Montesquieu Cartas Persas 1

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Cartas Persas. Montesquieu

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  • C A R T A S

    PERSIANAS.

    T O M O I.

  • C A R T A S

    PERSIANAS ESCRITAS E N FRANGES

    POR MONTESQUIEU;

    PUESTAS EN CASTELLANO

    POR D. 3. MJRCHENJ.

    T O M O I .

    N U E V A E D I C I N .

    f V M V J ! I . 'A :

    W C D I Z :

    EN LA LIBRERA DE ORTAL Y COMPAA-

    x 8 a i .

  • I N T R O D U C C I N .

    N i compongo epstola dedicatoria, ni im-ploro amparo para este libro, que si l es bueno ja le leern, y si malo no me curo de que le lean.

    Estas cartas he entresacado por tan-tear si al pblico gustan ; otras mu-clias me quedan entre mis papeles , y acaso las imprimir mas adelante , con la precisa condicin de que no sepa nadie quien yo soy y por'qu al momento me callo si alguien atina con mi nombre* Una seora conozco yo que anda muy derecha , mas luego que la miran da cojear. Con los defectos del libro sobra, sin que aaden los crticos ellos los de mi persona. El que supiera quien era yo luego dira : no se aviene su libro con su. genio; de gastar habia el tiempo en mejo-res cosas ; que estas no son para sugeto de tanta gravedad. Reflexiones que en los

    Tomo I. A

  • ji I T R O D U C C I O t .

    crticos son muy comunes, porque no re-quieren ni ingenio ni trabajo.

    Los Persianas que estas cartas han es-erito vivan en mi compaa, y estaban continuamente conmigo,y conwme teman por hombre del otro, mundo, no se reca-taban de m. Y de hecho qice secretos haban de guardar sugetos que de tan hie-nas tierras eran 'venidos?' Casi todas sus cartas me las enseaban,y yo las copiaba. Algunas les cog que. hubieran ellos tenido mucha cuenta con no ensermelas, por-que hacan muy poco favor los zelos y la vanidad persiana. As que mi oficio es el de un mero intrprete, y no he tenido otro ajan que el de acomodar la obra nuestras costumbres. En cuanto me ha sido dable he procurado evitar el estilo asitico, desnudndole de infintas espresiones sublimes que hubieran abur-rido al lector, encumbrndole las nubes.

    Ni he parado aqu. He quitado cumpl dos, que no menos que nosotros estilan con prodigalidad los Orientales >: dejando

  • 1N TKOD'JCCIOJ. j sin eso otras infinitas menudencias, que no son para salir . la luz pblica, y se quedan entre dos amigos,y si as lo hu-bieran hecho la mayor parte de los que nos han dado colecciones de cartas se habran do en humo sus obras.

    Una cosa que me ha pasmado es ver como estn . veces estos Persianas tan bien informados como yo propio de las costumbres y estilos de la nacin, de modo que hasta las mas delicadas cir-cunstancias saben , y reparan en cosas que estoy cierto que no las han advertido-muchos Aletfianes que por E vanciaviaian. Esto lo atribuyo al mucho tiempo que han estado en Francia, ya que si/i eso mas fcil es para un Asitico instruirse en las costumbres francesas en un ao, que . un francs en las de los Asiticos en cuatro , porque aquellos hablan tanto como estos son poco comunicativos.

    Cualquiera traductor, y aunque sea el comentador mas brbaro, tienefacultades para, ornar con el panegrico de su origi

    x

  • iv INTRODUCCIN. nal el frontispicio de su versin 6 su glo-sa, realzando su utilidad, mrito esce-lencia. JSo he hecho jo tal, j ja podr el lector dar con los motivos; uno de los cuales, j de los mas principales , es que seria cosa muj fastidiosa diclia recomen* dacin, sindolo ja tanto todo prlogo prefacio,y mas el mi.

  • C A R T A S

    PERSIANAS. C A R T A P R I M E R A . (. :\

    USBEK. su amigo RUSTAN , Ispahilfi. i'/

    UN dia no mas nos hemos detenido en Com, Despus de haber rezado nuestras preces en el sepulcro de la virgen que dio luz doce profetas, nos volvimos poner en camino, y ayer llegamos Tauris, veinte y cinco dias despus de haber salido de Ispahan.

    Acaso somos Rica y yo los primeros persianos que con nimo de aprender he-mos salido de nuestro pais, abandonando las satisfacciones de una vida sosegada por afanarnos en buscar la sabidura.

    Nacidos somos en una floreciente mo-narqua, no hemos empero credo que

    A 3

  • 6 CARTAS

    sus confnes habamos de ceir nuestros conocimientos, ni que solo la luz oriental hubiese de ilustrarnos.

    Escrbeme que es lo que de nuestro viage dicen, y no me escondas nada, que bien creo que pocos le aprobarn. Dirige la respuesta Erzeron, donde me detendr algn tiempo. A Dios, querido Rustan, y est cierto de que he de ser tu fiel amigo, en cualquiera parte del mundo que me encuentre.

    Tauris, i 5 de la luna de Safar, 1 7 1 1 .

    C A R T A II.

    USBEK al primer eunuco negro, su serrallo de Ispahan.

    Tu eres la guardia fiel de las mugeres mas hermosas de la Persia, de t he fiado cuanto mas en el mundo quera, depositando en tus manos las llaves de las fatales puertas que solo m se abren, y mientras que velas t en guarda del inestimable tesoro de mi corazn , descansa ste disfrutando

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    cabal sosiego, porque eres atento centinela as en el estrepito del dia , como en el si-lencio de la noche, y tu infatigable afn snsLenta la virtud, si esta vacila. Si qui-sieran las mugeres que tu guardas desen-tenderse de sus obligaciones, presto les quitaras toda esperanza de fallar, que eres azote del vicio y colima de la fidelidad. ralas mandas, ralas obedeces, y ejecu-tando ciegamente su voluntad en lodo , las fuerzas que cumplan ellas puntualmente con las leyes del serrallo. Cifras tu gloria en servirlas en los mas viles ministerios; con temor y respeto te sugetas sus legti-mas rdenes, y las sirves como esclavo de sus esclavos. Mandas empero como dueo absoluto, como yo propio, cuando recelas que deroguen los preceptos de la modestia y el pudor.

    Acurdate sin cesar de la nada de donde te saqu , colocndote en el puesto que ocupas, y fiando de t las delicias de mi corazn, cuando eras el postrero de mis esclavos; mira con la mas humilde vene-

    A 4

  • 8 CARTAS racin las que tienen parte en mi amor, pero haz que reconozcan ellas su absoluta dependencia. Proporcinales cuantos gus-tos sean inocentes, calma sus desasosiegos, divirtelas con msicas, con bayles, y con deliciosas bebidas, diles que se visiten menudo. Si quieren ir al campo, llvalas; pero haz pasar cuchillo cuantos hom-bres delante de ellas se presentaren. Exhr-talas al aseo, que es el espejo de la limpieza del alma, y habales veces de m. Mucho ansio por volver verlas en ese delicioso sitio que hermosean. A Dios.

    Tauris, i 8 de la luna de Safar, 1 7 1 1 .

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    C A R T A III.

    ZACH USBEK.. A Tauris. A.L gefe de los eunucos hemos mandado que nos trajera al campo, y l te dir que no nos lia sucedido desmn ninguno. Cuando fue menester dejar nuestras literas para pasar el r io , nos metimos, como es costumbre en sillas de mano, que llevaron en hombros dos isclavos, y frustramos as las miradas de todos.

    Y como podia yo, amado Usbek, vivir en tu serrallo de Ispahan? en aquellos sitios que con la continua memoria d. mis pasados gustos con nueva violencia encen-lian cada dia mis deseos? Vaaando iba de mo en otro aposento, siempre en busca :uya sin encontrarte nunca, y topando en odas partes con amargos recuerdos de mi perdida ventura. Aqu me veia en el siio londe la primera vez de mi vida te es-rech en mis brazos, all en aquel donde

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    fallaste en la famosa contienda de tus mugeres; cada una de nosotras se crea aventajar las otras en nermosura; nos presentamos t , y despus de apurar cuantos arreos y atavos poda ofrecer la imaginacin, viste t satifecholos portentos de nuestro arte, contemplando pasmado hasta donde nos haba llevado el deseo de darte gusto. En breve los adornos fabri-cados cedieron mas naturales gracias, que tus manos destruyeron en un punto cuanto habamos hecho, despojndonos de arreos que te incomodaban, y contemplndonos en la sencillez de la naturaleza. En nada tuve yo el pudor, que solo pens en mi gloria. Venturoso shek, cuantos atrac-tivos embelesaron tus ojos! Largo rato te vimos errante de uno en otro hechizo ; largo ralo fluctu tu alma sin fijarse; cada gracia nueva tributabas nuevo pecho; en un instante nos cubriste todas de besos; curioso escudriabas los mas recnditos sitios; en un instante nos colocaste en mil iliiereftles posturas; siempre nuevos pre-

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    eeptos correspondidos siempre con nueva obediencia. Condeste, Usbek, que una pasin, mas fuerte que la ambicin todava, me inspir el deseo de agradarte. Poco poco me vi dueo de tu corazn; me qui-siste, me dejaste, volviste m, y supe en-cadenarte; triunf yo y quedaron confusas mis mulas , nos pareci que estbamos solos en el orbe,y todo cuanto en torno de nosotros existia no mereci nuestro aprecio. Ojal hubieran podido presenciar mis ri-vales todas las pruebas de cario que t me diste! Si hubieran visto mis arrebatos bien hubieran conocido la diferencia de mi amor y el suyo, y que si podian dispu-tarme la palma de la hermosura, no as la del amor y la terneza Mas donde es-toy?.... donde parar este vano cuento? Si es desdicha no ser querida, es agravio dejar de serlo. T nos dejas, Usbek, por andar errante en brbaros climas. Con eme en nada precias la gloria de ser amado.' Ay! ni siquiera sabes cuanto pierdes ! Yo lanzo ayes que de nadie son oidos! corren

  • la CARTAS

    mis llantos y t no los enjugas! parece que alienta el amor en el serrallo y sin cesar le desvia de l tu desamor! Ha, querido Usbek, si sepieras ser feliz!

    Del serrallo de Faiima , 21 de la luna de Maharram, 1 7 1 1 .

    C A R T A I V .

    ZEFIS USBEK , Erzeron. O o \ queest resuelto desesperarme este monstruo ns'vo. Est empeado en que me ha de quiar por fuerza mi esclava elinda , Zeliuda que con tanto cario me sirve, y que con tanta maa taa gracia sabe dar mi prendido. No contento con lo doloroso desemejante sepa-racin , quiere que sea tambin afrentosa, sup niendo el tacao culpados los motivos de mi confianza, y porque se aburre en el recibimiento, donde le mando que se est siempre, tiene la avilantez de fingir que ha visto y oido cosas , que ni siquiera

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    alcanzo yo figurarme. Que desdicha es la mia ! Ni mi soledad, ni mi virtud me pueden eximir de sus estravagantes sospe-chas ; y me quiere hacer guerra hasta den-tro de tu corazn un vil esclavo, y tengo yo que defenderme! No , que me respeto sobrado para humillarme hasta dar descar-gos , ni quiero mas abono de mi conducta que t propio , tu amor y el mi , y si no he de disimular nada, Usbek amado, mis llantos.

    Del serrallo de Fatima , 27 de la luna de Maharram , 1.711.

    C A R T A V, RUSTAN USBEJ. , ErzQron.

    Er. platillo de todas las conversaciones de Ispahan eres t, y solo hablan de tu viage, que atribuyen ligereza unos, y alguna pesadumbre otros ; tus amigos son los Tni-cos que te defienden, pero nadie eon-> vencen, porque nadie puede entender como has podido abandonar tus mugeres,

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    tus parientes, amigos y patria, por ir climas apartados ignorados de ]os persiaiios La madre de Rica est sin consuelo, pi-dindote tu hijo que dice que t le has robado. Yo por m 7 caro Usbek, natu-ralmente me inclino aprobar lodo cuanto haces, pero tu ausencia no le la puedo perdonar, ni mi nimo quedar nunca satisfecho con las razones que para ella me alegares, sean las que fueren. A Dios : qui-reme siempre.

    De Ispahan, aS de la luna de Rebiab , i , 17 r i .

    C A R T A V I .

    USBEK su amigo NESIR , Ispahan. DEJAMOS la Persia una jornada mas ac de Erivan , y entramos en- el pais sujeto los turcos. Doce di as despus llegamos Erzeron , donde nos pararemos tres qua-tro meses. He de confesrtelo y Nesir 5 un pesar secreto sent cuando perd de vista la Persia , y me hall en medio de los prfidos; Osmaules ; y al paso que ea el

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    pais ce estos profanos me internaba , me pareca que me iba profanando yo propio. Se han presentando mi imaginacin mis amigos , mi familia y mi patria ; no s que desasosiego lia enturbiado mi corazn, y he visto que habla acometido una em-presa que me iba privar de la serenidad.

    Lo que mas aflige empero mi pecho son mis mugeres , y no puedo pensar en ellas sin un aanoso pesar; no porque las quiero, que en este punto mi desamor es tal que ni. para los deseos deja camino. Habiendo vivi-do en tui vasto serrallo, siempre he ga-nado por la mano al amor , y le he des-truido por sus propios deleites ; pero- esta misma frialdad engendra los zeios que me consumen. Contemplo una caterva de mu-geres abandonadas casi sus propios anto-jos , y solo unos pechos villanos me respon-den de ellas. Apenas vivira seguro si fue-ran leales mis. esclavos: pues que ser si no lo son ? [ Cuan tristes nuevas puedo recibir en las apartadas tierras que visitar voy ! Ni puede mjb amigos atajar este

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    dao, que es un sitio cuyos funestos misterios no han de saber.... Y que pu-dieran hacer ? No valdria mil veces mas una escondida impunidad que un castigo manifiesto ? En tu pecho deposito todas mis zozobras, amado Nesir,que es el nico consuelo que en el estado en que me en-cuentro me queda.

    De Erzeron, i o dla luna de Pebiab, i , 1 7 1 1 .

    C A R T A V I L

    FATIMA d USBEK. , Erzeron.

    D o s meses hace que te has ido, caro Usbek mi , y tan anonadada estoy aun que apenas lo puedo creer. Desatentada corro por todo el serrallo, como si estu-vieras t en l , y no me desengao. Que quieres que sea de una muger que te quie-re , que estaba acostumbrada estrecharte en sus brazos, que solo en darte muestras de su cario se esmeraba ; libre por la prerogativa de su cima } esclava por h violencia de su amor ? Cuando

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    Cuando me cas , nunca mis ojos haban visto-la cara un hombre, y t eres to-dava el nico que me han dejado ver ( 1 ) , porque no cuento como hombres estos horrorosos eunucos , cuya menor imper-feccin es el no serlo. Cuando con lo dis-forme de sus rostros cotejo la hermosura del tuyo, no puedo menos de reputarme feliz : ni me ofrece la imaginacin idea mas halagea que los hechiceros embelesos de tu persona. J u r t e , Usbek, (pie aun cuando tuviera facultad de salir del encierro donde la necesidad de mi condicin me tiene metida ; aun cuando me fuera dado escoger en todos los hombres que en esta .capital de las naciones habitan; te lo juro , Usbek , t solo escogera. Solo t en el mundo puedes ser el que merezca amor.

    Po creas que con tu ausencia he des-cuidado una hermosura que t apeteces. Puesto que no haya de verme nadie, y que mis arreos y atavos no hayan de con-

    (1) Las Persianas estn mucho mas guardadas eme las \ Mugeres de Turqua y de la Imlia,

    B

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    tribuir tus gustos , todava procuro con-servar el hbito ole agradar, y nunca me acuesto sin zahumarme antes con las mas esquisitas esencias. Acuerdme de aquel tiempo venturoso que te tuve en mis bra-zos ; me muestra un blando sueno el dulce objeto de mi amor que me acaricia , y se engolfa mi imaginacin en sus deseos , como en sus esperanzas se complace. A veces me figuro que aburrido de tu afa-noso vate tornas nosotras : en estos en-sueos, ni bien despierta, ni bien dormida, se me va la noche, te busco mi lado, y me parece que huyes de m ; al cabo el propio fuego que me consume deshace el encanto, y me vuelve la razn. Entonces tan encendida me encuentro no lo puedes creer, Usbek, mas no es posible vivir en este estado : corre fuego por mis venas. Como puedo espresar tan mal lo que tan bien s sentir ? Como siento tan bien lo que tan mal espreso ? En estos instantes, Usbek , daria el imperio del orbe por un solo beso luyo. Que desdicha la de una

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    mugef, cuando agitada de tan vehementes deseos se ve privada del nico que pudiera satisfacerlos ; cuando abandonada s pro-pia , sin que nada la pueda distraer, tiene que vivir entre continuos suspiros , entre los furores de una exaltada pasin; cuando lejos de ser ella feliz _, ni. siquiera puede contribuir la felicidad agena; intil ador-no de mi serrallo , que guardan , no para contentar los gustos , sino para conservar el honor de un marido !

    Que crueles sois los hombres! Os delei-tis en excitar en nosotras pasiones que no podemos satisfacer ; nos tratis como si furamos insensibles , y sentirais mucho que lo fusemos; creis que enardecidos con la larga privacin nuestros deseos se aumentarn con vuestra presencia. Ardua cosa es hacerse querer , y mas fcil alcan-zar de la desesperacin de nuestros sen-tidos lo que de vuestro mrito no os atre-vis esperar.

    A Dios, querido Usbek, Dios. Cree que solo para adorarte aliento, que est em-

    B

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    C A R T A VIIL USBEK su amigo RUSTN , Ispahan.

    E N Erzeron donde me hallo, he recibido tu carta. Bien habia presumido que me-tera buja mi viage, pero no me he curado de ello. Que quieres que escuche? La prudencia de mis enemigos. la mia?

    Desde mi primera juventud me present en palacio, Puedo afirmar que no se es-? trag mi corazn, y hasta decir que me propuse un alto intento, el de atreverme ser virtuoso, As que conoc el vicio me desvi de l , mas luego me arrim l otra vez, para quitarle la mascarilla. Anunci ^verdad hasta los pies del trono, habl, un

    bebida rni alma en t ; y que lejos de ser tu ausencia'parte para que le olvide, encen-dera mi amor si pudiera este, ser mas violento.

    Del serrallo ele Tspahan , 12 de la luna de Rebiab , 1 , 1 7 1 1 .

  • PERSIANAS 1 . idioma nunca oitlo en palacio, sonroj l lisonja, y amedrent en uno los idlatras y el dolo. Mas viendo cuantos enemigos me habia grangeado mi sinceridad, como habia incurrido en el odio de los ministros, sin ganar el valimiento del prncipe, y que en una corle corrompida solo el flaco apoyo de la virtud me sustentaba, me determin dejarla. Fing suma aficin las ciencias, y fuerza de fingirla les cobr una verda-dera. No me met en asunto ninguno, y me retir una quinta. Pero adoleca esta resolucin de otros inconvenientes, dejn-dome espuesto los tiros de mis enemigos, y privndome de los medios de pararlos. Ciertos avisos secretos me obligaron que pensara en ponerme en salvo, y resuelto desterrarme de mi patria, presentando como plausible prelesto mi propia soledad, habl con el rey, le manifest mis deseos de instruirme en las ciencias del Occidente, y apuntndole que podra sacar provecho de mis viages, encontr gi^ acia ante sus ojos, me ausent, y zaf una vctima de mis enemigos. B 3

  • 22 CARTAS

    C A R T A I X .

    [El primer eunuco IBI , Erzeron.

    Tu acompaas t seor en sus viages, corres provincias y reinos, y no pueden hacer mella en t los pesares; cada ins-tante ves cosas nuevas, y cuanto ves todo te recrea, y hace que pases sin sentirlo el tiempo. No as yo , que en una horrorosa

    All tienes, Rustan, el motivo verdadero de mi viage. Deje que charle Ispahan, y no tomes mi defensa con los que no me quieren bien. Interprtale como quiera la malignidad de mis enemigos; harta ventura tengo en que sea ese el nico dao que hacerme pueden. Ahora hablan de m :

    i.

    en breve me olvidarn , y mis propios amigos No, Rustan, no me quiero aban-donar tan tristes pensamientos; siempre me querrn, y creo que sern tan cons-tantes como ti.

    De Erzeron, 20 de la luna de Gcmadi , 2 , 1 8 1 1 .

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    crcel encerrado, siempre me cercan los mismos objetos, y me roen las mismas pe-sadumbres. Agobiado gimo bajo la carga de cincuenta aos de sustos y afanes, y puedo decir que en el curso de una dila-tada vida no he tenido ni un dia de sere-nidad , ni un punto de sosiego.

    Cuando form mi primer amo el proyecto cruel de fiarme sus mugeres, y con halagos mezclados con tremendas amenazas, me oblig separarme por siempre de m pro-pio ; cansado de servir en los mas penosos ministerios, me figur que habia sacrificado mi caudal y mi tranquilidad mis pa-siones Mas ay de m, que preocupado mi nimo me presentaba el rescate, y me esconda la prdida! Esperaba verme libre de los tiros del amor con la impotencia de satisfacerle Ay, que si era muerto en m el efecto de las pasiones, qued viva la causa, y lejos de hallar alivio, me encontr cercado de objetos que sin cesar la enar-decan ! Entr en el serrallo ; aqu lodo inflamaba el sentimiento de lo que habia

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  • a4 CARTAS

    perdido; parecia que mil atractivos natu-rales se descubran mi vista solo por des-esperarme ; y por cmulo de desdichas siempre estaba viendo otro hombre feliz. Nunca en aquellos tiempos de agitacin llev una mnger al lecho de mi amo , nunca la desnud, sin volver mi cuarto rabiando mi corazn, y desesperada mi alma.

    As se ha pasado mi mocedad miserable, sin tener otro confidente que yo propio. Abrumado de pesares y desconsuelo tenia que encerrarlos dentro del pecho; aque-llas mismas mugeres que con tan cariosos ojos ansiaba por mirar, les lanzaba ojeadas severas; que estaba perdido si me hubieran entendido. Como se hubieran valido del descubrimiento!

    Acuerdme que xm dia que metia una en el bao, tan fuera de m me senti, que enteramente perdido el juicio, me atrev poner al mano en un sitio terrible. Cuando volv en mi acuerdo cre que era aquel el postrer dia de mi vida; tuve empero la

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    fortuna de librarme de mil muertes; mas la beldad confidenta de mi flaqueza me vendi muy caro el silencio , que perd toda mi autoridad con ella, y me oblig luego condescendencias que mil veces me pusieron pique de perder la vida.

    Al fin se han apagado los fuegos de la mocedad; ya soy viejo, y en esta parte me encuentro en sosiego. A Jas mugeres las miro con indiferencia, y les pago en la misma moneda cuantos desaires y tor-mentos me han hecho padecer. Siempre me acuerdo de que habia nacido para man-darlas, y se me figura que me restituyo al ser de hombre cuando todava mando en ellas. Desde que las contemplo con frialdad, y me deja mi razn conocer lo Jas sus fla-quezas , las aborrezco; y puesto que las guardo para otro, recibo una secreta satis-faccin en el gusto de hacer que me obe-dezcan : cuando de todo las privo me pa-rece que sufren por m, y me resida cierto contento indirecto; en el serrallo me miro como en un imperio chico , y se satisface

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    en algo la ambicin, que es la nica pasin que aun me queda. Tengo gusto en ver que todo estriba en m solo, y que me ne-cesitan cada instante , y me cargo es-pontneamente con el odio de todas estas mugeres, que me afianza en el puesto en que estoy. En esta parte no les quedo deber nada; les impido Sos pasatiempos mas inocentes; sin cesar me presento ellas como un insuperable valla; forman planes, y al punto se los frustro; armado de re-pulsas, aferrado en escrpulos, nunca se me caen de la boca las palabras de obliga-cin, virtud, modestia y decoro; las deses-pero hablndoles sin cesar de la flaqueza del sexo y de la autoridad de su amo ; quejme luego de verme obligado ser tan severo, y parece que les quiero persuadir que no me animan otros motivos que su propio inters, y el mucho cario que les tengo.

    Esto no quita que reciba yo infinitos sinsabores, y que procuren estas mugeres vengativas pagarme con usura los que yo

  • PERSIANAS. 27

    les causo. Tienen terribles revueltas , y hay entre nosotros como mi flujo y reflujo de mando y sumisin. Siempre me em-plean en los mas soeces ministerios; me tratan con un desprecio sin ejemplar, y sin tener cuenta con mi vejez, por la menor friolera me obligan cada noche levantarme diez y doce veces de la cama; me abruman con rdenes continuas, con encai^gos, con manas y antojos; parece cpie se relevan para ejercitar mi paciencia, y que se su-ceden unos otros sus caprichos. A veces se entretienen en acrecentar mis cuidados; hacen que me fian secretos supuestos; ora me dicen que han visto un mozo rondar en torno de estos muros; luego que han oido bulla, que han de entregar una esquela : todo esto me desasosiega, y ellas se rien de mi afn, contentas con ver como me atormento yo propio. Otras veces me tienen atado detras de la puerta de su apo-sento, inmvil de noche y de dia; aparen-tando achaques, desmayos y sustos, que nunca les falta prelesto para obligarme

  • $ C A R T A S

    cuanto se les antoja. En estos lances SC requiere una ciega obediencia , y una con j descendencia sin tasa, que seria cosa nunca oida un no en boca de un hombre como y o , y si prontamente no las obedeciera , tendran facultad pai*a 'castigarme. Mas quisiera perderla vida, bi querido, que incurrir en tamao oprobio.

    Aun no te lo he dicho todo : nunca estoy cierto de conservar un punto el valimiento de mi amo , con tanta eneuvga como tengo en s;i corazon,q!ie solo a Icst-Mirine asp r : hay cuartos de hora en que no me dan odos, cuartos de hora en que nada se les niega , cuartos re hora en que nunca tengo yo razn. A la cama de mi amo llevo mugeres enojadas : piensas t que no tra-bajan contra m , pie mi razn triunfe? Todo lo tengo que temer de sus llantos, sus sollo es, sus halagos y sus mismos de-leites ; estn en el sitio de su victoria ; sus embelesos son para m terribles; en un instante sus servicios presentes borran todos mis servicios pasados : quien me puede

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    responder de un amo que no es dueo de s propio? Cuantas veces me lia sucedido acostarme en valimiento y amanecer en desgracia! Que delito habia cometido el dia que con tanto desdoro me azotaron en torno del serrallo? Dejo en brazos de mi amo una de sus mugeres; as que le ve inflamado vierte un mar de lgrimas, se cpieja, y tal color sabe dar sus quejas, cpie aumentaban con el amor que inspiraba. Como me habia yo de defender en mo-> ment tan crtico? Me vi perdido cuando menos lo esperaba; fui la vctima de una negociacin del amor , y de un tratado lieeho con suspiros. Esta es, querido I b i , la situacin cruel en que siempre he vivido.

    Que feliz eres t! Todos tus afanes se :ien meramente cuidar ele la persona de Usbek. Cosa fcil es para t darle gusto, y mantenerte en su gracia hasta el postrer iia de tu vida.

    I)el serrallo de Ispahan, el ltimo de la litna de Safar, 1 7 1 1 .

  • 3o CARTAS

    C A R T A X .

    MIRZA su amigo USBEK , Erzeron.

    E L nico que podia resarcirme dla pr-dida de Rica eres t, y Rica el nico que me podia consolar de la tuya. Usbek, t nos Jaitas, t que eres el alma de nuestra sociedad. Cuan violento es romper vn-culos por el corazn y la i-azon formados!

    Por ac disputamos mucho, casi todas nuestras contiendas se versan acerca de la moral. Ayer agitamos la cuestin de si eran felices los humanos por los gustos y con-tentos sensuales, por el ejercicio de la virtud. Muchas veces te o decir que ha-bian nacido los hombres para ser virtuosos, y que es la justicia una cualidad tan propia de ellos como la existencia. Rugote que me espliques lo que querias decir.

    He hablado con molakes que me hacen perder la paciencia con sus citas del aleo-ran; porque no los consullo yo como lid

  • PERSIANAS. 3 I

    creyente, sino como hombre, como ciuda-dano , y padre de familias.. A Dios.

    De lspalian , el ltimo de la luna de Safar, 1 7 1 1 .

    rx^v/x -*^-v^* -x/-v/-* ^/"V/-* -x^-vr* - ^ - v ^ -k^ -vy"v ^-*^-x

    C A R T A X I .

    USBEK MIRZA. hpahan.

    DENUNCIAS , Mirza amado, de tu razn por seguirla mia; te humillas hasta consul-tarme, y me crees capaz de instruirte. Una cosa es para m mas halagea todava que la buena opinin que de m tienes, y es tu amistad, que se la debo.

    Para desempear lo que me mandas he creido que no me habia de valer de dis-cursos muy abstractos Verdades hay que no basta con persuadirlas, y que esfuerza hacer que interesen, y de esta naturaleza son las de la moral. Mas impresin har en t acaso el siguiente *ozo de historia que una sutil metafsica.

    En la Arabia habia un pueblo chico lia-

  • 32 CARTAS

    mado Troglody ta, el cual descendia de los antiguos Troglody tas, que, segn dicen los historiadores, mas que humanos brutos se semejaban. No eran los modernos tan disformes; no lenian pelo como osos, te-nian dos ojos, y no ahullaban; pero eran s tan fieros y perversos, que no se conoca entre ellos principio ninguno de equidad y justicia.

    Gobernbalos un rey de casa estrangera, que los trataba con severidad, con nimo de enmendar su mala ndole; pero se con-juraron contra l , le mataron, y estirparon toda la familia real. Cometido este aten-tado, se juntaron para formar un gobierno, y al cabo de muchas disensiones nombraron magistrados; mas no bien los habian ele-gido, cuando, no pudindolos aguantar, los degollaron lodos.

    Exento el pueblo del nuevo yugo, solo los impulsos de su selvtica ndole consul-taba. Concertaron todos los particulares no obedecer nadie , y no cuidar cada unoj as que de sus popios intereses ; sin cuj

    rarsj

  • PERSIANAS. 33

    rarse dlos genos; determinacin unnime que todos los individuos agradaba. Decia cada uno porque me be de afanar yo en atarearme por gentes que no me importan? Pensar en m solo, y vivir feliz. Porque me be de curar de que lo sean los dems? Me har con todo cuanto necesite, y en tenindolo nada me importa que sean mi-serables los dems Troglodytas.

    Lleg el mes de la siembra; y dijo cada uno: no quiero labrar mas tierra que la que basta para dar el trigo que [jara man-tenerme necesito; todo lo restante sera intil para m , y no quiero trabajar en valde. Las tierras del pas no eran de la misma especie ; unas haba de secano y montuosas, otras en parages bajos, y ba-adas de riachuelos. El ao fue de mucha seca, de manera que las tierras altas no dieron fruto ninguno; por el contrario las de los valles fueron muy frtiles; y as casi toda la gente de las montaas se muri, de hambre, por la crueldad de los otros que r.o !es quisieron dar parte de la cosecha.

    Tomo L G

  • 34 CARTAS

    El ao siguiente fue muy lluvioso; los terrenos elevados dieron una abundant-sima cosecha, y se anegaron los bajos. La mitad del pueblo clamaba socorro contra la hambre, pero encontraron los desven-turados con hombres tan despiadados como ellos lo habian sido.

    Tenia uno de los principales moradores una muger muy hermosa; un vecino suyo se prend de ella, y se la rob : suscitse na reida contienda; y, al cabo de muchos denuestos y golpes, concertaron allanarse i la que fallara un Troglodyta que se habia grangeado buen nombre en tiempo de la repblica. Fueron su casa, y quiso cada uno alegar sus razones. Que me importa, les dijo este, que esa muger sea de uno de otro? Yo tengo |que labrar mi campo,y no quiero gastar el tiempo en atajar vues-tras contiendas, ni ocuparme en vuestros negocios, abandonando los mios. Rugoos que me dejis en paz, y no me rompis la cabeza con vuestras disputas. Dicho esto, los dej, y se fus labrar S l l cortijo. El,

  • PERSIANAS.- 35

    robador', qne era el mas fuerte, hizo jura-mento de morir antes que restituir la mu-' ger, y el otro, traspasado el corazn con la sinrazn de su vecino y lo desentraado del juez, se volvia desesperado su casa, cuando en el camino encontr una muger moza y hermosa, que se volvia de la fuente. Habia perdido su muger, y esta le gust; y mas le gust todava, cuando supo que era la de aquel que habia nombrado por arbitro, y que tan poco habia compadecido su desventura. La rob pues, y se la llev consigo.

    Uno habia que posea un cortijo bastan-temente frtil,y le labraba con mucho esme-ro : coligronse dos de sus vecinos , y le echaron de su propia hacienda, apropin-dosela ellos; luego hicieron liga para defen-derse de todos los que quisieran quitrsela, y con efecto se mantuvieron en lo que haban robado- por espacio de unos meses; mas aburrido uno de los dos de partir con el tro lo que poda disfrutar solo, mat su

  • 3 6 CARTAS

    compaero, y se qued seor del terreno. No dur mucho su dominio ; otros dos Troglodytas le acometieron, y no teniendo fuerza suficiente para defenderse fue de-gollado.

    Vio un Troglodyta que estaba casi des-nudo lana que habia de venta, y pregunt cuanto valia. El mercader dijo entre s : mi lana no vale mas que el dinero que costaran dos cahces de trigo, pero la quiero vender cuatro tantos mas , para comprar con lo que sacare ocho cahces. Fue forzoso contentarle y pagarle el precio que l quiso. Mucho me alegro, dijo el mercader, con esto comprar trigo. Que decis? replic el comprador con que ne-cesitis trigo? Yo os lo vender; acaso el precio os pasmar, pero ya sabis que anda muy caro y que hay una hambre casi uni-versal. No obstante volvedme mi dinero, y os dar un cahiz de trigo, porque no os e he de dar precio mas equitativo, aun? que os caigis muerto de necesidad

    De all poco una epidemia cruel asol

  • PERSIANAS. 3^

    la provincia. Tino un mdico muy inteli-gente de un pais inmediato, y con tanto aderto administr sus medicinas, que san cuantos le llamaron. Habiendo ya cesado la enfermedad fue el doctor pedir la paga dess visitas los cpie habia curado, pero encontr con repulsas en todas partes, y se volvi su pais pobre y agobiado con los trabajos de su largo viage. En breve supo que se habia manifestado de nuevo la epidemia, y que esta desgraciada tierra estaba mas apestada que la vez primera. Fueron buscarle los Troglodytas , sin aguardar entonces que l hiciera el viage. Idos de aqu, les dijo, hombres injustos , en vuestra alma tenis un veneno mas activo que el de la enfermedad de que deseis sanar ; no merecis ocupar un lugar sobre la haz de la tierra, porque ni sois huma-nos , ni conocis las reglas de la equidad ; y creerla yo que ofendia los dioses que os castigan, si su justo enojo opusiera algn estorbo.

    De Erzeron, 3 de la luna de Ge modi , 2 , 1 7 1 1 .

    C 3

  • 38 CARTAS

    C A R T A X I .

    UsEEit al mismo, d lspahan.

    Y A lias visto, Mirza querido, como su propia perversidad acab con los Troglo-dytas, y fueron vctimas de su injusticia. Solo quedaron dos familias de tantos como .eran, que evitaron las desgracias dla na-cin. Haba en el pais dos hombres muy raros, que tenan humanidad, conocian la justicia, tenan apego la virtud, y no menos estrechamente unidos por la rectitud de su corazn que por lo estragado del de los otros, eran testigos dla general desolacin, y solamente por su compasin la sentan; motivo para ellos de nueva estrechez. Con recproco zelo se afanaban por el inters lino de otro; no tenan otras contiendas que las que de una tierna y cariosa amis-tad provenan , y en el rincn mas remoto del pais, separados de sus paisanos, que no

    ;.eran dignos.de su presencia, vivan seren

  • P E R S I A N A S . 3g

    y feliz vida, y parecia que cultivada la tierra por tan virtuosas manos daba espon-tneamente frutos.

    Amaban sus mugeres, que los queran entraablemente, l o d o su esmero le ci-fraban en criar sus hijos en la prctica de la virtud. Sin cesar les contaban las des-venturas de sus paisanos, ponindoles la vista su funesto ejemplo; hacanles parti-cularmente palpable que siempre el inters de los particulares se halla en el comn inters; que quien de l se quiere separar se quiere perder; que no es la virtud cosa que cueste afanes; que no la hemos de mirar como un penoso ejercicio, y que la justicia con los otros es caridad consigo mismo.

    En breve gozaron el consuelo de los padres virtuosos que es tener hijos que se les parecen. El pueblo novel, que su vista creca se aument con dichosos casa-mientos; multiplicse el nmero de hom-bres , su unin siempre fue la misma, y lejos de enflaquecerse la virtud con la

    C 4

  • 4 CARTAS

    muchedumbre, se fue fortificando con mas y mas reiterados ejemplos.

    Quien pudiera pintar aqu la ventura de estos Troglodytas? Tan justificado pue-blo habia de spr amado de los dioses. As que abri los ojos para conocerlos, apren-di temerlos, y suaviz la religin lo spero que en sus costumbres habia dejado la naturaleza.

    Fundaron fiestas en honra de los dioses. Ornados de flores los mancebos y las don-cellas las celebraban con bailes y con los acentos de vina campestre msica; seguanse luego banquetes, donde con el contento rei-naba la frugalidad. En estas asambleas se esplicaba con candor la naturaleza; adies-trbase all la juventud dar y recibir el don del corazn ; all el virginal pudor dejaba sonrojado carsele de la boca un si, que en breve confirmaba el consentimiento! paternal; all las madres tiernas se gozaban anunciando de antemano un dulce y fiel enlace.

    Al templo iban implorar- el favor de r

  • PERSIANAS. 4 1

    los dioses, no riquezas , ni una gravosa abundancia; que no eran dignos semejantes deseos de los venturosos Troglodytas, ni las queran nunca, como para sus conciu-dadanos no fuera. Postrbanse los pies de las aras para implorar la salud de sus padres, la unin de sus hermanos, la ter-neza de sus esposas, el cario y la obe-diencia de sus hijos. Llevaban las doncellas su corazn en tributo los dioses, sin pedirles otra gracia que la de hacer feliz un Troglodyla.

    Al anochecer, cuando volvian los ga-nados de la pradera, y arrastraban los fatigados bueyes del arado, se juntaban, y en un frugal banquete cantbanla injusticia y las desventuras de los primeros Troglo-dytas, la virtud y la felicidad que con un nuevo pueblo renacan; celebraban la gran-deza de los dioses , su favor propicio siempre al hombre que los implora, y su inevitable enojo con el que no los teme; luego describan las delicias de la vida rs-tica } y la venturosa condicin de los que

  • 4 2 CARTAS

    iempre orna la inocencia. Entregbanse rlespu.es al sueo, que nunca los cuidados ni los pesares interrompian.

    No menos abastaba la naturaleza sus de-seos que sus necesidades. Ei^a ignorada en este afortunado pais la codicia ; hacanse mutuos regalos, y quien mas daba se crea el mas bien librado. Mirbase el pueblo Troglodyta como una sola familia ; casi siempre anclaban mezclados los ganados; y el nico afn de que se desentendan, era el de repartirlos.

    De Eneran , 6 de la luna t Gemadi , , 1 7 1 1 .

    C A R T A X I I I .

    USBEK al mismo.

    SERIA nunca acabar hablarte de la virtud de los Trododvlas. Uno deca un da : na-ana ha de ir mi padre arar su pegujar yo me levantar dos horas antes que ama-nezca ; y cuando vaya le encontrar ya

  • PERSIANAS. fi

    arado. Otro pensaba entre s : me parece que est mi hermana prendada de un Tro-glodyta mozo, pariente nuestro; pues he de hablar con mi padre y contratar estas bodas. A otro le fueron decir que unos ladrones se habian llevado su ganado : mu-cho lo siento, respondi, porque habia en l una novilla blanca que pensaba sacrificar los dioses. A uno se le oia : tengo que ir al templo dar gracias los dioses de qu haya cobrado la salud mi hermano que tan amado es de mi padre, y quien yo tanto quiero. O bien, en el terreno que con el de mi padre linda estn los labradores es-puestos todo el clia al calor del sol; es preciso que plante en l dos rboles, para epte puedan los pobres ir algunos ratos descansar su sombra.

    Un dia que estaban reunidos muchos Troglodytas, habl un anciano de un mozo de quien presuma que habia cometido una accin fea, y se la reprendi agriamente. Creemos que no ha cometido ese delito, dijeron los otros mozos; pero si le ha co-

  • 44 C A R T A S

    metido ojal que muera el postrero de su familia!

    Vinieron decir un Troglodyla que haban irnos eslrangeros saqueado su casa, y todo se lo haban llevado. Si no fueran injustos, replic, quisiera que les otor-garan los dioses una posesin mas dilatada que m.

    Con tanta prosperidad se escit la en-vidia agena; juntronse los pueblos inme-diatos, y con ftiles pretestos se resolvieron robar sus ganados. As que se supo esta determinacin, les enviaron los Troglo-dytas embajadores , que hablaron as : Que os han hecho los Troglodytas? Os han quitado vuestras mugeres, robdoos vuestras reses, asolado vuestros campos? No; que somos justos, y tememos los dioses Que queris de nosotros ? Peds lana para haceros vestidos? Pedis leche de nuestros ganados, frutos de nuestras tierras? Dejad las armas, venid en medio de nosotros, y todo oslo daremos. Em-pero por cuanto mas sagrado hay os jura- j

  • PERSIANAS, 4$

    ios que si como enemigos os metis en nuestro pais , os miraremos como un pueblo sin justicia, y os trataremos como fieras.

    Oyeron con desprecio estas razones aquellos pueblos silvestres, y entraron en el pais de los Troglodytas, figurndose que fiaban estos en solo su inocencia su defensa. Mas estaban bien preparados defenderse, y haban colocado en medio de ellos sus hijos y sus mugeres. Habalos pasmado no Ja muchedumbre de sus enemigos, sino su sinrazn : se haban inflamado en un nuevo ardor sus pechos.; quera uno morir por su padre, por su muger y sus hijos otro , este por sus hermanos, aquel por sus amigos, todos por el pueblo Troglodyta; el puesto del que aspiraba al punto le ocupaba otro que, ademas de Ja causa comn, tenia una muerte particular que vengar.

    Esta hie la lid de la injusticia con la virtud. Aquellos pueblos cobardes que solo robar queran, apelaron sin vergenza \i la fuga, y cedieron, i la virtud de IQSJ

  • 4 6 CARTAS Troglody tas, sin que hiciese esta impresin en sus nimos.

    De Erzcron , a g d la luna de Gcmadi, 2 , 1 7 1 1 .

    C A R T A X I V .

    USBEK al mismo.

    CRECA cada dia la poblacin, tanto que creyendo los Troglodytas que era conve-niente elegir un monarca, acordaron de-ferir el cetro* al que mas justo fuese, y pusieron los ojos en un anciano , por su edad y por la constancia de su virtud ve-nerable, el cual no habia querido asistir esta asemblea, y se habia retirado su casa, traspasado el pecho de dolor.

    Pues cuando le enviaron diputados que le dieron cuenta de la eleccin que en el habia recaido : no plega al cielo, dijo, que haga yo los Troglodytas el agravio de que puedan decir que no se halla entre ellos ninguno mas justo que yo, Me dais la-co-

  • PERSIANAS. 4 T

    roa, y si os empeis en ello, fuerza ser que la admita; sabed, empero, que morir del pesar de haber visto, cuando nac, libres los Trogloditas, y de verlos hoy vasallos. Virti al decir esto un raudal de lgrimas. O dia desventm-ado! esclamaba Porque he vivido yo tanto? Luego en voz mas severa : bien lo veo, continu, Troglodytas, ya empieza seros gravosa vuestra virtud. En la situacin que os ha-llis, no teniendo cabeza, es preciso que aun en despecho vuestro seis virtuosos; que sin eso no pudierais subsistir, y cae-rais en las desdichas de vuestros antepa-sados. Pero se os hace muy duro este yugo, y mas bien queris sujetaros un prncipe, y obedecer sus leyes menos rgidas que vuestras costumbres, sabiendo que entonces podris satisfacer vuestra ambicin, gran? gear riquezas, y dormiros en muelles de-leites, y que no necesitaris de la virtud > con tal que no cometis delitos horrorosos. ;(Parse aqu un rato;, y corrieron sus antos coa, mas abuudajcia que primero }

  • 48 CARTAS lMas que queris que haga? Como he Je dar preceptos un Troglodyta? Queris que ejecute l virtuosas acciones porque yo se las mande, pues sin mi mandato las hara, siguiendo solo su inclinacin natural? O Troglodytas! ya he llegado al ltimo lindero de la vida; helada corre la sangre por mis venas, en breve voy ver vues-tros sacrosantos mayores. Por pie queris que los llene de desconsuelo, obligndome contarles que os dejo sujetos otro yugo que el de la virtud?

    De Eneron , i o de la luna de Gemadi, 2 , 1 7 1 1 .

    fVV^'^V> "^ V^ ^^V^% -H^-^-fc 'W '^^ V>'VV>

    C A R T A X V .

    El primer eunuco J A R O N , eunuco negro , Erzerou,

    HUEGO al cielo que te traiga estos pa-ses , y que te saque con bien de lodo peli-gro. Puesto que nunca supe que cosa es el vnculo que JJaman, amistad , y que todo

    entero

  • P E R S I A N A S . 4.9

    entero me he concentrado dentro de m mismo, todava me has hecho ver t que tenia entraas, y siendo un bronce con todoslos esclavos que bajo mis leyes vivian, tu infancia la he visto crecer con gusto. Lleg la poca que puso en l los OJOS mi, amo, y mucho tiempo antes de que la na-turaleza se hubiera esplicado te separ ua cuchillo de la naturaleza. No puedo decirte si te compadec, si tuve gusto en verle exaltado nivel mi. Calm tus gritos y tu llanto, y cre que nacas por la segunda vez, y. que salas de una esclavitud en que siempre habas de obedecer, para entrar en olra en que habias de mandar. Tom mi cargo tu educacin, y la austeridad, siempre imprescindible de la enseanza, por mucho tiempo no te dej ver cuanto te quena. Te amaba no obstante, y aun t dijera, que te quera como quiere un padre : su, hijo, si se pudieran avenir con nuestro, estado los nombres de hijo y de padre.

    Ora vas correr las tierras^ donde moran Tomo L D

  • 5o CARTAS

    C A R T A X V I .

    USBEK al molah MAHOMETO-ALI , guarda de los tres sepulcros.

    PORQUE vives en los sepulcros, divino molah ? Mas propia era de t la mansin de las estrellas. Sin duda que te escondes por miedo de oscurecer el sol, y aunque no tienes manchas, como este astro, te ocultas, como l, en las nubes. Es tu cien-cia un abismo mas hondo que el Ocano, tu entendimiento mas penetrante que la espada de Al i , Zufagar, que tenia dos

    los Cristianos siempre incrdulos. Imposi-ble es que no se amancille tu alma. Como te ha de poder contemplar el profeta en medio de tantos millones de enemigos suyos? Yo quisiera que de vuelta hiciera mi amo la romera de la Meca, y todos os purifica-rais en la tierra de los ngeles.

    Del scrallo de Ispahan, 10 de la luna de Gemadi, 171 i .

  • PERSIANAS. 5 I

    puntas; sabes los sucesos de los nuevos coros de las potencias celestiales; lees el alcoran en el pecho de nuestro profeta divino, y cuando das con algn paso oscuro, des-coge por orden suyo sus veloces a!as un ngel, y desciende de su trono revelarte el misterio. Por tu conducto pudiera yo mantener estrecha correspondencia con los ngeles; que al cabo, tercio dcimo imn, t eres el centro donde van parar los cielos y la tierra, y el punto de comuni-cacin entre el empreo y el abismo.

    Permite eme y o , que me encuentro en un pueblo profano, me purifique contigo; djame volver el rostro los sacrosantos sitios donde t resides; seprame de los malos, como al rayar de la aurora se separa t i hilo blanco elel negro; aydame con tus consejos; ampara mi alma; emppala en el espritu de los profetas; alimntala con la ciencia elel paraso, y dame licencia para que ponga sus llagas v.s plantas. Dirige

    D a

  • 52 C A R T A

    tus sagradas cartas Erzeron, donde me detendr algunos meses.

    De Erzeron, 11 dla luna de Gemadi, i, 1711

    C A R T A X V I I .

    USBEK al mismo.

    N o puedo, divino molah, sosegar mis in-quietudes , ni est en mi mano aguardar tu sublime respuesta, me atormentan dudas que es fuerza disipar, y veo que se descarria mi razn. Piedcela al camino derecho; ven alumbrarme, manantial de la luz; fulmina con tu divina pluma las dificultades que te voy proponer; haz que me duela de m propio y me sonroje de la pregunta que hacerte voy.

    e donde nace que nos veda nuestro legislador la carne de puerco, y todos los manjares que llama inmundos. De donde que nos prohibe tocar un cadver, y para purificar el alma, nos manda que sin pesar nos lavemos el cuerpo? Parceme

  • PERSIANAS. 5 3

    que las cosas en s ni son puras ni impuras, y no puedo concebir cualidad ninguna in-herente al sugelo, que las constituya tales. El cieno nos parece sucio, porque repugna nuestra vista, alguno de nuestros sentidos, pero en s no es mas sucio que el oro y el diamante. La idea de la mancilla que con el contacto de un muerto se con-trae nos viene de cierta repugnancia natural que este excita en nosotros. Como hu-biera sido posible imaginarse que eran impuros los que no se lavan, si no hubieran causado asco al olfato ni la vista? As que los sentidos, divino molah, habrn de ser los nicos que fallen de la pureza impureza de las cosas. Empero rio ha-ciendo los objetos lina misma impresin en todos los hombres, y lo que en estos excita una sensacin grata, produciendo en aquellos otra inaguantable, se colige que en este caso no puede servir de norma el testimonio de los sentidos, si no decimos que cada uno es arbitro de fallar su an-tojo en la materia, y distinguir con respecto

    D 3

  • 5 4 CARTAS s, las cosas puras de las impuras. Mas no daria por el pie esta consecuencia, sa-grado molah, con las distinciones que esta-bleci nuestro divino profeta, y con los puntos fundamentales de la ley, escrita de puo de los ngeles ?

    De Erzcron, 20 de la luna di Geniad, 2 , 1 7 1 1 .

    C A R T A XVTII.

    MAHOMETO-ALI, sien>o de los profetas, USBEK, Erzeron.

    SIN cesar nos hacis preguntas que hicieron millares de veces nuestro santo profeta, Porque no leis las tradiciones de los doctores? Porque no bebis en esta fuente pura de toda inteligencia? All encontra-rais la solucin de todas vuestras dudas, Desventurados, que siempre embebidos en las cosas terrenales, nunca habis con-templado atentamente las celestiales, y reverenciis la vida de los molahes, sin

  • PERSIANAS. 55

    atreveros abrazarla y seguirla! Profanos, que nuuca penetris los altos juicios del Todo-poderoso! Vuestras luces se semejan alas tinieblas del abismo, y los argumentos de vuestra razn se parecen al polvo que de los pies se levanta, cuando lanza el sol de medio dia sus rayos, en el ardiente mes de chalval. Por eso nunca llega el zenit de vuestro espritu al nadir del mas nfimo de los imanes (i) . Es vuestra vana filosofa el relmpago precursor de tormenta y os-curidad ; vivis en medio de la tempestad, y fluctuis hechos juguete del viento.

    Muy fcil es desatar vuestra dificultad ; basta, para eso contar lo que sucedi un dia nuestro santo profeta, cuando siendo tentado por los cristianos, y puesto prueba por los judos, dej confusos unos y otros.

    Preguntle el judo Abdias bsalon (2) porque habia Vedado Dios la carne de puerco. Con justa razn, respondi Ma-

    (1) Los Persiunos usan con mas frecuencia de esta voz que los Turcos.

    ( i ) Ti-adicin ce los Mahometanos.

    D4

  • 5 6 CARTAS

    liorna, porque es animal inmundo, y voy probroslo. Form luego con lodo la figura de un hombre en su mano, y la ech al suelo, gritndole, levntale. Al punto se levant un hombre, y dijo : yo soy Jafet, hijo de No. Tenias la cabeza tan cana, cuando te moriste? le dijo el sagrado profeta. No, replic Jafet , pero cuando me despertaste, cre que'era llegado el dia del juicio, y cobr tal susto, que de re-pente se me ha encanecido el cabello. Bien est: cuntame, le elijo el enviado de Dios, toda la historia del arca de No. Obedeci Jafet, cont punto por punto los sucesos de los primeros meses, y sigui diciendo : Echamos las suciedades de lodos los ani-males un rincn del arca, con lo cual su lacle tanto que tuvimos mortal miedo, con particularidad nuestras mugeres que daban recios lamenlos. Habiendo pues ido nuestro padre No al consejo del Eterno, le fue mandado por Dios, que cogiera al elefante, y le volviera la cabeza hacia donde se ladeaba el arca. Tanlo se ensuci este

  • PERSIANAS. 57

    vasto animal, que de la porquera naci un cerdo. Crees ahora, Usbek, que nos he-mos abstenido de l desde entonces, y que le hemos tenido por animal inmundo?

    Como cada instante meneaba el cerdo la porquera, se llen de tal hediondez el arca, que l propio no pudo menos de estornudar, y sali de sus narices un raton r que iba royendo todo cuanto topaba; cosa que no pudo aguantar No, y crey que convenia consultar otra vez con Dios, el cual le mand que diera un porrazo al len en la frente. lzolo as No, estornud el len, y sali de sus narices un ga'o. Crees que no son tampoco inmundos estos ani-males ? Que te parece ?

    As cuando no veis la causa de la im-pureza de ciertas cosas, consiste en que ignoris otras muchas, y en que no sabis bs sucesos entre Dios, los ngeles y los hombres. No conocis la historia de la eternidad, ni habis ledo los libros es-critos en el cielo; lo que os ha sido revelado 1 0 es mas que una mnima pare de la di-

  • 58 CARTAS

    vina biblioteca, y los que, como nosotros, se acercan mas ella, mientras viven en este mundo, estn sepultados en oscuridad y en tinieblas. A Dios . Mahoma sea en tu corazn.

    "De Com , el postrero de la luna de Chalval, 1 7 1 1 .

    C A R T A X I X .

    USBEK su amigo RUSTAN, Jspahan.

    OCHO das no mas nos hemos detenido en Tocat, y hemos llegado Esmirna, des-pus de treinta y cinco dias de camino.

    Desde Tocat hasta Esmirna no se en-cuentra pueblo que citarse merezca. Con asombro he contemplado la flaqueza del imperio de los Osinanles; cuerpo achacoso que no con un moderado y buen rgimen se sustenta, mas s con violentos remedios, que le dejan exhausto, y le consumen con-tinuamente.

  • PERSIANAS. 59

    Los bajaes, que poder de dinero logran sus empleos, llegan sin un maraved las provincias, y las asuelan como si fueran paises conquistados. Una insolente milicia solo por sus antojos se guia : estn desman-teladas las plazas , biermos los pueblos , asolados los campos, y totalmente aban-donada la agricultura y el comercio.

    En este gobierno tan severo reina la im-punidad , y estn espuestos mil violencias los cristianos que cultivan la tierra, y los judos que recaudan los tributos. La pro-piedad de los predios no est afianzada, por consiguiente nadie se cura de darles valor, que no hay fuero ni posesin que al antojo de los que gobiernan pueda ser contraresto.

    De tal modo han abandonado estos br-baros las artes, que hasta del de la guerra se han desentendido, y mientras que cada diase ilustran las naciones europeas, ner-mauecen ellos en su antigua ignorancia, sin pensar en adoptar sus nuevos inventos, hasta que millares de veces han servido

  • 6o CARTAS

    (1) Parece que habla de la Isla de Malta.

    contra ellos. Del mar no tienen prctica alguna, ni maa para maniobrar. Dicen que un puado de cristianos, que salen de una roca ( i ) , hacen estremecer los Oto-manos , y fatigan su imperio.

    Inaptos para el comercio les cuesta tra-bajo consentir que vengan negociar los europeos, siempre activos y laboriosos, y piensan que hacen mucho favor estos estrangeros con permitir que los enriquez-can. En todo el vasto espacio de tierra que he atravesado, Esmirna es el nico pueblo que puede llamarse rico y opulento, y los Europeos son ios que hacen que lo sea, que no queda por los Turcos que se semeje :o;ioj los dems.

    Esta es, cruerido Rustan, la i m a g e n ver-dadora de este imperio, que antes que pasen dos sig'os, ser teatro dlos triunfos de un conquistador.

    De Esmirna, 2 de la luna tk Rahmazan , 1 7 1 1 .

  • PERSIANAS.

    C A R T A X X .

    USBEK ZACHI su muger, al serrallo de Ispahan,

    ZACHI, t me lias ofendido, y siento im-pulsos en mi pecho que serian terribles para t , si no te dejase lugar mi ausencia para que mudaras de conducta, y calmaras los violentos zelos que me atormentan.

    S que te han encontrado sola con el eunuco blanco Nadir, que perder la ca-beza en pago de su infidelidad y alevosa. Como te has abandonado hasta el estremo de no ver que no te era lcito admitir en tu cuarto un eunuco blanco, "teniendo negros para que te sirvan? En valde me dirs que no son hombres los eunucos, y que sofoca, en t la virtud las ideas que de una imperfecta semejanza se pudieran originar; porque no basta esto para t , ni para m; para t que has hecho una cosa vedada por las leyes del serrallo, ni para

  • 62 CAUTAS

    ma quien quitas la honra, esponindote miradas... . que digo, miradas? los embates de un aleve que con sus maldades te habr amancillado, y mas todava con su pesar, y la desesperacin de su impo-tencia.

    Acaso medirs que siempre me has sido fiel. Y como podas no serlo ? Como hab'as de frustrar la vigilancia de los eu-nucos negros, que tan pasmados estn del modo como vives ? Como habas de que-brantar las puertas y cerrojos que te tienen encerrada? Te precias de una virtud que no es libre, y acaso te han quitado mil veces tus torpes deseos el mrito y el pre-mio de una fidelidad de que tanto le alabas.

    Sea en buen hora que no hayas cometido todo craato me pudiera yo presumir, que no haya puesto en t sus sacrilegas manos ese aleve, que te hayas negado recrear sus ojos con las delicias de su amo, que cubierta coa tus vestidos hayas dejado tan flaca valia entre t y l } que impulsos de

  • PERSIANAS. 65

    un sagrado respeto haya l bajado los ojos, y fallndole la osada haya temblado, pen-sando en el castigo que le aguarda; puesto que todo eso sea, siempre es cierto que has hecho una cosa contraria tu obligacin. Y si has faltado ella sin motivo, y sin que te incitaran tus desordenados apetitos, que no hicieras por satisfacerlos ? Que haras si pudieses salir de ese sitio sagrada, que para t es una dura crcel, as como para tus compaeras es un asilo propieio contra los embates del vicio, un sagrado templo, donde se desvanece la flaqueza de tu sexo, y es invencible despecho de las tentaciones de la naturaleza? Que liaras, si abandonada t propia, no tuvieras otra defensa que el amor que me tienes, y que tan gravemente has ofendido, y tu obligacin que con tanta indignidad has violado? Cuan santas son las costumbres del pais donde vives, y cpie le libran de los insultos de los mas viles esclavos ! Debieras

    . darme las gracias por la sujecin en que te obligo que vivas, pues solo por ella me-

    reces vivir.

  • 64 CARTAS No puedes aguantar al gefe de los eu-

    nucos, porque zela sin cesar tu conducta, y te da prudentes consejos, y dices que es tanta su fealdad que no le puedes mirar, sin repugnancia, como si para puestos se-mejantes se requirieran objetos hermosos, y te afliges sin duda de que no se halla en su lugar el eunuco blanco que te deshonra.

    Mas que te ha hecho tu primera es-clava ? Haberte dicho que las llanezas que con la joven Zelinda tenias eran mal pa-recidas , y ese es el motivo de tu enemistad

    Debera ser yo un juez severo, Zachi, pero soy un esposo que anhela por que seas inocente. El cario que Rosana, mi nueva esposa tengo, me ha dejado lodo el que te debo t, que no eres menos linda. Mi afecto se parle entre ambas,, y no tiene Roxana mas prerogativa que la que la virtud aade q la hermosura.

    De Esmirna, 12 de la luna de 2ilcad, 1 7 1 1 ,

    CARTA

  • P E R S I A N A S . 65

    C A R T A X X I .

    USBEK al primer eunuco blanco

    TIEMBLA al abrir esta carta, mas antes debias de temblar cuando consentiste la alevosa de Nadir. T que, no obstante tu helada y achacosa vejez, no pudieras sin culpa alzar los ojos delante de los terribles objetos de mi cario; t quien nunca fue permitido poner tus sacrilegas plantas en el umbral del tremendo sitio que de todos los profanos ojos los esconde; t aguantas que aquellos cuya conducta te fue liada tengan la temeridad de ejecutarlo, y no ves el rayo que ;t ellos contigo va esterminaros Quien sois vosotros mas que mos viles instrumentos que puedo yo romper cuando se me antojare; que solo en cuanto sabis obedecer existis; que meramente para cum-plir mis preceptos vivs en el mundo, para morir cuando yo lo mando; que alen-tis ' O r j u e mis gusios, mi amor, mis

    orno , E

  • 6 6 CARTAS

    zelos necesitan de vuestra bajeza, y que1 finalmente ni podis tener otra suerte que la humillacin, ni otra alma que mi vo-luntad, ni mas felicidad que mi esperanza?

    Bien s que algunas de mis mugeres se sujetan con dificultad las austeras leyes de su obligacin; que se aburren con la con-tinua presencia d un eunuco negro ; que las fatigan los horrorosos objetos que para que no pierdan la memoria de su marido tienen siempre delante: bien lo s. Empero t que te allanas estos desrdenes, su-frirs un castigo que haga temblar cuantos de mi confianza abusaren.

    Por todos los profetas del cielo, y por Ali, el mayor de todos, te juro, que si os desentendis de vuestras obligaciones, no tendr en mas vuestra vida que la de los iles insectos que piso.

    Be Esmirna, 12 de la luna de Zicald% ijn,

  • PERSIANAS. 67

    C A R T A X X I I .

    JAJAON al primer eunuco.

    AL paso que se desva Usbek del serrallo vuelve la cabeza hacia sus sagradas mu-geres, suspira', vierte llantos, se exaspera su dolor, y crecensus sospechas. Queriendo aumentar el nmero de sus centinelas, me envia al serrallo con todos los negros que me acompaan, y sin temor ninguno por lo cpie hace su persona, se asusta por lo que quiere mil veces mas que su propia vida. As que voy vivir bajo tus leyes, y participar de tus afanes. Gran Dios ! cuantas cosas para hacer feliz aun homhra se necesitan!

    Parece que la naturaleza, despus de haber hecho dependientes- las mu geres, las-haba puesto en libertad, y que resultaba el desorden entre ambos sexos de la reci-procidad de sus; respectivas obligaciones* nosotros; heios constituido parte del piare

    E 2 .

  • 68 C A R T A S

    de una harmona nueva; entre nosotros y las mugeres hemos colocado el odio, y entre las mugeres y los hombres el amor.

    Mi semblante se va tornar severo; mi-rar siempre con aspereza y enfado; huir el contento de mis labios, y tranquilo en la apariencia, tendr Heno el pecho de zo-zobras, y no aguardar las arrugas de la vejez para aparentar su austeridad.

    Con gusto hubiera seguido mi amo al Occidente, pero l es arbitro de mi vo-luntad. Quiere que guarde sus mugeres, y las guardar con fidelidad. Bien s como me he de gobernar con este sexo, que si le dejan que sea vano se torna altivo, y que es mas fcil destruir que desairar. Me postro ante tus ojos.

    De Esmirna , 12 de la luna dt Zilcfid, 1 7 1 1 .

  • PERSIANAS.

    w

  • 7# C A R T A S

    de las cosas que saltan los ojos lodos, como son la diferencia de trages, de edifi-cios , y de los estilos principales; pero hasta en las mas menudas frioleras hay cosas rai-as, que las siento yo y no s esplicarlas.

    Maana saldremos para Marsella, donde nos detendremos muy poco. Mi nimo y el de Rica es llegar cuanto antes Paris, que es el emporio del imperio europeo. Siempre los caminantes prefieren los pue-blos grandes, que son especie de patria comn de todos los forasteros. A Dios: est cierto de mi constante afecto.

    De Liorna , 12 de la luna de Safar, 1 7 1 2 .

    C A R T A X X I V .

    RICA IBEN , Esmirna.

    E N Paris nos hallamos un mes hace; y siempre en continuo movimiento. Es mu-cha faena antes de tener alojamiento, de hallar los sugetos quienes uno est i-eco

  • PERSIANAS. 71

    mendado y abastecerse de las cosas nece-sarias, que todas faltan de consuno.

    Tamao es Paris como Ispakan, y las casas son tan altas, que parece que todos los moradores son astrlogos. Bien discurres que una ciudad edificada en los ayres, con seis siete casas, unas encima de otras, est poblada sobre manera, y que cuando baja todo el mundo la calle hay una bonita confusin. Pero acaso no creers que en un mes que hace que estoy aqu no he visto andar nadie. Ninguno saca mas provecho de su mquina que los Franceses, que cor-ren y vuelan; y los accidentaran los lentos carruages del Asia, y el paso comps de nuestros camellos. Yo por m que no estoy hecho este tragino, y que muchas veces voy pie sin mudar de paso, rabio veces como un cristiano. Vaya con Dios cuando me salpican de pies cabeza, pero lo que no puedo aguantar son los codazos que con regla y peridicamente me dan : uno que viene detras de m y pasa adelante me hace dar media vuelta, y otro que se me cruza

    E 4

  • 7?. CARTAS

    por la otra parle me vuelve ce repente al sitio donde me cogi el primero, y antes de dar cien pasos estoy mas quebrantado que si hubiera andado diez leguas.

    Po te figures que pueda por ahora ins-truirle fondo de ]os estilos y costumbres europeas, que yo propio no tengo hasta ahora mas que una ligera idea de ellas, y apenas he tenido lugar mas que para pas-marme.

    El mas poderoso prncipe de Europa es el rey de Francia.. NQ tiene minas de oro, como su vecino el rey de Espaa, pero es mas rico que l, porque saca su riqueza de la vanidad do sus vasallos, mas inagotable que las minas. Le lian visto acometer sustentar porfiadas guerras, sin otros cau-dales que la venta de ttulos honorficos, y por un prtenlo de la humana altivez, se encontraban pagados sus ejrcitos, fortifi-cadas sus plazas, y pertrechadas sus escua-dras. Ademas dicho rey es un gran mgico, que manda hasta en la inteligencia de sus vasallos, hacindolos pensar como quiere.

  • PERSIANAS. 7$

    Si no hay mas que un milln de pesos en su tesorera, y necesita dos, les persuade que uno vale tan lo como dos, y se lo creen. Si tiene que sustentar una guerra ardua , y se encuentra sin dinero, les mete en la cabeza que un pedazo de papel es dinero , y al punto se convencen de ello. A tanto liega que les hace creer que los sana de todo gnero de achaques con tocarlos : tanta es la fuerza y el podero que en los nimos tiene.

    Y no te asombre lo que de este prncipe digo, que hay otro mgico mayor que l r el cual manda tanto en su entendimiento , como l en el de los dems. Llmase este mgico el Papa; unas veces le hace creer que tres son una; otras que el pan que come no es pan, ni el vino que bebe vino , y otras mil lindezas de este jaez. Pues por no dejarle nunca en paz, y que no se le ol-vide la costumbre de creer,, de cuando en-cuando le da para que se ejercite ciertos artculos de creencia. Dos aos hace que le envi un escrito muy abultado que

  • 7 4 CARTAS

    llam constitucin, y quiso obligar con fuertes penas al prncipe y sus vasallos que creyeran todo cnanto contenia. Se sali con ello con el prncipe, eme al punto se allan todo, y dio ejemplo sus vasa-llos; pero muchos de estos se rebelaron, y dijeron que no querian creer ni una palabra de cuanto el tal escrito contenia. Los mbiles de toda esta rebelin fueron Jas mugeres, y ha dividido el palacio, el reino entero y las familias todas. Esta constitucin les veda que lean un libro que dicen todos los cristianos que ha venido del cielo, y que es justamente su aleoran. In-dignadas las mugeres con el agravio que su sexo se hacia, se han amotinado contra la tal constitucin, y declarndose en este lance los hombres partidarios suyos no quieren gozar de privilegios. Empero lia de confesarse que no discurre mal este muft, y fe de Ali que sin duda est im-buido en los principios de nuestra sacro-santa ley. Una vez que son las mugeres .criaturas inferiores nosotros, y que nos

  • PERSIANAS. 75

    icen nuestros profetas que no lian de ir al paraso, que es del caso que lean un libro destinado solo ensear el camino del paraiso ?

    Del rey he oido contar cosas que tocan en milagros, y no dudo que se te harn duras de creer. Dicen que mientras que tenia guerra con sus vecinos, que todos es-taban coligados contra el, habia dentro de su reino una inumerable muchedumbre de enemigos invisibles que en derredor de l andaban, y aaden que los ha estado buscando por espacio de mas de treinta aos, y que no obstante el infatigable afn de ciertos dervises que gozan de su con-fianza , ronca ha podido topar con uno si-quiera. Viven con l , se hallan en su palacio, en la corle, en la tropa, en los tribunales, y dicen sin embargo que se mo-rir con el desconsuelo de no haber dado .con ellos. Parece que existen en general, jy que nada son en particular; que son un pierpo, pero sin miembros. Sin duda ijcraiere castigar el cielo este prncipe, poc

  • 7 6 C A R T A S

    no haber sitio moderado con los enemigos que ha vencido, suscitndole otros invisi-bles , cuyo ingenio y estrella son superiores los suyos.

    Seguir escribindote , y te dir cosas muy desviadas de la ndole y carcter' per-siano. Bien es la misma tierra la que unos y otros pisamos; empero las gentes del pais donde vivo, y las del pais donde ests t, son gentes muy distintas.

    De Pars , . de la luna k liebiab , 2 , iji2.

    C A R T A X X V .

    TJSBEK IBEN, Esmirna.

    H E recibido una carta de tu sobrino Redi, en que me dice que se ausenta de Esmirna con nimo de ver la Italia, siendo el nico fin de su viage instruirse , y ha-cerse as mas digno de t. Doy te el para-bien de que tengas un sobrino, quesera un dia el consuelo de tu vejez.

  • PERSIANAS. 77

    Rica te escribe una larga carta, y me lia dicho que te hablaba mucho de esta tierra. La viveza de su imaginacin hace que todo lo comprenda con presteza; yo que pienso con mas pausa, no estoy aun en estado de decirle cosa ninguna.

    El platillo de nuestras mas afectuosas conversaciones eres t : nunca nos cansar mos de hablar del agasajo con que nos has tratado en Esmirna, y de los servicios que cada dia tu amistad debemos. Ojal, generoso Iben, que en todas partes en-cuentres con amigos tan fieles y agradeci-dos como nosotros ! Ojal que en breve volvamos vernos, y disfrutar otra vez de los felices dias, que tan serenos cor-ren entre sinceros amigos! A Dios.

    De Paris, . de la luna de Re/iab , 2^ IJ 13.

  • 7 8 C A R T A S

    C A R T A X X V I .

    USBEK. ROXANA , al serrallo de Ispahan,

    j QUE dicha es la tuya, Roxana, de habev nacido en el delicioso pais de Persia, y no en estos envenenados climas, donde ni vir-tud ni honor son conocidos! Que dicha la tuya! En mi serrallo vives, como en la mansin de la inocencia, inaccesible todos los humanos; te encuentras con gusto en la feliz impotencia de delinquir; nunca te amancill un hombre con sus torpes mira-das; tu propio suegro, en la libertad dlos banquetes, nunca v i o tu hermosa boca, y nunca has dejado de ponerte un velo sa-grado para cubrirla. Dichosa Pioxana ! Cuando has ido la quinta, siempre ha sido con eunucos que te precedan, para dar la muerte cuantos temerarios no huan, de tu vista. j Yo propio, quien te d i o el cielo para mi ventura .,. cuanto trabajo me ha costado hacerme dueaade ue tesoro.

  • P E R S I A N A S . jg-que con tanto tesn defendas! Que senti-miento fue para m el no verle los primeros dias de nuestro matrimonio! \ Que impa-ciencia cuando te vi! Impaciencia que t. no satisfacas, antes la fritabas con las obsti-nadas repulsas del pudor sobresaltado, confundindome con todos aquellos de quien sin cesar te escondas. Te acuerdas de aquel dia que te perd en medio de tus-esclavas, que me engaaron y te escon-dieron , cuando yo te buscaba en valde ? Te acuerdas del otro que viendo que era ineficaz tu llanto; recurriste la autoridad de tu madre, para contener la fima de mi amor ? Te acuerdas del refugio que en t mismo valor bailaste, cuando te faltaron todos los dems ? Cogiste un pual, y me amenazaste que sacrificaras tu esposo, si segua exigiendo de t lo que mas que tu propio esposo queras. Dos meses dur esta contienda del amor con la virtud. Pa-saron demasa tus castos escrpulos; no te rendiste, ni aun despus de vencida, defendiste hasta el ltimo punto tu mori.

  • ' 8o CARTAS

    hunda virginidad; me contemplaste come un enemigo que te haba agraviado, y nc como un esposo que le habia amado; ma de tres meses estuviste; que no te atrevas s mirarme sin sonrojarle, y pareca que con la confusin de tu rostro me echabas en cara el triunfo que haba yo alcanzado. Ni me dejabas en quieta posesin de l, que me hurtabas cuanto de tus gracias y embe-lesos podas, y embriagado en los mayores favores, todava no habia disfrutado los mas pequeos.

    Si te hubieras criado en este pais, no te hubieras desasosegado tanto. Aqu han perdido las mugeres todo miramiento; se presentan los hombres con la cara descu-bierta, como J quisieran solicitar su propio vencimiento, los siguen con los ojos, los ven en las mezquitas, en los paseos y en sus propias casas, y no conocen el estilo de servirse de eunucos. En vez del noble can-dor y el pudor amable que entre vosotras reina, se ve en ellas un brutal descaro, qu no es posible acostumbrarse. S, Roxaua,

    s!

  • P E R S I A N A S . 8 I

    si aqu estuvieras, te sentiras agraviada con la horrorosa ignominia que ha des-cendido tu sexo, huiras de estos abomi-nables sitios, y suspiraras por ese dulce retiro, donde hallas la inocencia, donde ests segura de t propia, donde no te asusta ningn riesgo , en fin donde me puedes amar, sin temor de perder nunca el afecto que me debes.

    Cuando realzas las rosas de tus mejillas con los mas preciosos afeites; cuando te ; sahumas todo el cuerpo con las esencias mas fragantes; cuando con tus mas ricos

    i trages te atavas , cuando procuras s .ibre- salir entre tus compaeras con las gracias del bayle, y la suavidad de tu canto ;

    ifcuando en graciosa contienda te esfuerzas | aventajarlas en embelesos, donaire, y |amenidad, no me puedo figurar que lleves ijOlro fin que agradarme; y cuando le veo

    sonrojarle con modestia , cuando clavas tus ojos en los mios, cuando te insinas |en mi corazn coa dulces y halageas i Tomo I. F

  • 82 CARTAS

    razones, no puedo, Iioxana, dudar enton-ces de tu cario.

    Mas que he de pensar de las mugeres europeas? El arte de afeitarse el rostro, los adornos con que se engalanan, el cui-dado que de su belleza tienen, el contiouo deseo de dar gusto en que se ocupan; todo en ellas es mancha de su virtud, y agravios que sus maridos hacen. No creo yo, Roxana, que lleguen sus atentados al pun-to que de semejante conducta pudiera colegirse, ni que vaya su disolucin al horrible esceso, que hace estremecer, de quebrantar completamente la fe conyugal. Pocas mugeres hay tan abandonadas que se precipiten en tamao desorden.; todas tienen en su corazn estampado cierto carcter de virtud que sacan de la natura-leza, y que debilita la educacin, pero no le destruye. Bien pueden desentenderse de ias. obligaciones., esteriorcs que exige el pudor, pero en tratndose de dar el postrer psalo; resiste la naturaleza* De suerte que enandacoatania:esti-eclxezos encerramos.

  • PERSIANAS. 83

    cuando hacemos que os guarde tanto es-clavo, cuando enfrenamos vuestros deseos, as que se descarrian, no consiste en que tememos la ltima infidelidad, sino en que sabemos que nunca raya en demasa la pu-reza, y que la afea la mas leve mancilla.

    Roxana , me compadece tu suerte : tu castidad, tanto tiempo puesta prueba, era acreedora un esposo que nunca te hubiese abandonado, y que pudiese re-frenar los deseos, que tu virtud sola sabe sujetar.

    De Pars, * de la luna de Regeb, 1 7 1 2 .

    C A R T A X X V I I ,

    s B E i t NESIR I'spahan.-

    AHORA nos hallamos en Paris, mula altiva de la ciudad de sol (1).

    Cuando sal de Esmirna encargu mi amigo Iben que te remitiera una cajita,,

    (.T), Isjsahau,,

    F a

  • 8 4 CARTAS

    que contenia una espresion para t , y por" el mismo conducto recibirs esta carta, Aunque estoy quinientas seiscientas leguas del pueblo de su residencia, con tanta facilidad le escribo y me responde, como si uno de nosotros estuviera en Ispa-han, y el otro en Com. Mis cartas las dirijo Marsella, de donde salen todos los dias embarcaciones para Esmirna, y desde all envia l las que van encaminadas Persia por las caravanas de Armenios que cada dia van Ispahan.

    Rica goza cabal salud; que la robustez de su constitucin, su mocedad, y su na? tural jovialidad son parte para que no haga mella en l 1.a fatiga. Yo no me hallo tan bueno; que tengo el cuerpo y el nimo abatido, entregndome reflexiones cada dia mas melanclicas, y mi salud que se va quebrantando me hace suspirar por mi patria, y aburrirme en esta tierra estraa. Rugete, amado Nesir, que no sepan mis mugeres el estado en que me hallo, que si ma aman ; no quiero que viertan lgrimas.

  • PERSIANAS. 85

    y si , tampoco me curo de aumentar su atrevimiento. Si creyesen mis eunucos que corria riesgo mi salud, y pudiesen esperar la impunidad de su villana condescen-dencia, en breve daran oidos las hala-geas voces de ese sexo que hechiza las mismas rocas, y mueve hasta las cosas inanimadas.

    A Dios, Nesir : mi mayor gusto es darte pruebas de mi confianza.

    Ve Pars, 5 de la luna de Ckulval. 1712.

    C A R T A X X V I I I .

    RICA . . . . . .

    AYER vi una cosa muy estraa, puesto que en Paris cada dia se repite. Al caer de la tarde se junta la gente, y va representar una especie de escena , que, segn he oido, la llaman comedia. El movimiento prin-cipal se ejecuta en un andamio, llamado tablado. A uno y otro lado hay unos ni-

  • 8 6 CARTAS

    chos, que llaman .aposentos, donde los hombres y las mugeres representan unas escenas mudas., como las que en Persia se estilan, con poca diferencia. Aqu una amante afligida manifiesta su desconsuelo ; mas encendida otra no aparta los ojos de su cortejo, que con ojos no menos enamo-rados la contempla: en los semblantes se retratan todas las pasiones, y se espresan con una elocuencia que, puesto que muda, no es menos viva. All no cubren las actrices mas que la mitad del cuerpo, y por lo comn llevan por modestia un manguito para tapar los brazos. Abajo hay una ca-terva de hombres en pie que se burlan de los que estn arriba en el tablado, y rec-procamente estos se rien de los que estn abajo. Pero los que mas se afanan son unos que para el caso escogen de poca edad, con el fin de que puedan aguantar la faena. Estos estn chimados encontrarse en todas partes: pasan por sitios que ellos solos co-nocen, suben de piso en piso con una agi-lidad cpie pasma, estn arriba, abajo, eu

  • PERSTANA-S. 87

    iodos los aposentos, se zabullen, por decirlo as, se pierden y vuelven parecer, mu-chas veces dejan el sitio de la escena y se van representar otra parte. Algunos hay que por un portento, que nadie podia esperar al ver sus muletas, andan y corren como los dems hombres. Al fin se renen en unas salas donde representan otra co-media distinta, que se empieza hacindose cortesas, y sigue dndose abrazos; y dicen que con el nenor conocimiento basta para que un hombre tenga facultad de ahogar otro. Parece que el sitio inspira cai-mo , y efectivamente dicen que las princesas que aqu reinan no son zahareas, y fuera de dos tres horas al dia, que son bastante speras de condicin, todo lo dems del tiempo son muy humanas, y la manadel rigor las deja con facilidad.

    Lo mismo que de este sitio te digo se repite con poca diferencia, en otro que llaman la pera, si no es que en esle ha-blan , y en aquel cantan. El otro dia me llev uno de mis amigos al aposento donde

    F 4

  • 88 CARTAS'

    se desnudaba ima de las primeras actrices, y quedamos tan amigos, que al diasiguiente recib de ella esta esquela,

    desgraciada de este mundo, y siempre )) he sido la mas virtuosa cantarna de toda la pera : Siete ocho meses hace que 3) estando en el aposento donde me vio Vd. ayer, mientras que me vesta de sacerdotisa de Diana, me vino ver ua abate mozo, y sin respetar ni mi trage blanco, ni mi velo, ni mi cendal, me )) rob mi inocencia. Vano es ponderarle )> el sacrificio que le hice, que se ecli rer, sustentndome que me ha encon- trado muy profana. Con lodo estoy tan )) gruesa que ya no me atrevo salir las tablas, que en punto de honra soy tan delicada que no es decible, y siempre mantendr que una doncella bien criada mas fcil es hacer que pierda su virtud que la modestia. Ya ve Vd. que siendo tan cosquillosa nunca hubiera sa- lido con la suya el abate mozo, si no me

  • PERSIANAS. 83

    hubiera dado palabra de casamiento : motivo tan-legtimo que me ha obligado )> omitir esas frioleras de formalidades de estilo, y empezar, como dicen, por la cola. Pero habindome deshonrado su )> infidelidad, abandono la vida de la pera-, donde, aqu para entre los dos, no gano lo suficiente para vivir, porque ahora ;> que empiezan venir los aos, y se va mermando mi hermosura, mi pensin , puesto que siempre es la misma , no parece sino que se disminuye cada dia. Por uno de la comitiva de Vd. he sabida que en su pais haran mucho aprecio de una buena bailarina, y que si estuviera yo en Ispahan, luego haria buen caudal. Si quiere Vd. otorgarme su proteccin, y llevarme consigo su tierra, tendr la satisfaccin de ser el bienhechor de una doncella que por su conducta y su vir- tud se har acreedora tanto favor, Quedo, etc.

    De Pars 1 2 de la luna ck Qiulvtil, 1 7 1 2 .

  • C A R T A S

    C A R T A X X I X .

    RICA IBEN, 'Esmima.

    LA cabeza de los cristianos es el papa, que es un dolo viejo qu>en, meramente por costumbre, tributan incienso. Anti-guamente se hacia temer hasta de los monarcas ; que los depona con tanta facilidad, como deponen nuestros magn-ficos sultanes los reyes de Imireta y Georgia, pero ahora nadie le teme. Se dice sucesor de uno de los primeros cris-tianos que llaman San Pedro , y cierto que la herencia es muy pinge , pues posee tesoros inmensos , y es dueo de un dilatado pais.

    Los obispos son unos prncipes de la ley que estn subordinados l, v bajo su autoridad desempean dos cargos muy distintos. Cuando estn congregados hacen, como l, artculos de fe; pero cuando estn separados, casi no tienen otro mi-

  • P E R S I A N A S . 91

    iislerio que dispensar del cumplimiento de la ley. Porque has de saber que est Ja religin cristiana atestada de preceptos muy dificultosos de practicar, y habiendo visto que era mas fcil tener obispos que dispensen de sus obligaciones que cum-plir con ellas, en beneficio de la pblica utilidad se han resuelto lo primero. As si uno no quiere hacer el rahmazan , si no se quiere sujetar las formalidades de la celebracin del matrimonio, si quiere quebrantar sus votos, si se quiere casar con aquella quien se lo- veda la ley , y , veces . si se quiere violar un juramento , se va al obispo, al papa, el cual le da al instante una dispensa.

    Los obispos no hacen artculos de f e , de mota proprio, y hay una infinidad de doctores , los mas de ellos dervises , que suscitan mil nuevas cuestiones acerca de la religin; los dejan que disputen mu-cho tiempo , y dura la guerra, hasta que se concluye con una decisin. Tam-bin te aseguro que nunca hubo reino,

  • c j 2 C A R T A S

    donde tantas guerras civiles haya habido-, como el de Cristo.

    Los que publican una proposicin nnev; al punto son calificados de hereges : cad; herega tiene su nombre que es como e: pendn de sus secuaces. Pero quien ne quiere no es herege; no tiene mas que partir la diferencia por la mitad, y dar una distincin los que le acusan d herega : y sea estala que fuere, entiendas! n o , se queda un hombre mas blanco que la nieve, y puede obligar que 1< tengan por ortodoxo. Verdad es no ob lante, que aunque sea as en Francia y e Alemania, he oido decir que en Espaia y Portugal hay unos dervises, que no en tendien de chanzas, y queman un homh't como coscoja. Si uno cae en sus garras dichoso l, si ha hecho siempre oracin; Dios con una sarta de cuentecitas de palo si ha llevado siempre encima dos trapo: atados con dos cintas, y si ha estado algn; vez en una provincia que llaman Galicia Sin eso mal est el pobre demonio. Auntp

  • PERSIANAS. 93

    jare mas que un carretero que es ortodoxo, liarlo ser que crean que tiene los requi-sitos necesarios para serlo, y que no le iquemen como herege Intil es que d distinciones; no hay distincin que valga,

    fr antes que piensen siquiera en escucharle a estar hecho pavesa. Los dems jueces presumen que el acu-

    bado est inocente; mas estos presumen siempre lo contrario, y llevan por regla , .en caso de duda, de fallar .por el rigor, acaso porque creen malos los hombres. Bien es verdad que por otro lado tan buena jidea se forman de ellos, que los creen inca-paces de decir una mentira, y as reciben la declaracin de los enemigos capitales, de las rameras pblicas, de los que ejer-citan oficios infames. En la sentencia hacen un cumplido los que van vestidos de una camisa de azufre, dicindples que sienten mucho que lleven un trage tan indecente, que son muy benignos, que aborrecen la Sangre, y se duelen mucho de haberlos condenado: luego por consolarse ? confiscan

  • g4 CARTAS en beneficio suyo los bienes de estos des-venturados.

    Dichosa la tierra donde moran los hijos de los profetas, y donde no son conocidos tan funestos espectculos (i) . La sagrada religin que nos trajeron los ngeles se escuda con sa propia verdad, y no necesita para mantenerse de tan violentos medios.

    De Pars, 4- de la luim de Chalwl, 1 7 1 2 .

    C A R T A X X X .

    RICA al mismo, Esmima.

    SON los moradores de Paris tan curiosos que rayan en locos. Cuando llegu acuii me miraban como si fuera un enviado del cielo : viejos , mozos, mug< res, nios, todos me querian ver. Cuanto salia, todo el mundo se ponia la ventana; si iba a

    (1) Los mas tolerantes de los Mahometanos soa 03" Persianos..

  • PERSIANAS. g5

    las Tullerias, se formaba al momento un remolino ele gente en derredor de m , y basta las mugeres componan un arco iris matizado de mil colores que me rodeaba : si iba la comedia cien anteojos se enca-raban mi rostro al instante; por fin nunca hubo hombre mas visto y escudriado que yo. Algunas veces me reia oyendo per--sonas que casi nunca habian salido de su cuarto decirse unas otras : de veras que tiene toda la traza df Persiano. Cosa rara! en todas partes encontraba retratos mios; en todas las tiendas, en todas las chimeneas me veia multiplicado; tanto miedo tenian de no haberme visto bien.

    Tantas honras no dejan de ser gravosas, no me figuraba yo ser tan curioso y estrao sugeto; y puesto que tenga una alia idea de m propio, todava jamas me habria figu-rado que turbara el sosiego de una gran ciudad, donde nadie me conocia. Por esto me determin dejar el trage persiano, y vestirme la europea^por ver si quedaba-aura en mi fisonoma algo maravilloso.. Esta.

  • g6 C A R T A S

    C A R T A

    prueba me dio conocer mi valor intrn-seco, y horro de todo adorno estrangero vi que me avalualian en lo que valia. Razn tuve sobrada para quejarme de mi sastre, que en un instante me hizo perder el aprecio y la atencin del pblico, pues de repente ca en el horroroso abismo de la nada. Algunas veces estaba una hora entera en una concurrencia, sin que me mirasen ,* ni me diesen pie para desplegar los labios ; pero si por casualidad decia uo de la tertulia quo era yo Persiano, al punto oia en torno de m un zumbido : ha ! ha ! el seorj es persiano ! Que cosa an rara ! Es posible que sea un Per-siano I

    De Pars, & de la luna de Chahal, 1712,

  • PERSIANAS. 97

    C A R T A X X X I ,

    REDI USBEK., Pars.

    YA estoy en Venecia , mi amado Usbek. Posible es haber visto todas las ciudades del mundo, y quedarse pasmado, cuando uno llega Venecia, porque siempre se maravillar quien vea un pueblo con sus torres, y mezquitas que salen de debajo del agua, y quien halle un gento innume-rable en un sitio donde solo debia haber peces. Carece empero esta ciudad profana del mas precioso tesoro que hay en el mundo, quiero decir de agua corriente, y no es posible en ella cumplir siquiera con una ablucin legal. Nuestro santo profeta la abomina, y nunca la contempla sin in-dignacin desde el alto cielo. Si por eso no fuera, querido Usbek, vivira con gusto en un pueblo, donde cada dia se fortifica mi inteligencia. Me instruyo en los secretos del comercio,, en los. intereses de los prn-

    Toifio lK G

  • )8 CARTAS'

    cipes, en la forma de los gobiernos; ni aun el conocimiento de las supersticiones euro-peas descuido ; me aplica la medicina, la fsica, y la astronoma ; estudio las-arles ; finalmente me desprendo de la niebla, que ofuscaba mis ojos en mi pais natal.

    De Feneca, 16 de la luna: de Cha/val, 1712.

    C A R T A X X X I I .

    RICA '.....

    E L otro dia fui ver una casa, donde mantienen cerca de trescientas personas, con bastante escasez. Presto despach, porque ni la iglesia, ni el edificio merecen^ que uno se pare examinarlos. Los habi-tantes de esta casa estaban alegres; muchos jugaban los naipes, otros juegos que yo no s. Cuando sal yo , sali uno de ellos, y habindome oido preguntar por donde se iba la marisma, que es el barrio mas, distante de Paris.: all voy yo, me dijo,

  • PERSIANAS; t)

    y le llevar Vd. , sgame. Me gui muy bi