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III ÉPOCA 9 9 Febrero Febrero 2012 2012 “… MULTIPLICANDO VIDA” UN AÑO (¿SÓLO?) VOCACIONAL___Francisco E. Montesinos LA SELECCIÓN VOCACIONAL EN LA ÉPOCA DE CALASANZ___Enric Ferrer AÑO VOCACIONAL___Javier Brines O SE ES MÍSTICO O NO SE ES CRISTIANO___Rafael OrƟz ¿PASTORAL VOCACIONAL EN TIEMPO DE CRISIS O CRISIS EN LA PASTORAL VOCACIONAL? ___Carles Such MEMORIA DE MI VOCACIÓN ESCOLAPIA___Antonio Saiz LA PASTORAL VOCACIONAL EN LOS AÑOS 40-60 ___José Duart MI VOCACIÓN___Andrés Sánchez VOCACIÓN Y REGALO___Paco Molina TESTIMONIO VOCACIONAL___Simón de los Santos LA MASÍA DEL PILAR___Joan Seguí

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III É

POCA

99 FebreroFebrero

20122012

“… MULTIPLICANDO VIDA” UN AÑO (¿SÓLO?) VOCACIONAL___Francisco E. Montesinos

LA SELECCIÓN VOCACIONAL EN LA ÉPOCA DE CALASANZ___Enric Ferrer

AÑO VOCACIONAL___Javier Brines

O SE ES MÍSTICO O NO SE ES CRISTIANO___Rafael Or z

¿PASTORAL VOCACIONAL EN TIEMPO DE CRISIS O CRISIS EN LA PASTORAL VOCACIONAL? ___Carles Such

MEMORIA DE MI VOCACIÓN ESCOLAPIA___Antonio Saiz

LA PASTORAL VOCACIONAL EN LOS AÑOS 40-60 ___José Duart

MI VOCACIÓN___Andrés Sánchez

VOCACIÓN Y REGALO___Paco Molina

TESTIMONIO VOCACIONAL___Simón de los Santos

LA MASÍA DEL PILAR___Joan Seguí

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Foto de portada: Pintura de la Capilla de oración con nua (sep embre, 2011)

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editorial

9 Sobresaliente. Es una bue-na nota para una revista. Y más cuando siempre hubo agoreros que no daban “un euro” por ella. Felicidades a

todos.

Dedicamos el número al AÑO VO-CACIONAL ESCOLAPIO. Es nues-tra pequeña (o grande) aportación a la invitación que se nos hace desde la Orden. Esperemos ayudar en la reflexión.

Diversos artículos de esta humilde Revista quie-ren hacer su aportación al tema. Desde la res-puesta personal hecha por algunos de nosotros; al tipo de candidato que interesaba a Calasanz. Y cómo no, el recuerdo a un lugar muy significati-vo vocacionalmente para muchos de nosotros: la Masía del Pilar, en Godelleta. Y la reflexión de un laico que nos habla de la necesidad de “místicos y profetas” para una vida religiosa nueva. Temas para reflexionar.

Pero la respuesta vocacional se da en un mundo concreto, el que estamos viviendo ahora mismo, y que influye de gran manera. La globalidad va expandiéndose y va llegando a todos los lugares del planeta, y donde hace poco había muchas vo-caciones, ahora hay menos; donde había pocas, van desapareciendo; y donde no las había… si-gue sin haberlas. El mundo globalizado en que vivimos expande facilidades de conocimiento y crecimiento, pero también expande las dificulta-des de un mundo que se mira mucho a sí mismo y es cada día más incapaz de vivir situaciones duraderas. Muchos, e interesantes, son los estu-dios que hay sobre las causas de la escasez voca-cional: la sociedad consumista, la baja tasa de natalidad… Todo influye, también la falta de vi-gor vocacional que en más de una ocasión mos-tramos a los que nos rodean.

Y ante la gran escasez, dos posturas. La primera: crear guetos y adoptar posturas ‘agresivas’, y también de autodefensa, hacia exterior. Ser sig-nificativos siendo diferentes. Pequeños mundos en medio de una sociedad que suele mirar hacia otro lado.

La segunda. Inmersos en el mundo, sin ser del mundo. Lo hemos oído en el Evangelio (Jn 15,

19). Recordemos que el Padre envió a su Hijo porque amó al

mundo (Jn 3, 16). Y en el mundo… ¡místicos y profetas!

Es una actitud más arriesgada, menos ‘vistosa’, pero verdadera-

mente más significativa.

Quería Calasanz que los futuros escolapios salieran de sus escuelas.

Quizá deberíamos preguntarnos los que ya estamos ‘dentro’, mirando a

nuestros alumnos, qué llamada les merecería ser contestada. ¿Por qué estarían dis-puestos a “dejar padre y madre” (Lc 14, 26)? Creo que deberíamos imaginar la respuesta mi-rando a nuestros alumnos jóvenes o a los adul-tos que nos rodean en nuestros grupos laicales. ¿Por ser maestros? ¿Para dirigir colegios? ¿Por organizar campañas en los colegios o en los barrios? ¿Por vivir junto a escolapios ya an-cianos o que les superan en muchos años? ¿Por ir de voluntarios al tercer mundo? ¿Por animar grupos laicales? ¿Por tener lo que ven que tene-mos? ¿Por vivir como ven que vivimos en las es-cuelas, parroquias…?

No es broma el párrafo anterior. Es algo muy se-rio a la hora de buscar las claves de vida de nuestras Provincias, de las viejas y de las que se van a crear. Si sólo es eso que acabo de decir, perdonad que os diga, que eso, al menos para mí, me revitaliza poco. Eso sí, me organiza la vi-da, a mí que ya estoy dentro, pero a los jóvenes de mi clase de Bachiller, les deja indiferentes.

Que el Señor nos dé la Luz a nosotros para hacer una propuesta significativa y que ilumine a nuestros jóvenes y los atraiga al Evangelio. Y si es vivido en nuestra querida Escuela Pía, mejor que mejor. Para eso soy escolapio.

Francisco E. Montesinos Ortí

Padre Provincial

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Editorial 3

MULTIPLICANDO VIDA

Un año (¿sólo?) vocacional, por Francisco Enrique Montesinos 5

Año vocacional, por Javier Brines 10

O se es místico o no se es cristiano, por Rafael Ortiz 13

¿Pastoral vocacional en tiempo de crisis o crisis en la Pastoral vocacional, por Carles Such 15

Memoria de mi vocación escolapia, por Antonio Saiz 17

La Pastoral vocacional en los años 40-60, por José Duart 20

Mi vocación, por Andrés Sánchez 22

Vocación y regalo, por Paco Molina 23

Testimonio vocacional, por Simón de los Santos 25

La Masía del Pilar, por Joan Seguí 28

El sentir en Calasanz, por Vicente García 30

La Creación y el físico, por Manuel Nebot 33

La selección vocacional en la época de Calasanz, entre el ideal y la realidad, por Enric Ferrer 7

PANORAMA

S U M A R I O

A L B A D A número 9, febrero, 2012 Dirección: Francisco E. Montesinos Consejo de Redacción: Santiago Navarrete, Francisco Molina, Javier Brines, Carles Such

Diseño y Maquetación: Curia Provincial Imprime: Sumo Tirada: 125 ejemplares

Escuelas Pías de Valencia Curia Provincial

Dr. Moliner 5 bajo A 46010 VALENCIA

Teléfono: 963625291 Fax: 963625269

Correo electrónico: [email protected]

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C uando Calasanz se encontró con aquel joven de ascenden-cia noble, de nom-

bre Glicerio Landriani, y es-cuchó sus pretensiones de par-ticipar en la obra recién crea-da, el corazón de Calasanz de-bió adquirir una velocidad más acelerada. Un cúmulo de sentimientos difíciles de expli-car. Al menos uno, le había co-nocido y había considerado su entrega como algo digno de imitar. El santo se había en-contrado con el primer colabo-rador.

El Padre General ha decidido titular el año 2012 como año vocacional escolapio, en re-cuerdo de aquel encuentro del santo con Glicerio en la Roma universal. De aquello ya hace cuatrocientos años, que son muchos años. Y las necesida-des del santo y las nuestras, tienen mucho en común en lo referente a la necesidad de buscar manos que laboren la mies fertilísima.

Ya me gustaría a mí saber las reacciones que ha provocado dicha decisión en el corazón de muchos escolapios, religio-sos y laicos, que a todos hay que nombrar. Y conociéndo-nos como todos nos conoce-mos, a más de uno le habrá sa-lido una leve sonrisa de escep-ticismo e ironía, que desde

luego, no es reflejo de dema-siado entusiasmo.

No estamos para demasiados sueños, me decía un hermano no hace mucho; el realismo se impone y la realidad es la que es, y en nuestra Provincia, peor. Y acto seguido nos pone-mos a contar: ¿cuántos novi-cios o juniores hay en España? ¿Y en Italia? ¿Y en…? Y se quedan ahí. Se olvidan que Se-negal, México, la India o Fili-pinas también existen. Pero, claro, eso es otra cosa. Lo que está mal, es “lo nuestro”, lo otro… queda lejos.

Y a pesar de todo, trabajar por las vocaciones, pedir al Señor que siga enviando “obreros a su mies”, es algo que tiene que ser consustancial a nuestro ser escolapio: Jesús lo mandó an-tes de volver al Padre, Cala-sanz se empeñó en buscar, se-leccionar y formar a los nue-vos candidatos, la Iglesia nos pide que no nos dejemos ven-cer por el pesimismo, y cada

uno de nosotros, lo vemos co-mo una necesidad perentoria (espero), aunque vivamos in-mersos en el pesimismo.

Y por todo lo anterior, la pas-toral vocacional es una “asignatura” que nunca tiene un “examen final”, siempre es-tá en proceso. Como en las no-tas, hemos de procurar que ca-da día, en cada época, “progrese adecuadamente”.

Los que entienden de estadís-tica, nos presentan un gráfico significativo sobre el grupo de los mil y pico escolapios que conformamos la Orden en la actualidad. El gráfico, dicen, es una C, abunda la población por arriba y por abajo y en el medio… los restos de la crisis postconciliar. A los mayores todos los conocemos, no hay que ser demasiado observa-dor. Lo mismo diría de los que nos encontramos en el palo delgado del medio, pero, ¿quiénes son los de abajo si decimos que no hay vocacio-nes? Los “de abajo” son el fru-to del esfuerzo y tesonero afán de los escolapios “de arriba” en tantos país de tantos leja-nos (de nuestro occidente marchito) continentes en los que una Escuela Pía joven está asentándose. Es la expresión plástica de que el Señor acom-paña a los braceros que pier-den su vida por los niños y jó-

UN AÑO (¿SÓLO?) VOCACIONAL

Francisco E. Montesinos

Multiplicando vida

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venes, siguiendo las palabras de Jesús y la intuición de Cala-sanz. Una pastoral vocacional con éxito, perdiendo la vida por los más necesitados y apo-yados en la fuerza del Señor que nunca abandona al que pierde la vida por Él.

En su carta-convocatoria del día de Navidad de 2010, el Pa-dre General nos decía en qué consistía esta convocatoria: “Se trata de situar la Pasto-ral Vocacional en las fuentes de la vida de las Escuelas Pías, como un elemento nuclear de nues-tro proceso de revitaliza-ción y como una de las claves que harán posibles los diversos objetivos que tenemos planteados.” Cada uno deberá hacer consciente lo que entiende con esta frase. A mí me cuesta asumir dicho re-to.

Y me cuesta porque no nos lo acabamos de creer. Y como eso es así, nos movemos poco, y nos quedamos quietecitos, y pro-curamos encen-der “estufas” que nos mantengan “calentitos”. Y cuando eso ocu-rre, cerramos ventanas y puer-tas, y volvemos a p e n s a r e n “clausuras” que impidan entrar “intrusos” en las casas, y ponemos “clausuras” que cierran nues-tras habitaciones, y poco a po-co, lo comunitario y lo que su-pone compartir con laicos, adultos o jóvenes, va languide-

ciendo poco a poco, porque perdemos…. “intimidad”. Mi-remos lo que hacemos en nuestras reuniones de comuni-dad y en nuestros tiempos de ocio. Y como no se puede en-trar, no podemos mostrar lo que hay. ¿Nos interesa, me

p r e g u n t o ? ¿Es posible así la revitaliza-ción? Cada Co-munidad, cada religioso, ten-drá que dar su personal res-puesta.

A los Superiores Mayores, el Padre General nos insta a que en cada Provincia haya estruc-turas estables de Pastoral Vo-cacional; a los que trabajan en las escuelas, el Provincial les pide acciones de pastoral voca-cional. Pero antes, estoy con-vencido, está la necesidad de

mostrarnos, y comprobar si somos significati-vos de algo d i f e r e n t e para nues-tros alum-nos y para los laicos en g e n e r a l . Porque si el

Señor no se ha quedado mudo (que no se ha quedado) y sigue llamando, nosotros hemos de asumir el papel de voceros su-yo.

Luego vendrán las “otras cau-sas”: la baja natalidad, el poco interés por los compromisos para toda la vida, la sociedad secularizada, el consumismo, las máquinas y no sé cuántas cosas más. Pero hoy más que preguntar “cuántos tenemos” hemos de revisar el “a cuántos nos hemos mostrado y acerca-do”. Decía el Papa que “la vida consagrada es un bien para

to-

da la iglesia, algo que interesa a todos”, yo seguiría… y a no-sotros los primeros (¿o no?). Y más adelante: “si la vida con-sagrada es un bien para to-da la Iglesia, algo que in-teresa a todos, también la p a s t o r a l q u e b u s -ca promover las vocacio-nes a la vida consagra-da debe ser un compromiso sentido por todos: obispos, sa-cerdotes, religiosos y laicos”. Está claro.

Bueno ahí queda eso. A partir de ahora, la pregunta va dirigi-da a cada uno de nosotros, a cada Comunidad de la Provin-cia. Todos somos responsables de hacer de altavoces a la Pala-bra del Señor que sigue lla-mando. Si eso lo hacemos, se-guro que vendrán, no serán muchos, pero vendrán. Y si no, al tiempo. Así seremos… Es-colapios, multiplicando vida. ¶

Multiplicando vida

“Porque si el Señor no se ha quedado mudo (que no se ha quedado) y sigue llamando, nosotros hemos de asumir el papel de voceros suyo.”

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Non è bene riempire la reli-gione di gente ordinaria

L as Escuelas Pías es-tán entre las congre-gaciones de Clérigos Regulares, surgidas

en la Iglesia en el siglo XVI. La Compañía de Jesús es la más conocida de estas congrega-ciones, formadas por sacerdo-tes preparados, con plena de-dicación al ministerio sacerdo-tal y apostólico, nutridos por algunos de los elementos esenciales de la vida consagra-da. Volcados a la predicación, a la catequesis, a los sacra-mentos (con una fuerte inci-dencia en la confesión y en su derivación en la dirección de almas), las misiones evangeli-zadoras en los pueblos… Lo sacerdotal era, pues, definito-rio del conjunto de su misión. Los candidatos a entrar en estas congregaciones surgían del mismo impulso apostólico y el testimonio de los religio-sos, ya que sus actuaciones tenían una gran resonancia pública, sobre todo por la pre-dicación y la enseñanza en niveles medios y superiores.

En este sentido, los escolapios se constituyeron en sacerdotes especializados en un concreto ministerio, tal como se recogía en las Constituciones de san

José de Calasanz (1622) en el n. 5. La compleja síntesis de sacerdote, religioso y maestro no era fácil de vivir en una época donde el sacerdocio, tras el Concilio de Trento, ha-bía adquirido una impronta cultual y ritualista, aunque también con la misión de pre-dicar. De hecho el programa que se les pedía para ser orde-nados era más bien poco am-plio (G. Sántha: “Probatio ac institutio iuniorum nostrorum temporibus S.P.N.”, en Ephe-merides Calasanctianae, n. 35 (1966), p. 201-250). En reali-dad, por la vinculación a lo más sagrado, el sacerdote apa-recía revestido de dignidad y prestigio en la sociedad. Cala-sanz dedicó mu-chos esfuerzos para corregir esa tendencia cultual en la Orden, de ahí su insistencia en advertir a los futuros ordenan-dos que deberían ejercitarse “en el oficio de apren-der y enseñar, pues una vez sa-cerdotes no se preocupan más de estudiar, y al no ser aptos para una escue-la, rehúyen la enseñanza y esto causa la ruina de la Reli-gión” (Epistolario di San Giu-seppe Calasanzio, vol. 7, carta

3027, p.30). El escolapio, en consecuencia, además de los estudios sacerdotales tenía que formarse también en aquellas materias que iba a impartir como maestro.

¿Cuál era la procedencia de los candidatos a ser admitidos en las Escuelas Pías? Es intere-sante, aunque sea de forma breve, tener presente el siste-ma empleado por Calasanz en el período anterior a la Con-gregación Paulina (1617) para contar con colaboradores en las escuelas. G. Sántha (“Quattuor novi elenchi anti-quissimorum S. Iosephi Cala-sanctii in Scholis Piis, qui in palatio D. Octavii Mannini

una cum illo v i x e r a n t , c o o p e r a t o -rum”, en Ephemerides Calasanctia-nae, n. 11-12 (1959), p. 3 6 2 - 3 9 0 ) d e s c r i b i ó aquellos pri-meros coope-radores, to-dos adultos, como un gru-

po heterogéneo, inestable en su perseverancia, tanto por su procedencia, como por su for-mación, e incluso con diferen-tes motivaciones en su tarea,

Multiplicando vida

LA SELECCIÓN VOCACIONAL EN LA ÉPOCA DE CALASANZ, ENTRE EL IDEAL Y LA REALIDAD

Enric Ferrer

“El escolapio, en consecuencia, además de los estudios sacerdotales tenía que formarse también en aquellas materias que iba a impartir como maestro.”

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tales como la vinculación con Calasanz y la dedicación a la enseñanza de los niños (p. 382). Adultos fueron también los primeros escolapios que vistieron el 25 de marzo de 1617, dando inicio a la citada Congregación, aunque sin olvi-dar que en las escuelas traba-jaban seglares remunerados y algunos de forma gratuita. En el breve período que va hasta la erección de la Orden (1621) cerca de la mitad de estos pri-meros religiosos abandonaron las Escuelas Pías. Al año si-guiente, las Constituciones de la nueva Orden legislaron con amplitud sobre la admisión de los candidatos a escolapios, el noviciado y la formación sacer-dotal y pedagógica. Téngase presente que tras los dos años de noviciado la profesión tenía el carácter canónico de solem-ne. Los problemas no tardaron

en aparecer. Así, por ejemplo, las numerosas peticiones para nuevas fundaciones obligaron a realizar admisiones de adul-tos ya sacerdotes (“Por el amor de Dios, padre, cuídese de conocer a los sacerdotes que se van a vestir, porque el año pasado vinieron cuatro o cinco que me parece no servi-rán sino para decir misa”, Epistolario, vol. 5, carta 2177, p. 311) o de novicios de dema-siada edad. Calasanz tenía muy claro que “no se puede tratar de introducir tan pron-to el Instituto en otros lugares sin haber formado antes suje-tos idóneos” (Epistolario, vol. 8, carta 3808, p. 15).

¿Cuál sería la ideal “cantera” vocacional para el Fundador? S. Giner (San José de Cala-sanz. Maestro y fundador. Nueva biografía crítica, 1992,

p. 610) lo ha expresado con notable vehemencia: “es indu-dable que sus preferencias eran por los alumnos de sus escuelas, como expresamente lo manifiesta con estas fortísi-mas palabras, tan poco recor-dadas desgraciadamente a tra-vés de los siglos:

“Para nuestro fin, son preferi-bles los jóvenes que se educan en nuestras escuelas, que se ve si están bien o mal inclinados, si tienen buen ingenio o no, y educándoles bien dan buen resultado. Esto que escribo, aunque no lo mando en virtud de santa obediencia, no obs-tante se debe cumplir como palabra de Dios, venida a tra-vés del Superior”.

Calasanz, una y otra vez, insis-tía en la necesidad de tener buenos candidatos porque “de dozzinali ne avemo troppo”, es decir, ordinarios, vulgares, mediocres, hay demasiados (Epistolario, vol. 5, carta 2210¸ p. 346). En otro lugar escribirá: “essendo molto più a propósito esser pochi e buoni che molti con mistura e relas-sati” (Epistolario, vol. 8, carta 4031, p. 153). Esa vulgaridad, por ejemplo, se manifestaba en el poco deseo de aprender y prepararse bien para el minis-terio escolapio, actitud que desagradaba especialmente a Calasanz (Epistolario, vol. 3, carta 576, p. 80), de tal mane-ra que lo consideraba un impe-dimento para recibir las órde-nes sagradas (Epistolario, vol. 5, carta 1788, p. 48). A los su-periores les insistía en el nece-sario discernimiento para ad-mitir novicios y les exhortaba a

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Multiplicando vida

ser prudentes, a orar insisten-temente, a conocerlos bien, antes de tomar una decisión tan importante. Para ser un buen escolapio se requerían cualidades de todo tipo: salud, integridad física, ingenio, pre-paración cultural, buenas cos-tumbres, es decir, todo aquello que, tras conocer la vocación del candidato, significara pro-vecho y progreso para la Or-den. En un texto de notable interés pide que se tenga una probación temporal del candi-dato, que en tiempo de funda-ciones nuevas los individuos no deben ser “ordinarios”, ya que, de ser así, nadie pedirá el ingreso en las Escuelas Pías, como ya había pasado en al-gún lugar (Epistolario, vol. 5, carta 1937, p. 152).

La realidad fue bastante dife-rente de tan acertados crite-rios y medidas. Se tuvo dema-siada premura en las admisio-nes, sea por las necesidades de las nuevas fundaciones, sea por la abundancia de candida-tos, a veces presionados por tantas familias numerosas, sea por la brevedad de los estu-dios o por la falta de casas de formación con las condiciones adecuadas de directores y pro-fesorado. La falta de recursos económicos de las familias de algunos candidatos pusieron en guardia al Fundador: “Li soggetti nuovi siano di buon ingegno e costumi e non di g e n t e p o v e r i s s i -ma” (Epistolario, vol. 8, carta 4552, p. 431). Calasanz, con su profundo conocimiento de las personas y su inteligente iro-nía, escribió comentarios tan

incisivos como este: “è gran cosa che alcuni che in casa loro vivevano come Dio sa ora si mettono se l’insalata di scarola si deve dar cruda, che soldati per far acquisto di a n i m e s o n o q u e s -ti!” (Epistolario, vol. 5, carta 2210, p. 348). Realmente ser sacerdote y religioso en la so-ciedad estamental del siglo XVII significaba un ascenso social. Calasanz fustigó con frecuencia la soberbia de los

religiosos que, tras su ordena-ción, cambiaban de actitud frente al humilde ministerio escolar. Los que en su casa apenas tenían para comer, ahora opinaban cómo debería ser aderezada la ensalada de escarola… Con esta tropa es lógico que Calasanz afirmara que bien poco se podría hacer para atraer a los hombres al exigente camino de Cristo, cuando él lo que deseaba era que sus religiosos tuvieran el temple de fundadores, es de-cir, entregados, humildes, dis-puestos a todo (Epistolario, vol. 8, carta 4031, p. 152). Bas-te decir que al llegar la dura prueba de la reducción de la Orden (1646) se constató que “de los 490 religiosos queda-rían poco más de 200 a diez años de distancia” (S. Giner et

al., Escuelas Pías: ser e histo-ria, 1978, p. 40). Se quiera o no la Historia sigue siendo maestra de la vida…

El tema vocacional en tiempos de N.S.P. sigue pidiendo nue-vas investigaciones más siste-máticas y estadísticas sobre el número de religiosos proce-dentes de las escuelas escola-pias. En épocas posteriores, sobre todo en el siglo XIX y parte del XX, se produjo, no

sólo en las Escuelas Pías, una ruralización de la “cantera” vocacional. En el campo, a diferencia de las zonas urba-nas, todavía no se había pro-ducido la transición demográ-fica, con la decisiva baja de la natalidad, ni el fácil acceso a los estudios medios, de tal manera que el seminario su-plía la falta de instituciones escolares, se siguiera o no pos-teriormente la carrera sacer-dotal. Sea como sea, todavía hoy sigue siendo vigente la consigna calasancia que es mejor ser “pochi e buoni che multi con mistura e relassati”. ¶

Para ser un buen escolapio se requerían cualidades de todo tipo: salud, integridad física, ingenio, preparación cultural, buenas costumbres, es decir, todo aquello que, tras conocer la vocación del candidato, significara provecho y progreso para la Orden.

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E n la historia recien-te de nuestra Pro-vincia, hemos escu-chado en diversos

encuentros (Capítulos, Asam-bleas…) reflexiones en las que algunas acciones pastorales o ciertas vinculaciones de reli-giosos al movimiento neocate-cumenal estaban justificadas o incluso ensalzadas por que “traían vocaciones a nuestra orden”. Y así mismo, activida-des u opciones de algunos reli-giosos eran fácilmente deva-

luadas o puestas en entredicho porque no eran portadoras del ansiado fruto. La evolución de los que así se manifestaban nos ha ayudado a desvelar lo equivocado de semejantes ponderaciones. Siguiendo la terminología espiritualidad ignaciana en la que nos inicia-ron en los Ejercicios espiritua-les del pasado agosto 2011, podemos considerar que aquel “éxito vocacional” respondía más al seductor engaño de un “bien aparente” que nos ha

llevado a un daño real en la vivencia de nuestra identidad escolapia

Desde este contexto, acogemos el Año Vocacional Calasancio que nos propone la Orden. Año que aspira a ser experien-cia de gracia y revitalización en la propia respuesta vocacional. Año que ojala zarandee nues-tro espíritu e impulse nuevos dinamismos de vitalidad esco-lapia. Os propongo algunos para que el Año adquiera sig-

Multiplicando vida

AÑO VOCACIONAL Javier Brines

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nificado en nuestras personas y comunidades.

1. La alegría de haber sido llamados a la mies fertilí-sima de las Escuelas Pías.

Es el primer testimonio voca-cional. La felicidad ilusiona a cualquiera. (A este propósito, os recomiendo una lectura orante de Directorio Escolapio de Pastoral Vocacional 17-21) Si en nuestras conversaciones, encontramos expresiones de amargura, queja o tristeza este año vocacional puede ayudar-nos a recuperar con responsa-bilidad nuestra respuesta vo-cacional. La nostalgia del pasa-do, de la fortaleza que nos ha-cía sentir necesarios no provo-ca atractivo. Nos urge volver la mirada y la confianza más allá de los encargados de Pastoral Vocacional al autor de toda vocación. Os ofrezco el si-guiente texto del Benedicto XVI, que puede ayudar a situar nuestra responsabilidad en este ámbito:

Entre los muchos aspectos que se podrían considerar para el cultivo de las vocaciones, qui-siera destacar la importancia del cuidado de la vida espiri-tual. La voca-ción no es fruto de nin-gún proyecto humano o de una hábil e s t r a t e g i a organizativa. En su reali-dad más hon-da, es un don de Dios, una iniciativa miste-riosa e inefable del Señor, que entra en la vida de una perso-

na cautivándola con la belleza de su amor, y suscitando con-siguientemente una entrega total y definitiva a ese amor divino (cf. Jn 15, 9.16). Hay que tener siempre presente la primacía de la vida del espíri-tu como base de toda progra-mación pastoral. Es necesario ofrecer a las jóvenes genera-ciones la posibilidad de abrir sus corazones a una realidad más grande: a Cristo, el único que puede dar sentido y pleni-tud a sus vidas. Necesitamos vencer nuestra autosuficiencia e ir con humildad al Señor, suplicándole que siga llaman-do a muchos. Pero al mismo tiempo, el fortalecimiento de nuestra vida espiritual nos ha de llevar a una identificación cada vez mayor con la volun-tad de Dios, y a ofrecer un testimonio más limpio y transparente de fe, esperanza y caridad.

2. Impulsar una dinámica comunitaria renovada, desde el Evangelio y las Constituciones, en la que se facilite la acogida y la mutua comprensión:

Es la primera línea de acción del último Capítulo Provincial.

Responsabi-lidad de to-dos es no dejarla lan-guidecer en las rutinas de cada día. Va íntimamente unida a la revitalización

de nuestra vida evangélica: una vida vocacional dichosa se evidencia en los muchos com-

promisos y actitudes de la vida de comunidad. Reducir nues-tra vida de comunidad a cum-plir con un horario, guardar silencio cuando el Rector nos propone una dinámica de for-mación y diálogo comunitario, llevar adelante mil planes y proyectos, cerrando los ojos ante las necesidades de mis hermanos de comunidad son algunos síntomas preocupan-tes de una vida personal y co-munitaria languideciente des-de un egocentrismo cargado de afán por el bienestar material que nuestras casas ofrecen. Seamos creativos y considere-mos las actitudes y acciones que puedo proponer a mi co-munidad para expresar mejor su centralidad en nuestra vida

3. La apertura a jóvenes en búsqueda vocacional y a laicos que compartan nuestro carisma.

Es la segunda parte de la línea de acción. Exige una apertura real de nuestras comunidades y casas a la presencia de perso-nas que nos aprecian desde nuestra vocación escolapia y a las que debemos ofrecer el tes-timonio personal y comunita-rio. Nuestra alegría y entrega sólo se trasmiten por el con-tacto. Entre nosotros, aún pue-de haber quien piense y actúe con autonomía, como si cada uno fuera el único protagonis-ta, y la comunidad no contara. En nuestra vida escolapia to-dos cuentan, tengan la edad que tengan. Los ancianos y enfermos hacen más vivo el testimonio de la fidelidad al Evangelio desde la Cruz de Cristo

Multiplicando vida

“Una vida vocacional dichosa se evidencia en los muchos compromisos y actitudes de la vida de comunidad.”

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4. La entrega a la oración vocacional.

Las vocaciones son don de Dios, no hay que dejar de pe-dirlas con importunidad. Este aspecto va muy vinculado a nuestra calidad de vida espiri-tual. El “Calendarium Ordinis” nos ofrece tres días a cuidar desde la oración vocacional: 31 de enero, 31 de mayo y 26 de septiembre. En la carta de presentación , tenemos la mo-tivación de estas jornadas. Ojala podamos vivirlas con la novedad y creatividad de los materiales que se nos ofrez-can.

5. Recuperar el espíritu que nos movió en los años 80.

En la carta a los hermanos, titulada “El escolapio y su for-mación permanente”, que el P. Ángel Ruiz Isla publicó hace 30 años, recogía una serie de iniciativas que nuestra Provin-cia “estaba poniendo en prác-tica con frutos ya patentes”. Estas iniciativas surgieron desde el Equipo de Pastoral y Vocaciones que animaba el P. José Ramón Ferris, de memo-ria agradecida entre nosotros. Recuperar aquel “espíritu” puede ser camino para dar a luz a ese escolapio capaz de provocar la pregunta vocacio-nal. Os ofrezco reformuladas algunas de aquellas iniciati-vas:

· Con los alumnos rezar por las vocaciones

· Hacer frases, dibujos, carte-les con motivos vocacionales

· Acompañar las Eucaristías que se celebren en el colegio con alumnos

· Hacer una referencia voca-cional en mis homilías

· Leer el material vocacional que se nos ofrezca este año y dialogarlo en comunidad

· Invitar a un grupo Hinnení o de confirmación a nuestra co-munidad para compartir la oración y la vida

· Celebrar mensualmente una Eucaristía vocacional

· Iniciar la meditación per-sonal o comunitaria con pasajes evangélicos o pun-tos de nuestras Constitu-ciones de contenido voca-cional

· Leer y comentar en comunidad algún apar-tado del Directorio Escolapio de Pasto-ral Vocacional

· Dedicar un tiempo pro-longado cada cierto tiempo a orar por las vocacio-nes escola-pias

· Acompa-ñar a cha-vales con inquietud de vida evangé-lica y vocacio-nal

· Crear en la web del Cole-

gio un espacio para compartir testimonios de vida vocacional

· Hablar a los alumnos de nue-vos proyectos misioneros de la Orden

· Conocer y hablar a los alum-nos de la cantidad de niños que en el mundo carecen de derecho a la educación. ¶

Multiplicando vida

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“ El cristiano del futuro o será un místico, es decir una persona que ha ex-perimentado algo, o no

será cristiano. Porque la espi-ritualidad del futuro no se apoyará ya en la convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previo a la ex-periencia y a la decisión per-sonales”. Así se expresaba Karl Rahner en un artículo recogido en Escritos de teología titula-do “Escritos de espiritualidad antigua y actual”. ¡Ser un mís-tico o no ser cristiano! Desde que tuve acceso a la obra de este gran teólogo estas pala-bras han resonado en mi con-ciencia. Por otra parte, las en-

cuentro en especial consonan-cia con la reflexión que otro gigante de la teología contem-poránea hace en: “¿Bajo qué aspecto se presentará la Iglesia en el año 2000?”. Así se expre-saba J. Ratzinger: “El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la pleni-tud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes dan sólo

recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual. No vendrá de quienes sólo critican a los demás y se toman a sí mismos como me-dida infalible. Tampoco ven-drá de quienes eligen el ca-mino más cómodo, de quienes evitan la pasión de la fe y de-claran falso y superado, tira-nía y legalismo, todo lo que es exigente para ser humano, lo que le causa dolor y le obliga a renunciar a sí mismo. Digá-moslo de forma positiva: el futuro de la Iglesia, también en esta ocasión, como siem-pre, quedará marcado de nue-vo con el sello de los santos. Y, por tanto, por seres humanos que perciben más que las fra-

ses que son modernas. Por quienes pueden ver más que otros, porque su vida abarca espacios más amplios.”

En los últimos años, he leído y releído dos libros que me han reavivado la inquietud que las palabras de estos teólogos ha-bían suscitado en mi ánimo tiempo atrás, y tal ejercicio me ha facilitado la oportunidad de profundizar vitalmente en su

contenido. Se trata de Espiri-tualidad en la sociedad laica; La religión también cuenta, de Felicísimo Martínez Díez (2009) y de Místicos y profe-tas; Necesarios e inseparables hoy, de José María Arnaíz (2004). Si se me permite… los recomiendo encarecidamente. Ambos libros son prolijos en el análisis sobre cuales han de ser los parámetros por los que se debe regir la vida de quien intente realizarse como cris-tiano en el mundo actual. Pero, como trasfondo de su refle-xión, los dos coinciden en lo que viene a expresar el título del segundo: la necesidad de configurar la personalidad cristiana desde una doble acti-

tud complementaria mística y profética.

Por el bautismo los cristianos participamos de la misión pro-fética de Jesucristo, el único en el que palabra y verdad coinci-den por ser él mismo la Pala-bra y la Verdad. Ser profeta hoy significa realizar el anun-cio del Evangelio de la única manera posible: desde una consecuente coherencia entre

Multiplicando vida

O SE ES MÍSTICO O NO SE ES CRISTIANO Rafael Ortiz

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nuestra palabra y nuestra vida. Sólo así dejamos de caer en una contradicción performati-va en la que, grotescamente, pronunciamos enunciados en los que la forma de producirlos y presentarlos está en franca oposición a lo que intentan trasmitir. De este modo la voz de la Iglesia se descristianiza porque quienes la escuchan no pueden reconocer a quienes pronuncian tales enunciados, por sus obras, como discípulos del Maestro. Recordemos, “por vuestras obras os conocerán”. Por ello, el papa Benedicto XVI insiste en su encíclica Spe Sal-vi nº2 en que el Evangelio ha de ser acogido de manera “performativa”.

Así pues, como cristianos no podemos conformarnos con pronunciarnos ante el mundo a base de enunciados que in-tentan expresar el “deber ser”, el futuro de la Iglesia depende “de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe”. Lo que hoy se nos pide a los cris-tianos es un v e r d a d e r o anuncio en el que quede ex-presada, de modo patente, la coherencia entre el enun-ciado pronun-ciado y la vida de donde surge y donde queda ratificado. Sólo así se hace creíble la Buena Noticia al mundo, y quizá aún más, sólo así se hace audible porque es palabra encarnada.

También la Iglesia sin ser del mundo está en el mundo, por ello se hace necesario que este anuncio resuene en su seno, ad intra. La “nueva evangeli-zación” que proponía Juan Pablo II comienza por una evangelización de la propia Iglesia, que siempre está nece-sitada de reforma y conver-sión.

Enunciar, pronunciar, anun-ciar… El anuncio profético siempre ha de ir acompañado por la denuncia de aquellas situaciones que obstaculizan que la presencia del reinado de Dios se haga patente, tanto dentro como fuera de la Igle-sia. Esto supone un profundo enraizamiento del ser del cris-tiano en su encuentro con Je-sucristo, supone una relación interpersonal profunda y una fidelidad a la misma. Supone una mística sin la que el anun-cio profético no sería posible. Un anuncio que, a su vez, da sentido a dicha mística, desde

el cual que-da configu-rada como a c t i t u d fundamen-tal.

Esa unidad entre mís-tica y pro-fecía hace posible y asumible la ineludible

renuncia que el cristiano ha de asumir al realizar la denuncia que se desprende del anuncio. Esta misma ascesis fue practi-cada por el Maestro tantas ve-ces cuanto denunció las actitu-

des herodianas y farisaicas. Sin tener en cuenta cálculo alguno sobre las consecuencias que ello le pudiera acarrear, pero consciente de que con su ac-tuación se encaminaba hacia la cruz. Podía leerlo en los acon-tecimientos, en cómo malin-terpretaban sus acciones, en cómo tergiversaban sus pala-bras, en cómo le preguntaban pública y provocativamente intentando conseguir imputar-le alguna falta. Pero, sobre to-do, pudo constatarlo cuando le acusaban de blasfemo y se ras-gaban las vestiduras incapaci-tados para reconocer la Verdad que se presentaba ante ellos.

Pero esas vestiduras de los fariseos y doctores de la ley, rasgadas histriónicamente, contrastan con la túnica, intac-ta, tejida de una sola pieza de Jesús que sus verdugos podrán sortearse. Jesús, Dios hecho hombre, anduvo con publica-nos y prostitutas y, lejos de condenarlos, los amó. No se rasgó ante ellos las vestiduras. Sin embargo, tras su muerte en la cruz “el velo del Templo se rasgó”.

A mi entender, esta es la mís-tica y la profecía en que los discípulos de Cristo del pre-sente estamos llamados a ser partícipes. Aún corriendo el riesgo humano de equivocar-nos, tantas veces, porque no somos el Maestro. Sin embar-go, invocando su gracia y solí-citos a acogerla, debemos in-tentarlo pues: “el futuro de la Iglesia, también en esta oca-sión, como siempre, quedará marcado de nuevo con el sello de los santos”. ¶

Multiplicando vida

Esa unidad entre mística y profecía ha-ce posible y asumible la ineludible renuncia que el cristiano ha de asumir al realizar la denuncia que se des-prende del anuncio.

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E stoy bastante cansa-dito de la pastoral vocacional. Tal y como me viene a la

cabeza. Si dejamos que las imágenes fluyan tras escuchar `pastoral vocacional’, son justo las imágenes que me resultan cansinas, pasadas e infecun-das. Esa pastoral vocacional que por más que nos estiremos en comentarios, explicaciones, teologías o pastorales, siempre acaban en dos preguntas: ¿algún joven quiere ser escola-pio? ¿cuántas vocaciones te-néis? Pues lo dicho, hartito.

Esta mentalidad ha hecho que entre nosotros –los escolapios- no sea extraño descubrir voca-ciones que pregonan la deses-peración y el desánimo. De ésas las hay y además en aumento. Y comprendo que es ‘algo natural’, ‘una preocupación legítima’, ‘un deseo lícito de sobrevi-vir’… Pero no estoy por la labor de potenciarlo ni alimentarlo. E intentaré explicarme.

El pesimismo en el que esta-mos inmersos en el ‘campo vocacional’ no es el sustento del realismo. En demasiadas ocasiones argüimos y enarbo-lamos la bandera del número impar (uno o ninguno) con una sobrada carga de pesimis-mo personal e institucional

sobre la realidad vocacional en nuestra Provincia. La realidad, si lo es, está preñada de Dios y por tanto contiene en sí el op-timismo propio de la fe que es la esperanza. No me creo (y acabo por desconectar incons-cientemente en una conversa-ción de ese tono) a los agore-ros, cenicientos, negativos y pesimistas porque solo hablan de lo que ven (o de lo que no ven y quisieran ver). La evi-dencia es el alimento sempi-terno de los ateos. ¿No será éste el verdadero problema vocacional? Vislumbrar estas actitudes entre consagrados, ¿no será estar constatando la verdadera crisis vocacional?

¡Yo qué sé por qué no surgen vocaciones! ¡Ni me importa!

Lo que sé es que plañir no se conjuga con esperar. Cuando teníamos que agradecer (el florecer vocacional) sospechá-bamos y ahora que nos toca esperar, nos lamentamos. Es bueno hablarnos en verdad y dejar de darnos lástima. No creo que podamos construir

juntos un futuro que depende de Dios con la esperanza en la que vivimos y manifestamos. Y ya que me dan la palabra, per-mitidme expresarme desde lo que vivo y percibo.

Me río de los próximos 40 pro-yectos vocacionales animados por personas cuyos rostros dan más pena que otra cosa. Y no hablo de impostar muecas ale-gres y ademanes simpáticos y vitalistas sino de posibilitar la vida que los provoque espontá-nea y naturalmente. ¿Qué esta-mos deseando? ¿Qué espera-mos? Pues tendremos resulta-dos acordes al tamaño de nuestros deseos. Si deseamos ‘ser más’ o ‘mantener la parae-ta’ pues eso tendremos. ¿Quién desea en lo profundo

de su ser una Escuela Pía animada por el Espíritu? ¿Quién desea una vida comunitaria que trasluce ‘la alegría y lo estupendo de estar los hermanos unidos’? ¿Quién se siente impelido desde las tripas a anunciar el evangelio y

dar a conocer a Jesucristo por medio de la educación? ¿Quién disfruta de una celebración litúrgica vivida por niños o adolescentes donde Cristo se hace realmente carne?... Si esto no se da, nuestros deseos son un ejército de pigmeos que obtendrán resultados enanos.

Multiplicando vida

¿PASTORAL VOCACIONAL EN TIEMPO DE CRISIS O CRISIS EN LA PASTORAL VOCACIONAL?

Carles Such

La clave de la pastoral vocacional nuestra (no sé la de los demás ni en este momento me preocupa) es ganar en vitalidad no-sotros.

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Si no crece nuestra autoestima personal e institucional no surgirán las vocaciones.

Dejadme decir lo que pienso. En nuestra querida Provincia de Valencia necesitamos morir a la historia reciente. Romper con una imagen lastimera que nos ancla y nos impide zarpar a nuevos lugares vitales. El constante recuerdo del mal vivido es la mejor excusa para no avanzar. En ocasiones pare-cemos ancianas enlutadas que gustan de recordar la defun-ción hace décadas del marido. Nos da seguridad ir de luto.

¿Queremos una adecuada y activa y fecunda pastoral voca-cional? Pues salgamos cada día con la sonrisa puesta de casa. No como quien actúa en un sainete, sino con la certeza de una oración tenida que nos recuerda nuestra filiación y mantiene nuestra debilidad en el amor y la misericordia de Dios; de una Eucaristía cele-brada y compartida que nos sitúa en la gozosa experiencia de la entrega de Cristo; de una conversación mantenida en el desayuno o la comida con her-manos que abren sus vidas y las hacen permeables a mi ne-cesidad y a mi aportación y ayuda. Necesitamos transfor-mar ‘nuestro luto en danzas’ y esto se inicia en el momento en que me descentro para de-jar que otro/Otro sea mi cen-tro. Esperar teologalmente es descentrarse. La clave de la pastoral vocacional nuestra (no sé la de los demás ni en este momento me preocupa) es ganar en vitalidad nosotros. Si fortalecemos los miembros se

robustecerá el cuerpo y estará en condiciones de generar y engendrar nueva vida. ¡Todavía no llegamos a la edad de Sara ni nuestro seno es es-téril! ¡Lo sabemos! Es momen-to de escuchar sal de tu tierra y de tu casa a la tierra que yo te mostraré… “que nos mos-trará”. Es momento para la fe y para el fruto inmediato de la misma que es la esperanza. Si no la tenemos, quizá haya que ir constatando, sin miedo pero con responsabilidad, que nues-tro problema no es de falta de vocaciones sino de fe. De Vida Religiosa. De consagración. De vida comunitaria. De vida de oración…

Me he desahogado. Sin ningu-na ira. Con un tremendo cari-ño he ido escribiendo y trayen-do a muchos hermanos a la cabeza y al corazón. Ojalá, la próxima vez que nos veamos, en vez de preguntarnos “si hay alguien” (que por cierto lo hay

y los habrá), nos demos razón de nuestra esperanza y nos digamos que hemos de cuidar-nos espiritualmente, alentar-nos en el mutuo amor, animar-nos en la esperanza y alimen-tar nuestra pobre y precaria fe. La Escuela Pía es fruto divino (y Dios sigue apostando por ella) pero lo es también del afortunado atrevimiento y tesonera paciencia de san José de Calasanz, el cual, cuando de nada le sirvió el amor mos-trado durante décadas en la escuela y la fe profesada desde niño, vivió únicamente de la Esperanza.

Aprendamos de nuestro santo Padre y ‘maestro de sabiduría’ a saber esperar contra toda esperanza activando personal e institucionalmente cuanto anime nuestra fe y provoque la entrega en el amor. Entonces, hablaremos de pastoral voca-cional. ¿Hay mejor pastoral vocacional? ¶

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MEMORIA DE MI VOCACIÓN ESCOLAPIA Antonio Saiz

T odo el mundo cono-ce, para sí o para otros, vocaciones declaradas desde

muy corta edad. ¿Qué vas a ser de mayor? – Voy a ser po-licía. Seré bombero. Estudiaré para maestra. Yo, como mi tío, de mayor seré sacerdote. Yo enfermera. Pues yo misionero.

Arquitecto, médico, ingeniero, abogado, notario, registrador de la propiedad, … son profe-siones que pasan por la cabeza de muchos jóvenes, ellos y ellas, durante los estudios del Bachiller.

Mi caso nun-ca tuvo la cla-ridad, tampo-co la preocu-pación, por el futuro queha-cer profesio-nal. Y digo nunca, por-que en el de-curso de las etapas de mi f o r m a c i ó n todo transcu-rría como si pasar de una eta-pa a la siguiente fuese lo más natural del mundo. Cierta-mente hubieron decisiones, pero tomadas en su mayoría no desde mí mismo, sino aceptadas desde la confianza

que me merecían las personas que en cada momento fueron teniendo responsabilidad so-bre mí. El Señor siempre puso en mi camino personas deseo-sas de mi bien que me presen-taron alternativas moral y es-piritualmente intachables. Así lo he vivido siempre y así lo agradezco: sin esa providencia temible hubiera sido el resul-tado.

La primera, que yo recuerde, opción sobre mi dedicación posterior, me llegó a los quin-

ce años escasos. El P. Amadeo López, escolapio del colegio de Albacete, se llegó a mí, alumno en el mismo colegio de 2º curso del bachillerato de entonces – entonces eran sie-te, tras el curso de ingreso – .

Lo hizo abiertamente: Tú ¿quieres ser escolapio? No dudé en responder: Bueno, pues, sí. La respuesta, sin em-bargo, no fue fruto de refle-xión, ni poca ni mucha. Es verdad que por entonces me desenvolvía mejor con los amigos más jóvenes que yo y me gustaba destacar entre ellos enseñando con gusto “mis saberes”, lo que no me resultaba nada fácil con los compañeros mayores o más “iniciados”, que por otra parte

eran más bien pocos. Pero no me consta que ese hecho in-f luyera en aquella res-puesta. El P. Amadeo era profesor en los cursos superio-res y quizá in-fluyó en mi respuesta el hecho de que una persona destacada co-nociese y con-fiase en mi ca-

pacidad para algo que él con-sideraba bueno para mí, aun-que yo no supiera bien lo que era. De no ser así él no me habría preguntado. Un año antes había acompañado el mismo P. Amadeo la entrada

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en la Escuela Pía del P. Ángel Rodenas.

Mis padres, conocida mi tími-da decisión, no se opusieron; ello no obstante, mi madre acusó sentimentalmente el golpe. Las razonables dudas paternas se fueron disipando a lo largo de los nueve años de formación – primera forma-ción – y su alegría completa se hizo visible cuando celebré en el colegio la primera misa so-lemne en su compañía y la de mis hermanos. Mi madre lo vivió desde el cielo a donde la llamó el Señor un año antes.

En vísperas de mi incorpora-ción a la Masía del Pilar, Go-delleta, donde transcurriría un año de postulantado y otro de noviciado, el entonces Vi-cario General de la Diócesis de Valencia, conocido de mi padre, enterado de mi orientación hacia la Escue-la Pía, me ofreció entrar al seminario diocesano. Lo poco que por entonces co-nocía de la vida de los sa-cerdotes no me atraía en ab-soluto y rehusé. Tengo que decir que si por entonces hu-biese conocido la vertiente sacerdotal y de consagración religiosa del escolapio – me resultaba sugerente sólo lo de ser profesor – mi decisión hubiera sido otra. Pero nues-tro Señor me ocultó de mo-mento lo que paulatinamente iría descubriendo y así prepa-rándome para asumir, como si, aunque cargado de dudas, y casi como si no tuviese otro remedio, la realidad troncal y ahora gozosa de mi vida en la Escuela Pía: maestro sí, pero

desde el seguimiento calasan-cio de Jesús.

El P. José Castellar, maestro de postulantes, y el P. Manuel Mayor, maestro de novicios, fueron mis primeros formado-res. A ellos y a la comunidad escolapia de la casa de forma-ción ocultó también nuestro Señor el despiste que corría por mi interior y, como la cosa más natural, consideraron oportuno, – no di importancia a que me lo propusieran ex-presamente – que yo acabase esta etapa con la profesión temporal de votos.

Con igual inconsciencia trans-currió el juniorato en Irache y en Albelda con los responsa-bles directos de nuestra for-mación, PP. Rafael Pérez y Samuel García respectiva-

mente. Me dejaba llevar, aun-que los estudios filosóficos y teológicos me cuadraban poco con mi pensamiento inicial y persistente de ejercer el ma-gisterio. En esta línea siempre rehuí presentarme como vo-luntario para dar catequesis en los pueblos cercanos, parti-cipar en representaciones tea-trales, ensayar en público de-clamaciones y modelos de homilías o sermones. Sí que fui asimilando, a Dios gracias, el sentido de los votos de po-breza, castidad y obediencia, pero siempre en función del de enseñanza.

Percibí también una mayor importancia, sin darle su ver-dadero alcance, de la prepara-ción a los votos solemnes y a las órdenes sagradas. Pero, al fin y al cabo, eran pasos que todos daban y a mí nadie me prohibía darlos.

La cruda primera realidad llegó cuando, al mes de la ter-minación de los estudios y la ordenación sacerdotal junto con los demás compañeros de curso, destinado durante una breve estancia veraniega en Castellón fui, por encargo del P. Provincial y en sustitución del P. Juan Bautista Ramón, capellán de un campamento del Frente de Juventudes en Alcocebre (así era entonces), donde las pláticas eran obliga-torias: vi entonces claramente mi falta de preparación. Lo

más serio llegó cuando poco después el P. Rector me encargó el “sermón” de San José de Calasanz en su fiesta de agosto, que se pronunciaba ante la co-

munidad religiosa y ante algu-nas autoridades invitadas. Mi obediencia se ponía a prueba, mi falta de entrenamiento también. Si el Señor mandaba a través del superior una cosa buena, ésta debía el Señor hacerla posible. Este conven-cimiento no me ahorró los apuros en la preparación y sobre todo en el acto de expo-ner lo preparado. Los sudores estivales fueron ligeros en comparación con los ocasio-nados por el compromiso del momento. Esta dura experien-cia me confirmó en que la obediencia religiosa acompa-

Una vida escolapia, incluso la de un despistado como yo, vale la pena.

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ña al que la acata, aunque no siempre con la garantía de quedar bien.

Un curso de ejercicio del ma-gisterio junto al P. José Jimé-nez en las Escuelas de la Plaza dio paso a mis estudios civiles, nada brillantes, de Ciencias Químicas. Durante esos años fui ayudante del Maestro de Postulantes, primero en el Colegio de San Joaquín y lue-go formando parte de la pri-mera comunidad del Colegio de las Escuelas Pías de Malva-rrosa.

Los tres años siguientes en la comunidad y colegio de Gan-día puedo señalarlos como los más felices de mi actividad cercana a los niños, los del colegio y los del barrio de Na-zaret, no tanto a los jóvenes, frente a los que ni entonces ni después me he visto con re-cursos personales de carácter pastoral. Libre de la responsa-bilidad que llevan consigo los

cargos dentro de la Orden, la actividad fue desbordante. Destacar mis clases de Quími-ca a las alumnas de 5º curso de bachillerato en el colegio de Escolapias, donde descubrí, con no poca sorpresa, la psico-logía juvenil femenina.

A poco de mi estancia en Alba-cete vinieron largos períodos con cargos de responsabilidad sobre personas y siguieron en Valencia; aceptados única-mente por obediencia, nunca por gusto, dada mi reconoci-da, y evidente para todos, falta de recursos frente al gobierno de adultos. Pero la compañía y ayuda de nuestro Señor, como pruebas de su amor, y las de mis hermanos escolapios han permanecido cercanas en to-das las situaciones, aun las más comprometidas.

Mi labor académica con los alumnos mayores ha sido lar-ga, pero la pastoral con ellos ya he dicho que ha sido esca-

sa. Con adultos sin embargo se me ha dado ejercer pasto-ralmente en ámbitos extraes-colares muy específicos, en los cuales los recursos personales son menos necesarios.

Viendo mi vida escolapia con mirada retrospectiva la en-cuentro rica de dones gratui-tos del Señor y me nace un profundo agradecimiento por su misericordiosa y providen-cial historia de salvación. Y esto no sólo hacia mí sino ha-cia multitud de personas, es-colapios y no escolapios, en cuya cercanía se me ha permi-tido entrar. Una vida escola-pia, incluso la de un despista-do como yo, vale la pena. Y vale la pena por obediencia escribir de ella cuatro rasgos, aunque resulten poco intere-santes para casi todos. Y desde luego retiro lo dicho al princi-pio “Mi caso nunca tuvo la claridad”; a estas alturas la tiene. ¶

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R espondo al ruego del P. Provincial. Cuanto pueda de-cir no es fruto de

una investigación y estudio de fuentes documentales. Apelo a los recuerdos acumulados en mi memoria. Y pido ya com-prensión para posibles omisio-nes…

Hablo, como premisa, de la Pastoral juvenil en los Co-legios, tal como la viví en el mío a partir de 1945. Pastoral basada en la práctica frecuente de Sacramentos (misa matuti-na diaria, confesión semanal), acompañada al atardecer con el rezo del Santo Rosa-rio y explica-ción, no siempre, de algún punto de nuestra fe. La actividad semanal se cerraba el sábado, al finalizar las clases, con el canto de la Letanía a la Virgen, con todo el alumnado en la iglesia. La vida de piedad se intensifi-caba al llegar la Semana Santa, con unos Ejercicios Espiritua-les intracolegiales, compati-bles, a veces, con exámenes

trimestrales. En el mes de ma-yo, la Misa era simultaneada con el Ejercicio del Mes a la Virgen María; y lo mismo en junio, hasta las vacaciones, en honor del Corazón de Jesús. Se tenía también un Centro Interno de Acción Católica, con jóvenes y aspirantes; con su P. Consiliario y sus Juntas Directivas, de modo parecido a como funcionaba en las Parro-quias.

No recuerdo que hubiera en los siete años Campaña Voca-cional alguna. Sobre la Voca-ción Escolapia se hablaba en algún número de la Revista

“Piedad y Le-tras”, con fotos y colaboracio-nes desde las Casas Centra-les.

La inquietud de los Religio-sos por las vo-caciones era a título personal. Recuerdo la insistencia de algún Padre

anciano; y la de un Padre joven, a partir de 1950, que logró encaminar a algunos alumnos al Noviciado.

En años posteriores a mi ba-chillerato, ya con más Padres jóvenes, fue abriéndose paso

una Pastoral más dinámica, más acomodada a los alumnos, diversa según los Colegios y sus promotores: Congregación Mariana, Convivencias segui-das de Reuniones de grupo, Catequesis en barrios margi-nados, Club Gaudeamus… También se iniciaron los Gru-pos Scout. Estopropició una mayor cercanía y trato entre educadores escolapios y alum-nos, que redundó en una ma-yor respuesta vocacional.

Si por Pastoral Vocacional en-tendemos la labor de captación de posibles candidatos a la vida religiosa para alimentar el Postulantado-Noviciado, se actuaba con variadas estrate-gias:

Niños de los pueblos del entorno de Colegios con mayor proyección o alumnos del mismo Colegio: zona de Gan-día; zona de La Ribera (Algemesí); núcleo de Albarracín y la Sierra; después, Yecla. A ve-ces con apoyo de Pá-rrocos amigos.

Niños de pueblos de Bur-gos, Palencia, Navarra, La Rioja… por el con-tacto con los Párrocos de Padres valencianos residentes en las Casas Centrales.

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LA PASTORAL VOCACIONAL EN LOS AÑOS 40-60 José Duart

La inquietud de los Religiosos por las vo-caciones era a título personal. Recuerdo la insistencia de algún Padre anciano; y la de un Padre joven, a partir de 1950, que logró encaminar a algunos alumnos al Noviciado.

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Familiares de algunos Re-ligiosos.

Trabajo en los Colegios, tal como se ha indicado al hablar de la Pastoral Juvenil.

Estas “fuentes” alimentaron el Postulantado con niños de edad comprendida entre los 11-15 años; y estudios más o me-nos avanzados.

Tuvo sede única en la Masía del Pilar hasta 1952, año en que los dos últimos cursos (13- 14 años) pasaron a Yecla. Con la venta de La Masía y el cierre de Yecla comenzó su “itinerancia”: San Joaquín (en el antiguo internado de peque-ños-medianos); Gandía; La Malvarrosa. Hacia el final de los 60 prácticamente desapa-reció; iniciándose entonces la convivencia en grupo reducido (alumnos de Colegios) en pisos de la ciudad: Colomer, 14; Pin-

tor Domingo, 29; Pau, 22.

El Noviciado para Cléri-gos(jóvenes con 15 años cumplidos y nivel de estudios exigido) estuvo también en La Masía hasta agosto de 1953. De allí pasó a Yecla, hasta el cierre de esta casa y obra en 1959. Ocupó por tres años los locales de la Re-sidencia Universita-ria en el Calasanz de Valencia (con participación testi-monial de los no-vicios en campa-ñas vocacionales en los colegios). Y en 1962 pa-só a Albacete, hasta su extin-ción. Las vocaciones, ya menos numerosas, que surgieron, pasaron a hacer su noviciado en Getafe, con los de la Provin-cia de Castilla. ¶

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H e de reconocer que hablar de mi experiencia voca-cional o como me

pide el P. Provincial ¿cómo llegué a ser escolapio? no es una experiencia de grandes acontecimientos, ni de grandes hechos o batallas que haya tenido que librar contra todo aquello que podía opo-nerse, todo lo contrario es un hecho que surgió en un am-biente fami-liar acogedor y en el colegio San José de Calasanz de Va-lencia y que el Señor fue puri-ficando, confirmando, defen-diendo con el paso de los años y por eso puedo en estos mo-mentos decir “aquí estoy Señor para cumplir tu voluntad”.

Lo cierto es que en mi casa, gracias a mis padres, se respi-raba un ambiente cordial y religioso; fijaros que incluso llegué a ser paje de la Virgen de los Desamparados (por favor, fuera las sonrisitas), era lo que en aquellos momentos tocaba.

Pero todo surgió cuando mis padres, como no era un buen estudiante, he de reconocerlo, decidieron llevarme a los escolapios, al colegio nuevo ya

que vivíamos en la calle de Ciudadela y sólo tenía que atravesar la pasarela (que por cierto se la llevó la riada del 57) y la Alameda para llegar al colegio, además mi padre trabajaba en Las Provincias, que por entonces tenía las oficinas y la maquinaria de rotativa en la Alameda.

Allí al ver a a q u e l l o s profesores y e s c o l a p i o s que me da-ban clase, el P. Juan Bau-tista, el P.

Pedro Gómez (que me daba geografía y me aficionó a ella y por eso hoy yo soy profesor de Sociales), el P. Monteagudo, el P. Salvador Borredá, el P. Jaime Sala (Rector, que me echó un rapapolvo por subir-me a la columna del patio porticado) y otros mu-chos que no nombro para no dejarme nin-guno. Allí comenzó el gusanillo de enseñar, me em-pezaba a gustar ser maestro.

Pero sobre todo recuerdo al P. Montañana que iba por el colegio, que me alentó y animó cuando un

día determinado le comenté que me estaba entrando por la cabeza el ser escolapio.

Recuerdo que cuando lo plan-teé en casa mi madre se emo-cionó y a mi padre aunque no lo manifestó, le gustaba la idea, únicamente mis herma-nas en plan de cachondeo empezaron a montar en el pasillo de casa una procesión

Lo cierto que un día mis pa-dres se presentaron en el cole-gio para hablar con el P. Rec-tor sobre mi deseo y el P. Rec-tor los encaminó al P. Alfredo Soriano, que entonces era maestro de novicios.

Ese mismo verano de 1961 comencé el noviciado, vistien-do el hábito escolapio el 13 de Agosto de 1961.

La verdad que mirado todo esto, aquella vocación estaba cogida con alfileres, pero lo que si es cierto es que a lo largo de estos años, hasta la actualidad, ha sido una voca-

ción en la que el Señor la ha defendido por encima de todo, ya que han sido bas-tantes las dificultades que ha tenido que ir sorteando.

En estos momentos sólo tengo motivos de agradeci-miento al Señor, que un día se fijó en mí, porque quiso. ¶

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MI VOCACIÓN Andrés Sánchez

“En estos momentos só-lo tengo motivos de agradecimiento al Se-ñor, que un día se fijó en mí, porque quiso.”

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“ Desde hace bastantes años estoy convencido de que si volviera a na-cer aceptaría casi en su

totalidad la vida que hasta este momento he vivido, con lo bueno y con lo menos bueno. Una realidad de las más im-portantes de mi vida, que aceptaría con poquísimas difi-cultades es la de “ser escola-pio”. Ha sido y es para mí, vo-cación y regalo, sentido y so-porte, es la vida que da el me-jor sentido a mi vida, valga el juego de palabras.

Dicho esto, reconozco que de-trás de mi ser escolapio hay lugares, personas, experien-cias, decisiones, dificultades, discernimientos … todo muy complejo y muy claro a la vez, como los “milagros”.

Para centrarme, comenzaré diciendo una primera cosa, mi vida quedó ligada a las Escue-las Pías desde los seis años, cuando mis padres me escola-rizaron en el patronato del colegio de Albacete. Desde en-tonces, prácticamente este “vínculo” ha sido un conti-nuum. Fue en el colegio donde los scouts, los grupos cristia-nos, y más tarde la comunidad cristiana me aportaron todo lo necesario para descubrir, cre-cer y madurar en el seguimien-to de Jesús y en la vivencia del Evangelio. Fueron personas

que con un acompañamiento discreto, entrañable y auténti-co me ayudaron a ir dando pasos. Es aquí donde entra en juego un escolapio, el “padre Olaso”, sin el cual yo no sería escolapio (tengo la impresión que detrás de cada religioso escolapio es muy probable que haya frecuentemente otro es-colapio).

Hasta casi los veinte años yo no me hice el planteamiento de la vida religiosa escolapia, en realidad el año que me ad-mitieron al noviciado, yo ya estaba matriculado en Alcalá de Henares, en el Centro de

Enseñanza Integradas para comenzar Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones. Pero así son las cosas, no me caí de ningún caballo, ni vi una luz en mi camino… fue el la celebra-ción de la Pascua de ese año (1982), en el momento que realizábamos la renovación de compromisos el domingo de Resurrección, yo dije que que-

ría ver si podría ser escolapio. Me movió a todo aquello ver que estaba dispuesto a reco-rrer ese camino; vivir alguna ayuda para ver con un poco más de claridad; asumir que en la Iglesia y en la Escuela Pía hacían falta sacerdotes que

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VOCACIÓN Y REGALO

Paco Molina

“Una realidad de las más impor-tantes de mi vi-da, que acepta-ría con poquísi-mas dificultades es la de “ser es-colapio.”

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acompañaran a niños y jóve-nes igual que habían hecho conmigo; todo lo que había disfrutado cuando trabajaba en los scouts, cuando estaba de convivencia, cuando estaba con mis amigos y amigas (que lo siguen siendo) y que me ani-maban. Pedí entrar en las Es-cuelas Pías por razones más bien pastorales y fue después cuando descubrí el mundo de la escuela.

Tengo en estos momentos cua-renta y nueve años, me siento agradecido y contento con Dios. Agradecido y contento por ser un hijo de Calasanz. Agradecido y contento por tan-tas experiencias educativas, pastorales y sociales que he vivido en la Escuela Pía y gra-cias a ella. He podido estar como escolapio en muchos lugares, a los veintitrés años pude estar como cooperante en África, que sedujo mi cora-zón y me ayudó en un momen-to especial de mi recorrido vocacional. He podido relacio-narme con cientos de perso-nas, que tanto me han enri-quecido, y que en ocasiones he tenido la capacidad de entre-garme.

Podría escribir muchas cosas, pero no es el momento, y ade-más me llevaría mucho tiempo hacerlo de manera amena. Concluyo como empecé; llegué a ser escolapio por “un mila-gro” que para mí fue complejo y claro a la vez. Estoy agradeci-do y me entristece que no po-der ser más auténtico, más coherente y más creíble, pero en ello estoy. ¶

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H ablar de la expe-riencia vocacio-nal no siempre resulta fácil. En-

tre otras cosas, porque son realidades que entran dentro de lo que es el misterio de Dios, y por otro lado, es muy normal la tendencia a mostrar cierta resistencia a compartir situaciones muy personales. Sin embargo, en la medida en que vamos profundizando en la vivencia de nuestra vocación vamos entendido lo que somos y vivimos, y al mismo tiempo, que el compartir es experien-cia vital.

Al hablar de mi vocación siem-pre tengo como punto de par-tida el texto de Mc. 3, 13-16. Tan es así que fue el evangelio de mi profesión solmene. Es Jesús quien ha tomado la ini-ciativa de elegirme para estar con él; me ha hecho partícipe de su misión, me ha confiando un ministerio en la Escuela Pía. Una iniciativa que es ma-nifestación de la gratuidad infinita de Dios. Quien se vale de las personas y de los acon-tecimientos para mostrarnos el camino.

Con el paso de los años he te-nido las oportunidades de co-nocer muchas personas testi-gos del Señor Jesús, verdade-ros apóstoles del Evangelio. Todo esto fue calando en mi vida. Ejercicios espirituales,

retiros, servicio de catequista de niños y jóvenes y mi perte-nencia al Movimiento de Vida Cristiana (MOVIC) que acom-pañaba el P. Manuel Antonio Altamira SJ, fueron determi-nante en mi planteamiento vocacional.

Después de cursar mis estu-dios de secundaria en el Cole-gio Cardenal Sancha de Santo Domingo, inicié mis estudios universitarios de Derecho en la Universidad Católica de Santo Domingo. Al mismo tiempo laboraba en una entidad ban-caria como asistente en el área de crédito y servicios. No sé por qué siempre me venían dudas respecto a lo que estaba haciendo, ¿inconformidad e insatisfacción? ¿Carencia de metas y proyectos más com-prometidos? ¿Deseos de su-perar mi propio yo? Es enton-ces el momento de replantar las cosas, un tiempo de bús-queda y discernimiento, con dudas, temores, pero también con esperanza y alegría, decidí plantearme una posible voca-ción religiosa sacerdotal. Cayó en mis manos una vida de San José de Calasanz, cuyo autor es el P. Severino Giner, la ver-sión pequeña de la vida de

nuestro Santo Padre. Este libro fue un elemento clave para mí. Me impactó la intuición de este hombre, su amor a la Igle-sia y la actualidad y vigencia de su carisma y ministerio.

A todo esto, debo hacer men-ción de la otra referencia bi-bliográfica que me ayudó a profundizar en la figura de San José de Calasanz, me refiero al libro “El Camino de San José de Calasanz” de Miguel Angel Asian. Este libro fue decisivo en mi experiencia de discerni-miento. Puedo señalar dos puntos significativos del texto que más me impactaron: La llamada al seguimiento y el apostolado educativo.

El primero, por la invitación al descentramiento y consecuen-temente, a poner mi confianza en Jesús. Ya que siempre bus-caba mi seguridad en mi ámbi-to familiar, en mis proyectos e intereses personales. El ver cómo Calasanz se dejó llevar me interpeló en este momento de mi vida. Al respecto nos dice el P. Asian: “ La vida del santo no va a ser ya desde ahora sino seguimiento. Y se-guir es vivir en la docilidad de un espíritu…Seguir es dejarse llevar[….]Este fue, pues, la experiencia del Fundador cuando Dios lo convirtió, y Jesús salió al camino de su vida”. De modo, que a la luz de esto puedo decir, sin lugar a

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“Es Jesús quien ha tomado la iniciativa de elegirme para es-tar con él.”

TESTIMONIO VOCACIONAL Simón de los Santos

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dudas, que es porque Jesús salió a mi encuentro y me ha ido mostrando el camino.

El segundo apartado del texto, es por así decirlo lo relativo al “quehacer calasancio en la vida escolapia”. Me refiero al apos-tolado educativo. Este aspecto lo considero vital. Ya que es la expresión de lo que somos y vivimos como religiosos esco-lapios. Es este sentido, el ver que Calasanz fue un hombre enamorado y convencido de lo que suponía su vocación. Mi inquietud por servir a los de-más, por el acompaña y servir a los jóvenes fue un signo evi-dente de que debía iniciar mi andadura en la Escuela Pía.

Mi inquietud siempre por la educación, el referente de mi abuela, educadora entregada a la escuela por más de 40 años y el testimonio de otras perso-nas que consagraron los mejo-res años de su vida a educar y formar a niños y jóvenes cons-tituyeron también una palabra del Señor. Quizá lo que más me llamó la atención es lo que afirma el autor: “Y no hay du-da de que Calasanz fue un hombre profundamente ena-morado de esta tarea[…] Esta fue la genial intuición del san-to: que ese ministerio, median-te una institución debidamen-te preparada y apoyada, iba a ser fuente de inmensos benefi-cios para los individuos, para la Iglesia y para la sociedad”. Dos razones de peso: la necesi-dad de ponerme en camino, de salir mis seguridades para bus-car el sentido de mi vida; y responder a esa búsqueda de sentido desde una misión, en

una familia y con la convicción seria y firme de que la educa-ción es condición indispensa-ble para humanizar al hombre y ayudarle a vivir en la libertad y la dignidad de los hijos de Dios.

En honor a la justicia y a la verdad, y en arras de agradeci-mientos debo decir que esos dos libros me fueron facilita-dos por la hermana Elizabeth Crespo, religiosa escolapia y por el P. Héctor Sánchez, esco-lapio. En ese entonces, Héctor ejercía su diaconado transito-rio en el Colegio Calasanz de Santo Domingo. De modo, que mi primer contacto personal con la Escuela Pía fue con Eli-zabeth y Héctor. Posterior-mente con el P. Rogelio Gi-meno y el Hno Vicente Rosa. En el verano de 1991 inicié mi peregrinar escolapio con una experiencia de acogida en la comunidad de La Romana. Al año siguiente tres jóvenes do-minicano y un haitiano iniciá-bamos el prenoviciado en la casa de San Eduardo.

Después de unos meses, aque-lla comunidad se constituyó en casa noviciado e iniciamos el mismo. Siendo maestro el P. Rogelio. El resto del equipo formativo estaba constituido por los PP. Héctor Sánchez, José Duart, rector de la comu-nidad, Salvador Borredá, Ma-riano Ochagavía, José Altabe-lla y el hermano Vicente Rosa. Hago mención especial de este último, por considerarlo como una mediación especial del Señor. Con él tuve siempre un trato muy cercano, de amistad y verdadera fraternidad escola-

pia. Su ejemplo y testimonio de vida son un estímulo en mi vocación escolapia.

El hermano Vicente era uno de esas personas con una inteli-gencia y sabiduría natural; conversadora, dispuesta, deta-llista, amante del trabajo. Un hombre de oración, con un amor contagioso a la Santísima Virgen y Calasanz. Vicente fue una pieza clave en nuestro no-viciado. Era la persona siem-pre presente y cercana; con-versadora y con una gran capa-cidad escucha y acogida. No hay día en que no le recuerde. Amaba a Calasanz, amaba la Escuela Pía y se desvivía por los pobres. Sin la menor duda, son las tres cosas que conside-ro fueron configurado mi ser escolapio y que después gra-cias a otros hermanos que en-contré en mi andadura forma-tiva se fueron afianzado y en-causando.

En los años de juniorato en San José de Costa Rica mi vo-

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cación escolapia fue maduran-do, el ejercicio de ministerio tanto educativo en el Colegio Calasanz y el catequético en las capillas de Santa Tersita de Aserrí y Salitrillos de Montes de Oca, fueron de una ayuda inestimable en todo mi proce-so. El ambiente vivido en el Centro Vocacional Calasancio, los demás hermanos religiosos escolapios son para mí un grato recuerdo de aquellos años. Nombres y personas muy concretas recuerdo de esos años con afecto y agrade-cimiento, entre ellos los PP. Juan Alvarez, Vicente Sace-dón, Manuel Nebot y Manuel Antequera. Pero no puedo dejar de hacer mención espe-cial con toda total gratitud a la persona del P. Donald Mendo-za Moraga, mi amigo y maes-tro. Su testimonio, su celo apostólico y su entrega profé-tica a favor de los pobres me han marcado en toda mi vida escolapia. Nos ayudó a todos a discernir nuestros procesos y a responder a los retos y desa-fíos que se nos presentaban. En mi ministerio sacerdotal escolapio, gracias al testimo-nio de Donald y otros herma-nos escolapios, he aprendido a vivir la caridad pastoral. En este sentido, debo hacer refe-rencia a mis años en la Ciudad Hogar Calasanz de San José y en el Colegio Nocturno. El trato y el acompañamiento a los jóvenes en situación de riesgo social por su vulnerabi-lidad y otras situaciones agra-vantes, fue una oportunidad única para vivir mi consagra-ción y ministerio escolapio en lo que yo llamo “nuevo Trástí-

ber”. Porque esta experiencia en dos momentos de mi mi-nisterio ha impreso una hue-lla, ha marcado un hito en mi vida. Aquí recuerdo ahora, el título del libro del P. Salvador López Ruiz, “Educar es Libe-rar”. No tenga la menor duda, de que esta una de las razones por las que el Señor me llamó a su mies en la obra de San José de Calasanz. Para mí el ser escolapio siempre ha esta-do asociado a ayudar a otros a salir de la opresión de la igno-rancia, de la falta de oportu-nidades y de todo aquello que les deshumanice y les impida vivir con auténtica calidad y dignidad humana. Todo esto orientado desde un encuentro con el Jesús de los niños, de pobres y de los débiles.

No quiero dejar de lado mi ser y sentir con la Iglesia como escolapio. En este sentido, mi experiencia en la Escuela Pía ha sido de apertura, acogida y sintonía con lo que vive la Iglesia. Como escolapio he tenido muchas experiencias de compartir y de ser Iglesia des-de mi ministerio específico como desde el ministerio pres-biteral. Algo no ajeno a la ex-periencia y al legado de San José de Calasanz. En mi for-mación me sirvió de mucho el aporte del P. Annibale Divi-zia. Me refiero a su libro “Dimensión Eclesial del Esco-lapio: Una diaconía”. Nos dice el P. Divizia: “Su profun-do sentido eclesial lo lleva a armonizar una espiritualidad vivida intensamente con un servicio desinteresado a los necesitados […] La Iglesia que Calasanz va descubriendo

poco a poco viste cada vez más el hábito del samaritano que se inclina sobre las llegas del prójimo…” Es entender y vivir el ministerio como au-téntico servicio, no un servicio cualquiera, sino un servicio al que más lo necesita, al que menos te lo puede agradecer, y es el servicio que te lleva a afirmar con gozo y satisfac-ción: “A mayor gloria de Dios y utilidad del prójimo”.

Por último, quiero expresar una inquietud y una convic-ción al mismo tiempo. El le-ma de mi ordenación sacerdo-tal lo escogí en un contexto de ejercicios espirituales. Abrí la Biblia “al azar” como se suele decir popularmente. Me salió Jn 15, 8: “La gloria de mi Pa-dre está en que den mucho fruto, y sean mis discípulos” Siempre he procurado hacer vida esta afirmación. No libre de limitaciones y de condicio-namientos humanos, he deseado ser escolapio para esto. Esa es mi inquietud y la motivación que me hace reco-brar siempre la cercanía al amor primero; es mi convic-ción porque dar gloria a Dios, dar frutos y ser discípulos es lo que nuestra Escuela Pía hoy nos pide. Estamos celebrando el año Vocacional Escolapio y es una oportunidad para re-crear, agradecer todo lo recibi-do; para esperar, confiar y renovar el sentido de nuestra vocación y para no dudar de que hoy más que nunca la fi-gura, la obra y la familia de Calasanz tiene actualidad y vigencia en el mundo, en la sociedad y en la Iglesia. ¶

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E l 22 de febrero de 1737 llegan los esco-lapios a Valencia para fundar un cole-

gio a petición del Conde de Car-let. El 20 de febrero de 1738 comienzan las primeras clases en un edificio cercano al actual colegio. En la construcción del edificio, fue de suma importan-cia el apoyo económico de los Arzobispos Andrés Mayoral y Fabián y Fuero. En 1763 se inaugura el Colegio del Semina-rio Andresiano, internado de colegiados “becarios”, fundado por el arzobispo Andrés Mayo-ral.

La Masía del Pilar de Gode-lleta, la adquirió el arzobispo Fabián y Fuero, el cual la cedió en 1783 a los escolapios, siendo rector de las Escuelas Pías el P. Melchor Serrano, al que luego propuso como obispo auxi-liar. El terreno fue crecien-do poco a poco con otras tierras de olivos y de vid, sobre todo, siendo los vinos y mistelas de la Masía ven-didos con mucha aceptación en el Colegio de Valencia. De los pueblos cercanos eran los tra-bajadores de las tierras.

La Masía fue casa filial del cole-gio de las Escuelas Pías desde finales del siglo XVIII hasta su venta en 1958.

En la Masía se fundó en 1911 el primer postulantado de la Orden, como afirma el P. An-tonio Montañana, su primer maestro y el P. Faustino Fanto-ba el primer postulante. A prin-cipios del siglo XX y hasta que se fundó la Casa Central de Es-tudios de Albelda de Iregua (Logroño), fue Juniorato de las Escuelas Pías de Valen-cia, (1904-1928). Algunos Maestros de Juniores fueron los PP. José Carbonell, José Sivera, Juan Cervantes, Antonio Mon-tañana…

De 1929 a 1936 la Masía acogió las “Colonias Escolares” de verano para alumnos gratuitos de los escolapios, y que organi-zó principalmente el P. José Vaquer, el cual dedicó grandes esfuerzos para obtener los ne-cesarios recursos económicos

para sostenerlas. Se cerraron con el inicio de la guerra de 1936.

En 1939, terminada la guerra, la Masía pasó a ser la sede del Noviciado bajo la dirección del P. Pascual Juan. El P. Bruno Martínez fue nombrado Maestro de Postulantes.

Como hemos señalado más arriba, La Masía se vendió en 1958, porque las necesidades económicas de la Provincia en aquel momento eran grandes. Poco después la finca fue com-prada los Salesianos que derri-baron gran parte de los edifi-cios y construyeron uno nuevo. Del antiguo edificio queda la Capilla. Algún padre escolapio, sigue yendo de vez en cuando a hacer su anual visita.

Copiamos un texto del P. Cala-sanz Bau en la Revista Calasan-cia. “Escolapios víctimas…”:

(En 1917, se celebró el tercer centenario de la fundación de la Congregación Paulina…) En la Masía se celebraron también los consiguientes festejos, or-ganizados principalmente por los juniores, más con miras a enfervorizar a los Postulantes.

Aún recordamos la espi-nela que el P. Rabaza apostilló una de las estam-pas de invitación:

La Masía del Pilar Se ha vestido de alegría,

Porque con la Escuela Pía Sus fiestas va a celebrar. Con las brisas del pinar Mezcla el sol sus resplandores… Más brillan y son mayores Nuestros festivos empeños… ¡Los escolapios pequeños Tienen muy grandes amores.

Multiplicando vida

LA MASÍA DEL PILAR Joan Seguí

“En la Masía se fundó en 1911 el primer postulantado de la Orden”.

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En octubre del año 2008, el pueblo de Godelleta dedicó una plaza a los Escolapios en recuerdo del segundo centena-rio de nuestra presencia en la Masía del Pilar. ¶

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E l verbo “sentio, -is, -ire, sensi, sensum” tiene un amplio campo semántico y

que consigno: percibir por los sentidos, tener sensibilidad, experimentar, probar, com-prender, darse cuenta, hacerse cargo de tener pensamientos e ideas, juzgar y tener opiniones, considerar, gozar.

Todas estas acciones pueden definir en conjunto el sustanti-vo activo “el sentir” que el abstracto “la sensibilidad” en actitud de respuesta. La inten-ción es aplicar el valor de este campo semántico a la acción vitalista y optimista de Cala-sanz, fino formador de perso-nas educadas en la más fina sensibilidad en el ser y queha-cer de sus educadores y edu-candos. “El sentir en Calasanz” está dirigido hacia un equili-brio de los sentidos exteriores e interiores. Equilibrio del mundo pasional y del mundo intelectual, como también entre éste y el espiritual. Cala-sanz piensa y vive en formar hombres de carácter más que hombres temperamentales. La serenidad y afectividad madu-radas a la luz de la inteligencia y claridad de la libertad de elección. Esta visión de Cala-sanz nos lleva a la reflexión, a la interrogación, comunicación dialogada y dialogante, apertu-

ra del olvido y del perdón, control de la imaginación y memoria, fuego y pasión. Adaptabilidad psicológica y pedagógica a las circunstancias ambientales e históricas. Con-ciencia clara y no subconscien-te tumbado. Sentido de ora-ción y quietud espiritual. Todo esto percibido, debemos vivirlo en exigencia y libertad respon-sable, imitando al fino y noble Calasanz.

Este pobre esbozo por descu-brir los elementos básicos de una ruta de fina conducta y equilibrado sentido del Ser, a la vez con bondad y verdad y libertad, se ve reforzado con las palabras y vivencias del

mismo Calasanz, como nos lo presenta en el número 991, Calasanz, Mensaje espiritual y pedagógico, y que dice así:

“Yo tengo por un gran siervo de Dios, a quien no se pertur-ba, ni se mueve de su quietud, ni en los casos adversos ni en los prósperos, sino que siem-pre es el mismo, es decir, de un mismo Ser, sin que la pa-sión le mueve de su lugar. Este Ser el mismo es lo que con-quista la Corona, y donde quiera que se introduzca la pasión, viene perturbada la razón, y que una vez pertur-bada no puede juzgar libre-mente” (6-X-1635).

Panorama

EL SENTIR EN CALASANZ Vicente García

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Mi amigo José Pedro Miró Moreno al estudiar, grafológi-camente, las actas de Seo de Urgell, firmadas por Calasanz, nos lo describe con un carác-ter místico, optimista y con ganas de vivir. Y es que Cala-sanz lee en el prisma de Dios su realidad presente y futura: servir al prójimo.

El místico lee con finezas y delicadezas las realidades hu-manas como dignas de ser respetadas y estimadas como criaturas de Dios. Insensibili-zarse ante las debilidades hu-manas es perder el sentido de amor que Dios tiene a las fra-gilidades humanas. Calasanz, contemplativo desde su propia interioridad, desea colaborar con la fineza de Dios hacia lo más débil y suavizar la dureza humana.

El himno “Glòria Josep de Calasanz” de l’Escola Pia de Gandia, ilustra e ilumina lo antedicho:

“Si de menut no va poder, Quan fou gran ja podía, L’espent del mal va vencer, Fundant l’Escola Pia”

Este es el proyecto y la proyec-ción de Calasanz. ¿Cómo lo realiza Calasanz en sus educa-dores y educandos?

Ofrecemos un breve diseño ascético contestando al inte-rrogante planteado, y lo vivi-mos con las mismas palabras de Calasanz, válidas para los educadores y educandos de todos los tiempos. Apenas co-mentaremos los textos de Ca-lasanz para hacerlo en un ter-cer momento de reflexión. He aquí el diseño.

Sirvan de introducción las intenciones de Pedro: “Os ex-horto a que como extranjeros y forasteros os abstengáis de apetencias carnales que com-baten contra el alma” (I Pe-dro 2, 2, 1)

Calasanz viviendo estas pala-bras nos ofrece:

1. Sensibilidad educativa.

“El verdadero educador debe extirpar vicios y plantar vir-tudes” (945) (1636-1638)

2. ¿Cómo conseguir la fineza?

“El verdadero educador debe callar sus virtudes, las culpas del prójimo y las palabras inútiles, evitando en cuanto le sea posible, conversaciones inútiles, ajenas a su estado y oficio, lecturas vanas, quime-ras, caprichos, otros afectos, con los que se suele apasionar y mantener interiormente conversaciones contigo mis-mo, movido por sus capri-chos. Esta conversación inte-rior estado más densa, moti-vada al exterior, cuanto es menos conocida” (946) (1636-1638)

3. Construcción positiva.

Calasanz propugna unas per-sonalidades serenas y finas en su quehacer testimonial, y por ello no duda en asentar esta idea clave, triple en acciones y en actitudes:

“La conversación del religioso educador ha de consistir: confesar las propias faltas e imperfecciones, en colaborar en las virtudes de los demás, y en todas las cosas que per-tenecen al Señor, diciendo y

haciendo con palabras y obras reales que den a todos: edificación de buen ejemplo y doctrina, más con las obras que con las palabras” (947) (1636-1638)

4. Revisión de vida.

La psicología terapéutica con la pedagogía social emplea diversos instrumentos perso-nales y de grupo para mejorar las relaciones conductuales de mejora. La teología ascética tenía planteado la “revisión de vida” como medio de mejorar, también, las conductas tanto personales como de grupo. Calasanz vivió estas experien-cias, pero con ciertas condicio-nes y fin terapéutico. Dejamos la palabra a Calasanz:

“Practíquese, siempre, el dar cuenta de conciencia, pero procure que se haga con sa-tisfacción de TODOS”. (952) (5-VII-1628)

“Importa que haya alguien que sepa manifestar las im-perfecciones, que tal vez noso-tros desconocemos, y hasta debemos agradecérselo”. (953) (21-XI-1628)

¿Nos falta hoy la fina sensibili-dad y nobleza para entrar en ese camino ascético?

5. Control interior y de senti-dos.

La profundización del cultivo del fino sentir, le lleva a Cala-sanz a considerar el tempera-mento y la hipersensibilidad que primariamente aflora en el hombre. Por lo que Cala-sanz no duda en presentar la buena sensibilidad:

Panorama

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“La compostura que debe te-ner el religioso educador ha de consistir en una modestia religiosa, grave y serena, sin causar molestias. Y sea suave, humilde y manso en todas sus acciones”. (948) (1636-1638)

¿Cómo logra esa “postura”?

El fino Calasanz, superior y amigo nos invita:

“El religioso educador no de-be oír murmuraciones, ni pa-labras viciosas, sino que debe tener, siempre, las potencias interiores recogidas para que huyendo de las conversacio-nes terrenas esté más atento a las conversaciones internas del hombre interior, que es la verdadera presencia del Se-ñor, de donde nace como edu-cadora y religiosa” (949) (1636-1638)

La honradez de esa afirmación la enriquece Calasanz con fi-nos trazos a personas concre-tas en los números 905 y 951 por una paz y ternura interior emanada de una rica interpre-tación personal y relaciones comunitarias.

6 . E n c u e n t r o a f e c t o -intelectual

No queda tranquilo Calasanz con el control personal de las potencias interiores, vive y quiere que le vivan sus educa-dores la armonía afecto-intelectual. No es un fruto existencial fácil, pero si posi-ble de conseguir con esfuerzo y gracia de Dios.

Esta idea apuntada nos la ofrece Calasanz y, con cita bíblica introductoria:

“Diciendo Dios: angosto es el camino que lleva a la vida y

que son pocos los que lo en-cuentran (Mt. 7, 14). Es nece-sario para encontrarlo y ca-minar por él renunciar al propio juicio y a la propia voluntad”. (959) (2-II-1642)

Esta comunicación la comple-ta Calasanz:

“Me desagrada que las pasio-nes individuales impidan el BIEN COMUN, considerando que la causa principal de to-das nuestras acciones es Dios, se deben recibir con el mismo ánimo las cosas prósperas y las adversas” (956) (18-I-1642)

Y Calasanz, que ha vivido per-sonal y comunitariamente esta c r u d a r e a l i d a d d e l “desencuentro”, nos dice:

“Quiera el Señor que en el futuro ninguno de ustedes dé audiencia a la tentación del enemigo, quien bajo la especie de Mayor Paz procura intro-ducir una falsa LIBERTAD fundada en el amor propio tan connatural a todos noso-tros”. (975) (17-V-1647)

7. La autoestima y la amistad.

La verdadera autoestima y amistad, con frecuencia, suele evaporarse en egoísmos y pro-yectismos individualistas. Ca-lasanz lo advirtió entre sus cooperadores y puso su cora-zón humano para sensibilizar-

los en la verdad de la estima y dignidad de las personas. Es-cuchémosle:

“Ya que por gracia de Dios no se ha dejado vencer usted por las pasiones, debe ayudar con toda diligencia a quienes se dejen vencer por ellas. Y que hará una obra muy grata a Dios. Y advierta a todos que atiendan a la salvación de sus almas, no teniendo aversión unos contra otros, que es una gran peste de las religiones y no tiene poca gracia de Dios quien sabe liberarse”. (494) (18-II-1637)

Y el noble Calasanz profundiza en el “fino sentir” cuando nos ofrece:

“Me desagrada mucho que no sepa vencer sus pasiones y vivir con la PAZ y QUIETUD que cada uno puede tener en su religión, mortificando sus pasiones y haciendo peniten-cia de sus pecados. Dice el Espíritu Santo por la boca de Salomón: su tiempo de llorar y su tiempo de reír (Sal. 3, 4). Quien no sabe distinguir en-tre esta vida y la otra de ha-brá engañado”. (955) (4-VII-1642)

Y concluye Calasanz su men-saje con estos dos puntos:

“Deseo en gran manera que ninguno en la religión pierde la fama porque el mal de uno repercute en todo el cuerpo”. (1000) (14-IX-1630)

“Procure no tener enemigo alguno y haga bien a todos. Y amigos tener pocos porque son pocos los que guardan la verdadera amistad”. (1001) (10-V-1631). ¶

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La verdadera autoestima y amistad, con frecuencia, suele evaporarse en egoísmos y proyectismos individualistas.

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D icen que el físico dice: “Dios no es necesario para la creación”

El primero de septiembre leí que el Dr. Stephen Hawking, físico y divulgador científico, afirma: que “Dios no es nece-sario para la creación”, que “Dios no creó el universo”. Le-yendo un poco más me enteré que esta ‘frase’, este ‘concepto’ está en su nuevo libro, 'El Gran Diseño', o ‘El Gran Diseñador’, que debió salir a la venta para el público de habla inglesa el 9 de septiembre; también coinci-de con la visita del papa al Reino Unido el 16 del mismo mes.

No sorprende el despliegue informativo y el pequeño es-cándalo -mejor inicio de es-cándalo-, en torno a lo que dice el físico. Hay que preparar la salida del libro –negocios son negocios. Ni tampoco el que se haya querido dar un quite ateo a la visita del papa –es muy humano echar agua para el molino de uno-.

No importa el uso que se haya querido dar. El contenido –que es lo que interesa- no cam-bia.

Ante la frase citada:

No es necesario acudir en de-fensa de Dios, ya sea como

Creador o, simplemente, como Dios. No lo necesita. Y, a lo peor, podemos escuchar: “Mire, hijo, mejor no me de-fienda”.

Ni, mucho menos, ofender ni disminuir al autor de la frase; simplemente está ejerciendo el derecho a la libertad con la que como ser humano ‘Dios lo creó’, incluida la capacidad de negarlo en el todo o en la par-te. Mejor que, en su libertad, niegue al Creador –no necesita la afirmación de nadie; está firmemente afirmado en sí mismo- que no a la criatura –que sí necesita ser afirmada-.

A más. La afirmación que nie-ga a Dios su condición de crea-dor es muy antigua; y no siem-pre en ofensa a Dios sino, más bien, pensando en darle gloria: este mundo tan malvado e inestable no es obra de Dios, el Sumamente Bueno, el Tres Veces Santo, el Trascendente, el Absoluto. Es obra de un dio-secillo amargado, vengativo, que va de rincón en rincón derramando su bilis; en una de esas andanzas crea el universo en el cual, un rincón más, de-rrama su amargura. No extra-ña que el mundo humano sea como es. Demiurgo dicen que es su nombre.

Sí podemos aprovechar la ‘frase’ como ejercicio parar

aumentar nuestra precisión en el conocimiento y uso de las palabras.

Cuando dicen que el físico afir-ma que “Dios no es necesario para la creación del Universo”, o “Dios no creo el Universo”, o “éste se creó solo”, realmente ¿qué está afirmando el físico? ¿Qué está diciendo el Dr. Haw-king como físico que es?

La física es física, no metafísi-ca.

La física quiere ser conoci-miento del ‘más acá’ no del ‘más allá’. Aquí la frontera en-tre el ‘más acá’ y el ‘más allá’ no está en relación con la vida – muerte sino con el mundo que percibimos por los senti-dos. El físico sólo se interesa por preguntas sobre el mundo que pueda palpar. Lo impalpa-ble, inasible, inaccesible; todo lo ‘in…’ no le interesa. No lo desprecia, sólo afirma que no es ese ‘su mundo’.

Hay un verbo, y sustantivos derivados de él, muy amados por la metafísica clásica: ser y sus derivados, tanto en latín como en griego y en toda su conjugación, como pueden ser: El Ser, El Ente, La Esencia, La Existencia, La Ontología.

Verbo y sustantivos asociados que no le interesan al físico.

¿Qué ES la masa?

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LA CREACIÓN Y EL FÍSICO Manuel Nebot

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No sé qué contestará el metafí-sico. Si tiene respuesta será interesante conocerla y saber cómo ha llegado a ella.

La respuesta del físico es rápi-da, clara: ‘Masa es todo aquello que se puede medir con la ba-lanza’.

Es el instru-mento de medi-da ‘balanza’ el que crea la ma-sa –una dimen-sión- para el mundo de la física. Hay que tener en cuenta que tan instru-mento de medida es la humil-de cinta métrica de la costure-ra de unos pocos centavitos como el gigantesco ciclotrón LHC de millones y millones de pesos. Digo mal. Es más im-portante la modesta cinta mé-trica que el aparatoso ciclotrón pues la cinta métrica, instru-mento de medida, crea la lon-gitud y con ella, añade una dirección más al universo de la física. En cambio el ciclotrón de la millonada de plata no es más que un enorme cascanue-ces para romper la cáscara de una nuez inimaginablemente pequeña.

La cinta métrica contribuye a crear el universo de la física.

El enorme cascanueces solo rompe para ver qué hay den-tro.

El físico nunca utiliza el verbo ‘Ser’ y sus sustantivos deriva-dos en su sentido propio.

Pero el físico no puede vivir en una tensión constante como si siempre le estuviera hablando a un grupo de especialistas, frente a los que tiene que estar vigilándose continuamente para usar los términos preci-sos. Si quiere socializar su pen-

samiento nece-sita hablar de sus cosas de física en char-las de café, en su familia o, como en este caso, difundir su saber espe-cial a un públi-co no especia-

lizado –Hawking es un divul-gador- usa, y tiene que usarlo, el ‘ser’ en su sentido cotidiano que, humilde, no pretende pro-fundizar en su pregunta: ¿cómo es? Le basta con saber cómo aparece. Preguntamos ‘de qué color es’, en lugar ‘de qué color le ves’. Contestamos: ‘Es amarillo’ y no, ‘lo veo ama-rillo’.

Y al hacerlo cae en una de las trampas de nuestro cerebro que actúa como un pequeño metafísico: transforma apa-riencias en apariciones. Espon-táneamente procesa y guarda todos los datos que recibe vía sentidos, apariencias, como ‘esencias’. De aquí la trampa. Dado el doble nivel de sentido con que usamos el verbo ‘ser’, en nosotros hay una migración espontánea e inconsciente de su significado ordinario a su significado técnico metafísico, pasamos sin darnos cuenta de las apariencias a las esencias,

de cómo se nos aparecen las ‘cosas’ a qué son esas ‘cosas’.

Alguien toma una copilla de coñac de una botella del mejor de los coñacs y piensa ‘qué bueno es el coñac de marca’. No se da cuenta que la botella del mejor de los coñacs ha sido rellenada con el peor de los coñacs.

¿Qué quiere decir un físico cuando dice ‘es’? No dice lo que dice el verbo ser –ni le interesa-. Simplemente quiere decir: ‘Como si’

Cuando se oye a un físico en cuanto físico, hay que ir susti-tuyendo todo ‘ser’ que dice por ‘como si’.

Así la frase en boca de un físico debe entenderse: ‘La creación del Universo ocurrió COMO SI no necesitara de Dios’

Llegado hasta aquí con el ‘ser’, seguimos con ‘La Creación’, ‘El Universo’.

¿Qué dice el físico cuando dice ‘El Universo’?

Dice dos cosas:

Una colección de datos todo lo grande que se necesite. Obte-nidos de las pantallas de los ‘Instrumento de medida’ pues algo, sea lo que sea, pertenece-rá al ‘Universo Físico’ si, y solo si, hace que algún instrumento de medida, admitido como tal por la comunidad científica, reaccione.-

Que los datos anteriores se organicen con la complejidad necesaria; de tal forma que las distintas ‘organizaciones’ sean superación de alguna ya exis-

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“No es necesario acudir en defensa de Dios, ya sea como Creador o, simplemente, como Dios. No lo necesita.”

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tente, coherentes en ella mis-ma y con las otras, que den un ‘placer estético’ a la mente que las hace y que nos sean útiles de alguna forma.

Que se archivan en carpetas etiquetadas, por ejemplo: la carpeta ‘Universo’, la ‘Big – Bang’

Esto es el ‘Universo’ para el físico.

Ya tenemos ‘Ser’, ‘Universo’. Paso a Dios.

¿Qué dice el físico cuando dice ‘Dios’?

Al hacerle esta pregunta, el físico mira de reojo a sus ins-trumentos de medida para ver qué hacen. Observa … y silen-cio. Los instrumentos de medi-da no reaccionan … Silencio: [Silencio]

Esto es Dios para el físico: [Silencio]

Con lo que la frase quedaría: ‘La carpeta etiquetada como ‘Universo’ se completó COMO SI no necesitara del … [silencio]’

Lo que no deja de ser lógico pues si el [Silencio] fuera algo imprescindible dejaría de serlo pues su misma imprescindibi-lad lo gritaría.

El silencio no es más que el silencio de los instrumentos de medida, que no significa ‘medida cero’, pues ésta es una medida tal que lo medido tiene

un valor ‘0’ según una escala prefijada. En cambio con [silencio] es, utilizando a nues-tro favor la propensión de nuestro cerebro de cosificar, la expresión de ‘algo’ que ‘es’ si-lencio, que no interactúa con los instrumentos de medida.

El [Silencio] es silencio, es misterio

Consecuentes con el método físico que pone en los instru-mentos de medida el criterio para discriminar si algo, sea lo que sea, pertenece o no al con-junto etiquetado como ‘Universo’. Y ya que aquí los instrumentos de medida han dado el dato: Silencio; no ex-trañará que ponga al [Silencio] como un elemento más a tener en cuenta en las estructuras –datos organizados- que nos definen el Universo.

Al integrar el [Silencio] en la teoría afirmo que todo sistema científico en su desarrollo lle-gará un momento en que al-canzará su nivel del [Silencio] que, como todo punto fronte-ra, es dual. En este caso es lí-mite pero también puerta.

Por ejemplo, un astronauta da un paseo en el espacio infini-to y comenta que no ha visto a Dios. Famosos ana-tomistas después de haber descuartizado a miles de cadá-veres afirman a una sola voz

que nunca se han encontrado con el alma. Siguiendo estos ejemplos, Descartes habla de la glándula Pineal como el punto de unión del alma con el cuerpo. El [Silencio] nos indica que esa glándula no existe, no como glándula, sino en cuanto a su función de puente entre el alma y el cuerpo, lo divino y lo humano. Llega siempre un momento, por precisos que sean los Instrumentos de Me-dida, en el que las teorías cien-tíficas se topan con el [Silencio], el Misterio.

No hay ciencia que nos permi-ta conocer lo divino, … y lo humano dentro de límites.

La física no es metafísica; ni hace preguntas, ni busca res-puestas, fuera de su campo.

El físico es más que la física, sí puede –debe- hacerse pregun-tas y puede –debe- buscar sus respuestas fuera del Universo Físico. Puede –debe- pregun-tarse qué hay detrás de la puerta [silencio]; puede –debe- buscar respuestas. Quizá en-cuentre y proponga como per-sona proposiciones no valida-das por los instrumentos de medida, por la ciencia, pero sí por su intuición.

El físico como persona y en conciencia sí puede afirmar que detrás del [Silencio] sólo hay silencio, La Nada; o puede que tras el [Silencio] está el Gran Silencio. ¶

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