Mujeres 3. Rut, Una Historia Subversiva
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Mujeres 3. Rut, una historia subversiva
o
o
La tercera mujer del camerino
de Guadalupe es Rut, la
moabita, una figura muy
significativa, por ser extranjera (no
pertenece al establishment judío)
y por mujer, en un momento en
que (con la reforma de
Nehemías-Esdras) se quiere
controlar a todas las mujeres.
Muchos israelitas admiten la reforma y crean un judaísmo de “puros” patriarcas,
con mujeres sometidas. Pero algunos protestan, como el autor/a del libro de
Rut.
Esta es una protesta indirecta. No cambia la leyes (las leyes las hacen los
hombres), pero cuenta la historia de otra forma, mostrando que el ideal
davídico de Israel comenzó y quedó fijado a través de una mujer. Vista así,
ésta es una historia radicalmente subversiva, pues va en contra de todas las
normas legales de Esdras-Nehemías.
Ésta es una historia judía (los rabinos tuvieron la valentía de aceptarla en
su Biblia), pero sirve igual para los cristianos: Se trata de entender la
realidad y de decir que en el comienzo sigue habiendo una mujer. Si esto sigue
adelante (judaísmo, iglesia cristiana…) es porque han existido y siguen
existiendo mujeres fieles a la vida y la comunión social, como Rut.
Quien quiera seguir descubriendo el tema lea el libro de Rut. Mis reflexiones
pueden ayudarle. No es malo aprender (reconocer) la historia desde la otra
perspectiva, en unos momentos de cambio eclesial como los nuestros. Todo lo
que digo sigue en mi libro sobre Mujeres de la Biblia judía.
1. RUT LA MOABITA, UNA MUJER SUBVERSIVA
El libro de Rut eleva su protesta contra
aquellos que quieren expulsar a las mujeres
extranjeras, desarrollando precisamente la
historia de una mujer moabita a la que
presenta como fundadora de la estirpe
mesiánica de David. No sabemos quién es su
autor (varón o mujer), pero es evidente que ha
querido recrear un ambiente patriarcal,
agrícola, antiguo. Todo el relato gira en torno a
las cosechas del campo y a la herencia o
propiedad de la tierra, un tema que ha
preocupado a los judíos de un modo especial
tras la vuelta del exilio.
1. Historia básica
El libro de Rut cuenta, con un estilo sobrio y conmovedor, en forma novelada la
historia de una “matriarca”, de origen moabita (Rut), que se vincula con su
suegra judía (Noemí), para convertirse en creadora de la estirpe de David,
héroe judío. Como he dicho ya, se trata de un texto tardío, escrito contra la
tendencia de Esdras/Nehemías, que habían querido imponer sobre el judaísmo
la prohibición de matrimonios con mujeres extranjeras. Así ha surgido, el siglo
IV-III a.C., esta narración, que puede dividirse en cinco partes:
1. Introducción. Una moabita (1, 1-22). Un judío efratita (de Belén de Efrata)
emigra a Moab en tiempos de hambre, con su mujer, que es Noemí, y sus dos
hijos, que se casan allí con mujeres moabitas. Pero el efratita muere y después
mueren también sus dos hijos. Pasado un tiempo, cuando el hambre remite en
Judea, Noemí retorna a su patria. Una de sus nueras, Orfá, decide quedarse en
Moab, mientras que la otra, Rut, acompaña a su suegra, con la que establece
una alianza personal, aceptando como propio a su Dios y a su nación.
2. Espigadora en Belén (2,1-23). En el tiempo de la cosecha, igual que otras
judías (pero con el derecho que le da ser extranjera y viuda, cf. 11), Rut va a
recoger las espigas sobrantes de los campos en siega (cf. Lv 19, 9-10; Dt 24,
19-22). Allí se encuentra con Booz, que se preocupa de ella y la protege, de
manera que Rut puede alimentar a su suegra Noemí, que, por otra parte,
pertenece a la misma familia de Booz.
3. Derecho de “rescate” (3, 1-18). Acabada la cosecha, llega el momento de
la trilla, momento de fiesta y alegría, para trabajar, comer y dormir en el campo,
dando a Dios gracias por la cosecha. En ese momento, Noemí recuerda a Rut
el derecho de “rescate” (o goelato) de Booz, que tiene la obligación (o, al
menos, la posibilidad) de “comprar los campos de la familia de Noemí”,
retomando así su herencia y casándose con la heredera, que es Rut (cf. Lev
25).
4. Ante el tribunal (4,1- 12). A las puertas de la ciudad se establecía el tribunal
público, para resolver los temas de la comunidad y allí acude Booz, apelando a
la ley del goelato (el pariente más próximo puede comprar tras siete años la
tierra que la familia de Noemí había vendido en tiempo de hambre) y también a
la ley del levirato (el pariente más próximo debía casarse con una viuda sin
hijos, para dar herencia al difunto: Dt 25, 5-10). Booz apela a esos derechos
unidos, y aunque hay otro pariente más cercano (que estaría dispuesto a
comprar la tierra, pero no a casarse con la viuda) él recibe, ante los jueces de
la ciudad, la tierra y la mujer (Rut), para así poder asegurar la herencia y
descendencia de Elimélec (marido de Noemí) y de Quilión (marido de Rut),
ambos difuntos.
5. Genealogía. Rut, la abuela de David (4,13-20). Del campo público, de las
puertas de la ciudad, donde se ejerce el derecho, pasamos al campo de la casa
donde se nos dice que Booz y Rut se casan y tienen un hijo, al que llaman
Obed, el Siervo de Dios, creador de la dinastía davídica, que es fundamental
para judíos y cristianos.
2. Comentario: una moabita, la mejor judía
Ésta es una historia de
tolerancia y acogida “moabita”,
antes que judía. A diferencia de
los egipcios, que oprimieron a los
hebreos emigrantes, los moabitas
de la otra orilla del Mar Muerte, en
la actual Jordania, acogen a una
familia judía, que ha emigrado por
causa del hambre. El padre muere
y mueren también sus dos hijos, que se han casado con mujeres moabitas. De
esa manera, al final, sólo quedan tres mujeres. Una judía emigrante (Noemí) y
dos moabitas viudas de judíos (Orfá y Rut). A partir de aquí, la historia se
vuelve relato de mujeres.
Noemí, la judía viuda, quiere volverse a su tierra de Belén, después que ha
perdido a su familia en los campos de Moab y Rut, una de sus nueras
moabitas, decide volver con ella, en gesto de fidelidad personal: no quiere ni
puede dejar sola a la madre de su difunto esposo. De esa manera, esta mujer,
siendo moabita, ofrece uno de los testimonios más perfectos de identidad judía
(personal y familiar), que se expresa en forma de compromiso de fidelidad
personal, en la línea del “hesed” bíblico (misericordia, pertenencia mutua). Así
dice Rut a Noemí, su suegra: «Dondequiera que tú vayas, yo iré; y dondequiera
que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios» (Rut
1, 16-17). Rut formula así una tesis absolutamente revolucionaria, que va en
contra de la teología y de la política oficial de los puristas de Judá, que, en ese
tiempo, están prohibiendo los matrimonios de judíos con mujeres extranjeras,
por pensar que ellas no pueden asumir el modelo básico de vida del judaísmo
(Esd 9. 1-2; Neh 13. 23-27; cf. Mal 2, 11-12).
Conforme a la visión de Esdras-Nehemías, el “pecado original” de Israel sería
la mezcla de razas, la perversión que brota y crece allí donde los buenos
varones judíos se casan con extranjeras “malas”, que forman parte de un
pueblo enemigo, como las moabitas, del otro lado del Mar Muerto (cf. Dt 23, 4-
7), según vimos de forma impresionante en Num 25, donde se alaba la acción
de Fineas-Pinjás, héroe sacerdote, que asesina a , signo de las mujeres
moabitas-madianitas que se casan con judíos. En contra de eso, este relato
nos trasmite la fidelidad ejemplar de Noemí, una judía, pero, sobre todo, la de
Rut, una moabita, que ha dejado casa y tierra (su propia religión, su identidad
nacional) por acompañar a la madre judía de su difunto esposo, en un camino
de “hesed” o solidaridad extrema, es decir, de compromiso de convivencia y de
unión familiar que supera todas las diferencias nacionales, religiosas y sociales.
Nos hallamos en un tiempo en que muchos “hombres” (po
líticos y sacerdotes triunfadores) de Judá y Jerusalén mantenían una
lucha a muerte en contra de los pueblos del entorno, considerados
enemigos y, de un modo especial, en contra de sus mujeres (a las que excluían
del pueblo de la alianza). El problema fundamental del buen pueblo de Israel,
centrado en Jerusalén (y en la alianza judía), sería la “pureza nacional”, la
exclusión sagrada de las mujeres extranjeras.
Pues bien, en contra de eso, este relato popular, perfectamente escrito (¡es
una joya de la literatura universal!), presenta la historia de dos mujeres que
“rompen” ese dogma sagrado de varones (¡políticos, sacerdotes!), presentando
la historia desde una perspectiva de fidelidad y alianza femenina, abierta a las
mujeres extranjeras.
La judía Noemí es una mujer sabia que se deja querer y acoger
(acompañar) por su nuera moabita, a la que introduce en la trama de la vida
judía, sorteando todos los impedimentos legales que pudiera haber para ello.
Por su parte, Rut, la moabita, acompaña a su suegra por sororidad (¡amor de
mujeres!) y por fidelidad a su difunto esposo, una sororidad y una fidelidad que
está por encima de las normas nacionales y legales. En ese fondo se inscribe
la trama de este libro. Sobre las leyes de separación que están promoviendo
los libros de Esdras-Nehemías, el autor de esta historia sabe que hay otras
leyes “familiares” de vinculación personal, en la línea del levirato (cf. Lev 25,
25; Dt 25 5-10) y que ellas exigen que Booz, pariente cercano de su difunto
esposo, tenga que casarse con Rut, integrándola así, de un modo pleno, en la
alianza de la vida y familia israelita.
Este Booz, que se casa con Rut es signo del auténtico Israel, que
mantiene y promueve unas normas de convivencia fraterna por encima de
las leyes de exclusión nacional que promueven los nuevos rabinos, que
quieren separar a Israel y cerrarlo en sí mismo. Por su parte, Rut, sin dejar de
ser moabita, se convierte en signo del verdadero pueblo de Israel, por la
fidelidad que ha mantenido a su suegra Noemí y por su confianza en la
providencia del Dios israelita, un Dios abierto a la vida y al futuro mesiánico.
Ésta es la paradoja del texto: la judía más perfecta, la matriarca mesiánica, no
es , Ester, mujeres luchadoras y violentas, a favor de la separación judía, sino
Rut, una moabita fiel a su suegra, fiel a la memoria de su difunto esposo y,
sobre todo, fiel a la humanidad y a la vida.
3. Una conclusión judía y cristiana
La salvación de Israel queda según eso en manos de esta judía extranjera y así
termina diciendo el libro: «Booz tomó a Rut, y ella fue su mujer. Él se unió a
ella, y Yahvé le concedió que concibiera y diera a luz un hijo… Noemí tomó al
niño, lo puso en su seno y fue su ama. Y las vecinas le dieron nombre,
diciendo: (a) ¡Un hijo le ha nacido a Noemí! Y le pusieron por nombre Obed. Él
fue el padre de Jesé, padre de David. (b) Ésta es la historia de los
descendientes de Fares: Fares engendró a Hesrón. Hesrón engendró a Aram.
Aram engendró a Aminadab. Aminadab engendró a Najsón. Najsón engendró a
Salmón. Salmón engendró a Booz. Booz engendró a Obed. Obed engendró a
Jesé y Jesé engendró a David» (Rut 4, 13-22).
Cómo se puede observar, aquí tenemos dos finales genealógicos, que
quieren “marcar” de una forma legal, el origen de David, que es el
prototipo del buen judío, del hombre mesiánico.
a) Hay una genealogía corta, que pasa de Rut-Noemí (Noemí aparece como
verdadera madre-legal, con Rut) a Obed y Jesé, el padre de David, a quien la
tradición bíblica presenta como verdadero tronco mesiánico (cf. Is 11, 1).
b) Hay una genealogía larga, que pasa desde Fares, hijo de Judá, hasta
David; ésta es la que el libro de Rut ha querido presentar como signo de
apertura y de diálogo de Israel con las naciones del entorno.
Esta genealogía larga, con la que termina el libro (Fares, Hesrón, Aram,
Aminadab, Najsón, Salmón, Booz, Obed, Jesé, David), ha sido retomada y
reinterpretada por el evangelio cristiano de Mateo, que la presenta como centro
y clave de la genealogía mesiánica de Jesús, en la que se incluyen las cuatro
“mujeres irregulares”, que marcan la verdadera regularidad y providencia
femenina de la historia (cf. Mt 1, 3-6): Fares es hijo de Judá y de Tamar (mujer
del hijo de Judá, que se hace pasar por prostituta para que obtener justicia);
Booz es hijo de Salmón y de Rajab, la posadera-prostituta de Jericó (que
ayuda a los hebreos); Obed es hijo de Booz y de Rut, la moabita de nuestra
historia; finalmente, siguiendo la línea mesiánica, Salomón, hijo de David
(tataranieto de Rut) engendrará a Roboam con Betsabé, la mujer de Urías, a
había asesinado.
De esa manera, integrada en la historia de la providencia de Dios, igual
que las otras tres mujeres “irregulares”, Rut forma para los cristianos un
eslabón fundamental de la cadena mesiánica de la vida, como signo de
fidelidad humana y de apertura social y familiar (incluso sexual) que rompe los
pequeños límites de un pueblo que quiere cerrarse en sus leyes particularistas,
en sus principios de exclusión sagrada. A través de Rut, la moabita, muchos
judíos posteriores (y también los cristianos) se sienten vinculados al Israel
eterno, que sigue estando abierto a los gentiles, es decir, a todos los pueblos .
Bibliografía
Visión general en I. Fischer, Ruth, WiBiLex.
Entre los comentarios: I. Fischer, Rut (HThK), Freiburg 2005; The Book of Ruth,
en A. Brenner (ed.), A ‘Feminist’ Commentary to the Torah? (Second Series),
Academic Press, Sheffield 1999, 24-49;
M. Navarro, Los libros de Josué, Jueces, Rut, GEAT, Ciudad Nueva, Madrid
1995;
A. Lacocque, Le Livre de Ruth (CAT 21), Genève 2004;
K. Larkin, Ruth and Esther (OTGu), Sheffield 1996;
C. Pressler, Joshua, Judges and Ruth (Westminster Bible Companion),
Louisville 2002.
Xabier Pikaza