Mundos y Conocimientos de «Otro Modo» La Opción Decolonial Zulma Palermo

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105 MUNDOS Y CONOCIMIENTOS DE «OTRO MODO» 1 : LA OPCIÓN DECOLONIAL Zulma Palermo Sacudir el cuerpo colonial no es llamarlo a la rebelión, no es pedir su reconocimiento, ni postular el yugo que lo constituye. Es disolverlo. Alejandro De Oto En las dos últimas reuniones de este Centro -y desde mucho tiempo atrás en diversos foros, seminarios y publicaciones- he venido introdu- ciendo una línea de pensamiento que -vinculada a lo que Boaventura de Souza Santos llama «epistemologías el Sur»- va encontrando cada vez mayores ecos en los espacios académicos y políticos de las antes denominadas áreas marginales del planeta. Arraigada en los Andes Latinoamericanos y extendida al Caribe, a partir de una amplia red dialógica y pluridisciplinar, se propone como una opción entre las diversas que emergen en distintos espacios históricamente atravesados por situaciones coloniales: la opción decolonial. 2 1- Tomo esta denominación del artículo de Arturo Escobar en el que propone una genealogía de la opción que nos ocupa (2005). 2- «La decolonialidad encuentra su razón en los esfuerzos de confrontar desde «lo propio» y desde lógicas-otras y pensamientos-otros a la deshumanización, el racismo y la racialización, y la negación y destrucción de los campos-otros del saber. Por eso, su meta no es la incorporación, o la superación, (tampoco simplemente la resistencia), sino la reconstrucción radical de seres, del poder y del saber, es decir, la creación de condiciones radicalmente diferentes de existencia, conocimiento y del poder que podrían contribuir a la fabricación de sociedades distintas» (Walsh, 2005: 24). La bibliografía sobre la opción es ya muy amplia; cfr. entre los más recientes: Castro Gómez y Grosfoguel (2007); Mignolo (2007), y la colección de Cuadernos que, con el nombre «El desprendimiento: pensamiento y opción decolonial», publica Ediciones del Signo, Bs. As.

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Zulma Palermo cuestiona el modo de conocer y construir conocimiento occidental y plantea la necesidad de generar conocimientos de otro modo, es decir, desde la opción decolonial.

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    muNdoS y coNocimieNToS de oTro modo 1:la oPciN decoloNial

    Zulma Palermo

    Sacudir el cuerpo colonial no es llamarlo a la rebelin, no es pedir su reconocimiento, ni postular el yugo que lo

    constituye.Es disolverlo.

    Alejandro De Oto

    En las dos ltimas reuniones de este Centro -y desde mucho tiempo atrs en diversos foros, seminarios y publicaciones- he venido introdu-ciendo una lnea de pensamiento que -vinculada a lo que Boaventura de Souza Santos llama epistemologas el Sur- va encontrando cada vez mayores ecos en los espacios acadmicos y polticos de las antes denominadas reas marginales del planeta. Arraigada en los Andes Latinoamericanos y extendida al Caribe, a partir de una amplia red dialgica y pluridisciplinar, se propone como una opcin entre las diversas que emergen en distintos espacios histricamente atravesados por situaciones coloniales: la opcin decolonial.2

    1- Tomo esta denominacin del artculo de Arturo Escobar en el que propone una genealoga de la opcin que nos ocupa (2005).2- La decolonialidad encuentra su razn en los esfuerzos de confrontar desde lo propio y desde lgicas-otras y pensamientos-otros a la deshumanizacin, el racismo y la racializacin, y la negacin y destruccin de los campos-otros del saber. Por eso, su meta no es la incorporacin, o la superacin, (tampoco simplemente la resistencia), sino la reconstruccin radical de seres, del poder y del saber, es decir, la creacin de condiciones radicalmente diferentes de existencia, conocimiento y del poder que podran contribuir a la fabricacin de sociedades distintas (Walsh, 2005: 24). La bibliografa sobre la opcin es ya muy amplia; cfr. entre los ms recientes: Castro Gmez y Grosfoguel (2007); Mignolo (2007), y la coleccin de Cuadernos que, con el nombre El desprendimiento: pensamiento y opcin decolonial, publica Ediciones del Signo, Bs. As.

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    Dicha opcin complejiza los debates contemporneos en torno a la modernidad/posmodernidad, desde un singular espacio terico que encuentra su genealoga en un posicionamiento alternativo y de resistencia que -iniciado en los tiempos mismos de la conquista con discursos como los de Waman Poma de Ayala (cuya huella se deja leer en toda la regin andina) y la Otoman Cugoano (voz insoslayable del Caribe)- se afirma con clara definicin a principios del s. XX con las apuestas de pensadores como Leopoldo Zea o Juan Carlos Maritegui, Franz Fanon o Aim Cesaire. La escasa presencia de estos lugares de enunciacin en la circulacin acadmica obedece a la preeminencia de los posicionamientos deudores de la hegemona eurocntrica. La formacin y despliegue de la opcin decolonial que los retoma como parte de su genealoga, es decisiva para la intervencin en la discursividad de las ciencias, de la poltica y de la tica de nuestro tiempo en el intento por configurar otro espacio, en el que se tenga como horizonte la bsqueda del buen vivir frente a la imposicin del consumismo de mercado orientado a tener ms. Para ello es imprescindible abrir posibilidades otras desde la ya reconocida exis-tencia de mundos y conocimientos de otro modo.

    La actual emergencia en Amrica Latina de procesos polticos que escapan al modelo de la modernidad occidental, pone en evidencia que existen otras formas posibles de habitar el mundo que aquellas que hemos recibido, adoptado y adaptado desde el momento mis-mo de la conquista. Otras formas de constitucin del Estado, de la sociedad civil, del bien comn estn ocupando el escenario y, en consecuencia, se estn haciendo visibles otras formas de conocer y de convivir. En esa direccin se mueve la opcin decolonial la que -como es claramente manifiesto a travs de las construcciones tericas y las prcticas sociopolticas que les son consecuentes- no responde al sentido utilizado por los discursos acadmicos y polticos segn los que el poder colonial, sus distintas formas de accin y la formacin de los estados-nacin en la periferia, se encontraran ya descolonizados.

    Por el contrario -como reiteradamente sealan Anbal Quijano,

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    Enrique Dussel y Walter Mignolo3 -se parte del presupuesto de que la divisin internacional del trabajo entre centros y periferias, as como la jerarquizacin tnico-racial de las poblaciones, formadas durante varios siglos de expansin colonial europea, no se transfor-m significativamente entre nosotros al finalizar la etapa colonial y con la constitucin de los estados nacionales (Cfr. Castro-Gmez y Grosfoguel, 2009), sino que se consolid dando fundamento a la matriz colonial de poder, naturalizada por la colonizacin interior4. La construccin de ese poder -y sus discursos- se mantuvo de manera sostenida hasta el presente, en el mundo de la economa global; si bien stos se han modificado sustancialmente transformando los que fueron propios de la modernidad, no modificaron las relaciones de control que funcionan ahora a escala planetaria. El colonialismo que caracteriz a la modernidad parece haber tenido su ltima instancia con el fin de la Guerra Fra; sin embargo es en esa coyuntura cuando cobr impulso el proceso de la colonialidad global del sistema-mundo capitalista5.

    Matriz colonial del poderVeamos, entonces, en qu consiste esa matriz colonial ante la que

    se levanta la opcin decolonial. Se trata de una estructura compleja, propia del sistema-mundo moderno/capitalista, originado con el colo-nialismo europeo a principios del siglo XVI, y que se sostiene en el poder como una relacin social de dominacin, explotacin y conflicto por el control de cada uno de los mbitos de la experiencia social hu-mana (Quijano, 2001: 10). Esos funcionamientos, controlados por el

    3- La intervinculacin de sus tramas conceptuales constituye el pensamiento fuerte de la opcin decolonial. Para la genealoga y la integracin del colectivo cfr. Escobar (2005), Grosfoguel (2006), Mignolo (2007), Pachn Soto (2007) entre otros.4- Para la formacin sociogentica de dicha matriz y su perduracin en Salta cfr. Palermo (Coord.), 1998 y Palermo et al. 2002.5- Se conforman entonces las nuevas instituciones del capital global: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), as como organizaciones militares como la OTAN, las agencias de inteligencia y el Pentgono, todas conformadas despus de la Segunda Guerra y del supuesto fin del colonialismo que mantienen a la periferia en una posicin subordinada.

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    poder de la monocultura occidental, se diseminan en distintos mbitos de la vida colectiva e individual: 1) control de la economa y de la autoridad, institucionalizadas por la teora poltica y econmica; 2) control de la naturaleza y sus recursos, a travs del aparato cientfico y tecnolgico; 3) control del gnero, la sexualidad y la racialidad bajo la sujecin de las subjetividades; 4) control del conocimiento a partir de la imposicin de una sola forma de racionalidad6.

    La puesta en discurso de la nocin de control, remite a las tesis foucoultianas; sin embargo se distancia de ellas porque encuentra su funcionamiento desde el s. XVI (y no desde el XVIII), porque en el centro del anlisis se instala la nocin racial de la biopoltica (no contemplada por Foucault) y porque seala sus consecuencias en todos los rdenes -incluido el econmico- al mostrar que el dominio que garantiza la reproduccin incesante del capital en las sociedades modernas pasa, necesariamente, por la occidentalizacin del imagi-nario (Castro-Gmez, 2005: 58).

    Esto implica que cuando se habla de una matriz colonial, no se hace referencia a un ejercicio del poder cuya validez queda limitada a la instancia temporal de las colonias (perodo colonial) y a la forma que mantuvieron en muchos espacios hasta no hace mucho tiempo, sino que se encuentra vigente en nuestros das. El trmino colonial remite a los procesos generados en los tiempos de instalacin de las colonias, en tanto que colonialidad seala la lgica que estructura

    7- Es un concepto que da cuenta de uno de los elementos fundantes del actual patrn de poder, la clasificacin bsica y universal de la poblacin del planeta en torno a la idea de raza. Esta idea y la clasificacin social en ella fundada (o racista) fueron originadas hace 500 aos junto con Amrica, Europa y el capitalismo. Son la ms profunda y perdurable expresin de la dominacin colonial, y fueron impuestas sobre toda la poblacin del planeta en el curso de la expansin del colonialismo europeo. Desde entonces, en el actual patrn mundial de poder impregnan todas y cada una de las reas de existencia social y constituyen la ms profunda y eficaz forma de dominacin social, material e intersubjetiva y son, por eso mismo, la base intersubjetiva ms universal de dominacin poltica dentro del actual patrn de poder (Quijano, 2001.2002).

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    esa matriz, independientemente de su manifestacin histrica (y en cualquiera de los dominios: el castellano, el portugus o el sajn); tal colonialismo se extendi an a periodos nacionales que, en Amrica Latina, mantuvieron y mantienen la colonialidad del poder despus de sus independencias polticas (Mignolo, 2010a).

    Es, entonces, en nuestros das, una trama de creencias instituidas como verdades desde la que se acta y desde la que se conoce y organiza el mundo y la vida de los seres humanos y del planeta, un patrn de dominacin global -antes imperial- pero siempre regido por la colonialidad. La bsqueda del funcionamiento de esos controles estructurales en cada localizacin de los espacios colonizados -y que hoy se encuentran sujetados por la colonialidad- se vuelve una necesidad para las practicas tericas, las construcciones crticas y los recorridos hermenuticos sin distincin de disciplinas, en el amplio campo de las problemticas sociales con las que confrontamos. Di-cho de otro modo: optar por un reposicionamiento que nos permita des-prendernos de la colonizacin interior que nos ha constituido y disciplinado desde el momento mismo en que se complet la carto-grafa planetaria.

    Esos recorridos buscan generar la crtica de la propia tradicin desde los recursos de la propia cultura (Dussel, 2006: 52), camino a travs del que se est dando muestras de la emergencia de formas otras de gobierno, economa y sociabilidad. La experiencia recogida permite, por un lado, la visibilizacin y re-existencia de prcticas comunitarias en las redes familiares, comunales, rituales, alimentarias, de produccin, transformadas en el tiempo por las exigencias de la colonialidad; por otro y simultneamente, por la semiosis de redes textuales y testimoniales, que informan sobre formas de vida otras opuestas a las que terminan proclamando todo tipo de muertes, en particular, la de la memoria social7.

    7- La bibliografa al respecto es amplia: Castro-Gmez (2005) Catherine Walsh (2005), Maldonado-Torres (2003), Albn-Achinte (2006), Cebrelli y Palermo (2009), Palermo et al. (2002) entre muchos otros.

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    Tales recorridos ponen en evidencia que los ncleos duros de la matriz colonial del poder, siguen modelando las vidas de nuestro tiempo despus de haber obliterado la existencia de todas las que no formaban parte de la matriz eurocentrada (los espacios que desde el desembarco en el nuevo mundo fueron nominados el Oriente) junto a los territorios y grupos humanos anexados como una parte subordinada de Occidente. De este modo, en Amrica Latina se ejer-ci un patrn de poder cuyos ejes especficos fueron la existencia y reproduccin continua de nuevas identidades histricas, de la relacin jerarquizada entre europeos y no europeos y su incidencia como antes sealara- en todos las instancias del funcionamiento social: poltica, economa, de la sexualidad y el trabajo, de la autoridad y de las relaciones con la naturaleza (Quijano, 1999). No podemos dejar de reconocer que en el presente son esas las marcas profundas que va dejando el proyecto fustico de la modernidad y el progreso en los cuerpos de los seres humanos y del planeta.

    Por qu la decolonialidad no es posmoderna

    Es frecuente entender la propuesta decolonial como una variacin de la poscolonialidad o an de los estudios culturales. Tal localiza-cin es relativamente pertinente desde el momento en que, en sus comienzos, algunos de los componentes del colectivo adscriban a esas lneas conceptales8. No obstante, en la medida en que las postulaciones de A. Quijano (desde su ascendencia mariateguiana) y E. Dussel (en su pertenencia a la filosofa de la liberacin) y luego tambin W. Mignolo -quien por un breve tiempo integr el Grupo Subalternista norteamericano generado por John Beberly- afirman su distancia con las epistemologas centrales por su distinta genealoga9, definen su posicionamiento desde su diferencia especfica As, en los

    8- As Santiago Castro-Gmez quien se localiza en la perspectiva poscolonial o Catherine Walsh que lo hace desde la que caracteriza a los estudios culturales, aclarando esta ltima que se trata de una estrategia poltica (poltica de los nombres) para lograr su insercin en las estructuras acadmicas (Mignolo, 2010).9- La poscolonialidad desarrollada por Said, Bahba, Spivak encuentra su genealoga en Derrida, Lacan, Bourdieu. La decolonialidad procedente de Amrica Latina en cambio, en Nezahualcyotl, Waman Poma, Cuogano.

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    textos de los ltimos aos, W. Mignolo se manifiesta taxativamente por fuera de la episteme posmoderna en cualquiera de sus variantes, asumiendo una posicin geopoltica y corpopoltica desde la alteridad: la opcin descolonial se diferencia de las posiciones posmodernas pues se trata de dos trayectorias distintas en la crtica a la modernidad: una, las crticas europeas a la modernidad europea (postmodernidad, poststructuralismo) y la otra, las crticas descoloniales que provienen desde distintas historias locales y distintas maneras de experimentar la invasin o la importacin (por las elites locales adscriptas a y benefi-ciarias de las modernidad occidental) de Europa al resto del mundo. La opcin descolonial designa, entonces, la variedad (mltiple, plural) de trayectorias descoloniales (2007).

    Dicho de otro modo: las dos propuestas comparten la crtica a la modernidad, pero mientras las posiciones pos- lo hacen desde la in-terioridad del sistema-mundo- moderno-occidental, la decolonialidad significa la irrupcin [en l de la] Exterioridad alterativa de lo siem-pre Distinto, de culturas universales [] que asumen los desafos de la modernidad y an de la posmodernidad, pero que responden desde otro lugar (Dussel, 2006: 48). Tal es la propuesta transmoderna de Dussel (por oposicin a posmoderna) lo que implica que pensar desde fuera de la ratio occidental abre la posibilidad de incorporar todo lo que se sita ms all (fuera de) o es incluso anterior a las estructuras de la matriz colonial de poder. Esto es: las culturas universales (islmica, china, india, amerindia, y otras de posible existencia) pueden entablar un dilogo transversal entre ellas y con la europea generando un funcionamiento transcultural desde el cual construir un comn mundo donde sea menos difcil la con-vivencia10.

    10- La realizacin de la modernidad ya no descansa en el pasaje de su potencial abstracto a su real, europea, encarnacin. Ms bien descansa hoy en un proceso que trascendera a la modernidad como tal, una transmodernidad en la cual ambas, modernidad y alteridad negada (las vctimas) correalizan ellas mismas un proceso de mutua fertilizacin creativa. Trans-modernidad (como proyecto de poltica, econmica, ecolgica, ertica, pedaggica y religiosa liberacin) es la co-realizacin de lo que es imposible cumplir para la modernidad por s misma: esto es, una solidaridad incorporativa que he llamado analctica, entre centro/periferia, hombre/mujer, diferentes razas, diferentes grupos tnicos, diferentes clases, civilizacuin/naturaleza, cultura occidental/ cultura del Tercer Mundo (Dussel, 2001: 57-70).

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    Se hace necesario aclarar tambin que el distanciamiento -de carcter poltico, tico y epistmico- que se instala en la nocin de trans-modernidad en su toma de distancia con la de pos-modernidad, es del mismo modo necesaria para diferenciar el funcionamiento de la interculturalidad por relacin a la multiculturalidad. Para Dussel se trata de un dilogo transversal sur-sur en el orden del pensamiento crtico que hace posible nuevos aprendizajes desde la experiencia alcanzada -a travs de xitos y fracasos- ante el embate de la globali-zacin (Dussel, Op. Cit.). Ese dilogo, ese intercambio imprescindible en el orden acadmico acompaa el funcionamiento concreto de la interculturalidad en los Andes pues se trata de un proyecto poltico generado por los movimientos sociales que se orienta, en ltima instancia, a la construccin de un estado plurinacional. Es, como expone Catherine Walsh, la posibilidad de poner a consideracin un inter-pensamiento y un inter-relato que no pretenda asumir la pers-pectiva del otro, sino que posibilite intervenir sin la intromisin de uno mismo, abriendo nuevas perspectivas interculturales para vivir y pensar con , con-vivir, co-existir.

    Pensar con significa buscar construcciones epistemolgicas que no se originan en el Estado sino que surgen de los pueblos y sus movi-mientos visibilizados en sus argumentos, demandas y reclamos. Esto no implica un relativismo o esencialismo cultural, no se trata de una vuelta a los orgenes o de la pureza de las tradiciones propias del saber popular, ya sea ste, indgena, afro o criollo. Por el contrario, significa poner en evidencia otras premisas epistemolgicas -premisas de otro modo- para (re)pensar las relaciones con la naturaleza, la administracin de justicia, las formas de coexistencia, el rol de la autoridad, el sentido de la educacin pblica. Tal forma de concebir la interculturalidad encierra un principio de desobediencia epistmica de las verdades y principios instalados por los estados-nacin a travs de sus instituciones, en particular la educativa y la meditica con sus concepciones unidireccionales de la historia, el arte, la literatura, la ciencia, la economa, la tecnologa) (Mignolo, 2010).

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    Sntesis

    He intentado en estas breves pginas poner en relieve los funda-mentos centrales de la opcin decolonial, aproximando las formas de funcionamiento de la matriz colonial contra la que opera en el tiempo y que mantiene vigentes, con distintas variables hasta nuestros das, sus formas de control. Para ello procur hacer visible y evidente la complicidad colonial del conocimiento oficial y las agendas epis-tmicas en la construccin y afianzamiento del estado monocultural y uni-nacional, sus estructuras e instituciones. Por otro lado, de clarificar las diferencias entre esta opcin transmoderna e intercul-tural y la efectiva oferta posmoderna y multicultural del mercado acadmico dominante.

    Abrir la ventana a estas opciones disidentes nos permite un nuevo aprendizaje que nos orienta a organizarnos y movilizarnos desde esa misma perspectiva, buscando formas propias de existencia social, liberadas de dominacin, de discriminacin racista/etnicista/sexista para producir nuevas formas de comunidad. Ese aprendizaje -que seguramente ha de ser lento y graduado, complejo y con muchos conflictos al interior de s mismo- se proyecta hacia un horizonte de libertad y autonoma de cada persona como expresin de la diversidad social y de la solidaridad. Ello hara posible la puesta en prctica de una forma de democracia participativa por la que se construya lo que es necesario producir, expandiendo la reciprocidad en la distribucin de trabajo, de productos, de servicios; produciendo desde ese piso social una tica social alternativa a la del mercado y del lucro colonial del actual capitalismo.

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