Mujer, Religión y Sociedad en Santa

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  • 7/24/2019 Mujer, Religin y Sociedad en Santa

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    Javier Ordiz*

    En los mrgenes del Naturalismo:mujer, religin y sociedad en Santa,de Federico Gamboa

    Resumen: Santa recibe la influencia del Naturalismo en diferentes aspectos, aunque suclaro sentido moralizante la aleja del canon zoliano. En este trabajo se pone de relievela importancia del mensaje didctico-religioso de la novela, as como la valoracin deGamboa sobre la condicin de la mujer en la poca y la expresin implcita de sus con-vicciones polticas en el Mxico de Porfirio Daz.Palabras clave: Federico Gamboa; Sociedad; Religin; Mujer; Literatura mexicana;Siglos XIX-XX.

    Abstract: Santabears the influence of Naturalism in different aspects; however, its mor-alizing content moves it away from the canon established by Zola. This paper highlightsthe importance of the novels didactic and religious content, together with Gamboas dis-cussion on the condition of women, as well as the implicit expression of his political con-

    victions in the Mxico of Porfirio Daz.Keywords: Federico Gamboa; Society; Religion; Woman; Mexican Literature; 19th-20th Century.

    En el ao 1965 Carlos Landeros realiz una encuesta en la que pretenda que algunosde los novelistas ms renombrados del momento valoraran la obra de Federico Gamboa.Los resultados de la misma, que Jos Emilio Pacheco resume en la introduccin a su edi-cin de los diarios del autor, oscilaron entre la indiferencia de Juan Jos Arreola o Rosa-rio Castellanos, que simplemente reconocieron no haber ledo a Gamboa, la calificacinde abuelo nefasto que le dedic Elena Garro o el ninguneo que se desprenda de lasiguiente afirmacin del siempre informado Carlos Fuentes: [...] no s nada de l. Es

    como si me hablaran de un general de los hititas (cit. en: Pacheco 1977: 35). Frente aeste tipo de actitudes que pretendan presentar a Gamboa como una especie de reliquiadel pasado sin calidad ni inters alguno en nuestros das, en los ltimos tiempos seadvierte un renovado afn por revisar la obra de este autor, y en particular su novela sin

    * Javier Ordiz es profesor titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Len (Espaa).Ha publicado numerosos artculos en revistas especializadas; es autor de la monografa El mito en laobra narrativa de Carlos Fuentes (2a ed. 2005) y de las ediciones crticas de Terra Nostra (1992) y Lamuerte de Artemio Cruz (1994), de Carlos Fuentes, y Santa (2002), de Federico Gamboa. Contacto:[email protected]. Ib

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    duda ms popular y conocida: Santa (Olea Franco 2005). La distancia histrica nos per-mite superar en la actualidad el debate habido en su poca sobre la presunta inmorali-dad de la obra e ir ms all de su mera reduccin a un simple argumento de tintes melo-dramticos trufado de resabios naturalistas.

    La propuesta de lectura de Santa que intentar plantear en las lneas que siguen sebasa en la consideracin de los tres principales niveles de contenido que, a mi juicio, seinterrelacionan de forma estrecha en el relato. Por un lado, la historia del personaje comoun reflejo de la condicin y valoracin de la mujer en la sociedad y en la literatura de lapoca; en segundo lugar la leccin moral que se desprende del discurso narrativo a tra-vs de su profuso y reiterado simbolismo: y, finalmente, la interpretacin de la novela ala luz de los acontecimientos de su tiempo y del pensamiento de su autor.

    1. Santa: origen y carcter del personaje

    Entre la galera de personajes que puebla la narrativa occidental de finales del siglo XIXy comienzos del XX, la prostituta ocupa un lugar destacado. La atencin que diferentes disci-plinas del pensamiento dispensan a la mujer en esa poca, unida al clima econmico y socialque favorece el incremento de la prostitucin en las grandes ciudades, contribuye a que estafmina cada o pecadora, sus avatares vitales y el inframundo que la rodea, se convier-tan en tema recurrente de numerosos relatos en esas fechas aledaas al cambio de siglo.

    Los escritores de la escuela naturalista, en su deseo de reflejar los aspectos menosamables de la realidad y en sus pretensiones de dar nombre y voz a seres que haban per-

    manecido hasta entonces en el silencio en aras del buen gusto, sern los que lleven acabo un perfil psicolgico ms acabado del personaje. Zola y sus aclitos indagan en elcarcter de esta mujer transgresora y la presentan de forma invariable como un factordaino para el orden social vigente. Estos autores parten siempre en sus planteamientosde la premisa de que el sexo fuera del matrimonio es una prctica viciosa y condenable,lo cual es particularmente grave en el caso de la mujer, cuya labor, segn el pensamientodominante, deba limitarse a su funcin de esposa y madre. En este contexto no es deextraar que la prostitucin se trate en muchos casos como una especie de tara fisiolgi-ca, como una desviacin patolgica del carcter que en otros individuos impulsa al cri-men o al alcoholismo. Es la teora de la mujer delincuente, desarrollada por el crimin-logo italiano Cesare Lombroso, que tanto influy en escritores e intelectuales de lapoca. Esta tara, oflure en terminologa naturalista, se trasmite de padres a hijos, y deesta forma el novelista suele rastrear en los antecedentes familiares de la joven desgra-ciada en busca del origen de sus torcidas inclinaciones. En el caso de Nan, arquetipoliterario ms acabado del personaje, Zola deja claro que la suya es la historia de unamuchacha, retoo de cuatro o cinco generaciones de borrachos, de sangre viciada poruna larga herencia de miseria y de embriaguez, que se transformaba en ella en un desqui-ciamiento nervioso de su sexo de mujer (1988: 294-295).

    Los personajes y ambientes del naturalismo francs llegan pronto a Hispanoamrica.La obra de escritores como Eugenio Cambaceres en Argentina, Manuel Zeno Ganda enPuerto Rico o Augusto dHalmar en Chile, da cuenta de la aclimatacin de estos esque-mas y modelos narrativos en la literatura del continente. En este contexto, la presencia deuna historia como la que desarrolla Santa, sugiri de inmediato el magisterio zoliano y

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    contribuy de forma automtica a adscribir a su autor dentro de la estela dejada por laexpansin naturalista fuera de sus fronteras de origen.

    No es ste el lugar para repetir en detalle el ya largo debate que ha ocupado a la crti-ca desde la publicacin de la novela acerca de los dbitos de la misma al naturalismofrancs. Hoy da contamos ya con la suficiente bibliografa al respecto como para que ellector se haga una idea cabal del asunto. Tan slo me interesa en este punto resaltar miopinin, compartida por otros muchos estudiosos de la obra, acerca de las notables dife-rencias que existen entre la Santa mexicana y su frecuente punto de referencia o compa-racin: la Nan zolesca y, en general, su alejamiento de los moldes europeos.

    El autor nos sita ya sobre la pista en esa especie de dedicatoria de ultratumba quela joven fallecida dirige al escultor Contreras como prefacio del relato. La ficticia voz

    narrativa del personaje pone en guardia al lector para que ste no confunda su historia nisu carcter con los de algunas heronas literarias que menciona de forma explcita, aun-que en esta nmina sorprenda la ausencia de la mencionada Nan. Gamboa quiere dejarclaro desde el principio que no es la suya una obra que siga la moda y parece proponer enconsecuencia una lectura libre de toda comparacin con moldes forneos. Y en efecto,aunque el juego de apariencias en que, como veremos ms adelante, se mueve de conti-nuo la novela nos site ante un escenario y unos personajes clsicos del universo natura-lista, el verdadero linaje de Santa no ha de buscarse en esa tradicin.

    En otro lugar tuve ya ocasin de desgranar con cierto detalle la procedencia de lasdistintas piezas que a modo de rompecabezas van encajando para finalmente conformarel carcter de la herona (Ordiz 2002). Al margen de ciertas influencias literarias, refleja-das en la presencia de rasgos argumentales e ideolgicos concomitantes con obras del

    siglo XIX e incluso de pocas anteriores, en la creacin del personaje adquieren mayorpeso las propias experiencias del autor en los ambientes de la prostitucin, un hecho queviene a confirmar la opinin de Seymour Menton (1952) acerca del fondo autobiogrficoque existe en todas las novelas de Gamboa. En su libro de memorias de juventud titulado

    Impresiones y recuerdos, el novelista deja constancia del inexplicable y misteriosoatractivo (Gamboa 1994: 33) que desde muy pronto ejercieron sobre l las prostitutas, yrefiere sus aventuras con dos cortesanas cuya vida, y en un caso cuya muerte, recuerdanlas de la desdichada muchacha de Chimalistac.

    Si Santa no cuenta con unas antepasadas literarias muy definidas, s tiene sin embar-go algunas hermanas que conviven con ella en el contexto de la novela hispanoamerica-na de la poca y que muestran tambin claras diferencias con respecto a los moldes euro-peos. Tanto la Loulou deMsica sentimentalde Cambaceres, como la Juana Lucero queda ttulo a la novela de DHalmar, e incluso laMara Luisa de Azuela, responden al pro-totipo de la muchacha ingenua a la que un incidente desgraciado en su vida la impulsa aejercer la prostitucin, pero cuya nobleza de espritu y su capacidad para experimentarun amor sincero la redimen finalmente de su existencia pecadora. Frente a la valora-cin negativa que le merece su personaje al escritor naturalista francs y la distancia queadopta respecto al mismo, en todos estos casos los narradores se distinguen por la simpa-ta, la comprensin, la compasin y hasta el cario con que abordan la historia de estasmujeres que, lejos de ser ya un factor de destruccin social, son personalmente destrui-das por un contexto vicioso y carente de humanidad.

    No debemos confundir, sin embargo, esta mayor proximidad entre narrador y perso-naje que se produce en el mbito hispanoamericano con una crtica a la situacin sumisa

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    y dependiente de la mujer y un consecuente deseo de cambiarla. Aunque la sociedad seala principal culpable de la suerte de estas criaturas, ellas sin embargo son dueas de uncarcter que se halla lastrado por las limitaciones inherentes a su propia condicin feme-nina y que adquiere una parte de responsabilidad en los actos que protagonizan. En estosrelatos, el narrador suele poner de relieve lo que considera como debilidad fisiolgica ypsicolgica congnitas de la mujer, propensa siempre a caer en las redes y engaos quele tiende la superior inteligencia del varn, e incapaz de tomar decisiones racionales unavez que se ve inmersa en la vorgine de la mala vida. La descripcin que hace EugenioCambaceres de uno de los personajes de Sin rumbo resume de forma bastante aproxima-da las convicciones de su generacin acerca de la inferioridad del sexo femenino y elpapel bsicamente reproductor que deba cumplir en el orden social del momento:

    La limitacin estrecha de sus facultades, los escasos alcances de su inteligencia, incapa-ces de penetrar en el dominio profundo de la ciencia, rebelde a las concepciones sublimes delas artes, la pobreza de su ser moral, [...] el aspecto mismo de su cuerpo [...], la delicadeza desus lneas, la morbidez de su carne, no revelaban claramente su destino, la misin que lanaturaleza le haba dado, no estaban diciendo a gritos que era un ser consagrado al amoresencialmente, casi un simple instrumento de placer, creado en vista de la propagacin suce-siva y creciente de la especie? (Cambaceres 1999: 205).

    Sin ir tan lejos en sus apreciaciones, Gamboa tambin salpica su obra literaria decomentarios similares, como es el caso de la cita de La Bruyre que encabeza su novela

    Metamorfosis (La plupart des femmes nont gure de principes, elles se conduisent parle coeur) (Gamboa 1965: 465) o la reflexin que hace el narrador deLa llaga acerca de

    la argumentacin incoherente y dbil de las mujeres, seguras por instinto no de que con-vencen, sino de que su sexo ha de vencer en cualesquiera lides(Gamboa 1965: 1211).Manuel Prendes Guardiola caracteriza as a las mujeres de la narrativa de Gamboa:

    [...] naturalmente inestables, tendentes a la neurosis, inseguras. Y tambin volubles, coquetasy con una innata capacidad para el disimulo que, con buen o mal fin, no dudan en emplear ycon la que tambin compensan su papel secundario dentro de la sociedad dominada por elvarn (2002: 146).

    ste es tambin el caso y el problema de Santa, quien cede confiada a los requiebrosde su amado y en varios momentos de su historia posterior da muestras de su inseguridade incapacidad para comprender de forma cabal lo que le sucede.

    Santa es, de este modo, una vctima de su propia condicin de mujer, y al propiotiempo sufre en sus carnes el castigo por vulnerar las normas de conducta que se presu-ponan para una joven decente. Sus deseos de autocastigo y venganza la empujarn almundo de la depravacin y el pecado. En sus momentos de triunfo como cortesana demoda de la capital mexicana, la joven encarna el mito de lafemme fatale, sensual, desea-da y poderosa. La muchacha, desde su primer encuentro en el burdel de Elvira con elgobernador borracho que la declara su reina (Gamboa 2002: 92), va experimentandode forma creciente la fuerza que le otorga el poder de su sexo, hasta el punto de sentirseel centro de deseo y adoracin de los varones que la rodean. La subversin del ordensocial que se opera en estos ambientes prostibularios, donde la otrora campesina tiene asus pies a los caballeros ms acomodados de la sociedad del momento, ejerce una parti-

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    cular fascinacin en la mente de la ingenua e inculta muchacha. Esta sensacin de poder,unida a su firme deseo de hundirse hasta el fondo en el cieno de su propia degradacincomo forma de expiacin de su culpa, parecen ser los dos principales motivos queimpulsan a la joven a seguir en su oficio. Tambin en estas razones hay que buscar laexplicacin al episodio de su engao al torero Jarameo: en la pensinLa Guipuzcoana,Santa vive un remedo de vida burguesa con su enamorado, que en realidad no es ms queotro de los juegos de apariencias de la novela. La muchacha se siente incapaz de amar aun hombre, piensa que an no ha purgado lo suficientemente su pecado, intuye que en elfondo esa vida aparentemente apacible con el torero es slo una forma ms de prostitu-cin, y con el tiempo acaba echando de menos el ejercicio de ese poder sobre los hom-bres. El engao con Ripoll la acaba restituyendo a su trono anterior.

    Como se ha podido ver hasta ahora, es el de Santa un carcter complejo, cuyas apa-rentes contradicciones hallan su explicacin en las desventajas inherentes a su condi-cin femenina, poco dada al pensamiento y a la reflexin, a la traicin que ella siente quecometi hacia las expectativas familiares y sociales de convertirla en honrada esposa ymadre, y a su consecuente y quizs poco razonado deseo de auto-castigo.

    Santa es, sin embargo, una obra rica en contenidos, cuyo significado va ms all deesta historia de la campesina desgraciada en la gran ciudad y los motivos ms o menosocultos de su conducta. Frente al carcter ms plano y lineal de alguna de sus contem-porneas, como Juana Lucero o la propia Mara Luisa, la novela de Gamboa atesora unrico universo de sugerencias de la mano de una extensa simbologa, algunas de cuyasclaves me propongo desentraar en las pginas que siguen.

    2. Mito y smbolo en Santa

    El simbolismo del espacio constituye sin duda uno de los aspectos de mayor relevan-cia en el relato. Por medio de las descripciones, a veces morosas y detalladas, de loslugares en donde transcurre la accin, vamos percibiendo, bien a travs de las impresio-nes de los personajes o de la visin del narrador, una serie de connotaciones que sugie-ren otros niveles de lectura. El hecho es evidente en la imagen que en el captulo II senos ofrece del pueblo de Santa, un espacio que se describe a modo de locus amoenus, unparaso original de pureza y felicidad:

    Por todas partes aire puro, fragancias de las rosas que asoman por encima de las tapias,

    rumor de rboles y del agua que se despea en las dos presas. En el da, zumbar de insectos,al sol; en la noche, lucirnagas que el amor enciende y que se persiguen y apagan cuando seencuentran (Gamboa 2002: 98).

    El dominio del sol durante el da y de las lucirnagas que iluminan la noche, sugierenun mundo de luz y blancura, que se complementa con la descripcin de la casita blan-cade la joven, en cuyo patio se erige un pozo con un agua de cristal (96) bordeado demargaritas.

    En ese entorno amable viven Santa y su familia, en una casa humilde donde se hallanpalpables los signos de la devocin religiosa: la imagen del Santo Nio(97) preside lasala y las figuras de la Virgen de la Soledad y la Virgen de Guadalupe ocupan lugar des-

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    tacado en la alcoba que comparten la joven y su madre. El blanco, la luz, la pureza, seasocian a la idea del amor y temor de Dios y al sentimiento de unin familiar, todo locual contribuye a que Santa crezca sana, feliz, pura (99). Igual que sucede con la zonasagrada de los relatos fantsticos y mitolgicos, la naturaleza del entorno transmite unaura de atemporalidad, que remite al tema clsico de la pureza de los orgenes: [...] hayrosal que simula una planta inclasificada, anterior al Arca, perro ordinario que semejarezagado iguanodonte y tronco de rbol que aparenta leguas y leguas de largo (103).

    Fuera de este espacio sagrado se encuentra el reino de lo extrao, lo misterioso y lohostil, representado en este caso por la zona del Pedregal, que la joven contempla aco-bardada (106) y adonde se accede a travs del puente que cruza el ro, que cumple la fun-cin de umbral separador de ambos mundos. No es de extraar en esta lgica que los

    pecaminosos amoros de Santa tengan lugar en esos oscuros e inhspitos recovecos delPedregal. La llegada del alfrez y su tropa supone la invasin de lo profano en el mbitode lo sagrado, la irrupcin de una fuerza diablica que, a modo de nueva serpiente delParaso, engaar a la ingenua mujer para que cometa un acto de transgresin. Como en elrelato bblico, la desobediencia de los preceptos divinos acarrea un duro castigo. Tras supecado, Santa es una mujer manchada, cuya impureza la incapacita para seguir viviendoen el espacio sagrado. En esta interpretacin no caben ni la comprensin ni la piedad, aun-que la consecuencia del alejamiento de la mujer del seno familiar sea que, de forma indi-recta, Agustina y sus hijos se conviertan en responsables parciales de su ulterior destino.La escena de la expulsin adquiere en el relato connotaciones propias de un autntico jui-cio divino: la madre y los hermanos, convertidos en solemne grupo patriarcal de los jus-ticieros tiempos bblicos (123), dictarn la sentencia que pronunciar la figura agranda-

    da, engrandecida, sacra (122) de la anciana sobre la joven arrodillada a sus pies.El mitema de la expulsin del paraso, que se encuentra en todos los sistemas mitol-gicos de la Humanidad, cobra carta de naturaleza en esta escena. En todas las tradicionesculturales se recoge esta historia del ser primordial, que es incapaz de mantener la pure-za original del Edn y comete un acto de transgresin que le obliga a abandonar el espa-cio sagrado y salir a otro lugar donde reinan la enfermedad, el trabajo, el dolor y, final-mente, la muerte. Como seala el historiador y telogo rumano Mircea Eliade (1978), elrecuerdo del origen quedar siempre grabado en lo ms profundo de la memoria del serhumano, de modo que la nostalgia del paraso, al que se espera en algn momento retor-nar, se convierte en uno de los temas centrales de todas las mitologas.

    Esta nostalgia y este oculto deseo de retorno al Edn originario se encuentra presenteen todo momento en la mente de la joven protagonista. Su obsesin despus de la expul-sin ser la de purgar su culpa por medio del sufrimiento y de esta forma lograr unaexpiacin que le permita el regreso, aunque en el fondo sea consciente de que ello no leser posible en vida. Santa vive su inmersin en el mundo del vicio y la prostitucincomo un autntico suicidio aplazado, como algo que a la larga le va a proporcionar unamuerte ms lenta y dolorosa de la que encontrara arrojndose, como era su primeraintencin, al ro Magdalena.

    La nueva vida de Santa tendr lugar en la Ciudad de Mxico, un espacio donde cam-bia la luz de su pueblo por la oscuridad de la noche capitalina donde desempea su ofi-cio. Su existencia ser en adelante un progresivo hundimiento en la penumbra hastaalcanzar en la etapa final de su cada las lobregueces de las cimas sin fondo de la enor-me ciudad corrompida y habitar en los stanos pestilenciales y negros del vicio infe-

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    rior (306). Tan slo en breves y fugaces chispazos volver momentneamente la luz a lavida de Santa, como sucede en el episodio de su aventura con un adolescente, que com-para con la luz de un fsforo que encendemos para avanzar en lo oscuro (316).

    El auto-castigo y el dolor purifican finalmente a Santa, al tiempo que el amor casto ypuro que nace entre ella y el monstruoso Hiplito. El regreso del simbolismo positivo ala novela va unido tambin al retorno del sentimiento religioso. En sus ltimos das jun-tos, la antigua cortesana y el pianista experimentan un cierto sentimiento de culpabilidadpor haber sido algo olvidadizos (341) con respecto a Dios, y a travs del amor y deldolor vuelve la antigua devocin. Santa muere finalmente en la mesa de operaciones,pero su alma se encuentra ya purificada. La joven, por medio del amor, el sufrimiento yel consuelo divino ha alcanzado el perdn, y ello le permite el retorno al paraso, hecho

    que simboliza su entierro en Chimalistac. A los pies de su tumba, el antes descredoHiplito ve finalmente con claridad el sentido de la historia: nunca es tarde para quien searrepiente, y no existe pecado ni pecador a quien no perdone la infinita misericordiadivina. El claro simbolismo religioso que se encuentra en el relato podra resumirse deesta manera mediante las siguientes funciones narrativas: 1) la vida en el Paraso; 2) latransgresin; 3) la expulsin; 4) la expiacin, que lleva a cabo en el purgatorio de la Ciu-dad de Mxico; y 5) el perdn y la redencin.

    Estrechamente relacionado con este simbolismo se encuentran tambin las numero-sas alusiones que se hacen en el relato al juego entre apariencia y realidad, que ya men-cion anteriormente, y que se hace patente de manera particular en las descripciones dela imagen exterior de los dos principales protagonistas.

    Hiplito es un hombre cuya apariencia deforme se recalca de manera insistente a lo

    largo del relato. La frase reiterada que lo describe con sus horribles ojos blanquizcos, deestatua de bronce sin ptina funciona a modo de epteto pico que acompaa en variasocasiones la aparicin del personaje. No obstante, en su interior, Hipo se va descubrien-do de forma progresiva como un alma sensible, capaz de sentir un amor puro y desintere-sado por la joven campesina cada en desgracia. l ser el nico varn del relato que nollegue a gozar del cuerpo de la cortesana con el fin de no causarle un mayor sufrimientofsico cuando ya la enfermedad se ha manifestado en toda su crudeza. Slo l ser tam-bin capaz de ver ese fondo de pureza e ingenuidad que la joven mantiene en lo profun-do de su ser a pesar de su vida depravada. Frente al resto de los hombres, que caen rendi-dos ante los encantos fsicos de la hetaira sin importarles en absoluto sus sentimientos,Hiplito, incapacitado para percibir esa imagen externa, se enamora del interior de lamuchacha y consigue finalmente abrir los ojos de su amada a la contemplacin de unarealidad que va mucho ms all de lo aparente. Lejos de la repulsin que la imagen deHipo causa en Santa en los primeros compases del relato, en el tramo final de su historiala joven lo encuentra bello, decididamente (354). El tema recuerda muy de cerca lashistorias de amor finalmente correspondido que un ser monstruoso siente por una bellamujer, un tpico tratado ampliamente en leyendas tradicionales y recreado en obras de lapoca romntica comoFrankenstein,El fantasma de la pera oEl jorobado de Notre

    Dame. Al mismo tiempo, la leccin moral que encierra ese juego de apariencias se ase-meja a las contraposiciones conceptuales del idealismo platnico entre el alma y elcuerpo (es decir, lo externo, lo material y lo perecedero frente a lo profundo, inmate-rial y eterno), que son tema principal en algunas obras de la tradicin medieval castella-na comoLa disputa entre el alma y el cuerpo o las conocidas Coplas de Jorge Manrique.

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    Es significativo en este aspecto el contraste que se produce en la evolucin de Santaentre la belleza del cuerpo y la suciedad del alma, con que da comienzo su vida en laciudad, y la fealdad exterior del final de sus das, cuando su espritu est ya en paz conDios.

    3. Laicismo y modernidad

    Es sabido que Federico Gamboa fue un firme defensor del general Porfirio Daz, alque sirvi como representante diplomtico en diversos destinos. Siempre que tuvo oca-sin, el escritor cant las excelencias de su venerado presidente a quien defini como un

    hombre providencial (Gamboa 1995: 21) que, a su juicio, haba procurado al pas unperiodo de paz desconocido en su historia. Sin embargo, frente a la apariencia monolti-ca del rgimen en el orden ideolgico, lo cierto es que en su seno convivan sensibilida-des diferentes con notables divergencias en algunos casos. Gamboa se alineaba en esteaspecto en el bando de un porfirismo conservador que, de una forma no demasiado estri-dente, mostr su oposicin a algunas de las medidas del grupo conocido como LosCientficos, situados en los puestos claves del poder. La suerte de darwinismo socialpracticado por stos en materia econmica que implicaba un total desamparo hacia lasclases ms bajas, a las que se culpaba exclusivamente de su situacin y la decididaorientacin laica en materia educativa, chocaron con las firmes convicciones catlicas deGamboa, quien en sus novelas a partir de Santa dejar constancia de la situacin dedesarme moral y de injusticia social a que haba llegado el pas, y especialmente la capi-

    tal, con la aplicacin de estas polticas.En distintos momentos de su obra Gamboa dirige tambin sus crticas hacia los efec-tos nocivos que una modernidad que ve como laica, deshumanizada y mercantilista, estteniendo en su progresiva implantacin en el pas. El riesgo de la prdida de los rasgosde identidad cultural de Mxico en aras de la imitacin extranjera lo que en su pocaRod analiz de forma ms global como el peligro de deslatinizacin de Iberoamrica(Rod 2000: 196) es un tema que ocupa tambin a nuestro autor, en particular en laspginas dedicadas a los Estados Unidos, cuya influencia contempla como una invasin[...] lenta, sin entraas, corruptora (Gamboa 1965: 1087). En sus memorias, el escritordej constancia en varias ocasiones de su rechazo a la ciudad y sus aires de modernidady su predileccin hacia las zonas rurales, donde adverta la pervivencia de los dos gran-des pilares que, en su opinin, sustentaban la identidad ancestral del pas: la religin y lafamilia. A la luz de estos planteamientos se puede empezar a vislumbrar la posibilidad deun nuevo nivel de lectura de la novela que se asienta en una interpretacin de la historiade Santa como imagen metafrica del Mxico contemporneo.

    El espacio idlico de Chimalistac representa en esta lnea el reflejo de ese Mxicotradicional, libre de ideologas modernas y extranjerizantes, que Gamboa admira; el pasque, como la familia de Santa, basa sus normas de conducta cotidianas en la convivenciadel ncleo familiar y el respeto y la obediencia a los principios de la religin catlica.Fuera de ese espacio, en la Ciudad de Mxico, donde se han instalado ya las pautas deesa modernidad corruptora, las relaciones humanas aparecen en cambio presididas poruna total ausencia de criterios morales. Es de notar en este sentido el contraste que seopera entre la indumentaria de la joven en su pueblo y los vestidos, joyas y afeites varios

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    que engalanan su cuerpo en la capital, y que provocan que el narrador comente que a lamuchacha ya ni trazas de lugarea le restaban(157).

    Ya se ha visto que la llegada del alfrez Beltrn y su regimiento a Chimalistac tieneel efecto de introducir un elemento del exterior dentro de las lindes de la zona sagrada, locual a la postre desencadena el drama. Los juegos de imagen en relacin a esa dicotomatradicinmodernidad tambin se encuentran presentes en este episodio. La Gendarme-ra Municipal de a Caballo llega al pueblo en sustitucin de los antiguos rurales, y susuniformes a la europea contrastan con la indumentaria tradicional (chaparreras y cha-quetas de cuero) (110) de la vieja guardia. Los miembros de la guarnicin se instalancomo invasores en el antiguo convento del Carmen el nuevo espritu laico, llegado defuera, ocupa el espacio del culto religioso y el alfrez Beltrn mostrar en su comporta-

    miento la ausencia de principios ticos y morales que caracteriza a los nuevos tiempos.La relacin de los dos jvenes en esta parte del relato supone en realidad la confronta-cin entre dos espacios y dos tiempos diferentes: el Mxico rural, apegado a sus tradicio-nes, y el Mxico de la modernidad con sus costumbres disolutas.

    El caso del convento se repetir ms adelante en las descripciones del Palacio de Jus-ticia que aparecen en el captulo III de la segunda parte. El edificio ocupaba el espacio deun antiguo albergue religioso secularizado con las leyes de Reforma de 1867 y Gamboa,a pesar de estas transformaciones brbaras y de las venalidades [y] codicias (283)que ahora contaminan el inmueble, percibe todava en l la presencia oculta pero viva delos viejos oratorios, las austeras y desnudas celdas, de donde aun se escapan plegariasy salmodias (284). La dialctica entre apariencia y realidad se hace presente de nuevo:bajo la imagen de ese Mxico descredo y moderno sigue latiendo la entraa autntica y

    tradicional del pas.Desde esta perspectiva se abre por tanto el camino para interpretar Santa como unasuerte de metfora del Mxico de la poca, una posibilidad que ya ha apuntado parte dela crtica (Brushwood 1973; Fernndez-Levin 1997). Es en este sentido la historia delpas engaado por ideas forneas y unas orientaciones gubernamentales equivocadas,que han provocado el olvido de sus seas de identidad ms profundas. Sin embargo, parael autor stas no se han perdido an del todo. Siguen vivas en aquellas zonas ruralesadonde no llegan las perniciosas influencias de la capital, e incluso yacen ocultas bajo elsubsuelo de la ciudad moderna, laica y cosmopolita. La dimensin utpica de Santa serevela en la presencia de esta dinmica entre el anlisis negativo de la sociedad contem-pornea, y la propuesta de soluciones futuras, que en este caso se basan en el retorno alhumanismo y a los principios rectores del catolicismo. Esta idea se desliza tambin en el

    siguiente comentario que Gamboa anota en su diario:Ah, si hubisemos imitado a la ms humilde de nuestras esposas, a la antigua mexicana,

    todas ellas conscientes de sus deberes conyugales y maternales, todas ellas dechado de virtu-des hogareas que saben resistir solicitaciones, promesas y ddivas de amadores, el santohogar nacional no luciera las grietas, cuarteaduras y manchas que lo afean, sera ejemplo ymodelo, no habra en sus adentros duelos, rencores ni lgrimas (1977: 152).

    En su posterior novela,Reconquista (1908), el autor ofrece numerosos datos queavalan esta lectura. Si en Santa el mensaje contextual aparece un tanto velado por laprofusa simbologa que lo envuelve y permanece finalmente algo difuso ante lo escabro-

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    so de su argumento, enReconquista el autor deja de lado ambigedades y dedica variaspginas a realizar comentarios directos bien a travs de su palabra de narrador o de lavoz de su personaje sobre la situacin del pas. La historia en el fondo es similar, aun-que en este caso con un protagonista masculino que piensa y racionaliza con lucidez losproblemas que le afectan. Salvador, que as se llama el personaje, llega tambin a la capi-tal procedente de un campo idlico. Las enseanzas que recibe en las escuelas que segu-an las orientaciones de la instruccin oficial y laica del gobierno, estn conformadaspor ideas demoledoras e iconoclastas que poco a poco echaban abajo el edificio desus creencias (Gamboa 1965: 930). Salvador se convierte as en un hombre sin princi-pios ni moral, como la misma patria en que ya no creen los que slo a la Ciencia ado-ran (995). El autor no quiere que el lector se despiste en este caso, y recalca en varios

    momentos el paralelismo entre el personaje y el pas:

    [...] ambos caminaban, tambaleantes y ciegos, a quin sabe qu abismos de ruina; ambos,obedeciendo a idntica causa: esa carencia absoluta de sentido moral que a uno y otro afliga,esa falta de ideales de todo gnero; ni religiosos, ni polticos, ni artsticos, ni sociolgicos(1027-1028).

    En esta novela digresiva y farragosa, son constantes los comentarios negativos delautor sobre el avance de una modernidad esencialmente materialista y la admiracin delos mexicanos hacia lo de fuera, en particular lo que llega de Estados Unidos. El perso-naje finalmente, como Hiplito, ve la luz y proclama el retorno a los principios de la fecatlica como el nico modo de enderezar el rumbo del pas.

    sta es, en resumen, la utopa de Gamboa: contemplar en un futuro prximo a Mxi-co liberado de los efectos nocivos de un sistema educativo errneo que ha erradicado losprincipios del humanismo cristiano de las relaciones sociales, y de una modernidad quecosifica al individuo y lo convierte en un mero factor de produccin o de explotacin.Para el autor slo en Dios reside la clave de la salvacin.

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