Museo de La Memoria - Ayacucho

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 viudas, huéranos o ancianos, como mamá Angélica (Angélica Mendoza de Ascarza), coundadora de dicha organización. El museo está abierto todos los días. Yo lo visité un 31 de octubre, en la víspera del Día de Todos los Santos. Luego de recorrerlo por casi dos horas, llegó el mo- mento de reunirse con los amiliares de las víctimas, en una pequeña ceremonia para rendir culto a sus almas. Un aire de solemnidad y mutismo se apoderó del am- biente, cabizbajos y con la pena aún en el alma, los a- miliares se sentaron en bancos de madera, mientras que a sus espaldas, en los muros, permanecían colga- das las imágenes de aquellos que un día se ueron de su casa y no regresaron. El presidente de ANFASEP dirigió la cere- monia, algunos todavía pedían justicia, mientras decenas de mujeres seguían la reunión masticando hojas de coca. Luego, algunos bajaron al patio donde se ha construido el Santuario de la Memoria, espacio simbólico para que los deudos recuerden a sus seres queridos. Allí de-  jan ores y velas encendidas, rezan por sus muertos, y se conorman con el único ritual de homenaje al ami- liar desaparecido. M ientras recorría los tres espacios que tiene el Museo de la Memo- ria, en Ayacucho, quedé sorpren- dido al ver un orifcio en el omó- plato derecho de alguien que tenía nombre y apellido, de alguien que antes de los años 80 disrutaba de la vida con su amilia, antes de que llegara la violencia política de manos de Sendero Luminoso y de las Fuerzas Armadas. Recorrer el tercer piso del inmueble que ocupa la Aso- ciación Nacional de Familiares de Secuestrados, Dete- nidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP), donde se ubica el primer Museo de la Memoria del Perú, deja un sinsabor en el alma, un cuestionamiento sobre el valor de la vida. La achada es un lienzo de s eis metros de alto por nueve de largo, que guarda la memoria de lo ocurrido durante dos décadas de horror. En la entrada está instalado un tótem-escultura, una imagen que representa un rostro gritando entre dos de uego. Adentro, una escalera angosta lleva al tercer piso. Un aire lúgubre absorbe a los visitantes, en medio de la solemnidad de cientos de imágenes cuyas almas quizá aún no descansan. En los tres ambientes del museo Para que no se repita existe espacio para recortes periodísticos, para objetos rescatados durante los enrentamientos, una osa co- mún, una sala de torturas, entre otras reerencias a la época de violencia política que vivió el Perú. Primero se ven las publicaciones de diarios de 1980 hacia adelante. ¿Cómo inormaba El Comercio, La Re- pública, Caretas, La Prensa, entre otros? Los medios plasmaban el día a día de tanta barbarie mientras se incrementaban las violaciones a los derechos huma- nos a través de las torturas, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones orzadas, asesinatos masivos, protestas, marchas. Los principales hechos están reportados ahí, en los re- cortes amarillentos. Fotograías de asesinatos escabro- sos junto a grandes titulares que, para el gobierno de ese entonces, no signifcaba mucho. Un esqueleto incompleto, semienterrado, recrea una osa común, como las miles que hay, no solo en Ayacu- cho, sino en todos los lugares donde Sendero Luminoso extendió sus tentáculos. El ambiente tenue es cortado por un rayo de luz que desciende de la parte superior de aquella osa y alumbra directamente los restos óseos. Al costado está la sala de tortura que exhibe los mé- homenaje (1) Cruz de la Memoria. (2) Casi 900 fotografías de las  víctimas se exhiben en el mural. (3-4) Réplica de una fosa común. (5) Libro de visitas con mensajes a favor de los derechos humanos. (6) Familiares de los desaparecidos. El museo está ubicado en Libertad N° 1229, Urbanización Nery García Zárate, distrito de  Ayacucho, provincia de Huamanga.  recuerdos  por Cesar Cárdenas Javier Los recuerdos de las dos décadas de violencia que vivió el Perú han encontrado un espacio en la ciudad de Ayacucho. Museo de la Memoria Para que no se repita (1) (2) (3) (4) (5) (6) (3) todos que utilizó el ejército contra cientos de jóvenes que ingresaban a ese cubil de dos metros por uno. Los sospechosos eran llevados ahí, golpeados, maltratados, insultados hasta que conesaran lo poco o nada que sabían. Cientos visitaron aquella oscura sala y pocos salieron para contarlo, mientras otros aún están des- aparecidos. ¿Qué ocurrió durante los años de violencia? Pregunta cuya respuesta está en un mural de al menos cinco me- tro de longitud. Los crímenes más execrables, los asesi- natos masivos, las incursiones. Hay poco más de 870 otograías en un pasillo angosto: Es la zona llamada La nostalgia, donde cada otogra- ía corresponde a una víctima identifcada con nom- bre y apellido. Gran parte de ellos son amiliares de los miembros de ANFASEP, integrado en su mayoría por 22 bitácora l setiembre setiembre l bitácora 23 

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"Museo de la Memoria, Para que no se repita". Un artículo sobre Ayacucho, escrito para la revista turística Bitácora.

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5/11/2018 Museo de La Memoria - Ayacucho - slidepdf.com

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  viudas, huéranos o ancianos, como mamá Angélica(Angélica Mendoza de Ascarza), coundadora de dichaorganización.El museo está abierto todos los días. Yo lo visité un 31de octubre, en la víspera del Día de Todos los Santos.Luego de recorrerlo por casi dos horas, llegó el mo-mento de reunirse con los amiliares de las víctimas, enuna pequeña ceremonia para rendir culto a sus almas.Un aire de solemnidad y mutismo se apoderó del am-biente, cabizbajos y con la pena aún en el alma, los a-miliares se sentaron en bancos de madera, mientrasque a sus espaldas, en los muros, permanecían colga-das las imágenes de aquellos que un día se ueronde su casa y no regresaron.El presidente de ANFASEP dirigió la cere-

monia, algunos todavía pedían justicia,mientras decenas de mujeres seguían lareunión masticando hojas de coca. Luego,algunos bajaron al patio donde se ha construidoel Santuario de la Memoria, espacio simbólico paraque los deudos recuerden a sus seres queridos. Allí de-

 jan ores y velas encendidas, rezan por sus muertos, y se conorman con el único ritual de homenaje al ami-liar desaparecido. 

Mientras recorría los tres espaciosque tiene el Museo de la Memo-ria, en Ayacucho, quedé sorpren-dido al ver un orifcio en el omó-plato derecho de alguien que teníanombre y apellido, de alguien que

antes de los años 80 disrutaba de la vida con su amilia,antes de que llegara la violencia política de manos deSendero Luminoso y de las Fuerzas Armadas.

Recorrer el tercer piso del inmueble que ocupa la Aso-ciación Nacional de Familiares de Secuestrados, Dete-nidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP), donde seubica el primer Museo de la Memoria del Perú, deja unsinsabor en el alma, un cuestionamiento sobre el valorde la vida.La achada es un lienzo de s eis metros de alto por nuevede largo, que guarda la memoria de lo ocurrido durantedos décadas de horror. En la entrada está instalado un

tótem-escultura, una imagen que representa un rostrogritando entre dos de uego.Adentro, una escalera angosta lleva al tercer piso. Unaire lúgubre absorbe a los visitantes, en medio de la

solemnidad de cientos de imágenes cuyas almas quizáaún no descansan.En los tres ambientes del museo Para que no se repitaexiste espacio para recortes periodísticos, para objetosrescatados durante los enrentamientos, una osa co-mún, una sala de torturas, entre otras reerencias a laépoca de violencia política que vivió el Perú.Primero se ven las publicaciones de diarios de 1980hacia adelante. ¿Cómo inormaba El Comercio, La Re-pública, Caretas, La Prensa, entre otros? Los mediosplasmaban el día a día de tanta barbarie mientras seincrementaban las violaciones a los derechos huma-nos a través de las torturas, ejecuciones extrajudiciales,desapariciones orzadas, asesinatos masivos, protestas,marchas.Los principales hechos están reportados ahí, en los re-cortes amarillentos. Fotograías de asesinatos escabro-

sos junto a grandes titulares que, para el gobierno deese entonces, no signifcaba mucho.Un esqueleto incompleto, semienterrado, recrea unaosa común, como las miles que hay, no solo en Ayacu-cho, sino en todos los lugares donde Sendero Luminosoextendió sus tentáculos. El ambiente tenue es cortadopor un rayo de luz que desciende de la parte superiorde aquella osa y alumbra directamente los restos óseos.Al costado está la sala de tortura que exhibe los mé-

homenaje

(1) Cruz de la Memoria.

(2) Casi 900 fotografías de las

 víctimas se exhiben en el mural.

(3-4) Réplica de una fosa común.

(5) Libro de visitas con mensajes a

favor de los derechos humanos.

(6) Familiares de los desaparecidos.

El museo está ubicado en Libertad N° 1229,

Urbanización Nery García Zárate, distrito de

 Ayacucho, provincia de Huamanga.

  recuerdos

 por Cesar Cárdenas Javier

Los recuerdos de las dos décadas

de violencia que vivió el Perú han

encontrado un espacio en la ciudad

de Ayacucho.

Museo de laMemoriaPara que no se repita

(1)

(2) (3) (4)

(5)

(6)(3)

todos que utilizó el ejército contra cientos de jóvenesque ingresaban a ese cubil de dos metros por uno. Lossospechosos eran llevados ahí, golpeados, maltratados,insultados hasta que conesaran lo poco o nada que

sabían. Cientos visitaron aquella oscura sala y pocossalieron para contarlo, mientras otros aún están des-aparecidos.¿Qué ocurrió durante los años de violencia? Preguntacuya respuesta está en un mural de al menos cinco me-tro de longitud. Los crímenes más execrables, los asesi-natos masivos, las incursiones.Hay poco más de 870 otograías en un pasillo angosto:Es la zona llamada La nostalgia, donde cada otogra-ía corresponde a una víctima identifcada con nom-bre y apellido. Gran parte de ellos son amiliares de losmiembros de ANFASEP, integrado en su mayoría por

22 bitácora l setiembre setiembre l bitácora 23