MORIR EN EL PUERTO. DOS EJECUCIONES CON GARROTE (1844 ...

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MORIR EN EL PUERTO. DOS EJECUCIONES CON GARROTE (1844) JUAN GÓMEZ FERNÁNDEZ UNIVERSIDAD DE CÁDIZ Resumen La aplicación de la pena de muerte no deja de ser un suceso extraordinario dentro de la administración de la justicia. Mucho más si las ejecuciones se realizaban en las ciuda- des o pueblos donde se había cometido el delito. La publicidad y parafernalia que con- llevaban este tipo de imposición de penas buscaba un efecto pedagógico en las gentes. El Estado enseñaba que el delito no quedaba impune. Dos ejecuciones realizadas en el Puerto de Santa María en 1844 nos ilustran sobre la liturgia que se mantenía antes y después de la aplicación de la sentencia. Palabras clave: pena de muerte, garrote, ejecución pública, estar en capilla, El Puer- to de Santa María, Junta Municipal de Beneficencia Abstract The application of death penalty is an amazing event within the administration of justice. Even more if the executions were performed in the cities or villages were the crime had been committed. This kind of punishments had been thought to provoque a pedagogical effect on those who knew about the offence. Government taught that crime would never remain unpunished. Two executions held in El Puerto de Santa María show us the liturgy that encircles the application of such punishments. Key Words: death penalty, execute by strangling, public execution, to be awaiting execution, El Puerto de Santa María, Municipal Assembly of Charity. La pena de muerte ha perseguido a lo largo de los años un efecto de carácter psicoló- gico mediante el cual se pretendía que su ejecución sirviese como medio coercitivo para conservar la integridad del grupo social y de la Nación ante el ataque de algunos indivi- duos. Ya desde los códigos más antiguos como el de Hammurabi que buscaba en la pena DOI: http://dx.doi.org/10.25267/Trocadero.2005.i17.10

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MORIR EN EL PUERTO. DOS EJECUCIONES CONGARROTE (1844)

JUAN GÓMEZ FERNÁNDEZ

UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

Resumen

La aplicación de la pena de muerte no deja de ser un suceso extraordinario dentro dela administración de la justicia. Mucho más si las ejecuciones se realizaban en las ciuda-des o pueblos donde se había cometido el delito. La publicidad y parafernalia que con-llevaban este tipo de imposición de penas buscaba un efecto pedagógico en las gentes. ElEstado enseñaba que el delito no quedaba impune. Dos ejecuciones realizadas en el Puertode Santa María en 1844 nos ilustran sobre la liturgia que se mantenía antes y después dela aplicación de la sentencia.

Palabras clave: pena de muerte, garrote, ejecución pública, estar en capilla, El Puer-to de Santa María, Junta Municipal de Beneficencia

Abstract

The application of death penalty is an amazing event within the administration ofjustice. Even more if the executions were performed in the cities or villages were the crimehad been committed. This kind of punishments had been thought to provoque apedagogical effect on those who knew about the offence. Government taught that crimewould never remain unpunished. Two executions held in El Puerto de Santa María showus the liturgy that encircles the application of such punishments.

Key Words: death penalty, execute by strangling, public execution, to be awaitingexecution, El Puerto de Santa María, Municipal Assembly of Charity.

La pena de muerte ha perseguido a lo largo de los años un efecto de carácter psicoló-gico mediante el cual se pretendía que su ejecución sirviese como medio coercitivo paraconservar la integridad del grupo social y de la Nación ante el ataque de algunos indivi-duos. Ya desde los códigos más antiguos como el de Hammurabi que buscaba en la pena

DOI: http://dx.doi.org/10.25267/Trocadero.2005.i17.10

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la compensación por el daño ocasionado, y de ahí la ley del ojo por ojo, todos han procu-rado que la aplicación del castigo fuera un elemento represivo y de aviso para el resto delos miembros de la sociedad. Juntamente con este valor propagandístico, la pena suponíael reconocimiento del Estado a regular la vida de los ciudadanos y a aplicar sistemas dedefensa ante la posible ruptura del pacto social. Pacto social en el concepto russoniano deacuerdo entre los que viven en una comunidad, es decir, del predominio de la voluntadcolectiva sobre los intereses particulares. Desde la contemporaneidad y lejos ya del siste-ma primitivo de la venganza personal, el Estado se erige en juez y verdugo limitando asílos posibles excesos de los particulares por el resarcimiento del daño recibido.

Esta llamada al pacto social como instrumento de relación entre los individuos es almismo tiempo elemento justificativo de la aplicación de cualquier pena. Así lo expresa-ba Francisco Agustín Silvela al decir:

“El pacto, en fin, se reduce á estas pocas palabras: respetareis mi exis-tencia, la defendereis: y respetaré y defenderé la vuestra: consintamosrecíprocamente en que nos quiten la vida si privamos de ella sin causajusta á cualquiera de nuestros semejantes. [...] Y no se diga que se puedeformar este pacto con todas sus ventajas y sin esta condición, La respues-ta á esta observación demasiado filantrópica es fácil. Tu muerte es la ga-rantía de mi vida: tal es el grito de la humanidad. Jamás aceptan los hom-bres por garantía un valor inferior al que ellos exponen”1

Todos los códigos penales hasta el siglo XVIII han contemplado en ellos la pena ca-pital como un elemento necesario para el buen desenvolvimiento de los grupos sociales.Sin embargo con la llegada del Siglo de las Luces comienza a vislumbrarse, en función delos derechos del hombre que empiezan a reconocerse, nuevos sistemas punitivos que de-jan la pena de muerte para situaciones verdaderamente extremas e incluso hay autores queno la aceptan pues niegan al Estado el poder sobre la vida de sus gobernados2. Hoy, a pe-

1 SILVELA, Francisco Agustín, Consideraciones sobre la necesidad de conservar en los Códigos y de aplicar ensu caso la Pena Capital, Madrid, Imp. de D. Tomas Jordan, 1835, pp. 53-54.

2 Las corrientes abolicionistas europeas llegaron también a España y diversos tratadistas escribieron sobre loinnecesario de la pena por una causa u otra. Así Manuel Pérez de Molina en 1854 se oponía a la pena de muertesobre todo por lo parcial que era en su aplicación: “Pero ¿se observa, por ventura, esa igualdad ante la ley, quetanto se proclama por boca de todos? Diariamente se nos están ofreciendo multitud de casos que prueban locontrario; porque una mal entendida amistad, el interés, la ambición, y otras diversas causas que no esnecesario enumerar, ejercen muchas veces sobre ciertos hombres una influencia mucho mayor que la idea delcumplimiento de su deber, y mas poderosa que el juramento que prestaron de administrar con imparcialidady rectitud la justicia. ¡Cuan doloroso es considerar cómo se suelen gozar en su impunidad los delincuentesricos ó bien relacionados, mientras que el pobre, quizás no tan criminal, sale condenado á arrastrar por masó menos tiempo las pesadas cadenas de un presidio! Y si esto vemos que sucede con castigos de mediana óescasa consideración, ¿qué no será con la imposición de la pena de muerte?”. PÉREZ DE MOLINA, Manuel,La Sociedad y el Patíbulo, ó La pena de muerte histórica y filosóficamente considerada, Madrid, Imp. De laesperanza, 1854, pp. 89.Otros como el abolicionista Manuel Torres Campos abogan por su supresión basándose en que no produce elefecto que se pretende entre los individuos pues se siguen cometiendo delitos de sangre. “ La pena de muerteno puede tener aquel gran efecto intimidador que se atribuye, pues no se ve en ella el carácter de inevitableni el de próxima. [...] El asesino no piensa en una muerte inminente. El éxito de su plan es lo que le preocupasobre todo, y por ello tiene en cuenta principalmente la resistencia que puede ofrecerle su víctima. La historiade numerosos delincuentes demuestra que el asesino teme mucho menos el lejano peligro de la pena, no

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sar de los avances en cuanto a derechos y deberes de los individuos, aún hay un buen nú-mero de estados en el mundo que la siguen aplicando y algunos de ellos dentro de la órbi-ta de los que se denominan defensores de la libertad y los derechos humanos. Lo que nodeja de ser una paradoja el que se tenga que matar para mantener un orden que defiendeteóricamente la vida.

El mundo Romano impuso este derecho del Estado a disponer de la vida de los súb-ditos a través del ius puniendi que legitimaba la intervención para solucionar las diferen-cias entre los ciudadanos. Sin embargo la lucha en la época republicana por alcanzar uncódigo escrito, no basado en el albedrío del juez, enfrentó a las clases populares con la clasedirigente. La consecución del Código de las Doce Tablas permitía a los ciudadanos sabera qué se enfrentaban al cometer el delito.

La Edad Media, perdida parte de la unidad política y doctrinal del mundo romano,supuso un momento de desafuero en la administración de la justicia haciéndola cruel, ar-bitraria y ostentosa. El deseo de que la pena fuera motivo de disuasión para el resto de lacomunidad convirtió en espectáculo lo que debiera de ser un hecho privado y conforme aley. La aplicación de la pena capital en público, en lugar elevado y con publicidad supo-nía a veces motivo de diversión por la parafernalia que conllevaba la ejecución. No diga-mos nada sobre todo si se permitía intervenir al populacho en la aplicación de la pena. Laslapidaciones no dejaban de ser un elemento en el que todos participaban como masa so-cial en la ejecución del condenado.

Por otra parte estos fueron siglos de oscurantismo en el mundo de la ideas, fuertemen-te controladas por la Iglesia que así velaba por la pureza de la fe. En nombre de esa purezadel dogma van a aparecer nuevos delitos, nuevos tribunales y nuevos castigos. La Iglesiaque en su Derecho no permitía la muerte, entregaba al brazo secular su ejecución para asíno quedar manchada con la sangre del reo. Curiosa esta forma que la Inquisición como tri-bunal religioso empleaba para deshacerse de los individuos que no acataban ciegamentelos fundamentos ortodoxos de la religión.

LA PENA DE MUERTE EN ESPAÑA

En España la pena capital siempre estuvo presente en su ordenamiento jurídico, sal-vo en contadas ocasiones, hasta nuestros días. La forma de aplicarla generalmente vino dela mano de la horca aunque el garrote tiene también un larga tradición entre nosotros. Locierto es que incluso para morir existía diferencias entre los individuos. No se aplicaba deigual manera a un hijodalgo que a un pechero la pena capital; más extendida entre los se-gundos que en los primeros. Las leyes no solo establecían penas distintas sino también elmodo de ejecutarlas. Hasta para morir las diferencias de clase eran notorias pues la horcafue más bien un elemento aplicado a las clases bajas mientras para las clases altas se reser-vaba la decapitación y el garrote. Hernández Girbal en su libro sobre bandidos célebresespañoles narra la ejecución de Francisco Huertas y Eslava en 1798, jefe del grupo de ban-doleros llamados “los Berracos”. Nacido en el seno de familia noble, su tío Francisco Eslava

improbable, que la imprevista é improvisada resistencia de parte del que se proponía matar.” TORRESCAMPOS, Manuel, La Pena de Muerte y su aplicación en España, Madrid, Góngora y Compañía Editores,1879, pp. 12-13.

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Conde, corregidor perpetuo de la ciudad de Écija, le proporciona una ejecución rodeadade toda una parafernalia que ocasionó escándalo en su época y determinó se prohibiesela intervención de los familiares en las ejecuciones. Así describe el autor la salida del reode la cárcel camino del patíbulo:

“A las doce en punto abandona la Cárcel Real Don Francisco deHuertas y Eslava. Va montado en una mula, tan rigurosamente enlutada,que no se les ven más que las pezuñas y las orejas. Viste una túnica depaño negro, sujeta a la cintura por un cordón de seda y a la cabeza ungorro del mismo color. Lleva las manos atadas. En uno de los dedos de laizquierda brilla un rico anillo de oro y pedrería. Le acompañan entreoraciones, religiosos carmelitas descalzos y un gran número de clérigos.”3

Que distinto de la ejecución que en el mismo día se le daba a otro miembro de la cua-drilla, Pablo de Reina, condenado a la horca por no ser de la condición de Francisco deHuertas.

“Una hora después es sacado Pablo de Reina. Va metido en un seróndel cual tira un caballo. A su lado caminan los hermanos de la Santa Ca-ridad, ahorrándole durante el camino cuantas incomodidades pueden.”4

La aplicación generalizada del garrote en el ordenamiento jurídico español vino dela mano de Fernando VII quien por una Real Cédula de 1828 lo imponía como único modode ejecutar la pena de muerte. Todo ello para armonizar

“[...] el inevitable rigor de la justicia con la humanidad y la decenciaen la ejecución de la pena capital, y que el suplicio en que los reos expíensus delitos no les irrogue infamia cuando por ello no las mereciesen, hequerido señalar con este beneficio la grata memoria del feliz cumpleañosde la Reina mi muy amada esposa, y vengo en abolir la muerte en horca;mandando que en adelante se ejecute en garrote.”5

La misma Real Cédula determinaba tres tipos de garrote en función del delito y castasocial a la que se perteneciese. Así se prescribían varias formas de garrote: un garrote or-dinario para las personas del estado llano, un garrote vil para los delitos infamantes y ungarrote noble a los hijosdalgos. La diferencia entre ellos quedaba marcada por la forma enque eran conducidos al cadalso; los condenados al garrote ordinario en caballería mayory capuz pegado a la túnica, los de garrote vil en caballería menor y con capuz suelto y losde garrote noble en caballería ensillada y con gualdrapa negra6. Sería el Código de 1848el que redujese a un solo tipo la forma de ser conducidos al garrote, que debía darse públi-camente y sobre un tablado.

3 HERNÁNDEZ GIRBAL, F., Bandidos célebres españoles, Madrid, Ediciones Lira, 1979, p.122.4 Ibidem.5 Citado por SUEIRO, Daniel en La pena de muerte: ceremonial, historia, procedimientos, Madrid, Alianza, 1974,

p. 133.6 Enciclopedia Espasa, voz: garrote.

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GOYA. POR UNA NAVAJA. AGUAFUERTE

Uno de los elementos que va unido a la ejecución es el denominado “estar en capi-lla”, que no es más que el periodo que va desde la comunicación al reo de la aplicación dela pena hasta el momento de ser conducido al cadalso. Solía oscilar en torno a dos días sino cuadraba domingo, fiesta nacional o religiosa, a fin de que nadie muriese en día tan se-ñalado. Durante este tiempo era acompañado por sacerdotes y personalidades de la loca-lidad que trataban de reconfortarle y administrarle cuanto solicitase, tanto en comidascomo en últimas voluntades. Benito Pérez Galdós describe magistralmente estos momentospor los que pasaba el reo:

“ Lo más cruel y repugnante que existe después de la pena de muertees el ceremonial que la precede y la lúgubre antesala del cadalso con suscuarenta y ocho mortales horas de capilla. Casi más horrenda que la hor-ca misma es aquella larga espera y agonía entre la vida y la muerte, du-rante la cual exponen la víctima a la compasión pública, como a la públi-ca curiosidad los animales raros. La ley, que hasta entonces se ha mostra-do severa, muéstrase ahora ferozmente burlona, permitiendo al reo lacompañía de parientes y amigos, y dándole de comer a qué quieres boca.Algún condenado de clase humilde prueba en esos dos días platos y deli-cadas confituras cuyo sabor no conocía. Señores, sacerdotes y altos per-sonajes le dan la mano, le dirigen vulgares palabrillas de consuelo, y to-dos se empeñan en hacerle creer que es el hombre más feliz de la creación,que no debe envidiar a los que incurren en la tontería de seguir viviendo,y que estar en capilla con el implacable verdugo a la puerta es una deli-cia.” 7

7 PÉREZ GALDÓS, Benito, El terror de 1824, Madrid, Aguilar, Obras completas, Tomo IX, p.541.

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Pero no será el único autor decimonónico a quien repugne esta situación del reoantes de su ejecución. Mariano José de Larra expresa también su oposición a esta esperade la muerte, a esta antesala del final.

“Leída y notificada al reo la sentencia, y la última venganza que tomade él la sociedad entera, en lucha por cierto desigual, el desgraciado estrasladado a la capilla, en donde la religión se apodera de él como deuna presa ya segura; la justicia divina espera allí recibirle de manos dela humana.” 8

No cabe duda a raíz de los textos que hemos apuntado anteriormente que la polémicaen el país sobre al pena de muerte estaba servida desde hacía ya tiempo. Sin embargo, sal-vo escasos momentos de nuestra historia, el cadalso no fue prohibido hasta la llegada dela última Constitución; aunque se mantenga en el ordenamiento militar.

EL INSTRUMENTO DE EJECUCIÓN

El garrote es un instrumento para aplicar la pena de muerte característico de España yde algunos países asiáticos y sudamericanos9. Hasta la promulgación de la nueva Consti-tución española era el medio empleado por los verdugos en nuestro país para la ejecución,aun cuando el fusilamiento continuó dándose en la justicia militar de forma casi paralela.

En términos generales el instrumento es una argolla de metal que se aplica en el cue-llo y que mediante un mecanismo aprieta la garganta hasta producir la estrangulación.Dependiendo de la capacidad y de la fuerza del verdugo la muerte se producirá más o me-nos rápida. Al efecto de perfeccionar la ejecución y hacerla más fulminante, los ejecutoresfueron añadiéndoles reformas, tales como hacer que la parte posterior ejerciese presión so-bre la columna vertebral o la cortase mediante un punzón de modo que el resultado fueseradical.

Para aplicar el garrote era necesario que el reo estuviese sentado y atado fuertementea un poste a fin de que no moviese el cuerpo al sufrir el impacto y se prolongase de estamanera el suplicio. Este poste tenía a altura conveniente un agujero que lo atravesaba yque servía para que un tornillo posterior introdujese la pieza de hierro en la columna ver-tebral, al mismo tiempo que servía de sujeción del resto del mecanismo10. Una manivelaacercaba el corbatín al cuello al mismo tiempo que introducía una pieza metálica en la parteposterior del cuello provocando así un doble efecto.

Cada verdugo poseía su propio garrote que transportaba a los sitios donde debía aplicarla pena. Existía un verdugo en cada Audiencia aunque era normal que en las ejecucionesfuesen enviados dos a fin de que se realizasen en las más estrictas formas.

8 DE LARRA, Mariano José, Un reo de muerte, Madrid, Espasa Calpe, 1998, p. 325.9 En otros países se utilizaba la guillotina, la cámara de gas, la silla eléctrica o la inyección letal en un intento de

humanizar la pena. El suplicio, como castigo o como medio de obtener la confesión, fue progresivamenteprohibido por el ordenamiento jurídico del siglo XIX. Michel Foucault lo expresa al decir: “Sin duda, la penaha dejado de estar centrada en el suplicio como técnica de sufrimiento; ha tomado como objeto principal lapérdida de un bien o de un derecho”. FOUCAULT, Michel, Vigilar y Castigar, Madrid, Siglo XXI, 1986, p.23.

10 SUEIRO, Daniel, opus cit., pp. 429-469.

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LA EJECUCIÓN DE VICENTE MORÓN

El año de 1844 fue particularmente notorio11 en la ciudad de El Puerto de Santa Ma-ría por cuanto se aplicaron en dicho año dos penas de garrote. Una de ellas a la persona deVicente Morón Sanmartín, ejecutado el 11 de enero, y la otra aplicada a Antonio MarchánGirón el 17 de junio. La aplicación de una pena de muerte ya era de por si un suceso ex-traordinario y mucho más el hecho de que en un mismo año se diesen dos.

Desde el punto de vista político el panorama había cambiado en el país tras la caídade Espartero, los gobiernos progresistas dejaban paso a un periodo de hegemonía de losmoderados que bajo el mando de Narváez gobernarán durante once años hasta 1854. Aun-que no se trataba de ejecuciones de carácter político sino simplemente por delitos comu-nes, lo cierto es que algunos condenados que esperaban su ejecución vieron en estos añosconfirmadas las mismas y cumplidos los castigos. No cabe duda que la llegada de los mo-derados también va a suponer un aumento de la aplicación de la pena de muerte: 214 fu-silamientos en 1844 y 200 ejecuciones en 1845. La creación de la Guardia Civil en 1844no era más que la confirmación del endurecimiento de la sociedad contra aquellos que co-metían delitos o practicaban oposición política.

El 7 de enero de 1844, la Junta Municipal de Beneficencia de El Puerto se reunía ensesión extraordinaria para conocer un oficio que el Juez de Primera Instancia de la ciudad,Juan Bautista Moragues, le había enviado. Asistían a la reunión el alcalde Rafael Lafittecomo presidente de la Comisión y los señores vocales Barrera, Costas, Medinilla, Pasos,Pacheco y Puyades. El oficio del Juez comunicaba la próxima ejecución de un reo que seencontraba en la cárcel de la ciudad y que pronto sería puesto en capilla. Recordaba la ne-cesidad de auxiliar al preso en estas circunstancias y, ante la desaparición de la Herman-dad de la Caridad, encomendaba esta obligación a la Junta de Beneficencia como here-dera, no solo de los bienes de la Hermandad, sino también de sus obligaciones12.

La Junta así enterada, acordaba reunirse a las doce del día siguiente y convocar a unnutrido grupo de ciudadanos para preparar el modo de asistir al reo un sus últimas horas.Igualmente en la convocatoria se hacía especial mención a los eclesiásticos de la ciudadque debían dar los auxilios espirituales al condenado.

Ese mismo día llegaba a la ciudad el verdugo que como ejecutor de la justicia habíasido enviado para el cumplimiento de la sentencia. Su llegada a la ciudad, así como su nom-bre quedaba en el más estricto secreto como el Juez recordaba a los miembros de la Junta.

En la mañana del 8 de enero, la Junta, reunida conjuntamente con algunos ciudada-nos, procedía a preparar lo necesario para el cumplimiento de sus obligaciones. En primerlugar se repartían los turnos para acompañar al reo durante las horas de su estancia en ca-pilla, encabezados por el Alcalde como presidente de la Junta y el presbítero José Meri-no. Los turnos comenzarían a las nueve de la mañana del día 10 y se mantendrían hastalas nueve del día siguiente, momento en que se harían cargo del reo las autoridades de lacárcel para proceder a su traslado al cadalso y dar el garrote a las once de la mañana tal ycomo se tenía previsto.11 A pesar de nuestros intentos no hemos conseguido encontrar referencias de otras ejecuciones en la ciudad en el

periodo estudiado. Posiblemente se trataba de algo verdaderamente extraordinario.12 Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María, en adelante AHMPSM, Beneficencia, Actas Junta, Leg.

289 A, 7-12 enero 1844. La Hermandad de la Caridad había sido la encargada de asistir a los reos en sus últimosmomentos y procurarles sepelio desde su fundación a comienzos del siglo XVII.

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Fuente: AHMPSM, Beneficencia, Leg. 304-B, 1844, Ajusticiados.

Al igual que se organizaban los turnos de la capilla, se disponía los señores que de-bían de hacer la postulación en la ciudad para las necesidades del reo, tales como sufra-gios por su alma, gastos del sepelio o personas a las que quisiese dejar lo recaudado. Lospostulantes eran los señores José Campos Anzorregui, Joaquín Micón, el presbíteroSebastián Romero, José Albareda, el sacerdote Manuel Barrera, Ramón Río y José Bazán.

La asistencia espiritual al preso la efectuaron el Padre Francisco Nieto y el capellánRavasa que lo hicieron de forma permanente y los sacerdotes Urquinaona, Meano y Ta-mariz que se turnaron en la misma.

No cabe duda que a la citación de la Junta Municipal habían acudido personajes muyimportantes de la vida económica y social de la ciudad. Unos dedicados a profesiones li-berales como Jacobo Oneale y Juan de Mata Sancho, abogados; Manuel Medinilla, mé-dico; o pertenecientes al ejército como José María Albareda, Mayor del mismo. Otros comoPedro Antonio Pacheco dedicados a la crianza de vinos o al sector comercial. Lo cierto esque la convocatoria a tan especial circunstancia tuvo eco en la burguesía portuense queasí de este modo acudía a la llamada de la “caridad”. Sin embargo algunos excusaron suasistencia por motivos de salud. Así lo comunicaron al alcalde, Manuel José de Liaño yEsteban Gutiérrez en sendas cartas el día 8 de enero13.

A las once de la mañana del día 11 de enero se procedía por parte del verdugo a apli-car la pena capital en un tablado levantado al efecto en la plaza de El Polvorista. Lugaradecuado por estar junto a los cuarteles de caballería que permitía un mejor control del or-

TURNOS NOMBRES HORAS 1º Alcalde Rafael Lafitte

José Merino Pbro. 9 – 11

2º Juan de Mata Sancho Alonso Romero Pbro.

11 – 1

3º Marqués de Casatremane Joaquín Medina Pbro.

1 – 3

4º Juan Francisco Puyade José Moreno Pausé

3 – 5

5º Manuel Medinilla José Luis Gay

5 – 7

6º Francisco de Pineda Manuel Tosar

7 – 9

7º Esteban Gutierrez José Bazán

9 – 11

8º José M. Albareda Ramón Río

11 – 1

9º Juan Bugarín Juan Francisco Puyade

1 – 3

10º Pedro Antonio Pacheco Cristóbal de Mesa

3 – 5

11º José Raposo Joaquín Palou

5 – 7

12 Joaquín Vernacci Jacobo Oneale

7 - 9

13 AHMPSM, Beneficencia, Leg. 304-B, 1844, Ajusticiados.

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den público en caso de alteración. El temor a posibles desórdenes obligaba a que las fuer-zas del Estado, ejército y alguaciles, estuvieran presentes y mantuvieran el orden en pre-visión de levantamientos populares para liberar al reo o impedir su ejecución14.

Mientras se aplicaba el garrote a Vicente Morón, se oficiaba una misa por su alma enla capilla de la Caridad a donde se trasladaría el cadáver después de ser bajado del patíbu-lo. Allí en la capilla se cantaban unas vigilias por el descanso del difunto para posterior-mente ser llevado hasta el cementerio campal de la ciudad en la tarde del mismo día.

En el libro sacramental de difuntos de la Iglesia Prioral se anotaba su entierro indican-do la causa de su muerte.

“Como colector de entierros en la Iglesia Prioral de esta ciudad delPuerto de Santa María provincia de Cádiz mandé dar sepultura en el díade la fecha á el cadáver de Vicente Morón natural de esta ciudad de vein-te y cuatro años, herrero, casado, hijo de Juan, natural de esta ciudad,herrero, y de Francisca San Martín, natural de Jerez: falleció oí de garro-te vil por sentencia de la audiencia de Sevilla, por muerte alevosa que dioa Juan Bullosa: vivía calle de la Cantarería: un entierro de beneficio: ypara que conste lo firmo a once de Enero de mil ochocientos cuarenta ycuatro. 15

Francisco de Paula Sánchez de la Rivera”

Todo había comenzado dos años antes cuando dio muerte a Juan Bullosa en una re-yerta. La victima de cuarenta y un años, casado con Gertrudis de Alejo, vivía en el calle-jón Espelete y fue enterrado de beneficio. ¿Qué podía haber llevado a un joven de veinti-dós años a dar muerte a alguien que le duplicaba la edad? La desaparición de losexpedientes de la Audiencia de Sevilla nos impide responder a esta pregunta. Sin embar-go podemos intuir que por la profesión de ambos, uno herrero y el otro canguero16, debióde dar origen a algún tipo de roce que les llevó al enfrentamiento y a la desgracia para am-bos. Por otra parte el hecho de que no hiciese mención a su esposa en su última voluntad,así como el dejar como única heredera a su hija y la confiase a la beneficencia puede ha-cernos pensar que la reyerta también pudo producirse por cuestión de celos. Dos hipóte-sis para las que por falta de documentación no tenemos respuesta. Sin embargo, las dos ca-lles donde vivían, tan cercanas, si que debieron ayudar a la tragedia.

La noche antes de su ejecución, el reo Vicente Morón, hacía una declaración de últi-ma voluntad17 ante el notario José Martínez de Azpillaga y ante la presencia de los testi-gos Jacobo Oneale, Francisco Nieto, Nicolás (ilegible) , Pedro Urquinaona, Francisco Pi-neda y Andrés García. En la misma nombraba como único albacea al alcalde Rafael Lafittea quien facultaba para el cumplimiento de su última voluntad18. En ella encargaba se di-

14 Para la ejecución de Mariana Pineda acudieron fuerzas de las localidades cercanas a fin de prevenir amotinamientosy desórdenes. RODRIGO, Antonina, Mariana de Pineda, Granada, Comares, 2002, p.226.

15 Archivo Iglesia Mayor Prioral de El Puerto, en adelante AIMPPSM, Libro de difuntos nº 24, fol. 80 v.16 Una canga en Andalucía es una yunta de animales.17 Era normal que los reos en su última noche otorgasen testamento si poseían bienes y estos no habían sido

confiscados por las autoridades. Es el caso de Mariana Pineda que solicita hacer testamento pero que no se loconsienten al tener confiscados sus bienes. RODRIGO, Antonina, opus cit., p. 217.

18 Archivo Histórico Provincial de Cádiz en adelante AHPC, Protocolos, Leg. 1046, fol. 12-13.

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jesen las misas acostumbradas por su alma según creyese conveniente su albacea sin quelas cantidades gastadas en las mismas pudiesen ser objeto de reclamación por parte de na-die ya que eran asunto que solo convenían a su alma. Por otra parte, pedía que la Junta seencargase de su hija, recogiéndola en el asilo de huérfanas y dándole una educación cris-tiana hasta que alcanzase la mayoría de edad. Igualmente solicitaba que si su albacea asílo disponía pudiese entrar la niña a servir en alguna casa acomodada. Por último instaba aque si de la cuestación resultaban algunos bienes quedasen para su hija a quien instituíacomo única heredera. Dada su pobreza eran los únicos bienes que podía dejar ya que noposeía ninguno tal y como había declarado al comienzo de su testamento. No firmaba eltestamento por no saber y rogaba a Jacobo Oneale, que actuaba como testigo, lo hiciesepor él.

La condición social del reo estaba bien clara. Su pobreza económica, unida a su anal-fabetismo le convertían en uno de los miles de obreros dependientes de trabajos duros ysiempre bajo los efectos de la miseria. El hecho de tener una profesión, herrero, al igual quesu padre, no le facilitaba una mejora en su estatus económico. Así pues, su hija de cuatroaños, María del Carmen, que había nacido cuando Vicente Morón apenas contaba diecio-cho años, quedaba al amparo de la beneficencia como única salida posible a la desapari-ción del padre.

Todas estas peticiones del reo se acordaba por la Junta llevarlas a cabo no sin el per-miso de la madre a quien correspondía su derecho, salvo el instituido al albacea. Así, añosmás tarde, un diecisiete de febrero de 1865, cumplidos los veinticinco años, la hija solici-taba copia de la última voluntad de su padre y recibía el dinero que había administradosu albacea y que no llegaba a los cuatro mil reales19. Administración bien llevada pues casiduplicaba a la cantidad depositada en su día para su cuidado.

La cuestación realizada en la ciudad por los petitorios arrojaba un saldo de 2381 rea-les. Las cuentas que presentaban y aprobaba la Junta Municipal se desglosaban del siguien-te modo.

INGRESO Y GASTOS

Fuente: AHMPSM, Beneficencia, Leg. 304-B, 1844, Ajusticiados.

19 AHPC, Protocolos, Leg. 1046, fol 12, (anotación al margen).

José Campos Anzorregui 496 r. 6 Donación de 19 reales de Anzorregui y 40 José Palú 59 r. Joaquín Micón, incluidos 20 r. que él donó 401r. 14 José Albareda 249 r. Francisco Cotera 429 r. Sebastián Romero 278 r. 32 Genaro de la Vega 200 r. Manuel Barrera 152 r. Ramón Río 63 r. 8 José Bazán 52 r. 28 Total 2381 r. 20 Gastado en servicio personal del reo 343 r. 6 Líquido entregado al albacea 2038 r. 14

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Con la asistencia en la capilla al reo y la recogida de dinero, la sociedad portuense ce-rraba su compromiso ante la ejecución. Pero qué pocos podían adivinar que el patíbulopronto volvería a ponerse en funcionamiento.

LA EJECUCIÓN DE ANTONIO MARCHÁN

Apenas habían transcurrido seis meses cuando nuevamente la Junta de Beneficenciarecibía un oficio del Juez de Primera Instancia de la ciudad comunicándole que un nuevoreo, Antonio Marchán, entraría en capilla el próximo sábado para recibir el garrote el lu-nes 17 de junio. Solicitaba que la Junta se encargase de todo lo necesario para la capilla,así como el acompañamiento al prisionero en tan extraordinario suceso. Así pues, reuni-da nuevamente el 14 de junio la Junta de Beneficencia, se acordaba aceptar las indicacio-nes del Juez e iniciar nuevamente todo el proceso para formalizar la capilla y la cuestaciónpara el condenado20.

Antonio Marchán, condenado a garrote por el asesinato con arma blanca de Cristó-bal Díaz ocurrido 26 de octubre de 1841, era natural de Bornos e hijo de Juan Marchán yMaría Girón. Soltero, de treinta años, trabajador del campo al igual que su padre, formabaparte del nutrido grupo de jornaleros y pequeños propietarios agrícolas que poblaban elbarrio alto de la ciudad. Lejos del río, esta zona la formaban viviendas de una sola plantaalrededor de un patio central, con cocinas comunes y cuadras para el alojamiento de lascaballerías que como transporte eran utilizadas por algunos propietarios de tierras.

Habían pasado tres años del asesinato que cometiese con veintisiete años. En esta oca-sión el reo no tenía cargas familiares, salvo las derivadas con sus padres. Su víctima, Cris-tóbal Díaz, había fallecido en el Hospital a causa de la herida que le había producido. Lafalta de bienes de éste hizo que el entierro fuera de limosna como correspondía a un buengrupo de jornaleros que vivían casi en la indigencia.

La Junta, al igual que con el ajusticiamiento de enero organizaba la capilla que en estaocasión duraría dos días por la prohibición de ejecutar a ningún reo en domingo, fiestareligiosa o nacional. Tal vez para no entristecer el día con una muerte, aunque fuese legal.Para esta ocasión no se iba a pedir nuevamente a vecinos que colaborasen en la capilla deforma oficial, sino que fueron los miembros de la Junta los que se repartieron los turnosentre ellos, pudiendo invitar a algunas personas respetables de la localidad y bajo la res-ponsabilidad de cada uno. La disposición de los turnos quedó como en el siguiente cua-dro se expresa.

20 AHMPSM, Beneficencia, Actas Junta, Leg. 289 A, 14-17-20 junio 1844.

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TURNOS PARA LA CAPILLA DE ANTONIO MARCHÁN

Fuente: AHMPSM, Beneficencia, Leg. 304-B, 1844, Ajusticiados.

En la misma reunión se acordaba que los miembros de la Junta y sus acompañantesque estuviesen en los turnos llevasen dos toallas con el escudo de la Caridad para que lessirviese de distinción para entrar en la capilla y que debían tener siempre puestas. Así deesta manera el oficial de guardia no dejaría pasar a nadie que no estuviese debidamenteidentificado.

La capilla se organizaba en una habitación con un pequeño altar, un crucifijo gran-de, una imagen de la Virgen de los Dolores y alumbrados con ocho velas.

Se prohibía la introducción en la capilla de cualquier objeto de loza o cristal; siendolos platos y vasos de hojalata y las cucharas de madera, sin llevar nada de cuchillo o tene-dor. La comida debía prepararse con un buen puchero de gallina y jamón para sacar cal-do, aunque debía dársele al reo lo que le apeteciese. De igual manera debía prepararse unabuena comida para los sacerdotes que le asistan así como para el oficial de guardia.

La Junta también acordaba acompañar con todos sus miembros al reo al cadalso paradespués de la ejecución hacerse cargo del cadáver para su entierro.

A las once de la mañana el verdugo procedía a preparar al reo para la ejecución. So-bre el tablado erigido, atado el cuerpo al palo sobre el que se colocaba el garrote, el ejecu-tor procedía a dar vueltas al tornillo y acabar así con la vida de Antonio Marchán.

Ese mismo día, la Junta de Beneficencia volvía a reunirse para solicitar el cadáver al Juezpara su entierro, siendo las dos de la tarde la hora fijada para que el ejecutor y el escribanodel juzgado procedieran a entregar el cuerpo. El calor del día había iniciado rápidamente ladescomposición del cadáver y el médico presente en la ejecución aconsejaba el rápido tras-lado al cementerio para su inhumación. Así se hacía por parte de la Junta que acordaba nollevar el cadáver a la iglesia de la Caridad y rezar las exequias al día siguiente.

El cortejo fúnebre lo precedían diez pobres del Hospital con el guión del mismo yotros tres con manguilla y faroles. A la cabeza del cortejo el Alcalde y el Primer Tenientede Alcalde junto al resto de la comitiva. El acompañamiento salía de la Plaza del Polvoristay tomaba las calles Sol, Palma, Larga, Pozuelo, Nevería, Luna, San Juan, Zarza y Santa Clarahasta el cementerio donde se le daba sepultura de beneficencia.

Su entierro quedaba reflejado en el Libro de Difuntos de la Iglesia Prioral:

“Como colector de entierros en la Iglesia Prioral de esta Ciudad delPuerto de Santa María Provincia de Cádiz mandé dar sepultura en el día

TURNOS NOMBRES HORAS 1º Rafel Lafitte 11 – 1 2º Pedro Winthuysen 1 – 3 3º Ángel María Barrera 3 – 5 4º Francisco de Paula Costas 5 – 7 5º José Pazos y Caro 7 – 9 6º Manuel Medinilla 9 – 11 Turno de la primera noche Tejera, Winthuysen, Barrera y Campos. 11 - 5 7º Manuel de la Tejera 5 - 7 8º José de Campos Anzorregui 7 – 9 9º Miguel Pajares Micón 9 – 11 Segundo / tercer día Se repiten los turnos Igual horario Turno de la segunda noche Costas, Pazos, Medinilla y Pajares. 11 – 5

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de la fecha á el cadáver de Antonio Marchán natural de Bornos de treintaaños, del campo, soltero, hijo de Juan, del campo, y de María Girón natu-rales de Bornos: falleció vi de garrote vil por sentencia á dicha pena porla audiencia territorial, por muerte violenta á Cristóbal Díaz: su entierrode Beneficencia y para que conste lo firmo á diez y nueve de Junio de milochocientos cuarenta y cuatro.21

Fco. de Paula Sánchez de la Rivera”

Así acababa la vida de uno de los muchos inmigrantes que, al reclamo del crecimien-to que se producía en la ciudad con la creciente industria vitivinícola, dejaban los pue-blos de la sierra gaditana para acercarse a la costa.

El escaso número de vocales llevó a la Junta a enviar al Alcalde cuatro esportillas paraque algunos concejales saliesen, así como otras cuatro para los clérigos, a realizar lascuestaciones tal y como era costumbre. Del mismo modo se enviaba otra al director delHospital, Juan José Micón con la misma finalidad. Se pedía igualmente que no se utiliza-se la campanilla con la que se solía acompañar la cuestación hasta que el reo hubiese muer-to.

El 20 de junio, la Junta se reunía nuevamente para cerrar las cuentas de los ingresos ygastos habidos con el ajusticiamiento de Antonio Marchán. Comprobadas las cantidadesdepositadas en las esportillas se vio que alcanzaban la cantidad de 1853 reales con 30 cén-timos. El desglose de los gastos e ingresos era el siguiente.

INGRESOS

GASTOS

Fuente: AHMPSM, Beneficencia, Leg. 304-B, 1844, Ajusticiados.

Joaquín Micón 140 r. José Fernández Cossi y José Díaz 505 r. Francisco de Pineda y José Pardiñas 287 r. 16 José María Pérez Campuzano 80 Gregorio de Zirer y Sebastián Pagés 201 r. 12 Pbro. José María Grajales y el menorista Eduardo Palou 127 r. Pbro. José Álvarez y el menorista Rafael Suano 216 r. Pbro. Lorenzo Valverde 77 r. Total 1853 r. 30 22

Por el puchero de jamón y gallina 56 r. Por la comida que se trajo de la tienda de Manuel Judas García 156 r. Tabaco, vizcochos, bula para el reo, mandados para llevar y traer los útiles de la capilla, vino para los guardias y otras menudencias

64 r. 12

Dos curas 48 r. 26 Por la misa mientras ajusticiaban al reo 20 r. Para los enterradores 40 r. Por el funeral del día siguiente 69 r. Por 8 misas en la iglesia de la Caridad el día del funeral 32 r. Por la cera del funeral 22 r. 17 Total 507 r. 55

21 AIMPPSM, Libro de difuntos nº 24, fol. 120.22 El error de la suma se encuentra así en el original.

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La Junta acordaba que los gastos de los tres primeros conceptos se cargasen a la cuen-ta propia y el resto se dedujese de la cantidad recaudada.

El dinero sobrante se repartía según el reo había indicado en su última voluntad aun-que no llegó a testar. A su hermano Juan Marchán se le entregó 1074 r. y 14 céntimos; aJosefa Gago, vecina de Bornos y residente en la ciudad, 477 r. y 7 céntimos y 60 reales aJosé Arnaiz23.

Así se cerraba un episodio más en las responsabilidades de la Junta de Beneficencia.No cabe duda que estos hombres ante la muerte de un reo aceptan la pena como algo com-pletamente natural y justo. Pero también es cierto que en torno a la ejecución existe unaliturgia en la que a tenor de la llamada “caridad” se trata de hacer más soportable al con-denado su paso hacia la muerte. Hacerle agradable los últimos días a base de darle lo queno había tenido a lo largo de su vida: buena comida, tabaco, la compañía de los grandesseñores de la ciudad y como no el perdón a través de la Iglesia. Jamás ninguno de ellos tuvoen vida el dinero que su muerte proporcionó a sus familiares. Su fallecimiento venía tam-bién a traer un cierto bienestar a los suyos. Una pequeña recompensa por el dolor de su pér-dida y por el deshonor de su muerte.

23 AHMPSM, Beneficencia, Leg. 304-B, 1844, Ajusticiados.