un tiro, hasta unniño puede derribar a un gigante.

-¿Tiro? ..

-Sí, Hércules. El tiro es el estallido de la pólvora dentrode un caño -y el vizconde explicó, como pudo, el mecanismo deltiro. Habló de las escopetas, de los revólveres, de los cañones,de las bombas aéreas, todo artes de la pólvora. Pero por másque explicase Hércules se quedaba 10 mismo y hacía preguntasdesalentadoras.

-¿Entonces a un león como el de Nemea, a una hidra denueve cabezas, o a un jabalí como el de Erimanto, los derribanustedes con el tal tiro?

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-¡ Jugando, Lelé! exclamó Emilia. Hasta los rinocerontesy los hipopótamos del Mrica, que son los bichos mayores queexista, un cazador cualquiera los derriba con una bala en lacabeza.

-¿Bala?-La bala es la mensajera del tiro. Existe el tiro que es la

voz de la pólvora; y luego que el tiro suena, allá va su men­sajera "bala" a clavarse rápidamente en el enemigo. Este va­cila y muere ...

-¿Y qué tamaño tiene esa mensajera?-¡Oh! ... A veces es muy pequeñita. Para abatir un león

de Nemea o un jabalí de Erimanto, basta una balita de estetamaño -y le mostró el dedo pulgar de Perucho.

Hércules se asombró. Imposible concebir semejante pro­digio. ¿Cómo una cosita tan minúscula podía dar cuenta de unmonstruo? Emilia se reía.

-Es que esas mensajeras atraviesan todo 10 existente.Atraviesan escudos, corazas, y penetran en el cuerpo de losatacados.

Hércules se sonrió, y apuntando para la piel del león de

Nemea, que por ser invulnerable llevaba siempre con él, lepreguntó:

-¿Atraviesa también eso?-j Sí 10 atraviesa! ¡Jugando! ...-¿Cómo? ¿Si esta piel es invulnerable?

. -Será invulnerable aquí, para las saetas y lanzas. Peropara una bala de carabina o revólver, es tan vulnerable comoun higo podrido. . . .

Emilia habló de higos porque Medio-y-Medio se aproxi...maba llevando una cesta de higos, ¡y qué deliciosos estaban!

-Buenos como aquéllos de la casa de Pericles, dijo Emi­lia comiendo uno. Está como miel ...

-y también traigo miel, dijo el centaurito presentandoun ánfora llena. Y también estas tortas ...

Fué una fiesta. Hasta el héroe se hartó, y la conversaciónrecayó sobre frutas. Perucho contó la historia de todas las fru-

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tas de la quinta de doña Benita: las sandías, los mangos, los"coyas" ...

- Tenemos allí las llamadas frutas tropicales, di10 el pe­queño. Aquí, en Grecia, solamente hay frutas de "l8.S zonasfrías o templadas: manzanas, uvas, peras. Y dátiles, ¿hay poraquí, Hércules?

Hércules confesó que en Grecia solamente había dátilesimportados.

-También allí donde nosotros vivimos solamente hay dá­tiles importados. Vienen en latitas.

Hércules quiso saber 10 que eran "latitas" ...La dificultad en conversar con los griegos estaba en que

ellos no podían tener idea de las cosas modernas. "Lata","jarra", "caja de fósforos", "cigarrillos" ... ¿Cómo explicarlesesas cosas a quien no las vió nunca? Pero de todo cuanto loschicos dijeron, 10 que más le interesó al héroe fueron las cara­binas y los cañones modernos. Cuando supo que un cañónlanzaba una bala enormísima a muchos kilómetros de distancia,abrió la boca. Y mucho más cuando supo que las balas "esta­llaban" cuando caían.

-¿Entonces, dijo, desde aquí los héroes modernos pue­den destruir una ciudad como Micenas que está a diez leguas?

-j Jugando! respondió Perucho. En las guerras de nues­tro mundo el enemigo recibe balas sin descubrir quién las tira-y le habló de los bombardeos aéreos.

i Ah, lo que costó hacerle entender lo que era un avión!-¿Aves de hierro? ¿Como las de Estinfalo?-¡Peor, mil veces peor! Son aves enormísimas, que vuelan

a grandes alturas con velocidades prodigiosas y desde lo altodejan caer bombas o balas de tamaños increíbles. La ciudadde Berlín fué destruída por varios días de lluvia de bombas"arrasa manzanas".

-¿Qué quiere decir eso?-Quiere decir que cada bomba arrasaba una manzana

entera.Hércules no salía de su asombro. Después preguntó:

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Hércules volvió a meditar, con la mirada perdida . ..

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-Pero, entonces, la vida en el mundo moderno es un ho­rror. y si llueven sobre las ciudades bombas desde el cielo,¿cómo se arreglan las mujeres y los niños?

-Todos van a la fosa común. Quedan reducidos a papilla.Aquí la lucha es sólo contra monstruos o contra otros guerre­ros. Allá la furia de las balas no distingue: le da a quien en­cuentra. El gran pasatiempo Q!:' nuestros tiempos modernosestá en destruir, destruir y destruir. Ciudades enteras desapa­recen en horas. Poblaciones enteras son despedazadas. Poreso a nosotros nos gusta tanto esta Grecia tan bonita, llena dehéroes que solamente atacan monstruos, llena de dioses ama­bles, de pastores y pastorcitas, de ninfas en los bosques, denáyades en las aguas, de faunos y sátiros en los campos.

Perucho confirmó las palabras de Emilia.-Sí, sí, Hércules. Para nosotros los modernos, esta Gre­

cia es tan bonita que por mi gusto yo me quedaba acá. ¡Cómole gustaba a abuelita la Atenas del tiempo de Pericles! Hastahoy suspira cuando se acuerda de la semana pasada allí, dela Panatenea en la que Naricita tomó parte -y abuela también,disfrazada con un viejo vestido de doña Aspasia ... (l) Pormí, yo no salía nunca más de esta Grecia que es el encantode los encantos.

Hércules recayó en meditaciones, con la mirada quieta ...La comida de aquel día fué la mejor de todas. Además de

los asados de costumbre tuvieron una espléndida sobremesa.Después recayó la conversación sobre la aventura de tía Anas­tasia en la isla de Creta. Eso dió motivo para que el héroe serefierese a lo que corría por el pueblo.

-Se habla mucho de un toro enfurecido que apareció enCreta y hace grandes estragos. Tengo recelo de que despuésde este último trabajo, Euristeo me mande terminar con esetoro.

-¿"Recelo", Hércules? exclamó Emilia. ¿Puede Hérculestener recelo de nada?

1 El Mluotauro.

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El héroe declaró que se trataba de un toro loco y él teníamiedo a los locos.

-Después de mi período de demencia, quedé con un ver­dadero horror a la locura. La gente no sabe nunca 10 que unloco va a hacer. Los locos me desorientan y me causan una-sensación muy desagradable de inseguridad ...

-Con los borrachos pasa igual, dijo Perucho. Es 10 que.abuelita dice siempre. Y ya que hablamos de bebidos, ¿seráverdad 10 que cuentan de Baco, Hércules? ¿Que vive borracho?En nuestro mundo moderno llamamos a los bebidos "devotosde Baco".

El que contó a los chicos la historia de Baco, no fué Hér­1:ules, sino el mensajero de Palas, el cual reapareció en aquelinstante, inopinadamente.

DIONISOS

Antes de que Minervino tomara la palabra, el vizcondeexplicó que en Grecia no hubo nunca ningún Baco. Ese nom­bre fué romano. El que hubo en Grecia fué Dionisos, al quemás tarde les romanes transformaron en Baco.

Minervino, que no sabía nada de eso, por ser cosas delfuturo, se admiró mucho. Después contó la historia de Dionisos.

-Ese dios, dijo, es hijo de Zeus y de Zemele, la cual mu­rió fulminada meses antes de que él naciera. Zeus entoncestomó al pequeño y 10 colocó dentro de su propio muslo, endonde 10 dejó estar hasta el día marcado para el nacimiento.

-¡Qué cosa! exclamó Emilia. Esos tales dioses del Olim­po nacen de todas formas. Palas brotó de la cabeza de Zeus.Ahora el tal Dionisos sale de su muslo... Esto me recuerdala galera de aquel prestidigitador que apareció en la ciudad enel circo de los caballitos. No había nada que no saliese de sugalera: patos, palomas, conejos ...

Minervino continuó:

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-Así nació Dionisos y fué educado por las ninfas de Nisa.Pero una vez educado, salió por el mundo como un verdaderosalvaje. i Qué vida la suya! Más parecía un héroe que un dios.Visitó a muchos reyes; se hizo amar por Ariadna, en la isla de¡Naxos; tomó parte en la guerra de los dioses contra los gigan­tes, dirigió una expedición a la India. Tuvo nombres en canti­dad: Nisio, Bromio, Ditirambo, Evios, Bakos, Zagreo, Sabazio...y siempre andaba seguido de una alegre comitiva de sátiros,faunos, ménades, bacantes, sUenos y hasta del dios Pan.

_.i Qué juerguista debía ser! comentó Emilia. ¿Y no fuéél quien inventó el vino?

-Sí, contestó Minervino, porque a él se le atribuye elorigen de la uva. El vino no es otra cosa que el jugo de la uvafermentado. De ahí el haberse convertido en el dios más popu­lar de todos, en el dios de las alegres fiestas en que hay muchovino y todos quedan con la cabeza atontada ...

Estas historias iban siendo contadas durante la marchahacia Micenas. Minervino seguía alIado de Medio-y-Medio demanera de poder ir hablando con los chicos mientras camina­ban. Y aun estaba hablando de Dionisos cuando llegaron a unaaldea en fiestas -justamente una fiesta dionisiaca, con muchosbailes alegres y mucho vino. Hércules dió la voz de alto. Seríacurioso mostrar a los chicos cómo era una fiesta popular en laArcadia.

En la plaza principal de la aldea, todo el pueblo se hallabareunido para asistir al desfile de una procesión cómica. Alfrente venía un macho cabrío adornado con flores y coronas;detrás seguían bailarines y músicos tocando cítaras y flautasde Pan. Unos cantaban y saltaban. Otros gritaban como poseí­dos por el delirio. Después la procesión se detuvo delante de untosco tablado en el que se estaba realizando una representa­ción teatral muy cómica. Y todo con el mayor entusiasmo.

Minervino iba explicando:-Esa es la alegría dionisíaca. Hay una contaminación

general. Todos vibran de alegría. Son las fiestas que más legustan al pueblo común.

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y se puso también a saltar, bailar y cantar . ..

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Perucho observó que aquello debía ser el origen del car­naval moderno, y le dió una idea a Minervino de 10 que erael carnaval moderno.

-Pero allá el dios del carnaval no es Dionisos sino un talMomo. Los devotos de Momo se alegran, saltan, se diviertencomo aquí excitados por el vino y el "clima". Se disfrazan detodas las formas, con máscaras en los rostros y los vestidos másextravagantes. Estoy viendo que las cosas del mundo son ente­ramente las mismas: sólo cambian de nombre.

El vizconde, entusiasmado, resolvió tomar parte en la re...presentación. Subiendo al tablado se puso tarpbién a saltar,bailar y cantar. Y como todos hallasen mucha gracia en aquellaextrañísima araña de galera, se convirtió en el héroe de la fiesta.Luego le dieron un trago de vino. El vizconde se 10 bebió de ungolpe y empezó a "excederse". Hizo cosas que habrían hecho1110rir de vergüenza a doña Benita y tía Anastasia, si 10 supieran.Cosas impropias de un vizconde.

-¡Quién 10 ha visto y quién 10 ve! exclamó Perucho.Nuestro vizconde, que era tan grave y sesudo, está ahora hechoun verdadero pícaro. Hasta bebe... Imagínese si se aficionaal vino y termina borrachín.

-Cuando volvamos a la quinta tenemos que hacer quetía Anastasia rehaga al vizconde, dijo Emilia. Este se ha vueltodesvergonzado por demás. El bueno era el de antes ...

A Hércules le gustaba el vino y casi bebió también, peroEmilia no 10 dejó.

-jNada, Lelé! Tú con vino en la cabeza te debes volverla peste de las pestes. Eres capaz de hacer las mayores locurasy dar cuenta de toda esta pobre gente. No quiero que bebas.

Hércules suspiró.Como se hizo tarde, resolvieron quedarse adormir en

aquella aldea. Al día siguiente, antes de que la población sa­liera de la cama, ya estaban de nuevo en camino.

-Siento como un aire de mIércoles de ceniza, observóPel'ucho, y le explicó al mensajero de Palas como era el miér­coies de ceniza en el mundo moderno, cuando toda la gen te

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que tomaba parte en las fiestas del Carnaval aparecía con carade resaca y un sabor de mango de paraguas en la boca.

MinerVino entonces contó muchas cosas de las fiestas dio­nisíacas y de las demás fiestas populares helénicas. En aqueltiempo las palabras "Grecia" y "griego" no existían. Todo aque­llo era entonces la "Hélade", y sus habitantes se llamaban"helenos".

-¿Yeso por qué? quiso saber 'Emilia. Y fué el vizcondequien lo explicó. A pesar de su "resaca", el marlito todavíafuncionaba bastante bien.

-Hubo por allí un jefe de tribu llamado Helen, hijo deDeucalión y de Pirra, el cual se hizo rey de la Focia. Los súb­ditos de Helen se llamaron helenos y todas estas tierras deGrecia fueron pronto conocidas como Hélade o país de loshelenos.

-Pero, ¿de dónde llegaron esos helenos? quiso saberPerucho.

-Dice la historia que procedían del Cáucaso, donde laraza es blanca y muy bonita. Emigraron de allí para acá en eltiempo de los pelasgos, que eran una cosa así como los indios

·de aquí, o habitantes primitivos. Como fuesen muy valientes einteligentes, los helenos de Helen sometieron a los pelasgos ylos sustituyeron.

-Lo mismo que allá en nuestra América los europeossustituyeron a los indios, cuchicheó Emilia al oído de Hérculesal que le estaba enseñando muchas cosas de la historia ame~

ricana en general: Bolívar. Wáshington, San Martín.El vizconde continuó:-Fueron los romanos quienes más tarde descubrieron ese

nombre de Grecia. Era su manía cambiar el nombre de las co­sas, y muchas veces lo cambiaban para peor, pues Hélade meparece mucho más bonito que Grecia. Mucho más noble, mu­cho más no sé qué ...

. Esta conversación fué interrumpida por un incidente ver~

daderamente maravilloso. Al llegar a cierto punto, se encon...traron con un enonnísimo gigante que gemía bajo un peso

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MONTEIRO LOBATO

tremendo. Era Atlas. .. Era el gigantesco Atlas, condenado asostener el cielo sobre los hombros.

El espanto de los chicos no tuvo límites. Todos se quedaroncon los ojos tan abiertos que casi se les salían de las órbitas,y Emilia tembló por primera vez en su vida. Minervino explicóque Atlas era uno de los gigantes o titanes que habían hechola guerra a los dioses del Olimpo. Fueron vencidos y castiga­dos. A Atlas, Zeus lo condenó por toda la vida a sostener elpeso de los cielos.

Hércules se le aproximó y le preguntó por qué gemía tanto.-¡Ah, héroe! contestó el gigante. Gimo porque estoy

ansioso por robar una de las manzanas del Jardín de las Hes­pérides y no puedo. Si largo esto, el cielo se caerá sobre latierra y la aplastará.

Hércules, el héroe de mejor corazón que jamás hubo en elmundo, se apiadó del titán y le dijo:

-Pues vete en busca de la manzana de oro, que yo sos'"tendré el cielo entretanto. Pero no demores mucho.

Atlas sonrió, y pasando el cielo a los hombros del héroe,se fué.

Emilia se quedó asombrada. A pesar de conocer la inmensafuerza de Lelé, jamás supuso que llegase hasta aquel puntó.i Sostener el cielo sobre los hombros!. .. y con miedo de que nopudiera aguantar y se cayera al suelo desmayado, se leaproximó:

-¡No abuses de esa manera, Lelé! Larga eso. El conde­nado a sostener el cielo fué el gigante y no tú. Pero Hérculesnada respondía; no podía ni hablar.

La aflicción de los pequeños era grande. ¿Y si Atlas no re­gresara? ¿O si cuando regresara ya estuviera Hércules derren­gado por el peso? Pero felizmente Atlas volvió. Venía radiantecon el dorado pomo en la mano.

-¡Sujete el cielo en seguida, que Lelé está ya sin habla~

no aguanta más! le gritó Emilia con la mayor impaciencia.Atlas guiñó picarescamente.-¿Cargar otra vez con ese peso, yo que conseguí librarme

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de él? ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ... Quién es tonto pide a Zeus que 10mate y a Caronte que se 10 lleve.

Emilia vió las cosas mal paradas. Si aquel estafermo novolvía a su puesto, Hércules dejaría caer su carga -y con ellacaía sobre la tierra toda la inmensidad de los cielos, con todaslas estrellas y planetas ¿y qué pasaría? Ni una patita de pulgase escaparía al más completo aplastamiento. Fué 10 que ellale explicó a Atlas.

-¿Qué pasará si tú no contienes el cielo? Lelé no podrámás y 10 soltará, el cielo se vendrá abajo y el primero que seráaplastado serás tú, que eres el más grandote. La luna golpearáen tu cabeza antes de llegar a las nuestras.

y señalando a Hércules que ya daba señales de estarexhausto:

-¿No ve que ya las fuerzas están llegando a su fin? Unossegundos más y pronto Lelé se entrega. .. Ayúdele un poquitomientras él toma aliento.

Atlas, en su inmensa estupidez de gigante, resolvió "soste­ner el cielo un poquito mientras el héroe tomaba aliento", yvolvió a colocarlo sobre sus hombros.

¡Qué alivio! Al verse libre de tamaño peso el héroe cayósentado, sin habla, pálido como la muerte. Emilia le abanicó elrostro, le dió a beber agua. Hércules fué volviendo en sí. Sesopló 10 mismo que el vizconde. La sangre le volvió al rostro.Por fin habló.

-¡Caramba! ¡Qué peso! ... Estoy como reventado pordentro. Unos segundos más y soltaba la carga...

Pasaron tres minutos. Pensando que Hércules debía estarsuficientemente descansado, Atlas 10 llamó:

-Venga, amigo. .. Basta de respiro ...Emilia se llevó las manecitas a la cintura y le dijo:-¡Pedazo de bobo! ... El que se va a quedar ahí toda la

vida eres tú, porque fuiste tú y no Lelé quien se sublevó contralos dioses.

Al oírla, Atlas tuvo un acceso de furia y aún con el cielosobre los hombros extendió una mano para agarrar a Emilia

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y torcerle el pescuezo. Con aquel movimiento, la bóveda celeste.vaciló y casi se cae. .. Fué un' momento terrible. Hércules deun empujón sostuvo al cielo de su lado, mientras Perucho' casi.le arranca el brazo a Emilia del tirón que le dió.

Pasó el peligro. Todos respiraron. El cielo había vuelto alequilibrio de siempre, bien seguro sobre los hombros de Atlas.Perucho estaba con el corazón a saltos por el tremendo peligro'pasado. Le costó volver a la normalidad. En esto vió que Emiliaguardaba algo en su canastita. Espió. ¡Era la manzana de las:Hespérides! Atlas la había dejado caer en el suelo y ella, más..que de prisa, la vió y la escondió ...

EURISTEO . SE ENFURECE

Al día siguiente, bien descansado, fué Hércules a Micenas:­a dar cuenta al soberano de la realización de aquel último Tra­bajo. Al saber que el héroe había espantado muy lejos a lasaves del lago Estinfalo, Euristeo se mordió los bigotes.

-¡Mi orden no fué ésa! gritó levantándose en el trono.Mi orden fué destruir aquellas aves. Si te has limitado a espan-·tarlas, pronto las tendremos allí otra vez.

-No hay peligro, Majestad. El recuerdo del sonido de los;címbalos hará que no vuelvan jamás.

-¿Qué címbalos?-Los címbalos que Hefestos le regaló a la diosa Palas.,Euristeo, que no sabía nada, abrió los ojos.-¿Cómo los conseguiste? quiso saber.-Directamente del Olimpo, enviados por Palas, por inter--

medio de un mensajero.Euristeo miró a Eumolpo, que estaba al lado del trono~.

muy lambeta como siempre. El caso se complicaba. Si Hérculesestaba protegido de tal 'manera por Palas, Hera debería tomarotras providencias. Y Euristeo tembló. Conociendo el poder de

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES.

Palas, tuvo miedo de que esta diosa, en su furia por protegera Hércules, terminase con él. Esto había que pensarlo.

-Bueno. .. Si es así, le dijo a Hércules, preséntate aquÍmañana. Vaya pensar el asunto, a ver qué nuevo Trabajo·te doy.

Hércules se volvió al campamento y al día siguiente com­pareció ante el rey, cuyo aspecto no era ya el de la víspera.Por el contrario, estaba alegre y confiado como quien tiene.nuevas ideas. La razón del cambio era que en su conferencia.con el ministro Eumolpo éste le había hablado así: "Hay unacosa que tal vez Hércules no consiga realizar: la destruccióndel Toro de Creta". Euristeo no sabía 10 que aquello era. "¿QuEtoro es ése?", preguntó. Y Eumolpo le contestó: "Ah, Ma-·jestad, es un toro gigantesco que está atacado de locura. ¡Untoro loco! Si un simple perro hidrófobo es 10 que sabemos,¡imagínese un toro hidrófobo! Imposible que esta vez salgaHércules victorioso". Euristeo sonrió diabólicamente, y recibió­al héroe restregándose las manos.

-¡A las órdenes de Vuestra Majestad! dijo Hércules, hu­milde como siempre. Aquí estoy para recibir la misión que­Vuestra Majestad se digne confiarme.

y Euristeo, con una sonrisa en los labios, le dijo:-Quiero que vayas a la Isla de Creta y me traigas vivo..

al Toro Loco. Nada más.Hércules se retiró bastante disgustado. ¡Toro Loco! Desde

el periodo de su locura, le había tomado cierto miedo a los;locos. Pero, ¿qué hacer? Eran órdenes del rey. Tenía que cum-·plirlas; y se volvió al campamento con la noticia.

-Ahora tenemos que ir a Creta, gritó desde lejos a los:chicos. Hay allí un tal Toro Loco. Euristeo quiere que le traiga:ese monstruo vivo ...

Emilia batió palmas.

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VII

EL TORO DE CRETA

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CLIMENE

El caso del Toro de Creta fué consecuencia de la peleaentre un dios y un rey. Pero, ante todo, tenemos que ver paraquién era la cartita que estaba escribiendo el vizconde. Hércu­les había puesto el punto final a su Sexto Trabajo y habíaordenado que levantaran el campamento. Mientras Medio-y­Medio y Perucho se ocupaban de ello, Emilia rebuscaba en su,canasta y el vizconde "elaboraba" una carta.

-¿A quién le está escribiendo, vizconde? preguntó la mu·ñeca, sin interrumpir el arreglo de sus cosas.

-A una persona, respondió el marlo.Emilia siguió moviendo sus cosas durante unos veinte mi­

nutos más y el vizconde seguía con la carta. De pronto Emiliadesconfió.

-¿Qué carta tan larga es (So., vizconde? y corrió a ver.El vizconde la cubri6 con la galera.. Emilia dió un soplamocosa la galera y agarró la carta. Era. para Climene ...

-¡Ah, granuja! ... Con que escribiendo cartitas de amor.¿eh? y se puso a leerla mientras el vizconde levantaba la gale­rita y la limpiaba con la manga, confuso y avergonzado.

Emilia leyó:

((¡Idolatrada criatura!Tomo la pluma para trazar estas líneas con el corazón

despedazado. Tu imagen no sale de mi imaginación. Teveo en todo, Climenita. Miro a los ojos de Hércules y loque veo son tus ojos, Climenita. Miro a la floresta y veotus cabellos, Climenita. Mi vida se transformó en unatristeza. Nada me hace gracia. Ni siquiera Emilia . ..

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En este punto Emilia paró de leer y lo miró con losojitos duros.

-Ni en mí, ¿eh? Acaso crees que me dedico a hacerle gra­cias a alguien? ¡Paquidermo!. .. y le sacó la lengua. Despuéscontinuó leyendo:

Hércules, pobrecito, no tiene descanso. Ahora debe ira Creta a ver a un toro hidrófobo. Hidrófobo significa ra­bioso, es decir, no propiamente rabioso porque "hidro"bien sabes que es agua en el hermoso idioma griego, y "fo­bos", también hermosa palabra griega, significa "horror".Así "hidrófobo" es el que le tiene horror al agua. Pero ennuestro mundo el pueblo ignorante llama "rabioso" a 10que es "hidrófobo".

Emilia interrumpió la lectura para observar que en las car­tas de amor el galán no debe dar lecciones de idioma.

-Nunca he visto, señor vizconde, tamaña pedantería. Cli­mene es lo que en el mundo moderno llamamos "una bobitadel campo". Bonita de cara, sí, pero de una ignorancia crasa ...Crasa, crasa ... ¿qué- es crasa, vizconde? Minervino dice queHércules es efe una ignorancia crasa.

El vizconde le explicó que la palabra "craso" proviene dellatín "crasus" -espeso, pesado, grueso. Ignorancia crasa sig­nifica ignorancia espesa, cascaruda.

Emilia prosiguió:

-Pues Climene es así: hermosa por fuera y crasa por den­tro -jY el vizconde con esas hidrofobias! ... No quiero leer lodemás; tome su carta. Y póngale una posdata mía: "Emiliamanda decir que entró por una puerta y salió por otra".Nada más.

-¿Por qué? preguntó el vizconde confuso. ¿Qué quieredecir eso?

-Nada.-¿Y por qué me mandas que lo escriba?-Para equilibrar, vizconde. Conozco aquella chica. Juro

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¿A quién le está escribiendo vizconde? ..

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,que va a dejar de lado todas sus hidrofobias y le va a gustarmi posdata. A una boba como ella no hay que escribirle sinobobadas. Otra cosa: ¿cómo va a mandar la carta?

-Por el pirlimpimpín. Le raspo una puntita de polvo enla nariz ...

Emilia dilató los ojos como tocada por una idea súbita. Se"quedó inmóvil un instante. Después berreó con el mayor entu­<siasmo:

-jQué maravilla!. .. Parece increíble que yo no hubieratenido ya esa idea. ¡Así como el pirlimpimpín transporta a la,gente, también puede transportar las cosas! ¡Basta refregarleun poco de polvo en la nariz de las cosas! .

La cabeza de Emilia comenzó a hervir ante las nuevas po­sibilidades de transporte que veía ante sí. Todo lo que habíajuntado podía "expedirlo" a la quinta de doña Benita me­diante el pirlimpimpín, y así cesaban sus preocupaciones enGrecia.

-¡Vizconde, vizconde!... gritó agarrando al marlo y.abrazándolo. ¿Sabe que inventó sin querer una de las mayoresinvenciones modernas? Mande en seguida la carta a Climeney mande dentro un poco de polvo, con la explicación de cómousarlo.' Si recibimos la respuesta de Climene, j quedará probadoque el vizconde de la Mazorca es el mayor inventor de todos10s tiempos! ...

El vizconde no había aún terminado la carta de Climene,pero tuvo que mandarla lo mismo, incompleta y trunca, tal era.el ansia de Emilia en comprobar el gran invento.

Hércules, allá a lo lejos, les gritó:-Llegó la hora. Tenemos que partir.Pero Emilia no estaba de acuerdo. o

-Espera un poco, héroe. Es impOSIble partir hoy. Estamosempeñados en una prueba formidable. Corre para aquí.

Hércules se aproximó.-¿Qué hay?-Hay esto, y Emilia le explicó la idea del vizconde de re-

mitirle una carta a Climene por el proceso del pirlimpimpín.

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El marlo estaba enamorado.

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Hércules no comprendía.-¿Cómo?Emilia explicó.-El pir1impimpín actúa por la nariz. La gente aspira el

polvo ¡y listo! El vizconde tuvo la idea de refregar un poquitode pirlimpimpin en la nariz de la carta. Si produce efecto, sila carta hace ¡fiun!, desaparece en el espacio y llega justo a sudestino, entonces... entonces... entonces ... , y Emilia no­pudo terminar de tan conmovida que estaba.

-Entonces, ¿qué? preguntó Hércules con toda su tonteríade héroe nacional.

Emilia lo miró con aire compungido.-¡Qué craso eres, Lelé!. .. Pues ¿no te das cuenta que si

eso sucede, se ha descubierto un medio maravilloso para trans­portar las cosas? Si la carta va derechita a manos de Climeney si la respuesta de Climene también nos llega justita. .. yEmilia no pudo seguir. Se echó a llorar. Llanto de emoción.Llanto de Madame Curie cuando vió brillar en la oscuridad laprimera partícula de radium.

Hércules seguía con aire pasmado. Emilia se enfadó.-¿Pero no ves, hombre de Dios, que si el pir1impimpín

lleva una carta puede llevar todo lo demás, hasta un elefante?afirmó.

Hércules abrió los ojos. Comenzaba a comprender. Des­pués aplicó el hecho a sí mismo, y dijo:

-¿Quiere decir que podremos traer el toro de Creta conuna buena dosis de polvo? ..

-jClaro! Podemos traer el toro, podemos traer la isla deCreta enterita, con el laberinto y todo. iY esto será la mayor delas revoluciones de todos los tiempos, Lelé! ... Sólo lamentouna cosa: que la idea sea del vizconde y no mía. Soy yo quiénmerecía haber tenido esa idea ...

Perucho se aproximó y al saber de qué se trataba se entu­siasmó también.

-jDios mío! exclamó. Si la cosa sale bien, el mundo seránuestro, Emilia. No habrá nada que no podamos hacer.

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Medio-y-Medio, que estaba realiza~do los preparativosdel viaje, se aproximó al héroe y dijo:

-Listo. Está todo arreglado. Podemos partir.-El viaje ha sido postergado, respondió Hércules. Tene-

mos que aguardar el resultado de la experiencia del vizconde.El marlo sacó de la cintura el canuto de polvo y echó so.bre

la palma de la mano un poquitito. Después, con muchas pre­cauciones, refregó el pirlimpimpín en la nariz de la carta, yadirigida así:

A la señorita Climene, gentil pastorcita residente en

ESTINFALO (Arcadia).

Apenas la carta sintió en la nariz la acción del polvo se oyóun chasquido y la carta desapareció.

Todos aplaudieron, inclusive el héroe. La cosa marchabamuy bien. Sólo faltaba que llegara la respuesta. iY con quéansias la esperaban! Perucho dudó.

-No viene ninguna respuesta, dijo. Climene no sabeescribir, me lo dijo ella misma. Esos pastores de Arcadia sonignorantí~imos.

-Pero tiene una amiguita que sabe, gritó Emilia. Es Cloe~

la hija del jefe de los pastores.

i TODO SALIO BIEN!

El resto del día pasó lleno de inquietud. Emilia no sacabalos ojos del cielo, esperando ver una cartita venir y caer justoen el campamento. Ya se hacían apuestas. "Apuesto que va acaer aquí", decía uno. "Pues yo apuesto a que no cae, sino queplanea en el aire como hoja seca", decía otro. La ansiedad erageneral, mayor en Hércules que en los demás. El héroe estabapensando en el toro. Euristeo quería el toro vivo. Mas Creta

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estaba lejos y separada del continente por el mar, de maneraque el problema de traer un toro de Creta a Micenas, y espe~

cialmente un toro hidrófobo, ocupaba todos sus pensamientos.Si la invención del vizconde resolviera el problema, era mielsobre hojuelas. .. Hércules llegó a perder el apetito. Cuandopor la tarde el centauro le asó los tres cameros de costumbre,el héroe solo se comió dos. Por primera vez sobraba comida.

El carro de Apolo iba cuesta abajo en el horizonte cuandollegó la respuesta de Climene. Llegó como una hoja seca traídapor el viento. Dió unas vueltas en el aire y fué a caer justa­mente junto a los pies del vizconde. Todos se precipitaron, peroquien la agarró fué Emilia. ¡Pobrecita!. .. Estaba tan emocio­nada que no podía abrir la carta. Sus dedos temblaban.

-Abrela, Perucho.Perucho la abrió. La letra debía ser de Cloe.

Amiguito vizconde:

¡SU carta llegó! ¡Qué contenta me puso!. .. Cloe mela leyó. Lamento mucho sus aflicciones. Cloe dice que esode la ((hidrofobia" está bien. Aquí sin novedad. Las avesdel lago no volvieron. El tema de todas las conversacioneses la misma: las aves con plumas de bronce. Cloe me vaa ayudar a hacer lo que dice usted: refregarle el polvo aesta respuesta en la nariz. N o le he contado a nadie estomás que a Cloe -por miedo que me tomen por hechicera.Adiós. Muchos recuerdos al señor Perucho y al seiior Hér­cules. Siento añoranzas de los galopes sobre el lomo deMedio-y-Medio. Agradecida.

Climene.

¡Qué delirio!. .. Emilia saltaba, bailaba, decía palabras sinsentido. El vizconde besaba la cartita y la oprimía contra sucorazón. Perucho soñaba mil sueños, a cada cual más loco.Hércules sonreía; estaba resuelto el transporte del toro rabiosode Creta a Micenas. Sólo Medio-y-Medio no dió demostracio-

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El primero en. despertarse en Creta fué Perucho . ..

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nes de entusiasmo. Su inteligencia no abarcaba las tremendasconsecuencias de la invención del vizconde.

Hércules, con el corazón tranquilo, fué a comer el últimocarnero, completando así la ración de tres que era la establecida.En seguida dió orden de partir. El viaje a Creta era largo. Noconvenía perder más tiempo.

Emilia propuso que en lugar de ir a pie, como otras veces,se fuera a pirlimpimpín.

-¿Cómo? exclamó Hércules.-Cada uno de nosotros aspira un poquitito de pirlimpim-

pín, y estamos en Creta.Hércules vaciló ante esa idea. ¿Sería suficientemente fuerte

el polvo para transportarlo a él, que pesaba sus buenas veintearrobas? Perucho le contó que hasta tía Anastasia había idoasí a la luna. Dijo que para el pirlimpimpín un peso como eldel héroe era nada. Pero Hércules seguía irresoluto. Quien loforzó a decidirse fué Emilia.

-Nada más fácil que probar, Lelé. Si el polvo no puedecontigo, nosotros vamos a pirlimpimpín y tú vas a pie. Pro­bemos.

Hércules concordó.Perucho sacó su canuto de la cintura y se puso a distribuir

las dosis. A Hércules le dió dos dosis y media. Después le explicócómo hacer.

-Todos tenemos que aspirar el pirlimpimpín al mismotiempo, cuando yo diga tres. Vendrá el chasquido iy listo!

-¿Y si vosotros partís y yo me quedara? objetó el héroe.-En ese caso volvemos y seguimos todos a pie.Hércules aceptó la. solución. Perucho dijo: "Pues prepá­

rense que voy a contar" -y comenzó: "Uno... dos... ¡TRES!. ..A la voz de ¡TRES! todos aspiraron el polvo y el ¡fiunnn! quese oyó fué de los más violentos.

El primero en despertarse en Creta fué Perucho. Abrió losojos, todavía mareado y miró. Vió a todos junto a él, pero to­davía dormidos. El segundo en abrir los ojos fué el vizconde.

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Los demás seguían en "estado de choque", como decía el marlo.-¿Les habré dado demasiado polvo?, se preguntó Peru­

cho, y fué a sacudir a Emilia. La ex muñeca tenía los ojos dila­tados y estaba muy mareada. Después despertó Medio-y-Medio.'Sólo faltaba Hércules.

El tremendo héroe yacía tirado en el suelo, como muerto.Los chicos lo rodearon. Comenzaron a darle palmadas en elpecho. Medio-y-Medio trajo de un río cercano un poco de aguay se la tiró en la cara. Emilia le clavó repetidas veces una espina.y nada de despertar.

-¿Le habré dado una dosis demasiado fuerte? se preguntóinquieto Perucho. Hércules nunca aspiró el polvo. ¿'Quién sabesi no le atacó al corazón y está muerto?

El vizconde acercó el oído al pecho de Hércules paraauscultarlo. Y sintió el latir del corazón.

-jVivito está!, gritó el marlo, pero su estado de choquees de los tremendos. Todo lo de Hércules es enorme -su fuerzafísica, su apetito, sus sueños .. , Tenemos que esperar.

y esperaron. Más de dos horas se pasaron allí junto al hé­roe, esperando que volviera en sí -y nada de que Hérculesvolviera en sí. La situación se hacía seria. Perucho se arrepin­tió de lo que había hecho. ¿Y si Hércules se muriera? Nemesisera capaz de venir a ajustarle las cuentas ...

Viendo las cosas en ese estado, Emilia tomó una resolu­ción extrema. Se arrodilló, juntó las manos y pidió con el ma­yor fervor: "¡Palas, diosa linda, valednos en este trance! ¡Mán­danos auxilio por tu inteligente mensajero Minervino!"

El milagro se operó. i Minervino no tardó en aparecer! Yllegó sabiéndolo todo y con el remedio ya preparado. Agachán­dose sobre el héroe dormido, derramó en su boca entreabiertaunas gotas de un filtro mágico. N o necesitó más. El héroe abrióun ojo. Después abrió el otro. Luego suspiró y finalmentese sentó.

-¿Dónde estoy? fueron sus primeras palabras.-Tal vez en la isla de Creta, dijo Perucho. N o tengo se-

guridad. Por aquí no hay letreros.

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Minervino confirmó su suposición. Estaban efectivamenteen la isla de Creta. Y mientras Hércules volvía completamenteen sí, contó que en el Olimpo la diosa Palas había seguido todocon el mayor interés y que viendo a Hércules sin sentido du­rante tanto tiempo le había ordenado que viniera a socorrerlo.

-Estos atletas, dijo Minervino, tienen generalmente elcorazón muy hipertrofia40, de manera que las drogas que nole hacen nada a una criatura común, son fatales para ellos.Vosotros habéis obrado con una gran imprudencia. De esta ma­nera vais a terminar liquidando al gran héroe nacional deGrecia.

-¿De qué son las gotas que le echó en la boca? ¿De elixirparegórico? preguntó el vizconde.

El mensajero se echó a reír.-Los dioses del Olimpo no nos revelan, a nosotros los

mortales, el secreto de sus filtros. Palas Atenea me dió el frascosin decir qué contenía.

Emilia le sacó el frasco de la mano para ver si tenía rótulo.Después lo olió. Nada. Los filtros de Palas eran realmente im­penetrables para las criaturas humanas.

Hércules estaba ya completamente restablecido, y al saberde su largo desmayo y de la intervención de la diosa, se alegró.Evidentemente, Hera intentaba destruirlo, pero· fué impedidade hacerlo por su protectora -y elevando los ojos al cielo agra­deció con una mirada la intervención divina.

Después:

-¿Conqué esto es la isla de Creta?-Sí, estamos en Creta, respondió Minervino.-¿Y el toro?-Todavía no mugió, dijo Emilia, pero no tardará en ha-

cerlo. Tengo el palpito que el toro rabioso está muy cerca.

Apenas lo acababa de decir cuando se oyó a lo lejos unmugido horroroso. Hércules se puso de pie, con la clava en lamano. Sus ojos llameaban. Sus músculos se contraían.

Pero Perucho le recordó que tenía que llevar el toro vivo.N ada, pues, de flechas ni de clavas.

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-Es verdad, recordó Hércules. Euristeo exige que le lleve.el toro vivo.

Se pusieron a planear la forma de capturar al toro. Pe­rucho era de opinión que 10 mejor sería enlazarlo como en elmundo moderno hacen los vaqueros. Hércules no tenía prácticadel manejo del lazo y tuvo que recibir lecciones del chico.

-Pero ante todo, dijo Perucho, tenemos que trenzar unlazo, y explicó cómo se hacen los lazos. "Se toma un cuero debuey y con un cuchillo bien afilado se va cortando el cuero enuna tira sin fin ... "

-¿Qué quiere decir tira sin fin? preguntó Hércules.-Tira sin fin es una tira que se va cortando en espiral

como cuando pelamos una naranja. Resulta una tira larguí­sima. Y necesitamos cuatro cueros para obtener cuatro tirasdel mismo tamaño. Después basta trenzarlas.

-jYo sé trenzar de tres! gritó Emilia.Perucho sabía trenzar cuatro tiras y si Medio-y-Medio

obtuviera cuatro cueros de buey, él se encargaría de todo: cor­tar las tiras y trenzarlas.

El toro volvió a mugir allá a 10 lejos. Hércules volvió aapretar el puño de la clava.

Perucho pidió a Medio-y-Medio que saliera al galope y

que no volviera sino con cuatro cueros de bueyes, y le explicó:-Cueros crudos; los curtidos no sirven. Y que no tengan

agujeros de gusanos.Minervino ignoraba qué eran gusanos, pues en Grecia no

había semejante plaga. Y quedaron charlando de gusanos ygarrapatas mientras el centaurito salía al galope por aquelloscampos inmensos.

LA AGARRADA DEL TORO

Minervino les contó la historia de Minos, el rey de Creta..-Hijo de Europa, dijo, sobrino de Cadmo ...

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-¿Aquel Cadmo que inventó el alfabeto? interrumpióEmilia.

-Así es. Cadmo tiene fama de haber sido el creador delalfabeto. El y Europa eran hijos de Agenor, un rey de Fenicia.Cierto día en que la linda Europa paseaba con sus amigas porlas playas de Fenicia, apareció de pronto un toro, de extra­ordinaria belleza, que venía a raptarla. Y, efectivamente, laraptó. Ese toro era el propio Zeus disfrazado o metamorfoseadoen toro.

Emilia le dijo a Hércules al oído que "metamorfosear" eralo mismo que "transformar", y citó un ejemplo: "yo, por ejem-'plo, me metamorfosee de muñeca de trapo, que era, en la per­sonita que soy".

Minervino prosiguió:-El hermoso toro arrebató a Europa de Fenicia y huyó

con ella hasta aquí. El rey Minos no es más que una consecuen­cia de ese rapto. ¡Minos, Minos! ... ¡Un gran rey! Es el legis­lador de la isla, fué quien la libró de los piratas saqueadores yfué quien aprisionó al Minotauro. Cuando ese monstruo surgióy se puso a devastar la isla, Minos encargó a Dédalo de cons­truir el famoso laberinto -y aprisionó en él al temible Mi­notauro.

Minervino le iba a relatar otras cosas de Minos cuandoMedio-y-Medio apareció con los cuatro cueros pedidos. Los tiróal suelo. ¡Listo! Perucho los examinó y le parecieron óptimos.Ni un sólo agujerito de gusano. Iban a dar buenísimas correas.¿Y cuchillo? Sin un cuchillo bien afilado ni Hércules reduce uncuero a tiras.

-jNecesito un cuchillo!, dijo el chico, y todos se pusierona mirarse los unos a los otros. Quien salvó la situación fuéEmilia.

-No tengo cuchillo en mi canasta, pero guardo allí aquelpedazo de tijera que quise darle al señor de La Fontaine (l) yque felizmente él no aceptó. Bien afilada, puede substituir cual-

1 Fábulas. del mismo autor.

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quier cuchillo. i Saque el pedazo de tijera de mi canasta, viz­conde!

El vizconde abrió la canasta y sacó el pedazo de tijera.Perucho, que era un maestro en afilar, descubrió allí cerca

una piedra bien lisa y fué transformando el pedazo de tijeraen un encanto de cuchillo.

Hércules miraba, miraba. La habilidad de aquel chico lollenaba de entusiasmo.

Después de afilar bien el pedazo de tijera, Perucho co­menzó a reducir el cuero a tiras. Sudó el pobrecito y tuvo querecibir la ayuda de Medio-y-Medio, pero horas después esta­ban preparadas las cuatro larguísimas correas. Faltaba trenzar­las -y Perucho las trenzó de cuatro a la vista de todos paraque todos aprendieran.

Hércules miraba, miraba.Medio-y-Medio estaba revelando mucha habilidad. Apren­

día con una rapidez increíble, confirmando así aquellas ideasde Hércules sobre la educación. Pasaron todo aquel día en esatarea, así como la mitad del siguiente. Finalmente estaba listoel lazo, un formidable lazo, pues Perucho había cortado las tirasde casi un centímetro de anchura.

-Pruébalo, Hércules. Fíjate si esto resiste al empuje deun toro.

Hércules lo probó y se mostró admirado de la resistenciade aquella "cuerda de cuero".

Estaban en eso cuando, de pronto, a lo lejos, se inició unaagitación. Gritos. Pasq un hombre a la carrera. Después pasa­ron otros. Y luego mujeres y criaturas, todos con aire des­pavorido.

Perucho corrió a informarse de lo que pasaba.-¡El toro loco! ... ¡El toro rabioso! ... , era lo que grita­

ban todos sin dejar de correr. "El toro rabioso está devastandonuestra aldea, destruyendo nuestras casas ... "

-¿Por qué no lo matan? preguntó Perucho.-¡Imposible! respondió uno de los hombres. ¡Ese toro

parece un rayo!. .. Embiste como un centella.

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-El monstruo se aproximaba . ..

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-¿Sabe que Heracles está aquí y que ha venido expresa­mente para librar la isla del toro?

Al oír el nombre de Herac1es, el hombre se detuvo y sequedó mirando fijamente al chico. No había entre los helenos

quien no conociera al gran héroe -y si él estaba en Creta no'había ya razón para huir. El hombre avisó a gritos a los demásy un instante después una verdadera multitud se reunió aIre...dedor de Perucho. "Este chico dice que Heracles está aquí yque vino para agarrar al toro". "¿ Herac1es ?". "¿El hijo de Zeusy Alcmena?". "¿Dónde está?".

Perucho llevó a la multitud a presencia del héroe y todosse mostraron asombrados. Las caras se iluminaron como lám-­

paras que se encienden. i Herac1es allí! . .. iEstaban salvados! ...Perucho tomó la palabra y dijo:-¡Pueblo de Creta! Vuestros sufrimientos han llegado a

su fin. El gran Herac1es ha venido del continente con el obje­tivo expreso de agarrar vivo a ese toro rabioso que asola estosparajes. Ya hemos trenzado el lazo de cuero crudo con el que10 enlazaremos. Interrumpid vuestra fuga. Mañana estaréis re-­construyendo vuestros hogares, pues sabéis que Herac1es esinfalible. ¿Quién destruyó el león de Nemea? El. ¿Quién mató­la hidra de Lema? El. ¿Quién cazó al jabalí de Erimanto? El.¿Quién apresó a la corza de los pies de bronce? El. ¿Quién lim­pió las caballerizas de Augias y auyentó de Estinfalo las aves­antropófagas? El. ¿Quién va a librar a la isla de Creta de las'devastaciones del toro rabioso? El. ..

La multitud rompió en aplausos delirantes. ¡Salvados! ¡Fi­nalmente salvados! Si Heracles estaba allí nada ya tenían quetemer. Las mujeres lloraban y los hombres bailaban delirantes­de satisfacción.

De pronto, en medio de aquella fiesta, se oyó un mugido

horroroso. El monstruo se aproximaba. Se inició el pánico. Lasmujeres salieron corriendo con los chicos y algunos hombreshicieron 10 mismo. Sólo los más inteligentes se quedaron cercade Herac1es, pues estaban mil veces más seguros en compañíadel héroe invencible que corriendo tontamente por los campos..

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Emilia se subió a un árbol. Sus ojitos telescópicos hacíande ella la más eficaz de las espías. Y desde allí encima "irradia­ba" informaciones.

-Estoy viendo la polvareda que hace el toro, allá a 10 le­jos, en esta dirección... Sí... Es él mismo. .. Comienzo adistinguir la punta de los cuernos y ahora toda la cabeza .El resto del cuerpo se oculta dentro de una nube de polvo .Viene hacia aquí. " Cuando encuentra una casita embiste con­tra ella y de una topetada la envía a los cielos ...

Perucho ya le había entregado el lazo a Hércules y le dabalas últimas instrucciones sobre la mejor manera de manejarlo."Le das varias vueltas en el aire, por encima de la cabeza y sólo10 lanzas cuando el toro esté a unos treinta pasos. La lazadadebe caer justo sobre los cuernos, rodeándolos _._y entonces dasun tirón con toda la fuerza y cierras el lazo. Lo demás es comote enseñé: das una vuelta del lazo alrededor del tronco de unárbol y mantienes asegurada la punta. Vas estirando, estirandohasta obligar al toro a apoyar los cuernos en el tronco".

Perucho era maestro en hacerlo. Nunca faltaba a los ro­deos anuales de las estancias vecinas a la quinta de doña Benitay, sin que 10 supiera la medrosa abuelita, aprendió a enlazarnovillos y potros de un año. Pero Hércules nunca había enla­zado nada, de manera que se sentía bastante confuso y conmiedo de fallar. j Qué papelón si frente a toda aquella gente élerraba el golpe y el toro se escapaba!

Emilia seguía relatando y ahora relataba como un "spea­ker" de radio que relata un partido de fútbol cuando la pelotase aproxima al arco.

-Se acerca. .. Lo veo de cuerpo entero... i Qué toro,Dios mío!. o. Es mucho mayor que el Beethoven del CoronelTeodorico. .. Tiene color a zebú Guzerat. .. Lanza fuego por­los ojos ... Se está babeando ... Encontró un montículo. .. ¡Elmontículo vuela por los aires!. .. ¡Llegó!... ¡Ahora, Lelé! ...i Tire el lazo! ...

Hércules estaba haciendo girar sobre su cabeza la lazada,_esperando que Perucho diera la señal. Perucho la dió:

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MONTEIRO LOBATO

-¡Ahora! ...Hércules tiró el lazo pero erró. .. La lazada resbaló sobre

los cuernos del toro y se aferró a un tronco que había allí. So­brevino el pánico. Toda aquella gente se desbandó. Unos sesubían al árbol de Emilia. Otros desaparecían al galope. Hér­cules soltó el lazo y agarró la clava. Iba a ofrecer al toro luchafrente a frente. Iba a hacer una tontería y estropearlo todo. Pe­rucho intervino a tiempo.

-No, Hércules. Nada de clava. Yo enlazaré a ese animal-y con la velocidad del rayo preparó el lazo y lo hizo voltearen el aire.

Furioso como venía, el toro pasó sin alcanzar al héroe, elque se desvió ágilmente, como hacen los toreros en la plaza.El toro, más furioso aún, dió media vuelta y volvió a embestir,pero esta vez el lazo lo cogió por los cuernos. Estaba seguro.Perucho le tiró la punta del lazo a Hércules y voló hacia lacima del árbol de Emilia. Hércules dió una vuelta al tronco ehizo como Perucho le había dicho. Se desviaba de las cornadasdel toro y tiraba del lazo, de manera que el toro fuera quedandocada vez más cerca del tronco y con menos movimientos. Y así,acorta que acorta, poco después el toro se vió con la frente pe­gada al tronco, es decir, con el tronco colocado entre suscuernos.

-jHurra! . " ¡Hurra! . .. gritó Emilia. ¡Viva Perucho !...i Viva Hércules! ...

El toro resoplaba, babeaba, mugía, hacía los más tremen­dos esfuerzos para salir de allí, pero inútilmente. El lazo decuatro tientos que trenzó Perucho era de esos que ningún tororompe y aguantaba firme. Finalmente el toro, agotado por elesfuerzo, se quedó quieto.

-¡Ya ni muge! berreó Emilia. ¡Hurra!... ¡Hurra! ...¡Hurra! ...

Los cretenses, que habían huído, comenzaron a volver, ypoco a poco junto al árbol se formó una multitud. Unos que­rían linchar al toro. Otros le decían los peores insultos. Hércu­les intervino.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-No. Respeten al vencido. Las órdenes que tengo es dellevarlo vivo a Micenas.

Sobrevino una dificultad. Muchos de los que se habíantrepado al árbol temían bajar con aquel toro allá abajo. Emiliadió el ejemplo. Se tiró a los brazos de Hércules. Los otros, crian­do corage, hicieron lo mismo. La alegría era inmensa. Todoshablaban. Cada cual decía una tontería mayor.

Hércules tendría que sentirse humillado, pues finalmenteel héroe de la jornada era Perucho y no él. Pero su corazón erademasiado generoso para abrigar sentimientos mezquinos. Envez de sentir celos, tomó en los brazos al chico y dijo:

-jYo quisiera tener un hijo como tú, Perucho ! Y lo besó.Emilia no pudo contenerse: lloró de emoción. Y hasta el

vizconde, que era un marlo hervido, enjugó su lagrimita ...

SIGUIENDO EL RASTRO

Después que la multitud se dispersó, Hércules dijo:-Muy bien. La primera parte de este Trabajo está ter­

minada. Ahora tenemos que cuidarnos del estómago y descan­sar. Mañana partiremos a Micenas.

Medio-y-Medio salió al galope de siempre para "descu­brir" los tres carneros, mientras Emilia cuchicheaba con Mi­nervino. Le pedía algo. ¿Qué? El frasquito vacío del filtro dePalas. ¿Para qué? Para llenarlo de baba del toro rabioso. Sumuseo de la quinta se iba a enriquecer fantásticamente con lasmaravillas que le estaban dando los Trabajos de Hércules.

Después de cenar Perucho recordó que también el toro te­nía estómago. Era preciso alimentarlo, y Medio-y-Medio fué aarrancar una gran brazada de yerba, la que tiró al pie del árbol.Hércules aflojó un poco el lazo para que el toro vencido pu­diera comer.

j Qué noche fué aquélla, pasada bajo las estrellas de la isladel rey Minos, espaturrados de carnero asado y de gloria! No

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MONTEIRO LoBATO

soñaron. Todo fué un solo sueño y de los más pesados. Sueñotan pesado que nadie se apercibió de nada de lo que pasó.

-¿Así que pasó algo durante la noche?-Sí. Cuando allá en el Olimpo la implacable Juno vió que

el toro de Creta estaba vencido y que Hércules seguía incólume,la cólera la poseyó. Y llamando a un ratoncito lo mandó quefuera corriendo hasta allí, royera el lazo y soltara el toro. Elratoncito obedeció, de manera que a la mañana siguiente, cuan­do .Hércules se despertó ...

-¿Dónde está el toro?En el palenque no había ni sombra de toro.Fué la mayor desilusión jamás acaecida en Grecia. La ven­

gativa Juno vencía una vez más. Todos los esfuerzos del héroey de Perucho habían sido inútiles. Tenían que volver a captu­rar nuevamente al monstruo.

Pero, ¿hacia dónde se dirigirá el toro? Perucho sabía "ras­trear", es decir, seguir el rastro de los animales. Había apren­dido ese arte sutil con un viejo baqueano del coronel Teodo­rico. Es fácil rastrear en suelo desprovisto de yerbajos, porquelos rastros quedan impresos en el barro o el polvo, ¿pero allí, enaquellos campos cubiertos de hermoso césped? Sólo un maestroen seguir rastros -y nuevamente Perucho asombró al héroecon su habilidad. Por el césped aplastado y otros detalles quesólo ven los buenos rastreadores, pudo seguir el rumbo tomadopor el toro en fuga.

Trabajo de paciencia y largo, pero Perucho fué feliz. Pe­rucho iba delante, rastreando, y los otros detrás. Y así ibanandando, andando ...

De pronto. .. ¿Quién es? j Teseo! i Teseo, el gran héroe,estaba entre ellos! El encuentro de Teseo y Hércules recordóa Perucho el encuentro del explorador Stanley con el Dr. Le­vingston, allá en el centro de Africa.

-¿Teseo de Atica? dijo Hércules, alargando la mano.-¿Heracles de la Hélade? respondió Teseo, sacudiendo la

mano del héroe.Los dos griegos se abrazaron y se pusieron a charlar. Hér-

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"eran a charlar . ..Y se PUS1" '" s se abrazaronLos dos gneso

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MONTEIRO LOBATO

cules contó que había venido a la isla a causa del famoso torofurioso, y Teseo contó que estaba allí para dar cabo del Mino­tauro.

-¿El Minotauro? exclamó Perucho con espanto. ¿Asíque ese monstruo vive todavía?

-Sí, respondió el héroe de Atica, y estoy aquí para librara la isla de tan horrendo monstruo. No tiene cuenta el númerode víctimas que ha hecho. El rey Minos ha tenido a bien en~

cargarme de esa misión. Pero, ¿quién es este chico, Heracles?preguntó.

Hércules hizo las presentaciones y relató la maravillosaacción de su "oficial de gabinete" en la captura del toro deCreta, el cual, inesperadamente, y gracias al ratoncito de Hera,había conseguido librarse y huir. Después presentó a Emiliade Rabicó, su "dadora de ideas" y al vizconde de la Mazorca,su "escudero".

A Teseo le hizo gracia.-¿y aquel centaurito que viene allí, con dos carneros al

hombro?Hércules le contó toda la historia de la captura del joven

centauro y de los maravillosos progresos que iba haciendo.Teseo estaba sencillamente atontado ante tantas noveda­

des y abrió la boca alelado al conocer las aventuras de los chi­cos con el Minotauro. (l)

-¿Así que vosotros visteis al Minotauro? ¿Lograron en­trar y salir del laberinto?

-Sí, respondió Emilia, y relató toda la historia; contó eltruco de los carreteles de hilo que había usado, es decir, que fuédesenvolviendo a medida que entraba, de manera de poderguiarse en la salida.

Teseo no sabía nada de carretes, y Emilia corrió a su ca­nasta y trajo uno.

-Es esto. Hilo número 50, marca J. P. Coats. Muy bueno.para poner botones. Mide 200 yardas, es decir, 183 metros de

1 Del mismo autor.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

la medida decimal que usamos en el mundo moderno. Tengotres carretes. Puedo dar uno ...

Teseo aceptó.-¡Qué día aquél! Los chicos no cesaban de admirar al héroe

de Atica. Aunque no tuviera el volumen de Hércules, Teseomostraba una belleza mayor. ¡Y qué inteligencia! ...

Minervino les contó su historia mientras, allá cerca, los doshéroes devoraban los carneros.

-¡Ah, amiguitos míos, hoy vosotros habéis tenido el ho­nor de conocer al héroe que casi obscurece la gloria de Heracles!Su origen es real, pues es hijo de Egeo, rey de Megara. Tesoofué quien conquistó Atica -y como premio le tocó la ciudadde Atenas, gloria de la Hélade. Sus aventuras heroicas casi seequiparan a las de Heracles. La primera fué la lucha contraCorineto, el que mataba a los viajeros a golpes de clava. Cori­neto quiere decir "el que combate con clava". Teseo lo matóy se apoderó de su terrible arma -y nunca más la dejó. Todael Atica era pasto de malhechores famosos, como Escirón, queobligaba a los viajeros a que le lavaran los pies en lo alto deuna peña y después los arrojaba al mar, siendo devorados poruna tortuga monstruosa; como Sinis, que ataba a los viajerosa un árbol doblado hasta el suelo, y luego, soltando el árbol,los arrojaba a lo lejos en pedazos; como Procusto, que "ajus­taba" a sus víctimas al tamaño de su lecho, ora cortándoles laspiernas, ora estirándolos violentamente; como Cerción, queobligaba a todos a luchar con él y mataba a los vencidos. A to­dos ellos los destruyó Teseo, aplicándoles las mismas torturasque esos hombres perversos habían inventado.

-¡Qué peste era ese Procusto! exclamó Perucho. Ya ha­bía oído hablar de "el lecho de Procusto", pero no sabía loque era.

-¿Y qué más hizo Teseo? quiso saber Emilia.Minervino continuó:-jAh, cosas sin cuenta! Son infinitas las proezas de Teseo

y siempre dirigidas al bien. El es amigo de la libertad y casti­gador de tiranos y monstruos. Fué quien liquidó a Fea, la ja-

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MONTEIRO LOBATO

balina de Cromión, madre del jabalí de Erimanto al que matóHeracles. Y sé cosas que no han pasado. todavía pero que vana pasar.

-¿Cómo lo sabe? preguntó Emilia.-Porque frecuento el Olimpo y allí oigo lo que hablan los

dioses sobre las cosas del porvenir. Sobre este toro de Creta,por ejemplo. Lo que va a pasarle está escrito en las páginas delfuturo.

-Está predeterminado, dijo científicamente el vizconde.Minervino se rió de la "araña de galera", y prosiguió:-Heracles llevará vivo a Euristeo este toro de Creta, pero

Euristeo lo soltará de nuevo. Y el toro rabioso irá, en una co­rrida loca, hasta los alrededores de Maratón, asolando aquellazona. El rey Egeo mandará contra él al héroe Androgeo, fu­turo vencedor de todos los concursos de varias Panateneas -yese héroe sucumbirá en la empresa. Entonces Teseo se atreveráa ir a atacar al toro y lo dominará a brazo partido, llevándoloa Atenas, donde lo paseará por la ciudad; después lo sacrificaráal Apolo de Delfos. Pero esto es cosa del futuro, así como lalucha de Teseo con las amazonas y tantas cosas más. Ahora, élha venido a esta isla para terminar con el Minotauro.

-¿y va a vencer al Minotauro?-Sí...Terminada la comida, los dos grandes héroes se despidie­

ron. Teseo se fué, con el carrete de hilo N9 50 en la mano, yHércules y Perucho se pusieron de nuevo sobre el rastro del toro,

Pasaron varios días sin que el chico perdiera aquella pista.Iban andando, andando, y súbitamente dieron con la entradadel famoso laberinto. El suelo allí estaba desnudo de césped, demanera que el rastro del toro se mezclaba a rastros de per­sonas y otros animales. Perucho se confundió. No podía ase­gurar que el toro hubiera entrado.

-Puede que sí, puede que no, dijo a Hércules. Lo mejores investigar allá dentro.

El héroe vaciló. Entrar en el laberinto era fácil, pero ¿cómosalir? El laberinto daba, allá adentro, mil vueltas y había sido

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

construído justamente para que cuando alguien entrara no pu­diera salir. Pero Emilia tranquilizó al héroe.

-No tenga miedo; Lelé. Para nosotros este laberinto espan comido. Ya hemos estado dentro de él, fuimos hasta dondevive el Minotauro y luego salimos con la mayor facilidad.

-¿Cómo?-Mediante el hilo de mis carretes. Traje tres en mi ca-

nasta.-Pero ¿no se los diste al héroe de Atica?-Le di uno, el menor de todos. Me quedan dos aún. Dos

son suficientes ...

DEDALO

La entrada al laberinto de Creta se produjo exactamentecomo la vez primera, cuando fueron allí en busca de tía Anas­tasia. Emilia iba detrás de todos, desenvolviendo el carrete.¿Por qué detrás? Porque si fuera delante los demás podrían en­redarse los pies en el hilo y todo estaba perdido. Emilia era muyprevisora.

Fueron entrando. Eran corredores y más corredores; unacosa sin fin. En cierto lugar el hilo del,segundo carrete se aca­bó. ¿Y ahora?

Perucho resolvió el caso. Encendió fuego, obtuvo carbón ehizo que el vizconde siguiera con la barrita en la mano haciendouna línea en el suelo. Hércules no cesaba de admirar a aquelchico. i Qué ingenio! i Qué habilidad para todo! Era tan sencillala idea del carbón ...

Finalmente llegaron al cabo, exactamente allí donde loschicos habían encontrado al Minotauro, gordísimo de comer losdulces de tía Anastasia, la otra vez. Pero en lugar del Mino­tauro 10 que encontraron allí fué un hombre ...

Hércules se le aproximó.

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..MONTEIRO LOBATO

-¿Quién eres tú? Espero encontrar al Minotauro y doycon un hombre ...

-Soy Dédalo, respondió el interpelado. Tuve un roce conel rey Minos y él me encarceló aquí ...

-¿Dédalo? exclamó Hércules con aire espantado. ¿Déda­lo, el constructor de este laberinto?

-Exactamente. Estoy preso en la trampa preparada pormi mismo ...

La admiración fué general. ¡Dédalo preso en la armadillaque él mismo concibiera! ¡Qué cosa prodigiosa! ...

El vizconde recordó el caso del doctor Guillotin, aquelfrancés que inventó la guillotina y finalmente terminó guillo-­tinado; también recordó el célebre caso del toro de bronce dePerilo. Este Perilo un día se metió a malvado y concibió la ideade un suplicio nuevo: un toro hueco de bronce. Se ponía den­tro de él a la víctima, se encendía un gran fuego debajo; alsentirse quemado vivo, el torturado aullaba de dolor y los pre­sentes tenían la impresión que era el toro quien aullaba. Yesodivertía a Perilo.

-¡Qué miserable! exclamó Perucho. Nunca supe demonstruo peor.

-Pues ese malvado fundidor recibió el castigo quemerecía, continuó el vizconde.

-¿Cómo?-Perilo construyó el toro hueco y muy alegremente fué.

a ofrecérselo al tirano Falaris. Ese Falaris, que era otra peste,exclamó: "jOptimo! ... Hagamos una prueba". Y mandó queencendieran fuego debajo del toro y lo metió dentro de él alpropio Perilo.

-¡Bien hecho! gritj Emilia. Yo haría exactísimamente lamisma cosa.

Dédalo suspiró.-Pues me ha pasado una cosa igual. Por orden de Minos

construí este laberinto y ahora aquí estoy perdido, tambiénpor orden de Minos.

-Pero ha tenido una suerte indecible, dijo Perucho. Va-

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-Soy Dédalo, respondió l·e mterpelado ...

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MONTERIO LoBATO

mos a salvarlo. Basta que nos siga y en seguida estará fuerade aquí.

Dédalo sonrió tristemente.-Imposible. Yo, que soy el constructor de este laberinto,

sé que quien entra no vuelve a salir ...-jTonterías, Dédalo! Nosotros estuvimos aquí y entramos

y salimos del laberinto. Ahora hemos vuelto a entrar y volve­remos a salir. Y explicó el truco del hilo inventado por Emilia.

Dédalo estaba con la boca abierta.Después le pidieron noticias del Minotauro.-Ya no existe. Ayer estuvo aquí un héroe tremendo que

luchó con el monstruo y 10 mató.-¡Teseo! gritó Perucho. ¿Y dónde está él? ¿Ha salido ya?-¡Ah, no! i Ni saldrá! Debe estar perdido por esos corre-

dores sin fin.-Pues también 10 salvaremos, dijo Perucho. ¿Y el toro

de Creta?Dédalo no entendía. Perucho le explicó.-El toro furioso, sí. Nosotros 10 estamos persiguiendo. Ya

10 enlazamos y 10 atamos a un árbol. Pero Juno mandó que esanoche un ratoncito royera el lazo y el toro escapó. Ahora anda­mos nuevamente tras él. Vinimos siguiéndole el rastro hasta laentrada del laberinto. Tal vez haya entrado aquí, pero no 10 sé.

Dédalo era de opinión que no había entrado.-Aseguro que no entró. Después de la muerte del Mino­

tauro 0e1 silencio ha sido total. Si hubiera entrado yo habríaoído sus mugidos.

-¿Y el cadáver del Minotauro? ¿Dónde está?Dédalo los llevó al lugar donde vivía el Minotauro.-¡Ahí está! ...Sí. Allí estaba el Minotauro, tirado en el suelo. Muerto,

muertísimo.-¿Cómo logró vencerlo Teseo?-En lucha cuerpo a cuerpo. Se tiró sobFe él y 10 estran-

guló. i Qué héroe tremendo es Teseo! ...Largo tiempo estuvieron allí mirando al Minotauro muerto.

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-Sí, observó Emilia. Es el mismo que vimos aquella vez,pero mucho más flaco. Después que nos llevamos a tía Anas­tasia, él se quedó sin golosinas ...

Hércules combinó con Perucho un plan para salvar a Te­seo y no fué difícil encontrarlo. Dédalo guardaba en la memo­ria todo el plan de aquella construcción, de manera que hizoalgunas deducciones, como las de Sherlock Holmes, y despuésde media hora de búsqueda dió con el héroe de Atica.

¡Qué fiesta fué el encuentro! El pobre Teseo ya estaba des­animado y exhausto de tanto andar por aquellos malditos co­rredores. Y cuanto más andaba más despistado resultaba.

Todo corrió bien. Una hora después estaban fuera del la­berinto. La salida fué facilísima gracias a la raya que hizo elvizconde con el carbón y a los dos carretes de hilo que teníaEmilia.

Al verse otra vez bajo la luz del día, Teseo alzó los ojosal cielo y agradeció a Palas, la diosa de Atenas. Des­pués abrazó a Hércules, a Perucho y al vizconde, y besó aEmilia.

-Gracias, amigos. Gracias a vosotros acabo de resucitar.Esto lo considero un verdadero caso de resurrección, puesto queme consideraba absolutamente muerto ...

-¿Por qué no usó el carrete que le di, héroe? preguntóEmilia.

-Sí que lo usé, pero pronto el hilo se terminó. Doscientasyardas son pocas para este infernal laberinto.

Dédalo dijo que sólo un hilo de 800 metros podría ir desdeel principio al final. Con un sólo carrete de ninguna maneraTeseo se hubiera podido arreglar.

Las despedidas de Teseo y Hércules fueron conmovedoras.Cada uno de ellos siguió su camino. Después que se alejaron,Hércules miró a Perucho.

-¿y ahora, oficial? Hemos perdido el rastro del toro.Perucho volvió a examinar el suelo. De pronto lanzó un

grito., , 1

-¡VOIVl a encontrar e rastro! ... Hay aquí una señal. El

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llegó hasta aquí pero no entró -y mostró a Hércules el verda-­dero camino tomado por el monstruo.

-Pues continuemos la persecución, dijo el héroe.El carro de Apolo se iba y el estómago de Hércules ya re-­

clamaba carneros. El centaurito partió al galope para la "pesca'~

de costumbre, mientras los otros se sentaban a la vera de unarroyo.

-¡Qué día!... exclamó Perucho. j Cuántas cosas pa­saron! ...

-¡Y qué hermoso héroe es Teseo! dijo Emilia. Qué aireinteligente. .. Me recuerda a aquel atleta que Naricita vió enAtenas y tanto le gustó.

Hércules no dejó de sentir un poco de celos ante el entu­siasmo de Emilia por la belleza del héroe ático. Pero en 10'íntimo le daba razón. Los dioses 10 habían hecho a él, Hércules,"demasiado musculoso, excesivo en todo. Eso le garantizaba la.posición de Héroe Nacional de Grecia. El mayor de todos, elinvencible. Pero le privaba de la belleza sin par del héroe deAtenas ...

EL HEROE-NIÑO

La persecución al toro rabioso empleó dos días más. Altercer día por la mañana el encuentro con un viajero vino.a.confirmar las deducciones de Perucho. Aquel hombre habíaoído un mugido extraño en cierta dirección -y señaló hacia_dónde.

-Es en ese rumbo. Supongo que se ocultó en el bosque-­cilla que se ve desde aquí.

Todos se dirigieron hacia el bosque. Hércules iba delante.Poco después oyeron un mugido.

-¡Es él! exclamó Perucho. Esa voz es conocida mía ...Hércules pidió el lazo -pero ¿dónde estaba el lazo? El

centaurito se 10 olvidara a la entrada del laberinto. Mientras

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Los tremendos brazos del héroe 10 habían inmovilizado . ..

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MONTEIRO LOBATO

Medio-y-Medio iba al galope a buscar el lazo, Hércules, con laclava en puño, fué avanzando cautelosamente. De pronto seoyó un mugido más próximo y el toro apareció.

Apareció en la orilla del bosque. El mismo mirar de fuego,los mismos bufidos. Escarbaba furiosamente la tierra. Al veral héroe, volvió a bufar y embistió contra él con el ímpetu deuna bomba voladora. Hércules, firmemente, lo esperó con laclava levantada. Pero Perucho lo detuvo:

-¡Nada de clava, Hércules! N o se olvide que tiene queagarrarlo vivo ...

El héroe recordó la orden de Euristeo y soltó la clava. Sedispuso a agarrarlo con las manos.

El toro, que se había parado y escarbaba el suelo, embistiócomo un bólido. Hércules 10 esperó, firme como un roca. ¡Ah,qué escena aquella! ... Cuando la frente del toro dió al héroeen el pecho, se oyó un sonido profundo, ¡batf! Pero el toro ha­bía encontrado un adversario digno de él. Su topetazo fué comoel golpe de un martillo mecánico sobre un bloque de aceroinamoldable. El toro se sintió como clavado en el lugar. Losbrazos tremendos del héroe 10 habían inmovilizado por loscuernos. Perucho se sintió temblar de entusiasmo ante aquellaverdadera escultura viva: los dos gigantes inmovilizados, comosi súbitamente se hubieran transformado en piedra. Ningunode los dos se movía un milímetro. Inmóviles, inmovilísimos,como si se hubieran congelado ...

Los chicos estaban en delirio. Aquella escena valía portodo. El tremendo esfuerzo de Hércules neutralizaba el tre­mendo esfuerzo del toro. Ninguno de los dos se podía movero cambiar de posición. Y tendrían que quedarse así hasta queregresara Medio-y-Medio.

Un galope. Era Medio-y-Medio que venía. Al ver desdelejos al héroe aferrado al toro, aumentó la velocidad de lacorrida.

-¡Listo! dijo al llegar, entregando el rollo a Perucho.El pequeño héroe del Benteveo Amarillo tomó el lazo, 10

preparó y corrió hacia el toro. Pero ¿cómo podría aprisionar

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los cuernos del toro en el lazo, si los cuernos del toro estabanpegados a los flancos del Hércules? Emilia gritó:

-¡Enlázalo por el pie! ...Era una sugestión tonta. La lazada por el pie escapa al

primer estirón del toro. Perucho 10 iba a aprisionar por el pes­cuezo. Eso estaba contra todas las reglas de los rodeos, peroera la única solución para aquel momento -y, deshaciendo ellazo, lanzó la argolla por encima del cogote del toro. Ahorafaltaba alcanzar la argolla caída del otro lado y volver a hacerla lazada. Pero, ¿cómo alcanzar la argolla caída del otro lado?Si hubiera por allí un palo para pescarla ...

-¡Manda aquí al vizconde! gritó Perucho. Y Emilia em­pujó hacia él al marlo. Como era pequeño, podía, pasando pordebajo del pescuezo del toro, tomar la argolla y traerla del ladode aquí. Perucho le ordenó que 10 hiciera. El vizconde tembla­ba. El toro 10 podía aplastar de una patada. Tenía miedo. Emi­lia se le aproximó y le dió un empujón. El vizconde cayó exac­tamente sobre la argolla. Se llenó de valor. Agarró la argollay deslizándose por debajo -de la papada del animal fué a entre­gársela a Perucho. Perucho pasó por ella la otra punta del lazoy la cerró sobre el toro. Después tiró la otra extremidad a Me­dio-y-Medio y le gritó:

-¡Corre y estira el lazo! ...Medio-y-Medio 10 hizo así. Tomó la punta del lazo y

salió corriendo. La lazada se iba cerrando. Se cerró por com­pleto. El monstruo estaba aprisionado por el pescuezo.

-Da una vuelta de lazo a ese árbol, gritó Perucho. YMedio-y-Medio dió una vuelta al árbol indicado. "¡Ahora man­ténlo firme!", ordenó Perucho. Medio-y-Medio lo mantuvofirme.

-¡Listo, Hércules! Puede soltar al toro.Hércules soltó los cuernos y dió un gran salto al costado.

El toro, libre, mugió y embistió al héroe. Hércules volvió a sal­tar de costado y así otras veces, mientras Medio-y-Medio ibaacortando el lazo. En seguida estaba el toro con el testuzpuesto contra el árbol, como la primera vez, pero el apretón

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del lazo sobre su pescuezo lo iba estrangulando. Era necesariotransferir la lazada del pescuezo a los cuernos. ¿Cómo?

Perucho pensó aprisa. La única manera estaba en hacer-otra lazada en la punta opuesta del lazo y pasársela al toropor los cuernos. Yeso hizo. Preso al tronco por la lazada delos cuernos y bien atado, se podía aflojar la lazada que lo su­jetaba por el pescuezo. Medio-y-Medio efectuó hábilmentela operación y precisamente a tiempo. El toro ya estaba con los·ojos afuera de las órbitas y sin aliento. Si tardan dos o tresminutos más, ¡adiós toro de Creta! ...

¡Listo! Allá estaba el tremendo animal asegurado, y bien;asegurado. Emilia aplaudió. Hércules sonrió y el vizconde no:hacía más que soplarse. Aún no se había rehecho del acto-de heroísmo que realizara sin querer.

Hércules abrazó a Perucho. Por segunda vez reconoció queun chico como él era una novedad en Grecia.

-j Por aquí hemos tenido muchos héroes, pero héroe-niño,.el primero que apareció en la Hélade eres tú!

Emilia pidió a Hércules que abrazara al vizconde. "Tam­bién él contribuyó mucho, Lelé. Fué quien trajo la argolla dellado de allí a este lado".

Hércules estrechó la mano del marlito al tiempo que de­.-cía: "i Mi valiente escudero!"

Bien. Todo andaba bien. Sólo faltaba ahora que vigilaran·de noche para evitar que el ratoncito de Juno volviera a roerel lazo. Emilia tuvo la idea de poner un gato atado al troncodel árbol, pero ¿dónde encontrar un gato en aquel desierto?La idea vencedora fué la del vizconde: frotar el lazo con jugo-de yerba-de-ratón, que es venenosísima. Y como nadie sabía'que yerba era aquella, el marIa científico explicó:

-Las llamadas yerba-de-ratón son muchas, todas de lafamilia Pelicurea. Hay la Pelicurea strepens, con flores amari­llas en ramo; hay la Pelicurea noxia, que es rubiácea; hay laPelicurea nicotianoeiolia, otra rubiácea clasificada por Martius.y la Pelicurea rígida, también llamada "Doradita del Campo"...

Emilia casi le pegó.

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El vizconde encontró una plantita de ((Pelicuria officinalis" . ..

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-¡Pavote!. .. En vez de tanta exhibición de ciencia, ¿porqué no vas corriendo al monte a ver si encuentras alguna deesas pelicurias? ..

El vizconde fué y encontró una plantita de Pelicuria offici­nalis, tan buena como cualquier otra para envenenar al raton­cito de Juno. Aplastó las hojas entre dos piedras chatas, hizouna pasta y se la entregó a Perucho.

-Basta que frotes el lazo con esto.Así hizo Perucho. Y a la mañana siguiente pudieron obser­

ver el efecto maravilloso de la receta del vizconde: i allí, juntoal tronco, estaba el cadáver del ratoncito de Juno!

Muy bien. La primera parte de aquel Trabajo de Hérculeshabía sido realizada. Faltaba la segunda parte, tal vez la másdifícil: conducir al toro hasta Micenas. La isla de Creta estabaa unos cien kilómetros del continente. ¿Cómo atravesar aque-,llos cien kilómetros de Mediterráneo con el toro enlazado?

Se pusieron a estudiar el problema. Emilia pensó en el pir-'limpimpín. Con una buena fregada del maravilloso polvo enél hocico del toro, él iría en un solo ¡fium! a Micenas, pero eranecesario que también Hércules aspirara el polvo -y Palas se·oponía. Palas había prohibido terminantemente al héroe que:recurriera al polvo transportador, ya que su corazón hipertro­fiado podía no resistirlo.

-¿Y si hiciéramos que Medio-y-Medio fuera "a polvo'"con el toro? sugirió Perucho.

, Hércules se opuso. Medio-y-Medio era todavía muy joven~

No aseguraría el toro a la llegada. Idea viene, idea va, qued6resuelto lo siguiente: Hércules atravesaría los cien kilómetrosde mar a nado, llevando al toro, y ellos irían a esperarlo en unaplaya del continente.

Y así se hizo. Después de almorzar, Perucho distribuyó lasdosis de pirlimpimpín, muy bien calculadas para un salto hastael extremo del promontorio de Malea. Allí esperarían al héroe'con. el toro y prosiguirían por tierra hasta Micenas. El promon­torio de Malea estaba en la parte de la Hélade llamada Laco­nia; Micenas quedaba en la parte llamada Argólída.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Hércules desató al toro del árbol y allá se fué con él rumboal mar, mientras los demás aspiraban las dosis de pirhmpimpín.Instantes después se despertaban en una playa del promonto­rio de Malea.

-¿Dónde estará Hércules en este momento? se preguntóPerucho, apenas se vió libre del mareo. ¿Muy lejos aún? ¿Quéle parece, vizconde?

-¡Oh, sí!-¿Y cuántas horas necesitará nadar?El vizconde respondió que un buen nadador puede hacer

cien kilómetros en veinte horas. Y se puso a discurrir sobre lanatación. En cierto momento Emilia lo interrumpió.

-¿Y aquélla historia de Leandro y Hero, que nos contódoña Benita?

-jAh, eso fué muy triste! respondió el marlo. Había enSestos una sacerdotisa de Venus llamada Hero, muy joven ybonita. Sestos es una ciudad situada en la margen europea deHelesponto, ese estrecho que se llamará Dardanelos. Al otrolado del estrecho estaba la ciudad de Abidos, donde vivía Lean­dro. Ese joven conoció a Hero en una fiesta que dió Venus, yse enamoró -y todas las noches atravesaba a nado el Heles·ponto para ver a la joven.

-¿Qué ancho tenía el estrecho en ese lugar?-Mil quinientos metros, dijo el vizconde. Todas las no-

ches Hero encendía una fogata en lo alto de un otero para guiara Leandro. Pero cierta ocasión, Leandro pasó siete días sinaparecer. Siete veces la pobre encendió el fuego, y nada deLeandro dar señales de vida.

-¿Qué pasó?-Pues pasó que Leandro, en una de sus travesías, fué

sorprendido por un temporal y se ahogó. Días después las olasllevaron su cadáver a la playa de Sestos. Al saberlo, la pobreHero se tiró al mar y también se ahogó.

Emilia se tragó un sollozo.El marlo prosiguió. Contó que más tarde el poeta inglés

Byron, que andaba por Grecia, intentó y logró repetir la ha-

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MONTEIRO LOBATO

zaña de Leandro. Atravesó el Helesponto a o nado, exactamenteen el mismo lugar.

-¿y no murió ahogado?-No. Iría a morir de unas fiebres que contrajo en Misso-

longhi, una ciudad griega que no existe todavía.La historia de Hero y Leandro entristeció a los chicos y

conmovió al joven centauro.-¿Y si Hércules tampoco aguanta y se muere como Lean­

dro? sugirió Emilia. Tengo miedo ...

* * *Pero todo terminó bien. Al día siguiente, por la mañana,

fueron a colocarse sobre una gran piedra a esperar la llegadadel héroe. El mar tranquilo extendía ante ellos sus aguas azu­les. Minutos después, Emilia que era la "gran veedora", gritó:

-Estoy viendo dos puntitos allá a lo lejos. .. Se dirigenhacia aquí. .. Dos cabezas ... una de hombre y oh·.!. de toro ...Son ellos, sí que lo son ...

Y eran ellos. Una hora después Hércules salía del marllevando o al toro por un cuerno.

¡Qué fiesta fué la recepción del héroe! Hércules llegó can...sadísimo, completamente exhausto. Felizmente que el toroestaba más cansado todavía, que sino habría escapado por se­gunda vez.

El viaje desde allí hasta Micenas transcurrió lleno de pe­ripecias y lances heroicos. El camino que tomaron pasaba porla parte este de Arcadia' -y el vizconde insistió mucho paraque hicieran una paradita en Estinfalo. Pero como esa ciudadestaba muy a trasmano, el vizconde, suspirando, tuvo que re­nunciar a su esperanza de volver a ver a la pastorcita Clímene...

Finalmente llegaron y, como de costumbre, los chicos mar­charon hacia el campamento mientras Hércules llevaba el toroa la ciudad.

i Qué placer era el verse nuevamente en aquel amable re­tiro, con el arroyo murmurando como siempre y la florestareverdecida allí al lado! El templo de Avia no había sido to-

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Hércules atravesó el mar a nado llevando al toro . ..

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MONTEIRO LoBATO

cado por nadie. Estaba como lo habían dejado. Allí se levan­taban las estacas con las esculturas conmemorativas de losTrabajos de Hércules. Perucho colocó una más y le clavó laséptima escultura que representaba a Hércules luchando conel toro.

Al caer de la tarde, Perucho tuvo una idea.-¿Y si fuéramos un momento hasta la ciudad?Todos aprobaron, pero no podían ir sobre Medio-y-Medio,

porque siempre que el centaurito aparecía en la ciudad era unpánico. Fueron sobre él hasta la entrada de Micenas y desdeallí a pie.

Encontraron a la ciudad en medio de un tumulto a causade la llegada del héroe. Todos sabían ya la historia del torode Creta y corrían hacia la plaza del mercado para verlo. Hér­cules lo había atado allí a un palenque y fué a presentarse al rey.

-jListo, Majestad! dijo con su voz tranquila de héroeque se porta bien ante la soberanía. Cumplí fielmente la mi­sión que Vuestra Majestad tuvo a bien confiarme. El toro deCreta está atado a un poste en la plaza del mercado.

Euristeo se puso serio. ¿Qué iba a responder? Ya estabacansado de las victorias del héroe. Indudablemente Palas teníamás fuerza que Hera. Y Euristeo consultó con los ojos al mi­nistro Eumolpo, siempre allí, lo más chupamedias, al lado deltrono. Eumolpo, que tenía ya en la cabeza un nuevo Trabajodestinado al héroe, cuchicheó largamente con el soberano.

Euristeo compuso la expresión y le dijo al héroe:-Muy bien. Ahora lo que tienes que ir a hacer es a ter­

minar con los caballos de Diómedes.,Hércules no sabía qué caballos eran aquellos. Eumolpo le

explicó:-Diómedes es el rey de los bistenios, en Tracia. Tiene

unos caballos que no comen más que carne humana. Diómedeslos alimenta con los náufragos que las tempestades arrojan alas costas de su reino. Su Majestad ordena que vayas allí y li­quides esos caballos antropófagos.

Hércules bajó respetuosamente la cabeza y murmuró:

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-jAsí será hecho, Majestad!Dijo y salió.Euristeo se quedó conferenciando con Eumolpo. Estaban

tramando algo. Después ordenó a uno de los guardas:-Vaya a la plaza del mercado y suelte al toro de Creta.El guardia se quedó con la boca abierta, y se atrevió a

decir:-¿Y qué va a pasarle al pueblo que está allí, Majestad?Euristeo lo fulminó con una mirada.-Cumpla mis órdenes y no discuta.El guardia fué a soltar al toro.Mientras tanto, los chicos llegaron a la plaza donde la

multitud se comprimía para ver al monstruo aprisionado. Loscomentarios hervían.

-jQué hermoso animal! decía uno.-Hermoso, sí, pero peligrosísimo. Mire cómo babea de

cólera y echa chispas. Hasta parecería que lanzara fuego ...-Le tengo miedo a Creta. decía otro. Allí estuve una vez.

Todo son toros en la isla -y está aquel horrible Minotauropreso en el laberinto.

Perucho intervino.-Había Minotauro. Ya no existe.-¿Cómo? ¿Por qué? y varios curiosos lo rodearon.-Pues sí, confirmó Perucho. El gran héroe Teseo de

Atica estuvo allí y estranguló al monstruo.El espanto fué general. Nadie sabía aún el gran aconte­

cimiento.-Pero ¿efectivamente lo estranguló? ¿Tu lo viste, mucha-

cho? preguntó un Santo Tomé local.-Claro que lo vi. Con mis propios ojos.Emilia intervino:-También lo vi yo. Ya revoloteaban sobre él las moscas.

Muerto, muertísimo ...

-'!'-

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MONTEIRO LOBATO

LA LOCURA DEL REY

El ruedo de curiosos en derredor de los chicos aumentabacada vez más. Especialmente el vizconde provocaba mil co­mentarios. ¡Una araña con galera! Y cuando supieron que lostres habían tomado parte en la aventura del héroe, el asombrono tuvo límites.

En ese momento llegó el guarda del rey.-¡A dispersar! ¡A dispersar! gritó. Vengo con orden de

Su Majestad para soltar a este bicho.N adie entendía.-¿Soltar al toro de Creta? ¿Soltar a un monstruo que

había hecho ya tantos estragos en el mundo? ..-Sí. Son órdenes de Su Majestad y las órdenes de su Ma­

jestad no se discuten, respondió el guardia con la mano puestasobre el lazo para deshacer el nudo.

Cuando la multitud percibió que el toro iba a ser puestoefectivamente en libertad, fué un pánico. Correría general y

gritería cómo no se había oído nunca. Unos volaban por aque­llas calles como liebres. Otros penetraban en las casas y tran­caban las puertas por dentro.

El guardia soltó al toro y, pobrecito, fué su primera víc­tima. El toro lo empitonó y lo tiró a veinte metros de distancia,casi deshecho. ¡Y cuántos no murieron aquel día! ... El mons­truo estaba lleno de odio reprimido, de manera que al versesuelto explotó en un terrible acceso de furor. Cada embestidaera una criatura reducida a pedazos.

Perucho agarró a Emilia y al vizconde por la mano y des­apareció a toda velocidad. Corría arrastrándolos. Minutos des­pués llegó al lugar donde Medio-y-Medio los esperaba. Tiró alos dos sobre el lomo del joven centauro, montó y dijo:

-¡Huyamos, Medio-y-Medio! El maldito Euristeo man­dó soltar el toro.

Esas palabras valían más que cuantas espuelas pueda ha-

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

ber en el mundo. Nunca Medio-y-Medio galopó a más velo­cidad.

Al llegar al campamento les asaltó una idea:-¿Y si el toro viene hacia aquí? ¿Y si nos reconoce y

quiere vengarse? Lo mejor es subirse en aquel árbol -y Pe~

rucho señaló el árbol más alto de todos. Todos se subieron,menos Medio-y-Medio. Su defensa era el galope.

-No puedo comprender la idea de ese rey mandando sol­tar el toro, dijo Perucho desde encima del árbol. Para mí queestá más loco que el toro.

D -¡Y Hércules que no viene! se impacientaba Emilia. ¿Sevolverá a topar con el toro en la ciudad?

-Creo que no, opinó el vizconde. Ahora recuerdo lo quedijo Minervino. El toro va a Maratona, donde será capturadonuevamente por Teseo. Eso es lo que está escrito en las páginasdel libro del porvenir.

Minutos después:-jAllá viene Lelé! gritó Emilia.Sí. Hércules venía con la cabeza baja, como absorto en

pensamientos. Llegó y se echó a reír al ver a todos subidos enel árbol.

-Bajen, dijo. No hay nada que temer. El toro dejó laciudad y se hundió en esos campos.

-¿No vendrá hacia aquí?-No. Tomó otro rumbo.El alivio fué general. Todos bajaron.-¿Por qué Euristeo mandó soltar el toro? preguntó

Perucho.-No lo sé. Los designios de ciertos soberanos son inexcru­

tables ...Muy bien. Si el toro se iba a lo lejos, nada había que temer,

y el resto del día se pasó agradablemente en aquel campamento,que era una verdadera quinta de doña Benita plantada en laHélade.

Medio-y-Medio salió al galope en busca de la cena. Hér­cules le gritó:

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MONTEIRO LoBATO

-Trae cinco hoy. Tengo hambre atrasada. Las veinte ho­l'as que pasé en el mar me abrieron el apetito.

Perucho estaba curioso por saber cuál era el nuevo Tra­bajo de Hércules.

-¿Aquél verdugo ha dado órdenes para el octavo Trabajo?-Sí, respondió el héroe. Me mandó que liquidara a' los

caballos de Diómedes.-¿Quién es Diómedes?-Un rey de Tracia. Tiene unos caballos que comen gente,

a los que él alimenta con los n8.ufragos que llegan a la playade su reino.

Emilia puso las manos en la cintura.-¡Por Zeus! ... Nunca vi una tierra más llena de mons­

truos que ésta. Los pobres héroes no tienen descanso. He ahíuna profesión que no me tienta. Se parece a la de los bombe­ros en las ciudades bombardeadas.

-Nada más verdadero, Emilia, ponderó Hércules. Porejemplo, yo. Nunca tuve descanso. Desde la cuna vengo lu­chando por mi vida o para salvar la vida de los demás. Re­cuerdo aquellas dos serpientes que maté cuando era un chi­quillo ...

El vizconde dejó oír su opinión científica.-El mal, dijo, está en los dioses del Olimpo. Ellos inter­

fieren demasiado en la vida de los humanos. Parece como siel Olimpo fuera una platea desde la que ellos se distraen conlas aflicciones de los hombres. Y el gran Zeus, que como diosde los dioses debía tener juicio, me parece el menos juiciosode todos ellos.

Hércules se escandalizó ante la opinión del vizconde. Tan­to él como todos en la Hélade respetaban profundamente a losdioses del Olimpo. Y dijo:

-jCuidado con la lengua, escudero! Recuerde que la ven­ganza es el manjar de los dioses. Si oyeran una blasfemia se­mejante, ¡ay de mi escuderito! ...

-Eso es verdad, dijo Emilia. Miren a Juno. ¿Cuántosaños hace que te persigue, Lelé?

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Desde que nací. .. Felizmente la buena Palas es pode­:rosa y no se olvida de mí.

En ese momento se oyó el galope de Medio-y-Medio. Ve­nía doblado bajo el peso del rebaño que traía en el lomo: seis.cameros ...

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VIII

LOS CABALLOS DE DIOMEDES

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LA PREOCUPACION DE HERCULES

Perucho no entendía la Hélade.-Pero, al fin de cuentas, dijo, esto me parece una ensa­

lada de pequeños países más que uno solo. Explícame estaHélade, Minervino.

El mensajero de Palas le explicó que lo que llamaban Hé­lade no pasaba de una especie de racimo de pequeños países:independientes, pero con la misma lengua y los mismos dioses.Laconia, Mesenia, Argólida, Arcadia, Acaya, Beocia, Atica,.Etolia, Fócida, Tesalia, Magnesia ...

-¡Basta! gritó Emilia. Para en la Magnesia, antes que.llegue el Aceite de Ricino ...

-y a uno de los frutos de ese racimo helénico es haciadonde marchamos, continuó el mensajero. Vamos andandO'hacia Tracia.

Sí, Hércules y su pandilla iban en camino hacia Tracia encompañía del precioso Minervino. Hércules iba a Tracia por­que era allí donde estaba el reino de los bistenios, gobernado>entonces por un rey llamado Diómedes, dueño de los tales ca­ballos que comían carne humana. Perucho había observado­que en el mundo moderno los equinos eran todos herbívoros:no había ninguno carnívoro. Pero en una Grecia que tenía todo,.nada más natural que también hubiera caballos antropófagos.

-Los caballos no nacieron antropófagos, explicó Miner­vino. Pero como en lugar de pasto Diómedes les diera a co­mer carne humana, fueron cambiando de genio, se hicieronferoces y. finalmente se convirtieron en unos horribles mons­truos. Diómedes los alimenta con los náufragos que llegan a susplayas; los náufragos extranjeros, pues a los naturales los.perdona.

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MONTEIRO LOBATO

-jMalvado! exclamó Emilia. Por esa razón yo soy de­mócrata. Eso de reyes y tiranos es una desgracia. Tratan a lossúbditos 10 mismo que los dioses del Olimpo tratan a loshombres.

Minervino aconsejó que no se faltara el respeto a los dio­ses, porque estos todo 10 veían y 10 oían, y eran vengativos.y a propósito contó una conversación recién oída en el Olimpo.

-Rera estaba murmurando, en voz baja, con Zeus, sudivino esposo. Me esforcé y pude pescar unas palabritas ...

Emilia interrumpió:-Entonces, ¿tú vives en el Olimpo, Minervino?-No. Pero como estoy trabajando para mi diosa Palas,

vuelta a vuelta me llego por allá a dar cuenta de mis trabajosy recibir órdenes. En una de esas veces escuché la tal conver­sación. No sé si debo contar ...

Minervino vacilaba.-¿Qué decían ellos?-Justamente hablaban de ti, Emilia. Rera se quejaba a

Zeus de una "muñecota" que andaba por aquí en unión de una"araña de galera" y de un niño extranjero. La "muñecota",decía ella, estaba "interfiriendo" en demasiadas cosas y habla­ba de los dioses con gran irreverencia. Ya dos o tres veces lahaBía tratado a ella misma, la diosa suprema, de "peste" y de"arpía". Eso era inadmisible, y Rera le pedía a Zeus que ful­minase con sus rayos a la intrusa. Zeus arrugó las cejas y pro­metió que sí. Pero después de alejarse Rera, Palas, a la que yoinformé de todo, se acercó y le dijo: "No hagas caso de Rera,Zeus. La tal "muñecota" está de mi parte y trabajando muybien en la protección de Heracles. Fué la que 10 salvó en el casodel Jabalí de Erimanto. Por eso Rera está enfurecida y quierevengarse". Zeus conoce muy bien a esos dioses y diosas; estáal tanto de sus intrigas y va "apaciguando" el Olimpo con mu­cha habilidad. Fué así que aquel día prometió a Rera fulminar:

a Emilia y poco después .le prometió a Palas protegerla.

-Entonces ¿es un palo de dos puntas?-Más o menos. Zeus es mañoso. Sabe obrar políticamente

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-- -

...--,r--::

./

Hércules atravesó el mar con el toro de Creta.

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Rera se quejaba a Zeus de una "muñecota" . ..

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MONTEIRO LOBATO

y va "apaciguando". Pero ustedes tengan mucho cuidado conla lengua. Por la boca muere el pez, y las criaturas humanasmueren por la lengua.

Después de esta conversación, volvieron a tratar de Dió­medes, el rey de los bistenios. Minervino contó que los caballosdel tal rey no eran caballos sino yeguas. Cuatro yeguas llama­das Podargo, Lampón, Janto y Deno. Se habían vuelto tanferoces que vivían encadenadas.

-.-¿Es verdad que tienen los cascos de bronce? preguntóPerucho que había oído a alguien decir eso.

-Sí, tienen los cascos de bronce, como la corza del monteCireneo que capturó Hércules.

-Hércules, no. .. j Nosotros!. .. corrigió el pequeño.El héroe marchaba detrás de todos, como de costumbre;

iba conversando mentalmente consigo mismo. Y de tanto pen­sar sintió una perturbación como si fuera a caer nuevamenteen la locura. Y 10 que hizo en seguida, si no era ya cosa deloco era algo parecido. Se detuvo y les gritó a los demás:

f)

-jAlto! Antes de continuar a la tierra de los bistenios,quiero llegar a Delfos para hacerle una consulta al oráculo dela Pitia.

-¿Sobre qué, Lelé? preguntó familiarmente Emilia. PeroHércules no contestó. Eso los puso a todos en una gran incer­tidumbre. ¿Qué será? Perucho opinó que "ocurría algo". Talvez Hércules hubiera cometido algún crimen y sintiera remor­dimientos.

Perucho acertó. En un acceso de cólera, en Micenas, Hér­cules había dado muerte sin razón ninguna a un miceniano yde ahí provenían sus remordimientos, su aspecto enfurruñado,su inquietud interior. Y la súbita idea de dirigirse a Delfos tam­bién estaba ligada al suceso. Hércules quería saber si el crimenperpetrado había ofendido a Apolo. ¿Por qué a Apolo? Porquela víctima estaba sacrificando a Apolo en el momento en queHércules la abatió.

Después de Micenas, era Delfo la ciudad griega más co­nocida de los chicos. Habían estado en ella durante su primer

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

viaje a Grecia en busca de tía Anastasia e); y graci.s.s a la res­puesta del Oráculo pudieron descubrir a la negra en el Labe­rinto del Minotauro. Estuvieron por segunda vez en Delfospara salvar al vizconde, como se ha contado en uno de los vo­lúmenes de estas historias. Y ahora iban para allá por terceravez ... ¿Para qué? Lo ignoraban. Hércules estaba corflpleta­mente callado.

Para llegar a Delfos, tenían que atravesar el istmo de Co­rinto y después el Atica. Delfos quedaba en Fócida. Tales via­jes eran siempre lo mismo. Pasaban por las aldeás y se deteníanen campamentos improvisados, como los de Micenas y Estinfa­lo. Medio-y-Medio era el encargado de la mesa y o bien pre­sentaba un buey asado, o bien unos cuantos carneros. No falla­ba nunca.

Minervino formaba ya parte de la pandilla, aunque consúbitas desapariciones, cuando volaba para el Olimpo a fin dedar noticias o recibir órdenes de su diosa.

El vizconde andaba algo más "asentado". Aquella furia deamor y el entusiasmo por la vida que sintió después de herviren la caldera de Medea, ya habían pasado. Todavía pensabaen Climene, pero sólo de tarde en tarde y cada vez con menosamor. Emilia llegó a murmurar al oído de Perucho: "Tal vez;no sea necesario que la tía Anastasia corrija al vizconde. Seestá corrigiendo por sí mismo". Y lo estaba. El fuego de la ju­ventud trasmitido por la caldera de la hechicera, era ya unfuego sin calor. El vizconde hasta se abstenía de beber. Cuandode paso por una aldea le ofrecían vino, le rechazaba con muchadelicadeza.

Perucho siempre aprehensivo con el extraño estado dealma de Hércules, le hablaba de eHo de clíLando en cuando aMinervino.

-Hércules ha perdido su expansividad. N o lo veo reír.Olvida contestar n lo que le preguntamos. ¿Qué será? Tengomiedo de que le dé un nuevo ataque de locura. Quien estuvo

1 El Minotauro.

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MONTEIRO LOBATO

loco una vez, siempre está amenazado de una recaída, dice

abuela.y así fué el viaje a Delfos mucho menos divertido y alegre

que los otros. Pesaba sobre ellos como una nube de tragedia.

EN DELFOS

Hay siempre mayor placer en regresar a una ciudad co­nocida que cuando se la visita por primera vez. Aquella terceraentrada en Delfos, regaló a Perucho y a Emilia como un re­greso a su propia casa. Iban reconociendo numerosas cosas yrecordando episodios de sus estadías anteriores.

-¡Mira aquel "melenudo que vimos la primera vez! obser­vó Emilia, señalando a un tipo asiático. Se parece a PepeBotella.

Habían instalado su campamento en un valle de los alre­dedores, en el que dejaron a Medio-y-Medio. Al centaurito nole gustaban las poblaciones. No comprendía el pavor que cau-

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~;;¡EE!I~~~i7?~~-~~ ~Poseído de cólera ', avanzo sobre el trí dpo e y lo arrancó.

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saba su presencia. Hércules, sin decir una palabra, había pro­seguido hacia la ciudad. Los tres chicos lo siguieron a pie unpoco después ...

Delfos era una ciudad distinta de todas las otras. Un grancentro de peregrinación. Gentes de todas las ciudades griegasy aún de tierras extranjeras, afluían constantemente allí paraconsultar al famoso Oráculo. A causa de la constante inter­ferencia de los dioses en los asuntos de los hombres, todo elmundo tenía la preocupación de "sondear" la voluntad de losdioses por medio de consultas a la Pitia, o Pitonisa captadorade las intenciones del Olimpo. Los sacerdotes del Templo deApolo vivían en una perpetua ocupación, sin tiempo ni pararascarse. Y como no trabajaban gratis, la recepción de presen­tes no tenía fin. iY qué presentes!... Hasta bloques de orocomo ladrillos eran ofrecidos al Templo, en cuyos depósitos seacumulaban inmensas riquesas.

Los pequeños se encaminaron al Templo y allí encontra­ron a Hércules preparándose para su consulta.

-¿Qué será? murmuró Emilia. Estoy que echo chispasde curiosidad.

Entraron. Se quedaron en un rincón, mirando y observán­dolo todo. La Pitonisa estaba atendiendo al mensajero de unrey de Beocia interesado en saber el resultado de una guerraque andaba tramando. La Pitia lo atendió. Después de oír supregunta, alzó los brazos, se curvó sobre los vapores que salíandel trípode y con un aire de desvarío murmuró su "vaticinio".Los vapores tenían la propiedad· de colocar a la Pitia en estadode trance, como los mediums que reciben un espíritu. Emíliase ingenió para aproximarse, y oyó la respuesta:

-"Antes de que las hojas de los plátanos alfombren elsuelo, un rey caerá de su trono".

El Oráculo hablaba siempre de un modo ambiguo, es de­cir, que tanto podía ser una cosa como otra. Y las respuestaseran entonces "interpretadas" por los sacerdotes, casi siemprea favor del que ofrecía los presentes más ricos.

El emisario del rey de Beocia se retiró y fué a conferenciar

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MONTEIRO LOBATO

con los sa~erdotes. Era el turno de Hércules. El héroe se apro­ximó a la Pitia. Emilia se achicó más de 10 que era y se acercó'ansiosa por no perder una sola palabra de la consulta.

Pero ocurrió un hecho extrañísimo e inédito en los anales.del Templo de Apolo. Al ver a Hércules acercarse, i la Pitia se­retiró del trípode! ... Fué algo asombroso. Todos los presentes,dilataron los ojos y entreabrieron las bocas. ¡Hércules, el granhéroe nacional de la Hélada, había recibido en pleno rostro,una bofetada de Apolo! ...

¿Cómo iría a reaccionar? ¿Se resignaría, o ... ?El "o" venció. Hércules, atacado por un acceso de cólera

que hizo a los presentes temblar de miedo, avanzó hacia el trí­pode, 10 arrancó del suelo y cargándoselo al hombro salió con.él del Templo ...

Emilia corrió al encuentro de Perucho y del vizconde, y­todos asustados se fueron volando hacia el campamento. Lle­garon allí casi sin aliento, y Perucho, jadeante, contó a Medio­y-Medio 10 ocurrido.

-jHércules fué. . . fué rechazado por la Pitia! . .. j Cuandose aproximaba a ella. .. ella se retiró para el fondo del Tem­plo! . .. y Hércules entonces. " entonces cogió el tripode, barrancó y salió con él en el aire. .. Salió del Templo y des­apareció ...

Medio-y-Medio se quedó asombrado. En esto apareciÓ'Minervino. También había estado en el Templo observándo­lo todo.

-Hércules es hermano de Apolo por parte de padre, dijo~

Lo que ocurrió no pasa de una riña entre hermanos. La ofensaque Hércules le hizo a Apolo arrancando el trípode es la mayor­de todas. Preveo grandes catástrofes ...

-¿Y qué piensa hacer, Minervino? preguntó Emilia.-Voy al Olimpo a consultar a Palas -dijo y desaparició..Los chicos se quedaron solos, como atontados, sin una idea

en la mente.-¿Y ahora? exclamó Perucho. Hércules desapareció. Es­

tamos abandonados en esta tierra extraña y expuestos a todo .. ~

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES'.

Después de muchas vacilaciones, Perucho resolvió que to­dos montasen en Medio-y-Medio y salieran por el mundo a ver­si encontraban al héroe. Así fué. Cabalgaron en el centauritoy salieron en un galope desenfrenado. Cuando veían a algúncaminante, lo detenían para hacerle preguntas.

-¿Ha visto a Hércules? ¿No sabe nada de él?Los caminantes no sabian nada, y Medio-y-Medio volvía.

a su galope. Y así hasta que dieron con uno que les pudo infor­mar algo.

-Sí, lo vi. Pero yo no sabía que fuera Hércules. He visto·pasar a un héroe de formas truculentas con un trípode alhombro ...

-¿Qué rumbo tomó?-Pasó a mi lado murmurando palabras terribles y siguió·

en esa dirección.Medio-y-Medio volvió a galopar en el rumbo indicado, y

así llegaron a las proximidades de una pequeña ciudad llamadaGitio en el interior del Peloponeso. Desde lejos avistaron a un·hombre de gran estatura con una cosa al hombro.

-Es él, gritó Emilia. Es Lelé con el trípode de la Pitia ...El centaurito voló al encuentro del héroe pero se detuvo·

de pronto. Otro héroe había aparecido delante de Hércules.Perucho lo reconoció de inmediato: ¡Apolo!... ¡Es el mismodios Apolo, el hermano de Hércules por parte de padre, el héroe"

." ,que surglO....

Sí, era Apolo en persona que descendiera del Olimpo, en-·furecido, para atacar a Hércules y recuperar su trípode.

Momento trágico. A los pequeños se les pusieron los ca-obellos de punta. Pelea entre dos hermanos, ¿habrá algo másterrible? Y si Hércules era Hércules, Apolo era un dios. Ahorabien, un dios no puede ser vencido por un ser humano. Luego·Hércules era el que arriesgaba perder la partida.

Los dos tremendos hermanos se pusieron frente a frente yrompieron en improperios y acusaciones. Apolo declaró que la.Pitia se había rehusado a atenderle por razón del injusto ho-­micidio que Hércules había cometido en Micenas.

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MONTEmo LOBATO

-¡Mataste a uno de mis devotos! acusó Apolo. Por esola Pitia se negó a atenderte.

Hércules replicó:-Somos hermanos, hijos del mismo padre. No reconozco

tu superioridad sobre mí. Me he apoderado del trípode y voya establecer el Oráculo de Herac1es en oposición al Oráculode Apolo.

La lucha de palabras fué subiendo de tono, pero en el mo­mento en que iban a trabarse en una pelea horrible, del cielodescendió un rayo que vino a clavarse en el suelo entre los dos.Era un severo aviso de Zeus, el padre de ambos.

Hércules y Apolo se detuvieron. Comprendieron la signi­ficación del aviso celeste. Si no acataban aquel aviso, Zeus, fu­rioso, los fulminaría con otro rayo. Y allí se inmobilizaron eluno delante del otro, como dos gallos de riña que reflexionan10 que deben hacer.

Pero Palas intervino. Hizo que el acceso de furia del héroese calmase y Hércules fué volviendo en sí. Se puso a hablarmenos exaltadamente. Discutió el asunto con más calma y porfin cedió. Reconoció que él era el culpable y no Apolo. Sí, élhabía matado al devoto de su hermano y arrancado el trípodedel Templo. Nada más justo que Apolo acudiera en defensa de10 que era suyo, de su devoto y del trípode de su Templo. YHércules entregó a Apolo 10 que era de Apolo. En seguida, muyvejado por 10 ocurrido, volvió por su camino, con la idea deregresar a Delfos a reunirse con sus amigos dejados en el cam­pamento.

Medio-y-Medio le salió al encuentro. La sorpresa del hé...roe fué grande.

-¡Vosotros aquí! ...-Sí, dijo Perucho. Lo hemos visto todo. Estuvimos en

el Templo y asistimos a la huída de la Pitia ...-¡Aquélla bruja! agregó Emilia.Hércules entonces todo aclaró. Contó la historia de su ho­

micidio en Micenas, explicándolo como una tentativa más deHera para perderlo.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Sí, fué mi divina perseguidora quien me hizo subir lasangre a la cabeza y matar a aquel hombre. Fué también ellaquien me hizo arrebatar el trípode para que de ese modo ofen­diese mortalmente a mi hermano Apolo ...

En ese momento apareció Minervino de vuelta del Olimpo.Contó que acababa de estar con la diosa Palas y que ésta, alsaberlo todo, fué a ver a Zeus y prevenirle de los horrores dela lucha entre los dos hermanos. Agregó que el acceso de furorde Hércules en Micenas fué también un truco de Hera parahacer caer en desgracia a su perseguido.

Hércules suspiró.-¡Qué vida mía! No dejo de ser un juguete de los dioses

del 01:-~,", "" Rl ,.,,.1;1"\ rl", P"'r~ 110 cede ...Minervino 10 consoló diciendo que tampoco cedía la pro­

tecciull u-'; ..:"l.Has.-Mi buena diosa tiene siempre los ojos puestos en ti, Hér­

cules. Te ha salvado ya innumerables veces; y así continuaráhaciéndolo. Quien disfruta la protección de mi diosa no tienenada que temer.

Emilia preguntó por qué motivo era Palas tan poderosa.Minervino le respondió:

-Porque disfruta la predilección del dios supremo, ya quepasó los primeros meses de su existencia en su divina pierna.Además de eso, Zeus y todos los dioses del Olimpo la admirany respetan como la diosa de la Sabiduría. ¡Palas, gran diosa Pa­las, tu mensajero te admira y te venera desde el fondo de sucorazón! ¡Tú sí eres la diosa de las diosas! ...

Emilia le hizo la misma advertencia que días antes él mismole hiciera:

-Cuidado, ¿eh? Si Hera te oyese va a sentirse celosa, yadiós Minervino ...

HERCULES SE CALMA

Las cóleras de Hércules eran hercúleas. No pasaban conla facilidad que pasan las cóleras de los hombres comunes. Se

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MONTEIRO LOBATO

había reconciliado con Apolo, pero aún así hervía por dentroT

como hierven las lavas de un volcán. Eso explica la enormevuelta que dió para llegar a Tracia. En lugar de seguir directa­mente para allá, como era lo natural, resolvió pasar por el reinode Libia.

-Necesito distraerme, dijo. El fuego de la cólera me que­ma todavía por dentro. Quiero llegar hasta Libia.

Perucho se admiró. Libia estaba en el norte de Mricay era una tierra muy cálida. Ahora bien, si Hércules ardíaen fuego interior, ¿cómo pensaba en Libia? Mucho más lógicoque fuese a la tierra de los hiperbóreos, donde todo es hielo.Pero Minervino lo explicó diciendo que el gran héroe era par­tidario de la teoría médica de ((similia simílibus curantur", estoes, para curar el fuego, más fuego; sólo eso podía explicar suidea de ir a Libia.

Después contó Minervino que el rey de Libia era ungigante de sesenta codos de altura: Anteo, hijo de Gea y dePoseidón, el dios del mar. Y agregó que temía mucho una riñaentre Hércules y tal gigante.

-¿Qué es un codo? preguntó Emilia.El vizconde respon(lió que el codo era una medida muy

antigua, equivalente a tres palmos. Sesenta codos equivalíana 180 palmos, o sea aproximadamente 36 metros. La ex muñecase quedó pensando.

-¿Treinta y seis metros de altura? se sorprendió Emilia.Pues entonces es un gigante de verdad.

-Sí. Solamente diez metros menos que la Estatua de laLibertad en el puerto de Nueva York.

Minervino contó que las "cóleras concentradas" de Hércu­les solamente se desahogaban con la realización de una proezatremenda, y que en aquella idea de un viaje a Libia había gatoencerrado; no era para distraerse, no ...

-Para mí, ¡es que quiere pegarse con el gigante Anteo!Y tengo miedo de eso ...

-¿Por qué? preguntó Emilia. Crees entonces que Hércu­les, que sostuvo el cielo sobre los hombros cuando Atlas fué a

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

robar la manzana de las Hespérides, ¿puede ser derrotado porun gigante?

-Es que Anteo es invencible. Puede luchar todo el tiemposin cansarse.

-¿Por qué?-Porque es hijo de Gea, o la Tierra, y Gea le trasmite su

fuerza por los pies.Emilia tuvo una súbita idea:-Si es así hay un recurso para vencer a ese gigante: le­

vantarlo en el aire, no dejando que sus pies toquen la tierra.Minervino entreabrió la boca. Sí, esa era, al parecer, una

'solución.Emilia fué corriendo a conferenciar con el héroe y le plan­

teó el caso de Anteo.-¿Será verdad que ese Anteo es invencible, Lelé?Hércules respondió que sí, yeso a causa de la fuerza con­

tinua que recibía de su madre Gea.-¿Por dónde recibe esa fuerza? preguntó la diabli11a.-Por los pies, declaró Hércules. Los que luchan con él

se cansan, pero Anteo no se cansa porque Gea le está trasmi­tiendo continuamente fuerza por los pies.

-¿y si fuera levantado del suelo y sostenido en el aire?De esa manera, Gea no le podrá trasmitir fuerza ninguna. Es.como la electricidad en el mundo moderno. No habiendo con­tacto, no hay electricidad.

Hércules arrugó la frente. La ideita de Emilia le sonó comouna tremenda revelación. Sí, ponderó consigo mismo. Sí, si yo10 levantase. .. si yo lo mantuviera con los pies separados dela tierra. .. y una inmensa sonrisa le iluminó el rostro. Hércu~

les había comprendido una gran cosa. "No habiendo contacto,no hay electricidad". Sí, sí. .. Si él consiguiera separar los piesde Anteo de la tierra el gigante moriría por falta de fuerza ...

Hércules no diJo nada más; se limitó a levantar a Emiliay darle un beso. Parecía increíble, pero aquella pequeñísima-criatura acababa de enseñarle el único medio posible de vencera un gigante invencible ...

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Desde entonces el viaje fué para todos tina verdaderafiesta. La alegría del héroe se manifestaba de mil maneras. Des­apareció su mal humor. Se puso a contar mil cosas de su vidapasada -un rosario sin fin de tremendas proezas; y como laalegría produce hambre, su comida aquella vez fué la más abun­dante de todas: ¡Hércules devoró siete corderos asados!

Anteo era el terror de Libia. Su mayor placer consistía en,provocar a la lucha a todos los extranjeros aparecidos allí; losmataba y con sus huesos estaba elevando un horrible temploen honor de Neptuno. Vivía en Tingis, donde ahora está laciudad de Tanger; y esta ciudad se llamaba así por haber sidofundada por Tingis, la esposa de Anteo.

Para llegar a Tingis, el grupo de Hércules tenía que atra­vesar el Mediterráneo y surgió una dificultad: ¡Medio-y-Medio!Como no había memoria de que centauro alguno hubiera em­barcado en un navío, Perucho no creyó conveniente que el cen­taurito siguiera con ellos. Podían ocurrir muchas cosas. Quedóresuelto que Medio-y-Medio los esperase en aquel promontoriode IVlalea en el que antes habían estado.

Hércules era una cosa en tierra y otra en mar. j Cómo semareó! iY qué cosa horrible fué el mareo de Hércules! .. , Todoen él era tremendo, fuera de cuenta o medida. Llegó a asustara las sirenas y las nereidas con sus tremendos vómitos ...

Por fin llegaron, y la entrada del héroe en Tingis fué unaverdadera entrada triunfal. Hasta allí había alcanzado la famadel gran héroe heleno, de modo que la población, que vivíaaplastada por el despotismo de aquel rey, se llenó de esperan­zas. ¿Quién sabe si el héroe heleno no realizaría el secreto sueñode todos: liberta el reino del cruel despotismo de Anteo?

El revuelo alcanzado en Tingis por la aparición de Hér­cules fué grande. Todos 10 querían ver, y se asombraban antesu impresionante musculatura. Anteo se enteró también de lapresencia del gran heleno y se sonrió, como diciendo: "El tem­plo que estoy construyendo en honor de mi padre se va a enri...quecer con una hermosa camada de huesos". Y mandó desafiarlopara la lucha.

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Nunca encontró adversario que resistiera tanto . ..

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Hércules aceptó el desafío.A la hora indicada, la población entera se reunió en la

plaza principal con el fin de asistir una ,vez más a la lucha desu soberano con un extranjero. Ya estaban c~nsados de asistir,a tales luchas y testimoniar la invencibilidad de Anteo, peroesta vez una vaga esperanza brillaba en todos los corazones.

-¿Cómo va a ser la lucha, Lelé? preguntó Emilia. ¿Conclava o con arco y flecha?

Hércules respondió que sería una lucha cuerpo a cuerpo ysin armas; solamente de músculos contra músculos.

-y voy a aplicar la sugestión tuya, Emilia, voy a "desli­gar" al gigante, como allá en el mundo moderno hacéis vosotroscon la tal electricidad.

Minervino estaba bastante asustado, pero cuando supoque Hércules iba a poner en práctica la idea de Emilia, mur­muró más aliviado: "¿ Quién sabe?"

Llegó la hora. Nunca se había visto en Tingis mayor can­tidad de gente. La espectativa era enorme. Corrían de boca enboca mil versiones sobre las hazañas de Hércules: la destruc­ción del León de la Luna,' del Jabalí de Erimanto, del Toro deCreta, y mucha gente apostaba por él. Hasta los partidarios deltirano secretamente se inclinaban por la victoria del griego.

Hércules apareció en la plaza acompañado por sus extra­ños amigos: Minervino, Perucho, el vizconde y Emilia. Innu­merables curiosos rodeaban el grupo y no dejaban de espan­tarse ante la curiosísima figurita de la "araña con galera".

De pronto se sintió un gran rumor. Era Anteo que se apro­ximaba. Llegó.

Emilia tuvo una pequeña decepción. En vez de un gigantede 36 metros de altura, del tamaño de una torre de iglesia, vióaparecer a un hombre que apenas tendría tres palmos más queHércules.

-¿Cómo es eso? ¿Entonces no tiene los sesenta codos quedicen?

"Quien cuenta un cuento aumenta un punto", dice el re­frán. La altura de Anteo era solamente unos tres palmos mayor

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que la de Hércules. Pero eso contado desde Libia hasta la Hé­lade había ido aumentando de puntos hasta llegar a los sesentacodos. No había duda, sin embargo, de que Anteo era un gi­gante; pero también Hércules era bastante gigantesco.

Los formidables competidores se midieron con la mirada.Anteo estaba sonriente; la sonrisa de los luchadores seguros desí y jamás derrotados. Tenía fama de invencible; y ningunomás que él creía en esa invencibilidad. Hércules se presentó se­reno como siempre. Su rostro no revelaba la menor expresiónde inquietud.

-jNecesito tus huesos! dijo Anteo con una carcajada.En vez de contestar, Hércules atacó. Pero atacó como lo

hacía siempre, confiado en sus fuerzas y seguro de dominar aladversario. En todas las luchas triunfa siempre el más fuerte,el que golpea más, el que se cansa menos. El cansancio es lacausa principal de todas las derrotadas. El que aguanta un mi­nuto más que su enemigo, sale vencedor. Hércules no lo igno­raba. En aquel día, sin embargo, tuvo ocasión de comprobar la"incansabilidad" de Anteo. Después de diez minutos de luchacontra el Número Uno de todos los grandes luchadores de laantigüedad, Anteo se presentaba más fresco que una mañanade mayo. Y sonreía con la despreocupaba sonrisa de los inven­cibles.

El calor de la lucha hizo que Hércules olvidase completa­mente la ideita de Emilia en cuando a la "desligación" del gi­gante, de manera que estaba luchando con Anteo como siemprelo había hecho hasta entonces. Pero extrañó una cosa: nunca,en ningún tiempo, tuvo un rival que resistiera tanto. En genf'­ral, nuestro héroe derribaba al adversario a los primeros golpes.y Anteo resistía ya diez minutos sin presentar la menor señalde cansancio. Hércules empezaba a inquietarse:

En ese instante, Emilia le gritó:-¡Deslígalo, Lelé! ...Un relámpago iluminó el cerebro del héroe. Se acordó de

la conversación sobre la electricidad y del plan que había con­cebido de separar del suelo los pies de Anteo. ¿Cómo había

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podido olvidarse de aquello? ¡Qué cabeza la suya! ... Pero yaestaba salvado. La advertencia de Emilia llegó muy a tiempo.

Hércules dió entonces un golpe habilísimo del cual resultóAnteo con las piernas en el aire, completamente separado dela tierra; y mientras con una mano 10 sujetaba del pescuezo,con la otra le impedía volver a poner los pies en el suelo. Lafuerza de Anteo se desvaneció como por encanto. El gigante seestremeció en el aire y se ablandó su cuerpo ...

El pueblo estaba en el mayor grado de asombro. Nadie ha­blaba. Todas las respiraciones en suspenso como en el circo de.ahora cuando la música se calla. Por algunos instantes man­tuvo Hércules todavía en suspenso aquel cuerpo sin vida; luego10 soltó y el gigante se aplastó en el suelo como un paño mo­jado que cae ...

La multitud seguía paralizada por el espanto. ¿Eraposible? ¿Estarían en realidad libres del odiado rey? Todos serestregaban los ojos con el temor de estar soñando. Pero cuandose convencieron de que no era un sueño sino una maravillosarealidad, el ¡hurra! que el pueblo lanzó fué un ¡hurra! al uní­sono que duró minutos y minutos.

-¡Viva Herac1es, el héroe invencible! ¡Viva Herac1es,nuestro libertador!

Una oleada de gente se lanzó sobre el héroe para alzarlo yconducirlo en triunfo. Hércules llamó a Emilia. La tomó y le­vantó en su brazo como una niña levanta una muñeca. Y asífué llevado hasta el palacio entre el delirio de las ac1amaciones.Una voz gritó señalando a Emilia: "¡Es el talismancito de él!Un talismancito vivo! ... " y Hércules respondió: "Más que·eso. Es mi verdadero cerebro. Es mi dadora de ideas ... ", pala­bras que nadie podía entender. Minervino seguía de cerca conel vizconde montado en el hombro y dándole la. mano a Pe­rucho. Y fué la primera vez que Perucho lamentó no ser gentegrande, pues, comprimido en la inmensa masa de pueblo, eraarrastrado por las oleadas y no podía ver nada.

Llegados a palacio, el pueblo quiso que Hércules ocupaseel trono de Libia. Un rey como aquel, ¡qué suerte! En un mo-

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Hércules fué capturado, encadenado y llevado ante el rey.

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mento de embriaguez, el héroe casi aceptó la corona tan espon­táneamente ofrecida. Pero el "talismancito" lo llamó al orden:'''No pienses en tronos, Hércules. Doña Benita dice que el peorde los monstruos es el pueblo; un día aclama a los jefes y alotro día los destruye. Nada como ser "héroe en seco" -sólo ynada más. Hércules le dió la razón, y agradeciendo la mani­festación popular declaró que la corona de Libia tenía que serusada por el más digno de los libios. El pueblo que lo eligieray lo sentase en el trono tanto tiempo ocupado por Anteo.

Terminada la manifestación, Hércules se fué al templo deNeptuno, edificado con los huesos de las pobres víctimas delgigante y lo destrozó a puntapiés. Emilia le gritó a Perucho quecogiera y le llevara en el bolsillo una vértebra para su museito.

Por la noche hubo un gran banquete ofrecido al héroe.Hércules comió como nunca; y habría bebido hasta caer bo­rracho, si Emilia no hubiera intervenido: "¡Nada de excesosalcohólicos, Lelé!. Es muy peligroso. Puedes perder la cabezay hacer estragos en estos pobres libios tan entusiastas". Hér­cules obedeció y solamente tomó agua con miel.

Al día siguiente el héroe amaneció cambiado. Había sanadocompletamente de su acceso de "cólera contenida". El vizcondeobservó que para los grandes héroes, los grandes remedios: "Unmortal común se cura con un laxante de sulfato de magnesio.El purgante de un Hércules tiene que ser un Anteo".

Un egipcio se aproximó y dijo:-Gran Hércules, mi país está también necesitado de una

limpieza en el trono. Tenemos como rey a un verdadero mons­truo, tal vez peor que Anteo. .

-¿Quién es?-Es Busiris, hijo de Poseidón y de Lisianasa. Anteo lu-

chaba y mataba a todos los extranjeros que venían a Libia.Busiris sacrifica en el altar de Zeus a todos los que entran enEgipto. ¿Por qué no vas allá y libertas a nuestro pueblo deaquella calamidad hecha hombre?

Hércules miró a Emilia, como quien pide un consejo. Emi­Ha le dijo:

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-El papel de los héroes es limpiar el mundo de monstruos.Anda, Lelé, y aplasta al tal Busiris.

Hércules prometió ir, y después de despedirse del nuevorey y de aquel buen pueblo tomó el camino de Egipto.

En el comienzo de su reinado Busiris no se había reveladocomo un hombre cruel hasta el día en que una gran seca asolóal país. Nueve años duró aquella seca. Los bueyes se morían.Las plantaciones se secaban. La gente se caía de hambre entodos los rincones. Viendo la gravedad de aquella situación, unadivino famoso de aquella época, llamado Frasio, buscó al reyy le dijo:

-Sólo hay un medio de terminar con la seca que está des­truyendo a Egipto: sacrificar a Zeus un extranjero.

Frasio era extranjero, y Busiris hizo como el tirano Falaris:mandó agarrarlo y sl!!'crificarlo en el altar de Zeus. y cómo porcasualidad al día siguiente lloviera, Busiris se convenció de queel medio de hacer llover era realmente aquél. Y nunca más cesócon los sacrificios humanos.

Minervino advirtió al héroe del gran peligro que era paraun extranjero penetrar en el reino de Busiris, que tenía grandesejércitos. Pero, aconsejado por Emilia, el héroe despreció elconsejo de la prudencia, y cru~ó la frontera de Egipto.

Al tener conocimiento de ello y de los propósitos de Hér­cules, Busiris se enfureció y lanzó contra él un ejército de diezmil nubios feroces como tigres. Hércules fué capturado, enca­denado y conducido a la presencia de Su Majestad.

-Ya sé lo que le hiciste a mi gran amigo Anteo, le dijoBusiris; pero voy a vengar la majestad real ofendida por tucrimen. Mañana serás sacrificado en el altar de Zeus.

Los pequeños se quedaron muy afligidos. Por primera vezveían a Hércules dominado e infamemente encadenado. Ycomo el ejército de Busiris era un verdadero enjambre de avispasferoces, armadas de lanzas agudísimas y escudos de piel de ri­noceronte, Perucho y el marlito lo consideraron todo perdido.Unicamente Emilia conservaba su fe en el héroe.

-El se arreglará, decía ella.

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-¿Cómo, boba?-No sé, sólo sé que a último momento sabrá hacerlo.

Tengo la más absoluta confianza en Lelé.Pero, a pesar de la confianza de Emilia, Minervino, Pe­

rucho y el vizconde no veían de qué manera se iba a arreglarel héroe encadenado. Y estaban en la mayor angustia.

Llegó en fin el día del sacrificio. Numerosos sacerdotes secolocaron alrededor del altar de Zeus a la espera de la víctima.¿Y quién era la víctima a ser sacrificada a Zeus? Pues justa­mente uno de los más generosos y famosos hijos de Zeus ...

Minervino y los pequeños fueron a colocarse en un lugardesde el que se pudiera ver todo. El vizconde y Emilia, enca­ramados en los brazos del mensajero de Palas; Perucho, de pieen un bloque de granito.

La multitud se apartó entre un gran griterío. Era Hérculesque llegaba, seguido por una legión de soldados. Busiris y suscortesanos ocupaban una plataforma levantada expresamentepara tal objeto.

Emilia vió a Hércules y, a despecho de su confianza enel destino del héroe, sintió ganas de llorar. Allí estaba su grandeamigo encadenado de pies y manos y para mayor ironía cu­bierto con guirnaldas de flores de loto, que es la principal florde Egipto. El sacerdote sacrificador, ya delante del altar, pro­baba con el dedo el filo de su machete sagrado. "¡ Qué bien esta­ría que se cortase un dedo!" pensó Emilia.

Hércules se detuvo delante del altar. No había cambiadonada. Su confianza en sí mismo era solamente igualada por laconfianza de Emilia en su destino. El sacrificador subió a unabanqueta, pues se trataba de una víctima de excesiva estatura,y levantó la cuchilla. Ya la iba a clavar en la garganta delhéroe ...

Pero lo que ocurrió hasta parece mentira. En cierto mo­mento, Hércules contrajo sus músculos en un esfuerzo podero­sísimo y las argollas de hierro que lo ligaban a las cadenas serompieron como si fueran de barro.. Se libertó y cogiendo lascadenas las usó como si fueran una clava. En un instante barrió

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Un gran claro se hizo en derredor de Hércules . ..

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a toda la soldadesca. El desparramo fué de los nunca vistos.Cuerpos despedazados volaban en todas direcciones. La grite­ría sonó inmensa. Todo el mundo huía en el mayor pánico. Elsuelo quedó lleno de escudos y lanzas. Un gran claro se abrió asu alrededor.

En la platafonna, Busiris y sus cortesanos agitaban losbrazos, sin saber qué hacer. Muchos escaparon a tiempo. Losque tropezaron fueron alcanzados por las cadenas que el héroearremolinaba y caían aplastados. Un eslabón de cadena alcanzóa Busiris en la cabeza y los sesos saltaron como salta el aguade un pozo al caer una piedra. Hércules había libertado almundo de otro odioso rey. Y como la misma cadena había al­canzado a Afidamanto, hijo de Busiris, y al heraldo Calves,quedó Egipto libre también de aquel retoño de serpiente y delodioso pregonero de las órdenes crueles del soberano fulminado.

Emilia con el mayor entusiasmo aplaudía frenéticamente,gritando como en el fútbol:

-¡Hurra! ... ¡Hurra! ... ¡Hurra! ... ¡Diez a cero! ...

LAS YEGUAS

Después de aquella tremenda hazaña, Hércules quedó com­pletamente curado de cualquier resto de "cólera contenida" queaun quedase en su corazón, y se acordó de las yeguas deDiómedes.

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-Sí, tenemos que ocuparnos de eso. Cada día que pasoaquí, allá en las tierras de los bistenios son devoradas más víc­timas por aquellos monstruos. Y dió orden de marcha.

El regreso de Hércules a Grecia fué rápida y se produjosin otro incidente fuera del nuevo mareo que lo asaltó en latravesía del Mediterráneo. i Y qué horribles los mnfeos del hé­roe! . .. Hércules sólo se curó cuando puso el pie en el pro­montorio de Malea.

Allí estaba Medio-y-Medio esperándolos. Aproximóse algalope, alegre y radiante como un chico en vacaciones. Peru­cho, Emilia y el vizconde hablaban todos al mismo tiempo.Cada uno quería ser el primero en contar los tremendos casossucedidos en Libia y Egipto.

-Pero, ¿entonces la cadena le pegó al propio Busiris enla cabeza? preguntaba el centaurito entusiasmado.

-¡Si pegaría! ¡La coliflor de los sesos del rey se desparra­mó a lo lejos! explicó Emilia, que encontraba el cerebro delos animales muy semejante a una coliflor. Desparramo mayorno hubo nunca en el mundo. El suelo quedó cubierto de solda­dos muertos, lanzas y escudos de cuero de rinoceronte. Miner­vino estaba pálido como la cera \ Perucho, con el corazón a lossaltos. Pero yo no tuve ningún temor. Yo sabía que en el últimoinstante Lelé se convertiría en un Sansón ...

Luego hablaron sobre Diómedes. Medio-y-Medio contóque lo que pasaba por allá daba verdadera lástima. Las yeguascarnívoras tenían un apetito hercúleo. Devoraban una víctimadiaria. Cuatro yeguas, cuatro víctimas. El infame Diómedeshabía apostado a un verdadero batallón de guardias por lascostas para prender a los pobres náufragos. Era lo que decíatod.a la gente por allá.

Hércules y sus compañeros se fueron a Tracia y cuandollegaron a la tierra de los bistenios acamparon en las afueras dela ciudad en que residía el rey. Hércules, que estaba cansadí­sima, pues el viaje por mar lo había debilitado mucho, deter­minó reponerse con dos días de absoluto reposo, y le pidió aPerucho que fuera a ver en dónde estaban las yeguas.

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Perucho partió con el vizconde. Emilia quedó al lado delhéroe dormido, contando a Medio-y-Medio minuciosamentetodo el viaje por Libia y Egipto.

Las yeguas vivían en un establo de granito, sólidamenteencadenadas. El que puso en claro el punto fué el vizconde.Perucho había ido con él, pero quedó retirado. escondidodetrás de unos árboles. Las comisiones más peligrosas eransiempre desempeñadas por el marlito. Pequeño como era y consu aire de "araña con galera" , se deslizaba fácilmente por to­das partes sin que 10 percibieran. Su reducido tamaño le faci­litaba todo; y si acaso muriera, tía Anastasia hacía otro. Marlosno faltaban en la quinta de doña Benita.

El vizconde llegó hasta entrar en el establo de las yeguasmonstruosas para comprobar si tenían realmente cascos debronce. Los tenían. Golpeándolos con una piedra, el sonido quese produjo fué de bronce.

Terminado el descanso, Hércules se levantó completamenterepuesto del viaje por mar y pronto para la realización denueva proeza. Siguió el camino indicado por el vizconde y fuéa dar a los establos. Ante las yeguas se detuvo para estudiarla situación. Eran cuatro. Tenía que sacarlas de allí una poruna; yeso después de destrozar a una docena de guardianes.Esta parte fué la más sencilla. Con doce golpes de clava, Hér­cules abatió a los doce guardianes.

¿y ahora? ¿Cómo hacer con las yeguas?Se acordó de una cosa. Allí cerca vivía Abderos, un amigo

suyo. Sometería las yeguas y se las llevaría a su arni~o paraque las guardase. ¿Y esto por qué? ¿Por qué no las destruía deuna vez? La explicación era la siguiente: Hércules deseaba ha­cerle a Diómedes una gran jugada: hacer que las yeguas, quese habían comido a tantas personas, se 10 comiesen tambiéna él. Las dejaría custodiadas por Abderos y después de derrotara las fuerzas de Diómedes y hacer pnsionero al rey: haría quelas yeguas lo devorasen. Un malvado como él se merecía unejemplar castir;o. Y Hércules subyugó una a una a las yeguasy las llevó a la morada de Abderos.

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y agarrando a Diómedes} lo arrojó sobre los monstruoshambrientos . ..

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-Guárdamelas aquí hasta que les traiga el postre que semerecen estas devoradoras de hombres.

Así le dijo, y regresó a desafiar a Diómedes y sus soldados.El ejército de los bistenios fué fácilmente derrotado y Dió­

medes cayó prisionero. Hércules lo encadenó y lo llevó a lamorada de Abderos; pero allí lo esperaba una gran decepción:las yeguas habían devorado a su pobre amigo ...

El dolor de Hércules fué inmenso. Después del dolor vinola cólera, y agarrando a Diómedes lo lanzó encima de losmonstruos hambrientos. Pedargo fué la primera que mordió.Lampón, Janta y Deno siguieron. En unos segundos Diómedesse vió despedazado y transferido al estómago de las fieras.

¿Y ahora? ¿Matarlas? No. Tenía que llevarlas vivas aEuristeo, pues de lo contrario el desconfiado rey no daría cré­dito a la realización del Octavo Trabajo de Hércules.

Pero, ¿cómo llevarlas desde Tracia a Micenas? Conducirel toro de Creta fué cosa fácil, porque el toro era uno. Tratán­dose de cuatro yeguas, la dificultad se cuadruplicaba. Lasolución que Hércules encontró fué muy sencilla: llevarlas unaa una. Para ello tenía que hacer cuatro veces el viaje de allí aMicenas ida y vuelta.

Y así se hizo. Las yeguas fueron llevadas una a una y de­jadas ocultas en la floresta del campamento. Como no comíanpasto hubo necesidad de alimentarlas con carne -y los reba...,ños de carneros de los alrededores sufrieron una fuerte de­vastación.

Cuando ya estaban en la floresta las cuatro yeguas, el hé­roe, dejando al vizconde para cuidarlas, se fué al palacio comolas otras veces.

-Quiero hablar con Su Majestad, le dijo al portero, yéste lo condujo a la real presencia.

-Majestad, las yeguas de Diómedes, comedoras de carnehumana, están ya aquí, conforme a las órdenes recibidas.

-¿Dónde?---En la floresta de nuestro campamento, guardadas por

mí escudero.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Euristeo se enojó por octava vez. El despecho le hizo mor­derse los labios. Miró a Eumolpo. El ministro tenía los ojosclavados en el suelo. El rey se rasc6 la barba. Se quedó pen­sando algunos segundos. Luego dijo:

-Muy bien. Suéltalas ...Hércules no discutía órdenes. No hizo la menor señal de

sorpresa. Limitase a una inclinación de cabeza.-Así se hará, Majestad -y volviéndose al campamento,

le dijo a Perucho: "Euristeo me ordenó que soltase las yeguas".-¿Soltarlas? exclamó el pequeño admiradísimo. ¿Soltar

esas fieras antropófagas? ..-Es 10 que tengo que hacer ...Perucho no comprendía aquella extraña sumisión de Hér­

cules al rey. Con un papirotazo 10 podía mandar al otro mundoy sin embargo se humillaba delante de él, ejecutaba todas susórdenes por absurdas que fuesen, como hace un esclavo con suseñor.

Estaba el vizconde sentadito en un tronco en lo umbríode la floresta cuando Hércules le gritó desde lejos:

-jSuelta las yeguas, escudero! ...Emilia se espantó de aquel absurdo. "¡Qué cosa! Mandar

al pobrecillo que soltara a los cuatro monstruos antropófagos,sujetos por pesadas cadenas. La fuerza del vizconde no alcan­zaba ni para levantar uno de los eslabones de la cadena. ¿Seráque el héroe ha vuelto a enloquecerese?" cuchicheó al oído dePerucho. Y protestó:

-Eso está mal, Lelé. Hay que respetar la debilidadhumana.

Hércules lanzó una gran carcajada.-Era una broma, dijo. Y fué él mismo a soltar las yeguas.Los pequeños treparon al árbol más próximo y desde la

cima asistieron al terrorífico espectáculo de la galopada de lasyeguas de Diómedes por aquellos campos ...

¿Qué destino tuvieron aquellos monstruos? Días despuéslo supieron por Minervino, cuando el mensajero de Palas re­gresó de la mansión de los dioses.

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MONTEIRO LOBATO

-Fueron devoradas por los lobos en las laderas del monteOlimpo, dijo.

-¿Lobos? exclamó Emilia, muy admirada. Pero ¿esposible que existan lobos capaces de devorar a semejantesmonstruos?

Minervino explicó que era una m¡¡mada de lobos olímpicos.Furioso contra el proceder del rey Euristeo, el dios de los dioseslos lanzó contra las yeguas.

-¿y por qué no las mató con los rayos fabricados porHefestos que él usa? preguntó Emilia.

-Porque Zeus reserva sus rayos para fulminar a loshombres.

Al día siguiente, Hércules recibió una llamada de palacio.Fué. El rey ya había conferenciado con Eumolpo y elegido unnuevo Trabajo para el héroe, el noveno. Y se lo comunicó enestos términos: "Hipólita, la reina de las Amazonas, posee elmaravilloso cinturón que le regaló Ares. Mi hija Admeta deseaser la dueña de ese cinturón. He dicho".

Hércules regresó al campamento tan asustado como lasdemás veces. Era como aquel general de Napoleón que al pre­guntarle sobre lo que sentía antes de trabar una batalla, con­testó: "Miedo ... " Cada vez que Euristeo le encargaba unTrabajo, Hércules sentía miedo. Lo mismo fué aquel día.Cuando llegó al campamento, todavía estaba inquieto.

-¿Qué va a ser ahora? preguntó Perucho, que le habíasalido al encuentro. Hércules suspiró.

-Algo terrible. Admeta, la ambiciosa hija de Euristeoquiere tener el famoso cinturón que Ares le regaló a la reinade las Amazonas. Tengo que ir al reino de esas feroces guerre­ras en busca del cinturón ...

-¿Tienes miedo, Hércules?-Miedo propiamente, no, declaró el héroe, pero no me

engaño sobre las dificultades del nuevo Trabajo. Las amazonasson guerreras terribles y numerosísimas -y lo peor es que son

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. . la garganta . ... d le exammo,. o el Vlzcon e. adlslm,ImpreslOn [367 ]

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MONTEIRO LOBATO

mujeres. Nunca luché contra mujeres. Inclusive me pareceuna cosa sin sentido. De ahí viene mi preocupación.

Cerca de allí, delante del Templo de Avia, Emilia estabasentadita al lado del vizconde, hablando mal de Juno.

-¡Nunca vi una peste mayor! decía. Más mala que nosé que ... Parece peor que aquella negra de allá cerca del puentede tío Bemabé que hizo morir a su hijita de tanto maltratarla.¡Ah, si yo fuera Zeus! Lanzaba a esa malvada del Olimpo abajoy me casaba con Palas. ¡Esa sí que merece ser diosa de lasdiosas!

El vizconde le recordó la advertencia de Minervino sobreel peligro de hablar mal de los dioses.

-No me oye, dijo Emilia. Estoy hablando bajito ... Ade­más de eso, yo ...

Emilia no terminó la frase. Trató de hacerlo y no pudo.Se había quedado súbitamente afónica o sin voz. ¡Muda!¡Muda como un pez! Pensaba algo, quería decirlo, y nada, desu boca no salía ningún sonido. El vizconde, asustado, le exa­minó la garganta. Después salió corriendo a avisar a Peruchoy Hércules.

-Perucho, dijo con los ojos dilatados, parece que Emiliaenmudeció ...

-¿Enmudeció? ¿Cómo? ¿Qué historia es esa?-Enmudeció. .. se quedó muda. .. perdió la facultad de

hablar ...-¿Cómo? ..-Estaba conversando conmigo muy bien, allí en la puerta

del Templo, y de pronto se detuvo en medio de una frase:"Además de eso, yo ... " Se puso a hacer muecas; se esforzó, ynada. No puede decir nada. Le examiné la garganta. Todo nor­mal. Es un misterio que no comprendo.

Perucho corrió a ver. Encontró a Emilia muy agitada,queriendo hablar y sin poder. Muda. ¡Completamente muda!En el ansia de explicarse fué a la canastita, sacó un pedazo depapel y con un trocito de lapiz escribió: "Se quebró dentro demí alguna pieza. Qiuiero hablar y no puedo. Tengo miedo de

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

que sea castigo del cielo: yo estaba hablando mal de Juno, lapobrecita, una diosa tan bonita y tan buena. Si ella le tieneodio a Hércules es con razón. Yo sé que Hércules no tiene nin­guna culpa; pero ella tiene razón. ¡Pobrecilla! ... Ha de sufrirmucho con un ,marido tan ruin ... ¡No! ... Zeus tampoco esruin, pobrecillo. Sólo que su trabajo es demasiado ... "

Perucho le preguntó:-Pero ¿no puedes siquiera hablar una palabra, Emilia?y ella escribió: "¿No lo estás viendo? Felizmente no me

quedé sorda y me arreglo de esta manera: oigo y contesto porescrito ... "

-Pero eso no puede quedar así, Emilia. Tenemos que veruna manera de curar esa mudez. Si fuera cosa del Olimpo, nosentenderemos con Palas por intermedio de Minervino. Y sifuera algún desarreglo fisiológico, podemos consultar a los gran­des médicos de Atenas. En último caso pediremos la ayuda deMedea. Esa con un hervor lo arregla todo.

Emilia escribió: "No quiero que me hiervan. Tengo miedode quedar cocida por dentro. Mi mudez debe ser cosa delOlimpo, porque vino exactamente en el momento en que yo lallamaba malvada. Minervino ha de poder hacer algo".

El mensajero de Palas era un hombre extrañísimo. Oraestaba allí, ora no estaba. Aparecía y desaparecía, sin deciradiós; pero en aquel momento en que tanto lo necesitaban, ¡nirastros de Minervino!

El vizconde le contó a Hércules la historia de la súbitamudez de Emilia.

-y fué así. Se detuvo en medio de la frase y np hablómás. Mudísima, la pobrecilla ...

Hércules no lo quería creer.-Ha de ser cosa pasajera. Una vez me quedé así por un

resfriado. Perdí completamente la voz ...-Se quedó afónico, dijo el vizconde.Hércules no entendió. El marlito le explicó:-Pues "afono" (privado de voz) es una palabra griega.

"A" quiere decir "sin" y "fono" sabes muy bien que es "voz".

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Allá en nuestro mundo moderno, empleamos muchas palabrasque proceden de aquí, como "fonógrafo", escritura de la voz;"fotografía", escritura de la luz) esto es ... , y el vizconde expli­caba, explicaba y Hércules no entendía. A pesar de ser griego,el héroe ingnoraba las palabras científicas griegas que el viz­conde, que era un marlito, tenía en la punta de la lengua acualquier momento.

Hércules admiraba mucho al vizconde. Se quedaba a veceslas horas oyéndolo hablar de las tales cosas científicas y ha­ciendo los mayores esfuerzos por entenderlo. A causa de su fa­mosa "idea sobre la educación" el héroe procuraba instruirse enlas pequeñas ciencias de su escudero.

-Es así, dijo el vizconde. Emilia está áfona, sin voz,muda. .. Tu también quedaste áfono, a causa de un resfriado.y mucho me temo que la mudez de Emilia proceda de unavenganza de Hera.

-Por qué?-Porque Emilia estaba hablando mal de Hera cuando se

queQ.ó muda. Emilia no tiene pelos en la lengua. Dice todo 10que siente. Y como está enojada con Hera, 'a cada instante latrata de peste.

Hércules se quedó pensativo~ Después se levantó y fué aver a la nueva víctima de la vengativa diosa.

-Entonces, Emilia, ¿es verdad que perdiste el habla?Emilia puso una carita de "sí", que dejó al héroe con­

movido.-Tenemos que cuidar de ella, ~ijo Hércules a Perucho.

Palas, la buena diosa que tanto me ha ayudado, ha de ayudarlatambién. Aguardemos la llegada del mensajero.

, La mudez de Emilia fué un serio trastorno para el héroe.Emilia era el alma de la pandilla. Sin Emilia, ninguno se arre­glaba; además de que solamente ella poseía el mágico secretodel "figúrate", supremo recurso en las ocasiones de gran pe­ligro. Si no hubiera sido por la aplicación del "figúrate" en lalucha de Hércules con el jabalí de Erimanto, ¿en dónde estaríaHércules a aquellas horas? Con certeza que muerto y ente-

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rrado. Y como así era, Hércules decidió que la recuperación dela voz de Emilia tenía más importancia para todos ellos que laconquista del cinturón de Hipólita.

LA MUDEZ DE EMILIA

Todos los demás asuntos quedaron de lado. Hércules. yPerucho no se conseguían sacar de la cabeza e! caso de aquellamisteriosa mudez. Y no pudiendo encofltrar una "causa fisioló­gica", como decía el vizconde, -quedaron de acuerdo en que lacausa era divina. Evidentemente una venganza de Juno.

La pobrecilla estaba tan c'6nvencidade ello que empezóa adular a la diosa: El vizconde descubrió un papel ene! queella había escrito la siguiente oración: "Divina Juno, la máshermosa de las diosas' y la más bondadosa de todas, protégenos.Si te ofendí, perdóname. Una diosa tan importante no se puedevengar en una pobrecilla como yo, fea, boba, etc.", y así seguíaentre las mayores adulaciones posibles.. Luego le pidió a Pe­rucho que construyera un altar en honor de Juno y lo cubrióde flores.

Hércules estaba profundamente conmovido y extrañadode una cosa: ¿cómo era que, habiendo sido padre de varioshijos, no sintió nunca por ninguno de ellos lo que sentía poraquella mocosita?

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Dos días pasaron allí y solamente pensaban en el caso,cada vez más ansiosos del regreso de Minervino. El tercer díapor la mañana reapareció el mensajero de Palas.

-¿Qué pasa? ¿Qué tristeza es ésa? dijo percibiendo quealgo anormal había ocurrido.

Perucho explicó el caso de la mudez.-¡Hum! exclamó el mensajero. Yo bien que le avisé. Bien

que andaba previniéndolo. La irreverencia de Emilia tenía queterminar mal. No conozco la causa de su mudez; pero juraríaque es una venganza de Hera ...

-¿Vienes del Olimpo? preguntó Perucho. ¿No has oídonada por allá respecto a esto?

-Nada. Estuve combinando con Palas la ayuda a Hércu­les en el nuevo Trabajo que va a emprender. Las amazonas sonlas más terribles guerreras que ha visto el mundo. Palas meha hecho mil recomendaciones.

-Pues solamente veo una salida, dijo Perucho. Vas a vol­ver al Olimpo para discutir el caso de Emilia. Ya sabes quePalas se interesa tanto por Hércules, y no ha de querer quequede privado de la ayuda de Emilia. En el caso del jabalí fuéella quien lo salvó todo. En el mismo caso de Anteo, si no hu­biera sido por su idea de la "desligación", es muy posible quela lucha hubiera acabado de otra manera. Y Hércules dice queno dará un paso para ir a la tierra de las Amazonas antes deresolver el caso de Emilia. Regresa cuanto antes al Olimpo paraconversar con Palas.

Minervino estuvo de acuerdo. Esto era 10 que había quehacer, y partió hacia el Olimpo.

Se encontró a los dioses banqueteándose. El lindo Gani­medes, con su ánfora de oro en las manos, les estaba sirviendonéctar. Zeus, imponentísimo con su barba olímpica, comentabael caso· de la riña entre Hércules y Apolo.

-¡Ah, estos hijos míos! dijo después de tomar un tragode la divina bebida y lamerse los bigotes. Viven entre peleas.Nosotros, que deberíamos dar el buen ejemplo a los hu­manos, nos comportamos peor que ellos. j Qué trabajo me cues~

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¿Qué pasa:l "Q ,. c: ue tristeza es ' ....esar

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ta mantener la armonía entre dioses y diosas!. .. Hera me damil disgustos, con su inextinguible odio a Heracles; y ahoraApolo se pone también en contra de él ...

Apolo procuró justificarse:-Reconozco las cualidades de Hércules, pero también re­

conozco que frecuentemente se excede. No sólo se atreve a ma­tar un humano que me hacía un sacrificio, sino que fué a Delfosy arrancó mi trípode. Eso era ya demasiado ...

-Hizo muy bien, dijo Palas. La Pitia lo había ofendidode la manera más brutal. El quería consulbirla para conocer tupensamiento, Apolo, y por cierto que se" sometería a lo que tú,por intermedio de la Pitia, le dijeras. Pero la Pitonisa le volvióla espalda ...

-Hizo lo que debía hacer, replicó Apolo. Estaba enteradadel crimen de Hércules contra uno de mis devotos.

-¡Bueno! ¡Bueno!... intervino Zeus. Basta de recrimi­naciones. Estoy de acuerdo con Palas. Si Hércules fué a con­sultar a la Pitia era porque sentía remordimientos y quería serorientado. Hércules no mata por maldad. Se equivoca muchasveces, lo reconozco, pero procede siempre de buena fe.

Juno se mordió los labios. La indulgencia de Zeus paracon el héroe la ponía fuera de sí.

En ese momento entró Minervino en la sala de los ban­quetes olímpicos y le hizo desde lejos una pequeña seña a Pa­'las. La diosa se levantó con disimulo y fué a ver qué quería.

-¿Qué pasa?-Emilia ha perdido el don de la palabra. Enmudeció de

repente en medio de una frase ...Palas clavó los ojos en Hera que en aquel instante cuchi­

cheaba al oído de Hermes.-Oyeme. ¿De qué asunto estaba hablando Emilia en el

momento de enmudecer?Minervino contestó muy bajito: "Sobre Hera. Estaba di­

ciendo que era una peste, una malvada".Palas se sonrió satisfecha, murmurando entre dientes: "Y

no dijo nada demás ... ", y después de una corta pausa:

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Palas reflexionaba. Tenía que deshacer el juego de Bera . ..

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-No tengo la menor duda: Emilia enmudeció por inter­ferencia de Hera. Veo en eso el dedo de la "peste'. Después delcaso del jabalí de Erimanto, Hera juró perder a Emilia. En lalucha de Heracles contra Anteo, ella también oyó perfecta­mente el consejo de Emilia: "¡Deslígalo, Lelé! ... ", y fué esoexactamente lo que decidió la victoria. Todo lo observé muybien. Todos aquí asistimos a la lucha. Al oír aquellas palabras~

Hera se mordió los labios. Yo pensé para mí: "¡Pobre Emiliña!j Nunca más tendrá sosiego!. .. " y ahora vienes tú con esahistoria de la mudez.

Minervino le dijo que tanto Hércules como Perucho y elvizconde no veían otra solución fuera de la intervención divina.

-Están convencidos de que la mudez no sobrevino a con­secuencia de ningún disturbio fisiológico, sino de la interven­ción de Hera.

-y no se equivocaron. Tiene que haber sido Hera, sLComo nutre grandes esperanzas de que Heracles pierda la par­tida en la lucha con las Amazonas, quiere alejar a Emilia ...

Y Palas se quedó pensativa. Tenía que descubrir el juego,de Hera. Pero ¿cómo? Después de una pausa dijo:

-Sólo veo una solución: que Heracles la lleve al palacio.de Medea. Una buena cocción y Emilita quedará como nuevay más habladora que nunca. Aconséjaselo.

El mensajero hizo una reverencia y salió. Minutos despuésllegaba al campamento. Llamó a Hércules aparte y le dió cuen­ta de su misión.

-Palas está al corriente de todo y cree que sólo un bueahervido en la caldera de Medea podrá restituir el habla aEmilia.

LA CALDERA DE MEDEA

Costó mucho convencer a Emilia que se dejara hervir enel caldero de la gran hechicera.

-No quiero, no quiero, escribió en el papelillo. Tengo.miedo de quedar cocida por dentro.

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LAS· DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Minervino explicó que eso era absurdo. Todos habíanvisto los buenos resultados de la cocción en la experiencia delvizconde y también en aquel rey Egón de casi ochenta añosque habían visto picar y cocer. El hervido que cocina por­dentro es el hervido vulgar de las cocineras. La cocción de lagran hechicera era magia pura, de la más alta, y con efectos;muy distintos.

-Tengo miedo, tengo miedo. .. volvió a escribIr Emilia._Perucho intervino.-¡Miedo! ¡Miedo!... Me admira ver esa palabra en este­

papel. Tú, que allá en la quinta nunca tuviste miedo de nadaahora estás peor que abuelita ... Cualquier día te pones a te­ner miedo también de las cucarachas.

Emilia escribió: "Pregúntale al vizconde lo que sintió".Perucho preguntó.-¿Lo qué sentí? contestó el vizconde. Ah, un aturdimien­

to delicioso cuando la hechicera me hizo pedacitos con su cu­chilla; después perdí los sentidos. Cuando desperté me vi joveny sonrosado ...

Emilia escribió: "Pero él estaba loco. Conmigo va a ser­distinto, porque yo no estoy loca. Solamente si me dan cloro-­formo ... "

-¿Hay cloroformo por aquí? preguntó Perucho al men­sajero, y tuvo que explicar qué era el cloroformo y cuáles.sus efectos. •

Minervino contestó que no, pero que había varias plantas­adormideras de un efecto maravilloso.

-Con unas gotas del jugo de esas plantas la paciente se­duerme y no siente el menor dolor.

Emilia escribió que ella no era "paciente" sino "impacien­tísima", y que si, de verdad, esos jugos adormecían a unacriatura, "entonces, entonces ... ", y no escribió más.

-Entonces, ¿qué? preguntó Perucho.-"Entonces, puede ser", completó Emilia.Bueno. La resistencia de Emilia estaba medio vencida. La_

otra mitad sería vencida por Medea; y Hércules dió la orden_

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de marcha. Al día siguiente llegaban al palacio de la hechicera.Hércules explicó el caso. Medea, sin embargo, no trabaja­

ba gratis, y como todavía no le habían pagado la curación delvizconde, se aprovechó de la situación.

-Sí, dijo, podré cocer la nueva enfermita; pero ¿y aqué­lla cuenta que me debes, Heracles?

El pobre héroe rascose la cabeza. A todos los héroes lespasa igual: nunca piensan en el dinero. Don Quijote era así. Ro­lando también. Hércules, Teseo, Perseo, todos. Y la exigenciade Medea lo desorientó.

Perucho intervino:-Emilia tiene una canastita llena de preciosidades. Puede

muy bien pagar no sólo su cura sino también la del vizconde.Con la manzana de oro, por ejemplo ...

-"¿Dar mi manzana de oro en pago de la curación delvizconde? De ninguna manera", escribió Emilia en el papelito.

-La curación del vizconde y la tuya también, Emilia. Noseas tan avara. ¿Qué ganas con tener la manzana de oro enla canasta y estar muda? Piénsalo bien.

Al oír hablar de la manzana de oro, Medea quedó muyinteresada. No había en la Hélade una persona que no ambi­cionara poseer aquella maravilla.

-¿y cómo esa mocosa consiguió un fruto con el que vivensoñando todos los héroes?

Hérfules contó el caso del gigante Atlas. Medea se quedómás intrigada aún. Emilia al final cedió.

-"Sí. De acuerdo. La manzana- por las dos curas", escribiósuspirando.

La manzana estaba en el campamento de Micenas con unaenorme piedra encima. Solamente Hércules tenía la fuerza ne­cesaria para moverla. Y allá va el pobre Hércules a Micenas.

No había nada que él no hiciera en beneficio de su dadorade ideas. Mientras el héroe no regresaba, quedaron todos hos­pedados en el Palacio de Medea.

Llegó Hércules. Venía radiante con el fruto en la mano.-¡Aquí está!

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Medea asió aquella preciosidad y quedó deslumbrada. Nohabía duda que era una de las tales manzanas de las Hespéri­des, de tanta fama en el mundo entero. Valía no dos, sino milcuraciones.

-Pues, vamos a empezar el trabajo, dijo, y se encaminópara la sala de cocciones seguida por todos. Allí estaba en elfuego la gran caldera. Medea puso más leña, y, tomando unmachete, volvió hacia Emilia, diciéndole: "¡Acércate!" Emilia,sin embargo, corrió y se colgó de Hércules. Parecía atacada porun miedo muy grande. Medea avanzó en dirección a Emilia conel machete en la mano. Emilia gritó:

-¡No! ¡Nunca! Picada con ese machete, j nunca! ...-Pero es necesario, Emilia, murmuró Hércules con toda

ingenuidad, sin darse cuenta de que Emilia estaba hablando, ypor lo tanto curadísima de su mudez sin necesidad de hervidoninguno. "Es preciso. No puedo prescindir de la cooperaciónde mi "dadora de ideas" en el viaje al reino de las Amazonas,¿y qué hago con una dadora de ideas muda?"

Todos se asombraron de la torpeza del héroe. Estabaoyendo a Emilia hablar y seguía convencido de su mudez. Pe~

rucho, en un verdadero delirio de alegría, le dió conciencia dela buena nueva:

-¿Pero no ves que ella ha sanado por sí misma, Hércules?¿No ves que está hablando?

Hércules abrió los ojos y comprendió. ¡Y qué gran alegríala suya! Agarró a Emilia y la besó. Después abrazó a Peruchoy al vizconde. ¡Todo salvado! ¡Todo arreglado! La mudez ha­bía desaparecido de la manera más misteriosa. El héroe descon­fió que fuera cosa de los dioses y buscó con la mirada aMinervino.

-¿Dónde está Minervino?Había desaparecido momentos antes. Al ver el pavor de

Emilia ante el machete de Medea, el mensajero se había com­padecido de ella y había volado al Olimpo en busca de su diosa.

-¡Palas, mi gran diosa! ¡Tén compasión de la pobrecilla!Allá está delante de Medea con la mayor cara de miedo que

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he visto jamás. Le tiene horror al machete de picar a la gente ...Trata de descubrir otra manera de curarla.

Palas 10 comprendió todo y cuchicheó algo al oído deZeus. y Zeus entonces operó el milagro: hizo que Emilia recu­perase el habla sin necesidad del hervido.

¡Qué alegría en el palacio de Medea! Perucho daba saltosde contento. El vizconde resoplaba -señal de "euforia" en losmarlos científicos. Y a Hércules se le caían las babas de gustaal oírlos.

Emilia hablaba, hablaba sin parar como para recuperar eltiempo perdido. Quedó 10 mismo que aquella muñeca de trapoque en la quinta de doña Benita tomó las píldoras parlantesdel doctor Caracol, y habló por primera vez. Habló tanto queMedea se tuvo que tapar los oídos, diciendo:

-Llévense esta diabli11a que me tiene atontada.Pero Emilia siguió hablando y reclamó 'la devolución del

fruto.-Yo convine en dar la manzana de oro por la curación

del vizconde y la mía. Pero como yo he sanado por mí misma,.creo que la señora sólo tiene derecho a la mitad de la manzana...

Hércules abrió los ojos. ¡Qué hábil!. .. El no se habíaacordado de aquello y le declaró a Medea que su dadora teníatoda la razón. Si la manzana se había convenido en pago de'dos curaciones, el pago de una sola curación tendría que sermedia manzana.

Finalmente cedió Medea, de tan entontecida como estabacon la charla de la ex muñeca. Y como era una pena partir porla mitad la manzana, propuso a cambio del fruto entero untalismán de los más preciosos: una varita mágica.

Los ojos de Emilia chispearon. Su mayor sueño había sidosiempre poseer una varita mágica para jugar a transformar lascosas. Medea fué al desván y trajo una varita como las queusan las hadas.

-Aquí la tienes ...Emilia casi tembló al tocar la varita, y por el camino de

regreso al campamento fué cambiando de forma mil cosas.

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LAS DOCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

-jSalí ganando, salí ganando!. .. gritaba. Con esta va­rita convertiré en oro la fruta que quiera, e hizo la experienciaen una aceituna. i Con un toque de su varita, la aceituna se con­virtió en una hermosa pelota de oro!

Hércules la miraba con la boca abierta. i Qué prodigio delisteza había en su pequeñita "dadora de ideas"! ...

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IX

EL CINTURON DE HIPOLITA

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y DiómedesJué lanzado a las yeguas carnívoras.

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LOS CHICOS DE MICENAS

Hércules, con la mano en almejilla, seguía reflexionandoen el Noveno Trabajo que Euristeo le había impuesto: ir alreino de las amazonas y conquistar el célebre zoster de la reina.de las amazonas, es decir, el cinto que Ares o Marte le habíaregalado y que Hipólita usaba como distintivo de su realeza.

Las amazonas constituían una curiosa raza de mujeresguerreras, hijas de Marte y Harmonía. Habitaban en los para­jes de Termodonto, cerca de Temiscira, en el Ponto. El reinode Ponto estaba en el Asia Menor, junto al Ponto Euxino.

Las amazonas eran la contraparte femenina de los centau­ros: no porque tuvieran medio cuerpo de caballo y medio demujer, pero como solamente andaban a caballo, parecía queformaban con los caballos un solo cuerpo. En su reino no habíahombres, sino mujeres, y todas valerosísimas, las mayores gue..rreras de la antigüedad. Desde muy jóvenes se comprimían elseno izquierdo para atrofiarlo, de manera que no les estorbaseen el lanzamiento de flechas.

Además de muy valientes eran de una gran belleza y ves­tían a la manera de los bárbaros: túnicas bien ajustadas alcuerpo, gorro frigio, bombachas distintas de las de los gau­chos. Para su defensa usaban un escudo redondo, el arco y laflecha.

Ningún hombre entraba en el reino de las amazonas; elque se atrevía a hacerlo era muerto inmediatamente. De ahíla preocupación de Hércules. ¿Cómo iba él solo a invadir aquelreino y arrancar de la cintura de Hipólita un zoster que nuncase quitaba? Y Hércules pensaba y pc::nsaba. Por fin resolvió

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llevar buenos compañeros. Sólo con la ayuda de otros héroespodría conseguir algo; y pensó en Teseo, Peleo, Telamon y otrosgrandes amigos suyos. Antes de nada tenía que buscar a aque­llos héroes y proponerles la aventura. Pero vivían en ciudadesdiferentes. Buscarlos a todos y discutir el asunto era empresalarga. Hércules llamó a Perucho.

-Escucha. Tengo que reunir a varios amigos para la aven­tura de las amazonas. Eso me va a exigir una serie de viajes.Me parece mejor que yo vaya solo. Después de formar mi ban­da, os vendré a buscar.

Así todo combinado, Hércules partió para Atenas en buscade Teseo, el héroe del Atica. Los chicos se quedaron solos.

El primer día se pasó Emilia en una furiosa serie de con­versiones por medio de la varita mágica. El "Cambia quecambia, cámbiate en" no paraba. Hasta al arroyo 10 cambióEmilia en un pastorcillo de Arcadia que no sabía hablar y ape­nas "murmuraba", como murmuran los arroyuelos. Y Perucho,'que no fuera nunca un chico adulador, estaba ahora gentilísimo,con Emilia. ¿Cómo no adular a una criatura armada de tantopoder? Y por más absurdo que esto parezca, hasta Juno, alláen el Olimpo, comenzó a tener miedo de Emilia -según la in­formación del mensajero de Palas en el día siguiente.

-Acabo de llegar del Olimpo, dijo Miriervino. Palas estáradiante con la nueva derrota de Hera en el caso de la mudezde Emilia, y me dice que la chiquita ya nada tiene que temerde las maldade!> de la diosa. "Si contra Emilia fuera lanzadoun león, ella 10 recibe con un golpe de la varita y 10 transformaen 10 que quiera :mosca, mariposa, mazapán. Esa varita má­gica es verdaderamente un prodigio, pero es bueno que Emilia.sepa una cosa. Todas las varitas mágicas tienen un poder limi­tado. La que Medea le dió solamente sirve para cien veces.Después de hacer cien cambios quedará convertida en unavarita común, como las de membrillo, que solamente sirvenpara zurrar a las criaturas. Avísaselo".

Al saber Emilia la limitación de su varita mágica, casilloró de desesperación. i Con el juego del "Cambia que cambia'"

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m...-_, en yacaré . ..Hasta al vizconde lo transformo

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había gastado casi todo el poder de la varita mágica y de lamanera más boba, Dios santo! Hasta cambiando piedrecitasdel suelo, pedacitos de palos, moscas ... Según los cálculos delvizconde debían quedarle a la varita solamente unas treintaveces. Quiere decir que Emilia había desperdiciado setenta enpuras bobadas. Correspondía que ahora se tuviera el mayorcuidado con las restantes. Y Emilia, con un suspiro, guardósu varita mágica.

Emilia se recordó que en la quinta de doña Benita la viejatía Anastasia no decía vara mágica, sino "vara de condao",y preguntó al vizconde:

-¿Qué quiere decir "condao", vizconde? Algunas veces lagente usa una palabra mucho tiempo sin saber lo que quieredecir.

El marlito explicó que la palabra "condao', procedía de lapalabra persa "cando", que quiere decir "sabio o adivinador".De modo que en el idioma de tía Anastasia "condao" significa­ba "prerrogativa", "privilegio", "gracia", "don". Y "vara decondao" quería decir vara de adivinar.

-Pero mi varita no adivina, objetó Emilia. Solamentecambia.

-Adivina, sí, respondió el vizconde. Cuando tú dices"Cambia que cambia, cámbiate", adivina lo que quieres y eje­cuta tu orden.

Todos se tragaron la explicación.Hacia las cinco, estaban los tres solitos en el campamento

esperando la llegada de Medio-y-Medio, que había ido en bus­ca de frutas y queso. De repente ...

-¿Qué es aquello? gritó Emilia señalando. Parece unapandilla de chicos ...

Era realmente una pandilla de chicos que venía en aquelladirección -una muchachada de Micenas. Se acercaban co­rriendo entre gran gritería.

-¡Ya sé! exclamó Emilia. Se han enterado de la existen­cia de mi varita y vienen a atacarnos ...

En uno de sus juegos había convertido a un escarabajo en

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¿Qué es aquello? berreó Emilia señalando hacia allí.

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chico y como con aquella prisa se le olvidara volverlo a su for­ma primitiva, el pequeño se escapó y fué a contar la prodigiosahistoria a toda la muchachada de Micenas. Los chicos habíanquedado enojadísimos y venían en bandada a conquistar lavarita.

¿Qué hacer? La resistencia era imposible, pues se tratabade una banda de veinte. Recurso único: cambiarlo en cualquiercosa. Pero para cambiar veinte pequeños era necesario gastarveinte cambios de la varita, y de las treinta que ya solamentele quedaban se quedarían con diez ...

Emilia gritó: "¡No quiero! ¡No quiero! ... No quiero gas­tar casi toda la fuerza de mi varita en esos chicos alocados ... "

-¿No quieres? dijo Perucho. Pues entonces será peor.Nos derrotarán, se quedarán con la varita y tú quedarás re­ducida a cero ...

Emilia, en la mayor aflicción, comprendió que tenía queceder. Aún así pensó en un esfuerzo para economizar algunostoques.

-Está bien, convertiré diecinueve chicos. Al número vein­te lo contienes tú. ¿O aguantarás con dos?

Perucho declaró que podía aguantar a dos. Que ella con­virtiera a dieciocho y él se encargaba de los dos restantes. Deese modo eran dieciocho toques de la varita de Emilia y todavíale quedaban doce toques.

Los chicos se acercaban. Se oían perfectamente sus gritos."¡La varita es mía! ... " gritaba uno. "¡Es mía! ... " gritabaotro. "¡Es de quien la tome! ... " gritaba la mayoría. Lo mismoque la muchachada del siglo XX, que corre detrás del globode papel, si los chicos de Micenas agarraban la varita, irían adestrozarla, exactamente como los chicos modernos destrozanlos globos caídos ...

EL CAMBIO

-y ¿en qué los convierto? preguntó Emilia.-En moscas, opinó Perucho.

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-En libros, propuso el vizconde, que estaba con deseosde algunas lecturas.

Pero Emilia, que era muy gitana, resolvió convertirlos en'cosas de "utilidad práctica" y que hacían mucha falta en elcampamento: un cuchillo, un cortaplumas de los que tienensacacorchos, lima de uñas, destornillador, etc., y en otras cosasque en el momento vería.

Los chicos llegaron y se detuvieron. El más resuelto seadelantó y dijo:

-Sabemos que hay por aquí una varita mágica muy bue­na para ocnvertir cosas. Si nos entregáis por las buenas esavarita, todo terminará sin estragos. Si no la e!1tregáis por lasbuenas, lo haréis por las malas y os dejaremos reducidos apolvo ...

Emilia recorrió con la mirada todo el campo, en la espe­ranza de ver llegar a Medio-y-Medio. Con el centaurito allítal vez le hubiera sido posible economizar algunos toques másde la varita. Pero como no vió ni señales de Medio-y-Medio,respondió al insolente ,ultimátum del chico:

-La varita está aquí. Vengan a buscarla si son capaces.Los convertiré a todos en sapos horrendos ...

La amenaza impresionó a los pequeños, pero como la pru­dencia no existe entre los muchachos de la calle, el jefe de lapandilla avan7'- ;--'--:' arrancar la varita de las manos de Emi­Ha. Ella entonces, más que rápida, cantó el "Cambia que cam­bia" y lo transformó en cortaplumas. Con la misma prestezacambió un segundo en cuchillo. Y de un tercer toque convirtióa otro en tijerita de uñas. r..1ientras tanto Perucho derribaba ados de ellos con sus tremendos golpes de cowboy de cine. Emi­lia convirtió a un cuarto en carrete de esparadrapo, acordán­dose que es muy útil para cortadura de dedo. Y fué convir­tiendo a los demás. Medio-v-Medio apareció a lo lejos, perodemasiado tarde. N o tuvo tiempo de ayudar a la batalla.

Los chicos de Micenas estaban completamente derrotados.En lugar de ellos sólo se veían, esparcidos por el suelo, los obje­tos de uso en los que la varita los convirtió. Diecinueve chicos,

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diecinueve objetos, pues en el calor de la lucha Emilia convir­tió también a uno de los dos ya derrotados por Perucho.

-¡Avé, avé, evohé!. .. gritó la victoriosa criatura, mien­tras recogía las preciosidades --el cortaplumas-sacacorchos, elcuchillo, la tijerita, el carrete de esparadrapo ...

Solamente se había salvado un atacante, pero allí estabanocau, con Perucho arrodillado encima de su pecho y gritán­dole: ¿Me conoces, bobote? ¿Crees que le tenemos miedo a lamuchachada griega?

¡Qué fiesta armaron! Emilia, radiante como la diosa Pa­las, examinaba uno a uno sus objetos. En la canasta no cabíatanta cosa ...

Luego sacó la cuenta de los toques que le quedaban a lavarita. Todavía le quedaban once. ¡Óptimo! Con once toquesen su varita, ¿cuántas cosas no podría hacer en el futuro?

¿Y el vizconde? Nadie había puesto atención en él duranteel calor de la lucha.

-¿Qué será del vizconde? gritó Emilia.Lo encontraron caído en el suelo, gimiendo.-¿Qué pasó, cizconde? ¿Qué gemidos son esos?-Estoy herido, contestó él con voz débil. Parece que me

quebraron una pierna ...Emilia 10 alzó. El vizconde se cayó nuevamente. No podía

mantenerse en pie. Perucho se acercó a examinarlo.-Sí, se quebró la pierna izquierda el pobrecillo.Nada más cierto. El pobre escudero estaba con la pierna

izquierda quebrada --quebradísima. .. Pero para quien dis­pone de los milagros de una varita mágica, eso de pierna que­brada es 10 de menos. Con un simple toque de la varita, lapierna quebrada se convierte en una nueva. Y Perucho gritó:

-.Emilia, ven y convierte la pierna quebrada del vizcondeen una nueva.

La gitana se acercó. Examinó la fractura y dijo:-Con dos tablitas y un poco de esparadrapo puedes com­

poner muy bien esa fractura, Perucho. No vale la pena gastar lafuerza de mi varita en esto.

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Perucho pidió a Emilia que transformara en buena la pierna rota.

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y de ahí no pasó. Por más que Perucho insistiera, gitanitano se animó a gastar un toque de su varita en la curación delvizconde.

-Bien dice Anastasia que no tienes corazón, se quejó elniño. Y ella:

-Tengo corazón, sí, pero también tengo cabeza. Si condos tablitas y un poco de esparadrapo se arregla eso ¿por quévaya gastar en esa pierna un toque de mi varita, si solamenteme quedan once? N o, no y no.

-Entonces ¿no quieres al marlito?-Sí, lo quiero mucho; pero. .. ¿y si yo no tuviera en mi

poder esta varita? ¿No se arreglaría todo muy bien con las ta­blitas? Pues entonces figúrate que no tengo varita ninguna.

y no hubo medio. Perucho tuvo que cortar dos tablitasy con ellas arreglar la fractura del vizconde. Después le hizoun par de muletas.

El chico "nocau de Micenas estaba allí bajo la vigilanciadel centaurito. ¿Qué hacer con él? Soltarlo era peligroso. Co­rrería para Micenas, avisaría en el pueblo lo ocurrido y lascomplicaciones podrían ser terribles. Los padres se quejaríana Euristeo y nada más natural sería que el "antipático" man­dase una escolta para ajustarles las cuentas. La solución esta­ba en conservarlo con ellos.

El joven prisionero se llamaba Melampo. Perucho le pro­puso un negocio.

-Soltarte no, porque irás allá a contarlo todo y tendre­mos complicaciones. Los vencidos en la guerra son prisionerosde guerra. Pero nosotros no queremos abusar de nuestra fuerza.Somos de buen corazón y buena voluntad. Te propongo quequedes con nosotros formando parte de la pandilla. Las aven­turas son tremendas -y le contó la historia de los ocho Tra­bajos de Hércules ya realizados con la ayuda de ellos.

-y ahora vamos a salir para el reino de las Amazonasen busca de un cinturón de la reina Hipólita. ¿Quieres venircon nosotros?

Preguntarle a un chico de diez años si quiere tomar parte

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en una aventura es 10 mismo que preguntarle a un gato siquiere sardinas. Melampo aceptó la propuesta con el mayorentusiasmo. Y para animarlo más, Perucho agregó:

-Para empezar, te dejo que des un galope en esos camposmontado en Medio-y-Medio.

El rostro de Melampo se iluminó. ¿Qué no habría dadoél por una galopada de centauro? Y a su regreso se adhirióde todo corazón al grupo de los chicos, como si él fuese unnuevo nieto de doña Benita.

Los días que allí pasaron fueron de los más agradablesque tuvieron en Grecia. Melampo era un técnico en juegos. Leenseñó a Perucho todos los juegos de los chicos de Mícenas, y

en cambio aprendió de él todos los juegos modernos. Al queno le gustó la historia fué a Medio-y-Medio.

-Uno más para montar en mi lomo, protestó. Si os pu·

diérais procurar un asnito ...La idea fué recibida con aplauso. Un asnito para Melampo.

Pero ¿en dónde encontrarlo? Melampo sabía. No había nadade las cosas griegas de su tiempo que Melampo no 10 supiera.Contó que a cierta distancia había una gran cabaña de caba­llos y asnos de un hombre rico de Micenas. Podían ir hastaallá y ...

Melampo subió en Medio-y-Medio y partió al galope enbusca del asno.

Emilia se quedó consolando al vizconde.-Eso se curará, le decía. Y si no se curase, tía Anastasia

cambia esa pierna por otra nuevecita y más bonita.Después, cambiando de asunto: "¿Qué quiere decir Avé,

avé, évohé? Vivo lanzando ese grito de los griegos sin saber 10qué significa".

El marlito, gimiendo y gimiendo, le explicó:-Hubo, dijo, una célebre guerra entre los dioses y los

titanes -o los gigantes que querían escalar el cielo y expulsara los dioses. Los dioses se defendieron tenazmente y los derro­taron al final. Aquel Atlas de la manzana de oro era uno delos titanes vencidos. Durante la lucha, Zeus transformó a su

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hijo Baca en un terrible león y lo lanzó sobre los titanes conestas palabras: ¡Eu.. uie} evohé} Bacche! "¡Bien, hijo mío, va­lor, Baca!" En las fiestas al dios Baca sus adoradores repetíanesas palabras sacramentales.

-Pero ¿el av'é} avé} evohé? insistió Emilia.y el vizconde, sin dejar de gemir:-Esa es una burrada tuya, Emilia. "Avé" quiere decir

"salve", "Evohé" quiere decir "valor. ¡Salve, salve, valor!, esburradita tuya, Emilia.

-¿Y el "Ave" del "Ave María" también quiere decir"salve"?

-Sí. Lo mismo da decir "Ave María" que "Salve María"...¡Ay, hay, hay! ... ¡Cómo me duele la pierna! ...

EL ASNO DE ORO

Medio-y-Medio y Melampo regresaron trayendo por elcabestro un hermoso asno de largas orejas, y antes de bajarsede él Melampo le gritó a Perucho:

-No fué necesario robar ningún asno de la cabaña del ricode Micenas. Encontramos éste sin dueño en la pradera ...

Toq.os corrieron para ver. Emilia lo halló con "muchoaire" del Consejero o el Burro Parlante de la quinta de dvñaBenita.

¿Y por qué aire?-Tiene aire de saber hablar, dijo Emilia. Y le dirigIÓ la

palabra: "Asno, ¿no serás tú también de los que hablan?

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-Sí, fué la respuesta. Yo hablo, porque soy hombre y noasno. Esta apariencia en la que me veis no es aquella en laque nací.

Niños comunes que hubieran oído tales palabras en boc&de un asno, habrían sentido verdadero terror; pero aquelloschicos eran criaturas que no se asombraban de nada. Todo lesparecía naturalísimo. En lugar de sentirse aterrorizados, ro­dearon al asno y le pidieron que contara su historia.

y el asno contó:-Me llamo Lucio. En cierta excursión que hice a una ciu­

dad de Tesalia, me hospedé en la casa del viejo Milón, alque me habían recomendado, y allá me enteré que su esposaera una gran maga. Quien me lo reveló fué la sirvienta Fotis,que me dijo: "Si quieres convencerte, espía en aquel cuarto endonde la esposa de Milón prepara sus brujerías". Espié, vi ala vieja restregarse con una pomada, convertirse luego en le­chuza y'salir volando por la ventana. Quedé con ganas de hacerla misma experiencia: convertirme en lechuza y disfrutar ladelicia de un paseo nocturno por los cielos de Tesalia. Conla ayuda de Fotis, penetré e en el cuarto de la hechicera, endonde me encontré con una serie de potes de pomadas. Cadauna de ellas lo transformaba a uno en una cosa determinada.Tomé el que me pareció pomada de lechuza y me restreguétodo. Pero, j ay de mí! Me había equivocado de pote y la po­mada que me pasé por el cuerpo me transformó en asno envez de en lechuza. Mi desesperación fué enorme. ¿Qué hacer?Fotis me dijo que solo había un medio de perder aquella formay recobrar el aspecto humano: comer rosas; pero como nohabía rosas allí, tenía que esperar hasta el día siguiente. Eranoche cerrada. Hice lo único que podía hacer: salí y fuí a bus­car la cochera; por la mañana saldría por el mundo en buscade rosas. Pero de pronto, un rumor extraño. Eran ladrones quevenían a asaltar la casa de Milón. Desde allí me llevaron delcabestro a una caverna muy oscura en las montañas. Y comoyo resistiese a coces, i cuántas palizas me dieron! Quedé másmuerto que vivo y casi descaderado. Por la madrugada, me

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donní un instante y soñé. En el sueño la diosa Isis se me apa­reció y me dijo: "Pronto habrá una fiesta en mi honor. Cuando,el sacerdote aparezca con la brazada de rosas que acostumbrana depositar en mi altar, acércate y cómete una. Volverás inme­diatamente a tu antigua forma humana". Quedé radiante. Pero¿cómo salir de allí? .Los ladrones no me llevaban a pastar yquedé largos días allí preso, hasta que hoy, ladrones de otro,bando asaltaron la caverna. Hubo lucha, muertes. Me apro-,veché de la confusión para escapar ...

-y caíste en poder de Medio-y-Medio, ¿no es cierto?-Exactamente. Yo venía por el camino cuando surgió

frente a mi este centaurito. Bajé las orejas sumisamente. ¿Quépuede hacer un asno contra un centauro? Y ahora estoy aquí ...

Perucho se quedó radiante. Tener un asno para que lomontase Melampo era una gran cosa; pero disponer de un asnohablador era mil veces mejor -y le propuso un negocio.

-Nosotros no somos de aquí, somos del mundo moderno,.de allá de la quinta de abuelita. Vinimos para tomar parte enlas Hazañas del famoso Heracles, ¿lo conoces?

El asno contestó que en la Hélade no había quien no co­nociera al gran héroe.

-Pues así es. Somos los compañeros y ayudantes deHércules, o Heracles como ustedes dicen. El vizconde, aqueIque está allí con muletas, es su escudero. Yo soy su oficial degabinete; y esta es Emilia, marquesa de Rabicó, su "dadora deideas". Ya estuvimos' en ocho Trabajos fonnidables, y ahoravamos en busca del cinturón de Hipólita, la reina de las Ama­zonas. Te propongo un negocio. Agrégate a nuestra pandillaen calidad de cabalgadura de Melampo.. Al final de las aven­turas comes todas las rosas del sacerdote de Isis y vuelves aser Lucio. ¿Estamos?

El asno inclinó la cabeza. Aquello de volverse la cabalga­dura de un chico desconocido no era nada agradable, pero ¿quéhacer? Estuvo de acuerdo.

-Pues convenido. Te quedas aquí en calidad de cabalga-,dura de este chico. Cuando terminemos, comes las rosas y listo~

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y me transform'o en asno en vez de lechuza ...

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Melampo en un santiamén saltó sobre el lomo de Lucioy dijo:

-Vamos a dar un paseo por estos campos. ,Quiero ver sies de buena andadura.

El asno se resignó. No tenía práctica ninguna en llevar anadie sobre el lomo. Trotó torpemente. Se llev.ó algunos talo­nazos de Melampo. Pero como era muy inteligente, en brevese adaptó a sus nuevas funciones de cabalgadura. Trotabacada vez mejor.

Estaban en eso cuando apareció Hércules. Un fulgor desatisfacción brillaba en sus ojos. Al ver a los nuevos personajes,un asno y un chico desconocido, hizo lin ademán de interro­gación. Emilia explicó:

-Este es Melampo, nuestro ex prisionero de guerra yahora amigo. Y este un tal Lucio que en lugar de pomada delechuza usó pomada de cuadrúpedo.

Hércules no entendió. Fué necesario que Perucho se loexplicara todo minuciosamente. Luego contó que había sidomuy feliz en su excursión.

-Estuve con Teseo, Peleo, Talamón, Salón y otros héroes.Todos se adhirieron a mi plan de ataque a las Amazonas y seestán preparando. Vine en busca de vosotros. Nos vamos areunir en Temiscira, en el Ponto. Prepárense.

-¿Sigue Teseo lo mismo de bonito? preguntó Emilia queen la aventura de Creta había quedado muy impresionada porla belleza del héroe.

-Sí, dijo Hércules. La belleza de Teseo es casi divina.Lo encontré en Atenas a vueltas con un toro capturado enlos campos de Maratón. ¿Sabes qué toro era?

Ninguno lo sabía.-El mismo que cogimos en la isla de Creta y Euristeo

soltó. Teseo lo condujo a Atenas para sacrificio en el altar dePalas. ¿Y mi escudero? preguntó Hércules al notar la ausenciadel marlito.. No lo veo ...

Perucho le contó la historia del ataque de los chicos deMicenas, de la lucha entablada, de los diecinueve convertidos

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en cosas por la varita mágica, del aprisionamiento de Melampoy por último de la desgracia del vizconde.

-Los tales muchachos le dieron un golpe y le quebraron lapierna. Se la entablillé y le hice un par de muletas. Ahora estádurmiendo un sueñecito.

Hércules fué a verlo. Allí estaba el vizconde en una camahecha con musgos de la floresta, durmiendo un sueño muyagitado. De cuando en cuando brotaban de su boca palabrasincoherentes.

-Está delirando, explicó Perucho. Fiebre alta ...Hércules se alarmó. Si su escudero estaba con fiebre ¿cómo

podrían partir al día siguiente?-Le ayudaremos, dijo Emilia. Puede marchar en una

redecilla a lomos de Lucio. Mañana habrá pasado la fiebre.Cuando despierte le daré a tomar un traguito de quina. ­

-¿Dónde encontraras quina por aquí, Emilia? preguntóPerucho.

Ella contestó muy campante:-En la farmacia de "Figúrate" ...

RUMBO A TEMISCIRA

Hércules tenía que ir por mar hasta el Ponto Euxino, queera como entonces se llamaba el Mar Negro de hoy. Por allíestaba el reino de Ponto, cerca de Capadocia, la tierra de SanJorge. Cerca de Temiscira, la capital de ese reino era dondedebían reunirse los héroes invitados por Hércules para la aven­tura de las Amazonas.

El viaje por mar fué muy malo para el héroe, por su maníade pasarlo mareado todo el tiempo, pero bueno para la pier­necita del vizconde. Los huesos quebrados se soldaron. Medio­y-Medio fué también, y también se mareó. Era la primera vezque un centauro se embarcaba.

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Al desembarcar tUvieron una agradable sorpresa. Fueronrecibidos por el más lindo y amable de los dioses: Céfiro.

-¿Pero Céfiro no es un viento? preguntó Emilia, y elvizconde le contestó:

-Sí. Para los modernos en una agradable brisa de prima­vera. Para los griegos es un dios -¡ qué lindo dios! Suave,fresquito, perfumado por las primeras flores de la primavera.Tiene lindas alas de mariposa y la frente ceñida por una co­rona de "primaveras".

Perucho observó que en la quinta de doña Benita habíamuchas plantas de "primaveras".

-Las de allá de la quinta son otras, dijo el vizconde. Son"bougainbillas", nombre dado en honor de Bougainville, uncélebre navegante francés. Las de aquí son flores de una plan­tita rastrera que abren en el comienzo de la primavera. Céfirousa en la cabeza violetas y "primaveras" de las de aquí. Tieneel cuerpo diáfano ...

-¿Qué es diáfano? preguntó Emilia.-Es una palabra compuesta de dos palabras griegas:

"día", a través, y "phaino", yo brillo. Diáfano quiere decir, casitransparente o traslúcido. Cuando la luz atraviesa completa­mente un cuerpo, como en el caso del cristal, se dice que elcuerpo es transparente; y cuando no 10 atraviesa completa­mente, se dice que es traslúcido o diMano.

El vizconde explicaba las cosas 10 mismo que doña Benita;había aprendido con ella.

-Muy bien, dijo Emilia. Céfiro tiene el cuerpo diáfano.¿Y qué más?

-Es muy alegre y leve; se desliza por el espacio graciosa­mente con una cesta de flores en la mano. De ahí el perfumeque esparce a su paso. Céfiro se casó con Cloris, la misma di­vinidad que los romanos llamaban Flora, y es el padre deCarpo, una. de las tres Gracias.

-¿Cuáles son las otras?-Talo y Auxo. A las Gracias en griego le llamaban Carites,

nombre que viene de caris, esto es, gracia, alegría, agrado, ama-

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El viaje por mar era pésimo para el héroe . ..

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bilidad. Y son un encanto las tres Carites. Sólo se preocupande una cosa: agradar, y poseen de hecho el maravilloso don deagradar. Todo lo que en el mundo es suave, fino, afable, gus­toso, viene de las.Carites ...

-¡Qué bonito!. .. exclamó Emilia. Ya me estoy encari­ñando con ellas. Y hasta juro que de las tres la más bonita yagradable es Carpo, la hija de Céfiro y de Flora. ¡Qué deliciaser hija de un viento tan leve y de la diosa de las flores per­fumadas! y Emilia levantó la naricita un rato al aire, respi­rando con delicia el céfiro que pasaba.

El vizconde continuó:-Céfiro tuvo más hijas: las Brisas ...-¡Las Brisas! exclamó Emilia. ¡Qué amor!. .. ¿Qué di-

ferencia hay entre vientos y brisas?-El mismo que hay entre adultos y criaturas. El viento

es el padre, fuerte, valiente, enérgico; la brisa es una nenitade tres o cuatro años que sólo trata de jugar.

-Yo qué soy, ¿brisa o viento?El vizconde la miró detenidamente, y contestó:-A veces, Emilia, tu eres un verdadero huracán ...Mientras conversaban así a bordo de la barca a vela, el

pobre Hércules, volcado sobre la borda, con los ojos en blanco,vomitaba hasta las tripas. Perucho lo miró con expresión con­dolida.

-¿No habrá un remedio para tanto mareo? Nuestro viajeva a ser largo, más de trescientos kilómetros. ¿y si Hérculesse muriera?

Emilia tuvo una idea:-Vizconde, los griegos tienen un dios para cada cosa. ¿No

habrá un dios para él mareo?-Lo ignoro, respondió el marlito. Pregúntale a Melampo.Nada más inútil que preguntar ciertas cosas a Melampo.

A pesar de griego, sabía mucho menos de las historias y lasleyendas griegas que el vizconde, un simple marlo moderno.Melampo era solamente maestro en una cosa: bromas. Llegabahasta el absurdo de, en aquella pequeñísima barca, montar en

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Teníá que apoyarse en Medio-y-Medio para no caer . ..

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los lomos del asno y simular que estaba galopando. Y le hin­caba los talones como si fueran espuelas ...

El vizconde contó que la historia de Lucio transformadoen asno iba a ser narrada por un escritor romano llamado Apu­leyo que aun estaba en el talón de su bisabuelo. Al saberlo, elasno bajó las orejas: "Quiere decir, que voy a ser el hazmerreírde todo el mundo, ¡ay, ay!. .. " (1)

Antes de embarcar, Lucío había descubierto un hermosorosal cargado de rosas, y casi lloró de desesperación. Le bas­taba con morder una de ellas, y sería devuelto a su forma hu­mana. Pero tuvo que tragar en seco. Estaba ligado a la pan­dilla por su palabra de honor. Lo peor era que su función allíse resumía apenas a una cosa: ser la bestia de carga de ur~

chico de Micenas ...Por fin llegaron, y ya era tiempo. Hércules se parecía a

Tony Galento cuando lo sacaron en brazos del ringo Tenía queapoyarse en Medio-y-Medio para no caerse. El vizconde leaconsejó un descanso de dos días en tierra.

-Sí, apoyó Emilia, porque en tal estado, Lelé, si llegaraa aparecer por aquí alguna de las amazonas, el que pierde elcinturón eres tú -y apuntaba hacia la piel del león invulne­rable. Después de su lucha con el león de Nemea el héroenunca más abandonó la preciosa piel. Emilia había intentadoextraer una "muestra" de ella. Su tijerita perdió el filo. Aque­llo era lo mismo que hierro.

Perucho se encargó de procurar un sitio adecuado para eldescanso de Hércules. Eligió un grupo de árboles cuya sombraquedó sirviendo de "sanatorio". Allí la víctima del mareo seacostó y se regaló con la delicia de sentirse en tierra firme. Aldía siguiente, Hércules amaneció casi bien.

Melampo fué a charlar con unos viandantes, en el camino.;Les preguntó si los otros héroes estaban ya en Temiscira. Nadiesabía nada de ningún héroe. Cuando el pequeño contó queformaba parte de la comitiva de Herades, el cual estaba en el

1 Historia del Mundo, del mismo autor.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

"sanatorio" descansando de su viaje por mar, todos se espan­taron, y uno de ellos, el más valiente, fué a hacer una visitaal héroe. Lo encontró recostado a la sombra de los árboles,comiéndose un carnero. Su hambre ya había renacido.

-Ayer parecía un bacalao. Hoy hasta tiene hambre. Lle­gó tan derrengado el pobre ...

El visitante supuso que el "derrengamiento" se refería aalguna derrota en lucha. Por grandes que sean los héroes, aveces se ganan unas buenas tundas en el lomo -como le pasócon tanta frecuencia a Don Quijote.

-¿Quién 10 derrengó?-Un gigante llamado Mar, respondió Emilia. El único

que derrota a Lelé. Quisiera que 10 hubiera usted visto cómose quedó con los ojos en blanco ...

Al día siguiente el hambre de Hércules volvió por enteroy aun aumentada. Devoró tres cameros en el almuerzo y cuatroen la cena. Sólo así consiguió poner el estómago al día.

Por la tarde llegó otro navío: era el de Peleo. Y tambiénreapareció Minervino. Hércules fué al puerto a recibir al reciénllegado mientras el mensajero de Palas satisfacía la curiosidadde los chicos contándoles quién era Peleo.

-Oh, es un grande y famoso héroe, dijo, rey de lolcos,hermano de Talamón. Fué el verdadero causante de la guerrade Troya ...

-¿Cómo? exclamó Perucho. ¿La causa de la guerra deTroya no fué Helena, la mujer del rey Menelao?

-Fué. Pero ¿quién metió a Helena en el enredo? Peleo.~uego, el verdadero causante de todo fué él.

-Cuéntanos eso.Minervino contó:-Después de muchas aventuras, Peleo se apoderó de la

ciudad de lolcos y se hizo rey. Y como era viudo, se casó conla nereida Tetis.

-¿Qué es una nereida? preguntó Emilia.

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Minervino se rascó la cabeza. La eterna curiosidad deEmilia no tenía fin ...

-Las nereidas, dijo, son las hijas de Nereo y Doris. Soncincuenta en total y forman el cortejo de Tetis. Las nereidaspersonifican las particularidades de las ondas: el movimiento,el color, las marejadas. Glauca es la nereida del azul; Talia, ladel color verde; Cimodocea, la de las maretas; Dinamenes, lade los movimientos rápidos del oleaje. .. Pues bien: Peleo secasó con Tetis, en la gruta de Quirón, en el monte Pelio. Fuéuno de los más importantes casamientos de la antigüedad..Hasta los dioses asistieron y le trajeron los más hermosos re­galos. Peleo había invitado a todas las divinidades mayores ymenores, excepto una: Eris o la Discordia. Y estaban en 10mejor de la fiesta, cuando se presentó la terrible' Eris. L,legóy colocó encima de una piedra una manzana de oro con esteletrero: ¡Para la más hermosa! Aquello era una provocacióna las tres grandes diosas allí presentes: Juno, Palas y Venus.¿A quién entregar la manzana? ¿Cómo decidir cuál de las tres.era la más hermosa? Se hizo necesaria la presencia de un juez.Invitaron para que 10 fuera al joven París, un príncipe, hijo·del rey de Troya. París contempló a las tres divinidades, y leentregó la manzana a Venus.

Todos estaban pendientes de relato.-¡Muy bien hecho! gritó Emilia, porque Venus es la

diosa de la belleza.-Eso pensamos nosotros; pero Juno y Palas no eran de'

nuestra opinión. El odio las mordió por dentro, y quien pagÓofué Troya. Para vengarse de la elección de aquel juez, provo-·caron la guerra entre griegos y troyanos, de la cual salió Troya'completamente destruída. Si Peleo no se hubiera enamoradode Tetis y promovido aquella fiesta, no se habría producido laguerra de Troya...

Estaban en eso cuando Hércules llegó acompañado de sU'amigo Peleo, rey de 10Icos y le presentó su comitiva. Peleo­extrañó que un héroe tan grande anduviese con un escudero·tan chico y menudo, de galera y muletas. Pero le gustaron mu-

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¿Cómo decir, cuál de las tres era más bella?

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cho Perucho y Emilia. Al conocer la actuación de ésta en elcaso del jabalí de Erimanto y del gigante Anteo, suspiró.

-jCuánto daría yo por tener una "dadora de ideas" comoésta! Mi vida ha sido de las más atormentadas. Siempre mehan faltado buenas ideas en los momentos decisivos. ¿Y esteasno?

-Es Lucio, gritó Emilia. Un hombre convertido en asnoporque se equivocó de pomada. Habla como nosotros, señorPeleo. ¿Quiere verlo?

y volviéndose al asno:-Dile alguna cosa ...Lucio, muy disconforme con aquel papel de "fenómeno'"

exhibido en feria, dijo, después de un suspiro:-¡Bienvenido sea a estos pagos el noble rey de loleos!Peleo casi se cayó de espaldas del susto. Era la primera

vez que veía un asno hablador. Emilia dió una gran carcajada.-Esto de los burros habladores, dice doña Benita que es

lo que más abunda en el mundo. Dice que hasta en los tronoshay burros habladores; y en los congresos, en los ministeriosy las academias. Pero son asnos de dos pies y con forma hu­mana. De asnos habladores de cuatro pies solamente conozcoéste. Allá en ,la quinta también tenemos un burro hablador,pero asno no es burro. Se llama el Consejero, nuestro burro-¡y qué bien habla! Sólo dice cosas filosóficas -¿sabe lo quées eso, héroe?

Peleo estaba ya atontado con el charlataneo de Emilia.Perucho aprovechó un momento en que la ex muñeca hizo

una pausa para tragar saliva, y dijo:-Ya conocemos algo de su historia, señor Peleo, y lamen­

tamos mucho la desastrosa sentencia de París en la fiesta delcasamiento de usted.

-¿Por qué? exclamó Peleo admirado.-Porque fué de ahí de donde salió la guerra de Troya.

Peleo frunció las cejas. Jamás había pensado en tal cosa. Emi­lia intervino.

-Aquel París no tenía ninguna habilidad. Si hubiera sido

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Salomón, su sentencia sería una hermosura y todos habríanquedado contentos.

-¿Y cuál habría sido la sentencia de ese tal Salomón?-Pues habría dividido la manzana en tres pedazos y le

hubiera dado uno a cada diosa, diciendo: "¡Empate!"-Un juez no puede empatar, observó Peleo. Justamente

cuando las cosas empatan es cuando los hombres acuden a losjueces. ¿Qué es una sentencia, sino un desempate?

Emilia se confundió, pero no queriendo dar su brazo atorcer vino con otra solución de las suyas:

-Salomón se acercaba al oído de una y le decía: "La máshermosa eres tú, pero no se 10 digas a las otras". Cuchicheandolas mismas palabras a las tres, las dejaba a las tres contentí­simas.

Peleo se rió y volvió a la carga.-Pero París tenía que entregar la manzana de oro a una

de las tres ...-Yo, si tuviera que entregar la manzana, hacía un pase

mágico, y escondía la manzana en la manga. Luego, con carainocente, decía: "¡Eh! ¿Quién se ha llevado la manzana?" -yde ese modo los engañaba a todos.

-Ya sé, interrumpió Perucho. Engañabas a todos y teguardabas la manzana en tu canastita ¿no? ¡Ah, Peleo, estabichita solamente nosotros sabemos de 10 que es capaz!

Peleo acarició con el dedo la barbita de Emilia y se pusoa tratar con Hércules el asunto de las amazonas.

-He estado pensando, Hércules, que tal vez nos sea po­sible conseguir por las buenas 10 que por la fuerza va a serbastante duro. Propongo que le enviemos un parlamentario ala reina Hipólita. '

-Buena idea, dijo Hércules, y yo podría enviar mi escu­dero, si no fuera por el desastre de su pierna quebrada. Tal vezPerucho 10 pueda sustituir -y volviéndose llamó al chico queestaba a su lado:

-Oyeme, oficial. Tengo que mandar un mensajero a lareina Hipólita. El vizconde era el más indicado, pero la frac-

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tura de su pierna lo ha puesto fuera de servIcIO. He pensadoen ti. ¿Quieres ir a hablar con Hipólita en nuestro nombre?

Perucho palideció. Nunca en su vida le habían hecho unaproposición semejante. Presentarse a parlamentar en presen­cia de una reina, ¡y qué reit'a! Hipólita, ¡la gran Hipólita delcinturón! La sorpresa de aquellas palabras lo dejó tonto porunos instantes.

-¡Vamos, contesta! insistió Hércules.Por fin Perucho recobró el habla:-¡Estoy a las órdenes!Hércules miró a Peleo como diciéndole: "¿Has visto qué

firmeza de decisión?" Luego miró al chico y le dijo: "Prepá­rate que vamos a redactar un mensaje".

Poco después partía Perucho montado en Medio-y-Me­dió, llevando en el bolsillo el mensaje de Hércules y Peleo aHipólita. Ese mensaje decía así:

((¡Hermosa reina de las invencibles amazonas!Estamos encargados de una empresa que mucho nos

desagrada: llevarle tu ZOSTER al rey Euristeo. Altos inte­reses humanos y divinos así lo quieren. Pero ~ejos de'nosotros emplear la violencia contra la reina de las her­mosas guerreras; y siendo así, esperamos que nos concedaS'un encuentro en el que podamos discutir el asunto.

'Respetuosamente besamos la linda mano de la reina'de las amazonas.

PELEO y HERACLES".

Evidentemente, el estilo del mensaje denunciaba la mano'del rey de loIcas. En esto de gentilezas, Hércules era muytorpe.

Perucho se puso en marcha rumbo al reino de las amazo­nas, al galope del centaurito, y después de mucho andar, dijo:

-Medio-y-Medio, me parece que estamos llegando. Siento,olor a caballos en el aire. Debe haber muchos caballos 'en elreino de las amázonas.

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h al galope . ..Y allá fué Peruc o,

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El centaurito concordó. Su afinado olfato le decía que amenos de media legua debían encontrar a la primera amazona,y así fué. Cumplida la media legua oyeron un galope y a pocovieron a una guerrera amazona de aspecto hostil y lanza enalto. Perucho palideció, pero se dominó. Quien lleva misionescomo las de él no puede tener flaquezas. Y abordó a la gue­rrera con voz firme.

-Señora, le dijo, estoy aquí en calidad de mensajero deHércules y Peleo, dos tremendos héroes, y traigo un mensajede ellos para la reina Hipólita. ¿Quiere tener la gentileza dedecirme en dónde la puedo encontrar?

La amazona lo midió de alto abajo y sonrió. Un niño ape­nas. Las instrucciones que todas recibían eran de matar a todohombre que cruzara las fronteras del reino; pero no hablabande niños. Y la amazona, bajando la lanza, respondió a lapregunta:

-En la tienda blanca de la margen izquierda del río Ter­modonte. Allí encontrará a nuestra reina -y le mostró ladirección.

Perucho respiró, mientras Medio-y-Medio, retomando elgalope, decía: "Nó te ha hecho nada porque eres un niño. Sise hubiera tratado de un hombre hecho y derecho, j te habríaatravesado con la lanza! A veces vale la pena ser criatura ... "

Perucho tomó por el rumbo indicado y después de algúntiempo llegó al Termodonte -un pobre riachuelo.

-La orilla izquierda, dijo la amazona. Es aquélla.No había puente ni nada que se le pareciera. Tuvieron que

cruzarlo a nado. Después siguieron andando, andando. Depronto descubrieron a lo lejos una especie de campo de guerracon barracas y movimiento de caballos.

-Debe ser allí, murmuró Perucho. Mujeres guerrerastienen que vivir en un campamento como éste.

y en efecto allí estaba el campamento de la reina Hipó­lita. Cuando las amazonas vieron acercarse a un centauritocabalgado por un "hombre", volaron con las lanzas en ristreparE:t recibirlo de acuerdo con las órdenes de la reina, pero al

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ver que se trataba de un potrillo de centauro y de un pichónde hombre, se detuvieron como hizo la otra.

-¿Quién eres, niño?El nieto de doña Benita contestó con voz firme:-Soy Perucho de Oliveira, oficial ayudante del señor He­

racles. Traigo de ese gran héroe y del rey de 10Icos un mensajepara Hipólita, la reina de las amazonas.

Las guerreras se miraron entre ellas cambiando palabrasque Perucho no pudo oír. Después:

-Síguenos, dijeron. Te escoltaremos hasta la tienda deHipólita -y allá marcharon con el chico al frente.

-jQué extrañas aquellas criaturas! i Qué fuertes! i Y quéaspecto belicoso!

Acostumbrado a ver en las mujeres del siglo XX unos se­res delicados, frágiles, graciosos, Perucho se espantaba delporte imponente y de la musculatura de las amazonas. Cadauna era lo que se llama "una mujerona y media". Bellas, sí, deuna belleza fuerte de estatua. i Y qué gauchas! Realmente da­ban idea de centauras, es decir, de formar un solo cuerpo consus caballos. Una que pasó a galope en un hermoso caballoblanco, le trajo a Perucho el recuerdo de las correrías de WilliamBoyd en las películas americanas.

La escolta se detuvo delante de la tienda real. Una de lasamazonas se apeó y entró. Poco después apareció la majestuosafigura de la reina. Bella, sí. Bella como las estatuas. El zosterque llevaba en la cintura indicaba su dignidad real.

Perucho tartamudeó:-Majestad, yo .. , yo vengo de parte de Heracles con

este. .. este mensaje. Y con mano trémula sacó del bolsillo elpergamino. Hipólita extendió una mano muy blanca y lo cogió. j

Lo desenrrolló y leyó. Pareció que el estilo le gustaba porquese sonrió. Luego dijo:

-Este zoster, regalo de mi padre Ares, está haciendo en­loquecer a muchas· princesas. ¿Cómo me puedo deshacer de élsin perjuicio de mi dignidad de reina de las amazonas? Pequeñomensajero, dile a Heracles que el caso no puede ser resuelto así

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ligeramente. Que venga a hablar conmigo. Daré orden a misguerreras para que lo reciban gentilmente.

Perucho, todavía trémulo, hizo un saludo y con los talonesordenó a Medio-y-Medio que retrocediera. El hecho de venircabalgando un centauro había causado gran sorpresa a aque­llas mujeres. Habían acudido muchas de todos lados para pre­senciar la maravilla. Y lo comentaban cuchicheando unas aloído de las otras.

Medio-y-Medio se fué alejando al paso, un poco tambi~n

maniatado por el miedo. Pero así que se vió a cierta distancia,disparó al galope.

De vuelta al campamento, Perucho dió cuenta a Hérculesdel desempeño de su misión, trasmitiéndole con toda fidelidadlas palabras de Hipólita. Hércules miró a Peleo.

-Parece que todo marcha bien. Si la reina nos da unadta es que no se presenta hostil ...

TODO VA BIEN

Al día siguiente llegaron las naves de Teseo y de los demáshéroes. Desembarcaron y después se fueron al navío del rey deloleos, en que ya estaban Hércules y sus compañeros, paracombinar el plan de ataque a las amazonas. La noticia de labuena acogida del mensaje les produjo buena impresión. "Opti­mo, si no hubiera lucha", dijo Talamón. "Aunque sean unasmujeres terribles, me repugna tener que luchar con mujeres.Me quedaré muy satisfecho si llegamos a un acuerdo con Hi­pólita".

Estaban todavía en el barco de Hércules discutiendo elasunto, cuando Emilia gritó desde la amura:

-j Se acerca una tropa de guerreras! -y era verdad. Hi­pólita se aproximaba a la playa seguida por un enorme séquitode amazonas.

El encuentro de la gran reina con los héroes fué de los más

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¡Si no la defendemos} Hipólita está perdida! . ..

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auspiciosos. Se trataron como viejos amigos, y no se hizo espe­rar que la belleza de Teseo ablandase el corazón de Hipólita.Se puso tan amable que, con sorpresa de todos se ofreció aentregarles el zoster. Hércules, radiante, pensó que todo iba aterminar en fiesta; y así habría sido a no ser por la funestaIntervención de Juno.

Sí, de Juno, porque la vengativa diosa, que desde el Olim­po contemplaba el desarrollo de la aventura, enrojeció de cóleraal percibir la amable disposición de la reina de las amazonas.¿Y qué hizo? Descendió inmediatamente a tierra disfrazada deamazona, y con aire colérico se puso a sublevar a las guerrerasque asistían de lejos a la conferencia de Hipólita con los héroes.

-¡Ellos van a raptar a nuestra reina! ¡Si no la defende­mos, Hipólita estará perdida! -y tales y tantas cosas dijo queterminó por volverlas locas a todas.

-¡Ataquémoslos ya! ¡No tenemos tiempo que perder!¡Salvemos a nuestra amada reina! ...

Y 10 que entonces ocurrió fué cosa que hizo temblar latierra. Como movidas por un mismo resorte, las amazonas selanzaron al más terrible ataque contra los héroes. Se acercabanciegas de odio, al furioso galope de sus blancos caballos, conlas lanzas en ristre y los ojos despidiendo llamas. Hipólita quisointervenir, pero no pudo. El tropel del ataque ahogaba su voz.Cogidos de sorpresa, los héroes apenas tuvieron tiempo de to­mar sus armas.

Y fué la lucha que cuentan los poetas griegos -lucha degigantes. Golpes de clava tremendos, lanzazos, avances y re­trocesos. Teseo se defendía como un león acorralado. Los gol­pes de Talamón rebotaban. Solón derribó a dos de una solaclavada. Tan terrible fué la pelea, que el carro de Apolo, yadesapareciendo en el horizonte, hizo como que se detenía,asustado.

Los pequeños aventureros habían corrido hacia el barco.Solamente Melampo se había quedado en tierra. El bobito creyóque aquello iba a ser como las peleas entre chicos de Micenas-luchas de juego sin otras consecuencias que algunos araña-

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zos, chichones en la cabeza y algunos cardenales en el cuerpo;pero fué cruelmente pisado por las patas de los caballos.

En cierto momento, Hércules tomó una resolución deci­siva. Continuar aquella lucha era perder al fin la partida. Pormucha que fuera la potencia de su grupo ¿cómo vencer al nú­mero? Ellos eran un puñado y las amazonas una legión. En lasluchas entre el valor y el número, siempre resulta vencedor elnúmero. La maña de Hércules consistía en ir combatiendo y

retrocediendo en dirección a los navíos, y de pronto prender aHipólita y llevársela al barco como rehén.

Desde el navío de Hércules, los chicos, en compañía deMinervino, asistían a todo como en una representación teatral.

-¡Fué Hera! decía el mensajero. Bien me lo advirtióPalas. Viendo que todo iba a terminar en acuerdo, la rencorosadiosa vino personalmente a arengar y amotinar a las ama­zonas ...

Emilia iba a decir: "¡Qué peste!", pero tragó saliva y sedió un golpe en la boca. Perucho extrañó la ausencia de Ma­lampo. "Allí está", gritó el vizconde, indicándolo. "Caído en elsuelo, tal vez muerto. Lo vi cuando fué a meterse en la pelea".

El combate continuaba cada vez más furioso, pero loshéroes ya estaban retrocediendo. Se defendían como leones yretrocedían -retrocedían en dirección a los navíos. De pronto,Hércules, que durante toda la lucha no había abandonado aHipólita, la cogió por la cintura y saltó al navío de Peleo. Suscompañeros también abandonaron la lucha y saltaron a susnaves respectivas. El desencanto de las amazonas fué inmenso.N o habían contado con aquel golpe estratégico. En campo rasoeran poderosísimas, pero ¿qué podían hacer contra los héroesrefugiados a bordo?

Hércules les gritó desde la amura:-¡Deteneos, valerosas guerreras! Tengo en mi poder un

precioso rehén: Hipólita. ¡De buen grado la dejaré en libertadsi deponéis las armas! ...

Las amazonas se miraron indecisas. ¿Qué hacer? Una deellas, la más feroz, justamente la que las había amotinado, gri-

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taba que no, que no depondrían las armas, que lucharían hastael final y abordarían las naves.

-Es Hera la que habla,' observó Minervino. Conozco elacento de su voz. .. -y Emilia corrió a cuchichear a Hérculesdiciéndole que la que estaba estimulando a las otras era lapes. . . era la buena diosa Hera. El héroe lo comprendió todo, yhabló nuevamente a las guerreras:

-Sé quién os amotinó en el momento en que todo loobteníamos de Hipólita pacíficamente, pero también sé que esaintervención de nada valdrá. La gran Palas me protege y meha permitido capturar a vuestra gran reina. Si no deponéis lasarmas, levantaré las anclas y me iré con Hipólita prisionera.Si de verdad amáis a vuestra gran reina, dejad de oír la vozdel despecho y atended únicamente a lo que os digo.

Las amazonas se miraron de nuevo y comprendieron lasituación. O deponían las armas, o perdían a su reina. Y denada valieron los gritos histéricos de la falsa amazona que lashabía amotinado. Bajaron las lanzas en señal de tregua.

Hércules le dijo entonces a Hipólita:-Gran reina, ambos hemos sido perjudicados por la diosa

vengativa que me persigue. El feliz acuerdo que estábamos apunto de alcanzar se deshizo en la desastrosa pelea en quetantas guerreras han perdido la vida y me vi en la necesidadde aprisionar en esta nave a aquélla a quien solamente queríarendir homenaje. Pero te devolveré incontinenti la libertad, si,cumpliendo el acuerdo hecho, me entregáis el zoster.

Hipólita no hizo objeción ninguna. Se desciñó el cinturóny se lo dió a Hércules.

-Ahí lo tienes. Llévaselo a la princesa que tanto lo am­biciona. Reina soy por la fuerza de la sangre y la devoción demis súbditas, y no por la fuerza de un objeto material.

Hércules tomó el cinturón y le besó la mano, diciendo:-Soy el más humilde súbdito de la gran Hipólita, la rei­

na de las invencibles amazonas.Emilia sonrió y le hizo una guiñada a Perucho: "¡Y que

no sabe hablar bien! Trata con las damas que ni Don Quijote".

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Se sacó el Uzoster" de la dntura y lo entregó a Hércules . ..

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Estaba concluída la mlSlOn que Euristeo había encomen­dado a Hércules. Admeta iba a usar en la cintura el zoster deHipólita. Pero no por eso adquiriría la imponente belleza de lareina de las amazonas, ni su espléndida majestad. Una cosa esnacer reina y otra vestirse de reina. Hipólita había nacido reinay lo era hasta la punta de las uñas. Con gran majestad respon­dió a Hércules, y con la mayor dignidad abandonó el navíopara ir a reunirse a la tropa de sus guerreras.

Teseo lo veía todo desde su barco. La belleza de Hipólitalo había impresionado tan tremendamente, que a la hora enque los navíos empezaron a levantar las anclas para partir, de­claró su intención de quedarse.

-¿Quedar? exclamó espantado Peleo.-Sí. Hércules aprisionó a Hipólita e Hipólita aprisionó mi

corazón. Ya no podré vivir sin ella ...Los navíos levantaron las anclas; todos menos el de Teseo.

El héreo del Atica se quedó y se casó con Hipólita.

Ningún hombre de aquella época podría prever las conse­cuencias de la unión de Teseo con Hipólita; pero los modernossabemos todo lo que pasó. No fué un casamiento feliz. Los hé­roes no han sido nunca buenos esposos. La eterna vida deaventuras guerreras los envuelve también en aventuras amo­rosas. Después de casarse con Hipólita, Teseo se enamoró deFedra, hermana de Ariadna, suceso que determinó la subleva­ción de las amazonas que habían ido a Atenas en compañía desu reina. La lucha fué terrible. Duró meses. Hipólita, que habíaperdonado a Teseo y combatía a su lado, pereció a los golpesde una guerrera llamada Moldapia, y la lucha siguió. Por finse hizo un armisticio y se firmó un tratado de paz. Exactamen­te en el sitio en que fué firmada la paz, el pueblo de Atenas,erigió un templo denominado Orcomosión, palabra que quieredecir "juramento de alianza", y todos los años, durante lasfiestas Teseas instituídas en honor de Teseo, los fieles sacrifi­caban a los manes de las amazonas. Si hubiera sido Minervinoquien explicase esto a los chicos, Emilia fatalmente habría pre-

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guntado: "¿Qué son manes?" Y Minervino contestaría que eranlas almas o los espíritus de los muertos.

* * *De regreso a Micenas, después de más de una desagradable

travesía por mar, Hércules tuvo una pequeña aventura com­pletamente inesperada. Al pasar por cierta aldea fué detenidopor un mensajero de Litierses, hijo de Midas, rey de Frigia.Este hombre tenía una propiedad suntuosa en donde pasabauna verdadera vida de hijo de rey, regalándose con banquetesy vinos de los más deliciosos. Y se divertía de un modo muyextravagante: obligando a los que pasaban por el camino aservirlo por un día en las tareas de la labor: cortar el trigo,coger uvas o aceitunas; y por las tardes les cortaba la cabezay arrojaba los cuerpos al río Meandro.

-Litierses te ordena que vayas a limpiar su chiquero, ledijo el mensajero.

Hércules se rió.-¿Quién es Litierses?-El hijo del rey Midas. Vive en esa gran propiedad y eje-

cuta todos sus trabajos con un día de jornada impuesto portarifa a los caminantes.

-¿y si el caminante se niega?-Le corta la cabeza y arroja el cuerpo al Meandro.-¿y si el caminante se somete y hace el servicio orde-

nado?-Le corta la cabeza y arroja el cuerpo al Meandro.Hércules respondió:-Llévame a presencia de Litierses. Quiero tener con él

·un pequeño entendimiento.El hombre obedeció. Lo llevó a la presencia del hijo de

Midas.-¿De manera, dijo el héroe con la mayor calma, que esta

propiedad es cultivada a costa del trabajo y la vida de los ca­minantes?

Litierses, que estaba en la mesa dándose un banquete,lanzó una gran carcajada de borracho.

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-¡Pues claro, hombre! Así voy realizando los trabajosagrícolas y engordando a los pececillos del río. ¿No te pareceinteligente mi idea?

Hércules estalló de cólera y agerrando al malvado le cortóla cabeza y fué a arrojarlo al Meandro, diciendo: "Los pececi­llos deben estar sedientes de este postre".

Perucho se asombró de la facilidad con que en Grecia loshéroes mandaban a la gente al otro mundo. Robar, matar, erancosas naturalísimas. Hércules mató a aquel hijo de rey y siguiósu viaje como si no hubiera pasado nada. Nada de policía, inves­tigación, proceso, jurado, juez, sentencia, condena. Todo muyrápido y expedito.

El vizconde observó que en los tiempos modernos existela "justicia organizada", pero allí, en Grecia, la Justicia eranlos héroes. Andaban a la caza de los malos, como aquí en elmundo moderno hace la policía. Y los castigaban y liquidabancon la mayor simplicidad. ¿Qué era Hércules, a fin de cuentas,sino la Justicia en persona? Algunas veces erraba y matabainocentes; pero ¿qué justicia en este mundo no castiga ino­centes?

* * *Después de la lucha de las amazonas Perucho había bajado

a la playa en busca de Melampo y había encontrado al peque­ño sin sentido y lleno de machucaduras. Con la ayuda de Mi­nervino lo llevaron a bordo y lo dejaron al cuidado del vizconde.El marlito se estaba revelando como un excelente médico. Ep­tendía de jarabes y pomadas como cualquier curandero. Y así,antes de que el viaje se terminara ya estaba Melampo comple­tamente "nuevo", como si hubiera salido de la caldera deMedea.

¿Y qué era del Asno de Oro? Cada vez más lleno de suspi­ros por el fin de aquellas aventuras. A cada momento encon­traba rosas en el camino. Una sola que comiera y volvería a suforma humana. Tenía, sin embargo, que respetar la palabradada y permanecer peludo hasta el fin de las hazañas del hé­roe. Isis en su sueñoo le había hablado de las "rosas de su sacer-

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dote", pero el vizconde era de opinión que aquello no pasabade ser una tontería. "No hay la menor diferencia entre la rosa deun rosal y la misma rosa en manos de un sacerdote; Isis es talvez de esas diosas a las que les gusta complicar las cosas".

Pero no fué así. Cierta vez en que el Asno de Oro, enfure­cido por los talonazos de Melampo, dió un par de coces a lapalabra empeñada y se comió la primera rosa que encontró, sequedó desilusionado al ver que seguía tan burro como siempre.Tenía por tanto que esperar pacientemente las rosas del sacer­dote de Isis.

Por último llegaron a Micenas -y tuvieron una gran de­cepción: el campamento estaba destruído. Del Templo de Aviasolamente quedaban ruinas. Las estacas con las esculturas delas hazañas de Hércules yacían en el suelo sin escultura ninguna.

-¡Juro que los chicos de Micenas vinieron hasta aquí enbusca de los otros y nos saquearon el campamento!, dijo Pe­rucho. Si hay una cosa que no cambia en el mundo, son loschicos. ¿Qué diferencia hay entre nosotros, los chicos del si­glo XX y los del siglo ... ¿Qué siglo es éste en que estamos,vizconde?

-Seguridad no tengo, pero calculo que debe ser el XIIo XIII antes de Cristo, respondió el marlo.

Perucho se quedó con los ojos muy abiertos. Luego dijocomo si hablara consigo mismo:

-Parece increíble que estemos a treinta y dos o treinta ytres siglos del nuestro, esto es, a 3.200 ó 3.300 años de distanciade nuestro tiempo.

Emilia suspiro:-Una cosa me molesta, Perucho. Y es que después de

nuestro regreso nadie va a creer ni pizca de 10 que contemos.Dirán luego, con sus caras muy bobas: "Es imaginación. .. Esfantasía de criatura ... " y sin embargo nosotros estamos real­mente en el "fondo de las edades", como dice el vizconde. Conmis ojos estoy realmente viendo a Hércules, con su clavay su piel de león. Estoy viendo a Melampo con su propia cara.Estoy oyendo los suspiros en las tripas de este Asno de Oro.

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MONTEIRO LOBATO

Estoy viendo a Miner"... ¿Dónde anda Minervino? -y EmiUamiró a su alrededor.

No estaba allí Minervino. Con seguridad había vuelto alOlimpo para combinar nuevas cosas con Palas, sugirió Pe­rucho.

-Para mí que ha ido más bien a ver la cara de Juno, dijola ex muñeca. La "pes .. ", la gran diosa, debe estar con lanariz larga. Llegó a descender a la tierra y disfrazarse de ama­zona y ¿qu~ ganó? Cero. ¡Pobrecilla! ...

Este "pobrecilla" era una torpísima e irónica adulacióna Juno.

Hércules se levantó para ir a Micenas a dar cuenta al reydel nuevo trabajo realizado.

EL NUEVO TRABAJO

Hércules sólo regresó al caer la tarde. Sentóse y dijo aPerucho:

-Euristeo se alegró mucho con el cinturón de Hipólita.Parece que esta vez no se ha enojado con mi victoria, tal erael empeño de su hija Admeta de poseer el zastel'.

-¿Y qué otro Trabajo dispuso?-Quiere que traiga a Micenas los bueyes salvajes del más

horrendo gigante que hay en la Hélade, uno que tiene variascabezas, Gerión.

-Ya sé, dijo Perucho. Quiere estos bueyes para tener elgusto de soltarlos. Euristeo es el mayor soltador de monstruos.Sólo preciosidades como el cinturón de Hipólita no las suel­ta ... Inteligente ... Y ¿dónde anda ese Gerión?

-Muy lejos de aquí, en la isla Eritia, en el mar Jónico.Mar, mar ... -y Hércules puso cará de víctima: se acordabade los mareos ...

Perucho corrió a contar a los demás 10 que había oído.-¿Más bueyes? exclamó Emilia. i Cuántos bueyes hay en

esta Grecia! ...

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LAS DoCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

El vizconde se aproximó, toc, toc, toc, sobre sus muletitas.Aun no estaba completamente curado de la pierna. Venía asugerir la conveniencia de soltar a Melampo.

-No nos ayuda nada, explicó. Se pasa el tiempo turturan­do a Lucio, y no tiene el menor juicio. Un perfecto locuelo. Suidea de meterse en la lucha entre los héroes y las amazonas espropia de un niño que ha tenido meningitis. Es muy capaz demeterse en otras honduras y acabará mal.

Perucho le dió la razón al vizconde, pero Emilia protestó:-No. Nada de eso. Si 10 soltamos, irá corriendo a Mi­

cenas, a contar la historia de mis conversiones y pronto nosmetería en el mayor de los líos. Que se quede con nosotros hastael final. Después de la última aventura, le daremos libertad -aél y al Asno de Oro.

El centaurito venía al galope con la comida en los hom­bros. Todos suspiraron. Emilia dijo:

-Ando con miedo de que nos volvamos rebaño de repente.Estoy tan cansada que sólo de pensar en camero se me revuel­ve el estómago. Hoy quiero frutas -y mandó que Melamposubiera en el asno y fuera en busca de frutas: higos, manzanas,frutillas, 10 que hubiera. Melampo fué, pero como no hallaraningunas frutas por los alrededores tuvo la absurdísima idea deir a buscarlas al mercado de Micenas. Y allí. .. j ah! . " allí fuéencontrado por su padre y detenido, de manera que Lucio re­gresó sin nadie en el lomo.

-¿Qué ha sido de Melampo? le preguntó Perucho conun presentimiento en el corazón.

-Llegó hasta el mercado de Micenas en busca de frutasy allí 10 agarró su padre ...

Era 10 peor que podía pasar. Perucho se quedó pálido comola cera.

-jEstamos perdidos!. .. Dentro de poco vendrá para acáel ejército de Euristeo y nos asaltará. .. -y se fué a avisar aHércules.

Al héroe tampoco le gustó aquello. Se quedó sin saber quéhacer. Llamó a Emilia.

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MONTEIRO LOBATO

-¿y ahora, gentecita?-Ahora, dijo ella, no nos queda más que un remedio:

irnos. .. y yo seré la que vaya montada en Lucía.Luego le pidió al héroe que retirase la piedra que cubría

sus tesoros. Tenía miedo de dejar allí su canastita.Hércules levantó la piedra y Emilia sacó su canasta del

hoyo. La abrió y guardó dentro un recuerdo más: el mensajeque Hércules y Peleo le habían enviado a Hipólita. Al ser apri­SIOnada, la reina de las amazonas había dejado caer el perga­mino de su cinturón y Emilia lo recogió.

No era fácil llevar aquella canasta sobre el lomo de Lucio.Perucho estudió el caso.

-Sólo con un contrapeso, dijo. Las cargas de los asnostienen que ser dobles, una de cada lado.

-Pues, arregla un contrapeso.Perucho pensó unos momentos. Luego tuvo una idea.-¡El vizconde! ... Con sus muletas, el vizconde mal pue-

de aguntarse en el lomo del centaurito. Hago una bolsa y lopongo como contrapeso de la canastita.

y así fué. Medio-y-Medio fué al bosque en busca de jun­cos y Perucho tejió con mucha habilidad una bolsa donde elmarlito podía ir cómodamente reclinado.

-Van para acá, Lucio.El asno se aproximó, suspirando. Perucho dispuso sobre

su lomo la bolsa con el vizconde dentro, contrapesando la ca­nastita.

-jOptimo! . .. Hasta galopar puede Lucio con eso sobreel lomo.

En seguida subió a Emilia y saltó sobre el lomo de Medio­y-Medio.

-Bueno, Hércules, podemos partir.El héroe se puso al frente del Asno de Oro y emprendie­

ron la marcha rumbo a la isla de Eritia. En ese momento seoyó a lo lejos un tropel de caballos. Eran los soldados de Euris­tea. Todo ocurrió exactamente como la ex muñeca habíaprevisto. Melampo le había contado a su padre que Emilia

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

convirtiera a los chicos en objetos, y la noticia se esparció rá­pidamente por la ciudad entera. Los padres y parientes de losdiecinueve chicos transformados en objetos fueron en quejaal palacio de Euristeo.

-Majestad, la hechicerita que anda en compañía de Hér­cules, usando un talismán mágico, ha convertido a nuestroshijos en objetos. Melampo, el único que se salvó, ha aparecidoy lo ha contado todo.

Euristeo miró a Eumolpo. Luego enrojeció de cólera y dióun .grito tremendo:

-¡Oíd! i Ordeno a mis reales guardias que salgan sin de­mora a caballo en persecución de Hércules y su pandilla!j Quiero que me los traigan vivos o muertos! ...

Minutos después cien caballeros salían al galope rumboal campamento de Hércules, con Melampo al frente como guía.

Pero no encontraron nada, a no ser la hoguera de los asa·dos todavía humeante y los destrozos comunes a todos los cam·pamentos.

-¡Maldición! exclamó el comandante. Huyeron ...Hércules y su pandilla ya estaban a una legua de allí.

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LOS BUEYES DE GERION

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Hércules recibió el cinturón de Hipólita...

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REYES Y BUEYES

Hércules iba delante. Después venía Medio-y-Medio conPerucho sobre el lomo. El Asno de Oro venía por último conEmilia y el vizconde.

El asno ya no suspiraba. j Qué gustosamente se vió librede Melampo! Emilia era un peso pluma. Unos ocho kilos, máso menos. ¿Y el vizconde? iAh, ése no llegaba ni a un kilo! Pero,entonces ¿cómo podía servir de contrapeso a una canastita lle­na de cosas, en la que había hasta una pluma de bronce? Laexplicación era que el vizconde pesaba poco, pero su cienciapesaba mucho. Sumando al vizconde con su ciencia, daba exac­tamente el peso de la canastita.

Emilia iba charlando con el asno. Hizo que Lucio le con-tara toda su vida desde que nació. Después preguntó:

-¿Qué idea fué aquella de transformarse en lechuza?Lucía respondió después de un profundo suspiro:-Arrastre. Puro arrastre. Viendo a la vieja transformarse

en lechuza y salir por la ventana, me sentí arrastrado a hacer10 mismo. ¿No pasa eso contigo muchas veces?

-Claro que sí. Pero ¿cómo es que vas a tomar una po­mada de lechuza y tomas una de cuadrúpedo? ¿No tienen ró­tulos los pomos?

-Lo tenían, pero el cuarto de la vieja estaba a oscuras -yes posible que los rótulos estuvieran cambiados para sorpren­der a los intrusos. Esas hechiceras son tremendas -y la con­versación siguió.

Perucho también iba conversando con Medio-y-Medio.

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MONTEJRO LoBATO

-¡Qué suerte ésta de ser mitad caballo y mitad hombre!Se tiene la ventaja de los dos -la fuerza, las cuatro patas yla velocidad de los caballos y la inteligencia y la lengua de loshombres. Pero hay una cosa que no comprendo: cómo es quesiendo vosotros los centauros tan superiores a los no-centauros,teniendo el mismo cerebro que nosotros y muchísimas másfuerzas y medios naturales de defensa ¿cómo no habéis domi­nado a los hombres?

Medio-y-Medio, que ya tenía la ·inteligencia bastante des­envuelta y había observado y aprendido mucho, dió una res­puesta justa:

-Por causa de él -y señaló a Hércules con el labio.-¿Cómo?-Sí, por causa de él. ¿Quién destruyó a casi todos los cen-

tauros? El. ¿Cómo los centauros habrían de dominar a loshombres si él no deja que haya centauros? Hoy existen muypocos. Nuestra raza se está perdiendo -¿por qué? Por cau­sa de él ...

Hércules iba allá delante, sumergido en sus pensamientos.Estaba pensando en los bueyes de Gerión. ¿Cómo sería real­mente ese Gerión? Cada cual decía una cosa. Unos, que erahijo de Crisaor (el hermano de Pegaso) y de la oceánida Ca­lirroe; y que había nacido con tres cabezas y seis piernas. Otrosle atribuían seis cabezas y tres piernas -una confusión tre­menda. Pero, fuera como fuera, nada peor que ese monstruode la isla de Eritia, dueño de bueyes aún más hermosos quelos de Creta.

Como todos los grandes héroes, Hércules al principio deuna aventura se mostraba inquieto. La sangre fría sólo le lle­gaba, de la manera más absoluta, cuando hacía frente alpeligro.

y así iban ellos rumbo a la isla de Eritia, cada cual pre­ocupado con un orden de ideas.

Al llegar a la costa, Hércules mandó a Perucho a que bus­cara un navío, y se quedó sentado por allí, terriblemente des­animado con sólo la idea del mareo que iba a sufrir. Perucho

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

consiguió un bonito barco a vela de sesenta toneladas -ver­dadero yatecito de navegación costera. Su capitán, el viejoAgatirso, se asustó ante la presencia del joven centauro -y

El asno ya no daba ningún suspiro.

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MONTEIRO LOBATO

más aún ante el asno parlante y la araña con galera. Peromuy pronto se habituó. Perucho hizo que le COl\tara todo 10que sabía del rey Gerión.

-¡Así que también es rey! se admiró Emilia. ¡Qué tierrade reyes y bueyes es ésta! ...

El vizconde le explicó que los reyes griegos no tenían nadaque ver con los reyes modernos. No eran más que jefes de unaciudad o de un limitado territorio. Más o menos como un"jefe político" o un "caudillo" de las ciudades del interior. El"mandamás".

-Sí, prosiguió Agatirso. Gerión es el rey de la isla, peroun rey monstruoso. Tiene tres cabezas ...

-Oigo decir mil cosas, interrumpió el vizconde. Unos ledan seis piernas y,.tres cabezas, otros seis cabezas y tres pier­nas. ¿Cómo será realmente ese monstruo?

Agatirso lo sabía bien. Declaró que inclusive lo había vistocon sus propios ojos.

-Tiene tres cabezas, pero sólo dos piernas. Esa historiade las seis piernas no es más que fantasía.

-¿Y qué tal es como rey?-¡Ah, la mayor de las pestes! El terror de sus vecinos.

Riquísimo en rebaños. Roba el ganado a todo el mundo y na­die le puede robar un sólo ternero ...

-¿Por qué?-Porque sus rebaños son guardados por el pastor Euri-

tión, otro monstruo de dos cabezas, y por un terrible dragónde siete cabezas.

-En la isla de Creta eran toros, aquí son cabezas. " co­mentó Emilia. Tres del rey, dos del pastor y siete del dragón.Q ' b ' Ij ue ca ecena....

Agatirso prosiguió:-Además de su ferocidad, Gerión tiene la fama de ser la

criatura más fuerte que el mundo haya producido. Lucha enel campo con los toros más bravíos como si fueran corderitos~

y hasta el dragón le tiene miedo. Y como goza de una saludexcelente, ihay de nosotros! Tenemos que soportarlo todavía

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LAS DOCE HAZAÑAS. DE HÉRCULE$

por muchos años, hasta que se muera de muerte natural porquees sanísimo.

-Eso no, objetó Perucho. No es nada imposible que depronto aparezca un héroe que dé cabo de él.

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El viejo Agatirso lanzó una alegre carcajada . ..

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MONTEIRO LoBATO

El viejo Agatirso lanzó una sonora carcajada.D b d 'l? J . ., G' , .-¿ ar ca o e e. i a ... Ja ... Ja.... enon es Inven-

cible. Ningún héroe se atreve a enfrentarlo.y viendo a Hércules con los ojos en blanco, caído por allí, ya

descuajeringado por el mareo, le cuchicheó a Perucho: "¿Estáviendo? El héroe, de sólo oír hablar de Gerión se quedó mustio".

-¡Oh, no! explicó Perucho. Es el mareo. Hércules sopor­ta todo en el mundo, menos el viaje por mar. ¡Cómo se marea!i Vomita hasta los bofes!. ..

Agatirso fingió tragarse la explicación. En el fondo estaba.más que convencido que la enfermedad del héroe no era másque miedo.

Muchas otras cosas contó aún el viejo capitán del barco.El rey de Eritia había juntado su maravilloso rebaño a costa

de sus vecinos. Entraba en tierras ajenas y tomaba los ejem­plares más hermosos. Y así se quedó con la flor del ganado delos alrededores.

-y a él nadie le saca ni una garrapata, por miedo al pas­tor de dos cabezas y al dragón, comentó Perucho. Pero, ¿quie­re apostar a que Hércules barre esa cabecería toda y se llevalos bueyes de Gerión a Micenas? Esa es la orden que recibiódel rey de allí -y cuando Hércules recibe una orden de ese reyla cumple rigurosamente. i Cuántas órdenes tremendas no lehemos visto ejecutar! Y relató la historia de los nueve Traba­jos de Hércules ya realizados.

A pesar de eso, Ag~tirso miraba despreciativamente haciael "héroe mareado" y sonreía con el mayor escepticismo. Posi­tivamente no creía que aquella masa-bruta valiera algo. Elmarino que no se marea desprecia al novato que se marea.

OCEANO

Aquellos mares de Grecia eran de un azul muy claro ytransparente. La belleza de las olas hizo que la conversaciónpasara de Gerión al mar.

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LAS DoCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

-El mar es mi elemento, dijo el viejo marino. Desde muychico vivo sobre él. Poseidón es mi gran dios.

El vizconde sabía más de Poseidón, o Neptuno, que aquelviejo marino griego; Emilia le dió la palabra.

-Hable de Poseidón, vizconde.El marlo carraspeó y dijo:-Poseidón es una de las grandes divinidades del Olimpo,

hermano de Zeus y Plutón, el dios de los infiernos. Para mí, elmayor de los dioses es justamente Poseidón, porque el mar esmucho mayor que la tierra. Por lo menos es el dios que tienemayor número de adoradores, ya que en el mar hay millonesde veces más vidas que en la tierra.

-¿Y de quién es hijo ese dios? quiso saber Emilia.-De Saturno. Ese Saturno era el tal que devoraba a sus

propios hijos -y si no devoró a Poseidón fué porque su esposaRea lo engañó: le presentó envuelto en un paño a un potrillarecién nacido. Saturno lo devoró seguro que era su hijo.

Emilia puso cara de superioridad.-¡Qué reyes y qué dioses hay por aquí! Comer carne de

•caballo pensando que es carne humana ...-¡Píldoras! dijo ·Perucho. ¿Cómo podría distinguirla él?-Pues si yo fuera Saturno distinguiría fácilmente la carne

de caballo de la carne humana ...-¿Cómo, Emilia, si tu no has comido nunca ni de la una

ni de la otra?Emilia vió que era así, y se calló. El vizconde prosiguió.-Los tres grandes hijos de Saturno, salvados de su vora­

cidad, fueron Zeus, Poseidón y Plutón. A Paseidón le cupo elreino de las aguas, océanos, ríos y mares -y por ello recibió eltridente como símbolo de su imperio.

-¿Cómo es que un tridente -o sea un tenedor de tresdientes- puede ser símbolo de un imperio?

El vizconde explicó muy bien:-El imperio de las aguas es habitado por peces y otros

animales "cazables" con lanza, con tridente o con arpón. Lomejor es decir arpón. El tridente de Neptuno es un arpón de

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MONTEIRO LOBATO

tres puntas. Con él cobraba los peces· que quería y picaneaba alos caballos de su carruaje marino. Y agujereaba la tierra paradar nacimiento a los ríos. Y rompía las rocas, y pegaba a lasolas para apaciguarlas. Claro, nada de eso podía hacer Nep~

tuno con un látigo, por ejemplo, o con una cuchara, o con .esoscetros todos bordaditos que usan los reyes modernos. Nadamás natural, por consiguiente, que el tridente fuera el símbolodel imperio de las aguas.

-¿Y dónde consiguió Neptuno el tridente?. -Unos dicen que se 10 dió su hermano Zeus. Otros dicen

que fué un regalo de los Cíclopes, aquellos gigantes con un sólÜ'ojo en la frente. Agradecidos a Neptuno por haber sostenido lacausa de Zeus en la lucha contra los titanes, le regalaron eltridente.

-¿Qué historia es ésa? exclamó Perucho. ¿Acaso Nep­tuno hermano de Zeus, podía. estar contra él?

-Podía y fué enemigo de Zeus durante mucho tiempo,.cuando vivía en el Olimpo. Varias veces conspiró contra Zeus"de cuyas órdenes se reía. De ahí proviene su expulsión delOlimpo y su exilio en Troada, donde, ayudado por Apolo, alzó,los muros de la ciudad de Troya.

-Me está gustando, dijo Emilia, que era muy revolucio­naria y enemiga del poder absoluto. Rebelarse contra Zeus,.¡qué bonito! ...

El vizconde prosiguió, con gran admiración de Agatirso:-¡Ah, era un dios vengativo y terrible! Fué él quien sus­

citó el monstruo que destruyó a Troada y luego aquél dragónmarino que casi devora a Andrómeda, y después el toro mara­villoso que emergió de las aguas y Minos no se atrevió a sacri­ficar. Durante la guerra de Troya Neptuno tomó el partido de:los griegos y de ello proviene el desastre de los troyanos. Des­pués, cuando Ulises iba en camino a la isla de !taca, fué él quiénle estropeó los navíos e hizo que errara sobre las aguas durante'diez años.

-y la pobre Penélope en la isla, 10 mismo que una araña,.tejiendo la tela. .. suspiró Emilia. ¿Y después?

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES,

-Después hizo mil cosas, inclusive disputarle a Palas elderecho a ser la patrona de Atenas. Para decidir la lucha, Zeusdeclaró que daría Atenas' a quien hiciera a los hombres el pre­sente más útil. y entonces Neptuno golpea la tierra con el tri­dente y hace surgir el caballo, animal que hasta aquel momen~to no existía ...

-jEspere, vizconde! berreó Emilia. Si el caballo no exis­tía y fué creado por Neptuno, ¿cómo fué que su madre engañÓ'a Saturno dándole de comer un potrilla en lugar de su propiahijo reCién nacido?'

El vizconde suspiró.-jAh, ése es uno de los mayores misterios de la mitología r

Muchos sabios se han roto la cabeza estudiando el problema.Yana sé. Lo que sé es que a pesar del caballito que Saturnocomió, quien con un golpe de tridente dió origen al caballo fuéNeptuno. El caballo iba a ser el mayor amigo del hombre. Era'pues el mayor presente que un dios podría hacer a la huma­nidad.

-¿y derrotó a Palas?-No. La inteligentísima Palas contrapuso al caballo otro,

presente de mayor utilidad aún: el olivo.Emilia protestó. No estaba de acuerdo en que el olivo fue­

se un presente mayor que el caballo yeso porque "sin el olivolos hombres se podrían arreglar, pero sin caballo ¿qué harían?"Dice doña Benita que sin el caballo el hombre estaría todavíaandando a pie.

-Puede ser, dijo el vizconde, pero Zeus no pensaba así'-y quién resultó patrona de Atenas fué Pallf en lugar de Nep-tuno. Entonces Neptuno, furioso, lanzó el mar contra toda Ati­ca y la sumergió. Atenas está en Atica.

-Ya lo sé. Estuve allí. ¿Y después?-Después se casó con Anfitrita -y fué una gran victoria

suya porque ésta, hija de Océanos y Doris, no lo quería. Le pa­recía demasiado feo y repugnante. Aquellas barbas verdes dealgas marinas, aquel hedor de pez. .. y además era padre de.cuantos monstruos hay en el océano.

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MONTEIRO LOBATO

-¿Y dónde vive Neptuno? quiso saber Perucho. .-En el fondo del mar Egeo. Allí tiene sus famosos t.aba-

110s marinos, con crines de oro y patas de palmípedo, ligerísi­mos. A veces usa también un carruaje en forma de concha,arrastrado por cuatro delfines.

-Neptuno debe ser majestuoso a galope en ese ca­rruaje ...

-Sí, lo es. El sale con una diadema de perlas y nácar sobrela cabeza, con el tridente en una de las manos y la otra exten...dida para calmar las olas. Y cuando anda en esa gran conchamarina por sobre la superficie del mar tranquilizado, los m~ns­

truos marinos dejan las profundidades para seguirlo, y los del­fines saltan y van dando cabriolas frente a él.

Emilia estaba con la vista fija, pensando.-Me están pareciendo muy graciosos estos dioses griegos.

Ellos, a bien decir, no son dioses -son novelas policiales o deaventuras de tierra, mar y aire. Bien dice doña Benita que nuncahubo imaginación más viva y más rica que la de los griegos.

Perucho estaba pensando en Andrómeda. Quiso saber¿quién era? El marlo le contó.

-Andrómeda era hija de Cefeo, rey de Etiopía, y de Ca­siopea su esposa. Un día Casiopea tuvo la audacia de partici­par en un concurso de belleza con las nereidas del séquito deNeptuno -y Neptuno, furiosísimo, lanzó contra el reino deCefeo un monstruo horrendo. Cefeo, en la mayor desespera­ción, consultó al oráculo de Amom, en Egipto. El oráculo res­pondió que la manera de aplacar la ira de Neptuno era expo­niendo a la furia del monstruo a la bella Andrómeda.•-¿Y el padre malvado tuvo el valor de hacerlo? ..

-Sí; dejó que la hermosa joven fuese entregada a las ne-reidas, las cuales la ataron a una roca de la playa para queel monstruo la devorase.

-¿Y la comió? preguntó Emilia afligida.-Casi. Cuando iba llegando con su inmensa boca rOJa

abierta, he ahí que apareció ... adivinan, ¿quién?-¿Hércules? ..

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-¡No! Perseo, el mismo que mató a Gorgona. Venía mon­tado. " adivinan, ¿en qué?

-¡En Pegaso! gritó Emilia.

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Ataron a Andrómeda a una roca de la playa . ..

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MONTEIRO LOBATO

-Sí, en Pegaso. Perseo mató al monstruo y. .. adivinan¿qué hizo?

-La desató y se casó con ella ...-Eso mismo. Tu eres tremenda para adivinar, Emilia.Agatirso estaba con la boca abierta. Nunca se imaginó que

pudiese haber tanta ciencia en la barriga de una araña congalera.

Eriese momento uno de los marineros de la barca dió ungrito: "jTierra, tierra! ... "

Hércules, que estaba tirado a popa, con· los ojos más blan­cos que nunca, lanzó un suspiro .. ;

EN LA ISLA DE GERION

El desembarque se hizo como otras veces, con el héroe apo­yado en Medio-y-Medio, más flojo que si hubiese recibido unabuena soba del tridente de Neptuno. Perucho tuvo querepe­tir la cura del "héroe mareado", como en las playas de Temis­cira. Después de sentirse "nuevo", Hércules dijo:

-Bueno. Ahora tenemos que arq'l,1itectar un plan. Lafuerza del rey de esta isla sé que reside, sobre todo, en el dra­gón de siete cabezas y en el pastor de dos. Tengo que aproxi­marme con mucho cuidado para dar cabo del dragón y aeípastor -y sólo después iré a ajustar cuentas con el rey.

-¿Cómo vas a atacar al dragón, Lelé? quiso saberEmilia.

-Con mis flechas -y al decirlo, las sacó del carcaj yexa­minó sus puntas. Desde aquella aventura en que casi se vióperdido ante un monstruo porque Emiliá había "humanizado"sus flechas, el héroe nunca más se lanzó a una empresa sin exa­minarlas primeramente.

-Quédense aquí, dijo. Voy solo -y allá se fué.Los chicos se quedaron oyendo las historias de Agatirso.

N o hay viejo marinero que no sepa muchas cosas interesantes

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relativas al mar. Perucho, que era un gran pescador del arroyode la quinta, sólo quería cuentos de peces. Pero Emilia sólo seinteresaba por lo que se refería a monstruos.

-¿y ésa tal serpiente marina de que hablan tanto? pre~

guntó ella. ¿Nunca se encontró con alguna?No hay marinero que no hable de las serpientes marinas

que viven en las grandes profundidades y a veces suben a lasuperficie. También Agatirso tenía la suya.

-Cierta vez, dijo él, yendo yo en mi barca de la isla deParos a la de Naxos, di, de repente, con un mar agitadísimo,pero de una agitación diferente a todas las que conocía. Eracomo si allí en el fondo hubiera un terremoto. No puedo com­prender cómo me salvé-o j Qué olas horribles! Se levantabancomo torres y después se hundían como verdaderos abismos.Pasé una hora así, agarrado al trozo de mástil de mi bote ...

-¿Por qué al trozo?-Porque era 10 que quedaba del lindo mástil de mi bote.

A! principio una ola 10 despedazó como si fuese una brizna délpaja seca. Quedó el trozo -y de mucho me valió. Me agarré aél con uñas y dientes durante más de una hora. Por fin la tor­menta se fué serenando y yo respiré. Estaba salvado, graciasa la bondad de Palas, mi patrona. Fué entonces cuando vi unacosa nunca vista en mis años y años de bogar por estos mares.

-¿Vió la serpiente marina? ..-Sí, la vi. .. Pero en el primer momento no comprendí

10 que era. Una cabeza espantosa lanzaba por la boca, muyabierta, una porción de cosas rojizas. Y aquél inmenso cuerpode boa, boyaba sobre el mar en una serie de "eses" continua­das. Allá al fin la cola, una cola que golpeaba en el agua. Elmonstruo parecía estar en la agonía. Una ola arrancó mi barcade allí y todo terminó. No vi nada más.

Agatirso se enjugó la frente. El sólo recuerdo de aquellaescena 10 hacía sudar. El vizconde dió una explicación muybuena. .

-Es que en el fondo del mar hubo algún terremoto o al­guna súbita erupción volcánica, y la convulsión de las aguas

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MONTEIRO LOBATO

desplazó una de esas serpientes marinas que sólo viven en lasgrandes profundidades, arrojándola a la superficie. Ahora bien,la diferencia de presión es muy grande y el organismo delmonstruo no soportó el súbito paso de la alta presión del fondoa la poca presión de la superficie -y reventó.

-¿Cómo reventó?-Se reventó por dentro, por falta de presión. Por eso es

que este hombre lo vió arrojando por la boca todas las vísceras.Lo que vió él fué una serpiente marina de las profundidadesreventada a consecuencia de la poca presión atmosférica de lasuperficie.

El viejo marinero estaba admiradísimo ante la seguridaddel vizconde, aunque no entendía aquella historia de "presiónatmosférica".

y hablaban todavía de serpientes marinas y peces cuandoHércules reapareció.

-El asunto está difícil, dijo él. El dragón se oculta enuna de las varias cavernas que existen allí. Desde ella saltasorpresivamente sobre sus atacantes. Cerca está siempre el pas­tor de dos cabezas. El que ataca al pastor se arriesga a ser ata­cado por el dragón. Y como no consigue prever de qué cavernava a salir el dragón, puede ser tomado de sorpresa. He venidoa pensar sobre cómo hacer.

En verdad, Hércules no había venido a pensar sobre nin­guna cosa, y sí, a saber la opinión de Emilia. Se apercibióinmediatamente que era uno de esos casos en que la inteligen­cia vale más que la fuerza bruta. Y miró hacia la ex muñecabuscando ayuda.

Emilia se agarró el mentón y se puso a reflexionar. De re­pente dijo:

-¡Eureka! ...Todos estaban muy atentos, curiosos por saber lo que ella

había "eurekeado". Emilia pensó un momento más, como per­feccionando su idea, después preguntó:

-¿Cuántas cavernas son?-Unas veinte.

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-Pues hay un sólo medio, Lelé: descubrir en qué cavernavive el dragón. Hecho eso, 10 demás se hace fácil.

-Sí, concordó el héroe. Si yo tengo la seguridad de que

-.-....-El héroe tenía que lanzarle siete flechas, una a cada cabeza . ..

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MONTEIRO LOBATO

el dragón está en éste o en aquél agujero, puedo atacar al pas­tor y en seguida apuntar mis flechas a la boca de la cavernaobservada.

-Exactamente, contestó Emilia. Podemos hacer unacosa: voy contigo y aplico allí mi medio de descubrir la cavernade donde va a salir el monstruo.

-¿Qué medio es ése? preguntó Hércules y ella, muyestiradita:

-No puedo decirlo -pierde el efecto. Pero juro que in­dico con seguridad cuál es la caverna del dragón. De eso nohay duda.

Hércules le dió la mano a Emilia, y allá se fueron. Pe...rucho pensó para sí: "¿ Cuál será el medio que ella va a usar-el "figúrate" o la varita mágica?"

De cierto punto, entre dos grandes piedras, Hércules mos­tró a Emilia, allá a lo lejos, el pastor de dos cabezas y las variascavernas. En una estaba el dragón, pero ¿en cuál? Quien fueraa luchar con el pastor podría resultar con el dragón a las espal­das-¿y qué hacer? La prudencia mandaba certificarse primerodel lugar exacto donde se escondía el dragón; sólo después ata­car al pastor.

Hércules miró a Emilia como quien dice: "¿Y ahora?"Emilia alzó hacia él su carita traviesa y dijo:

-Nada más simple, Lelé. Tápate los ojos, que yo te diréen qué caverna está el dragón.

Hércules se tapó los ojos -y Emilia, muy rápida, fué se­ñalando con el dedito las cavernas y diciendo para sí: "Figú­rate que no está en ésa, ni en ésa, ni en ésa", y señaló a todasmenos a una. "Por consiguiente está en la última." y volvién­dose a Hércules, dijo en voz alta:

-¡Listo! Ya resolví el problema. El dragón está escondidoen aquél agujero de la izquierda -y lo señaló con una seguri­dad pasmosa.

Hércules estaba asombrado. No podía comprender de qu~

manera llegaba ella a semejante conclusión. Quiso saberlo.Preguntó.

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-jNo lo digo! respondió Emilia. Yo tengo mis secretoscomo Medea tiene los de ella ...

El héroe no insistió. Nadie en el mundo estaba más con­"encido que él de que aquella muñequita humana era en rea­lidad una curiosísima hechicera de los siglos futuros. Y siendoasí, no tuvo la menor duda de que el antro del monstruo era,el indicado.

-¿Entonces puedo atacar al pastor seguro que el dragónva a salir de aquella caverna?

Emilia respondió con una seguridad majestuosa:-¡PuEDE!

Era el tono de Medea y Circe. Era el tono de los oráculos.Era el tono de Palas -y Hércules no dudó ni por un mileslmode segundo.

-Bueno, quédate aquí, dijo él, vaya dar una vuelta ya atacar al pastor por el lado de allá.

-¿Por qué?-Porque así estaré de frente a la caverna del dragón. Lo

que temía era atacar al pastor de frente y tener al dragón porlas espaldas.

Emilia se quedó allí y Hércules dió la vuelta paré atacaral pastor desde el lugar elegido. Tuvo que ir agachado, ocultán­dose entre las piedras. Si se levantaba, el pastor lo vería inme­diatamente, porque una criatura con cuatro ojos ve al mismotiempo el norte, el sur, el este y el oeste.

De pronto, Hércules se puso en pie de un salto, ya con elarco estirado -y la primera flecha voló silbando. El pastor vióel salto de Hércules y también llevó la mano al arco, pero laflecha de Hércules lo alcanzó antes que él lanzara ia suya.Inmediatamente después llegó otra. No era preciso más. Doscabezas, dos flechas. Todo eso ocurrió en un abrir y cerrar deojos. A pesar de eso el dragón presintió lo que pasaba y apa­reció a la boca de la caverna.

-Exactamente donde yo dije, pensó Emilia. El "figú­rate" no falla ...

Al ver surgir el dragón, Hércules le envió una flecha para

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la cabeza número uno, alcanzándola en uno de los ojos. El hé­roe tenía que lanzar siete flechas, una para cada cabeza yesoantes que el dragón 10 alcanzara. ¡Y con qué rapidez venía ha­cia él el dragón! Tan sólo la extrema rapidez de los flechazos.10 salvaría. Y Hércules, ¡zás, zás, zás! . .. dos, tres, cuatro, cinco,seis flechas, todas muy bien clavadas en cada ojo derecho decada una de las seis cabezas. Sólo faltaba la séptima -pero nohabía tiempo: el dragón estaba demasiado cerca para el tirode flecha -casi junto a él. Entonces Hércules recurrió a laclava -y con un sólo golpe- pero i ¡¡DE AQUELLOS!!! -aplastó­la séptima y última cabeza del monstruo como una personapuede aplastar un merengue. Emilia oyó el ¡plaf! y vió al dra­gón caer estremeciéndose. De las siete cabezas alcanzadas lalengua muy roja aun entraba y salía, y la punta de la colahacía movimientos convulsivos.

¡AVE, AVE, EVOHE!

-¡Ave, Ave, Evohé!. .. berreó la ex muñeca allí dondeHércules la había dejado -y fué corriendo a ver a los dos.monstruos vencidos. Muertos, muertísimos. .. ¡y qué porten­tosos! Un hombre con dos cabezas es tan horrible como unhombre sin ninguna cabeza. Provocaba verdaderos escalofríos­de horror. Y el dragón era un lagarto enorme con injertos deotros bichos -verdadero monstruo de pesadilla. N o tenía elcolor verde del dragón de San Jorge que ella había visto en laluna. Era veteado de negro y amarillo. Emilia pensó: "¿Llevo·o no un recuerdo de estos monstruos?" Pero escupió de costa­do: "No vale la pena".

Después de contemplar algunos instantes sus víctimas,Hércules pensó en Gerión. ¿Cómo abordarlo? Los reyes viven.en palacios e invadir un palacio es 10 mismo que invadir unhogar. El hogar es inviolable. Sólo había una manera: escon­derse por allí hasta que el rey apareciera. Pronto sabría él 10

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que le pasó al pastor y era fatal que viniera a ver lo aconte­cido. Pensando así, Hércules resolvió esconderse en una de lascavernas y esperar. Tomó a Emilia de la manita y fué haciael antro del que salió el dragón. Entró.

\ \ 111111',..

Tenía el gigante tres cabezas y seis brazos . ..

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El techo de la caverna estaba todo adornado de colgajosnegros -murciélagos que se asustaron y huyeron más hacia elfondo. Hércules se sentó con la ex muñeca sobre las rodillas.

-¿Cómo fué que descubriste la caverna ocupada? Cuén­tame el gran secreto.

-Pues es el "figúrate", Lelé. Desde que yo me figuré queno eran las otras cavernas donde estaban el dragón, tenía queestar en ésta ...

Hércules puso cara de que no entendía aquella historia.-Escucha, explicó Emilia tomándole la mano. Tienes

aquí cinco dedos. Si sacas cuatro, ¿cuántos quedan?-Queda uno ...-Exactamente. Eso es lo que hice con las cavernas. Eran

veinte. Saqué diecinueve -quedó una: ésta. Tan simple ...A Emilia le parecía así, pero para Hércules el mecanismo

del "figúrate" era un misterio verdaderamente impenetrable.-Lo que más me admira, dijo él, es que este proceso no

falla nunca ...-Ni puede fallar, agregó Emilia. Si tú te figuras que

una cosa no 10 es, está claro que no puede serlo. Si tú te figurasque es, está claro que es. Es tan simple ...

Estaban en esa charla cuando un muchachote, de pasopor allí, extrañó la ausencia de Euritión y miró en derredor.Al descubrir su cadáver y un poco más adelante el del dragón,dió un grito de pavor y salió volando en dirección al palaciodel rey.

-¡Majestad, encontré a Euritión y al dragón muertos aflechazos! ...

Gerión dió un salto de sorpresa, de furia y de odio; comotenía tres cabezas, hacía cada cosa con una -se sorprendía conla primera, se enfurecía con la segunda y odiaba con la tercera.Para hablar también usaba las tres bocas: decía una palabracon la primera, decía la siguiente con la segunda y la inme­diata con la tercera; después volvía a la primera, como en elDa capo de las músicas.

Pero al oír aquello Gerión no dijo nada. No hizo más que

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saltar. Un relámpago iluminó sus ojos y salió a pasos precipi­tados con. rumbo al pedregal de las cavernas, guiado por elmuchachote.

Hércules y Emilia lo veían sin ser vistos. i Qué extraño gi­gante aquél! Tres cabezas y seis brazos, y a:demás de eso unacuriosa especie de alas egipcias. Traía tres escudos en los brazosizquierdos y tres lanzas en las manos derechas. Hércules sepercibió de inmediato que la lucha iba a ser tremenda, puesera un gigante equivalente a tres. Sus flechas de nada valdríancontra tantos escudos, y su clava tendría contra sí la réplica detres lanzas actuando simultáneamente. ¿Qué hacer? Hérculesmiró a Emilia.

En un segundo, la "dadora de ideas" comprendió la esen­cia del problema, y dijo:

-El es fortísimo de la cintura arriba y débil de la cinturaabajo.

-¿Por qué?-Porque tantas cabezas, tantos brazos, tantos cascos, escu-

dos y lanzas son mucha cosa para sólo dos piernas. Olvida loque hay de la cintura para arriba y ataca sus piernas. Demo­lida la base, la torre se cae.

El rostro de Hércules se iluminó. N o podía haber cosa másclara. i Y ni él ni todos los héroes que habían luchado hastaentonces con Gerión se habían dado cuenta de aquel puntovulnerable! ...

Hércules puso una flecha en el arco y salió de la caverna.Inmediatamente Gerión lo vió. Quien dispone de seis ojos enlas cabezas no pierde nada y todo lo ve de inmediato. GeriOnlo vió y cerró sus defensas, cubriéndose con los tres escudos ylos tres cascos de bronce -pero la saeta de Hércules no veníaapuntada hacia las "partes nobles del cuerpo", al pecho, alcorazón, a la cabeza, sino hacia la humilde parte del cuerpollamada rodilla -y allí, entre los huesitos de la rodilla derechade Gerión se clavó la primera saeta del héroe. Y la segundasaeta, llegada inmediatamente después, se fué a clavar en larodilla izquierda. j Ah, no se necesitó más!. .. Gerión, con to...

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das sus cabezas, con todos aquellos brazos y escudos y lanzasy cascos, se derrumbó, como esas grandes chimeneas de ladrillocuando una explosión de dinamita se produce en la base. Elpecho de un héroe puede ser tremendo, el corazón del héroepuede ser como el de Ricardo Corazón de León, pero si se ledoblan las rodillas, todo 10 que está encima se viene abajo.

Tocado en las rodillas, Gerión, el monstruoso rey inven­cible, cayó sobre los cuerpos de Euritión y del bicho de lassiete cabezas. Hércules se aproximó y 10 mató fácilmente contres golpes de clava -¡pan, pan, pan!- uno en cada cráneo.

-¡Ave, ave, evohé!. .. berreó Emilia, corriendo a arran­car un botón de oro de la túnica del gigante -un lindo "re­cuerdo".

Hércules contemplaba los tres cadáveres. i Cuánto habíasufrido el mundo de aquellos alrededores a causa de la asocia­ción de los tres monstruos! Ya individualmente fortísimos, me­diante la asociación se habían hecho invencibles. Pero allí esta­ban por tierra, liquidados. ¿Por qué? Porque no habían contadocon el valor de Hércules en íntima asociación con la viveza deEmilia. El héroe comprendió el valor de las "asociaciones".

Muy bien. Euristeo le había ordenado que llevara a Mice­nas los bueyes de Gerión. No le dijo que liquidara a ese rey.Pero, ¿cómo tomarle los bueyes sin matarlo? ¿Y cómo matarlosin antes matar a Euritión y al bicho de siete cabezas?

La primera parte del Décimo Trabajo estaba ejecutada-y Hércules iba a ver 10 fácil que era ante la segunda parte:el transporte de los rebaños de Gerión a Micenas. El problemadel transporte siempre fué algo serio en todos los países, espe­cialmente en la antigüedad, antes de los ferrocarriles, camiones,automóviles, grandes buques y los demás medios que existenahora. En la Grecia de aquellos tiempos sólo existía el lomo deanimales, la carreta de dos ruedas ... ¿y qué más? Nada. Lospropios dioses no usaban más que la carreta,. Las tenían másadornadas y ricas que las de los hombres -¿pero qué era elcarro de Apolo sino una carreta? ¿Y el carruaje de Neptuno?Ese ni carreta era, sino un trineo, ya que ni rp.edas tenía. Tanto

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los hombres como los dioses no habían pasado aun de la edadde la carreta.

¿Cómo transportar tantos bueyes desde allí hasta Micenas?Hércules y Emilia fueron a ver el rebaño de Gerión. En­

'contraron una hermosa pradera llena de ganado.-¿Qué pasto es éste? preguntó Emilia -y su pregunta

quedó sin respuesta porque Hércules no entendía nada de fo­rrajes. Emilia vió en seguida que no era "past( I chato" y seguardó una hoja para que el vizconde la clasificara.

Muy numeroso era el ganado de Gerión. Numeroso paraaquellos tiempos y aquella isla, pero lejos de corresponder alganado existente en una estancia moderna.

-¿Cuántas cabezas te parece que haya aquí, Emilia? pre­guntó Hércules, el que en materia de cálculos era una verda­dera negación.

Emilia recorrió el rebaño con los ojos y dijo:-Quinientas, sin contar los becerritos de un año.Hércules se puso a meditar. ¿Cómo poner en Micenas aquel

rebaño? Consultó a Emilia nuevamente y ella:-Euristeo no sabe cuantos bueyes hay aquí, de manera

9ue tanto da que lleves todos como sólo diez. Además, me pa­rece una gran injusticia llevarse estos animales robados a loscriadores vecinos y entregarlos a un rey distante y antipático.Lo justo será entregarlos a sus verdaderos dueños y llevarsea Micenas sólo una pequeña muestra, unas diez o doce reses ...

A Hércules le pareció simplemente maravillosa la idea dela "dadora".

EL REBAÑO

Mientras aguardaban la vuelta de Hércules, los otros, enla playa, oían más cosas del imperio de Neptuno que les con­taba el vizconde. ¡Cuántas historias sabía aquel marlito!

-Antes de Neptuno, ¿quién era el dueño del mar? pre­guntó Perucho.

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-¿Antes? Era Nereo, hijo del Océano y de la Tierra.Nereo se casó con Doris y tuvo cincuenta hijas, esas tales ne­reidas que más tarde la diosa Flora aceptó en su corte y trans­formó en náyades, dríadas y napeas. o

-¿Para qué las admitió?-Para que custodiaran los riquísimos tesoros de su impe-

rio vegetal. Esas ninfas se casaron con los hijos de Tritón yfueron a vivir en las grutas llenas de avencas y helechos, en lashúmedas barrancas de los ríos, en los claros de los bosques don­de juegan los faunos y silvanos. Cuando Neptuno se sentó enel trono de las aguas, concedió al viejo Nereo el don de adoptarla forma que quisiera. Nereo se hizo también un hábil adivino-y fué él quien previó la caída de Troya. Vive en un rincón delmar Egeo, rodeado de muchas nereidas que lo divierten con suscantos y danzas. Es un anciano muy tranquilo, justiciero y mo­derado en todo. Tiene los ojos verdes y las barbas color cielo.

Perucho preguntó al marinero si había visto alguna nereida.-Sí, respondió Agatirso. Vi dos en una playa de Naxo.-¿Y esas dríadas y napeas? ¿También vió alguna?-Muchas. Las napeas son las ninfas de las campiñas y las

dríadas son las ninfas de los árboles. Cada viejo árbol de la flo­resta tiene su dríada que vive cerca.

Perucho se mostro escéptico. "Esa es cosa que necesitaríaver para creer".

-Pues he visto muchas, como también me topé con variashamadríadas ...

-¿Cuáles son?Las que viven dentro del tronco de los árboles. Cuando se

derriban los árboles ellas se libertan y se quedan vagando porlos alrededores ...

Lucio y el centaurito no hablaban nada, pero oían con lamayor atención. De pronto Medio-y-Medio tomó la palabray dijo:

-Yo también he visto muchas. El mundo está lleno deesas criaturas. iY qué hermosas son! ...

Cerca de la playa había una floresta de árboles muy an-

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tiguos, casi todos ellos castaños seculares. Perucho miró ha­cia allí.

-¿Será que en aquel monte hay dríadas?

Allí estaba ella, sentada en el viejo tronco caído . ..

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-Claro que las hay, respondió Agatirso. Nunca ha habidoun bosque sin dríadas.

-¿y si fuéramos allá a ver?Fueron. Perucho a lomo de Medio-y-Medio y e~ vizconde

montado sobre Lucio. ¡Qué hermoso bosque! Viejo como elmundo. Aquellos castaños debían tener siglos. La frescura delambiente parecía un helado etéreo. Y todo en penumbra, consombras más espesas aquí y allá, y de cuando en cuando unrayo de sol que atravesaba el dosel de hojas y venía a dibujaruna raya sobre el suelo. Troncos cubiertos de musgo. Enreda­deras -y ese silencio majestuoso de los grandes bosques mile­narios.

-¡Miren allí! ... exclamó Medio-y-Medio señalando haciacierto sitio. Sentada sobre aquel tronco está una hamadríada.

Perucho miró. Efectivamente, a corta distancia había untronco caído desde hacía muchos años, todo cubierto de hon­gos, de avencas y de helechos. Todo eso vió el chico, peronada más.

-Veo el tronco deteriorado, pero nada más ...Medio-y-Medio se había escondido bajo una rama para

no asustar a la hamadríada y siguió señalando y diciendo:-Pues allí está, sentadita en el viejo tronco muerto. Ha­

bitó en él hasta el día en que el árbol cayó. Entonces se libertóy no sale de las inmediaciones. Pasea, baila, juega; después sevuelve a sentar en el tronco como una mariposa.

-¿Y cómo es?-Linda, respondió Medio-y-Medio. Muy diáfana. Usa un

velo finísimo sobre el cuerpo y tiene en la cabeza una coronade flores silvestres. No puede haber nada más delicado que unahamadríada. Es leve como un sueño ...

Perucho miraba, miraba y no veía nada. Le preguntó alasno:

-¿Ves alguna cosa, Lucio?-¡ Cómo no! ¡Mire!.. Se acaba de levantar. Parece que

ha presentido nuestra presencia. Va a huir .. , Huyó ...El vizconde tampoco vió nada. ¿Por qué?

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-Tal vez porque vosotros no sois de este nuestro tiempo,sugirió el asno. Tal vez vuestros ojos hayan perdido la facultadde ver ciertas cosas. Yo veo perfectamente a las dríadas de losbosques. Mira, allí está una, sahendo de aquél rincón. .. y laseñaló con la lengua. Medio-y-Medio confirmó la afirmaciónde Lucio. Sí, acababa de aparecer otra representante de esasbellas "almas de la naturaleza", y precisamente el alma del ár­bol más viejo de aquel bosque. De pronto huyó, en un milagrode agilidad y sutileza. Había presentido la aproximación de unfauno.

Medio-y-Medio y Lucio vieron por allí otras hamadríadas,otras dríadas, varios faunos y tres silvanos -sin que Peruchoy el vizconde lograsen ver nada. No hay mayor desgracia quetener ojos modernos.

Cuando salieron del bosque avistaron a lo lejos un gran re­baño de ganado. Era Hércules que llegaba con los bueyes de Ge­rión. Corrieron a su encuentro, ansiosos de novedades.

-¿Y entonces? exclamó Perucho. ¿Cómo fué la lucha?-Muy simple, respondió Emilia. Lo orienté a Hércules

y fué ¡zas! ¡zas! "Matamos" al pastor de dos cabezas, "mata­mos" al dragón y después "matamos" al tal rey.

Hércules fué leal. Confirmó todos aquellos "amos" deEmilia.

-Me ayudó mucho esta vez, sí, dijo él. Su descubrimien­to del antro exacto en el que se escondía el dragón fué elementodecisivo a mi victoria; y la idea de herir a Gerión en las piernas,en vez de hacerlo en la cabeza o en el pecho, como me parecíaa mí, ha sido la mejor idea de Emilia hasta hoy.

-¿Y qué va a hacer con todos esos bueyes?-Entregarlos a sus dueños. A Micenas sólo llevaré diez

--otra óptima idea de Emilia.Hércules ordenó a Agatirso que fuera a proclamar por los

alrededores la gran noticia del fin de Gerión. Y que los dueñosde los bueyes podían aparecer para rehaberlos.

-y ahora. .. dijo Hércules, cambiando de conversación.-¡Ya sé que quiere comer! berreó Emilia. Pero esta vez

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el centauro no tiene necesidad de salir por el mundo en buscade carneros. Un buey de Gerión hará la fiesta.

Por la tarde no quedaban por allí más que cenizas y hue­sos. Los mugidos con tono a lamento de los bueyes sobrevi­vientes lloraban la muerte de uno de los suyos, pero el héroeeructaba feliz.

Al día siguiente, muy temprano, comenzaron a llegar lasvíctimas de los robos de ganado. ¡Qué alegría! ¡Cómo se con­fesaron agradecidos al héroe por el inmenso bien que les habíahecho! Gerión era el azote de la zona. Desde hacía años habíatransformado la vida de todos en un infierno. Depradaba loscampos vecinos para posesionarse de 10 mejor. La gratitud eratanta que aquellos hombres iban a levantar allí un templo aHerac1es, su gran benefactor.

El héroe les dijo que fueran apartando el ganado de cadauno. Por su parte él sólo tomaba un buey de cada lote, hastacompletar diez, para satisfacer la voluntad del rey de Micenas.

-y agradezcan ésto a mi "dadora de ideas", dijo al finalde su discurso. Si no fuera por su tan razonable sugestión, yome llevaría todos estos bueyes para Euristeo.

Los hombres fueron a agradecérselo a Emilia, prometién­dole que en el futuro templo de Herac1es construirían tambiénun altarcito en su honor.

-¿y bajo qué nombre debemos venerada, chiquitita?-jEmilia, marquesa de Rabicó! respondió ella llena de

importancia.Aquel día no se hizo otra cosa más que separar los bueyes

de éste o de aquél, bajo la fiscalización de Agatirso. Hérculesle había dado orden de ir retirando uno de cada lote hastacompletar los diez para Euristeo.

Al día siguiente se ocuparon de la vuelta y fué necesariofletar un gran barco a vela para los bueyes. No hubo ningunadificultad, porque Agatirso se encargaba de todo y sabía 10 quetenía que hacer.

El viaje hacia el continente a través del Mar Egeo habríasido un encanto si no fuera por el inevitable mareo del héroe.

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Allí estaba nuevamente caído en la proa, con los ojos en blanco,más muerto que vivo. Mientras tanto los chicos asistían a unespectáculo que nunca habían supuesto ver: i el paso de Nep­tuno y de Anfitrita en sus carrozas! ...

¡Neptuno! . .. ¡El carro de Neptuno! . ..

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Quien primero vió algo, allá a 10 lejos, fué, como siempre~

Emilia.-¡Estoy viendo!. .. ¿Será ballena? ¿Será navío? .. Una

cosa extraña ... ¡Allá, allá a lo lejos! y señalaba.Todos miraron en esa dirección y vieron realmente algo

extraño e incomprensible. Sólo después que el "misterio" seaproximó, comprendieron -y fué un deslumbramiento.

-¡Neptuno! . .. El carro de Neptuno ...Era él mismo. Neptuno iba pasando en su maravilloso ca­

rro de caballos marinos con crines de oro. ¡Qué majestuososeran! Venían nadando y volteando las aguas con las manos,que alzaban y bajaban como si quisieran cavar. En vez decascos tenían pies de palmípedo. El carruaje era de desliza­miento, como los trineos. El dios del mar iba sentado con eltridente en la mano izquierda y la derecha extendida hacia lasondas en un gesto de "calmaos ante vuestro dios Poseidón".Delante de él saltaban innumerables delfines juguetones; y aun lado y a otro, y atrás, a cada momento emergían carantoñasde extrañísimos monstruos marinos.

Los chicos estaban encantados. Nunca les había pasadopor la cabeza la posibilidad de asistir a tan maravillosa escena.A Perucho le gustó inmensamente el tipo de Neptuno, conaquella luengas barbas verdes de algas y con diadema. Emiliase engatusó ante los caballos marinQs con pies de pato. Aga­tirso había caído en éxtasis. El, un marino, un hombre de mar,ver al grande dios de los abismos en toda su pompa, j eso eraarrasador! Lucio estuvo todo el tiempo con la boca abierta ylas orejas erguidas como estoques. Medio-y-Medio era todoojos.

Después del carro de Neptuno pasó el de Anfitrita, máshermoso todavía. Era una inmensa concha marina de nácararrastrada por parejas de delfines blancos como la nieve.

Emilia aplaudió y dejó escapar unos grititos, como si aque­llo fuera carro de un corso carnavalesco. El vizconde le llamóla atención.

-Cuidado con estas diosas. Son muy desconfiadas y por

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cualquier cosa castigan a los humanos. En nuestro mundoaplaudir es un homenaje. Aquí puede ser un insulto ...

El mar, tranquilizado por el gesto de Neptuno, estaba comoun espejo, sin una sola arruga en su superficie. En espejos asíel cielo se refleja tan bien que quien mira, sólo ve cielo, arribay abajo;

Tan sólo Hércules no vió nada. Cuando caía en aquel ma­reo nada en el mundo, ni siquiera Emilia, le interesaba. ¡Quéalivio cuando el barco echó ancla en un puerto del continente L..

El barco con los bueyes ya había negado. Perucho fué apresenciar el desembarque y proveyó a la conducción del lotehasta Micenas. El buey camina por sus propios pies, pero tieneque ser conducido -y ellos se transformar.on en reseros. Pe­rucho iba adelante, sobre el lomo de Medio-y-Medio; Emilia,sobre Lucio; y el vizconde, metido en la alforja, venía atrás encompañía de Hércules. A cada momento Perucho lanzaba unmonótono 0000 ... , como había visto hacer en las estancias deganado.

El rebaño iba siguiendo la playa, con el azul del mar Egeoa un lado y la costa al otro. De pronto Emilia dió un grito:

-¡Un gavilán! ... ¡Un cóndor! ... ¡Un ave extraña! ... -yseñalaba hacia el cielo. Todos miraron, inclusive los bueyes, yvieron realmente a un abejorro atravesando el Egeo, allá enel cielo, muy alto. Venía en dirección a ellos, pero siempre su­biendo. De pronto pasó algo, porque el abejorro vaciló, seesforzó inútilmente, perdió el equilibrio y comenzó a caer.

-¡Lo han herido! gritó Emilia. Viene cayendo ...Sí, caía con una velocidad creciente y por fin se hundió

en el mar, cerca de la playa.-¿Qué será? exclamó Perucho. Ave no es. Me ha dado

la impresión de un paracaidista sin paracaídas.Como un punto negro, el "paracaidista" boyaba sobre las

olas que lentamente lo traían hacia la playa. El deseo eragrande para que llegase en seguida. Un hombre. Un náufragodel espacio. Y es posible que aún estuviera vivo, apenas des­mayado.

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Cuando el cuerpo, llevado por las olas, reposó en la playa,todos corrieron hacia él.

-jQué extraño! iUn hombre con restos de alas en lasespaldas! ...

El vizconde se puso a aplicar al náufrago las reglas clási­cas de auxilio a los ahogados, consistentes en restablecer larespiración interrumpida. Todos ayudaron, y tanto hicieron,que el náufrago respiró, al principio entrecortadamente, des­pués con mayor regularidad. En seguida abrió los ojos. Estuvounos minutos atontado. Por fin habló:

-¿Dónde estoy?-Entre amigos, respondió Perucho. ¿Se siente mal?

¿Quién es usted?El náufrago lanzó un gemido lleno de sufrimiento. Era

indudable que estaba malhendo.-Dígame su nombre, insistió Perucho -y el náufrago

con voz débil:-Icaro, hijo de Dédalo ...-¿De Dédalo, el constructor del laberinto de Creta?-Sí, gimió Icaro. El rey Minos me encarceló con mi pa-

dre, pero sin que mi padre lo supiera. Procuré encontrarme conél en el laberinto, inútilmente. Aquella infinidad de corredoresme confundía de una manera horrible.

-Es claro, observó Emilia. Sin un carretel de hilo, aque­llo no se resuelve.

El moribundo volvió los ojos turbios hacia ella.-Sí, prosiguió Emilia. Estuvimos con su señor padre en

el laberinto el día que Teseo mató el Minotauro. Después sal­vamos a Teseo, que estaba también confundido por la infinidadde corredores, y salimos todos juntos. Pero Dédalo no parecíadesconfiar que su hijo estuviera en el laberinto. No nos dijo nada.

-No lo podía saber, respondió Icaro. Me dejaron inco-municado.

-¿Y cómo salió de aquella horrible prisión?-Por el aire ...-¿Por el aire? .. ¿Cómo? ..

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Icaro explicó:-Había allí, en la oscuridad, muchos murciélagos y le­

chuzas. Me puse a juntar plumas de lechuza y alas secas demurciélagos. Después descubrí en un rincón una colmena de

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MONTEIRO LOBATO

abejas. Me comí la miel e hice una gran bola con la cera. Fuéen ese momento que se me ocurrió la idea.

-¿Qué idea?-La de volar. De hacer con las plumas de lechuza y las

alas de murciélago un gran par de alas que se ajustaran a mishombros. Después haría como las aves -agitar las alas y salirvolando ...

-Pero ¿si esa idea se le ocurrió cuando estaba haciendola bola de cera, para qué juntó las plumas de lechuza? quisosaber Emilia, que era muy meticulosa. ¿No fué con la idea yadel par de alas?

-No. Reuní aquellas plumas porque viendo tantas porallí, se me ocurrió la idea de hacer un colchón. La idea de volarllegó junto con la pelota de cera.

-Pero ¿qué tiene que ver la cera con las plumas? No com­prendo ...

-Es que yo podía fabricar mi par de alas con las plumasde lechuza y las alitas de los murciélagos unidas por la cera ...

-y lo hizo ...-Sí, hice un excelente par de alas que me permitieron

escapar del laberinto y volar sobre el mar Egeo. Volé perfec­tamente bien hasta cierto momento. Después tuve una ideadesastrosa: ir subiendo, subiendo, para ver más cerca el carrode Apolo ...

-Nosotros vimos la subida y nos extrañó, observó el viz­conde. Para aterrizar aquí no había necesidad de subir tantoni tan alto.

-Bien lo sabía yo, pero la curiosidad de ver desde cercael carro de Apolo me dominó. Fuí subiendo, subiendo, y a me­dida que iba subiendo aumentaba el calor de los rayos del sol.De pronto sentí que la cera que ligaba las plumas de lechuzase estaba ablandando. Me precipité para bajar. Era tarde. Lasplumas se disgregaban, las alas se deshacían, y caí ...

-Tuvo mucha suerte de caer en el agua del mar. Si caeen tierra, estaría como el sapo que fué a la fiesta del cielo. ¿Yahora?

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Icaro, cada vez más débil, no tuvo fuerzas para respondera esa pregunta del chico. Cerró los ojos y murió.

Hércules había estado allí todo ese tiempo, siguiendo losdetalles de la escena y oyendo las últimas palabras del hijo deDédalo en este mundo. Se conmovió ante la muerte del joven.

-Bueno, dijo finalmente. Tenemos que enterrarlo contodos los honores -y fué él mismo a cavar en una pequeñaelevación de la costa la tumba de Icaro. Lo enterraron a lamanera griega. Hércules colocó una piedra sobre la tumba, enla cual Emilia escribió:

AQUÍ YACE ICARO,

EL PADRE DE LA AVIACIÓN EQUIVOCADA.

A Perucho le extrañó aquéllo. Ella explicó:-El padre de la aviación de verdad, sin cera ni plumas

de lechuza, es otro ...

Tenninada la ceremonia fúnebre, Perucho lanzó un grito yla caravana se puso nuevamente en marcha. Emi1ia le iba con­tando al asno Lucio las proezas de la aviación moderna.

-jNi quieras saber, Lucio, el horror que esa invenciónnos ha salido! Los aviones, unas aves de metal perfeccionadí­simas, vuelan de todos los modos posibles y a todas las alturasy allá desde arriba lanzan sobre las ciudades bombas enormes.

-¿Qué es bomba?-Son unos cilindros de hierro, huecos, llenos de T.N.T.-¿Qué es T.N.T.?-Un explosivo.-¿Qué es explosivo?-Una cosa, un polvo que explota, es decir, que revienta,

que se enciende, que hace ¡pum! y destroza todo en derredor-derriba casas, mata gente, la despedaza y la envía al demonio.El horror de los horrores.

-¿Y éso para qué? preguntó el asno sorprendido.

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MONTEIRO LOBATO

-No 10 sé, Lucio -ni tampoco lo saben los propios hom­bres que 10 hacen. Hay en mi siglo las llamadas "guerras mun­diales". De veinte en veinte años estalla una, y todos los paísesentran en la danza, los unos destruyendo e incendiando lasciudades de los otros, y matando a todos los hombres jóvenesy perfectos.

-¿Y los imperfectos?-J!.. los ancianos, enfermos y tullidos no les pasa nada. Se

quedan en sus casas leyendo los periódicos y oyendo la radio.A la matanza só!o son enviados los perfectos de cuerpo. Si unotiene un defectito cualquiera, en la vista por ejemplo, ya no lessirve.

Al asno le pareció muy extraño todo aquéllo. Lo razonablesería mandar al matadero a los viejos y estropeados, y dejarcon vida a los jóvenes y perfectos. Manifestó esa idea y despuésquiso saber quién lanzaba los países los unos contra los otros.

-Nadie, respondió Emilia. Todos los jefes comienzandiciendo que sólo quieren la paz, la paz y la paz. Sólo hablande la paz. No quieren la guerra. Y es claro también que el pue­blo no quiere guerra porque en la guerra el que muere y pagael pato es el pueblo. Las madres no quieren la guerra porquepierden a sus hijos. Las hermanas no quieren la guerra porquepierden a sus hermanos. Las novias no quieren la guerra por­que pierden a sus novios. Nadie, absolutamente nadie, quiere laguerra -pero la guerra viene.

-¿Cómo viene?-Viene por sí misma. Comienza. Revienta. Explota. Un

bello día la gente abre el periódico de la mañana y lee en unasletras de éste tamaño: REVENTO LA GUERRA. E inmedia­tamente el mundo entero está dentro de la guerra, con los avio­nes que tiran bombas desde el cielo y con la matanza allí abajo,realizada científicamente mediante maravillosas máquinas dematar creadas por los mayores genios del mundo moderno.

-¿Y después de la matanza?-Cuando se cansan de matar y todos los navíos se han

ido al fondo del mar, y las ciudades son montañas de escom-

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bros, y no se oye más que el llanto de millones de madres yesposas, y ya no hay casas donde viva el pueblo, y no hay yapan para que el pueblo coma, y es la miseria, el horror de loshorrores, entonces para la guerra. .. viene la paz. ¿Y sabes 10qué es paz en el mundo moderno, Lucio? Nada más que unpequeño descanso hasta el inicio de nueva guerra ...

El Asno de Oro tenía todos los pelos de punta y daba gra­cias al Olimpo por vivir en aquel tiempo. El mundo modernose fijó en su imaginación como la imagen del peor de losinfiernos.

FAETONTE

Perucho discutía con Medio-y-Medio unas modificacionesque tenía idea de hacer en la quinta de doña Benita.

-Aquéllo es un amor de quinta, .decía él, pero tiene eldefecto de todas las cosas modernas: falta de poesía. Los árbo­les del pomar, por ejemplo. Arboles excelentes, muy amigosnuestros, con ramas cubiertas de musgo. Todos los años se lle­nan de flores y después se cargan de frutas -naranjas, níspe­ros, aguacates ...

-¿Cuál es ésa última?-Una redonda, verde, del tamaño de una naranja, con

una carne deliciosa. Cada uno de nosotros tiene un árbol suyo.¡Hay además otra infinidad de frutales!

-¿y hay cerezas?-No. Nunca he visto por allí un sólo árbol de cerezas, y

es una pena porque son deliciosas.En Grecia, a cada momento, ellos se encontraban con ce­

rezos cargados de frutos.-Pero si los árboles son tan bondadosos como dices, ¿de

qué te quejas? preguntó el centaurito.-No es que me queje de los árboles, tan amigos nuestros,

sino que me parece que les falta lo que veo aquí.

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MONTEIRO LoBATO

-¿y qué tienen los árboles de aquí que no tengan losde allá?

-Ninfas. Driadas y hamadriadas. Me imagino 10 hermosaque habría de ser la driada o hamadriada de mi árbol de agua­cate, o la del naranjo que es de Naricita, o la del ciruelo deEmilia. Verse uno allí comiéndose las frutas y a las ninfas alre­dedor espiando ... ¡eso es poesía! Nuestro siglo tiene muchasmáquinas, inclusive máquinas de volar, pero en materia depoesía no le llega a los pies al de aquí.

Perucho hizo una pausa, pensativo. Después:-Estoy pensando una cosa: ¿y si lleváramos dos o tres

driadas para soltarlas en la quinta?Medio-y-Medio respondió que sólo consultando al viz­

conde, mucho más entendido que él en las cosas de Grecia -yfueron hacia retaguardia a consultar al vizconde, allá en sualforja.

-¿Cree posible, vizconde, que podamos llevarnos a laquinta un lote de ninfas, driadas y hamadriadas?

El vizconde reflexionó unos instantes y respondió advir­tiendo a Perucho:

-Sólo con el consentimiento de Flora. Las ninfas son lasguardianas del tesoro de esta gran diosa, y sólo podrán salirde aquí con orden suya.

-¿Y dónde podríamos descubrir a la diosa Flora?-Dicen que vive en las Islas Mortunadas ...-¿Qué islas son ésas? Nunca las oí nombrar ...-Tampoco 10 sé yo, y parece que nadie 10 sabe. Los ro-

manos hablaban mucho de las "Insulre Fortunatre", sin decircon seguridad dónde estaban. Unos creían que era al oeste deLibia, otros que era en las islas Canarias.

Perucho se quedó pensativo. Después dijo:-Allá en el campamento de Micenas, cuando Hércules

vaya a entregar a Euristeo este ganado, nosotros podemos to­mar una pulgarada de pirlimpimpín y dar un salto hasta lasIslas Mortunadas.

El vizconde y Emilia, que ignoraban la conversación ante-

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rior con respecto a la introducción de ninfas en la quinta dedoña Benita, exclamaron al mismo tiempo:

-¿Para qué?

Perucho discutía con Medio-y-Medio unas reformas .. ,

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MONTEIRO LOBATO

Cuando Perucho expuso su idea de la cría de ninfas en elDomar, el entusiasmo de Emilia fué tan grande que ~e cayóde Lucio abajo.

-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!. .. exclamó levantándose y palpándose.Una idea de esas ... ¿Cómo es que nació en tu cabeza, Perucho,en vez de en la mía?

Emilia se mostraba celosa siempre de las buenas ideas de105 demás. Todas las "buenas ideas" tenían que ser de ella. ¿Yqué idea mejor que la de Perucho? Llevar ninfas a la quinta,ponerle a cada árbol del pomar su driada, instalar dentro decada tronco una hamadriada. " ¡oh! sí -y la driada más bo­nita tendría que ser la de su ciruelo ...

La suerte de todos ellos residía en que los bueyes de Ge­rión caminaban muy tranquilos, lo mismo que los mansísimosbueyes del carro de doña Benita. Pero, aun así, en determinadomomento se desbandaron.

-¿En qué momento?¡Ah!, en uno de los momentos más trágicos de la huma­

nidad, cuando la tierra escapó arañando de la mayor de lasdesgracias: ser tostada enterita por el sol. La cosa fué así: unhijo de Céfalos y Eos, llamado Faetonte, extasiado al ver aApolo dirigiendo el carro del sol, tuvo la mala idea de pedirleque lo dejase guiar un poquito. A Apolo le hizo gracia y dijo:,"Venga ... ", y dejando el carro pasó las riendas a Faetonte.Pero caballo es caballo. Tanto hace ser caballito en la tierracomo caballo de Apolo. Cuando están en un vehículo y haycambio d(; cochero, ellos "extrañan". Los caballos de Apolo,que nunca habían sido guiados más que por ese dios, extraña­ron al nuevo cochero -se espantaron- y fué aquel horror. Elsol, que es el que anda en aquél vehículo como un gran rey,todo rayos y más rayos, perdió el equilibrio y cayó -o comen­zó a caer sobre la tierra.

Emilia dió un berrido: "¡Allá se nos viene el sol enci­ma! ... " Hércules miró, vió que era así y levantó el arco.Iba a cometer la locura de matar al sol, de un flechazo.. Mo­mento trágico. Perucho perdió la voz, como en las pesadillas.

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Lucio lanzó un rebuzno: "¡No haga eso, "'éroe! Sin el sol,¿cómo se va a arreglar el mundo en la oscuridad?" Hérculesno oyó. Estaba con el arco distendido, apuntando ...

Pero desde el Olimpo Zeus veía todo y acudió ,~ tiempo.Fulminó con uno de sus rayos al imbecilísimo Faetonte e hizoque Apolo fuera corriendo El manejar el carro. El orden se res­tableció en el cielo -pero el rebaño de Gerión se había des­bandado. Tomados de pánico, los bueyes habían salido cadacual en una dirección. ¡Y qué lucha para tranquilizarlos yreunirlos de nuevo! ...

Cuando la paz se restableció, Emilia J'uso la mano en elpecho.

-¡Qué susto! Sentí dentro de mi una puntada como lasde doña Benita ... ¡Fasa cada cosa por aquí! ... ¡Ah, Grecia! ...

Ese fué el último incidente ocurrido en el viaje a Micenas.Al día siguiente llegaron.

Hércules ordenó al centaurito que cuidara a los bueyesmientras él iba a Micenas a presentarse ante el rey -y se fué.Emilia sacó al vizconde de la alforja; después abrió la canastitapara ver si no faltaba algo.

EN LOS DOMINIOS DE CHLORIS

Mientras Hércules se explicaba con el antipático reyEuristeo, los chicos dieron un salto hasta el reino de Chloris.Sólo fueron los tres. Se quedaron Medio-y-Medio y Lucio--este pastando y aquel asando seis cameros. Hércules volve­ría de la ciudad con mucho apetito. La víspera no había comidomás que cuatro.

El viaje a las Islas Afortunadas fué realizado "a polvo".Tres pulgaraditas de pirlimpimpín, tres ¡fiuns! y listo. Se des­pertaron ante el maravilloso palacio de Chloris, la misma a laque más tarde los romanos llamarían Flora.

¡Qué curioso palacio aquél! Todo en él eran flores, vivoscolores y perfumes, frutas deliciosas, musgos, avencas, helechos

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y otros mimos vegetales. Perucho se adelantó y se paró anteel portero: un hermoso clavel rojo.

-Señor clavel, dijo, somos viajeros venidos de tierraslejanas para conferenciar con la diosa Chloris. ¿Nos puederecibir?

El clavel los examinó con la mayor curiosidad y mandóun recado a la diosa por una violeta que jugaba por allí. Pecodespués llegó la respuesta. Sí, Chloris los iba a recibir inme­diatamente. Que entraran.

Perucho entró, acompañado de Emilia y el vizconde queiba cojeando en sus muletas. Un lirio del valle iba delante,guiándolos a través de un jardín de sueño. Después, unos esca­lones de suave musgo. Después el salón de la amable diosa.

Chloris, en todo el esplendor de su belleza, los recibió conuna amable sonrisa.

-¡Bienvenidos sean a mi perfumado reino! ¿Qué quieren?Perucho explicó todo. Contó quiénes eran, dónde vivían

en los tiempos modernos y habló del pomar de doña Benita, delos frutales que había en él, de las flores del jardín, muchas delas cuales Flora desconocía. Por ejemplo las crisandalías, unaflor con la que la diosa ni soñó.

-Pero nuestro pomar tiene un defecto, dijo Perucho. Lefalta alma. Le falta la poesía que veo en esta Hélade tan linda.Nuestros árboles no tienen cada uno su driada. Dentro de lostroncos no hay ninguna hamadriada. No hay ninfas en los bos­ques. Ni ninguna nereida en el arroyo. Y hemos venido a con­sultar a la más perfumada de las diosas para ver si no nos po­dría ceder por lo menos unas tres driadas y otras tantashamadriadas ...

A Chloris le extrañó la proposición. Nunca le habían ha­blado así. ¡Un pedido de ninfas! Qué curioso ... Pero, ¿a dondeirían esas ninfas? Después que los chicos le relataron mil cosasde la quinta de doña Benita, ella se sonrió, realmente encan­tada. En sus ojos Emilia leyó un sincero deseo de conocer tam­bién aquel pequeño paraíso moderno. Chloris sólo no pudocomprender cómo era Quindín, el rinoceronte.

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-¿Cascarudo? ¿Con un sólo cuerno encima de la nariz?-Sí, dijo el vizconde, y porque tiene ese cuerno en-

cima de la nariz se llama rinoceronte. En griego, rino es nariz.A Chloris le hizo una gracia inmensa el vizconde. En su

condición de diosa de los vegetales, conocía todas las espigasdel mundo y todos los marlos -nl'enos aquel, parlante y congalera. Y le pasó una idea por la cabeza: ceder las ninfas quePerucho pedía a cambio del marlo con galera.

-Hago negocio; dijo ella. Cedo seis de mis ninfas, a ele­gir, en cambio de esta maravillosa mazorquita parlante.

La extraña proposición confundió a los chicos. Se pusie­ron a conferenciar cuchicheando. Finalmente Emilia tomó lapalabra y muy atrevidamente dijo:

-Diosa, aceptamos su propuesta con una condición: des­pués de terminadas nuestras aventuras con Hércules y regre­sado a la quinta de doña Benita, discutiremos con ella el caso.Si doña Benita concuerda en el cambio del vizconde, volvere­mos a estas islas para hacer el negocio.

y quedó así. Charlaron un tiempo más con la áiosa y luegose despidieron.

i Qué maravilla el palacio de Flora! El piso, forrado defrutas vivas, que de repente cambiaban de forma, transformán­dose en ninfitas que salían bailando. Los perfumes que habíaen el aire tomaban también formas graciosas de pequeños sá­tiros y faunos aéreos, muy diáfanos, que danzaban con las "po­midríadas". Pomidríadas eran las ninfas de las frutas. Despuéslos colores tomaban formas y bailaban en el aire la danza delos pétalos.

En ese momento hubo un retroceso general de todas aque­llas gracias aéreas -no retroceso de miedo sino de reverencia.Céfiro, el esposo de Flora, estaba llegando de su paseo por elmundo. Puro viento era ese dios, el más suave y agradable delos vientos. Entró seguido por los mil perfumes de las floresque besó por el camino y se fué a sentar al lado de Flora. Yallá estaban con las manos enlazadas, mirando a sus hermosashijas presentes allí -las Brisas.

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Tanta belleza, tanto perfume, tanto movimiento de for­mas diáfanas en el aire dejaron a los chicos completamenteatontados, como embriagados por un opio divino. Chloris yCéfiro, siempre con las manos enlazadas, los miraban y son~

reían. Fué con suma dificultad que Perucho midió las pulga­radas de pirlimpimpín y las distribuyó. Lo aspiraron con losdedos trémulos. Hasta el ¡fiun! sonó trémulo de emoción. Ytodos aun se sentían trémulos cuando despertaron en el cam­pamento de Micenas.

-Todavía estoy sintiendo un temblor, murmuró Emiliaque fué la primera en despertar. Perucho suspiró y, con airede quien acaba de salir de un sueño de la mañana, dijo: "Esel temblor de la belleza ... "

Los carneros asados por el centaurito olían. Aquel olor loshizo volver a la realidad -un olor que ya no hablaba a la ima­ginación sino al paladar. Lucio mordisqueaba pasto allí cerca.

-¿y Hércules? preguntó Perucho.-Debe estar llegando, respondió Medio-y-Medio -y

quiso saber qué había pasado en el viaje al reino de Flora. Emi­lia contó.

-Ni pregunte. .. Tan lindo. .. Tan lindo todo aquello, .que nos sentimos con las piernas débiles ...

-¿y consiguieron las ninfas?-Sí, conseguimos seis a cambio del vizconde. Flora se

encantó con el marlito. Vamos a volver allí más adelante parahacer el negocio.

Medio-y-Medio se admiró de la facilidad con que se des­hacían de un viejo compañero. Emilia guiñó un ojo y le dijo aloído: "Vamos a engañar a Flora. Traeremos otro vizconde he­cho por tía Anastasia, tan parecido a este que ella no descon­fíe. De esa manera recibiremos las seis ninfas y conservaremosal viejo vizconde".

El marlito, que estaba profundamente triste con la nego­ciación, renació. Su cara se iluminó con una sonrisa -y apro­ximándose a Emilia la abrazó conmovidísimo.

En ese momento Hércules apareció a lo lejos. Todos po-

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saron los ojos en él. Venía con el mismo aire de siempre -apren­sivo. Llegó. Se sentó y agarró uno de los carneros asados. Pe­rucho lo interpeló:

-¿Y entonces? ¿Soltamos o no soltamos a los bueyes deuna vez?

El héroe se sonrió y dijo:-Al saber que los bueyes eran mansos, Euristeo resolvió

guardarlos en sus corrales. Sólo manda que suelten a losmonstruos.

-¿Y el nuevo Trabajo? inquirió el chico.Hércules suspiró.-Tengo que ir al reino de las Hespérides en busca de los

pomos de oro ...

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XI

EL POMO DE LAS HESPERIDES

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Era la tremenda serpiente del Mar.

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EL JARDIN

El viaje de Hércules en busca de los pomos de oro deljardín de las Hespérides fué de los más movidos. Antes de par­tir tuvo que andar indagando donde estaba ese tal jardín.Unos decían que era en el país de los Hiperbóreos, allá muyal norte, pero el vizconde objetaba:

-No puede ser. La zona hiperbórea, o polar, es muy fríapara permitir el crecimiento de un árbol frutal. El jardín delas Hespérides es incompatible con los hielos del norte. Debeestar en clima caliente o templado.

Finalmente Hércules se convenció que el maravilloso jar­dín estaba en el extremo occidental de la Tierra, es decir, muyal oeste. En aquel tiempo el término "tierra" se refería casisólo a Europa, y ese extremo occidental debía ser la penínsulaibérica, donde están España y Portugal.

Emilia quiso saber qué es "pomo". El vizconde le explicóque la palabra pomo venía del latín "pomun" que quiere decir·/fruta".

-Pero es más poético decir pomo en vez de fruta, agregó.Fruta da idea de mercado o de verdulería de la esquina; pomoes una palabra con guantes de gamuza.

-jRidículo! berreó Emilia, que era muy plebeya. ¡Sóloporque viene del latín ya está con importancias! i Guante decabritilla! ... Pues yo digo fruta, y se acabó.

-Pero si pomo es fruta en general, intervino Perucho,¿qué frutas son esos tales pomos del jardín de las Hespérides?Y, ante todo, ¿quiénes son esas Hespérides?

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El vizconde sabía. No había nada que él no supiera. Contóque se trataba de las hijas del gigante Atlas y la ninfa Hesperis.

-Son cuatro: Egle, Eritia, Aretusa y Hestia, cada cualmás encantadora. El jardín de las Hespérides es una pura ma­ravilla que vive tentando a los hombres y a los dioses. En nin­gún otro existen los árboles de pomos de oro.

-Frutas de oro, corrigió Emilia. Para mí esas frutas nopasan de naranjas ...

-No estorbes, Emilia, reclamó Perucho -y el vizcondecontinuó:

-Aquello es un encanto, y las cuatro hermanas son comocuatro hadas. Cantan como sirenas, bailan como céfiros, y sa­ben adoptar todas las formas. Cuando los argonautas estuvie­ron allí, y casi muertos de sed le pidieron que les indicaranuna fuente, ellas se transformaron en arena. Y como ellos con­tinuaban pidiendo agua, la arena se transformó en árbol.

-Pues yo me transformaría en canilla para salvar a esospobrecitos, dijo Emilia. ¿Qué adelanta arena o árbol para quiense está muriendo de sed?

Perucho quiso saber cómo era el dragón que guardaba eljardín de las Hespérides.

-jAh, es el más monstruoso de todos! Tiene cien cabezasy no saca los ojos de los pomos. .

Emilia estaba asombrada. "¡ Cien cabezas!... Aquel Ge­rión que tenía siete, ya me pareció tan cabezudo y ahora va­mos a tratar con uno de cien ... ~~

El vizconde contó aun que en ocasión del matrimonio deJuno con Zeus, la dote de la novia consistió en media docenade aquellos pomos -y nunca hubo dote mayor. Y el pomocon que la Discordia surgió en la fiesta del casamiento de Pe­leo, fué cogido allí.

-Pero además de ser de oro, ¿qué otra virtud tienen esospomos? quiso saber Perucho.

-Hacen que el amor nazca con la mayor violencia en elcorazón de quien los toca.

El grupo estaba en camino a España. Hércules iba ade-

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lante, pensando en la manera de atacar al dragón. Ya habíadado cuenta de la hidra de nueve cabezas y de un dragón desiete -pero ¿qué hacer con uno de cien? Atacarlo con sus fle­chas adelantaría poco, porque lleva mucho tiempo lanzar cienflechas y el dragón lo agarraría. Sólo si hubiese una manerade adormecerlo ...

Lucio, abanicando las orejas, venía algo detrás, con Emi­Ha a un costado y la alforja con la canasta y el vizconde enla grupa. A cada momento el Asno de Oro suspiraba de año­ranzas por su antigua forma humana. Aquellas aventuras deHércules no tenían fin -y él condenado a andar en cuatro pa­tas hasta que se realizara la última...

Cerraban la marcha Medio-y-Medio con Perucho sobreel lomo. La amistad entre los dos crecía a metros. Se tratabancomo hermanos y era un imaginar cosas para hacer en la quin­ta de doña Benita, que no terminaba jamás.

-Con seis ninfas allá, de las más bonitas, y tú, un cen­taurito, aquello resulta 10 mejor del mundo.

-¿Por qué no llevas también un gajito del árbol de lospomos de oro?

La idea encantó al chico, e hizo que le gritara a Emilia:-Fíjate 10 que Medio-y-Medio sugiere: que llevemos un

gajo del árbol de los pomos de oro. ¿Qué tal, Emilia?La ex muñeca rió alegremente.-Cuando vosotros os despertáis, yo he dormido, soñado,

despertado y estoy lejos. Ya he pensado y requetepensado eso.Lo más seguro es que no encontremos ningún gajo. Semillas,sí -he de encontrar semillas. Aquella grandisísima ladrona deMedea me robó el pomo de Atlas, pero me voy a desquitar-vaya llevarme por lo menos tres de los más maduritos de to­dos los pomos.

El vizconde, allá en la alforja, hizo una mueca. No le gustóque Emilia tratara de aquel modo a la gran hechicera que lohabía curado hirviéndolo en el caldero. El pomo había sidodado en pago de esa cura, con pleno consentimiento de su dueña.Además Emi!ia había recibido en cambio una vara mágica pre-

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ciosísima. ¿Cómo entonces llamarla ladrona a Medea? El viz­conde le hizo ver eso. Y ella:

-Ladrona, sí. Cobrar por el hervor de un marlo un pomode aquéllos es ser ladronísima. Nunca la he de perdonar. Meengañaron en ese negocio. Creí que la vara mágica fuese deesas perpetuas, y no de las que sólo sirven para cien transfor­maciones. He sido estafada, sí... y no salgo de esto.

A la vara mágica de Emilia sólo quedaban once toques,que ella retenía con los mayores celos para usarlos en la quintade doña Benita. Si no fuese así, los Trabajos de Hércules setornarían cosas muy sencillas. En la conquista del pomo de lasHespérides, por ejemplo, con un golpe de vara ella podríatransformar en pulga al dragón -pero se quedaría sólo condiez golpes en la vara, y por consiguiente ...

-Por consiguiente, ¿qué, Emilia?-Por consiguiente, no. Ya me he figurado que no tengo

ninguna vara, y listo. No se toca más ese tema. Tendría graciaque yo gastara con Lelé los únicos golpes que me quedan, conél, un héroe tan protegido por Palas y otros dioses ...

Hércules iba atravesando una zona peligrosa. Perucho te­mía encuentros y luchas. Conocía el genio levantisco del héroe.Por cualquier cosita la sangre le subía a la cabeza y los golpesllovían.

Los presentimientos de Perucho se confirmaron. Poco des­pués surgió un coche arrastrado por fogosísimos corceles. Ve­nía en dirección a Hércules. En vez de apartarse del camino,el héroe se plantó en medio de él con las manos en la cintura.Medio-y-Medio y Lucio saltaron a un costado, dejándolo solo.Al galope en que venían los caballos, era fatal que atropellaranal gran Hércules.

Pero no fué así. El conductor paró con un violento tirónde bridas.

-¿Quién eres tú, hombre atrevido, que interrumpes lamarcha del carró de Signo, hijo de Ares?

Ese Signo era un famoso domador de caballos, hijo deldios Marte y Cireneo Abusando de su origen divino, vivía co-

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metiendo en todas partes los mayores daños. Hércules, que noignoraba su mala fama, le respondió con voz de trueno:

-Baja del carro y pasa de largo llevando a los animales.Hércules soy, hijo de Zeus y de Alcmena.

-Va a ser un fin del mundo, munnuró Emilia, toda en­cogida sobre el lomo de Lucio. Son hijos de dioses los dos ...

EL DIOS Y EL HEROE

Signo, gravemente ofendido por las palabras de Hércules,soltó las bridas y azotó a los caballos para que lo atropellarany pisotearan, pero el héroe ya los había agarrado por el frenoy los había arrancado del carruaje. Signo resultó en la cómicasituación de un cochero sentado en el pescante de un carrosin ningún caballo. Y tuvo que saltar a tierra y aceptar la lu­cha en igualdad de condiciones.

El encuentro fué tan corto cual tremendo de ímpetus.Signo lanzó un potentísimo golpe con su terrible lanza debronce, pero la punta de la lanza resbaló sobre la piel invul­nerable del León de Nemea. Hércules respondió con un golpede dardo, alcanzando a Signo en la garganta, en la parte des­cubierta entre el casco y el escudo. Era un golpe mortal. Elhijo de Marte cayó como herido por un rayo de Zeus.

Por primera vez los chicos veían a Hércules manejar eldardo, una lanza corta que se arroja contra el adversario. Comohabía previsto muchas luchas en aquel Undécimo Trabajo, elhéroe se había pertrechado de más aquella arma.

Apenas Signo, atravesado por la garganta, cayó en tie­rra, resonó un trueno -y el mismo Marte apareció en socorrode su hijo.

La lucha entre Hércules y Marte, el dios de la guerra, fuéde esas cosas que la palabra humana no describirá jamás. Pe­rucho se tapó los ojos con las manos de puro horror, y Emilialo imitó -pero siguió mirando por entre los dedos. El vizconde

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MONTEIRO LOBATO

saltó de la alforja y sin usar las muletas se fué a colocar lejosde allí. Medio-y-Medio temblaba de la cabeza a los cascos, yLucio no movió los pies de donde estaba -petrificados los dos,verdaderamente paralizados en todos sus músculos.

Marte llevaba la veste clásica del dios de la guerra, yesgri­mía un gladio corto y recto. Hércules se iba a defender con elescudo de Signo y la clava. Los dos tremendos contendorescambiaron miradas llameantes de odio y se lanzaron el unocontra el otro. El dios Marte estaba habituado a ver al ene­migo rodar por tierra al primer empuje. Era un golpe, y todose terminaba. Pero con la firmeza de una roca, Hércules resis­tió el empuje del terrible dios.

En ese momento sonó una voz imperiosa: "¡Detente, Ares!Heracles es tu hermano". Era la voz de Palas, que bajaba de lamansión de los dioses para poner fin a aquel horror. Marte,ciego de odio, no oye sus palabras y ataca al héroe con el gladioque nunca había repetido un golpe -pero Palas corrió a tiem­po y desvió la dirección del arma. El dios, enloquecido decólera, levanta otra vez el gladio -y Hércules aprovecha elmomento para herirlo en la muñeca. Al levantar el gladio, lamuñeca de Marte había quedado fuera de la protección delescudo ...

¡Asombro de los asombros! Por primera vez en el mundo,un hombre hería a un dios en combate -y qué dios: ¡Ares, eldios de la guerra!. .. Para quien lucha con espada o gladio, uncorte en la muñeca significa quedar inutilizado -y Hérculesgolpea al dios con la clava. El dios cae ...

Al ver aquéllo, Faba y Deimos, los conductores del carrode Marte, se lanzan en socorro suyo, 10 llevan al carro y dis­paran rumbo al Olimpo al mayor de los galopes.

¡Hércules había vencido en lucha al propio Marte! ...¡Prodigioso! Cuando Perucho se sacó las manos de los ojos, ytodavía lleno de miedo preguntó qué había pasado, Emiliarespondió:

-Yo también me tapé la cara, pero vi todo. Lelé hiriócon la punta del dardo la muñeca del dios y después lo derribó

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

con un golpe de clava. En ese instante acudieron los dos hom­bres del carro y desaparecieron con él ...

-¿Derrotó a Marte? .. exclamó Perucho en el mayor delos asombros. i Imposible! Un hombre no derrota a un dios ...

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Pero Marte, ciego de odio, no oía sus palabras . ..

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MONTEIRO LOBATO

,-Pues Lelé derrotó al peor de los dioses, justamente el de

la guerra. Lelé es el número de los números -y saltando dellomo de Lucio fué cornendo a abrazar al héroe.

-¡Levántame, Lelé! dijo ella mirando hacia arriba, por­que el crecido héroe era "allá arriba". Hércules la levantó ensus brazos, sentándola allí como a una niñita, y Emilia le besóla barbilla. No llegaba a sus mejillas lachiquitita.

-¡Sí, señor Lelé! Nunca imaginé cosa igual. ¡Vencer hastaal dios de la guerra! Es fantástico ... Escucha: ¿quién era lahermosa joven que apareció en el momento psicológico y des­vió aquel golpe de Marte?

-Palas ...-¿Palas? repitió Emilia ad~iradísima. Qué pena no ha-

berlo sabido ...-¿Por qué?-Para verla mejor. Cuando uno no sabe quién es una

persona no ve bien, bien, bien.Apenas él la volvió a poner en el suelo, Emilia corrió a

contarle a Perucho toda la historia de la lucha a la que el boboasistió pero no vió -de nuedo.

-¿Miedo de qué, Perucho?-No sé. Me pareció tan tremendo. aquéllo, que tuve miedo

que fuera el fin del mundo -y cerré los ojos como en las pe­sadillas.

En las pesadillas, cuando estaba cayéndose a un abismo,él cerraba los ojos y listo -se salvaba.

-Pues no sabes lo que perdistes, prosiguió Emilia. Vitodo, todo. Vi cuando llegó Palas ...

-¿Qué? .. ¿Palas también tomó parte en la pelea?-Ella nunca abandona a nuestro gran amigo. Y llegó en

el instante justo, cuando la espada de Marte iba a alcanzar aLelé. Palas, entonces, con el dedo, desvió el golpe. Y cuandoMarte cayó, ya herido en la muñeca y con una clavada en lacabeza, aparecieron los dos pavotes del carro. Vi cuando aga­rraron a Marte en los brazos y se fueron a un galope loco.

Muy bien. Terminada la batalla, es deber del vencedor

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enterrar los muertos -y Hércules enterró a Signo. Emílía,como de costumbre, puso el epitafio:

AQUÍ YACE UN DOMADOR DE CABALLOS

QUE ENCONTRÓ QUIEN LO DOMASE.

Aquellos hechos habían ocurrido a la arílla de un río lla­mado Equedoro, en el cual Hércules tomó su baño de siemprey después todos hicieron 10 mismo. Como en la Grecia Heroicano había comodidades modernas, como baño de agua calientey fría, ellos habían adoptado el sistema de tomar un buen baño,al aire libre en todos los arroyos que encontraban. El únicoque no se podía bañar era el vizconde, porque los marlos sonmuy porosos; si se caen al agua, se embeben del todo y se lle­nan de moho azul-verdoso, o penicílína.

De allí partieron hacia las márgene3 del río Eridano (jus­tamente el que los latinos llamaban Padus y los italianos dehoy llaman pó). Ese río estaba ganando fama, porque díasantes apareció por allí el cadáver de Faetonte, aquel tonto quese metió a guiar el carro del Sol y fué fulminado por Zeus,Hércules había tenido información de que al margen de este ríovivían unas ninfas, hijas de Zeus y Temis, que sabían muchascosas sobre el jardín de las Hespérides.

Acamparon a su orilla y después de un suculento almuerzode seis carneros, el héroe ordenó a Perucho que diera unas vuel­tas por los alrededores y avenguara el paradero de las ninfas.Media hora después volvía el niño con la información: las nin­fas hija de Zeus y Temis residían a media legua de allí, en unbosque.

Hércules las fué a ver solo.-Espérenme aquí, recomendó a sus compañeros. No tar­

daré mucho.Mientras 10 esperaban, todos fueron al baño -y de paso

vieron junto al agua a una nereida, o sea una ninfa del río. La

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vieron muy de paso, porque apenas ella los percibió se zam­bulló como una sirena.

Perucho se admiró de una cosa: ¿cómo es que había visto. tan bien aquélla nereida y no vió a las driadas del bosque enla aventura de Gerión? Todo era misterio en aquella Grecia demisterios.

Volviendo del baño, encontraron al Héroe que ya habíaregresado.

-¿Entonces? indagó Perucho -y Hércules:-Las encontré, pero hubo un error de parte de mi infor-

mante. Quien tiene el secreto de la ubicación de las Hespérideses otra persona, no ellas. Es Nereo, el viejo dios del mar de­puesto por Neptuno. Tenemos que ir en busca de ese venerableanciano -pero ¿cómo arrancarle el secreto?

Maestro como era en arrancarle la vida a los monstruos,el héroe no sabía qué hacer cuando tenía que descubrir un se­creto. Con él todo era violencia. Para las cosas que necesitaban:seso, el héroe tenía que apelar a los chicos.

-¿Qué te parece que debo hacer? preguntó a Perucho-y'Como éste se atragantara, llamó a Emilia. Emilia vino todaimportante. Siempre que Hércules le hacía el honor de llamarla,venía pavoneándose, segura de que el mundo entero estabaasistiendo a la escena.

-¿Qué quieres de mí, amor? dijo al llegar.-Una consulta. Tengo que ir al palacio del viejo Nereo,

quien es el que conoce la ubicación exacta del jardín de lasHespérides. Pero estoy confundido ante un problema. ¿C6moarrancar al antiguo dios del mar el secreto? He consultado aPerucho, y nada.

Emilia se acarició la barbilla y arrugó la frente. Despuéssus ojos brillaron con el brillo del "eureka".

-Podemos hacer con él lo que le hicimos a la Cuca alláen la quinta -y le contó toda la historia del encadenamientode la Cuca y del suplicio de la gota de agua en la frente. (l)

(1) Nuevas Travesuras de Narlclta.

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Ese fué el medio de obligar a aquel monstruo a hacer lo queellos querían. Hércules aprobó plenamente la luminosa idea ycoincidió con Emilia.

; ;MHércules se bañó "hercúleamenie" . ..

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EN EL PALACIO DE NEREO

Días después llegaron al viejísimo palacio del viejísimoNereo. Viejo, viejo, viejo. No podía haber mayor vejez. Detan viejo estaba ya todo cubierto de musgos y algas, ostras ymariscos. Parecía menos un dios que un casco de navío enca­llado, del tiempo de los primeros buques. Su palacio era unagruta de viejísimas y carcomidas rocas a la costa del mar. Lasolas entraban y salían, y entraban nuevamente -y así durantesiglos y siglos -in secula seculorum. Cada movimiento de lasolas era como una bocanada de aire que el vi~jo dios temblo­roso respiraba -y así iba viviendo su vida sin fin- porquemientras haya olas habrá vida en N ereo. Fué eso 10 que loschicos sintieron al mirar desde lejos aquel "casco de dios" enca­llado en la gruta inmensa que le servía de palacio.

Toda de piedra, con el techo de estalactitas encima y pun­tas y más puntas de estalagmitas debajo. ¡Y cuánta alga ver­decita como caña de azúcar, y roja, y de todos los colores dellimo! ¡Y cuántas conchas y cangrejos enormes! ¡Y calamarespaseando por allí, y caracoles de mil formas, y moluscos!

Y un olor a mar, una humedad densa, una penumbra demeter miedo, con murciélagos abuelos de los murciélagos mo­dernos. Todo era viejo allí -vejez del agua, de las olas, de losbichos marinos, de las piedras. Emilia se sintió inmediatamenteancianita de las bien ancianas, y hasta comenzó á chochear,con un hablar muy trémulo. Tuvo que tomar un palo paraapoyarse. Se sintió encorvada como esas italiana::- illUY viejas,con el rostro totalmente lleno de arrugas. Casi se sentía ciega.

-¿Me da la mano, vizconde, balbuceó -y mien(ras estu­vo allí no soltó la mano del marIa.

N ereo estaba durmiendo, reclinado en su lecho de piedrasnegras cubiertas de limo. Hércules paró ante él reflexionando.¿Qué hacer para inducir a una criatura como aquella a contar

.un secreto? La sugestión de Emilia no servía. i Gota de agua enla frente!. .. ¿Qué iba a hacer echándole gotas de agua en la

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frente a una momia de dios ya sin ninguna sensibl1idad y quehabía vivido toda la vida bajo la lluvia de gotas que caían deltecho r y Hércules miró a Emilia con aire desanimado.

A pesar de viejita y aparentemente caduca, Emilia fun­cionaba todavía muy bien de la cabeza. Comprendió inmedia­tamente que para aquel caso de nada valía el remedio usadocontra la Cuca en la aventura pasada, y dijo, con voz trémula:

-La manera, Lelé, es sugestionar a esta momia y hacerque sueñe en voz alta.

Perucho aprobó la idea y, acercándose a Nereo, comenzóa sugestionarlo, murmurando con voz disfrazada y muy ronca:

-¡Dios, dios del mar! ¡Nereo, gran Nereo, oh vos que sa­béis todos los secretos del mundo porque sois viejo como elmundo!

Emilia iba repitiendo al otro oído de Nereo, como un eco,las últimas palabras de Perucho:

- ... mundo ...Perucho continuó:-Sabéis todos los secretos menos uno. Uno sólo ...- ... uno sólo. .. repitió el eco.-Todos, menos el secreto de la ubicación del jardín de las

Hespérides ...- ...Hespérides, repitió Emilia con su vocecita trémula

de eco viejo. Nereo, hundido en el sueño, oía aquel sonidoextraño, tan diferente a lo que habitualmente oía por allí, deolas que entraban y salían. Y se acordó del jardín de las Hes­pérides. Y sonrió con una fea sonrisa desdentada de viejoviejísimo. Y habló en voz alta como algunas per60nas hablanen sueños:

-Sí. .. sé... las Hespérides. .. si que me acuerdo. Cua­tro. .. allá en el jardín cerca de Tingis ...

No era preciso más. Sin querer, el viejo Nereo reveló ensueños lo que nadie en el mundo sabía: que el jardín de lasHespérides estaba cerca de la ciudad de Tingis, la misma en laque ellos habían estado en .. una aventura anterior. Fuera allídonde el héroe venciera a Anteo, hijo de Gea.

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-Nada más tenemos que hacer aquí, dijo Hércules. Sal­gamos de este húmedo palacio entorpecedor.

Salieron. A medida que se iban aproximando a las puer­tas de la inmensa gruta, la ex muñeca se iba rejuveneciendo.Primero tiró el bordón en que se apoyaba. Después enderezóel cuerpo. Y cuando se vió restituída a la luz del sol, estaba yasm el menor temblor en la voz.

-¡Uf! . .. exclamó desperezándose y desentorpeciendo losmúsculos. Vejez de las que se contagian, es la primera que veo.Nosotros llamamos viejas a doña Benita y a tía Anastasia, perojunto a Nereo ninguna de las dos ni siquiera nació todavía ...

Hércules confesó que había sentido también un entorpe­cimiento de los músculos. No hay duda que las vejeces muyviejas contagian hasta a los grandes héroes.

Después de restaurarse a los rayos del sol y de cambiarmil impresiones sobre el viejo Nereo, se pusieron en camino deLibia.

Emilia observó que no habían encontrado en la gruta nin­guna nereida "bailando y cantando para distraer al viejo pa­dre", como le habían contado. Con seguridad, viendo que Nereono salía nunca de aquel sueño de dios del mar jubilado, ellashabían huído para cantar y bailar en lugares más alegres.

El viaje a Libia fué repetición del primero. Hércules semareó como nunca, y llegó a la playa de Libia con los ojos másblancos que manjar blanco. Pero se restableció inmediatamentey prosigieron hacia Tingis.

La población de la ciudad lo recibió con grandes honores.Hubo fiestas y más fiestas, regalos y más regalos. A Emilia ledieron un escarabajo de oro, fabricado por los joyeros de Egip­to, tierra vecina. Pero nadie en la ciudad sabía nada del jardínde las Hespérides.

Hércules miró a Emilia como quien pide opinión -y ella:-Nereo dijo que el jardín estaba cerca de aquí, pero no

informó dónde. La palabra "cerca" en la boca de un viejo pí­caro como aquél puede significar una buena distancia.

-¿Y qué te parece que debemos hacer?

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-El remedio, Lelé, me parece uno sólo: aplicar el "figú­rate" -y lo aplicó: "Figúrate --que está a dos días de marchahacia el sur".

Hércules jamás entendía muy bien el mecanismo del "fi-

Entre pulpos y penumbras dormitaba Nereo ...

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gúrate", pero ya se había habituado a no dudar de sus efectos.Se volv~ó a los otros y dió orden de marcha:

-Vamos a caminar rumbo al sur durante dos días. Eljardín de las Hespérides es allí.

-¿Allí dónde, Hércules? observó Perucho. Dos días es"tiempo", y no "lugar".

El héroe miró nuevamente a Emilia -y Emilia, muy suel­ta de cuerpo, aseguró: "Con dos días de marcha ininterrumpidallegaremos a cierto lugar. El jardín de las Hespérides es en éselugar -apuesto un pomo.

Ante aquella firmeza no quedaba más que ponerse en ca­mino -y se pusieron en camino, con el pobre Lucio cargadocon los presentes recibidos. Muchas rosas vió él en Tingis, ymuchas ganas sintió de comérselas -pero era un asno de pala­bra. Había prometido aguantar hasta el fin y aguantaría.

El terreno era de esos muy arenosos -lindero del desierto.N o había ni un árbol de los países templados. Sólo palmeras,especialmente dátiles. Perucho se hartó de comer dátiles y sellevó un cacho sobre el lomo de Lucio. Medio-y-Medlo dabaalegres galopes, porque para un centauro nada es mejor que lasplanicies sin tropiezos.

En cierto lugar vieron una imagen estampada en el cielo.-¡Qué maravilla! exclamó Perucho -y el vizconde expli­

có que aquel fenómeno reproducía como un espejo lo que esta­ba allá abajo.

-jEntonces aquella imagen está reproduciendo el jardínde las Hespérides ! berreó Emilia. Así es. Estoy viendo el árbolde los pomos de oro. i Cargadito! ...

y no erró. Poco después avistaron, allá a lo lejos, un prin­cipio de bosque. La mansión de las Hespérides, al fin ...

EN EL JARDIN

¡Dn jardín encantado .en medio del desierto! Desde lejosparecía un oasis como todos los oasis. ¿Qué es un oasis? El viz­conde explicó:

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-La causa de los desiertos es la falta de agua. La planta-es un ser que, como todos los seres, no vive sin agua. En ciertoslugares del mundo no llueve y por consiguiente no hay ríos, yppr consiguiente no hay agua, y por consiguiente no hay vida<le ninguna especie. La vida nació del agua y sólo vive con agua.

--.;..-

-- - /lo!'. ... ,.ñ3'5?t ..~ ...,.¡ '/."(. 1 ;"';-"',.:t~1lI~ ... ,. .I'''.!

Gracias a los oasis los beduínos pueden atravesar el desierto . ..

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Pero en ciertos lugares del desierto existen, aquí y allí, fuentessubterráneas de agua, que vienen de lejos y brotan a la super­ficie: y entonces las semillas que trae el viento genninan enaquel punto y surgen matorrales. Oasis es eso. Un matorral en

•, medio del desierto.-¿Fonnado de qué árboles? preguntó Emilia.-En general de palmeras y de otras plantitas del desierto,

como los cactus. Nacen y crecen allí, en el pedacito de terrenoque la fuente humedece. Y gracias a los oasis los beduínos pue­den atravesar el desierto. Organizan caravanas de .:amellos quevan de un oasis a otro, como los trenes van de una estación aotra, como las tropas van de un puesto a otro.

-¿y por qué esos beduínos usan camellos y no caballos?-Porque el camello se adaptó al desierto. Aprendió a lle-

narse de agua cuando la encuentra y a pasarse días y días sinbeber una gota.

-¿Entonces son depósitos de agua ambulantes? ..-Exacto. La llevan consigo -y muchas veces, en los gran-

des apuros, los beduínos matan los camellos para beber el aguaque ellos guardan adentro.

Emilia escupió con expresión de asco.-Gran porquería ...-Cuando llega la sed, los hombres beben hasta las aguas

más sucias -y ellas les parecen el néctar de los dioses. .. N ohay mayor tortura que la de la sed -y hablando así de sed yhambre, de camellos yaguas limpias y sucias, la expedición sefué aproximando a aquel jardín-oasis. i Qué lindo! i Cómo go­zaban sólo de verlo a la distancia! Había muchas palmerascomo en los oasis comunes, pero entre las palmeras eran IlU­

merosas las plantas que daban lindas flores y frutas.Hércules paró. Tenía que planear la entrada al jardín y

todos los cuidados serían pocos. Estaría el dragón de cien cabe­zas guardando aquéllo. ¿En qué lugar estaba el dragón?¿Escondido en alguna gruta, como el de la isla de Eritia? Y elhéroe, en la fonna de costumbre, volvió los ojos hacia los chicos.Eran ellos los que sabían pensar en las situaciones difíciles.

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-¿Entonces, oficial? exclamó Hércules mirando a su ofi­cial de gabinete.

Perucho estaba muy atento, como si buscase una entradaal jardín. No vió ninguna. Podían entrar por donde quisiesen.Nada de cercos vedando el paraíso. Se le ocurrió una solución:

-Podemos mandar al vizconde a explorar.Emilia aprobó la idea, pero perfeccionándola:-El vizconde puede ir camouflado, vestido de hojas secas,

como en la historia del "bicho-canasto". (l)El marlo suspiró. Era siempre así. En los momentos peli­

grosos era a él a quien rec~rrían.

Había allí por el suelo muchas hojas traídas :por el viento.Perucho reunió .una porción, para camouflar al vizconde.

-¿Hay cera en tu canasta, Emilia?Sí, una pelota. ¿Qué es lo que no había en aquella canasta?

y allá abrió ella la canasta y sacó la bola de cera. ¿Y sabenqué cera? La de Icaro. Mientras los demás oían las postreraspalabras del pobre joven caído en el mar y lanzado a la playapor las olas, Emilia, siempre tan práctica, iba sacando con lasuñas los restos de cera de los residuos de aquellas alas derretidaspor el sol. ..

Con aquella cera Perucho transformó al vizconde en unperfecto "bicho-canasto", del cual ni las Hespérides ni el dra­gón desconfiarían -y allá se fué el vizconde a investigar.

Me~lia hora después regresaba.-He visto todo, dijo él. Las Hespérides viven en un ma­

ravilloso palacio en el centro del jardín. Justo enfrente hay unárbol que me parece el tal.

-¿Qué "tal"?-El de los pomos de oro. Está cargado de unas frutas del

tamaño de naranjas, de un amarillo de oro. Debe ser el quebuscamos.

-¿Por qué no trajiste un pomo? ¿No los había en el suelo?Perucho se echó a reír.

1 CuentO!! de tía Anesta<;ía.

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-¡Qué ingenuidad! Pues ¿será posible que pomos de oroanden por el suelo como las naranjas de nuestro pomar? LasHespérides los juntan todos y los guardan como las mayorespreciosidades del mundo.

-¿y el dragón, vizconde?-Estaba allá de guardia, sí. Lo encontré durmiendo con

la mitad de las cabezas y vigilando con la otra mitad.-¿Son verdaderamente cien?-No las conté, pero hay cabezás ...-¿y las Hespérides? quiso 'saber Emilia.-Vi tres paseando por el jardín. ¡Lindas! Imposible que

haya criaturas más lindas -y el vizconde, que era gran apre­ciador de la belleza femenina, volvió los ojos al cielo.

Bien. Hércules se percató de la situación. Restaba ahoraestudiar el medio de destruir el monstruo. Atacarlo con flechasya se vió que era absurdo. ¿Qué hacer? Y el héroe miró a Emi­lia. ¿Qué hacer, Emilita?

La ex muñeca se agarró la perilla y arrugó la frente. Asíera como "exprimía" la caja de las ideas, haciendo que saltarala mejor. Después de algunos instantes sus ojos brillaron -se­ñal de idea que salta.

-El medio es narcotizarlo ...Perucho puso cara de decepción.-Las solu:ciones teóricas son muy fáciles. iNarcotizar­

lo!. " ¿Y dónde está el narcótico, boba? En los desiertos nohay farmacias en las esquinas.·

Emilia pensaba, pensaba. Hércules no le sacaba los ojosde encima. ¿Cómo hacer? Evidentemente Emilia estaba ru­miando una buena idea, pero con aire de quien quiere y noquiere. Por fin dijo después de profundo SUSpIrO:

-Hay un sólo medio: que fabriquemos opio ...La decepción creció. Perucho lanzó un "¡oh!" de perpleji­

dad y Lucio miró al centaurito. Pero Emilia los sorprendió conuna respuesta inesperada:

-Podemos fabricar opio con la varita mágica. Tráiganmeun poco de agua.

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El rostro de Perucho se iluminó ante la imprevista gene­rosidad de la gitana. i Iba a ceder uno de los golpes de su vara!¡Milagro puro! Sólo el amor podría explicar aquéllo. "Será quese ha enamorado de Hércules?"

Perucho derramó en la palma de la mano del héroe un

..........~I ~ • , ••

El vizconde camouilado allá iba paso a paso . ..

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poco de agua de su cantimplora, mientras Emilia, con muchossuspiros, abría la canasta en busca de la varita.

-Baje esa mano, Lelé, dijo después al héroe, que teníala mano en forma de concha con el agua adentro. Hércules seagachó a la altura de la ex muñeca. Emilia lanzó un últimosuspiro, de los más prolongados y: "¡Cambia que cambia, cám­biate!" tocó el agua con la varita. Inmediatamente el agua setransformó en un caldo espeso y negro. El vizconde vino aprobar. "¡Sí, es opio legítimo!"

Muy bien. Se había obtenido el opio. Y ahora ¿cómo hacerque el dragón bebiera aquéllo? Emilia le preguntó al vizconde:

-No viste si el dragón tenía cerca un bebedero, como losde las gallinas y pollos?

El vizconde arrugó la frente, procurando recordar.-Creo que tenía. .. Tenía sí, ahora me acuerdo.-Pues entonces vuelve allá y derrama este opio en el agua

del bebedero.Hércules seguía con las manos en forma de vasija, con

aquel caldo negro dentro. ¿De qué manera entregaría eso al viz­conde? Hércules se apocaba por cualquier cosa. Tuvo que mi­rar otra vez a Emilia.

-Pues ponlo en la galerita de él, Lelé.El héroe sonrió. Era todo tan simple para Emilia -y allá

se fué el caldo negro a la galerita del vizconde. La llenó com­pletamente.

-jListo, andando! ordenó Emilia -y el vizconde ca­mouflado allá se fué, paso a paso, sosteniendo con toda aten~

ción las alitas de la galera de miedo a tropezar y derramarlotodo. Volvió al jardín y ...

No reapareció más.Media hora después ya estaban todos nerviosos. ¿Por qué

no volvía el vizconde? ¿Qué le habría acontecido? Las hipótesiseran muchas. "¿Quién sabe si no fué descubierto 'y comido porel dragón?" decía uno. "Puede ser que alguna Hespéride hayavisto el manojo de hojas semoviente y se 10 llevó al palaciocomo una curiosidad de la naturaleza".

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Pasaron dos horas, y nada. Por fin Perucho tomó una re­solución: mandar a Lucio a ver lo qué había.

El pobre Asno de Oro tembló. Los pelos se le pusieron depunta; pero Emilia le explicó que si iba muy cautelosamentey espiaba desde lejos, desde dentro de las ramas, podía ver sinser visto y verificar si el dragón había bebido el agua con el opio.

-¿Cómo puedo saber éso? murmuró el pobre asno, tem­blando todavía.

-Si el dragón está despiert0, es que no bebió. Si está dor­mido, es que bebió. Tan simple ...

y Lucio no tuvo más remediu que ir, pero fué con un malpensamiento en la cabeza: "¿Así que ellos no tienen pena demí? Pues entonces me desligo de la palabra dada -y si en eljardín hay rosas, masticaré las que pueda", y con ese plan alláse fué cautelosamente rumbo al jardín. Todos quedaron espe­rando con la mayor ansiedad.

EL DRAGaN DE CIEN CABEZAS

Media hora después Lucio volvía, paso a paso, con la ca­beza baja y las orejas caídas, como si andando así no lo vieranadie. No habiendo encontrado ninguna rosa, venía a informarsobre la misión.

-Sí, dijo él. Encontré al monstruo durmiendo con todaslas cien cabezas.

Los ojos de Hércules brillaron. Emilia dió una vuelta car­nero y Perucho aplaudió. Todo iba saliendo maravillosamentebien. Con el dragón adormecido por el opio, la hazaña de Hér­cules se transformaba en un juego de niños. Era sólo aproxi­marse del monstruo e ir con la clava aplastando aquellas ca­bezas.

-Sí, lo vi. Una de las patas del dragón estaba apoyadasobre un manojo de hojas secas que debe ser el vizconde. Else aproximó demasiado y ...

Hércules acarició la clava con la mano. Después se levantó

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y dijo: "Voy con Perucho. Los otros que esperen aquí" y se fuécon su oficial. Entraron en el jardín con la pericia con que loSeindios entran en el bosque, sin hacer el menor ruido. Fueronatravesando por entre plantas, en su mayoría desconocidas paralos dos. De pronto, una claridad allá adelante. iEra el palacio­de las Hespérides! Perucho tembló de entusiasmo.

-¡Qué maravilla! exclamó en voz baja. Parece cosa de·sueño ...

y delante del palacio vieron un árbol con frutas amarillas-evidentemente los pomos de oro. Y guardando el árbol estaba.el dragón de cien cabezas .-pero durmiendo, el pobre, con toda.aquella cabecería apoyada en el suelo. Perucho se llenó de va­lor y dijo:

-Déme su clava, Hércules. Yo mismo voy a aplastar por10 menos la mitad de aquellas cabezas.

El héroe se echó a reír. Perucho ni podía levantar la tre­menda clava. Debía pesar unas cuatro arrobas. Pero viendo allfen el suelo un pedazo de palo bastante grande, lo agarró.

-Con esto me arreglaré. El tacape de los indios de mipaís es un palo más o menos así -y allá se fué de tacape en.puño rumbo al dragón adormecido. Caminaba cautelosamente~

pie ante pie, con el tacape levantado. E iba a descargar el pri­mer golpe sobre una de las cabezas, cuando dió con el viz­conde. Exacto como Lucio dijera: estaba prisionero bajo unade las patas del monstruo. Perucho se paró, siempre con el ta­cape levantado. "¿Está vivo, vizconde?" preguntó. "Sí", res­pondió una vacecita comprimida, de marlo aplastado por pata.de dragón. "¿Y aguantará hasta que matemos a este bicho?'"preguntó todavía el chico. "Sí", respondió de nuevo el aplastado.

Perucho se tranquilizó y levantando el tacape lo más que­pudo, lo dejó caer con toda su fuerza sobre la cabezorra nú­mero uno del dragón. ¡Qué dura! Fué lo mismo que darle unpalo a una piedra. Perucho levantó nuevamente el tacape y

dejó caer un segundo golpe con más fuerza todavía -y sequedó allí iparn, parn, parn!, como un martillo sobre un clavo~

Hércules, allí cerca, se reía. Perucho ya estaba sudando y sin..

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fuerzas -y no había conseguido aplastar ni siquiera una delas cien cabezas del monstruo. Paró y miró a Hércules, des-­animado.

-Ahora es cuando veo que esto de ser héroe no es fácil ....

Sus tres hermanas salieron a la ventana . ..

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Estoy que no puedo más conmigo -y tirando el tacape al suelose sentó, jadeante.

Hércules entonces levantó la clava y aplastó de un golpela cabeza número uno, y después la número dos -y todas lasdemás, una por una, hasta" noventa y siete. Cuando sólo falta­ban tres, el dragón se despertó y abrió hacia el héroe tres ho­rribles bocazas rojas, con más dientes que las de los cocodrilos.y atacó. Hércules saltó hacia atrás con la agilidad del tigre,arrastrando consigo a Perucho. i Si no fuera por eso, adiós nietode doña Benita! Sentado allí como estaba y desprevenido, fuéel estirón de Hércules el que lo salvó.

El héroe ya estaba distendiendo el arco. Una flecha partió-y otra -y otra. Las últimas tres cabezas del monstruo se do­blaron y fueron a juntarse a las noventa y siete ya aplastadas.

En ese momento una voz sonó detrás de ellos:-¡Ave, ave, evohé!Era Emilia, que no resistiendo la tentación de ver con

sus ojos la matanza del dragón, abandonara a los compañerosy llegaba sola. Y allí estaba ella trepada en un árbol ...

El grito de Emilia llegó al palacio de las Hespérides. Are­tusa, ocupada en tejer un cinturón para Juno, extrañó aquellos"aves", porque además de sus hermanas sólo habia allí el dra­gón. y como el dragón era mudo como las serpientes -sólosilbaba de vez en cuando, tsi, tsi, tsi, -la joven corrió a ver dequé se trataba.

Encontrándose con el héroe y un chico cerca del dragóninmóvil, evidentemente muerto, Aretusa lanzó el grito de lassirenas:

-¡Humanos! ...Sus tres hermanas acudieron a la ventana -Egle, Hestia

y Eritia, cada cual más hermosa.Emilia, desde lo alto del árbol, le dijo a Hércules:-Ya te han visto, Lelé. Están con los ojos dilatadísimos

mirando para aquí ... y bajó.Nada más tenían que hacer allí. Ahora, al palacio.-¿Y el vizconde? berreó Emilia.

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Sí, el vizconde. Entretenidos en tanta cosa, Hércules y suoficial 10 habían olvidado completamente allá bajo la pata deldragón muerto. La pregunta de Emilia los llamó a la realidad.Perucho fué con ella. Levantó con esfuerzos la pata del mons-

Aretusa llegó con una cesta de naranjas . ..

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truo, mientras Emilia tiraba del marlo. j Qué arrugado estabarLe arrancaron las hojas secas y examinaron su cuerpo. La ba­rriga medio aplastada, la galerita abollada ...

Hércules se dirigió hacia el palacio de las Hespérides. Are­tusa vino a la puerta a recibirlo y con gran espanto del héroe10 reconoció.

-jHeracles! exclamó. No me sorprende tu presencia aquLEl Oráculo de Amón ya la había previsto.

El Oráculo de Amón era. para el norte de Mrica 10 que elOráculo de Delfos siempre fuera para el sur de Europa.

Aretusa hablaba con la mayor gentileza, sin ninguna hos­tilidad en la voz, 10 que .mucho alegró a Perucho, haciéndolepresentir que todo iba a terminar bien. La hermosa hespéride·hizo pasar al héroe y llamó a las otras: "Egle, Hestia,·Eritia,vengan a ver quién está aquí ... "

Perucho se mareó. Nunca supuso que hubiesen criaturastan llenas de belleza -y por primera vez lamentó n<;> ser gran­de, para poder enamorarlas. Hércules hizo las presentac~oIles decostumbre. A Aretusa le pareció que Emilia era muy graciosa,.pero notó que el vizconde olía de una manera extraña ...

-Parece opio ...-jClaro que es opio! exclamó Emilia muy llena de sí. El

llevó caldo de opio en la galera para adormecer al dragón ...-¿Ah, conque fué así? exclamaron las cuatro, aparente­

mente satisfechas de la muerte del dragón -y Aretusa les con­tó la-historia del árbol de los pomos de oro. Juno, al tener no­ticias del árbol maravilloso, mandó allí al dragón de cien ca­bezas para que 10 guardara, pues no quería qut,¡ nadie en elmundo poseyera un sólo pomo. Todos los producidos se guar­daban y le eran enviados .al Olimpo.

-¿Para qué? preguntó Emilia, con su carita de ex muñecainsaciablemente curiosa.

-Para comerlos, respondió Aretusa.-¿De manera que esos pomos son comestibles?-Sí, y deliciosos.-Pero ¿no son de oro?

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-Sólo de color. Se tornan de oro al contacto de ciertasvaritas mágicas.

Pe11,lcho, que había salido del salón, reapareció con dospomos en las manos. y un aire de desencanto en el rostro: "¡Sonnaranjas!" dijo al presentarlos a Hércules.

Hércules mordió uno. Eran efectivamente naranjas.La decepción fué grande. Naranjas, naranjas ... ¿Por qué

,entonces tanto empeño por la posesión de'una fruta que abun­daba en todos los países del Mediterráneo? Hestia explicó que.abundaba ahora; antes no había más que aquel áf'"";ol. Los "po­meros" de los países del Mediterráneo eran productos de lassemillas que Hera había tirado desde allá arriba. El· naranjoinicial, el primero aparecido en el mundo, era aquel del jardínmaravilloso.

-Pero ¿cómo fué entonces que Atlas estuvo aquí y se llevóun pomo de oro macizo, que yo bien vi, porque estuvo en mi.canasta mucho tiempo?

-Porque, a pedido de él, nosotras 10 tocamos con nuestravarita mágica. Atlas es nuestro padre y estuvo aquí justamentedurante el único día en que el dragón se durmió con las cien-cabezas. Cogió un pomo. Se sorprendió lo mismo que vosotrosahora -y entonces, para contentarlo, Aretusa 10 transformóen pomo de oro.

Emilia contó que también poseía una vara mágica, dadapor Medea a cambio de aquel mismo pomo de oro de Atlas.Las Hespérides se mostraron muy admiradas -y Egle declaróque Emilia estaba habilitada para tomarse una pequeña hada.Lo que caracteriza a las hadas es la posesión de la varita má­gica. Emilia se hinchó.

-'Pero la vara de ella sólo contiene diez golpes, dijo Pe­rucho para castigar su orgullo. Tenía cien cuando la recibióce Medea. Pero la muy tonta, con el mayor entusiasmo, se pasóla mañana en el campamento transformando ésto y aquéllo.Consumió casi todos los golpes de la varita ...

Las Hespérides sonreían.

-~­

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LA VUELTA

La estadía de ellos en el palacio de las Hespérides fué uncontinuo deslumbramiento. Banquetes, paseos por el jardínmaravilloso, bailes y música por la noche. Hércules estaba tansatisfecho que ni pensaba en volver. Bien que se pasaría allí elresto de su vida. Quien 10 llamó al orden fué Perucho.

-Esto no deja de ser magnífico, Hércules" pero nosotrostenernos obligaciones. Euristeo 10 está esperando y abuelitaestá ansiosa por nuestro regreso. Este Undécimo Trabajo hallegado prácticamente a su fin. Tenernos que volver ...

Egle, que se había·aproximado a la ventana, lanzó unaexclamación:

-¡Vengan a ver! Un centaurito y un asno ...Hércules explicó la presencia allí de aquellos dos extraños

personajes. Después, con gran dolor de corazón, declaró quetenía que partir. Aretusa vino con una canasta de naranjas-los farnosísirnos pomos de oro.

Perucho peló una y la probó. "¡Mandarinas!" Le dió lamItad a Hércules y se comió la otra.

Las despedidas fueron conmovedoras. A Emilia le regala­ron una porción de cosas bonitas y Perucho salió con la cestade pomos. El que renegaba era Lucio. Su carga ya no era cargade asno, sino de camello ...

La vuelta fué accidentada. Aquellos desiertos de Libiasiempre fueron asolados por gran número de animales feroces,que vivían atacando las aldeas de los beduínos -leones delAtlas (una montaña que tenía el mismo nombre que el gigan­te), chacales, hienas. Hércules los liquidó a todos. Después seembarcaron para hacer la travesía del Mediterráneo y se detu­vieron en la isla de Rodas para descansar. Allí pasó una cosaextraña. Hércules, después de curarse del mareo, salió a pasearcon Perucho por los alrededores del puerto. De pronto, aparece

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frente a ellos un carro de bueyes. El héroe tenía hambre. Sac5del yugo la yunta de bueyes, se comió uno y sacrificó el otroa Palas, su divina protectora. El carretero huyó y desde 10 altode ti.n cerro comenzó a gritar contra el héroe las mayores inju­rias -pero todo quedó como estaba. Cuando Hércules tenía unbuey entero en el estómago, hacía 10 mismo que las boas -nodaba la menor importancia a insultos y provocaciones. Y deesa aventura nació una curiosa costumbre: cuando más tardelos habitantes de Rodas instituyeron sacrificios en honor deHércules, como parte de la ceremonia acostumbraban a inju­riarlo, como había hecho el carretero ...

Prosiguiendo el viaje, el navío fué empujado por un grantemporal lejos de su ruta -y cuando Hércules se dió cuentaestaban más cerca del Cáucaso que de Micenas. ,Todo obra deHera. Furiosa por el nuevo triunfo del héroe en el caso de lasHespérides, la vengativa diosa encomendó a Neptuno aqueltemporal, el más violento que jamás se vió. La nave que lostransportaba naufragó en unos arrecifes del Mar Negro, peroHércules y los chicos fueron salvados por una bandada de del­fines --delfines al servicio de Palas.

Eso fué 10 que sugirió el marlo.-Pero ¿cómo, vizconde, puede Palas tener a su serviCIO

delfines de Neptuno? objetó Emilia. ¿No es Neptuno el quemanda a todos los seres del mar?

-Sí, 10 es, pero no existe gobierno sin oposición. Siempreque un ser marino está descontento con la política del go­bierno oceánico -que es Nep,uno-- se pasa a la oposici6n -quees Palas.

Los únicos desastres del naufragio fueron el remoj6n quese dió el vizconde y el agua que entró en la canasta de Emilia.Ella tuvo que abrirla y exponer al sol todos los objetos, despué-;de bien lavados en agua dulce. Perucho también lavó al viz­conde, que se había quedado con el cuerpo saladísimo -y deese lavado quedó más encharcado aún. MarIo de maíz absorbeagua como una esponja.

-Se va a repetir 10 que pasó en el comienzo de la vida

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del vizconde, observó Emilia. Va a resultar verde de moho ...Perucho no veía ningún mal en ello, ya que su intención,

apenas volviese a la quinta, era entregarlo a tía Anastasia parauna reforma completa de su cuerpo de mazorca. La negraaprovecharía las piernas, los brazos y la galera para un her­moso marlo nuevo -y ellos enterrarían el viejo en un rin­cón de la huerta. Era así como la Medea-Anastasia refor-.maba al vizconde, sin necesidad de hervirlo: "¡él que enmohezcapara ver lo que le pasa!"

Después de restablecerse de aquel nuevo viaje por mar,Hércules tomó en dirección al Cáucaso, que es una famo~a

montaña plantada entre Europa y Asia. ¿Por qué? ¿Por qué envez de ir hacia Micenas se puso en camino al Cáucaso?

Por causa de Prometeo. Desde hacía mucho tiempo andabaHércules con la idea de visitar a este titán de hígados devoradospor los buitres de Zeus, y ¿qué mejor ocasión que aquélla, enque un temporal los había lanzado casi a los pies del Cáucaso?

Cuando Hércules comunicó a los chicos su idea de visitara Prometeo, Perucho y Emilia lo abrazaron conmovidos. Ambosconocían la historia de Prometeo, contada por doña Benita. Elvizconde recordó:

-Prometeo era un titán ...-¿Y qué es titán? interrumpió Emilia.-Los titanes eran ·una raza de gigantes rebeldes, que vi-

vían en continua oposición a ~os dioses supremos.. Llegarona promover una verdadera guerra, con asaltos al Olimpo, lo queobligó a Zeus a llamar para la defensa a todos los elementos desu partido. Vencedor en la lucha, el dios supremo castigó a lostitanes de modos diferentes. Al gigante Atlas, ya conocidonuestro, le puso el cielo sobre las espaldas por toda la eternidad.Y condenó a Prometeo a un suplicio horrible: estar eterna­mente encadenado al Elbrus, que es el pico más alto delCáucaso.

-¿De cuántos metros? eXigió Emilia.-Tiene 5.657 metros, recitó el marlo -y continuo, áes-

pués de gozar la admiración de Hércules:

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-Así es. Zeus lo condenó a quedar eternamente encade­nado a aquel pico, y a ser eternamente picado por un buitre ...

-Ya sé, dijo Perucho. Picado en el hígado. El buitre le

---- ,- ----............ ~....-.--.,.~ ~__ o __~.

-{~"",...... '., ".. ,

.... -'Un gran temporal sacó al navío de su ruta . ..

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come el hígado a Prometeo diariamente, y diariamente el hí­gado renace ...

El vizconde continuó:-Los dioses siempre fueron muy vengativos. De ahí pro­

viene aquella sentencia: "La venganza es el manjar de los dio­ses" - y nadie lo verificó mejor que los titanes. El suplicio dePrometeo es de poner los pelos de punta.

-Pero ¿qué es lo que él prometió? preguntó Emilia.-Prometeo no prometió nada; hizo una cosa más impor-

tante: dió a los hombres el elemento inicial del progreso, quees el fuego.

-¿y dónde fué a encontrar el fuego?-En el cielo. En aquellos tiempos los hombres vivían en

la mayor barbarie en la tierra, lo mismo que los cuadrúpedos.Habitaban en cavernas, comían carne cruda -unos perfectossalvajes. Yeso por que no disponían del fuego. Sin fuego nohay metales y sin metales no hay civilización. El animal-hom­bre estaba impedido de civilizarse por falta de fuego.

-¿y entonces apareció Prometeo y prometió darle el fue­go a los hombres? interrumpió Emilia.

-Espera. Las cosas estaban así cuando vino al mundo eltitán Prometeo, hermano de Atlas. Mostró de inmediato serun verdadero genio creador. Fué quien dió al hombre eso quellamamos "civilización". Fué quien sugirió la construcción denaves en tiempos del cDiluvio, con las cuales la raza humana sesalvó de ahogarse toda. Fué quien enseñó a los hombres lasprimeras artes. Hizo tanta cosa en beneficio de la humanidad,que Zeus se indignó y al final lo castigó de la manera máscruel.

-jPero entonces Zeus es un malvado! berreó Emilia enun súbito acceso de indignación.

-jEmilia, Emilia!... advirtió Perucho. Recuerda queestás en Grecia, con todos los dioses en la vecindad, escuchán­donos talvez ...

Pero la ex muñeca estaba demasiado indignada y cuandoestaba así se olvidaba de todo. Y prosiguió:

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1Sí, malvado, peste! iY sostengo lo que digo en sus mis­mas narices, y él que venga a agarrarme en este Cáucaso paraver lo que pasa! ... El titán no hacía más que bien, enseñandolas artes. ¿Cómo podrían los hombres vivir en la tierra sin lasartes? ¿El arte de hacer pucheros de barro, el arte de cocinar,el arte de construir las casas? ¿Y cómo se iban a arreglar sinfuego? ¿Y ese Zeus lo ata al pobre en el Cáucaso para que unbuitre repugnante esté eternamente devorándole las entrañas?¡Malvado!. .. iPestoso1. ..

Todos estaban asustadísimos, con los ojos vueltos al cielo,esperando los terribles rayos del dios supremo. Perucho corrióhacia la ex muñeca y le tapó la boca con la mano. Pero Hér­cules sonreía de la manera más rara, como si de pronto se hu­biera iluminado. Es que a él siempre le había parecido una graninjusticia divina aquel suplicio a qué se condenó al titán, peronunca había tenido valor para decírselo ni a sí mismo. Nadie,en Grecia, dudaba de los decretos divinos. Nadie dudaba deZeus ni de su alta sabiduría. La adulación era general. Todo elmundo le ofrecía sacrificios en los templos y altares caseros.IY era en un ambiente así, de perpetuo terror pánico y temorde venganzas de dioses tan vengativos, donde Emilia de Ra­bicó, aquella figurita de la quinta de doña Benita, ex muñecade trapo hecha por tía Anastasia, desafiaba al dios de los diosesy le golpeaba las narices con sus umalvado", "peste", "pestoso"y demás! Y finalmente lanzó un grito de rebeldía:

-1Pues vamos a libertar a Prometeo! 1Vamos a matar aese estúpido buitre y desatar al padre del fuego y de todas lasartes!. ..

Palabras tan terribles sonaron dentro de Hércules como lavoz de su propia conciencia, despierta después de un largo pe­ríodo de letargia. Sí. Era ese su pensamiento secreto y nuncasusurrado ni a sí mismo. El sueño inconsciente de Hérculessiempre había sido el libertar a Prometeo. Ese sueño incons­ciente se acababa de hacer consciente gracias a la rebeldía y algrito de guerra de Emilia. Y entonces se dió un hecho asom­broso: Hércules, el terrible e invencible Hércules, el hombre

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más fuerte que el mundo haya producido, lloró. .. Lloró depura emOClOn. Y agarrando a Emilia y besándole la frente,dijo: "Tú eres la propia voz de mi conciencia, criaturita ... "

PROMETED

-La rabia de Zeus contra el titán proviene de varias co­sas, dijo el vizconde. Hubo primero la historia del toro.

-¿Qué toro?-Prometeo había sacrificado a Zeus un toro, pero a Zeus

le extrañó el olor del humo. Mira y descubre todo: el toro noera toro de verdad, sino una armazón de mimbre y paja ...A partir de ese día Prometeo estaba marcado. En seguida vinoesa historia de enseñar las artes a los hombres. ¿Y si después deperfeccionarse grandemente en las artes los hombres se trans­formaran en dioses? A Zeus no le gustó nada" la broma. Final­mente llegó al gran crimen: Prometed robó el fuego del cielopara dárselo a los hombres. Ah, entonces Zeus explotó e inven­tó el increíble suplicio del buitre comiendo el hígado vivo y re­naciente.

-¿Y cuándo fué eso?-Hace miles y miles de años"...-Quiere decir entonces que el pobre Prometeo está allí

hace centenas y centenas de siglos, y no hay nadie que se a.trevaa libertarlo? gritó Emilia roja de cólera. ¿Es necesario, enton­ces, que yo, una pobrecita, me acuerde de hacerlo? ¡Porquería!...

-¿Qué es la porquería? preguntó Perucho.-Los hombres, tonto, ¿no 10 ves? Los hombres que están

usufructuando los beneficios de las artes que les enseñó el titán~

como los asados de carnero y de vaca hechos en el fuego que élles dió, y nadie se acuerda de sacarlo de" allá, de matar aquelestúpido buitre y tirarle las cadenas a Zeus en la nariz.

Perucho la volvió a agarrar y taparle la boca. Estuvo así unosinstantes esperando los rayos del ,Olimpo. Pero nada pasó. Envez de rayos, quien bajó del cielo fué Minervino.

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-¡Viva! ... Pensábamos que se había olvidado de nos·otros, tanto tiempo hace que no aparece ...

-Vine hoy, dijo el mensajero de Palas, para defenderosde varios peligros próximos.

-¿Bajó directamente del Olimpo?

--

lIiiI.::!

Un hombre con las manos atadas a la espalda . ..

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-Sí...-¿No notó si Zeus está con cara así de quien comió y no

le gustó?-Zeus debe estar soñando con Europa, Leda o cualquiera

de sus antiguas novias, porque todavía no se despertó esta ma­ñana. Ciertos sueños hacen que se despierte tarde.

Perucho respiró. Zeus no había oído las ofensas de la mar­quesa de Rabicó ...

Minervino les contó que Palas estaba radiante con el éxitode la aventura de las Hespérides y ahora quería guiarlos poraquellas montañas.

-¿Ella sabe ya que Lelé va a libertar a Prometeo? pre-guntó Emilia.

-Sí, lo sabe.-¿Cómo, si esa idea nació ahorita mismo en su cabeza?-Los dioses adivinan los pensamientos de los mortales.

Palas leyó ese pensamiento en la cabeza de Hércules y memandó a que 10 acompañara.

Emilia le dijo que había visto a Palas en el momento enque bajó para separar a Hércules y Marte, que iban a luchar.

-Sí, Palas bajó, confirmó Minervino. Yo la acompañaba.-¿Y Marte? ¿Cómo está de la herida en su muñeca? quiso

saber Perucho. Qué cosa rara. Un héroe derrotando a un dios,y qué dios, justamente el de la guerra ...

-Nada es imposible para el hombre que tiene a Palas departe suya. Mi diosa es la gran diosa. El que goza de su protec­ción nada tiene que temer, ni aún de Zeus. Palas hace 10 quequiere de Zeus.

Fueron andando en dirección al Cáucaso. Los primeroscontrafuertes de la gran montaña ya estaban cerca. Empezó lasubida. Mientras la marcha era en la planicie, Lucio no protestódemasiado. Se limitaba a lanzar un suspiro de cuando en cuan­do. Pero a la voz de "subir la cuesta" protestó.

-No aguanto más, dijo. Emilia, el vizconde de la Mazor­ca, la canasta llena de naranjas y no sé cuántos regalos, todoencima de mi lomo y todavía cuesta arriba, i ah, no!. .. Tengan

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paciencia. Recuerden que no soy asno de nacimiento, de esosque soportan cargas de ocho arrobas. Soy persona en forma deasno. Mis fuerzas son de persona, no de asno -y tanto lloróque Emilia dividió la carga entre él y Minervino. El mensajerode Palas se dispuso a llevar la mitad de la carga mientras fue­ran cuesta arriba.

Ya estaban en pleno Cáucaso. El pico de Elbruz se veíaa 10 lejos. Allí gemía, aprisionado por gruesas cadenas, el ma­yor benefactor de los hombres. Emilia temblaba de cólera anteesa idea. Sus ojitos telescópicos no se separaban del pico, semi­oculto entre las nubes.

De pronto, después de unas horas más de camino, Emiliadió un berrido:

-¡Estoy viendo! ¡Estoy viendo a un hombre desnudo, conlas manos atadas a la espalda! Rstá medio sentado en una pie­dra, con la cabeza reclinada hacia :!ltrás, como apoyada tambiénen la piedra del picacho. ¡Dios mío! ¡Qué expresión de dolortiene en el rostro!. .. Se percibe que es dolor de híp:ado comido.Pero no veo a ningún buitre. . . Esperen. . . Viene llegando unoenorme. Llegó. Empieza a comer el mismo hígado que comi6ayer y renació por la noche ...

Todos miraban hacia la roca y no veían nada. Emilia erarealmente telescópica. Pero no había ninguna fantasía en aque­lla visión, pues cuando se aproximaron más todos pudieron dis­tinguir la escena por ella descripta. Allá estaba el titán encade­nado a la roca, con el buitre picándole en el hígado. Hasta losgemidos del gran mártir llegaban hasta ellos.

-Hace centenas de años que gime de dolor, dijo el vizcon­de. Hace centenas de años que el buitre le devora el híp:adoy sólo ahora aparece alguien que se propone libertarlo. Es indu­dable que la ingratitud es prápia de los hombres ...

El pequeño vizconde no era todo ciencia sola. Tambiéna veces filosofaba.

Para libertar a Prometeo, Hércules tenía ante todo quedestruir al buitre. ¿Qué buitre era aquél? Ah, un buitre de Zeus,también eterno, pues tenía que estar eternamente devorando

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el hígado eternamente renovado de Prometeo. Y siendo así,¿cómo podía el héroe matar lo que era eterno? Esta observa­ción se le ocurrió a Perucho.

El mensajero de Palas respondió:-Mi diosa ha pensado sobre eso. Hércules debe atacarle

los ojos. No lo matará, ya que es un buitre eterno, pero lo ce­gará para siempre. Y cuando esté ciego no podrá impedir laliberación del titán.

A Emilia no le gustó la idea de Palas.-Se queda ciego pero no saldrá de junto a Prometeo y se­

guirá comiéndole los hígados y picoteando a quien intente apro­ximarse. Los ciegos comen tanto como los que no 10 son, aun­que no vean la comida.

-y los ciegos terminan por afinar tanto los demás senti­dos que finalmente no necesitan ojos, agregó el vizconde. Creoque Emilia tiene razón. Cegar al buitre no adelanta riada.

Minervino se atragantó y comenzó a decir: "Pero Palas ... "Emilia lo interrumpió.

-Sí, Palas, la buena Palas, la gran Palas erró el golpe.No hay quien no yerre alguna vez. No quiero que Lelé se limitea cegar al buitre. Tenemos que hacer que caiga en un lazo,y cuando lo tengamos prisionero vamos a libertar al titán.

A Hércules le pareció excelente la idea de su "dadora"y encargó a Perucho que cazara el buitre. El chico saltó de ale­gría. Eso de trampas y ligas era con él. Sabía cazar toda suertede pájaros. Con tamiz, con lazos, con ligas, con redes y hastacon anzuelo de pescar. Cierta vez, cuando tenía siete años, ha­bía cazado un carancho en el patio con un anzuelo -y se llevóuna buena soba de su madre por causa de eso. Ahora bien, ladiferencia entre los caranchos de la quinta y aquel buitre nuresidía más que en el tamaño. Por lo tanto bastaba que hicierauna armadilla proporcíonal.

Perucho pensó, pensó, pensó y finalmente resolvió seguirel camino más sencillo y rápido: el del anzuelo. ¿Pero dóndeencontrar el anzuelo?

-¿No tendrás, por casualidad, un anzuelo en la canasta,

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Emilia? preguntó nada más que por preguntar -y la respuestaasombró al héroe, que seguía toda la escena:

-Sí, tengo, respondió la ex muñeca.¡y tenía! Entre las muchas menudencias de su canasta

había un anzuelo que la ex muñeca había "encontrado" en elcuarto de Perucho. El chico lCl reconoció inmediatamente.

-¡Este es mi anzuelo de pescar dorados!. .. ¡Tú, Emi­lia! ... pero le perdonó el hurto porque había sido para bien.Ató el anzuelo a un cordel bien fuerte y ...

- ... ¿y carnada? ¿Qué carnada le pongo aquí?Hércules declaró que un hígado de carnero sería muy bue­

no, pero la "dadora" no concordó.-Si ese buitre hace millares de años que come hígado,

juro que está más que harto de hígado, y quiere cualquier cosasiempre que no sea' hígado.

EL BUITRE

Hércules la miró atentamente. ¡Qué claro era aquello! ¡Quéinteligente era cuanto decía la "dadora"!

Perucho cebó el anzuelo con riñón de carnero.¿Y ahora? ¿Quién iba a dejar el anzuelo cebado allí junto

al buitre?¿Quién sino el vizconde? Perucho lo llamó y le dió instruc­

ciones.-Tú irás escalando el pico y allá arriba te arrastras por

detrás de él y dejas el cebo en lugar bien visible. Nosotros nosquedamos aquí, sosteniendo la punta del cordel.

El vizconde suspiró, lo mismo que Lucio, pero fué. Escalóel pico y ya allá arriba se deslizó por detrás del buitre. Pero envez de dejar por allí el cebo, tuvo la bella idea de dejarlo caerjustamente frente al pajarraco. El anzuelo cebado ni lle~ó acaer completamente al suelo. El buitre, requetecansado de tan­to hígado y ansioso de variedad, sintió el olor a riñón y lo caz6en el aire.

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MONTEIRO LoBATO

-jPescado! gritó el vizconde. j Tiren! ...Perucho tiró del cordel, pero con el tirón que dió el buitre

al sentirse pescado, el arrastrado fué Perucho y no él. Y si Hér­cules, con un movimiento rapidísimo no agarrara el cordel, alláhubiera ido Perucho por los aires, llevado por el buitre en vuelo.Imagínense (¡lo que es la imprudencia de los niños!) que él sehabía atado el cordel a la cintura ...

Apenas el héroe aseguró el cordel, la situación cambió porcompleto. El buitre, que iba a comenzar su "vuelo planeado",capotó con el tirón y allá se vino como un paracaidista cuyoparacaídas fallase. Hércules iba recogiendo el cordel como quienrecoge un pez del espacio.

Al tenerlo al alcance de la mano, lo tomó por las patas y losubyugó. iBien que se debatió la monstruosa ave! Pero si ni losmonstruos como el león de Nemea podían con Hércules, ¿quéesperaba aquel pajarraco?

Emilia lo insultó:-Bien se ve que eres un ave sin cerebro. ¿Qué adelantas

debatiéndote así? Calma, estúpido, antes que Lelé pierda lapaciencia y aplaste esa cabeza como hizo con las cien del dra­gón de las Hespérides.

Parece que la amenaza hizo efecto, porque el buitre setranquilizó. Hércules lo ató por las patas a un tronco de árboly dijo: "¡Listo! Podemos ir a desencadenar a Prometeo".

Emilia se puso con los brazos en jarras.-jQué cabeza, Dios mío! ¿Así que te atreves, Lelé, a dejar

a este buitre, con pico más cortante que un alicate, atado nadamás que por las patas? Apenas volvamos la espalda, él "aplicaal cordel la tijera del pico, corta la amarra y sale volando haciaPrometeo para llegar antes que nosotros ...

Hércules se quedó con la boca abierta. "Es verdad ... " ex­clamó con cara de tonto -y se quedó mirando a Emilia, espe­rando la solución. Ernilia ni se agarró la barbilla para pensar.i Era tan simple aquello! ...

-Pues basta cortar las puntas de una de sus alas, comohace tía Anastasia con las gallinas que vuelan mucho ...

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

y así hicieron. Hércules le cortó las puntas de un ala albuitre con la navaja de Emilia, es decir, con el chico de Mice­nas transformado en navaja -y terminó. El buitre estaba in­utilizado. Para probar, 10 soltó. El pobre pajarraco intentóvolar, perdió el equilibrio, dió unos saltitos ridículos y final­mente rodó por la escarpa, debatiéndose.

Bien. Estaban libres del buitre. Ahora sólo faltaba ir a des­atar al héroe, 10 que hizo Hércules en un instante. Eran muysólidas aquellas cadenas, pero ¿de qué valía fuerza de cadenasante Hércules? El las agarró y las hizo pedazos como si fuerande cristal.

iAh, nadie puede describir el suspiro de alivio del titán alverse libertado! Su primer movimiento fué caer en brazos deHércules, llorando -y lloraron los dos. Viendo aquello, Peru­cho, Emilia y el vizconde empezaron a llorar también de lamás pura emoción.

-¡Libre, libre finalmente!... exclamó Prometeo. Libredespués de siglos de tortura por el crimen de haber dado elfuego a los hombres ...

En Micenas, el antipático Euristeo, al recibir de las manosde Hércules la cesta de pomos de las Hespérides puso cara fea.Los palpó, y viendo que eran naranjas, las tiró furiosamenteen la cara del héroe, diciendo: "¡Cómelas!"

Hércules bajó la cabeza y volvió al campamento muy con­fundido, con la cesta de naranjas en la mano. Se las entregóa Emilia.

Perucho supuso que ella las iba a transformar en pomos deoro con un toque de su varita mágica, pero la muy gitana dijoque no.

-¿Para qué? Con el mismo toque puedo, allá en la quinta,transformar en oro naranjas bahianas, que son mucho mayores.No soy tonta de gastar un golpe entero con naranjitas de esetamañito -y comenzó a comerse una. Perucho hizo 10 mismocon las otras. En pocos minutos desaparecían todos los pomostraídos del jardín de las Hespérides ...

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MONTEIRO LOBATO

Perucho preguntó:-¿Y ahora, Hércules? ¿Cuál va a ser su nuevo Trabajo?-No 10 sé aún, respondió el héroe. Eumolpo me dijo que

mandaría un mensajero con la comunicación.Minutos después llegaba el mensajero.-El señor ministro manda decir que Euristeo hubo por

bien ordenar a Hércules que baje a los infiernos y le traiga vivoal perro Cerbero.

El héroe se estremeció. j Cerbero! . .. El monstruoso mastínde tres cabezas y cola de dragón que guardaba la puerta delinfierno para que no entrara allí ningún ser vivo ...

Perucho miró al vizconde y el vizconde miró a Emilia. Elcaso era muy serio. Hasta ese momento habían tenido aventu­ras en este mundo nuestro y común de la superficie del globo.Ahora se iban a aventurar en el Tártaro, en los abismos subte­rráneos donde están los infiernos. ¡Y qué hazaña para Hércu­les: traer vivo al más monstruoso y terrible mastín que hubojamás en el mundo! ...

La cabecita de Emilia comenzó a trabajar en la elaboraciónde un plan.

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XI I

HERCULES y CERBERO

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EL PERRO INFERNAL

Hércules había realizado ya, saliendo plenamente victorioso.once grandes Trabajos. Estaba ahora obligado al último y másdifícil. Tenía que descender al sombrío reino de Hades, que erael dios de los infiernos.

-¿Qué reino es ése? quiso saber Perucho -y el mensajerode Palas explicó:

-Es un reino subterráneo al que van las almas de 103

muertos. A la entrada está Cerbero, el horrible mastín detres cabezas -tres cabezas distintas- y cola de dragón. La mi­sión de Cerbero es impedir que los héroes penetren en los do­minios de Hades. Nada más. Los héroes griegos se atreven a las,mayores locuras, hasta a batirse con los dioses, como es el casode Herades y Ares. Y los dioses, por tanto, tienen que tomarsus precauciones.

Emilia quiso saber cómo era el dios Hades. Minervinocontó:

-Es hermano de Zeus y Poseidón, de Hera y Demeter.Hijo del viejísimo dios Cronos, que es el Tiempo. En el repartodel mundo, le tocó el reino de los infiernos subterráneos, dedonde solamente salió una vez para raptar a Perséfone, la hijade Demeter, con la que se casó.

-Esa es una cosa que no comprendo, dijo Perucho. ¿Cómoes que la hija de una diosa del Olimpo se conforma con aban­donar la belleza del cielo para ir a morar en la fealdad del in­fiemo? Nunca vi tan mal gusto ...

-Es que ella no fué a morar allí por propia voluntad.Hades la raptó -y fué el rapto más célebre del mundo ...

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-Cuente, cuente ...-Aquello todo no pasó de una conspiración. Condolido de

la suerte de su hermano Hades, Zeus consintió en el rapto. ¡Quélinda era Perséfone! Estaba un día jugando en la playa con lashijas de Océano y cogiendo flores en un prado próximo, rosas,bellas violetas, gladiolos. De pronto se encontró con un jacintomaravilloso de brillo y de aroma. No parecía un jacinto común.

-Apuesto a que no era, adivinó Emilia.-En verdad, no era. Aquello fonnaba parte de la cons-

piración. La maravillosa flor había brotado justamente paraatraer a Perséfone hacia el lugar en donde debería abrirse latierra para que por la hendidura saliera Hades con su carrotirado por corceles infernales. Prendida por la cintura, la pobrePerséfone fué arrastrada entre gritos al seno de la tierra.

-¿y su madre Demeter, no hizo nada desde el Olimpo?-Sí. Hizo un barullo enorme, hasta que al final consiguió

un acuerdo: Perséfone pasaría la mitad del año con ella en elOlimpo y la otra mitad en el infierno con Hades.

Perucho trató de imaginarse cómo sería el palacio de Ha.,.des. Como no consiguió fonnarse una idea, consultó a Miner­vino.

-¡Ah! Un palacio severísimo, de columnas de plata, ro­deado de altas rocas. A su frente se extiende la laguna Estigia,de aguas estancadas. Como allí no hay vientos, nunca la agitael menor oleaje. En esa laguna desaguan varios ríos ,que se lan­zan como torrentes de la superficie de la tierra. Para llegar alpalacio es necesario atravesar la laguna. Sólo existe una barca,la del viejo barquero Caronte. Mediante el pago de un óbolo, elsiniestro viejo transporta las sombras de los muertos.

-Ya sé, gritó Emilia. De ahí viene la costumbre de losgriegos de enterrar a sus muertos con una monedita en el pecho.,Era para el pago de Caronte. Ya vimos eso en nuestro primerviaje por esta Grecia.

-Sí. Todos tienen que pagar su pasaje. En el reino deHades hay varias zonas. Para las más sombrías, allá en losabismo::; del Tártaro, van las sombras de los enemigos de los

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Perséfone cogía flores en un prado vecino . ..

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dioses. Los amigos de los dioses quedan en las zonas más agra­dables, en las que en vez de obscuridad reina la penumbra. Sonlos Campos Elíseos.

-y ¿cómo es la corte de ese dios Hades?-A la entrada está el terrible Cerbero, de tres cabczas~

hijo del titán Tifón y de la ninfa Equidana, "ninfa inmortaly perpetuamente libre de envejecimiento". Cerbero deja entrara las sombras, pero no permite que salga ninguna. Despuésestán los tres jueces que juzgan a los muertos y los mandanpara ésta o aquella zona: Radamanto, Minos y Eaco...

Un estremecimiento pasó por el cuerpecito de E~ni1ia

-brrr. .. Se· vió allí, ante los tres severísimos jueces inL~rpe­

lada por ellos con respecto a los insultos que anduvo lanzandocontra Zeus y Hera. .. Minervino. continuó:

-Después de Hades y su esposa Perséfone vienen las dl'd­nidades infernales menores. En primer lugar las Queres y lasMoras, que son genios de la muerte y la venganza; perSiguena todos los culpables, sean hombres o dioses, y no descunsanhasta que los castigan. Las Queres son negras, de dientes blan­quísimos, y con ojos feroces, sanguinolentos, implacables. Selanzan sobre los que caen en las guerras, arrancándoles la~

almas y yéndose con ellas al reino de Hades.-Entonces, ¿andan por la tierra?-Sí. Pero invisibles para los vivos. Son ·las que matan

a los hombres. Andan por la tierra matando gente paraarran­carIe el alma.

-Bueno, entonces eso es lo que en el mundo moderno lla­mamos Parca, observó Perucho. Aquí son perras de caza, ca­zadoras de almas ...

-¿y qué más hay allí? quiso saber Emilia.-Están las Harpías, continuó Minervino. Son aves con c~-

beza de mujer, alas y garras. También andan por el mundocazando gente para abastecer de sombras el reino de Hades.y las Erinias o Euménidas que, de la misma manera que lasHarpías, son demonios de alas y cabeza de serpiente. Tam­bién cazan almas. Vuelan a veces con una tea en el puño y otras

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con un látigo. Su voz es como la de los toros enronquecidos. Pordonde pasan mueren las plantas envenenadas por su alientomortal. Las Erinias cazan las almas de los condenados y sobretodo las de los malos hijos.

y además Minervino contó muchas cosas del reino de Ha­des, dejándolos asustados y con muy poco deseo de acompañara Hércules en su aventura.

El gran héroe estaba sumido e'n profunda meditación.Aquel Trabajo no tenía ninguna semejanza con los anteriores.Lo obligaba a prepararse. Antes de nada debía iniciarse en losUmisterios de Eleusis" a fin de alcanzar la buena voluntad deDemeter, madre de la reina de los infiernos.

-Tenemos que ir a Eleusis, le dijo a Perucho. Y para allásalió la pandilla, lo mismo que había partido para t.antos otroslugares. Hércules ai frente abriendo la marcha. Después, Pe­rucho montado en Medio-y-Medio. Después, el pobre "Luciocon la alforja y Emilia montada de lado, como las amazonasde pollera larga.

Llegados a Eleusis, se presentó una complicación. En losfamosos misterios de Demeter no se podían iniciar los extran­jeros y Hércules lo era. El medio para lograrlo fué hacerse adop­tar por Filio, un amigo suyo residente allí. Después surgió otracomplicación: Hércules estaba manchado por el crimen de lamuerte de los centauros. Tuvo que someterse a una purifica­ción. Sólo después pudo iniciarse y conquistar la~ t)uenas gra­cias de Demeter.

¿Y ahora? ¿Por qué puerta penetrar en el reino de Hades?Había varias. Una era el río Aqueronte, que en vez de salir almar lo hacía en un lago pantanoso de pestilentes exhalaciones,cerca de la ciudad de Efira. Ese lago era una de las puertas delinfierno. Otra boca era una hendidura en el cabo Tenaro, en laLaconia. Hércules eligió esta última.

Bueno. El héroe iba a penetrar en el Hades, pero ¿y suscompañeros? Sería absurdo llevarlos también. Hércules dió susrazones y ordenó que se quedasen por allí a esperarlo~ Peruchorespiró. Si había una cosa en el mundo que no le gustaba hacer

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era aquel viaje al infierno. Pero, con gran sorpresa de todos,Emilia dijo:

-Yo voy también. N o puedo abandonar a Lelé, justa­mente en su aventura más peligrosa. ¿Quién sabe si no va a pre­cisar de mi ayuda allá?

El héroe se conmovió ante aquella prueba de afecto; susojos se humedecieron, y más aún cuando el marlo declaró:"Y yo también. Doña Benita me recomendó que no me apar­tase de Emilia".

Hércules, sin embargo, intentó hacer desistir a los dos pe­queños de un paso tan peligroso. N o lo consiguió. CuandoEmilia se empacaba en una idea, era atroz, no había nada enel mundo que la demoviese.

y Hér~ules, Erhilia y el vizconde descendieron por la hen­didura que daba a los campos fronterizos de la laguna Estigia.Del lado de allá de la laguna se alzaba el palacio de Hades.

EN EL INFIERNO

La primera cosa que Emilia y el vizconde vieron al ponerlos pies en aquella llanura fué una gran cantidad de sombra:;de muertos. Las sombras no tienen miedo a las sombras, perohuyen de quienes no lo son y todas escaparon al ver al héroeacompañado además por dos criaturas vivas. Escaparon, des­apareciendo a lo lejos. Solamente se quedaron dos: la sombrade Meleagro y la de Medusa, degollada por Perseo. Meleagroera amigo, además fué uno de los compañeros de Hércules enla expedición de los argonautas; pero la Medusa era la Medusay el héroe armó su dardo para combatirla. Una voz le advirtió:

-¿No ves que es una sombra, Heracles?Era la voz de Minervino. Sin que ellos lo viesen, el men­

sajero de Palas había descendido también al Hades. Hérculesbajó su arma, confundido. Después siguió rumbo a la barca deCaronte. Tenían que atravesar la laguna Estigia. Surgió una

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Después de la laguna se elevaba el palacio de Hades...

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complicación. El viejo Caronte solamente transportaba som­bras, pero no vivos. Se negó, pues, a recibirlos en su barca.

-Pero nosotros traemos nuestros óbolos, intervino Emilia.Caronte bajó la mirada hacia aquella muestrita de gente

y hasta se asustó; y más aún cuando descubrió al marlo congalera. Con galera y parlante, pues el vizconde también medió.

-Soy el escudero de este gran héroe y aconsejo al viejoCaronte que no nos estorbe. Mi amo cumplió bien los más temi­bles encargos del rey Euristeo y no será un viejo como ustedquien le corte el camino.

El espanto de Caronte no tenía límites. Hércules, que es­taba dispuesto a proceder con prudencia, se dirigió a Emilia:"¿Qué hacemos, dadora?"

Emilia aplicó el "figúrate".-Figúrate que somos sombras -y no bien dijo esto el

rostro de Caronte cambió. Los miró otra vez con la mayor aten­ción y por fin dijo:

-Perdónenme. Me pareció al principio que eran seresvivos y ahora veo que son sombras -y extendió la mano pararecibir los óbolos. Hércules no se acordaba de ese detalle y nohabía llevado ningún dinero. Ni Emilia ni el vizconde. El que·salvó la situación fué Minervino. Sacó de su bolsa cuatro óbolosy se los presentó al viejo. Emilia intervino:

-Esperen. Son tres óbolos nada más. El vizconde no paga,porque no es gente.

Caronte no comprendió, pero Emilia le explicó tan bien la"marleria" del vizconde, que se dió por convencido. "Está bien,tres óbolos" y recibió el dinero de manos del mensajero dePalas. Emilia se guardó el cuarto en el bolsillo para su pequeñomuseo.

La barca de Caronte atravesó la laguna. Todos saltaron alotro lado. Comenzaba allí la mansión de Hades. Detrás del pa­lacio quedaba la puerta del infierno, con el can de tres cabezasde guardia. Era un inmenso patio lleno de sombras y algunosvivos que de un modo u otro habían atravesado la laguna yes­taban allí prisioneros.

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-Mira quien está allí. .. gritó Emilia. Era Teseo.Pero encadenado como el titán en el Cáucaso. Hércules se

dirigió al gran héroe y le preguntó cómo había llegado a pararallí. Teseo contó su extraña aventura. El y Pirito, su compañe­ro, habían imaginado la más tremenda de las hazañas: descen­der al Hades para raptar a Helena y también a Perséfone, la es­posa de Hades.

Emilia se estremeció al oír tal confesión. j Qué locura! Vayaque Pirito pensase en raptar a Helena, pero el atrevimiento deTeseo con su idea de raptar a la propia esposa del dios de losinfiernos era algo inconcebible.

-Con esa intención vinimos, contó T eseo. Engañamos a·Caronte, atravesamos la Estigia. Llegamos a entrar en el pala­cio de Hades, el cual nos recibió muy bien, pero sólo en apa­riencia. Me mandó sentar en cierta silla. Sin desconfiar de nada,me senté e inmediatamente sentí mis carnes adheridas a aquelasiento, debajo del cual salieron serpientes que se enlazarona mi cuerpo. Aun así conseguí escapar. Pero fuí agarrado y en­cadenado aquí a esta piedra ...

Hércules no respetaba cadenas de bronce. Hizo con las quesujetaban al héroe de Atica 10 mismo que había hecho conlas del titán del Cáucaso: las destrozó de un violentísimo tirón.El gran Teseo estaba en libertad.

-Gracias, Heracles. Vamos ahora a libertar a mi com­pañero.

Pero a la voz de libertar a Pirito todo cambió. La tierratembló como bajo un violento terremoto. Era señal de que losaltísimos dioses se oponían a la libertad del audaz que habíapensado en el rapto de Perséfone.

-No conviene insistir, Heracles, cuchicheó Minervino aloído del héroe. El crimen de Pirito es grande y de esos que losdioses supremos no perdonan nunca -y Hércules desistió desu idea. Allí dejó a Pirito entregado a su suerte infeliz.

.Pero si Hércules no salvó a Pirito, salvó en cambio a As­cofalo, el cual estaba con una gran piedra encima de su pobrecuerpo.

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-¿Quién es ese Ascofalo? preguntó Emilia.El mensajero de Palas respondió en voz baja:-Una víctima de Perséfone. Fué el único testigo que l?

vió comer los siete granos de la granada ...Emilia se quedó en la misma ignorancia. Minervino le pro

metió contarle más tarde la historia de la granada.El pobre Hércules tenía un gran corazón. Los horrores que

vió allí 10 conmovieron. Entre otras cosas, sombras de difuntosque estaban esperando tumo para pasar las puertas y se retor­cían en los horrores de la sed. Tanta agua alrededor y las som­bras se morían de sed.

-¿Por qué no beben el agua de la Estigia? preguntó Emi­lia, y Minervino le contestó que era aún más salada que ladel mar.

Hércules, compadecido, tuvo una idea feliz. Degolló a unode los bueyes del rebaño de Hades, que por allí pastaban, y dióde beber su sangre a las sombras sedientas. El rebaño, sin em­bargo, era guardado por el pastor Menetes, el que acudió endefensa del buey capturado, con palabras de desafío para el hé­roe. Hércules lo agarró por la cintura y 10 apretó, quebrándolevarias costillas. En aquel momento se oyó un grito. Era Persé­fone. Había presenciado la escena y corría a salvar al pastor.Le pidió a Hércules que lo soltase. Hércules accedió.

-Diosa, le dijo, no he venido aquí para robar, sino paraconferenciar con tu esposo divino.

-Acompáñame, le dijo Perséfone, y lo introdujo e la pre­sencia de su esposo. Minervino, Emilia y el vizconde siguierondetrás como tres garrapatas.

Hades estaba en el trono. Un dios sombrío, solitario, si­niestro, cuyo nombre los griegos preferían no pronunciar. To­das las cosas a él asociadas eran terribles y tétricas. No habíanada en su reino que recordase las amenidades del Olimpo.

Hércules se adelantó y dijo: .-Divinidad, estoy aquí por orden de Euristeo, para llevar

vivo a Mecenas al perro Cerbero.Hades sonrió -¡y qué impresionante sonrisa! Era la son-

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Sombras de difuntos sufrían los horrores de la sed ...

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risa de un dios que conoce su casi omnipotencia. Perséfone asu lado, majestuosamente bella, clavaba los ojos en la titánicafigura del famoso héroe. Conocía toda su historia y en susmúsculos sentía la fuerza de Zeus, cuya sangre corría por lasvenas de Hércules.

Después de aquella pavorosa sonrisa de Hades y de unapausa de varios segundos, la pausa más siniestra que imaginar­se puede, el dios de los infiernos dijo:

-Cumple la orden de tu rey. Llévate a Cerbero, pero noconsentiré que 10 ataques con ningún arma.

I;Iades tenía la más absoluta certeza de que, cuerpo a cuer­po, sin uso de arma ninguna, Hércules, o cualquier otro héroe,jamás conseguiría apoderarse del guardián del infierno. Y sile dió su licencia para llevarse a Cerbero, fué en la convicciónde que el héroe terminaría entre los dientes del mastín. Su son­risa era un anticipo del gozo que le produciría el trágico finalde una criatura considerada invencible.

-Puedes ir.Así dió por terminada la audiencia. Hércules hizo una

reverencia para retirarse. Perséfone 10 detuvo.-¿Quiénes son esas figuritas que te acompañan? le pre­

guntó con la mirada puesta en Emilia y el vizconde.Hércules hizo la presentación de su escudero y su dadora

de ideas.-¿Dadora? repitió Perséfone, que por primera vez oía se­

mejante palabra.-Sí, respondió Hércules respetuosamente. Emilia me pro­

vee de ideas en los momentos más graves. Su inteligencia measombra -y a pedido de la diosa contó dos o tres anécdotas dela criaturita.

Perséfone tomó un aire compasivo. "Ya estuvo demente.Se dijo que había sanado. Veo ahora que la locura de estehéroe es de las incurables ... " fué el pensamiento de la diosa.

Hércules se retiró acompañado de las garrapatas. Se dirigióa la puerta del infierno.

-jAllí está él!. .. gritó Emilia.

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¡Era Cerbero! . .. ¡El horrible mastín de tres cabezas! ...

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El, sí, Cerbero... Allí estaba en la puerta de la mansiónde las sombras el horrendo mastín de las tres cabezas. Era biencierto 10 que decían: tres cabezas distintas, cuerpo de mastíny cola de dragón.

Cumpliendo las exigencias del dios, Hércules abandonólas armas que llevaba, incluso la piel de león. Como la usabaa modo de escudo, lealmente la consideró como arma.

Pero la dadora se interpuso.-jEso no, Lelé! Hades habló de armas y no de piel.-Pero esta piel ha sido mi escudo, ya que es invulnerable.-Eso 10 sabemos nosotros y nadie más. Y como nadie sabe

que esa piel es el mejor de los escudos, mi consejo es que no laabandones.

Hércules, indeciso, miró al vizconde y al mensajero dePalas. Ambos fueron de la misma opinión. Tres votos contrauno. Hércules, que ya había dejado la piel, se la ciñó de nuevo-¡yeso fué 10 que 10 salvó!

Emilia se quedó con el corazón detenido, el aliento en sus­penso, cuando el héroe se dirigió hacia Cerbero con el mismopaso firme con que se dirigiera hacia el toro de Creta. Allí ha­bía impavidez. Allí había valor.

Al verlo avanzar, Cerbero pestañeó tres veces con sus seisojos, pues jamás en su vida aconteciera cosa semejante: unhombre desarmado avanzar contra él. Pero su vacilación fuébreve. Sus ojos lanzaron llamas, sus dientes se abrieron y Cer­bero se tiró contra el héroe con el ímpetu de los mastínes quesaben que son invencibles.

El héroe se desvió de un salto y lo agarró por dos pescue­zos, un brazo alrededor de cada uno. Pero el tercer pescuezo deCerbero no encontró brazo que lo agarrara. .. y con aquellacabeza libre el 'perrazo atacó. Lanzó una dentellada contra elhombro del héroe y lo habría muerto si la piel no hubiera sidoinvulnerable. Contra ella se quebraron la mitad de los dientesde la boca atacante. ¡Qué tremenda lucha fué aquélla! La in­tención de Hércules era una sola: matar una de las cabezasagarradas para libertar un brazo y con ese brazo apretar el

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pescuezo de la otra cabeza atacante. El héroe tenía ordende llevar a Micenas el can vivo, pero Euristeo no había dichonada respecto a llevarlo con las tres cabezas vivas. En un gigan­tesco esfuerzo Hércules torció uno de los pescuezos agarrados;después que vió la cabeza muerta, con los ojos desorbitadosy la lengua colgando, desembarazó su brazo y cogió el pescuezode la cabeza libre.

Estaba terminada la lucha. Cerbero ablandó el cuerpo.Su cola de dragón quedó aplastada en tierra.

Minervino, que había ido hasta allí por orden de Palasy todo lo tenía previsto, se aproximó con una cuerda arregladaen forma de bozal. Hércules la puso en uno de los hocicos delmastín; luego le puso otro bozal en el otro hocico. La terceracabeza no necesitaba aquel cuidado: estaba muerta.

Terminado. Sólo quedaba I conducir, hasta Micenas aquelcuerpo más muerto que vivo -y para allí salió Hércules conél a cuestas.

Cuando Hades vió al héroe pasar frente a la puerta de supalacio arrastrando a Cerbero tras él, casi murió de rabia. Ibaa lanzar contra él a las furias, pero Perséfone lo detuvo.

-La palabra de un dios no vuelve atrás, dijo la majes~

tuosa diosa. Fuí testigo de que lo autorizaste a capturar aCerbero si lo atacaba sin armas, y Herades no ha usado nin­gún arma.

Hades se recuperó y regresó a su trono, remordiéndose deodio y de impotencia. Estaba preso a' su propia palabra.

Cuando Caronte vió reaparecer al héroe con el perro arastras, seguido de nuestros garrapatas, sufrió un colapso. Cayósin sentido al fondo de su barca. Minervino tomó el remo ehizo la travesía. Minutos después estaban todos en la superfi­cie de la tierra, donde se juntaron a sus compañeros.

Perucho abrió los ojos con el mayor asombro. Después sequedó bizco. El, un pequeño héroe de tanto futuro, había ma­logrado su carrera. Un momento de miedo le había hecho per­manecer en la superficie de la tierra, mientras Emilia y el viz­conde se atrevían a penetrar en la mansión de Hades ...

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-¿Y entonces, Emilia? preguntó muy corrido -y ella,dándose una gran importancia:

-Pues sí. Fuimos allá y salvamos a Teseo, conversamoscon Hades y Perséfone y vencimos a Cerbero. Nuestra aven­tura va a ser la más famosa de todas en los anales del mundo.

-Yo. .. yo ... , trató Perucho de disculparse.-Usted aflojó, Perucho, y va a quedar mal con la pandilla

por toda la vida. Tuvo ocasión de hacer una cosa que ningúnniño moderno hizo ni hará jamás, y la perdió. Ahora, a llorara la cama.

Perucho no se contuvo y lloró allí mismo. "Yo no soy unhéroe", era 10 que pensaba.

-y ahora, Lelé, preguntó Emilia ¿vas a llevar ese mons­truo a cuestas hasta Micenas? Bobalicón. ¿Por qué no 10 ata­mospor el bozal y 10 tiramos con una cuerda?

Hércules vió que era ·10' más acertado. Largó a Cerberoen el suelo. Estaba vivo, pero con el cuerpo blando como los bo­xeadores nocau. Minervino consiguió más cuerda y haciendodos collares los pasó por los dos pescuezos. El tercero quedósin collar porque pertenecía a la cabeza muerta.

-Yo tiro, propuso Perucho, y fué su único consuelo enaquel Trabajo de Hércules: arrastrar por la cuerda al mons­truoso mastín derrotado ...

Emilia sólo se pudo traer del infierno un recuerdo: variosdientes de Cerbero, de los que este perdió al morder inútil­mente la piel invulnerable. De pronto se acordó de la referen~

cia de Minervino a los granos de granada.-Minervino, cuéntanos la historia de los granos de la

granada.El mensajero de Palas carraspeó y comenzó:-Eso está ligado con el rapto de Perséfone, que fué tal

vez el más sensacional de todos los dramas del Olimpo. Ladesesperación de Demeter al enterarse de la tragedia de su hijafué inmensa. Después sintió un gran odio, y convencida de queel rapto de Perséfone era consecuencia de una conspiracipn deZeus y otros dioses altísimos, se fué del Olimpo para Eleusis y

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

concibió una terrible venganza. Como era diosa de las cose­chas, impediría que los cereales brotasen en la tierra. Y congrandes sequías destruiría todos los rebaños. Imposibilitada dealimentarse, la humanidad entera moriría y los señores diosesse quedarían sin nadie que los adorase sobre la tierra.

Zeus se inquietó. Era indispensable calmar a Demeterpara evitar la estúpida situación de una corte de dioses sin na­die .para adularlos. Y mandó como ángel de paz a su divinamensajera Iris, de alas de oro. Nada logró Iris. Zeus insistió.Estimuló a todos los dioses para que enviasen a Demeter losmás ricos presentes y le ofrecíeran todas las honras imagina...bIes; pero Demeter permaneció insensible, pensando tan sóloen su hija raptada.

Viendo que todo era inútil, Zeus conferenció con su her­mano Hades y le indujo a devolver Perséfone, pues de lo con­trario la raza humana se extinguiría.

Hades meditó unos instantes. Después se declaró de acuer­do con Zeus. Sí, devolvería a Perséfone a su inconsolable ma­dre. Antes de eso, sin embargo, llevó a su esposa a un rincóndel jardín y le ofreció una granada partida. Perséfone, sin des­confiar, mordió siete de aquellos hermosos granos color de rosay traslúcidos.

La alegría de Demeter cuando Perséfone se presentó enEleusis fué inmensa. La abrazó y la besó. "Ahora vas a que­darte conmigo para siempre y serás honrada por todos los in­mortales", dijo la buena madre. "Pero -agregó- si por acasocomiste de la granada que crece en el jardín que hay en elreino de Hades, tendrás que volver allá durante seis mesesdel año".

Perséfone se acordó de los siete granos de granada quehabía mordido. Demeter vió que estaba condenada a tener asu hija solamente durante un semestre cada año. En aquelmomento apareció Rea, otra mensajera: "Ven, buena madre,Zeus te invita a regresar al Olimpo, en donde tendrás todocuanto exijas. Y dice también que ha decretado una reduccióndel plazo que Perséfone deberá pasar cada año con el sombríoHades. En vez de seis meses, serán apenas tres."

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MONTEIRO LOBATO

Demeter aceptó el compromiso e inmediatamente, latierra entera y los campos requemados por la sequía empeza­ron a revivir. Un rebrote verde esmeraldino 10 invadió todo,y las cosechas surgieron con abundancia inigualable. Los hom­bres se habían salvado. Había cesado la insurrección deDemeter.

Tales cosas iba contando el mensajero de Palas duranteel viaje de regreso. La cabeza de fila esta vez era Perucho.Allá iba encaramado sobre el centauro y conduciendo a Cer­bero de la cuerda. j Pobre Cerbero! Marchaba en la mayor delas humildades, mustio como un higo seco. Y si no llevaba elrabo entre las piernas como los cachorros apaleados era sola­mente por un motivo: porque aquella cola de dragón no lecabía entre las piernas. j Tan terrible y famoso como había sidoy ahora allí, con la cabeza muerta colgando y las otras, casíarrastradas por el suelo! Habían desaparecido su prestigio te­rrible y su arrogancia de guardián de los infiernos. Parecía untriste oso de feria llevado de la nariz por su conductor.

Medio-y-Medio iba de conversación con Perucho.-Quisiera saber la suerte que el rey de Mecenas tiene re­

servada a este pobre bicho ...-Su destino está en la fosa, respondió Perucho. La ca­

beza muerta empezará pronto a descomponerse y entoncesadiós Cerbero. Le vendrá un envenenamiento de la sangre.

El asunto que se trataba encima de Lucio era el mismo.El vizconde iba diciendo:

-Esta manía helénica de dotar de varias cabezas a cier­tas criaturas concluirá probando una cosa: que más vale unabuena cabeza que tres, nueve o cien. Con una sola cabeza, Hér­cules dió cuenta de la hidra de Lema que tenía nueve; destruyóal pastor de Gerión que tenía dos; liquidó al' dragón de lasHespérides que tenía cien y derrengó a este Cerbero que teníatres. El número de cabezas no quiere decir nada. Todo está entener una buena cabeza. Una sola, pero buena.

Emi1ia observó:

-Pero es bueno que haya en el mundo gentes de más ca-

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LAS DOCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

bezas O de muchas cabezas. Si todos los monstruos que Lelédestruyó hubieran tenido una sola cabeza, su fama sería me­nor. Y si el joven Lucio tuviese buena cabeza no me estaríaahora regalando con esta excelente cabalgadura.

-¿Por qué? preguntó el Asno de Oro.-Porque si usted tuviese una buena cabeza no habría ido

a restregarse con la pomada equivocada en el laboratorio dela hechicera. Un tonto que se quiere poner pomada de lechuzay se pone pomada de asno, está claro que no tiene buenacabeza.

Lucio bajó las orejas.H~rcules, allá atrás, meditabundo como siempre, pensaba,

pensaba. Hércules pensaba con mucho esfuerzo. Pensar paraél era puro Trabajo de Hércules. De ahí su inmensa admira­ción por los chicos, para los cuales el pensamiento no era másque una diversión.

LA SORPRESA DEL REY

Perucho se volvió hacia Hércules y le gritó:-Amigo, me anda una idea por la cabeza: entrar todos

juntos en Micenas, así en procesión ...-¿Por qué? preguntó el héroe desde atrás.-Como despedida. Tengo el pálpito de que Euristeo no

"nos" va a dar ningún otro Trabajo.Hércules sonrió.-Usted no 10 conoce, oficial. Ya me impuso Doce Tra­

bajos y me impondrá otros y otros, siempre con la esperanzade que un día fracase. El no tiene la culpa. No pasa de ser uninstrumento de Hera.

-No tendrá culpa, pero podría ser un poquito más deli­cado, Lelé, dijo Emilia. El modo de tratarte, dándose impor­tancia como si tuviera el Olimpo en la barriga, me va dandorabia.

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MONTEIRO LoBATO

Una idea pasó por la cabeza de Emilia: vengarse de Euris­teo -y de inmediato se le ocurrió el medio.

-Oyeme una cosa: Lelé ¿por qué no entramos todos jun­tos en el palacio de Euristeo? Ando con ganas de conocer aque­llo por dentro.

Era mentira. No tenía ganas de conocer nada, sino de"decir una buena" en los morros de la "antipatía".

Hércules objetó, halló inconvenientes a la entrada en grupoen la sala de audiencias del rey, pero Emilia insistió; destruíapor completo las objeciones del héroe con sus argumentos in­contestables. Hércules cedió.

-Pues sea así. Entraremos todos en el palacio de Euristeo.Llegados a Micenas, no se dirigieron al "camping" como

de costumbre, sino que fueron entrando en la ciudad con lamayor falta de ceremonias. El hecho de transitar con Cerberopor la calles -¡Cerbero, Cerbero, CERBEROf- el tremendísimoy terribilísimo monstruo, les parecía la cosa más natural delmundo. Y para mayor asombro de las gentes; iba Cerbero-nada menos que el tremendo CERBERO- arrastrado de lospescuezos por una cuerda. ¿Y quién tiraba de él? Pues unniño ... Aquello era hasta una profanación -un verdadero fi­nal de la Grecia Heroica.

Comenzó a juntarse la multitud. Todo el mundo acudíaa las ventanas y puertas para ver pasar el cortejo. Se llenaronlas calles. Formóse en seguida el clásico "acompañamiento deprocesión". Centenares de criaturas que no tenían qué hacery toda la muchachada formaron un cortejo detrás de ellos.

De pronto, gritó una voz entre la multitud:-¡Es ella! ¡Es ella! La hechicerita que convirtió a nues­

tros hijos en cosas. Tenemos que agarrarla y entregarla a lajusticia. "

Emilia tembló encima de Lucio, pero reaccionó de inme­diato y, volviéndose hacia Hércules, que venía detrás, le gritócon voz resentida:

-Lelé, oye ahí a un cara de lechuza que me está ame­nazando ...

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LAS DOCE HAzAÑAS DE HÉRCULES

Hércules arrugó la frente y miró hacia la multitud de don­de había salido la voz. Esta enmudeció. La mirada de Hérculesse parecía a la.de Medusa. Petrificaba a las personas -demiedo.

Llegaron frente al palacio de Euristeo y fueron entrando.Los guardas, asustadísimos ante la presencia de Cerbero, arro­jaban las armas y desaparecían. El grupo fué avanzando, atra­vesando corredores y salas, hasta el salón de audiencias. Alláestaba Euristeo en el trono, con Eumolpo, el chismoso, a sulado. Al ver aparecer. aquel monstruo de tres cabezas, llevadode una cuerda por un niño cabalgando en un centauro, des­pués un asno con una hechicerita encima y además un marlocon galera, y al final el invencible Hércules, Euristeo se des­mayó. La escena fué demasiado imprevista y demasiado fuertepara sus reales nervios. Eumolpo, temblando de miedo, abani­caba a su amo y le salpicaba agua en el rostro.

El desmayo de Euristeo fué corto. Sus ojos se abrieron. En­tonces, Emilia, que tenía el discurso preparado, le sacudió:

-Señor rey, aquí estamos de nuevo y para siempre. Bastade Trabajos. No somos esclavos, y Lelé es más que un héroe,es un semidíos, mayor 'y mejor que muchos de los dioses delOlimpo. Tiene un valor que sólo yo lo sé. Por eso no quieroque continue ejecutando trabajos peligrosísimos, inventadospor ese pícaro que ahí está todo tiembla que tiembla. No quieroy no quiero, ¿oyes? Doce Trabajos ya. Buena cuenta. Ademásque doña Benita está ansiando nuestro regreso. El gran He­racIes viene a comunicar al pequeño Euristeo que va a soltaren este salón el bicho que se le encomendó capturar y va apartir para lejanas tierras. He dicho.

El discurso de Emilia acható a Euristeo como si fuera lasuela de un zapato sobre un gusano. El pobre rey volvió la mi­rada hacia Eumolpo, como pidiéndole socorro, pero Eumolpohabía perdido hasta la voz, de miedo.

Entonces Perucho soltó a Cerbero en la sala y clavó laespuela a Medio-y-Medio, en señal de retirada. El Asno deOro giró las patas y Emilia, por añadidura, sacó un palmo de

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lengua delante del aterrado soberano. Hércules giró sobre sustalones y también se fué. En la sala del trono solamente que­daron tres: Cerbero, que miraba a aquellos dos hombres conexpresión de quien ya no entiende nada de este mundo, yEuristeo y Eumolpo agarrados el uno al otro' por miedo almonstruo.

Pero cuando el cortejo llegó a la calle se tropezó con ungrupo de autoridades locales. La de más categoría de todas de­tuvo al asno y dijo señalando a Emilia:

-¡En nombre de la ley, está presa!-¿Por qué?-Por crimen de hechichería. Su proceso está concIuído.

,En día de este año, allá en la orilla del río, la acusada convirtióen objetos de uso casero a diecinueve chicos de esta ciudad.

Hércules que se había aproximado para ver qué pasaba,quiso hacer a la justicia lo que hacía a los monstruos. Pero elvizconde se irguió sobre la alforja y habló:

-¡Nada de violencias, Hércules! Si hasta los dioses delOlimpo terminan sus disputas medi.ante acuerdos, ¿por qué nohemos de hacer lo mismo los mortales? En mi calidad de abo­gado y defensor perpetuo de Emilia, la marquesa de Rabicó,propongo el archívese del proceso a cambio del desencanta­miento de los diecinueve chicos de Micenas.

N adie entendió. Los jueces y ujieres se miraron entre sícon caras tontas. El vizconde explicó:

-Sí. Del mismo modo que la acusada convirtió a los chi­cos en objetos, puede ahora convertir a los objetos en chicos,devolviéndoles su forma primitiva.

Los jueces y ujieres se miraron entre sí de nuevo y comoentre la multitud estuvieran los padres y madres de losdieci~ueve chicos, se levantó una gran gritería:

-¡Sí, sí!. " ¡Qué vuelva a su forma a nuestros hijos y sevaya de estos parajes.

La decisión del proceso estaba dada por el pueblo. Con larestitución de los chicos a su forma primitiva, quedaba 10 dichopor no dicho.

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..¿Y si el chico apareciera sin una oreJoa o la o ...narIz!'

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Emilia arrugó la frente. Después sonrió. Con increíble ra­pidez había formulado y resuelto un problema. ¿Qué problema?Este: "¿be qué modo una varita mágica, a la que sólo le que­dan diez golpes, puede volver a su forma a diecinueve chicosconvertidos en objetos?" Sí, porque si había gastado diecinueveencantamientos para convertirlos, debería ahora gastar otrostantos encantamientos para volverlos a su forma.

Este es el problema. Ahora la solución: "Poner en fila enel suelo a los diecinueve objetos, uno junto al otro, como lasteclas en el teclado .de un piano; y después, con la punta de lavarita, hacer una escala corrida como hacen ciertos pianistas-rrrrrrrr. .. De esa manera con un mismo toque de la varitadesencantaría a los diecinueve chiquillos. Gastaría, pues, unsolo golpe de la varita.

La solución teórica del problema era esta. Quedaba porsaber si la experiencia lo confirmaría.o Todo lo pensó y resolvió Emilia en medio segundo. Supensamiento era un relámpago.

Tomando entonces la palabra, dijo:-Señores, me dispongo a hacer aquí mismo, en la plaza

de este palacio, lo que el vizconde de Sabugosa propone y lospadres de los niños desean. La varita mágica de Medea está enaquella canasta.

Perucho bajó la canasta. Emilia la abrió, sacó la varita y

en seguida, con mucho dolor de corazón, fué sacando losdiecinueve objetos obtenidos con las diecinueve pasadas -elcortaplumas, la tijerita, el cuchillo de punta, el carrete de espa­radrapo. .. Al sacar el carrete, Emilia pensó: "He usado untrozo. ¿Será cosa de que el chico aparezca sin una oreja o sinnariz?" Después de sacarlos todos, los colocó en el suelo de lacalle en forma de teclado de piano, uno junto al otro. Quedabatan sólo pasar por encima de ellos la punta de lavarita.

Pero Emilia, como no estaba segura que su procedimientode "escala corrida" diera resultado, pensó por anticipado, comohacen ciertos jugadores de ajedrez, y tomó ciertas disposicio­nes que nadie por el momento comprendió.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Perucho, dijo, sube en Medio-y-Medio y quédate enél bien finne. Lucio, quédate aquí bien cerca de mí. Y usted.vizconde, suba ya.

Finalmente, volviéndose a Hércules:-Levántame en tus brazos, Lelé. Tengo algo especIal que

decirte al oído.El héroe la levantó. Lo especial que Emilia quería decir era

10 siguiente: "Vaya dar un toque en "escala corrida" sobre eseteclado de objetos, pero no puedo garantizar que la idea c1ébuen resultado. Si 10 da, bien: reaparecerán los niños, y todoestará concluído. Si. no lo da, tendré que desencantarlos unopor uno, cada cual con un toque de la varita. Ahora bien. lavarita sólo da para diez toques. Quedarán, pues, nueve chicossin desencantar. ¿Y qué hago? La justicia de aquí me a .....array me condena de inmediato. Estoy tomando mis precaucionesestratégicas generales. Corro la varita. ¿Resulta? Mejor quemejor. ¿No resulta? Entonces tu te lías a golpes con esta gente,"desparramas" los jueces y sherifes mientras nosotros nos mar­chamos a toda carrera al campamento. Allá 10 empaquetaMoStodo al galope, olisqueamos el polvo de pirlimpimpín, y ¡adiósHélade! Si eso aconteciera, es posible que no nos veamos mfi~.

Lelé, y me quiero despedir aquí mismo. Dejame ahora en elsuelo". Dijo y le dió un beso en la cara.

El héroe, profundamente conmovido, la dejó en el suel0.Emilia se volvió al sitio en donde estaban los objetos alineadosen fonna de teclado. Tomó la varita y dijo:

-jAtención! Voy a correr la varita sobre estos diecinueueobjetos para que reaparezcan los diecinueve niños. Su apariciónse producirá cinco segundos después dé ser tocados.

La expertísima criatura sabía muy bien que tanto el en­canto como el desencanto se producían instantáneamente. n("'''(")inventó la historia de los cinco segundos para ganar tiempo. Sila cosa fallaba, mientras los micenianos esperaban los cinco se­gundos ellos se ponían en polvorosa, y pronto.

Emilia miró hacia sus compañeros para ver si estaban c1ü~­

puestos, y solamente entonces arriesgó la escala -rrrrrrrrr ...

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cada r correspondiendo a uno de los objetos. Todo ocurrió muyconforme a la teoría: los diecinueve objetos. se convirtieroninstantáneamente en diecinueve muchachos.

¡Qué fiesta fué aquella! Diecinueve padres y diecinueve·madres se lanzaron sobre los diecinueve reaparecidos y los abra­zaron con los ojos llenos de lágrimas. Todos ya habían renun­ciado a la esperanza de volver a ver a los pobrecitos.

Emilia, con las manos en la cintura, gozaba de la escena.i Qué triunfo el suyo!

DESASNAMIENTO DE LUCIO

Todo estaba marchando muy bien. El pueblo de Micenas,que minutos antes sólo pensaba en linchar a Emilia y a suscompañeros, se pasó al extremo opuesto. Todo eran aplausosy más aplausos, fiestas y convites por esto o aquello. Pero Hér­cules y los chicos no aceptaron nada. Sólo querían una cosa:volver al campamento. Allá estaba el baño en el río, el Templode Avia. Allí estarían al caer la tarde los seis. corderos asadosde Hércules. Allá estaba la libertad de movimientos y la ausen­cia de "cuerpos extraños", como decía el vizconde. "¿Qué espueblo? Un conglomerado o ayuntamiento de cuerpos extrañosentre sí".

De vuelta al campamento y después de la comida que erala última que tenían que hacer juntos en la Grecia Heroica, sepuso en debate el caso de Lucio. ¿Qué hacer? Soltarlo sería undesastre: en seguida 10 agarrarían y volvería a ser esclavo, talvez de algún mal amo, de esos q.ue solamente saben acariciarcon el látigo a los pobres animales. Lucio pensó 10 mismo y

les suplicó que no 10 abandonasen. Quería que 10 llevasen a unafiesta de Isis. Unicamente devorando las rosas que los sacer­dotes acostumb~an ofrendar ante el altar de la diosa, podría elpobre Lucio desasnarse y recobrar su primitiva forma humana.

-¿Quién es esa Isis? preguntó Emilia.El mensajero de Palas, que misteriosamente aparecía y

desaparecía, respondió:

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-Es la misma Demeter en su primitiva forma egipcia.En el principio no había Demeter, sino Isis, una diosa impor­tada de Egipto. En ciertos lugares hay, todavía hoy, adorado­res de Isis que justamente la festejan en esta época del año.

Bueno. Tenían que salir por el mundo en busca de losviejos adoradores de Isis. Emilia renegó:

-¡Qué tontería! Tanta urgencia que tenemos en volver alBenteveo Amarillo y éste burro deteniéndonos ...

Perucho intervino:-¡Para con tus insultos, Emilia! ¿Qué culpa tiene Lucio

de lo que pasa? Dejarlo aquí sería la mayor de las crueldades.Ha sido un óptimo compañero y nos ha prestado grandes ser­vicios -sobre todo a ti.

-Lo reconozco, dijo Emilia, pero que es un burro, nohay duda. Nos fué útil, pero ahora nos está estorbando.

Lucio casi lloró de sentimiento. Sus orejas se amustiaroncon la mayor humildad. Emilia se compadeció.

-Pues vamos en busca de la tal Isis. Si yo digo a vecesciertas cosas es por impulso, pero no de corazón.

Las orejas de Lucio se levantaron de nuevo.Después del baño en el río y del sueño de aquella noche,

el más tranquilo que durmieron en Grecia, partieron al día si­guiente bien temprano en busca de los adoradores de la viejadiosa.

Por el camino fué revelando Hércules todo lo que tenía enel corazón. Les confesó que estaba agradecidísimo por lo quesus pequeños compañeros habían hecho. Llegó hasta declararque por lo menos un tercio de sus triunfos se debían más bien·a ellos que a él.

-Sí, porque, si no hubiera sido por Emilia, es muy posi­ble que el jabalí de Erimanto me hubiera vencido. Y en el casodel toro. de Creta, el verdadero héroe fué Perucho.

-y el vizconde también, agregó Emilia. No se olvide dela argolla.

Hércules estuvo de acuerdo.-Sí, los tres me ayudaron mucho. Los tres revelaron gran

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inteligencia, haciéndome comprender que si la fuerza es unagran cosa, la inteligencia es la fuerza de las fuerzas. De ahí pro­cede mi idea sobre la educación ...

Cuando Hércules se ponía a desarrollar su idea sobre laeducación, los tres chicos bostezaban. Todo cuanto él decía,cierto de que eran ideas originales y salidas por primera vez deun cerebro, no pasaban de ideas ya muy viejas en el mundomoderno. Emilia terminó la discusión de aquel punto con unejemplo:

-Claro que es' así, Lelé. Pues ¿no ves al vizconde? Naciómarlo como todos los marlos del mundo, pero cpn la educaciónrecibida de doña Benita se convirtió en lo que es: un sabio congalera.

y conversando así sobre un centenar de cosas llegaron auna aldea muy vieja. En las aldeas viejas hay siempre hombresy mujeres muy viejos, gente conservadora y apegada al pasado.¿Quién sabe si no existirían allí devotos de Isis?

Perucho se acercó a preguntar a un anciano de largas bar­bas blancas que estaba sentado a una puerta.

-Dígame, buen viejo, ¿no habrá en esta aldea devotos deuna antiquísima diosa egipcia llamada Isis?

El anciano levantó hacia él sus ojos cansados, y sonrió.-¿Como no, pequeño? Yo soy un viejo sacerdote de Isis.Perucho gritó a la banda que venía detrás:-¡Pronto! . .. Dimos en el centro del blanco. Aquí hay

adoradores de Isis y hasta sacerdotes. Este buen anciano es uno.Todos se acercaron al sacerdote y lo atropellaron a pre-

guntas y más preguntas.-¿y cuándo se realizan las fiestas de la diosa?-Justamente hoy de tarde. Las rosas están a punto.Isis era festejada con rosas, de manera que su fiesta tenía

que coincidir con el apogeo de las rosas. i Y cuántas rosas ha­bía en aquella aldea! Lucio esparcía su mirada por los jardin­cillos y se le hacía agua la boca.

Emilia observó:-Esta nuestra última aventura hasta parece película de

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cow-boy del medio al final; todo resulta justo, como si hubieracombinación ...

Pasaron el día allí mismo en la aldea, rodeados por aque­llos aldeanos de bocas abiertas y ojos maravillados. ¡Heraclesentre ellos! ¡Un centaurito! ¡Un chico de siglos futuros! ¡Unahechicerita! .... El asombro de la pobre gente no tenía límites.

Lucio estaba tan contento con la idea de su próximo des­asnamiento que a cada media vuelta rebuznaba.

-¿Por qué rebuznas, Lucio, tú que hablas tan bien?-En señal de despedida, respondió él. Rebuzno despi-

diéndome de esta piel que de aquí a poco voy a abandonar.A la tarde comenzaron los preparativos para la fiesta de

Isis. Toda la gente cortaba rosas y más rosas. El viejo sacer­dote armó el altar. Hércules y su pandilla estaban apuestos.Iba a comenzar la ceremonia.

El viejo sacerdote salió de una sacristía y se aproximó alaltar con una bandeja de rosas, en actitud ofertoría, como qUlentransporta una bandeja de café.

-¡Ahora, Lucio! susurró Emilia.Lucio se precipitó sobre las rosas con tal ímpetu que derri­

bó al viejo y glotonamente se las puso a comer. Sobrevino eltumulto.

-¡Blasfemia!. .. ¡Blasfemia!... y muchos fieles se lan­zaron con los puños en alto contra el irreverente. Lo iban amasacrar. .. Lo iban a linchar ...

Pero... ¿Qué fué del asno? Misteriosamente había des­aparecido. Mira que mira, y nada. No se veía asno por nin­guna parte. Mucha gente se restriega los ojos como quien dice:"¿Estaré soñando?" El viejo sacerdote se levantó como enton­tecido, diciendo: "¿En dónde están mis rosas?" Ni asno, nirosas. En vez de asno, un joven extraño que charlaba con la pe­queña hechicerita.

-jQué lindo mozo eres, Lucio! le decía ella. iVuélvete delado, que te quiero mirar! Aléjate hasta allá y vuelve ... Sí, sí ...Un hennoso joven. ¿De Atenas?

-No. Soy de Corinto ...

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Emilia pUSO las manos en las caderas y balanceó lacabeza.

-jQué mundo el nuestro! ¿Quién me iba a decir que unmozo de Corinto, bonito y desenvuelto como éste, iba a sermi burro de carga? ..

Bueno. Lucio ya. no tenía nada más que hacer allí. Las ga­nas de regresar a su casa eran enormes. Volver a ver a los ami­gos, la familia, la novia ....

-¡Adiós, adiós, amigos! les dice. Nunca me olvidaré denuestras aventuras, ni de la bondad con que me trataron. ¡Adiós,gran Heracles! j Adiós, Perucho, pequeño héroe moderno!iAdiós, gentil centaurito! iAdiós, vizconde, el más sabio de losmarlos! ¡Adiós, Emilia, pequeña hada que si se quedara aquírevolucionaría a la Grecia entera ...

Tan sólo dejó de despedirse de la canastita. Emilia re-clamó:

-Ella es también personaje, Lucio.y él gritó desde lejos:-¡Adiós, canastita, más rica en preciosidades que todos

los museos del mundo ...Lucio, muy ligero y radiante con la reconquista de su anti·

gua fonna, iba bailando de contento. Daba tres pasos y unsaltito, tres pasos y un saltito ...

Hércules sonreía feliz. Por la primera vez se sentía com­pletamente feliz. Pero un melancólico pensamiento le arrugóla frente. Emilia lo percibió.

-¿Qué repentina tristeza es ésa, Lelé?Del pecho del héroe brotó un suspiro.-Nuestra asociación llega a su fin, Emilia. De aquí a

poco vosotros partiréis y me quedaré más solitario que nuncaen esta tierra de monstruos y de dioses vengativos. Me acos­tumbré tanto a vosotros que. . . y se atragantó. Era la emoción.

Emilia no dijo nada, pero se llevó el pañuelito a los ojos ...

De allí volvieron al campamento de Micenas. ¿Qué hacerde las cosas del campamento? ¿Dejar en pie el Templo de Avia

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e- ----~-

- - -

-....;..-.--­......--=-

Un jinete venía a todo galope . ..

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,\MONTEIRO LoBATO

para que los chicos viniesen a profanarlo? ¡Nunca! ¿Dejar allílas estacas con las esculturas de los trabajos de Hércules? ¡No!

Emilia tomó la palabra:-Podemos demoler el templo, arrancar las estacas y ha­

cer una gran hoguera en honor a Palas.-¡Feliz idea! exclamó una voz conocida. Todos miraron.

Era Minervino, el "aparece y desaparece". Estaba nuevamenteentre ellos.

-.¿Llegas del Olimpo?-Sí. Acabo de estar con Palas. Mi diosa está encantadí-

sima contigo, Emilia. Anda contando los cuentos de la "hechi­cerita" a todas las diosas del OlImpo.

-¿Y Hera?-jAh, Hera está cada vez más indignada y furiosa! Le ha

dirigido mil quejas a su divino esposo, pero Zeus le contestacon una risita y se calla. Conoce la esposa que tiene. Los DoceTrabajos que por medio de Euristeo la diosa impuso a Heraclesresultaron otras tantas derrotas. Hera ya no sabe lo qué ~nven­

tal'. Y se va a enfurecer mucho más con esa hoguera que vaisa encender en honor de Palas.

-Pues.. que se enfurezca, gruñó Emilia. Ya estoy hartade esa diosa. Para mí es lo mismo que si no existiera. Y cam­biando de asunto: "¿ Cómo es tu verdadero nombre, Miner­vino? Porque este nombre dé Minervino fué una inven­ción mía".

-¿De dónde te vino,la idea?-De Minerva, que será el futuro nombre de Palas en

Roma, como explicó el vizconde. Como tu aparecías como elmensajero de Palas, la futura Minerva, yo inventé ese nombrede Minervino. ¿Cuál es tu nombre verdadero?

-Belerofonte ...Emilia se frotó los ojos con el mayor de los aSOIhoros.-¿Aquél héroe que se nos apareció allá en el Benteveo

Amarillo montado en Pegaso?-El mismo ...El espanto de Emilia seguía.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Pero la cara, el aspecto, los modales de Belerofonte nose te parecen, Minervino ...

-Es que el mensajero de Palas cambia de aspecto segúnlas circunstancias.

Emilia dudó. ¿Sería el mismo Belerofonte? Y para cazarloen falta, le preguntó:

-Entonces, dime: ¿cuál es el otro héroe que estaba enaquella ocasión? ¿El vestido de lata?

-Don Quijote de la Mancha, era como ustedes le llama­ban. Tenía un escudero gordiflón, muy comilón, Sancho' Panza,creo ...

Emilia se quedó encantada. ~o cabía la menor duda: aquélMinervino era el mismo Belerofonte de entonces, el hermosohéroe griego que surgiera en la quinta montando el caballode alas.

-¿y dónde está Pegaso? ¿Sabe que Perucho lo vió nacerdel cuerpo degollado de Medusa? ¿Degollado por Perseo?

-Sí. El mismo me lo contó todo. 4

Estaban rememorando aspectos de la estadía de Belero­fonte en la quinta, cuando distrajo su atención un tropel. Uncaballero llegaba al galope. "¿Quién será?"

Era uno de los guardias del palacio de Euristeo. Llegó, saltódel caballo y se dirigió hacia Hércules con la cara muy afligida.

-Señor héroe, le dijo apresuradamente. Vengo a pedirsocorro. En palacio reina el terror. Su l'4ajestad Euristeo y su.ministro Eumolpo, siguen apavorados frente a la horrenda pre­sencia de Cerbero en la sala del Trono. No pueden salir demiedo al monstruo y los guardas no se animan a entrar en so­corro del soberano. Vine a galope para rogarte que vuelvas y'saques del palacio aquel fantasma.

Hércules se echó a reír apiadado.-jMiedo de Cerbero! exclamó. Pero si Cerbero ya no es·

Cerbero, el antiguo y terrible guardián del reino del Hades. NO'pasa de ser una sombra de lo que fué. Está vencido, destruídopor dentro.

-Pero no sale de allí, señor héroe y con los cuatro ojos

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MONTEIRO LoBATO

que le quedan mira hacia el rey de un modo que aterra a nues­tro soberano. Y como nadie se atreve a sacarlo de la sala, vinehasta aquí volando en busca de socorro.

Hércules, siempre sonriendo, ordenó a Perucho y al viz­conde que fueran en busca de Cerbero. Perucho saltó sobreMedio-y-Medio, tomó al vizconde a la grupa y partieron a ga­lope para la ciudad. El caballero los acompañó.

Llegados a palacio, Perucho fué hacia dentro. En la saladel Trono todo estaba como antes: Euristeo encogido en sutrono y a su lado Eumolpo, pálido y trémulo. El mastín deHades los miraba con unos ojos sin expresión y por eso mismomás terribles para los dos cobardes. Perucho, que había lle­vado un rollo de cuerda, se acordó de las palabras de su abuelasobre "la virtud de la prudencia", y le hizo un gesto al vizcondepara que atara la cuerda a uno de los collares' de Cerbero. ElmarIa suspiró, pero cumplió la orden: ató la cuerda al collar deCerbero, sin que el monstruo opusiera la menor resistencia.En seguida, Perucho tiró de él para afuera. Volvió a cabalgaren Medio-y-Medio y tomó el camino del campamento. La mul­titud aglomerada en las calles asistió maravillada a aquellaextrañísima escena: un chico subido en un centaurito, con unaaraña con galera en la grupa, llevando por el cabestro al mons­truo más impresionante para la imaginación de los griegos-Cerbero, Cerbero, CERBERO, el terrible guardián del reino delos muertos.

-y ahora, exclamó Emilia cuando los vió llegar al cam­mento, ¿qué vamos a hacer con este bicho?

Hércules dijo que lo mejor era matarlo y enterrarlo porallí. Emilia se opuso. Quería llevarlo para enseñárselo a Na­ricita.

¿y Medio-y-Medio? Emilia deseaba llevarlo para el mundomoderno, pero el vizconde se opuso. Aseguró que iba a ser unafuente de complicaciones en la quinta de doña Benita, ademásque no tenían el derecho de privarlo de su patria nativa. Elpunto de vista del marlito venció.

Muy bien. Ahora la hoguera y el sacrificio a la diosa Palas.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

Pe.rucho demolió el Templo de Avia y amontonó todo elmaterial con pasto bien seco y lo encendió con el últimofósforo de la caja de fósforos de la canastita de Emilia. Minutosdespués una linda hoguera enviaba hacia el Olimpo negras co­lumnas de humo.

Emilia se adelantó y, elevando los ojos al cielo, dijo con vozde sacerdotisa:

-jPalas, divina Palas, nosotros te agradecemos los bene­ficios y ayuda constante con que nos honraste en nuestrasaventuras! j Eres la diosa más bella y la más bondadosa de to­das! ¡No andas persiguiendo a los grandes héroes, como unatal que yo conozco! ¡Te ruego que te aparezcas un día porcasa para regocijo y glona de doña Benita y Naricita! Tu men­sajero Belerofonte conoce las señas; ya nos honró con su pre­sencia allá en los días en que también estaba Don Quijote. Esees uno muy precisado de tu ayuda, gran Palas. Es un héroetodo lo contrario de Heracles: en vez de pegar, le pegan siem­pre. Pero con tu ayuda, gran diosa, dará cuenta hasta del magoFestón que tanto lo persigue. He dicho.

Todos aplaudieron el discursito. Belerofonte le dió un besoen la frente, por cuenta de Palas.

DESPEDIDAS

Todo estaba ya pronto para el regreso. Emilia abrió unavez más la canastita para hacer balance de la cosecha. No fal­taba nada. La cerró de nuevo con la llavecita que le colgaba delcuello con un cordón.

-Por mí, podemos partir.Perucho midió las pitadas de los polvos de pirlimpimpín

y le dió una a cada uno. Pero antes de aspirar aquello se te­nían que despedir del héroe.

¡Ah, qué conmovedora fué la despedida!-Hércules, dijo Perucho, vamos a partir, pero llevamos

en el corazón la imagen de nuestro gran amigo y bondadoso

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MONTElRO LOBATO

compañero de tantas aventuras. Aprendimos a conocer el ma­yor corazón que existió en esta Hélade, al héroe que es la ver­dadera justicia con forma humana. .. y aquí Perucho se atra­gantó.

Emilia tomó la palabra.-Lelé, si yo fuera a decir todo cuanto siento, me quedaba

aquí hablando durante diez siglos. Tu fuiste la primera cria­tura viva que realmente me satisfizo por completo. Conocí alláen el sitio innumerables héroes de la fábula: Don Quijote, Be­ler0fnnte, Peter Pan, el príncipe Codadad, Aladino, los enanosde Blanca Nieve. Ninguno se compara contigo, Lelé, porqueninguno, junto a la mayor fuerza tiene el más grande de loscorazones. Perucho se atragantó en su discurso y yo ya estoyempezando a atragantarme. Tú, Lelé. .. y no pudiendo con­tener las lágrimas, Emilia se echó a llorar y se lanzó a los bra­zos del héroe. Hércules la recibió con los OJos también arraSla­dos de lágrimas. El, el gran héroe nacional griego, que nuncahabía llorado, estaba llorando ...

El vizconde se pasó disimuladamente la mano por los ojosy tomó la palabra.

-Hércules, dijo. Permíteme que yo también alce mi dé­bil y flaca voz para un saludo de despedida. En este gran mo­mento, yo quisiera tener la elocuencia de Demóstenes o Cicerónpara decir todo cuanto me pasa por la mente. Pero la emociónembarga mi voz. No puedo continuar, lo mismo que Peruchoy Emilia tampoco pudieron ...

y el vizconde también se atragantó.Belerofonte abrió la boca para hablar, pero no dijo nada.

También atragantadísimo. Hubo una larga pausa de silencio;la pausa del atragantamiento general.

Cuando se serenaron, Hércules tomó la palabra y dijo:-Amigos míos, no sé hablar. No recibí la educación ...Emilia miró a Perucho.- ... que transforma a las criaturas. Mi educación fué

solamente física, como dice muy bien mi escudero. Me criaronal aire libre; me enseñaron a desarrollar solamente los múscu-

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¡Adiós, Hércules, gran amigo! . ..

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MONTEIRO LOBA10

los y l~ agilidad. En cuanto a lo demás, quedé tal como nací:un terreno baldío, como dice Emilia, en el que las plantas cre­cen sin disciplina. Ella dice que un cerebro sin educación escomo un terreno en el que solamente hay yerbas. La educaciónes lo que transforma ese terreno en cantero de cultivo de lasartes y ciencias útiles y bellas. Con vosotros aprendí mucho.Mis conversaciones con Emilia, Perucho y el vizconde fueronverdaderas lecciones de las que jamás me olvidaré. Siempreconviví entre brutos -reyes crueles, dioses vengativos, héroes.de mi mismo molde, gente "ineducada", como dice el vizconde.Encontré por primera vez con vosotros "productos de la edu­cación". En mi oficial Perucho vi un modelo de héroe de unnuevo tipo. Aprecié mucho sus cualidades y sobre todo su pru­dencia. ¿Por qué no descendió con nosotros a los infiernos? Porprudencia y hoy advierto que la prudencia debe ser una de lasmás bellas cualidades de lo que vosotros llamais "héroe mo­derno".

Perucho bajó los ojos. Hércules prosiguió:

-Emilia me sedujo por su presencia de espíritu, por lavivacidad y prontitud de su inteligencia, por su ingenio parasalir de todos los apuros. j Y qué ideas felices! Aquélla de cor­tar la punta de una de las alas del buitre de Prometeo, fué "fe­nomenal", como ella dice. Tan simples y expeditivas y no seme ocurrirían aunque estuviera pensando cien años. Ciertascosas de la "dadora" están por encima de mi conocimiento. El"figúrate", por ejemplo. Pienso y pienso en eso, y no lo com­prendo. Vi, sentí, presencié los maravillosos efectos de ese "re­curso supremo", pero confieso que no lo entendí. Emilia melo explicó con su admirable claridad, pero no lo entendí.

Emilia gruñó a Perucho. Hércules continuó:

-¿Y qué diré de mi escuderito? Hay en él un alma gene­rosísima de gran héroe sobre la modestia exterior de un gransabio. Es el tipo del "héroe resignado". i Qué modesto y humil­de es! No lo vi alabarse ni una sola vez. ¡Ejecuta las más peli­grosas incumbencias sin la menor protesta!

-Eso no, exclamó Emilia. ¡Bien que suspira!

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-Sí, suspira apenas. Pero ¿habrá algo más elocuente quela humildad del suspiro? En situaciones en que el común de lascriaturas se debate, protesta, él suspira con toda discreción.Tengo en los oídos todos sus suspirillos: cuando recibió la ordende llevarle el anzuelo cebado al buitre de Prometeo, cuandotuvo que agarrar la argolla del lazo en la aventura del toro deCreta, cuando fué a mezclar opio en el agua del dragón de lascien cabezas. .. Fué el único de nuestro grupo que sufri5 \.-.,accidente, pues se quebró una pierna -¿y quién lo vió lagri­mear y quejarse?

-No siente dolor, dijo Emilia. Es marlo ...-Nosotros somos los que no sentimos el dolor de los de-

más, respondió Hércules. Si el vizconde es un ser vivo, claroque tiene que sentir dolor. Cuando a la llegada Perucho mepropuso tomar al vizconde por escudero, me reí como era na­tural. Juzgué que era una broma. Hoy, dudo que cualquier otroescudero me hubiera ayudado tanto. Hasta podría asegurar queuno o dos de mis Trabajos llegaron a su feliz ténnino graciasa su discreta y oportuna actuación.

El vizconde, con la cabeza gacha, oía modestamente loselogios del héroe. Hércules dijo aun muchas cosas elogiosas desus compañeros; luego volvió al tema de la educación.

Emilia lo interrumpió:-No sigas, Lelé ... Ya conocemos tus ideas sobre el asun­

to. Son casi las tres. Queremos llegar a casa a la hora de lamerienda.

Hércules se calló. Perucho se acercó a estrecharle la mano.El héroe lo abrazó. Después se acercó el vizconde con la mane­cita levantada. Hércules lo abrazó dos veces. Después se acercóEmilia con los dos brazos abiertos. Se colgó a su pescuezo, loabrazó y besó furiosamente. Parecía un sabiá picoteando unanaranja.

-¿Por qué no apareces allá en lo de doña Benita un díade estos, Lelé? Consigue unas vacaciones de heroísmo y ventea pasarlas con nosotros.

Hércules prometió que tal vez.

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Había llegado la hora. Perucho dió las últimas instruccio­nes. Después ordenó que el vizconde restregase el pirlimpimpínen los hocicos de Cerbero, que estaba allí con las cabezas caí­das, amarrado a un árbol. El vizconde suspiró discretamentey flié a cumplir la orden. Hércules sonrió, ponderando para sí"la prudencia de los heroicitos modernos" ...

El vizconde restregó el polvo en los dos hocicos de Cer­bero, sin que el pobre can se opusiera. Sonó un grueso chas­quido, como de bordón de guitarra, y Cerbero desapareció ...

-¡Ahora nosotros! gritó Perucho. ¡Adiós, Hércules, granamigo!

-jAdiós, Lelé! gritó Emilia.-¡Adiós, cenit de la mitología griega! saludó científica-

mente el vizconde.Hércules respondió con una sola palabra dirigida a todos:-¡Adiós!. ..Perucho canto: ¡Uno ... Dos ... TRES!... Sonaron tres

chasquidos al mismo tiempo y los tres compañeros de Hérculesdesaparecieron como por encanto.

Medio-y-Medio no estaba presente en la despedida. Paraevitar escenas dolorosas, Hércules 10 había mandado lejos enbusca de la cena. Después que desaparecieron sus amiguitosmodernos, el gran héroe de la Grecia Antigua se quedó sentadoen una piedra, junto a las cenizas de la hoguera del sacrificio.Sus ojos miraban sin ver.

Poco después el centaurito apareció a 10 lejos con los car­neros de costumbre.

Volvía alegre como siempre y ansioso por reanudar conEmilia la programación de sus aventuras en el Benteveo Ama­rillo. Llegó. Esa vez traía tres cameros vivos.

Hércules le dijo:-Suéltalos ...Medio-y-Medio abrió mucho los ojos, pero comprendió en

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MONTEIRO LoBATO

seguida qué había pasado. Soltó los carneros y con lágrimasen los ojos se echó al lado de Hércules. Su cabeza se posó sobreel regazo del héroe -y Hércules, el antiguo destruidor de cen­tauros, se puso a acariciar los cabellos de aquel último compa­ñerito que le quedaba ...

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INDICE

Pág.

El León de Nemea . . 5

La Hidra de Lema. . 47

La Corza de los pies de bronce 97

El Jabalí de Erimanto .. .. .. 147

Las Caballerizas de Auglas .. .. .. .. .. .. .. 195

Las Aves del lago Estinialo .. .. .. .. .. .. .. 241

El Toro de Creta.. .. .. .. 283

Los Caballos de Diómedes . . 333

El Cinturón de Hipólita .. .. .. .. 383

Los Bueyes de Gerión .. .. .. .. .. .. .. 431

El Pomo de las Hespérides , 479

Hércules y Cerbero .. .. .. .. .. .. .. .. 525

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ESTELIBRO SE

TERMINó DEIMPRIMIR EL DIEZ

DE NOVIEMBRE DE MILNOVECIENTOS CUARENTA Y

SEIS EN LOS TALLERES"E L G R A F 1 C O IMPRESORES",

SAN LUIS No. 3149, BUENOS AIRES.

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